- Introducción
- Contradicciones lógicas
- Inconsistencias constitucionales
- Receta de un asesino en serie
- Los juicios de Nuremberg
- Ignorancia y simpleza
- El conocimiento escondido
- Conclusión
- Referencias
Esta monografía, cuyo autor es Jscf, o más abreviadamente Jc (léase "Jotacé"), presenta el fruto individual de un estudio e investigación profundos acerca del tema que se expone, citando frecuentemente de diversas fuentes informativas consideradas fidedignas (al menos por el autor, Jotacé). Y como toda o- bra de investigación que se precie de serlo, la presente no puede eludir ser sometida a revisión futura, al objeto de eliminar eventuales errores y refinar las ideas manifestadas. Además, es intelectualmente libre, en el sentido de no estar vinculada oficialmente a ninguna organización académica, benéfica, política, reli- giosa y así por el estilo (siendo el objetivo fundamental de dicha "desvinculación" el deseo de descargar a las entidades aludidas o citadas de cualquier responsabilidad por las erratas y errores que pudieran detec- tarse en la susodicha monografía).
En la revista EUBACTERIA nº 31 (abril 2013), Fernando Santos Martín y Carlos Montes, del Labo- ratorio de Socioecosistemas (Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid), señalan a la iniciativa denominada "Evaluación de los Ecosistemas del Milenio" (MA, 2005) diciendo que: «fue un Pro- grama internacional promovido por una Alianza de Agencias de Naciones Unidas, Convenios Internacionales y ONGs. Fue lanzado en 2001 por el entonces Secretario General Kofi Annan con la finalidad de crear una línea base de información científica interdisciplinaria sobre las relaciones entre ecosistemas, biodiversi- dad y bienestar humano. Supuso la ecoauditoría más importante realizada, hasta la fecha, sobre el estado de conservación de los ecosistemas del planeta y su biodiversidad. Pero su objetivo último no era otro que evaluar las implicaciones que la destrucción de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad estaban te- niendo en el bienestar de la población del planeta (Montes y Sala 2007; Montes y Lomas 2010).
El mensaje fue muy claro; en los últimos 60 años, la humanidad ha modificado ecosistemas y erosio- nado biodiversidad de forma más rápida e intensa que en cualquier otro periodo comparable de la historia de la humanidad para satisfacer las demandas de comida, agua, madera, fibras y combustibles. Las altera- ciones son tan intensas que si no se toman, a diferentes escalas, medidas drásticas y profundas para parar y revertir esta tendencia, la situación se agravará, probablemente siguiendo una dinámica no lineal, y la hu- manidad se acercará a un colapso de proporciones sin precedentes (Carpenter et al. 2009; Rockström et al. 2009).
En este contexto la Evaluación de los Ecosistemas de España (EME), se erige como la respuesta de la Administración Pública Ambiental a diferentes normativas, programas y convenios a nivel estatal así como dentro de un marco de política internacional para el cumplimiento de una serie de obligaciones y conve- nio mundiales. Se puso en marcha en Abril de 2009 promovido por la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y coordinado científicamente por investigadores de las Universidades Autónoma, Alcalá y Complutense de Madrid. En el proyecto han intervenido más de 60 investigadores provenientes de distintos campos de las ciencias ecológicas y sociales y pertenecientes a distin- tas universidades y centros del CSIC. Su objetivo general fue evaluar y suministrar a la sociedad y a las ONGs, en general, y a los gestores y al sector empresarial, en particular, información científica interdisciplinaria sobre las consecuencias que el cambio de los ecosistemas acuáticos y terrestres insulares y peninsulares de España y la pérdida de la biodiversidad que albergan tienen en el bienestar humano de sus habitantes.
Del buen funcionamiento de los ecosistemas de España y su biodiversidad depende el futuro social, cultural y económico de su población, ya que constituye la base biofísica o "capital natural" sobre el que se asientan el resto de capitales de origen humano. En los últimos 50 años los ecosistemas y la biodiversidad de España han sufrido un proceso acelerado y sin precedentes de alteraciones como resultado de la insostenibilidad del modelo de desarrollo económico predominante y el estilo de vida asociado al mismo. La interacción sinérgica entre el modelo económico y los patrones demográficos ha promovido drásticos cambios de uso del suelo que constituyen actualmente el principal impulsor directo que subyace al deterioro de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad. Muchos aspectos del bienestar de la población española se están viendo negativamente afectados por el progresivo proceso de degradación que están experimentando los servicios de los ecosistemas. España no es autosuficiente respecto al suministro de algunos alimentos, fibras, agua y energía que su modelo económico demanda, dependiendo a día de hoy en aproximadamente un 30% de los servicios de abastecimiento y recursos geóticos procedentes de otros ecosistemas del planeta. La transición hacia la sostenibilidad en España pasa por lograr una gestión adaptativa del capital natural para el bienestar de su población, lo cual requiere la adopción de medidas estructurales encaminadas a construir un nuevo marco de gobernanza que module las interacciones entre la sociedad humana y los eco- sistemas y que redefina el verdadero papel de la economía en un modelo de desarrollo justo socialmente y sostenible en términos ecológicos».
La revista DESPERTAD de julio-2008, página 12, producida por la Sociedad Wachtower Bible And Tract, señaló a este respecto: «Una comisión de expertos y autoridades en asuntos medioambientales rea- lizó durante cuatro años un amplio estudio de los principales ecosistemas terrestres, iniciativa conocida con el nombre de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio. He aquí algunas de las principales conclusiones recogidas en su primer informe. La creciente demanda de alimentos, agua dulce, madera, fibras y combus- tibles en los últimos cincuenta años ha generado cambios sin precedentes en los ecosistemas debilitando la capacidad de la Tierra para sustentar a las generaciones futuras. Se ha abusado de la capacidad natural del planeta para polinizar los cultivos, regular la calidad del aire mediante los bosques y reciclar los nu- trientes mediante los océanos. El mundo se halla al borde de un episodio masivo de extinción de especies. El periódico canadiense Globe and Mail informó: "Los humanos están degradando el planeta a un ritmo tan vertiginoso que existe el riesgo de que los sistemas naturales se colapsen abruptamente, provocando en- fermedades, deforestación o zonas muertas en los mares". Y añadió: "Los humedales, los bosques, las saba- nas, los estuarios, las pesquerías costeras y otros hábitats que reciclan el aire, el agua y los nutrientes pa- ra todos los seres vivos están sufriendo daños irreversibles". Si bien la junta directiva de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio opina que las sociedades humanas tienen el poder para mitigar las presiones crecientes sobre los ecosistemas, también reconoce que para lograrlo "se requieren cambios radicales en la manera en que se trata la naturaleza en todos los niveles de la toma de decisiones"».
Teoría de Malthus.
Con el apoyo de la Universidad Autónoma de Guerrero y de la Organización "Vinculación Comunitaria Centeotl A.C.", Ediciones y Gráficos Eón S.A. de México publicó en marzo de 2014 la primera edición inter- nacional del libro "El ecocidio del Siglo XXI. Cosmovisiones, premisas, impactos y alternativas", obra de ca- rácter universitario coordinada por los académicos Camilo Valqui Cachi, José Gilberto Garza Grimaldo, Án- gel Ascencio Romero, Jaime Salazar Adame y Medardo Reyes Salinas. La obra se expresa en lenguaje culto y pretende extender la voz de alarma ante el fenómeno imparable del arruinamiento del hogar terrestre que el hombre está llevando a cabo en todo el planeta, analizando el tema desde sus premisas ontológicas y epistémicas hasta su actual situación de descontrol causado por el impacto medioambiental de las nuevas y agresivas tecnologías, sin omitir la evolución histórica de dicha aberración. Sus aproximadamente 400 pági- nas evolucionan intermitentemente desde la perspectiva planetaria del problema hasta su enfoque local su- ramericano, recabando citas de eminentes autores mundiales en numerosa cantidad, aglutinando así una ex- tensa bibliografía en beneficio de los argumentos desarrollados.
Hemos tomado este libro como referencia de que hay una creciente preocupación por el devenir ecológico de nuestro planeta en la conciencia colectiva, como nunca antes en la historia de la humanidad, porque proviene de personas que están palpando de cerca el problema (los esplendorosos ecosistemas sudamericanos están siendo sometidos a una espeluznante agresión); también porque, a diferencia de otros enclaves terrestres igualmente agredidos, los del subcontinente latinoamericano cuentan con eminentes intelectuales que disponen de medios universitarios y cli- ma social indulgente para poder expresar sus ideas al respecto. De hecho, en el prólogo del libro se ex- presa: «El lector encontrará en este libro interna- cional, inter y multidisciplinario, la respuesta que, desde una perspectiva crítica, nos dan investigado- res de Nuestra América en coordinación con los li- neamientos ontológicos y epistémicos, socioeconó- micos y político-jurídicos, así como histórico-con- cretos que trabajan los investigadores del Cuerpo Académico "Problemas Sociales y Humanos" de la Universidad Autónoma de Guerrero, México… Den- tro de sus proyectos de investigación se propusie- ron reflexionar sobre la violencia ambiental en el siglo XXI: crítica alternativa de nuestra América y que ha dado origen, entre otras, a la presente pu- blicación».
El libro habla de una contradicción hombre– naturaleza, que, a partir de la Revolución Industrial y del capitalismo emergente, ha ocupado un papel preponderante en la fundamentación de su ideología. Menciona que, en 1798, el economista inglés Thomas Robert Malthus, en su "Ensayo sobre el principio de la población", expuso el desequilibrio entre el incremento natural de la población y el de los alimentos. Así, mientras que la producción, se- gún Malthus, aumenta en progresión aritmética (1. 2.3.4…), la población crece en progresión geométrica (2.4.8.16…), por lo que de seguir el mismo ritmo
de crecimiento de la sociedad llegaríamos necesariamente a la carencia de alimentos provocada por la in- capacidad de la naturaleza de satisfacer las necesidades de los individuos. Entonces, el libro pasa a decir:
«Aunque la historia ha desmentido la teoría de Malthus, su pensamiento continúa presente». ¿Qué significa esta afirmación?
Bueno, el libro electrónico "Ciencias de la Tierra y del medio ambiente" (de Luis Echarri Prim, 1998, editorial Teide, destinado a alumnos preuniversitarios y universitarios), páginas 236-238, indica: «Según las famosas predicciones de Malthus, la población hambrienta debería ir aumentando en el mundo. Malthus pensaba que mientras la población crecería exponencialmente, los alimentos y los recursos aumentarían en mucha menor proporción y, por tanto, cada vez habría más diferencia entre la cantidad de alimento y la población… La realidad de los últimos decenios, en los que se ha dado el mayor crecimiento demográfico de toda la historia humana, ha desmentido totalmente las previsiones de Malthus. La producción de alimentos está aumentando desde los años 1950, especialmente en los últimos 30 años, a un ritmo tan rápido que ha superado el crecimiento de la población. A comienzos del decenio de 1960 la producción mundial de alimen- tos para consumo humano era sólo de 2300 calorías por persona y día, cantidad que estaba distribuida de forma muy desigual. En 1994 había pasado a ser 2710 calorías por persona y día, suficientes para permitir la correcta nutrición de toda la población humana, aunque al persistir todavía graves problemas de distri- bución de hecho sigue habiendo muchos millones de personas que pasan hambre o están mal nutridas… Has- ta hace un siglo la agricultura había ido sufriendo cambios poco a poco, pero se seguía trabajando de una forma tradicional que, en lo esencial, era muy parecida a la que se había venido empleando durante milenios. Algunas técnicas especialmente útiles, como el regadío, sabemos que se empleaban ya hace unos 5000 años.
En el último siglo, y especialmente en los últimos 50 años, los avances tecnológicos, biológicos y químicos han supuesto un cambio enorme, una auténtica revolución».
Por otra parte, la Wikipedia, bajo el epígrafe "Catástrofe malthusiana", expone: «Se refiere a las consecuencias previstas por la teoría demográfica de Thomas Malthus, en la que se preveía un aumento en progresión geométrica o exponencial en la población, junto con un aumento en progresión aritmética en la producción agrícola de alimentos, que causaría una situación de pauperización y economía de subsistencia que podría desembocar en una extinción de la especie humana y que Malthus pronosticó para el año 1880… Aunque la previsión evidentemente falló, el malthusianismo sigue vigente y el concepto de "Catástrofe malthusiana" se sigue utilizando para describir situaciones críticas que pueden hacer inviable o muy dificultosa la supervivencia de la población hu- mana, si persiste su crecimiento… La ley de Mal- thus, como también llegó a llamarse a la hipótesis, fue expresada en ecuaciones diferenciales, a las que se aplicó la función W de Lambert de la mate- mática superior con objeto de calcular el tiempo para el cual se produciría la catástrofe malthusiana». Evidentemente, el empleo de ese sofisticado aparato matemático no pudo garantizar la veracidad de la previsión de Malthus, no porque el cálculo en sí fuera incorrecto, sino porque las premisas eran desacertadas (el tricotaje procedente del cál- culo superior, efectuado sobre enunciados axiomáticos apresurados o simplistas, da como resultado soluciones inservibles o irreales).
El "malthusianismo" (o maltusianismo) llegó a ser, pues, una teoría demográfica, económica y socio- política, desarrollada por el economista británico Thomas Malthus (1766-1834) durante la revolución industrial, según la cual, como ya se ha comentado, el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica mientras que el ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia lo hace en progresión aritmética. Por esta razón, afirman los apoyadores de este movimiento, de no intervenir obstáculos represivos (hambre, guerras, pestes, etc.), el nacimiento de nuevos seres aumentaría la pauperización gradual de la especie humana e incluso podría provocar su extinción (catástrofe malthusiana).
Si el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica mientras que el ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia lo hace en progresión aritmética, se podría inferir que la caridad y ayuda a los pobres, propia del paternalismo Tory (nombre con el que se denomina a quien pertenece o apoya al Partido Conservador británico o el Partido Conservador Canadiense) eran inútiles, ya que sólo resultarían en un crecimiento del número de pobres. Esta idea fue aprovechada por los Whigs (antiguo nombre del Partido Liberal británico) para desarrollar sus ideas económicas, ejemplificadas por la Ley de Pobres de 1834, que fue descripta por sus oponentes como "una ley malthusiana diseñada para forzar a los pobres a emigrar, a trabajar por salarios más bajos, a vivir con una cantidad reducida de alimentos". Obviamente, los postulados de Malthus fueron tomados como criterio filosófico y sociológico que llevó a muchos a considerar la filantropía como una presumible trampa mortal en determinados ámbitos.
Curiosamente, las ideas de Malthus influyeron en la construcción de la teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-1882), a través de la novelista Harriet Martineau (1802-1876). Esto sucedió cuando Darwin se mudó a Londres para residir cerca de su trabajo, uniéndose al círculo social de científicos de Lyell, con eruditos como Charles Babbage. Darwin permaneció con su hermano Erasmus, quien era un libre pensador, miembro del círculo del partido Whig y amigo íntimo de la escritora Harriet Martineau que pro- movió el Malthusianismo que subyacía a la controvertida Ley de Pobres de 1834 de los whigs para impedir que el bienestar produjera sobrepoblación y más pobreza.
Parte de la teoría de Malthus -el crecimiento desorbitado de la población en relación a los recursos- sigue siendo el núcleo de distintas propuestas y conceptos que se realizan a partir de mediados del siglo XX, bajo un enfoque renovado del malthusianismo que se ha denominado "neomalthusianismo". El grupo de Chicago se considera precursor del neomalthusianismo. Estuvo asociado a la Federación Universal de la Li- ga de la Regeneración Humana y tenía como revista de difusión "The Lucifer" (¿Por qué esa denominación tan aparentemente tétrica? La respuesta a esta pregunta es sobrecogedoramente interesante, puesto que implicaría acceder a un dominio de la realidad que sólo la Biblia nos puede facilitar, lo cual nos llevaría a desviarnos del tema central de este artículo y comprometería una buena cantidad del espacio textual del mismo, por lo que sería mejor abordarla en otra monografía específicamente destinada a este asunto).
Paul Robin funda en 1896 la Liga de la Regeneración Humana de Francia cuya presidencia de honor ostenta el inglés George Dryslale, autor de "Elementos de Ciencia Social", libro de 1854 que será referencia para el neomalthusianismo francés y español. El anarquista francés Paul Robin definirá el neomalthusianismo como medio de combatir la pobreza mediante la limitación de los nacimientos hasta que existan las condiciones idóneas que garantizen para los futuros hijos de los obreros una buena educación, una bue- na organización social y un buen nacimiento.
En 1900 se funda, clandestinamente en París, la Federación Universal de la Liga de la Regeneración Humana, "liga neomalthusiana promaternidad consciente y libre", en el domicilio parisino del anarquista ca- talán Francisco Ferrer Guardia, con la asistencia de Paul Robin, Charles Dryslale (hermano de George Dryslale, autor de "Elementos de Ciencia Social", obra de 1854), la anarquista lituana Emma Goldman y el médi- co holandés Rutgers. El médico anarquista español Luis Bulffi de Quintana editó, a partir de 1904, la revista neomalthusiana "Salud y Fuerza" que llevaba como lema "Procreación consciente y limitada". Por su par- te, la "Revista mensual ilustrada" de la Liga de Regeneración Humana publicó en 1906 su ensayo más cono- cido: "Huelga de vientres", que llegó a alcanzar la sexta edición en 1909. Sin embargo, se produjeron de- tenciones y encarcelamientos por difusión de propaganda neomalthusiana.
El libro de Paul R. Ehrlich "La explosión demográfica" (Population Bomb), de 1968, de corte malthusiano, ha jugado un papel importante en el movimiento ecologista de los años 1960 y 1970 y ayudó a proporcionar una justificación para la investigación y desarrollo de métodos anticonceptivos. Paul R. Ehrlich es miembro de la organización Optimum Population Trust, que promueve el control de la población.
Muchos modelos de crecimiento y agotamiento de los recursos tienen una inspiración malthusiana: la tasa de consumo de energía superará la capacidad de encontrar y producir nuevas fuentes de energía, por lo que se producirá una crisis que podría unirse a una crisis por el suministro de alimento si la población sigue creciendo. En este sentido, se acepta en muchos círculos el informe encargado por el Club de Roma "Los límites del crecimiento" (el Club de Roma es una organización no gubernamental fundada en Roma, en el año 1968, por un pequeño grupo de personas entre las que hay científicos y políticos; sus miembros están preocupados por mejorar el futuro del mundo a largo plazo de manera interdisciplinar y holística; se considera como una de las instituciones paradigmáticas del neomaltusianismo) y los de organizaciones como Optimum Population Trust.
También pueden considerarse neomaltusianos el profesor Joel E. Cohen, de la Universidad Rockefeller, creador de la expresión "capacidad de carga" (referida al tamaño máximo de población que el ambiente puede soportar), y Samuel P. Huntington, en relación al crecimiento de la población islámica como causa de conflictos (curiosamente, reconocidos sufíes islámicos, como el profesor Idries Shah, y más reciente- mente el psiquiatra Claudio Naranjo, se cuentan como destacados miembros del Club de Roma).
El malthusianismo y el evolucionismo están muy interconectados, de tal manera que la explicación evolucionista acerca de la violencia humana mortífera contra la biosfera (ecocidio) se sirve de la teoría malthusiana para su argumento, en tanto que el neomalthusianismo actual se nutre fundamentalmente de conceptos neodarwinianos para hacer prosperar sus tesis. Han llegado a ser como las dos caras de una misma moneda paradigmática, por lo que la sinergia teórica que se deriva de esa mutua interacción positiva ha te- nido el efecto de consolidar la permanencia dominante del evolucionismo materialista hasta un grado más a- llá de lo científicamente razonable.
Por desafortunados desenvolvimientos históricos que han tenido como centro la estupidez y la hipocresía de las grandes confesiones religiosas, especialmente de la cristiandad, que se considera depositaria de las sagradas escrituras y de la revelación divina, se han soslayado totalmente cualesquier iniciativas teológicas que fundamenten la esperanza de la humanidad en el mensaje bíblico, dejando la visión de futuro de la humanidad en manos de especulaciones académicas de sabor materialista, nedarwinianas y malthusianas, que simplemente contemplan la autodestrucción como telón de fondo o, en el mejor de los casos, la dilatación o posposición temporal de dicha amenaza gracias a medidas sociopolíticas drásticas que inevitable- mente traen consigo la eliminación inmisericorde de masas de individuos hipotéticamente prescindibles. La Economía, como ciencia actual, basada fundamentalmente en los criterios paradigmáticos ya citados, no ha podido contrarrestar eficazmente esas expectativas cenicientas, a pesar de sus grandes esfuerzos teóri- cos por ofrecer soluciones plausibles. A este respecto, la revista DESPERTAD del 8-2-1986, producida por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, páginas 18-20, bajo el subtema "Economía… la ciencia deprimen- te", expone:
«Recesión, depresión, inflación, crecimiento cero, crecimiento negativo… todos estos son términos deprimentes usados en lo que alguien llamó "la deprimente ciencia" de la economía. Pero, ¿qué se esconde realmente tras estos intimidantes términos? ¿Tiene la ciencia de la economía alguna solución para los problemas a los que la mayoría de nosotros nos enfrentamos?… Lionel Robbins, economista británico, definió la economía como "la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios limitados que tienen diversa aplicación". Todos tenemos "fines", es decir, cosas que necesitamos o queremos. Estos "fines" prácticamente no tienen límite. Por otra parte, nuestros "medios" (por ejemplo, nuestros ingresos) normalmente son muy limitados… Considere como ejemplo un hombre que se sienta con su familia para el desayuno y se da cuenta de que tiene muy poco azúcar para el café. En ese momento se enfrenta a una de- cisión económica. ¿Cómo van sus "medios" limitados (el azúcar) a satisfacer los "fines" de cada uno? Es posible que decida que cada cual tome sólo un poco. O también es posible que decida tomarlo todo él. No obstante, la madre tal vez quiera el azúcar para cocinar. De modo que las decisiones económicas no son sólo del dominio de una elite intelectual… Cuando se considera la economía a nivel individual, como por ejemplo a nivel doméstico o comercial, se está estudiando lo que se ha dado en llamar "microeconomía". Cuando se apli- can los mismos principios a grandes grupos de personas, como una nación, estamos tratando con la "macroe- conomía". Pero no se deje confundir por la jerga técnica, pues la economía difícilmente puede considerarse una ciencia exacta. Un observador dijo en una ocasión que si se pide la opinión de seis diferentes economistas, se van a obtener siete respuestas diferentes. Sin embargo, vale la pena aprender algo acerca de esta ciencia.
Durante gran parte de la historia, las opciones económicas de la persona de término medio fueron muy limitadas. Normalmente si uno nacía pobre, moría pobre; y si nacía rico, probablemente moría rico, a menos que intervinieran algunos factores extra económicos (como una invasión). Luego llegó la Revolución Industrial, y por primera vez en la historia la gente en general pudo tratar de mejorar su situación econó- mica por medio de sus propios esfuerzos. A medida que el sistema feudal daba sus últimos coletazos, los gobiernos se vieron obligados a tomar las decisiones económicas. Los gobernantes empezaron a preguntar- se cómo podrían controlar el futuro económico… En 1776 Adam Smith escribió la primera obra sobre eco- nomía moderna, titulada "Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones". Él confiaba tanto en el mercado como en la capacidad individual de hacer progresar la economía. Smith teorizó que el interés propio inherente del hombre sería la causa motriz que promovería el desarrollo. El deseo de un buen salario o de unos buenos dividendos llevaría a la gente a invertir su capital o su talento en el sistema de mercado. Smith y otros dos hombres –David Ricardo y Thomas Robert Malthus- sentaron las bases de la ciencia de la economía. Fue a estos tres economistas a quienes el ensayista escocés Thomas Carlyle llamó "Los respetables profesores de la ciencia deprimente". ¿Por qué "deprimente"? Porque estos hombres sostuvieron la desalentadora opinión de que a pesar del progreso económico que se produciría en diferentes países, el grueso de la masa trabajadora nunca pasaría del nivel mínimo de subsistencia más que por breves espacios de tiempo. Malthus, por su parte, llegó a la conclusión de que cualquier prosperidad que se produjese sería eclipsada por el aumento de bocas que alimentar… Más tarde llegó Karl Marx. Éste no era meramente un teórico de la economía, sino también un estudiante del comportamiento humano y el pensamiento político. Compartió el mismo pesimismo: los ricos se harían más ricos y los pobres, más pobres. Marx llegó a la conclusión de que mientras existieran trabajadores sin empleo, o "un ejército de reserva industrial", la competencia por el trabajo siempre mantendría bajos los salarios. Se preguntaba: "¿Por qué de- bería aumentar el sueldo un patrón si tiene a un desempleado hambriento dispuesto a trabajar por menos dinero?". Marx también vio dentro del capitalismo (régimen económico fundado en el predominio del capital como elemento de producción y creador de riqueza, entendiéndose el capital como factor de producción constituido por inmuebles, maquinaria o instalaciones de cualquier género, que, en colaboración con otros factores, principalmente el trabajo, se destina a la producción de bienes) las semillas de la autodestrucción: las riquezas se acumularían en manos de unos pocos, y la miseria de los trabajadores aumentaría hasta que éstos se vieran forzados a la sublevación abierta y sangrienta… A medida que el socialismo (sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los me- dios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes, en oposición al capitalismo despiadado y al acúmulo oligárquico de las riquezas) ganaba popularidad, otro movimiento estaba creciendo: el darvinismo social… Al aplicar la teoría de Darwin sobre la evolución a los problemas sociales, uno de los líderes de ese movimiento -Herbert Spencer- acuñó la frase: "La supervivencia del más apto". Consideraron que los que salieran vencedores en la batalla comercial se llevarían el botín, y en cuanto a los perdedores: bien está, pues sólo los más aptos pueden sobrevivir de todos modos. Esta manera de pensar llevó a algunas prácticas comerciales totalmente carentes de escrúpulos y los más agresivos acumularon tremendas fortunas… Así, desde los primeros días de la teoría económica, se han sentado las líneas de batalla entre los que creen en el sistema de mercado libre (y, por lo tanto, en el arbitraje o la intervención limitada o nula del gobierno) y los que quieren una mayor, o incluso absoluta, intervención reguladora del gobierno. No obstante, la Gran Depresión de los años treinta hizo que muchos reconsideraran el posible valor de la intervención del gobierno en el mercado para prevenir el sufrimiento que había causado el desplome del mercado libre. Esto llevó a que otro prominente economista, John Maynard Keynes, declarara que el control estatal de las tasas de interés y la intervención del gobierno mediante un sistema tributario podría impedir que los ciclos económicos alcanzaran niveles demasiado bajos. El mundo occidental aún se rige por variantes de esta teoría.
¿Han solucionado los economistas, con todas sus teorías y planes, los problemas monetarios del mundo?… En los últimos años se ha dicho mucho sobre la teoría económica. Hasta se ha hablado de volver a las enseñanzas de Adam Smith y confiar completamente en el sistema de mercado libre. Pero la mayoría de la gente se da cuenta de que los problemas a los que nos encaramos no pueden ser resueltos a nivel individual ni por los economistas. Por ello muchos piensan que es necesario algún tipo de intervención gubernamental… Un artículo del Saturday Review dijo en cierta ocasión: "Una economía humana requiere más que prosperidad y crecimiento económico, más que una eficaz distribución de los recursos. Requiere cambios en la infraestructura de las instituciones económicas para conseguir mayor igualdad y libertad. […] Requiere unas condiciones sociales que comuniquen un sentido de solidaridad y compañerismo en las relaciones humanas. Requiere compatibilidad entre el hombre, su tecnología y el ambiente natural. Y todo ello debe realizarse a nivel internacional"… Pero conseguir esta "economía humana" no es nada fácil. Hoy en día la riqueza aún tiende a gravitar hacia los ricos y alejarse de los pobres. Una solución duradera basada sólo en los propios esfuerzos del hombre está más allá de su capacidad. La recesión, la depresión, la inflación, el crecimiento cero y el crecimiento negativo siguen siendo términos familiares para aquéllos que siguen las noticias eco- nómicas, incluso en los países más ricos… ¿Habrá alguna vez una distribución más efectiva de los recursos o condiciones sociales que den un sentido de solidaridad y compañerismo a las relaciones humanas? ¿Veremos alguna vez el día en que la economía no sea "deprimente" para el trabajador?»
Todo parece indicar que el esfuerzo económico por conseguir un acertado plan de acción que benefi- cie a toda la humanidad, o, en su defecto, a la mayoría de los pobladores de nuestro planeta, no pasa de ser una quimera idealista utópica e irrealizable. Como en tantos otros campos, aparte del económico, el hombre ha ido cosechando gradualmente una serie de reveses que se han acumulado hasta llegar a convertirse en una gigantesca montaña de frustaciones que amenaza con sepultar la esperanza de obtener alguna victoria futura relevante en el interés de evitar el desastre planetario. Y desde este prisma, el problema económi- co mundial (que sumerge dentro de sí a cualquier problema local) se abisma dentro del conjunto de la proble- mática existencial que agobia actualmente a la toda la sociedad humana. Ello nos trae a la memoria un co- mentario que supuestamente Mahatma Gandhi dirigió a Lord Irwin, quien anteriormente había sido virrey británico de la India: "Cuando el país suyo y el país mío obren a una en conformidad con las enseñanzas que Cristo estableció en el Sermón del Monte, habremos resuelto no sólo los problemas de nuestros países, si- no los del mundo entero".
No sabemos a ciencia cierta si Gandhi habló esas palabras, pero en cualquier caso (ficticio o real) la frase parece recoger una verdad fundamental: La humanidad no puede salir por sí misma del atolladero en el que se encuentra, a menos que se tope con un paradigma sobrehumano competente (verbigracia, el Ser- món de la Montaña) que la dirija y encauce; y entonces, si ésta se esfuerza solidaria y concienzudamente por llevarlo a la práctica, podrá, pues, esperar un futuro mejor. Evidentemente, el clima social materialista, ateo y evolucionista que cunde por todas partes es la barrera principal que impide y seguirá impidiendo el acceso a un tal paradigma.
El libro "El ecocidio del Siglo XXI. Cosmovisiones, premisas, impactos y alternativas", continúa di- ciendo en su prólogo: «La gravedad por la que atraviesan hoy los ecosistemas, con sus efectos en el cambio climático, la desaparición de especies animales y vegetales, la contaminación, etc., ha merecido el califica- tivo de "ecocidio". La palabra "ecocidio", según los versados, es un neologismo, es decir, un concepto nuevo acuñado para definir el deterioro del medio ambiente y de los recursos naturales ocasionados por la acción del hombre. Siguiendo la composición etimológica de "ecología", podemos señalar que el origen de dicha pa- labra es un compuesto proveniente de la terminación griega "oikos" (casa) y del verbo latino "occidere" (matar-asesinar-depredar), lo cual nos llevaría al significado de "destrucción o depredación del hábitat (casa) o del ambiente". El nombre en sí representa la gravedad del problema y por ello no se ha dudado en calificarlo, de inmediato, como un acto atroz y perverso que conlleva la devastación y destrucción de todo aquello que le rodea al hombre y, por consiguiente, a la aniquilación del mismo ser humano. En esto precisa- mente radica la preocupación fundamental, pues al destruir su ambiente y los seres vivientes que en él se desenvuelven, esto conduce a su propia destrucción. Lo subrayaba ya Jean Paul Sartre en su "Crítica de la Razón Dialéctica": "La supresión del otro no sólo te descubre, te convierte en asesino, sino te fija como tal.
El homicidio no está lejano del suicidio, sino que lo engendra"… La toma de conciencia sobre el deterioro ecológico en general ha llevado, por un lado, a la conformación de grupos pro defensa del medio ambiente o contra la tala desmesurada de árboles, por el resguardo de los bosques y de las selvas, en defensa de los animales, etc., y por otro, al diseño e implementación de políticas ambientales por parte de los gobiernos de algunos países y de organismos internacionales… El análisis del hecho o de este fenómeno, el ecocidio, si no queremos permanecer en su sola descripción fenoménica, nos conduce necesariamente a preguntarnos sobre las causas reales que lo han motivado. El hombre, parece ser la respuesta obvia. Es el hombre el cau- sante de toda esta debacle. Es cierto, en una enunciación abstracta, es el hombre el que con la satisfac- ción de sus propias necesidades ha trastocado el ritmo natural de supervivencia de los reinos, como decía la geografía antigua, que componen la Tierra. Sin embargo, no es ahí donde radica el problema sino en la falsa visión y concepción que de éste se quiere dar. ¿Es el hombre, en realidad, un ser depredador por na- turaleza o existen otras causas ajenas a su propio modo de ser?… La violencia, dicen los autores, nos la han querido presentar como algo natural al ser humano, hombres y mujeres, a la que hay, por tanto, no que combatir sino encauzar, a través de la educación y mecanismos de control, leyes, campañas concientizado- ras, etc. Sin embargo, esto no es así. No se puede aceptar a la maldad como algo consustancial, ni ética ni ontológica, al hombre… Hay en el pensamiento epistémico (es decir, en el saber construido metodológicamente, en oposición a las opiniones individuales) dos formas de enfrentar la problemática. Una sistémica (general o relativa a la totalidad de un sistema; por oposición a local), basada en la visión imperante de la ideología de un capitalismo crudo en la cual tanto la naturaleza como el hombre son considerados objetos de explotación y producción de riquezas, lo que justifica el uso indiscriminado de la tecnología y de la ciencia puesta a su servicio, así como el exacerbado consumismo fomentado por la creación de necesidades ficti- cias, donde la publicidad y los medios de comunicación juegan un papel indispensable. Es bajo esta perspectiva donde se gesta la visión de que es en el ser mismo del hombre donde se genera la violencia y cuya con- ciencia hay que reorientar para, si no acabar con ella, sí controlarla… En la explicación de la violencia no se puede descartar la participación consciente del individuo: su conformación es compleja, pero no innata al ser humano y a cualquier ser viviente. El instinto de conservación lo impulsa a la supervivencia, pero se re- gula por normas de la propia naturaleza y, en el caso del hombre, por normas éticas que posibiliten la con- vivencia mutua y con la naturaleza. La violencia se afirma en este análisis, se corresponde con la esencia del sistema imperante y no con la esencia de los seres humanos. La magnitud de la violencia ecológica, una de las formas de la violencia en general, ha llegado a grado tal que no sólo agrupaciones civiles, sino instituciones mundiales como la ONU, exigen el cese y control de la misma. En febrero del 2012, Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, expresaba: "El actual modelo económico nos está empujando a los límites de los recursos materiales [ ] Las economías están frágiles, la desigualdad está creciendo y la temperatura global del planeta sigue aumentando. Estamos poniendo a prueba la capacidad del planeta"…
Otra forma de analizar la violencia es la fundamentada en una concepción epistémico-crítica que concibe la relación hombre-naturaleza como una interacción continua e inseparable, ajena a un enfrentamiento permanente, donde son necesarios elementos epistémicos y dialécticos (diálogos, argumentos y discusiones razonadas, desarrolladas a partir de principios o axiomas aceptados) en su explicación. El hombre, como todo ser viviente, es parte de la misma naturaleza y requiere de ella para la realización de su existencia; ya en los escritos de juventud, afirman los autores, expresaba Marx: "Decir que el hombre vive de la naturaleza significa que la naturaleza es su cuerpo, con el cual debe permanecer en continuo intercambio para no morir. La afirma- ción de que la vida física y mental del hombre y la naturaleza son interdependientes significa simplemente que la naturaleza es interdependiente consigo misma, puesto que el hombre es parte de la naturaleza". Es necesario, por tanto, buscar no en su constitución natural, sino en su desenvolvimiento histórico-social la explicación de la violencia en sus diversas manifestaciones».
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