Descargar

Influencia del poder militar en la historia del Ecuador (página 2)

Enviado por luis pacheco


Partes: 1, 2, 3

El 13 de Mayo de 1830 es, desde el punto de vista geopolítico y considerando el ciclo vital de un Estado, la fecha de nacimiento del Estado Ecuatoriano. Del análisis realizado podemos concluir que el origen de la República del Ecuador está íntimamente ligado al Poder Militar, a sus hombres, a sus instituciones, a su capacidad, a su doctrina y sobre todo a las virtudes militares de su pueblo, manifestadas en la heroica resistencia de Rumiñahui.

Vemos que nuestra historia es esencialmente militar, y que el nacimiento del Estado ecuatoriano se debe a la fuerza de las armas; pues, gracias a la espada victoriosa del Libertador, a la magnanimidad de Sucre, a la capacidad política y militar de Flores, los ecuatorianos, gracias al poder militar, reveló al mundo civilizado la existencia de la República del Ecuador como nación libre y soberana. La trayectoria brillante del poder militar no se detiene durante este momento histórico, pues su presencia es indispensable para consolidar la república naciente.

CAPITULO IV

El Poder Militar y su aporte a la consolidación de la República

El 14 de agosto de 1830, se reunió en Riobamba la primera Asamblea Nacional Constituyente, con representantes de los Departamentos de Quito, Guayaquil y Azuay, en ella, además de la redacción de la primera Constitución del Estado, se tributó un homenaje "de eterna memoria y eterna gratitud" al Libertador, a quien lo proclamaron "Padre de la Patria y protector del sur de Colombia".

El 11 de septiembre de 1830, se aprobó la primera Carta Fundamental del Estado, en la que se considera y legaliza la existencia de la Fuerza Armada subordinada al Poder Político. Los individuos del Ejército y Armadas están sujetos en sus juicios a sus peculiares ordenanzas. El siguiente artículo destinado a la Fuerza Armada considera: "Art.52: la milicia nacional que no se halle en servicio no estará sujeta a la leyes militares, sino a las leyes comunes, y a sus jueces naturales, se entenderá que se halla en actual servicio, cuando esté pagada por el Estado".

Ese mismo día y una vez aprobada y legalizada la Constitución, se eligió al General Juan José Flores, como el primer Presidente Constitucional del Ecuador, con 19 de los 20 votos posibles, además fue elegido Vicepresidente José Joaquín Olmedo con 14 votos.

Se inició así el período floreano, en el que Flores hace gobiernos esencialmente militares, pues ejerce el poder apoyado en las gloriosas fuerzas que habían independizado al Ecuador, pero es necesario destacar que no sólo fue por la capacidad propia de Flores que obtuvo la casi unanimidad en su elección, se debió a que el pueblo ecuatoriano estaba absolutamente consciente de que para desarrollar un proceso histórico como Estado soberano que iniciaba el camino como tal y la nación debía estar profundamente unida al Poder Militar, era necesario e indispensable que el Poder Militar, a través de su representante el Comandante en Jefe, sea el elemento consolidador de la naciente república.

Fue el General Flores uno los más destacados militares de la época de la Independencia, a cuya causa sirvió, sin interrupción, en campaña, desde 1814 hasta 1825. Desde este año hasta 1830 a la causa Gran-colombiana, y después, hasta 1845 en el ejercicio del poder en el Ecuador. Volvió al país en 1859 y murió en 1864. En la primera época asistió a 43 acciones de armas y libró en el Ecuador, en Nueva Granada y en la frontera del Perú 42 batallas y combates; es decir, 85 acciones de guerra, habiendo obtenido grado por grado sus ascensos desde cadete hasta General de División. En 1835 la Convención de Ambato lo ascendió a General en Jefe del Ejército, grado que se le reconoció posteriormente, en Venezuela, su país natal.

Flores, entonces representante del Poder Militar, cuando naciera la república, no debe quedar la menor duda de su desempeño, después de analizar el juicio del Cervantes de América, Juan Montalvo, quien dice: "Flores, Juan José Flores, soldado de Colombia, valiente de primera clase en la batalla, condecorado por Bolívar; Flores, el héroes del Portete; Flores, dueño del afecto de la aristocracia de Quito, Flores, fundador de la República".

Por consiguiente, es con Flores al frente del Poder Político y del Poder Militar que el Ecuador inicia su período histórico como República Soberana.

CAPITULO V

La oposición del Poder Militar ecuatoriano al militarismo extranjero

Es frecuente en nuestra historia la alusión, entre despectiva y rencorosa, al militarismo, causa de tantos males y desgracia en los primeros años republicanos, pero la falta de conocimiento y la exageración dan lugar a muchos errores de concepto. Por militarismo, entiéndase, según la ciencia política, "el predominio del elemento militar en el Gobierno" y en sentido más vulgar, los abusos propios de la clase militar, despótica o indisciplinada contra la sociedad puesta a su custodia.

La separación del Sur de Colombia puso en manos de Flores un ejército compuesto por unos dos mil efectivos y conformado por unidades como el batallón "Quito", que estaban integrados totalmente por ecuatorianos, que bajo la autoridad de jefes competentes, como León de Febres Cordero, Ignacio Torres, Antonio España, Juan B. Pereira, Antonio Martínez Pallares, Sandes y Whittle, se fue conformando con un alto grado de disciplina; pero la aguda crisis fiscal y la falta de presupuesto, hizo que el ejército se fuera disolviendo sistemáticamente; para evitarlo hubiera sido necesario pagar el atraso en los haberes de oficiales y tropa; además, el viaje a su patria de aquellos veteranos de Colombia y Venezuela que combatieron por nuestra independencia y la falta de dinero para esto provocó las tres insurrecciones que tuvo que enfrentar Flores en sus primeros años de gobierno.

En su tercer año de gobierno, los periódicos de oposición, como el "Quiteño Libre", no dejaron de publicar noticias falsas sobre supuestos "abusos propios del militarismo". Nuestra historia no recuerda militarismo más horrendo que el del ejército restaurador antifloreano en 1834. Por otra parte, todos convienen en que Flores fue siempre quien impuso la disciplina militar en su ejército y quien escogía a sus oficiales superiores; así, la elección del mulato General Otamendi en dos momentos críticos no significa militarismo, sino represión a sublevaciones militaristas, como en el caso específico del General Urdaneta, quien víctima otra vez de su genio aventurero, había perecido en Panamá, fusilado en unión de varios conjurados y del mismo Coronel Alzuru, que se había levantado con el mando.

El Ejecutivo dispuso que todos aquellos batallones sublevados que fueron derrotados por Otamendi, acudiesen en perfecto orden al cuartel general, donde fueron disueltos y borrados de la lista militar, en presencia de los que habían permanecido fieles a la Institución, al mismo tiempo, se expidieron licencias para el extranjero a más de 150, entre jefes y oficiales, reos de haber violado sus juramentos. De este modo terminó la gran revolución que expuso a fracasar la nave del Estado.

Concluida la revolución liderada por Urdaneta y propiciada por el verdadero militarismo extranjero, son dos sublevaciones más las que intranquilizaron al país, con los mismos afanes, el sueño de reconstruir la Gran Colombia. La primera fue propiciada por el glorioso batallón "Vargas". Agobiado por una situación calamitosa se insurreccionó contra el gobierno ecuatoriano, el 11 de octubre de 1832. Flores entregó raciones a los insurrectos y canceló la suma de 5.698 pesos, con lo cual 433 hombres emprendieron la marcha hacia su país.

El 12 de agosto de 1832, en la ciudad de Latacunga, 538 hombres del batallón "Flores" se sublevaron contra el gobierno ecuatoriano. Las causas: la falta de apoyo y el deseo de volver a su tierra. Los insurrectos fusilaron a los oficiales, saquearon la ciudad y se dirigieron a Ambato, donde hicieron lo mismo, para luego marchar hacia la costa en busca de algún puerto y salir a su tierra, pero en Bahía de Caráquez fueron alcanzados y liquidados por el entonces Coronel Otamendi.

Es así como el Poder Militar ecuatoriano enfrentó al militarismo extranjero, que en nuestro inicio como Estado buscó su desaparición y muerte al pretender reincorporarlo a Colombia.

CAPITULO VI

El Poder Militar en la consolidación definitiva de la República

El año de 1832 concluyó con la sofocación de la revolución "ultrabolivarista" dirigida por Urdaneta y con la represión sangrienta de las insurrecciones de los batallones colombianos "Vargas" y "Flores" por parte del Coronel Otamendi, a nombre del General Flores.

La lucha contra el gobierno se compacta en un grupo que busca oponerse a las arbitrariedades del Presidente Flores y de sus gobernadores militares; éste se denominó "La sociedad del Quiteño Libre". Estaba constituida por varios militares y algunos civiles, entre ellos, Vicente Rocafuerte. Esta sociedad hizo una contumaz oposición al gobierno de Flores, a través de su propio periódico.

Rocafuerte, lideró la oposición en el Congreso, fue destituido y confinado a su tierra natal. El 17 de octubre de 1833, el Coronel venezolano Pedro Mena se levantó contra el gobierno de Flores en Guayaquil, liberó a Rocafuerte y le ofreció la Jefatura Suprema, manteniéndose Mena como Comandante General. Flores salió al mando del Ejército para enfrentar a Mena y Rocafuerte en Guayaquil el 18 de octubre. Al día siguiente estalló en Quito la conspiración del "Quiteño Libre", que fue reprimida a sangre y fuego. El 24 de noviembre Flores ocupó Guayaquil. Rocafuerte huyó por mar, sublevó la escuadra y estableció su cuartel general en la isla Puná, desde donde inició lo que la historia conoce como la "Guerra de los Chihuahuas".

La revolución tomó grandes dimensiones. En los primeros meses de 1834, se produjeron varios acontecimientos políticos y militares como el combate de Pesillo, en el cual murió el General José María Sáenz, que días antes se había sublevado en el norte. El 4 de Junio de 1834, Tabacundo fue el escenario en donde las fuerzas del ejército enfrentaron a las del Coronel Francisco Montúfar, y constituyeron un estímulo para que Otavalo e Ibarra se decidieran por la revolución, Rocafuerte sea entregado primeramente a Mena y luego a Flores, quien, con gran visión política, pactó con su antiguo enemigo y lo proclamó Jefe Supremo de Guayaquil, mientras Valdiviezo era proclamado en Quito y en Azuay.

El 10 de septiembre de 1834, Flores da otro ejemplo de gran capacidad y visión política, al dejar el poder como lo manda la Constitución.

1. La Batalla de Miñarica

El notable historiador ecuatoriano, Alfredo Pareja Diezcanseco, indica que: "El 18 de enero de 1835, después de que se movió con buena táctica por el lado occidental de la cordillera, Flores engañó a Barriga con un falso movimiento hacia Latacunga, obligándolo a salir de sus posiciones, volvió a tiempo para ocupar Ambato, abandonada por el enemigo, y escogió su campo en los arenales de Miñarica, desde donde se parapetó tras una colina…"; y, complementa: "El Perú, de cumplirse el designio de agregación quiteña a Colombia, hubiera movilizado inmediatamente sus fuerzas para ocupar Loja, el Azuay y todo el litoral no solo para satisfacer sus demandas anteriores, sino para evitar que Colombia lo hiciera, agradándose peligrosamente como vecino".

Aproximadamente a las cuatro de la tarde del día 18, el "Ejército Convencional", comandado por la gran experiencia táctica y estratégica del GRAD Juan José Flores, enfrentó en los arenales de Miñarica al "Ejército Restaurador" del GRAL Isidoro Barriga, segundo esposo de la Marquesa de Solanda. Allí se desarrolló la batalla cantada por Olmedo. En ésta, Flores se cubrió nuevamente de gloria al enfrentar a Barriga, experimentado y destacado General, ya que "había estado en Boyacá y Carabobo, en la Guaira, las Trincheras y Yaruquí, que se portó admirablemente en Macará, que fue ascendido a Teniente Coronel después de Ayacucho".

Flores tenía menos hombres. En total, no llegaban ambos ejércitos a tres mil. Y hubo novecientos muertos. En realidad, una vez lanzada la carga final y sorpresiva, cuando los soldados de Barriga trepaban la colina, Miñarica fue un campo de carnicería, más que de batalla, en el que el General mulato Juan Otamendi se distinguiría como siempre por su ferocidad.

Por estas razones el gran poeta Olmedo compuso su Oda a la Batalla de Miñarica, en honor a Flores, en una parte expresa: "allí está Miñarica. La discordia/ allí sus haces crédulas ordena:/ las convoca, las cuenta, las inflama…/ las inflama….después,/ las desenfrena/…..Se hunde el monte el huracán estalla, / y es todo el aire de un campo de batalla".

Luego se confortó la vitalidad ecuatoriana y resurgió un movimiento ascendente. Será Rocafuerte, con su Gobierno, quien contribuya a trazar nuevos rumbos para el país sobre bases amplias de educación y la consolidación de las instituciones.

Sin embargo, Miñarica es una de las grandes fechas del calendario de nuestra nacionalidad, pues, de no haber vencido Flores ese día, más que probablemente el Estado ecuatoriano hubiera desaparecido entre Colombia y el Perú, es por ello, que Miñarica", debe permanecer en la memoria de los ecuatorianos como uno de los acontecimientos de mayor importancia en los orígenes e integración de nuestra nacionalidad".

Siendo Miñarica un hecho militar que expresó la capacidad profesional del original Ejército ecuatoriano y la voluntad del pueblo para proyectarse libre hacia su destino en la capacidad del conductor y estratega, en la tenacidad y valentía de los soldados, en la aplicación eficiente de la doctrina táctica y en los valores militares, Miñarica es sin duda, sinónimo de Poder Militar, por tanto el canto de Olmedo es un elogio al Poder Militar, las expresiones escritas por políticos e historiadores que engrandecen a Miñarica son expresiones dirigidas a este Poder, porque la patria y el pueblo ecuatoriano saben por su historia que en Miñarica el Poder Militar consolidó definitivamente la República del Ecuador.

El 23-ENE-1835, Flores llegó con el ejército a Quito y reconoció en Rocafuerte al representante del poder político. Se reunió la Convención Nacional en Ambato y se dictó la Segunda Carta Política, que confirmó la existencia indispensable del Poder Militar como garantía para la supervivencia del Estado.

De 1830 a 1845, la vida republicana está marcada por una gran influencia militar, influencia que se justificó plenamente, como ya lo hemos analizado. El período floreano concluyó el 6 de marzo de 1845 con la revolución marcista, revolución marcada por un profundo signo nacionalista y civilista y de una gran oposición a la degradación del poder que a lo largo de quince años Flores había acumulado.

CAPITULO VII

El Nacionalismo y el Poder Militar Nacional

A partir del 6 de marzo de 1845, y con el tinte eminentemente nacionalista de la revolución, se produjo el relevo de los mandos, unidades y soldados venezolanos y colombianos, que en gran cantidad permanecieron aún en las filas de nuestro ejército, así lo confirman también los manifiestos a la nación de Vicente Rocafuerte, quien dice que, de las tres Comandancias Generales, la de Cuenca es patrimonio de un General venezolano, la del Guayas de un General irlandés, la de Pichincha de un General inglés. De los quince Generales que existen en la República, doce son extranjeros y tres son nacionales.

Sin embargo como ya fue analizado, el término militarismo no se ajusta a una descripción exacta de la presencia militar en el país y a su influencia y contribución a la formación del Estado. En el período de 1845 a 1859, en que José María Urvina ejerció el mando militar y civil, se iniciaron en el Ecuador grandes transformaciones sociales.

En efecto, su preocupación fue constituir un Poder Militar fortalecido, con un ejército profesional y estructurado, pues él define al Ejército como "la porción de patricios que se privan de las dulzuras y consuelos del hogar doméstico y se someten al yugo de las privaciones, de las fatigas y de los peligros de la carrera de las armas, para velar por la conservación de la paz, para sostener las libertades públicas, para garantizar la vida y las propiedades de sus compatriotas".

1. El caudillismo amenaza la República

El 14 de octubre de 1856, concluyó el gobierno del General José María Urvina, le sucedió el General Francisco Robles, proyectándose éste como caudillo en el poder.

El caudillismo en el Ecuador constituye una prolongación del caciquismo, del que sólo se diferencia en que se expresa a nivel nacional superando el ámbito provincial o regional. Concepto que ha sido considerado por cuanto, a partir del gobierno de Urvina, sus sucesores son caudillos militares que han sido elevados al poder y han frustrado generalmente las esperanzas de los ideólogos y de los patriotas.

Algunos gobiernos que rigen el Ecuador a partir de 1856 se ajustan a estos conceptos, ellos, con apoyo de su "propio" ejército, degradan al Poder Militar y conspiran unos contra otros, creado el clima más oscuro en la república del siglo XIX, período que se inició el año de 1856.

CAPITULO VIII

La consolidación de la nacionalidad y reformismo militar

Después de la campaña de Guayaquil y de los tristes acontecimientos que la antecedieron y causaron, surge la figura del doctor Gabriel García Moreno. Había negociado con el enemigo para derrocar a Urvina y Robles en Jambelí, permitiendo y negociando también el bloqueo a Guayaquil y su consecuente invasión, actitud cuestionada por la historia, pero luego aparece como el reformador de la república y consolidador de nuestra nacionalidad. Su férrea personalidad ya estaba predestinada para reconstruir la patria y encaminarla hacia el progreso, apoyándose firmemente en el poder Militar. Este hombre de osadía extrema, a su retorno a Quito, después de "romper sus relaciones con Castilla y con el General Franco, fue apresado en Riobamba por el capitán Santiago Palacios, que le pidió renunciar al gobierno. La respuesta fue un rotundo "jamás", Palacios le encerró y dispuso su fusilamiento para el amanecer, pero García Moreno, a la media noche advirtiendo que la tropa estaba embriagada, logró escapar; consiguió una patrulla leal por los alrededores; regresó, asaltó el cuartel y fue él quien hizo fusilar al capitán Palacios.

Sin embargo, mientras se desarrollaba este proceso, las aventuras de Tulcán y de Cuaspud, por no estar fortalecido aún el Poder Militar y no contar con los pertrechos suficientes, constituyeron una humillación para el Ejército y la patria. Se expuso a las armas de la república a la peor degradación, ya que estas batallas no eran entre dos naciones enfrentándose a vengar injurias a lo sagrado de la nacionalidad, sino entre dos hombres que manejaban soldados. García Moreno comprendió perfectamente que para garantizar la vida de república era necesario considerar en el programa de consolidación de la misma un brazo capacitado, fuerte y organizado, de manera que pudiera conjurar las amenazas de invasión externa y de subversión interna. Por este motivo, en la reorganización militar que emprendió puso énfasis en dos objetivos. En primer lugar "despolitizar las Fuerzas Armadas, elevando su nivel de profesionalización y realizando una "purga de indeseables". La segunda meta fue alcanzar el mayor nivel de tecnificación posible, lo cual supuso, no solamente, la compra de armamento moderno y el establecimiento de mayor rigidez en la organización y en los ascensos, sino también la necesidad de elevar tanto la instrucción general de la tropa y de los oficiales, como su capacitación especializada.

Urvina y Robles habían organizado desde Lima un movimiento revolucionario que llegó a Guayaquil donde dadas estas circunstancias, y luego de otorgarse por decreto el título de Comandante en Jefe del Ejército, García Moreno viajó a Guayaquil y en solo tres días llegó al puerto dispuesto a enfrentar personalmente la amenaza. Luego de arrendar el buque mercante "Talca", de bandera inglesa, partió tras los revolucionarios que se dirigieron a Jambelí, y les dio alcance el 26 de junio a las 9:30 horas. El combate conducido por el Coronel Juan Manuel Uraga, egresado también de la escuela náutica, al igual que Urvina y Robles, y dirigida por el propio García Moreno concluyó con la derrota de las fuerzas revolucionarias, que fueron capturadas y sus hombres ejecutados luego de que sus naves fueron tomadas por abordaje. La ejecución de los vencidos fue ordenada y presenciada por el propio García Moreno.

La Jefatura Suprema y las dos presidencias constitucionales de García Moreno llevaron al país a un elevado nivel de progreso y desarrollo. Reformó la República y gobernó en beneficio del país. Indiscutiblemente, con la base del Poder Militar.

García Moreno estableció las bases de la legislación militar. El 5 de marzo de 1869, se aprobó el proyecto del Código Penal Militar. El 18 de marzo de 1870, el código de enjuiciamientos en materia militar. En clara concepción de estructurar y fortalecer el Poder Militar, indispensable para la existencia del Estado, da éste, un fundamento valioso para las instituciones militares, ya que con la creación o apertura de las escuelas de formación y con legislación establecida está proporcionando sólido fundamento al Poder Militar con los aspectos básicos del mismo. Composición básica, subordinación legal, principios de jerarquía y disciplina y carácter de permanencia. De igual modo, se establecen los factores específicos del Poder Militar, tales como instrucción, adiestramiento y aislamiento, innovación técnica y sobre todo doctrina militar.

B. LA DESVIRTUACIÓN DEL PODER MILITAR

El caudillismo ha sido un mal de la república y la antítesis del Poder Militar, sin embargo, la historia política y la historia militar tienen páginas que escritas con las prepotencias del poder, con el autoritarismo y la incapacidad, han hecho de este Poder un instrumento para satisfacer la egolatría, desvirtuándolo totalmente y colocando a la república próxima a la tercera etapa de su ciclo vital.

Un caso existe en nuestra historia y es el protagonizado por el General Ignacio de Veintemilla, conocido como "el mudo", o "Ignacio de la Cuchilla" como lo bautizó Juan Montalvo, este caudillo que había servido en el Ejército Convencional de García Moreno, asumió el poder el 8 de septiembre de 1867 al proclamarse en Guayaquil Jefe Supremo y Capitán General de los Ejércitos de la República, con el apoyo de la oligarquía guayaquileña, desconociendo al gobierno constitucional de Antonio Borrero que había sucedido a García Moreno después de su asesinato.

Quito fue el escenario de los primeros enfrentamientos, las fuerzas liberales y conservadoras se habían unido para luchar contra el tirano. En Quito surgió nuevamente la figura de la "generala" doña Marieta de Veintimilla, sobrina del tirano, que condujo a las tropas de su tío cuando se proclamó dictador; se puso al frente del ejército que sostuvo al gobierno, fue derrotada y encarcelada. En Guayaquil plaza fuerte del General, fue cercado su ejército por el de Eloy Alfaro, que venía victorioso de Esmeraldas y Manabí y por el ejército restaurador que comandaba el General José María Sarasti. El acuerdo liberal conservador concluyó con el licenciamiento de las tropas de Alfaro y el lógico debilitamiento del líder.

1. Combate Naval de Jaramijó

Luego de las batallas que el 9 de junio de 1883 pusieron fin en Guayaquil al gobierno dictatorial del Gral. Ignacio de Veintemilla, los triunfadores (liberales y conservadores), organizaron una Junta de Gobierno o "Pentavirato" que convocó a una Convención Nacional, que reunida en Quito eligió, en octubre de ese mismo año, al Dr. José María Plácido Caamaño para el cargo de Presidente de la República, iniciándose entonces en el Ecuador el período llamado del "Progresismo".

Al principio el Presidente Caamaño contó con el respaldo y la colaboración de todos los partidos políticos que lo habían llevado al poder, incluyendo al liberal, pero al poco tiempo se identificó y rodeó solamente con los conservadores y rechazó todo diálogo con los liberales, por lo que éstos, luego de protestar y no ser escuchados, pasaron a la oposición e iniciaron de inmediato los primeros movimientos revolucionarios.

Inicialmente los liberales sufrieron algunas derrotas por parte del ejército regular, por lo que muy pronto tuvieron que suspender la lucha y el Gral. Alfaro debió abandonar el país con destino a Panamá; pero al poco tiempo recibió la ayuda económica y moral de Luis Vargas Torres y de todos los ecuatorianos identificados con los postulados liberales, gracias a la cual fue posible comprar y armar el buque "Alajuela", en el que se reanudó la lucha en contra del gobierno de Caamaño.

A mediados de noviembre de 1884, a la altura de Tumaco (Colombia), el "Alajuela" hizo huir al buque gobiernista "9 de Julio", y pudo llegar a Esmeraldas el día 23. Cuatro días más tarde se produjo el combate de Charapotó que también fue favorable a los revolucionarios liberales, pero el día siguiente fueron derrotados en Portoviejo, por lo que tuvieron que retirarse a Bahía de Caráquez.

Nuevamente a bordo del "Alajuela" los liberales se prepararon para continuar hostilizando a las naves del gobierno, y entre el 5 y 6 de diciembre de ese mismo año, frente a las playas de Jaramijó, al este de Manta, la nave revolucionaria enfrentó nuevamente al "9 de Julio", que venía acompañado por el "Huacho", también perteneciente a las fuerzas del gobierno.

Esa noche Alfaro fue protagonista de una desesperada y terrible batalla naval. Con tropas muy inferiores en número y armamento decidió enfrentar heroicamente a sus enemigos. Ya la tripulación estaba advertida de que la lucha sería desigual, y el comandante Andrés Marín y la oficialidad tenían instrucciones precisas de cuál sería la acción a tomar en caso de no poder lograr la victoria. ¿Cuál es su plan, general…?. Volaremos el buque antes de caer prisioneros… ¿entendido?.

Trabados en desigual combate, la oscuridad de la noche favoreció la estrategia planeada por los revolucionarios que lograron abordar al "Huacho" que transportaba más de cuatrocientos soldados gobiernistas, la mayoría de los cuales fueron capturados y llevados a bordo del "Alajuela"; fue entonces que hizo su aparición, como una sombra, el "9 de Julio", escupiendo fuego y plomo y barriendo la cubierta de la nave revolucionaria con nutrido fuego de ametralladoras.

La situación se volvió desesperada y terrible, el estruendo de los disparos se mezclaba en fúnebre armonía con el chasquido de los metales al chocar los sables y los machetes; los gritos de aliento y los estertores de muerte. Entonces, y en cumplimiento con lo acordado, una terrible explosión sacudió de popa a proa la débil estructura del "Alajuela".

Así, herido de muerte, "iluminado por las llamas que devoraban la cubierta desde la mitad del buque hacia la popa, continuó tranquilo su marcha a la playa; nadie nos persiguió, ni ademán hizo el enemigo de intentar aproximarse a nuestro volcán flotante. Hubo instante que pareció se desencadenaba una sangrienta tragedia a bordo, por el interés de los botes; en el acto restablecí felizmente el orden, y nuestro vapor prosiguió su marcha hasta varar con marea creciente en la playa, entre Crucita y Jaramijó. Así terminó el Pichincha (nombre con el que el Gral. Alfaro había bautizado a la nave) su gloriosa carrera, llevando a bordo un número de prisioneros tres o cuatro veces mayor que el de sus aprehensores, como trofeo inmarcesible de cuatro horas de lucha desigual. El combate principió antes de la medianoche y calculo que terminó como a las cuatro de la madrugada" (Eloy Alfaro.- Narraciones Históricas, p. 261).

C. EL PODER MILITAR EN LA REVOLUCION LIBERAL

La revolución liberal surgió de la voluntad popular para oponerse a la tiranía y a la represión que ejercían los poderosos. Se inició con la expedición de "El Alhajuela" sobre las costas de Manabí y la proclamación como Jefe Supremo del "Viejo Luchador" en su tierra natal el 15 de noviembre de 1884.

Al grito de "viva Alfaro", las montoneras revolucionarias se generaron por todas partes, grupos liberales en Ambato, Latacunga, Tulcán, Vinces, Balzar, donde la república parece minada por Alfaro. En Esmeraldas, organizó una división revolucionaria al mando de Vargas Torres, Alfaro en el "Alhajuela" se dirigió rumbo a Manabí para establecer su cuartel general en Charapotó.

El caudillo organizó su ejército así: el Coronel Francisco Dueñas (chingas); columna volante de 40 jinetes a las órdenes del Comandante Celso Giber; batallón "Esmeraldas" bajo la dirección de los Comandantes Amador Rivadeneira, Carlos Otaya y Mayor Medina. La ametralladora a cargo de los Sargentos Mayores Sepúlveda y Vengochea y del Coronel Fidel Andrade, el batallón "Pichincha" al mando del Coronel Medardo Alfaro y Zenón Sabando, guardaparque, el Comandante Ciro Dueñas, secretario privado doctor. Adolfo Pinillos, ayudantes Mayor Guzmán y Capitanes Agustín Solórzano y Rafael A. Palacios; cirujano doctor Manuel Jervis, individuo entregado a la crápula y que tenía su residencia en Riochico, se enfrentó el primero de diciembre de 1884 al ejército convencional de la provincia de Manabí; las fuerza del gobierno vencen a los revolucionarios y Alfaro se retiró a Charapotó para rehacerse de su derrota. Esta acción bélica fue el inicio de una campaña revolucionaria y montonera que condujo al poder a uno de los más grandes hombres en la historia de la patria.

La pasión política ha analizado a través de sus críticos la Revolución Liberal, la justifican plenamente los simpatizantes y la atacan apasionadamente sus detractores. La Revolución Liberal es el hecho histórico más importante en todos los tiempos de la República.

Eloy Alfaro, volvió a Panamá para continuar la organización de su lucha armada, que requería de una victoria de mayor importancia militar que aquella que logró en sus primeros intentos. En el Ecuador, los montoneros alfaristas desarrollaban una extraordinaria campaña en base de guerrillas. El 4 de junio el pueblo guayaquileño asaltó los cuarteles e insurreccionó a la plaza, para el 5 de junio de 1895 proclamar a Eloy Alfaro Jefe Supremo de la República y General en Jefe del Ejército. Alfaro llegó a Guayaquil el 18 de junio, se hizo cargo de la Jefatura Suprema, puso en vigencia la Constitución de 1878 y organizó su ejército, en su gobierno una fuerza militar que le permita desarrollar el poder político y el poder nacional.

Su origen social le hace popular en sectores sociales cansados de familias predestinadas al mando; su origen costeño le convierte en el portavoz de los intereses de la región; y su competencia militar le acredita como el jefe más idóneo para dirigir la guerra civil que ha de venir. Dos etapas desde el punto de vista militar han de estructurarse en la revolución liberal, la primera que inició Alfaro con los movimientos insurgentes durante 30 años, guerrilla organizada, insurrección armada que enfrentó al gobierno legalmente constituido, nada tiene que ver ni se parece a un poder militar. Las montoneras alfaristas carecen de todos los fundamentos para ser poder militar; los recursos humanos están constituidos por los más variados elementos, cuerpo heterogéneo sin experiencia militar alguna, si mandos capacitados y sin formación militar.

La segunda etapa de la revolución liberal, desde esta óptica, se inició el 5 de junio de 1895 con la proclamación de Eloy Alfaro como Jefe Supremo y General en Jefe del Ejército. En esa fecha representó el poder político y es quien dirigió el poder nacional, estaba también al frente del poder militar y, que antes del 5 de junio no está constituido en Alfaro, ya que existe el Ejército constitucional, cuyo Comandante fue el General José María Sarasti y representaba al Jefe de Estado y a la República.

Si bien es cierto que el ejército liberal en el inicio de la guerra civil en Junio de 1895 es un ejército incipiente, durante el fragor de la campaña va acumulando experiencia bélica y desarrollando a través de ella los factores específicos que dan a una fuerza armada el carácter de poder, la incorporación de Leonidas Plaza Gutiérrez, que ostentaba el grado de General en la República de El Salvador y que encontraba sirviendo con el grado de general de División en el ejército de Costa Rica, da al ejército liberal la "capacidad de sus mandos".

El 14 de agosto, las fuerzas de Eloy Alfaro se enfrentaron a las del conservador General José María Sarasti cerca de Riobamba, lugar donde se da la célebre batalla de "Gatazo". El mismo día en el "Socavón", cerca de Ambato, eran derrotadas las fuerzas conservadoras. El General Eloy Alfaro luego de su victoriosa campaña entró a Quito el 1ro. de septiembre de ese año.

A partir de 1896, en la búsqueda de la consolidación del gobierno liberal, se dan algunos combates en los que el ejército de Alfaro enfrentó a las facciones del ejército conservador. Con la Revolución Liberal, además de las transformaciones sociales de profunda resonancia en la historia republicana y de los grandes cambios en el campo económico, se producen también profundas reformas militares, que Alfaro ejecuta con el objetivo de dar a la República un poder militar fortalecido, capaz de constituir la real expresión de un poder nacional también fortalecido.

La Revolución Liberal es un acontecimiento basado y fundamentado en el poder militar. Las transformaciones radicales no hubiesen podido ejecutarse ni mantenerse sin la presencia de la fuerza armada como brazo firma de la revolución. Alfaro es uno de los más grandes generales de nuestra historia y el modernizados institucional del Ejército y la Armada del Ecuador, pues él, a través de la fundación de la Escuela Superior Militar y de la Escuela Naval, de la aprobación de leyes y decretos que establecen la academia de Guerra, las escuelas de clases y otros institutos y mediante la contratación de las misiones militares chilenas, da una estructura completamente nueva al Poder Militar, estructura que ha servido de base del mismo hasta nuestros días.

La revolución liberal es el acontecimiento social, económico y militar de mayor trascendencia de la historia ecuatoriana; en lo social y económico por las radicales transformaciones analizadas y conocidas perfectamente; en lo militar, por cuanto ésta se guía y se sostiene en el poder militar estructurado y organizado para alcanzar el objetivo propuesto. Efectivamente, es el poder militar la columna vertebral de la única y auténtica revolución realizada en el país, pues para entonces ya estaba fortalecido, como fue demostrado en 1910 cuando Alfaro marchó a las fronteras de la patria. Aquella fue excelente demostración de cómo el poder militar fortalecido es la única garantía para la seguridad y supervivencia del Estado.

CAPITULO IX

Intervenciones rectificadoras de las Fuerzas Armadas

1. El poder militar frente del poder político

El 28 de enero de 1912, cuando muere asesinado Eloy Alfaro, el General Leonidas Plaza se convierte en el árbitro del Partido Liberal y en su "gran elector", con la colaboración del Gerente del Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, Francisco Urbina Jado".

La posición de Plaza profundizó más la grave escisión del Partido Liberal, que se manifestó con la revolución armada de Flavio Alfaro en Esmeraldas, a raíz de la muerte del Presidente Víctor Emilio Estrada, contra el Gobierno de Carlos Freile Zaldumbide, que le sucedió constitucionalmente después de su muerte. Leonidas Plaza fue colocado al frente del Ejército Constitucional para combatir la insurrección de Flavio Alfaro, que sofocada luego de los sangrientos combates, Plaza se proyectó hacia su segundo mando constitucional, durante el cual enfrentó una de las revoluciones de la historia ecuatoriana, la del Coronel Carlos Concha Torres en Esmeraldas.

La oposición armada contra los liberales por parte de liberales solamente concluyó con el Gobierno de Plaza, al que sucedió el doctor Alfredo Baquerizo Moreno. En 1920 asumió el Poder el doctor José Luis Tamayo.

A raíz de la crisis desatada por la Primera Guerra Mundial, el negocio del cacao descendió notablemente, afectando en forma clara a la economía del Ecuador, disminuyendo el nivel de vida de los ciudadanos que tenían ingresos fijos y el pueblo fue hundiéndose en el hambre y la miseria. Esta situación fue aprovechada por los anarquistas y comunistas que tenían dominio sobre la asociación de cacaoteros e influían en la conducta pacífica de la Confederación Obrera del Guayas (COG) y aprovechándose de la situación de angustia existente entre los necesitados, crearon otra organización no gremial, sino revolucionaria, llamada Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana, FTRE.

En lo político, el Partido Conservador, miembros del bipartidismo de la época, provocó una insurrección armada contra el gobierno liberal. En el año 1924 concluía el período presidencial del doctor Tamayo.

A pesar de la promesa del gobierno, que nunca se cumplió, de no tener candidato oficial, del día de la elecciones se multiplicaron los votos a favor del doctor Gonzalo S. Córdova, quien ausente en Venezuela triunfo en las mismas, por un descarado fraude electoral, el pueblo comenzó a expresar la necesidad de una transformación política y económica que sólo podía ser ejecutada por lo único rescatable que tenía el país; su poder militar. Se originó así la primera intervención institucional de las Fuerzas Armadas en la vida política del país.

2. La revolución juliana (9 de julio de 1925)

El 31 de agosto de 1924, se posesionó como Presidente Constitucional de la República el doctor Gonzalo S. Córdova, ante la esperanza y expectativa del pueblo que, dada su brillante trayectoria política, veía en él la posibilidad de redención a sus problemas; sin embargo, casi inmediatamente las expectativas populares se disiparon.

Después de este período de honda depresión política se sintió el peso del abrumador despotismo de la bancocracia, durante once años, en los cuales. Por múltiples motivos, la economía de la república y sus finanzas cayeron hechas trizas.

Entre los políticos de oposición, el analista económico financiero, Luis Napoleón Dillon señalaba que "… el origen de los males de la patria estaba, principalmente en el Banco Comercial y agrícola y su política financiera, ruinosa para todos, en los gobiernos que él, de acuerdo con el general Plaza, había hecho, de Baquerizo a Córdova".

Las razones de la grave crisis fueron señaladas por los expertos y analistas de la época en estos términos: la inconvertibilidad del billete, las emisiones sin respaldo y la inflación, como causas principales, y, como secundarias, la especulación, el abuso del crédito, la super importación, el desnivel de la balanza de pagos y la falta de control sobre los bancos. Ante los motivos de la crisis se presentaron como únicas alternativas de solución las siguientes:

  • 1) La destitución inmediata del Gobierno constituido,

  • 2) La liquidación de la influencia absorbente del General Leonidas Plaza, quien "ponía y quitaba presidente y ministros" y también de Urbina Jado; y,

  • 3) La liquidación inmediata del Banco Comercio y Agrícola de Guayaquil

Esta era la solución que sólo la capacidad moral y material del poder militar podía poner en práctica en el país. Como hemos analizado, el Ejército ecuatoriano constituyó durante los primeros años de la historia republicana la base sustancial del Poder Militar, sin embargo, su falta de institucionalización fue la consecuencia de la defectuosa formación política del estado ecuatoriano, y la que le condujo a permanentes enfrentamientos contra la fuerzas de los caudillos.

La profesión no se aprende en academias y los ascensos no se producen por antigüedad, estudios y pruebas de aptitud. El militar de la época se autoeduca en la ciencia de las armas mediante la experiencia práctica adquirida en los campos de batalla, y en las montoneras revolucionarias. Sin embargo, el Poder Militar, en las formas analizadas, siempre estuvo presente en la historia de la patria como expresión y brazo armado del poder nacional.

La institucionalización de las Fuerzas Armadas en el sentido estricto de la palabra se inició con la fundación del Colegio Militar y de la Escuela Naval por Eloy Alfaro, en 1899 y 1911. La presencia de la primera Misión Militar Chilena, en el año 1902, dio un giro trascendental a la formación de los oficiales del Ejército y de la Marina de Guerra del Ecuador.

El proceso de organización e institucionalización del Ejército se completó con la especialización de jóvenes oficiales en las escuelas militares de América y Europa; pero fue a partir del año 1922, con la llegada de la primera misión italiana, el 22 de mayo de ese año, que se dio una profunda y verdadera profesionalización al ejército ecuatoriano, fundaron las escuelas de armas y la academia de Guerra del Ejército; se dictaron cursos de ingeniería y se graduó a los pioneros de la aviación militar.

Cabe destacar que, a partir de la fundación de la Escuela Militar, el pensamiento y la filosofía de los oficiales del Ejército sufrieron una importancia transformación, deja el oficial de ser político y tiende a ser esencialmente profesional, y se deja de asignar grados por participaciones en las guerras civiles.

Las primeras promociones de oficiales egresados de la Escuela Militar se encontraron con este ambiente diferente y alejado de su formación profesional, los oficiales inferiores ponían alguna preocupación por instruirse, los jefes en su mayoría carecían hasta de rudimentarios conocimientos generales, no pocos militares, aún de conocimientos elementales.

Analizada la situación el país en sus partes más destacadas y en las cuatro expresiones del poder nacional, determinaremos los hechos que provocaron la primera intervención institucional de las Fuerza Armadas. No quedaba otro recurso que la fuerza para arrancar al país de las fauces de la fiera que lo venía devorando desde años atrás; y la revolución" de arriba para abajo", que no se la quiso hacer a pesar de las advertencias terminantes hechas en cierta histórica entrevista, hubo de hacerse de "abajo hacia arriba", y el 9 de julio de 1925 fue un hecho.

Fue en Quito, en el interior del grupo de artillería "Bolívar, el 25 de octubre de 1924 cuando un puñado de jóvenes oficiales se reunieron y hablaron de las desgracias de la patria y de los posibles caminos para salvarla. Sus miembros serían preferentemente jóvenes, seleccionados con mucho rigor conformaron una liga que tenía fines de reconstrucción en lo político, en lo económico, en lo social y en lo militar.

En la tarde del 9 de julio de 1925, grupos de soldados armados salieron a las calles de Guayaquil, en busca de las principales autoridades y de sus propios jefes para detenerlos. La liga había iniciado al frente del Poder Militar la primera intervención rectificadora de las Fuerzas Armadas. Fue el Mayor Idelfonso Mendoza quien lideró en Guayaquil el movimiento, que al tener inmediata repercusión en Quito y en el resto del país concluyó con el derrocamiento del régimen de Gonzalo S. Córdova y con la instalación de la Junta Suprema Militar, constituida por jóvenes oficiales y de la Junta de Gobierno Provisional, conformada por destacados elementos civiles. El movimiento se ejecutó con honor, valor y patriotismo, sin derramar una sola gota de sangre ecuatoriana.

En esta oportunidad, el Poder Militar, por su propia decisión y sin obedecer a caudillo alguno o a las grandes oligarquías, intervino en la política del país para rectificar el curso de la historia y salvar a la República de las garras de la plutocracia, de la bancocracia, de la ambición y de la incapacidad de los políticos de la época y para conducir al Estado ecuatoriano por rumbos de transformación y progreso. El movimiento contó con el respaldo patriótico de todo el país, como puede constarse en los documentos que se publicaron en ese tiempo. La transformación socio-económica del país que se inició con la intervención del Poder Militar el 9 de julio de 1925 y terminó el 24 de agosto de 1931, con la renuncia del doctor Isidro Ayora.

La Revolución Juliana, intervención rectificadora del Poder Militar, fue mayoritariamente respaldada y apoyada por el pueblo ecuatoriano, porque el pueblo, que ha recorrido ya 100 años de vida republicana, sabía que la única fuerza que le quedaba a la patria para salir de la crisis, era la fuerza moral que le proporcionaba su Poder Militar. Las manifestaciones públicas de respaldo al movimiento, expresadas por eminentes personalidades y de instituciones respetables de la república, justificaron plenamente la intervención y la calificaron en sus verdaderos términos: "nacional", "depuradora", "magnífica", "de esperanzas", "idealista", "patriótica", etc.

La Revolución Juliana de 1925 constituye la primera intervención de la Fuerzas Armadas con el propósito de introducir reformas a la organización de país. En estos seis años que comienzan el 9 de julio de 1925 y terminan el 24 de agosto de 1931, como se vio antes, por primera vez, el Estado establece ciertos controles sobre la ""empresa privada"" se reconocen algunos derechos de los trabajadores y se libera a la autoridad pública del dominio de la "bancocracia" guayaquileña representada por el Banco Comercial y Agrícola.

Las transformaciones sociales y económicas que se dieron en el país como consecuencia de la revolución juliana permitieron enrumbar al Ecuador y proyectarlo hacia el futuro, fue el Poder Militar el brazo ejecutor de este movimiento salvador, que con su capacidad y patriotismo una vez más, salvo de la regresión y muerte al Estado Ecuatoriano.

3. El gobierno del General Alberto Enríquez Gallo

En 1925 tuvo importante participación en la Revolución Juliana que culminó con el derrocamiento del gobierno del presidente Dr. Gonzalo S. Córdova, y posteriormente, en agosto de 1932 participó también en la "Guerra de los Cuatro Días", que se produjo cuando el señor Neptalí Bonifaz, luego de ser elegido legalmente como Presidente de la República, fue descalificado por el Congreso e impedido de ejercer dicho cargo, aduciendo que era de nacionalidad peruana, un sacrilegio por aquellos días.

El General Enríquez, convertido en el hombre fuerte del gobierno interino del doctor Alberto Guerrero Martínez, su intervención fue determinante para que el Dr. Juan de Dios Martínez Mera triunfe en las elecciones presidenciales de 1932.

Por esa época, su poder militar y político aumentó de tal manera, que en 1935, luego de que el Dr. José María Velasco Ibarra se "precipitara sobre las bayonetas", presionó para que el Dr. Antonio Pons, Encargado del Poder, presente ante el ejército la renuncia a sus funciones.

Entonces y para aprovechar el momento político que atravesaba el país, ejerció toda su influencia con el fin de que el poder le sea entregado a su padrino de bautizo, el Ing. Federico Páez, quien lo ascendió al grado de General y lo nombró Ministro de Defensa.

En 1937, al instalarse en Quito la Asamblea Nacional Constituyente descubrió que el Ing. Páez estaba maniobrando hábilmente para que dicha asamblea lo elija Presidente Constitucional por cuatro años. Esto no le agradó y el 22 de octubre de ese mismo año, contando con el total respaldo del ejército, disolvió la Asamblea Constituyente y se proclamó dictador.

Tuvo entonces el buen tino de seleccionar adecuadamente a sus colaboradores, e inició con su gobierno un período de paz y progreso que fue muy beneficioso para el país. Expidió leyes y decretos de gran importancia como el Código del Trabajo, la Ley de Asistencia Social, la Ley de Matrimonio Civil y el Código de Menores. Dio además amplias garantías a los perseguidos políticos e impulsó la creación del Museo y del Archivo Nacional.

El General Enríquez, durante su breve administración (octubre de 1937 a agosto de 1938), dio pruebas de mayor capacidad civilista que el civil Federico Páez. Evidentemente, Enríquez no se desempeñó como un estadista de experiencia, pues no la tenía. Pero su gran intuición y magnífica voluntad le hicieron gobernar bien y con anhelos de progreso. Tuvo algunos consejeros sagaces. Y aunque por la inexperiencia y la brevedad de su tránsito por el poder cometió errores, el balance le es, no hay duda, favorable" (A. Pareja Diezcanseco.- Ecuador: Historia de la República, tomo III, p. 83).

Consciente de que la única misión de los militares es la defensa de la patria y la Constitución, y de que el país debía retornar rápidamente al régimen democrático, a mediados de 1938 convocó a una nueva Asamblea Constituyente, y el 10 de agosto, ante dicha asamblea entregó el poder de la República.

La historia del Ecuador ha identificado al gobierno del General Alberto Enríquez G., como uno de los más progresistas del siglo XX; en él reconoce también la capacidad del Poder Militar y su vocación para el servicio a los más caros intereses de la República.

4. La Junta Militar de Gobierno 1963-1966

Se inició el 11 de julio de 1963, cuando los jefes de las tres ramas militares: Capitán de Navío Ramón Castro Jijón, Comandante General de Marina; Coronel Luis Cabrera Sevilla, Comandante General del Ejército; y Teniente Coronel Guillermo Freile Posso, de la Fuerza Aérea; junto con el Senador Funcional por las Fuerzas Armadas, Coronel Marcos Gándara Enríquez, desconocieron al deteriorado gobierno constitucional del Dr. Carlos Julio Arosemena Monroy y proclamaron una Junta Militar de Gobierno.

No hubo reacción inmediata contra el cambio de sistema, por el contrario, la Junta Militar de Gobierno fue aceptada como una posible solución a los problemas nacionales. Los primeros pasos de la Junta fueron bien encaminados y el país logró un préstamo internacional con el que se puso en ejecución el llamado "Plan Vial Quinquenal" 1964-1968, destinado a mejorar las carreteras tomando en consideración las diferentes zonas de producción económica; se propugnó a una "Reforma Tributaria" en base a la unificación de impuestos y a un mejor control de rentas; se dictó la "Ley de Reforma Agraria" y se creó el Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria, IERAC; finalmente, en el campo de la educación se inició un plan de construcciones escolares y se asignaron recursos para desarrollar los programas de alfabetización y educación para adultos.

Pero no todo fue feliz, pues la buena voluntad de los militares se vio obstaculizada por su poca capacidad ejecutiva; pero 1964, fue un año que le ocasionó graves trastornos a los gobernantes, sobre todo los que fueron consecuencia de los problemas socio-económicos por los que atravesaba el país, que produjeron los primeros brotes de oposición contra el sistema. Ante esta situación la Junta tuvo que dictar una serie de medidas que produjeron un grave impacto en las fuerzas de la producción y el costo de la vida sufrió un notable incremento.

Al iniciarse 1966 y conocer el país la magnitud del déficit presupuestario, la protesta y el rechazo al régimen empezó a crecer en todo el territorio nacional y una ola de paros, huelgas, reclamos y manifestaciones brotó en todas las ciudades ocasionando un clima de incertidumbre. El 30 de marzo los gobernantes abandonaron el Palacio de Gobierno, y por intermedio del Gral. Telmo Vargas, Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, ante la presencia de los ex Presidentes: Galo Plaza Lasso y Camilo Ponce Enríquez entregaron el mando supremo de la República al señor Clemente Yerovi Indaburu, poniendo fin a la que posiblemente fue la más accidentada intervención de las Fuerzas Armadas en la vida política del Ecuador.

5. El Gobierno Nacionalista y Revolucionario de las FF.AA.

Luego del interinazgo del Dr. Otto Arosemena Gómez, fue elegido Presidente Constitucional de la República, por voto popular, el doctor José María Velasco Ibarra, quien asumió por quinta ocasión la Primera Magistratura del país, el 1ro. de septiembre de 1968. Ante esta situación y con una verdadera y sana intención de redimir a la república, Velasco Ibarra, con el respaldo de las Fuerzas armadas, desconoció la Constitución y rompió el Estado de Derecho el 22 de junio de 1970.

Las relaciones del poder político con el Poder Militar, que sustentaba el régimen, fueron llegando a un franco deterioro, debido a la prepotencia, al abuso de facultades y al exceso de autoridad del Ministro de Defensa Nacional.

La reacción inicial la protagonizó la Academia de Guerra del Ejército, en respaldo de los altos mandos militares y como último recurso envía una carta al señor Presidente de la República doctor José María Velasco Ibarra pidiéndole la salida de su Ministro de Defensa Nacional.

La situación política que vivía el país tomó otro rumbo; el Presidente Velasco Ibarra anunció elecciones libres y el retorno al régimen de derecho. El líder populista Assad Bucaram era el posible triunfador en esos comicios y posiblemente el futuro Presidente de la República.

Con la denominación de "Gobierno Nacionalista y Revolucionario" se inició la gestión de las Fuerzas Armadas, del Poder Militar al frente del poder político. Un bien trazado plan de gobierno, en cuya elaboración participaron profesores de la academia de Guerra del Ejército, eminentes profesionales civiles y algunos oficiales de las Fuerza Armadas, plasmándolo en el documento "Filosofía y Plan de Acción del Gobierno Nacionalista y Revolucionario del Ecuador", fue la guía y camino por el que habría de recorrer el país en los años siguientes.

La acción inicial del gobierno militar fue respaldada mayoritariamente por amplios sectores de la patria. Es posible que el desempeño dual del papel de las Fuerza Armadas; el ejercicio del poder político y el cumplimiento de sus funciones específicas, las hayan llevado a un cierto grado de desprofesionalización y despertado en algunos oficiales el "interés" por participar en la administración, reacción que se materializó en el condenable enfrentamiento armado del 31 de Agosto de 1975, cuando el General Raúl González Alvear dirigió un intento de rebelión en Quito, para derrocarle, pero el gobierno del General Rodríguez Lara quedó muy debilitado.

Efectivamente, el General Guillermo Rodríguez Lara fue "relevado", el 11 de enero de 1976 por el Consejo Supremo de Gobierno, presidido por el Almirante Alfredo Poveda Burbano e integrado por los otros Comandantes Generales de Fuerza.

Alfredo Poveda, lucía las insignias de Vicealmirante cuando presidió el Consejo Supremo de Gobierno, que junto a los generales Guillermo Durán Arcentales, del Ejército y Luis Leoro Franco, de la Fuerza Aérea, gobernaron al país desde el 12 de enero de 1976 hasta el 9 de agosto de 1979, continuando con la dictadura militar instaurada por el Gral. Guillermo Rodríguez Lara el 15 de febrero de 1972. Durante su gestión gubernativa fue ascendido al grado máximo dentro del escalafón militar de la Armada Nacional, convirtiéndose en el primer Almirante de la República.

El Poder Militar, consideró que el de rectificar estaba dado y que lo único que estaba por hacer era sentar las bases en una estructura fuerte y estable para que el ejercicio del poder en la república se dé en un auténtico sistema democrático y con una efectiva participación popular.

El primero de junio de 1976 se anunció el "Plan de Reestructuración Jurídica del Estado", en el que se realizaron las siguientes tareas: proyecto de una nueva Constitución, proyecto de reformas a la Carta Fundamental de 1945 y proyecto de la Ley de Elecciones, Ley de Partidos Políticos y Estatuto para el Referéndum. El "Plan Retorno" se cumplió de acuerdo a lo programado; el pueblo acudió masivamente al referéndum y en las urnas aprobó la "Nueva Constitución" que rige al país.

El gobierno militar convocó a elecciones presidenciales para el 16 de julio de 1978. En la primera vuelta electoral fueron finalistas el abogado Jaime Roldós Aguilera y el arquitecto Sixto Durán Ballén. El pueblo ecuatoriano escogió en la segunda vuelta electoral, celebrada el 29 de abril de 1979, al binomio conformado por el abogado Jaime Roldós Aguilera y por el doctor Osvaldo Hurtado Larrea.

El Poder Militar consciente del cumplimiento de su responsabilidad histórica, entregó al poder a los nuevos dignatarios el 10 de agosto de 1979. Es de justicia recordar que los gobiernos de facto no han sido obra exclusiva de la institución militar, que si ha intervenido en el campo de la política para salvar su honor y evitar mayores males a la República, ha sido impelida por la fuerza de las circunstancias y a requerimiento de la opinión pública, de partidos y de grupos políticos.

Las intervenciones del Poder Militar, por lo tanto, obedecen a una bandera y a un solo ideal. "la patria", a la que se debe y a la que sirve con honor y dignidad. Los gobiernos dirigidos por el Poder Militar han sido progresistas, honestos y patriotas, han propiciado el desarrollo nacional y han garantizado la supervivencia del estado Ecuatoriano.

6. Mediación y dirimencia en el caos bucaramista

El papel no deliberante de unas Fuerzas Armadas exentas de la dinámica política es una situación que aparecería como parte del imaginario democrático ecuatoriano, pues su acción mediadora e inclinadora de la balanza del juego político se evidenció en la crisis de febrero de 1997 que condujo a la caída del ex Presidente Bucaram. En efecto, con las movilizaciones nacionales que plantearon un extenso rechazo al desempeño gubernativo de Bucaram, se abrieron varios escenarios conflictivos y de crisis política que culminaron en una decisión controvertida y sui géneris de parte del Congreso Nacional que cesó en sus funciones al Presidente de la República aduciendo incapacidad mental en aplicación del artículo 100 de la Constitución.

El efímero gobierno de Bucaram estuvo marcado por una constante contradicción entre las promesas de campaña electoral, sustentadas en buena parte en una posición anti ajuste y de redistribución a los sectores populares con las prácticas reales de sujeción a los poderosos intereses económicos de grupos corporativos que demandaban permanentemente el reparto del botín político. En esa dinámica, el círculo íntimo del ex presidente, compuesto por sus familiares y la cúpula del Partido Roldocista, constituyó una verdadera "mafia" especializada que negociaba toda clase de prebendas, repartos, contratos, asignaciones presupuestarias, puestos burocráticos e incluso procesos de privatización que hacía difícil establecer los límites entre el interés público y el privado, es decir, el país asistía absorto a la aplicación de lógicas patrimoniales que utilizaban la institucionalidad del Estado para satisfacer el enriquecimiento ilícito y la corrupción en múltiples esferas de la sociedad.

Adicionalmente, la gestión bucaramista profundizó el conflicto étnico y regional al crear el Ministerio de Etnias con la finalidad de fracturar al movimiento indígena; planteo la necesidad de establecer la convertibilidad monetaria como salida al estancamiento de la economía, lo cual produjo largos momentos de inestabilidad financiera e incertidumbre para los agentes económicos; intervino políticamente en el sistema de administración de justicia potenciando la impunidad y la corrupción; manejó de manera populista y pintoresca las relaciones internacionales del país, principalmente el delicado asunto fronterizo con el Perú; desató pasiones regionalistas al despreciar constantemente a la matriz cultural serrana; tensionó las relaciones del gobierno central con las autoridades seccionales por medio del uso discrecional de las asignaciones presupuestarias; y, en términos generales, impuso una política espectáculo como burda salida a la crisis de representación que venía arrastrando desde hace años el sistema político ecuatoriano.

Esta forma de hacer política, denominada "farandulización" del poder, trató de establecer una estructura de poder paralela a la institucionalización formal a través de una serie de mecanismos y pactos que funcionaban como maquinaria de administración política y recolección de fondos. Es por ello que a pocos meses de ejercer su mandato, los niveles de aceptación y legitimidad de su gobierno habían descendido a niveles sólo comparables con el desprestigio que alcanzaría más tarde el ex presidente Mahuad.

Ante este veloz desgaste gubernativo que estaba erosionando y caotizando la vida política del país, determinados actores sociales y políticos del más variado espectro ideológico, con distintos intereses y demandas, incluidos los medios de comunicación y especialmente los representantes de los gobiernos locales, impulsaron conjuntamente una serie de jornadas de "dignidad", protestas y movilizaciones populares que pusieron al Congreso Nacional ante la disyuntiva de cesar en las funciones al presidente o ser cómplices del caos y la corrupción imperante. Una situación difícil, entre la espada y la pared, pero que debía ser solucionada mediante un recurso constitucional que tenía la potestad de establecer un gobierno interino.

Luego de varios cabildeos partidarios, discusiones jurídicas sobre quién debe ejercer la presidencia interina que dejó fuera de juego a la ex vicepresidenta Rosalía Arteaga Serrano, la balanza se inclinó a favor de Fabián Alarcón, Presidente del Congreso Nacional. En ese contexto, las FF.AA., no sólo respaldaron la decisión legislativa y retiraron el apoyo al ex presidente, sino que volvieron anómalas las relaciones cívico militares desde el retorno a la democracia en 1979. Estas acciones interventoras, basadas en una percepción de amenaza del caos, de su preocupación por la pérdida de autoridad de las instituciones políticas y descrédito de los civiles, de la persistente situación de ingobernabilidad asociada al concepto de seguridad y la necesidad de fortalecer el frente interno en una delicada coyuntura de negociaciones con el Perú, se convirtieron en elementos detonantes que abrieron los causes del tutelaje y la dirimencia que a la postre los convirtió en fuerza arbitral y decisoria en el desorden político de los civiles.

Las FF.AA., en su acto de "dejar caer" a Bucaram consideraron que el populismo emanado de este personaje iba a llevar al extremo el sistema patrimonial del manejo del poder, además de correr con el riesgo de destruir la débil institucionalidad racional legal del Estado ecuatoriano; no obstante, la intervención militar sobre la democracia contribuyó a deslegitimarla, aunque hayan sido los mismos civiles quienes invitaron a las Fuerzas Armadas a intervenir en la crisis política, situación que por otro lado expresa la inconsistencia de un sistema político que ha sido incapaz de procesar la conflictividad y de diseñar los mecanismos legítimos y confiables que actúen como instancias arbitrales, depositarias finales de la legitimidad del Estado de derecho, con lo cual se aleja la idea de una democracia constitucional de contenido.

Desde esa perspectiva, no se puede negar el hecho de que las intervenciones de las Fuerzas Armadas también son producto de esa libre interpretación de ser garantes del estado de derecho y la Constitución, una suerte de árbitros finales para ordenar el caos político, pues entran en acción cuando existe la percepción de un derrumbe gradual de las capacidades de la política formal para ejercer eficacia y coherencia en los gobiernos de turno. De esta forma, la institución castrense ya sabe y tiene muy claro que en cualquier otra situación previsible de "vacío de poder", serán nuevamente ellos los destinados a jugar el rol de último recurso decisivo, tal como aconteció en el mandato del ex presidente Mahuad.

6. Hastío y golpismo frente al desastre mahuadista

No es exagerado afirmar que el corto gobierno del ex Presidente Jamil Mahuad fue un desastre en todos sus sentidos. Con excepción de la firma del tratado de paz con el Perú en 1998, que logró sellar una compleja fase histórica del país y nos permitió poseer a los ecuatorianos una frontera real y delimitada tras 56 años de tensiones, guerras cortas y desconfianzas mutuas; los desaciertos en la conducción económica del país; la falta de decisiones rápidas y coherentes en la aplicación de políticas sociales que generaron una secuela de paros y movilizaciones populares en marzo de 1999; la debilidad para establecer mecanismos de control a las presiones corporativas del sector financiero y bancario que desataron la mayor crisis económica en décadas y arruinaron parte del sector empresarial; y, la reducida capacidad para establecer diálogos constructivos con la oposición política; constituyen, sin lugar a dudas, algunas características del ejercicio gubernativo de Mahuad.

La flaqueza institucional de su gobierno y de su partido, Democracia Popular, sumada al constante chantaje político del Partido Social Cristiano que lo había apoyado para llegar a la presidencia, representan también factores importantes que contribuyeron a la descomposición social del país. De hecho, la falta de voluntad política para frenar y sancionar la corrupción que se había instalado en buena parte del sistema bancario, la controvertida decisión de suspender temporalmente el pago de la deuda externa que aisló al país internacionalmente y generó una imagen de inviable para la inversión; y, lo más grave, el decreto de dolarización de la economía que lo utilizó para mantenerse en el poder, pues el 90% de la población rechazaba su gobierno; constituyeron factores detonantes para que en enero del 2000, las Fuerzas Armadas, no hayan podido sustraerse a la posibilidad de convertirse nuevamente en actores políticos centrales ante la debacle social, económica y política en que se encontraba el país.

Varias fueron las preocupaciones y malestares que le trasmitió el Alto Mando Militar al Presidente Mahuad ante su falta de responsabilidad y ética para manejar el destino de la nación. Incluso existió la advertencia de que el descontento en las filas castrenses era un asunto institucional porque los militares desde 1998 estaban sujetos a recortes presupuestarios que afectaban su capacidad adquisitiva; se encontraban expuestos a la pérdida de espacios de representación en entidades públicas que les permitía obtener algún control de los sectores estratégicos de la economía y que les había dotado de la capacidad de presión corporativa; pero sobre todo, expresaron frontalmente su oposición a un sistema político que, bajo el pretexto de la privatización, estaba depredando los recursos públicos sin ningún control de parte del gobierno. Ante esa situación le invitaron a renunciar porque no podían ser responsables de su seguridad, ya que estaba en duda el control que podían tener sobre un grupo de Coroneles que se habían sublevado, apoyados en esa acción por el movimiento indígena que había tomado el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia.

Los resultados de todo este proceso desembocaron en la salida de Mahuad, en la instalación de un triunvirato cívico militar que duró apenas cuatro horas y en la asunción del gobierno por parte del Vicepresidente Gustavo Noboa.

Independientemente de los hechos, sean considerados por algunos sectores como verdaderos o no, de las versiones disímiles que se han difundido respecto a la participación del alto mando militar en esa aventura, en el papel central que tuvieron los Coroneles en esa intervención y que se sintieron traicionados por sus superiores, o, en la creencia de parte de la dirigencia indígena de que no se puede gobernar sin este actor político; lo cierto del asunto es que los militares ecuatorianos volvieron a saltar a la palestra política para provocar una ruptura constitucional mediante el golpe de Estado, una respuesta derivada del hastío que generó el desastre político que había propiciado el ex presidente Mahuad.

Si en ocasiones anteriores se había recurrido a la presencia tutelar de los militares para solucionar la crisis de intereses y representación dentro del sistema político ecuatoriano, en esta ocasión ellos mismos intervinieron aduciendo que el manejo gubernativo irresponsable estaba acabando con la poca institucionalidad estatal, la cual se encontraba sujeta a los intereses corruptos de grupos corporativos y partidos políticos que propiciaban el asalto a los fondos públicos en perjuicio de la población y de su desarrollo.

Al interior de Fuerzas Armadas, se dieron una serie de tensiones, producto de los juicios, sanciones y retiros forzosos a los que se vieron sometidos una gran cantidad de oficiales que participaron en el golpe; pugnas que también expresan el compromiso de un sector militar, especialmente la Armada Nacional, con un proyecto económico proveniente de los rezagos oligárquicos costeños que deseaban ver minimizado el papel del Estado como entidad integradora y reguladora de la sociedad.

Existían afinidades ideológicas de los militares ecuatorianos con los partidos de centro izquierda, en ciertos temas, como la responsabilidad primordial del Estado en los sectores de salud y educación; las críticas al modelo neoliberal predador impulsado por grupos empresariales rentistas, no modernos y poco competitivos; y, la privatización sin transparencia de áreas estratégicas de la economía, aparecen como temas vinculantes en el espectro ideológico a pesar de los eufemismos con los que la cúpula castrense ha tratado estos temas.

CAPITULO XI

Poder Militar y Seguridad Nacional

La Seguridad Nacional, se define de acuerdo a la Escuela Superior de Guerra del Brasil, como "el grado relativo de garantía que, a través de acciones políticas, económicas, sicosociales y militares, un Estado puede proporcionar, en una determinada época, a la nación que jurisdicciona, para la consecución y salvaguardia de los objetivos, existentes o previsibles". Esto se ajusta al analizar: la presencia del Poder Militar como factor y elemento indispensable para garantizar la consecución de los objetivos nacionales permanentes.

Basándose en el concepto de poder nacional, la doctrina de seguridad nacional establece que "los medios de todo orden" de que dispone efectivamente la nación son los medios que actúan en cada uno de los frentes de acción. De este modo se origina el poder nacional compuesto por el poder político, el poder económico y el Poder Militar, todos éstos con igual responsabilidad para alcanzar los objetivos nacionales y para mantenerlos.

El Poder Militar, representado en sus instituciones fundamentales, tiene la histórica responsabilidad de salvaguardar a la república y de proporcionarle seguridad interna y externa, así como la de contribuir con todos sus medios y recursos al desarrollo nacional.

B. EL PODER MILITAR Y SU APORTE PARA LA CONSECUCION Y MANTENIMIENTO DE LOS OBJETIVOS NACIONALES PERMANENTES

1. Soberanía e integridad territorial

La soberanía, definida como "la facultad de independencia que tienen los Estados para tomar decisiones por sí mismos, sin ninguna subordinación a potencia extranjera", es el primer objetivo nacional permanente del Estado ecuatoriano, objetivo que consagra la Constitución Política del país. Por lo tanto, es obligación del Estado, para garantizar su soberanía buscar el permanente fortalecimiento del poder nacional y de sus expresiones.

El primer Estado Soberano en América española. "El Estado Quiteño de 1812" fue efímero en su existencia, Su ciclo vital, perfectamente identificado, fue demasiado corto, nace con la presencia en Quito del coronel Carlos Montúfar y con el germen fecundo de la sangre derramada el 2 de agosto de 1810.

La independencia del yugo español no es otra cosa más diáfana y palpable que la voluntad de expresarse y manifestarse en un auténtico acto de soberanía del pueblo ecuatoriano, expresión de soberanía que sólo pudo materializarse a través de la presencia de un Poder Militar.

La República del Ecuador nace como Estado soberano en 1830 y a través de su desarrollo y de su vida republicana ha podido desenvolverse con absoluta soberanía únicamente cuando ha tenido suficiente capacidad para respaldar sus decisiones, basada este respaldo en el Poder Militar.

En 1941, es la demostración más cruel, pero real, de cómo la ausencia del Poder Militar fortalecido impidió que nuestra soberanía se afirme. La participación del Ecuador en el Tratado Antártico, la vigencia de la extensión de nuestro mar territorial y el apoyo nacional a la inejecutabilidad del Protocolo del Río de Janeiro, fue escuchado por el Perú, son las demostraciones de la garantía que da el Poder Militar.

El artículo 1ro. de la Constitución establece"… El territorio es inalienable e irreductible, comprende el de la Real Audiencia de Quito con las modificaciones introducidas por los tratados válidos, las islas adyacentes, el Archipiélago de Colón o Galápagos, el mar territorial, el subsuelo y el espacio suprayacente respectivo…"

El Protocolo del Río de Janeiro, la más grande afrenta del Perú, redujo casi a la mitad nuestro territorio; sin embargo, su nulidad e inejecutabilidad exigía a la patria considerar sus territorios en los límites y en los términos en que establece el Protocolo Pedemote-Mosquera de 1830.

La gran tragedia nacional se inició el 5 de julio de 1941, cuando un numeroso ejército de invasión rompió los fuegos en nuestras fronteras e intentó ocupar militarmente nuestros territorios. La resistencia del Poder Militar fue realmente extraordinaria en relación al número de hombres, de unidades y de armamento que disponía. Sin embargo el Perú, después de una gran ofensiva empleando todos los medios, sólo logró conquistar "Una franja de cinco kilómetros".

El Poder Militar entre 1940 y 1941 puso en conocimiento del poder político el plan de invasión por parte del Perú y toda la información disponible obtenida en ese país. El poder político, sin reconocer ni temer la amenaza, desestimó con prepotencia las informaciones del Poder Militar, dejando de esta manera al país en una absoluta inseguridad.

La preocupación permanente del poder político fue mantenerse a cualquier precio en el mando, aunque ese precio fuera la seguridad de la patria. No de otra manera se explica el fortalecimiento del cuerpo de carabineros, malversando los fondos del ejército. El poder político por su incapacidad de mantener integrado y fortalecido al poder nacional, por su incapacidad para entender que la seguridad impide el fortalecimiento del Poder Militar en una situación de emergencia.

En 1940 como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial se elaboró el "Plan para la Contribución del Ecuador a la Defensa Continental". En este documento se presentaron al poder político varias alternativas viables para el fortalecimiento del Poder Militar; todas ellas fueron rechazadas por el Gobierno del doctor Carlos Arroyo del Río, pues vivía con el fantasma del Golpe de Estado y consideraba que era un riesgo el fortalecimiento del Poder Militar.

El Poder Militar completamente debilitado cumplió con su deber en 1941, la heroicidad de nuestros soldados inmortalizó a varias de ellos; sin embargo, por la traición del poder político, que fue el único culpable de la gran tragedia, una vez más el Ecuador no pudo mantener su integridad territorial.

Como lección nos queda que: solamente un Poder Militar fortalecido es la garantía para mantener la integridad territorial y la soberanía nacional como objetivo nacional permanente. Durante el gobierno de las Fuerzas Armadas, presidido por el General Guillermo Rodríguez Lara, se dieron pasos firmes en procura de proporcionar a la nación un Poder Militar con fortaleza suficientes para que garantice la consecución y mantenimiento de los objetivos nacionales permanentes, se organizaron y se equiparon unidades élite y se crearon nuevas unidades; el material bélico obsoleto fue reemplazado por material moderno y de alta tecnología.

Este proceso siguió hasta 1981, año en que nuevamente el expansionismo amenazó el mantenimiento de los objetivos de soberanía e integridad territorial. En enero de 1981 fueron atacados nuestros puestos militares de "Paquisha", "Mayaicu" y "Machinaza", demostraron las unidades que sus recursos humanos, como primer fundamento del Poder Militar, cumplieron su deber gracias a su espíritu, a su mística y a su constante y profesional preparación militar.

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente