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Prostitución urbana y prostitución infantil en Celaya Guanajuato (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

El tema de los clientes será abordado de manera detallada en un quinto capitulo en el que se realiza una caracterización de los clientes entrevistados y se profundiza en aspectos tales como la relación con prostitutas y prostitutos, la percepción acerca de la prostitución y de la prostitución juvenil en particular; y la construcción de su identidad como clientes.

Finalmente, en el capítulo sexto, a modo de conclusión se desarrolla una caracterización de la prostitución juvenil, analizando y exponiendo sus rasgos distintivos, también se identifican las principales variables asociadas al origen y mantenimiento de ésta. Informe en torno a los grupos de jóvenes de más alto riesgo con referencia a la temática en cuestión.

Introducción

Hablar de prostitución es siempre un tema controvertido y toca inevitablemente las fibras morales de cualquier persona, y, en general, es un tema que desata el desprecio, la burla y el rechazo social hacia las personas que lo ejercen, y, curiosamente, no así contra quienes la contratan. Es un hecho que, en México y en la gran mayoría de los países hispanoamericanos, las personas que se dedican a éste, "el oficio mas antiguo del mundo", son consideradas como habitantes de un submundo social, residentes de la cloacas donde los humanos se transforman en una especie de fauna nociva y, como tales, son personas confinadas a los márgenes la más profunda oscuridad de las ciudades donde la identidad de los "indecentes" no es reconocible.

Desde la Antigüedad, la prostitución ha sido una problemática donde han confluido muy diversas y contrapuestas visiones que ponen en juego las diferentes miradas que tienen los sujetos sobre su orden social. Mientras hay quienes la han visto y tematizado desde una perspectiva naturalista, representándola como un "mal necesario", hay otras perspectivas como las impulsadas por algunas corrientes feministas que la han llegado a calificar como la representación máxima de la condición subordinada de la mujer. Por su parte, otras perspectivas, como la marxista han colocado énfasis analítico en su condición de transacción económica por lo que han preferido conceptualizar la prostitución como "comercio sexual". En forma más reciente, un segmento importante de las prostitutas y de las mujeres que trabajan con ellas ha tendido a reformular su mirada respecto a la prostitución reivindicando su condición de "trabajo sexual".

La prostitución es definida, en términos generales, como "… la venta de servicios sexuales a cambio de dinero u otro tipo de retribución. Una persona que ejerce la prostitución recibe el nombre de prostituta o prostituto. Para el caso que esa persona sea mujer también se usa mujer de compañía o coloquialmente puta, palabra que conlleva una fuerte connotación despectiva. La versión masculina, puto u hombre de compañía equivale de forma más formal a la palabra 'gigoló' pero se usa más comúnmente en Europa, pues puto se usa en varios países de Iberoamérica de forma homófoba para referirse a cualquier homosexual, no necesariamente a quien presta sus servicios a cambio de dinero." (Wikipedia)

Si fuéramos literales con lo anterior, muchas relaciones humanas que se establecen en las sociedades actuales están prostituidas (como bien lo son ciertos tipos de matrimonio heterosexual); pero hoy sólo se le reconoce como prostituta a aquella persona que, durante un encuentro específico, intercambia una cantidad de sexo por una cantidad de dinero (o tarifa). Así, una prostituta o un prostituto es aquella persona a la que se le contrata en la calle, telefónicamente, vía Internet o en un antro, se le lleva a un sitio para tener sexo y se le paga por ello. En la era de las comunicaciones, las vías y posibilidades de contratación de este servicio se han multiplicado.

No nos detendremos aquí a analizar el papel incluso sagrado que tiene la prostitución en ciertas culturas o los ritos de iniciación al sexo que, en muchas sociedades latinas, llevan a cabo los padres con sus hijos varones en los prostíbulos. Tampoco buscaremos los motivos por los cuales una persona decide voluntariamente o se ve forzada a dedicarse a esta actividad, o por qué -a final de cuentas– hay quienes la utilizan a pesar de su apreciación de que es algo intrínseca o socialmente malo (a veces pareciera demasiado obvio). Esta investigación simplemente busca retratar un fenómeno social -el de la prostitución-, situándole para ello en un grupo social específico (el colectivo de la ciudad de Celaya) y de cuyas observaciones pudiéramos derivar conclusiones aplicables a la generalidad.

Por otro lado, se ha debatido desde el campo de loa investigación respecto a las causas y factores que determinan el ejercicio de prostitución. La mayor parte de los autores y autoras, han concordado en señalar como explicación para su origen, situaciones de pobreza y marginalidad, junto con la presencia de la violencia y el acoso sexual desde la infancia en la vida de las y los afectados. También dichos estudios han afirmado que estas causas son múltiples y demasiado complejas como para encasillarlas en un sólo esquema explicativo.

No obstante, creemos que el estudio de la prostitución implica hacer frente a una cantidad importante de interrogantes que no se resuelven solamente a partir de análisis psicosociales y socioeconómicos. Siendo estas perspectivas relevantes para comprender la prostitución, nos parece que no abordan desde una mirada cultural, los diferentes aspectos que se encuentran involucrados en la problemática.

En particular, pensamos que las formas que adopta la prostitución tienen directa relación con el modelo de sociedad y cultura en que esta se inscribe. Hoy la prostitución en México se encuentra inserta en un contexto de modernización caracterizado por la centralidad que le da al consumo como espacio de integración social. Por otro lado, esta sociedad en proceso de transformación plantea un modelo de sujeto-protagonista del consumo: el "joven", valorando la juventud como un atributo estético y un estilo de vida que se debe poseer –y muchas veces "consumir"- para cumplir con los ideales sociales de integración.

En pocas palabras, asistimos a un proceso de "juvenilización" de la prostitución, tanto desde la perspectiva de la apropiación de la prostitución por parte de los sujetos que se prostituyen, como desde la "demanda" creciente de los múltiples clientes-consumidores de prostitución.

En efecto, pensamos que la emergencia de lo juvenil en la prostitución tiene que ver también con una sociedad que legitima la prostitución a través de su lógica económica. Es así como no es banal que encontremos que estas formas de prostitución femenina y masculina encuentren gran visibilidad en las páginas de avisos económicos, no obstante seguir siendo estigmatizada en el plano cultural, por un discurso moralista compartido por importantes e influyentes sectores de la sociedad. Por un lado, la economía acepta y legitima la prostitución juvenil, por otro, nuestra "cultura de las apariencias" se escandaliza cada vez que la "descubre" en el diario o en las noticias.

Todos estos cambios acontecidos a la prostitución reproducen también las características del modelo de integración predominante. La prostitución tiende a institucionalizarse y constituirse en un espacio regido por las leyes del mercado, operando a partir de una lógica de oferta y demanda de servicios sexuales. Un ejemplo significativo lo encontramos en el considerable aumento de la prostitución juvenil masculina que descansa en la existencia de una insospechada y creciente demanda de clientes que en su vida cotidiana se asumen como heterosexuales.

No obstante, esta lógica económica fragmenta la prostitución juvenil en dos polos. En efecto, el contexto histórico actual en el que se inscribe la prostitución juvenil tiene que ver tanto con la exclusión como con la integración. Por un lado, encontramos un eje de la prostitución juvenil que podríamos caracterizar como integrador a un cierto mercado global de la prostitución y por otro encontramos la subsistencia y reproducción en nuevas formas de un eje desintegrador que tiende a invisibilizar y legitimar la prostitución como una alternativa para obtener recursos por parte de sectores populares crecientemente pauperizados.

En el primer caso, encontramos la creciente participación de jóvenes hombres y mujeres de sectores medios, en una prostitución que no es tanto para "sobrevivir" como para "vivir bien", prostitución que se ejerce en función del acceso a determinados niveles de consumo.

En el otro extremo, como ejemplo paradigmático encontramos el caso de la prostitución asociada al consumo de droga, donde no existe una conciencia de ejercer prostitución sino una práctica de esta como producto de la suma adicción.

Al medio de este modelo encontramos, los otros tipos de prostitución, la calle; el table, el night club y el cabaret; y el circuito de los masajes, privados y agencias que dependiendo del sector social incorporarán en sus ejercicios mayores o menores grados de integración y exclusión.

En síntesis, la diversificación y desterritorialización de las formas de prostitución configura un escenario ambiguo, de cambio y continuidad respecto al sentido que los actores involucrados en la prostitución le dan a su ejercicio y consumo.

Este cambio de contexto podrá jugar tanto a favor de la autonomización de los y las sujetas involucrados/as en forma directa en situaciones de prostitución como jugar en su contra tendiendo a reproducir y extremar un esquema de explotación y marginalidad que legitima la prostitución como estrategia de supervivencia cotidiana en los y las jóvenes de sectores populares.

CAPÍTULO I.

Marco de antecedentes

  • La Prostitución como fenómeno de estudio

El presente capítulo intenta servir de marco de antecedentes para comprender el fenómeno de la prostitución juvenil.

En primer lugar, presentamos los principales enfoques y perspectivas sobre la prostitución en general, dando cuenta de sus principales conceptualizaciones y tipologías.

En segundo lugar, presentamos una entrada al tema de la prostitución en México, sintetizando su presencia histórica y cómo ha sido abordada, primero desde la perspectiva legal y luego desde la investigación.

En tercer lugar, abordamos la prostitución juvenil, sintetizando los primeros antecedentes de esta problemática en México y exponiendo las principales investigaciones sobre la prostitución tanto femenina como masculina.

  • Principales enfoques y perspectivas

La mayor parte de los estudios coincide en señalar que los enfoques más recurrentes en relación al tema de la prostitución son los sustentados por el marxismo y el movimiento feminista. Estas dos corrientes, han apuntado a la necesidad de entender la prostitución como un sistema de explotación sexual, la diferencia sin embargo ha estado puesta en los énfasis que coloca cada perspectiva: el marxismo en la lógica económica subyacente a la prostitución, y el feminismo en la condición de explotación de la mujer dentro de esta lógica.

  • a) La Perspectiva Marxista

Para el Marxismo, la prostitución es concebida como una forma específica de intercambio y transacción que involucra la esfera de la sexualidad. Más que hablar de prostitución el marxismo ocupa el concepto de comercio sexual siendo este el proceso de "transacción comercial" por el cual una persona vende su cuerpo o sus "servicios sexuales" para satisfacer las necesidades sexuales de otro.

Este es tan sólo un intento por ordenar y clarificar discursos que sin embargo han tendido a la complementariedad de argumentos, por otra parte es conocido el hecho de que una parte importante del feminismo ha trabajado en torno a los postulados de Marx con el fin de explicar la situación y condición de las mujeres.

Desde esta perspectiva, el término prostitución sería esquivo y engañoso en virtud de las connotaciones morales, éticas y sociales que a él se asocian, encubriría la situación de explotación y generaría un estigma para quienes la practican (Skewes, 1995).

En síntesis, para el marxismo, la prostitución forma parte de la explotación y la apropiación que el capitalismo hace de la fuerza de trabajo de las personas. La mujer y el hombre que se prostituyen serían entonces víctimas del sistema de opresión capitalista.

  • b) La Perspectiva Feminista

Por su parte, y sin dejar de lado los aspectos económicos que la prostitución involucra, las feministas elaboran un conjunto de enfoques que identifican y critican la existencia de un "sentido común" que justifica social y culturalmente la existencia de la prostitución.

Entre los enfoques planteados por el feminismo podemos identificar la existencia en primer lugar de una perspectiva abolicionista. Esta se refiere a la necesidad de acabar con la prostitución, sin dar cabida a reglamentaciones o tolerancias de ningún tipo, lo que supone en primera instancia el fin de la sociedad patriarcal: "la esclavitud sexual es uno de los fundamentos de la sociedad patriarcal, por lo que su desaparición sólo será efectiva cuando sea abolido el orden social que la produce" (Hall 1988: 22). Este punto de vista será compartido ampliamente por el movimiento feminista durante gran parte de los años setenta y ochenta (Pheterson 1989).

Sin embargo, el abolicionismo deberá hacer frente a fines de los setenta a un proceso de organización y levantamiento de demandas sociales por parte de las mujeres que ejercen la prostitución, especialmente en Estados Unidos y Europa, como paradojal resultado del trabajo conjunto entre prostitutas y feministas. Esta perspectiva contractualista, considera que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, y que las prostitutas pueden ser consideradas como trabajadoras sexuales. Lamas señala que el contractualismo fue tomado por un sector del feminismos europeo y norteamericano de fines de los setenta y principios de los ochenta, pero que luego se "desarmó", como producto de la desvinculación de las feministas debido al ascenso del puritanismo – recordemos el período Reagan en Estados Unidos-, el debate sobre la pornografía que dividió al feminismo norteamericano, y las crecientes denuncias de tráfico de mujeres, hecho que desmantela definitivamente la opción contractualista al interior del feminismo (Lamas 1993: 108).

Esta nueva situación política de la prostitución, no dejará de introducir divisiones al interior del feminismo, pues los sectores abolicionistas plantearán que la aceptación de la prostitución como un medio válido de trabajo para las mujeres es la aceptación del orden patriarcal de la sociedad, por el contrario, las feministas que estaban por apoyar a las prostitutas en sus demandas de mejoramiento de las condiciones en que se desarrolla el trabajo sexual, consideraban que la alianza entre feministas y prostitutas era una necesidad mutua (Pheterson 1989). Esta misma polémica ha sido desarrollada por Walkowitz (1990) y Lamas (1993).

A partir de este conflicto y más allá del abolicionismo y el contractualismo, se desarrollará una perspectiva que apunta a mejorar los aspectos legales y condiciones jurídicas en que se desarrolla la prostitución tomando siempre en cuenta las razones e intereses de las propias prostitutas.

  • c) La Perspectiva Legal

Históricamente y desde el punto de vista de la legislación han existido tres posturas o posicionamientos respecto a la prostitución. Una posición partidaria de prohibirla y castigarla, otra de permitirla y regularla y una última que reconoce su existencia pero plantea una lucha para que desaparezca (Ballester & Gil, 1996).

Estas posiciones han dado lugar a diversas estrategias desde las cuales los Estados Nacionales y sus instituciones enfrentan el tema de la prostitución. Estas estrategias son adoptadas tanto en forma separada, como en forma conjunta o complementaria, dando origen a los sistemas prohibicionistas, reglamentaristas y abolicionistas.

El prohibicionismo se orienta, básicamente, a sancionar la práctica de la prostitución como un delito, penalizando por lo tanto a las mujeres que la ejercen, omitiendo de paso la responsabilidad que cabe a los otros actores (clientes, proxenetas, familia, Estado, etc.)

El regulacionismo, implica que no se prohíbe la prostitución, sino que se reglamenta y condiciona, a través del otorgamiento de carnets, permisos, autorizaciones, licitaciones periódicas, etc. En el caso de México, el prohibicionismo y el regulacionismo operan en forma simultánea, por cuanto a las prostitutas se les persigue, apresa y penaliza por "ofensas a la moral pública" u otros cargos de ese tipo, en tanto el Código Sanitario establece normas respecto de la licitación de las prostitutas en los consultorios de sanidad municipal, lo que implica una tolerancia y regulación de la actividad.

El abolicionismo, reconoce la existencia de la prostitución, entendiendo que constituye un mal social, un ataque a la dignidad de las personas y una forma indeseada de explotación, por lo que no castiga la prostitución pero si cualquier actividad que la favorezca y toda explotación que se haga de la misma (Ballester & Gil, 1996)

Las perspectivas anteriores han sido las que han guiado la mayor parte de los estudios sobre la prostitución durante los últimos 25 años, sobre estas ideas es que se han constituido los más importantes cuerpos de estudios e investigaciones. Estos enfoques han ayudado también a alimentar el activismo político y las intervenciones que directa o indirectamente han implementado diferentes actores interesados en el fenómeno, tanto desde los puntos de vista epidemiológico, económico, legal y social.

Sin embargo todas estas perspectivas se oponen hasta hoy a una corriente contraria que está en la base de la cultura y estructuras sociales, y que le otorga a la prostitución un papel central en regulación de las relaciones entre hombre y mujer y que por su antigüedad y arraigo en la mayoría de las culturas, ha pasado a ser un hecho natural.

  • d) La perspectiva "naturalista"

De manera opuesta a los postulados del movimiento feminista y las corrientes marxistas de pensamiento, existen un conjunto de ideas asentadas en la cultura y el "sentido común", que representan a la prostitución desde una perspectiva "naturalista", considerando que esta siempre ha existido y siempre va a existir, porque es necesaria para controlar la presión (sexual) de los machos sin pareja y/o para resguardar a las "mujeres virtuosas" que están reservadas para el matrimonio y la procreación.

La visión de la prostitución como fenómeno natural se basa en postulados ligados a la cultura y hegemonía genérica masculina, la que plantea una visión dicotómica de la sexualidad humana: machos activos, frente a hembras pasivas (Magán 1994, Trapasso 1996, Vidal et al. 1994). El reduccionismo dicotómico de esta visión, se basaría en la difundida idea de la existencia de mujeres "buenas" y mujeres "malas", las unas destinadas a cumplir con sus roles "naturales" centrados en el ámbito doméstico y la reproducción biológica, las otras destinadas a satisfacer las necesidades y fantasías no cumplidas de los hombres al interior del matrimonio. Lo doméstico estaría entonces asociado al campo de los afectos, mientras la prostitución al campo de las pasiones y el erotismo.

La prostitución, sería entonces parte del orden social, un "mal necesario", opuesto sin embargo, al valor de la familia, del matrimonio, de la fidelidad, de los hijos, de la sexualidad normada y controlada. Según las feministas (Hall 1988; Pheterson 1992; Herrera & Vidal s/f) esta postura sería sustentada y reproducida por las normas sociales imperantes, el Estado, sus leyes y los organismos encargados de "controlar" su funcionamiento.

En esta misma línea pero presentada como formalización teórica, se encuentra la perspectiva que interpreta la prostitución como forma de relacionamiento social de antigua data, que ha cambiado su esencia relacional a partir de la mercantilización e integración de la prostitución a los circuitos capitalistas modernos. Principalmente la literatura así como distintos movimientos artísticos han encontrado en el ambiente de la prostitución, en sus formas antiguas, un espacio de inspiración y relacionamiento social, el ambiente de la bohemia artística se ha romantizado incluyendo entre sus escenarios principales a prostíbulos como protagonistas prostitutas, clientes y proxenetas (hombres y mujeres). Un ejemplo de ello se encuentra en el trabajo de Maffesoli (1990), quien intenta mostrar, a través de la prostitución como "la relación con el otro es el asunto primordial de toda sociedad" (p.106). Según el autor, "la circulación del sexo, como la circulación de las bebidas fermentadas, arraiga el estar juntos en su sustrato natural" (p.107).

La prostitución se constituiría en la rememorización del cuerpo colectivo primitivo e históricamente habría estado cargada de ciertas virtudes sociales "los prostíbulos tenían una función de educación complementaria" (p.111), la prostitución en si misma cumpliría un verdadero papel civilizatorio. El ritual social de prostitución, constituiría una suerte de poligamia funcional, "semejante intercambio es la vez causa y efecto de lo social, concretiza y sella lazos de parentesco que reenvían a la noción de familia ampliada" (p.114).

Este proceso de socialización, como lo llama Maffesoli (1990), cambiaría a partir del siglo XIX, al volverse productiva la energía sexual, como toda energía. De este modo el ingreso de la prostitución al modo de producción capitalista, transformaría el sexo en mercancía privatizándolo y quitándole su sentido civilizatorio y colectivo.

  • Hacia una definición conceptual

Desde una perspectiva sociológica marxista, la prostitución o comercio sexual es un producto del desarrollo capitalista, siendo "histórica porque en un lugar de ser una actividad innata de la sociedad, un mal necesario o la profesión más antigua, la prostitución aparece cuando surgen las clases sociales, la familia monogámica y los valores mercantiles de las relaciones sociales. Por ello sólo desaparecerá en el momento en que tales premisas sean abolidas; mientras tanto, adquiere formas diversas para subsistir, ora embozada, ora matizada y engalanada, pero sin diluirse verdaderamente ni bajo el capitalismo ni dentro de los países de economía estatizada autodenominados socialistas" (Gomezjara & Barrera 1992: 28).

Desde el feminismo se ha señalado que la prostitución se puede definir como una forma extrema de sexismo: "la prostitución es la consecuencia de la subordinación de las mujeres en el conjunto de las sociedades y de las relaciones de fuerza entre las categorías de sexo" (Hall, 1998: 10).

Se ha planteado que la prostitución sólo puede entenderse mediante el análisis de la articulación del concepto del patriarcado y la estratificación de la sociedad en clases sociales. A las causas anteriores, se debe agregar factores étnicos, puesto que se ha ido consolidando una demanda creciente por prostitución "exótica", constituida por mujeres de otras regiones o de minorías étnicas dentro de un mismo país, lo que ha generado un fuerte movimiento en la "trata de blancas" en las últimas décadas.

De esta manera, la prostitución estaría basada en tres principios básicos: género, clase y raza (etnia), de los cuales el patriarcado como componente sexual, sería el más antiguo, el que ha organizado la prostitución de las mujeres.

Por otro lado, desde una perspectiva institucional, en 1978 las Naciones Unidas definían la prostitución como una situación en que "la mujer que se ofrece libremente a cambio de dinero al primero que llega, sin elección ni placer, en forma cotidiana cuando no posee ningún otro medio de existencia" (Citado por Gomezjara, Francisco & Estanislao Barrera. Sociología de la Prostitución. p.27). Con el transcurso del tiempo esta definición ha quedado obsoleta debido a que sólo relaciona la prostitución con las mujeres y estima que las causas son únicamente de carácter económico.

En 1988, las O.N. U. ya habían avanzado a un marco más amplio de definición que pasaba a incluir a otros actores y segmentos de la población y que buscaba en múltiples factores las causas que la originan: "Si la prostitución de las mujeres es un hecho social no hay que tener por ello una visión economicista y reductora del fenómeno, ya que todas las mujeres pobres no se prostituyen y, podemos añadir que tampoco es un fenómeno "sexista" todas las mujeres no son prostitutas" (UNESCO, 1998: 10).

Aún con diferentes énfasis y enfoques, parece haber acuerdo en que la prostitución es un fenómeno que afecta principalmente a las mujeres y que se encuentra articulado a factores económicos, de clase y etnia. Son estos factores interrelacionados los que pueden ayudar a entender las "formas emergentes" de prostitución femenina, la emergencia de la prostitución masculina heterosexual y homosexual, y el aumento y expansión de la prostitución infantil.

  • Tipologías de Prostitución

Un modo de referirse a los tipos de prostitución es el basado en factores de carácter espacial y geográfico. Lastra (1997) establece una tipología de prostitución basada en tales criterios pero subdividiéndola en cuanto a su visibilidad e invisibilidad, esto es en relación a su localización. El comercio sexual visible, es aquel que opera en espacios y lugares previamente definidos y organizados para ello, tales como prostíbulos, saunas, tables o la calle. En cambio, el comercio sexual invisible es aquel que se encubre bajo actividades que no se reconocen o que no tienen ligazón con el comercio sexual.

Otra forma de clasificar la prostitución se basa en la subdivisión de esta según variables de tipo etárea (prostitución infanto-juvenil y prostitución adulta), o según variables sexo-genéricas (prostitución femenina, prostitución masculina homo y heterosexual). En cuanto a la prostitución femenina, la mayor parte de los estudios citados dan cuenta de ella sin establecer cortes etáreos o de otro tipo, bajo el argumento de que los sujetos no son segmentables y que se debe considerar como un todo dentro del cual se da un proceso. En efecto, Herrera & Vidal (s/f), plantean que la división en "tipos de prostitución" es forzada y contribuye a la mistificación del problema. Las autoras señalan por ejemplo que la distinción entre prostitución infantil y adulta no da cuenta del fenómeno como un proceso y lo segmenta sin tomar en cuenta de las situaciones previas como la violencia física y moral, el abuso, el incesto. Lo mismo ocurriría con las divisiones entre la prostitución de "alto nivel" y la que está vinculada a la pobreza, al contrario de lo que se piensa habitualmente, señalan las autoras, la prostitución de elite reflejaría de mejor forma aún, la deshumanización y la enajenación de la sexualidad humana y la devaluación del cuerpo y condición femenina, por cuanto se estaría reconociendo una cierta segmentación de clase en la oferta y demanda de los cuerpos de las mujeres (Herrera & Vidal s/f: 12-13).

No obstante, el desarrollo de los estudios sobre la prostitución infantil, o explotación sexual de los niños/as ha demostrado la validez y necesidad de hacer cortes en el análisis de la prostitución, lo mismo cuando vemos que la diversificación de la prostitución (masculina, femenina y homosexual) indica que se deben afinar las miradas al fenómeno, sin dejar de lado que aún siguen siendo las mujeres las principales protagonistas y que todo ingreso y mantención de los sujetos en el "mundo de la prostitución" es parte de un proceso.

2. La Prostitución en México

2.1 Una Aproximación Histórica

La prostitución ha existido en México, sea en sus formas legales o ilegales, por siglos. Una cosa que tiene que ser diferenciada es la prostitución en si del adulterio. El adulterio era duramente penado, y en algunos casos de acuerdo a las leyes de Netzhualcoyotl la pena era la muerte. Pero para la prostitución la situación era distinta ya que las mujeres vendían a los hombres su tiempo y servicios. No había adulterio cuando existía un consentimiento social sobre la existencia de prostitutas, en contraste con las mujeres que se sabía engañaban a sus esposos.

La sociedad en el Anáhuac llego a alcanzar los más altos niveles de prosperidad. Así como hoy conocemos a los siglos XX y XXI como los siglos cuya civilización es la mas avanzada tecnológicamente de toda la historia, nuestros ancestros, los Viejos Abuelos, tuvieron la civilización socialmente mas avanzada. La sociedad funcionaba, porque no existían las etiquetas o la discriminación. La existencia social de la prostitución emergió sin dificultades en el Anáhuac en comparación con otras culturas.

Así que era el gobierno quien estableció en aquellos tiempos una institución llamada Cihuacalli. El Cihuacalli era un lugar donde las mujeres podían reunirse en una manera ordenada, segura, dentro de un ambiente controlado. De ahí el nombre de Cihuacalli, que significa la Casa de las Mujeres. Debemos subrayar que no todas las mujeres en el Cihuacalli eran prostitutas, algunas tan solo eran bailarinas exóticas, cautivas de tierras extranjeras, y otras tenían una rara función muy similar a los servicios de escort o acompañantes de hoy en día.

El Cihuacalli es descrito como un complejo que albergaba muchos cuartos, donde estas mujeres vivían. En algún punto, estas instalaciones tenían un "lounge room" o salón donde los hombres veían a mujeres bailando con movimientos eróticos, y algunas veces cantando poemas sexuales y provocativos. Existen historias, pasajes, e incluso leyendas que relatan sobre situaciones entre reconocidos capitanes y guerreros enamorados, y escapes que hacían con sus amadas del Cihuacalli hacia tierras lejanas. Los cuartos del Cihuacalli veían hacia un patio central, donde una estatua de Tlazolteotl estaba ubicada en el centro. Mujeres ancianas eran las que de alguna forma estaban en control de las chicas del Cihuacalli y de los rituales que se hacían a Tlazolteotl. Tlazolteotl es la energía que "devora la suciedad". Los españoles confundieron a Tlazolteotl con un demonio sexual, un succubus, porque su nombre esta ligado a la suciedad y a su función de presidir el apetito sexual y las relaciones sexuales en si. Las prostitutas tenían especial cariño por Tlazolteotl porque ella era la única energía que podía incitar los deseos sexuales, ayudarte a concretizar cualquiera que fuese tu deseo carnal, pero al mismo tiempo era la única energía que te limpiaría de la obvia suciedad espiritual producida.

Los gobiernos controlaban el Cihuacalli. Pero la prostitución existía incluso afuera de los Cihuacallis. Se habla sobre mujeres que seguían a los soldados que iban en campaña hacia tierras lejanas. Dichas mujeres al menos pudieron haber sido reconocidas por la milicia. No existe caso conocido sobre relaciones entre las órdenes militares sagradas, tales como los Caballeros del Nahui Ollin, popularmente conocidos como caballeros Águila y caballeros Jaguar. Pero los soldados rasos, e incluso algunos guerreros de los llamados de acción rápida usaban los servicios de las mujeres que los seguían.

Si bien había algunos métodos anticonceptivos, muchas prostitutas quedaban embarazadas varias veces. Tal es el famoso caso de una bebita que nació de una madre prostituta, la cual fue parida en plena tierra y abandonada. Su acechante nombre era el de Malinalli, hoy conocida como la infame Malinche. Existen pruebas que apuntan hacia un tipo de servicio de acompañantes, o servicio escort, entre las altas clases de la sociedad. El caso muy conocido es el de Tlaltecatzin de Cuauchinanco, gobernante de lo que hoy es Huauchinango, Puebla, que hacia poesía para sus "mujeres alegres". Estas mujeres juguetonas, joviales, pero sensuales, de acuerdo como lo describe Tlaltecatzin, algunas veces bailaban donde las fiestas tenían lugar, o en otras ocasiones tan solo permanecían de pie desnudas en medio del lugar mientras poetas y artistas las contemplaban. Poca evidencia existe de personas mas frías en su trato como los Mexica, pero mas información nos llega de poetas abiertos y liberales como es el caso de Tlaltecatzin o de otros artistas de Chalco.

Cuando llegaron los españoles, ellos eliminaron todo lo referente a prostitución legal y establecida, creando a cambio una prostitución ilegal e incontrolada.En la historia de nuestro país se advierte que en los periodos de agitación, como la revolución social del siglo XX, la prostitución aumentó en forma considerable; incluso en momentos específicos fue considerada como síntoma de una verdadera crisis social. Por supuesto, la presencia de la prostitución en el devenir de México no se limita exclusivamente al periodo revolucionario: el mundo prehispánico la concibió en forma muy diferente a la visión occidental, como lo hemos visto anteriormente, y la Nueva España la toleró y, a pesar de todos sus inconvenientes, la consideró como un mal necesario.

En la ciudad colonial estaba vigente el discurso teológico sustentado por Santo Tomás, para quien la base esencial de los principios morales residía en el orden impuesto por Dios como ley natural. (Ortega, 1987a, 7-11) La doctrina tomista reprobaba la fornicación, el rapto, el incesto, los sacrilegios, el vicio contra natura y los actos lujuriosos, por ser opuestos a la ley natural; (Ortega, 1987b, 15-18) sin embargo, admitía la prostitución en cuanto prevenía males mayores. Desde sus inicios, la Iglesia cristiana condenó la poligamia, el adulterio, la homosexualidad, el estupro, la violación, debido a que con estas prácticas se violaba el sexto mandamiento, "no fornicarás." Sin embargo, se otorgó la autorización expresa de la Corona española para el proyecto de fundación de la casa pública, lo que fue un ejemplo de pragmatismo y tolerancia. Se explicaba esta política en razón del: El control de las costumbres de una población en plena expansión, por la honestidad de la ciudad y mujeres casadas de ella y por excusar otros daños inconvenientes.(Atondo María 1992, 40-41

La tolerancia hacia el ejercicio de la prostitución no se dio hasta el siglo XIX, cuando Aquilés Bazaine, promulgó el 17 de febrero de 1865, un reglamento basado en el sistema francés creado por el doctor Alexandre Paret Duchâtelet (especialista en drenaje y alcantarillado), so pretexto de proteger la salud de los soldados invasores.(Núñez, 2002, 29-30) Este reglamento creó la oficina de Inspección de Sanidad, centro administrativo dependiente del Consejo Superior de Salubridad, que era el encargado de llevar el registro de las prostitutas que habitaban los burdeles, de las casas de cita y de asignación, y del cobro de impuestos fijados por el Estado para autorizar el ejercicio de la prostitución. De acuerdo con estas disposiciones, las mujeres dedicadas a ese oficio quedaron obligadas a ser revisadas médicamente una vez a la semana y a pagar, con la misma frecuencia, una determinada cantidad al Estado por el permiso.

Con el tiempo se modificó este reglamento, con la intención de ampliar el control del Estado: en el año de 1871 se autorizó a la policía a encarcelar a las meretrices que no cumplieran con su cuota. En la época juarista se continuó vigilando y controlando a las meretrices, ya que la sociedad de la época seguía considerando a la "prostitución como un mal necesario, por ser las hijas de la alegría, la salvaguardia de las mujeres honradas". (González, de 1967, 369-370) y hubo otra modificación en 1872. En 1879 se emitió un nuevo reglamento, para sustituir al del Segundo Imperio, que en esencia retomaba las mismas obligaciones onerosas y vejatorias para las mujeres comerciantes de su cuerpo.

El Consejo Superior de Salubridad presentó en 1882 a la Secretaría de Gobernación un proyecto de ley "para combatir las enfermedades infecciosas y contagiosas." (Archivo Histórico de la Secretaría de Salud en adelante AHSS) La Academia Nacional de Medicina convocó en el año de 1888 a un concurso para el estudio de la reglamentación de la prostitución en México, y se modificó en forma parcial el Código Sanitario en los años de 1891 y 1894, siempre dentro de un fuerte reglamentarismo para el ejercicio de la prostitución.

En 1898 se emitió un nuevo reglamento de sanidad, por el cual se obligaba a las mujeres vendedoras de placer a registrarse en la Inspección de Policía, (Figueroa, 1946,19-28 y Franco 1973, 80) que vigilaba los centros de prostitución y aprehendía a las mujeres sospechosas, y especialmente a las meretrices clandestinas o no registradas. El registro como tal, era una libreta comúnmente utilizada en ese tiempo por notarios, jueces y párrocos, y estaba compuesta por un total de 196 fojas. En cada página se inscribía a tres mujeres públicas con su respectiva fotografía: durante el imperio de Maximiliano no sólo se utilizó este medio para custodiar a los reos sino, también para controlar el ejercicio de la prostitución. Se trataba del primer intento de organizar la vida prostibularia a través de un elemento moderno en la ciudad de México. Este corpus de identificación quedaría conformado bajo el nombre de "Registro de Mujeres Públicas" (1865-1867), el cual fue elaborado conforme al Reglamento de Prostitución expedido por Maximiliano. Se perpetuó hasta los años de la vida revolucionaria. Los datos que acompañaban de cada fotografía incluían; el nombre de la mujer y el pueblo o ciudad del que provenía y la edad, profesión o el oficio, que muy probablemente la mujer seguía desempañando. Además, se daban a conocer los domicilios en los que se localizaban las casas públicas o burdeles y las casas de tolerancia. En algunos casos, las prostitutas detallaron sus domicilios personales: cuartos o accesorias en vecindades. El tipo de formato fotográfico que localizamos con más frecuencia en el documento es el de tarjetas de visita; los otros formatos son de tipo cuadrado, o credencial como hoy lo conocemos, óvalo y otros más reducidos.

En el registro se mandaba que la prostituta entregara su fotografía al comisario de Sanidad para tener derecho a ejercer la actividad. Estas fotografías se adhirieron a un costado de los datos de filiación que cada una respondió en el momento de su inscripción. El corpus fotográfico para las autoridades representó un ejemplo coherente con la idea de normalizar y de excluir a las mujeres de manera tácita de la vida en la ciudad.

Otra diferencia que cabe destacar con respecto a las imágenes de los presos y de las prostitutas es que en muchas de las fotografías las mujeres se encuentran rodeadas de una atmósfera que no corresponde a un estatuto prostibulario, pues contienen elementos tomados del convencionalismo social, como una suerte de "desfase entre un propósito criminalista y sanitario, y una tarea fotográfica de retratos convencionales."(González Rodríguez 1990, 76)

Así, en cuanto al encuadre la mayoría corresponde al de las mujeres posando de cuerpo entero (a diferencia de las fotografías de reos), de frente, y de pie, respectivamente. Así estas fotografías conjugan diversos elementos, pues en ellas se codificaron escenarios, actitudes, y valores estéticos y morales que permiten mostrar el contexto cultural y social de un sistema de significación presente ahí y entonces. Por lo tanto, esto remite a las convenciones sociales o al apego de sistemas de representación regidos por la construcción de un imaginario colectivo.

Se muestran distintos decorados, mobiliarios, objetos y poses, es decir, un conjunto de atributos que las prostitutas aprendieron por distintos caminos. Uno de ellos, muy probablemente, quien las retrató: el fotógrafo logró, a través de su arte, volcar sobre su modelo el cúmulo de normas del discurso imperante de la época.

Para 1900 ya se había creado un reglamento interior de la Oficina de Inspección de Sanidad en el que se especificaban las obligaciones de los inspectores que vigilaban para evitar desórdenes y escándalos. Posteriormente los gobiernos emanados del movimiento revolucionario mantuvieron políticas de higiene que no tomaban en cuenta la realidad de la Ciudad de México. A pesar de tanto empeño los reglamentos, como intentos de control de las enfermedades venéreas, fueron un rotundo fracaso. Si ya desde la era porfiriana algunos médicos estuvieron en contra de reglamentar el ejercicio de la prostitución, ahora se volvieron a lanzar voces para su abolición. Transcurridos cuatro años de iniciada la lucha armada de 1910, durante los trabajos de la Vigésimo sexta Legislatura el diputado huertista Querido Moheno, al discutir el proyecto para suprimir las partidas destinadas a la Inspección de Sanidad, dijo

"El reglamento de prostitución impone a la pupila registrada el deber de presentarse una vez semanariamente, y en una absoluta, brutal y repugnante resignación del pudor que, como decía antes, guardaban hasta las hembras de las bestias, entregarse a la inspección médica, canallesca y digna del patio de los milagros. La famosa inspección no da resultados ningunos […] es una verdad, señores diputados, que el sistema de reglamentación de prostitutas ha sido copiado imbécilmente, vivimos copiando instituciones extranjeras […] y vamos dando tumbos y traspiés de esa vía dolorosa que se llama existencia nacional."

En 1915 aún no se había suprimido la ley que permitía el ejercicio de la prostitución; se le aceptó como actividad lícita, se volvió a aprobar la partida de gastos de la Inspección de Sanidad y del Hospital Morelos, donde recluían a las mujeres, previa pesquisa hecha por la policía sanitaria, traídas y llevadas a la fuerza en las famosas julias.

En 1914 se produjo el debate en la cámara y cesaron provisionalmente en sus funciones tanto la Inspección como y el hospital; de este modo, las mujeres públicas ya no tuvieron que concurrir más a dichas instituciones. En 1918 y en 1919 aparece el dictamen de la comisión nombrada por el Consejo Superior de Salubridad, intitulada: La profilaxis de la sífilis en el Departamento de Salubridad Pública. En este estudio se destaca la importancia de las enfermedades venéreas, y se señala a las prostitutas como sus únicas transmisoras. Esto ocasionó varias polémicas en contra del dictamen. Algunos médicos opinaron que de vigilarse a las prostitutas desaparecerían de la sociedad de entonces "muchos vicios que no sólo invalidan [esta actividad] sino que la hacen aún más perniciosa. La coacción aquí se impone en virtud de tratarse de un comercio en que de antemano las interesadas consciente en ello". (Saavedra Alfredo 1914, 128-130).

Por su parte, la policía urbana tomó injerencia en asuntos que no le competían:

"Varias mujeres que concurren a sufrir sus reconocimientos a esta oficina, han manifestado que con mucha frecuencia son aprehendidas por miembros de la Policía y conducidas a la Comisaría correspondiente, en donde se les obliga a sufrir un reconocimiento médico, se les impone multas, y en algunas ocasiones se les destruyen las libretas."

Sin hacer caso de las arbitrariedades y de los abusos por parte de las autoridades, los médicos continuaron al principio con la discusión sobre abolir o mantener el reglamento; después se manifestaron por lo último.

La prostitución era asunto que daba materia para redactar un nuevo capítulo en la Ley de la República que heredó el gobierno de la Revolución con el Código de 1872. (Código Penal 1972, 56-58) No obstante, la sociedad sólo decidió tocar el asunto únicamente en forma administrativa y sanitaria y sólo se promulgó un código penal que legislaba años más tarde, en 1929. (Código Penal 1929, 123-124) Precisamente esa falta de legislación en dicha materia dio lugar al escarnio y, con éste, a la violación de los derechos de las mujeres públicas. (AHSS, "Carta de las prostitutas al C. Presidente de la República don Venustiano Carranza", fondo Salubridad Pública, sección Inspección Antivenérea, caja 3, exp. 7. citado Ríos, 1999)

"Nosotras, las llamadas pupilas y aprovechándose las autoridades de la mayoría de nuestras compañeras que son ignorantes y siendo víctimas de extraños procedimientos que en parte ha tomado el actual Inspector de Sanidad. Nosotras, las desdichadas que no podemos tener dinero que corresponde como pago de los llamados "libretos", se nos detiene y somos consignadas al Hospital Morelos hasta que no tengamos el importe del "libreto" podemos obtener nuestra libreta".

"Después de algunos días de detención se nos vuelve a llevar a la Oficina del Inspector de Sanidad, para hacer el pago, pero como no tenemos dinero, tenemos que vender nuestra ropa para conseguir el dinero que nos hace falta, y casi desnudas salimos a la vía pública; si no hemos pagado antes, es por no haberlo tenido. Estos son los derechos morales con que cuenta el C. Inspector de Sanidad."

Si bien el Estado revolucionario veía a la sexualidad pública sucia e ilegítima, también fue capaz de tolerarla. Históricamente, el reglamentarismo para la prostitución resultó férreo, inflexible y en mi concepto hasta trasgresor de los derechos del hombre como la carencia de educación, de un empleo bien remunerado, de vivienda digna y de algunos específicos de la mujer. Veamos ahora la afirmación del doctor José María Reyes, " la culpa de tanto degenere la tiene la educación laica y gratuita que el Estado mexicano intenta implementar, porque a ella sólo concurren los pobres que obviamente no conocen la religión," (José María Reyes dio un discurso en la Academia de Medicina y fue publicado en "Higiene pública: estudio sobre la prostitución en México," en Gaceta Médica de México, t. IX, núm. 23, México, 1874) la cual ejemplifica que el discurso siguió siendo el pudor, la religión y sobre todo enseñar a las mujeres que habían nacido para ser madres. Éste y de estos autores no veían otra solución al problema de la prostitución que una imprescindible restauración del orden moral, y por eso exigían más y más reglamentos, más vigilancia, más policía, peticiones que hubieran extrañado a sus antepasados que pelearon por más libertades, menos reglamentos.

El nuevo discurso social fue muy exaltado y riguroso: se elogiaba al burdel como el único lugar posible de control de la prostitución, incluso se intentó y promovió la apertura de más establecimientos. Se pensaba que la casa de tolerancia era esencial para salvaguardar a la sociedad.

Si la forma lumpenizada de prostitución tradicional se mantuvo en las lejanas periferias, muchas veces protegida y fomentada por las autoridades, fue para satisfacer las demandas de un obrero marginalizado, o recién inmigrado, para quienes no logran entrar en el nuevo mercado matrimonial de clase en formación, para los perdedores, incapaces de lograr su adaptación al nuevo ámbito urbano, para los tímidos entre otros.

En la opinión pública empezó a imponerse la idea de que seducir a una mujer era más placentero que comprarla. La ilusión hedonista de la seducción sueña que la mujer seducida también comparte el deseo de su seductor. En este juego de espejos de la seducción sería mucho más atrayente una mujer que diera la apariencia de "decencia", aunque fuera una prostituta clandestina. En este teatro representado por hombres necesitados de mujeres ofreciéndose ya no cabía el personaje de la mujer pasiva y sin deseo, encerrada o explotada en el burdel. La mutación de ese deseo masculino logra que se transformen asimismo los comportamientos de la oferta sexual femenina, las meretrices ya no querían estar fijas a un burdel, y constituyeron una libertad imaginaria haciéndose pasar por mujeres "semihonestas", que podían darse el gusto de rechazar al hombre por su aspecto o sus maneras groseras; a su vez, ellas entraron en el juego de la seducción, construyendo para su cliente la apariencia de dejarse seducir. Durante el siglos XIX y los primeros años del pasado la gente se volcó en la búsqueda desesperada de la virginidad, lo que favoreció el tráfico de niñas y la aparición de trucos que permitían a algunas ex doncellas astutas vender varias veces su flor virginal.

La prostitución estaba estructurada de acuerdo con un mercado activo y competitivo, donde las tarifas fueron definidas no sólo en función del tipo de servicio que se ofrecía, sino también de atributos como belleza, edad, clase social y tipo étnico de la mujer. La combinación de todos estos factores daba a la ley de la oferta y la demanda una serie de posibilidades. Existieron las categorías del trabajo de las prostitutas y de las instalaciones donde éste se desempeñaba claramente diferenciado por el Consejo Superior de Salubridad.

Durante el siglo XX, las transformaciones económicas y sociales del país mostraron nuevas posibilidades de desarrollo de la prostitución en un contexto de compleja tolerancia. Los procesos de disciplinamiento, salarización de la mano de obra e imposición de la proletarización, fueron de la mano con el crecimiento de la prostitución la que proliferó al alero de los grandes centros urbanos, de los enclaves mineros del Norte C y centro, que atrajeron a un gran contingente de mujeres. El establecimiento de prostíbulos era visto incluso como un elemento de "anclaje" de la población minera en proceso de proletarización (Illanes 1990).

Debido a un conjunto de factores, a principios del siglo XX, la prostitución había adquirido una gran importancia en los centros urbanos. Aunque existen divergencias respecto de los enfoques con que se ha enfrentado este punto, un conjunto de autores (Salazar 1985, Góngora 1994, Romero 1997) coinciden en señalar que en esta época, especialmente la época de la expansión posrevolucionaria, como un período de proliferación de la prostitución en las grandes ciudades, especialmente las zonas petroleras y mineras, lo que Vial (1981) da a entender como un síntoma de la "cuestión social".

Por su parte, Lastra (1997), señala que es desde este período que la prostitución es mercantil y contractual, "a partir de ese momento hablaremos de comercio sexual" (Lastra 1997: 23).

La literatura de principios del siglo XX, la llamada "novela proletaria o social", da cuenta de la vida en los "bajos fondos" en estos textos, la prostitución aparece como un patrón común que adorna la cruda realidad de hombres y mujeres del proletariado urbano en proceso de expansión. Lastra (1997), liga el fenómeno de la prostitución durante el período a las diferentes oleadas migratorias, a lo procesos de expansión urbana, a la descampesinización y la industrialización (Lastra 1997: 24- 28).

Tal como la "cuestión social" fue en el discurso de la elite una preocupación permanente, la prostitución se transformó en un objetivo central de las campañas de higiene y sanidad pública en el período de cambio de siglo y aún hasta mediados del presente. Al respecto, Góngora indica que a partir de la segunda mitad del siglo XIX fueron cada vez más notorias las apreciaciones médicas, y luego, las estadísticas oficiales sobre la expansión de la sífilis, fenómeno que se atribuía directamente al desarrollo de la prostitución. Desde ese momento comenzó a experimentarse un férreo control y regulación de la actividad, por lo cual se permitió como una actividad tolerada y regulada por las autoridades correspondientes.

De este modo, la preocupación de las elites fue concentrándose en las E.T.S, con lo cual se fue conformando una "doble moral" de represión y control de la prostitución, esto último con el claro objetivo de "proteger" al cliente. La normativa, control y represión de la prostitución por parte de los organismos estatales estuvo ligada desde entonces y por largo tiempo –prácticamente hasta fines de los años 50- al control de los espacios de diversión popular (Bello 1992). A partir de eso es que se estigmatiza a las prostitutas como parte de los "vicios del pueblo", no obstante la existencia evidente de espacios y circuitos de prostitución interclase (Góngora 1994).

Durante el siglo XX, la prostitución va a sufrir dos grandes cambios, el primero durante el indocumentado y poco estudiado período Miguel Alemán y Ruiz Cotinez (1954-1960) quienes realizaron una campaña de represión en contra de la prostitución y los homosexuales (fuera o dentro de la prostitución). El segundo gran cambio fue el sufrido durante los años 80 y 90"s, donde la destrucción de zonas de tolerancia y la pandemia de ETS dio el "tiro de gracia" a las formas más tradicionales de prostitución, dando lugar a nuevas formas de ofertas. Una de ellas es el "masaje", eufemismo para designar lugares en que se ejerce la prostitución en forma "velada" bajo el formato de centros de salud y masoterapia, estrategia que en todo caso está presente en la mayor parte de los países del mundo.

Finalmente, la prostitución se enmarca dentro del contexto de una nueva racionalidad que tiene como centro al mercado, en un período histórico de pauperización de las condiciones de vida de amplios sectores del país, de esta manera el comercio sexual surge como una actividad lucrativa que permite el mejoramiento de la situación de vida de muchas personas.

Así, se incorpora el fenómeno del consumismo como causa de que muchas y muchos jóvenes ingresen a la prostitución (Lastra 1997: 31).

El interés por el estudio sistemático de la prostitución en México, surge en los años ochenta a raíz de un conjunto de factores, entre los que se encuentra, la mayor visibilidad de la prostitución producto de la crisis económica y su legitimación como estrategia laboral en los años ochenta, el desarrollo del movimiento feminista en y la aparición de la pandemia del SIDA, todo lo cual implicó en cierta forma un vuelco en las preocupaciones y visiones existentes hasta entonces sobre el fenómeno del comercio sexual.

Una dificultad importante del estudio de la prostitución en se relaciona con la cuantificación del fenómeno. El problema ha sido histórico puesto que sólo es posible contar con cifras seguras en relación a las mujeres que se controlan en los consultorios de ETS (que poseen carnet de sanidad) o según las estimaciones de autoridades de salud y organismos policiales. Por ello es que el registro de la prostitución en México, ha sido variable.

  • Caracterización de la Prostitución en México

Como ya lo hemos señalado, Lastra entrega un panorama de las formas que adquiere en la actualidad la prostitución en función de su visibilidad e invisibilidad. Este marco general ayuda a comprender la historicidad espacial del fenómeno de la prostitución en México, así como su diversidad en términos de la oferta.

Según la clasificación de Lastra, entre los espacios de prostitución visible se encontraría las casas de tolerancia, las salas de masaje, los tables, los cabarets, la calle. "La estrecha vinculación entre el comercio sexual y la situación económica, agravada por los altos índices de cesantía de esos años, unidos a la permanente segmentación y discriminación de la mujer en el mercado laboral, lleva cada vez más a entender esa actividad como una forma particular de trabajo a través de la cual se obtendrá ingresos. De este modo se consolida la idea de que el comercio sexual es una "estrategia de sobrevivencia" para un importante sector de mujeres" (Lastra 1997: 32). Y nosotros agregaríamos de hombres también.

Las casas de tolerancia (prostíbulos) son lugares clandestinos, que operan con patentes comerciales de bares, restaurantes, en ellos viven las "putas" trabajando a tiempo completo, es una modalidad antigua de prostitución, que subsiste aún. En el caso de Celaya, las asiladas provienen por lo general de otras zonas del país. Son mujeres que pasan por un circuito nacional y van rolando en diversas plazas. En este tipo de prostitución, la mayor parte de las mujeres que trabajan en las casas de tolerancia no sobrepasan el promedio de edad de 25 años, aunque algunas incluso a los 40 (Lastra 1997: 10-11).

Otra versión muy extendida en la actualidad son las salas de masajes. Según la autora, la agencia, es la versión moderna de los prostíbulos antiguos, la diferencia con ellos es que en los "masajes" el cliente va a la búsqueda directa del contacto sexual, los prostíbulos en cambio, eran lugares de diversión donde se bailaba, consumía alcohol y conversaba, además del contacto sexual. Las salas de masaje existen principalmente en Celaya, en ellos, según Lastra, "las mujeres, por lo general, "deben" tener sobre 18 años, mantener una figura joven y tener un aspecto atractivo" (Lastra 1997: 12). Atienden de día y noche y está altamente segmentado por sectores sociales según el barrio en que se ubiquen. Sin embargo hemos podido observar muy diferentes edades y condiciones en estas salas.

Los "Table Dance", son locales en los que se ofrece espectáculos de baile en desnudo, cuyo objetivo principal es que el cliente converse y consuma alcohol. Las mujeres que trabajan en estos locales son denominadas bailarinas, y según la autora, difícilmente reconocen tener contacto sexual con los clientes. Los clientes que asisten a este tipo de locales son oficinistas, jóvenes estudiantes, ejecutivos, visitantes extranjeros y nacionales, "hombres del arte y la cultura"(Ibid: 13).

Los Cabarets o bares son locales amplios, muy bien decorados, en ellos el cliente puede ir a bailar o simplemente a conversar, los contactos sexuales se realizan fuera del local en hoteles adyacentes. Existen locales de este tipo que cuentan con "ficheras" y "azafatas", encargadas de que los clientes consuman alcohol (Ibid: 14).

Una modalidad diferente de prostitución es de las anfitrionas o acompañantes, las que son de reciente data en el negocio. Por lo general, son mujeres de sectores medios y altos, con enseñanza media y cuidada presentación. Para contactarse con sus clientes utilizan anuncios publicitarios en la prensa o también cuentan con aparatos de teléfonos celulares. Sus clientes son por lo general ejecutivos o personas de amplios recursos. Operan en hoteles, casas y departamentos particulares propios o del cliente. Este comercio sexual se maneja con tarjetas de crédito, cheques y dólares (Ibid: 14-15).

Obviamente la calle es uno de los lugares de prostitución de mayor visibilidad. Los escenarios de este tipo de prostitución pueden ser calles, plazas, glorietas, avenidas y carreteras. Puesto que se trata de la forma de prostitución femenina más estudiada en nuestro país, se pueden señalar más detalles respecto a ésta.

Las mujeres que trabajan en la calle, se autodenominan, según Lastra, "callejera", "patín" o "rutera". Las prostitutas de las calle sufren una doble discriminación, la de las propias trabajadoras sexuales de otros espacios y las del público que transita en esos lugares.

Los clientes de estas mujeres, son por lo general sujetos que transitan en vehículos e inclusive peatones. Se considera que las mujeres que trabajan en glorietas, esquinas y carreteras, son las más desprotegidas de las prostitutas, por cuanto no poseen ningún tipo de control o seguridad sobre el cliente.

Estas mujeres pueden pasearse solas o en grupos de a tres o cuatro. No tienen un lugar fijo de trabajo y están en permanente desplazamiento por la ciudad debido a los controles policiales o por miedo a ser reconocidas por algún familiar o pariente. Sus horarios son variados, de día, de noche, por la mañana, o la tarde, Lastra sin embargo, indica que pueden permanecer hasta 3 o 4 horas en la calle por día (Ibid: 15).

Existe otro tipo de mujeres callejeras que son las que se ubican en lugares peatonales, calles céntricas, galerías. A diferencia de las anteriores sólo salen por las noches para no ser perseguidas por la policía. Lastra menciona como "variante" de estas prostitutas a las que se ubican en plazas públicas donde se sientan, esperan que llegue un cliente y transan un precio y lugar. Generalmente han contactado en forma previa hoteles, moteles o casas de cita (Ibid: 16).

Lastra indica que el comercio sexual callejero pasa por una gran contradicción, que es la que goza de una menor y casi inexistente fiscalización en relación a las ETS y el VIH-SIDA, y a su vez es el más fiscalizado por los servicios policiales y los guardias de seguridad de los municipios (Ibid: 16).

En la prostitución callejera, se encuentran desde menores de edad y adolescentes hasta mujeres adultas. Según la autora, "es común que las primeras sean custodiadas por los padres o el proxeneta y en el caso de las adultas, algunas de ellas, secundadas por convivientes o mantenidos" (Ibid: 16).

Entre los lugares de prostitución invisible, Lastra menciona el privado y la cervecería. El privado, es una casa o departamento situado en zonas céntricas o en sectores de la ciudad de mayores recursos económicos, como un modo de evitar el control policial. La mayor parte de las mujeres que trabajan aquí son jóvenes y menores de edad. Este tipo de prostitución tiene como clientela a ejecutivos, gerentes y profesionales, generalmente funciona en horarios preestablecidos; en este tipo de prostitución, las trabajadoras perciben mayores ingresos que en otros lugares. El escaso control policial hace que estas mujeres escasamente se sometan a controles de salud. "En los privados trabajan jóvenes, gays y mujeres, quienes están para todo tipo de servicio solicitado por los clientes" (Ibid: 17).

En las cervecerías, la prostitución está encubierta tras la apariencia de empleadas o meseras que atienden un local de expendio de alcohol, en el cual se lleva a cabo la transacción que luego se realiza en otro lugar. Las mujeres de cervecerías no cuentan con carnet sanitario y su trabajo es consignado como de "mesera". (Ibid: 17).

La segunda tipología identificada por Lastra, es la del comercio sexual invisible. "La principal característica es que sus ejecutantes no reconocen ejercer la actividad del comercio sexual.

Ambos, trabajadora sexual y cliente, encubren su actividad con otro tipo de acciones: salir juntos, compartir un rato, etc.". Más importante que estos es lo que a continuación señala la autora "está presente en todos los estratos socioeconómicos y aparece como complemento de otro tipo de ingresos o para cubrir necesidades materiales específicas como pagar cuentas, estudios, etc."

(Ibid: 18).

Lastra indica el caso de mujeres que combinan el estudio con la prostitución ocasional o el de las mujeres pobres de "sectores poblacionales" que trabajan como meseras, comerciantes, informales o dueñas de casa. Menciona también a las mujeres que reciben "ayuda" o "regalos" de hombres, por lo general casados, que se preocupan por ellas. La autora señala que ésta es la prostitución más difícil de cuantificar.

Por otro lado, y dando cuenta del nuevo contexto en el que esta se desenvuelve, Cerva (1998) plantea la existencia de nuevas formas de prostitución: la prostitución de agencia, la prostitución independiente y los travestis.

Si bien estas formas "emergentes" de comercio sexual, se vinculan a la prostitución masculina heterosexual y homosexual es posible encontrar nexos con la prostitución femenina.

La prostitución de agencia, se caracteriza por ser realizada en forma encubierta en departamentos ubicados de preferencia en el centro de las ciudades o zonas periféricas encubiertas, residenciales.. Estas agencias son por lo general dirigidas por un proxeneta homosexual, el que cobra un porcentaje al prostituto por cada atención que realice (Ibid: 67). El dueño de la agencia se encarga de otorgar también protección al prostituto.

La autora señala que existen asimismo un conjunto de otras agencias que actúan de manera más velada aún y que operan en conjunto con algunos prestigiosos hoteles. Estas agencias cambian constantemente de nombre con el fin de evitar las persecuciones policiales (Ibid: 68). Los jóvenes que trabajan en las agencias son principalmente universitarios o de institutos profesionales, mayores de 18 años que ingresan por avisos en el diario o por algún contacto con una persona vinculada al ambiente.

La prostitución independiente, consiste en que el joven que se prostituye realiza de manera independiente los contactos a través de anuncios en los diarios, por medio de la entrega de tarjetas personales o por contactos conocidos. Este es un tipo de prostitución que se realiza de manera ocasional y sin intermediarios que obtengan ganancias del trato. (Ibis: 71). La prostitución independiente se concreta en hoteles o en los domicilios de las clientas o clientes y funciona a través de avisos comerciales y teléfonos celulares.

Los travestis, son bailarines de shows femeninos en locales como discotecas, bares o restaurantes. De manera casi similar a la estructura de los Dance Club femeninos, el show masculino consiste en dos bailes con temas de moda más o menos rápidos y uno lento donde se desvisten (Ibid: 74). En los shows se imita a figuras artísticas famosas y se resalta las características de virilidad de los sujetos. Además de estos, existe un trashumante mundo de travestis callejeros que ofrecen sus servicios en glorietas y carreteras.

Finalmente, podemos encontrar una diversificación de las formas de contactos entre los (as) prostitutos (as) y sus clientes (as), los que están vinculados a los avances tecnológicos de los últimos años como la telefonía móvil y la Internet. Con frecuencia es posible encontrar en los datos que resultan importantes si consideramos que ella misma afirma que estas formas de prostitución son demasiado invisibles y encubiertas. Si la prostitución declarada es difícil de estudiar, esta otra sólo podría evidenciarse a partir de supuestos o lugares comunes que pueden tipificarse como prostitución o comercio sexual, el peligro de esta tipificación es el de incluir en la prostitución a muchas mujeres sólo "por sospecha" o por conductas que se desvían de la norma.

Los anuncios en los periódicos y avisos que remiten a celulares o números de contacto para entablar amistad por teléfono encubren a agencias o formas de prostitución independientes.

Los anuncios en periódicos han tendido además a explicitar una mayor caracterización de la oferta con el fin de llegar de forma más rápida al segmento que se desea interesar, un ejemplo de éstos son los avisos en que aparece la edad, la nacionalidad (existe una creciente oferta de prostitución extranjera dentro del país), la exclusividad de la clientela que se atiende -"alto nivel", "sólo ejecutivos", "english spoken", los estratos a las que se "atiende":

Una modalidad diferente es el uso de páginas Web en Internet y direcciones electrónicas o e-mail. En el último año, constatamos la presencia de avisaje en periódicos de prostitución en Internet bajo diferentes direcciones.

  • Prostitución homosexual en el mundo.-

Al igual que la prostitución heterosexual, la prostitución homosexual está presente hoy en prácticamente la mayoría de las principales ciudades del mundo en los cinco continentes. Por otra parte, también, hay referencias al fenómeno para casi cualquier etapa de la humanidad y en todas las culturas, y hay que decir que algunas de estas historias de prostitución masculina resultan sublimes (pienso en algunos pasajes de los griegos, los macedonios y los persas, en el período clásico) y que otras son hasta mundanas, pero no menos fascinantes (como los relatos de Jean Genet  sobre bellos marineros o prostitutos parisinos).

Sin embargo, muchas de estas historias que involucran a varones homosexuales comparten entre sí la característica de ser escenas furtivas, poco difundidas, florecidas en la más perfecta clandestinidad y a contracorriente de los convencionalismos y la visibilidad social.

El sentido social de la prostitución masculina -y quizás también de la femenina- conserva hasta mediados del siglo XX un velo de misticismo que, incluso, le justifica y le engrandece (pues es intrínsecamente subversiva y, como tal, tiene un vínculo indisoluble con el progreso y con la libertad). En México, el famoso compositor e intérprete naturalizado veracruzano, Agustín Lara, es quizás el ejemplo más destacado de esa valoración casi sacra, dramática y hasta con causa social, que se hizo de la prostitución femenina a mediados del siglo pasado.

Sin embargo, cuando en la década de los años setenta sobreviene la Revolución Sexual y los movimientos de liberación gay (principalmente en Inglaterra, Francia y los Estados Unidos de Norteamérica), la prostitución homosexual adquiere dimensiones hasta esos días impensables y un carácter más abierto, mucho más vinculado al intercambio capitalista y a la economía de mercado. Así, la actividad es arrancada de la clandestinidad y es llevada a los vistosos aparadores donde se exhiben los productos más exquisitos que despiertan el apetito de los ansiosos consumidores. En las principales ciudades de la Unión Americana -como Los Ángeles, Nueva York, San Francisco, Houston o Miami- y en algunas capitales europeas, comenzó a ser común la publicación de "guías gay" para dar a conocer los sitios de reunión de la comunidad homosexual local, pero también empezaron a publicarse ahí llamativos anuncios de agencias de "hustlers" (o prostitutos gays).

Finalmente, los varones con preferencias homosexuales contaban ya con un servicio semejante al que, para esos años, tenían a su disposición muchos hombres heterosexuales que contrataban fácil y rápidamente a chicas prostitutas que se anunciaban en las revistas pornográficas. También en aquellos días, en los años setenta, surgieron verdaderos paraísos de la prostitución (tanto masculina como femenina) en países asiáticos; el principal ejemplo es Tailandia, cuya capital -Bangkok- montó una verdadera industria de la prostitución para los visitantes extranjeros y que, años más tarde, le llevaría a ser la región más golpeada por el VIH en aquel continente.  Así pues, el acceso a la prostitución fue entendido como parte de esa libertad que el movimiento gay comenzó a ganar.

 Si hacemos una investigación hemerográfica sobre el fenómeno de la prostitución masculina en México, encontraremos referencias aisladas sobre personajes intrépidos y poco frecuentes en el panorama urbano del país. El conocido diario de la nota roja, el Alarma, refería ocasionalmente crímenes en los que estaban envueltos "lilos" o "mujercitos", algunas veces dedicados a la prostitución. Sin embargo, no parece haber una clara línea fenomenológica que nos indique a la prostitución masculina como una actividad visible en el México del siglo XX.  Si la existía -lo que es seguro-, ésta se daba de manera muy marginal y en una clandestinidad a la que muy pocos tendrían acceso, ya sea por su carácter exclusivo o debido a su sordidez inaudita. Lo que sí es un hecho, es que no existe en la "historia rosa" de México ningún personaje destacado por ser un prostituto homosexual (sino, quizás, hasta Adonis García, "El Vampiro de la Colonia Roma", o -más recientemente- como lo asegura Lara Ripoll en un interesante artículo sobre prostitución masculina publicado en La Jornada, en el año 2002. Aunque quizás habría que considerar a Alfredo Cervantes Landa, sexoservidor que saltó a la fama en el 2007 por haber atacado cobardemente y lesionado al conductor de televisión Fabián Lavalle); y sí, en cambio, hay decenas de historias de mujeres de la vida galante que posicionan a la prostitución femenina en un sitio específico y hasta relevante de nuestra historia (y de ello da amplio testimonio el cine y la música vernácula mexicana).

No es sino hasta la década de los setenta cuando, gracias a las denuncias públicas de la extorsión policíaca en las calles de la Ciudad de México, el fenómeno de la prostitución gay comienza a adquirir cierta visibilidad a los ojos del resto de la sociedad.

Los vacíos y la ambigüedad de las leyes al respecto en el Distrito Federal, permitieron durante muchos años incontables abusos por parte de la policía en contra de hombres que se dedicaban a la prostitución en la vía pública y, desde luego, también en perjuicio de quienes les contrataban.

La amenaza de hacer saber a sus familias sobre la práctica de la prostitución (ya fuera como vendedor o comprador) y, peor aún, respecto de su homosexualidad, obligaba de inmediato a estas personas a incurrir en una conducta que sí es un crimen perfectamente tipificado (pero poco castigado en México): el soborno de servidores públicos. Ya en años recientes, en la Ciudad de México, una gran cantidad de clientes de la prostitución gay han venido siendo víctimas del crimen organizado y de una perversa alianza entre prostitutos y policías.

Sucede que el cliente sube a su auto a un chico "sexoservidor" (eufemismo de prostituto) y, una o dos cuadras adelante, son detenidos por una patrulla de la policía capitalina para recibir amenazas y extorsiones; los policías simulan llevarse al prostituto a la delegación, pero en realidad se reparten el producto de la extorsión al cliente y, desde luego, repiten la acción una y otra vez más. Jugoso negocio, ¿no?

Existen infinidad de relatos de personas que han sido extorsionadas, violadas, golpeadas y hasta encarceladas por prostituirse en la vía pública o, también, por contratar a estos chicos. Una referencia muy valiosa de esta práctica en los años setenta es el famoso libro del escritor gay guerrerense Luís Zapata, El Vampiro de la Colonia Roma, que relata algunos pasajes novelados de la vida de Adonis García, un famoso prostituto del Distrito Federal al que, efectivamente, se le veía caminar en la búsqueda de clientes -mostrando bajo su pantalón un miembro escandalosamente grande- allá por las calles de Aguascalientes e Insurgentes (donde está una tienda Sanborn´s), en la colonia Roma; todavía a principios de los años ochenta, Adonis andaba activo en el negocio y, como muchos otros "chichifos", cotidianamente enfrentaba los abusos de policías que encontraban en este mercado carnal una enorme oportunidad para hacerse de ingresos adicionales fáciles.les fáciles

Durante los años setenta y gran parte de los ochenta, la prostitución gay en la Ciudad de México se situó en la famosísima "Esquina Mágica", ubicada en la intersección de la Avenida de los Insurgentes y la Avenida Baja California, en la colonia Roma, justamente afuera del Cine de las Américas. Por mucho tiempo, fue el sitio favorito de clientes gays de todas las edades y con cierto poder adquisitivo y, desde luego, el de chicos con apariencia varonil dedicados a la venta de placer. Decían los bien informados que se le dio este nombre a la prodigiosa esquina porque, cuando uno conducía por ahí de noche o en la madrugada, se veía a uno o dos chicos parados y aparentemente esperando al transporte público (muy escaso o prácticamente nulo a esas horas); pero, al volver a pasar por ahí a los pocos minutos, los más guapos ya habían desaparecido como por "arte de magia". Ya durante la segunda mitad de la década de los ochenta el lugar se transformó y comenzó a ser frecuentado por "vestidas" (travestís callejeros), que atraían a otro tipo de clientes, más violentos y poco identificados con el gay común. Después, con la apertura de una estación del metro y con la invasión de los puestos de vendedores ambulantes, la "Esquina Mágica" pereció definitivamente.

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