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Un análisis sobre la desigualdad de los ingresos (ganadores y perdedores de la crisis financiera mundial) (página 4)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

"Bienvenida clase media"

"Bienvenida, clase media", saluda un cartel a la entrada de uno de los barrios más miserables de Buenos Aires. Un sarcasmo muy argentino y una venganza por los años de olvido y desprecio padecidos por los que siempre vivieron del lado malo de las vías del tren.

¿Qué pasó en las últimas décadas con gran parte de nuestra clase media?, se preguntan Alberto Minujin y Gabriel Kessler, en su Ensayo "La nueva pobreza en la Argentina", editorial Temas de Hoy, 1995. La primera respuesta que surge es: ha desaparecido. Y sin embargo esto no es cierto. La clase media no desapareció: una parte pequeña se ha mantenido en su lugar sin perder nada; otra porción, escasa ha mejorado su posición y la gran mayoría se ha empobrecido. Es que la sociedad en su conjunto ha perdido casi un 40 por ciento de sus ingresos entre 1980 y 1990. Los empleados públicos, un 41 por ciento; los cuentapropistas, un 45 por ciento; los trabajadores de la construcción, un 49 por ciento, y así el resto"…

Atrapados en la trampa del pánico

La clase media europea sigue viviendo en estado de impostura, fingiendo que cumple las leyes y que cree en ellas, y simulando tener más de lo que tiene; pero nunca le resultó tan difícil cumplir con esta abnegada tradición. Está la clase media asfixiada por las deudas y paralizada por el pánico, y en el pánico cría a sus hijos. Pánico de vivir, pánico de caer: pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, pánico de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser. Así y todo, continúa defendiendo el orden establecido como si fuera su propietaria, aunque no es más que una inquilina agobiada por el precio del alquiler y la amenaza del desalojo. El miedo del miedo.

Con la caída económica europea cae un valor central de su imaginario: la creencia en el progreso. ¿Qué lugar queda entonces para la esperanza? ¿Qué futuros nos esperan?

Anexo III –

La cohesión social en los países desarrollados: conceptos e indicadores CEPAL – Serie Estudios estadísticos y prospectivos No 55 – 2007

A. La experiencia de la Unión Europea

… Según el Consejo de Europa (2005), la cohesión social consiste en la capacidad de la sociedad de asegurar el bienestar de todos sus miembros, incluyendo el acceso equitativo a los recursos disponibles, el respeto por la dignidad humana, la diversidad, la autonomía personal y colectiva, la participación responsable y la reducción al mínimo de las disparidades sociales y económicas con el objetivo de evitar la polarización. Una sociedad cohesionada es una comunidad de apoyo mutuo compuesta por individuos libres que persiguen metas comunes por medios democráticos (Comité Europeo para la Cohesión Social, 2004). Éste es un concepto que permite, en la perspectiva del Consejo de Europa, superar los enfoques funcionales de la cohesión, evitar la consideración de la cohesión desde una aproximación negativa y visualizar las políticas de cohesión como objetivo/proceso y descripción/prescripción.

Desde esta lógica, la cohesión social no constituye un recuerdo nostálgico de la armonía social perdida, sino que incluye los aspectos claves de una estrategia para alcanzar una sociedad moderna basada en el reconocimiento de los derechos, la libertad y dignidad humana y en el desarrollo sustentable. Las visiones tradicionales de la cohesión, que la definen en términos del grado en que los miembros de un sistema social comparten valores, exhiben sentido pertenencia o manifiestan la capacidad de trabajar juntos, no responden las preguntas sobre la pluralidad de intereses e identidades existentes en las sociedades. El uso de una aproximación funcional a la cohesión puede conducir a que ésta sea entendida como la ausencia de diferencias, a olvidar la dimensión del actor y a concebir a una sociedad cohesionada como un sistema totalmente armónico (Consejo de Europa, 2005).

En la visión del Consejo de Europa, ninguna sociedad es completamente cohesionada, y por tanto, la cohesión social es más bien un ideal que una meta a ser alcanzada. En rigor, todas las sociedades deben hacer frente a problemas causados por las disparidades económicas y sociales: cuando las asimetrías se hacen excesivas, la cohesión social está en riesgo. De este modo, una estrategia de cohesión social debe buscar los equilibrios que permitan a las sociedades adaptarse a los cambios en los ambientes económicos y sociales, en la tecnología y en los sistemas políticos nacionales e internacionales. Una sociedad cohesionada es aquella que ha desarrollado maneras satisfactorias de enfrentamiento de presiones y conflictos, en una manera abierta y democrática, y que ha logrado reducir significativamente las inequidades económicas, sociales y culturales (Comité Europeo para la Cohesión Social, 2004).

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El concepto de cohesión del Consejo de Europa constituye una aproximación positiva a la cohesión, porque considera las políticas de inclusión y de acceso a derechos básicos, otorga primacía a los procesos que conducen a la construcción de vínculos en las sociedades y se aboca a los aspectos más profundos de la vida social (actitudes, valores) y su incidencia en la cohesión. Las aproximaciones negativas se limitan a los problemas que se cree tienen un rol en la obtención de resultados inadecuados de cohesión, lo cual conduce a la priorización de los atributos más visibles, particularmente los observados en los grupos más vulnerables, los cuales sirven como indicadores de alarma con respecto al grado de patología de una sociedad y funcionan como insumos para el diseño de respuestas asistenciales (Thirion, 2004:49-68). Así, las políticas de cohesión social no solamente deben abocarse a la lucha contra la exclusión social y la pobreza, sino que deben orientarse a la creación de solidaridad y a la prevención de la exclusión (Comité Europeo para la Cohesión Social, 2004).

El Consejo de Europa (2005) entiende a la cohesión tanto desde un punto de vista prescriptivo como descriptivo. En cuanto a lo primero, se alude a un estado ideal de cohesión, que implica la construcción de sociedades democráticas estables, en las cuales se promuevan los distintos aspectos que componen el bienestar humano (dignidad y reconocimiento, participación y compromiso, autonomía y desarrollo personal, equidad y no discriminación). En tanto descripción, la aproximación del Consejo de Europa permite caracterizar el estado de cohesión de una sociedad en tres componentes: (i) la calidad de vida de los individuos y grupos sociales; (ii) las diferentes áreas de vida (actores implicados, los mercados y las esferas privada y ciudadana) y, (iii) los ingredientes básicos de la vida o componentes invisibles (mundo de vida, relaciones de confianza, valores, emociones, conocimientos compartidos, etc.).

Sobre la base de los componentes y elementos claves de la cohesión social, el Consejo de Europa procedió al diseño de una Guía Metodológica, que propone un marco de la referencia para generar una estrategia que fomente una sociedad cohesionada e identificar las áreas donde se requiere acción y desarrollo de conocimiento. La Guía Metodológica también se orienta a la armonización de los indicadores y la homogeneización de metodologías, reconociendo la heterogeneidad de los países miembros, e incluye indicadores cualitativos y cuantitativos provenientes de diferentes fuentes de datos (encuestas de hogares, estadísticas periódicas, fuentes ad-hoc, encuestas de opinión, investigaciones específicas, datos administrativos, etc.). En esta aproximación a la cohesión social se proponen indicadores para los siguientes niveles de análisis:

Nivel 1:

Evaluación de las tendencias de la cohesión social, lo cual incluye establecer el estado de la provisión de los derechos sociales. En este nivel se plantean preguntas relativas a las dimensiones del bienestar como la equidad en el acceso a derechos, el reconocimiento de la dignidad, la autonomía/desarrollo personal y la participación y se definen indicadores para el seguimiento de las responsabilidades institucionales compartidas y los componentes básicos de la vida (confianza, lazos sociales, valores, conocimientos y percepciones).

Nivel 2:

Evaluación de la cohesión social como un todo. En este nivel se analiza la eficacia de las acciones públicas igualadoras de derechos (iniciativas de regulación o de compensación) con respecto a las diferentes dimensiones del bienestar. Los ámbitos específicos de monitoreo son las capacidades de la sociedad para asegurar: (a) la equidad en la satisfacción de los derechos, (b) la dignidad y el reconocimiento de la diversidad, (c) la autonomía y el desarrollo personal y, (d) la participación y el compromiso ciudadano.

Nivel 3:

Evaluación de la cohesión social por áreas de la vida o condiciones garantes de la indivisibilidad del sistema de derechos. Estas áreas constituyen ámbitos que las políticas de cohesión social deberían cubrir obligatoriamente, y son el empleo, la salud, la educación, la cultura, los ingresos y la capacidad de consumo, la vivienda, la salud y la nutrición.

Nivel 4:

Evaluación de la cohesión social de acuerdo a la situación de los grupos más vulnerables (migrantes, niños, personas mayores, discapacitados y mujeres).

En la Guía Metodológica del Consejo de Europa se propone un conjunto de indicadores para cada uno los niveles, componentes y dimensiones del bienestar y la cohesión social. Dada la gran cantidad de indicadores que se sugieren en la guía, en el cuadro 4 se presentan, a modo de muestra, los indicadores planteados para el nivel 1:

Una de las diferencias de la Guía Metodológica del Consejo de Europa, con la aproximación seguida en el Portafolio de Laeken es la inclusión de los aspectos institucionales y subjetivos de la cohesión. Los indicadores subjetivos permiten contar con información sobre las percepciones y actitudes que sustentan los ciudadanos en torno a los diferentes procesos que fortalecen la cohesión social (redes sociales, la participación ciudadana, la solidaridad, el sentido de pertenencia, la tolerancia y el respeto por la diversidad) (Consejo de Europa, 2005). En todo caso, la integración de indicadores subjetivos de cohesión no está exenta de dificultades, por las complejidades implicadas en la obtención de medidas de los aspectos subjetivos que sean válidas, confiables y comparables entre los diferentes países y regiones.

Se debe tener en cuenta que la adopción por parte de los países de las orientaciones y de los indicadores de la cohesión social propuestos en la Guía Metodológica es voluntaria. En rigor, este documento fue concebido como un recurso pedagógico para el planteamiento de preguntas y el desarrollo de indicadores, los cuales sirven a su vez como un marco para el diseño e implementación de políticas de cohesión social. De este modo, el Consejo de Europa busca que cada entidad o institución utilice la guía para satisfacer sus propias necesidades de información, en niveles nacionales, regionales y locales. En la actualidad, la guía está siendo implementada a nivel local en la ciudad francesa de Mulhouse (región de Alsacia)…

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La economía del malestar

Si uno le pregunta a una persona común y corriente cuáles son los principales problemas que el mundo enfrenta en la actualidad, es probable que una de las primeras cosas que mencione sea la -desigualdad y la pobreza. Existe la preocupación generalizada de que el crecimiento económico no se está compartiendo en forma equitativa. Una encuesta realizada por la BBC en febrero del 2008 indica que aproximadamente dos terceras partes de la población de 34 países pensaba que -el desarrollo económico de los últimos años no se ha compartido de manera equitativa. En Corea, Portugal, Italia, Japón y Turquía, más del 80% de los encuestados estuvieron de acuerdo con esa aseveración. Existen muchos otros estudios y encuestas que indican lo mismo.

¿Así que la gente tiene razón al pensar que "los ricos se enriquecieron más y los pobres se empobrecieron más"?

Aspectos que caracterizan la distribución del ingreso familiar en los países de la OCDE

  • Algunos países tienen una distribución del ingreso mucho más desigual que otros; independientemente de la forma en que se mida la desigualdad.

  • Los países con una distribución del ingreso más amplia también tienen una pobreza de ingresos relativa mayor, con sólo unas cuantas excepciones.

  • Tanto la desigualdad en los ingresos como el recuento de la pobreza (basados en un umbral de mediana de ingresos del 50%) han aumentado durante los dos últimos decenios. El aumento es bastante generalizado, afecta a dos tercios de todos los países. El aumento es moderado pero importante (promedia alrededor de 2 puntos para el coeficiente Gini y 1.5 puntos para el recuento de la pobreza).

  • La desigualdad en los ingresos ha aumentado considerablemente desde el año 2000 en Canadá, Alemania, Noruega, Estados Unidos, Italia y Finlandia; y ha disminuido en el Reino Unido, México, Grecia y Australia.

  • En forma general, la desigualdad ha aumentado porque a las familias ricas les ha ido particularmente bien comparadas con las de la clase media y con las que se ubican en la parte inferior de la distribución del ingreso.

  • La pobreza de ingresos entre los ancianos ha seguido bajando; mientras que la pobreza entre los adultos jóvenes y las familias con niños ha aumentado.

  • La gente pobre en países con un alto ingreso medio y una distribución del ingreso amplia (como Estados Unidos) pueden tener un nivel de vida inferior al de la gente pobre de países con un ingreso medio más bajo pero con distribuciones más estrechas (Suecia). A la inversa, la gente rica de países con bajos ingresos medios y distribuciones amplias (Italia) pueden tener un nivel de vida más alto que la gente rica de países donde el ingreso medio es más alto pero la distribución del ingreso es más estrecha (Alemania).

Factores que han impulsado los cambios en la desigualdad en los ingresos y en la pobreza a lo largo del tiempo

  • Los cambios en la estructura de la población son una de las causas de mayor desigualdad. Sin embargo, eso se refleja principalmente en el crecimiento de la cantidad de adultos que viven solos y no en el envejecimiento demográfico en sí.

  • Los ingresos de los trabajadores de tiempo completo se han vuelto más desiguales en casi todos los países de la OCDE. Eso se debe a que quienes ganan mucho están ganando aun más. Es probable que la globalización, el cambio tecnológico que favorece las habilidades y las políticas e instituciones del mercado laboral en conjunto hayan contribuido a ese resultado.

  • El efecto de las discrepancias salariales más amplias en la desigualdad en los ingresos se ha compensado con mayor empleo. Sin embargo, las tasas de empleo entre la gente con menos estudios han bajado y la cesantía de las familias sigue siendo alta.

  • Los ingresos de capital y los ingresos por trabajo autónomo se han distribuido con mucha desigualdad y más aun durante el último decenio. Estas tendencias son una causa muy importante de las desigualdades más amplias en el ingreso.

  • El trabajo es muy eficaz para atacar la pobreza. Las tasas de pobreza entre las familias desempleadas son casi seis veces más altas que las de las familias con trabajo.

  • Sin embargo, el trabajo no basta para evitar la pobreza. Más de la mitad de toda la gente pobre pertenece a familias con algunos ingresos, debido a una combinación de pocas horas trabajadas durante el año y a los bajos salarios o a ambos factores. Reducir la pobreza laboral a menudo requiere beneficios laborales que completen los ingresos.

Al momento de redactar este Apartado (febrero de 2011), los primeros problemas sociales (Túnez, Egipto…) se están empezando a ver: los riesgos geopolíticos no van a dejar de crecer en los próximos meses. Eso, a fin de cuentas, es lo que suele ocurrir históricamente cuando a una crisis financiera se le suma una crisis económica de estas dimensiones, especialmente en zonas geográficas donde además hay carencias de todo tipo y, sobre todo, grandes desigualdades. Atentos a las desigualdades porque van a dar tremendos quebraderos de cabeza.

Los problemas derivados del altísimo endeudamiento público y privado no van a desaparecer rápidamente, las dificultades devenidas de la montaña de deuda acumulada están aquí para quedarse durante mucho tiempo. Gobiernos y mercados están mirando a 2011, pero lo realmente preocupante no es este año sino el próximo lustro, prácticamente la próxima década: algunos países van a tener que hacer algo, y pronto, para que no veamos graves problemas o al menos un larguísimo estancamiento. Va a haber muchos periodos de volatilidad, porque así son las poscrisis con alto endeudamiento: los shocks pequeños se amplifican. Eso para los países desarrollados. Para los emergentes, ahí está de nuevo la inflación y el fantasma de una nueva burbuja. Y para todo el mundo, tal vez la mayor amenaza son las tensiones políticas, las crisis sociales, de las que hemos visto sólo el principio. Los beneficios de las multinacionales están creciendo y la participación de los trabajadores en el reparto de la riqueza ha estado cayendo: ése es un problema global.

En toda Europa, Asia y América, las corporaciones nadan en efectivo, mientras su implacable búsqueda de eficiencia sigue generando enormes ganancias. Sin embargo, la porción de la torta que les corresponde a los trabajadores se está reduciendo, gracias al alto desempleo, a las jornadas reducidas de trabajo y a los salarios estancados.

Paradójicamente, la realidad es que las mediciones de desigualdad de ingresos y riqueza entre países están cayendo, gracias a un crecimiento robusto constante en los mercados emergentes. Pero a la mayoría de la gente le importa más lo bien que le va en relación a sus vecinos que a ciudadanos de tierras lejanas.

A los ricos les está yendo esencialmente bien. Los mercados bursátiles globales se recuperaron. Muchos países son testigos de un crecimiento vigoroso de los precios de la vivienda, de las propiedades comerciales o de ambos. Los renacientes precios de las materias primas están creando enormes ingresos para los dueños de minas y pozos petroleros, incluso a pesar de que las subas de precios de los alimentos básicos están desatando disturbios, si no completas revoluciones, en el mundo en desarrollo. Internet y el sector financiero siguen desovando nuevos millonarios y hasta multimillonarios a un ritmo asombroso.

Las causas de la creciente desigualdad en el interior de los países son bien entendibles, y ya han sido desgranadas aquí. Vivimos en una época en la que la globalización expande el mercado para los individuos ultra talentosos, pero hace que la competencia deje afuera a los empleados comunes. La competencia entre países por individuos calificados e industrias rentables, a su vez, limita la capacidad de los gobiernos de mantener impuestos elevados a los ricos. La movilidad social está aún más afectada porque los ricos les brindan a sus hijos una educación privada y ayuda post-escolar, mientras que los más pobres en muchos países no pueden permitirse ni siquiera que sus hijos sigan yendo a la escuela.

En el siglo XIX, Karl Marx observó maravillosamente las tendencias de desigualdad en sus días y concluyó que el capitalismo no podía sustentarse políticamente de manera indefinida. Llegado el caso, los trabajadores se levantarían y derrocarían el sistema. Transcurrida la primera década del siglo XXI, aún se espera que llegue el caso… Mientras, fuera de Cuba, Corea del Norte y unas pocas universidades de izquierda en todo el mundo, ya nadie se toma en serio a Marx.

Sin embargo, en un momento en que la desigualdad alcanza niveles similares a los de hace 100 años, el statu quo tiene que ser vulnerable. La inestabilidad puede expresarse en cualquier parte. Fue apenas hace poco más de cuatro décadas que los disturbios urbanos y las manifestaciones masivas sacudieron al mundo desarrollado, catalizando en definitiva reformas sociales y políticas de amplio alcance.

Anexo IV –

¿Crecimiento desigual?: distribución del ingreso y pobreza en los países de la OCDE – OCDE 2008

(Resumen en español)

¿La desigualdad en los ingresos ha aumentado con el tiempo? ¿Quién ha ganado y quién ha perdido en este proceso? ¿Este proceso ha afectado a todos los países de la OCDE de manera uniforme? ¿En qué grado las desigualdades más amplias se deben a las mayores diferencias en los ingresos personales entre los trabajadores, y cómo se ven afectadas por otros factores? Por último, ¿cómo afecta a estas tendencias la redistribución gubernamental mediante el sistema de beneficios fiscales?

Éstas son algunas de las interrogantes que se plantean en este informe; y las respuestas sorprenderán a muchos lectores. Este informe proporciona datos sobre un aumento bastante generalizado en la desigualdad en los ingresos durante los dos últimos decenios en toda la OCDE, pero el momento, la intensidad y las causas de ese aumento discrepan de lo que habitualmente indican los medios de comunicación.

¿Crecimiento desigual? reúne una serie de análisis sobre la distribución de los recursos económicos en los países de la OCDE. Los datos de la distribución del ingreso y de la pobreza abarcan, por vez primera, a todos los 30 países de la OCDE a mediados del siglo xx; mientras que la información sobre las tendencias que se extienden hasta mediados de la década de 1980 se proporciona para aproximadamente dos terceras partes de los países. Este informe también describe las desigualdades en una serie de campos (como patrimonio familiar, patrones de consumo, servicios públicos en especie) que normalmente se excluyen del análisis convencional sobre la distribución de los recursos económicos entre los individuos y las familias. Precisamente cuánta desigualdad existe en una sociedad no se determina de manera aleatoria, ni trasciende el poder de los gobiernos para cambiar, siempre que tomen nota del tipo de datos actualizados incluidos en este informe.

Si uno le pregunta a una persona común y corriente cuáles son los principales problemas que el mundo enfrenta en la actualidad, es probable que una de las primeras cosas que mencione sea la -desigualdad y la pobreza. Existe la preocupación generalizada de que el crecimiento económico no se está compartiendo en forma equitativa. Una encuesta realizada por la BBC en febrero del 2008 indica que aproximadamente dos terceras partes de la población de 34 países pensaba que -el desarrollo económico de los últimos años no se ha compartido de manera equitativa. En Corea, Portugal, Italia, Japón y Turquía, más del 80% de los encuestados estuvieron de acuerdo con esa aseveración. Existen muchos otros estudios y encuestas que indican lo mismo.

¿Así que la gente tiene razón al pensar que "los ricos se enriquecieron más y los pobres se empobrecieron más?" Como sucede a menudo con preguntas sencillas, dar respuestas de la misma índole es mucho más difícil. Es indudable que los países más ricos se han enriquecido más y que a algunos de los países más pobres les ha ido relativamente mal. Por otra parte, el rápido crecimiento del ingreso en China y en la India ha sacado a millones y millones de personas de la pobreza. Así que si uno es optimista o pesimista sobre lo que está sucediendo en el mundo respecto a la desigualdad en los ingresos y a la pobreza depende de si uno piensa en un vaso medio lleno o en uno medio vacío. Ambas visiones son ciertas.

Incluso si coincidiéramos en que el mundo está volviéndose más desigual, quizá no sólo se deba a la globalización. Existen otras explicaciones posibles: el cambio tecnológico que favorece las habilidades (así quienes saben cómo aprovechar la Internet ganan, y quienes no saben pierden; por ejemplo) o los cambios en el estilo normativo (entonces los sindicatos son más débiles y los trabajadores están menos protegidos que antes) son otras razones de por qué podría estar creciendo la desigualdad. Todas estas teorías tienen defensores académicos muy respetados. Es muy probable que todos estos factores ejerzan una función.

Este informe examina a los 30 países desarrollados de la OCDE. Muestra que ha habido un aumento de la desigualdad en los ingresos que ha ocurrido mínimo desde mediados de los años ochenta y probablemente desde mediados de los setenta. El aumento ha afectado a la mayoría de los países (pero no a todos), con fuertes aumentos recientemente en Canadá y en Alemania, por ejemplo, pero con disminuciones en México, Grecia y en el Reino Unido.

Pero el aumento de la desigualdad, aunque generalizado e importante, no ha sido tan espectacular como la mayoría de la gente probablemente piensa que ha sido. De hecho, durante esos 20 años, el aumento promedio ha sido aproximadamente de 2 puntos Gini (el coeficiente de Gini es la mejor medida de la desigualdad en los ingresos). Éste es el mismo que la actual diferencia en la desigualdad entre Alemania y Canadá; una diferencia evidente, pero no una que justifique hablar del desmoronamiento de la sociedad. Esta diferencia entre lo que los datos demuestran y lo que la gente piensa sin duda refleja parcialmente el llamado ?efecto de la revista Hola; leemos sobre los ultra ricos, que se han enriquecido mucho más y, por consiguiente, han atraído una desmesurada atención de los medios. El ingreso de los ultra ricos no está considerado en este informe, ya que no puede medirse de manera adecuada mediante las fuentes de datos habituales sobre la distribución del ingreso. Eso no significa que los ingresos de los ultra ricos sean poco importantes; una de las principales razones por las que a la gente le preocupa la desigualdad es la equidad; y muchas personas consideran que el ingreso de algunos individuos es grotescamente injusto.

El aumento moderado de la desigualdad registrado durante los dos últimos decenios oculta una tendencia implícita más extensa. En los países desarrollados, los gobiernos han estado exigiendo más impuestos y gastando más para compensar la tendencia hacia más desigualdad; hoy en día, gastan más en políticas sociales que en cualquier época de la historia. Claro, deben gastar más por el rápido envejecimiento de la población en los países desarrollados; se necesita más gasto en servicio médico y en pensiones. El efecto redistributivo del gasto de los gobiernos desalentó el crecimiento de la pobreza en el decenio de mediados de los años ochenta a mediados de los años noventa; pero se intensificó en el decenio subsiguiente, ya que los beneficios se dirigieron menos hacia los pobres. Si los gobiernos dejan de intentar compensar las desigualdades ya sea gastando menos en beneficios sociales o haciendo que los impuestos y los beneficios se dirijan menos a los pobres, entonces el crecimiento de la desigualdad será mucho más rápido.

El estudio muestra que a algunos grupos de la sociedad les ha ido mejor que a otros. Los que rondan la edad de jubilación -55 a 75 años- han visto los aumentos de ingresos más cuantiosos durante los últimos 20 años, y la pobreza de los jubilados, es más, ha disminuido de manera muy rápida en muchos países; de suerte que ahora es menor al promedio que para la población de la OCDE en conjunto. En cambio, la pobreza infantil ha aumentado; y ya está por encima del promedio para la población en su totalidad. Esto es a pesar de las crecientes pruebas de que el bienestar infantil es un factor determinante clave de qué tan bien le irá a alguien como adulto; cuánto ganarán, que tan sanos serán y así sucesivamente. El aumento de la pobreza infantil merece más atención política de la que actualmente recibe en muchos países. Se debe prestar más atención a los problemas del desarrollo infantil para garantizar (como la reciente legislación norteamericana lo estipula) que ningún niño se rezague.

Confiar en exigir más impuestos y en gastar más como una respuesta para la desigualdad sólo puede ser una medida provisional. La única forma viable de reducir la desigualdad es detener el aumento implícito de salarios y de ingresos del capital. En particular, debemos asegurarnos de que la gente sea capaz de tener un empleo y de devengar un salario que los mantengan a ellos y a sus familias fuera de la pobreza. Eso significa que los países desarrollados deben mejorar mucho para que la gente se acostumbre a trabajar en vez de que dependa de los subsidios por desempleo, las prestaciones por invalidez y los beneficios de la jubilación anticipada, al mantenerla en un trabajo y al ofrecer buenas perspectivas profesionales.

Hay varias objeciones que la gente podría hacer en respuesta a los párrafos anteriores. Por ejemplo, podrían señalar los siguientes factores:

? Lo que importa no es sólo el ingreso. Los servicios públicos como la educación y la salud pueden ser instrumentos eficaces para reducir la desigualdad.

? A pesar de que algunas personas tienen ingresos bajos poseen muchos bienes, por lo que no se les debe considerar pobres.

? No debemos preocuparnos demasiado por la pobreza en un punto en el tiempo; sólo si la gente tiene ingresos bajos durante un periodo prolongado tiene probabilidades de pasar privaciones en serio.

? Una mejor forma de estudiar la desigualdad es ver si la gente está privada de bienes y de servicios fundamentales, como no tener suficiente comida para alimentarse o poder adquirir una televisión o una lavadora.

? Una sociedad en la que el ingreso se distribuyera en forma perfectamente equitativa tampoco sería un lugar deseable. La gente que trabaja de manera más ardua o es más talentosa que otra debe tener más ingresos. Lo que importa, de hecho, es la igualdad de oportunidad, no la igualdad de resultados.

Este estudio consigna todos estos temas de manera directa; o, para ser más precisos, considera las pruebas empíricas para cada uno de los enunciados, no los problemas normativos de lo que es y de lo que no es una -buena? sociedad. En suma, los datos comparativos en este informe revelan varios -hechos estilizados que atañen a: i) los aspectos generales que caracterizan la distribución del ingreso familiar y de su evolución; ii) los factores que han contribuido a los cambios en la pobreza y en la desigualdad en los ingresos; y iii) lo que puede aprenderse al estudiar medidas más explícitas de recursos domésticos.

Aspectos que caracterizan la distribución del ingreso familiar en los países de la OCDE

? Algunos países tienen una distribución del ingreso mucho más desigual que otros; independientemente de la forma en que se mida la desigualdad. Los cambios en la medida de desigualdad usada generalmente tienen poco efecto en las clasificaciones de los países.

? Los países con una distribución del ingreso más amplia también tienen una pobreza de ingresos relativa mayor, con sólo unas cuantas excepciones. Eso es aplicable independientemente de si la pobreza relativa se define como tener ingresos inferiores al 40, 50 o 60% de la mediana de ingresos.

? Tanto la desigualdad en los ingresos como el recuento de la pobreza (basados en un umbral de mediana de ingresos del 50%) han aumentado durante los dos últimos decenios. El aumento es bastante generalizado; afecta a dos tercios de todos los países. El aumento es moderado pero importante (promedia alrededor de 2 puntos para el coeficiente Gini y 1.5 puntos para el recuento de la pobreza). Sin embargo, es mucho menos espectacular de lo que a menudo se describe en los medios de comunicación.

? La desigualdad en los ingresos ha aumentado considerablemente desde el año 2000 en Canadá, Alemania, Noruega, Estados Unidos, Italia y Finlandia; y ha disminuido en el Reino Unido, México, Grecia y Australia.

? En forma general, la desigualdad ha aumentado porque a las familias ricas les ha ido particularmente bien comparadas con las de la clase media y con las que se ubican en la parte inferior de la distribución del ingreso.

? La pobreza de ingresos entre los ancianos ha seguido bajando; mientras que la pobreza entre los adultos jóvenes y las familias con niños ha aumentado.

? La gente pobre en países con un alto ingreso medio y una distribución del ingreso amplia (como Estados Unidos) pueden tener un nivel de vida inferior al de la gente pobre de países con un ingreso medio más bajo pero con distribuciones más estrechas (Suecia). A la inversa, la gente rica de países con bajos ingresos medios y distribuciones amplias (Italia) pueden tener un nivel de vida más alto que la gente rica de países donde el ingreso medio es más alto pero la distribución del ingreso es más estrecha (Alemania).

Factores que han impulsado los cambios en la desigualdad en los ingresos y en la pobreza a lo largo del tiempo

? Los cambios en la estructura de la población son una de las causas de mayor desigualdad. Sin embargo, eso se refleja principalmente en el crecimiento de la cantidad de adultos que viven solos y no en el envejecimiento demográfico en sí.

? Los ingresos de los trabajadores de tiempo completo se han vuelto más desiguales en casi todos los países de la OCDE. Eso se debe a que quienes ganan mucho están ganando aun más. Es probable que la globalización, el cambio tecnológico que favorece las habilidades y las políticas e instituciones del mercado laboral en conjunto hayan contribuido a ese resultado.

? El efecto de las discrepancias salariales más amplias en la desigualdad en los ingresos se ha compensado con mayor empleo. Sin embargo, las tasas de empleo entre la gente con menos estudios han bajado y la cesantía de las familias sigue siendo alta.

? Los ingresos de capital y los ingresos por trabajo autónomo se han distribuido con mucha desigualdad y más aun durante el último decenio. Estas tendencias son una causa muy importante de las desigualdades más amplias en el ingreso.

? El trabajo es muy eficaz para atacar la pobreza. Las tasas de pobreza entre las familias desempleadas son casi seis veces más altas que las de las familias con trabajo.

? Sin embargo, el trabajo no basta para evitar la pobreza. Más de la mitad de toda la gente pobre pertenece a familias con algunos ingresos, debido a una combinación de pocas horas trabajadas durante el año y a los bajos salarios o a ambos factores. Reducir la pobreza laboral a menudo requiere beneficios laborales que completen los ingresos.

Lecciones aprendidas al estudiar medidas más explícitas de pobreza y de desigualdad

? Los servicios públicos como la educación y la salud se distribuyen de manera más equitativa que el ingreso; así que al incluirlos en un concepto más amplio de recursos económicos se reduce la desigualdad, aunque con pocos cambios en la clasificación de los países.

? Al tomar en cuenta los impuestos al consumo se amplía la desigualdad, aunque no tanto como la reducción causada por tomar en cuenta los servicios públicos.

? El patrimonio familiar se distribuye de manera mucho más desigual que el ingreso, con algunos países con desigualdad en los ingresos inferior que reportan mayor desigualdad en el patrimonio. Sin embargo, esta conclusión depende de la medida usada, del diseño de la encuesta y de la exclusión de algunos tipos de bienes (cuya importancia varía en todos los países) para mejorar la equivalencia.

? En todos los individuos, el ingreso y el patrimonio están muy correlacionados. La gente con malos ingresos tiene menos bienes que el resto de la población, con un patrimonio que se aproxima generalmente a menos de la mitad del de la población en su totalidad.

? La carencia material es mayor en los países con pobreza de ingresos relativa alta pero también en los que tienen ingreso medio bajo. Eso implica que la pobreza de ingresos desestima las penurias en los segundos países.

? La gente de edad tiene mayor patrimonio y menos carencia material que los que son más jóvenes. Eso implica que las cifras estimadas de pobreza en la vejez que se basan sólo en el ingreso en efectivo exageran el grado de las penurias de ese grupo.

? La cantidad de personas que son sistemáticamente pobres durante tres años consecutivos es bastante menor en casi todos los países; pero más gente tiene ingresos bajos en algún momento de ese periodo. A los países con tasas de pobreza altas que se basan en el ingreso anual les va peor teniendo en cuenta el porcentaje de gente que es sistemáticamente pobre o que es pobre en algún momento del tiempo.

? Caer en la pobreza generalmente refleja hechos que guardan relación con la familia o con el trabajo. Los acontecimientos familiares (como divorcios, nacimientos, etcétera) son muy importantes para los momentáneamente pobres, mientras que una reducción en el ingreso por transferencias (por ejemplo, debida a cambios en las condiciones que determinan el derecho a beneficios) son más importantes para quienes son pobres durante dos años consecutivos.

? La movilidad social generalmente es mayor en los países con menor desigualdad en los ingresos y viceversa. Eso implica que, en la práctica, lograr mayor igualdad de oportunidad va junto con resultados más equitativos.

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El informe deja muchas preguntas sin contestar. No considera si es inevitable que haya más desigualdad en el futuro. Ni contesta preguntas sobre la importancia relativa de las diversas causas del crecimiento de la desigualdad. Incluso tampoco responde en forma alguna la pregunta de qué deben hacer los países desarrollados para atacar la desigualdad. Pero sí muestra que algunos países han tenido aumentos más pequeños -o incluso disminuciones- en la desigualdad que otros. Demuestra que la razón de las diferencias en todos los países se debe, al menos en parte, a distintas políticas gubernamentales, ya sea mediante una redistribución más eficaz o mediante una mejor inversión en las aptitudes de la población para mantenerse ellas mismas. El mensaje normativo fundamental de este informe es que -independientemente de si es la globalización o alguna otra razón por la que la desigualdad ha estado aumentando- no hay motivo para sentirse impotente: una buena política gubernamental puede lograr el cambio.

Cuando confundir la correlación en los datos con el factor causa-efecto permite sacar una conclusión positiva

El Informe sobre Desarrollo Humano (PNUD – 2010), en su parte introductoria (Perspectiva General), señala:

La evolución del bienestar no ha sido igual para todos

"En pocas palabras, puede decirse que hoy el mundo es un lugar mucho mejor que en 1990, o en 1970. Desde entonces, la población del planeta ha experimentado considerables avances en los aspectos más importantes de su vida. En general, las personas hoy son más saludables, más educadas y más ricas que nunca antes en la historia, y tienen más capacidad para elegir a sus líderes y exigirles responsabilidad por sus actos. Un ejemplo claro es el incremento de nuestra medida global de desarrollo, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que resume los datos sobre esperanza de vida, matriculación escolar e ingreso en un solo indicador compuesto. Desde 1990, el IDH mundial promedio ha aumentado 18% (y 41% desde 1970). Esto refleja el progreso obtenido en cuanto a esperanza de vida, matriculación escolar, alfabetización e ingresos. Sin embargo, la variabilidad y la volatilidad son muy agudas en algunos casos, y las abordaremos en detalle más adelante.

Este avance ha beneficiado a casi todos los países. De 135 países de la muestra de 1970-2010, donde vive el 92% de la población mundial, sólo en 3 –la República Democrática del Congo, Zambia y Zimbabwe- el IDH es menor hoy que en 1970.

En general, los países pobres se van acercando al IDH de los países ricos. Esta convergencia presenta un escenario mucho más optimista que la perspectiva que sólo observa las tendencias de ingreso, donde predomina la divergencia. Sin embargo, no todos los países han avanzado con igual rapidez y la variabilidad es notable. Los que avanzan más lentamente en desarrollo humano son los países afectados por la epidemia del sida en África Subsahariana y los que conformaban la ex Unión Soviética, donde la mortalidad de adultos va en aumento.

Entre los países que más han avanzado en el IDH se encuentran los conocidos por la naturaleza "milagrosa" de su crecimiento económico: China, Indonesia y Corea del Sur. Pero también hay otros, como Nepal, Omán y Túnez, cuyo progreso en las dimensiones no relacionadas con el ingreso ha sido igualmente destacable. Sorprende que varios de los países ubicados en los primeros 10 puestos no suelan incluirse entre aquellos de mejor rendimiento.

En el puesto número 11 está Etiopía, y antes del lugar 25 aparecen otros tres países de África Subsahariana (Botswana, Benín y Burkina Faso). Esto demuestra que la perspectiva de desarrollo humano ofrece una evaluación del desempeño que dista mucho de la que presenta, por ejemplo, la Comisión Spence para el Crecimiento y el Desarrollo. Esta perspectiva revela que los avances en salud y educación sí impulsan el desarrollo humano. De hecho, siete países llegaron a los primeros 10 puestos gracias a sus logros en dichos ámbitos y, en muchos casos, en un contexto de crecimiento normal.

Pero no todos los países han progresado con igual rapidez y la variabilidad es considerable. En los últimos 40 años, el IDH de una cuarta parte de las naciones en desarrollo aumentó menos de 20% y, en otra cuarta parte, más de 65%. En algunos casos, estas diferencias se deben a que los países tienen distintos puntos de partida. Los países menos desarrollados avanzan en general más rápido en salud y educación que los más desarrollados. No obstante, la mitad de la variabilidad en el desempeño del IDH no se explica por el IDH inicial y algunos países con puntos de partida similares evolucionan de manera diferente. Esto sugiere que otros factores, como las políticas vigentes, las instituciones nacionales y la geografía, también juegan un papel importante.

En términos de ingreso, el desempeño es mucho más diverso. A diferencia de los indicadores de salud y educación, y a pesar del progreso observado en los indicadores agregados, los ingresos no tienden a converger. Esto se debe a que, en los últimos 40 años, los países ricos han crecido más rápido que los más pobres. Así, la brecha entre países desarrollados y en desarrollo se mantiene. Un pequeño grupo de países se ubica en la cima de la distribución mundial del ingreso y sólo un puñado de países que eran pobres ha logrado entrar en el grupo de los países ricos.

En resumen, los avances han sido significativos pero los cambios de las últimas dos décadas no son del todo positivos. Algunos países han retrocedido, especialmente en salud, y han borrado en pocos años los logros obtenidos tras décadas de esfuerzo. Por su parte, el crecimiento económico es extremadamente desigual, tanto en los países que crecen rápido como entre los grupos sociales que se benefician de él. Asimismo, la brecha en desarrollo humano, si bien ha disminuido, sigue siendo enorme"…

En el Capítulo 4 del Informe sobre Desarrollo Humano (Desigualdad), se destaca:

Las cosas buenas no siempre vienen juntas

"El desarrollo humano no puede sustentarse en la explotación de algunos grupos por otros o en el mayor acceso a los recursos y el poder por parte de algunos. El desarrollo desigual no es desarrollo humano.

La equidad y el IDH están relacionados sistemáticamente: los países que tienen buen IDH suelen ser más equitativos. Este resultado coincide con las investigaciones que indican cómo la reducción de la desigualdad, tanto en la población en su conjunto como entre géneros y otros grupos sociales, puede mejorar los resultados generales en salud, educación y crecimiento económico.

Al interior de los países, el aumento de la desigualdad de ingreso es la norma: ahora hay más países con un coeficiente de Gini alto que en la década de 1980. Por cada país donde la desigualdad ha disminuido en los últimos 20 a 30 años, aumentó en más de dos.

Para la mayoría de los habitantes del mundo, los componentes más importantes del ingreso son los salarios y las ganancias. Los ingresos provenientes del capital, por el contrario, a menudo se concentran entre los más ricos. La participación relativa de los ingresos del trabajo y del capital es un punto que atañe a cualquier análisis sobre desigualdad. Las investigaciones llevadas a cabo para este Informe arrojan una caída de la participación del trabajo en 65 de 110 países (casi 60%) en las últimas dos décadas, contrariamente a los supuestos relativos a una participación del trabajo estable en el tiempo. Algunos países de gran tamaño, en particular Estados Unidos, la Federación de Rusia e India, han registrado descensos considerables, de hasta 5 puntos porcentuales entre 1990 y 2008, lo que impulsó una caída de 2 puntos porcentuales en la participación mundial promedio del trabajo.

Dichos descensos coinciden con la menor sindicalización y la mayor apertura comercial y financiera en buena parte de los países desarrollados desde 1970. En algunos casos, la caída en la participación de trabajadores sindicalizados frente al total ha sido considerable: de 22% a 8% en Francia y de 63% a 35% en Austria.

Sin embargo, la participación de trabajadores cubiertos por contratos colectivos es mucho más alta: 95% en Francia y 80%-95% en casi toda Europa Occidental, excepto en Alemania (63%) y el Reino Unido (35%).

La desigualdad también surge como fenómeno relevante al examinar la justicia distributiva si se considera al mundo como un todo, una postura tradicional de los Informes. Las proyecciones mundiales de desigualdad de ingresos son, a la vez, contradictorias y polémicas. Una estimación demuestra un descenso considerable en la desigualdad en los ingresos, ya que el coeficiente mundial de Gini pasa de 0,68 a 0,61 entre 1970 y 2006, impulsado principalmente por China. Pero los cálculos aplicados a períodos distintos muestran otras tendencias. Según un estudio, el coeficiente mundial de Gini aumentó desde 1988 y actualmente es de 0,71.

En los países desarrollados, las condiciones desfavorables afectan a algunos grupos de inmigrantes, así como a minorías específicas y a pueblos indígenas. En la Unión Europea, los inmigrantes representan cerca de un octavo de la población en edad laboral y a menudo son contratados para trabajos de bajos salarios que no aprovechan sus aptitudes. Pertenecer a la etnia "equivocada" también puede socavar las perspectivas laborales. Un estudio muestra que el 68% de los postulantes que tenían nombres británicos tradicionales obtenían una entrevista, frente a sólo 39% de los que tenían nombres asociados a grupos étnicos minoritarios. Algunas minorías tienen menos suerte que otras: los afroamericanos en Estados Unidos viven 13 años menos que los asiático-americanos; los nativos americanos de Dakota del Sur tienen una esperanza de vida más corta que la que tenía un ciudadano estadounidense promedio hace más de 50 años…

En el contexto del desarrollo humano, la vulnerabilidad se asocia con la posibilidad de deterioro del desarrollo humano. Los países y los individuos son vulnerables en el sentido que su desarrollo humano está amenazado por diversos riesgos (crisis que afectan a la sociedad como un todo o a determinadas personas).

La integración económica y social ha aumentado la probabilidad de ocurrencia de crisis globales, pero algunas conservan su carácter local.

La vulnerabilidad se relaciona estrechamente con la sostenibilidad. La sostenibilidad implica que las mejoras en el desarrollo humano puedan mantenerse en el tiempo. En 1987, la Comisión Brundtland definió el desarrollo sostenible como "el desarrollo que asegura las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para afrontar sus propias necesidades". Cuando se comprometen las necesidades venideras debido a la forma en que satisfacemos las necesidades del presente, las próximas generaciones quedan expuestas a perder, de manera posiblemente catastrófica, los avances alcanzados en desarrollo humano.

La mayor parte de la población depende de su trabajo para la propia subsistencia y la de su familia. Para muchos, perder el empleo es por excelencia el suceso más importante (además de la muerte) que puede reducir su desarrollo humano. La situación laboral también afecta la sensación subjetiva de bienestar de la población. Cualquier análisis sobre la vulnerabilidad debe, entonces, estudiar detenidamente la inseguridad laboral y las fuentes de inestabilidad económica, de particular importancia ahora que la economía mundial lucha por salir de la recesión más profunda que haya sufrido en decenios y enfrentar la pérdida de millones de empleos.

El aumento brusco del desempleo normalmente obedece a crisis macroeconómicas, ya sean financieras o cambiarias. Tal es el caso de la crisis financiera mundial, que ha generado un marcado incremento de los despidos y el desempleo, sobre todo en países desarrollados y en Europa y Asia Central.

La crisis financiera mundial se precipitó por el estallido de la burbuja de precios del mercado inmobiliario y el derrumbe bancario en Estados Unidos; ésta se propagó rápidamente por el resto del mundo. Se trata de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, al menos en los países desarrollados, y ciertamente no será la última.

El desempleo y la pobreza recrudecieron: 34 millones de individuos perdieron su empleo y 64 millones más cayeron bajo la línea de pobreza de US$ 1,25 diarios. Esto se suma a los entre 160 millones y 200 millones que se convirtieron en pobres a raíz del aumento del precio de los productos básicos en años anteriores. En 2010, la tasa de desempleo rondó la media de 9% en los países desarrollados, alcanzó el 10% en Estados Unidos y se empinó sobre el 20% en España.

La reactivación comenzó en 2009, pero no está de ningún modo garantizada: el riesgo de recesión doble persiste y la plena recuperación podría tardar años.

Las consecuencias de las crisis pueden perdurar incluso después de recuperar el crecimiento, ya que el mercado laboral suele tener rezagos con respecto a la producción cuando ocurre la recuperación. La OIT prevé que 43 millones de individuos que perdieron su empleo durante la crisis financiera mundial hasta 2009 están en riesgo de pasar a ser desempleados de largo plazo. Otros podrían decepcionarse y abandonar completamente el mercado laboral. Puede repetirse el fenómeno observado tras la crisis de Asia Oriental de fines de la década de 1990, cuando los índices de participación en la fuerza laboral nunca se recuperaron.

Los grandes aumentos en los niveles de pobreza son frecuentes en las crisis financieras. La que afectó a Asia Oriental a fines de la década de 1990 dejó a 19 millones de indonesios y a 1,1 millones de tailandeses en la pobreza. La crisis financiera de Argentina en 2001 incrementó los índices de pobreza nacional en 15 puntos porcentuales, mientras que la de 1998 en Ecuador aumentó la pobreza en 13 puntos porcentuales.

El impacto de una crisis en los ingresos depende de la existencia de planes adecuados de desempleo. La preocupación por la seguridad laboral y la pérdida de empleos ha llevado a la mayoría de los gobiernos a abordar el problema, si bien la cobertura y los beneficios son a menudo, parciales e insuficientes. Cuando no hay protección social, quienes pierden el trabajo deben transitar a la economía informal, donde los salarios son más bajos y la vulnerabilidad es mayor.

Los efectos de las crisis en el desarrollo humano van evidentemente más allá de los ingresos y pueden tener mayor duración. Por ejemplo, las familias pobres pueden decidir sacar a sus hijos de la escuela, en desmedro de sus oportunidades futuras. Las crisis también aumentan la mortalidad infantil y la desnutrición; el retraso del crecimiento impone un alto costo cuyas consecuencias perduran en el tiempo.

Otros efectos negativos incluyen el aumento del número de niños de la calle y de las tasas de suicidio y delincuencia, así como el recrudecimiento del maltrato y la violencia doméstica, y también de las tensiones étnicas. Datos recientes sugieren que el aumento del desempleo durará más que la caída en la producción.

Mientras millones han perdido su empleo, otros, como algunos inversionistas, están protegidos por seguros a los depósitos o se benefician con los rescates financieros. Quienes ganan -en términos relativos y en ocasiones absolutos- son generalmente los que tienen más bienes, mejor información y mayor agilidad financiera y, por supuesto, aquellos con influencia.

Al menos para los países desarrollados, fue la peor crisis desde la Gran Depresión"…

Los anteriores, son algunos párrafos sueltos del Informe sobre Desarrollo Humano 2010 (luego en el Anexo se transcribe el Capítulo 4 completo), para que los lectores con poco tiempo puedan descubrir la triste realidad que ciertos números disimulan.

En una "economía onanística" el mundo desarrollado ha sufrido un amplio proceso de "deflación interna". La voracidad insaciable de los "amos del universo" ha provocado una "era de austeridad asimétrica", donde no todos los sueldos son una mierda y ciertas jubilaciones tampoco. En consecuencia la mayoría de la población del mundo desarrollado se ha transformado en los tontos del universo para que los "elegidos" puedan continuar adorando al dios Mammón.

En lo referente a los sueldos de los "elegidos", la "ley de la gravedad de Wall Street" ha vuelto a imponerse con toda su fuerza: lo que baja debe volver a subir.

"En 2010, la remuneración y beneficios totales en los bancos y firmas de valores de Wall Street que cotizan en bolsa batieron un récord de US$ 135.000 millones, según un análisis de The Wall Street Journal. Esto representa un alza de 5,7% frente a los US$ 128.000 millones en remuneraciones y beneficios combinados de las mismas compañías en 2009"… Los sueldos en Wall Street vuelven a la estratósfera (The Wall Street Journal – 3/2/11)

El aumento fue alimentado por un repunte en los ingresos, a medida que la crisis financiera queda en el olvido. En 25 grandes firmas financieras que reportaron sus resultados para todo el año, la facturación subió a US$ 417.000 millones, una nueva marca, aunque el incremento de 1% del año pasado fue apenas una fracción del salto en los ingresos en la industria que se vio entre 2008 y 2009, conforme la banca de inversión y el corretaje volvieron a la vida.

"Las cosas están regresando a donde estaban antes", dijo J. Robert Brown, un profesor de derecho de la Universidad de Denver que estudia la remuneración y los temas de gobierno corporativo.

Los ingresos son un factor clave en las decisiones de remuneración: 25 empresas dedicaron en torno a un tercio de sus ingresos totales a los salarios de sus empleados. Este porcentaje, conocido como ratio salarial, escaló a 32,5% el año pasado frente a 31,1% en 2009. El sueldo promedio por empleado creció 3% a unos US$ 141.000, aunque esta cifra varía ampliamente de compañía a compañía.

"De momento, el mayor bonus de Wall Street ha ido a parar a manos del director de mercados globales de Bank of America Merrill Lynch, Thomas Montag, según consta en los registros de la SEC, el regulador bursátil de Estados Unidos. Y eso en el año en el que se ha batido el récord en primas, según The Wall Street Journal"… Y el mayor bonus para un banquero de inversión es para… (El Confidencial – 4/2/11)

A sus 54 años de edad ha recibido 15 millones de dólares de bonus en 2010, de los cuales 14,3 millones son en acciones y 900.000 dólares en activos especiales convertibles en efectivo el año que viene. Además tiene un salario base que ha pasado de los 50.000 dólares a los 850.000 dólares. Montag ha obtenido más bonus incluso que su jefe. El CEO de Bank of America, Brian Moynihan tuvo un bonus de 9,05 millones de dólares, todo en acciones restringidas, y no ha tenido ningún aumento de su sueldo, en los 950.000 dólares.

Tampoco en "la City" las cosas han ido del todo mal (al menos, para los que no practican "la contención" en la paga de bonus).

"Los bancos del Reino Unido repartirán entre sus directivos primas por un valor aproximado de 6.000 millones de libras -unos 7.110 millones de euros- según el periódico The Sunday Times. La medida contrasta con las palabras del ministro de Economía, George Osborne, que había reclamado contención en la paga de bonus"… La banca dará 7.100 millones en primas en el Reino Unido (Cinco Días – 7/2/11)

Anexo V – Informe sobre Desarrollo Humano 2010 – PNUD

Desigualdad (del Capítulo 4 – Las cosas buenas no siempre vienen juntas)

El desarrollo humano no puede sustentarse en la explotación de algunos grupos por otros o en el mayor acceso a los recursos y el poder por parte de algunos. El desarrollo desigual no es desarrollo humano.

Desde sus inicios, los Informes sobre Desarrollo Humano han tratado ampliamente los temas de la privación y la desigualdad. Los primeros Informes ajustaban la dimensión de los ingresos del IDH por la desigualdad. Los Informes de 1997 y 1998 incluyeron por primera vez los índices de pobreza humana. El Informe de 2005 exploró las desigualdades en el desarrollo humano. Muchos informes nacionales como los de la Federación de Rusia (1998) y Mongolia (2007) analizaron los temas de la pobreza y la desigualdad en el plano local.

La equidad y el IDH están relacionados sistemáticamente: los países que tienen buen IDH suelen ser más equitativos. Este resultado coincide con las investigaciones que indican cómo la reducción de la desigualdad, tanto en la población en su conjunto como entre géneros y otros grupos sociales, puede mejorar los resultados generales en salud, educación y crecimiento económico.

Sin embargo, sigue habiendo una variabilidad considerable en la relación entre IDH y desigualdad, sobre todo en países con niveles de IDH bajo y medio. Por ejemplo, la desigualdad en Namibia es casi tres veces mayor que en Kirguistán, aun cuando ambos países tienen un IDH de 0,642. Además, la correlación de dos variables en un momento dado no garantiza que los avances siempre ocurran en conjunto. De hecho, los datos sobre la dimensión de ingresos -pese a ser más incompletos que los de las demás dimensiones- indican que las desigualdades se han acentuado al interior de los países.

Aumento de la desigualdad de ingresos

Debido a que los ingresos promedio pueden inducir a errores, especialmente al haber un alto grado de desigualdad, la Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi recomendó usar la mediana como indicador de la situación del individuo "típico".

En Estados Unidos, por ejemplo, la media de los ingresos es casi un tercio más alta que la mediana. Esta brecha sigue en aumento, situación que se debate tanto entre los formuladores de políticas como en círculos académicos.

Otros países desarrollados como Italia y Nueva Zelandia tienen brechas similares. Esta diferencia suele ser mayor en los países en desarrollo: más de 50% en Côte d"Ivoire y 60% en Liberia y Zambia.

Sin embargo, la brecha entre la media y la mediana de ingresos no es la mejor manera de medir la desigualdad en el conjunto de la población, ya que no muestra cómo se concentran los ingresos en distintos puntos dentro de la distribución.

Por ello, el indicador más usado es el coeficiente de Gini. Al interior de los países, el aumento de la desigualdad de ingreso es la norma: ahora hay más países con un coeficiente de Gini alto que en la década de 1980. Por cada país donde la desigualdad ha disminuido en los últimos 20 a 30 años, aumentó en más de dos.

El incremento de la desigualdad es más pronunciado en países que pertenecieron a la ex Unión Soviética, donde los coeficientes de Gini siguen siendo relativamente bajos, debido a que comenzaron con una baja desigualdad.

La transición minó las garantías laborales y terminó con el extendido empleo estatal. Antes de la caída del Muro de Berlín, nueve de cada 10 habitantes de los países socialistas eran empleados estatales, en contraste con dos de cada 10 en las economías de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos. Si bien la elite privilegiada (la nomenklatura) a menudo alcanzaba mayor bienestar económico, la diferencia en los ingresos era pequeña.

La desigualdad en el ingreso también se ha profundizado en la mayoría de los países de Asia Oriental y el Pacífico con respecto a algunas décadas atrás. Esto se explica en parte por la creciente brecha entre zonas urbanas y rurales, producto del rápido crecimiento industrial; aunque también han contribuido el bajo ritmo de crecimiento de la agricultura y los retornos crecientes a los mayores niveles de escolaridad.

En las ex economías centralmente planificadas, como China y Viet Nam, las tendencias también reflejan un aumento, al comparar con los niveles observados durante la planificación central. No obstante, Mongolia demuestra que la transición hacia la economía de mercado no siempre tiene que ir acompañada de mayor disparidad del ingreso.

En términos generales, la desigualdad aumentó en África Subsahariana durante la difícil década de 1980, para luego disminuir considerablemente a lo largo del período de crecimiento de fines de la década de 1990 y los años 2000. En América Latina y el Caribe, la elevada desigualdad histórica ha estado vinculada a una desigual distribución de la tierra y la educación, e ingresos más altos para los trabajadores calificados, altas tasas de fecundidad en los hogares más pobres y gasto público regresivo.

Sin embargo, algunos países como Brasil, Ecuador y Paraguay han comenzado a poner freno a la desigualdad con buenos resultados. Desde fines de la década de 1990, las políticas progresivas parecen haber generado un incremento en los salarios de las personas de menor educación, así como de las transferencias, mediante políticas sociales focalizadas. En muchos países desarrollados, la desigualdad en los ingresos antes de impuestos se ha visto compensada por la redistribución estatal.

Para la mayoría de los habitantes del mundo, los componentes más importantes del ingreso son los salarios y las ganancias. Los ingresos provenientes del capital, por el contrario, a menudo se concentran entre los más ricos. La participación relativa de los ingresos del trabajo y del capital es un punto que atañe a cualquier análisis sobre desigualdad. Las investigaciones llevadas a cabo para este Informe arrojan una caída de la participación del trabajo en 65 de 110 países (casi 60%) en las últimas dos décadas, contrariamente a los supuestos relativos a una participación del trabajo estable en el tiempo. Algunos países de gran tamaño, en particular Estados Unidos, la Federación de Rusia e India, han registrado descensos considerables, de hasta 5 puntos porcentuales entre 1990 y 2008, lo que impulsó una caída de 2 puntos porcentuales en la participación mundial promedio del trabajo.

Dichos descensos coinciden con la menor sindicalización y la mayor apertura comercial y financiera en buena parte de los países desarrollados desde 1970. En algunos casos, la caída en la participación de trabajadores sindicalizados frente al total ha sido considerable: de 22% a 8% en Francia y de 63% a 35% en Austria.

Sin embargo, la participación de trabajadores cubiertos por contratos colectivos es mucho más alta: 95% en Francia y 80%–95% en casi toda Europa Occidental, excepto en Alemania (63%) y el Reino Unido (35%).

La desigualdad también surge como fenómeno relevante al examinar la justicia distributiva si se considera al mundo como un todo, una postura tradicional de los Informes. Las proyecciones mundiales de desigualdad de ingresos son, a la vez, contradictorias y polémicas. Una estimación demuestra un descenso considerable en la desigualdad en los ingresos, ya que el coeficiente mundial de Gini pasa de 0,68 a 0,61 entre 1970 y 2006, impulsado principalmente por China. Pero los cálculos aplicados a períodos distintos muestran otras tendencias. Según un estudio, el coeficiente mundial de Gini aumentó desde 1988 y actualmente es de 0,71.

Sin embargo, otros estudios arrojan que la disminución o el aumento de la desigualdad mundial en los ingresos dependen de los distintos métodos de análisis y las series de datos. Es difícil obtener una idea clara a partir de hallazgos tan contradictorios, aunque todos coinciden en un punto fundamental: la desigualdad de ingresos entre la población mundial es muy alta.

Superposición y disparidades sistémicas

Las desigualdades pueden retroalimentarse. Después de todo, las sociedades desiguales -democráticas o no- son sociedades donde el poder está más concentrado en las elites, por lo que no sorprende que sean favorecidas por las instituciones económicas y políticas. Un estudio de actitudes hacia la educación entre elites brasileñas durante la década de 1990 muestra que a menudo éstas eran renuentes a ampliar las oportunidades de educación con el argumento de que los trabajadores educados serían más difíciles de manejar. Por su parte, a los encargados de las políticas del gobierno les preocupaba que una fuerza laboral más cara redujera las ventajas comparativas del país en la producción de bienes intensivos en mano de obra. Tales ideas frenan el desarrollo humano ya que inhiben la inversión en capital humano y en bienes públicos, limitan la redistribución y generan inestabilidad política.

Las privaciones conjuntas se generan cuando la desigualdad en salud y educación coincide con la desigualdad de ingresos, lo que a su vez puede superponerse con la etnia y el género. La mejor calidad de los datos sobre países en desarrollo ha facilitado la comprensión de las privaciones conjuntas, mientras que el análisis de los países desarrollados arroja patrones similares, a pesar de que, en general, hay mayor acceso a servicios públicos.

El acceso a servicios públicos, de acuerdo con la posición que ocupa una persona en la distribución de los ingresos, refleja las múltiples privaciones de los hogares que se ubican en el extremo inferior de la escala. Los datos sobre tendencias de la desigualdad en dimensiones no relacionadas con los ingresos son escasos, pero ofrecen patrones generales indicativos. Un aspecto positivo que se hace patente es que el mayor acceso a educación ha beneficiado sostenidamente a los grupos menos favorecidos. Sin embargo, los hijos de aquellos sectores todavía son más propensos a morir a temprana edad y a tener peor salud y menos educación y acceso a servicios básicos. Además, la calidad de los servicios que pueden costear los pobres, o que brinda el sector público, son de peor calidad que los que están a disposición de los más favorecidos.

En cuanto a la salud, las tendencias son contradictorias. Un estudio de 24 países en desarrollo señala que las brechas en la mortalidad infantil se estaban acentuando entre los extremos de la distribución de la riqueza en 11 países; mientras que sólo tres mostraron mejoras y en el resto no hubo variación. En los países desarrollados, los recientes aumentos en la esperanza de vida han beneficiado a los mayores, los más ricos y los más educados, debido, en parte, al incremento de la eficacia de las intervenciones en atención sanitaria y a conductas más saludables, como fumar menos y hacer más ejercicio.

En general, las brechas en salud entre grupos de ingresos altos y bajos suelen ser grandes, sobre todo en países en desarrollo. La mortalidad infantil, por ejemplo, es mucho más frecuente en los hogares más pobres de todas las regiones. En los Estados Árabes y las regiones de Asia Oriental y el Pacífico y América Latina y el Caribe, la mortalidad infantil casi se duplica en el último quintil de la distribución de ingresos (figura 4.4). En Indonesia y Nicaragua, la mortalidad infantil del quintil inferior es tres veces mayor que la del quintil más rico

Un estudio sobre los datos de encuestas demográficas y de salud de 55 países de todas las regiones con países en desarrollo refleja que sólo dos quintas partes de los niños de hogares pobres han recibido todas las vacunas frente a casi dos tercios de los niños de hogares pertenecientes al extremo superior de la distribución. Otro estudio reciente realizado con datos de 45 países arrojó grandes desigualdades en la atención sanitaria materna e infantil entre los grupos de ingresos y entre las zonas rurales y urbanas. Por ejemplo, en Bolivia y Perú, el quintil más rico tiene acceso prácticamente universal a la atención de un profesional en el parto, mientras que ello sólo está disponible a entre 10% y 15% del quintil más pobre. Alrededor de dos terceras partes de los partos desatendidos fueron de mujeres rurales pobres.

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En la mayoría de los países en desarrollo, las mejoras educacionales han ampliado el acceso a niños que de otra forma no habrían asistido a la escuela, lo que sugiere menor desigualdad a largo plazo. En Egipto, entre 1995 y 2000, la participación escolar aumentó 18 puntos porcentuales entre las niñas del quintil más pobre de la distribución de ingresos y sólo 5 puntos porcentuales entre las niñas del quintil más rico. En cinco años, las ganancias fueron 8 y 4 puntos porcentuales más altas en Nepal y Viet Nam, respectivamente, para los del quintil más bajo en la distribución de ingresos. Esta tendencia hacia menos desigualdad se ve reflejada en el coeficiente de Gini promedio en educación, que bajó de 0,46 en 1960 a 0,31 en 2000, además de mostrar una reducción constante en todas las regiones desde 1970 (pese al estancamiento observado en Asia Oriental y el Pacífico durante la década de 1990).

Para investigar las diferencias entre grupos de ingresos de manera más sistemática, un estudio para este Informe estimó el IDH de los hogares de 15 países. La distribución entre deciles de ingresos muestra el comportamiento esperado: el 10% superior tiene un IDH mucho más alto que el inferior y va desde 20% más en Armenia hasta 160% en Nigeria.

Cuando se calcula el IDH de distintos grupos de la población, surgen algunos patrones claros:

• Los hogares rurales y aquellos con poca educación tienen un IDH sistemáticamente más bajo que sus contrapartes urbanas y con mayor educación. Las diferencias no obedecen simplemente a que la educación sea parte del IDH: los índices de ingreso y esperanza de vida también muestran un sesgo contra las familias de bajo nivel de instrucción.

• Burkina Faso, Etiopía y Senegal son países con IDH promedio bajo, pero además muestran un IDH entre 33% y 40 % más bajo en las zonas rurales que en las urbanas.

• Sorprende, de cierta manera, la ausencia de un patrón distributivo claro entre hogares encabezados por hombres y por mujeres. En algunos países, los resultados son más altos en hogares encabezados por mujeres (Etiopía), mientras que en otros, son los hogares encabezados por hombres los que se encuentran en mejor situación (Egipto).

Este análisis también consideró una comparación internacional entre los IDH de diferentes grupos. En más de la mitad de los países analizados, la diferencia entre los hogares con mejor educación y aquellos sin escolaridad es superior a 50% -y casi 90% en Burkina Faso- brecha que equivaldría a 40 puestos en la clasificación internacional del IDH. Las diferencias son menores en los antiguos países del bloque comunista como Armenia y Kirguistán y mayores en algunos países de América Latina y el Caribe -Bolivia, Nicaragua y Perú- y en África Subsahariana.

Los grupos identificados por ubicación geográfica, etnia, género y otras características a menudo enfrentan condiciones desfavorables sistemáticas que señalan diferencias de oportunidades entre grupos de personas que deberían tener las mismas posibilidades. Esto también se conoce como desigualdades horizontales.

Los ejemplos de grupos desfavorecidos son abundantes. El IDH de los romaníes en Rumania está muy por debajo del promedio nacional y es similar al de Botswana, pese a que Rumania está clasificado casi 50 puestos más arriba que Botswana en el IDH. El ingreso de los romaníes equivale a un tercio del promedio nacional y su tasa de mortalidad infantil es tres veces más alta. En Pakistán, más de 50% de los jóvenes hablantes de baluchi o seraiki tienen menos de cuatro años de escolaridad; mientras que entre los jóvenes hablantes de urdu, este grupo corresponde a sólo 10%. Los pueblos indígenas también van a la zaga en la mayoría de los indicadores de desarrollo humano, incluso en países ricos.

En los países desarrollados, las condiciones desfavorables afectan a algunos grupos de inmigrantes, así como a minorías específicas y a pueblos indígenas. En la Unión Europea, los inmigrantes representan cerca de un octavo de la población en edad laboral y a menudo son contratados para trabajos de bajos salarios que no aprovechan sus aptitudes. Pertenecer a la etnia "equivocada" también puede socavar las perspectivas laborales. Un estudio muestra que el 68% de los postulantes que tenían nombres británicos tradicionales obtenían una entrevista, frente a sólo 39% de los que tenían nombres asociados a grupos étnicos minoritarios. Algunas minorías tienen menos suerte que otras: los afroamericanos en Estados Unidos viven 13 años menos que los asiático-americanos; los nativos americanos de Dakota del Sur tienen una esperanza de vida más corta que la que tenía un ciudadano estadounidense promedio hace más de 50 años…

Vulnerabilidad y sostenibilidad

La palabra vulnerabilidad tiene significados diferentes para distintas personas y además, cambia según el contexto. Vulnerare, la raíz latina de vulnerabilidad, significa "herir" y la asociación conceptual básica entre vulnerabilidad y herida, entendida como un deterioro del bienestar, se mantiene. En el contexto del desarrollo humano, la vulnerabilidad se asocia con la posibilidad de deterioro del desarrollo humano. Los países y los individuos son vulnerables en el sentido que su desarrollo humano está amenazado por diversos riesgos (crisis que afectan a la sociedad como un todo o a determinadas personas).

Las crisis tienen orígenes diversos: crisis económicas, desastres naturales o antropogénicos, enfermedades o accidentes. Sequías, inundaciones y terremotos nos han amenazado desde tiempos inmemoriales -la Epopeya de Gilgamesh, uno de los escritos más antiguos, describe una gran inundación y las consiguientes penurias en la antigua Mesopotamia– y las crisis financieras han sucedido durante siglos.

La integración económica y social ha aumentado la probabilidad de ocurrencia de crisis globales, pero algunas conservan su carácter local. Los riesgos más ubicuos y frecuentes son aquellos que amenazan a individuos y familias. Se ha utilizado una tipología básica para comprender el riesgo y la vulnerabilidad: los que pueden afectar a los individuos, como la pérdida de la vida, el empleo de quien sostiene económicamente a la familia o una discapacidad repentina; los que sobrevienen a las comunidades, como los desastres naturales; y a los países, como las crisis financieras o macroeconómicas.

La vulnerabilidad se relaciona estrechamente con la sostenibilidad. La sostenibilidad implica que las mejoras en el desarrollo humano puedan mantenerse en el tiempo. En 1987, la Comisión Brundtland definió el desarrollo sostenible como "el desarrollo que asegura las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para afrontar sus propias necesidades". Cuando se comprometen las necesidades venideras debido a la forma en que satisfacemos las necesidades del presente, las próximas generaciones quedan expuestas a perder, de manera posiblemente catastrófica, los avances alcanzados en desarrollo humano.

No podemos extendernos sobre la vulnerabilidad y la sostenibilidad; se requiere un trabajo mucho más detallado que proponemos desarrollar en el próximo Informe. La atención en esta sección se limita a dos aspectos de suma importancia -la inseguridad económica y el cambio climático- y cómo han evolucionado recientemente.

Inseguridad y desplome laboral

La mayor parte de la población depende de su trabajo para la propia subsistencia y la de su familia. Para muchos, perder el empleo es por excelencia el suceso más importante (además de la muerte) que puede reducir su desarrollo humano. La situación laboral también afecta la sensación subjetiva de bienestar de la población. Cualquier análisis sobre la vulnerabilidad debe, entonces, estudiar detenidamente la inseguridad laboral y las fuentes de inestabilidad económica, de particular importancia ahora que la economía mundial lucha por salir de la recesión más profunda que haya sufrido en decenios y enfrentar la pérdida de millones de empleos.

La crisis financiera mundial

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