Descargar

El ecocidio (página 2)

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2, 3

Ante el colapso y desaparición del sistema soviético, que era la antítesis del capitalismo occidental, el paradigma capitalista se ha impuesto de manera universal, ya sea de forma abierta o de manera tácita. Los fallos de éste, reconocidos incluso por numerosos pensadores de tendencia capitalista, han hecho que muchos afectados culpen de sus desgracias, no sin razón, a este modelo económico-político. Éste es el caso de los movimientos ecologistas en general, los cuales, a pesar de haber tenido evidencia clara de que ni siquiera el sistema soviético pudo garantizar un aceptable respeto por la ecología (caso de Chernobil, entre otros muchos), al presente no pueden ya culpabilizar a un sistema político que está muerto desde hace tres décadas, por lo que la única manera (muy humana, por cierto) de calmar las ansias justicieras es dirigiendo la mirada acusadora hacia el gran superviviente de la guerra fría: el capitalismo contemporáneo, impulsado por los Estados Unidos de América y por Europa Occidental. En este sentido el libro "El ecocidio del Siglo XXI…", a la hora de investigar las causas de la desgracia ecológica planetaria que nos afecta, no ha sido capaz de sustraerse a esta visión pro ecologista sesgada. Ello lo evidencian los siguientes comentarios adicionales del prólogo, siempre en concordancia con el resto del texto, donde se examina la actuación ruinosa de los seres humanos en materia ecológica como un caso particular de la violencia conductual de éstos: «Las explicaciones metafísicas sobre la esencia del hombre han sido fallidas y abstractas. Concreta y fenome- nológicamente sólo podemos afirmar que es tarea de la ciencia mostrarnos la conformación fisiológica del hombre como ente viviente. Desde la ontología (parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales) podemos afirmar que el hombre es un ser histórico que realiza su existencia en un tiempo, espacio y sociedad determinados, y que la explicación de sus acciones hay que descubrirla en ese contexto… Explicar el origen de la violencia y sus diferentes manifestaciones (física, mental, económica, política, jurídica, social, educativa, religiosa, etc.), requiere investigar las estructuras político-económicas y sociales que sustentan la fuerza del sistema capitalista imperante, sus límites, sus efectos y sus con- secuencias. Buscar la desaparición de la violencia es buscar la desaparición de aquello que la engendra. La violencia ecológica es sólo una manifestación más de la violencia sistémica… La urgente necesidad por de- tener el ecocidio ha alentado la iniciativa de ley para que éste sea considerado como el quinto crimen contra la paz ante la Corte Criminal Internacional formada en 2002 para llevar a juicio a individuos por come- ter los siguientes crímenes: genocidio, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y crímenes de agresión… La Carta de la Tierra, hasta el día de hoy, es el documento orientador más sólido con el que se cuenta a escala internacional, en lo que concierne a la política ambiental; manifiesta en su preámbulo: "Es- tamos en un momento crítico de la historia de la Tierra en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia o- tros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras"… Este documento es el resultado de la decisión de los organizadores de la Cumbre de Río (1992), de retomar la elaboración de una carta de la tierra como iniciativa de la sociedad civil, para lo cual se forma una Comisión, en 1997, integrada por 23 personalidades. Esta Comisión promueve consultas y discusiones con la participación de 46 países y un sin- número de personas: ONGs, comunidades, asociaciones profesionales y expertos internacionales. Finalmente, la Comisión aprueba el documento en su última versión en marzo de 2000 y es presentado el 29 de junio en La Haya… Termina la Carta con el deseo de "[…] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida"… Sin duda, el anhelo manifestado por los autores de La Carta de la Tierra y los esfuerzos de los pueblos y gobiernos por resol- ver los problemas ambientales y poner las bases para una real sostenibilidad será sólo posible si se toma conciencia y se evidencian las causas que han conducido a la humanidad al borde de la aniquilación. El ecocidio es una realidad y no se va a evitar desviando y diluyendo la culpabilidad hacia una supuesta maldad inherente a la naturaleza humana. El ecocidio, subrayan los autores de esta investigación, es producto de la violencia creada por el sistema imperante en Occidente, que concibe a la naturaleza y al ser humano como simples productores de riqueza y cuya explotación es indispensable para su subsistencia».

La lectura del resto del libro ("El ecocidio del Siglo XXI…") parece armonizar fundamentalmente con el prólogo del mismo, del que ya hemos examinado algunas líneas maestras argumentales que marcan la personalidad de dicha obra y permiten atisbar su perfil en este sentido. Ha sido escogido como un modelo de pensamiento y sentimiento de muchos ecologistas actuales, porque reúne las características que se acomodan a la forma de ver el asunto de un colectivo muy numeroso. Sin embargo, el planteamiento que se expone, si bien es digno de elogio porque muestra una fuerte repulsa hacia el abuso desmesurado que la humanidad está llevando a cabo contra la biosfera, adolece de fuertes contradicciones y falta de consenso criteriológico básico, quizás debido en buena parte a que hay una gran carga emocional que impregna las actividades ecologistas, cosa que, por otra parte, es razonablemente comprensible.

Las contradicciones tienen que ver con el uso indiscriminado que se hace de los principios éticos y morales, en un contexto de aplastante mayoría evolucionista; y la falta de consenso se refiere a la pluralidad de ideas contrapuestas que pululan en conflicto lógico entre sí y que brotan sin parar de una población de ecologistas bienintencionados, aunque anárquicamente aglutinados mediante una variedad de credos paradigmáticos imposibles de reconciliar de manera coherente. Para entender la idea, ilustremos esto con un ejemplo histórico, insuficientemente conocido (por desgracia), que encierra unas lecciones muy importantes, pues sirve como advertencia acerca de las nefastas y presumibles repercusiones futuras que pudieran tener (en toda la sociedad humana) las incompatibilidades lógicas que subyacen bajo la mayoría de las inciciativas pro defensa de los derechos de tal o cual colectivo, entidad o sistema de cosas. Se trata de un episodio extraído de la biografía de Kurt Gödel (nacido en 1906 y fallecido en 1978), quien fue un lógico, matemático y filósofo austriaco-estadounidense.

Inconsistencias constitucionales

edu.red

Kurt Gödel fue un matemático austrohúngaro que, como otros muchos matemáticos de la historia, permanece desconocido para el gran públi- co, aunque, sin embargo, gracias a su aportación el mundo que actualmente concebimos difiere notablemente del que se imaginaba antes del siglo XX. Gödel trabajó especialmente en el campo de la lógica y sus trabajos, entre otros, fueron definiendo el camino hacia la computación y los ordenadores. Con tan sólo veinticinco años publicó algunos teoremas que fueron revolucionarios en su tiempo y cuyos desarrollos en forma de teorías en torno a la

Lógica fueron más que notables. Por lo visto, su mente era capaz de trabajar en órdenes de abstracción que se nos escapan a la mayoría de nosotros y, quizás afectado por ello, era un tanto excéntrico. La situación en Europa, previa a la Segunda Guerra Mundial, le llevó a trasladarse a Estados Unidos y después de algunos años le llegó el momento oportuno de nacionalizarse en aquel país, lo que le obligaba a pasar un no pequeño examen, frente a un juez, sobre su conocimiento de las leyes de los Estados Unidos. Decidido a preparase para el examen, estudió la Constitución de Estados Unidos y llegó a la conclusión de que ésta era inconsistente desde el punto de vista lógico. Baste decir que la prodigiosa mente de Gödel era perfecta- mente capaz de analizar y comprobar en su cabeza qué normas y qué leyes estaban relacionadas, unas con otras, y cuáles de entre ellas chocaban entre sí. No en vano, algunas de sus deducciones clave como mate- mático iban en esa línea, es decir, en la demostración teórica de algo partiendo de unos determinados y frecuentemente reducidos axiomas.

Antes de comenzar el proceso para convertirse en ciudadano de los EEUU, Gödel llevaba ya varios años instalado en Princeton, y en el ínterin Oskar Morgenstern y Albert Einstein se hicieron amigos personales de él, probablemente porque ellos, más que otros, se habían percatado de la genialidad y la potencia mental de este hombre, cuyo material de investigación (la lógica matemática) estaba imprescindiblemente situado a la base de cualquier teoría física o matemática; es decir, cualquier teoría científica debe pasar por el filtro de la formalización lógica para poder detectar si contiene o no contradicciones, antes de que dicha teoría sea dada a conocer oficialmente, en evitación de las vergonzosas consecuencias que sobrevendrían al emisor de la teoría si después de emitida al mundo académico se produce el desafortunado descubrimiento de que la citada teoría es inconsistente o contradictoria. Y nadie había como Gödel para poder supervisar fehaciente y rápidamente cualesquier trabajos teóricos que estaban a punto de ver la luz, o que ya estaban en vigor, como, por ejemplo, la teoría de la relatividad.

Por lo tanto, Einstein y Morgenstern, y tal vez una nutrida cantidad de otros intelectuales de Prin- ceton, estaban muy interesados en que Gödel trabajara allí con ellos, sin las cortapisas que podrían producirse si éste no alcanzaba la ciudadanía americana en aquel tiempo turbulento (los comienzos de la Segunda Guerra Mundial, donde el recelo nacionalista y los obstáculos puestos a los extranjeros suponían un fuerte handicap para los científicos centroeuropeos residentes en los Estados Unidos). En consecuencia, Einstein y Morgenstern no dudaron en apadrinar a Gödel en el día de su intento de nacionalización americana, dada la admiración polular de la que gozaban ambos en aquel país. Como parte del proceso legal, Gödel debía superar un examen de ciudadanía que incluía, entre sus temas de estudio, la Constitución de los EEUU.

Es posible imaginar el magro nivel de conocimientos que se requería para este examen; Gödel, sin embargo, se lo tomó completamente en serio y se embarcó en un análisis lógico de la Constitución del que no podría salir nada bueno en favor de la coherencia lógica de los elaboradores o padres de la misma. En efecto, un buen día, no mucho antes del examen, Gödel llamó a Morgenstern, muy agitado, y le dijo, en palabras del propio Morgenstern, que "había encontrado ciertas contradicciones lógicas internas [a la Consti- tución] y que podía demostrar cómo, de un modo perfectamente legal, sería posible para alguien convertirse en dictador y establecer un régimen fascista" (se puede comprender esta conducta de Gödel cuando se tiene en cuenta que él se sentía fugitivo del régimen nazi, del que trataba desesperadamente de alejarse). Pero Morgenstern primero y Einstein después hicieron lo imposible para acallar a Gödel, quizá por temor a que se desencadenara un alarmismo nada beneficioso en aquellos días en los que el histerismo bélico comenzaba a cundir en el entorno social. Sin embargo, el día del examen, una pregunta del juez Philip Forman, que instruía su causa, lo lanzó a confesar que se hallaba en posesión de una verdad incómoda. El juez, sin embargo, consideró que el extravagante profesor no merecía la camisa de once varas en la que se estaba metiendo y dio por concluida la vista, aprobando el examen de Gödel y convirtiéndolo en ciudadano americano. Un ciudadano con un secreto que nadie quiso conocer. Ni siquiera la curiosidad natural que la leyenda a- tribuye a Einstein hizo que éste permitiera a su amigo describirle el problema que había encontrado. Al i- gual que el último teorema de Fermat, la demostración del hallazgo quedaba para el futuro. Investigadores posteriores, utilizando métodos de razonamiento gödelianos, han llegado a la conclusión de que el problema, con toda probabilidad, tendría que ver con una autorreferencia. Un bucle extraño, real y legal.

Es posible que Gödel estudiara la Constitución en profundidad, tanto que escarbó hasta sus fundamentos lógicos. Y fue entonces cuando descubrió que era lógicamente inconsistente, esto es, que había contradicciones entre algunas de las proposiciones que la formaban. Y, lo más grave de todo, que tales contradicciones podrían permitir que alguien en el poder instaurara una dictadura similar a la de Hitler en Alemania: militar y fascista. Gödel, que se excitaba ante hallazgos de tal categoría, y más porque en este caso se podría vulnerar la seguridad ciudadana en el país supuestamente más libre del mundo, contactó inmediatamente (como se ha dicho) con Morgenstern y con Einstein, quienes ya conocían al genio matemático y sabían que si no lo convencían para que guardara silencio podría meterse en un problema grave en el día de su examen ante el juez.

Gödel, pues, se presentó ante el juez Philip Forman, que instruía su causa, montado sobre los hombros de sus gigantescos avales, conocidos por el público estadounidense. El juez, asombrado por la talla de los acompañantes del matemático austriaco, estaba profundamente impresionado. A Morgenstern y a Einstein se les permitió presenciar el examen. Éste transcurrió con normalidad y Gödel fue superando una a una las preguntas formuladas por Forman. Sin embargo, en un momento dado, el juez sacó el tema de las dictaduras y de los Estados Unidos. El diálogo, según se informa, fue el siguiente:

  • Juez: Usted tenía la nacionalidad alemana hasta ahora, ¿no?

  • Austriaca – le corrigió Gödel.

  • Es igual – prosiguió el juez -, aquello fue durante una horrible dictadura, pero afortunadamente eso no puede pasar aquí.

  • Gödel: De ninguna manera, yo puedo demostrarle que sí…

Cuando Gödel comenzó a explicarle al juez Forman cómo tal cosa era posible, éste se dio cuenta de que si dejaba hablar al estrafalario genio, se vería obligado a suspenderle, por lo que le denegaría la nacionalidad. Así que se mostró indulgente y paró a Gödel, mientras que Einstein y Morgenstern lo calmaban. Como sabemos, Gödel consiguió la nacionalidad y cada uno de estos hombres continuaron con su vida. En 1978, Gödel murió de hambre, debido a que padecía una especie de delirio mental que le hacía creer que lo intentaban envenenar a través de la comida. Sólo confiaba en su esposa, Adele Nimbursky, quien tenía que probar la comida antes de que él la aceptara. Sin embargo, ella enfermó y fue hospitalizada durante seis meses, en el transcurso de los cuales Kurt Gödel se negó a comer y consecuentemente dejó de pertenecer al mundo de los vivientes. Cuando falleció pesaba 32'5 kilos.

Hay quienes han tomado a la ligera las palabras de alarma de Gödel y han pensado que el genio simplemente estaba tan afectado por una paranoia persecutoria que vio inconsistencia y peligro donde no lo había realmente, pero éste no es el caso para ciertas eminencias en lógica matemática, quienes han podido olfatear el atisbo godeliano y llegar a la conclusión de que era factible su alarmante preocupación. En efecto, toda ley fundamental que aspira a mantenerse vigente con el tiempo -como la Constitución de los Esta- dos Unidos, la Constitución Española y otras- contiene provisiones para su propia modificación. En el caso de los Estados Unidos éstas se encuentran en el Artículo V de su Carta Magna. En la Constitución Española el meollo de la cuestión puede encontrarse en el Título X, Artículos 167 y 168. Sin estos artículos, que permiten la modificación propia, cualquier norma fundamental no sería más que un conjunto finito de reglas. Sin embargo, estos títulos "especiales" hacen de las cartas magnas -en potencia- colecciones infinitas, aunque sus cambios puedan ocurrir en la práctica de modos arbitrariamente lentos. Así, la Constitución de los Estados Unidos nació con tan sóo siete artículos, pero, desde su nacimiento en 1789, ha acumulado 27 enmiendas, arrojando un ritmo de "crecimiento" de 8'33 años por enmienda (aun así se trata de la norma fundamental en vigor más corta del mundo). La Constitución Española, en cambio, nació en 1978 y tan sólo ha sufrido dos modificaciones, lo que arroja un glacial crecimiento de 18 años por enmienda. La potencial infinitud de las normas fundamentales con artículos de automodificación hace posible la acumulación de re- glas de cualquier tipo. En particular, Guerra-Pujol, profesor asociado de Leyes en la Dwayne O. Andreas S- chool of Law de la Barry University, en Miami, Florida, conjeturó que Gödel pudo haber imaginado la posibi- lidad de que una de estas reglas cambiara la propia regla de alteración para facilitar modificaciones poste- riores. Según Guerra-Pujol, los artículos que permiten la modificación de una ley fundamental pueden clasificarse en tres tipos:

  • Tipo I: artículos de modificación constitucional sin cláusulas de afianzamiento.

  • Tipo II: artículos de modificación constitucional con cláusulas de afianzamiento no reflexivas.

  • Tipo III: artículos de modificación constitucional con cláusulas de afianzamiento reflexivas o autorreferenciales.

En este contexto, se entiende por "cláusula de afianzamiento" cualquier provisión legal que prohíba o limite las posibilidades de alteración de la norma fundamental en todo o en parte. Una cláusula de afianzamiento reflexiva es una que, por su redacción, se protege a sí misma.

Por lo visto, Gödel sabía que su atisbo no se trataba de una fantasía de política ficción. En 1933, el flamante canciller alemán Adolf Hitler, en el poder pese a no haber obtenido la mayoría en las elecciones gracias al apoyo del Partido Popular Nacional Alemán, utilizó su mayoría en el Reichstag para impulsar una enmienda a la Constitución de Weimar. La Ermächtigungsgesetz o Ley Habilitante de 1933 puenteaba al Parlamento y ponía todo el poder legislativo en manos del Gobierno -o lo que es lo mismo, en manos de Hi- tler en persona.

Quizá la Constitución de Weimar fuera particularmente sencilla de subvertir. Sin embargo, el resultado propuesto por Guerra-Pujol implica a no importa cuál tipo de artículo de modificación sea el que recoja la norma fundamental: siempre será posible establecer una estrategia que, en un número finito de pasos, lleve a un cambio constitucional que permita el establecimiento legal de una dictadura. Esta amenaza ha si- do detectada a resultas de una preocupación académica creciente ante el virage experimentado reciente- mente por las democracias occidentales, especialmente la estadounidense, como reacción defensiva legal frente al terrorismo islámico. En consecuencia, la incertidumbre y el temor a perder las libertades democráticas adquiridas ha impulsado a algunos intelectuales occidentales a tratar desempolvar la olvidada e in- movilizada advertencia de Gödel.

Por supuesto, cualquier Constitución está respaldada por un arduo trabajo de elaboración. No obs- tante, si la Norteamericana es vulnerable, entonces cabe preguntarse: ¿Cuánto más no lo serán las otras? Y con muchísima más razón cabría preguntarse: ¿Qué hay de la denominada Carta de la Tierra, elaborada bajo la ineludible influencia de la teoría natural más aceptada del momento: el evolucionismo, la cual no ad- mite valores ético-morales trascendentes que son de capital importancia para elaborar la Carta? ¿O qué hay de las doctrinas ecologistas, que para poder consensuarlas entre sí, o refundirlas en una sola, sería necesario hacer una purga lógica que violara los fundamentos criteriológicos de casi todas ellas, lo cual no garantizaría para nada, después de todo, que la doctrina resultante, caso de que efectivamente pudiera cubrir de manera general a las particulares de las que procede, quedara dentro del alcance de la aprobación godeliana?

Lo cierto es que si aplicamos, no ya la lógica godeliana, a nuestro universo social humano, sino cualquier lógica más o menos vulgar, empezaríamos a detectar contradicciones por todas partes. Pero lo peor de ello es que dichas contradicciones son letales en su mayoría, ya de entrada o porque se relacionan con las más devastadoras de entre ellas y las apoyan de algún modo; y las tales, formando subconjuntos más o menos numerosos, conducen a paradigmas destructivos a medio o largo plazo, a pesar de que no aparenten semejante desenlace futuro. Tal vez el preclaro rey Salomón, en la sabiduría que le fue dada, detectó este problema cuando escribió: "Existe un camino que es recto ante el hombre, pero los caminos de la muerte son su fin después" (Libro de los proverbios, capítulo 14, versículo 12). Y esto nos trae a la memoria otro caso histórico interesante, como veremos a continuación.

Receta de un asesino en serie

La monografía G051 (¿Alma inmortal?), incluye, en sus páginas 7 y 8, lo siguiente: «Es interesante, por otra parte, tomar en cuenta hasta qué punto el cerebro puede ser secuestrado por una pulsión emocional- mente malsana. Por ejemplo, determinados asesinos en serie, violadores de mujeres y conectados con el mundo de la pornografía dura, como el famoso Ted Bundy, han afirmado que han ido más allá de sus posibilidades de arrepentimiento. Llevan por fuerza una doble vida, por un lado como personas normales y por o- tro lado como asesinos. Y parece que en ellos conviven dos individuos diferentes, uno bueno y otro malo… La persona de Ted Bundy resultó ser una sobrecogedora combinación de chico guapo y bueno y degenerado sexual perverso, ocultando un lado oscuro tormentoso esclavizado a fantasías eróticas que desembocaron en extremos escalofriantemente crueles. Persiguió, amenazó y asesinó a más de un centenar de mujeres, quienes en principio eran absolutamente ajenas a esta terrible amenaza bajo la forma de hombre afable y atractivo… Estudió la carrera de Derecho y colaboró activamente con un partido político. Su primer crimen lo cometió en 1974 en Washington, atando a una mujer mientras dormía y golpeándola con una barra de hierro. Un mes más tarde asesinó a una joven universitaria en un campus donde estudiaba la chica, llevándose el cuerpo de la víctima y dejando su habitación llena de sangre. Así comenzó su andadura criminal, de la cual ya no cabía marcha atrás… En todos sus crímenes adoptaba el mismo comportamiento ritualista. Primero seguía a la víctima elegida por la calle o dentro del supermercado, entonces fingía tener el brazo roto o lastimado, para que la víctima le ayudara a conducir el coche; luego estrangulaba y golpeaba a la víctima en la propia casa de ella y finalmente sodomizaba o vejaba el cadáver y mordía el cuerpo muerto. Al principio cometía sus crímenes al amparo de la noche, pero posteriormente se hizo más confiado y atacaba de día. Apoyado en su atractivo físico y carisma, conseguía fácilmente que las mujeres confiaran en él y le ayudaran a conducir su Wolkswagen. Viajó por diversas ciudades norteamericanas de Washington, Utah, Colorado y Florida, dejando a su paso una estela de crímenes y secuestros…

Este infame asesino en serie le otorgó una entrevista al psicólogo James Dobson, antes de su ejecución. En dicha entrevista describió la agonía de su adicción a la pornografía y se adentró en sus raíces, explicando el desarrollo en él de esta conducta sexual compulsiva. Reveló también cómo la pornografía "hardcore" (dura, extrema o máxima) encendió en su mente los motores para cometer sus terribles crímenes… Cuando Ted tenía 13 años descubrió unas revistas pornográficas en un basurero cercano a su casa, y lo que contempló cautivó su interés rápida- mente. Fue el comienzo de una andadura que, con el tiempo, lo hizo adicto a vídeos y revistas de contenido sexual sadomasoquista y violento. Más adelante, buscando un estímulo más fuerte, cayó en la aberración de aficionarse a los adiovisuales en los que aparecían mujeres siendo torturadas y asesinadas (sadismo criminal). Posteriormente, cuando se cansó de ser un simple espectador y su líbido le demandaba mayores niveles de excitación, sólo le quedaba ya pasar, pues, de la fantasía a la realidad: el salto obligatorio y final para conseguir un estado placentero mayor, es decir, la puesta en práctica de violencia sádica y sexual contra mujeres reales… Había estado jugando con fuego y ahora había provocado un incendio imparable en su interior, una especie de vorágine térmica arrasadora generada por su esclavitud a una piromanía sexual que comenzó durante su adolescencia. Dentro de él había entrado en erupción un volcán pasional morboso, cuya lava tenía la forma de sadismo maligno autoalimenta- do… Finalmente, Bundy fue convicto y sentenciado a muerte por el asesinato de una niña de 12 años, cuyo cuerpo arrojó en una pocilga. Sin embargo, la ejecución se demoró más de 10 años a causa de apelaciones y maniobras legales astutas. Por último, un juez dio la orden de ejecutar a este asesino sin más demora… Durante su última semana de vida, Bundy pidió a un a- bogado que llamara a James Dobson para una entre- vista final en la prisión del estado de Florida.

edu.red

El señor Dobson comentó: "Bundy tenía algo importante que decir y pensaba que el medio noticiero no era suficientemente confiable. Por lo tanto, fui invitado, en

calidad de psicólogo, a traer un grupo de camarógrafos para grabar sus últimos comentarios, estando ya, como estaba, a las puertas de la muerte. Nunca olvidaré tal experiencia… Finalmente, llegué a una recámara donde esperé a Bundy. Fue traído, rodeado de 6 guardias de la prisión, después de haber sido completamente registrado"… Con lágrimas en los ojos, Bundy describió hábilmente el espantoso monstruo que tomó posesión de él y que dominó por completo su voluntad por el hecho agravante de haber cedido también al consumo de bebidas alcohólicas. Sin embargo, su ansiosa locura por matar siempre estuvo alimenta- da por la pornografía violenta. Quizás no pensó que jamás llegaría tan lejos, y por eso se dejó llevar sin ninguna aprehensión por la excitación libidinosa de la pornografía. Pero, aunque ignorante del peligro al que exponía su corazón (mente emocional), lo cierto es que cayó en una trampa traicionera que lo subyugó al poder del imperio enmascarado de los bajos instintos… Dobson le preguntó a Bundy: "¿Cuáles son los antecedentes de su comportamiento?". A lo que Bundy respondió en parte: "Contacté con la pornografía suave, en la tienda y en la farmacia del barrio. Como solían hacer otros jóvenes, exploré sitios donde la gente tiraba basura y allí encontré un tipo de pornografía más dañina, que conjuba sexo y violencia. El matrimonio entre estas dos fuerzas, como bien conozco, hace que surja una clase de comportamiento demasiado terrible para poder describirlo". Dobson: "¿Qué ocurría en su mente, pues?". Bundy: "Esa clase de literatura ayudó a formar y moldear las diferentes facetas de mi conducta violenta. Al principio encendió mis fantasías y luego, en un momento determinado, contribuyó a cristalizarlas; hizo que se formara algo dentro de mí, como si fuera una entidad separada". Dobson: "Después de cometer su primer crimen, ¿qué efectos emocionales sintió?". Bundy: "Es muy difícil rememorar esto y es muy desagradable conversar sobre ello, pero me sentí como si emergiera de un horrible sueño o de un terrible trance; como si hubiera estado poseído por algo a- troz y perteneciente a otro mundo. Al día siguiente, por la mañana, tras recordar vívidamente lo sucedido, supe que era responsable ante la Ley y ante Dios. Me levanté con la mente clara y despejada, y experimenté una absoluta horripilancia de mí mismo". Dobson: "¿Se imaginó usted, con anterioridad, capaz de hacer esto?". Bundy: "No hay forma de expresar lo brutal que es el ansia que te empuja a hacerlo. Pero una vez satisfecha tal ansia, retrocedía su control sobre mí y volvía a ser yo mismo, una persona de comportamiento normal; no un holgazán que frecuentara bares ni un pervertido de mirada extraña e inquietante. Me por- taba como una persona común, con sus buenos amigos y su comportamiento normal, excepto, claro está, por ese pequeño segmento de mi vida tan potente y destructivo, el cual se escondía muy secretamente dentro de mí"… Esta experiencia muestra que la conducta humana puede llegar a situaciones en las que el arrepen- timiento sincero sea difícil o hasta imposible, al quedar la mente permanentemente secuestrada por un la- do oscuro emocional del que no tenemos idea de su peligrosidad. Sólo descubriríamos, más tarde, que he- mos quedado entrampados y que no es posible salir del atolladero».

Del libro "De la pornografía a un asesino en serie", escrito por Marcos Discroll, se extrae que Ted Bundy, graduado de la Universidad de Washington, se convirtió en uno de los asesinos más notorios y temidos de la nación por golpear, violar y después asesinar por lo menos a treinta niñas y mujeres entre las edades de doce a veintiséis años. Poco antes de ser ejecutado, Bundy, al ser entrevistado por James Dobson, admitió sorprendentemente que no poseía ninguno de los factores desencadenantes habituales de tal comportamiento malvado, ya que fue criado en un hogar cristiano de amor con cinco hermanos y no experi- mentaron ningún abuso sexual en el hogar que pudiera haber alterado sus mentes juveniles. Más bien, él confesó en detalle cómo cuando era un niño, comenzó, como la mayoría de los varones, a mirar pornografía común, que inflacionó hasta convertirse en formas cada vez más duras y a derivar en un tipo de pornografía que finalmente lo condujo a actuar de acuerdo con fantasías malignas. En la conversación que se produ- jo sólo diecisiete horas antes de que Ted fuera llevado a la silla eléctrica, señaló hacia un aspecto social de la pornografía que puede considerarse muy preocupante: «Yo era una persona normal. Tenía buenos amigos. Llevaba una vida normal, a excepción de este pequeño pero muy potente y destructivo segmento que guardé muy en secreto dentro de mí. Aquéllos de nosotros que hemos sido tan influenciados por la violencia ex- puesta en los medios de comunicación, en particular la violencia pornográfica, no somos una especie de monstruos innatos. Somos hijos y maridos. Crecimos en familias normales… La pornografía puede meter la mano y arrebatar a un niño de cualquier hogar actual. Me arrancó de mi casa 20 o 30 años atrás, aunque mis padres fueron diligentes en la protección de sus hijos y proveyeron un buen hogar cristiano para sus hijos, pero no hay protección contra este tipo de influencias que andan sueltas en una sociedad tolerante… He conocido a muchos hombres que estaban motivados a cometer actos de violencia y, sin excepción, cada uno de ellos se encontraba profundamente involucrado en la pornografía, totalmente consumido por la adic- ción a ésta.

Un estudio del FBI sobre el homicidio serial muestra que la inclinación más común entre los a- sesinos de este tipo es la pornografía… Espero que aquéllos a los que yo he causado tanto dolor, aunque no crean mi expresión de dolor, sí van a creer lo que estoy diciendo ahora: hay algunos individuos sueltos en sus respectivos pueblos y comunidades, como yo, cuyos impulsos peligrosos están siendo alimentados, día a día, por la violencia expuesta en los medios de comunicación, en sus diversas formas, en particular la violencia sexualizada. Lo que me asusta es lo que se ve en la televisión por cable. Parte de la violencia de las películas que llegan a los hogares hoy en día es algo que no se mostraba en los cines para adultos hace 30 años… Ésa es la violencia más gráfica que puede darse en la pantalla, especialmente dañina cuando los niños están desatendidos y la ven, pues no saben que podrían acabar siendo un Ted Bundy, con una predisposición a este tipo de comportamiento… Lo que espero que salga de nuestra conversación es que la sociedad merece ser protegida de sí misma. Como hemos estado hablando, hay fuerzas sueltas en este país, especialmente procedentes de este tipo de pornografía violenta, donde, por un lado, personas de buena reputación condenan el comportamiento de Ted Bundy mientras están caminando junto a un puesto de revistas repleto de los mismos tipos de imágenes que llevarán a los niños pequeños por el camino de Ted Bundy. Ésa es la ironía. Hay un montón de niños jugando en las calles de todo el país que van a estar muertos mañana, y también al día siguiente, debido a que otros jóvenes están ahora leyendo y viendo el mismo tipo de cosas que a mí me arruinaron la vida y que están disponibles en los medios de comunicación de hoy en día».

En toda esta calamitosa historia sería conveniente resaltar la gran contradicción existente en los entresijos de una sociedad que condena a la silla eléctrica a un asesino en serie y al mismo tiempo, quizás en aras de la libertad de expresión, permite que prosperen semilleros de pornografía violenta que no pue- den menos que inducir a algunos chavales a seguir el derrotero de Ted Bundy. Pero este fenómeno contra- dictorio es demasiado común y variopinto en todos los colectivos humanos, al margen ya de lo sexual, como se ha insinuado anteriormente, de manera que intentar combatirlo globalmente parece ser una quimera hu- manamente irrealizable.

Los juicios de Nuremberg

La monografia E-008 (El origen del hombre), página 21, expone en parte: «La adopción del punto de vista neodarwinista puede llevar a un individuo preclaro a sentir que la sociedad en la que vive se encuentra sustentada sobre pilares incoherentes, con terribles consecuencias. Por citar un ejemplo entre otros muchos, la mente del esclarecido puede que se detenga a pensar en los denominados "juicios de Nuremberg", acaecidos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Así, desde el paradigma evolutivo, el abominable Hitler no podría ser visto como una alimaña humana, ni como un transgresor de los derechos humanos, sino más bien como un eventual perdedor en la arena sangrienta de obligados y combativos gladiadores que están confinados en el universo evolucionario. En esa arena no existen buenos ni malos, sino simplemente competidores, o sea, púgiles condenados a perpetuar una lucha sin final para medrar a toda costa. Así, los juicios de Nuremberg, llevados a cabo contra los criminales nazis de la Segunda Guerra Mundial, se tornan en una farsa contradictoria, pues los magistrados que los presidieron pertenecían, en su mayoría, a las potencias aliadas vencedoras y éstas admitían abierta o tácitamente las doctrinas evolutivas propuestas por el británico Charles Darwin; y, a su vez, paradójicamente, esas mismas doctrinas darwinianas constituían una parte importante del combustible ideológico utilizado por Hitler para dar impulso a su maquinaria nazi. Verdaderamente, es éste todo un conflicto existencial para nuestro preclaro pensador, quien, como muchos otros esclarecidos que le precedieron, no tendrá más remedio que impulsarse hacia la búsqueda de alguna solución, si es que desea que su efímera e incierta vida adquiera alguna clase de sentido».

Por atavismos paradigmáticos incorporados en la mente de las generaciones precedentes, la visión de la realidad que propone la teoría evolucionista llega a estar en ellas muy inoperante en lo que concierne a la moral y a la ética, de tal manera que nuestros padres y abuelos viven en una dualidad contradictoria en cuanto a esquemas de valores, admitiendo incondicionalmente el evolucionismo de forma teórica por un lado y actuando en la práctica como un creyente medieval por otro lado. Sin embargo, las nuevas generaciones tienden a romper con esos esquemas anticuados y optan por novedosos principios menos altruístas, por lo que es más fácil que los criterios neodarwinistas logren implantarles un prisma más descarnado y eso degenere en atrocidades justificables al amparo de unas leyes naturales que aparentan ser competitivas y de- predadoras. Éste sería el poder de penetración del pensamiento evolucionario, que obraría con intensidad aumentante a medida que se suceden las generaciones humanas. No obstante, la detección de las contra- dicciones que actualmente experimenta nuestra sociedad en este campo no necesitan de un Gödel para ser puestas en evidencia, pues cualquier individuo reflexivo y con sentido común sería capaz de detectarlas. El esquema gráfico siguiente es intuitivo y habla por sí mismo:

edu.red

Ignorancia y simpleza

Muchas personas opinan que el diseño complejo que se observa en la naturaleza es producto de un Diseñador inteligente. Sin embargo, otras personas señalan que eso significaría que Dios diseñó la violencia y la matanza que son tan comunes entre los hombres y los animales. Por lo tanto, surge la pregunta: ¿Es posible sostener coherentemente que la biosfera es la obra de un Diseñador benévolo y a la vez admitir la e- videncia de tales episodios cruentos que hieren la sensibilidad de un espectador educado en principios morales de tendencia altruísta?

Algunos investigadores se han sentido atraídos y maravillados por las estructuras vivas bien diseña- das, pero a la vez se han percatado de que en bastantes casos dichos diseños operan con rasgos de cruel- dad que repelen. Es el caso de ciertas plantas carnívoras, o de algunos insectos depredadores. Por eso, el argumento que algunos teólogos usan para probar la existencia de Dios, al decir que el diseño indica la existencia de un Diseñador, es insuficiente y hasta contraproducente para atrer a las personas a Dios. Y mucha gente opina que los descubrimientos científicos de hoy día no han fortalecido precísamente este argumento teológico.

De todas formas, el avance progresivo de la ciencia nos ha ayudado a comprender cuán complejo es el mundo natural, y la ingeniosidad que refleja. Por ejemplo, consideremos lo que se ha descubierto en el ámbito celular. Hace un siglo se consideraba que la célula era una masa protoplásmica envuelta en una membrana sencilla. Pero hoy sabemos que esta membrana exterior es una maravilla, puesto que regula los mate- riales que entran en la célula y los que son expulsados de ella. Y dentro de la célula hay un asombroso arreglo de materias que obran en reciprocidad. Hay proteínas, enzimas, el DNA con el plano maestro de construcción, y una gran cantidad de otras materias extremadamente complejas. Hasta algunos autores hablan de "complejidad infinita" para referirse a esa intríngulis que presenta el mundo biológico a nivel microscópico.

Además, sea que examinemos detenidamente el pequeñísimo mundo de los átomos y las células, o el inmenso universo con sus miles de millones de estrellas y galaxias, podemos ver un patrón preciso. Observamos orden, diseño una apariencia de inteligencia. Y siempre que vemos diseño en algún aspecto de la vida diaria, no titubeamos en atribuirlo a seres humanos inteligentes. Cuando vemos una casa, reconocemos que la construyó un edificador inteligente. Reconocemos que el reloj de pulsera que quizás llevemos puesto es la obra de un relojero. Cuando vemos un fotocalco de planos sobre una mesa, sabemos que un delineante los trazó. Cuando miramos pinturas en una galería de arte, sabemos que alguien tiene que haberlas pintado. Pues hasta en el caso de una mesa, una silla, un cepillo de dientes o un lápiz, hay seres humanos que los di- señan y fabrican. Por eso, si estas cosas son relativamente simples en cuanto a diseño y función al compa- rarlas con los átomos, las células vivas, las plantas, los animales, los seres humanos y el universo, cabe la pregunta teológica: ¿Es razonable concluir que las cosas naturales, que son mucho más complejas, no han tenido diseño?

En cada nivel de observación respecto a estas cosas, muchas personas religiosas se han sentido impelidas a concordar con el apóstol Pablo, quien dijo sobre Dios: "Sus cualidades invisibles se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos (los incrédulos) son inexcusables" (Epístola a los romanos, capítulo 1, versículo 20). Sin embargo, algunos cuestionan: Si este argumento es tan lógico, ¿por qué hay tantos individuos que dudan de la existencia de un Diseñador, esto es, de Dios?

Algunos ateos han observado el diseño que la naturaleza manifiesta y, no obstante, no creen en la existencia de un Diseñador, un Creador. ¿Por qué? ¿Son tercos e inexcusables, como quizás piensen algunas personas creyentes?

Parece ser que no todos los ateos son igualmente honestos y sinceros, tal como ocurre también con los que se dicen creyentes. Sin embargo, da la impresión de que ciertos ateos no atisban mejor solución pa- ra el problema del "diseño y la crueldad" que negar la existencia del Diseñador. Bajo la premisa de que Dios es bueno y odia la crueldad y la violencia, defendida simplistamente por las religiones en general, se admite a nivel igualmente simplista y general que la crueldad y la violencia que se observan en la naturaleza es producto de una evolución ciega y aleatoria. Ante esto, razonan que si se defiende la existencia de un Creador también se estará defendiendo implícitamente que el diseño creativo es cruel y violento, a juzgar por el comportamiento depredador y parasitador que frecuentemente se observa en la biosfera. Entonces opinan que un dios así no sería mejor persona que cualquiera de los míticos dioses griegos del Olimpo, de características morales más bajas que incluso la de sus adoradores humanos. Por lo tanto, dado que la mitología griega es anticientífica, es preferible apegarse a la supuesta "ciencia evolucionista" y admitir que Dios no existe.

Nuevamente, las contradicciones paradigmáticas provocan desorientación mental: el indigesto maridaje entre la creencia en un dios benévolo y la crueldad que se observa en la biosfera parece conducir a un callejón sin salida. Al tratar de salir de él, ciertos teólogos han emitido explicaciones reduccionistas contraproducentes en materia de fe razonable y razonada. Tal es el caso de la denominada Teodicea. La mono- grafía E-003a (Apologética y teodicea), paginas 2 y 3, explica: «La "teodicea" (del griego TEOS, dios, y DIKE, justicia) es una rama de la filosofía cuyo objetivo es la demostración racional de la existencia de Dios mediante razonamientos, así como la descripción análoga de su naturaleza y atributos. Etimológica- mente hablando, Teodicea es "justificación de Dios" y por tanto se enmarca en el ámbito más amplio de la Teología natural, aunque a menudo estos dos términos se toman como sinónimos. El término Teodicea fue creado en el siglo XVIII por Leibnitz como parte del título de una de sus obras: "Ensayo de Teodicea. A- cerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal", si bien Leibnitz se refería con Teodicea a cualquier investigación cuyo fin fuera explicar la existencia del mal y justificar la bondad de Dios. Sin embargo, Leibnitz, con este ensayo, no pretende justificar la existencia de un Dios filosófico aconfe- sional, sino del Dios de los cristianos, con su visión añadida del hombre, del mal y del mundo… Ya con el enunciado de su "principio de perfección" (PP), Leibnitz afirmó que Dios eligió la mejor de todas las infinitas posibilidades alternativas con las que contó para crear nuestro mundo. Es decir, que de todos los mundos posibles, el nuestro es el mejor. Sin embargo, a primera vista, sin un conocimiento claro de cómo empezó todo y cómo se desequilibró después, parece un poco ingenua la reflexión que condujo a Leibnitz a adoptar el PP. En efecto, con tanta maldad rodeándonos, ¿cómo puede ser que nuestro mundo sea el mejor?… Por un lado, desde un prisma basado únicamente en lo que se ve, se podría pensar que Leibnitz fue bastante opti- mista al rescatar para sí (en beneficio de sus argumentos) lo bueno y sólo lo bueno, o aquello que hace posible que existamos. Dijo que Dios, como sabio que es, analizó las infinitas posibilidades que tenía para construir el mundo, y eligió la mejor. Entonces planteó que la maldad es un ingrediente esencial para que el mundo sea, por tanto, el mejor; por ejemplo, si un león mata a una cebra y se la come podría pensarse que el león es malo; no obstante, si no la matara no podría alimentarse y consecuentemente moriría, y no sólo e- so, sino que al no depredar a las cebras éstas se multiplicarían muchísimo y se comerían toda la hierba, desertizando los paisajes y dejando sin alimento a otras especies e incluso a la suya misma, y a los humanos. Este ejemplo, o metáfora, se podría aplicar a todos los aspectos y fenómenos de este mundo; y con ello Leibnitz manifestó su visión de que todo está en perfecto equilibrio y que lo bueno necesita de lo malo, y que todo esto fue meticulosamente planeado por Dios para lograr así una armonía perfecta. Con el PP, creemos, Leibnitz acertó sólo en el enunciado, pero erró en la aplicación de dicho principio a lo que actual- mente se observa en la naturaleza y desatinó terriblemente en su interpretación de que lo bueno necesita de lo malo para que se mantenga el equilibrio perfecto. A este respecto, la revista LA ATALAYA del 15-7- 1975, páginas 419-423, publicada en inglés, español y otros idiomas por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, señala: "Por lo general, las explicaciones religiosas del mal resultan insatisfactorias. El filósofo católico Tomás de Aquino sostuvo que se impedirían muchos bienes si Dios no permitiese existir ningún mal. Muchos filósofos protestantes comparten ese punto de vista. Por ejemplo, The Encyclopædia Britannica dice que Gottfried Leibnitz pensaba que el mal meramente hacía resaltar el bien en el mundo, el cual se magnifica por contraste. En otras palabras, Leibnitz creía que necesitamos el mal a fin de valorar el bien. Eso es como decirle a alguien que sufre de cáncer que su enfermedad es justamente lo que se necesita para que otros se sientan vivos y saludables de verdad"».

Si echamos una mirada a la historia, enseguida comprobaremos que la interpretación que el hombre ha hecho de los fenómenos naturales ha estado siempre afectada por una tendencia reduccionista o simplista; cosa natural, por cierto, dado que el ser humano no puede menos que simplificar su estudio acerca de la realidad para poder abordarla de alguna manera; sin embargo, es fácil que dicho simplismo derive a paradigmas contraproducentes. ¿Qué significa esto? ¿Que está el hombre abocado al fracaso absoluto en cuanto a conocer y decidir acerca de la realidad? No necesariamente… No si es capaz de reconocer que su visión de la realidad es, como mucho, simplista. Entonces dejará su mente abierta a hechos y sugerencias que puedan enriquecer su punto de vista, en lugar de cerrarse ante cualquier dato que le suponga la incomodidad de tener que reformar su mapa conceptual.

Grandes científicos del pasado, como Isaac Newton, a quien Isaac Asimov llamó "el más grande ce- rebro científico que el mundo ha conocido", creían en Dios. Él y muchos otros científicos, al igual que pen- sadores distinguidos de otros campos, señalaron al diseño que se advertía en la naturaleza como prueba de la existencia de un Diseñador Maestro, Dios. Esta idea prevaleció por siglos. ¿Por qué? ¿Acáso no se dieron cuenta, o no fijaron la atención, en la guerra despiadada y sin cuartel que la mayoría de las especies vivientes mantienen en el seno de la biosfera?

Al parecer, durante la antigüedad y hasta el final de la Edad Media, las ciencias naturales biológicas (salvo la medicina) fueron algo prácticamente inexistente, en tanto que el estudio de las ciencias naturales fisicoquímicas y astronómicas dominaron el interés de la mayoría de los estudiosos. Esto es muy interesan- te porque la depredación y el parasitismo no se observan en las ciencias no biológicas, sino sólo en las biológicas. Y el surgimiento de este interés serio por los fenómenos biológicos a nivel planetario coincidió con bastante exactitud con fechas modernas, aproximadamente hacia la época de Darwin o levemente anterior, cuando se produjo una gran curiosidad científica por los temas relativos a los seres vivos en general al tiempo que la microscopía celular incipiente y el registro de los fósiles nutrían a los investigadores de nuevos e impresionantes datos, y la botánica y la zoología se hacían cada vez más relevantes en el mundo académico; y con ello empezaron a aparecer las primeras metodologías para optimizar el abordaje intelectual de estos nuevos compartimentos de la ciencia.

El paradigma imperante en Occidente (vanguardia de la ciencia mundial) era el fijismo (doctrina teológica que sostenía la inmutabilidad de las especies biológicas, sin tomar en cuenta la capacidad adaptativa de los organismos vivientes, a veces sorprendentemente variopinta y versátil), y su relativamente larga pervivencia se debió al apoyo tenaz del estamento religioso-político dominante. Leibnitz, con su teodicea, fue un ejemplo de defensa filosófica a ultranza en paralelo al fijismo y a la teología natural (una visión de las ciencias naturales eminentemente racional y creacionista, por decirlo así). De hecho, hasta Darwin en sus comienzos (pues había contemplado la posibilidad de ordenarse clérigo anglicano) mostraba una clara inclinación al fijismo moderado y a la teología natural.

Siempre ha habido mentes disconformes con el paradigma principal, a veces simplemente por espíritu de contradicción (lo cual frecuentemente va unido al deseo de protagonismo) y otras veces por preclaridad intelectual. En la antigüedad hubo brotes de ateísmo y materialismo filosófico que no llegaron a medrar de ninguna manera, quizá porque emergieron en una época en la que la mayoría de la gente era creyente y aún no estaba suficientemente desengañada de la clase religiosa. Pero en las inmediaciones de la gene- ración de Darwin, en Occidente, las cosas empezaron a cambiar rápidamente. Se empezó a cuestionar con éxito que el universo fuera la obra de un Diseñador amoroso, en parte porque para mediados del siglo XIX autores como Darwin, Malthus y Spencer estaban haciendo notar la violencia que se percibía en la natura- leza. ¿No era cierto, decían, que el animal grande se comía al pequeño? ¿No era cierto que en el suelo de la selva, cada día y cada noche, había una batalla campal por la supervivencia?

Ciertamente es un hecho que unos animales se alimentan de otros, y las observaciones de los naturalistas (cada vez más finas y mejor documentadas) han ido añadiendo de manera progresiva evidencia de esto e incluso de comportamientos insospechadamente más crueles. Por lo tanto, el argumento creacionista se fue debilitando al no poder ofrecer respuestas satisfactorias a las cuestiones capciosas que iban surgiendo: ¿No revela la batalla salvaje por la supervivencia la verdad acerca de cómo realmente es la vida en la Tierra? Pues, aun en la esfera del género humano, ¿no han sido las guerras bestiales, las luchas egoístas y "la ley de la selva" las verdaderas fuerzas que han forjado la historia? La armonía y la paz que hubieran de esperarse de un Gran Diseñador amoroso no se manifiestan en la naturaleza. George Romanes, amigo de Darwin, describió la naturaleza como sigue: "Encontramos dientes y garras afilados para la matanza, gan- chos y chupadores moldeados para atormentar… por todas partes reina el terror, el hambre, la enferme- dad, con derramamiento de sangre y extremidades temblorosas, con respiración entrecortada y ojos ino- centes que se cierran poco a poco en una muerte de cruel tortura".

Súbitamente se hizo que ganara aceptación popular la teoría de Darwin de que la vida depende de u- na lucha sin propósito y de la supervivencia de los más aptos, no del diseño divino. Y de ahí nació un nuevo concepto histórico: el darvinismo social. H.G. Wells evaluó esta situación, en su obra "Outline of History" (Esquema de la historia), de la siguiente manera: «Hubo una verdadera pérdida de fe después de 1859, año en que se publicó la obra de Darwin intitulada "El origen de las especies"… Pueblos imperialistas del fin del siglo diecinueve pensaban que dominaban en virtud de la Lucha por la Existencia, en la cual los fuertes y astutos llevan la ventaja a los débiles y confiados… Y tal como en una jauría es necesario abusar de los más jóvenes y débiles y subyugarlos para el bien de los demás en general, así les parecía correcto que los perros grandes de la jauría humana abusaran y subyugaran». Muchos aceptaron este argumento con prontitud. Una razón para ello fue que ya sentían hacia muchas iglesias cierto antagonismo, el cual éstas se merecían por haber suprimido la investigación científica. Es más, estas personas podían darse cuenta de que las religiones prominentes fomentaban y justificaban las guerras y el derramamiento de sangre en el interés de sí mismas. Por eso, Wells comentó con precisión: "El oro verdadero de la religión fue en muchos casos tirado junto con el bolso gastado que lo había contenido por tanto tiempo". Y en lo referente al argumento de que el diseño prueba que hay diseñador, se arguyó en contra de éste en los siguientes términos: "Si se dice que las garras, los ganchos y dientes, el reinado del terror, el hambre y la enfermedad fueron diseñados por Dios, entonces tiene que aceptarse el hecho de que este Dios es el responsable del sufrimiento y la violencia. No obstante, contradictoriamente, ustedes dicen que Él es amor. Por lo tanto: ¿qué pretendéis?".

Las personas que así argüían llegaron, pues, a esta conclusión: "La única explicación plausible es la de una lucha, la de la supervivencia de los más aptos, la de una evolución ciega y fortuita". Así, aparentemente, se enterró el argumento de que el que haya diseño quiera decir que hay diseñador. Pues el usar tal argumento equivalía a acusar a Dios de crueldad. Y, lamentablemente, como es el caso general, los líderes religiosos, tanto de la cristiandad como del paganismo, como ya se ha comentado, no proporcionaron respuestas genuinas a este problema. Con tal ineptitud se facilitó enormemente que, desde entonces, se haya se- guido más o menos el mismo patrón de pensamiento antirreligioso. Así, cuando surge la pregunta de si hay o no un Diseñador, frecuentemente se invoca el dilema de la violencia en la naturaleza. Por ejemplo, en su li- bro "Why I Am Not A Christian" (Por qué no soy cristiano), el filósofo Bertrand Russell dijo: " Cuando se e- xamina este argumento derivado del diseño, es sumamente asombroso que haya gente que pueda creer que este mundo, con todo lo que hay en él, con todos sus defectos, sea lo mejor que la omnipotencia y la omnisciencia hayan podido producir en millones de años. Yo realmente no puedo creerlo. ¿Cree usted que si le otorgaran omnipotencia y omnisciencia y millones de años para perfeccionar el mundo en el que vive, no podría producir nada mejor que el Ku Klux Klan o los fascistas?".

Por consiguiente, en armonía con el hecho que hemos estado exponiendo de que las contradicciones paradigmáticas han hormigueado por doquier, sin importar qué sociedad humana del presente o del pasado consideremos, aunque especialmente en el momento actual se han aglutinado sobresalientemente en función del aumento explosivo de la masa humana global, es permisible preguntarse: ¿Qué riesgos a tener en cuenta, si verdaderamente cabe la preocupación, entrañan las contradicciones? ¿Realmente son peligrosas? Bueno, no hace falta ser un experto para darse cuenta de que el ser humano es una criatura eminentemente mental. Hasta el más bruto de los hombres, o la más bruta de las mujeres, tiene su propio paradigma dominante o criterio de base (autoelaborado, impuesto o híbrido) con el que toma las decisiones principales de la vida. Por lo tanto, cualquier discordancia entre dicho paradigma y la realidad en la que se encuentra el individuo no puede menos que producir problemas, y a veces problemas graves o muy graves. No hace falta abundar más en esta perogrullada tan obvia, por supuesto.

Ahora fijemos la atención en las colectividades o grupos humanos, con sus paradigmas colectivos, difícilmente reconciliables en mayor o menor grado con el paradigma de otro u otros grupos. ¿El peligro? Las guerras, entre otros. ¿Por qué se producen éstas? ¿No es acáso por motivo de la no tolerancia de los puntos de vista ajenos, es decir, por la colisión entre paradigmas? Esto pone de manifiesto la clarividencia de algunos pensadores, que de alguna manera han detectado el riesgo y han dado la voz de alarma, o también, derrotados otros por la amarga experiencia, se han lamentado ante lo que consideran inalcanzable: el consenso universal. Pues bien, esta falta de armonía entre los distintos enfoques existenciales (causada en el mejor de los casos por la limitada visión de la realidad que posee cada ser humano y cada colectivo) se acrecienta sobremanera cuando añadimos las contradicciones paradigmáticas. Sería como añadir leña al fue- go; es decir, como añadir peligro al riesgo. Por tal motivo, intentar un consenso ecológico mundial es meritorio y loable, aunque impracticable para el ser humano sin el auxilio de una guía sobrenatural benévola. Recordemos que el mismo ecologismo colectivo se encuentra apolillado en sus cimientos, al comulgar en general con dos paradigmas opuestos e irreconciliables: la moral trascendental y la doctrina evolutiva. En efecto, el evolucionismo tiende a disolver la pretendida trascendencia de las acciones humanas al contemplar toda iniciativa ética o moral en un contexto de transitoriedad, donde los epítetos de bondad o maldad son simplemente un subjetivismo de especie o un andamiaje protocolario azarosamente útil para la supervivencia de cierta estructuración social y probablemente inútil o hasta contraproducente cuando dicha estructuración cambie o se vea forzada a cambiar, o simplemente cuando el actual orden social internacional des- aparezca frente a fuerzas externas y/o internas abatidoras.

Incluso el posicionamiento en una supuesta coherencia paradigmática puede resultar erróneo, dada las limitaciones cognitivas humanas. Por ejemplo, hemos citado a Bertrand Russell (página anterior): "Cuando se examina este argumento derivado del diseño, es sumamente asombroso que haya gente que pueda creer que este mundo, con todo lo que hay en él, con todos sus defectos, sea lo mejor que la omnipotencia y la omnisciencia hayan podido producir en millones de años. Yo realmente no puedo creerlo. ¿Cree usted que si le otorgaran omnipotencia y omnisciencia y millones de años para perfeccionar el mundo en el que vive, no podría producir nada mejor que el Ku Klux Klan o los fascistas?".

Examinemos más detenidamente este argumento, ya que a menudo se usa para contrarrestar la idea de que el diseño que se ve en la naturaleza exige que haya un Diseñador. Es cierto que mediante el razona- miento lógico se puede llegar a este tipo de conclusiones, pues el razonamiento (la lógica) tricota a partir de una serie de premisas, por lo que si éstas no se corresponden con la realidad, entonces, evidentemente, las conclusiones tampoco se corresponderán con la realidad (serán conclusiones irreales o falsas). De paso, quedaremos sorprendidos por el hecho de que un intelectual de la talla de Bertrand Russell haya concluido con tanta ligereza sobre este tema, sin, al parecer, tomar en cuenta otros factores posibles (esto sólo es entendible, desde nuestro punto de vista, si tomamos en cuenta que el factor emocional antecede a toda elaboración teórica y determina subjetivamente, en más o en menos, el sendero por el que fluirán los razonamientos, los cuales, en el caso de Russell debieron estar afectados por la presión ejercida sobre él por el paradigma religioso ilógico imperante y también por la perplejidad que debió causarle un defendido diseño inteligente escondido tras una estructura biosférica extremadamente cruel y despiadada).

Alguien, con una capacidad mental aparentemente mucho menor que la de Russell o de otros académicos reputados de la época, pero versado en las sagradas escrituras de la Biblia y apartado de la fanfarria teológica de la cristiandad, ha suministrado, creemos, la siguiente explicación coherente (esto es, no contradictoria): «¿Es verdad que el que haya luchas en el dominio animal y el humano elimine la posibilidad de que haya un Diseñador, un Creador? Un examen detenido del asunto revela que la respuesta es: No. En realidad el argumento que sostiene que el diseño exige que haya un Diseñador no ha sido refutado. De hecho, el valerse de las luchas que hay en la naturaleza para refutar la existencia de un Diseñador no es realmente afrontar el asunto. Para refutar la existencia de un Diseñador, se tiene que hacer más que simplemente juzgar el aspecto moral del uso que se da a las cosas diseñadas… Esto se puede ilustrar como sigue: Cuando usted ve un avión de reacción, tal vez le desagrade pensar que éste pueda utilizarse para transportar bombas atómicas al igual que pasajeros. No obstante, sea cual fuere su función, los aviones de reacción modernos son muy complejos. Tienen equipo sumamente complicado, como computadoras, ayudas para la navegación y motores potentes… ¿Diría alguien que los aviones de reacción no han sido diseñados por un ser humano inteligente simplemente porque se les puede utilizar para matar y destruir? ¿Pudiera alguien en su sano juicio sugerir que éstos más bien se desarrollaron por sí mismos de un apilamiento de desechos metálicos?… El diseño es diseño, sin importar con qué propósito se le use en el momento. Cuanto más complejo sea el diseño, y cuanto más tengan que funcionar simultáneamente todas sus muchas partes, tanto más con- vincente es la evidencia de que hay un diseñador inteligente. No hay nada, en toda la experiencia humana, que contradiga tal conclusión… No hay razón alguna para negarse a aplicar este principio a los animales que actualmente se alimentan unos de otros. Patentemente sus dientes y garras fueron diseñados. También lo fueron las manos y el cerebro de los seres humanos, partes corporales que también pueden usarse para fi- nes horribles… Considere cómo estos órganos llegan a existir. Una sola célula de reproducción empieza a multiplicarse después de la concepción y produce un grupo de réplicas de sí misma. Estas réplicas entonces empiezan a diferenciarse y producir sólo células y tejidos especializados. Éstos pueden resultar tan suaves como la piel peluda de un animal o tan duros y afilados como los dientes y las garras del mismo… Todo eso es diseño exquisito en función, y nada menos que eso. Aun los que no están inclinados a atribuir tales obras a un Diseñador usan superlativos para describirlas. Por ejemplo, la revista Time describió la diferenciación celular como sigue: "En un momento crítico a principios de la vida de un embrión, milagrosamente (no hay otra palabra que se preste para describirlo), células idénticas empiezan a asumir papeles especializados… por ejemplo, algunas forman tejido para el corazón; otras, para el hígado o la piel". ¿No demuestran tales milagros que existe un Obrador de Milagros o Diseñador?… Prontamente admitimos la existencia de un diseñador cuando vemos una cámara fotográfica, un radiorreceptor, la mano artificial de un robot, una bomba de agua, un computador. Estas cosas obviamente fueron hechas por seres humanos inteligentes. ¿Es lógico, entonces, afirmar que cosas parecidas a éstas, pero infinitamente más complejas que ellas -el ojo, el oído, la mano, el corazón, el cerebro- no fueron diseñadas por alguien mucho más inteligente?… El problema que planteó Bertrand Russell acerca del Ku Klux Klan y los fascistas no tiene nada que ver con el argumento en cuanto a si existe un Diseñador o no; más bien, tiene que ver con cómo se ha usado lo que ha sido diseñado. En el caso de los seres humanos, entra en juego el libre albedrío, y éste es en sí un maravilloso producto del diseño. Pero ¿a qué se debe que tan a menudo los seres humanos hayan usado el libre albedrío para hacer el mal? Y, en el caso de los animales, ¿se les diseñó para que mataran y dejaran tullidas a otras criaturas? Además, ¿por qué ha permitido el Diseñador que suceda todo esto?… En realidad, el problema no es si existe un Diseñador o no; más bien, se trata de una cuestión moral. Tan fuertemente está implantado en el hombre el sentido de lo que es correcto y lo que es incorrecto, que a veces el hombre no se contenta con una explicación cualquiera que no afronte los asuntos de la violencia y la matanza y el hecho de que Dios permita la iniquidad… El libro "The Universe: Plan or Accident?" hace notar: "El reconocer que hay diseño en la naturaleza no es una efímera conclusión científica basada en las investigaciones de una o dos décadas de la historia científica… conclusión que pudiera anularse en cualquier momento si salieran a luz u- nos cuantos hechos nuevos. Más bien, es una conclusión que ha resistido la prueba de miles de años; una conclusión tan segura que si algún día se revelara que hubiera sido un enorme error, el hombre tendría to- da razón para dudar que por medio del raciocinio se puedan alcanzar conclusiones válidas de clase alguna".

A pesar de la abundancia de pruebas que demuestran que el diseño que se observa en la naturaleza requiere un Diseñador inteligente, hay muchas personas que no creen que Dios existe. Les parece que un Creador amoroso no habría diseñado la violencia, la matanza y la iniquidad que cunden por la Tierra. Sin embargo, ¿qué hay si Dios NO ha diseñado la violencia y la matanza? ¿Qué hay si NO es responsable de la crasa iniquidad que hay entre los humanos? En vez de eso, ¿qué hay si él detestara esas cosas y hubiera prometido que por completo les pondrá fin a su debido tiempo?… Puede que una compañía fabrique un cuchillo para cortar vegetales. Si alguien usara ese cuchillo para matar a otra persona, ¿quién sería responsable de ello? ¿Se condenaría al fabricante del cuchillo? No; el culpable sería el que hubiera dado mal uso al cuchillo… La mano humana se utiliza maravillosamente para muchísimas tareas constructivas.

Para construir casas, sembrar árboles, recoger agujas, sujetar tiernamente a un bebé. Pero si un hombre utilizara las manos para estrangular a otra persona, ¿podríamos presentar la acusación de que la mano hubiera sido diseñada incorrectamente? No, no habría de culparse al diseñador, sino al dueño… Si un constructor edificara una hermosa casa y la diera a unos inquilinos que la destruyeran, ¿a quién habría que culpar? ¿Acusaría usted del delito al constructor? No, usted consideraría culpables del mal a los desordenados inquilinos. Y está claro que no negaría la existencia del constructor, simplemente porque los inquilinos fueran delincuentes… Es contrario a la razón y a la justicia el condenar al inocente. Es contrario a la razón culpar a las partes u órganos del cuerpo, diseñados por Dios con buen propósito, si se les utiliza de modo diferente en la actualidad… En la Biblia tenemos un registro claro del propósito de Dios respecto a la vida humana y la vida animal en la Tierra, y por qué están en caos hoy. Además, ese registro nos dice cómo, dentro de poco, toda la naturaleza volverá a estar en completa paz y armonía… ¿Se han comportado siempre como lo hacen ahora las creaciones animales y humanas? ¿Han hecho daño, tullido y matado siempre? ¿Fueron creadas con tal propósito? La respuesta a estas preguntas es: NO, de ninguna manera. De hecho, ¿es siquiera Dios el gobernante del sistema de cosas actual? ¿Está dirigiendo a las naciones en las relaciones que ellas tienen entre sí? De nuevo, la respuesta a estas preguntas es: NO, de ninguna manera… Pues bien, ¿cómo, precisa- mente, eran las cosas hace mucho tiempo? ¿Por qué están como están ahora? ¿Quién realmente gobierna este mundo? ¿Y cómo, precisamente, traerá Dios completa paz y armonía a toda la naturaleza?… Cuando Dios creó a los humanos y los animales para vivir en la Tierra, no se proponía que ellos mataran. Los creó para que tuvieran relaciones pacíficas unos con otros. Por eso las circunstancias eran completamente dife- rentes de las que existen hoy día. El registro nos dice que "vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mira! era muy bueno" (Génesis 1:31)… La creación humana habría de tener en sujeción amorosa a "los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra" (versículo 28). Ninguno de los animales del jardín de Edén mataba. No eran una amenaza para el hombre; ni era el hombre una amenaza para animal alguno.

La palabra de Dios dice claramente con relación a los primeros humanos: "Os he dado toda vegetación que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra y todo árbol en el cual hay fruto de árbol que da semilla. Que os sirva de alimento" (Génesis 1:29). Por lo tanto, el hombre no usaba a los animales como alimento… ¿De qué se alimentaban los animales? El registro inspirado declara: "A toda bestia salvaje de la tierra y a toda criatura voladora de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra en que hay vida como alma les he dado toda la vegetación verde para alimento" (Génesis 1:30)… De modo que cuando Dios diseñó a los humanos los puso en un paraíso tranquilo llamado Edén. Los hizo para que estuvieran en armonía con los animales, sin que hubiera violencia ni matanza por causa de alimento entre los animales o entre los hombres. Y los humanos habrían de mantener las cosas en tal estado mediante cuidar de sí mismos, de los animales y del jardín paradisíaco que ellos y su prole extenderían hasta que, con el tiempo, abarcara toda la Tierra (Génesis 1:27,28)… ¿Cómo podrían los humanos cuidar este pacífico paraíso y vivir para siempre en la Tierra, que era la perspectiva que tenían ante sí? Obedeciendo las leyes de Dios. Ésa era la clave. ¿Por qué era tan importante eso? Porque Dios no diseñó a los humanos para que fueran in- dependientes de su Hacedor y, con todo, tener éxito. La Biblia dice claramente: "Al hombre terrestre no le pertenece su camino. No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso" (Jeremías 10: 23)… Los problemas de la humanidad comenzaron cuando nuestros primeros padres dieron mal uso a su libre albedrío moral. Una criatura espiritual rebelde los indujo a creer que podían determinar lo bueno y lo malo sin la ayuda de Dios. Ellos decidieron independizarse de Dios. Pero eso no fue culpa del Diseñador. "Perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él", dice la Biblia. La responsabilidad de las consecuencias de la rebelión recae sobre los rebeldes: "Ellos han obrado ruinosamente por su propia cuenta; no son hijos de él, el defecto es de ellos mismos". (Deuteronomio 32:4,5; Génesis 2:15; 3:24)…

Puesto que los humanos querían independencia, Dios se la dio. No obstante, él ya no los mantendría en perfección. Así surgieron la imperfección y la muerte (Romanos 5:12). Y Dios ha permitido esto -por cierto período- para que todos pudieran ver lo que costa- ría a la humanidad, los animales y la Tierra el derrotero de independencia… Durante los pasados miles de años Dios ha permitido esto para que de una vez para siempre se pusieran de manifiesto las lamentables consecuencias de la rebelión. Así que el independizarse de Dios y sus leyes es lo que puso al hombre en un camino de imperfección, violencia y muerte. Además, a medida que el hombre se volvió al desafuero, el caos fue surgiendo también en la creación terrestre. El hombre perdió el dominio amoroso que tenía sobre los animales. Puesto que los humanos no podían dirigirse a sí mismos pacíficamente, no es de extrañar que los animales estén en la misma condición… Los animales -que tenían un régimen vegetariano en Edén, como los humanos- comenzaron a vivir unos de otros, y algunos hasta se alimentan de humanos cuando se les hace posible (Génesis 1:30). Y como concesión para la supervivencia del hombre, a éste se le autorizó a comer carne animal como alimento después del Diluvio (Génesis 9:2-4)… Sin embargo, ¿qué hay en cuanto a los rasgos de los animales y los humanos que ellos emplean para tullir y matar? Ya que Dios creó una enorme variedad de rasgos diferentes, muchos de ellos podían ser adaptados a la nueva situación y contribuir así a la supervivencia. Por ejemplo, la mayoría de los animales seguiría comiendo vegetación, como sucede hasta el día de hoy. Un ejemplo de esto es el poderoso gorila, que tiene colmillos impresionantes… colmillos que todavía utiliza para partir y comer vegetación dura. Pero otros animales se adaptaron a comer carne. No obstante, los animales de rapiña constituyen sólo un pequeñísimo porcentaje de todos los animales… El hombre también se ha adaptado. Debido a su imperfección y voluntariedad, a menudo utiliza su mente y sus manos para tullir y matar. Hasta se ha alimentado con carne de otros humanos. Y sus dientes pueden adaptarse a comer carne, aunque eso no era parte de su régimen alimenticio en Edén… Pero ¿qué hay del "equilibrio de la naturaleza"? Si no hubiera matanzas, ¿cómo podría mantenerse? En primer lugar, el hombre era quien iba a vivir para siempre en la Tierra. Esa promesa no se hizo a los animales. Estos morirían cuando alcanzaran la duración máxima de vida. Además, muchos animales tienen mecanismos innatos que reducen su fertilidad cuando hay superpoblación. Y esto sin la intervención directa de Dios ahora. Sin duda cuando llegue el tiempo de Dios para devolver toda la Tierra al pacífico estado edénico que tuvo, no se le hará difícil al Magnífico Diseñador de los animales y de los humanos el regular sin violencia la cantidad de ellos… Un ejemplo de cómo Dios puede reprimir la violencia en los animales fue la armonía que existió entre las bestias y los humanos por casi un año en el arca de Noé… Tenga presente que la situación que existe hoy día no se parece a la que había en el paraíso de Edén. Aquel ambiente era totalmente diferente. Puede que muchos alimentos hayan sido diferentes. Es probable que los animales que tenían dientes más fuertes se alimenta- ran de alimento más duro. Sus dientes habían sido diseñados para ello… Indudablemente, en cuanto a qué circunstancias, exactamente, existían en Edén, hay preguntas que no pueden contestarse ahora. Pero esto no demuestra que no haya habido un Diseñador… Además, ¿qué hay del argumento, como el de Bertrand Russell, de que alguien que fuera omnisapiente y omnipotente no hubiera creado el desorden que se ve en este mundo? Él supuso, como lo hacen otras personas, que, si hay un Dios, éste es responsable de este mundo. Sin embargo, el Creador, Jehová Dios, no es el gobernante de este mundo. El sistema de cosas actual está dirigido por hombres que están en independencia de El, y manipulado por un espíritu rebelde que es invisible, Satanás el Diablo. La Biblia llama a Satanás "el dios de este sistema de cosas" (2 Corintios 4:4). Jesús llamó a Satanás "el gobernante de este mundo" (Juan 12:31; 14:30; 16:11). La supervisión de las naciones es lo que Satanás ofreció a Jesús en su esfuerzo por lograr que éste se rebelara contra Dios (Lu- cas 4:5-8). Por consiguiente, todo el caos y la violencia que han causado los humanos es responsabilidad de humanos rebeldes y de fuerzas espirituales inicuas. Dios no es el responsable… La Biblia habla de la "res- tauración de todas las cosas" (Hechos 3:21). Muestra sin lugar a dudas que el lamentable experimento de independizarse de Dios terminará dentro de poco. Tanto las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales como los humanos rebeldes en la Tierra serán eliminados, lo cual preparará el camino para "nuevos cielos y una nueva tierra […] y en éstos la justicia habrá de morar" (2 Pedro 3:13; vea también Proverbios 2:21, 22; Revelación 19:11-21)… Luego comenzará la restauración de las condiciones edénicas… del Paraíso (Lucas 23:43). Eso significará la restauración de la paz y armonía entre los humanos y los animales; ya no se alimentarán unos de otros. La Biblia declara en Isaías 11:6-9: "El lobo realmente morará por un tiempo con el cordero, y el leopardo mismo se echará con el cabrito, y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña"… En la esfera humana, la paz absoluta también será una realidad: "Dios está haciendo cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes [bélicos] en el fuego" (Salmo 46:9)… Por lo tanto, con buena razón la profecía bíblica inspirada dice lo siguiente acerca del cercano nuevo orden del Magnífico Diseñador: "Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz" (Salmo 37:11; Mateo 5:5)» (Revista "Despertad", del 8-4-1983, páginas 6-13, producida por la Sociedad Watchto- wer ya citada).

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente