Significación del ideario educativo de Fidel Castro en la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media en la Cuba revolucionaria (página 3)
Enviado por Raul Quintana Suarez
——Que en aquellos lugares en que no existan maestros para desempeñar las plazas de sustitutos, el Inspector podrá proponer también a las personas a que se hace referencia en el anterior apartado.
——Que si a pesar de estas circunstancias se comprobara la falta de personal suficiente, para evitar que existan aulas vacantes, la Junta de Superintendentes adoptará las medidas oportunas en relación con las necesidades de la escuela pública" (89).
Resultó evidente, que ni aún así, se cubrieron las necesidades más perentorias de maestros, dada la necesidad de oficializar la Circular Nº 100 del 11 de septiembre del propio año incluyendo nuevas concesiones al respecto (90).
Posteriormente por el Decreto Nº 1147 del 24 de agosto de 1922, el entonces denominado "Reglamento General de Instrucción Primaria", en su capítulo XIII, artículo 57, epígrafe tres, se especifican los títulos o certificados reconocidos para ejercer la docencia en el nivel primario, como son los de Doctor en Pedagogía o Maestro Normalista, el de Maestro Elemental o Superior, mediante examen en las extinguidas Escuelas Normales de Guanabacoa o La Habana (creadas en la etapa colonial) o posean certificados de examen vigente, de los otorgados por las Juntas de Superintendentes (91).
Siendo José A. Vinageras, presidente provisional de la república, bajo la primera dictadura militar de Fulgencio Batista (1934-1940), éste último crea en gesto demagógico, por Decreto-ley Nº 707 del 31 de mayo de 1936, el llamado Instituto Cívico Militar para…"…amparar, proteger y educar a la niñez desvalida huérfana de padres campesinos, obreros, policías, alistados y marineros, que hayan muerto con motivo u ocasión de su trabajo o servicio". Unos meses antes se habían creado las Escuelas Cívico-militares, por Decreto-ley Nº 620 del 27 de febrero de 1936 (92). En 1941 se inaugura, a bombo y platillo la que se denominó Escuela Normal Rural "José Martí", destinada a formar maestros primarios rurales. La misma, como todo producto de la más rampante politiquería, nacería y moriría sin pena ni gloria y sin ejercer influencia significativa en la problemática de la falta de maestros, particularmente en las zonas rurales.
Si bien la Constitución puesta en vigor el 10 de octubre de 1940, contenía en su articulado notables aspiraciones en la rectificación de la política educacional en general, así como intentaba dar solución a problemáticas vinculadas directamente con la formación, idoneidad para el ejercicio de la docencia así como derechos laborales del magisterio, buena parte de los mismos quedarían como "letra muerta", al faltar la legislación complementaria que los hiciese efectivos (93).
No obstante que en los primeros cincuenta años de república mediatizada nunca la matrícula en primaria sobrepaso el 54 % de la población escolar (1952), existían miles de maestros que esperaban obtener un aula, mediante el llamado escalafón, generalmente objeto de manejos turbios por funcionarios venales, y muchos más niños veían como un sueño irrealizable, tener derecho a educarse. Múltiples eran los factores que determinaban esta terrible contradicción, que auguraba un futuro sin posibilidades para casi la mitad de nuestra niñez, pero sin duda, la principal y más lacerante, era la existencia de un sistema político y socio-económico raigalmente injusto, que se reflejaba en las incongruencias, insolubles en aquella sociedad, en los objetivos, concepciones y fines imperantes para la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media (94).
Corrobora en parte esta problemática y devela algunas aristas de la misma, la sesión efectuada ante el senado, el 15 de diciembre de 1948, con motivo de la interpelación realizada al recién nombrado Ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango, eje de una controversial polémica pública con el líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), Eduardo R. Chibás (1907-1951), que culminara con el "último aldabonazo" (95). No obstante, resulta más ilustrativo, no buscar las respuestas en el hemiciclo senatorial, sino en la prensa de la época (96).
Respecto a la enseñanza media, antes de 1959, la situación no era más satisfactoria, con matrículas reducidas, promociones y retención bajas y ausencia de centros especializados en la formación de profesores Ésta abarcaba en la última década de la república neocolonial, a los institutos de segunda enseñanza, las escuelas normales de maestros, escuelas normales de kindergarten, escuelas del hogar, escuelas de comercio, Escuela Profesional de Periodismo "Manuel Márquez Sterling", escuelas técnicas y politécnicas, así como las de artes y oficios, bellas artes e Instituto Nacional de Educación Física. Como ya conocemos, por el Plan General de Estudios para la Isla de Cuba, de 1857, en la etapa colonial, se crearon 4 institutos de segunda enseñanza (en La Habana, Matanzas, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba) y por el Plan de Instrucción Pública de 1880, el de Pinar del Río. Durante la ocupación norteamericana, por la Orden Militar Nº 267 del 30 de junio de 1900, se llevó a cabo una reorganización de los mismos. Al inicio de la república existían 6 centros de ese tipo, uno por provincia, que funcionaban en condiciones materiales precarias y un escaso presupuesto. Figuraban en la legislación escolar diversas leyes y decretos-leyes, que modificaron con bastante regularidad sus reglamentos, planes de estudio y programas (97).
Por la Orden Militar Nº 267 de 1900 se reconocían sólo como aptos para impartir docencia en los mismos, a personas con títulos universitarios, ya fuese en ciencias o letras, según la cátedra que impartiese, disposición que se mantuvo legalmente vigente hasta 1937. No obstante, a falta de legislaciones más precisas, se mantuvieron estos requisitos, tanto por la Universidad de La Habana como por el denominado Consejo Nacional de Educación y Cultura (98). En el año 1952 se mantenían funcionando 21 institutos de segunda enseñanza, generalmente en locales inapropiados, carentes de la adecuada base material de estudio, con una exigua matrícula de 17 701 alumnos y 937 profesores.
Respecto a las Escuelas Normales para Maestros existentes en el país, en el curso 1951-1952, su claustro contaba con 283 profesores. Los títulos, acorde a la legislación vigente, que estos debían poseer, eran los de doctores en Pedagogía, Filosofía y Letras, doctores en Ciencias y Medicina e Ingeniería Agrónoma. Se debe recalcar en la meritoria labor educativo-pedagógica desarrollada por no escasos miembros de sus claustros docentes, que contaba entre otras, con personalidades como el Dr. Juan Marinello Vidaurreta, la Dra. Dulce María Escalona, el Dr, José Antonio Portuondo, la Dra. Hortensia Pichardo, la Dra. Cira Soto y la Dra. Carolina Poncet, los que lograron formar valores ético-patrióticos en tantos y tantos maestros surgidos de sus aulas que han desempeñado un papel trascendente en la historia de Cuba y en el desarrollo de la labor educativa de las nuevas generaciones, tanto en las adversas condiciones de la república neocolonial como incluso en el proceso revolucionario ya triunfante.
No obstante, si se resume en pocas palabras las características esenciales de la política oficial, respecto a la formación y superación magisterial en la república neocolonial, habría que calificarla como insuficiente, ineficaz, corrupta y carente de una voluntad real de los gobiernos de turno para dar solución a la agobiante falta de maestros y profesores y de su adecuada preparación cultural y pedagógica, aún para un país donde las instalaciones existentes, distaban en mucho de satisfacer las necesidades de la población, preferentemente niños, adolescentes y jóvenes. Se reconoce no obstante el panorama sombrío descrito, la actitud patriótica de la inmensa mayoría de los maestros primarios y profesores de enseñanza media, que en condiciones tan adversas, lograron formar, como en su tiempo lo hicieron los insignes educadores del siglo XIX, a las nuevas generaciones, que hicieron posible en su batallar heroico, el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.
CAPÍTULO II.-
La contribución del ideario educativo de Fidel Castro a la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media
El triunfo de la Revolución Cubana que permitió la concreción de seculares utopías en lo económico, lo político, lo social y lo ideo-cultural, significó el inicio del fin de un sistema social que mantuvo sumida a la nación en la triste condición de neocolonia, regida por intereses foráneos, aliados a la oligarquía nacional, usurpada por la burguesía industrial, comercial y financiera, terratenientes, intelectuales mediatizados y políticos corruptos, dóciles marionetas a los dictados de Washington. El golpe de estado del 10 de marzo de 1952, agudizó una crisis institucional, de larga data, jalonada por un heroico historial de luchas populares, inspiradas en las mejores tradiciones patrióticas, forjadas en el arduo y singular proceso de formación de la identidad cultural y nacional.
El ideario martiano, revivido en la gesta del Moncada por la Generación del Centenario, reclamó con justeza su autoría intelectual. Y con ello, dio inicio a una nueva gesta, que iniciada el 26 de julio de 1953, se continuaría en el Granma y en la Sierra Maestra. Los reclamos de los sustentadores del ideario educativo progresista cubano, se hacían realidad en un arduo quehacer de ineludible tránsito entre virtudes y desaciertos, materializado en transformaciones en el ámbito pedagógico-cultural, en perenne proceso de perfeccionamiento y consolidación. Nada de esto fuese posible sin la presencia, como protagonistas esenciales, aunque no únicos, de maestros primarios y profesores de enseñanza media, formados por la Revolución, a través de diversos planes, en contextos disímiles y en variadas circunstancias, inspirados en la consecución de un ideal educativo con un acendrado componente ético-político, receptivo a lo mejor del pensamiento universal y erigido sobre un basamento ideológico martiano y marxista, que se sintetiza en la vida, obra y pensamiento de Fidel Castro, su principal creador, promotor y ejecutor.
2.1.- El ideario educativo de Fidel Castro: su contribución a la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media.
Una de las aristas sustentadoras del pensamiento de Fidel Castro lo constituye su ideario educativo, como continuidad creadora a la vez que ruptura dialéctica, en un peculiar contexto histórico, con lo más valioso de las tradiciones patriótico-pedagógicas cubanas y de relevante significación en la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media. Ideario educativo, forjado en el quehacer teórico-práctico de una trayectoria revolucionaria, que rebasa ya las seis décadas, que se nutre en raíces históricas, hacedoras de la identidad cultural y nacional y sólo comprensible al ser abordado en la estructuración sistémica de sus componentes económico, político, social, ideo-cultural y axiológico. Tal empeño permite descubrir como hilo conductor a su humanismo ético y a la educación como instrumento de transformación social, contextualizada en las posibilidades reales de construcción de un proyecto socialista en un país tercermundista, de definida pertenencia latinoamericanista y caribeña, vecino de la potencia imperialista más poderosa y objeto de su política agresiva, expansionista y hegemónica.
La conjunción del ideario martiano y marxista como fundamento esencial, sustentador del pensamiento de Fidel Castro, dota a éste de una perspectiva creativa y original, frente a todas las corrientes filosóficas, predominantemente subjetivistas e irracionales, portadoras de su propio ideal educativo, que imperaban en Cuba desde fines del siglo XIX hasta el propio triunfo de la Revolución Cubana (1).
En el ideario educativo de Fidel Castro se muestra, con fácil discernimiento, la influencia rediviva del antidogmatismo audaz de Caballero; el premonitorio independentismo de Varela; la eticidad trascendente de Luz; el magisterio político de Martí, inabarcable en su prolijidad y de esencia solidaria, antiimperialista y latinoamericanista; la implícita cubanía marxista de Baliño, Mella y Villena; la praxis de cultura comprometida en Raúl Roa, Juan Marinello, Alejo Carpentier, Carlos Rafael Rodríguez, y tantos otros, por sólo citar algunas de las relevantes personalidades que marcaron hitos epocales.
La indagación en el pensamiento político-educativo de Fidel Castro revela un gradual y lógico proceso de maduración, a través de su personal actuación, en contextos y momentos diferentes del proceso revolucionario lo que se revela en la búsqueda referencial de los contenidos de sus discursos, entrevistas, escritos y epistolario. Se aprecia la temprana toma de conciencia en las luchas estudiantiles universitarias; en sus días de militancia activa en la Juventud Ortodoxa, marcada por la prédica carismática de Eduardo Chibás; en la experiencia dolorosamente útil del Moncada; del perenne batallar en el exilio, el Granma y la lucha insurreccional en los picachos orientales, hasta el triunfo revolucionario con su cotidiano bregar, en pos de una sociedad más justa, solidaria y humanista.
Los rasgos esenciales de su ideario educativo, se ponen de manifiesto desde fecha temprana en su antológico alegato político-jurídico "La Historia me absolverá", donde después de exponer las calamidades en que el pueblo se veía sumido, particularmente en la última década de la república neocolonial, Fidel Castro denuncia cómo…"…nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior. ¿En un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra, para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿en una ciudad donde no hay industrias, para qué se quieren escuelas técnicas e industriales?..A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir, con su propio sueldo, el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?". Para puntualizar posteriormente como…"…un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza, poniéndola a tono con las iniciativas anteriores, para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz" (2).
En sus cartas desde el presidio, en la entonces Isla de Pinos, que abarcan desde fines de 1953 a inicios de 1955, se nos revelan igualmente rasgos importantes de su pensamiento, que se insertan como momentos imprescindibles de su ideario educativo. Su afán permanente de adquirir en lo personal y de promover en lo social una cultura general integral en nuestro pueblo y que debe fomentarse prioritariamente entre los propios educadores, se manifiesta en carta fechada el ocho de diciembre de 1953, donde declara el deseo personal e íntimo…"… de saber todas las obras de todos los autores, las doctrinas de todos los filósofos, los trabajos de todos los economistas, las prédicas de todos los apóstoles" (3). Y que reitera meses más tarde, en nueva misiva, al reflexionar…"…en lo limitado de nuestros conocimientos y en la vastedad inmensa del campo que el hombre ha labrado con su inteligencia y esfuerzo a través de los siglos" (4).
El contenido de la carta, fechada el 27 de enero de 1954, expresa la conclusiva influencia del marxismo en sus reflexiones, al valorar que…"…todas las ideas, aún de hombres geniales, están condicionadas por la época…"…reconociendo…"…que las doctrinas de Marx culminan en el campo social el esfuerzo de los socialistas utópicos y sintetizan en el campo filosófico, el idealismo y el materialismo alemán" (5).
Su concepción materialista y dialéctica del desarrollo social, única vía metodológica para una cabal comprensión del capitalismo dependiente, entonces imperante en Cuba, le permite reconocer la relevancia vivificadora de la espiritualidad humana, dado que…"…la vida física es efímera, pasa inexorablemente, como han pasado las de tantas y tantas generaciones de hombres, como pasará en breve la de cada uno de nosotros. Esa verdad debiera enseñar a todos los seres humanos que por encima de ella, están los valores inmortales del espíritu" (6 ).
Para Fidel Castro, desde el inicio mismo del proceso revolucionario ya triunfante, estaba muy claro que, con la toma del poder político se iniciaba la parte más difícil del mismo, en su empeño de transformar radicalmente las obsoletas estructuras políticas, económicas, sociales y educacionales en Cuba. Así lo atestigua en entrevista concedida a la emisora radial CMQ, propiedad aún de los hermanos Mestre, desde la ciudad de Camagüey, el 4 de enero de 1959, en su marcha hacia la capital. En aquella oportunidad, dirigiéndose a los periodistas allí presentes les puntualiza como…"…nos han ayudado en el triunfo; ahora tienen que ayudarnos en la parte más difícil, que es en la paz" (7). Y que reiteraría en su histórica intervención el 8 de enero del propio año, en Ciudad Libertad (entonces aún Campamento Militar de Columbia), el mismo día de su entrada triunfal en la capital.
Apenas transcurrida una semana, el 15 de enero de 1959, en discurso en la cena ofrecida por el Club Rotario de La Habana, el dirigente cubano manifiesta como…"…la soberanía no es una gracia que nos concede nadie, sino un derecho que nos corresponde como pueblo" (8).
Una vieja batalla se revitaliza en un nuevo contexto: el de las ideas, pues…"…nosotros creemos que la idea va delante de los acontecimientos históricos – declara en conferencia de prensa, en 1959- que la idea alcanza más valor que la fuerza" (9).
Aún asombra como en las condiciones ostensiblemente adversas en que se encontraba el sistema educacional cubano al triunfo de la Revolución, ya bullían en la mente del joven dirigente político, planes aparentemente irrealizables en aquel entonces, como la utilización de la televisión como medio masivo de instrucción y cultura. Durante su estancia en Camagüey, en julio de 1959, en entrevista realizada para la televisión, éste manifiesta que con…"…el MINED precisamente estamos considerando establecer un sistema, adquirir una planta de televisión y organizar una cadena nacional con fines educativos. Estamos considerando la posibilidad de determinados tipos de lecciones, determinados programas semanales de Geografía, de Historia, emplear un sistema de enseñanza gráfica" (10). Proyecto que se materializó temporalmente a fines de la década de los 60, en la enseñanza media mediante la instalación de televisores soviéticos en blanco y negro en las aulas y la transmisión de tele clases por profesores de experiencia en determinadas asignaturas, en horarios establecidos y con la ayuda activa de los monitores previamente preparados por los profesores en la temática, como fase complementaria de la actividad. Esta experiencia resultó posteriormente discontinuada.
La presencia del componente político en el ideario educativo de Fidel Castro le proporciona la necesaria solidez, que se nutre en principios y convicciones, sin los cuales, el quehacer pedagógico resultaría fárrago estéril de retóricas intrascendentes. El compromiso de formar personalidades éticamente sustentadas y políticamente comprometidas, se halla presente en sus reflexiones y valoraciones acerca de la educación, que transmite a sus personales convicciones acerca del papel del maestro, sobre la formación en estos de una sólida conciencia política, capacidad profesional y su constante autosuperación.
La presencia del componente ideológico en el ideario educativo de Fidel Castro expresa la elevada concepción que éste le otorga al papel de la espiritualidad en la actividad humana y con carácter prioritario, en el difícil arte de formar hombres plenos. Su reiterada invocación en intervenciones públicas al papel de las ideas en el proceso formativo de las nuevas generaciones, no es mera casualidad, sino acendrada convicción, que se pone de manifiesto a lo largo de toda su vida. Para Fidel Castro, el maestro debe resumir las virtudes que se aspiran a formar en nuestro pueblo, particularmente en niños y jóvenes: solidaridad, honestidad, patriotismo, amor a su magisterio, sentido de justicia y un profundo humanismo ético.
La presencia del legado martiano en el pensamiento de Fidel Castro le aporta singular trascendencia axiológica, lo que evidencia en sendos idearios educativos, al margen de disímiles coyunturas históricas y dispares contextos, afines esencialidades de sus proyectos ético-pedagógicos. Si el humanismo martiano se yergue sobre su inconmovible fe en el hombre y en propiciar el cultivo de sus mejores virtudes, dado que…"…a pesar de cuanto digan los pesimistas de los hombres, las apostasías son más raras que las grandes firmezas" (11), tal aserto cobra nueva vigencia en la reflexión de Fidel Castro, de que."…el revolucionario tiene que ser paciente, sereno y no abusar de su poder. No debe ser arbitrario, ni despótico" (12). Esa convicción compartida de lúcido optimismo hacia la inmanente posibilidad de perfeccionamiento humano, de la promoción de sus virtudes, propugnadora de la fortaleza moral de las trincheras de ideas, privilegia el papel a desempeñar por éstas en un proceso revolucionario.
Para el Apóstol, en carta a Gómez, fechada el 20 de julio de 1882…"…la revolución no es un mero estallido de decoro, ni la satisfacción de una costumbre de pelear y mandar, sino una obra detallada y previsora de pensamiento" (13). Reflexión que Fidel Castro asume, en nuevas circunstancias, al proclamar el 13 de marzo de 1961, entender como ideología revolucionaria…"…no ideal de papagayos, no ideal de labios afuera, sino del corazón hacia adentro" (14).
En ambos idearios se vislumbra la necesidad perentoria de la formación, consolidación y desarrollo de la conciencia política en el pueblo, única vía posible conducente a la formación en valores, imprescindibles a todo intento de formación integral del hombre. Paradigmático objetivo para cuyo cumplimiento, invocaba Martí como…"…el deber debe cumplirse sencilla y naturalmente…"…para…"…animar con la buena nueva la fe de los creyentes, a exaltar con el seguro raciocinio de la vacilante energía de los que dudan, a despertar con voces de amor a los que duermen, a llamar al honor severamente a los que han desertado su bandera" (15). Y que a Fidel Castro lo convoca a preguntarse…"… ¿qué puede haber más difícil y más complejo que una Revolución?, ¿qué puede haber más difícil y más complejo en la vida de los pueblos que la política? y ¿qué pude haber más difícil que aquello que tiene que aprenderse en medio del fragor de la lucha, de la batalla diaria, y que de la misma lucha y de cada batalla tiene que extraer más y más conocimientos?" (16).
Un aporte de Fidel Castro a la aspiración del ideario educativo progresista cubano, de permanente presencia en el ideario martiano, conducente a la formación de las nuevas generaciones, es el enriquecimiento y profundización del principio del vínculo indisoluble entre el estudio y el trabajo, donde la práctica de la creación productiva, desempeña un papel pedagógico de singular relieve. La proyección martiana hacia una educación con presencia de una estrecha correspondencia entre pluma y azada, aula y taller, como factor ineludible en la formación integral del hombre nuevo, revive en el ideario pedagógico de Fidel, que promueve la presencia del vínculo estudio-trabajo en los diversos planes de formación del personal docente tanto regulares como emergentes, los diferentes sistemas de enseñanza, la concepción del Plan de la Escuela al Campo (1965) y la creación de las ESBEC, desde fines de la década de los 60 e inicios de los 70 .
Fidel Castro concibe el vínculo-estudio trabajo como el gran pedagogo de la juventud pues…"….algo anda mal cuando tenemos que educar a la juventud en el cuidado de la propiedad socialista. Y es que sencillamente se trata de un joven enajenado, que no tiene idea de lo que es la propiedad socialista, que no es creador de la propiedad socialista. Y volvemos a repetir lo que hemos dichos otras veces: si se quiere que un niño cuide el jardín, enséñelo a sembrar el jardín, enséñelo a regar el jardín; hagan que el niño produzca el jardín, y nadie tendrá que enseñarle que lo cuide, nadie tendrá que caerle atrás con un palo para que no destruya el jardín; enséñelo a sembrar un árbol y nadie tendrá que castigarlo por destruir árboles. Destruyen los que no crean. Destruyen los que no tienen la menor sensación de lo que es crear…" (17).
Para Fidel Castro el único modo posible de formar personalidades integrales es utilizando como instrumento educativo el respeto y exaltación a la creación humana, mediante la práctica cotidiana de la misma, indisolublemente vinculada al proceso instructivo.
El profundo sentimiento solidario, internacionalista y latinoamericanista, presente en el ideario ético-político y educativo del líder de la Revolución Cubana, se nutre creadoramente, en el contexto actual, de la sabia reflexión del Apóstol, de que…"…razas, lenguas, religiones, todo eso son vestiduras de quitaipón, debajo de las cuales surge, envolviéndolas y dominándolas, la esencia humana" (18). Al respecto Fidel Castro razona como…"…mientras en algunos países la mortandad alcanza sólo veinte por mil, treinta por mil, hay países donde afecta a los niños en proporción de cientos por mil…Es decir, que en infinidad de países, el promedio de vida es de treinta años….La causa está sencillamente en la miseria, en la falta de las más elementales condiciones de vida. Eso significa que una parte de la sociedad humana, una parte de la Humanidad es virtualmente asesinada por el mundo de los explotadores" (19).
En su ideario educativo está la permanente aspiración de formar maestros y profesores opuestos a todo sentimiento de nacionalismo estrecho, reacios a todo tipo de discriminación, de acendrado amor a la humanidad y a su entorno físico-natural, de respeto a la identidad cultural de todos los pueblos, de capacidad de entrega solidaria a sus semejantes y a otros pueblos, del desarrollo y consolidación de una elevada conciencia ético-política y de su constante oposición a toda manifestación de injusticia.
Ello permite la presencia del antiimperialismo militante como componente ideológico estructurador del afín humanismo ético de Martí y Fidel, sendos sintetizadores del trascendente ideario revolucionario de los siglos XIX y XX, respectivamente, previsores ambos de las funestas consecuencias que para la preservación de la identidad nacional, lo mejor de la cultura y los más genuinos valores en Cuba, representa el desmedido afán hegemónico de los Estados Unidos, desde su más temprano surgimiento como nación.
El antiimperialismo martiano, que se nutre en el amargo pero prolífico exilio neoyorquino, va aparejado, al igual que en Fidel Castro, de un claro deslinde entre los intereses del establishment norteamericano y las encomiables virtudes de su pueblo. Como expresa el propio Maestro en carta a su entrañable amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui, fechada el 14 de diciembre de 1889, frente a los aciagos resultados de la denominada Primera Conferencia Panamericana, se hace evidente que…"…sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso, que lo que hasta ahora conocemos y es el inicio de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella y con el crédito de mediador y garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad más fría" (20). Las predicciones del Maestro se concretarían con la primera intervención y posterior ocupación norteamericana en Cuba (1899-1902), reiterada posteriormente (1906-1909) y particularmente el 20 de mayo de 1902, con la instauración de un simulacro de república soberana.
Sentimiento antiimperialista que Fidel Castro retoma en la inauguración de la ESBEC "Comandante Pinares", en Guane, Pinar del Río, el 20 de septiembre de 1971, cuando reflexiona como. "…los estudiantes conocen perfectamente bien como nuestras heroicas luchas por la independencia fueron truncadas por la intervención yanqui, y cómo nuestro país dejó de ser una colonia española para convertirse en una dependencia de Estados Unidos; cómo se apoderaron de nuestras mejores tierras, cómo se apoderaron de nuestros recursos naturales, de nuestras minas y cómo instauraron también en nuestra patria su sistema de explotación imperialista" (21).
La apertura revolucionaria del primero de enero de 1959 inicia el camino más firme y seguro de nuestro pueblo, ya dueño de su destino, hacia una plena y real independencia, enfrentado a un imperialismo mucho más agresivo y poderoso. El pensamiento antiimperialista del Héroe del Moncada, fortalecido por sus concepciones marxistas y la propia experiencia acumulada en el decursar histórico, mantiene vivo el legado martiano y asume la responsabilidad patriótica de conservarlo y transmitirlo a las nuevas generaciones.
Resulta igualmente reveladora la singular coincidencia de José Martí y Fidel Castro, respecto al papel trascendente que le otorgan a la actividad educativa como instrumento de transformación tanto en lo individual como en lo social. Si para el primero…"…educar es preparar al hombre para la vida…es poner al hombre a nivel de su tiempo" (22), para el segundo… "…el trabajo de la educación es quizás la cosa más importante que deba realizar el país" (23).
En la práctica revolucionaria, el ideario educativo de Fidel Castro trasciende la generalizada concepción de la educación como panacea de todos los males, imperante en el ideario educativo progresista anterior al triunfo de la Revolución Cubana, obviando la inevitabilidad de la realización de profundas transformaciones económicas, sociales y políticas. No obstante éste sólo concibe como sujeto histórico capaz de llevar a cabo tales transformaciones, al hombre instruido y culto, lo que le otorga a la educación carácter de valioso instrumento de transformación de las estructuras sociales injustas.
Sólo profundizando en el ideario ético-político de ambas personalidades, como expresión de continuidad y síntesis de lo más valioso del pensamiento cubano, se reconoce la existencia de una misma revolución, como proceso, que en contextos epocales diversos, se identifica con un ideario educativo progresista que la sustenta y pervive. Lo que evidencia que no puede existir un proyecto educativo, sea a través de la acción pedagógica en el contexto escolar u otra vía igualmente válida de influencia formativa social, sin una intencionalidad política, al igual que no es válido un proyecto político sin una bien definida intencionalidad educativa.
Aporte singular al pensamiento revolucionario de Fidel Castro lo constituye su temprana adhesión a la ideología marxista-leninista, una de las principales fuentes inspiradoras de sus ideas educativas y su asunción con espíritu creativo, renovador, tercermundista y latinoamericanista. Al igual que su acepción del pueblo como principal protagonista de la historia y del compromiso político de la actividad educativa, siempre afín a los intereses de una u otra clase social, le permite avizorar el papel importante que desempeñan las masas como sujetos de participación activa en el proceso educativo.
La convicción de una elevada eticidad como componente esencial de la praxis y la teoría revolucionarias, le otorga a su pensamiento en general y a su ideario educativo en particular, una lúcida reflexión de posibles soluciones, ante avatares y coyunturas de singular complejidad, propias de un proceso de construcción de una nueva sociedad, inspirado en la reflexión martiana de que…"…la patria es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella" (24).
El ideario educativo de Fidel Castro, inspirado en el pensamiento ético-político que lo nutre, se arraiga en principios y valores morales, que resulta perentorio formar, consolidar y desarrollar en las nuevas generaciones, prioritariamente en los docentes en formación y en ejercicio. Reclama por ello que…"….debemos librar una lucha incesante para hacer mejores a nuestros niños, para hacer mejores a nuestros trabajadores, a nuestros campesinos, a nuestro pueblo todo, para elevar la conciencia moral, la conciencia política, la conciencia revolucionaria, la virtud de nuestro pueblo" (25).
Sus concepciones martianas y marxistas siempre abiertas a un permanente enriquecimiento y desarrollo, se manifiestan en su ideario educativo y magisterio revolucionario, basados en la plena confianza en nuestros niños, adolescentes y jóvenes como relevo generacional, a través de la formación en estos de los más elevados valores y virtudes ciudadanas. Esa convicción le ha permitido otorgar a la juventud el papel de protagonista principal en las transformaciones educativas y lugar priorizado como cantera por excelencia en el desarrollo de los diversos planes de formación de maestros, regulares o emergentes, desde el propio triunfo de la Revolución hasta la actualidad.
La Revolución encontró en la nación un panorama caótico en lo económico, lo político, lo social e ideo-cultural, incluida la instrucción pública (26). Entre las diversas tareas priorizadas por el Gobierno Revolucionario en los años iniciales, estaba el lograr la concientización del pueblo en los nuevos valores, que sirvieran de salvaguarda al poder recién conquistado, pues no obstante el apoyo notoriamente mayoritario con que éste contaba, persistían las falacias inculcadas en décadas de capitalismo dependiente, batalla en la que la educación y la labor abnegada de los maestros y profesores, ocuparían las primeras trincheras.
Fidel Castro reflexiona, en 1960, en concentración con campesinos pinareños, en San Julián, en una fecha expresión de tan falso simbolismo, como el 20 de mayo, al referirse a los políticos entreguistas de la república mediatizada y de cómo…"…estuvieron saqueando al pueblo durante 50 años…y mientras tanto los hijos de Vds. no podían ir a las escuelas…los hijos de Vds. no podían ir a las universidades…los hijos de Vds no podían siquiera aprender a escribir su nombre" (27).
La conversión de los cuarteles militares en escuelas en esos primeros años, con su significado de voluntad política, se complementa con la materialización de la prédica martiana de que la responsabilidad mayor del que posee conocimientos es el de enseñar al que no sabe , que se revitaliza en el ideario educativo de Fidel Castro propugnador de una educación genuinamente popular, en un momento crucial en Cuba, donde poseer el 6to grado era casi un privilegio.
El 27 de mayo de 1960, en el acto efectuado en las obras de construcción de la Ciudad Escolar "Camilo Cienfuegos", en El Caney de las Mercedes, actual provincia Granma, donde estudiarían cientos de niños campesinos de las más apartadas zonas montañosas orientales, éste expone como el proyecto conlleva el plan de formación de sus propios maestros pues… "… ¿cuál es el trabajo de los que estudian para maestros? Darle clases a los muchachos, clases a los muchachos de los cursos inferiores…"…ya que de… "… aquí saldrán los maestros que irán a las montañas, porque vendrán de las montañas e irán a las montañas" (28).
Ya unas semanas antes, el 22 de abril de 1960, ante las cámaras de la televisión cubana, éste había exhortado a los jóvenes estudiantes de enseñanza media a pasar un curso intensivo de tres meses en diversos campamentos ubicados temporalmente en la Sierra Maestra, en muy difíciles condiciones materiales, para formarse en un curso emergente como maestros, atendidos por profesores del Instituto de Superación Educacional de Manzanillo y conocidos popularmente como "maestros voluntarios" (29).
Con relación a ello, el dirigente cubano reflexionaba el 31 de diciembre de 1960, en la cena de año nuevo, con miles de maestros y sus familiares, autoridades educacionales e invitados, en el otrora polígono militar del campamento militar de Columbia, ya entonces Ciudad Escolar Libertad, con vistas a esperar el nuevo año, como…"… la Revolución al llegar al poder encontró 22 000 maestros y cerca de un millón de niños que no tenían escuelas ni maestros…¡Cuantas veces clamamos por maestros!. Y ha sido tan sencillo darle maestros al pueblo. Era difícil resolver el problema de las montañas y llamamos al pueblo para pedir voluntarios que estuviesen dispuestos a educar en los más apartados rincones del país y acudieron en masa estudiantes a ofrecerse" (30).
Esa convicción de acudir al pueblo para acometer las tareas más complejas pero imprescindibles, con la plena confianza en ser respaldado, es un rasgo característico del ideario educativo de Fidel Castro. Y de forma resaltante, su profunda fe en las virtudes potenciales de la juventud, pues…"…creer en los jóvenes es ver en ellos, además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud, ¡pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la patria, fe en la patria, amor a la revolución, fe en la revolución!…" y…"…no se puede concebir una sociedad nueva sin un hombre nuevo…y no se pueden concebir nuevas generaciones capaces de vivir de manera nueva sin la educación de esas generaciones de ciudadanos" (31), dado que…"…en la educación está el instrumento fundamental para desarrollar los individuos integrales capaces de vivir en el comunismo" (32).
En esas reflexiones se reiteran dos pilares fundamentales del ideario educativo de Fidel Castro, concretado en las convocatorias a la participación en los diversos planes de formación de maestros y profesores: la confianza en la juventud llamada a desempeñar el rol protagónico fundamental como sujeto histórico en las transformaciones sociales y el concebir la educación como vía esencial para la formación del necesario hombre integral, que Ernesto "Che" Guevara identificara como el hombre del siglo XXI.
"¿Y qué juventud queremos? ¿Acaso una juventud que simplemente se concrete a oír y repetir? ¡No! -reclamaba el dirigente cubano, el 13 de marzo de 1962- Queremos una juventud que piense. ¿Una juventud que sea revolucionaria por imitarnos a nosotros? ¡No!. ¡Una juventud que aprenda por si misma a ser revolucionaria!" (33).
Entre los logros de la Revolución Cubana en la esfera educativa están los diversos planes de formación de maestros y profesores, tanto regulares como emergentes, aún en pleno proceso de desarrollo y consolidación, no exentos de limitaciones y deficiencias, pero forjados en una teoría y práctica escolar, significativamente original y creativa. Proceso en el que desempeña un rol fundamental el ideario educativo de Fidel Castro, lo que convoca a profundizar en sus rasgos más esenciales y trascendentes.
2,2.-El ideario educativo de Fidel Castro: rasgos generales definitorios de sus aportes más trascendentes a la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media.
La arista fundamental de esa visión martiana y marxista, a la vez que piedra angular del ideario educativo de Fidel Castro, lo constituye su concepción integradora de la educación y la cultura, donde ambas, concebidas en sus más amplias acepciones, mutuamente se complementan, asumiendo como única condición, su compromiso político con el pueblo cubano y sus más legítimos anhelos de conquistar la plena soberanía, dignidad patriótica, disfrute de sus impostergables derechos y conservación de los atributos imprescindibles a la conservación de su identidad como ente individual y colectivo. En éste se percibe la comprensión de la cultura, en su más amplia acepción, como sostén de nuestra identidad nacional, y a la educación, como la vía más expedita de reafirmación y concreción de nuestra soberanía, al trascender el mero saber, siempre valioso, por el querer ser, forjador de personalidades integrales, creativas, éticamente irreprochables y políticamente comprometidas con el progreso social.
Percibir la cultura en su historicidad, con profundas raíces en el complejo proceso de formación de nuestra identidad, le permiten a Fidel Castro, a la vez que asimilar lo mejor del pensamiento cubano, aportar sus propias concepciones educativas, a partir de su contemporaneidad, borrando dicotomías entre continuidad y ruptura, con una aplicación acertada de lo que Marx, Engels y Lenin, concibieran como genuina expresión del desarrollo: la enriquecedora interrelación dialéctica entre la identidad y la diversidad, lo singular y lo universal.
Al respecto, éste puntualiza, en junio de 1961, en su intervención ante intelectuales cubanos, en una etapa de agudas contradicciones de intereses clasista en ese sector, donde no pocos consideraban en peligro el derecho de libertad de creación artística, que…"…quien sea más artista que revolucionario, no puede pensar exactamente igual que nosotros. Nosotros luchamos por el pueblo y no padecemos ningún conflicto porque luchamos por el pueblo y sabemos que podemos lograr los propósitos de nuestras luchas". Y recalcaba posteriormente…"… ¿cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios y no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución: ningún derecho…"….ya que…"…la Revolución no puede pretender asfixiar el arte y la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un patrimonio del pueblo" (34).
En Fidel Castro la cultura es concebida como compromiso ético-político, salvaguarda de nuestra soberanía, factor de concientización popular y derecho del pueblo. No es posible una plena comprensión del pensamiento educativo de Fidel Castro sin una aprehensión del complejo significado de esta categoría, aportadora de significado a sus objetivos, contenido y fines. Resulta válido como definición operacional concebir a la cultura como resultado, a la vez que premisa, de los valores creados por el hombre en la producción material y espiritual, en el decursar histórico, nutrida por el aporte generoso de diversos orígenes étnicos en su amplio espectro de arte y pensamiento, tradiciones y emociones, lenguaje y creencias, rasgos psicológicos y normas conductuales. La cultura, como manifestación del progreso social así como suma, logro y resultado de la práctica histórico-social, trasciende la mera acumulación de conocimientos, para ser expresión de los intereses y necesidades humanas, clasistas y por ende ideológicas, particularmente ético-políticas y humanistas, en un contexto histórico-concreto, lo que le otorga su condición de derecho de todos los hombres a su legítimo acceso, posesión y disfrute, prioritariamente a través del proceso docente- educativo.
Contentivo del ideal educativo de Fidel Castro, inspirado en Varela, Martí, Varona y Mella, está presente el rechazo al elitismo cultural y que trasciende la mera instrucción, aunque ésta sea uno de sus contenidos y va en busca de su universalización como cultura general integral, condición indispensable en la construcción del socialismo. Tal concepción, portadora de una singular creatividad adecuada a las peculiaridades de Cuba y a las complejas problemáticas del mundo actual, percibe en el quehacer cultural un definido componente político, ético, científico y filosófico. Lo que convierte a la cultura en instrumento de transformación revolucionaria de la sociedad y de la conciencia de los hombres.
En fecha tan temprana como 1961, Fidel expresa su criterio de que… "…esa es la tarea más sagrada de la Revolución: la tarea más esencial, más importante, más decisiva de la Revolución: que la gente joven se capacite para vivir mucho mejor, para que alcance el estándar de vida cultural y de vida material y de vida social mucho más alto." (35).
No se debe obviar, a su vez, como un importante componente de la tradición pedagógica cubana más progresista, un pensamiento filosófico, ajeno a diletantismos especulativos, no obstante la variedad de matices y tendencias, sino contentivo de un patriotismo liberador, esencialidad axiológica, promotor de métodos científicos y definida autoctonía, aunque nunca cerrado al saber universal. Se hace evidente el ver aunado en sus principales personalidades, la feliz conjunción de patriota-maestro-filósofo, dado por el desempeño de un magisterio de indeclinable compromiso ético-político, asumido desde un pensamiento escudriñador de las potencialidades del hombre como ser social, sujeto de la actividad transformadora, creador y racional. En el ideario educativo de Fidel Castro, ese filosofar de más ejercicio que oficio, le permite no obstante, ser un destacado aportador al marxismo, en su complejo bregar como dirigente político, en el peculiar contexto en que decursa la Revolución cubana, en continuo desbroce de caminos permeados de originalidad. Para éste…"…educar es preparar para la vida, comprenderla en sus esencias fundamentales de manera que la vida sea algo que para el hombre tenga siempre un sentido, sea un incesante motivo de esfuerzo, de lucha, de entusiasmo" (36).
Evidentemente que uno de los aportadores al ideario educativo de Fidel Castro lo fue sin duda su pensamiento marxista, creativo y revitalizador, en su función de guía para la acción, en perenne renovación y cambio.
"¿Quién ha dicho que el marxismo -recalca Fidel en 1962- es la renuncia a los sentimientos, al compañerismo, al amor al prójimo?, ¿al respeto al compañero, a la consideración al compañero?, ¿quién ha dicho que el marxismo es no tener alma, no tener sentimientos? Si precisamente fue el amor al hombre lo que engendró al marxismo" (37). Y analizaba un lustro más tarde, simbólicamente en la conmemoración del aniversario del Maestro…"…que el revolucionario cree en el hombre, cree en los seres humanos, Y si no cree en el ser humano no es revolucionario" (38).
Ese humanismo ético-político, de raíces martianas y marxistas claramente reconocibles, continuidad histórica de las ideas más progresistas del pensamiento cubano, se manifiesta constantemente en su ideario educativo, al reivindicar como…"…la naturaleza humana no produce a todos los hombres exactamente iguales. Hay sólo una cosa que puede hacer a todos los hombres más o menos iguales, hay sólo un medio de hacer que todos los hombres se asemejen, y ese medio es la educación" (39).
La educación desempeña para Fidel Castro un papel insustituible en la formación en valores de las nuevas generaciones. En la investigación se emplea el término valores como definición operacional que nos expresa el deber ser a que aspira Fidel Castro y que irradia todo su pensamiento, desde el político al económico, del jurídico al científico, del filosófico al educativo. Valores entendidos como la significación que posee para el hombre aquella parte de la realidad que satisface de uno u otro modo, sus necesidades, intereses y fines, tanto materiales como espirituales y que mantienen plena correspondencia con las tendencias más representativas del progreso social, en una época y contexto determinado y se objetivan en acciones, conductas individuales y sociales, conceptos, apreciaciones, juicios, criterios y razonamientos valorativos. En el ideario educativo de Fidel Castro se concibe la formación en valores de las nuevas generaciones como ineludible compromiso de la familia, la escuela y la propia sociedad, que constituye la mejor salvaguarda de nuestra cultura, identidad nacional y soberanía.
Para el máximo dirigente cubano el aceptar como plenamente válido el papel de la educación en el autoperfeccionamiento humano, lejos de alejarnos de la utopía con la que soñaron nuestros predecesores, constituye una aproximación a la formación del hombre nuevo que personalizara el Che y previera Martí. ¿A qué hombre se debe aspirar a formar acorde a tales aspiraciones? La eticidad de permanente presencia en el ideario educativo cubano mas progresista desde Varela hasta Martí, en el siglo XIX y presente en Varona y María Luisa Dolz en el tránsito entre centurias hasta Aguayo, Montori, Marinello y tantos otros en la primera mitad del pasado siglo, alcanza en Fidel Castro su representante más relevante en la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, lo que demuestra el aporte a su enriquecimiento conceptual como reflejo del propio decursar y desarrollo de la sociedad cubana, en disímiles contextos, contradictorios intereses y comunes aspiraciones. Ideario educativo de Fidel Castro basado en las más elevadas exigencias morales en las normas conductuales del hombre, que la educación, a través de la labor de la familia, la escuela y la sociedad en su conjunto debe objetivar en la formación en valores en las nuevas generaciones, donde el amor, la justicia, la honestidad, la solidaridad, el patriotismo y un profundo humanismo, desempeñen un especial protagonismo.
Atributo esencial de permanente vigencia en el ideario educativo de Fidel Castro lo constituye la alta estima por la labor del maestro, como continuidad renovada, en el contexto actual, de la invalorable tradición patriótico-pedagógica cubana. En su alegato jurídico-político "La historia me absolverá" éste reconoce como…"…el alma de la enseñanza es el maestro, y a los educadores en Cuba se les paga miserablemente. No hay sin embargo, ser más enamorado de su vocación que el maestro cubano. ¿Quién no aprendió sus primeras letras en una escuelita pública?..Basta ya de estar pagando con limosnas a los hombres y mujeres que tienen en sus manos la misión más sagrada del mundo de hoy y del mañana, que es enseñar" (40).
La labor del magisterio cubano, a lo largo de nuestra historia, nunca limitada a la mera instrucción en los marcos de un aula, ya de por sí más que loable, desplegó su actividad educativa en la tribuna política, los sindicatos, la lucha independentista, en los enfrentamientos a los desmanes de los gobiernos corruptos, como fiel aliado en las luchas estudiantiles por mejoras populares y en todo aquel escenario propicio a la defensa de los intereses patrios.
Tras el triunfo revolucionario su papel adquiere una especial relevancia dada la voluntad política del Gobierno Revolucionario por el cumplimiento del Programa del Moncada, ampliamente rebasado en tiempo relativamente breve. No obstante, la Cuba revolucionaria, convertida en un verdadero taller educativo, en una gigantesca escuela, requería para el cumplimiento de sus ambiciosos planes, de un elevado número de maestros y profesores.
La plena confianza en nuestro pueblo, particularmente en nuestra juventud, le permitió concebir la creación de diversos planes de formación emergente de maestros y profesores, que aunque ya presentes en otras coyunturas histórico-pedagógicas de nuestro país, se diferencian esencialmente por sus objetivos, fines, contenido, formas y contexto. Necesidad imperiosa en un país, que al triunfo de la Revolución, el nivel de escolaridad de su pueblo era ostensiblemente bajo.
El propio Fidel Castro define sus criterios al respecto, el 6 de diciembre de 1964, en la graduación del Instituto Pedagógico "Antón Makarenko" y de la Escuela de Superación de Campesinas "Ana Betancourt", al plantear la decisión que los profesores de los alumnos recién egresados de Topes de Collantes, fuesen las jóvenes graduadas del propio instituto (antiguas alfabetizadoras "Conrado Benítez ").
"No es que al decir viejos profesores -razonaba- digamos malos profesores. Hay muchos y muy buenos profesores, pero aquí nos encontramos con que estábamos creando una nueva generación de maestros y nos propusimos el esfuerzo ambicioso de que los maestros saliesen de esta nueva generación revolucionaria" (41).
A su vez, el líder de la Revolución Cubana les exige a esos propios maestros jóvenes, la superación y autosuperación sistemáticas, el ejemplo personal y sólidas convicciones políticas, pues aspira…"…a un tipo de maestro capaz de dar clases no sólo en la ciudad sino también en los campos; y no sólo en los llanos, sino también en las montañas" (42).
"El educador -según Fidel Castro lo concibe- no debe sentirse nunca satisfecho de sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio…tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la cultura…ser maestro significa ante todo, serlo en todos los órdenes de la vida…el maestro está obligado ante todo a plantearse altos requerimientos morales" (43).
La masividad de la educación con vistas a garantizar ese sagrado derecho a todos los cubanos, nunca significó en el ideario pedagógico del dirigente revolucionario, la renuncia a la calidad. Al respecto expresaba en el XI Seminario Nacional de Educación, el 5 de febrero de 1987, como… "…se hizo patente que el haber prevalecido el criterio de la promoción -y yo realmente muchas veces advertí sobre eso, muchas veces, debe haber no menos de ocho o diez discursos en que pronuncié una frase, promoción con calidad- se hacía mucho énfasis en la promoción y no se hacía suficiente énfasis en la calidad, casi sólo por la evaluación, se evaluaba todo" (44).
La búsqueda de la conciliación de la masividad con la calidad sólo puede convertirse en uno de los principios que rija la actividad educativa, en un país que hace realidad el acceso de todo el pueblo a la educación y la cultura, casi utópica aspiración del ideario educativo progresista cubano anterior a la Revolución Cubana, por la que clamaba Varela, aspirara Martí y reclamaba Varona.
La masividad de la educación, o como diríamos en términos más actuales, su universalización, conllevó a la transformación de las instituciones estatales, particularmente las educativas, que viabilizaran la participación del pueblo, como su protagonista principal, así como el fortalecimiento de las organizaciones de masas ya existentes como el movimiento sindical o la creación de otras nuevas (CDR, FMC, ANAP, OPJM, FEEM y FEU) que se produjo de hecho en los primeros años del triunfo revolucionario. Esto le otorgó a la escuela y a la labor del maestro, un papel relevante en las transformaciones de la sociedad y en el surgimiento y consolidación de la Ideología de la Revolución Cubana, martiana y marxista.
Para Fidel Castro…"…nuestra educación tiene un carácter universal: se ha creado, se ha constituido y se ha desarrollado en beneficio de todos los niños del país; tenemos que a todos atenderlos, tenemos que a todos educarlos, tenemos que enseñarles a todos lo que se les pueda enseñar, ¡A todos y a cada uno de ellos! Ese es el principio, y dentro de ese objetivo conciliar masividad con calidad, conciliar masividad con promoción, ¡hay que conciliarla¡" (45).
La voluntad política de defensa de los valores formados por la Revolución, en varias generaciones de cubanos, al margen de ausencias y deficiencias, ocupó un lugar prioritario a partir de decretarse el período especial, por causas de sobra conocidas. Sus dramáticas consecuencias repercutieron en todas las esferas de la vida social, incluida la educacional. La defensa de esos valores no era una mera consigna, sino la mejor salvaguarda para la conservación de nuestra identidad como nación. Como expresase Fidel Castro, en mayo de 1990… ".los que en la historia han tratado de sobrevivir haciendo concesiones, nunca han sobrevivido." (46). Para enfatizar algo más de un año después…"…con qué nos pueden amenazar a nosotros, que somos los descendientes de Maceo y de Martí, de Máximo Gómez y de Agramonte, del Che, de Camilo, de Abel Santamaría y de Frank." (47).
La alternativa de asumir las posiciones claudicantes del Zanjón o las dignamente patrióticas de Baraguá, enfrascaba a la sociedad cubana en una compleja batalla ideológica, en circunstancias de penurias y escaseces materiales, susceptibles al inevitable costo político. Como uno de los pilares de esa necesaria e inconmovible trinchera de ideas, la educación desempeñó y aún desempeña un papel, aunque no único, si irreemplazable.
Para Fidel Castro…"…es decisiva la educación, y no sólo la instrucción general, inculcar conocimientos cada vez más profundos y más amplios a nuestro pueblo, sino la creación y formación de valores en la conciencia de los niños y jóvenes desde las edades más tempranas…Es por ello que la tarea del maestro crece en importancia; se multiplica su inmensa trascendencia en la batalla por educar, en los valores de la Revolución y el socialismo a las nuevas generaciones…" (48).
La raíz martiana de la ideología de la Revolución Cubana es singularmente ratificada por éste en el evento Pedagogía 97, pues si…"…nosotros decíamos que Martí fue el autor intelectual del Moncada…podemos decir que fue también el autor intelectual de esta Revolución, que ya fue una revolución moderna porque se unió a sus corrientes más progresistas, más humanas y justas de nuestra época" (49).
La actual coyuntura histórica, en la que se está inmerso, impone esfuerzos especialmente complejos en la esfera del desarrollo económico, pero intrínsecamente vinculados con ésta, otros no menos acuciantes, como el reforzamiento y consolidación del sentido de cubanidad, de la concientización de pertenencia a una identidad cultural y nacional irrenunciables: de la percepción de la eticidad como única senda conducente al deber ser; de la unidad de nuestro pueblo, cimentada en sólidas convicciones, en defensa del proyecto socialista.
"Se ponen de pie los pueblos -proclama Martí- y se saludan. ¿Cómo somos?, se preguntan: y unos a otros se van diciendo como son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución en Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América " (50).
Atenuar el amargor de lo imperfecto, para trocarlo en el beneplácito de la obra corregida, lo más cercana a la perfección es la mejor forma de defender, en los momentos difíciles, la razón de ser y sentirse cubano, expresado en nuestra propia identidad cultural y nacional. En la investigación se emplea como definición operacional de identidad nacional a la forma de pensar y actuar, que nos identifica como comunidad humana, cuantitativamente significativa y cualitativamente estructurada, siempre en los marcos de un determinado contexto histórico, político, económico, social e ideo-cultural. Conformadores de la misma, encontramos clases, grupos y sectores sociales, incluso con contradictorios intereses individuales y sociales, pero que son portadores de autoconciencia de pertenencia a su patria, como nación específica, asentada en su propia cultura, como garante de su integridad y soberanía.
El rol insoslayable de la cultura, como salvaguarda de la conservación de la identidad nacional lo expresa, con su sintética enjundia don Fernando Ortiz: al manifestar que…"…la cubanidad para el individuo no está en la sangre, ni en el papel, ni en la habitación. La cubanidad es principalmente la peculiar calidad de una cultura" (51).
Cultura, valores e identidad nacional son categorías que en su interacción, constituyen para Fidel Castro la única forma de salvaguardar las conquistas revolucionarias, aún en las condiciones más adversas, si logramos sean asumidas por el hombre, a través de la actividad educativa y de la inteligente utilización de la pedagogía como instrumento de transformación social, en su más amplio espectro. Sólo conservando las mejores tradiciones culturales, éticas y patriótico-pedagógicas, presentes en el proceso de formación como nación, es posible educar a las nuevas generaciones y constituyen requisitos de ineludible presencia en la formación de maestros y profesores.
El propio Fidel lo revela cuando expresa el 2 de septiembre del 2 002 en el acto de graduación de las Escuelas Emergentes de Maestros de la Enseñanza primaria que…."…para mí educar es sembrar valores, inculcar y desarrollar sentimientos, transformar a las criaturas que vienen al mundo con imperativos de la naturaleza, muchas veces contradictorios con las virtudes que más apreciamos como solidaridad, desprendimiento, valentía, fraternidad y otros. Educar es hacer prevalecer en la especie humana la conciencia, por encima de los instintos."… y al final exhorta a los jóvenes maestros a que… "…. ¡sean como educadores, el evangelio vivo con que soñó José de la Luz y Caballero!…" (52).
Las novedosas y profundas transformaciones acometidas por la Revolución en la esfera educacional, en sus diferentes niveles, producto de la experiencia de las movilizaciones masivas populares en reclamo del regreso a la patria del niño Elián González y que darían inicio a la Batalla de Ideas, se concretaron desde el propio inicio del nuevo siglo XXI, como expresión del ideal pedagógico de Fidel Castro, en la transformación de los planes de formación de maestros y profesores, en la construcción y reparación de cientos de escuelas, en la aplicación de las técnicas más novedosas en la enseñanza, en la garantía de que todo niño o adolescente tenga asegurado el acceso a la instrucción y la cultura.
La presencia en el ideario educativo de Fidel Castro de una alta valoración de la aplicación de los más avanzados resultados de la ciencia y la técnica, complementos indispensables en el proceso de enseñanza-aprendizaje, no excluye el protagonismo insustituible de maestros y profesores en el proceso docente-educativo, como responsables máximos del proceso formativo en las nuevas generaciones dado que…"….sin valores éticos no hay valores revolucionarios. Todo pensamiento revolucionario comienza por un poco de valores que le inculcan los padres, le inculcaron los maestros…"…pues…"…el hombre es un ser lleno de egoísmo, nace egoísta, la naturaleza le impone eso; la naturaleza impone los instintos, la educación impone las virtudes" (53).
Es conocida la positiva valoración presente en el pensamiento de Fidel Castro respecto a la trascendencia social de la ciencia y de la labor de los hombres y mujeres destacados en esa importante esfera así como de los beneficios que reporta para elevar la calidad de vida del pueblo la acertada aplicación de los resultados de sus investigaciones. La globalización de la Revolución Científico-técnica, siempre que responda a los intereses de los pueblos y no sea patrimonio exclusivo de las transnacionales, con el único objetivo de obtener millonarias ganancias, constituye un rasgo positivo de la época contemporánea. Por ello éste promueve la aplicación de los logros científicos en todas las esferas de la vida social, prioritariamente en la educación y la salud pública (54).
El contenido humanista, patriótico y de compromiso con el pueblo, con una arraigada eticidad, que caracteriza el ideario educativo del máximo líder de la Revolución Cubana se convierte en convicción profunda de que…"…una revolución es el triunfo de la virtud sobre el vicio" (55).
La adquisición por el pueblo de una cultura general integral, nunca encaminada a la formación de élites monopolizadoras del saber humano, tiene en la educación su instrumento de mayor poderío y factibilidad, promovida y encauzada por el fiel derrotero de las mejores tradiciones pedagógicas cubanas, que asumen en el ideario educativo de Fidel Castro, la mejor salvaguarda de su continuidad histórica, en las condiciones de construcción del socialismo desde un país subdesarrollado, agredido y bloqueado, pero con la plena confianza de que…"…podemos construir la sociedad más justa del mundo" (56).
El derecho de todo el pueblo a la educación y la cultura es componente esencial del ideario de Fidel Castro, que no fuese posible sin un sistema político que propicie una democracia real y participativa, a través de la creación de las instituciones y organizaciones idóneas que, rebasando los marcos del contexto escolar, viabilicen la acción de las masas, como sujetos de la actividad educativa.
Derecho a la educación y a la cultura que en el ideario educativo de Fidel Castro trasciende nuestras fronteras alcanzando una proyección tercermundista y particularmente latinoamericanista y caribeña. Como éste expresase el 3 de febrero de 1999 en la Universidad Central de Venezuela…"…la batalla de ideas la estamos ganando; sin embargo, el campo de la batalla no es nuestra sola islita, aunque en esta islita hay que luchar. El campo de batalla hoy es el mundo" (57).
Ese componente de solidaridad humana en el ideario educativo de Fidel Castro le proporciona una particular relevancia a su humanismo ético, de evidentes raíces martianas, que contextualiza a una época de profundas contradicciones en todas las esferas de la vida social, pero con especial significación en el campo de la batalla de ideas, donde la posibilidad de acceso de todos los pueblos a la educación y a la cultura desempeñan un rol protagónico esencial.
En el ideario educativo de Fidel Castro está presente la convicción de que… "…el conocimiento y la cultura no significa por sí sólo la adquisición de principios éticos; pero sin conocimiento y cultura no se puede acceder a la ética….no hay ni puede haber igualdad ni libertad. Sin educación y sin cultura no puede haber democracia" (58).
La presencia en la personalidad de Fidel Castro, de cualidades personales de singular trascendencia le otorgan la condición de educador social. Es la palabra, particularmente a través de su oratoria, el vehículo por excelencia que permite a Fidel Castro transmitir sus ideario educativo a las grandes masas, personal docente, cuadros y especialistas; valorar logros y dificultades del proceso de transformación educacional; sentar las bases de las nuevas tareas mediante un lenguaje claro y sencillo, a la vez que convincente y fundamentado, encaminado a la comprensión de las mismas, sus objetivos y finalidades. Ello lo convierte a la par que educador social, en un comunicador por excelencia (59).
Es por ello que abordar la creatividad del ideario educativo de Fidel Castro y su significación en la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media, exige su percepción desde las siguientes dimensiones:
—-La fusión creadora en su pensamiento del trascendente ideario martiano, portador de un invalorable contenido axiológico y humanista, con la concepción del mundo marxista-leninista, desde una original óptica tercermundista, latinoamericanista y caribeña.
—-La contextualización de su pensamiento en la etapa que le correspondió vivir, de trascendente singularidad por los acontecimientos y transformaciones que tienen lugar tanto en el ámbito mundial como nacional, aunado al importante rol que éste desempeña como dirigente político de incuestionable prestigio internacional, durante casi cinco décadas.
—-Los particulares atributos de su personalidad, dotada de una elevada eticidad, carisma personal, inteligencia avizoradora, espíritu crítico y auto crítico, originalidad creadora y trascendencia axiológica.
Ello nos permite valorar como rasgos generales definitorios de su ideario educativo plasmados en la formación del personal docente:
—- Reflexión acerca de las problemáticas educativas inspirada en una original conjunción del ideario martiano y marxista.
—- Contextualización de las prioridades educativas en general y de la formación del personal docente en particular, en un país que construye el socialismo, bloqueado y agredido por la potencia imperialista más poderosa, en las condiciones del mundo en la segunda mitad del siglo XX e inicios del siglo XXI, particularmente a partir de la desaparición del campo socialista europeo y la imposición a los países del Tercer Mundo de los dictados hegemónicos y neoliberales de un capitalismo irracional y amoral.
—- La concepción de la educación como derecho de todo el pueblo, que sin desconocer las responsabilidades de la escuela como núcleo protagónico esencial, implica en el logro de tal finalidad a toda la sociedad, en su más amplia acepción, a través de la activa intervención de los agentes y agencias de socialización.
—- Comprensión del papel de la educación en la formación de personalidades integrales, capaces de transformar el entorno natural y social, en beneficio de la humanidad y portadoras de una elevada espiritualidad, basada en sólidos valores ético-políticos.
—- La concepción de alternativas de formación del personal docente, tanto regulares como emergentes, en los niveles de primaria y enseñanza media, con la aspiración de una convocatoria motivada en factores de concientización más que económicos, sustentada en la confianza en los valores patrióticos implícitos en las jóvenes generaciones.
—- Su accionar como impulsor del reconocimiento a la labor del maestro, como uno de los protagonistas principales de las transformaciones sociales y de formación del hombre nuevo que demanda la construcción socialista, lo que conlleva parejamente el espíritu de auto superación por parte de éste y la responsabilidad del estado de facilitarle el acceso, acorde a sus capacidades, a los estudios universitarios, postgrados, maestrías e incluso doctorados.
—- La comprensión de la educación en sus vínculos estrechos con la cultura, la ciencia y la técnica, los valores y la identidad nacional.
—- El enriquecimiento teórico y práctico de la concepción martiana del vínculo estudio-trabajo y su materialización en todos los niveles y perfiles del sistema educacional.
—- Su concepción de una cultura general integral, asequible a todo el pueblo, como encargo social ineludible, a través de diversas vías, recursos e instrumentos, desde la informática hasta el empleo con fines educativos de los medios masivos de comunicación.
—- Su quehacer como promotor de la posible conciliación de la masividad y la calidad, mediante el continuo perfeccionamiento del sistema educativo, la incorporación al proceso de enseñanza-aprendizaje de las técnicas pedagógicas más científicas, de los medios de enseñanza de más avanzada tecnología y la sistemática superación personal de maestros, profesores y cuadros.
—- Promotor del derecho a la educación de todos los pueblos, como única vía de conquistar su libertad política, garantizar su identidad cultural y nacional y ejercicio de soberanía fundamentado en un pensamiento de definida pertenencia latinoamericanista y tercermundista, con un decisivo componente solidario y humanista, integracionista y antiimperialista.
—- La comprensión de la educación, la cultura y los valores como instrumentos de transformación de las estructuras económicas, políticas y sociales injustas, impuestas al tercer mundo por el imperialismo, con el rechazo explícito a todo lo que limite las posibilidades de los países subdesarrollados a lograr niveles cuantitativos y cualitativos educacionales similares a superiores a los países altamente desarrollados.
—- Trascendente influencia educativa, como un genuino educador social, a través de la práctica revolucionaria, que le otorgan un elevado consenso de reconocimiento popular aunado a sus poco comunes cualidades como comunicador social que le permiten la utilización de la oratoria como vía por excelencia de transmisión de su pensamiento, particularmente su ideario educativo, uno de sus pilares sustentadores.
Cualquier intento de abordar los aportes al pensamiento pedagógico exige de un estudio acucioso del papel rector desempeñado por el ideario educativo de Fidel Castro, en continuo proceso de maduración teórico-práctica, en sus seis décadas de ininterrumpida y fecunda trayectoria revolucionaria. Sustentado en un pensamiento martiano y marxista, latinoamericano y antiimperialista, el ideario educativo de Fidel Castro nos permite adentrarnos en el acervo cultural en que se sustenta nuestra identidad nacional, como la mejor salvaguarda de consecución de nuestro proyecto socialista.
CAPÍTULO III.-
Significación del ideario educativo de Fidel Castro en el desarrollo de los diversos planes de formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media en la Cuba revolucionaria
El lamentable estado de la educación en Cuba, consecuencia de la falta de voluntad política de las autoridades oficiales, durante más de cuatro centurias de colonialismo, ocupación extranjera y república dependiente, se manifestó como legado aparentemente insoluble para el gobierno revolucionario que asumió el poder el primero de enero de 1959, tras el derrocamiento de la dictadura batistiana. La continuidad histórica de la heroica lucha de nuestro pueblo por de la conquista de su real independencia y soberanía, como proceso único enmarcado en diferentes contextos políticos, económicos e ideo-culturales, inicia con el triunfo revolucionario, un sendero inédito, en un país urgido de profundas transformaciones en todos los campos.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentaría la Revolución triunfante, es la falta de los maestros y profesores necesarios para acometer los principales proyectos educativos formulados en el Programa del Moncada y destinados a revertir la deplorable situación heredada de la república neocolonial. Los cambios inevitables para la consecución de tales fines, desde los años iniciales del triunfo revolucionario, no eran tan sólo de orden objetivo, sino que implicaba cambios de concepciones hasta entonces fuertemente arraigadas en la mente de los educadores, los cuadros encargados de acometerlas y aún del propio pueblo. En tales circunstancias se revela la significación del ideario educativo de Fidel Castro acerca de la formación del personal docente, prioritariamente la de maestros primarios y profesores de enseñanza media.
3,1.-La formación del personal docente en los primeros años del triunfo revolucionario (1959-1963).
Fidel Castro expresa su alta valoración del trabajo del maestro en "La Historia me absolverá" al denunciar como…"…el alma de la enseñanza es el maestro, y a los educadores en Cuba se les paga miserablemente; no hay, sin embargo, ser más enamorado de su vocación que el maestro cubano. ¿Quién no aprendió sus primeras letras en una escuelita pública? Basta ya de estar pagando con limosnas a los hombres y mujeres que tienen en sus manos la misión más sagrada del mundo de hoy y del mañana, que es enseñar " (1).
Enfrentar la caótica problemática educacional en Cuba, representó una tarea, que necesariamente tenía que estar dirigida en tres direcciones fundamentales:
—–La instauración de una política educacional capaz de asumir la creación de un nuevo, funcional y dinámico sistema nacional de educación, con sus diversos subsistemas, que sustituyese al obsoleto entonces existente.
—–La urgente creación de miles de nuevas aulas, particularmente en los niveles de enseñanza primaria y media, prioritariamente en las zonas más apartadas del país.
—–La urgencia en la formación de miles de nuevos maestros dispuestos a impartir la docencia en las regiones más apartadas del país; dar empleo a los casi 10 000 docentes, mayoritariamente residentes en zonas urbanas; así como transformar radicalmente las vías, modos y estilos en los centros de formación magisterial ya existentes.
Muchas eran las dificultades y los complejos problemas a resolver en la esfera educativa, herencia de la república neocolonial (Anexo 3).
Prueba palpable de la diversidad de criterios educativos existentes en Cuba al triunfo de la Revolución lo constituyó el debate efectuado entre los días 9 al 23 de noviembre de 1959 en el antiguo hemiciclo del Capitolio Nacional, convocado por el MINED, acerca de cómo debía ser la reforma integral de la enseñanza, reflejo de los contrapuestos intereses clasistas entonces predominantes (2).
En la intervención del Dr. Armando Hart Dávalos, el 30 de noviembre de 1959, en Santiago de Cuba, cuyo contenido se conoce como "Mensaje educacional al pueblo de Cuba" y donde se precisan los fines y objetivos de nuestra política educacional a corto, mediano y largo plazo, aparece plasmado el ideal educativo de Fidel Castro en la época, ya expresado en su alegato político-jurídico "La historia me absolverá" en sus cartas desde presidio y en sus numerosas intervenciones públicas, en 1959, donde aborda la problemática educacional. En dicho mensaje se proclama que…"…sin una atención preferente a la educación del pueblo no podríamos esperar que se cumplieran los objetivos revolucionarios." (3).
Ya se denotan en lo que sería el primer documento programático educacional posterior al triunfo revolucionario, rasgos definitorios del ideario educativo de Fidel Castro, de especial significación como aspiraciones indispensables en los futuros proyectos de planes de formación del personal docente, tales como el derecho de todo el pueblo al acceso a la educación, propósito esencial de su creación; la prioridad dada a la investigación científica educativa, componte esencial del proceso de formación del personal docente; la importancia de lograr en la actuación de los maestros y profesores en formación, el papel rector de los valores, fundamentados en sólidos principios revolucionarios, así como propiciar la auto-estima por su labor magisterial, lo que conllevaría a forjar modos de actuación basados en la ejemplaridad personal, profesional y social y su afán constante de autosuperación
Sin lugar a dudas, la necesidad cada vez más creciente de miles de nuevos maestros y profesores, particularmente en la enseñanza primaria y media, que posibilitaran el desarrollo de los ambiciosos planes educacionales concretados o en perspectiva, constituía una de las problemáticas a resolver por la Revolución con la mayor inmediatez.
Las altas exigencias morales, de auto superación profesional, de solidaridad humana y concientización política, que Fidel Castro reclama del maestro, como valiosa herencia del ideario educativo cubano más progresista, se corresponden a su vez con la oportunidad que sólo otorga una Revolución verdadera en el poder, de situar al ejercicio del magisterio en su sitial más elevado, en toda la historia de Cuba. A la par con ello, se le otorga a la formación del personal docente, un encargo social de privilegiada prioridad, por diversas que sean los contextos y modalidades en que esta tiene lugar.
Como expresase en la graduación de milicianos campesinos en San Julián, Pinar del Río, el 21 de agosto de 1960…"…nosotros no descansaremos hasta que no haya un maestro en todos y cada uno de los rincones de nuestra patria, para que enseñen a leer no sólo a los niños, sino para que enseñen a leer también a los adultos…" (4).
Su capacidad de aplicar sus concepciones al respecto, adaptadas al contexto de la época y a las posibilidades reales, y fundamentalmente, su confianza en los valores presentes en nuestro pueblo y muy particularmente en nuestros jóvenes, le permiten concebir desde 1960 la formación emergente de maestros primarios simultáneamente a la sistematización y perfeccionamiento de los cursos regulares, a cargo desde entonces de las escuelas formadoras de maestros primarios, continuadoras del trabajo meritorio de las antiguas escuelas normales, pero con objetivos educativo-formativos más exigentes, propios de una sociedad involucrada en profundas transformaciones revolucionarias.
La formación emergente o no regular del personal docente ya presente durante la colonia, la ocupación norteamericana e incluso durante la república mediatizada, se implementa ahora bajo la rectoría del ideario educativo de Fidel Castro con otras modalidades y formas, diferentes objetivos y fines, en respuesta a contrapuestos intereses y en diversos contextos históricos. En los marcos de esta investigación, se entiende como formación emergente o no regular del personal docente en la Cuba revolucionaria a la habilitación para ejercer la docencia, en un plazo relativamente breve, de personas aún sin título idóneo para ello y con la exigencia de poseer los conocimientos mínimos indispensables, con la aspiración de que el factor conciencia constituya la principal motivación. Esta tiene como finalidad el de hallar una solución a la necesidad impostergable de más personal docente para los diversos planes educacionales dada la insuficiencia de los cursos regulares para satisfacerla, complementándose con vías sistemáticas de superación, que posibilitan incluso la titulación universitaria y la combinación del estudio con la práctica laboral, que les debe conferir la idoneidad profesional requerida, a mediano y largo plazo.
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