Fintech: los gigantes tecnológicos amenazan a la banca (Silicon Valley vs. Wall Street) (página 6)
Enviado por Ricardo Lomoro
Cada vez es más frecuente que se hable del "trabajo gratis" como uno de los grandes males que afectan al mercado laboral. Estudiantes escandalizados porque sus prácticas no van a ser remuneradas, profesionales autónomos que sonríen cuando un familiar les pide "un favorcito" -por lo general, renunciar a su fuente de ingresos– y padres santiguándose por tener que seguir pagando el piso a sus hijos mientras estos esperan que sus "encarguillos" terminen proporcionando algún rédito.
Está claro que cada vez es más frecuente que se produzcan estas injustas relaciones laborales, pero también que no se trata de nada nuevo -antes otras formas de "trabajo gratis" estaban aceptadas- y que no toda esta labor es exactamente igual. Como señala una interesante investigación publicada en "Media, Culture & Society", la frecuente cultura de trabajar sin cobrar tiene su origen en la expansión de la economía digital contemporánea. Trabajando gratis: las siete maneras en que nos dejamos explotar (a veces sin saberlo) (El Confidencial – 23/3/16)
En ella, señalan los autores, y a pesar de los mensajes generalmente positivos sobre la revolución tecnológica, el proceso de creación de valor es mucho más complejo e inmaterial, y por ello, es más fácil que surjan resquicios por los que se cuelen estas fórmulas. Términos como "playbor" (de mezcla de "juego" y "trabajo") o "fan labor" ("trabajo de fan") han sido acuñados para poner de manifiesto que en sectores como los medios de comunicación o las industrias del entretenimiento muchas personas pueden encontrar "satisfacción personal y compañía", pero también, "explotación económica". El dinero no es la única recompensa.
Los viejos términos utilizados por Marx en referencia al trabajo, el valor de uso y el valor de cambio, resultan mucho más complicados de aplicar cuando los principales activos de una compañía son inmateriales, como el conocimiento, la marca o la flexibilidad, lo que ha provocado que la cadena de creación de valor haya cambiado para siempre. Con el objetivo de entender un poco mejor cómo funciona esta dinámica, los autores de la Universidad de Karlstad en Suecia (Karin Fast, Henrik Örnebring y Michael Karlsson) han establecido siete categorías que nos ayudan a entender un poco mejor la naturaleza de este "trabajo gratis".
El aprendiz
Durante siglos, los adolescentes (o niños) que se asomaban al mundo de trabajo pasaban un período más o menos largo de aprendizaje en el que descubrían los rudimentos de su labor, una fórmula tan común que provocaba que estos conformasen gran parte de la fuerza de trabajo. Nadie dudaba, por aquel entonces, que era la fórmula lógica, puesto que el joven aún no era capaz de producir al nivel de los maestros.
La situación, no obstante, ha cambiado. Aún hay aprendices como los de antes, que actualmente consideran su fase de preparación (la beca o las prácticas de turno) como una oportunidad para entrar en la rueda laboral. Si lo hacen bien, se quedarán, y confían en ser lo suficientemente buenos para conseguirlo. De ahí que autores como Kuehn y Corrigan hayan llamado a estas becas como "hope labor" ("trabajo de esperanza")
Ahí es donde se encuentra la trampa, señalan los autores: "Este trabajo de esperanza es desempeñado gratis o por un sueldo bajo en relación al valor creado, como ocurre con el becario que quiere un puesto permanente o un empleado que pretende ascender echando horas extras". Paradójicamente, si el becario no es capaz de crear un alto valor (por el que nunca va a ser recompensado en consecuencia), no podrá quedarse en la empresa en la que se encuentra. Por lo tanto, señalan los autores, "el riesgo es asumido por el aprendiz y no por el empleador, que puede elegir entre una amplia competencia". ¿Qué salen ganando los jóvenes? En el corto plazo, una pequeña autorrealización ("¡estoy trabajando!") y, a la larga, quizá un puesto en la empresa. Quizá.
El buscador de oro
Durante el siglo XIX estalló en California la conocida como fiebre de oro, que movilizó a miles de personas a la Costa Oeste, en busca de un golpe de suerte con el que llenarse los bolsillos y retirarse para siempre. Hoy en día hay otros buscadores de oro, que "invierten grandes cantidades de tiempo sin que se les garantice ninguna recompensa, que probablemente sean explotados, pero que pueden encontrar una perla tan grande que nunca tendrán que volver a trabajar".
Como ocurre con el aprendiz, ambos trabajan a cambio de nada. Pero mientras que aquel cruza los dedos por un pequeño beneficio (encontrar trabajo), este se lo juega todo a cambio de mucho. Es muy probable que el buscador de oro fracase. Pero si triunfa, ¡ay, si triunfa!, en ese caso "su recompensa será potencialmente mucho más alta que la del aprendiz". ¿Cuáles son los buscadores de oro de hoy en día? Los directores de cine independiente, por ejemplo, que "a menudo tienen que llevar a cabo un montón de trabajo gratis simplemente para tener una oportunidad de triunfar". Para los autores, no hay duda de que se trata de una fórmula cada vez más común, puesto que "hay menos posiciones permanentes que ocupar en la industria de los medios de comunicación y una mayor competencia por los mismos".
El "hobbist"
Dejo este término sin traducirlo por "aficionado" porque no son exactamente lo mismo. Los que trabajan por "hobby", no tienen ninguna motivación económica ni laboral a la hora de hacer algo que se parece sospechosamente a trabajo. Algo que ocurría hace décadas (o siglos), cuando los hijos de la alta burguesía y aristocracia se dedicaban a ser cantantes de ópera, actores o, simplemente, diletantes.
Los "hobbists" se cobran su esfuerzo en diversión, y nunca esperarían nada más de sus supuestos empleadores, de ahí que resulte una figura tan suculenta para las empresas. En el fondo, todos formamos parte de este perfil, cuando escribimos nuestra opinión de un producto en internet, compartimos la noticia del estreno de una película que deseamos ver o interactuamos en las redes sociales con los creadores de contenido para manifestar nuestra aprobación o descontento. Nosotros nos divertimos, reforzamos nuestra imagen personal ("mira qué cosas más chulas me gustan") y, de paso, servimos de publicistas.
El voluntario
Hay que agradecer a los voluntarios que lleven a cabo gran parte de proyectos de ayuda y cooperación que se escapan al interés de los estados. Su diferencia con los "hobbists" es que su motivación es ante todo, altruista, y de esa manera contribuyen a mejorar la sociedad: "El trabajo voluntario supone una parte sustancial del mercado laboral de hoy en día y abarca de la participación de los individuos en temas de salud, organizaciones medioambientales o campañas de derechos humanos a programas de caridad o eventos deportivos".
Hoy en día, la figura del voluntario se ha extendido a los creadores de contenido abierto en internet (como los contribuyentes a la Wikipedia), aunque la investigación propone otras figuras: los "hackathones" de desarrollo de "software", donde se genera contenido que se dona gratuitamente, o los moderadores de foros y comunidades "online", que aguantan carros y carretas por amor al arte.
La presa fácil
La figura más interesante del listado, en cuanto que todos formamos parte de este grupo en un momento u otro: "Una característica clave de las redes de comunicación contemporáneas, ubicuas y conectadas, es que la gente puede que ni siquiera se dé cuenta de que algunas de sus acciones constituyen un trabajo que genera valor para otra persona". Es el caso, señalan los autores, de los usuarios de redes sociales como Facebook o de buscadores como Google, que al utilizar dichos servicios, están generando valor para dichas compañías, aunque sea realizando un esfuerzo muy pequeño.
Fuchs señalaba en un artículo de 2010 que los usuarios de las redes sociales están sujetos a "infinitos niveles de explotación", puesto que no gozan de ninguna compensación por todo el contenido que generan y que es de lo que se alimentan las mismas. Es más, ni siquiera son conscientes del valor que crean. No obstante, reconocen los autores, se trata de una distinción sobre la que hay mucho por discutir, puesto que como explicaba Andrejevic en un "paper" de 2002, en la era del "cercado digital", "no es posible evitar generar información que las compañías puedan privatizar y explotar para crear bienes y recompensas de acuerdo al perfil de sus consumidores".
El cuidador
Ya Marx y Engels hablaron de las amas de casa, para las que acuñaron el término "trabajo reproductivo", que hacía referencia al trabajo no remunerado que han tenido que desempeñar las mujeres a lo largo de la historia, del embarazo a la crianza de los hijos pasando por el cuidado del hogar o el apoyo sentimental de sus familias. A diferencia del mayor parte del trabajo, que producía bienes o servicios de manera pública, era un trabajo íntimo y afectivo que no recibía ninguna remuneración.
Hoy en día, señalan los autores, lo más parecido son los moderadores de comunidades virtuales, cuya labor tiene "un fuerte componente emocional", ya que "se aseguran de que los participantes sean tratados civilizadamente, solucionan conflictos y animan a los participantes a contribuir con su trabajo a la comunidad". En el fondo, todos somos un poco cuidadores, sugiere la investigación: cuando afeamos la conducta a alguien a través de Facebook, estamos preocupándonos de que siga siendo un entorno seguro y cordial; o, simplemente, cuando subimos una foto a Instagram de nuestra comida, estamos asegurándonos que nuestros allegados (o unas cuantas decenas de perfectos desconocidos) sepan que nos va bien.
El esclavo
Siempre ha habido esclavos y, muy probablemente, los seguirá habiendo. Los autores recuerdan que, según los datos del Índice de Esclavitud Global, 30 millones de personas viven en esta situación, la mayor parte de ellos como esclavos sexuales o por deudas contraídas. Aunque la definición es muy amplia, el esclavismo "evoca relaciones de poder desiguales, elementos de coacción y trabajo esclavo realizado en malas condiciones".
En las últimas décadas ha surgido una nueva manera de esclavitud, que como indica el estudio, nos recuerda que nuestros aparatos y redes tienen una parte más física de lo que pensamos. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la célebre Foxconn, pero también en otras ciudades-fábrica similares, en las que gran parte de la mano de obra está formada por niños y mujeres. Aunque en muchos casos los trabajos sean remunerados, la escasa capacidad de los empleados para elegir y los irrisorios sueldos lo convierten en "trabajo gratis" que, como hemos visto, adopta muchas más formas que las prácticas no remuneradas o los favores no pagados. Y, probablemente, sólo hayamos visto el principio.
Desigualdad, empobrecimiento y política: una "nueva normalidad" que cabrea
La pérdida de poder de la clase media, la desigualdad y la percibida inoperancia de los políticos en Occidente han creado una ola de enfado de los votantes de consecuencias imprevisibles. Una falta de soluciones para afrontar una salida digna de una crisis, la peor desde la II Guerra Mundial, que ha provocado un shock político sin precedentes entre las democracias consolidadas. Desigualdad, empobrecimiento y política: la crisis desata la ira del votante (El Economista – 26/3/16)
De fondo, a la ansiedad del ciudadano medio se suman dos factores clave: una revolución tecnológica que amenaza a millones de trabajadores y una oleada de inmigración que está provocando que muchos partidos con ideas desterradas hasta hace poco se hagan con un hueco importante en las principales economías del planeta.
Los políticos parecen haber abdicado y traspasado la responsabilidad a unos bancos centrales que se encuentran al límite, sacando cada día nuevos conejos de la chistera para intentar afrontar una situación que no parece arreglarse con la medicina habitual. Crecimientos anémicos, alto desempleo (o bajo desempleo pero con poca participación en el mercado laboral o salarios tan bajos que apenas dan para sobrevivir) y una falta de perspectivas, especialmente entre los jóvenes, que alimentan a aquellos que proponen soluciones radicales. El contrato social se ha roto.
Una situación que se puede resumir en algunos gráficos que ha recopilado la agencia Bloomberg y que ponen el foco en muchos de los problemas comunes que comparten el estudiante universitario estadounidense, el parado griego y un padre cualquiera francés.
Y no parece que a la vista haya una solución ni un panorama más despejado, aunque sí que parece que se impone una idea hasta hace poco tabú: alguna clase de renta universal o subsidio por existir, incluida la posibilidad de dar dinero directamente al consumidor, para intentar aplacar la ira de un ciudadano que cada vez se siente más pobre, que teme por el futuro de sus hijos y que se angustia ante esta "nueva normalidad". Y de paso, que consuma más, reduzca su deuda e impulse la economía.
Este cóctel ha propiciado el surgimiento o crecimientos de partidos radicales como Podemos en España o Syriza en Grecia por la izquierda y el AfD en Alemania o el Frente Nacional en Francia por la derecha; la llegada de candidatos tan heterodoxos como el republicano Donald Trump o el demócrata Bernie Sanders y el crecimiento de ideas rupturistas, como la salida de Reino Unido de la Unión Europea o la independencia de Cataluña y Escocia. Todos con algo en común: un desprecio de la política tradicional que ha sabido conectar con el descontento de la población.
Las clases medias, cada vez más pobres
La clase media, de la que siempre se dice que es sustento de la democracia y también de un crecimiento sostenible, cada vez tiene menos parte del "pastel" de la riqueza, una tendencia que además se repite en todo el mundo.
Fuente: Credit Suisse
Mientras, los trabajadores ven como cada vez tienen menos porcentaje de la riqueza y el capital, por lo tanto, cada vez se lleva más.
Fuente: Departamento de Trabajo de EEUU
Por su parte, los ricos son cada vez más ricos, como muestra la diferente evolución entre el 10% más pudiente y el resto de la población.
Fuente: World Wealth and Income Database; Piketty, Seaz, Zucman, Alvaredo y Atkinson
Los salarios en los países más azotados por la crisis han caído con fuerza, mientras que en los más sólidos crecen, aunque poco.
Fuente: OCDE
El negro futuro de la juventud occidental
El desempleo de la juventud es todavía más grave, con especial impacto en el sur de Europa.
Fuente: Eurostat
La deuda de los estudiantes de EEUU se ha disparado exponencialmente, pero los ingresos de los recién graduados apenas se han movido.
Batman vs. Superman: la gran batalla de los "metadatos"
"El amanecer de la justicia" se llama la película que se estrena a finales de marzo de 2016, donde los dos superhéroes de mayor calibre llevan al cine un combate que los fans consideran legendario. Sus fuerzas y flaquezas, bajo análisis.
Por fin ha llegado el encuentro más esperado. Casi 80 años después de su nacimiento en las páginas de los cómics, el Hombre de Acero y el Caballero Oscuro se verán las caras por primera vez en la gran pantalla.
¿Prevalecerán la fuerza y velocidad sin límites del último hijo de Krypton? ¿O sabrá el protector de Gotham explotar sus debilidades? Las viñetas, las películas y la Red tienen las claves.
Superman posee, entre otros, los poderes de Vuelo, Invulnerabilidad, Fuerza ilimitada, Súper sentidos, Súper velocidad y Mirada láser.
Las debilidades de Superman son la kryptonita, un mineral originario de su planeta natal; la radiación roja del sol de Krypton; la magia; y el plomo, que su mirada no puede atravesar.
Batman no tiene poderes, pero cuenta con maestría en las artes marciales y el sigilo, conocimientos científicos, un arsenal de gadgets y una gran capacidad estratégica.
Batman tiene las limitaciones propias de un ser humano.
La fortuna del álter ego de Batman, Bruce Wayne, es de 7.000 millones de dólares según calculó Forbes. La del archienemigo de Superman, Lex Luthor, es de 10.100 millones.
Batman nunca actúa sin su red de colaboradores. 5 jóvenes (sin contar historias alternativas) han ejercido de Robin, el compañero de Batman: Dick Grayson, Jason Todd, Tim Drake, Stephanie Brown y Damian Wayne, su propio hijo. Además cuenta con su mayordomo Alfred, el apoyo del comisario Gordon y a la informática Oráculo.
Superman ha llegado a tener una compañera destacada con sus mismos poderes, Supergirl, su prima originaria de Krypton. Acostumbra a trabajar solo, con la ayuda ocasional de su pareja la reportera Lois Lane y el fotógrafo Jimmy Olsen.
Superman ha muerto una vez, a manos del supervillano Doomsday, en 1992. Ese mismo año, Batman quedó confinado a una silla de ruedas por las lesiones provocadas luchando contra el villano Bane. Ambos héroes han cruzado la línea entre la vida y la muerte, pero siempre se han conseguido recuperar.
El conflicto entre Batman y Superman en "El amanecer de la justicia" deriva de la batalla final con el General Zod al final de "El hombre de acero", cuando uno de los edificios de Wayne Enterprises es destruido, y mueren docenas de empleados de la compañía.
Dejo a criterio del lector, asignar a los "high tech" de Silicon Valley, o a los "global players" de Wall Street, el papel de Batman o Superman, respectivamente. Cualquiera sea el personaje elegido, la gran batalla está asegurada.
El vigilante de Gotham versus el héroe de Metropolis. Solo faltaba "Wonder Woman" para alcanzar la "trinidad completa".
Warner se une al modelo "universo interconectado". Batman y Superman, con la ayuda de Wonder Woman, tendrán que plantearse dejar a un lado sus diferencias cuando aparece Doomsday. Aunque en los cómics Doomsday era una criatura creada en Krypton que se dirigía a la Tierra a luchar contra Superman, en el filme de Snyder este monstruo es el resultado de los experimentos de Lex Luthor con el cuerpo de Zod.
Antes de entrar al cine, pasemos por el kiosco de las golosinas.
El sueño húmedo del poderoso (mientras compramos las "palomitas")
¿Una sociedad "sin" moneda? (la mano invisible)
La robotización, el coche eléctrico y la desaparición de la moneda física… Todas estas tendencias de la economía del futuro parecen inevitables y los gobiernos y las empresas han comenzado a prepararse para ellas, puesto que parecen anticipar grandes beneficios para los ciudadanos. Claro que también tienen sus inconvenientes, como es el caso de las monedas virtuales: su introducción masiva podría traducirse en un incremento exponencial de la desigualdad. Una sociedad sin moneda física sería todavía más desigual que ahora (El Economista – 23/3/16
Esa es la tesis de algunos economistas que advierten de que los sistemas de pago electrónico no sólo están acabando con cualquier rastro de intimidad, sino que además van a privar a los consumidores de parte de su poder en el mercado. Y cuanto menor poder tengan ahora, más afectados estarán.
Puede que parezca una obviedad, pero hay que recordar que el efectivo permite disponer de la posesión de la riqueza, y el dinero electrónico sólo nos da la propiedad. Imagine que estamos en 2011 y que usted es residente de Chipre. Una tarde, el dinero en el banco era suyo. Y a la mañana siguiente, parte de su patrimonio se cuela por el desagüe del sistema con sólo borrar unos apuntes contables. Lo mismo ha ocurrido antes de cualquier pánico bancario, y sin ir más lejos en Grecia en el año 2015. Cada vez que sonaban tambores del "corralito" las colas en los cajeros automáticos se multiplicaban.
Es cierto, como recuerda Dominic Frisby en The Guardian que estos son eventos extremos y que el objetivo de esas intervenciones fue estabilizar el sistema al completo y, por tanto, proteger a los ahorradores. Pero no es menos cierto que en un sistema librecambista no se puede privar a los sujetos de la capacidad para disponer de su dinero en cualquier forma, tiempo y lugar.
Estos ejemplos extremos sirven para introducir la tesis de que, además de recortar libertades básicas, una sociedad sin efectivo sería una sociedad en la que los más pobres lo tendrían aún más difícil, y en la que el control gubernamental sería aún más sencillo de lo que es ahora.
Frisby responde además a quienes creen que acabar con el efectivo terminará con la evasión y la elusión fiscal, y les recuerda que Google o Facebook no necesitan el efectivo, ni los billetes de 500 euros, para escamotear millones de euros que corresponden a los contribuyentes.
Está además la cuestión del control. Cualquier pago con monedas o billetes está en manos de quien realiza la transacción, y depende sólo de forma indirecta del organismo emisor. Pero si eliminásemos todo el efectivo, pasaríamos a depender de las mismas entidades financieras que a menudo han moldeado la normativa que debería limitarlas, pues son al fin y al cabo organizaciones privadas con ánimo de lucro.
Sin dejar de reconocer los beneficios de los pagos electrónicos, Frisby asegura que "el efectivo es un medio para la inclusión en el sistema financiero, un lujo que los más pudientes dan por garantizado. Pero sin esa inclusión estás atrapado en la pobreza, así que pongan cuidado cuando escuchen a alguien decir que hay que terminar con las monedas y los billetes".
¿O lloverán millones del cielo? (la mano visible)
Hace 40 años, los gobiernos desesperados por controlar una inflación de dos dígitos recurrieron a los controles de salarios y precios. La idea quedó desacreditada, pero ahora ha resucitado. En esta ocasión, sin embargo, el objetivo es aumentar los sueldos y los precios en lugar de contenerlos.
La intervención directa es la clase de medida radical que las autoridades adoptan cuando han agotado el resto de las opciones para aumentar una inflación considerada demasiado baja. Japón lo ha intentado.
El mismo fenómeno se repite en Alemania, el Reino Unido y Estados Unidos, donde la desocupación se ubica en niveles iguales o inferiores a los que prevalecían antes de la recesión, pero el crecimiento de los salarios es prácticamente nulo. Esto entorpece el mecanismo subyacente del estímulo fiscal y monetario, que es generar una demanda lo suficientemente robusta como para que las empresas tengan que pagar más para atraer trabajadores y que luego trasladen este costo adicional a los precios de sus productos y servicios.
"Algún tipo de mecanismo, una "mano visible", es necesaria para que suban los salarios", manifestó en 2014 el gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda. Su plan era que una meta de inflación de 2% cumpliría ese papel en reemplazo de las negociaciones entre empresas y sindicatos, pero aún no ha dado frutos.
Más de 600 rebajas de tipos de interés y 12 billones de compras de activos desde que estallara la crisis no han sido suficientes para revivir la inflación. Los bancos centrales tienen que adentrarse todavía más en territorio desconocido, y la última forma que queda para sacar al mundo de su ruta desinflacionaria podría ser financiar directamente un estímulo gubernamental, una estrategia conocida como utilizar el "helicóptero del dinero", tal y como la definió el célebre economista Milton Friedman en 1969. La opción de sacar el helicóptero gana adeptos (El Economista – 23/3/16)
En las últimas semanas de marzo (2016), economistas de los bancos Citigroup, HSBC y Commerzbank han publicado diferentes informes sobre el tema, mientras que el titán de los hedge funds, Ray Dalio, ve potencial en la idea. En el Banco Central Europeo (BCE) están ya discutiendo una idea que su presidente, Mario Draghi considera "un concepto muy interesante".
"No sabemos seguro que el helicóptero del dinero vaya a ser el siguiente intento de bala de plata, aunque el asunto está recibiendo mucha mayor atención", explica Gabriel Stein, economista de Oxford Economics. "La posibilidad de que se implemente de alguna manera en algún sitio es razonablemente alta".
La teoría, que nunca ha sido probada en una economía importante moderna, es unir la política monetaria y fiscal. Los gobiernos, faltos de liquidez, emiten deuda a corto plazo que compra directamente el banco central con dinero fresco impreso por él mismo, y esos fondos obtenidos por el gobierno se inyectan directamente en la economía bien a través de rebajas de impuesto bien a través de programas de gasto. Los bancos, que normalmente actúan como intermediarios, se dejan de lado.
La idea es impulsar el gasto e invertir directamente, ir más allá de la influir en los rendimientos de los bonos o la confianza. Los bancos centrales pueden establecer límites (por ejemplo un determinado nivel de inflación o de crecimiento) para evitar que los gobiernos se conviertan en adictos a este helicóptero.
En 2002, el entonces gobernador de la Reserva Federal, Ben Bernanke (después sería presidente), dijo en un discurso que estas medidas "casi seguro que serían un estímulo efectivo al consumo y, por lo tanto, para los precios". Desde entonces, su apodo es "Helicopter Ben".
Si hoy se revive el debate es por el fracaso en los intentos de acelerar la inflación en gran parte del mundo a pesar de que los bancos centrales han desplegado una artillería inusitada: según cálculos de Bank of America, los bancos centrales han recortado los tipos de interés 637 veces y se han gastado 12,3 billones de dólares en activos. Y, actualmente, 489 millones de personas viven en países donde los tipos son negativos.
Para Ray Dalio, fundado de Bridgewater, con 154.000 millones de dólares bajo gestión, esto significa que el próximo paso debe ser hacer todavía más para impulsar la demanda. "Si miras alrededor del mundo, el riesgo no es la inflación y el riesgo no es que haya economías recalentadas", explicó en una entrevista el 3 de marzo de 2016. "Van a tener que ir más directamente a los consumidores".
¿Cuál es el problema entonces? Los críticos aseguran que repartir dinero alegremente al final provocará una inflación al estilo de la Alemania de los años 30 y un incremento de la deuda pública de los gobiernos. Además, la independencia y credibilidad de los bancos centrales quedaría dañada. Por último, la política podría no ser efectiva si los ciudadanos deciden ahorrar ese dinero y no consumir más.
Jens Weidmann, presidente del Bundesbank alemán, ya ha dicho que el helicóptero "haría grandes agujeros en los balances de los bancos centrales" y al final haría que gobiernos y contribuyentes "pagaran la cuenta al final". Por otro lado, está la ley. El BCE tiene prohibido en sus estatutos la financiación de Estado y no tiene un Tesoro único con el que trabajar, mientras que la Reserva Federal de EEUU está limitada por los activos que puede comprar.
"La opción del helicóptero es simple, fácil de implementar y para algunos ofrece lo más parecido a una comida gratis", explica Stephen King, asesor económico senior de HSBC. "Si suena demasiado bien para ser verdad es porque realmente lo es", añade.
Draghi dijo a mediados de marzo de 2016 que aunque el BCE no ha estudiado el concepto, "este claramente incluye complejidades, tanto desde el punto de vista de la contabilidad como desde el legal". Sin embargo, Peter Praet, miembro del consejo de gobierno del BCE, no rechazó la opción cuando fue preguntado por ella.
De momento, el debate sigue siendo académico. En EEUU los precios están repuntando y el Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue previendo que la inflación en las economías desarrolladas se va a acelerar el año que viene al 1,7% desde el 1,1%.
"No creo que el helicóptero se vaya a sacar todavía", explica Ewen Cameron-Watt, estratega jefe de inversión de BlackRock. "Se necesitaría que primero hubiera una recesión considerable y una mayor caída de las perspectivas de la inflación".
Sin embargo, si las economías vuelven a caer, los bancos centrales podrían recuperar algunas ideas previamente rechazadas. "La lección clara de estos últimos años es que lo que parecían medidas inimaginables, previamente confinadas a la teoría o los libros de historia, se han hecho realidad si las extraordinarias circunstancias económicas persistían el tiempo suficiente", concluye Jonathan Loynes, de Capital Economic
Y al final ¿quién se llevará "el gato al agua", los "truhanes" de la banca o los "pitufos 4.0" de las nuevas tecnologías y las redes sociales?
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La evolución de la tecnología hace que constantemente aparezcan nuevos conceptos que cada día son más difíciles entender. Cloud Computing, Big Data, Cryptocurrencies, Blockchain, Augmented Reality, Fintech. Y este último término es hoy uno de los más pronunciados en el sector financiero, y seguro que se seguirá oyendo mucho más en los próximos años.
Hay que tener en cuenta el gran volumen de actividades que se engloban dentro del universo fintech, cada día más numeroso y diverso. Sirvan como repaso, algunas de las últimas iniciativas empresariales: Asesoramiento y Gestión Patrimonial (Plataformas de Wealth Management, Gestores Automatizados o RoboAdvisors, Trading Algorítmico, Social Trading y Microtrading); Finanzas Personales (PFM o Personal Finance Management, comparadores, recomendadores, herramientas de ahorro); Financiación (Crowdlending, Lending Marketplace, P2P lending, factoring, deudas, confirming, Minicréditos y scoring); Crowd Inmobiliario, Crowd Equity o Equity Crowdfunding, Medios de Pagos, Servicios Transaccionales y Gestión de Divisas.
La aparición de las start-ups tecnológicas dedicadas a la prestación de servicios relacionados con el sector financiero mediante tecnología innovadora, responde a las necesidades del consumidor actual, que busca mayor transparencia, inmediatez y omnicanalidad para acceder a los servicios. El consumidor es y quiere ser digital, y demanda la información y los servicios de otra forma, mejor organizados, a un menor coste y con mayor accesibilidad.
La irrupción de estos nuevos actores hace necesaria una revisión de la regulación existente, que no está adaptada a los actuales y, futuros, avances tecnológicos.
En Europa se han dado algunos pasos para tratar de ir adaptándose a este nuevo entorno, regulando nuevos servicios y negocios tecnológicos de componente financiera como el crowdfunding, la prestación de servicios financieros a distancia, o nuevos servicios de pago, entre otros, pero todavía hay lagunas y asimetrías en la regulación.
De la misma forma, hay otras actividades que, hoy por hoy, no están sujetas a licencia, como sucede con la financiación (aunque sí que tienen legislación de protección al cliente), o actividades que están directamente vinculadas con servicios sujetos a licencia, pero que en sí, no lo son (desarrollos de software y dispositivos que utilizarán las entidades reguladas).
Además de otras desventajas, el hecho de que no exista una regulación homogénea a nivel europeo, provoca que la prestación de servicios transfronterizos presente numerosas trabas dado que un mismo servicio puede estar regulado en un país, y no en otro, lo que conlleva que tengan que crearse distintas entidades, sin poder utilizar sucursales o beneficiarse de la libre prestación de servicios en la UE.
Las fintech deberían estar debidamente reguladas, para dotarse de mayor credibilidad, ganarse la confianza de los usuarios, así como ser complementarios a los bancos, donde muchas de estas compañías ya prestan servicios en colaboración.
Sin duda, la posibilidad de transformación de los servicios financieros que ofrece la tecnología supone un reto apasionante, no solo para las entidades financieras tradicionales, sino también para el regulador, que debe garantizar la convivencia en el mercado de los distintos agentes, así como velar por la seguridad en las transacciones y en el tratamiento de la información.
Innovación versus regulación
Desde el punto de vista tecnológico y de fidelización del cliente (los "millenials"), creo que Google, Amazon, Facebook y Apple (los GAFA) y las plataformas de gestión automatizada, tienen buenas posibilidades de desalojar a los bancos de las operaciones de pagos y transferencias menores.
Otra cosa es cuando intenten (si es que alguna vez se animan), obtener una "ficha bancaria", "crear moneda", recibir depósitos, aprovechar las ventajas de la "reserva fraccionaria", captar clientes corporativos, financiar grandes proyectos, realizar operaciones de "mercado abierto", colocar deuda pública o privada, recibir adelantos o redescuentos del BC en fin, hacer de bancos comerciales, mayoristas, o de inversión.
En ese "momentum" creo que, tanto los bancos centrales, como las entidades financieras tradicionales, les pondrán muy, pero muy difícil (todo lo complicado que puedan), las posibilidades de "crear moneda". Ese "negocio" (de "connivencia" entre los bancos comerciales y los bancos centrales) es demasiado importante para dejar entrar (sin batalla) a nuevos competidores. La autoridad de control, el legislador y los lobbies de la banca, harán piña para protegerse de los GAFA y los "gafes".
Una cosa es competir en los "negocios marginales" de los bancos (pecata minuta) y otra es querer entrar al "core business" del tráfico (especulación) financiero.
Existe la posibilidad que alguno de los GAFA, compre un banco importante (capital, tienen) e intente competir de "tú a tú", desde dentro del sector. Entonces la "madre de todas las batallas" estará servida. Ignoro quién podría resultar triunfador en esa guerra.
Pero si de algo sirve la lógica económica (sí, ya sé que está en desuso) y mi intuición (si, ya sé que soy un millonario en derrotas), creo que al final ambos sectores: Wall Street (bancos) y Silicon Valley (GAFA & Co.), terminarán "repartiéndose" el negocio bancario y tecnológico y la sangre no llegará al río. Aquí paz 4.0, y después gloria.
El capitalismo no se suicida. Hay negocio para todas las grandes corporaciones, hay suficientes "idiotas" (consumidores, clientes, ahorristas, solicitantes de crédito, contribuyentes ), para seguir "ordeñando" la vaca, y hay unas autoridades de control bastante "afables" (permisivas, permeables, corruptas, serviles, genuflexas ), para asegurar el futuro del "nepotismo", la "connivencia" y la "plutocracia". O sea.
Pero no se preocupen "ositos", que yo siempre me equivoco.
Así y todo, debo confesarles que me "encantaría" llegar a ser espectador de la "gran batalla 4.0", entre los "estafadores" de Wall Street y los "ilusionistas" de Silicon Valley. Entre las "serpientes" encantadoras de hombres y los "borradores" de cabeza. Entre Superman y Batman (cualquiera sea el "casting" que ustedes hayan seleccionado).
Unos, nos robaron los "empleos" y los otros, nos robaron el "cerebro", y entre los dos nos han robado el "futuro". No puedo tomar partido ni por uno, ni por otro. En su caso, condenaría a ambos. Los enviaría a la cárcel, si fuera posible; o al basurero de la historia, si los jueces fallaran "no culpable" o "juicio nulo".
Por el momento, solo se puede constatar que durante los últimos 15 años, tecnologías digitales cada vez más poderosas permitieron la automatización y desintermediación de los trabajos administrativos y manuales "rutinarios". Con los avances en robótica, materiales, impresión 3D e inteligencia artificial, es esperable que los trabajos "rutinarios" pasibles de automatización sean cada vez más.
Hasta 2008, cuando la crisis económica enturbió gran parte del mundo, las preocupaciones asociadas con la creciente desigualdad quedaban al menos parcialmente enmascaradas por un mayor apalancamiento, donde el gasto gubernamental y el efecto riqueza derivado del aumento del precio de los activos apoyaban el consumo de los hogares y estimulaban el crecimiento y el empleo. Cuando ese patrón de crecimiento se rompió, las condiciones políticas y económicas se deterioraron rápidamente.
"De manera visible, la caída del crecimiento y el empleo ha amplificado los efectos perjudiciales de la polarización del empleo y los ingresos. Más allá de los obvios problemas prácticos que esto genera, ha vulnerado además el sentido de identidad de muchos ciudadanos" (Michael Spence y David Brady – Project Syndicate – 23/3/16)
Es difícil no percibir esto como un ciclo destructivo que se retroalimenta.
Al cabo de tantas batallas y cicatrices, me animo a despedirme, con esta propuesta (antes que seamos evaporados): no creen ustedes que ha llegado la hora de acabar de una vez por todas con los superhéroes, y dejar de rumiar estupideces virtuales.
Anexo – Cuando los "Santos (del "procomún colaborativo") vienen marchando"
– Espacio Realidad Virtual: el lado de la "oferta" (a verlas venir)
Del Informe: "Los riesgos de Google, Yahoo, Facebook, Twitter, Amazon y Ebay"
(Por Sofía Mantilla – Instituto de Estrategia Internacional – Febrero de 2014)
– La economía colaborativa, en grandes cifras (Libertad Digital – 26/3/16)
Uber o Airbnb están generando nuevos nichos de negocio, riqueza y empleo en el sector del transporte y el alojamiento en medio mundo.
(Por Manuel Llamas)
La irrupción de las nuevas tecnologías y la era de Internet están propiciando una nueva y alentadora revolución industrial, cuyas ventajas serán aprovechadas por los distintos países con mayor o menor intensidad en función de si saben o no aprovechar esta histórica oportunidad. Una de las múltiples manifestaciones de esta particular revolución tecnológica es la denominada "economía colaborativa".
El nacimiento y desarrollo de plataformas como Uber, BlaBlaCar o Airbnb, entre muchas otras, está generando nuevos nichos de negocio para todo tipo de personas, con la consiguiente creación de riqueza y empleo, aunque su implantación no ha estado exenta de polémica, como bien demuestra la prohibición o limitación de estos servicios en ciertos países tras las airadas protestas de los sectores afectados por la nueva competencia (taxis, autobuses hoteles, etc.).
La importancia creciente de este segmento a nivel mundial se refleja en cifras muy concretas. El extenso informe que acaba de publicar la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) sobre la economía colaborativa recoge algunas claves al respecto.
Inversión de 13.000 millones en 2015
En primer lugar, se trata de un fenómeno en rápida evolución, que ha experimentado un crecimiento exponencial durante los últimos años y que presenta, además, un "enorme potencial futuro", según la entidad.
Así, desde 2000 a 2015, las iniciativas relacionadas con la economía colaborativa acumularon una inversión de 25.972 millones de dólares. La evolución ha sido especialmente rápida en los dos últimos años, donde se ha pasado de los 1.820 millones de dólares de 2013 a 8.489 millones en 2014 y 12.890 millones entre enero y septiembre de 2015.
Evolución de la inversión mundial anual en economía colaborativa | CNMC
Transporte y alojamiento
Los nuevos modelos colaborativos operan ya de forma destacada en el transporte, el alojamiento, la financiación de proyectos, los servicios personales, la alimentación, la educación o la logística. En otros ámbitos su implantación es aún menor, como en salud, energía, servicios empresariales o profesionales, industria o el sector público, pero también cuentan con potencial de crecimiento.
El siguiente gráfico muestra los sectores que han recibido una mayor inversión a nivel mundial desde el año 2000. Casi dos terceras partes se concentra en plataformas relacionadas con el transporte (62% del total), seguidas por las de alojamiento (18%), y por las de financiación, con un 6% e intercambio de servicios y productos (5% y 4% respectivamente).
Distribución por sectores de la inversión entre 2000 y 2015 | CNMC
Así pues, "los sectores de transporte y alojamiento analizados en el presente estudio representan el 80% de las inversiones detectadas en economía colaborativa", incide el informe.
Uber, Didi Kuaidi y Airbnb, a la cabeza
Es lógico, por tanto, que las plataformas dedicadas a esos sectores sean también las que aglutinan la mayor parte de la inversión. La estadounidense Uber, con una inversión de 6.315 millones de dólares, lidera el ranking mundial, seguida de Didi Kuaidi (nueva plataforma china del taxi) con 4.367 millones. A continuación, se sitúan Airbnb, Blablacar y Lyft.
Las 25 principales plataformas por inversión acumulada entre 2000 y 2015 | CNMC
En definitiva, la economía colaborativa está prosperando en muchos ámbitos, pero, inicialmente, lo está haciendo con mayor fuerza en los sectores del transporte y el alojamiento. De hecho, de las cinco grandes plataformas por volumen de inversión, todas menos Airbnb pertenecen al sector del transporte.
Un negocio potencial de 335.000 millones al año
Por otro lado, aunque todavía son escasos los estudios que analizan el volumen de negocio potencial de la economía colaborativa, las perspectivas a este respecto son cada vez más halagüeñas.
A nivel global, se ha calculado una cifra de 26.000 millones de dólares en 2013, pero las previsiones más recientes hablan ya de unos ingresos próximos a 335.000 millones en 2025 tan sólo en los cinco sectores principales (financiero, recursos humanos, alojamiento, transporte y música y entretenimiento). La consultora PwC estima que en Reino Unido, uno de los países pioneros en el surgimiento de este fenómeno, hasta el 64% de los adultos participará de algún modo en servicios colaborativos en 2025.
Según la CNMC, las ventajas de la economía colaborativa son múltiples. Por el lado de la demanda, "los consumidores valoran que se trata de una alternativa para acceder a bienes cuya propiedad supondría una elevada inversión, la rapidez y la flexibilidad (la posibilidad de consumir bajo demanda, utilizando las nuevas tecnologías), así como la personalización".
Mientras que por el lado de la oferta, "son actividades o bienes donde el coste marginal del uso de un bien ya adquirido e infrautilizado puede ser reducido y resulta conveniente ofertarlo en el mercado a través de plataformas (como las plazas libres del coche en un viaje ya previsto o el domicilio que queda vacío durante las vacaciones), donde las economías de escala no son tan relevantes y hay margen para la diferenciación".
"Es indudable que este aumento en la oferta y la variedad de los productos y servicios representa una oportunidad desde el punto de vista de la competencia y, por tanto, del aumento del bienestar de los consumidores y usuarios", añade el estudio. El problema ahora es si hay que regularlo o no y, sobre todo, cómo hacerlo.
– En gráficos: ¿cómo hace Google para ganar tanto dinero? (BBCMundo – 27/3/16)
En febrero de 2016, Google sobrepasó brevemente a Apple para convertirse en la compañía más valiosa del mundo, al alcanzar un valor de más de US$ 500.000 millones.
Sólo en 2015, Google tuvo ingresos de US$ 75.000 millones. Eso es alrededor de US$ 2.400 por segundo. Sin embargo, su servicio principal -búsqueda- es gratis.
Entonces, ¿cómo produce todo ese dinero?
Google en números
Fuente: Informe anual de Google de 2015 (presentado a US Securities and Exchange Commission)
La búsqueda de ganancias
Desde su lanzamiento en 1998, Google ha crecido enormemente en términos de sus ingresos y su creciente cartera de productos.
Ingresos de Google por año en miles de millones de dólares. (Imagen cortesía de Getty Images).
En 2004, lanzó su servicio de correo electrónico.
En 2005, hizo de la cartografía digital algo de todos.
En 2006, compró YouTube por US$ 1.650 millones.
En 2008, lanzó su buscador Chrome así como Android, un sistema operativo para celulares.
En 2012, lanzó GooglePlay, su tienda de aplicaciones.
El don de la palabra
Google hace que la mayor parte de su dinero con la venta de las oportunidades de publicidad en las páginas de búsqueda que muchos de nosotros utilizamos.
Los anunciantes pujan para que la publicidad de sus productos o servicios aparezcan en las páginas de resultados de consultas de búsqueda relevantes.
Una combinación del tamaño de la oferta y la calidad de un potencial anuncio influye en la posición en la que aparecerá: la más codiciada, por supuesto, es la parte superior de la página, donde más usuarios pueden verlo.
Con el fin de fomentar prácticas de licitación eficientes, Google utiliza un sistema de subasta Vickrey. Los postores no conocen las ofertas de sus rivales. Cuando todas las ofertas llegan, gana el mejor postor, pero en realidad paga el precio que mandó el segundo mejor postor.
Pero ahí no termina.
Espacio Realidad Virtual: el lado de la "demanda" (a verlas venir)
– Cómo invertir como un "millennial" (El Economista – 24/3/16)
(Por Cristina García)
Aunque lleva en pie desde el año 2000, cuando William Strauss y Neil Howe lo acuñaron en uno de sus libros, el uso del término millennial no se ha extendido hasta bien entrada la última década, según refleja Google Trends.
Es el nombre que recibe la generación nacida entre el año 1980 y 2000 (16-36 años) y los esfuerzos por definirla no han faltado. Quizás porque, según la ONU, los millennials representan ya un tercio de toda la población mundial y está previsto que su forma de concebir la vida transforme todos y cada uno de los sectores respecto a cómo los entendemos hoy en día. Y no en un futuro muy lejano, sino en los 10-15 próximos años.
Lo que plantea un reto a dos bandas: uno para las empresas, que tendrán que adaptarse para satisfacer las necesidades de la que se considera la primera generación nativa digital y otro para los inversores, que deberán empezar a posicionarse para sacar el máximo provecho de los cambios que se avecinan.
Una de las muchas firmas que ha perfilado a una generación que en países como Estados Unidos, India, China o Brasil ya supera a la de los baby boomers (los nacidos entre 1946 y 1964) es Goldman Sachs. Define a los millennials como nativos digitales, que han crecido con Internet y los smartphones; sociales y conectados en todo momento, con menos dinero para gastar que en generaciones anteriores por su tardanza a la hora de incorporarse al mercado laboral y, sobre todo, con prioridades diferentes.
Prefieren viajar y no comprarse una casa
Por ejemplo, los millennials prefieren ahorrar para viajar antes que para comprarse una casa. Están a favor de la economía colaborativa, lo que significa que se inclinan antes por compartir coche, que por comprarlo. Su afición por la tecnología explica que adquieran casi todo por Internet y que constantemente comparen precios.
"Son sensibles a los precios en las cosas que no consideran imprescindibles", explica Antonio Salido, director de marketing de Fidelity. Y además, buscan el bienestar a través del ejercicio y la comida sana, "en este ámbito están más dispuestos a gastar más en marcas de peso", aseguran en Goldman.
Otro rasgo reseñable es que, a diferencia de generaciones anteriores, los millennials tienen mucha menos confianza en el sistema financiero, en parte porque muchos llegaron a la edad adulta en plena crisis económica de 2008-2009.
En un estudio realizado por The Millennial Discruption Index, el 71% asegura preferir ir al dentista antes que acercarse a los bancos -es más, un 33% reconocía no necesitarlos-, mientras que más de la mitad se mostraba más receptivo a los servicios financieros que pueden ofrecer firmas como Google, Amazon, Apple o Paypal. En muchas de ellas, "un porcentaje importante de su accionariado son millennials", apunta Raquel Blázquez, gestora de carteras en Ibercaja Gestión.
El sector financiero será uno de los perjudicados
Inevitablemente "el sector financiero será uno de los más perjudicados en los próximos años", opina Víctor Alvargonzález, director de inversiones de Tressis. Aunque, por lo que parece, éste no está dispuesto a quedarse atrás y en los últimos tiempos muchas firmas están optando por comprar robo advisor -asesores financieros online, que ofrecen un servicio de gestión de patrimonio a menor coste que el asesoramiento tradicional-. BlackRock, la mayor gestora del mundo, se hizo hace un año con FutureAdvisors, Invesco ha seguido sus pasos con Jemstep, Aberdeen compró Parmenion Capital Partners. Y la lista continúa.
El interés por esta nueva figura se justifica en la aceptación que tiene entre los propios millennials. Según la encuesta anual de Legg Masson, Global Investment Survey, el 63% de esta generación en Europa afirma confiar en los robo advisors como fuente de asesoramiento; mientras que en países como Estados Unidos, donde están más extendidos, algunos como Betterment o Acorns ya cuentan con un número significativo de clientes pertenecientes a la generación Y, que es como también se denomina a los millennials.
"A medida que se hagan mayores y eleven el gasto, impulsarán a la economía aliviando algunos de los desafíos que existen hoy en día sobre el crecimiento", apuntaba recientemente Standard and Poor"s en un informe en el que hacía alusión a la pérdida constante de población de Estados Unidos en los últimos 20 años.
Los millennials representan ya un cuarto de la población en la primera economía del mundo: 83,1 millones de personas frente a los 75,4 millones que suponen los baby boomers. "Con la inminente jubilación de la generación nacida entre 1946 y 1964, las empresas deben reconocer el aumento del consumo que traerán los millennials, así como sus necesidades", apunta Bank of America Merril Lynch (BofA) en un informe.
"Del mismo modo que los inversores deberán posicionarse para sacar el máximo provecho de estos cambios", añade. Sobre todo cuando se espera que los millennials sean el 75% de toda la fuerza laboral mundial en 2025, según Deloitte.
Claves para invertir
Por el momento, más allá de los fondos demográficos que pueden aprovechar esta tendencia, no existen productos que inviertan únicamente en empresas que puedan beneficiarse de los cambios que provocará esta generación. Pero podrían aparecer pronto, ya que existen dos firmas de inversión que han presentado documentos ante la SEC -el regulador americano-, para poner en marcha dos ETF o fondos indexados.
Se trata del Telsey Millennial Consumer ETF y del Global X Millennial Generation ETF cuyos folletos aún están pendientes de ser aprobados. Respecto al último, "se llegó a hablar de que su ticker podría ser LOL (Laughing Out Loud) o WTF (What The Fuck)", apunta Blázquez, de Ibercaja. Ambas abreviaturas son comunes entre los jóvenes en la red para expresar risas a carcajadas o asombro, respectivamente.
"También existe una plataforma en Estados Unidos, llamada Motif, que construye carteras de acciones en función de la temática que demandes", explica Fernando Luque, editor senior de Morningstar. A través de ella sí es posible invertir en millennials.
La cartera que ofrece para este fin da un peso alto a los REIT dedicados a alquilar apartamentos a familias, justificándose en que la compra de una vivienda no es una prioridad de esta generación; también a las redes sociales e Internet, donde incluye compañías como Facebook, Alphabet, Pandora Media o Twitter o al e-Commerce, con valores como Amazon, Priceline o eBay. Por último, los dispositivos wearable o ponibles completan el porfolio e incluye a Garmin o GoPro.
Otra posibilidad es comprar directamente acciones de compañías que, en mayor o menor grado, pueden aprovechar la que, según Alvargonzález, de Tressis, será "la mayor revolución digital que habrá en los próximos 10 a 15 años y que cambiará todos los sectores".
BofA identifica en un informe llamado Generation Next – Millennials Primer los seis que más podrían beneficiarse y dentro de ellos establece qué compañías tienen mayor exposición a los millennials. En elEconomista Inversión a Fondo seleccionamos las cuatro más expuestas con consejo de compra para el consenso de mercado recogido por FactSet.
Ropa, belleza, ocio…
Dentro de los sectores que detalla BofA, en los que existen un mayor número de oportunidades figuran el de consumo (donde incluye la ropa, belleza o el ocio), el de las bebidas y el estilo de vida saludable y el de la tecnología. "El tema de estar conectado es la variable que más discrimina frente a otras generaciones". ¿Quién se beneficia? Las tecnológicas.
"El hecho de que estén todo el día conectados favorece a las compañías que ofrezcan acceso a la red y en las que además se puedan relacionar en un ambiente moderno, tipo Starbucks; también a los proveedores de redes, etc. Todo eso irá a más y será una necesidad creciente, por lo que conviene estar bien posicionado ahí", apunta Antonio Salido, de Fidelity.
Otra alternativa es mirar "compañías que se benefician del consumo de los padres millennials", opina Raquel Blázquez, de Ibercaja. En este sentido, Goldman Sachs publicó un informe llamado Millennial Moms en el que asegura que en Estados Unidos "casi el 90% de los 1,5 millones de las nuevas madres en 2014 fueron millennials, frente al 50 por ciento de hace diez años", lo que implica ya que "el 43% de los niños tengan padres de esta generación".
En su opinión, el auge de la tecnología cambiará la forma de consumir de estos padres y pone como ejemplo que ahora pasan 30 minutos más al día utilizando sus smartphones que los padres de la Generación X (52-63 años).
Así, por ejemplo, apunta a compañías como Carter"s o Target como las más beneficiadas dentro de la categoría de ropa de niños, a Hasbro y a Lego en juguetes, a Disney y Netflix en media o a Mead Johnson o White Wave en bienes de primera necesidad, situando por el contrario a Coca-Cola como empresa en riesgo
– Descubre si el "crowdlending" sirve para financiar tu "start up" (Expansión – 29/3/16)
(Por A. Bustillo)
Los préstamos entre particulares, o dirigidos a empresas, son cada vez más frecuentes en el mercado español. Esta fórmula atrae, en su mayoría, a personas con necesidad de financiación de circulante.
Hombre, de entre 31 y 40 años, urbanita, trabajador por cuenta ajena y con al menos formación profesional o enseñanza secundaria. Así es, según Zank -una plataforma de crowdlending entre particulares- el perfil del usuario de esta solución fintech. Una herramienta de financiación que, según apunta Leonardo Ramírez, cofundador de Zank, "se solicita, en el 60% de los casos, para asuntos relacionados con formación, refinanciación o reforma de la vivienda, y la cantidad media solicitada ronda los 3.000 euros". Unos prestatarios que, eso sí, deben ser solventes. También en el caso de las pymes. "Solucionamos el problema de la empresa que no tiene alternativa para diversificar sus fuentes de financiación; encajamos muy bien con la pyme, y cada vez llegan más inversores profesionales que invierten a partir de los 100.000 euros", asegura Josep Nebot -cofundador de Arboribus, plataforma que facilita préstamos online a compañías- quien, no obstante, recuerda que "estas empresas no deben tener problemas en financiarse con la banca. Su riesgo tiene que ser moderado, han de pasar por un filtro de solvencia, contar con unos 19 años de vida de promedio o llevar, como mínimo, dos años en beneficios. Muchas de ellas son exportadoras, el 40% pertenece al sector industrial, y suelen contar con unos 15 empleados de media". Y mercado tienen. No en vano, el tejido empresarial español está formado prácticamente por pequeñas y medianas empresas. Según el Directorio Central de Empresas (Dirce), el 99,88% de las compañías en España son pymes, "de modo que existe un rico universo de organizaciones para las que el crowdlending se erigirá en un complemento y, en algunos casos, hasta en un reemplazo de la financiación tradicional en los próximos años", apunta Eloi Noya, director de créditos y riesgo de LoanBook, plataforma que pone en contacto a pymes solventes en busca de financiación. Para muestra, sus cifras: "Entre los meses de noviembre de 2015 y enero de 2016 habilitamos la cifra récord de dos millones de euros en crédito, y acabamos de superar los ocho millones desde nuestro lanzamiento. Las pymes a las que damos crédito son compañías sólidas y solventes, con facturaciones de entre medio millón y 10 millones de euros y más de tres años de actividad que, ante una necesidad de financiación de circulante o simplemente por diversificar sus fuentes de financiación, deciden complementar las líneas de préstamo que ya tienen con entidades bancarias".
Y los inversores…
El 93% de los ahorradores que invierte en préstamos son hombres con una edad comprendida entre los 31 y los 45 años. "Un inversor tipo en la plataforma tiene al menos 2.000 euros invertidos en más de 20 préstamos de diferentes prestatarios", asegura Leonardo Ramírez, quien además cree que "el inversor tipo busca un lugar en el que poder diversificar de manera segura su cartera de inversión y encuentra en las plataformas de crowdlending un lugar en el que puede obtener mayor rentabilidad de sus ahorros".
En el caso del pequeño ahorrador, dice Noya, "se trata a menudo de un early adopter habituado al uso de las nuevas tecnologías que ha visto en el crowdlending una vía para obtener una mejor rentabilidad respecto a otros activos tradicionales de inversión y sobre la que ejercer, además, mayor control. En el caso de los inversores profesionales como los clientes de banca privada, family offices, fondos de inversión e inversores institucionales, se sienten atraídos por la relación entre rentabilidad y riesgo que brinda esta fórmula, la predictibilidad, la baja volatilidad de sus retornos y, en especial, por el hecho de que se trata de una inversión que no tiene correlación con los mercados financieros. No sufre, por tanto, los sobresaltos de la Bolsa".
Respecto a minoristas y profesionales, cada vez son más los inversores seducidos por esta solución fintech que, "se convertirá en una herramienta generalizada para la economía", dice Josep Nebot.
¿Estarán los bancos preparados para competir en la era de la "revolución 4.0"?
– KPMG avisa: los bancos que tarden en digitalizarse no sobrevivirán (Expansión – 26/3/16)
Las entidades financieras que digan no a la digitalización serán incapaces de competir en materia de rentabilidad, solvencia o ciberseguridad
Así lo ha explicado el socio responsable del sector Financiero de KPMG en España, Francisco Uría, que ha añadido que la digitalización ha dejado de ser una opción y se ha convertido en una obligación para los bancos.
Y es que las entidades que se queden atrás, "simplemente no sobrevivirán, dada la velocidad del cambio que estamos viviendo y el creciente número de clientes que operan en formatos no presenciales", ha dicho.
Por ello, las entidades que no sean capaces de gestionar "de forma eficaz la información que tienen de sus clientes y les permitan relacionarse con el banco a través del canal de su preferencia de un modo igual de eficiente, no podrán enfrentarse a sus competidores", ni a los antiguos ni a los nuevos.
La tecnología es y será una herramienta clave, no sólo para ofrecer al cliente servicios y productos adaptados a sus gustos y necesidades, sino también para "ayudar a las entidades a controlar sus costes y mejorar su rentabilidad", explicó.
Además, los bancos que se queden atrás en sus inversiones en tecnología afrontarán riesgos "inasumibles" en materia de ciberseguridad y tendrán perdida de antemano la batalla de la eficiencia y la rentabilidad, por lo que sus resultados se resentirán a medio y largo plazo.
"Un banco que no es mínimamente rentable termina por afrontar problemas de capital", señaló.
En cuanto al papel que jugarán en el futuro del sector los gigantes de internet como Google o Amazon, que están empezando a ofrecer algunos servicios financieros, Uría aseguró que las entidades deben afrontar "con confianza" la competencia de estos nuevos operadores.
La banca tiene una dilatada experiencia en la relación con sus clientes, dispone de un conocimiento diferencial de ellos y una probada capacidad para adaptarse a una regulación "muy exigente".
Por ello, para este experto, las ventajas de las que gozan estos nuevos competidores ya no serán tantas cuando se ven obligados a cumplir los mismos requisitos regulatorios que la banca para prestar servicios equivalentes.
Además, aconsejó a los clientes bancarios que no olviden lo que ha ocurrido en muchas ocasiones con operadores "escasamente regulados o insuficientemente supervisados", como ocurrió con las hipotecas basura en Estados Unidos, que fueron el origen de la crisis financiera que comenzó en 2007.
"No debe olvidarse nunca que cuando el cliente contrata un depósito para que el banco preste, el riesgo de que el préstamo no sea devuelto lo corre el banco, sin que el cliente padezca un riesgo real de pérdida de su depósito", añadió.
En cuanto a la percepción que tiene la gente sobre los bancos, Uría recordó que la crisis financiera y algunos episodios que se han producido durante la misma han afectado a la imagen del sector y al final han terminado pagando "justos por pecadores".
Preguntado por cómo serían las oficinas bancarias del futuro, Uría consideró que tendrán que adaptarse "a un entorno en el que el manejo de dinero en efectivo y la transaccionalidad serán cada vez menos importantes".
En consecuencia, las oficinas bancarias tendrán que ofrecer servicios de valor añadido y convertirse en plataformas atractivas de venta de productos y servicios, capaces de captar también la atención de los clientes jóvenes, los más reacios a acudir al banco, puesto que lo hacen ya casi todo con el móvil.
Análisis – ¿Vamos a una economía donde todo será gratis? (Expansión – 30/3/16)
(Por Miguel Ors Villarejo)
La mezcla de competencia y tecnología lleva a una productividad extrema, en la que el coste marginal de los artículos se acerca peligrosamente a cero.
En el epílogo de La sociedad de coste marginal cero (Paidós, 2014), Jeremy Rifkin (Denver, 1945) dedica unas entrañables líneas a su padre, "uno de los pioneros de la revolución de los plásticos". A su modo modesto, Milton Rifkin fue también un promotor de utopías tecnológicas. "Se pasó años (…) revelándome el brillante futuro que esperaba a la humanidad en una sociedad envuelta en plástico", recuerda el hijo.
Cuando se tiene un martillo todo parecen clavos y Milton quizás llevó un poco lejos su fervor por "el material milagroso". Como el paso del tiempo ha demostrado, tenía sentido usar bolsas de plástico para traer la comida del mercado o el traje del tinte, pero los Rifkin fueron "la primera familia que envolvió en plástico todo el mobiliario", escribe Jeremy. "Aún conservo la sensación pegajosa de aquellas fundas en los días calurosos de verano, cuando llevaba pantalones cortos y me dejaba caer en el sofá".
Estas extrapolaciones son típicas de los visionarios. Si una bala de cañón vuela tan deprisa, ¿por qué no fundimos una enorme, metemos dentro a cuatro chalados y los mandamos a la Luna? Si el plástico es bueno para la merluza, ¿cómo va a ser malo para el tresillo? Y si los avances tecnológicos han conseguido reproducir libros y discos a un coste irrelevante, ¿cuánto tardaremos en hacer lo mismo con el resto de los artículos, inundando el mundo de bienes y servicios semigratuitos?
La llegada de esta economía de la abundancia es, muy escuetamente, la buena nueva que ha venido a anunciar Rifkin (Jeremy). A lo largo de una fecunda carrera, este hombre ha profetizado el fin del trabajo, la era del hidrógeno e incluso el colapso del libre mercado por su incompatibilidad con el primer principio de la termodinámica. Su grado de acierto no es elevado, pero eso no le ha impedido vender millones de ejemplares o dar varias veces la vuelta al planeta impartiendo cursos y conferencias
Paradoja
"He descubierto algo en lo que nadie había reparado, ni siquiera Keynes o Marx", asegura Rifkin sin superfluas concesiones a la modestia. "Se trata de la paradoja más profunda del capitalismo: su insaciable búsqueda de eficiencia lo está matando".
"Yo enseño en escuelas de negocios de todo el mundo", sigue, "y siempre les reitero a mis alumnos, que son directivos de grandes compañías, que es clave incorporar las últimas tecnologías, porque abaratan los procedimientos y ayudan a ganar cuota". Pero esta actitud lleva en su seno el germen de la destrucción. ¿Qué ocurre cuando la competencia nos arrastra a "una productividad extrema" y "el coste de cada unidad adicional puesta a la venta se acerca a cero"? De consumarse esta progresión, advierte ominosamente, "el beneficio, el alma del capitalismo, se acabaría evaporando".
El coste de cada unidad adicional es lo que se conoce como marginal y tiende, efectivamente, a decrecer. La explicación es sencilla. Imaginemos que hemos gastado 10 millones de euros en una fábrica de coches y que cada uno de ellos consume otros 10.000 euros de material diverso (acero, plástico, circuitos integrados, etcétera). Los 100 primeros coches nos costarán la parte alícuota de la inversión de partida (es decir, 10 millones entre 100 = 100.000 euros) más otros 10.000 euros de acero. Total: 110.000 euros. Pero conforme aumente el volumen, también se reducirá la proporción a asumir de la inversión inicial. Para el coche número 500 caerá a 20.000 (10 millones entre 500), para el 1.000 a 10.000 (10 millones entre 1.000), y así sucesivamente.
Este proceso tiene un límite: la capacidad de la fábrica. Cuando alcanza el tope de producción, hay que construir otra planta, lo que impulsa de nuevo los costes marginales. Pero, ¿qué sucede con artículos como los libros, los discos, los videojuegos o el software? En estos casos no hay límites de capacidad. Una vez elaborada la primera unidad, el gasto de copiarla y distribuirla es nulo. Y si la presión de los competidores obliga a igualar el precio con ese coste marginal, como sucede en un mercado libre, llegará un momento en que acaben siendo gratis.
Desde el punto de vista del consumidor, quizás sea un panorama sugestivo, pero para el empresario es un drama. "Hoy", sostiene Rifkin, "más de un tercio de la especie genera su propia información mediante ordenadores y teléfonos móviles relativamente baratos y la comparte en forma de vídeo, audio o texto", puenteando a los medios de comunicación, las discográficas y las editoriales y dejando tras de sí un reguero de quiebras y despidos.
Hasta aquí Rifkin no cuenta nada que no sepamos. La novedad es que, según él, la enfermedad del coste marginal cero se estaría contagiando a toda la economía.
"Durante un tiempo", dice Rifkin, "la mayoría de las industrias se encogieron de hombros". Pensaban que el choque tecnológico afectaba a los bienes de información, no a los físicos. "Pero ese cortafuegos también ha saltado". La proliferación de impresoras 3D o tridimensionales permite manufacturar cualquier artículo con la misma facilidad con que copiamos una canción o un juego. Solo hace falta el archivo original, un poco de materia prima y energía. El archivo lo acaba colgando tarde o temprano alguien en internet, la materia prima procede del reciclaje y la energía la están generando ya miles de hogares y oficinas, que la captan mediante paneles solares y la vuelcan luego en el tendido eléctrico.
"La ropa, los muebles, incluso los coches se van a imprimir y funcionar con energía verde obtenida gratuitamente", sostiene con entusiasmo. "Igual que sucedió en su día con los ordenadores, cada escuela tiene hoy su impresora 3D, pero en la próxima década habrá una en cada casa".
"La interconexión de todas las personas y todas las cosas en una red mundial impulsada por una productividad extrema nos acerca a una era de bienes y servicios casi gratuitos", escribe, "y, con ello, a la contracción del capitalismo" y al auge de un paradigma basado en el trueque y que Rifkin ha bautizado como "procomún colaborativo".
Las generaciones más jóvenes "se identifican con lo que se empieza a llamar colaboratismo". Se mueven por "una clase nueva de aliciente que se basa más en el deseo de fomentar el bienestar social de la humanidad que en la expectativa de una recompensa económica. Y su éxito es innegable".
Las señales están por todas partes. "El beneficio de las empresas se seca, los derechos de propiedad se debilitan" y hasta "el coste marginal del trabajo (…) se desplomará" a medida que las máquinas reemplacen a los humanos en todas y cada una de sus tareas.
"Una de las cosas que más me han halagado", me confiesa Rifkin, "es que la prensa seria, ya sabe, el Financial Times, Fortune, Forbes, han dejado claro que no soy un futurólogo. Observo la realidad que me rodea y saco conclusiones. Lo que cuento le está sucediendo a alguien en algún lugar ahora mismo. No se trata de experiencias extrasensoriales, son hechos".
El Financial Times destaca, en efecto, que "el valor (de La sociedad de coste marginal cero) no reside en la exactitud de las predicciones, sino en (la descripción) de las tendencias actuales". Pero otros críticos no han sido tan benévolos.
"Hay tantos problemas con el análisis (de Rifkin) que es difícil saber por dónde empezar", escribe Robert Atkinson, presidente de la Fundación para la Tecnología de la Información y la Innovación. Para empezar, el crecimiento de la productividad, lejos de dispararse, se ha ralentizado en los últimos cinco años. Tampoco el beneficio de las empresas está bajando: en abril marcó el máximo desde 1931. Los que se han estancado son los salarios, lo que significa que para el ciudadano medio la vida está cada día más cara, no más barata. En cuanto a la posibilidad de que las máquinas nos sustituyan en un par de generaciones, Atkinson señala que "haría falta que la productividad mejorara a un ritmo del 10% anual durante las cinco próximas décadas. Para que pongan esto en perspectiva, la media de los últimos 100 años en Estados Unidos ha oscilado entre el 1,5% y el 2%". Y concluye: "Exceptuando estas menudencias, Rifkin da en el clavo".
"Nadie se ha arruinado nunca vendiendo a la gente lo que quiere oír", apunta por su parte el editor canadiense Terry Dawes. Keynes ya anunció en los años 30 que la mecanización del trabajo nos permitiría vivir ociosamente, "como los lirios del campo", pero, se pregunta Dawes, "¿disfruta usted de más tiempo libre? ¿trabaja menos que sus padres o sus abuelos? ¿dónde están los robots? ¿dónde están las mochilas propulsoras?"
"El internet de las cosas es una revolución y cerrará muchos huecos de ineficiencia", admite Dawes, pero no va a causar el fin del capitalismo.
– Amazon, Microsoft y Google trasladan su batalla a la "nube" (Expansión – 30/3/16)
Amazon, Microsoft y Google colisionan en un nuevo campo de batalla: el cloud computing. La provisión a empresas de servicios informáticos accesibles vía Internet, en un modelo de pago por uso, se ha convertido en uno los motores de crecimiento de estos gigantes tecnológicos.
Amazon, a través Amazon Web Services (AWS), y Microsoft son los líderes mundiales del cloud computing. Los analistas estiman que en 2015 sumaron unos ingresos en la nube superiores a los 18.000 millones de dólares. Google, que no desglosa las cifras de este negocio, no tuvo la visión de Amazon para detectar la oportunidad que suponía rentabilizar su plataforma alquilando a las empresas capacidad informática. Entró más tarde en este mercado y ahora va un paso por detrás de sus competidores.
Sin embargo, tras el fichaje de Diane Greene ha lanzado una ofensiva comercial que le está permitiendo sumar clientes. El contrato más sonado ha sido el que ha logrado con su gran competidor Apple, que utilizará la nube de Google para alojar parte de los datos que guardan los usuarios en su servicio iCloud. Hasta ahora, Apple utilizaba las nubes de Amazon y la de Microsoft. Morgan Stanley calcula que Apple se gasta anualmente 1.000 millones de dólares en el loud de Amazon. Apple está construyendo sus propios centros de datos -en febrero anunció una inversión de 3.900 millones de dólares- para depender en menor medida de proveedores externos.
Urs Hözle, ejecutivo de Google, afirmó recientemente que, en 2020, la compañía podría llegar a obtener más ingresos como proveedor en la nube que por la venta de publicidad. Esto representaría una gran transformación del negocio de Google, que genera casi el 90% de sus ingresos vía anuncios. Este negocio ha sido clave para que Amazon haya logrado cerrar tres trimestres consecutivos con beneficios. AWS cuenta con más de un millón de clientes en el mundo y unos ingresos anuales cercanos a los 10.000 millones de dólares. Deutsche Bank pronostica que podría facturar 16.000 millones de dólares en 2017, cifra que sustenta una valoración de este negocio de 160.000 millones de dólares.
En el caso de Microsoft, su plataforma cloud Azure es un pilar en la reconversión de la compañía. Satya Nadella, impulsor de este cambio, prevé que el cloud genere 20.000 millones de dólares de ingresos en 2020.
– Las FinTech, una amenaza mucho más seria de lo que parece para los bancos y las gestoras de fondos (Vozpópuli – 7/4/16)
Un estudio elaborado por PwC destaca cómo la mayoría de los directivos de bancos, aseguradoras y gestoras de fondos considera que la llegada de nuevos competidores está teniendo un efecto disruptivo en el sector hasta el punto de poner en riesgo parte de su negocio.
Las entidades financieras tradicionales creen que el fenómeno FinTech podría poner en riesgo casi el 25% de su negocio actual -concretamente, el 23%- en los próximos cinco años. Así se desprende del informe Blurred lines: Cómo FinTech está redefiniendo el sector financiero, elaborado por la consultora PwC a partir de 544 encuestas con directivos del sector-consejeros delegados, responsables de innovación y responsables de sistemas (CIO)-, en todo el mundo. Cuando se les pregunta a las firmas de FinTech, éstas consideran que el bocado que le pueden llegar a dar al mercado de servicios financieros es todavía mayor y podría suponer hasta el 33% del negocio actual.
El 83% de los encuestados pertenecientes al sector financiero tradicional -bancos, compañías de seguros, agencias de valores, gestoras de activos o brokers- reconoce que la llegada de nuevos competidores -empresas tecnológicas, de comercio electrónico, compañías de telecomunicaciones, start-ups, proveedores de infraestructuras- está teniendo un efecto disruptivo en el sector hasta el punto de estar poniendo en riesgo parte de su negocio. Una proporción que aumenta hasta el 95% cuando se les pregunta solo a los directivos de la banca. Además de la pérdida de cuota de mercado, las FinTench están presionando a la baja los márgenes y la rentabilidad de la entidades financieras, como reconoce el 67% de los encuestados.
Los encuestados en el informe aseguran que la bancaretail, el negocio de los medios de pago y los servicios relacionados con la gestión de activos y de patrimonios son, por este orden, los que se van a transformar de una forma más radical en los próximos cinco años. La aparición de nuevas plataformas on line que permiten la concesión de préstamos directos entre empresas y consumidores sin necesidad de intermediación bancaria o la proliferación de nuevos sistemas de pago (a través de aplicaciones móviles, wallets, tarjetas contactless, Paypal) son algunos ejemplos claros. En este sentido, el papel que van a jugar las aplicaciones móviles en los próximos años se antoja muy relevante. El 61% de los encuestados asegura que en 2020 más del 60% de sus clientes accederá a servicios financieros a través de aplicaciones móviles, al menos una vez al mes.
Reacción de las entidades financieras
El estudio analiza cómo están reaccionando la entidades financieras tradicionales ante la llega de las FinTech y concluye que todavía no lo están haciendo en la medida de lo necesario. Sólo un 32% de las entidades financieras encuestadas en el estudio tiene en la actualidad algún tipo de acuerdo conjunto con empresas FinTech y un 25% reconoce no tener relación alguna.
La incertidumbre regulatoria es uno de los principales obstáculos y preocupaciones a la hora de establecer algún tipo de relación con las FinTech. Una preocupación que no está vinculada con una iniciativa legislativa concreta sino con la falta de definición acerca de qué regulación les afecta, de qué manera y cuál es el organismo regulador.
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