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Análisis del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones entre la U.E. y EE.UU (Parte I) (página 5)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Pese a su importancia, que puede suponer de facto una mutación constitucional desde un punto de vista de la "Constitución económica", no hay previsiones de que se someta a referéndum ciudadano ni en España ni en la Unión Europea.

4. ¿Perdería el Estado otros aspectos de su poder público?

Para el Estado hay dos riesgos esenciales: por un lado el de la difuminación absoluta en el marco del TTIP y la eventual imposibilidad de aplicar políticas distintas a los enunciados neoliberales que laten en el TTIP. Las características de un tratado como éste, dependiente además de la Unión Europea, harían materialmente imposible su modificación en el caso de que nuevas mayorías pidieran su modificación.

En segundo lugar, la privatización de la justicia, al someter todas las discrepancias sobre las inversiones exteriores a procedimientos arbitrales privados. Conviene recordar aquí la demanda que presentó Veolia contra Egipto ante el CIADI, organismo dependiente del Banco Mundial, por la elevación de 31€ el salario mínimo, lo que afecta al equilibrio económico del contrato de basuras de Alejandría.

5. ¿Qué riesgos plantea para la ciudadanía europea?

Los cinco riesgos mayores para la ciudadanía europea serían los siguientes: 1. Pérdida de derechos laborales, ya que EEUU sólo ha suscrito 2 de los 8 Convenios fundamentales de la OIT. 2. Limitación de los derechos de representación colectiva de los trabajadores. 3. Olvido del principio de precaución en materia de estándares técnicos y de normalización industrial. 4. Privatización de servicios públicos, por el establecimiento de una lista reducida de aquellos que no se pueden privatizar. 5. Riesgo de rebaja salarial, teniendo en cuenta el efecto que pudiera tener el NAFTA -y los sueldos más bajos de México– y el eventual acuerdo transasiático.

6. ¿Qué riesgos supone para la ciudadanía estadounidense?

Las cinco amenazas mayores serían las siguientes: 1. Mayor dependencia del petróleo si se consuma la restricción a la utilización de los carburantes menos contaminantes. 2. No etiquetaje de productos modificados transgénicamente. 3. Eliminación de reglas sobre los mercados financieros, más estrictas en la actualidad en EEUU. 4. Eliminación de las evaluaciones independientes de los medicamentos no producidos en los EEUU. 5. Eliminación de las reglas de preferencia nacional en los contratos públicos.

7. ¿Se está negociando algún otro tratado parecido que pudiera ampliar sus efectos?

Sí, existen otros dos tratados que se están negociando en paralelo. Por un lado el Acuerdo para la liberalización de servicios en el marco de la Organización Mundial de Comercio, cuyos aspectos están siendo aún más opacos que los del TTIP. Con ello, se extenderán todos los problemas que se están planteando con la Directiva Bolkestein que tanto rechazo tuvo en la Unión Europea antes de su aprobación en 2006. El segundo sería un tratado equivalente a éste que está negociando EEUU con sus socios asiáticos.

– Críticas de falta de transparencia en el tratado de la UE con EEUU (El País – 17/11/14)

Organizaciones civiles ven con recelo el acuerdo de libre comercio

Las instituciones comunitarias aseguran que el pacto podría crear "400.000 empleos"

(Por María Sosa Troya)

Falta de transparencia es la principal crítica que organizaciones sociales aducen a la hora de referirse a la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, conocida como TTIP (sus siglas en inglés), que la Unión Europea y Estados Unidos negocian desde junio del año pasado. Esta mañana lo han dejado patente los asistentes a un debate organizado en Madrid por la oficina del Parlamento Europeo en España en el que han participado representantes de la Eurocámara y la Comisión. Antonio Fernández-Martos, director general de Comercio Internacional e Inversiones del Ministerio de Economía, ha señalado que se trata de la "prioridad número uno de la política comercial española". Frente a los argumentos de las instituciones comunitarias, que lo ven como una oportunidad y aseguran que podría suponer un aumento del 0,5% del PIB europeo y la creación de 400.000 puestos de trabajo -140.000 de ellos, en España-, las organizaciones han puesto el foco en la opacidad de las negociaciones y han alertado acerca de la pérdida de derechos de los europeos que podría acarrear.

"El acuerdo pretende eliminar aranceles sobre bienes y restricciones sobre servicios, abrir mercados públicos y facilitar las inversiones en ambos sentidos. Debe fomentar el comercio transatlántico, reducir costes y precios y crear crecimiento y empleo en ambos lados del Atlántico". Esta es la explicación oficial de los objetivos que persigue el TTIP. "Se trata de un pacto que podría aportar beneficios por valor de 119.000 millones de euros a la UE y de 95.000 millones de dólares a EEUU", ha resaltado Santiago Fisas, eurodiputado del Partido Popular. "La UE y EEUU ya suman el 60% del PIB mundial. Este tratado es fundamental desde el punto de vista geopolítico, para que Europa recupere un papel de liderazgo", ha indicado Inmaculada Rodríguez-Piñero (del PSOE).

Ambos han sido los dos únicos parlamentarios invitados como ponentes a la mesa redonda, pues son los dos únicos españoles miembros titulares de la comisión de comercio internacional, la encargada de tratar el asunto en la Eurocámara, según ha explicado el director de la oficina del Parlamento Europeo en España, Ignacio Samper. La ausencia de pluralidad política ha sido afeada por varios de los presentes como público en el debate, entre ellos, por una representante de Lola Galán, eurodiputada de Podemos que es suplente en dicha comisión.

"Estamos haciendo esfuerzos para informar del TTIP", ha afirmado en varias ocasiones Jochen Müller, analista político de la Comisión Europea en España, que ha remitido a la página web disponible en la que leer el mandato negociador que el Consejo entregó a la Comisión, que se publicó casi un año después de haber empezado las negociaciones. Florent Marcellesi, portavoz de Equo en la Eurocámara, ha criticado que únicamente siete eurodiputados, uno por cada grupo parlamentario, puedan acceder a los documentos de la negociación en una sala a la que solo pueden entrar con papel y bolígrafo. "Son las normas. Hemos de preservar nuestras cartas frente a EEUU", ha justificado Müller.

El mecanismo de resolución de conflictos entre inversores y Estados ha sido otro de los puntos objeto de críticas. "Este mecanismo no es necesario. En EEUU y en la UE ya existe un sistema jurídico sólido y eficiente", ha defendido Rodríguez-Piñero. Fisas ha indicado que el Partido Popular Europeo aún no ha definido su postura al respecto, aunque ha manifestado que su formación es más bien proclive a la creación de este mecanismo al cual las empresas puedan recurrir para reclamar a los Estados, "sobre todo en casos de expropiaciones y en algún que otro supuesto". Luis Rico, de Ecologistas en Acción, se ha opuesto frontalmente: "En el mejor de los casos, los Estados pueden no perder frente a las compañías. Pero habrán gastado dinero e invertido muchos esfuerzos en estos procesos. Si pierden, pueden estar obligados a afrontar multas millonarias".

Representantes de sindicatos, de asociaciones sanitarias, ecologistas y profesores universitarios han alertado sobre las posibles pérdidas en cuanto a derechos laborales y de protección social y medioambiental. Han criticado, entre otros asuntos, las presiones de EEUU para introducir en Europa alimentos transgénicos, han asegurado que se ha roto el diálogo social -sostienen que la mayoría de los interlocutores en las conversaciones que los negociadores están manteniendo con organizaciones de la sociedad civil son lobbies y grandes corporaciones- y que puede aumentar el precio de los medicamentos. Los representantes de las instituciones comunitarias han insistido en que el TTIP en ningún caso supondrá una reducción de los estándares que han sido alcanzados en Europa.

– "En EEUU aún no hay debate sobre el acuerdo comercial con la UE" (El País – 21/11/14)

"Es la negociación más transparente en la que hemos participado", sostiene el diplomático

(Por María Sosa Troya)

De firmarse, la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, conocida por sus siglas en inglés, TTIP, creará la mayor zona de libre comercio del mundo. Estados Unidos y la Unión Europea negocian desde hace año y medio las bases de este acuerdo, del que poco ha salido a la luz. Anthony L. Gardner (Washington, 1963), embajador de EEUU ante la UE desde el pasado marzo, es el encargado de defender la posición del Gobierno de Barack Obama en sus conversaciones con la Comisión Europea. Tras asistir en Madrid a unas jornadas organizadas por la Fundación Aspen Institute España, reconoce que la preocupación por las consecuencias de este pacto probablemente crecerá en su país a medida que se vayan revelando detalles del mismo.

Pregunta. ¿En qué punto se encuentran las negociaciones?

Respuesta. Estamos en un buen momento, a punto de celebrar la octava ronda de negociación en Bruselas (en febrero próximo). Creo que hemos conseguido mucho. Aún estamos en una fase relativamente temprana. Y tratamos asuntos muy complicados, no solo cuestiones arancelarias, también no arancelarias, relacionadas, por ejemplo, con divergencias regulatorias. Queremos alcanzar un acuerdo ambicioso.

P. En un principio se preveía que las negociaciones finalizaran este año. Ahora se dice que lo harán en 2015. ¿El hecho de que Obama no disponga de la Autoridad de Promoción Comercial (que establece que el Congreso solo puede aprobar o rechazar un acuerdo comercial, pero no introducir enmiendas) está influyendo en la negociación?

R. No lo está haciendo. Ni complica ni ralentiza nuestra capacidad para negociar este acuerdo. Todo parece indicar que las elecciones no tendrán un impacto negativo ni en las negociaciones del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica ni en las del TTIP. Hay una mayoría republicana en el Congreso que quiere promover la Autoridad de Promoción Comercial y los acuerdos de libre comercio. Confío en que la obtengamos en los próximos meses.

P. Hay una gran preocupación en la sociedad europea respecto al mecanismo de resolución de conflictos entre inversores y Estados (ISDS, en sus siglas en inglés). ¿Cuál es la postura de EEUU?

R. Estamos perplejos por cómo el ISDS se ha convertido en un asunto tan politizado en tantos países, sobre todo los germano-parlantes. Este tribunal de arbitraje es una parte importante en un acuerdo de libre comercio ambicioso del siglo XXI. La mayoría de los miembros de la UE comparten nuestra postura. El ISDS estaba incluido en el mandato de negociación que el Consejo entregó a la Comisión Europea. Hay muchas ideas equivocadas respecto al ISDS, como que las empresas normalmente ganan, cuando son los Estados quienes suelen hacerlo. O que el ISDS pretende interferir en los derechos de los Estados a legislar. El ISDS sirve para que el inversor pueda recurrir a él en caso de expropiación, cuando no haya habido un proceso con garantías o cuando no se le haya tratado de forma justa y equitativa. Hay algunas críticas válidas respecto a cómo ha funcionado este mecanismo en el pasado. Hemos incorporado sugerencias para mejorar.

P. Otra de las críticas es la falta de transparencia de las negociaciones.

R. Son las más transparentes en las que EEUU o la UE han participado, en términos de documentos que han sido hechos públicos y de las consultas realizadas antes y después de cada ronda de negociación. ¿Podemos mejorar? Sí. Estamos estudiando cómo hacerlo.

P. El mandato negociador del Consejo a la Comisión tardó más de un año en publicarse.

R. No puedo comentar la decisión del Consejo de permitir a la Comisión publicar el mandato. El contenido estaba disponible al público mucho tiempo antes. Todo el mundo lo conocía.

P. En la UE únicamente siete eurodiputados pueden acceder a la sala en la que se guarda la documentación de la negociación. Y solo pueden portar papel y bolígrafo.

R. Todo lo que puedo decir es que nosotros estamos limitados por lo que entregamos al Congreso. En EEUU hay un gran número de personas autorizadas a conocer nuestra posición en la negociación, dentro y fuera del Congreso.

P. ¿En qué consisten las críticas al TTIP en EEUU?

R. No hemos tenido un verdadero debate acerca del TTIP. La idea de firmar un acuerdo de libre comercio con una región con la que compartimos valores no es controvertida. No creo que se genere un debate respecto al peligro de que se rebajen nuestras normas, por ejemplo. Desafortunadamente, esto sí está ocurriendo en Europa. En EEUU, cuando comencemos a dar detalles de las negociaciones, probablemente aumentará la preocupación. Ahora no veo que exista una oposición seria al TTIP.

P. Para la UE es importante acabar con la discriminación en los concursos de obras públicas en EEUU, algo que establece la legislación Buy American.

R. En primer lugar, es algo que debe decidir el Congreso. En segundo lugar, es incorrecto decir que nuestro mercado de contratación pública es mucho más cerrado que el europeo. Tenemos unos niveles casi idénticos de acceso a contratos públicos. Unos 360.000 millones de dólares en contratos públicos están abiertos a empresas de ambos lados del Atlántico. No en todos los casos, pero sí hay compañías europeas concurriendo en igualdad de oportunidades en concursos públicos en EEUU. La parte europea debería centrar su petición de cambio en áreas que sean esenciales y asequibles en lugar de proponer acabar con esta norma.

P. ¿Existe riesgo de privatización de los servicios públicos en la UE?

R. Los críticos sostienen que el TTIP puede influir de alguna forma en la decisión de los Estados, por ejemplo, respecto al sistema público de salud. No vamos a interferir con la capacidad de los Estados de decidir cómo desarrollar los servicios públicos esenciales.

P. Pero los servicios públicos que ahora mismo son prestados por compañías privadas, ¿podrían ser desarrollados por empresas estadounidenses?

R. Por supuesto. Cualquier tratado de libre comercio aborda la cuestión de la no discriminación.

P. ¿Está EEUU presionando para que Europa levante la mano respecto a los transgénicos?

R. Los organismos genéticamente modificados no tienen nada que ver con este acuerdo. Y la Comisión ha sido muy clara. Nosotros no queremos forzar a los europeos a consumir comida que no quieren comer. Un asunto totalmente diferente es el papel que juega la ciencia en la toma de decisiones a nivel europeo. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria ha dictaminado repetidamente que son seguros. Y son importantes desde un punto de vista económico para las exportaciones de EEUU.

P. ¿Este tratado solo beneficiará a las grandes empresas?

R. No, aunque eso sea lo que se perciba. Este acuerdo beneficiará a las pequeñas y medianas empresas. La mayoría de los beneficios vendrán de la reducción de divergencias en asuntos no arancelarios. Las pymes tienen menos recursos para lidiar con la burocracia que las grandes compañías.

P. ¿Cuándo estará listo el TTIP?

R. El año que viene va a ser importante. Necesitamos evitar fijar plazos. Es el contenido quien tiene que guiar el calendario, y no al revés. No obstante, el próximo año necesitamos mostrar avances.

– "No acordaremos nada que rebaje los estándares europeos" (El País – 3/12/14)

"Queremos acabar con la discriminación de empresas de la UE en EEUU", dice el negociador del Tratado de Libre Comercio con Washington

(Por María Sosa Troya)

Poco después de iniciarse las conversaciones sobre la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión -conocido por sus siglas en inglés, TTIP-, el representante de los intereses europeos, Ignacio García-Bercero (Madrid, 1958), reconoció que no sería un proceso fácil. La Unión Europea y Estados Unidos, dos economías que representan más de la mitad del PIB mundial, llevan año y medio negociando este acuerdo de libre comercio. Tras la toma de posesión de la nueva Comisión, García-Bercero atiende a EL PAÍS por teléfono desde Bruselas. Prefiere no adelantar la fecha en la que el acuerdo podría estar listo, pero indica que el objetivo es lograr el máximo de progresos posibles en 2015 y 2016.

¿Qué avances concretos se han registrado en la negociación?

Ya hemos concluido una primera fase, en la que ambas partes han expuesto sus objetivos. Se están discutiendo más de 20 asuntos. En todos hemos avanzado. Lo más difícil es lo que tenemos aún por delante: reconciliar posiciones y llegar a un acuerdo ambicioso y equilibrado. Aún queda bastante por hacer. Se trata, por ejemplo, de revisar la duplicación innecesaria en temas reglamentarios. La octava ronda se celebrará en febrero en Bruselas, pero antes habrá una reunión (la próxima semana) para asegurar que el nivel político está implicado.

¿Habrá cambios con esta Comisión?

El presidente Juncker y la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, han discrepado sobre el mecanismo de resolución de conflictos entre inversores y Estados.

No, ambos han dicho que ningún tribunal de arbitraje puede interferir con los procesos de jurisdicción nacional. El mandato de negociación que los Estados miembros entregaron a la Comisión deja claro que la inclusión o no de este instrumento en el acuerdo solo puede decidirse en una fase más avanzada de la negociación. EEUU no está dispuesto a prescindir de este mecanismo.

¿Cuál es la postura de la UE?

Que se incluya o no en el acuerdo depende de que se cumplan ciertas condiciones.

¿Cuáles?

Es esencial que los procedimientos en materia de arbitraje sean transparentes y en conformidad con los más altos estándares de los Estados miembros. Cuando se habla de que se pretende establecer jurisdicciones secretas, esto se debe desgraciadamente a algunos de los más de 1.000 acuerdos bilaterales de protección de la inversión en los Estados miembros, que incluyen mecanismos de arbitraje. Pero en todos los acuerdos que ha negociado hasta ahora la UE -con Canadá y Singapur- se prevé la transparencia de los procedimientos arbitrales. Y en el acuerdo con Canadá los estándares están definidos de forma muy precisa para evitar que medidas legislativas perfectamente legítimas sean cuestionadas. De cualquier forma, lo que la Comisión y la UE realmente propondrán sobre este instrumento es una cuestión que está aún abierta porque lanzamos una consulta pública debido a lo sensible del tema. Antes de final de año haremos un informe que se discutirá con los Estados miembros y el Parlamento Europeo. Después diremos cuáles son para nosotros las condiciones aplicables en esta materia.

Una de las críticas al acuerdo es la falta de transparencia. Malmström ha anunciado que los 751 diputados podrán acceder a todos los documentos de la negociación, y que se harán públicas las propuestas formales. ¿A partir de cuándo se producirán ambas cosas?

Nos hemos esforzado por asegurar un máximo de transparencia. Ahora en todos los temas de la negociación la propuesta de la UE será pública. Por supuesto, ciertos asuntos tienen que continuar siendo confidenciales porque debe haber un espacio para que ambas partes vean cómo reconciliar sus posiciones. No puedo dar una fecha, pero se producirá en un espacio de tiempo corto. Y también estamos discutiendo con la Eurocámara cómo definir las modalidades para que los textos que tienen que seguir siendo confidenciales sean en cualquier caso accesibles para todos los eurodiputados.

¿Se conseguirá así reducir la oposición de ciertos sectores sociales al acuerdo?

El hecho de que haya un gran debate sobre política europea es una señal de que existe una democracia activa. No solo la Comisión, sino también los Estados miembros tienen que estar implicados en un debate público para dejar claro qué estamos negociando y qué no. El texto del acuerdo será público mucho antes de que los Estados miembros y el Parlamento Europeo tengan que pronunciarse sobre él. Es cierto que los acuerdos comerciales son muy técnicos y reconozco que hay que hacer un esfuerzo continuo de pedagogía.

Otra de las preocupaciones de los europeos es que se puedan rebajar los estándares de protección.

No habrá nada en esta negociación que implique una rebaja de los estándares de protección en Europa, ya sea en materia de calidad, de protección del consumidor, de protección del medio ambiente, de privacidad o cualquiera de los valores que se encuentran reflejados en la legislación europea. La garantía principal es que cualquier pacto negociado por la Comisión tendrá también que ser acordado por todos los Estados miembros y ser ratificado por el Parlamento Europeo. La Comisión no va a negociar nada que implique una reducción del nivel de protección. Si acaso incluyese algo, no sería jamás aceptable para la Eurocámara.

Para la UE es fundamental que en EEUU se apruebe cuanto antes la Autoridad de Promoción Comercial (autorización por la cual el Congreso puede aprobar o rechazar un acuerdo comercial, pero no incluir enmiendas). ¿Está retrasando las negociaciones?

Hasta ahora el hecho de que no la tengamos no ha sido un problema. Ahora bien, no se puede entrar en la fase decisiva de la negociación, cuando uno tiene que tomar las decisiones en los temas difíciles, sin saber que su contraparte tiene la plena autoridad para llegar a acuerdos definitivos. Nos parecen positivas las señales que estamos recibiendo que indican que se le va a dar prioridad política. Es importante para la UE: quizás uno de los factores que determine el progreso en esta negociación es que el Congreso de EEUU la otorgue cuanto antes.

¿Será la UE más permisiva en cuanto a los transgénicos?

No vamos a negociar ningún cambio en la legislación europea sobre transgénicos. EEUU tampoco nos lo está pidiendo. Donde han mostrado preocupación es en los casos en los que nuestra legislación no está siendo aplicada de forma eficaz por los retrasos en los procedimientos de aprobación.

¿Qué posibilidad hay de que se liberalicen servicios públicos?

La posición de la UE es clarísima: no negociamos al respecto.

¿Y los contratos públicos?

Uno de los objetivos de la UE es que las empresas europeas sean tratadas en EEUU de la misma manera en que las empresas americanas son tratadas en Europa. Aquí los procesos de licitación se hacen sobre una base transparente y no se discrimina a las empresas americanas. En EEUU existe una legislación -Buy American Act- que establece que una empresa debe estar establecida en EEUU y asegurar que un cierto porcentaje del valor del contrato, en algunos casos hasta el 100%, es americano para poder participar en un procedimiento de licitación. Esta legislación discriminatoria es uno de los problemas importantes de la negociación.

¿Qué ocurrirá con los servicios financieros?

Es uno de los puntos complicados. Para la UE sería paradójico que un sector en el cual la cooperación es tan importante se excluyera del TTIP. No se trata de cambiar los niveles de protección, sino de asegurarse de que los reguladores de ambas partes cooperen de buena fe y que examinen la posibilidad de establecer reconocimientos mutuos de equivalencias en el sector financiero, dejando muy claro que al final depende de la decisión de cada regulador. Este es nuestro objetivo, pero de momento la posición americana continúa siendo bastante reticente.

Hay estudios económicos que apuntan que las previsiones de crecimiento de la Comisión Europea tras la firma del acuerdo -119.000 millones de euros en beneficios y 400.000 puestos de trabajo- son demasiado optimistas.

Hay muchísimos estudios económicos. Y no todos arrojan la misma cifra. El que presentó la Comisión antes del lanzamiento de la negociación hablaba de que este pacto supondría un aumento anual en el producto interior bruto de la UE de en torno al 0,5% a partir de los diez años de su aplicación. Parece una cifra realista. Eso no quiere decir que no vaya a tener efectos inmediatos; por ejemplo, si conseguimos que los aranceles americanos, en su gran mayoría, se eliminen desde el primer día. Y lo mismo ocurre con el tema reglamentario. Pero en vez de concentrarse tanto en las grandes cifras, hay que ver cuáles son los temas en los que las condiciones para que las empresas europeas, sobre todo las pequeñas y medianas empresas, exporten al mercado americano van a verse favorecidas con este acuerdo. Se abrirán posibilidades para empresas que ahora ni se plantean exportar a EEUU.

– ATCI: una oportunidad única (El País – 19/12/14)

El acuerdo transatlántico de comercio e inversiones ha dado lugar a muchos comentarios, inquietudes y malentendidos

(Por Miguel Arias Cañete / Cecilia Malmström)

Para muchos de nosotros, el final del año es un buen momento para reflexionar y dirigir nuestra atención hacia lo que vamos a hacer a continuación.

Sin duda, el próximo año traerá grandes retos para Europa, pero también grandes oportunidades, como son las negociaciones que están celebrando la UE y los Estados Unidos sobre un nuevo acuerdo de comercio: la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión o ATCI.

La Comisión Europea tiene la intención de imprimir un aire nuevo a estas negociaciones, porque si lo hacemos como es debido, la ATCI tendrá un efecto positivo para los ciudadanos de toda Europa. Para las empresas, sin duda; especialmente para las más pequeñas, pero también, y no menos importante, para nosotros como individuos, ya sea en el hogar, en el lugar de trabajo, como consumidores o como europeos en un mundo en continuo cambio.

La ATCI ha suscitado un gran interés, pero también malentendidos de muy diversa naturaleza. Por parte de la Comisión Europea, queremos asistir a una conversación honesta y sincera, queremos escuchar atentamente y dejar perfectamente claro lo que queremos lograr con este acuerdo, y lo que no podemos aceptar.

Para ello, necesitamos transparencia. Las negociaciones de la ATCI ya han ido más lejos en este sentido que todas las anteriores. Por parte de la UE, hemos publicado una gran cantidad de material en línea. Hemos creado un grupo específico de expertos independientes para que asesoren a nuestro equipo de negociadores. Hemos mantenido reuniones periódicas con una gran variedad de partes interesadas, como son los consumidores, los grupos medioambientales, los sindicatos y, sí, las empresas, y hemos puesto en marcha cuatro consultas en línea, para tener una idea más clara de lo que la gente quiere de la ATCI, y de lo que no quiere.

Pero todavía no es suficiente; tenemos que abrirnos aún más a un auténtico debate bidireccional y ser más transparentes en cuanto a las propias negociaciones.

Así pues, nuestra primera iniciativa en relación con la ATCI tiene por objeto precisamente eso. A finales de noviembre, la nueva Comisión Europea acordó nuevas medidas de transparencia para la ATCI, en el marco de un conjunto más amplio de esfuerzos destinados a mejorar la transparencia del trabajo de la Comisión.

Una de esas medidas consistirá en publicar un número mayor de propuestas de negociación de la UE para consulta de todos. Se trata de los borradores que hemos entregado a nuestros homólogos estadounidenses. Muestran claramente cómo nos gustaría que estuviera redactado el acuerdo y han servido de base para nuestros debates hasta la fecha.

De este modo, conseguiremos que todos los miembros del Parlamento Europeo -la gente a la que habéis votado para que os represente en Europa- puedan consultar los documentos de negociación de la ATCI, y no solo una pequeña selección de ellos, como ocurre ahora, y saber así lo que está sucediendo en cada momento.

Creemos que esto contribuirá a centrar el debate en hechos, y es la mejor manera de lograr que este acuerdo sea un éxito para Europa. Una vez que nuestros negociadores se hayan puesto de acuerdo en cuanto al borrador final con sus homólogos estadounidenses, serán los miembros del Parlamento Europeo y los Gobiernos elegidos de los veintiocho países de la UE quienes decidan si el acuerdo se hace realidad. Por nuestra parte, seguiremos contando con la participación en el debate de todas las partes interesadas: empresas, consumidores, sindicatos, agrupaciones medioambientales, etc.

Nuestro objetivo es pulir los principales elementos del acuerdo de comercio a lo largo del año que viene, pero, como siempre, el contenido debe prevalecer sobre la rapidez.

Entendemos perfectamente a quienes tienen dudas o inquietudes, a quienes se preocupan profundamente por esta cuestión y a quienes quieren proteger nuestro modelo europeo y nuestros valores.

Eso es también lo que nosotros queremos. Por eso nunca negociaríamos un acuerdo que, por ejemplo, redujese nuestros estrictos niveles de exigencia en materia de seguridad alimentaria, protección de la salud o protección medioambiental, que limitase la libertad de los gobiernos para gestionar servicios públicos, como la sanidad o la educación, exactamente como desean o que permitiese que se comercializaran en el mercado europeo productos que, en la actualidad, no pueden ser comercializados. Nada de esto cambiará con la ATCI.

Cualquier acuerdo que celebremos se ajustará al procedimiento de adopción legislativa que tenemos en Europa. Los legisladores seguirán siendo totalmente independientes y basarán sus decisiones en el principio de precaución, según el cual no se puede comercializar ningún producto hasta que no haya quedado totalmente demostrada su inocuidad.

Ello significa que no se introducirán modificaciones en la manera de tomar decisiones en la UE sobre cuestiones como la utilización de organismos modificados genéticamente (OMG), hormonas de crecimiento o antibióticos en los alimentos. No habrá cambios.

Entonces, ¿para qué sirve? Veamos cuatro ventajas principales:

En primer lugar, al igual que otros acuerdos comerciales que ya están en vigor, la ATCI aumentará las oportunidades de exportación y generará más empleo. En la actualidad, en Europa, las exportaciones ya proporcionan empleo a alrededor de treinta millones de personas, incluidos casi 1,5 millones solo en España, y suelen ser empleos bien remunerados y muy cualificados. No debemos olvidar que el comercio es uno de los pilares de la prosperidad europea.

En segundo lugar, contribuirá a reducir los precios y ampliar la variedad de elección para los consumidores. Al reducir los costes comerciales, las empresas radicadas en la UE que ya importan o exportan podrán repercutir su ahorro en el consumidor.

En tercer lugar, la ATCI beneficiará, en particular, a las pequeñas y medianas empresas (pymes). A diferencia de las empresas más grandes, muchas pymes no pueden dedicar el tiempo o el dinero necesarios a cumplir las leyes y normas de los Estados Unidos que difieren de las de la UE. A menudo, ni siquiera lo intentan, ya que es un esfuerzo que simplemente no pueden permitirse.

Queremos simplificar estas normas y evitar que se dupliquen nuestros procedimientos en la medida de lo posible. Por ejemplo, si una empresa farmacéutica europea desea exportar sus productos a los Estados Unidos, con arreglo a la legislación vigente en ese país los controles en sus fábricas no solo deben llevarlos a cabo inspectores europeos, sino también estadounidenses. Sin duda, tanto su tiempo como su energía estarían mucho mejor invertidos si se destinaran a combatir los riesgos reales para la seguridad de los pacientes.

La mera eliminación de derechos de aduana significaría también mucho para las empresas españolas. Tomemos el ejemplo de las Conservas El Real de Murcia. Esta empresa produce alcachofas y pimientos envasados y ofrece trabajo a 450 personas, con 2 600 empleos suplementarios en actividades conexas. Hace diez años el 95% de las alcachofas y pimientos importados en los Estados Unidos procedían de España. Actualmente solo el 25%. Ello se debe al derecho de importación: mientras que los productos de otros países entran en los Estados Unidos libres de derechos, los envíos españoles están sujetos a un gravamen de casi el 15%. Una vez que se hayan suprimido los derechos, Conservas El Real podrá competir en las mismas condiciones que los demás y recuperar su posición en los Estados Unidos.

En cuarto lugar, la ATCI nos ayudaría a preservar los estrictos niveles de exigencia de la UE, así como nuestro modelo en un mundo incierto. Los europeos están preocupados por los complejos cambios políticos y económicos impulsados por la globalización, y por los conflictos que se dirimen a las puertas de Europa.

Queremos también crear un auténtico mercado transatlántico de la energía. Hoy en día los Estados Unidos apenas venden su petróleo y gas a Europa. La ATCI podría contribuir a eliminar las restricciones y facilitar a Europa la diversificación de su suministro energético.

Si bien el ascenso de las economías emergentes es un gran paso adelante para el mundo, también supone una pérdida de influencia para Europa si esta no mantiene su competitividad. Quedarnos de brazos cruzados no es una opción.

Si reforzamos la colaboración con los Estados Unidos, podemos servir de modelo para otros y promover nuestros valores en materia de comercio, derechos de las personas en el trabajo y protección del medio ambiente.

En la actualidad, Europa afronta retos importantes y la ATCI es una respuesta enérgica a esos retos. Enviaremos una potente señal de que la UE y los Estados Unidos están dispuestos a defender y promover los valores que han conformado su éxito.

No podemos dejar pasar esta oportunidad.

(Miguel Arias Cañete es el comisario europeo de Acción por el Clima y Energía. Cecilia Malmström es la comisaria europea de Comercio)

– Las marcas alemanas exigen la firma del TTIP (elmundo.es – 30/1/15)

Serían las principales beneficiadas por el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos

(Por Sergio Piccione)

A primeros del mes de julio de 2014, Norbert Reithofer, el presidente ejecutivo de BMW, en el acto de homenaje que recibió al haber sido elegido Protagonista del Motor por el diario EL MUNDO, le pidió al ministro de Industria, José Manuel Soria, el apoyo de España para lograr una rápida negociación del Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) entre EEUU y la Unión Europea (UE).

Las cosas no han sido fáciles pues el descubrimiento del espionaje de los servicios de inteligencia de algunos países europeos por parte estadounidense, hizo que se pararan las negociaciones que ahora, por parte de la industria alemana -el país que tuvo una reacción más airada por el espionaje- se quiere agilizar. Como prueba está la reunión que ha tenido lugar en Berlín, armonizada por el presidente de la asociación de fabricantes alemanes Matthias Wismann, en la que han participado los primeros espadas de la industria del automóvil alemana. Allí estuvieron Norbert Reithofer, presidente de BMW; Dieter Zetsche, presidente de Daimler; Bernhard Mattes, presidente de Ford Alemania; Rupert Stadler, presidente de Audi; Matthias Müller, presidente de Porsche; Volkmar Denner, presidente de Bosch; y Ardnt Kirchoff, presidente del grupo del mismo nombre.

Al unísono clamaron por el rápido cierre de la negociación del tratado de Libre Comercio, asegurando que ofrece una oportunidad única de armonizar normas y reglamentaciones técnicas, liberando recursos para invertir en otras partes y en nuevas tecnologías, permitiendo asegurar los empleos e incluso permitir la creación de nuevos puestos de trabajo.

Precisaron que podrían ahorrar unos 5.000 millones de euros anuales en costes si los gobiernos de la Unión Europea y de Estados Unidos logran ponerse de acuerdo.

Hablando en nombre de todos, Dieter Zetsche dijo: "Perdemos dinero, porque necesitamos diferentes retrovisores, luces intermitentes o luces traseras en función de si un coche se vende en EEUU o Europa. O porque tenemos que cumplir con diferentes normas de seguridad, por ejemplo, con las pruebas de choque. En Europa y en EEUU contamos con los requisitos más exigentes del mundo. Sólo nos diferenciamos en cómo se deben aplicar, lo que nos obliga a realizar dos desarrollos diferentes, a comprar dos tipos de piezas y componentes, y a tener que certificar dos veces".

El acuerdo es de gran importancia para las marcas alemanas que son las que tienen grandes intereses en EEUU. Y también interesa a las americanas General Motors, Ford y Chrysler (ahora fusionada con Fiat), cada vez más globalizadas. Pero no despierta la misma ansiedad en el otro lado del Atlántico, donde desean tener seguridades sobre las normas y reglamento europeos antes de hacer una media con los suyos. Lo cierto es que por parte europea se ha aceptado que la Universidad de Michigan los analice.

Además, hay razones ajenas a la industria del automóvil, que previenen contra el acuerdo en Europa, como son los alimentos transgénicos y las carnes tratadas con hormonas que la UE quiere vetar.

– ¿Qué lobbies manejan los hilos del TTIP? (lamarea – 5/2/15)

El tratado de libre comercio (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos sigue forjándose en lo más oscuro de las instituciones de ambos lados del Atlántico. El pasado 2 de febrero comenzaron las octavas jornadas de sus negociaciones en Bruselas, que durarán hasta el 8 del mismo mes. Mientras la opinión pública empieza a ver las orejas del lobby, grupos de presión, think tanks o firmas de abogados y relaciones públicas al servicio del poder privado llevan dos años moviendo en la sombra los hilos de un tratado que afectara a millones de personas.

Durante la preparación de las negociaciones entre finales de 2012 y principios de 2013, el Departamento de Comercio de la Comisión Europea fue presionado por 298 "partes interesadas", de las cuales 269 correspondían al sector privado. Además, el 92% de las reuniones que la Comisión tuvo a puerta cerrada fue con corporaciones de presión empresariales. Esto deja en 26 los encuentros con grupos de interés público y significa que por cada cita con un sindicato o conjunto de consumidores se producían 20 con empresas y federaciones industriales. Así lo denunció el pasado verano el Corporate Europe Observatory. También, que los 25 grupos que más presionaron correspondían a lobbies de la industria.

Agrupadas bajo "organizaciones paraguas", las compañías más poderosas del planeta presionan a los poderes políticos para asegurarse de que sus polémicos intereses no se vean afectados. Desde el ACEA, grupo del sector automovilístico que representa a BMW, Ford, Renault, Volkswagen y otras muchas -cuyas acciones de lobby no han pasado desapercibidas- hasta el CEFIC, el conglomerado de farmacéuticas donde se esconden laboratorios como BASF o Bayer.

Pero sin duda, BusinessEurope (federación de empleadores) y la Mesa Redonda Europea de Industriales son los lobbies más fuertes de la Unión Europea. Esta última fue fundada en 1983 para influir en políticas que favorecieran cada vez más a las grandes empresas transnacionales. Suyos son los éxitos del Mercado Único, las Redes Transeuropeas o algunos aspectos clave del Tratado de Maastricht, donde ya en 1991 dejó sus huellas sobre las bases de lo que sería en el futuro la Unión Económica y Monetaria.

Este grupo de presión industrial, actualmente presidido por el CEO de la compañía de gas francesa Air Liquide, engloba a los magnates de las multinacionales europeas más importantes. Entre sus selectas filas hay cuatro españoles: Cesar Alierta (Telefónica), Pablo Isla (Inditex), Antonio Brufau (Repsol) e Ignacio S. Galán (Iberdrola). A diferencia de la mayoría de grupos de presión en Bruselas, la ERT (por sus siglas en inglés) no hace lobby en detalles legislativos, sino que gracias a su libre acceso a comisarios y parlamentarios centra la influencia en llenar la agenda de la UE con proyectos favorables a la globalización, y por tanto, a las multinacionales.

También en América, compañías que engloban a Apple, Blackberry, Microsfot o IBM presionan con el nombre de Digital Europe para lograr sus fines. Especial mención merece la potente maquinaria americana de lobby que la Cámara de Comercio de EEUU ejerce sobre el TTIP. Sólo en 2014, su gasto en cabildeo ascendió a 124 millones de dólares. En su sede en España (AmCham) hemos podido ver a lo largo del último año a todo el establishment español. Monsanto, McDonald"s o Procter & Gamble son los representados de este gigante americano que también trabaja estrechamente con la ERT en los temas que más interesan a sus miembros, ahora, el Tratado de Libre Comercio.

Pero si hay una industria que se ha esforzado en influir a políticos europeos y americanos, esa es la agroindustrial. De las 560 reuniones con la Dirección General de Comercio que se han llevado a cabo, este sector ha protagonizado 113. Más encuentros que el lobby farmacéutico, médico, financiero y automovilístico juntos. "Se trata de tirar hacia abajo los derechos laborales, ambientales y supeditar la democracia al comercio para abaratar el precio de sus productos y servicios", afirma sobre este sector a La Marea el portavoz de Equo, Florent Marcellesi, desde Bruselas.

Las reuniones secretas de los grupos de presión

El 82% de los encuentros celebradas por la Dirección General de Agricultura son con lobbies agroindustriales de gran alcance, que como Cargill o la Asociación Americana de la Soja poseen documentados antecedentes en la lucha contra la seguridad y sostenibilidad del medioambiente. Desde presionar en contra de los etiquetados de alimentos favorables al consumidor hasta cabildear en contra de la prohibición de pesticidas dañinos con la naturaleza. "El hecho de que la Comisión Europea trabajara de manera tan estrecha con estos agresivos grupos mientras preparaba las negociaciones del TTIP es una buena razón para preocuparse acerca del futuro que le espera a la naturaleza", afirma Marcellesi.

En función del grupo de presión, las políticas del tratado internacional sobre las que se quiere influir varían, pero el objetivo final de todos estos lobbies es la "cooperación normativa". Un concepto de sonido inocente que propone alejar los asuntos más contenciosos del TTIP del examen público, ya que sólo se discutirían una vez firmado el tratado, mediante pactos secretos y acuerdos a puerta cerrada. Los parlamentos nacionales y las instituciones electas no podrán intervenir plenamente, y se limitará peligrosamente el debate público.

Diversas organizaciones contrarias al tratado avisan de que cualquier intento futuro de establecer medidas más sostenibles y favorables a los derechos laborales será desestimado por las multinacionales como una "barrera contra el comercio". Las corporaciones empresariales más fuertes -denuncian- han estado presionando para incorporar este idílico escenario incluso antes de que las negociaciones comenzaran. Así lo muestra la filtración de diversas cartas remitidas a la Comisión Europea por BussinesEurope o US Chamber of Commerce (Cámara de Comercio de EEUU).

Otro problema que destacan los opositores del TTIP es que muchos lobbies ni siquiera están inscritos en el registro de transparencia europea, concretamente, más del 30% de los sectores privados que han presionado a la Dirección General de Comercio durante el inicio de las negociaciones: 94 empresas, entre las que encontramos nombres como Walmart, Walt Disney, General Motors o France Telecom.

Un caso concreto de esta opacidad es el que ha llevado a varias organizaciones a presentar una denuncia contra Goldman Sachs. En el Registro de Transparencia Europea, el gasto en representación ante instituciones europeas que esta compañía declara es de 50.000 euros, una cantidad muy baja teniendo en cuenta que en Estados Unidos refleja una inversión en este aspecto 58 veces mayor. Las ONG denunciantes también alegan que el importe que se declara en este registro no cuadra con el que reflejan las firmas de relaciones públicas que le prestan servicio, ya que estas afirman haber recibido pagos de Goldman Sachs por un valor de más de 450.000 euros, una cantidad 9 veces superior a la que el banco de inversión dice gastar en lobby.

Filtraciones que delatan a las multinacionales

A la falta de conocimiento sobre quiénes se reúnen con los políticos europeos se suman las continuas filtraciones sobre oscuras demandas que los grupos de presión realizan. Los ejemplos van desde los documentos que ha publicado Filtra.la o Wikileaks, hasta el informe presentado por el Centro de Derecho Ambiental Internacional (CIEL) y ClientEarth, que muestra cómo una propuesta secreta de los lobbies químicos podría dañar la legislación protectora de productos tóxicos.

También, el hecho de no reflejar los temas que se tratan durante las reuniones entre lobbistas y políticos preocupa a las organizaciones de la sociedad civil. Durante el periodo inicial de negociaciones, sólo 5 de los 298 grupos indicaban los temas que se trataban en las reuniones.

Todo esto sucede mientras la Comisión Europea afirma que no hay "ningún secreto". Las organizaciones, de nuevo, denuncian que no sólo hay un interés por no publicar la lista de reuniones con los lobbistas, sino que cuando son exigidas se envían con meses de retraso y con amplios signos de censura. Un ejemplo es la petición de información que Corporate Europe Observatory envió en abril de 2013 para obtener una visión general de los contactos que la Comisión había mantenido con la industria durante los preparativos del TTIP. Los documentos llegaron 14 meses después de la presentación de la solicitud (si bien el derecho de la UE requiere una respuesta en un plazo de 15 días laborables) y además, en los informes la Comisión había blanqueado o ennegrecido partes comprometidas. "Si la Comisión Europea se tomara en serio el cabildeo y la transparencia publicaría las listas de todas las reuniones con los grupos de presión en su sitio web", critican desde el CEO.

La inexistencia de un debate público acerca del TTIP

En España pocos han sido los medios privados que han informado sobre el Tratado. De hecho, El Mundo sólo recoge en su hemeroteca 18 noticias relacionadas con el TTIP durante los dos años de negociación. En El País, durante los últimos dos meses sólo hay cuatro referencias: dos son cartas al director y otras dos son tribunas abiertas que reflejan las voces de sus partidarios, una de ellas la firman Miguel Arias Cañete, comisario europeo de Acción por el Clima y Energía, y Cecilia Malmström, comisaria europea de Comercio.

La falta de conocimiento de la opinión pública nacional sobre las consecuencias de este polémico tratado, a pesar de las campañas de organizaciones contrarias a este, quedó en evidencia cuando la Comisión realizó una consulta sobre el criticado mecanismo de arbitraje entre Estados e Inversores (llamado ISDS). De las 150.000 respuestas ciudadanas recibidas, sólo el 2 por ciento venían de España.

"Cuanto más se informa al público de lo que está en juego con el TTIP, más impopular se vuelve el acuerdo, porque la gente entiende que tiene mucho que perder", afirman desde el Corporate Europe Obsevatory en relación a la falta de información que hay en los medios sobre las consecuencias negativas de este tratado. Quizá sea por ello por lo que la Comisión Europea elaboró una estrategia de comunicación para "comunicar de manera adecuada" las ventajas del Tratado. En un documento filtrado se refleja el contexto del TTIP, los retos principales de su comunicación, así como los mensajes y objetivos sobre los que debe de girar el discurso de las partes interesadas en su firma.

Como afirma el Premio Nobel Paul Krugman en el New York Times. "Hay razones para apoyar este Tratado y razones para oponerse a él. Pero cuando la Cámara de Comercio de Estados Unidos hace de un acuerdo muy complicado su gran prioridad, y ofrece falsedades para justificarlo, deberíamos sospechar de que hay asuntos perversos ocultos en la letra pequeña".

– El Europarlamento pedirá a la Comisión que negocie de nuevo el tratado con EEUU (Vozpópuli – 8/3/15)

Un documento en discusión en el Parlamento Europeo fija límites a la negociación con EEUU para un tratado de libre comercio y le advierte de que los servicios básicos no se tocan.

Un documento elaborado en el Parlamento Europeo y al que Vozpópuli ha tenido acceso advierte contra el secretismo con el que se están realizando las negociaciones entre la Comisión Europea que negocia los tratados de libre comercio con Estados Unidos y Canadá y avisa de que ese carácter secreto "en el pasado ha dado lugar a deficiencias en términos de control democrático del proceso de negociación". El Europarlamento va a pedir a la Comisión, entre otras cosas, que no se toquen los "servicios conflictivos" y esenciales de utilidad pública, tales como el agua, la sanidad, la seguridad social y la educación. Es decir, que no se privaticen, tal y como parece exigir Estados Unidos a puerta cerrada.

Este documento, titulado "Recomendaciones del Parlamento Europeo a la Comisión relativas a las negociaciones de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (ATCI)", aunque en fase de "proyecto de informe" en tanto no se apruebe por el Parlamento, es importantísimo, porque el legislativo fija a la Comisión límites a sus negociaciones con Estados Unidos y le recuerda explícitamente que cualquier tratado que afecte a Europa tiene que ser aprobado por esta Cámara. Es decir, que no le garantiza el voto afirmativo al texto final si sigue con su política de secretismo y huye de las recomendaciones que este documento contiene.

Es más, el documento advierte que el Parlamento Europeo "tiene derecho a expresar su posición sobre el acuerdo en cualquier fase de las negociaciones" y dice claramente lo siguiente: "El informe del Parlamento debería contribuir a un nuevo comienzo de las negociaciones, ahora que ya se ha formado la nueva Comisión y después de las elecciones a mitad de mandato en los Estados Unidos". Es decir, que le dice a la Comisión que es mejor no correr y empezar de nuevo las negociaciones, pero respetando determinados principios. Hay que decir que la Comisión Europea y Estados Unidos mantienen negociaciones en secreto desde hace más de año y medio.

Otro de los puntos más importantes del documento del Europarlamento es el relativo a garantizar los servicios públicos que tienen que ver con pensiones, sanidad o educación, las tres enormes áreas en las que las grandes empresas europeas y norteamericanas quieren meter la mano. El documento hace al respecto la siguiente "recomendación":

•"(vi) garantizar una disociación adecuada de servicios conflictivos como los servicios públicos y los servicios esenciales de utilidad pública (agua, salud, sistemas de seguridad social y educación), que conceda a las autoridades nacionales y locales margen de maniobra suficiente para legislar en favor del interés público; una declaración conjunta que refleje el compromiso claro de las partes negociantes de excluir estos sectores de las negociaciones resultaría muy útil en este sentido".

Este párrafo es de extraordinaria importancia y repercusión, porque los borradores conocidos hasta ahora de las negociaciones del TTIP (por sus siglas en inglés) apuestan por la vía del intento de privatización de esos servicios públicos, que mueven ingentes cantidades de dinero del sector público y que quiere captar el sector privado.

En ese sentido, el documento advierte a la Comisión Europea en uno de sus párrafos lo siguiente:

•"Dadas las muchas voces críticas de la opinión pública europea y ante la debilidad de la aceptación pública del acuerdo en negociación, el Parlamento seguirá presionando para alcanzar el más alto nivel posible de transparencia y garantizará que se adopte sólo un buen acuerdo, un acuerdo que respete los valores europeos, estimule el crecimiento sostenible y contribuya al bienestar de todos los ciudadanos".

Entre los puntos más importantes del documento figura el combinar las negociaciones de acceso a los mercados en relación con los servicios financieros con la convergencia de los reglamentos financieros a fin de respaldar las actividades de cooperación en marcha en otros foros internacionales, como el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea. Se trata de que haya un control exhaustivo que imposibilite o al menos dificulte una crisis financiera como la que hemos vivido.

También se exigen compromisos sobre protección de datos; protección del sector audiovisual y servicios culturales; se tenga en cuenta "el enorme interés por parte de las empresas europeas en la obtención de acceso a los contratos públicos en los EEUU", o garantizar que el capítulo de cooperación normativa promueva un entorno económico favorable a la competencia a través de la facilitación del comercio y la inversión, "al tiempo que se desarrolla y garantiza un elevado nivel de protección en materia de sanidad y seguridad, laboral, de los consumidores, a la legislación medioambiental y la diversidad cultural que existen en la UE".

Otros puntos están referidos a respetar los sistemas de reglamentación establecidos a ambos lados del Atlántico, así como el papel del Parlamento Europeo en el proceso de toma de decisiones de la UE, o "garantizar que el capítulo de desarrollo sostenible tiene como objetivo la ratificación, aplicación y cumplimiento plenos y eficaces de los ocho convenios fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de su contenido, el Programa de Trabajo Decente de la OIT y los acuerdos internacionales fundamentales en materia de medio ambiente".

La opinión de los que saben… (supuestamente)

edu.red

– ¿Una mala apuesta comercial de Europa? (Project Syndicate – 11/7/13)

Paris.- El inicio de negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos -que recibió el nombre oficial de Alianza Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP por su sigla en inglés)- marca un punto de inflexión fundamental para la UE y el comercio mundial. También consolida el alejamiento de ambas partes de la política de comercio multilateral en los últimos años. Puede que sea la decisión apropiada para Estados Unidos, pero podría implicar un problema serio para Europa.

En los últimos 50 años, la UE, que representa apenas el 7% de la población global, ha logrado mantener una posición comercial excepcionalmente fuerte, a pesar del ascenso de mercados emergentes como China. De modo que, si bien Estados Unidos y Japón vieron caer sus respectivas participaciones en las exportaciones globales, la cuota de la UE se mantuvo estable, en aproximadamente el 20%.

De hecho, el poder comercial de la UE contrasta marcadamente con la percepción de una Europa debilitada. Más importante aún, para lograrlo, Europa no hizo más que invertir fuertemente en un sistema comercial multilateral a través del GATT y luego de la Organización Mundial de Comercio.

Y, sin embargo, si bien la UE le debe mucho al sistema de comercio multilateral, desde 2006 también se inclinó por el bilateralismo, logrando sus mayores éxitos con los acuerdos de libre comercio con América Latina y Corea del Sur. Un acuerdo con Canadá hoy es factible (aunque las negociaciones bilaterales con la India parecen haberse estancado, probablemente porque los indios no creen que un acuerdo de libre comercio los vaya a ayudar mucho).

Oficialmente, la UE considera que una estrategia comercial bilateral es perfectamente compatible con un retorno al multilateralismo. Pero los hechos lo contradicen.

En primer lugar, es evidente que el bilateralismo está creciendo y que el multilateralismo se desvanece. Desde 2008, cuando colapsó la Ronda Doha de conversaciones de libre comercio global de la OMC, los europeos demostraron ser incapaces de volver a traer a Estados Unidos, China y la India a la mesa de negociaciones multilaterales. Más importante aún, dejaron de intentarlo, evidentemente. Esto se refleja en la reticencia de la UE a presionar a los mercados emergentes a ser parte del Acuerdo sobre Contratación Pública multilateral de la OMC, como si hubiera aceptado que esta cuestión sólo se puede resolver bilateralmente.

Es más, desde 2008, la política comercial de Estados Unidos deliberadamente abandonó el multilateralismo con la intención de contener a China mediante una estrategia dual: la Alianza Transpacífica (TPP) y la TTIP. La razón para este cambio es simple: Estados Unidos ya no tiene el poder para fijar las reglas del sistema de comercio global, pero se considera lo suficientemente fuerte como para sortearlas.

La UE en parte comparte aquí el objetivo estratégico de Estados Unidos, porque también tiene quejas contra las potencias emergentes en términos de acceso al mercado, cumplimiento de los derechos de propiedad intelectual, acceso a la contratación pública y subsidios a las compañías estatales. Pero Europa debe evitar una alineación con este nuevo foco comercial de Estados Unidos, de por sí estrecho, por varios motivos.

Primero, Europa no tiene una estrategia asiática o un equivalente de la TPP. Está claro que un acuerdo entre la UE y Japón sería muy beneficioso para Europa y reduciría las ventajas de Estados Unidos en Asia. Pero si Estados Unidos cierra la TPP antes de que los europeos sellen un acuerdo con Japón, el poder de negociación del gobierno japonés frente a la UE automáticamente aumentaría. En este sentido, tanto para Estados Unidos como para Europa, un acuerdo con Japón sería la medida clave del éxito o el fracaso del bilateralismo.

Segundo, y más importante, Estados Unidos es una potencia político-militar además de ser una potencia económica. En consecuencia, el cálculo comercial de sus socios siempre estará influenciado por consideraciones estratégicas, que no gravitan cuando tratan con Europa.

Esto es especialmente relevante con respecto a China. Estados Unidos muy claramente quiere frenar a China elevando los estándares comerciales globales. Pero, si consideraciones geopolíticas más amplias llevaran a estos dos países a un acuerdo, Europa podría salir perjudicada.

Algo similar sucedió durante la conferencia sobre cambio climático en Copenhague en 2009, donde Estados Unidos y China decidieron oponerse a un acuerdo global integral, dejando claramente de lado a Europa. De la misma manera, Estados Unidos no tiene ningún interés real en revitalizar las negociaciones de comercio multilaterales, porque el bilateralismo es mucho más efectivo a la hora de obtener concesiones de las potencias emergentes.

Europa no tiene ni los mismos intereses geopolíticos que Estados Unidos ni, más importante, los mismos recursos, lo que implica que está mucho más interesado en que se revitalice el comercio multilateral. De hecho, la proliferación de acuerdos bilaterales, con sus propios mecanismos para resolver las diferencias, inevitablemente debilitarán el mecanismo de resolución de conflictos de la OMC, minando aún más el multilateralismo.

La necesidad de revivir el multilateralismo cobra mayor importancia si se considera que las negociaciones entre la UE y Estados Unidos probablemente sean difíciles y prolongadas, debido sobre todo a la resistencia de los reguladores europeos y norteamericanos. Los reguladores europeos ya han decidido ajustar las condiciones para autorizar organismos genéticamente modificados, como para demostrarles a los negociadores comerciales de Estados Unidos que no se apartarán fácilmente de las posiciones en las que se sienten cómodos.

Ahora que se han lanzado oficialmente las conversaciones de la TTIP, Europa debe intentar obtener los mejores términos posibles. Sobre todo, la UE debe aceptar que el comercio global es un juego político despiadado, que se rige según una regla primordial: mantener todas las opciones abiertas en todo momento.

(Zaki Laïdi is Professor of International Relations at L'Institut d"études politiques de Paris (Sciences Po). His most recent book is Le reflux de l'Europe)

– El comercio transatlántico se torna global (Project Syndicate – 16/7/13)

Stanford.- Han comenzado las negociaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea para el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (ATCI), que puede convertirse en el mayor acuerdo de libre comercio regional de la historia. En caso de tener éxito, abarcaría más del 40 % del PBI mundial y representaría una gran parte del comercio y la inversión directa extranjera del mundo. EEUU y la UE han fijado una ambiciosa meta: completar las negociaciones a fines de 2014. Históricamente, sin embargo, la concreción de la mayoría de los acuerdos comerciales ha requerido mucho más tiempo.

La escala del ATCI es enorme. Con el ingreso de Croacia a principios de julio, la UE incluye ahora 28 estados miembros, cada uno con su conjunto particular de intereses especiales, que presionan en favor o en contra del comercio según sus ventajas comparativas, su historia y su poder político local.

Además, el alcance deseado del acuerdo es vasto y eso complica aún más el proceso. La ATCI eliminaría todos los aranceles comerciales y reduciría las barreras no arancelarias, incluidas las agrícolas; ampliaría el acceso a los mercados en el comercio de servicios; lograría la armonización regulatoria; fortalecería la protección de la propiedad intelectual; restringiría los subsidios a empresas estatales; y más. Todo esto garantiza negociaciones difíciles; de hecho, Francia ya ha exigido y recibido una "excepción cultural" para el cine y la televisión.

La ampliación del comercio mejora los ingresos, en promedio, en todos los países que participan. Los economistas estiman que el libre comercio mundial, favorecido por varias rondas exitosas de negociaciones multilaterales (la más reciente ha sido la Ronda Uruguay, que culminó en el establecimiento de la Organización Mundial del Comercio), ha impulsado sustancialmente el ingreso mundial.

Los acuerdos regionales de libre comercio (ALC), como la ATCI, tienen el mismo efecto, pero algunos de los beneficios pueden generarse a expensas de otros socios comerciales. En cada país, a pesar de las ganancias netas, también hay algunos perdedores. La mejor forma de ocuparse de las preocupaciones económicas, políticas y humanitarias que surgen de los acuerdos comerciales es mediante reglas de transición, apoyo temporal al ingreso y capacitación, no a través de barreras proteccionistas.

Los beneficios de estos pactos provienen de diversos factores, el más importante de ellos es la ventaja comparativa: los países se especializan en producir los bienes y servicios en los que son relativamente más eficientes, y los intercambian por otros. Las economías de escala y otros factores también son importantes.

A medida que se reduce la liberalización del comercio, también lo hacen los beneficios -más que proporcionalmente. Las estimaciones de los beneficios anuales que proporcionaría la implementación completa de la ATCI son de $160 mil millones para la UE y $128 mil millones para EEUU. El primer ministro británico, David Cameron, predice la creación de dos millones de nuevos puestos de trabajo. Y un impulso no inflacionario al crecimiento de una economía mundial debilitada sería especialmente oportuno.

Pero el diablo está en los detalles. Los aranceles ya son modestos en general, así que los beneficios de una mayor reducción también lo serían. Es fundamental eliminar las barreras no arancelarias, como las normas y restricciones localizadas que no se basan en preocupaciones científicamente legítimas sobre la seguridad o la salud, a pesar de la presión política para mantenerlas o aumentarlas. Limitar el alcance del comercio y la inversión que cubre la ATCI reduciría de igual manera los beneficios.

Las negociaciones comerciales se tornan entonces amplias y profundas, o estrechas y limitadas. El TLCAN, por ejemplo, siguió el primero de esos caminos y aumentó en gran medida el comercio entre EEUU, Canadá y México. Su imitador, el SAFTA (Tratado de Libre Comercio del Sur de Asia), avanzó lentamente en la reducción de los aranceles y la lista de exclusiones, por lo que India firmó ALC bilaterales con Bangladesh y Sri Lanka.

La ATCI se está dividiendo en 15 grupos de trabajo específicos. Si bien las negociaciones son nuevas, las cuestiones que separan a ambas partes son de larga data y ampliamente conocidas. Una de las más difíciles es la limitación de la UE a las importaciones de alimentos genéticamente modificados, que presenta un gran problema para la agricultura estadounidense. Otra es la regulación financiera, para la cual los bancos estadounidenses prefieren las reglas europeas al marco más acotado a que deben ajustarse en casa (como los mayores requisitos de capital para los grandes bancos, recientemente propuestos por los reguladores financieros estadounidenses).

Hay muchos otros desacuerdos importantes que se interponen a un acuerdo integral. Por ejemplo, las empresas farmacéuticas estadounidenses gozan de una mayor protección para la propiedad intelectual en su país que en la UE. El entretenimiento será cada vez más polémico por la distribución en línea de películas. Y la anacrónica Ley Jones de 1920 exige que las cargas transportadas entre puertos estadounidenses solo sean enviadas en barcos de ese país (recuerden la confusión sobre la posibilidad de que barcos extranjeros ayudaran durante el derrame de petróleo de BP en el Golfo). Las normas de seguridad y restricciones sobre el control extranjero de empresas en industrias sensibles también son temas adicionales de disputa.

La ATCI no afecta solo a EEUU y la UE. México ya tiene un ALC con la UE y Canadá está negociando uno. En algún punto, el TLCAN y la ATCI tendrán que ser armonizados.

Mientras tanto, los restantes países del mundo -que representan más de la mitad del PBI y el grueso del comercio y la IED mundiales- se preguntan cómo afectará la ATCI a cada uno de ellos. Una posibilidad, sugerida por quien fue mi colega, la exrepresentante de Comercio de Estados Unidos, Carla Hills, es que una ATCI exitosa implicaría un significativo impulso para reavivar la moribunda Ronda de Doha de negociaciones para el libre comercio mundial. La Ronda Uruguay recibió un impulso similar poco después de la firma del TLCAN.

Todos, en todas partes, están interesados por los avances de las negociaciones para la ATCI y en cómo los afectará en última instancia. Para tomar un ejemplo simple, normas más razonables en la UE sobre las importaciones de productos agrícolas estadounidenses genéticamente modificados, si se traducen con un adecuado y cuidadoso control a África, podrían implicar un tremendo impulso para la agricultura de ese continente. El fracaso de los avances sobre este tema en las negociaciones para la ATCI casi seguramente bloquearía los alimentos genéticamente modificados en África.

Cuestiones similares surgen en un sector tras otro y una regulación tras otra. Podemos esperar, pero de ninguna manera garantizar, que los detalles que se acuerden al finalizar las negociaciones para la ATCI justifiquen el entusiasmo de sus inicios.

(Michael J. Boskin is Professor of Economics at Stanford University and Senior Fellow at the Hoover Institution. He was Chairman of George H. W. Bush"s Council of Economic Advisers from 1989 to 1993, and headed the so-called Boskin Commission, a congressional advisory body that highlighted errors in …)

– Carrera de obstáculos en el Atlántico Norte (elcato.org – 25/7/13)

(Por Pedro Schwartz)

En su Discurso sobre el Estado de la Unión del pasado febrero, el presidente Obama dio carácter oficial a una iniciativa debatida desde hacía tiempo entre los defensores del libre comercio: crear un área sin barreras en el Atlántico Norte para el intercambio de bienes, servicios y capitales. La llamó Transatlantic Trade and Investment Partnership with the European Union (TTIP). Para Obama, se trata de "forjar una alianza económica con Europa tan fuerte como nuestra alianza militar y política". Es una gran idea que ha despertado el entusiasmo de las autoridades europeas, pero que se enfrenta con grandes obstáculos muy difíciles de superar. A ello se añade que el presidente de EEUU ve un posible acuerdo con Europa como una marca o recordatorio de su mandato: por ello, ha fijado un plazo brevísimo para conseguirlo. ¿Será capaz de conseguir la firma de un pacto significativo nada menos que para octubre de 2014? En todo caso, las negociaciones entre Dan Mullaney, por parte de EEUU, e Ignacio García Bermejo, por la europea, se pusieron en marcha el 8 de julio pasado: la celeridad está a la orden del día.

La relación económica entre EEUU y Europa ya es profunda y productiva. Se calcula que cada día se intercambian bienes y servicios por valor de 2.100 millones de euros, lo equivalente a un tercio del comercio mundial diario. En 2011, los países de la UE dirigieron a EEUU el 17% de todas sus exportaciones de bienes y el 24% de las de servicios; e importaron de la gran República Americana el 11% y el 17%, respectivamente. La importancia que prestan las empresas europeas a su presencia en EEUU puede juzgarse por el hecho de que los individuos y las empresas europeas tienen a su haber el 62,7% de todas las inversiones extranjeras directas (es decir, excluidas las financieras) en EEUU; y el empleo directo total creado por filiales europeas y estadounidenses en el "otro lado del charco" supone nada menos que 13 millones de personas.

Prosperidad

Sobre esta base, el esfuerzo de liberación buscado con tal Iniciativa resultaría en una multiplicación extraordinaria de la prosperidad en Europa y EEUU. En un Informe de 2011 del Centro de Relaciones Transatlánticas (CTR) se cifra el aumento del comercio tras acordar un "arancel 0" en un 18% anual para la UE y un 17% para EEUU. Si además de esa reducción de los aranceles se consiguiera una convergencia en los sistemas y criterios de regulación de ambos partenaires, las exportaciones de la UE podrían crecer un 2,1% más y las de EEUU un 6,1%. Una cifra aún más llamativa de ese estudio es la mejora permanente de los ingresos de los hogares europeos y estadounidenses traídos por la liberación: a lo largo de su vida de trabajo, los hogares europeos podrían ingresar unos 14.000 euros más año tras año y los de EEUU unos 8.400 euros. Además, si los negociadores consiguen evitar la trampa de excluir el resto del mundo de tal Iniciativa, el efecto positivo ser extendería por todo el mundo.

Las dificultades para conseguir la liberación de los intercambios y la convergencia de las regulaciones son grandes, sin embargo. Así, en el terreno agrícola, la opinión europea se opone decididamente a la importación de carne de ganados engordados con antibióticos, así como al consumo de productos vegetales genéticamente mejorados, como la soja o maíz transgénicos.

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