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La violencia en Colombia, un fenómeno complejo e inquietante (página 4)


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Cientos de obras se han escrito para demostrar, con fehacientes pruebas, que el cristianismo ha sido un fenómeno esencialmente criminal; pero la inmensa mayoría de la humanidad no lee, otra gran parte no cree lo que se escribe y se demuestra en contra de sus creencias y, el resto, los que leen, lo hacen para sostener la dominación, el fraude y el delito dentro de sus campos económicos y religiosos. Por eso es que quienes nos aventuramos a denunciar la verdadera esencia del fenómeno religioso somos como extraños personajes de otros mundos que arriesgamos, en este trabajo, hasta la propia vida. Sin embargo, lo hacemos porque esa es nuestra naturaleza de seres humanos que hemos mutado el carácter tradicional de la especie humana en su particularidad, individualidad y excepcionalidad.

El fanatismo islámico condenó a muerte a un escritor que reveló lo ridículo del "profeta" y los ayatollahs islámicos viven el lujo que la explotación del petróleo les permite, porque en algunos países ellos son los gobernantes; la sumisión de toda esa multitud de gentes ignorantes y fanáticas a sus prédicas absurdas, es su elemento existencial. Un cantante norteamericano programa un concierto que los jerarcas islámicos condenan, pero ante una "donación" dineraria de altas cifras para el culto, le conceden el permiso para el evento y la música se ejecuta ante millares de creyentes. Entonces, ¿qué es lo que domina?

Que siga dominando la religión, cuando la ciencia ha alcanzado niveles nunca antes conocidos, cuando en el planeta hay suficientes medios para que el hombre sea libre, cuando es posible la libre expresión, al menos en los países más avanzados, significa que todo ello no es suficiente para liberar al hombre de una herencia que no es solamente material sino profundamente ideológica y que por ello es la ideología el elemento de mayor peso en el sostenimiento de las creencias. Ya las jerarquías religiosas no necesitan delinquir para obtener, sino que delinquen para conservar; pero siguen delinquiendo, aunque mediante otros medios, con el poder político y cultural que poseen; todo ello gracias al producto de sus primeros delitos y crímenes que siguen dando sus frutos.

Es fácil dominar sobre los que no poseen poder económico, sobre los pobres, y también es fácil dominar sobre quienes piensan que es posible liquidar la injusticia mediante buenas obras. Por ello es que sigue dominando el imperio de las religiones y por lo mismo es que aún les queda mucho tiempo para seguir haciéndolo.

Nuestro propósito consiste en desvelar la esencia de las religiones para que aquellos que poseen una inteligencia de elevado nivel, conozcan algunos elementos que les permitan adquirir una mediana claridad sobre la verdadera esencia de ese fenómeno de la humanidad; muchos historiadores, pensadores, escritores, hombres de inteligencia esclarecida, han escrito sobre la religión y sobre cada una de las que existen en el planeta en que vivimos; sin embargo, muchos de esos escritos se encuentran ocultos o en sitios inaccesibles a los lectores comunes; consideramos necesario renovar criterios en forma permanente a efecto de hacer llegar a las inteligencias de muchos, el conocimiento y que se conozca que hay personas que nos interesamos en sostener el hilo conductor que hombres de todas las etapas históricas de la humanidad han venido tejiendo para impedir el engaño, el fraude, la mentira, en lo que se refiere a las creencias y la misma esencia del ser humano. Nos encontramos entre los seres humanos que pretendemos impedir el imperio de la mentira en el terreno de las ideologías y denunciamos con todo el vigor intelectual posible toda esa historia de defraudación mediante lo más infame que el hombre puede utilizar que es el engaño y el crimen. Y también nos dirigimos a personas que en forma ingenua, por ser personas sanas y honestas, consideran que mediante la religión se puede obtener el mejoramiento de la humanidad y en particular de los pobres que sufren tanto la explotación material como la explotación cultural de su existencia vital".

El capitalismo, en donde impera el todopoderoso dinero, "Don Dinero", violenta a las personas de una manera tan arrolladora que, en muchas ocasiones genera y alimenta las más bajas y ruines pasiones, propicia corrupción, intriga, deslealtad, odio y muerte. Inexorablemente, cueste lo que cueste, se necesita dinero para nacer, vivir y morir. Quien no lo tiene lo busca sin importar lo que tenga que hacer, quien lo tiene lo cuida hasta con su propia vida. Para los pobres y los ricos el fin justifica los medios. "El dinero –también llamado el mercado o el capitalismo, tres conceptos indisociables- se impone así como un modo de gestión de la violencia radicalmente nuevo, eficaz y universal, opuesto a los de lo sagrado y de la fuerza" (Mileno, de J. Attali). Ya Aristóteles (en su obra La política) lo advertía en su tiempo que el exceso de dinero y la extrema pobreza era motivo de conflictos y enfrentamientos, ya que una desmedida riqueza hacía propenso al hombre al desenfreno, a la insolencia, a la opresión y al desprecio de toda ley; y la pobreza era apta para engendrar ánimo de esclavo, madre del descontento, de la corrupción y de las contiendas civiles. "Excesiva riqueza y demasiada pobreza son extremos que no conducen a nada bueno" (Historia de la filosofía, de Johannes Hirschberger). La ambición de riquezas materiales también genera violencia porque, según Aristóteles, la avidez de los hombres es insaciable, y "la naturaleza de la codicia consiste precisamente en no tener límites, los más de los hombres sólo viven para saciarla" (La política), y para saciarle se puede llegar hasta el crimen. Aristóteles pensaba que los hombres se ven arrastrados al crimen por carecer de lo necesario y por la necesidad de dar amplitud a su deseo de gozar en todos los sentidos. "Lo superfluo y no lo necesario es lo que hace que se comentan los grandes crímenes" (La política).

El desmedido y desaforado afán por conseguir y conservar el dinero (el Dios terrenal), es una de las causas que, directa o indirectamente, generan violencia. Muchas personas, en su dura y complicada lucha por obtener recursos económicos, acuden a todo tipo de habilidades, argucias e ingeniedades, con la máxima de que "el fin justifica los medios" y el oprobioso lema "el que tranza, avanza". Quien es despojado de su dinero mediante la violencia, la estafa o el descuido, lo agobian emociones como la frustración, la rabia, el resentimiento, el deseo de venganza, la sensación de incapacidad, la angustia, entre otros sentimientos negativos, que le propician actitudes y conductas violentas o agresivas.

El mundo capitalista, con sus "avances" tecnológicos y su desaforado consumismo, crea algunas seudonecesidades que, el hombre en su afán de satisfacerlas, hace lo que sea, así tenga que acudir al crimen. El capitalismo aprovecha la ansiedad de la sociedad por hacer realidad los sueños de alcanzar un mejor nivel de vida y crea de esa necesidad los bienes y servicios para venderle, utilizando para ello la publicidad alienadora. Una de las tareas autoimpuestas del sistema de mercado (propio de la estructura social capitalista) es convertir las satisfacciones que no cuestan en satisfacciones que cuestan dinero, encontrar nuevas formas de comercializar la amistad, la familia, el ocio, el descanso.

Según el antropólogo Jean Baudrillard, el mundo contemporáneo se caracteriza por un proceso de desmaterialización de la realidad: la mirada del hombre ya no se dirige hacia la naturaleza, sino hacia las pantallas de televisión; la comunicación se ha convertido en un fin en sí misma y en un valor absoluto. Los mitos han sido desplazados y el exceso de información dificulta la búsqueda del sentido. El drama de la alienación, que bajo el impulso de movimientos de tipo marxista había animado la sociedad a principios del siglo XX, ha sido sustituido por una ideología centrada en el éxtasis de la comunicación. Después de la ebriedad del progreso y del crecimiento la sociedad intenta dotarse de una nueva imagen de sí misma.

Frei Betto, en el libro ¿Qué es el neoliberalismo?, precisa que "bajo la avalancha electrónica, que reduce la felicidad al consumo, entramos en dos callejones sin salida": el mimetismo y la exacerbación étnica, el fanatismo religioso, el chauvinismo vociferante y la intolerancia. "Perdemos la capacidad de soñar –sostiene- sin ganar a cambio sino el vacío, la perplejidad, la pérdida de identidad. En dosis químicas la felicidad nos parece más viable que recorrer el instigante camino de la educación de la subjetividad. Se mercantilizan las relaciones conyugales y de parentesco y amistad".

Según la común creencia liberal de que el éxito o el fracaso dependen totalmente de la voluntad del individuo por esforzarse y trabajar, los pobres están socialmente aislados, separados de la corriente cultural. En el sistema capitalista, a pesar del argumento de poder de la mayoría, para el pobre es imposible competir con el rico, que siempre lo mantiene sometido a la necesidad del trabajo en la lucha por sobrevivir, por la subsistencia y le hace creer que es incapaz de superarse, para eso el capitalismo le inventa más necesidades al pobre, para que cada vez que intente conseguirlo, encuentre algo nuevo.

La sociedad de consumo, según el escritor uruguayo Eduardo Galeano, es otra clave del que él llama "el mundo al revés", que es un mundo injusto, en donde se les repite a los jóvenes que sin automóvil propio y zapatos de marca no merecen existir. El imperativo que en ésta la publicidad impone se traduce en invitación al delito. "La dictadura del consumo es un tipo de injusticia que se suma a la injusticia más obvia, la que determina que los pobres se multipliquen al mismo tiempo que la riqueza se concentra en pocas manos", precisa en una entrevista publicada en Intenet, y agrega que la televisión difunde mensajes de violencia y constriñe al consumismo. "¿Cuántas escenas de consumismo ven? ¿A cuántos ejemplos de despilfarro y ostentación asisten cada día? ¿Cuántas órdenes de comprar reciben los que poco o nada pueden comprar? ¿Cuántas veces por día se les taladra la cabeza para convencerlos de que quien no compra no existe, y quien no tiene, no es? Paradójicamente, la televisión suele trasmitir discursos que denuncian la plaga de la violencia urbana y exigen mano dura, mientras la misma televisión imparte educación a las nuevas generaciones derramando en cada casa océanos de sangre y de publicidad compulsiva: en este sentido, bien podría decirse que sus propios mensajes están confirmando su eficacia mediante el auge de la delincuencia".

Luz Stella Porras Villamizar (comunicadora social) señala que los comerciales de televisión usan imágenes de niños y de mujeres que no tienen nada que ver con el producto y a la vez generan un imaginario de consumismo que va en contra de los valores de la cultura nacional y de la realidad económica de la familia colombiana; es decir, que éstos venden sus productos presentando imágenes estereotipadas de los jóvenes y generan entre ellos identificaciones basadas en prejuicios de clase, raza y sexo.

Por su parte, el comunicador social Sergio Raúl Parada Rico precisa que el capitalismo ejerce su control sobre los medios de información, que, junto con el sistema educativo, le permiten establecer un sentimiento de legitimidad y apoyo de sus instituciones. La publicidad, lógicamente en la actualidad, cumple un papel principal en este proceso. Los negocios en gran escala no participan frecuentemente en la exposición abierta de ideologías e ideas políticas; sin embargo, se manejan disfrazadas desde los medios que, generalmente o por lo menos los más importantes, son propiedad de los emporios capitalistas gigantescos, que a su vez mueven la política de las naciones (dirigentes de todo tipo, congresistas, presidentes, alcaldes, gobernadores, etc.)

La vida de los anuncios es de ocio, donde el trabajo, si es que aparece representado, "es un mal necesario" un incidente en el auténtico sistema de vida. Claro, a la gente le gusta saborear las cosas que le agradan, y esas cosas están en las vacaciones, en los paseos, los viajes, las buenas comidas, las buenas bebidas, los carros lujosos y cómodos y en fin de todas las comodidades que lo alejan de las dificultades del trabajo, que desde el sólo hecho de buscarlo es una carga, que es un castigo y que para nada es un goce, es una obligación.

En la actualidad la publicidad tiene una influencia moral tan poderosa como la iglesia medieval, que le ha creado al hombre valores de vida, donde lo material lo estratifica y lo clasifica dentro del entorno social; para ello crea el sistema de consumo productos exclusivos a los cuales sólo pueden acceder los más pudientes; para eso la misma sociedad consumista en cabeza de los capitalistas se inventan los restaurantes, cafés y discotecas exclusivas, en las cuales se imponen tarifas elevadas, para separarse de los pobres, que además se ubican en los sectores comerciales, donde la sola imagen del pobre salta a la vista ante tanta opulencia.

La expresión de la democracia liberal juega el doble papel de libertad, donde no hay mucho para escoger, donde unas políticas de mercadeo y publicidad bombardean todo el tiempo, y en todas partes al individuo, para convencerlo que está lleno de necesidades, que debe suplir para mantener su rol de ser social. El consumo y la democracia liberal, juegan su papel en la retórica del libre mercado que da la impresión de que todo lo que se anuncia está dispuesto para todo el mundo; cuando en realidad esta libertad de elección existe sólo para los que pueden pagarlo.

Igualmente sucede con el mercado de la política, donde el individuo tiene tantas posibilidades para escoger y seleccionar, que finalmente termina apoyando las políticas que logran salir al mercado, porque aquellos individuos que no poseen el capital para promover sus estrategias publicitarias en aras de dar a conocer sus propuestas, y no poder mostrar sus mejores perfiles, sencillamente pasa inadvertido.

A través de la publicidad la mujer es cosificada e instrumentalizada. Las mujeres son representadas, como poco inteligentes, incluso estúpidas, necesitando que un hombre asesore la mayoría de actividades que requieren la utilización de equipos sofisticados. Está representada; como objeto sexual que puede ser, y anhela se "poseída" por el hombre, si consume los productos que anuncia. Los anuncios se apoyan en la venta sexual, intentando atraer la atención del público con estímulos eróticos, a veces con poca o ninguna relación con el producto.

Los publicistas utilizan los mensajes provocativos y situaciones sexualmente sugestivas incluso, dirigidos a las mujeres para vender los productos. Davi Reisman sostiene que "sin la voluntad de la mujer para quedarse en casa y administrar el consumo, el orden económico actual quedaría severamente dañado en su capacidad de expandirse".

En esta dinámica, la mujer en este doble papel de subordinada–objeto, está estereotipada, pero por las posibilidades actuales de participación medianamente en la vida social y en su gran mayoría con capacidades económicas propias y más preparadas que en otras épocas, se espera que actúen como compradoras y consumidoras inteligentes. La estructura del capitalismo ve en la mujer un objetivo de la preocupación del consumo, como elemento de medio publicitario y también como consumidora, a mayor escala, por la diversidad de roles que cumple en la sociedad.

La publicidad, en consecuencia, juega un papel vital en la conformación de la ideología del nuevo capitalismo. Al fomentar sus objetivos, rechaza cualquier arenga estridente de una audiencia cautiva. Más aún, su mensaje se tiende discreta pero persistentemente como parte del entretenimiento social y de la actividad ociosa. "Productores de toda clase de artículos que, amparados por un sistema proteccionista aberrante, no gastan en una mejor elaboración de sus productos lo que sí malgastan en habilidosas propagandas con el exclusivo fin de manipular y lograr que consuman sus pésimos artículos", aclara Jesús Jaramillo Posada en su libro "Personalización, liberación y relaciones humanas".

En el capitalismo, eso que llamamos libertad se convierte, por la ausencia de valores o debido a la misma situación humana y social, en una condena, en fuente de angustia vital. La historia es el testimonio de la decadencia del hombre, de un desertor de la vida que vive de sucedáneos (poseer, poder, progreso científico), sustitutos de los verdaderos valores y de las auténticas funciones y actividades vitales. Con el llamado progreso, el hombre ha perdido más de lo que ha ganado. Se ha convertido en un ser fracasado, en una pasión inútil. El hombre capitalista es un ser monstruoso, una plaga del mundo.

El ser humano y sus relaciones están devaluados en nuestra sociedad. El hombre se halla perdido en un mundo que él mismo ha creado; parecería que tuviera vocación de suicida. Los hombres solamente existen como objetos, no como sujetos que poseen sentimientos y pasiones, pues la sociedad ha enfocado su acción hacia los medios, olvidando los fines. Mientras más objetos crea y consume, es menos él mismo. Pasamos por una crisis de identidad humana.

Erich Fromm, en su libro El Arte de Amar, plantea que el hombre actual tiene muchos líos producto de una sociedad donde lo que prevalece y domina todo es el dinero, la productividad y el pragmático interés. Es por eso que la persona se ha transformado en un artículo y experimenta que sus fuerzas vitales son algo que vale dinero y que por lo tanto hay que invertir para ganar más beneficios posibles en las condiciones imperantes en el mercado. Así, muchos estamos enajenados de nosotros mismos, de nuestros semejantes y de la naturaleza. Nos destruimos a nosotros mismos porque no buscamos crecer por dentro, en los valores del espíritu, sino ganar y llenarnos de cosas. El hombre moderno está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza; en efecto, se destruye a sí mismo porque no busca crecer por dentro, en los valores del espíritu, sino ganar y llenarse de cosas; los demás no son para él personas para amar sino competidores a los que hay que ganarles y que hay que tumbar; al mismo tiempo está destruyendo la naturaleza, es decir la propia casa, el propio ambiente que le da vida. Las relaciones humanas son esencialmente las de autómatas enajenados, en las que cada uno basa su seguridad en mantenerse cerca del rebaño y en no diferir en el pensamiento, el sentimiento o la acción. Al mismo tiempo que todos tratan de estar tan cerca de los demás como sea posible, todos permanecen tremendamente solos, invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de culpa que surge siempre que es imposible superar la separatidad humana.

El filósofo Hebert Marcuse es contundente en su crítica y cuestionamiento al modelo capitalista de la sociedad industrial avanzada. En su obra El hombre unidimensional sostiene que "más allá de las apariencias y los prejuicios, la sociedad opulenta conquistada por el capitalismo industrial contemporáneo, se ha constituido en la organización más cerrada y autoritaria de que se tenga memoria. Porque en el lugar donde, en otros tiempos históricos, campeaban el terror, la intimidación y el despotismo como fuente de autoridad y poder, la sociedad industrializada ha entronizado la conformidad, la abulia, el control y la administración de todas las pulsiones instintivas y contradictorias". Este estilo de vida impide al hombre percatarse de su triste condición humana, de su falta de libertad. No puede desarrollar y fortalecer su conciencia crítica. "Negocios y política. Beneficios, utilidades, publicidad, prestigio, máquinas y, sobre todo, necesidades, vienen a convertirse en una avanzada radical que impone en todas partes una idea de libertad falsa y su represión connatural. El erotismo, llamado por definición a convertirse en potencia básica de la vida, en instinto vital infatigable, se reduce a la más ruda manipulación genital; la capacidad creativa del hombre a partir de la cual se hacen posibles la crítica y la poetización, vale decir, la construcción de otra dimensión, se liquida a sí misma en la lógica de la integración", señala el filósofo e historiador Rafael Méndez comentando la obra de Marcuse.

Según el filósofo Nicolás Berdiaev, la mano fuerte del poder del dinero es una forma de violencia muy arraigada, porque es la dictadura oculta de la sociedad capitalista. "No es directamente, por medio de la violencia física, como se despoja a un hombre de su libertad de conciencia, de la libertad de pensamiento, y de la libertad de opinión, sino que se le coloca materialmente en posición de dependencia, y así se ve abocado a la amenaza de muerte por inanición, y ulteriormente a la privación de su libertad. El dinero da independencia; la falta de dinero pone a un hombre en situación de dependencia", señala en un ensayo publicado en el libro "La Ciudadanía Mundial".

El Marxismo sostiene que el Estado, dentro del sistema capitalista, genera violencia, y por tanto hay que abolirlo, porque éste "encarna en sí los intereses de una clase social que oprime y defiende sus propios intereses frente a los otros sectores en pugna" (Filosofía Contemporánea, de Roberto José Salazar Ramos). El Estado, que es efecto de la división de la sociedad en clases, debe desaparecer debido a que encarna toda violencia sistemática y organizada. "Una sociedad que se mueve entre antagonismos de clase necesita del Estado, es decir de una organización de clase explotadora para mantener las condiciones existentes de producción y para mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresión, determinados por el modo de producción existente" (Sistemas Sociopolíticos, de Birte Krabbe de Suárez). Por eso planteaba Lenín que el Estado burgués (componente de la superestructura de una sociedad, y la superestructura es la expresión de los intereses de la clase dominante) había que destruirlo a través de la revolución socialista, que es una revolución violenta. "La destrucción del Estado burgués es asimismo la destrucción de la democracia, puesto que según Lenin la democracia es el Estado que reconoce la subordinación de la mayoría a la minoría, es decir, una organización llamada a ejercer la violencia sistemática de una clase contra otra" (Sistemas Sociopolíticos, de Birte Krabbe de Suárez). Pero el Marxismo también genera violencia, pues su implantación, tal como lo sostiene el mismo Marx, tiene que realizarse a través de una revolución violenta porque la burguesía no quiere dejar el poder por las buenas. "La revolución es una fase del Materialismo Histórico, que se desprende de la lucha de clases, y por lo cual tiene necesariamente un carácter violento, encaminado lógicamente, a la transformación radical de los fundamentos de la sociedad" (Filosofía Contemporánea, de Roberto José Salazar Ramos). Parodiando a Eduardo Galeano, para "colombianizar" a Colombia hay que empezar por colombianizar al marxismo, que no es catecismo ni copia al calco sino llave para entrar en el país profundo. Y las claves del país profundo están en las comunidades indígenas, en los campesinos, en los tugurios, en la miseria, en la marginación, en el analfabetismo, en la injusticia social, invictas en sus socialistas tradiciones de trabajo y vida.

Los seguidores del marxismo propusieron abolir el sistema de producción capitalista para imponer una economía comunista a través de la vida revolucionaria de la guerra civil. En donde se puso en práctica el marxismo los resultados fueron fatales. "Marx fue el último intento para realizar los ideales de la modernidad: libertad, igualdad y fraternidad. El socialismo real oculto detrás de la muralla de Berlín se nos reveló como el mayor chantaje de la historia, como una de las mayores expresiones de cierta interpretación de la historia: aquella que nos predica que todo vale en la medida en que yo de manera egoísta pueda gozar al máximo al costo de la mayoría que luchado por el reconocimiento de la dignidad de la persona humana" (Postmodernidad. ¿Ruptura con la modernidad? Daniel Herrera Restrepo).

Es tan poderoso el impacto del capitalismo (no porque el socialismo o comunismo sea mejor) y sus nefastas consecuencias que, a pesar de toda la inconmensurable y demoledora crítica, cuestionamiento y denuncia de muchos intelectuales: escritores, filósofos, políticos, sacerdotes y científicos, no ha disminuido el evidente proceso de deshumanización.

El imperio capitalista aliena y violenta frecuentemente con la tecnología, en lugar de liberar al individuo y romper las barreras en el mundo. ¿Cómo? ¿Acaso la tecnología no es para mejorar la calidad de vida? Ese es el ideal, pero en la práctica no siempre es así. El desarrollo tecnológico actual invade la vida familiar, social, laboral y el ocio. La guerra y la paz dependen del él. La publicidad y la propaganda nos manipulan, alienan e instrumentalizan. Según G. Friedmann, "el individuo, insatisfecho como productor, trata de hallar satisfacción como consumidor". El brillante filósofo ingles Oswald Spengler, en su libro "El hombre y la Técnica", sostiene que "la técnica nace como la táctica vital del depredador que hay dentro de cada ser humano; pero, no podríamos decir que es el propio desarrollo de la técnica, cada vez más acelerado, lo que fomenta nuestro lado insaciablemente depredador".

La proliferación asombrosa de la técnica ha producido un entusiasmo desbordante porque se afirma que los avances técnicos resolverán las enfermedades, la muerte, la pobreza, la ignorancia… Pero, igualmente, nos genera temor y hostilidad, debido a que somos capaces de "exterminar" industrialmente a los demás, asesinar a multitudes de manera simultánea y atentar contra nuestro planeta. "Gracias a la técnica se han multiplicado enormemente los recursos humanos y el número mismo de los individuos de nuestra especie, pero también se han destruido los puestos de trabajo de poblaciones enteras, ha aumentado el abismo que separa a los pueblos desarrollados industrialmente de aquellos que se aferran o no conocen sino técnicas más primitivas, ha aumentado exponencialmente la contaminación del medio ambiente e incluso algunos creen que nos amenaza el agotamiento de ciertos elementos naturales básicos", sostiene Savater. En este contexto, a pesar del confort y del disfrute de algunos, sus vidas se supeditan al mero consumo de novedades que les nublan el conocimiento de sí mismos y el de los demás. "El capitalismo está avanzando hacia la derrota final tanto en términos materiales como en el plano ideal. Cuanto mayor se torna la brutalidad con la que esta forma de reproducción convertida en modelo social universal devasta al mundo, más se va infligiendo golpes a sí misma y más va minando su propia existencia" (Razón Sangrienta, de Robert Kurz)

El advenimiento de la sociedad tecnológica científica ofrece a la humanidad un nuevo sentido de orientación "despertando la conciencia de que el verdadero camino de la existencia no se consigue en buscar la guerra sino en promover la paz, no el precipitar el conflicto sino en promover la cooperación", sostiene Young Seek Choue en su libro La Ciudadanía Mundial. Por su parte, Matilde Niel, en un ensayo (La fenomenología de la tecnología. ¿La liberación o la enajenación del hombre?) publicado en ese libro, afirma que "la tecnología sería inofensiva, o inclusive benéfica, si la usaran los hombres liberados de sus pasiones; pero empleada por el hombre enajenado, amenaza la existencia del individuo, de la civilización y la propia especie humana". Ese hombre enajenado o alienado jamás logra ser él mismo, no vive el presente, no piensa ni actúa por sí mismo, ignora cómo vivir, necesita siempre a alguien a quien adorar, o servir, u odiar o combatir. "El hombre enajenado –señala Niel- se halla tenso, en trance de batalla, violento; es estrecho, intolerante, autoritario, pusilánime ante la autoridad, receloso de pensar o actuar como los demás, desconfiado y conformista".

Sin que se pretenda desconocer que la tecnología ha mejorado la calidad de vida con el alivio y curación de enfermedades, la facilidad para ejecutar algunas actividades y la prolongación de la vida, entre muchos otros beneficios, ésta ha contribuido a la enajenación del hombre y no a su liberación. La civilización materialista está arrojando al individuo fuera de la sociedad, es un ser alienado, enajenado. Alienado por el poder tecnológico y consumista, el sujeto desea, espera, desespera, adora y menosprecia. La alienación humana es menos un estado objetivo de vida que un sentimiento de disociación del mundo en conjunto: la idea de que el hombre ha perdido su identidad o autoconciencia es importante para la definición de alienación. Este desencanto aumenta con la evidencia de que gran parte del trabajo, hoy en día no tiene una gran importancia social más allá de la extensión del consumismo. La primera ley del capitalismo es crear consumidores.

Seek Choue considera que el avance científico, además del ateísmo y la rebeldía sin causa de la juventud, ha traído como consecuencia que muchos jóvenes se entreguen desesperadamente a la drogadicción y al placer sensorial como forma de escapismo, "revelando de tal modo otro aspecto trágico de la moderna civilización materialista". Por eso propone enseñar a los jóvenes "que una sola parte no constituye el todo, y que la destrucción por sí misma no puede crear automáticamente nada nuevo… deberíamos esforzarnos por medio de la educación por inculcarles una filosofía sana de la vida, una sólida conciencia histórica, patrones elevados de valoración, y también un sentido de la misión que tienen de mejorar la sociedad humana".

Pero ¿son buenos o malos los avances tecnológicos? Ambos juicios están justificados. Ante su desmedido avance ¿qué hacemos? Pienso, junto con grandes intelectuales, como Fernando Savater, que buena o mala es muy poco lo que se puede hacer para remediar la deshumanización, "porque parece que la técnica se despliega y multiplica a pesar de nosotros, aunque impulsada por nuestros anhelos y codicias. Se diría que cabalgamos sobre un tigre del que ya no podremos bajarnos sin ser inmediatamente devorados por él". Oswald Spengler sostiene, en este sentido, que una vez emprendido el camino de la técnica no podremos detenernos porque, alimentándonos con máquinas, se nos despierta el apetito de otras nuevas y debemos resignarnos a que "cada invención contenga la posibilidad y necesidad de nuevas invenciones, de cada deseo cumplido despierte otros mil deseos y cada triunfo logrado sobre la naturaleza estimule a nuevos y mayores éxitos", sostiene en su libro "El Hombre y la Técnica". Y esta especie de resignación parece hacerse más aceptable tras la afirmación de Martín Heidegger, quien piensa que no hay grandeza ninguna en el destino que nos espera, sino más bien la desesperación de olvidar en la sociedad masificada y consumista las preguntas esenciales de la vida.

Las ideologías, mal interpretadas, comprendidas y asumidas, generan violencia tal como lo ha demostrado la historia. ¿Qué es ideología? Ideología es un conjunto de ideas que forman un todo; este todo puede ser un sistema, una teoría. La ideología, entendida como un sistema de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos), dotado de una existencia y de un papel histórico en el seno de una sociedad dada, adolece de defectos y cumple funciones negativas: complejos de superioridad (sentirse los mejores, menospreciando a los demás), ortodoxia (espíritu estrecho de intolerancia) y mesianismo (sentirse con una misión especial que cumplir). Las ideas despiertan simpatías o antipatías, esperanzas o temores. Quien pretende imponer una ideología busca todos los medios a su alcance, valiéndose inclusive del misticismo, el fanatismo, la violencia, como ocurre en nuestro país por las ideologías de izquierda o de derecha, y en este momento ya no es ciencia ni filosofía. La ideología tiene efectos alienadores, masificadores y cosificadores. La alienación, o pérdida del dominio del hombre sobre su ser y pensar, impide que el hombre controle las cosas, porque éstas tratan de controlarlo. La masificación desfigura la realidad, y presenta sus verdades como absolutas. La cosificación tiende a convertir a la persona en una cosa. La ideología se mueve en los planos anticientífico, seudocientífico y precientífico. Desde el momento en que la ideología aliena al hombre, lo ciega respecto al verdadero contenido de la ciencia, y de la filosofía y así lo esclaviza; la habilidad intelectual dialéctica del ideólogo es el arma fundamental para imponer las ideologías, los fanatismos políticos, religiosos e idealistas con los que más funestas consecuencias han traído a la humanidad, como está ocurriendo actualmente en el medio oriente, mundo de guerra por fanatismos religiosos. La ideología, como todo lo humano, es ambivalente: buena o mala según la medida de las cosas, viciada de nulidad.

De las ideas y la pluma de grandes intelectuales como Marx, Lennin, Trotsku y otros han surgido "mares de sangre", aunque ellos, por naturaleza, no fueron personas malvadas o violentas. Muchos hombres, de mediana inteligencia, que gracias a algunas ideologías han conseguido el poder político, se han convertido en intolerantes, tiranos, totalitaristas e intransigentes, como Mussolini, Stalin, Hitler, Mao Tse-Tung, Franco, Ayatola Khomeini, Pol Pot, Sadam Hussein y Amín Dada, entre otros. Así, se concluye que el poder es otra fuente de violencia, y como vivos y conocidos ejemplos podemos citar a los tiranos antiguos, algunos emperadores romanos, reyes y reyezuelos antiguos, medievales y modernos, y dictadores contemporáneos.

APROXIMACIÓN A LA EXPLICACIÓN SOBRE LAS ACTITUDES VIOLENTAS O AGRESIVAS

Son múltiples y variadas las posibles causas de la agresividad y de la violencia. Según el informe "Forensis" (1999), del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, de Colombia, citado por Jorge Alcalde, se puede asegurar que "hay muchas clases de violencia y muchas causas o móviles". El homicidio, las lesiones personales, la violencia intrafamiliar y el delito sexual aparecen como las principales causas de violencia. El homicidio, la forma más conocida de violencia, lo define el informe como "la acción intencional provocada por otros, que causa la muerte de una persona". A pesar del surgimiento de nuevos escenarios de violencia por parte de la disputa ejército-guerrilla-autodefensas-narcotráfico-delincuencia organizada, "el enfrentamiento armado sólo corresponde al 10% de los casos, mientras que el ajuste de cuentas, las riñas y los atracos agrupan el mayor porcentaje", precisa el informe. Las lesiones personales, consideradas como "los daños en el cuerpo o en la salud, de características no fatales", se generan en la migración masiva y las relaciones sociales inestables. "El temor frente a la inestabilidad y la ruptura de los vínculos -sostiene el informe-, hacen que se rechacen cualquier conflicto y expresión de hostilidad acumulada con relación al otro, llegando al uso de la fuerza para negar este conflicto". La violencia intrafamiliar, que es un fenómeno de raíces culturales, Forensis la define como "toda acción u omisión cometida por algún miembro de la familia, con relación de poder, que perjudique el bienestar, la integridad física, psicológica o la libertad o el derecho al pleno desarrollo de un miembro de la familia, sin importar el espacio físico donde ocurra". El delito sexual "está constituido por actos o amenazas que atenten contra la dignidad y la libertad sexual de una persona, ejercidos mediante el uso de la fuerza física o engaño con el propósito de imponer una conducta sexual en contra de la propia voluntad", precisa Forensis. El informe señala que este tipo de violencia se presenta como violación, abuso sexual, pornografía, prostitución infantil, prostitución forzada, trata de personas, proxenitismo, la oposición a la anticoncepción, al embarazo o el aborto forzado.

Ante la abrumadora, patética y evidente realidad, surge la pregunta de ¿por qué algunas personas son violentas? Es posible que nunca se sepa, dada su intrincada complejidad, o que sea más sencillo de lo que se supone. Pero muchos colombianos, de aquellos que no les gusta profundizar en el porqué de las cosas, están convencidos que la problemática violenta es causada principalmente por el desempleo, la falta de participación, la carencia de oportunidades, la embriaguez, la drogadicción, el maltrato familiar y otras vivencias cotidianas.

Es probable que muchos ignoren que el comportamiento violento hunde sus profundas raíces en componentes insondables de la personalidad humana, estudiados por la sociología, la psicología, la psiquiatría, la antropología, la medicina forense, la neurología, la fisiología, la criminología, la filosofía y el derecho, entre otras ciencias.

Algunos desconocen que la persona, además de ser un ser social, es un ser biológico. El filósofo Luis José González Álvarez, en su libro "Ética Latinoamericana", nos dice que "en la conducta humana también influyen la estructura superior de la personalidad (inteligencia y voluntad), el fondo endotímico (estados de ánimo, vivencias emocionales, instintos y tendencias) y el fondo vital (sistema óseo, muscular, endocrino, nervioso, sensorial, digestivo, excretor, reproductor, respiratorio y circulatorio). Todo esto tiene que ver con la estructura biopsíquica de la persona, es decir, con lo afectivo (emociones: pasiones y sentimientos), intelictivo y volitivo. El obrar humano no es sólo inteligencia y voluntad: también es sentimiento, y muchas veces predomina el sentimiento sobre el entendimiento".

González Álvarez sostiene que "en la conducta del hombre también influyen las bases biológicas del comportamiento, porque nuestra comprensión del comportamiento humano no puede ser completa si no conocemos los fundamentos del cerebro y del resto del sistema nervioso. Nuestro comportamiento (conductas, estados de ánimo, motivaciones, percepciones, sentimientos, pensamientos, memoria y actividades biológicas) está muy relacionado con nuestra conformación biológica".

Según Freud, la persona también es un ser biopsicosocial, por lo cual su estilo de vida depende, además de la voluntad, de las circunstancias del entorno. Es por eso que las condiciones hacen a los hombres. "Nunca la humanidad alcanzó las condiciones humanas que la protejan del miedo, del odio, la cólera, el aburrimiento que genera lo que hoy se ha llamado angustia vital. De allí que se hace imperiosa la necesidad de tener siempre presente que el ser humano posee una trilogía indestructible e invalorable, la que va a darnos la manera de vivir: es un ser biopsicosocial. Es decir, que su estilo de vida o manera de vivir no depende únicamente de su voluntad, sino también de las circunstancias que moldean al individuo, que lo acogen en un momento dado y de las que lo recibirán en el futuro", aclara Beatriz Díaz de Narváez en el prólogo de un texto sobre conferencias de Freud en los Estados Unidos publicado bajo el título de Los Sueños y el Psicoanálisis.

En el comportamiento humano o en los actos humanos también influyen los trastornos de la personalidad: Esquizoide, Paranoide, Narcisista y Antisocial. El sicólogo Charles G. Morris, en su libro "Psicología, un Nuevo Enfoque", al respecto sostiene lo siguiente:

"El Esquizoide consiste en un patrón de conducta en que el sujeto se muestra aislado y sin consideración por los demás. Se caracteriza por una conducta excéntrica. La persona no tiene capacidad o deseo de formar relaciones sociales ni sentimientos de afecto o ternura. Es solitaria e incapaz de expresar sus sentimientos y los demás la juzgan fría, distante y carente de sentimientos… El Paranoide consiste en un patrón de conducta en que una persona es demasiado suspicaz y desconfía de los demás. Es cautelosa, reservada, intrigante, discutidora e insincera, aunque a menudo se considere persona objetiva y flexible… El Narcisista consiste en un patrón de conducta en que el individuo tiene un exagerado sentido de su importancia personal y necesita una admiración constante. Se caracteriza por una conducta exagerada, emocional o errática… El Antisocial consiste en un patrón de conducta violenta, criminal, inmoral o explosiva y en la incapacidad de sentir afecto por los demás. Anteriormente se les llamaba sociópatas o psicópatas. Mienten, roban, engañan y muestran poco o ningún sentido de responsabilidad, aunque suelen ser inteligentes y agradables a primera vista. Algunos son estafadores, criminales, impostores, fementidos, espurios, socaliñeros, locuaces, etcétera. La personalidad antisocial rara vez muestra el menor vestigio de ansiedad o sentimiento de culpabilidad por sus actos. Acusan a la sociedad o a sus víctimas por las acciones antisociales que cometen. Se cree que se origina por una privación emocional en la niñez".

La locura también influye en el comportamiento humano, y a veces se expresa en forma violenta. Es importante aclarar que aquí se trata de la locura como aquel estado en que una persona pierde la prueba de realidad, se aleja de los patrones del aquí y del ahora, no puede distinguir lo interno de lo externo y, en forma irreversible, se aleja del principio consensual de realidad.

En el comportamiento también influyen el carácter y el temperamento. El carácter –explican los expertos- es el conjunto o trama de cualidades psíquicas que dan especificidad al modo de ser de un individuo; el conjunto de disposiciones reflejado en las cualidades que determinan el modo de adaptación a la vida de un individuo, su conducta responsable y sus valores. Es la marca o sello de un hombre, su conjunto o configuración de características, su estilo de vida. Alfred Adler da mucha importancia a la niñez temprana en la formación del carácter. Destaca la existencia universal de sentimientos de inferioridad. En virtud de su pequeñez e impotencia, el niño inevitablemente se considera inferior a las figuras adultas.

El temperamento, en concepto de los sicólogos, se refiere a los fenómenos característicos de la naturaleza emocional de un individuo, incluyendo su susceptibilidad a la estimulación emocional, la fuerza y la velocidad con que acostumbran a producirse las respuestas, su estado de humor preponderante y todas las peculiaridades de fluctuación e intensidad de el estado de humor, considerándose estos fenómenos como dependientes, en gran parte, de la estructura constitucional y predominantemente hereditario.

Los agentes socializadores: la familia, la escuela, las personas de su edad, los medios de información y la religión también influyen profundamente en la configuración de nuestro comportamiento.

El respeto a los demás es el fundamento del código social moderno; pero si no podemos ver las cosas desde el punto de vista del otro, las reglas sobre lo que es lícito y lo que está prohibido parecerán una mera afirmación del poder de los adultos; por tanto, pueden transgredirse en cuanto sea posible. Lemos Simmonds sostiene que por la dinámica violenta, "el prójimo no nos interesa ni para mal ni para bien, así que nos hemos acostumbrado a interiorizar nuestros conflictos y a guerrear con el hermano. Vivimos en un pequeño limbo sangriento entregados a la violencia intertribal, porque nunca conocimos otra distinta". Hacemos énfasis en el respeto, ya que éste es un pilar fundamental para la convivencia, debido a que "el respeto por la vida –señala Fromm-, tanto la de otros como la propia, es el concomitante del proceso de la vida y condición para la salud psíquica".

Los valores también influyen profundamente en el comportamiento, por cuanto quien interioriza el respeto, la vida y la libertad como valores supremos, es muy posible que difícilmente se involucre en la práctica de conductas violentas o agresivas que pueden dañar a las personas, porque, antes de proceder de esta manera, sus principios o sus ideales le permitirán reflexionar sobre la responsabilidad de sus actos.

La concepción judeocristiana, que impera en Occidente, precisa que el hombre es violento porque no teme, ni respeta y vive alejado de Dios. En consecuencia, muchos aseguran que la violencia se debe a que ya no "respetamos" o "tememos" a Dios, a que nos olvidados de Dios. Por más que respetemos, temamos y recordemos a Dios, ningún esfuerzo, por más ético y moral que sea, nos librará definitivamente de la violencia, posibilidad siempre abierta a la libertad humana y favorecida por estructuras socioeconómicas aberrantes. Antes, cuando todavía no "nos habíamos olvidado de Dios", ¿no existía violencia? ¿Acaso épocas profundamente influenciadas por la creencia en Dios, no fueran afectadas por la violencia? Con Dios o sin Dios siempre ha habido y habrá violencia.

Según Pascal, el "pecado original", aquella falta originaria, producto de libre determinación, provocó la expulsión y abocó al hombrea al castigo de la muerte ye el error, es el responsable de que la humanidad sea infeliz, torpe, limitada, miserable, falsa, frágil, vana, viciosa, imperfecta, mediocre, vacía y se equivoque. Como hemos sido expulsados del a perfección, el pecado original es condición deplorable que nos compete a todos y nos hunde en la miseria. La corrupción original, el primer pecado que nos aleja del estado de perfección, determina nuestros esfuerzos por ser felices. Aunque se trata de un planteamiento muy respetable, éste no podría ser una respuesta a la explicación sobre la actitud violenta. El filósofo británico Bertrand Russel, al contrario de Pascal, sostiene que es la concepción del pecado original lo que nos hace infelices.

Los seguidores del hinduismo, que impera en la India y gran parte de Oriente, sostienen que los apegos materiales son causantes de nuestras frustraciones; por lo tanto, permanecemos en conflicto interno, lo que se manifiesta en guerras, terrorismo, angustia, ansiedad y toda clase de enfermedades mentales.

La filosofía y la ciencia han intentado indagar y explicar las causas de la violencia y, en general, de la actitud beligerante y agresiva.

A. Explicaciones desde el punto de vista filosófico

Para muchos filósofos, la razón, la inteligencia, el espíritu, es el principio regulador de la conducta humana; otros, por el contrario, sostienen que el ese regulador es el instinto, lo inconsciente, lo irracional. Entre los primeros encontramos a Sócrates (uno de los primeros pensadores que se interesó por estudiar racionalmente la conducta del hombre), Platón, Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás de Aquino; entre los segundos se pueden citar a Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Schopenhauer, Feurbach, Marx, Nietzsche, Freud, Lorente y Skiner. Más adelante desarrollaré, sucitamente, algunos de sus teorías al respecto.

Según algunos pensadores, los pueblos antiguos vivían en permanente estado de guerra como condición vital, como una actividad "natural", por cuando su vida, libertad, pertenencias y territorios dependían de la valentía con que los defendían. Su vida tenía "sentido" si estaban preparados para "guerrear", ya fuera para defenderse o para atacar en procura de riqueza material y poder total sobre los lugares "conquistados".

Los antiguos griegos, forjadores de las bases que apuntalan gran parte de nuestra tradición occidental, trataban de seguir las "orientaciones" de sus dioses tradicionales, que jugaban con el destino de los hombres. Los dioses decidían el destino de los hombres, y éstos no eran más que simples juguetes para satisfacer los caprichos de los dioses. Los dioses intervenían en el destino del hombre, pues eran éstos quienes decidían quién combatía y quién moría en éste. Estos dioses los enfrentaban en absurdas disputas, en donde morían o padecían sólo por capricho de éstos. El determinismo de los dioses tradicionales condicionaba la percepción de un mundo caótico e irracional y no la de un cosmos ordenado y racional. Los dioses griegos, recreados por los poetas Hesíodo y Homero, fueron duramente cuestionados por algunos filósofos antiguos. Jenófones criticó de manera virulenta a la religión tradicional y a sus dioses, afirmando que estos poetas atribuyeron a los dioses todo lo que es reprensible y sin decoro, y contaron sus malvados y detestables procedimientos: robar, adulterar y engañar. Según Platón, Hesíodo y Homero engañan al espíritu con la relación de hechos vergonzosos y mezquinos. Séneca criticaba a los sabios que culpaban a los dioses como responsables de los desastres y fenómenos naturales. Afirmaba que en los tiempos griegos, como en los del Imperio Romano, el gran vulgo no respetaba otra razón que la del miedo y la aparente arbitrariedad y torpeza de Júpiter. Los sabios "consideraron que el miedo era necesario para poner un freno a la ignorancia, y quisieron que el hombre temiera a un se superior a él… Y para aterrar a aquellos que sólo por temor se abstienen del mal, hicieron cernerse sobre nosotros un Dios vengador y armado constantemente", aclara en su libro "Cuestiones Naturales".

La filosofía nos muestra cómo la orientación ética y moral de cada persona o grupo social determinan algunos comportamientos. Calicles sostenía que los poderosos se imponen y que la benevolencia y la rectitud no son virtudes naturales, porque la naturaleza se guía por la ley del más fuerte. Planteaba que las reglas morales no son sino el refugio de los débiles ante el temor que estos tienen de los hombres decididos y valientes. Los valientes son los que no se dejan impresionar por el dictado de la mayoría y los que, cuando toman conciencia de su propio poder, son capaces de acciones grandes. Este pensador griego, que resulta audazmente moderno, sostiene que las reglas morales no son sino el refugio de los débiles ante el temor que estos tienen de los hombres decididos y valientes. Los valientes son los que no se dejan impresionar por el dictado de la mayoría y los que, cuando toman conciencia de su propio poder, son capaces de acciones grandes. Afirmaciones como la de que todos somos iguales y la que la moderación sea una virtud no tienen asidero en la realidad. Los débiles están hechos para ser mandados por los fuertes. Los más fuertes e inteligentes tienen derecho a dominar al resto de los hombres y a poseer las mayores riquezas. Están mejor quienes hacen el mal que quienes lo sufren. "El mejor, el poderoso, debe mandar en política, haciendo lo que quiera en todos los campos, sin escrúpulos; mientras tenga el poder debe darse la gran vida ayudando a sus amigos y molestando a sus enemigos, dando rienda suelta a sus apetitos y no parándose en nada que se oponga a su satisfacción", señala Reynaldo Suárez Diaz en su libro "El Mundo de la Filosofía". La felicidad se consigue con la lujuria, la intemperancia y la licencia; quien predique y practique lo contrario vive de convencionalismos en contra de la naturaleza, es un débil y un resentido.

En concepto de Fernando Savater, "la santísima trinidad (los ideales de excelencia) platónica está conformada por el Bien, la Verdad y la Belleza y pertenece a un orden ideal más allá de este mundo; pero la tríada infernal que parece en cambio presidir nuestros conflictos terrenales está constituida por el mal, lo falso y lo feo".

Aristóteles concebía al hombre como un ser racional, es decir, con dos tendencias: instintos, aspiraciones y motivaciones animales y naturales. Pensaba que es la unidad de dos fuerzas antagónicas: sujeto al impulso animal, al instinto, y sujeto a la razón, al espíritu. Le asignaba la primacía al factor racional, "al alma sobre el cuerpo, e indica que la dignidad humana radica en su racionalidad, acentuando en esta forma la desvalorización del impulso animal y del cuerpo", precisa el antropólogo colombiano Ángel María Sopó en el libro "Antropología". Según Aristóteles, el hombre es un ser con pasiones irracionales, pero su alma las regula. "Las inclinaciones naturales, los deseos y pasiones, como la avaricia y el orgullo conducen a la destrucción de la ciudad, mientras que la acción regida por la decisión libre y racional, permite la existencia de la ciudad y señorear sobre las cosas de acuerdo al orden natural", agrega Sopó. El hombre aristotélico, como compuesto de cuerpo y alma, está dotado de apetito y razón. "Siendo el animal más acabado y perfecto de la naturaleza, es, sin embargo, el animal más peligroso y el peor de todos, cuando se aparta de la ley y de la justicia", precisa Sopó. El escritor ruso Fiódor Mijáilovich Dostoievski, en su profunda búsqueda dentro del alma humana, nos dice que "se habla a veces de la fiera crueldad del hombre, pero esto es terriblemente injusto y ofensivo para las fieras; una fiera no puede ser nunca tan cruel como el hombre, tan artística y refinadamente cruel" (Los hermanos Karamázov). El filósofo francés Montaigne se preguntaba si habría algo más ridículo que esa miserable criatura (el hombre), "quien lejos de ser dueña de sí misma, se halla sometida a la injuria de todas las cosas, se llame a sí misma dueña y emperatriz del mundo, cuando carece de poder para conocer la parte más íntima, y no digamos para gobernar el conjunto". El catedrático Jaime Luis Gutiérrez Giraldo, en su libro Cavilaciones, sostiene que "somos la especie más cruel y despiadada que jamás haya existido sobre la tierra".

Los estoicos recomiendan vivir de acuerdo con la naturaleza, controlando sus pasiones y respetando al prójimo.

San Agustín sostiene que en el mundo existe el mal. Trapicerías, mentiras, trampas, violencia y engaños prueban la existencia del mal. "En el hombre hay algo podrido, su voluntad es impotente por naturaleza". En su obra Confesiones afirma que el dolor, enfermedad, catástrofes, corrupción hablan de la presencia permanente y avasalladora de la maldad el universo conocido. Así, aquella disposición anómala de carácter que empuja a un individuo particular a la incontinencia, el vicio y el crimen, no lo involucra sólo a él, ni en él se genera o puede controlarse. Es un principio universal, autónomo, poderoso.

Nicolás Maquiavelo sostiene en El Príncipe que la unidad del Estado no proviene de la Iglesia, sino del poder secular y en especial de un príncipe poderoso y absoluto, que sabe hacerse temer sin hacerse odiar y sabe que por cualquier medio se puede afianzar y mantenerse en el poder. "Zorro y león al mismo tiempo, el príncipe no puede ser débil; lo único que debe importarle es afianzarse en el poder sin reparar en lo justo o injusto, bondadoso o cruel, alabable o vituperable", explica Suárez Díaz. "El fin justifica los medios", es la divisa maquiavélica.

El citado Rafael Méndez, analizando la obra de Maquiavelo, sostiene que el príncipe deberá ser extremadamente riguroso y cruel. "Todos los tribunos, sus mujeres y sus familias deben morir, y el resto de la población ha de ser obligada a la disposición y abocada a la pugna intestina y al mutuo resentimiento. Cualquier extremo es válido, pues la situación es de una claridad meridiana: o sobrevive el príncipe usurpador, o sobrevive la república; la vida de uno es la muerte del otro".

Según Nicolás Maquiavelo, el hombre es malo por naturaleza. La concepción antropológica de este pensador florentino parte de que "la naturaleza humana no responde a los altos ideales propuestos por la moral, porque los hombres se revelan en su cotidianidad malvados, desagradecidos, veleidosos, propensos a la simulación y al disimulo, temerosos del peligro, ansiosos de ganancias que olvidan más rápido la muerte de su padre que la pérdida de su herencia", sostiene Sopó. El pensador florentino plantea que el hombre es mediocre, perezoso, cobarde, tonto, falso, torpe, avaro y egoísta. Maquiavelo afirma que el hombre nace y muere de acuerdo con su orden invariable. Su naturaleza siempre está impulsada por los mismos intereses y las mismas pasiones, el amor al poder o ambición y el amor a las cosas o codicia. De acuerdo con el pensamiento maquiavélico, el hombre es un ser naturalmente malo, sujeto a las pasiones y dispuesto a satisfacer sus apetitos insaciables. Como los hombres desean poseerlo todo y sólo pueden obtener poca cosa, se origina así un estado natural de violencia.

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