En su obra "Cartas a Elpidio sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo en sus relaciones con la sociedad", publicada en New York en 1835, se revelan, quizás como en ninguna otra, los valores contenidos en su pensamiento, matizados de una eticidad rayana en el más puro estoicismo cristiano, lo que le adjudica a Varela, un papel singular en su magisterio como constructor de virtudes. En la misma, inspirado en su fe religiosa, que concita y estimula su ideario ético-patriótico, surge lo simbólico, como trashumante indicio de un significado trascendente para la conducta humana, particularmente de los jóvenes.
En la misma valora el presente de su tiempo y parece vaticinar tiempos futuros, donde la coexistencia de maldades y virtudes, acompañan la acción humana. Al respecto afirma como " recorriendo al través de los siglos los anales de los pueblos, el orbe nos presenta un inmenso campo de horror y de exterminio, donde el tiempo ha dejado algunos monumentos para testimonio eterno de su poder asolador y humillación de los soberbios mortales. Mas, entre tantas ruinas espantosas, se descubren varios puntos brillantísimos, que jamás oscurecieron las sombras de la muerte: vense, querido Elpidio, los sepulcros de los justos, que encierran las reliquias de aquellos templos de sus almas puras, que volaron al centro de la verdad; cuyo amor fue su norma y por cuyo influjo vivieron siempre unidos y tranquilos. Sobre las losas que cubren estos sagrarios de la virtud, resuelven sus imitadores el gran problema de la felicidad y arrojan miradas de compasión sobre los que, fascinados por míseras pasiones, corren tras sombras falaces, y, burlados, se dividen; divididos, se odian, y odiados, se destruyen". (18)
Y al reflexionar sobre el supuesto origen divino de las monarquías o del que se infiere, cualquier despotismo, con visos de republicanismo, como " entre otras doctrinas escandalosas, ¿no has oído, mi Elpidio, sí, no has oído la blasfemia moral y política de que los reyes son señores de vidas y haciendas? Lo son, sin duda, respecto a los delincuentes, y entonces es la ley la señora de esas vidas y de esas haciendas, cuyos indignos poseedores castiga justamente; mas creer que los reyes pueden matar cuando les dé gana y coger la propiedad que mejor les parezca, es un error funesto, que tiene su origen en la más horrenda superstición. Para sostener este absurdo han procurado los supersticiosos llamar a los reyes Dioses sobre la tierra y por una sacrílega analogía han dicho que en virtud de tales participan del poder del Dios del cielo, y como la vida y los bienes son dones gratuitos del Ser Infinito, quieren que también lo sean de sus vicegerentes terrenos. Parece, pues que estos ilusos llevan su locura hasta el punto de pensar que es un favor de los reyes dejar que vivan sus súbditos y permitirles asimismo que posean". (19)
Traspolando sentidos, a la actualidad enajenante de no pocos países, autoproclamados impúdicamente como supuestos paradigmas, da argumentos para fustigar la politiquería, boyante y próspera, en tantos mítines electoreros, retóricos y vacíos, expresión de la pregonada democracia representativa, al afirmar como ." los políticos siempre quedan boyantes en el naufragio de la patria y viven con todos los partidos, sin que se ruboricen de ello, antes fundan su gloria en este cálculo si lo sanciona el buen éxito. No extrañes, pues, que aun los más despreocupados fomentan la superstición y se valgan de ella para sus intentos. Aún van más adelante los políticos, pues con oprobio de la naturaleza y de la religión, procuran hacer creer que el mal es inevitable, pero al mismo tiempo muy útil y aun necesario, pues sin la superstición es imposible gobernar los pueblos. Para esto exageran la ignorancia de la plebe y el peligro en instruirla. Confiesan la necesidad de la religión, pero al mismo tiempo dicen que es una quimera pretender que la muchedumbre bárbara pueda conservarla en su pureza. Pretenden igualmente que la superstición es mucho más análoga al carácter del vulgo y que por tanto conviene fomentarla y protegerla como medio de manejar una gente indómita. Para ponerse a cubierto lamentan la necesidad en que se ven de operar de un modo abominable y ridículo; protestan que sus deseos son destruir la superstición y con éstas y otras ficciones consiguen su intento, que es gobernar sin leyes y con buena reputación. Hacen el papel de llorones y nada fuera si con su hipocresía no produjesen males enormes, que son causa de muchas lágrimas justamente derramadas". (20)
Anticipador de momentos, incluso más allá de lo supuestamente posible, consustancial a la época que le toca vivir, desbroza caminos al conocimiento, intuye la independencia política como única solución a los males de su patria, condena bajezas en los viles y exalta virtudes en los dignos. Promotor del patriotismo en las nuevas generaciones, es su única aspiración de resaltar, como reclamase Martí, muchos años después, en la utilidad de la virtud.
1,3.- Francisco de Arango y Parreño (1765-1837)
" Que todo lo que del extranjero necesite una nación lo busque por aquel medio que le sea menos costoso".
Entre las personalidades más relevantes del reformismo liberal cubano de fines del siglo XVIII y primeras décadas del XIX va a descollar, en el área de los estudios económicos, quien refleja en sus ideas, el singular a la vez que complejo contexto económico, político y socio cultural que le toca vivir. Ideólogo por excelencia de su clase, los ricos hacendados azucareros, argumenta de forma brillante en diversos documentos y discursos, acerca de la necesidad de cambios en la estructura de la economía en la colonia, sin afanes independentistas, sino como integrante de la siempre inestable y coyuntural alianza construida entre el sector privilegiado conformado por la naciente oligarquía esclavista azucarera cubana y los representantes del aparato político-económico implantado en la entonces colonia por la metrópoli. A su acertada previsión acerca de que, tras la ruina de la industria azucarera y cafetalera en la vecina Haití, ello reportaría el auge de la economía de plantación en Cuba, en beneficio de su clase, deben sumársele sus propuestas de cambios tecnológicos en la industria; selección de mejores variedades de semillas cañeras; su infatigable actividad ante las autoridades coloniales por lograr una amplia libertad de comercio y disminución de los gravámenes desestimuladores para el mismo; la eliminación de los monopolios en el tráfico mercantil; garantizar e incluso ampliar la trata de esclavos como fuerza insustituible en la época para el auge de la economía cubana; la diversificación de las exportaciones mediante el incremento de los pequeños productores rurales, mediante las facilidades a la inmigración blanca, entre otras. Este constituye un claro exponente, si alguien aún dudase, del componente clasista de la ética. Mientras Agustín Caballero, es capaz de juzgar moralmente, aunque de cierta forma vergonzante, a la esclavitud, sin renunciar a su práctica como un mal necesario; a la vez que Varela, abraza las posiciones abolicionistas, con una reflexión argumentativa más amplia y coherente, éticamente irreprochable, Arango propugna su incremento, en aras del beneficio de los privilegiados y ricos hacendados. Paralelamente a que Varela llega al convencimiento de que la independencia es el único camino viable para nuestros males, Arango no abandona sus posiciones reformistas, si bien es cierto que con una sumatoria de creciente influencia del cada vez más en boga liberalismo burgués. No obstante, este no deja de aportar a la formación de nuestra identidad cultural y nacional, al ser capaz de discernir entre los intereses y privilegios de la burocracia monopolizadora del comercio, en la península y los de los ricos hacendados, que desempeñan un papel protagónico en la estructura socio-clasista colonial, en constante búsqueda de legitimar espacios de decisión económica, propiciadores del incremento de mayores ganancias y más favorecedores privilegios. Todo ello sin duda, expresión del gradual tránsito del criollismo a la cubanía. La clase que este representa, en el contexto de la época, con una clase obrera casi inexistente y un incipiente campesinado, secuelas del sistema de plantación, marca el derrotero de la producción espiritual predominante y de la intelectualidad a que da origen. Al defender sus intereses, en contraposición a los propios de los naturales de la península, que ejercen el monopolio del comercio de importación y exportación, meros secuestradores de fabulosas ganancias, los hacendados criollos, definitivamente arraigados al suelo que los vio nacer, propician la formación de una nueva identidad, cualificadora de diferentes expectativas.
Abogado y economista. Figura de relieve en la vida política y económica de Cuba en su época. Nace en La Habana, el 22 de mayo de 1765. Baluarte del reformismo liberal, quien combinó con gran acierto en su discurso político la aplicación de la ciencia a la economía, una muestra de lo cual es su famoso discurso sobre la Agricultura de La Habana y medios de fomentarla. Cursa sus estudios de humanidades en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio. En 1781 ingresa en la Facultad de Leyes, de la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana, donde obtiene el título de bachiller en Derecho Civil (1786). Viaja a Santo Domingo, donde se destaca en la Audiencia como orador y jurista. Tras su regreso a La Habana, embarca hacia España en 1787 e ingresa en la Real Academia de Derecho Patrio y Común de Madrid, donde continúa estudios, graduándose de abogado en la Universidad de Madrid, en 1789. En 1788 es nombrado principal apoderado del Ayuntamiento de La Habana ante el gobierno de Madrid. Se le nombra oidor de la Audiencia de Santo Domingo (1793). En 1794 se le nombra síndico perpetuo del Real Consulado de Agricultura y Comercio, instalado en 1795 y creado a instancia suya, donde despliega una importante actividad, tanto en el terreno económico como en el social. Recorre Europa para hacer estudios de economía. Regresa a Cuba e ingresa en la Real Sociedad Patriótica de la Habana, de la que ejerce como director (1797 – 1798) y más tarde socio de honor. Forma parte de la comisión encargada de redactar y administrar el Papel Periódico de la Habana desde que comienza su publicación en 1792 bajo el patrocinio de la Real Sociedad Patriótica. Resulta una figura de primer orden en la vida política de la Isla en aquella etapa, lo cual se evidencia en las múltiples actividades que despliega en pro del desarrollo económico y social Se desempeña como primer síndico del Real Consulado (1793), y como asesor del Tribunal de Alzadas. Se le nombra oidor honorario de la Audiencia de México (1810). En 1811 se le conceden los honores de ministro del Supremo Consejo de Indias y en 1812 resulta electo Diputado a Cortes, y ministro de la Junta Central, por la Diputación Provincial. Ejerce las funciones de consejero del Consejo de Indias y de miembro de la Junta Real para la Pacificación de las Américas, durante 1816. Árbitro de la Comisión Mixta (1819) que se ocuparía de la cuestión de la trata de esclavos. En 1825 se le otorga la comisión de redactar el plan de estudios que debe regir en la Isla. Recibe el título de prócer del Reino en 1834. Fallece en la capital cubana el 21 de marzo de 1837.
La endeblez moral en algunas de las propuestas de Arango, particularmente en las referidas a la continuidad de la infamante esclavitud y a la no menos indigna trata, resultan expresión de la presencia de la pragmática ética practicada por la naciente y sui géneris burguesía esclavista cubana. Tal como este valora en su antológico Discurso de la agricultura en La Habana y medios de fomentarla " la experiencia de tres siglos y la razón antes que ella tienen bien acreditado que los frutos de retorno y no los metales preciosos de las colonias americanas son los que felicitan por infinitos rumbos a sus respectivas Metrópolis. La práctica de esta verdad es la que ocupa ya toda la atención y desvelos de los ilustrados gobiernos. En vano se les ha opuesto la despoblación del terreno que quieren ver cultivado, pues aunque en sus propios dominios no han encontrado para esto los recursos necesarios, o sea, los brazos precisos, las costas occidentales de África allanan este inconveniente abriéndoles un manantial de hombres lo más a propósito para su interesante objeto. Los dinamarqueses, holandeses, portugueses, franceses y con especialidad los ingleses han ocurrido allí a hacer de primera mano este miserable comercio. Nuestra España únicamente se ha abstenido de adoptar ese recurso. ¿Y es porque los tiene en sí para poder suplir esa falta esencialísima? ¡Ojalá!, pero la desgracia es que los suyos son menores comparativamente que los de cualquiera de aquéllas y su necesidad es mayor que las de todas juntas ¿Cómo, pues, la sacamos de semejante embarazo? No se presenta otro medio que el de rescatar los negros de las naciones rivales. Supuesta esta precisión, debe también suponerse que estamos en obligación de hacer efectivo en el caso el canon que nos enseña que todo lo que del extranjero necesite una nación lo busque por aquel medio que le sea menos costoso". (21) Lo que se reitera al expresar como " el magnánimo, el generoso Carlos, conoció con claridad que para efectuar su plan no bastaba que se abriesen nuevos canales a la entrada del numerario. La larga experiencia de sesenta años había hecho ver la insuficiencia de este medio; que el dinero que se da a un pueblo que tiene encadenada su industria, o se estanca o no es más que un metal (inutile pondus), o se escapa de sus manos con la mayor presteza; que con sus negros y su libre comercio habían hecho más en un año los ingleses que nosotros en los sesenta anteriores; y que en fuerza de estas lecciones, todo nuestro asunto se reducía a hacer que los inmensos caudales que iban a entrar en La Habana para la construcción de los cuatro castillos, etc. se empleasen en el cultivo de tierras. Se necesitaba para esto facilitar la entrada de brazos y utensilios, y animar la ambiciosa industria del colono, dando ventajosas salidas a sus frutos. La existencia de estas verdades era incompatible con la de la Compañía exclusiva. Se le dio el golpe mortal; se la desnudó de su privilegio opresor, se abrió un comercio libre y franco entre La Habana y España con derechos moderados, se estableció un correo mensual para su comunicación con la Metrópoli, y se hizo una contrata con ciertas casas para que llevasen negros". (22)
Su singular inteligencia, convincente discurso y amor a la tierra natal, le permite descollar como defensor del progreso de la entonces colonia de Cuba, en los marcos impuestos por la ideología de su clase, que en definitiva, en la época, marca el derrotero de no escasas aspiraciones insulares. Su ideario reformista liberal, alcanzó las cotas permisibles, para la época, en un hombre de su extracción social, que no obstante le tributa al nacimiento de nuestra identidad, en la esfera de la economía.
1,4.- José de la Luz y Caballero (1800-1862)
"Si los hombres influyentes estuvieran permanentemente con la imagen de la moralidad por delante, y por dentro, que los persiguiera como a mí, ¡cuánto ganaría la humanidad!"
Pródigo en virtudes, de cultura enciclopédica, pedagogo por vocación y espíritu, son solo algunas de las cualidades de este digno representante del reformismo liberal cubano. Sin asumir explícitamente posiciones conducentes al independentismo, forjó en la mente de sus alumnos y de su pueblo, la necesidad insaciable de la libertad y el patriotismo.
Continuador de la mejor herencia de sus predecesores, Agustín Caballero y Varela, integra con estos la tríada acertadamente denominada por el Apóstol, de los Padres Fundadores. No obstante este cumple la epopéyica hazaña de aportarle con singular originalidad a través de su ejecutoria pedagógica, la sistemática promoción de su amor a las ciencias, su innovadora visión filosófica, la racionalidad de su pensamiento, su incansable batallar por el perfeccionamiento de la metodología educativa, su apertura a la cultura universal sin nunca renunciar a su previsor electismo. Todos los métodos y ningún método, ese es el método, proclama con sabio discernimiento. Principio que traspolado a su visionaria concepción de lo que acertadamente concibe como tributo al progreso de la patria, permite enriquecer a la vez que preservar el parto conflictivo de nuestra identidad. No obstante, lo que más perdura de su legado es su eticidad, validada en su ejemplo personal, nutrida en su fe religiosa, reconocida por sus deudores morales, incluso sus circunstanciales y liliputienses opositores.
Maestro por excelencia, este nace en La Habana, el 11 de julio de 1800. Hijo de Antonio José María, funcionario y oficial del gobierno colonial, y de Manuela Teresa de Jesús. Procedente de un hogar de propietarios criollos, crece en un ambiente dominado por una educación estricta. La familia era dueña del ingenio San Francisco de Paula y de la hacienda Santa Ana de Aguiar. Al morir el esposo, su madre solicitó de la ayuda de un tío, el presbítero José Agustín Caballero, en lo tocante a la educación de sus hijos, que junto al favorable ambiente cultural y religioso del hogar, propicia las dotes intelectuales y formación de favorables virtudes en el niño, que ya a los doce años estudia latín y filosofía en el convento de San Francisco.
En 1817 se titula de bachiller en filosofía en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana. Tiempo después, las inclinaciones personales y los deseos de la madre y el tío hicieron que iniciara una carrera común a muchos de los vástagos de los hogares criollos adinerados de la época: el sacerdocio. En el Seminario de San Carlos y San Ambrosio se gradúa de bachiller en Leyes. Allí conoce a Félix Varela, del cual recibe clases. Precisamente es en estos años, a través de sus experiencias en el Seminario y de su apertura al espíritu científico renovador del Siglo XVIII europeo, que estudia obras de Locke, Condillac, Rousseau, Newton y Descartes. Igualmente se adhiere a las luchas de Varela y Caballero contra la filosofía y los métodos de enseñanza escolásticos entronizados en las asignaturas y en los planes pedagógicos del Seminario de San Carlos y de todos los centros de enseñanza de la capital, por lo que se vincula a los esfuerzos culturales, científicos y cívicos del Obispo Espada, en quien encuentra un meritorio mentor.
Llega a dominar varios idiomas como el inglés, francés, italiano, alemán, y en 1821 traduce la obra del conde de Volney. Viaja por Egipto y Siria durante los años 1783-1785. Sus conocimientos sobre teología y sobre la vida religiosa propician que se pronuncie repetidamente contra el clero español residente en Cuba. Tal vez fueron estas convicciones las que lo alejaron del claustro religioso y ya en 1824 lo encontramos como director de la Cátedra de Filosofía del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, a la cual accede por medio de pruebas de oposición. Anteriormente, tal responsabilidad había estado en manos de José Antonio Saco, condiscípulo y amigo íntimo de Luz, así como en las del maestro Varela, su fundador.
Desde el comienzo de su actividad como Director de la Cátedra de Filosofía se empeña en aplicar a fondo los conocimientos e ideas de su maestro, Félix Varela. Se hizo famoso, no sólo entre sus admiradores, sino también entre sus detractores, por su fidelidad a la metodología y doctrinas de Varela, al cual, según sus propias palabras, citaba casi diariamente y por cuyos textos se guiaba para impartir las clases.
Utiliza durante su vida varios seudónimos en sus escritos, entre ellos: "Un Habanero", "El Justiciero", "Un Amante de la Verdad" y "El Amigo de la Juventud". Inserto en el llamado reformismo liberal de la primera mitad del siglo XIX, supo sembrar el patriotismo y valores morales en sus alumnos. Fundador de los colegios "Carraguao" y "El Salvador", en los que se formaron notables patriotas quienes participarían posteriormente en las luchas independentistas, desde Rafael María de Mendive hasta Manuel Sanguily. Son notables asimismo sus aportes a la filosofía en Cuba. Martí, quien apreció en alto grado su vida, obra y pensamiento, lo denominó como "Padre fundador". Fallece en La Habana el 22 de junio de 1862.
El mejor homenaje a las virtudes de este hombre extraordinario lo ofrenda nuestro Apóstol José Martí cuando expresa en su crónica "Cartas inéditas de José de la Luz" (1888) como " los cubanos veneran y los americanos todos conocen de fama al hombre santo que domando dolores profundos del alma y el cuerpo, domando la palabra, que pedía por su excelsitud aplausos y auditorio, domando con la fruición del sacrificio todo amor a sí y a las pompas vanas de la vida, nada quiso ser para serlo todo, pues fue maestro y convirtió en una sola generación un pueblo educado para la esclavitud en un pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres. Pudo ser abogado, con respetuosa y rica clientela, y su patria fue su único cliente. Pudo lucir en las academias sin esfuerzo su ciencia copiosa, y sólo mostró lo que sabía de verdad, cuando era indispensable defenderla. Pudo escribir en obras-para su patria al menos- inmortales, lo que, ayudando la soberanía de su entendimiento con la piedad de su corazón aprendió en los libros y en la naturaleza, sobre la música de lo creado y el sentido del mundo, y no escribió en los libros que recompensan, sino en las almas, que suelen olvidar. Supo cuanto se sabía en su época; pero no para enseñar que lo sabía, sino para transmitirlo. Sembró hombres". (23)
José de la Luz y Caballero es de esos hombres predestinados a las grandes obras. Poseía por naturaleza y convicción, las cualidades que demanda el ejercicio del magisterio: vida ejemplar, desbordante patriotismo, creatividad profesional, arraigadas convicciones éticas, así como amor, tolerancia y comprensión hacia sus semejantes. Todo ello encerrado en un alma tierna, de gran sensibilidad espiritual, que intenta a veces enmascarar bajo un rostro de patriarcal adustez. Figura controvertida para algunos, sin llegar a compartir el ideario independentista, no obstante su profundo patriotismo, formó a varias generaciones de cubanos, que se entregaron a la utopía de su conquista.
Para Manuel Sanguily, testigo excepcional, como uno de sus alumnos en las aulas de "El Salvador", el maestro…"…procuró siempre hacer comprender que el magisterio no era oficio, ni siquiera una profesión, sino un apostolado, un sacerdocio y la misión, por él mismo impuesta de formar maestros y hacer hombres, como la manera más prudente y viable de dar satisfacción a los reclamos de su tiempo…Con las condiciones propicias y las excepcionales facultades de su individualidad es fácil comprender que será un patriota ardiente sin ser jamás un revolucionario; que nadie igualará como hombre". (24)
Hombre de principios éticos insoslayables repudio la esclavitud, como indigno sistema de explotación del hombre por el hombre. Injustamente criticado por Maceo como copartícipe de la misma, dado su origen de clase, un intelectual marxista apreciado por su mente lúcida, afirmaría muchos años después "…que no podría decirse con justicia que defendió los privilegios más nefastos de su época, colonia y esclavitud…"…ya que…"…en sus ideas y prédicas está presente la condenación de ambas como instituciones…"…por lo que… "…las normas morales y sociales que predicó, servirán para nutrir una juventud progresista, de mentalidad amplia, que abomina de los negreros y rechaza el sistema de la esclavitud". (25)
En sus reveladores Aforismos valora al respecto como " en la cuestión de los negros lo menos negro es el negro". (26)
Respecto a su condición humana, sin desdeñar de sus orígenes, valora que " gracias a Dios que me hizo pobre, para ponerme en lugar del pobre: porque los ricos ni pueden". (27) pues para este " hay cosas que no deben hablarse, ni escribirse ni pensarse (aun con un buen fin). La lámpara de la moralidad se corre riesgo de apagarla si se sopla fuerte; o de corromperla si se alimenta con gases mefíticos. Jamás perdonaré a J.J. Rousseau algunos pasajes de sus Confesiones. ¡Ah! Si los hombres influyentes estuvieran permanentemente con la imagen de la moralidad por delante, y por dentro, que los persiguiera como a mí, ¡cuánto ganaría la humanidad!" (28) basado en que " aun cuando los hombres operen muy a menudo siguiendo la voz de su interés, bien o mal entendido, éste no es el único motivo de sus acciones, ni la norma de su moralidad. Los hombres jamás gradúan el mérito o demérito de las acciones por la utilidad que produzcan. Entonces habría una moral para cada caso, y los medios, cualesquiera que fuesen, quedarían justificados como se consiguiera el fin. Esta es la moral de la tiranía". (29)
La historia de Cuba, como cualquier otra, con sus inevitables especificidades, no es más en definitiva que la sumatoria de los criterios personales de los que la escriben, sea como protagonistas; o la valoren, a la sana distancia del tiempo, a partir de diversas fuentes, seleccionadas con buen criterio; por lo que el resultado siempre lleva su inevitable carga de subjetividad que la relativiza y sujeta a intereses individuales y sociales, contextos y capacidades de análisis, de sus intérpretes.
Al respecto el insigne Maestro reflexiona como " fuera de la imparcialidad, que es su base, se requiere en el historiador las más variadas y aun contrapuestas dotes: ha de ser éste profundo estadista, mejor moralista, plenísimo sabio, severísimo lógico y perspicaz discriminador, conocedor no ya del corazón sino de todos los corazones—ciencia y conciencia—; en más de un sentido, tan ardiente en el sentimiento como dramático en la exposición; pero templados sus ardores y contenidos sus arranques por el hielo y freno de la suprema emperatriz: la razón. Más poeta3 que el mismo poeta épico, y por fin un estilo en donde tiene que intercalar o refundir la filosofía y la crítica y la poesía en la narración, sin degenerar en abstracto,4 ni en pedante, ni en fantástico; elevándose, por último, sobre toda la humanidad a una altura a donde ni le lleguen, ni llegue. Es la 5 última y más trascendental expresión de la literatura de un pueblo". (30)
Según aprecia acertadamente Luz " para todo se necesita ciencia y conciencia" (31) lo que podemos interpretar que, si bien practicar una ciencia desideologizada conduce al mercenarismo intelectual o al neutralismo conveniente, no es posible a la vez, materializar las metas de una ideología, por muy humanista que esta sea, sin una visión y ejercicio científico, que haga posible su materialización en realidades concretas y no utopías impracticables.
¿Qué más nos aportan las reflexiones lucistas para el mejor ejercicio del pensar? Para este " no sabe más el que repite más de lo ajeno, sino el que dice o hace más de lo suyo" (32) pues " ¿qué es lo más difícil del mundo? Ser imparcial" (33) dado que " confesar la propia falta, la mayor de las grandezas". (34)
En este proyecto ético, que lleva necesariamente aparejada la labor pedagógica y el protagonismo magisterial, en la compleja formación de valores, sin afanes de sustituir la prioritaria influencia familiar y de la propia sociedad en su conjunto, se aconseja la conveniencia de no anticipar " la obra del tiempo. Ella es más lenta, a la verdad, pero en recompensa más segura que la del deseo. El estado de las respectivas sociedades, no menos que los recursos con que se cuenta, son las señales ciertas que nos han de indicar hasta qué grado puede hacerse la aplicación sin detrimento de la idea maestra o principal". (35)
En tal prudente empeño resalta la conveniencia de " antes proveer que prohibir" (36) pues " quien no sea maestro de sí mismo, no será maestro de nada" (37) para argumentar al respecto como " ni hay otro medio eficaz de predicar costumbres que el ejemplo, ni los mejores planes de enseñanza pasan de meros pliegos de papel sin honrados y hábiles preceptores. Esperar lo uno sin lo otro, sería aguardar la cosecha sin haber labrado ni echado la semilla. Valiera más no establecer escuelas absolutamente que poner la niñez a cargo de entes inmorales o inexpertos". (38)
Su ética, reveladora de la sublimidad de carácter y conducta, le otorgan un papel de singular importancia en una época de trascendentes construcciones espirituales, sin las cuales, difícil fuese la toma de conciencia necesaria que irrumpe con el pensamiento independentista que marca el inicio de largos años de lucha y estoico sacrificio.
1,5.- José Antonio Saco (1797-1879)
"Por largos años hemos sido los hombres de las teorías; empecemos ya a ser los hombres de los hechos".
Sin duda una de las personalidades de pensamiento más contradictorio a la vez que fecundo, en las primeras décadas del siglo XIX cubano. Sin nunca ser partícipe del independentismo, por estar aherrojado hasta su muerte en los temores de su clase al ejemplo haitiano y a los temores a ver menguado, por una revolución, las ganancias, sustentadoras de sus privilegios, dada su primacía en la estructura socio-clasista imperante en la entonces colonia, no obstante va a descollar entre los más sistemáticos y brillantes críticos del régimen colonialista impuesto a Cuba. Con ello, quizás sin proponérselo, brinda sólidos argumentos a los patriotas que optaron por la independencia, como única vía posible de enfrentamiento a la torpe política colonial, al revelar sus inconsecuencias. Con su enfrentamiento al anexionismo, que alcanza numerosos partidarios en las décadas del 40 y 50 de este siglo, nos revela su reconocimiento de una identidad propia, en peligro de ser subsumida por otra foránea, alienante de nuestra cultura.
Sociólogo, periodista, historiador y economista. Nace en Bayamo, antigua provincia de Oriente, Cuba, el 7 de mayo de 1797. Realiza sus primeros estudios en su ciudad natal e ingresa en el Colegio Seminario San Basilio de Santiago de Cuba, en 1814, donde cursa estudios de Filosofía y Derecho. Dos años más tarde se traslada a la capital, donde inicia estudios de Filosofía en el Seminario de San Carlos de La Habana, con el padre Félix Varela, los cuales concluye en 1819 con el título de Bachiller en Derecho Civil. Ese mismo año matricula en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana, donde obtiene el grado de Bachiller en Filosofía, en 1822. Comienza a ejercer, antes de graduarse, como Profesor de dicha especialidad y de Ciencias Naturales, en el Seminario de San Carlos, cuando Varela lo propone en sustitución suya, al resultar electo diputado a Cortes, en 1821. Publica su primer artículo de carácter político en el Diario del Gobierno Constitucional de La Habana, en 1820. Realiza estudios en los Estados Unidos entre 1824 y 1826. Tras dos años de residencia en Cuba, retorna a los EE.UU., donde junto a su maestro Varela, funda El Mensajero Semanal, en 1828, dedicado a temas económicos y políticos de Cuba e Hispanoamérica. Su trabajo Memoria sobre caminos de la isla de Cuba, es premiado por la Sociedad Económica de Amigos del País, en 1829. Tres años más tarde, la Sociedad Económica le otorga un nuevo Premio, en este caso a su valiosa obra, Memoria sobre la vagancia en la isla de Cuba, la cual criticaba el vicio del juego y la delincuencia imperantes en la época. Retornó a Cuba en 1832 y asumió la dirección de la Revista Bimestre Cubana, órgano de la intelectualidad en aquellos momentos, así como del Colegio Buenavista. Uno de los fundadores de la Academia Cubana de Literatura, por cuya defensa es deportado por orden del capitán general Miguel Tacón, en 1834. Trasladándose en un primer momento a Gran Bretaña, con posterioridad a Francia, y finalmente a España. Entre 1837 y 1845 reside alternativamente en Alemania, Italia, Austria y Francia. Durante toda esta etapa, dedica especial atención al problema étnico en Cuba, especialmente en lo concerniente al tráfico negrero y a su propuesta del incremento de la población blanca, motivado por el temor a la repetición de los acontecimientos de Haití. De igual forma, los años comprendidos desde 1848 hasta 1854, se caracterizaría su obra por el enfrentamiento a las ideas inspiradas en sus propósitos de anexar Cuba a los Estados Unidos, lo cual motiva el reinicio de su labor en pro del reformismo liberal, como se evidencia en sus trabajos titulados: La situación política de Cuba y su remedio (1851) y Cuestión de Cuba (1852). Viaja a Cuba hacia los finales de 1860, al amparo de la amnistía incondicional que otorga el gobierno de la Metrópoli seis años antes, pero su estancia se prolonga solo por espacio de varios meses, al cabo de las cuales retorna a Montmorency, pueblo suburbano de París, en julio de 1861, donde reside durante cinco años. Comisionado por Santiago de Cuba para asistir a la Junta de Información (órgano que debía proponer las bases sobre las cuales se sustentarían las leyes a ser presentadas en las Cortes españolas para su ulterior aplicación en la Isla), viaja a Madrid en 1866; no obstante, los resultados de aquella reunión estuvieron destinados al más rotundo fracaso. Saco vivió en Barcelona desde 1877, donde fallece el 26 de septiembre de 1879, pero cumpliéndose una voluntad testamentaria sus restos mortales son enviados a Cuba e inhumados en La Habana el 17 de agosto de 1880.
Más que moralista, ferviente moralizador de las costumbres de su época, permiten a Saco incursionar en el campo que abordarían, en el futuro las Ciencias Sociales o Humanísticas. En su escrito "Memoria sobre la vagancia en Cuba" (1830) fustiga críticamente a las lacras que aquejan a la sociedad cubana de aquellos tiempos, como el juego, el ocio y la vagancia, así como el contexto económico-social que las propicia como el desapego a los oficios por la población blanca, la carencia de caminos, y las insuficiencias educacionales, entre otras.
Acerca de ello valora " no hay ciudad, pueblo, ni rincón de la isla de Cuba, hasta donde no se haya difundido este cáncer devorador. La vagancia es quizá el menor de los males que produce, pues hay otros de naturaleza tan grave, que sólo podrán mirarse con indiferencia, cuando ya se hayan apagado en el corazón los sentimientos de justicia y de moralidad. Las casas de juego son la guarida de nuestros hombres ociosos, la escuela de corrupción". (39)
Aborda en otro de sus numerosos escritos, acerca de rémoras que incluso aun perviven por desgracia en nuestra idiosincrasia, estrechamente vinculadas a las insuficiencias de la educación recibida en un momento dado, cuando reflexiona críticamente como " mil veces se ve que un pueblo sabe una cosa, conoce su utilidad, y, sin embargo, no la aplica, aun cuando tenga medios para ello. Tal conducta proviene en mucha parte del sistema de la educación, pues enseñándose una muchedumbre de cosas que no se pueden jamás realizar, el entendimiento se acostumbra a un plan de teorías; y como el hombre forma su carácter mucho más temprano de lo que generalmente se cree, las ideas que recibió en la juventud, extienden su influjo a la mayor edad. En ningún pueblo se debe trabajar más que en el nuestro para lograr la feliz asociación de la teoría con la práctica. Por desgracia siempre tenemos un proyecto entre manos; lo discutimos, lo reglamentamos; pero cuando de las palabras se pasa a la ejecución, todo se suspende y se difiere para un término indefinido. Hablemos menos y operemos más. Por largos años hemos sido los hombres de las teorías; empecemos ya a ser los hombres de los hechos". (40)
La publicación de su ensayo Noticias del Brasil en 1828 y 1829 (41) donde aborda los beneficios de la abolición de la esclavitud en Cuba, sin perjuicio de la economía, aparte del natural revuelo y escándalo que provoca en los sectores más conservadores de la aristocracia esclavista cubana y en las propias esferas oficiales representativas de la metrópoli colonial en Cuba, nos revela la preocupación y ocupación por este de los problemas económicos, que dificultan el desarrollo de una economía capitalista, basada en la tecnología y el más costeable trabajo de trabajadores asalariados, tal como ya practica ya Inglaterra, con su conocido pragmatismo, que del inmoral patronazgo de la trata negrera, se convierte en abanderada de su supresión, política que intenta por todos los medios posibles de imponer a su rival España.
Al respecto, Saco comprende la lógica de tal razonamiento, para beneficio de los hacendados cubanos y la economía en la colonia cubana, al valorar que " aparece, pues, que en 1823 había 40 % de esclavos, 43 de libres de color, y 17 de blancos; es decir, que para cada 17 de éstos ya teníamos 83 de color!!! Y si tal fue entonces la población del archipiélago americano, ¿cuál no será en el porvenir? Mucho se engaña quien piensa, que por haber cesado ya el tráfico de esclavos en casi todas las Antillas, la raza africana retrocederá o quedará estacionaria. Esto tal vez sucederá en una u otra isla pequeña; pero la masa general de la población del archipiélago irá en aumento cada día. No debe juzgarse de los tiempos presentes por los pasados: entonces se cuidaba poco de los esclavos, porque los amos podían reparar sus pérdidas en un mercado abundante; pero ya que han cambiado las circunstancias, el interés, más que la humanidad, los ha obligado a tratarlos con menos rigor" al razonar como " si no bastara tener en nuestras puertas 900 mil haitianos y 400 mil jamaicanos, la república de Norteamérica, el país más libre de la tierra, presentando una de las anomalías más extrañas, viene a ofrecernos también por complemento de nuestros temores una población de color casi toda reconcentrada en sus Estados meridionales, que son los más cercanos de nosotros" (42) Para agregar su preocupación ante " leyes filantrópicas dictadas por algunas naciones europeas; sociedades compuestas de bretones distinguidos; periódicos exclusivamente consagrados a tratar de esta materia; elocuentes debates parlamentarios cuyos ecos resuenan incesantemente en este lado del Atlántico; predicaciones, a veces imprudentes, de algunas sectas religiosas; principios políticos que con la fuerza del rayo se proclaman en ambos mundos; y recientes conmociones en varios puntos del archipiélago, todo, todo viene a despertarnos del sueño profundo en que yacemos, y a decirnos con voz solemne que salvemos a la patria. Pero si esta madre querida nos preguntara, cuáles son las medidas que tomamos para sacarla del peligro, ¿qué le responderían los que se precian de buenos hijos? El horrendo tráfico de carne humana prosigue a despecho de las leyes, y hombres que quieren usurpar el título de patriotas cuando no son más que parricidas, inundan nuestro territorio de víctimas encadenadas; y como si tanto no bastara, una apatía criminal deja vivir en nuestro seno a los africanos que redimidos del cautiverio por la política inglesa, arriban a nuestras costas". (43)
Si bien en tales argumentaciones se vislumbra con diafanidad el temor siempre presente a una reedición en nuestro suelo de los sucesos revolucionarios de Haití, siempre presente en Saco, ya en su enfrentamiento al anexionismo imperante en la década de los 40 y 50 del siglo XIX, se le agrega un componente ético-patriótico de singular importancia en su temor a la pérdida de nuestra identidad cultural e incluso nacional, que aún sin ser nación, nos permite percibir un sentido de pertenencia a lo cubano, lo que Don Fernando Ortiz catalogaría muchos años después, como cubanidad
Por ello reflexiona como "…yo quisiera que, si Cuba se separase, por cualquier evento, del tronco a que pertenece, siempre quedase para los cubanos y no para una raza extranjera"….dado que " yo desearía que fuera Cuba cubana y no anglo-americana" (44) no obstante confiesa que "….debo decir francamente, que a pesar de que reconozco las ventajas que Cuba alcanzaría, formando parte de aquellos Estados, me quedaría en el fondo del corazón un sentimiento secreto por la pérdida de la nacionalidad cubana" (45) No obstante en el ideario de Saco no figura la vía revolucionaria para tales empeños. Aunque reconoce anticipadoramente como " bulle en muchas cabezas norteamericanas el pensamiento de apoderarse de todas las regiones septentrionales en América, hasta el Istmo de Panamá" (46) enfatiza como " el patriotismo, el puro e ilustrado patriotismo debe consistir en Cuba, no en desear imposibles, ni en precipitar al país en una revolución prematura, sino en sufrir con resignación y grandeza de ánimo los ultrajes de la fortuna, procurando siempre enderezar a buena parte los destinos de nuestra patria". (47)
La propia complejidad de las temáticas abordadas en sus escritos y discursos determina divergentes criterios acerca de su persona y pensamiento, propósito e intereses clasistas. Es juicio de peso el emitido al respecto por Don Fernando Ortiz al valorarlo como " modesto burgués, que por culto y decente y por su liberalismo de economías y de políticas, moderado pero sincero, resultaba esencialmente incompatible con aquel régimen reaccionario y depredador, de intolerancia, esclavitud, autoritarismo, contrabando, desafuero, privilegio corrupción". (48)
A su vez para el historiador Dr. Eduardo Torres Cuevas " si un pensador tiene el privilegio de haber centrado, durante cerca de dos siglos, la polémica en torno a los más definitorios problemas de la historia, la sociedad y el destino de Cuba, ése es José Antonio Saco. Durante más de 50 años fue reconocido, por amigos y enemigos, no sólo como la primera figura política entre los cubanos, sino, también, como el más profundo, analítico y crítico pensador de la sociedad colonial y esclavista. Su fama, bien adquirida, como polemista cargado de una lógica elegante y una información demoledora, estaba unida a todos aquellos asuntos que resultaban vitales para entender la sociedad que era y, a la vez, las bases de la que él aspiraba a que fuese. Enemigo de toda metafísica estéril, también lo fue de toda visión teleológica. Junto con Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Felipe Poey y Domingo del Monte, quería fundar una ciencia cubana como base cierta para formar una conciencia cubana. Su método teórico, definido por el antecesor de todos ellos, José Agustín Caballero, como electivo, lo llevó a ser un consumidor permanente del conocimiento universal más actual y verdadero". (49)
Sea cual fuese el criterio que asumamos al respecto, este expresa una eticidad consecuente con sus actos y difícilmente nadie bien intencionado, discrepante o no, le pueda negar su honestidad al defender sus criterios.
Por otra parte el antianexionismo en Saco posee tantas aristas como esa propia corriente del pensamiento las tuvo, en su época de mayor auge. Los criterios anexionistas variaban entre aquellos solo capaces de reconocer como principal motivación el proteger y aun acrecentar sus ganancias, en base al trabajo esclavo, integrada por los ricos hacendados más conservadores, para los cuales la pérdida de nuestra identidad era asumida con el mismo frío pragmatismo que anotar una cifra más en sus libros contables. Por otra parte estaban aquellos, no pocos antiguos reformistas, que desalentados por la negación de sus peticiones por la metrópoli, ven en la sociedad norteamericana el paradigma propicio, como modelo político, para el mejor despliegue de sus aspiraciones como clase. El mérito de Saco, no obstante sus prejuicios contra el negro, esclavo o liberto, es comprender que la misma significaría la pérdida de nuestra identidad como nación, subsumida nuestra cultura, con todas sus implicaciones, como un componente de la sociedad anglosajona, en quien no deja de reconocer los logros alcanzados en el orden institucional y jurídico. A su vez vislumbra la necesidad de asumir la implantación del modelo capitalista basado en el trabajo asalariado, más rentable, aunque no menos expoliador, que el propio de la plantación. Ello lo sitúa en la posición del liberal burgués, progresista para su época, y en particular la consolidación del gradual proceso de tránsito del criollo al cubano.
1,6.- Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874)
"Cubano: con vuestro heroísmo cuento para consumar la independencia. Con vuestra virtud para consolidar la República"
Hombre de vasta cultura, posición económica desahogada y refinada inclinación a las artes, este asume en su ideario político la influencia del Siglo de las Luces, que conforma en definitiva un pensamiento poseedor de la ética patriótica de altos vuelos. Si bien en la primera mitad del siglo XIX se habían originado diversos intentos independentistas, en coyunturas poco propicias para su supervivencia y con un programa de endebles teórica y práctica, es a partir del 10 de octubre de 1868, en que Céspedes desempeña el papel protagónico, en que se concretiza un independentismo más maduro, producto de la eclosión de múltiples factores políticos, económicos e ideo-culturales que lo propician.
Este nace el 18 de abril de 1819 en Bayamo, antigua provincia de Oriente. Hijo de Jesús María Céspedes y Luque, y de la camagüeyana Francisca de Borja López del Castillo y Ramírez de Aguilar. Se cría en el campo y durante su niñez recibe clases de gramática y latín con los frailes del Convento de Nuestro Seráfico Padre en Bayamo, que lo acogieron como discípulo. Posteriormente, en el Convento de Santo Domingo, recibe cursos de Lógica y Ética. Marcha a La Habana, donde es aceptado como alumno del Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Posteriormente en la Real y Pontificia Universidad de La Habana obtiene el grado de Bachiller en Derecho Civil, el 22 de marzo de 1838. El 1840 una vez terminado su Bachillerato en Derecho en La Habana, parte rumbo a Europa y obtiene su licenciatura en Derecho en la Universidad de Barcelona y posteriormente el Doctorado. En 1843 participa en la Insurrección del Gral. Juan Prim, por lo que sale de allí como exiliado político rumbo a Francia. Recorrió después Inglaterra, Alemania e Italia, antes de regresar a Cuba en 1844, por lo que dominaba y se expresaba correctamente en varios idiomas, como el inglés, francés y el italiano. Conocía y manejaba desde pequeño el latín y el griego. En 1844 abre en Bayamo un bufete y escribe poemas y un folleto en el que hace la defensa de Cuba. Secretamente se inician sus planes independentistas. La Bayamesa, interpretada por primera vez, el 27 de marzo de 1848, tenía letra original de José Fornaris y música compuesta por Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Castillo Moreno. La Bayamesa fue tomada por los patriotas cubanos como un símbolo de la lucha en contra del colonialismo español en Cuba. En 1851 participa activamente en la fundación de la Sociedad Filarmónica de Bayamo, en la que funge como Secretario. En 1852 participa en la rebelión de las Pozas e ingresa a la cárcel al ser detenido por su actitud política contraria a España. Este abogado y terrateniente bayamés amaba la música, la poesía, practicaba esgrima, equitación y ajedrez. Desde 1856, se destaca como abogado y hombre de negocios en la ciudad de Manzanillo, lugar al cual se traslada su residencia. En 1866 la producción literaria de Céspedes fue abundante y variada.
En 1867, por la suma de 81.000 dólares compra el Ingenio de La Demajagua en Manzanillo. En agosto se reúnen en la recién fundada logia masónica de Bayamo, denominada Estrella Tropical No. 19, Francisco Vicente Aguilera y Francisco Maceo Osorio. Aguilera es nombrado Venerable Maestro, pero en realidad preside un comité insurreccional. La siguiente reunión fue en la Casa de Pedro (Perucho) Figueredo. Ocasión en que Figueredo se sentó al piano y compuso la música del Himno Nacional. Funda en abril la Logia de "Good Faith" en Manzanillo y se convierte en Gran Maestro. El Comité de Bayamo fija el 24 de diciembre como fecha de inicio de la rebelión. Céspedes, impaciente, adelanta la fecha al 14 de octubre, pero la conspiración es descubierta por el Capitán General Valmaseda. El 7 de octubre se recibe telegrama cifrado en Bayamo, ordenando detener a Céspedes. El telegrafista Nicolás de la Rosa, previene a Céspedes a través de un sobrino de éste llamado Ismael Céspedes, hijo de su hermano Francisco Javier. El 8 de octubre, Céspedes convoca a los patriotas. Empiezan a reunirse en el Ingenio de "La Demajagua" de su propiedad, momento en que redacta y discute el manifiesto que habría de dar a conocer como el Plan de la Lucha, por contener los objetivos a que aspiraban alcanzar. El 10 de octubre, en su ingenio azucarero La Demajagua, se alzó en armas, y al grito de ¡Viva Cuba Libre!, llamado Grito de Yara, proclama la independencia de Cuba y dio la libertad a sus esclavos. El 18 de octubre, junto con Aguilera y Marcano toman la Ciudad de Bayamo. Perucho Figueredo reparte volantes con la letra del Himno Nacional Cubano y para el 20 de octubre se interpreta en Bayamo, por primera vez en la historia. Céspedes y sus generales Donato Mármol y Modesto Díaz, planearon la defensa de Bayamo con el objetivo de impedir que los españoles la recuperaran. Bayamo es el símbolo de la rebeldía Cubana y sus habitantes antes de permitir su rendición a las tropas de Valmaseda, incendian todas sus casas y convierten la ciudad en gigantesca antorcha el 12 de enero de 1869. Ante las diferencias de los jefes rebeldes, fundamentalmente los de Camagüey, el 10 de abril de 1869, en el pueblo de Guáimaro, se proclama la Constitución del mismo nombre que es redactada por Ignacio Agramante y Antonio Zambrana. Aprobada por todos nace allí la República de Cuba en Armas y las discrepancias políticas entre los líderes de Camagüey, Bayamo y Manzanillo quedan temporalmente zanjadas. En la Asamblea de Guáimaro, Céspedes es elegido como el Primer Presidente de la República de Cuba en Armas. La esclavitud queda abolida. Salvador Cisneros Betancourt preside la Cámara de Representantes y Manuel de Quesada y Loynaz es nombrado Jefe del Ejército. La Cámara tiene facultades para destituir al Presidente y al Jefe Militar.
El 4 de noviembre de 1873 Carlos Manuel de Céspedes contrae segundas nupcias con Doña Ana de Quesada y Loynaz, hermana de Manuel de Quesada y Loynaz. El gobierno en armas, errante, se traslada a Berrocal, Sabanilla y Magaramba. Prisionero su hijo Oscar por tropas españolas, las autoridades coloniales le propusieron a Céspedes liberarlo si abandonaba la lucha, a lo que éste respondió: "¡Oscar no es mi único hijo, yo soy el padre de todos los cubanos!" Por ello es recordado como el Padre de la Patria. El 29 de marzo de 1874 es fusilado Oscar Céspedes y Céspedes. Por la desunión, contradicciones y antagonismo entre los cubanos, Céspedes es depuesto el 28 de octubre de 1873, ocupando su lugar Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía. El salvoconducto para marchar al extranjero jamás se le entregó y se ve obligado a internarse en un sitio intrincado en plena Sierra Maestra a un lugar denominado San Lorenzo, en donde permanece acompañado solamente por su hijo mayor Carlos Manuel, y donde enseña a leer y escribir a los niños, a campesinos y a su propia escolta. El 27 de febrero de 1874 Carlos Manuel de Céspedes es sorprendido en San Lorenzo, por una columna de soldados españoles del batallón de San Quintín, posiblemente conducidos hasta allí por la denuncia de algún informante. Abandonado a su suerte por la Cámara de Representantes y sin escolta alguna; acompañado solo por hijo quien estaba ausente del campamento en ese momento y prácticamente ciego, intenta defenderse, para evitar que sus enemigos lo capturen vivo, ya herido de muerte, se despeña por un barranco.
La república en Armas nace ya con el peligro mortal de la desunión, a partir de concepciones jurídico-políticas distintas entre orientales y camagüeyanos. Tras el levantamiento independentista ocurrido en Camagüey, el 4 de noviembre de 1868, pocas semanas después del protagonizado por Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de octubre de ese mismo año en su ingenio La Demajagua, se perfilan en las filas insurrectas evidentes discrepancias en el modo de conducir la Revolución, En los dirigentes camagüeyanos y orientales existen ideales patrióticos comunes respecto a su ideario independentista y a su convicción abolicionista en cuanto a la esclavitud. No obstante, en los primeros, se defendía la instauración como máximo poder de gobierno en la República en Armas, de un régimen parlamentario en un país en estado de guerra. Para los segundos, encabezados por Céspedes, sin cuestionarse el apego a la legalidad, veían como más viable un poder más centralizado, capaz de impartir orientaciones militares sin obstrucciones burocráticas. Para dar solución a tal problemática se en el pueblo libre de Guáimaro, en el entonces Departamento del Centro, una Asamblea a la que debían acudir los representantes de los tres departamentos de la Isla levantados en armas, con la finalidad de formar un gobierno nacional, que tuvo lugar los días 10, 11 y 12 de abril de 1869. En la misma se designa Presidente de la República en Armas a Carlos Manuel de Céspedes,
En su breve pero contundente alocución dirigida al pueblo de Cuba y publicada por el periódico La Revolución de Nueva York, el 22 de mayo de 1869, el Padre de la Patria, luego de llamar a los presentes compatriotas, expresa:
"La institución de un gobierno libre en Cuba, sobre la base de los principios democráticos, era el voto más ferviente de mi corazón. Bastaba, pues, la efectuada realización de este voto para que mis aspiraciones quedasen satisfechas y juzgara sobradamente retribuidos los servicios que, con vosotros, haya podido prestar a la causa de la independencia cubana. Pero la voluntad de mis compatriotas ha ido mucho más allá, echando sobre mis hombros la más honrosa de las cargas con la suprema magistratura de la República. No se me oculta la múltiple actividad que requiere el ejercicio de las altas funciones que me habéis encomendado en estos supremos momentos, a pesar del importante concurso de los demás poderes. No desconozco la grave responsabilidad que he asumido al aceptar la Presidencia de nuestra naciente República. Sé que mis flacas fuerzas estarían lejos de hallarse a la medida de una y otra, si quedasen abandonadas a sí solas. Pero no lo estarán; y esta convicción es la que llena de fe en el porvenir. Cuba ha contraído, en el acto de empeñar la lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su independencia o perecer en la demanda: en el acto de darse un gobierno democrático, el de ser republicana. Este doble compromiso, contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y lo que es más, ante la propia conciencia, significa la resolución de ser heroicos y ser virtuosos. Cubano: con vuestro heroísmo cuento para consumar la independencia. Con vuestra virtud para consolidar la República. Contad vosotros con mi abnegación". (50)
Las posiciones abolicionistas, rectora del ideario revolucionario de Céspedes y de los dirigentes del movimiento armado en los tres departamentos, escenario de los levantamientos iniciales, resulta un medidor altamente fiable de la profunda eticidad de sus motivaciones.
Su trascendente gesto de liberar a sus esclavos contenido en el histórico Manifiesto del 10 de octubre de 1868, se plasma en ulteriores documentos como el Decreto sobre la esclavitud refrendado por Céspedes el 7 de diciembre de 868, desde el aun ocupado Bayamo, donde se expresa como " la revolución de Cuba, al proclamar la independencia de la patria, ha proclamado con ella todas las libertades y mal podría aceptar la grande inconsecuencia de limitar aquellas a solo una parte de la población del país. Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista y la abolición de las instituciones españolas debe comprender y comprende por necesidad y por razón de la más alta justicia la de la esclavitud como la más inicua de todas " ( 51 ) así como en la Constitución de Guáimaro, aprobada el de abril de 1869, que en su artículo 24 proclama que " todos los habitantes de la República son enteramente libres" (52)
Tal como relata el historiador Rafael Acosta de Arriba " Céspedes es el hombre que, por ejemplo, se reencuentra en el campo de la revolución con un ex esclavo suyo que había huido de sus propiedades antes de la revolución, y lo recibe, como Presidente, saludándolo y preocupándose por su situación actual de ciudadano. Es el hombre que anota, apenas siete días antes de su muerte, una curiosa y simpática anécdota con una negra francesa, que en San Lorenzo le dice al hacerle una solicitud: mi Presidente, mi amo. Y él consigna en su diario que le contestó: hija, yo no soy tu amo, sino tu amigo, tu hermano. Ya no era Presidente en ese momento". Y en noviembre de 1873, el día 9, redacta en su libreta:
"Según versiones, han influido en mi posición que yo no andaba ni roto ni sucio, que daba importancia a mi puesto, que mi esposa y mis amigos me mandaban ropas y otros efectos, que recibía cortésmente con reserva y ceremonial, en suma, que tenía tendencias aristocráticas. Yo no sabía que para ser republicano se necesitaba, indispensablemente, practicar la filosofía de Diógenes el Cínico". (53)
Aun latente en Guáimaro, en algunos constitucionalistas, e incluso en personalidades de la talla de Agramante y Céspedes, ingenuos devaneos anexionistas, estos no tardaron en disiparse, tras la radicación de su pensamiento, tras la propia práctica política y militar, que puso al descubierto las verdaderas y aviesas intenciones de los gobernantes del poderoso vecino.
No necesitó Céspedes mucho tiempo para llegar a la convicción de que nada tenían que esperar los revolucionarios cubanos del Gobierno de Washington. Así lo revelan dos escritos suyos de 1870.
El primero es un manifiesto «Al pueblo de Cuba» fechado el 7 de febrero de dicho año; el segundo es una carta a José Manuel Mestre, sucesor de Morales Lemus como representante diplomático de Cuba en Estados Unidos, de fines de julio.
En el manifiesto expresa:
"Al lanzarse Cuba a la arena de la lucha, al romper con brazo denodado la túnica de la monarquía que aprisionaba sus miembros, pensó únicamente en Dios, en los hombres libres de todos los pueblos y en sus propias fuerzas. Jamás pensó que el extranjero le enviase soldados ni buques de guerra para conquistar su nacionalidad". (54)
En la carta de Mestre se aprecia la clarividencia política de Céspedes. Dice así:
"Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez esté equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y entretanto que no salga del dominio de España, siquiera sea para constituirse en poder independiente; éste es el secreto de su política y mucho me temo que cuanto haga o proponga, sea para entretenernos y que no acudamos en busca de otros amigos más eficaces o desinteresados". (55)
Y que reitera en su carta a C. Summer, con fecha 10 de agosto de 1871 donde le expresa como " la Revolución de Cuba, este levantamiento de una pequeña colonia europea en América contra su despótica, y relativamente poderosa metrópoli, no ha sido juzgada con exactitud y precisión por todos los que a ella han dedicado su atención en esa República [se refiere a los Estados Unidos]. Algunos publicistas y hombres de Estado no han apreciado su verdadero carácter y genuina significación, a causa sin duda de falta de datos auténticos y de origen puro en que basar un análisis concienzudo, que les pusiera de manifiesto la índole, condiciones y tendencias de esta prolongada lucha .[ ] tarde o temprano el Gobierno de los Estados Unidos de América se atemperará, en la cuestión de Cuba, a la opinión pública, abiertamente pronunciada por el reconocimiento de los republicanos de Cuba como beligerantes.
No obstante todo, llegue o no llegue ese día, la Revolución Cubana ya vigorosa es inmortal; la República vencerá a la Monarquía; el pueblo de Cuba, lleno de fe en sus destinos de libertad, y animado de inquebrantable perseverancia en la senda del heroísmo y de los sacrificios, se hará digno de figurar, dueño de su suerte, entre los pueblos libres de América.
Nuestro lema es y será siempre: Independencia o Muerte. Cuba no sólo tiene que ser libre, sino que no puede ya volver a ser esclava". (56)
El 6 de marzo de 1873 el periodista irlandés James J. O´Kelly, corresponsal del diario "New York Herald", logra entrevistar a Carlos Manuel de Céspedes en su forzado reducto de San Lorenzo, después de un periplo lleno de arriesgados sucesos plasmados en su libro "En las Tierras del Mambí". En la misma, publicada con gran relieve por dicho diario un tiempo después, se ponen de relieve los valores ético-patrióticos del Padre de la Patria. Éste a una pregunta del periodista afirma como " los cubanos en armas no aceptarán reconciliación o paz con España a no ser bajo la base de la independencia. Estamos separados de ellos por océanos de agua, además de tener intereses opuestos a los europeos, también nos separa un océano de sangre La sangre de nuestros padres y hermanos y de las familias inermes e indefensas asesinadas a sangre frías, nos prohíben aceptar condición alguna de los españoles. Ellos deben dejar la Isla y dejarnos en paz o continuar la guerra hasta que perezcamos los del partido combatiente". (57)
1,7- Antonio Maceo (1845-1896)
"La conformidad de la obra con el pensamiento: he ahí la base de mi conducta, la norma de mi pensamiento, el cumplimiento de mi deber.".
Constituye una de esas personalidades con la reciedumbre de cuerpo y espíritu solo propiedad de los que, nacidos de cuna humilde, ofrendan su existencia a las causas justas. Esgrimiendo sus principios, como escudo protector ante las iniquidades más viles, y su espada como Quijote de las más altas virtudes, inicia la etapa del gradual ascenso a las posiciones rectoras del proceso revolucionario de los sectores más populares, que enrumban su actividad patriótica a la conquista de la soberanía de su tierra natal, con la sin par modestia del más humilde soldado de fila, liberado de petulancias y vanidades, al acompañar sus actos, en coincidencia plena con el dictado de su conciencia. Su intransigencia ética-política, expresada en su antológica Protesta de Baraguá, ante la iniquidad del Pacto del Zanjón, le permite alcanzar una invalorable estatura moral, ante los claudicantes, oportunistas y divisionistas, que logran insertarse en la dirigencia del campo insurrecto.
Nace el 14 de junio de 1845 en la otrora calle Providencia No 16, hoy Calle Los Maceos No 207, en el municipio San Luís, Santiago de Cuba, hijo de Marcos Maceo y Mariana Grajales Coello. Su infancia y juventud transcurre en el cuartón rural de Guaninicún de Lleonart, en el partido de San Nicolás de Morón y en el barrio humilde de Santo Tomás, en las afueras de la ciudad. Inició los primeros estudios en clases privadas pagadas por su padre -si bien no rico- propietario de una finca de nueve caballerías. Su juventud decursa en la región montañosa de Majaguabo, donde la familia tenía propiedades y en 1862 se hace cargo de administrar las ventas de las cosechas en Santiago de Cuba. El 16 de febrero de 1866, en la iglesia parroquial de San Luís, Oriente, contrae matrimonio con María Magdalena Cabrales y Fernández. Se incorpora a la Guerra del 68 el 12 de octubre, en Majaguabo, junto a sus hermanos José y Justo. Su primer jefe fue el Capitán Juan Bautista Rondón, junto a quien combatió ese mismo día en Tí Arriba. El 14 de mayo de 1869, durante el ataque a San Agustín de Aguarás, ve caer a su padre, el Sargento Marcos Maceo. Desde principios de julio de 1871 acompañó a Máximo Gómez en la preparación y realización de la invasión a Guantánamo y la ulterior campaña en esa región. El 15 de octubre de 1871, Gómez lo designa jefe de operaciones de Guantánamo. El 4 de febrero de 1874 es designado jefe de las fuerzas villareñas integrantes del contingente invasor. Por exigencia de los propios villareños debido a los prejuicios regionales y sociales, se vio obligado a renunciar el 14 de julio de 1874. A su regreso a la provincia de Oriente le asignan el mando de la División Cuba. En abril de 1875 dio muestras de madurez política y disciplina al rechazar la propuesta de sumarse a la sedición de Lagunas de Varona. En ese propio mes recibió el mando de la 1 División que abarcaba las regiones de Bayamo, Manzanillo, Holguín y Jiguaní.
El 6 de mayo de 1877 es ascendido a Mayor General. El 15 de marzo de 1878 se entrevista con el general español Arsenio Martínez Campos, en Mangos de Baraguá. Su intransigencia al no aceptar ningún acuerdo que no incluyera la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud puso abrupto fin a aquel encuentro. Este hecho protagonizado por él pasa a la historia como la Protesta de Baraguá. El gobierno provisional creado para continuar la guerra lo nombra jefe de la provincia oriental. Acatando un acuerdo del gobierno revolucionario salió para Jamaica el 9 de mayo de 1878 en busca de apoyo para continuar la lucha; lo que no se hizo posible. El 5 de septiembre de 1879, ya comenzada la Guerra Chiquita, lanza una proclama desde Kingston, junto con Calixto García, llamando a los cubanos a las armas. Después de múltiples gestiones para regresar a Cuba, el 2 de julio de 1880 logra salir de Puerto Plata, República Dominicana, en el vapor Santo Domingo, al frente de 34 expedicionarios. La persecución de una nave española lo obliga a poner rumbo a Islas Turcas, al norte de República Dominicana, frustrándose así su desembarco en Cuba. En junio de 1881 se establece en Honduras. El 20 del propio mes ingresa en el ejército hondureño con grado de General División y ocupa el cargo de jefe de la guarnición de Tegucigalpa.
De 1884 a 1886, junto a Gómez, desarrolló un plan dirigido a una nueva guerra independentista, el cual fracasó. El 30 de enero de 1890 llegó a Cuba, autorizado por el régimen español. Durante su estancia en La Habana y en Santiago de Cuba organiza secretamente un plan para un alzamiento que debía producirse el 8 de septiembre de ese año. Las autoridades españolas lo expulsan del país el 30 de agosto de 1890, por lo que la conspiración conocida en Oriente con el nombre de La Paz del Manganeso, aborta. Desde agosto de 1893 comienza a colaborar con José Martí en lo que posteriormente se conocería como el Plan Fernandina. Tres meses después, en noviembre, viaja a Cuba clandestinamente, para lo cual desembarca por Cienfuegos con el pasaporte de su cuñado Ramón Cabrales. Después de permanecer unos días en Santiago de Cuba, se traslada a La Habana y posteriormente a Cárdenas. A finales del propio mes reembarca por Cienfuegos. El 15 de marzo de 1895 parte de Puerto Limón, Costa Rica, en el vapor Adirondack, acompañado por 22 expedicionarios, entre ellos el mayor general Flor Crombet, quien fungía como jefe de la expedición. La nave, que se dirigía a Nueva York, deja a los patriotas en la Isla Fortuna, en las Bahamas donde abordan la goleta Honor para posteriormente desembarcar por Duaba, Baracoa, el 1 de mayo de 1895. Ese día sostienen el primer contacto con el enemigo y son perseguidos tenazmente. El día 8, un encuentro con una emboscada montada por los guerrilleros en La Alegría, hace que el grupo se disperse y, tras marchar a pie 186 Km., desde el punto de desembarco, logra hacer contacto con un campamento cubano en Bella Vellaca, el 18. El 5 de mayo de 1895 tiene lugar su histórico encuentro con Martí y Gómez en el ingenio La Mejorana, donde se traza la estrategia a seguir. Maceo queda al mando de la provincia oriental, dándose a la tarea de organizar sus fuerzas. El 18 de septiembre de 1895, la Asamblea Constituyente de Jimaguayú lo nombra lugarteniente general del Ejército Libertador. En octubre organiza la columna invasora y el 22 de octubre de 1895 sale al frente de ésta, desde Mangos de Baraguá, iniciando simbólicamente la invasión a occidente. Con 50 años de edad, Maceo cabalga, en tres meses, un total de 424 leguas y participa en 27 combates.
El 10 de marzo de 1896, en el campamento de Galeón, se encuentra con Gómez, quien le incorpora a su tropa a la infantería oriental bajo el mando del entonces General de Brigada Quintín Bandera. Después de atacar a Batabanó, en La Habana, cruza la trocha de Mariel a Majana, el 15 de marzo de 1896, para dar comienzo a su segunda campaña en la provincia pinareña. Del 13 de febrero al 13 de marzo, realiza 20 acciones combativas en las provincias de La Habana y Matanzas. Cumpliendo órdenes de Gómez de reunirse con él para juntos hacer frente a la crítica situación provocada por las injerencias del Consejo de Gobierno en los asuntos militares, en la madrugada del 4 de diciembre de 1896 burla la trocha de Mariel a Majana, cruzándola por mar, en un bote, por la bahía de Mariel. Ya en territorio habanero, se dirige al campamento de San Pedro, cerca de Punta Brava, con la idea de organizar un ataque a Marianao con las tropas de esta provincia. Cerca de las tres de la tarde del 7 de diciembre de 1896 irrumpe el enemigo en pleno campamento mambí, lo que encoleriza a Maceo, quien despertó al escuchar el estampido del fuego de los fusileros. Los jefes y oficiales pasaron de la defensa del campamento a la contraofensiva, acompañados por otros combatientes. Maceo ordena intentar desalojar al enemigo decidido a llevar el combate hasta el final, e inicia un avance paralelo a la línea española para continuar el ataque. Una cerca de alambres oculta por la hierba altísima, le cierra el paso. Ordena que corten los alambres y encarga a Pedro Díaz que flanquee, ahora por la derecha. Seguidamente Maceo es alcanzado por un proyectil que le penetra por el lado derecho de la cara, cerca del mentón, y sale, con ruptura de la arteria carótida, por el lado izquierdo del cuello. Panchito Gómez Toro, su ayudante, que por estar herido queda en el campamento, sale, con un brazo en cabestrillo y prácticamente desarmado, en busca del cadáver de su jefe. En un gesto supremo de devoción y lealtad va a morir a su lado. Un grupo de valientes, encabezados por Juan Delgado, pudo recobrar los cuerpos del Lugarteniente General y de su ayudante. Los cadáveres son enterrados secretamente en la finca El Cacahual, cerca de Santiago de las Vegas donde actualmente se levantó un complejo monumental inaugurado el 7 diciembre de 1900.
En carta al Coronel Federico Pérez Carbó fechada el 14 de julio de 1896 le comunica como " de España jamás esperé nada: siempre nos ha despreciado y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide: mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejecutarlos. Tampoco espero nada de los americanos, todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer, sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con el vecino tan poderoso." (58) Asimismo reflexiona en misiva que dirige al General Polavieja", entonces Capitán General de Cuba, publicada en El Yara, de Cayo Hueso, en junio de 1881 valora como " en cuanto a mí, amo todas las cosas, y a todos los hombres, porque miro más a la esencia que al accidente de la vida: y por eso tengo sobre el interés de raza, cualquiera que ella sea, el interés de la Humanidad que es en resumen el bien que deseo para mi patria querida. La conformidad de la obra con el pensamiento: he ahí la base de mi conducta, la norma de mi pensamiento, el cumplimiento de mi deber." Y agrega posteriormente que " .no ignoro que el triunfo de un ideal dependa en gran parte de la conformidad de las ideas definidas en la conciencia pública transformada con las condiciones en que vivimos o sea con el medio histórico que nos rodea; y aunque donde hay que hacer intervenir la fuerza al momento de acción se confía a una oportunidad bien apreciada, no seré yo de los que violente la marcha de los acontecimientos: no trabajamos principalmente para nosotros por la presente generación, bien al contrario, muévenos sobre todo triunfo del derecho de todas las generaciones que se suceden en el escenario de nuestra Cuba, y no creemos nunca que por una hora de vanidad o de egoísmo se debe comprometer la felicidad de muchos." Para expresar a continuación reconocer " la independencia absoluta de Cuba, no como fin único, sino como condición indispensable para otros fines ulteriores más conformes con el ideal de la vida moderna, que son la obra que nos toca tener siempre a la vista sin atemorizarnos de ella; antes tomar mayor empeño para resolverla con la lealtad del ciudadano que se debe a la Patria y con la honradez y pureza de motivos del hombre, que ante a todo se debe a la Humanidad". (59)
En carta a su esposa, María Cabrales en marzo de 1895, en referencia a su lucha por la independencia de Cuba le expresa:
"Pienso que tú sufriendo y yo peleando por ella seremos felices: tú amas su independencia y yo adoro la libertad. El deber me manda sacudir el yugo que la oprime y la veja, y tu amor de esposa fiel y purísima, me induce a la redención. Tú que has pasado conmigo los horrores de aquella guerra homicida (se refiere a la conocida como Guerra de los Diez Años 1868-1878. N. d" A)) sabes mejor que nadie cuánto vale el sacrificio de abandonarte por ella, cuánto cuenta el deber a los hombres honrados. El honor está por sobre todo". (60)
Maceo escribe a José A. Rodríguez, el primero de noviembre de 1886, entonces director de un periódico independentista en el exilio neoyorquino, acerca de su criterio sobre las virtudes personales que deben acompañar a un dirigente político pues " yo desearía para mi país un hombre que tenga la voluntad de redimir al pueblo cubano de la soberanía española, sin haber tiranizado a sus redimidos y que no mantiene otra fortuna, que la conquistada por ese medio. El que tal haga llegará a la completa gloria y completa dicha". (61)
En breve visita efectuada a Cuba el 5 de febrero de 1889, después de unos meses de estancia en la capital, Maceo se traslada a Santiago de Cuba en julio de 1889, en su continuo peregrinar en aras de apreciar, organizar, convencer y crear las condiciones favorables a una próxima insurrección. Como relata Emilio Bacardí, en sus conocidas "Crónicas", éste se reúne el 29 de julio, en el Hotel Venus, con un nutrido grupo de personas simpatizantes en su gran mayoría de la causa independentista, en cena ofrecida por el Dr. Joaquín Castillo Duany. En la misma uno de los asistentes José R. Hernández osa afirmar, en presencia del ilustre invitado que " Cuba llegará a ser fatalmente por las fuerzas de las circunstancias una estrella más en la constelación americana", a lo que éste replica con su sentencia cargada de ética y patriotismo: "Creo joven, aunque me parece imposible, que ese sería el único caso en que tal vez estaría yo al lado de los españoles". (62)
La profundidad de su pensamiento se reitera una vez más en la carta enviada a José Dolores Poyo, director del diario "Yara", editado en Cayo Hueso y publicada en su edición con fecha 13 de junio de 1889, donde le expresa como " la dominación española fue mengua y baldón para el mundo que la sufrió; pero para nosotros es vergüenza que nos deshonra. Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre si no perece en la lucha. Cuba tiene muchos hijos que han renunciado a la familia y al bienestar por conservar el honor y la patria. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente" (63).
Maceo encarna el espíritu libertario de toda una generación, que en la coyuntura histórica que le corresponde vivir, asume la ética personal como derrotero de su quehacer revolucionario, con lo que enriquece un legado inapreciable para los ciudadanos de la Cuba actual.
1,8.- José Martí (1853.1895)
"Para zares no es nuestra sangre .El cubano, indómito a veces por lujo de rebeldía, es tan áspero al despotismo como cortés con la razón. Quien pretenda ensillarlo será sacudido "
El ideario martiano sintetiza lo más valioso del pensamiento ético-político del siglo XIX cubano e incluso lo trasciende, como uno de los pilares fundamentales de la ideología de la triunfante Revolución Cubana el primero de enero de 1959, continuidad histórica de las luchas protagonizadas por nuestro pueblo, con inmenso sacrificio, durante más de dos siglos.
Inspirador de las generaciones participantes en las luchas independentistas contra el colonialismo español; el enfrentamiento a los corruptos gobiernos que transitan a partir del 20 de mayo de 1902 y salvaguarda de nuestra identidad frente al solapado o abierto intervencionismo norteamericano, su pensamiento se niega a ser pieza de museo, argumento de apóstatas o justificación de oportunistas. La mejor ofrenda a su memoria no está en homenajes de flores y discursos, sino en la práctica cotidiana del ejemplo que nos legara, en el anónimo ejercicio de nuestros derechos y deberes. Renace en cada loable ejemplo, por modesto que este sea, materializado en el pueblo, el verdadero protagonista de nuestra historia.
Nace el 28 de enero de 1853 en La Habana intramuros, en una modesta vivienda en la calle de Paula, único hijo varón del matrimonio formado por Don Mariano Martí y Navarro, natural de Valencia, y doña Leonor Pérez Cabrera, originaria de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias. Inicia sus estudios en el colegio de San Anacleto, dirigido por Rafael Sixto Casado y más tarde en el colegio San Pablo rectorado por Rafael María de Mendive, quien se convertiría en su preceptor. Viaja a España con su familia, en 1856. Regresa a Cuba en junio de 1859. Su padre desempeña los cargos primero de celador y más tarde como capitán y juez pedáneo de Hanábana, al sur de la actual provincia de Matanzas, desde abril de 1862 a enero de 1863. Gracias a gestiones de su maestro Mendive, ingresa en agosto de 1866 en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. El 19 de enero de 1869, ya iniciada la llamada Guerra de los Diez Años (1868-1878), publica junto a su amigo Fermín Valdés Domínguez sus primeros artículos políticos en El Diablo Cojuelo, modesto periódico estudiantil editado por este último. El 23 de enero de ese mismo año se publica el único número del periódico La Patria Libre, donde aparece su drama en verso, Abdala. A raíz del encarcelamiento de su maestro y guía Mendive, a causa de los sucesos del teatro Villanueva se produjeron registros en las viviendas de muchos criollos intelectuales, entre ellos la casa de Fermín Valdés Domínguez, donde se encontró una carta firmada por Martí y dirigida al condiscípulo Carlos de Castro y de Castro, en la cual se le trata de traidor por no apoyar la causa criolla y haberse alistado en el ejército español. Juzgado en consejo de guerra, Martí, quien en el juicio asume toda la responsabilidad, resulta condenado a seis años de cárcel y Fermín Valdés Domínguez a seis meses. El 21 de octubre de 1869, a la edad de 16 años, este ingresa en prisión.
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