- Objetivos
- Marco Teórico
- Incendios Forestales
- Volcanes
- Tsunamis
- Terremoto
- Ciclones
- Rayos
- Tornados
- Huracanes
- Inundaciones y sequías
- Desastres Notables Del Siglo XX En El Mundo
- Análisis
- Conclusión
- Bibliografía
Las primeras crónicas de desastres datan del siglo XVI y desde ese momento, la forma en que la población y las autoridades han actuado frente a las emergencias ha entrañado una combinación de improvisada generosidad con abusos oportunistas. Ocurría un desastre importante y sus efectos se iban olvidando con el paso de los años hasta que nuevamente la naturaleza mostraba su cara tenebrosa y la gente se veía obligada a sumergirse en la acción, como si las actividades meramente físicas de desenterrar de entre los escombros a muertos y heridos, ayudar a los vecinos a reconstruir y plantar de nuevo los campos, pudieran suavizar en hecho de que seria cuestión de tiempo hasta que la adversidad llamara a la puerta y hubiera que enfrentar un próximo desastre.
La realidad muestra que esta era la manera como se manejaban los desastres en las Américas hasta los primeros años de la década de los setenta. La mayor parte de las veces en socorro se prestó con mucha generosidad y solidaridad, pero adoptando medidas improvisadas y poco coordinadas, con lo que se presentaron problemas de competencia entre sectores y adicionalmente una respuesta internacional de ayuda que no era la más apropiada técnicamente o la mas sensible culturalmente. Esta respuesta o fase de socorro que incluía la rehabilitación y reconstrucción inmediata, cada vez se hizo mas frecuente y mas compleja debido al crecimiento de la población expuesta al riesgo y a la dependencia en aumento de la sociedad respecto a servicios indispensables como agua, electricidad, comunicaciones, carreteras y puertos.
Estas experiencias traumáticas mostraron a los países la necesidad de organizarse con el fin de responder mejor a los diferentes problemas que generalmente acompañan a un desastre, es decir: rescatar a los sobrevivientes, atender a los heridos, apagar los incendios y controlar los escapes de sustancias peligrosas, brindar albergue, agua y alimentación a los damnificados, evacuar a las personas a lugares más seguros, establecer comunicaciones, resguardar la seguridad y el orden público, e identificar y disponer de los cadáveres, entre otros.
Varias catástrofes pusieron de relieve las deficiencias de una respuesta organizada. Asignar toda la responsabilidad a las fuerzas armadas u otro órgano similar, sin inversión previa de recursos y participación del resto de la nación, trae consigo una fase caótica en la que los sobrevivientes enfrentan además de la recepción de la asistencia, a veces contraproducente, de una multitud de organismo e instituciones locales, nacionales e internacionales que actúan, no sólo por mandato, sino también porque por buena voluntad quieren brindar ayuda a los que sufren los efectos del desastre.
La fase de respuesta es compleja, porque además de la gran cantidad de entidades que participan, el problema mayor radica en la toma de decisiones sin medir sus repercusiones. Se complica aún más si se pretende tomar decisiones y dirigir las operaciones sin conocer siquiera su funcionamiento en condiciones normales en lugar de coordinar los esfuerzos de los actores locales.
En todos los tiempos y culturas el ser humano generalmente ha tenido una actitud pasiva y facilista o ignorante frente a las dinámicas del medio ambiente físico. Aún está profundamente arraigado el considerar las manifestaciones violentas de la Naturaleza como designios de Dios o asuntos ineludibles de la Naturaleza misma. Es común que ello se exprese en actitudes fatalistas, de resignación y postración, o simplemente de rechazo frente a un tema en el cual el bienestar o incluso la vida están comprometidas en un futuro incierto.
Planificar con el factor riesgo es, fundamentalmente (y el término mismo lo implica) un proceso de toma de decisiones frente a incertidumbre. Cada vez más, se espera de la Ingeniería un estrecho compromiso entre la búsqueda de mejor calidad de vida, de opciones de desarrollo y de la menor influencia adversa sobre el Medio Ambiente, lo que conduce a la necesidad de entender la complejidad del problema del manejo de riesgos, tratando sus diversas facetas: culturales, históricas, antropológicas, científico-naturales, técnicas, económicas, entre otras.
Gran parte del riesgo asociado a los fenómenos naturales puede atribuirse a problemas de percepción. Así como el riesgo de los fenómenos de evolución rápida (p. ej. sismos) no se percibe bien por su escasa ocurrencia, el riesgo que causan fenómenos de evolución lenta, generalmente no es percibido adecuadamente por esa característica, su lento y poco violento desarrollo. La escasa percepción de riesgos también puede deberse a negaciones individuales y colectivas que, incluso en lapsos de pocos años, pueden borrar de la memoria la ocurrencia de fenómenos amenazantes.
Para aportar a una nueva visión de los fenómenos amenazantes, de la vulnerabilidad de poblaciones y de las obras civiles y, sobre todo, al entendimiento que los desastres no sólo son producidos por eventos de gran magnitud que ocasionalmente afectan extensas regiones y producen ingentes daños, si no que en nuestro medio socioeconómico y cultural hacen parte de la cotidianidad y que, probablemente, están creciendo en frecuencia y en efectos.
Esta información, o la más reciente sobre los centenares de eventos desastrosos, desde los que afectan a individuos y pequeñas comunidades hasta los que producen víctimas fatales, reportados en los últimos meses, serían motivo suficiente para que en la Ingeniería colombiana se pensara más en la responsabilidad que le cabe frente a su interacción con la Sociedad y con la Naturaleza, siempre dinámica y actuante según leyes que a veces se nos olvidan, incluso en el salón de clase.
"Cuando llegue a Curacutín Estaba lloviendo ceniza Por voluntad de los volcanes
Me tuve que mudar a Talca Donde habían crecido tanto Los ríos tranquilos de Maule Que me dormí en una embarcación Y me fui a Valparaíso
En Valparaíso caían Alrededor de mi las casas Y desayune en los escombros De mi perdida biblioteca Entre un Baudelaire sobrevivo Y un Cervantes desmantelado"
Pablo Neruda De "desastres" Del Corazón Amarillo
General
Redactar un documento de fácil entendimiento que refleje claramente la cronología de los desastres y sus efectos sobre los grupos humanos afectados dentro de un contexto global, considerando la función de la Ingeniería Sanitaria en las actividades de recuperación.
Específicos
- Hacer un recuento de algunas de las catástrofes que han ocurrido durante la historia de la humanidad.
- Explicar los conceptos básicos referidos a los desastres.
Definiciones Y Conceptos Básico
Todavía no existe una unificación clara en el manejo del vocabulario y conceptos relativos al problema de riesgos. En el marco de esta monografía se adoptan los siguientes, tratando de ilustrar los alcances de cada uno de ellos:
¿Qué es amenaza?
El término amenaza (en inglés, hazard) se refiere a la probabilidad de la ocurrencia de un fenómeno natural o tecnológico potencialmente peligroso. Generalmente se aplica a los fenómenos de ocurrencia sorpresiva, de evolución rápida y de relativa severidad (o violencia). Sin embargo, en rigor, la peligrosidad de los fenómenos naturales tiene que ser vista en relación con el grado de previsión de los elementos vulnerables y sobre todo, para las obras de infraestructura vital en plazos de tiempo relativamente largos; esto hace recomendable incluir en la categoría de amenazas también algunos fenómenos de evolución lenta (por ejemplo cambios en cursos fluviales y fenómenos de erosión).
Conviene, con la finalidad de orientar eficazmente las medidas de mitigación, distinguir aquellos fenómenos amenazantes que pueden ser híbridos, es decir, causados o incrementados por acción humana, como los deslizamientos y las inundaciones.
Amenazas frecuentes.- Los procesos y fenómenos periódicos y con lapsos de retorno cortos no son, en general, considerados como amenazas. Casi siempre las estrategias de adaptación a fenómenos estaciónales, a las mareas oceánicas, a las inundaciones en llanuras o a las lluvias periódicas, son eficaces. Sin embargo, en ocasiones, la intervención humana sobre el medio ambiente físico desconoce aún estas manifestaciones tan frecuentes; como por ejemplo, cuando se obstruyen, mediante procesos de urbanización, los canales naturales de drenajes permanentes o intermitentes.
Un fenómeno natural puede caracterizarse como amenaza en relación con tres variables que permiten identificarlo como peligroso:
a. Ubicación.
b. Severidad.
c. Recurrencia.
Los literales a y c caracterizan el comportamiento espacio-temporal del fenómeno, mientras que el literal b caracteriza la forma en que se manifiesta.
Cada una de estas variables básicas puede ser reducida a componentes. Esta reducción, generalmente, es necesaria para la evaluación misma de la variable, en función de responder, mediante investigaciones pertinentes, a preguntas como las siguientes:
a. Ubicación: ¿Cuáles son sus fuentes, cuáles sus extensiones, cuáles sus manifestaciones (sus áreas de ocurrencia), cuáles sus zonas de influencia?.
b. Severidad: ¿Cuáles son los tipos de efectos esperables?.
c. Recurrencia: ¿Cuáles son los lapsos de tiempo en que el fenómeno puede ocurrir, con un tamaño e intensidad definidos?.
En la realidad, ante limitaciones fundamentales (conocimiento científico) y circunstanciales (información accesible o disponible), es más o menos difícil caracterizar estas tres variables con la deseable exactitud y resolución. La más difícil de caracterizar es la recurrencia.
La ubicación se puede caracterizar mediante información y registro geológico, arqueológico e histórico, en combinación con características del ambiente físico natural tales como terrenos, topografía, drenajes, huellas de fenómenos anteriores y cercanía de fuentes de amenaza.
La severidad también puede ser evaluada mediante registros naturales y documentales, por extensión y tipo de efectos observables o por comparación con regiones similares.
Pero la recurrencia está sujeta a múltiples limitaciones. Muchos de los fenómenos ocurren en lapsos de tiempo promedio que pueden abarcar desde varias generaciones hasta miles de años, frente a los cuales el conocimiento científico todavía no puede establecer anticipaciones seguras de ocurrencia.
Gran parte del riesgo asociado a los fenómenos naturales puede atribuirse a problemas de percepción. Así como el riesgo de los fenómenos de evolución rápida (p. ej. sismos) no se percibe bien por su escasa ocurrencia, el riesgo que causan fenómenos de evolución lenta, no es percibido adecuadamente por esa característica, su lento y poco violento desarrollo. La menguada percepción de riesgos también puede deberse a negaciones individuales y colectivas que, incluso en pocos años, puede borrar de la memoria colectiva la ocurrencia de fenómenos amenazantes.
Ejemplo típico de esto es el fenómeno El Niño, la anomalía climática global más importante conocida hasta hoy. Sólo después del "Súper Niño" de 1982/1983, cuyos efectos sobre la economía del Perú fueron desastrosos (en donde su impacto es más directo), recibió la atención científica y de los medios que merecía. Aún cuando este Niño también afectó a Colombia, el fenómeno solo llegó a percibirse como grave para el país cuando su ocurrencia, en 1991/1992, lo dejó -entonces dependiente de la energía hidroeléctrica como nunca antes- sumido en una prolongada y muy costosa crisis de racionamiento eléctrico. La falta de previsión en sectores modernos y estratégicos de la economía –pesca industrial en el Perú y generación eléctrica en Colombia- causó pérdidas socio económicas de largo alcance. Colombia, otrora orgullosa de ser el primer país en la utilización de fuentes de energía "limpias" (agua), tuvo que reorientar su política energética, incorporando el diseño y construcción de importantes proyectos de generación de energía a partir de combustibles fósiles .
Este término tiene múltiples connotaciones, dependiendo si se trata de personas, de conjuntos sociales o de obras físicas. En su definición latina significa que puede ser herido o sufrir daño. Según esto, puede definirse como el grado de propensión a sufrir daño por las manifestaciones físicas de un fenómeno de origen natural o causado por el hombre. La vulnerabilidad de una comunidad o de un bien material depende de varios factores, entre los cuales pueden destacarse los siguientes:
- Su grado de exposición a un tipo de amenaza (localizado sobre un terreno inundable o no inundable, corrientes de viento que arrastran substancias contaminantes, suelos blandos que pueden amplificar las ondas sísmicas, sobre (o aledaño) a un terreno que puede deslizarse, etc.).
- El grado de incorporación en la Cultura de la educación y de los conocimientos que permita a los pobladores reconocer las amenazas a las cuales están expuestos. Es decir, el grado de entendimiento sobre los procesos naturales y tecnológicos que pueden afectarlos, como insumo básico para prevenir y mitigar (evitar o disminuir) los efectos de los fenómenos considerados como peligrosos. Es más vulnerable una comunidad que ignora o desafía los procesos del Medio Ambiente en el cual vive, que una consciente de ellos.
- La calidad del diseño y de la construcción de las viviendas y de otras edificaciones, y de la urbanización (por ejemplo la disposición de suficientes espacios libres y de vías amplias); la calidad de los servicios públicos; la calidad de los terrenos sobre los cuales se habita o se construye o la presencia o ausencia de medidas físicas adecuadas de protección.
- El grado de organización de la Sociedad y la capacidad de interacción y de diálogo entre sus diversas instituciones: las de la comunidad, las del Estado, las de las Organizaciones No Gubernamentales, las de las empresas privadas, las de los gremios y las asociaciones profesionales, etc.
- La voluntad política de los dirigentes y de quienes toman decisiones (incluyendo a las organizaciones comunitarias de base), y la capacidad de los equipos de planificación para orientar el desarrollo físico, socioeconómico y cultural, teniendo en cuenta medidas de prevención y de mitigación de riesgos.
- Las capacidades de las instituciones que prestan apoyo en las emergencias, como los sistemas locales de servicios de salud y los organismos de socorro (Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja, Defensa Civil, etc.).
Un desastre es un evento o conjunto de eventos, causados por la Naturaleza (terremotos, sequías, inundaciones, etc.) o por actividades humanas (incendios, accidentes de transporte, etc.), durante el cual hay pérdidas humanas y materiales tales como muertos, heridos, destrucción de bienes, interrupción de procesos socioeconómicos, etc.
– ¿Cuál es la escala espacio-temporal de los desastres?
Los desastres ocurren en una gama amplia de escenarios del territorio y en períodos de tiempo variables. Por ejemplo: un pequeño deslizamiento que afecta a una familia y que puede ocurrir en cosa de pocos minutos; un terremoto que afecta a una gran región, causando muchos daños y que salvo excepciones, no se percibe por más de un minuto; una inundación que dura horas, días o incluso meses, afectando a una comunidad, a una ciudad o a una extensa región; una sequía o déficit de lluvias que conduce a racionamientos de energía y que puede durar meses o años.
Todavía es común que esta palabra se utilice solamente para aquellos fenómenos que generan muchos muertos, heridos y destrucción de bienes materiales. Esta idea parece haber surgido de las agencias y organismos internacionales especializados en el socorro y la asistencia postdesastre, para quienes se trata por ejemplo, de "una perturbación ecológica abrumadora que excede la capacidad de ajuste de la comunidad afectada y, en consecuencia, requiere de asistencia externa" (OPS-OMS, 1994). Sin embargo, una investigación reciente en varios países de América Latina, partiendo de hipótesis tales como que los pequeños y medianos desastres son cada vez más frecuentes por las condiciones crecientes de vulnerabilidad de los pobladores y que tras un gran desastre realmente existen múltiples desastres, dependiendo de cómo sean afectados los diferentes territorios municipales y las diferentes comunidades, ha recopilado y evaluado la ocurrencia de más de 25.000 en un período promedio de 15 años en 9 países de la región de Las Américas (OSSO – LA RED, 1996).
Emergencia. Se denota con ello situaciones en las cuales se requieren operaciones fuera de las actividades normales, para volver a la normalidad. En este sentido, no existe un límite definido entre las emergencias y las situaciones de desastre, aunque estas últimas se diferencian porque en ellas se produjeron pérdidas directas asociadas a un evento.
– ¿Puede hablarse de "desastres naturales"?
No. Hay fenómenos de origen natural (amenazas), que por sí mismos no son desastres. El desastre ocurre cuando el fenómeno encuentra un núcleo social (comunidad, ciudad, región, etc.) al cual las manifestaciones físicas del fenómeno pueden hacerle daño, es decir, cuando ese núcleo es vulnerable.
DESARROLLO
1. Introducción
En el siguiente trabajo hablaré de la problemática ambiental que son los incendios forestales en la Argentina, fenómeno bastante habitual en nuestro país.
Algunos causados por la naturaleza, pero otros por descuidos del hombre, que no se preocupa por este tipo de problemas. Cada año este fenómeno crece y nadie hace nada para evitarlo, si uno ve las cifras de hectáreas perdidas por los incendios a lo largo de la historia, es de no creer.
En lugares como Bariloche, donde los bosques forman un papel preponderante en la vida de la ciudad, se queman miles y miles de hectáreas cada año y sin parecer que a nadie le importe. La mayoría de las veces los crean la naturaleza y siempre es la naturaleza (la lluvia) quien los apaga.
Además de donde se dan los incendios y conque proporción, hablaré de las diferentes formas con que se tratan de apagar los incendios, y así también la forma de evitarlos, porque es mejor evitarlos, y no esperar a que el fuego crezca de una forma incontrolable, (como sucede siempre) y dejar que lo apague la naturaleza.
Para realizar esta investigación se estuvo buscando información de incendios forestales de los últimos años, como así también opinión de la gente que vive cerca de donde se generan estos incendios, mapas aéreos de las zonas afectados, y estadísticas para darnos cuentas si estos hechos están aumentando o disminuyendo con el pasar de los años.
Este trabajo esta realizado con el objetivo de mostrarle a la gente que el problema de los incendios forestales es serio, y no algo que tiene que pasar desapercibido, y para concienciar a la gente y tratar de educarla, así entre todos poder mitigar este problema.
2. Tipos de incendio y sus consecuencias
Existen varias formas en que la vegetación se quema, y cada una con su consecuencia.
Estepa patagónica
Los llamados pastizales corresponden a la estepa patagónica, cubierta en su mayoría por pastos secos como el coirón o el neneo, unos matorrales bajos y semiesféricos. A esto se le suman sauces en los cauces de los arroyos y arbustos espinosos desperdigados por el medio de la nada.
Estos pastos no se queman como usualmente se ven en otras partes del país. Los pastos de la estepa se queman a mucha temperatura y producen mucha llama. Cuando el viento está en calma, se queman lentamente, pero cuando el viento sopla, las llamas son llevadas como la espuma de las olas, haciendo que el fuego avance a una velocidad vertiginosa. Ni siquiera los caminos son capaces de detener el avance d e un fuego con viento.
Cuando el fuego ha pasado, no queda nada sobre y debajo del suelo. Si la combustión fue rápida hay una probabilidad de que las raíces hayan sobrevivido, y la planta vuelve a recuperarse en un lapso de dos o tres años. Si no es así le demandará un poco más de tiempo, pero no más de diez años. El problema es que al no haber vegetación el suelo queda expuesto. El viento hace un trabajo erosionador impresionante.
En días de viento, a muchos kilómetros de distancia se ven las columnas de polvo elevarse en los cerros. Es ese mismo polvo que se junta formando dunas y ayudando a la desertificación de la Patagonia. Cuando llueve, el panorama no es mucho mejor, ya que el agua se lleva gran parte del suelo expuesto, dejando profundos surcos y causando aluviones de barro que cubren lo que quedó intacto.
Bosques
El incendio de bosques, árboles en general, es más complejo. Pero puede ser reducido a dos aspectos básicos: el fuego de copa y el fuego de sotobosque. El fuego de copa es el más peligroso. Es cuando el viento sopla con furia. Todo el follaje del árbol arde al mismo tiempo en una gigantesca llamarada. El calor generado ronda los 600 a 1000 grados, e incluso puede alcanzar los 1500. Serviría para derretir el hierro. Como en un bosque un árbol no se quema solo, el efecto es abrumador. Esta gran masa incandescente eleva tanto la temperatura del aire que genera su propio microclima, absorbiendo aire y expulsando el aire caliente en una turbulencia que tiende a girar sobre si mismo, generando una especie de tornado al revés.
En esta turbulencia son lanzadas ramas y hojas encendidas en lo que es una verdadera lluvia de fuego, que luego encienden más árboles a cientos de metros de distancia. El sonido que produce este tipo de fuego es ensordecedor. Nadie puede dejar de estremecerse ante el fragor de una tormenta de fuego con llamas que alcanzan el centenar de metros de altura. Es este tipo de fuego que merece el título de "incontrolable".
El segundo tipo de fuego es cuando no hay viento. Los árboles se queman lentamente y las llamas consumen las plantas del sotobosque. Es posible caminar con relativa seguridad al lado del fuego. Es aquí donde los brigadistas pueden trabajar en su lucha por cercar, controlar y apagar el fuego. Mientras que en el fuego de copa el viento a veces hace que un árbol queme sus hojas pero no el tronco (lo que en cierta forma es una ventaja, ya que el árbol no muere y en dos años está brotando de nuevo) en el fuego de sotobosque todo se quema lento y a fondo. Incluso las raíces se queman a varios metros bajo el suelo. Pueden estar quemándose semanas antes de apagarse, y hacer que un fuego rebrote en cualquier momento, en cualquier parte.
Consecuencias
El bosque sube más el paso del fuego, porque tiene más que perder que la estepa. La consecuencia más inmediata es la erosión hídrica, cuando el agua se lleva la tierra, y esto es debido a la característica del suelo andino en sí.
A diferencia de lo que muchos piensan, el bosque se sustenta en una capa de tierra medianamente fértil de unos 60 centímetros de espesor. Debajo de eso hay capas de suelo gredoso, arenoso, pedregoso y muchos más, todos inútiles para que algo crezca encima. Normalmente esta delgada capa fértil es sostenida por las raíces de los árboles, pero cuando se queman ya nada sujeta esta tierra y entonces es erosionada por el viento y el agua. El resultado puede ser una tierra yerma sin capacidad de regeneración a corto y mediano plazo. Mientras que en unos pocos años las plantas y arbustos pueden volver a crecer en terreno arrasado, si no hay tierra sobre la que sustentarse la recuperación se hace muy difícil.
La naturaleza no permanece impávida ante el fuego. Tiene sus mecanismos para recuperarse, pero para esto hay que evitar tocarla, dentro de lo posible. En muchos lugares no es necesario hacer nada. La recuperación se inicia apenas pasa el fuego. Pero donde el daño es mayor se puede requerir la intervención humana para reconstruir lo que la misma mano humana ha destruido. Esto hay que tomarlo con pinzas, ya que es más peligroso hacer mal una recuperación que no tocar el lugar.
En 1987 una tormenta eléctrica descargó rayos que iniciaron uno de los incendios más impresionantes en Bariloche. Durante una semana una fina línea de humo brotaba de una ladera, apenas llamando la atención. Turistas y habitantes pidieron que alguien fuera a apagar ese principio de incendio. El cerro está dentro de jurisdicción de Parques Nacionales, por lo que nadie sin su permiso podía hacer nada. La gente de esta organización dijo que el incendio se apagaría solo. Y así fue, días más tarde y luego que miles de hectáreas de bosque ardieran día y noche sin control hasta que la lluvia apagó el fuego. Hoy, trece años después, se ve un cerro con un incipiente bosque que lucha por crecer.
En 1996 tres grandes incendios sobrepasaron a un reducido grupo de bomberos y solo la lluvia terminó con el desastre. Después de esos incendios se creó el Plan Nacional del Manejo del Fuego, dependiente de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, dirigidos por un grupo de personas bajo el dominio de María Julia Alsogaray. Desde ese año los incendios son cada vez más grandes, más destructivos y más cercanos a la ciudad de San Carlos de Bariloche. Año tras año el presupuesto aumenta y año tras año se quema cada vez más naturaleza.
¿Cómo se esta controlando?
Para tratar estos incendios descontrolados están funcionando solo dos helicópteros que portan los llamados helibaldes, que no son otra cosa que bolsas de plástico de 500 litros de capacidad y que tienen una abertura en la base desde la que se lanza el agua.
Desde hace años que se debería estar utilizando hidroaviones. La firma Canadair hace ya varias décadas diseñó un avión especial para incendios forestales. Son caros, pero terriblemente eficientes. El gobierno no quiere comprarlos, argumentan que son muy caros para que funcionen solo tres meses al año y que su efectividad es relativa.
Los hidroaviones no apagan incendios, y es ahí donde se cree que no sirven. Porque el hidroavión moja alrededor del incendio para que el fuego no se propague. En un ambiente seco un poco de humedad hace una diferencia más que notable. Hace poco más de 15 años funcionaron un par de temporadas un par de aviones que trabajaban en cadena, y casi ningún incendio se descontroló.
En un momento dado el gobierno español había ofrecido alquilar sus hidroaviones. Eran entre 15 y 20 aviones que tenían. Durante su invierno, nuestro verano, estos aviones no están funcionando, por lo que creyeron que sería una buena idea traerlos y repartirlos en todo el país, pero otra vez el gobierno no quiso.
El otro problema de los aviones basados en tierra (como el fumigador) es que requieren de una pista de aterrizaje y de un camión tanque que lo rellene con 2 mil litros de agua entre cada vuelo. Ese avión basado en tierra requiere de un camión con agua que bien podría estar ayudando a la gente en tierra a apagar el incendio.
Si bien los aviones hidrantes son de gran ayuda para controlar incendios, las cosas no se arreglan comprando los aviones ni contratando 20 mil bomberos. Los incendios intencionales hay que evitarlos a toda costa. La mayoría de los incendios son apagados por alguna lluvia milagrosa aunque tardía, luego que la devastación tiene lugar. Entre medio están los bomberos que arriesgaron la vida para salvar lo que pueden, porque es su trabajo defender a la gente y al ambiente, el ambiente que algunos se esmeran en destruir.
Salvo los incendios ocasionados por rayos, todo el resto son ocasionados por la mano del hombre. La mayoría en forma intencional. Todos los fuegos descontrolados se inician con una pequeña llama y una débil columna de humo. Todos los incendios que arrasan con todo se pueden controlar a tiempo. No existe un sistema de respuesta rápido, pero se podría hacer. En 1996 tres grandes incendios simultáneos más cientos de focos e incendios menores barrieron con bosques y pastizales. Los dos años siguientes efectivos del BORA (una división especial de la policía rionegrina) patrullaron las zonas más comprometidas con los incendios. En esos dos años hubo menos incendios que en los últimos dos meses.
Estos son los principales incendios de los últimos 12 años.
El (1) es el del cerro Capilla, acaecido en Marzo de 1987. Dantesca imagen el de los coihues cayendo encendidos al lago.
El (2) es el incendio de Catedral de 1996. Se quemaron unas 580 hectáreas.
El (3) fue un incendio ocurrido hace unos 10 años. En aquella ocasión se quemó toda la ladera Este del cerro Carbón. El Club Andino Bariloche convocó a un grupo de voluntarios quienes sobre el filo del Carbón evitaron con éxito que el fuego cruzase al valle del Challhuaco (4).
En 1996 aquello que lograron salvar desapareció casi en su totalidad por el incendio que ocurrió casi en simultáneo con el de Catedral. El cerro Carbón hoy día es un pedazo de estepa.
El (5) fue un incendio ocurrido en la estancia Tequel Malal, sobre la margen Norte del lago y sobre territorio neuquino. Sucedió en 1997 y fue apagado prontamente por un helicóptero Chinook que estaba siendo presentado ese mismo día, lo que hasta el día de hoy genera muchas suspicacias.
El (6) fue el primer incendio de 1999. Se inició en la base del cerro Ventana y en una tarde quemó dos forestaciones y tres casas de un barrio que cruzó casi sin tocarlo. Fue apagado totalmente a fuerza humana, ya que la lluvia llegó un mes más tarde.
El (7) es el llamado incendio de la estancia La Paloma, distante a unos 7 kilómetros del Centro Cívico. Se inició en la periferia de la ciudad y por la acción del viento se escapó a la montaña. Este incendio quemó lo que se salvó del primer incendio del cerro Carbón, lo que estaba recuperándose y un par de forestaciones de la estancia. Fue detenido también por los brigadistas, quienes emplearon un contrafuego (es decir, encender un incendio controlado para cortarle el camino al incendio descontrolado) para evitar que se escapara a otro valle.
Por último tenemos el último incendio de Catedral (8). Siendo intencional, pareciera que decidieron quemar lo que fue salvado en 1996.
En esta zona hubo dos incendios:
El primero ocurrió a principios de Enero de 1999 y afectó unas 103 hectáreas. A fines de Febrero se declaró el incendio principal que nació cerca al primero, lo que hizo suponer que se trataba de un rebrote.
A diferencia de éste, el segundo contó con el viento para propagarse velozmente. En una tarde ya se había extendido por toda la ladera Norte del cerro Falso Granítico y continuaba con su viaje hacia el valle del río Llodconto y el cerro Padre Laguna.
El segundo incendio duró unas tres semanas hasta que pudo ser declarado como extinto. Abarcó un área tan extensa que en un momento dado se calculó que había un bombero forestal por cada 3 hectáreas de incendio, sin contar lo ya quemado y apagado.
La superficie total afectada fue de 4210 hectáreas, contando ambos incendios, una superficie equivalente a la quinta parte de la ciudad de Buenos Aires. La cantidad de árboles perdidos ronda los 2 millones.
Area afectada por el incendio de la Estancia San Ramón.
Se originó por una tormenta eléctrica entre el aeropuerto y el pueblo de Dina Huapi. Al principio el fuego se extendió hacia el norte hasta cruzar el río Limay. Todos los esfuerzos se concentraron en evitar que el fuego alcanzara a Dina Huapi. Un cambio de viento lo frenó y desvió al Este, donde se propagó sin control hasta llegar al río Pichi Leufu donde fue apagado por la lluvia.
El casco de la estancia está a unos 25 Km. al Este de Dina Huapi. El área afectada por este incendio se calcula en unas 22 mil hectáreas (casi la superficie total del ejido municipal de Bariloche o Capital Federal).
Marcado con (1) está el incendio de cerro Villegas, originado unos días antes también por una tormenta eléctrica.
4. Los saldos de los incendios
Cuando un incendio ocurre en un bosque y los que mueren son los árboles, entonces las víctimas las podemos contar por miles y tal vez millones. Un cálculo conservador determina unos 2000 a 3000 árboles en un bosque denso. Si hablamos que en el ‘99 se quemaron 5944 hectáreas de bosque de ñire, ciprés y coihue, entonces se puede decir que murieron unos 15 millones de árboles.
En 1999 hubo muchos incendios grandes. Siete, en total, más que en ningún otro momento histórico de la zona aledaña a Bariloche. Los incendios de estepa (Ran Ramón y Villegas) suman más hectáreas porque el fuego se conduce con mayor velocidad, pero la capacidad de recuperación es mayor.
Introducción
Los volcanes constituyen el único intermedio que pone en comunicación directa la superficie con los niveles profundos de la corteza terrestre; es decir, son el único medio para la observación y el estudio de los materiales líticos de origen magmático, que constituyen aproximadamente el 80 % de la corteza sólida. En la profundidad del Manto terrestre, el magma bajo presión asciende, creando cámaras magmáticas dentro o por debajo de la corteza. Las grietas en las rocas de la corteza proporcionan una salida para la intensa presión, y tiene lugar la erupción. Vapor de agua, humo, gases, cenizas, rocas y lava son lanzados a la atmósfera.
Los volcanes son en esencia aparatos geológicos que establecen una comunicación temporal o permanente entre la parte profunda de la litosfera y la superficie terrestre.
Las partes de un volcán típico son: cámara magmática, chimenea, cráter y cono volcánico.
La cámara magmática es la zona de donde procede la roca fundida o magma, que forma la lava; la chimenea es el canal o conducto por donde asciende la lava; el cráter es la zona por donde los materiales son arrojados al exterior durante la erupción; el cono volcánico está formado por la aglomeración de lavas y productos fragmentados. Con frecuencia, fracturas del cono volcánico o explosiones eruptivas, dan lugar a cráteres adventicios que se abren en los flancos o en su base y cuyas chimeneas secundarias comunican con la principal.
Las manifestaciones de la actividad volcánica, es decir, la salida de productos gaseosos, líquidos y sólidos lanzados por las explosiones, constituyen los paroxismos o erupciones del volcán. Muchos de los volcanes que actualmente existen en la superficie de la Tierra no han dado muestras de actividad eruptiva y por eso se les llama volcanes extinguidos, independientemente de que en algún momento alcancen la actividad.
Otros se hallan hoy, o se han hallado en tiempos históricos no muy lejanos, en actividad, y por eso se les llama volcanes activos. Esa actividad eruptiva es casi siempre intermitente, ya que los períodos de paroxismo alternan con otros de descanso, durante los cuales el volcán parece extinguido (Vesubio, Teide, Teneguía, Fuji, etc.). Existen sin embargo volcanes que son de actividad continua, como el Manua-Loa de las islas Hawai o el Etna en Sicilia.
Productos arrojados por los volcanes
Los materiales que arrojan los volcanes durante las erupciones pueden ser de tres clases:
gaseosos, líquidos y sólidos
Los gases que los volcanes emiten, a veces con extraordinaria violencia, son mezclas complejas cuya composición varía de unos a otros, por las distintas erupciones, e incluso por los distintos períodos de una misma erupción. Los más abundantes son: vapor de agua, dióxido de carbono, nitrógeno, hidrógeno, ácido clorhídrico y cloruros volátiles, gases sulfurosos y sulfhídrico, metano y otros hidrocarburos. Además de por el cráter, los gases se desprenden también de las lavas fundidas y por las grietas del suelo. Si preceden a las erupciones, o son posteriores a ellas, se designan con el nombre de fumarolas.
Los gases expulsados durante las erupciones pueden tener una densidad tal que arrastren cenizas en suspensión, formándose las llamadas nubes ardientes.
Nubes de este tipo debieron producirse en la erupción del Vesubio del año 79 d. de C., que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano.
Los productos líquidos reciben el nombre general de lavas y no son otra cosa que magmas que salen por el cráter y se deslizan por la superficie circundante. Las que son muy fluidas, como las basálticas, al desbordar por el cráter o las fisuras del cono volcánico, se deslizan con facilidad por las vertientes formando a veces verdaderas cascadas (Mauna-Loa) y por la superficie del suelo formando coladas.
La superficie de la corriente de lava en contacto con el aire se enfría con rapidez y con frecuencia forma una costra que aisla el interior, donde la lava puede permanecer fluida mucho tiempo y continuar deslizándose. Al adaptarse la superficie de la lava a esta corriente, forma estrías y ondulaciones o retorcimientos parecidos a una cuerda, de ahí el nombre de lavas cordadas, que los nativos de Hawai llaman Pahoehoe. Cuando el enfriamiento de grandes masas de lava basáltica se desarrollan en regiones subaéreas, se produce una retracción o contracción térmica, que produce una disyunción columnar en prismas, formando columnatas basálticas, tan características como la Calzada de los Gigantes en Irlanda, Castelfullit de la Roca en Gerona, el Cabo de Gata (Almería), Tenerife, etc.
Cuando el enfriamiento es en regiones submarinas, las lavas al ponerse en contacto con el agua se enfrían rápidamente en la superficie, y los núcleos de lava al resbalar por la pendiente se van separando en forma de bolsas globosas o protuberancias, que al superponerse unas sobre otras recuerdan almohadones, de ahí el nombre de lavas almohadilladas o pillow-lavas. Si las lavas son más viscosas, lo que sucede en las de naturaleza andesítica y traquítica, se deslizan con dificultad consolidándose rápidamente y de manera irregular; los gases que se desprenden dan a las superficies un aspecto erizado, rugoso y áspero, lo que les hace difíciles para andar, de ahí el nombre hawaiano de aa o de malpais en Canarias.
En las lavas muy fluidas, al enfriarse la superficie, el interior puede quedar como una cavidad bajo la costra superficial, formando túneles volcánicos. Cuando se desploma parte del techo del túnel volcánico se forman simas que comunican con el exterior, que en Lanzarote se denominan jameos.
Los materiales sólidos, también llamados piroclastos (piros: fuego; clastos: fragmentos), son de proyección. Atendiendo a su tamaño se dividen en: a) bloques y bombas, de tamaño comprendido entre varios centímetros a metros. Si las lavas son muy viscosas al producirse la explosión son lanzadas al aire y su parte externa cristaliza rápidamente permaneciendo su interior fluido, por lo que al caer al suelo se agrietan como corteza de pan, llamándose panes volcánicos. Si las lavas son menos viscosas las bombas adquieren formas de huso al ir girando en su trayectoria. b) lapilli y gredas, de tamaño entre el de un guisante y una nuez, y c) cenizas o polvo volcánico, partículas de menos de 4 mm que debido a su tamaño pueden ser transportadas por el viento a grandes distancias. Cuando en las lavas viscosas se liberan los componentes volátiles, ocasionan una expansión que forma cavidades no comunicadas entre sí, dando el aspecto característico de las pumitas o piedra pómez. La consolidación de estos piroclastos forman las tobas volcánicas y aglomerados.
Tipos de erupciones
Dependiendo de la temperatura de los magmas, de la cantidad de productos volátiles que acompañan a las lavas y de su fluidez (magmas básicos) o viscosidad (magmas ácidos), los tipos de erupciones pueden ser:
Hawaiano
Sus lavas son muy fluidas, sin que tengan lugar desprendimientos gaseosos explosivos; estas lavas se desbordan cuando rebasan el cráter y se deslizan con facilidad, formando verdaderas corrientes a grandes distancias. Algunas partículas de lava, al ser arrastradas por el viento, forman hilos cristalinos que los nativos llaman cabellos de la diosa Pelé (diosa del fuego).
Stromboliano
Recibe el nombre del Stromboli, volcán de las islas Lípari, en el mar Tirreno, al N. de Sicilia. La lava es fluida, con desprendimientos gaseosos abundantes y violentos, con proyecciones de escorias, bombas y lapilli. Debido a que los gases pueden desprenderse con facilidad, no se producen pulverizaciones o cenizas. Cuando la lava rebosa por los bordes del cráter, desciende por sus laderas y barrancos, pero no alcanza tanta extensión como en las erupciones de tipo hawaiano.
Vulcaniano
Toma el nombre del volcán Vulcano en las islas Lípari. En este tipo de volcán se desprenden grandes cantidades de gases de un magma poco fluido que se consolida con rapidez; por ello las explosiones son muy fuertes y pulverizan la lava, produciendo gran cantidad de cenizas que son lanzadas al aire acompañadas de otros materiales fragmentarios. Cuando la lava sale al exterior se consolida rápidamente, pero los gases que se desprenden rompen y resquebrajan su superficie, que por ello resulta áspera y muy irregular, formándose lavas cordadas.
Vesubiano
Se diferencia del vulcaniano en que la presión de los gases es muy fuerte y produce explosiones muy violentas. Forma nubes ardientes que, al enfriarse, producen precipitaciones de cenizas, que pueden llegar a sepultar ciudades, como ocurrió en Pompeya.
Peleano
Entre los volcanes de las Antillas es célebre el de la Montaña Pelada de la isla Martinica por su erupción de 1902, que ocasionó la destrucción de su capital, San Pedro. Su lava es extremadamente viscosa y se consolida con gran rapidez, llegando a tapar por completo el cráter; la enorme presión de los gases, que no encuentran salida, levanta este tapón que se eleva formando una gran aguja. Esto ocurrió el 8 de mayo, cuando las paredes del volcán cedieron a tan enorme empuje, abriéndose un conducto por el que salieron con extraordinaria fuerza los gases acumulados a elevada temperatura y que, mezclados con cenizas, formaron la nube ardiente que alcanzó 28 000 víctimas.
Krakatoano
La explosión volcánica más formidable de las conocidas hasta la fecha fue la del volcán Krakatoa. Originó una tremenda explosión y enormes maremotos. Se cree que este tipo de erupciones son debidas a la entrada en contacto de la lava ascendente con el agua o con rocas mojadas, por ello se denominan erupciones freáticas.
Erupciones submarinas
En los fondos oceánicos se producen erupciones volcánicas cuyas lavas, si llegan a la superficie, pueden formar islas volcánicas. Éstas suelen ser de corta duración en la mayoría de los casos, debido al equilibrio isostático de las lavas al enfriarse y por la erosión marina. Algunas islas actuales como las Cícladas (Grecia), tienen este origen.
Erupciones de cieno
Hay volcanes que ocasionan gran número de víctimas, debido a que sus grandes cráteres están durante el reposo convertidos en lagos o cubiertos de nieve. Al recobrar su actividad, el agua mezclada con cenizas y otros restos, es lanzada formando torrentes y avalanchas de cieno, que destruyen, todo lo que encuentran a su paso. Un ejemplo actual fue la erupción del Nevado de Ruiz (Colombia) el 13 de noviembre de 1985. Nevado es un volcán explosivo, en el que la cumbre del cráter (4 800-5 200 m de altura) estaba recubierta por un casquete de hielo; al ascender la lava se recalentaron las capas de hielo, formando unas coladas de barro que invadieron el valle del río Lagunilla y sepultaron la ciudad de Armero, causando 20 000 muertos y decenas de miles de heridos. Se puede comparar a la catástrofe de la Montaña Pelada.
Erupciones fisurales
Son las que se originan a lo largo de una dislocación de la corteza terrestre, que puede tener varios kilómetros. Las lavas que fluyen a lo largo de la rotura son fluidas y recorren grandes extensiones formando amplias mesetas o traps, con un kilómetro o más de espesor y miles de kilómetros cuadrados de superficie. Ejemplos de vulcanismo fisural es la meseta del Deccan (India).
Morfología de los volcanes
La forma de los aparatos volcánicos depende de la naturaleza de la lava y de los componentes gaseosos, vamos a ver diferentes tipos.
En el vulcanismo puntual, si la lava es muy viscosa (ácida) el cráter queda taponado, con la lava solidificada formando un saliente con aspecto de aguja o pitón. Es característico del vulcanismo peleano. Si la lava es intermedia, alternando las erupciones de lava con la expulsión
Distribución de los volcanes
En la actualidad la tectónica de placas engloba y relaciona todos los fenómenos geológicos entre sí, por ello en un mapamundi se observa que las zonas volcánicas coinciden con las sísmicas. La actividad volcánica y sísmica se desarrolla con gran intensidad en zonas de expansión o extensión de la corteza (dorsales oceánicas: rift oceánico; y rift continental); en las zonas de comprensión o colisión (zonas de subducción) donde se forman las cadenas de montañas recientes; en las fosas oceánicas de los arcos isla; en las cuencas oceánicas (fallas transformantes y puntos calientes) y en las zonas continentales estables.
Hoy en día, de los 500 volcanes activos, sólo un 5 % se mantienen en actividad continua. No se tienen en cuenta las erupciones submarinas que pasan desapercibidos al producirse en las cuencas oceánicas. Geográficamente pueden considerarse en la Tierra cinco zonas de máxima actividad volcánica y sísmica:
Circumpacífica; Mediterránea-asiática; Índica; Atlántica y Africana Circumpacífica
Se denomina también Cinturón de Fuego; se extiende circularmente alrededor de todo el océano Pacífico y las costas de América, Asia y Oceanía, originándose en las cadenas montañosas de los Andes, Montañas Rocosas y en los arcos isla. Aparatos volcánicos actuales se encuentran en Alaska (Katmai), archipiélago de las Aleutianas (más de 30 volcanes activos), península de Kamchatka, islas Kuriles (arcos isla que enlazan las Aleutianas, Japón y Filipinas), en Japón (Asama, el Fuji-Yama símbolo japonés), islas Marianas, Sumatra, Krakatoa, Java; Filipinas, Nueva Guinea, Nuevas Hébridas, Nueva Zelanda y Tonga; Antártida (Bird, Erebus y Terror), Chile, Argentina (Aconcagua, 7 035 m), entre Bolivia y Chile (Guallatiri, 6 000 m), Perú (Misi, 5 825 m), Ecuador (Chimborazo, 6 310 m; Cotopaxi, 5 897 m), Colombia (Nevado del Ruiz, 5 400 m; Tolima, 5 215 m), Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatelama, México (Popocatepetl, 5 452 m; Colima, 3 960 m; Paracutin, 2 743 m; Pico de Orizaba 5 675 m), en Norteamérica, el Santa Elena. Como puntos calientes en la placa Pacífica se encuentran las islas Hawaii (Mauna-Loa, 4 160 m; Mauna-Kea y Kilauea). Mediterráneo-Asiática
Se extiende desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico, en sentido transversal de Oeste a Este.
Volcanes actuales solamente existen en Italia (Etna, Vulcano, Strómboli y Vesubio) y en Grecia; pero zonas de gran sismicidad se extienden desde las zonas Alpinas occidentales hasta las orientales, Béticas, Turquía, Cáucaso, golfo Pérsico, Irán, Asia Central (Himalaya), hasta llegar a Indonesia donde coincide con la Circumpacífica. Índica
Rodea el océano Índico y por Sumatra y Java enlaza con la Circumpacífica. Hay muchas islas y montañas submarinas en la dorsal Índica con vulcanismo activo, como la isla Reunión y las islas Comores en el estrecho de Madagascar. Atlántica
Recorre el océano Atlántico de Norte a Sur, por su zona central. Como vulcanismo más septentrional está la isla de Jan Mayen en el mar de Groenlandia. Estas islas que emergen de la dorsal atlántica son: Islandia (Hekla, Laki, Helgafell); Ascensión, Santa Elena, Tristan da Cunha y Gough; en el Atlántico central las islas Madeira e islas Salvajes. Asociados a fallas transformantes se encuentran los archipiélagos de las Azores y las Canarias (Tenerife – Teide, La Palma – Teneguía).
Africana
En la región oriental, está relacionada con el rift continental que se extiende desde Mozambique a Turquía; como volcanes, destacan: el Kilimanjaro, el Meru, el Kenia y el Niragongo. Entre Etiopía y Somalia se encuentra el nacimiento de un nuevo océano (el triángulo de Afar) con una incipiente dorsal oceánica que separa la placa Africana de la Arábiga. En este área existen muchos Guyots y volcanes como el Erta-Ale. En Etiopía está el Fantalé.
En el África occidental se levanta el Mont Camerún relacionado por fallas con el vulcanismo de las islas de Fernando Póo, Príncipe, Santo Tomé y Annobón
Terremoto o sismo
La corteza terrestre experimenta casi continuamente pequeños e imperceptibles movimientos de trepidación, sólo registrables por aparatos especiales de extraordinaria sensibilidad. Pero a veces, estos movimientos de trepidación, conmoción u oscilación, son más intensos y se manifiestan como sacudidas bruscas, ordinariamente repetidas, que el hombre percibe directamente o por los efectos que producen.
Con el nombre general de sismos o seísmos se designa a todos estos movimientos convulsivos de la corteza terrestre, que se clasifican en microsismos, cuando son imperceptibles; macrosismos, cuando son notados por el hombre y causan daños en enseres y casas, y megasismos, cuando son tan violentos que pueden producir la destrucción de edificios, la ruina de ciudades enteras y gran número de víctimas. Los macrosismos y megasismos son los conocidos con el nombre de terremotos o temblores de tierra. El estudio de los fenómenos sísmicos es el objeto de la Sismología.
El origen del 90 % de los terremotos es tectónico, relacionado con zonas fracturadas o fallas, que dejan sentir sus efectos en zonas extensas.
Otro tipo están originados por erupciones volcánicas y existe un tercer grupo de movimientos sísmicos, los llamados locales, que afectan a una región muy pequeña. Éstos se deben a hundimientos de cavernas, cavidades subterráneas o galerías de minas; trastornos causados por disoluciones de estratos de yeso, sal u otras sustancias, o a deslizamientos de terrenos que reposan sobre capas arcillosas.
Las aguas de los mares son agitadas por los movimientos sísmicos cuando éstos se producen en su fondo o en las costas. A veces sólo se percibe una sacudida, que es notada en las embarcaciones; pero con frecuencia se forma por esta causa una ola gigantesca que se propaga por la superficie con la misma velocidad que la onda de la marea y que al estrellarse en las costas pueden ocasionar grandes desastres.
Estas grandes olas sísmicas se llaman de translación y también tsunamis, nombre con que se las designa en Japón o maremotos.
Un terremoto se origina debido a la energía liberada por el movimiento rápido de dos bloques de la corteza terrestre, uno con respecto al otro. Este movimiento origina ondas teóricamente esféricas ondas sísmicas, que se propagan en todas las direcciones a partir del punto de máximo movimiento, denominado hipocentro o foco, y del punto de la superficie terrestre situado en la vertical del hipocentro a donde llegan las ondas por primera vez, el epicentro.
Desde el hipocentro se generan dos tipos de ondas:
-Ondas primarias, ondas P (por ser las primeras en producirse) o longitudinales, que consisten en vibraciones de oscilación de las partículas sólidas en la dirección de propagación de las ondas. Por producir cambios de volumen en los materiales se les llama también de compresión; son las de mayor velocidad y se propagan en todos los medios.
-Ondas secundarias, ondas S (por ser las segundas en llegar) o transversales, son las que producen una vibración de las partículas en dirección perpendicular a la propagación del movimiento. Pueden vibrar en un plano horizontal o vertical, no alteran el volumen, son más lentas que las ondas P y no se propagan a través de los fluidos. Se conocen con el nombre de ondas de cizalla o distorsión.
La interferencia de estos frentes de ondas con la superficie terrestre origina un tercer tipo de ondas, denominadas superficiales u ondas L. Son más lentas y al viajar por la periferia de la corteza tienen una gran amplitud, siendo las causantes de los mayores desastres. Se distinguen dos tipos: ondas Love, con movimiento perpendicular a la dirección de propagación, llamadas también de torsión, y ondas Rayleigh cuyo movimiento es elíptico con respecto a la dirección de las ondas.
Sismógrafo
Las vibraciones se detectan mediante unos instrumentos llamados sismógrafos. Unos son péndulos verticales de gran peso, que inscriben el movimiento por medio de una aguja o estilete, sobre un papel ahumado. Otros son horizontales y al oscilar por la sacudida sísmica trazan un gráfico con una aguja sobre un papel ahumado arrollado a un tambor o cilindro que gira uniformemente.
El gráfico puede ser también señalado mediante un rayo de luz que incide sobre un papel fotográfico, en el cual van marcados los intervalos de tiempo por horas, minutos y segundos. Otros son péndulos invertidos llamados astáticos, constituidos por una gran masa, que permanece inmóvil, apoyada sobre un vástago. En la actualidad los sismógrafos son electromagnéticos, recogiéndose el registro de los movimientos en cintas magnéticas que se pueden procesar y digitalizar por medio de computadoras. Mediante diversas observaciones y la comparación de datos de diferentes observatorios, se pueden trazar sobre un mapa las líneas isosistas, que unen los puntos en que se ha registrado el fenómeno con la misma intensidad y las homosistas, que unen todos los puntos en que la vibración se aprecia a la misma hora.
En cada observatorio debe haber diferentes tipos de sismógrafos: dos horizontales, orientados según el meridiano y el paralelo del lugar y uno vertical; para que sea posible apreciar todas las particularidades de cualquier movimiento sísmico.
Los sismogramas son las gráficas marcadas por el estilete del sismógrafo, o el rayo luminoso, sobre el papel del tambor giratorio. En un sismograma se pueden diferenciar varias partes según la proximidad o lejanía del epicentro respecto al observatorio.
Fotos de volcanes
Erupciones Volcánicas
Todos los registros sobre erupciones volcánicas en Chile presentan un cuadro más o menos similar, en el cual se consigna la ocurrencia de algunos fenómenos premonitorios como la emanación de humo en un cráter que parecía inactivo o la aparición de un nuevo cráter. Esto puede durar algunos días, semanas e incluso años, hasta que una serie de temblores y ruidos subterráneos preceden a la salida de cenizas y lava, la que escurre entre 5 y 100 km/h, dependiendo del desnivel geográfico, siguiendo habitualmente las quebradas del área y desembocando en cauces de ríos o lagos. La fase eruptiva ha durado desde algunas semanas, hasta cinco o más años.
Los daños en cuanto a vidas humanas, por lo tanto, no han sido tan trágicos como en el caso de los terremotos o tsunamis, ya que la población usualmente alcanza a ponerse a salvo. Dependiendo de la estación en que la erupción ocurra, se pueden producir deshielos acelerados y avalanchas, que son los que han provocado más víctimas que la lava misma.
Los daños materiales, en cambio, suelen ser cuantiosos, tanto en la agricultura como en la ganadería. El ganado puede sufrir una gran mortalidad por no alcanzar a huir de la lava o porque la lluvia de cenizas cubre la tierra, provocando ya sea la asfixia de los animales o su muerte por incapacidad de alimentarse.
Erupciones relevantes
La primera información sobre erupciones volcánicas desde la era post hispánica corresponde a la crónica del Volcán Antuco, llamado volcán Angol por el sacerdote historiador jesuita Diego Rosales ("Historia General del Reino de Chile"), cuya erupción ocurrió en 1624, alertando a la población con sus emanaciones de humo y lava, así como por los temblores que lo acompañaron durante los ocho días que duró el fenómeno.
Los volcanes que registran más episodios de erupción han sido el Llaima (8), el Villarrica (6) y el Antuco (4), seguidos del Peteroa (3), Lonquimay (3) y Calbuco (3). Las crónicas de los siglos XVI y XVII no siempre consignan con certeza el volcán en erupción, por lo que puede haber discordancia en las cifras.
Entre los volcanes cuya erupción provocó víctimas considerables, el primero que resalta es el Huaina Putina, ubicado en Perú, cerca de la frontera chileno-peruana, que el 14 de Febrero de 1600 afectó las ciudades de Arequipa por el norte, hasta Arica. Muchos pequeños pueblos en la senda de la lava fueron destruidos, cobrando muchas víctimas fatales. Se relata que muchos más murieron ya sea suicidándose en la desesperación (colgándose de un árbol o arrojándose al cráter) o como sacrificio para aplacar la furia del volcán (no menos de ochenta habrían sido arrojados al interior del cráter).
El volcán Yate, debido a una avalancha, habría provocado ocho víctimas muertos en un potrero de la desembocadura del Reloncaví, el 14 de Julio de 1896. El volcán Riñinahue, en Abril de 1907, causó también una avalancha al obstruir el río Pupuhuin, provocando un taco que, al ceder, arrasó casas, bosques y ganado en las zonas de Llifén y Riñinahue, causando más de diez muertes.
En Febrero de 1908 el volcán Llaima hizo erupción provocando una avalancha que llegó hasta Lonquimay, matando una mujer. En Abril de 1930, aunque el climax ocurrió en 1932, en una de las erupciones más violentas de que se tenga recuerdo, el volcán Quizapú, ubicado al oriente de Linares, arrojó cenizas que cubrieron desde Rancagua a Chillán. También provocaron daños en la agricultura en Mendoza, e incluso cayó ceniza en lugares tan alejados como Buenos Aires, Montevideo y el sur de Brasil.
Se formó un enorme hongo de humo que oscureció Rancagua y Curicó, obligando a usar el alumbrado público en pleno día. Los ruidos subterráneos fueron sentidos en un radio de 500 km. No se informó de víctimas fatales. En Febrero de 1937, la lava del volcán Llaima llegó hasta un sector denominado Santa María de Llaima, matando a dos personas y provocando grandes daños materiales.
Nuevamente el Llaima, en Marzo de 1945 entró en erupción, dañando numerosos poblados vecinos y provocando una avalancha cerca del lago Colico, matando a ocho personas. 1948 fue el turno del volcán Villarrica. En Abril comenzó a aumentar su actividad, y en Octubre hizo crisis con una gran explosión y con la formación de un enorme hongo, a la vez que millones de toneladas de lava comenzaron a bajar invadiendo las quebradas y llegando a los lagos Villarrica (su nivel subió un metro) y Calafquén. Voipir y Molco Alto, donde residían comunidades indígenas, fueron las más afectadas. El refugio del Sky Club, en los faldeos del volcán, fue totalmente arrasado con dos de sus cuidadoras en su interior. Hubo cerca de 100 víctimas entre muertos y desaparecidos y otros tantos heridos.
Nuevamente el Villarrica, en Marzo de 1964, esta vez de manera violenta, hizo erupción asolando el poblado de Coñaripe. Una avalancha barrió, durante dos horas, casas, hoteles, ganado, sembrados, vehículos y maquinarias de este pueblo de mil habitantes. Sólo dos cadáveres, de las 22 víctimas reportadas, fueron recuperados. Toda la zona de Pucón y Villarrica quedó aislada.
En Agosto de 1971, el Cerro de los Ventisqueros o Cerro Hudson, como era denominado hasta entonces, demostró que era en realidad un volcán y despertó destruyendo el valle Huemules, pequeña localidad de la montaña patagónica de Aisén. Coyhaique, Puerto Aisén, Puerto Cisnes, Balmaceda, Chacabuco, e incluso Comodoro Rivadavia en el lado argentino, fueron invadidos por una espesa nube de cenizas que provocó trastornos oculares y gastrointestinales a la población, además de importantes daños en la agricultura y ganadería.
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