Descargar

Inmigración a la Argentina: Españoles (hasta 1975) (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

En Santa Fe, en las afueras de Rosario, "Nueva España" fue colonia hortícola; también hubo colonos españoles –de regiones diversas- en San Carlos (Santa Fe), en Urquiza (Entre Ríos) y en otras colonias agrícolas del resto del país. Españoles fueron pioneros de Río Gallegos, Comodoro Rivadavia, Colonia José de San Martín y en la Península Valdés".

"Los gallegos y los catalanes se radicaron, en general, en la ciudad. Los meridionales, en Mendoza, Río Negro y Entre Ríos, dedicándose, principalmente al trabajo rural en las plantaciones. Los valencianos fueron a Corrientes y a Misiones. Los asturianos se instalaron en las provincias andinas, en el noroeste de nuestro país. Los andaluces se dedicaron, mayormente, a la horticultura. Arana, Aguirre, Irigoyen, Elortondo, Iraola, Anchorena, Urquiza, Alzaga, Atucha, Elizalde, Ezcurra, Gorostiaga, Casares, Uribelarrea, Azcuénaga, Udaondo, Olazábal, Madariaga, Guerrico, Anasagasti: son todos apellidos españoles de origen vasco, ligados a la historia del campo argentino. Los vascos, legendario y antiquísimo pueblo de Europa, se dedicaron a nuestro campo con empeño singular, como ganaderos, tamberos y fruticultores. La figura del vasco tambero integra nuestra más pura tradición nacional".

"Canals fue uno de quienes más impulsaron el progreso de Rosario. Otros españoles contribuyeron al crecimiento de los viñedos mendocinos y sanjuaninos. Español era el origen de los fundadores de "La Martona", creada en 1900 por la familia Casares. Ocho años después, un grupo de tamberos de procedencia evidente, fundó otra compañía láctea: "La Vascongada". Y en ese mismo año, "La Cantábrica", inició el rumbo que la llevara a la fabricación de maquinaria agrícola con la que sembró todo el país".

"Aquella variedad genial española de que hablaba Mallea, retoñó en nuestra Patria. A lo largo y a lo ancho de nuestro campo, hubo peninsulares que se hicieron argentinos mientras labraban la tierra, criaban ganado, sembraban frutales o cereal y organizaron su vínculo fraternal, cultivaron el suelo, sirvieron a la Patria y agrandaron nuestro patrimonio espiritual" (1).

Gabriel Báñez, en su novela Virgen, afirma que la protagonista "Había llegado a un país de tanos y gallegos y de rusos y turcos, y todo lo que no entrara en el dos por cuatro de esa conclusión elemental era una rareza de apellido pero nunca de nacionalidad" (2).

"A todos los italianos se los incluirá en "la categoría ‘tano’ –señalan Alvarez y Pinotti-; del mismo modo que a los españoles se los llamará unánimemente ‘gallegos’, a todo aquel que venga del Imperio Otomano ‘turco’ y actualmente, ‘bolita’ designa a todo el que venga del área andina, sea boliviano, peruano, ecuatoriano, o simplemente jujeño. Este uso de rótulo sirve para homogeneizar la diversidad apabullante y de paso descalificar el ‘Otro’ " (3).

"La urbe no consigue absorber del todo el aluvión tumultoso que avanza desde el puerto –afirma Luis Ordaz-, y si bien el inmigrante se va incorporando al medio que habita e integra, éste (el medio) se conforma, asimismo, con dicha participación e incidencia. El inmigrante se adapta o no, pero, a la vez, impone un nuevo sentido a las cosas y hasta las nombra y condimenta con vocablos y giros que componen una nueva jerga de frontera. Italianos y españoles, particularmente, pero también ‘turcos’, polacos, ‘rusos’ (judíos de variadas procedencias), animan una población pintoresca por el enfrentamiento, habitualmente apacible y sin prejuicios de ninguna índole, de todas las nacionalidades, razas y credos. Todo esto resalta, de manera natural, en el ‘sainete porteño’ " (4).

Aurora Alonso de Rocha destaca que "La voz del pueblo –voz del cielo- llamó gallegos a todos los españoles inmigrantes y gringos a los otros extranjeros. De ese modo dejaba dos mensajes para el futuro: primero, que los españoles no eran extranjeros comunes; eran, sí, los ‘otros’, pero los otros del idioma común y la tradición que ya formaba parte y sustento de lo criollo, y segundo, que los gallegos habían sido, entre los españoles, los más en número y los más conspicuos. ¿Qué nos mueve a hacer el esfuerzo de reconstruir pueblo por pueblo, grupo por grupo, el fenómeno inmigratorio? Porque fue el más significativo del siglo pasado y determinante del presente siglo, porque vivimos en comunidades migratorias, porque nos reconocemos en nuestras singularidades nacionales y en la amalgama irrepetible que somos los argentinos. También porque buscamos, racionalmente, las raíces que sentimos en el corazón" (5).

Notas

  1. S/F: Para todos los hombres del mundo que quieran habitar suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
  2. Báñez, Gabriel: Virgen. Buenos Aires, Sudamericana, 1998.
  3. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: op.cit.
  4. Ordaz, Luis: "Armando Discépolo o el ‘grotesco criollo’ ", en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
  5. Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de 1994.

En testimonios

Andaluces

En "Los Fernández invaden Argentina", José Luis Entrala Fernández recuerda, entre otros antepasados, a un maestro inmigrante: Antonio Fernández Osuna nació el 25 de febrero de 1841 en Encinas Reales (…) había salido del hogar paterno, para graduarse como maestro de enseñanza primaria tras unos estudios que probablemente haría en una Escuela privada de Maestros de Antequera y revalidaría en la Escuela Normal de Magisterio de Granada, o en la de Málaga. Antonio ejerció su profesión en Antequera, pueblo grande y rico en la provincia de Málaga.

No hemos conseguido, hasta ahora, saber que clase de actividad desarrolló aunque lo más corriente en aquellos años era que los maestros impartieran clases en su propia casa. Seguramente Antonio trabajó así pero no podemos descartar que fuera profesor en alguna Escuela antequerana. Lo que sí sabemos es que se casó, apenas cumplidos los 20 años, con una sevillana de Gilena conocida por Gracia Hidalgo Cisneros (…) Gracia y Antonio pusieron casa en la Antequera de 1861 (…)

No hay unanimidad de criterios sobre la economía de los Fernández Hidalgo pero no podemos ignorar que los sueldos de los maestros en aquellos años apenas llegaban para ir alimentando y vistiendo a la creciente prole que llenaba la casa (…) Seguían viviendo en Antequera hasta que la menor, Carmen, cumplió los 15 años.

Fue entonces cuando desde Argentina se pidieron maestros españoles para trabajar "en la campiña" de la provincia de Santa Fe, con contratos por tres años y un sueldo de 60 pesos mensuales cuyo valor adquisitivo no acierto a fijar.

Pero debía ser bastante porque Antonio, que ya tenía 48 años y cinco hijos en casa (todos menos la mayor, Pepa, ya casada, y Fernando, fallecido en la infancia) no dudó en emigrar hacia el Dorado que entonces representaba la Argentina para los españoles. Antonio, Gracia y sus cinco hijos se embarcaron en el trasatlántico "Provence" seguramente en Gibraltar, aunque la travesía se había originado en Barcelona, y se marcharon para no volver jamás a la Madre Patria. (…) En Argentina hacían falta maestros para enseñar en los pueblos.

La ley de Educación Común de 1884, mediante la cual el gobierno de Juárez Celman quiso elevar el nivel de la enseñanza primaria en el país, había concluido su primera fase con la construcción de numerosas escuelas en pequeños núcleos rurales de todo el territorio argentino. Y entonces surgió un grave problema por la falta de maestros que las regentaran. Los escasos titulados de nacionalidad argentina no querían dejar las grandes ciudades.

Así que el gobernador de la provincia de Santa Fe, Manuel Gálvez, cortó por lo sano y resolvió contratar 60 maestros trayéndolos de España por razones de "idioma, raza y religión". Para ello se constituyó en Madrid una comisión encargada de buscar candidatos que, eso si, debían superar una larga serie de requisitos tales como "celo por su trabajo, cumplimiento del deber, cumplimiento de la Fe Católica y resultados comprobados de eficiencia en la labor docente". Antonio, cumplía todos los requisitos con su larga experiencia antequerana, y fue uno de los 60 seleccionados que viajaron entre febrero y junio de 1889. Concretamente llegó a tierras argentinas el 7 de abril de 1889 para incorporarse a la escuela de San Carlos Centro, pueblo muy cercano a Santa Fe de la Vera Cruz, capital de la provincia de su nombre donde tomó posesión el 13 de abril del mismo año.

En el Archivo General de la provincia de Santa Fe (página 202 del "Registro Oficial de la Provincia de Santa Fe") se guarda el "decreto sobre varios nombramientos escolares" con la cita expresa de Antonio Fernandez Osuna como "profesor de la graduada de varones de San Carlos Centro". Está firmado, por el gobernador Gálvez y por Juan M. Caffarata, el 7 de junio de 1889 pero con efectos retroactivos desde el anterior 13 de abril. Esto significa que Antonio comenzó a trabajar y a generar sus 60 pesos mensuales de sueldo seis días después de su llegada a tierras de América. (…) El Colegio Rural de San Carlos Centro se abrió el 23 de septiembre de 1873 y Antonio Fernández Osuna fue contratado como maestro titular 16 años más tarde. (…) Cuando se cumplieron los tres años del contrato Antonio decidió volar por su cuenta y se trasladó a la cercana Santa Fe donde para ganarse la vida impartiendo clases particulares a la flor y nata de la sociedad local. Se instaló con la familia en una casa de la santafesina calle Buenos Aires, entre la 25 de Mayo y San Martín (…) Antonio Fernández Osuna y su familia vivieron en Santa Fe desde abril de 1892 y una fecha indeterminada de 1894.

Tampoco sabemos cómo le fueron las cosas con las clases particulares pero lo más probable es que la situación no estuviera muy desahogada porque Antonio optó por un nuevo traslado, esta vez a Buenos Aires. No sabemos cómo pero consiguió un empleo en el Ministerio de Economía, en calidad de inspector de Rentas Internas (algo así como lo que en España se llama inspector de Hacienda). (…) tanto Antonio como la mayor parte de sus hijos, mejoraron en todos los sentidos, gracias a la decisión de emigrar. Hay documentación que nos permite fijar a la familia en el año 1894 viviendo desahogadamente en Buenos Aires, en la calle Pasco número 24. Todos menos Concepción, que se había quedado con su Bartolomé Martina, procreando hijos en San Carlos Centro. De la vida y la muerte del inspector Antonio poco o nada sabemos.

Solamente conocemos dos datos. Que en 1922 seguía en Buenos Aires con sus 81 años cumplidos en una buena casa de dos plantas en la calle Belgrano, y que tuvo la mala suerte de caerse al subir a un tranvía justo el día que había ganado 12.000 pesos en la lotería y corría alborozado a su casa para anunciar la buena nueva a su mujer Gracia. Dicen que entre la caída y la edad Antonio falleció dejando su nueva Patria argentina sembrada de hijos y nietos. No sabemos la fecha exacta pero debió ser en el año 1923".

Manuel de Falla nació en Cádiz en 1876. Fue "pianista y compositor. Protagonista del nacionalismo musical español, obtuvo el Primer Premio de Piano en 1899. (…) Incursionó en el mundo de la zarzuela y estrenó Los amores de la Inés (1902). En 1904 comenzó a trabajar con el escritor Carlos Fernández Shaw en la ópera La vida breve, que le valió el premio de la Academia de Bellas Artes (1905). En 1907 viajó a París, donde se vinculó con Paul Dukas, Claude Debussy y su compatriota Isaac Albéniz. Los cuatro conformaron una tertulia que alentó el tránsito del romanticismo al impresionismo musical. Establecido en Francia, comienza a trabajar en Siete canciones populares españolas (1912). La Primera Guerra Mundial lo obligó, en 1914, a retornar a España.

Allí compuso la música para ballet El amor brujo (1915), El retablo de Maese Pedro (1922) y muchas otras piezas. Su último trabajo fue La Atlántida, que quedó inconcluso y fue finalizado por un discípulo suyo después de su muerte. En 1939, al terminar la Guerra Civil Española, se radicó en la Argentina, donde se convirtió en un referente para numerosos músicos argentinos, como Alberto Ginastera, interesado en plasmar una música clásica de raíz nacional" (1). Falleció en Córdoba en 1946.

En un artículo, Claudio Ratier recuerda una anécdota relacionada con los últimos días de vida del músico (2); en otro, se conmemoran los sesenta años de su llegada (3).

El editor Antonio Zamora nació en Andalucía en 1896; falleció en Buenos Aires en 1976. Escribe Roberto Romero que Zamora "Cincuenta años de actividad editorial -hasta un libro por día en la época de mayor producción literaria- estuvieron matizados con cárcel y exilio, un signo distintivo de quienes emprendieron la única lucha posible sin las armas: la de las ideas. Tan intensa como su producción editorial fue su vida sentimental, con tres matrimonios y cinco hijos. Antonio Zamora falleció en Buenos Aires el 5 de septiembre de 1976 a los 80 años. En el sepelio, Elías Castelnuovo, su gran amigo durante seis décadas, se despedía con estas palabras del editor y militante socialista: "…pasarán muchos hombres, se harán muchas obras, pero lo que hizo Antonio Zamora a favor de la cultura del país, eso no pasará jamás’ " (4).

Francisco Ayala nació en Granada en 1906. "Desde muy joven se destacó como novelista y cuentista. En 1939 se exilió a Argentina, donde fundó la revista Realidad. Después pasó a México, Puerto Rico y E:E:U:U. Fue profesor de sociología en varias universidades. En sus obras, Ayala plasma su experiencia e ideología personales, cierto tono irónico y escéptico y una fluida narración" (5). En la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, en abril de 1992, Su Majestad el Rey de España expresó lo siguiente: "Nunca consideró el exilio Francisco Ayala como un destino cultural. Para él, la creación desarrollada en aquellos tiempos pertenece a la integridad de la cultura española, y posee con la que se siguió haciendo dentro de nuestras fronteras el rasgo unificador del uso común del idioma castellano. Ayala ha puesto así el acento en una cultura no diferenciada, sino enriquecida por los hechos históricos" (6).

Rafael Alberti nació en Puerto de Santa María, Cádiz, en 1902; falleció en su tierra en 1999.

Perla Rotzait relata que, en la Argentina, "la vida no era fácil económicamente para los Alberti. María Teresa no podía trabajar en la radio, la televisión, el teatro ni el cine, por ‘roja’, a pesar de su amistad con Delia Garcés, quien había interpretado una película con un guión escrito por María Teresa. Pese a todas esas prohibiciones, trataba de ganarse la vida con su ingenio y capacidad. En esos momentos difíciles, Luis Peralta Ramos le rogaba –así es la amistad- que le vendiera algún ícono u otro objeto que ellos habían traído de algún viaje" (7).

De esta época es La arboleda perdida, autobiografía de Alberti, en la que escribe: "Y ahora, esta afiebrada tarde del 18 de noviembre de 1954, en mi cercado jardinillo de la calle Las Heras, bajo dos florecientes estrellas federales, el mareante aroma de un magnolio vecino, cuatro pobres rosales, martirizados por las hormigas, y el apretado verde de una enamorada del muro, doy comienzo a este segundo libro de mis memorias". Y luego, en julio de 1959: "no sé, pero hay algo en mi país que ya tambalea, y entre nosotros, los desterrados españoles, circulan vientos que nos cantan la canción del retorno" (8).

Manuel García Ferré nació en Almería en 1929. "Llegó a nuestro país a los 17 años, dejando atrás los sinsabores de la Guerra Civil en su España natal. En Buenos Aires combinó sus estudios de arquitectura con la creación publicitaria, hasta que, en 1952, logró su primer éxito: Pi-pío, personaje adoptado por la revista Billiken. Desde entonces se dedicó de lleno a los dibujos animados. En 1959 formó su propia empresa de publicidad, con la que realizó más de 800 comerciales, entre ellos Los gatitos de lanas San Andrés, ganador del primer Martín Fierro otorgado a una animación. (…)

En 1964, García Ferré creó uno de sus más relevantes éxitos: la revista Anteojito. Dirigida al público infantil, se pobló de personajes de singular genialidad, como Calculín y Petete. Fue el inicio de una labor editorial dedicada a los niños, que incluyó la publicación de clásicos de la literatura hispanoamericana y gran cantidad de material didáctico. Dejó de publicarse en enero de 2002. La labor cinematográfica de García Ferré se inició en 1973 (…)En 1999 se estrenó Manuelita, una recreación del personaje de María Elena Walsh. Pantriste es, hasta ahora, el último personaje de García Ferré y principal protagonista de su película Corazón, las aventuras de Pantriste (2000), donde reaparecen muchas de sus primeras creaciones" (9).

A criterio de Ignacio Gutiérrez Zaldívar, "La tradición marinista en el Arte de los Argentinos tiene tres nombres que son hitos fundamentales: Eduardo De Martino, marino y pintor italiano, Justo Lynch y Oscar Vaz. Tres generaciones sucesivas que se transmitieron una a otra sus conocimientos y que esgrimieron con orgullo su vinculación de maestro a alumno. Hijo de inmigrantes andaluces, Oscar Vaz nació en Barracas el 10 de octubre de 1909. Recorrió los muelles desde niño, acompañando a su padre en su tarea de despachante de aduana, y así comenzó su amor por el Riachuelo" (10).

El dibujante Quino nació en Mendoza en 1932. Es "nieto de una comunista militante e hijo de republicanos exiliados". Acerca de sus mayores, expresó: "Mi abuela era una militante que vendía los bonos del partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban unas trifulcas terribles en mi casa. Cuando era niño, escuchaba radios de Moscú y de Pekín. Pero también admiraba a Bing Crosby y estaba enamorado de Mirtha Legrand. Yo tenía diez años. (…) Nací en Mendoza en una familia andaluza, en un barrio donde el panadero era español, el verdulero, italiano, el otro comerciante, libanés.

A los primeros argentinos los conocí en la escuela. Todos mis parientes eran españoles. Desde chico tuve una visión muy amplia. Quizás por eso a Mafalda la quieren tanto en tantas culturas distintas. (…) Honestamente me siento más cerca de un campesino del Mediterráneo que de un indio del Altiplano. Yo sé que decir esto no cae bien, pero es la verdad. Quisiera estar más atado a las raíces del lugar donde nací" (11).

En otra entrevista, dijo: "Yo me lo pasaba jugando, matando cucarachas y hormigas y sin ningún contacto con la Mendoza de afuera. Así fue que llegué a la escuela primaria hablando en anadaluz, con conflictos expresivos y de comunicación. Supongo que eso me hizo elegir el dibujo como medio de expresarme" (12).

En 2005 recibió el título de Caballero de la Orden de Isabel la Católica y fue declarado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

Ana María Bovo menciona a su familia de allende el mar como una influencia decisiva en su carrera. Recuerda a su abuelo Francisco, andaluz de Almería, como "un extraordinario conversador, que me enseñó a decir con gracia y humor; pero al mismo tiempo a saber escuchar; comprender que las cosas tienen un tiempo y que en un diálogo hay que saber respetar el tiempo del otro". Se refiere asimismo a una tía: "En Andalucía, conocí a una prima de mi madre, mi tía Ana María (igual que yo), otra narradora fabulosa, casi iletrada; había ido a la escuela sólo durante tres semanas. Muy querida, la gente del pueblo decía de ella que era graciosita como ninguna, fina como los corales, que los mayores llegaban hasta su reja en busca de consuelo y oraciones, y los chicos, de coplas y chascarrillos".

Esta experiencia fue también muy importante para ella: "Me maravilló poder unir el mundo de la literatura de la memoria de aquellos que dicen bonito, aunque no sepan leer, con el mundo que yo había aprendido con estudio y lecturas" (13).

En El tango en su etapa de música prohibida, escribe Juan Sebastián Tallón: "En los años 5, 6, 7 y 8, ‘El Cívico’, que transitaba de los veinticinco a los veintiocho de su edad, vivía en la pieza número 15 de El Sarandí, conventillo situado en la calle epónima, entre Constitución y Cochabamba. Su profesión consistía en la explotación de su mujer, ‘La Moreira’, y en la pesca y tráfico comercial, al contado, de pupilas nuevas. El era de ascendencia italiana meridional (albaneses); ella, hija de andaluces gitanos" (14).

Una andaluza se presenta en casa de Horacio Quiroga. Escriben Ezequiel Adamovsky y Gustavo Bombini: "Bastó con ver su aspecto, para que la andaluza que se había acercado a la casa de Vicente López, en busca de empleo, huyera despavorida. Al abrirse la puerta, había visto a un hombre descalzo, vestido con un overol manchado de grasa, con abundante barba y cabellera negras, ojos celestes e inquietantes, muy flaco y de baja estatura. Contra lo que la andaluza y nosotros mismos pudiéramos pensar, contra la imagen habitual del ‘escritor prestigioso’, quien apareció allí era Horacio Quiroga" (15).

"Huérfano de padre y madre, Alberto Rodríguez Gallego y González de Mendoza –léase Alberto de Mendoza- fue criado en España. Su abuela lo recibió en Huelva a los cinco años: doña Isidra era una mujer severa, y trató de encarrilar a su nieto, ya de purrete proclive al callejeo.

Lo primero que hizo fue anotarlo en la escuela de los escolapios, famosos por su mano dura. No resultó o resultó a medias, cuenta el actor. Le iba bien en literatura, pero las ciencias exactas eran para él un tormento. ‘Me mandé mil cagadas en el colegio, pero lo peor fue una vez que mi abuela me agarró in fraganti –relata nostalgioso-.

Resulta que yo tenía muy malas notas en álgebra y una tarde mi abuela me obligó a estudiar la materia. Pasaban las horas y yo, con el libro abierto. Ella iba y venía, y yo seguía concentrado. Le dio por desconfiar: me agarró distraido y con el bastón tiró el libro. Cuando se cayó, vio que tenía escondida una revista pornográfica, encima una de monjas y curas… Me pegó una cachetada tan grande que me puse a llorar. Me dijo: No llore, quedan muchos años para llorar. Tenía razón… Era una gran mujer que murió durante la Guerra Civil. La tengo siempre presente, en la cabeza y en la mesita de luz. Cuando me acuesto, o cuando me subo a un avión, digo: Abuela, protegéme. Y lo hace" (16).

La decisión de una inmigrante fue fundamental en la historia de los Prebble argentinos. Cuenta Carlos Prebble: "Mi tatarabuelo Charles Prebble vino a la Argentina en el siglo XIX para trabajar en el ferrocarril. Le fue tan bien, que cuando volvió a Escocia hizo edificar una mansión a la que llamó ‘Temperley’, en homenaje al barrio en el que había vivido. Su hijo Edwin vino años después a trabajar él también en los ferrocarriles. Se casó con una andaluza, y tuvo tres hijos. Edwin murió joven. Entonces, Charles Prebble ofreció a su nuera costear el viaje de ella y los tres hijos del matrimonio, para que los niños se educaran en la tierra de su padre, a expensas del abuelo. Ella no aceptó, y así fue como los Prebble se quedaron en la nueva tierra".

Horacio Spinetto se refiere a un español paragüero y sus descendientes: "En Talcahuano al 900 funciona la paragüería "Al Ambar". Horacio Ricci trabaja con exquisitez, ya sea cambiando empuñaduras o reparando las telas. El sabe que su negocio forma parte de la historia de la ciudad, y que además el es uno de los últimos paragüeros de Buenos Aires, situación que lo enorgullece, pese a que el oficio dejó de ser lucrativo hace rato. Horacio es la tercera generación al frente del local.

En una nota publicada en la revista "Caras y Caretas" del 4 de noviembre de 1933, Félix Lima, su autor, al referirse a don Ildefonso Rodríguez Campos lo distingue como "el bastonero mayor de Buenos Aires". Ildefonso había llegado desde su Cádiz natal, en 1890, el año de la Revolución Radical, traía consigo un torno a pedal. Al poco tiempo abrió "Al Ambar" en un local de Uruguay 770. Por aquí pasaron personajes de la talla de Hipólito Yrigoyen, Elpidio González, Benito Villanueva, Marcelo T. de Alvear y Carlos Saavedra Lamas, entre muchos otros. El negocio se mudó primero al 744 y luego al 361 de la misma calle Uruguay. "Todos señores muy de llevar bastón", decía Estela Rodríguez de Ricci, hija de Ildefonso y madre de Horacio. La especialidad de Ildefonso era el ámbar, ya fuera en puños de bastón, boquillas, pipas cuyas cazoletas representaban cabezas de viejos marinos, sirenas y leones a la manera de mascarones de proa.

Con el tiempo el rubro principal fue el de los bastones, que se producían artesanalmente, ya fueran de java, amouret, lapacho, palo santo, virapitá, laurel, guindo, coligüe y ébano, a veces con puño de carey o marfil. El Príncipe de Gales se llevó, admirado por su calidad, tres bastones con puño de madera forrado en cuero de chancho. Poco después se sumaría el rubro de los paraguas y las sombrillas, que terminaron siendo los protagonistas. En 1946 "Al Ambar" se mudó al local anterior, de Talcahuano al 1000. Entre la clientela destacamos a Ignacio Corsini, Angelina Pagano, Santiago Gómez Cou, Niní Marshall, Arturo García Buhr, Zully Moreno y Delia Garcés. Los 110 años de vida de "Al Ambar" forman parte de la memoria porteña, mientras espera cumplir muchos más" (17).

Notas

  1. Varios autores: Enciclopedia visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
  2. Ratier, Claudio: "Una prueba de inmortalidad", en La Nación Revista, 16 de abril de 2000.
  3. S/F: "Un amor desembrujado", en La Prensa, Buenos Aires, 10 de octubre de 1999.
  4. Romero, Roberto D.: "Cultura sexual y física" "De eso sí se habla". Publicado en: Historia de Revistas Argentinas. Tomo III. AAER en www.learevistas.com.
  5. S/F: Enciclopedia Clarín. Buenos Aires, Visor, 1999.
  6. Rey Juan Carlos de España "Palabras de SM El Rey", en www.terra.cultura.es. Premios Cervantes.
  7. Barón Supervielle, Odile: "Alberti en Buenos Aires", en La Nación, Buenos Aires, 8 de diciembre de 2002.
  8. Alberti, Rafael: La arboleda perdida. Barcelona, Bruguera, 1980.
  9. Varios autores: Enciclopedia visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
  10. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Oscar Vaz (1909-1987). Catálogo de la muestra efectuada en Zurbarán en diciembre de 2005.
  11. Reinoso, Susana: "Quino: ‘ Los adultos están arruinando a los chicos’ ", en La Nación, Buenos Aires, 7 de diciembre de 2003.
  12. Amato, Alberto: "Justo a él le tocó ser Quino". Fotos EFE, en Clarín Viva, Buenos Aires, 27 de junio de 2004.
  13. Aubele, Luis: "A boca de jarro. Ana María Bovo. ‘El poder de los sin poder’ ", en La Nación, Buenos Aires, 29 de diciembre de 2002.
  14. Tallón, Juan Sebastián: El tango en su etapa de música prohibida, citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.
  15. Adamovsky, Ezequiel y Bombini, Gustavo: Para noche de insomnio. Textos de Horacio Quiroga. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1991.
  16. Heller, Diego: "Pobre mi nona querida", en Clarín Viva, 5 de junio de 2005. Fotos: Alejandra López.
  17. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y el Rescate – El Paragüero y el Bastonero", en www.dgpatrimonio.buienosaires. gov.ar.

Asturianos

Pedro Fernández, asturiano de diecinueve años embarcado ilegalmente en La Coruña hacia la Argentina en 1899, escribe en su diario: "dieron a cada viajero un plato de loza y un tarrito también de la misma materia, juntamente con un tenedor y una cuchara. Cada uno iba a buscar su comida en el plato, la cual era bastante buena consistiendo en carne de buey y de cerdo, patatas, garbanzos, arroz, habas, bacalao y algunas otras sustancias alimenticias bien condimentadas por un viejo y divertido cocinero español; ¡y que apretones llevábamos cuando íbamos a buscarla! con dos horas de anticipación ya la mayor parte de nosotros provistos del servicio de mesa que nos habían dado rodeábamos la cocina cuando apenas había principiado a hervir la comida y antes de principiar a repartirla cada uno empujaba a los demás para llegar primero al caldero que contenía el rancho; ¡cuántos con el apuro se quemaban las manos viéndose por este motivo a tirar con plato y comida!

Los que como a mí no les gustaba el pan comíamos el primer plato a toda prisa no haciendo caso aunque la comida de tan caliente como estaba llevase consigo pedazos de piel del paladar o de la garganta pues nada se sentía con tal que llegásemos al reenganche, como allí se decía cuando se volvía por otro plato de comida" (1).

Narciso Ibañez Menta se radicó en la Argentina entre 1931 y 1963. José Martínez Suárez manifestó acerca del asturiano: "El fue un maestro de actores y nuestra amistad nació cuando los dos trabajábamos para los estudios Lumiton. Pero sólo en 1976 pude tener el gusto y la honra de dirigirlo. Fue en la película ‘Los muchachos de antes no usaban arsénico’, una producción que me brindó enormes satisfacciones y en cuyo rodaje comprobé el talento, la exigencia profesional y la calidez que poseía Narciso. Nuestra fraternal amistad prosiguió a través de cartas y llamadas telefónicas. Sin duda, con Ibáñez Menta se fue un grande, una figura insustituible de la pantalla del teatro y la televisión" (2).

Por evadir el reclutamiento vinieron los tres hermanos asturianos Fernández Montes, enviados por su madre, quien quedó en España con sus otros hijos. Nicanor Fernández Montes, nacido en Loredo, "llegó a Buenos Aires en el Capolonio, un barco ya casi legendario, que también fue tema de un tango". Su hija, Angela, cuenta que viajó en barco a la Patagonia, luego de un tiempo en el Hotel de Inmigrantes: "en una travesía marcada por olas de veinte metros… (…) Su primer destino fue Río Gallegos, donde no había ni veinte casas, y de ahí lo mandaron de puestero a una estancia. (…) En la Patagonia no había nada de lo que él sabía hacer, de modo que tuvo que improvisar, como todos los integrantes de una sociedad pionera. (…) Una vez, llegó a estar catorce meses solo en un puesto… catorce meses…. Desayunaba, comía, merendaba y cenaba cordero… no había otra cosa; lo notable es que le gustaba".

"Yo viajé a España –cuenta Pepe Fernández Balado, hijo del inmigrante y hermano de Angela- porque sentía que tenía que recuperar algo que se me escapaba, que se me había escapado en la infancia. (…) yo nací en el ’46 y en el ’50 y tantos, había un horario en el que la radio no se podía tocar: la hora de la audición española… y yo reconozco todas las canciones de esa época, como si fuera un español más. Es más, cuando viví en España, con un español, hacíamos competencias, él empezaba un pasodoble, yo lo seguía y así… y él no podía creer que yo me hubiera criado en Argentina…" (3).

Fueron asturianos los padres de Niní Marshall. Escribe Jorge Göttling: "El humor es siempre una salida honorable. Lo supo desde siempre, acaso lo intuyó aquella Marina Esther Traverso, nacida en Caballito hace justo un siglo, sexta hija de un matrimonio asturiano de primera inmigración.

Por fatalismo y por elección, fue una chica de barrio. Tertulias de canto y baile son coro y escenario de sus primeros enmascaramientos: deforma las voces, acuchilla al diccionario, le da valor barriero a cada expresión. Con castañuelas y panderetas se sube al palco del Centro Asturiano. Tiene 12 años" (4).

Fue asturiana la madre de los actores Jorge y Aída Luz, acerca de quien dice el hijo: "Mamá fue muy cobijadora con nosotros. Papá nos quería pero no era de hacernos caricias, nada. Entonces vos te vas adonde el sol más caliente".

Cuando Jorge Luz fue a conocer a su abuela asturiana, la anciana le dijo: "Nin… –que quiere decir nene-. Nin, nenu, nenín, que guapín eres al hablar… me dices de vos, como a los reyes". Volvieron décadas después: "Mamá se vino de Asturias cuando tenía doce años.

Cuando ella tenía cincuenta y pico la llevé a Asturias a ver a su mamá. Mi abuela. Ella tenía una cocina muy grande y nos quedábamos a la noche, en plena montaña, con la cocina encendida. Estaba todo el campo verde, lleno de almendras, nueces, guindas. La despedida fue fea. Cuando íbamos camino al aeropuerto, de vuelta a Buenos Aires, mamá venía llorando, y le dije: ‘Mamá, la viste, no le pidas más a la vida’. A los cinco meses de llegar acá, murió mi abuela" (5).

"Otra gran escritora judía de Rosario es Angélica Gorodischer –afirma Alberto José Miyara. La autora de Trafalgar tiene un apellido eminentemente judío, y judío es asimismo el humor que campea en su obra. Empero, la maestra de la ciencia ficción argentina llega al judaísmo por portación de marido –el original propietario del apellido-, proviniendo ella de una familia asturiana y rígidamente católica, por cierto" (6).

Un famoso café porteño fue comprado por un asturiano. En "El café Izmir", Carlos Szwarcer relata: "El Café Izmir, conocido por la intelectualidad argentina a partir de la publicación de la novela Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal en 1948, era ya famoso en los años ’30 como centro inevitable de reunión de las oleadas inmigratorias y verdadera institución en el barrio.

El local del lzmir fue construido a fines de 1932 sobre la base de tres habitaciones de un inquilinato de la calle Gurruchaga 432-436; su primer dueño habría sido Jaim Danón, quien le daría ese nombre en recuerdo de lzmir, su ciudad natal. En 1940, Rafael Alboger se hace cargo del fondo de comercio y comienza su larga trayectoria de veinticinco años detrás de su mostrador. (…) En noviembre de 1969, el asturiano Jesús Rodríguez se hizo cargo del fondo de comercio y los años setenta serían testigos de la lenta desaparición de los viejos "turcos". "…Alboger tenía imán… mientras vivió el café estuvo a full…" aseguran con añoranza sus viejos clientes. El "espíritu oriental" ya no existía, y los habitués, a excepción de un pequeño grupo, eran otros: los empleados y albañiles de la zona. Los motivos de tal metamorfosis fueron varios: el cambio de dueño, de estilo, de sociedad, etc. (…) El lugar de reunión e inspiración, y parte del alma y de la cultura porteña, cerró definitivamente sus persianas el 9 de octubre de 2000.

El lzmir figura entre los 39 cafés citados en el libro Los cafés de Buenos Aires, publicado por la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares y Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires y entre los 21 citados como ‘emblemas porteños’ en La Guía Total de Buenos Aires, de Diciembre 2000" (7).

Carlos Salatino y Beatriz Sevilla son "una pareja dedicada al arte, el diseño y la producción artesanal de objetos decorativos". Ellos no pintaron inmigrantes, sino un barco, en homenaje al que trajo a los fundadores de una cadena gastronómica, en uno de cuyos restaurantes porteños los artistas realizaron el mural al que nos referimos.

Sobre esta obra expresó Salatino: "El mural que usted vio en FAME tiene una relación indirecta con el tema de la inmigración. Los fundadores de esa empresa son inmigrantes españoles y el nombre que eligieron para denominar su primer establecimiento gastronómico en gallego significa "hambre", un hambre que España, caída en una profunda decadencia, carente de recursos, atrasada industrialmente, debilitada por guerras internas y perdidas sus últimas colonias, conoció en una escala aún mayor que la que aqueja a nuestro país hoy. Los fundadores de FAME llegaron con la oleada de inmigrantes españoles que buscaron aquí lo que sus países les negaban. Cuando nos tocó realizar el mural, tuvimos en cuenta estos factores pero no fuimos en absoluto literales. El puerto pudo ser cualquier puerto, obviamente también el de Buenos Aires, el barco se llama Virgen de Covadonga porque los fundadores de FAME son, como buenos asturianos, devotos de esa Virgen. Tal vez ellos al mirar el mural hayan recordado el barco que los trajo a esta tierra, aunque se llamara de otro modo y, ciertamente, si ellos no hubieran llegado, como tantos otros, a este país, FAME -que hoy ya es una cadena de cuatro grandes establecimientos- no existiría, y el mural tampoco" (8).

Horacio Spinetto recuerda un dicho de un español: "Como decía Cándido Ramos un viejo colchonero asturiano: ‘En nuestra actividad no es cuestión de quedarse dormido’ " (9).

Notas

  1. Méndez Muslera, Luciano: "Salida del emigrante", en "Asturias en la emigración", en www.telepolis.com/indianos.
  2. Martínez, Adolfo C. "El caballero del miedo", en La Nación, Buenos Aires, 16 de mayo de 2004.
  3. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del Plata, 26 de noviembre de 2000.
  4. Göttling, Jorge: "Biografías de Buenos Aires", en Clarín, Buenos Aires, 4 de agosto de 2003.
  5. Guerriero, Leila: en La Nación Revista.
  6. Miyara, Alberto José: "Escritores judíos de Rosario: apuntes para el estudio de una literatura", en Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando la cultura judeoargentina / 2 Literatura y artes plásticas. Buenos Aires, Editorial Milá, 2004.
  7. Szwarcer, Carlos: "El café Izmir", en SEFARaires, N° 14 y 15.
  8. Salatino, Carlos: e-mail enviado a M. G. R.
  9. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y el Rescate – El Colchonero", en www.dgpatrimonio.buienosaires.gov.ar.

Baleares

Alvaro Abós escribió sobre Juan Torrendell, acerca de quien afirma: "Uno de los más singulares libreros y editores de Buenos Aires fue el mallorquín Juan Torrendell, cuyo sello Tor publicaba libros que no siempre respetaban su integridad (Torrendell solía tijeretear los originales para adaptarlos a los pliegos disponibles) pero que, a veinte o treinta centavos el tomo, llevaron autores clásicos y modernos a millones de lectores.

Acosado por una de las tantas ‘crisis’, Torrendell tuvo una idea extrema: en su local de Florida, bajo una gran balanza, colocó carteles que ofrecían: ‘Un kilo de libros a 1 peso, dos kilos por 1,50’. El escándalo fue memorable y a él contribuyó la airada protesta de la Academia Argentina de Letras para la cual la idea del mallorquín resultaba herética. En su erudita investigación Libreros, editores e impresores de Buenos Aires (1974), Domingo Buonocuore transcribe la solicitada aparecida en varios diarios el 6 de junio de 1934: la Academia pedía ‘al público lector’ que no aceptara el sistema de libros por peso ya que ‘equipara la producción intelectual con una vil mercancía’. Pero la librería estaba colmada a toda hora" (1).

En "El equipo de traductores de don Juan", Fernando Sorrentino escribe: "Lecturas seleccionadas y completas a precios que por su calidad son insignificantes. Estos volúmenes lujosamente presentados, con 250 y 300 páginas, impresos en papel de calidad superior y llamativas portadas en colores. Pedirlos en todas las buenas librerías de América.

El primer párrafo se encuentra en la contratapa de El fantasma de la Ópera (Buenos Aires, Tor, 1944), de Gaston Leroux; el segundo, en la de El hombre invisible (Buenos Aires, Tor, 1948), de Herbert George Wells. De que los precios eran insignificantes, no cabe duda alguna; pero nadie se atreverá ni siquiera a insinuar que los volúmenes estaban lujosamente presentados e impresos en papel de calidad superior. La Editorial Tor, que perduró —según creo— hasta más o menos 1950, tuvo un catálogo extenso y heterogéneo. De los muchos libros que —por su bajo precio— compré en mi adolescencia, sólo conservo algunas reliquias: conocí a Pedro Antonio de Alarcón por El capitán Veneno, y a Benito Pérez Galdós por Misericordia. Manuel Gálvez publicó en Tor sus polémicas biografías Vida de don Juan Manuel de Rosas, Vida de Sarmiento y Vida de Hipólito Yrigoyen. También apareció con ese sello la primera edición (1935) de la borgeana Historia universal de la infamia. Las novelas rosas de M. Delly eran vecinas de los libros críticos y filosóficos de Giovanni Papini. Y hasta un juvenil Bioy Casares editó, en 1933, con el seudónimo de Martín Sacastrú, su segundo libro: Diecisiete disparos contra lo porvenir" (2).

Notas

  1. Abós, Alvaro: "Pasión por los libros", en La Nación, Buenos Aires, 4 de enero de 2004.
  2. Sorrentino, Fernando: "El trujamán: El equipo de traductores de don Juan" Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes (España), 14 de enero de 2004.

Cántabros

Eduardo González Lanuza nació en Santander en 1900; falleció en Buenos Aires en 1984. Recuerda los esfuerzos de su maestra por borrarle la pronunciación española: "En su bondadosa preocupación por su alumno me creó, sin sospecharlo, un serio problema, a sus oídos habituados a las dulzuras del decir criollo debieron molestarle las crudezas de mis acentos hispánicos, acaso el entusiasmo patriótico de aquellos años fervorosos del centenario, le inspiraron la urgencia de adaptarme de inmediato a lo argentino".

Así sucedió: "Ello fue que un cierto día decidió dedicarse durante los recreos a luchar con aquella, su suavidad, tan eficaz en mí, contra una erizada prosodia santanderina, tajante de jotas, capaces de degollar a quien las pronunciara, restallante bajo el doble látigo de las elles, resbaladiza de zetas y ce, para reemplazarla por la tierna indecisión de la ce argentina, vacilante entre la ce y la ese, limar el filo despiadado de las jotas y hacerme deslizar por las blanduras del yeísmo".

El alumno aprendió rápidamente: "Dócil a su reclamo, que además facilitaría mi trato con los compañeros al eludir las pullas que mi primitiva pronunciación provocaba, adelanté raudamente en el proceso de desintegración de la prosodia ibérica". Mas a los padres no les satisfizo este avance del niño: ""¡Pero ay de mí! En mi casa, mis padres opinaban de otra manera y las desacostumbradas inflexiones recién adquiridas por mi voz, eran consideradas pecado mortal, clarísimo índice de que a convertirme en un descastado. De ahí mi temprana condición de bilingüe que me hizo acomodar a modismos distintos, según que tuviera que hablar en casa o en la escuela" (1).

En la provincia de Buenos Aires vive Francisco Sainz, "Hombre solo, siempre. De recién cumplidos 85 y costumbres rudas como el campo. Hijo de un español de Santander, el primero de la familia en meter la mano en esas tierras, hace cien años. La casa está en lo alto del terreno y todo alrededor es horizonte limpio. Un patrimonio de cuatro mil hectáreas compradas de a pedacitos, en las entrañas de Buratovich" (2).

Notas

  1. González Lanuza, Eduardo: citado en "Bajaron de los barcos. Historia de la inmigración en Argentina", por Colegio Schönthal, www.monografias.com.
  2. Piotto, Alba (texto) y Digilio, Rubén (fotos): "Campo de batalla", en Clarín Viva, Buenos Aires, 21 de marzo de 2004.

Castellanos

Tania nació en Toledo en 1898; falleció en Buenos Aires en 1999. En 1998, apareció esta noticia: "Entre risas y lágrimas, Tania fue homenajeada por su trayectoria artística, y declarada Personalidad Emérita de la Cultura Argentina. Sentada en el escritorio de su compañero de toda la vida, Enrique Santos Discépolo, la actriz y cantante recibió la distinción de manos de la secretaria de Cultura, Beatriz Gutiérrez Walker. (…) " ‘Yo, que fui a tantas fiestas, que recorrí tantos países y que recibí tantos premios, incluso el del Rey de España, nunca estuve tan emocionada como ahora’, dijo Tania con la voz entrecortada (1).

Una inmigrante nacida en Mataluenga del Bierzo, León, inspira a Niní Marshall: "su primer público es la gallega Francisca, la empleada doméstica, a la que ella inmortalizaría como ‘Cándida’ " (2).

María Teresa León nació en Logroño en 1904; falleció en Madrid en 1988. En 1963, escribe la nota titulada "Soñemos con el viaje", en la que expresa: "A lo lejos nos está esperando el itinerario previsto o tal vez la emoción de ver de nuevo la aldea que se dejó al venir o la visita a los parientes de los abuelos, que deben estar en tal lugar…, o las ciudades madres de civilizaciones ilustres o los museos donde se almacena el ingenio humano o las formas diferentes de la vida de los hombres en este mondo cane, que a veces se dulcifica en las fiestas".

Ella también parte: "A punto de tomar el avión escribí hoy, amigas mías. Es mi pañuelo en el aire. Dicen que los argentinos son viajadores. Claro. Yo sé que todas las sensaciones de liberación me están aguardando pero, como cualquier abuela al ir a tomar la diligencia o el tren, yo siento palpitar mi alma. Gracias por ello. Debe ser vuestra amistad que me despide. Hasta pronto. Antes de que suspire estaré al otro lado del mar" (3).

Leonor Manso destaca la importancia que tuvo para ella el viajar a Segovia, tierra de su padre, "que se había ido de allí a los once años y sólo había vuelto de visita a fines de los 60". En Carbonero El Mayor, a unos cien kilómetros de Madrid, encuentra a sus tíos y recorre todo el pueblo "lleno de Mansos". Sobre esta experiencia afirma en 2000: "Me fui viendo y reconociendo en cada uno de ellos. También empecé a sentir cada vez más fiebre: era un golpe fuerte verme puesta frente a mis orígenes de una manera brutal" (4).

Alfredo Alcón recuerda a sus abuelos castellanos: "soy hijo único de madre viuda. Mi papá murió cuando yo tenía tres años. (…) Mi madre salió a trabajar y me criaron mis abuelos. (…) Mi abuelo trabajaba en el hipódromo y mi abuela trabajaba en casa. Eran unos castellanos de una nobleza y una vitalidad… Son de las personas que más he querido en mi vida".

La abuela tuvo que ver con el despertar de la vocación del nieto: "una vez mi abuela me llevó al cine y descubrí que esos seres que estaban allí no eran sólo luces y sombras, porque Bette Davis en la película estaba resfriada y se sonaba la nariz. Ahí descubrí que eran personas. Y empezó a inisnuarse la idea de que por ahí podía andar mi vocación, gracias al estornudo de Bette Davis" (5).

La periodista Telma Luzzani recuerda su viaje a El Cardedal: "El pueblo de mi abuelo es un pueblo fantasma. Se llama El Cardedal y para llegar desde Avila, hay que subir 80 kilómetros de un campo espiralado y pedregoso hasta el tope de la Sierra de Gredos, a 1300 metros de altura. Arriba, el aire es más intenso, la vegetación más sobria y la piedra más soberana.

La imponente austeridad de la meseta castellana, me emocionó. ‘Este es el paisaje que mi abuelo vio cada día hasta los 14 años’, pensé. Era 1990. Mi viaje inaugural a Europa. ‘Soy la nieta de Alberto Sánchez, hijo de Estanislaa. ¿Cuál era la casa de mi abuelo?’, pregunté a un grupo de viejitos que charlaba al sol. Me contaron que ya nadie vive en El Cardedal; que ellos morirían de tristeza si no vuelven al pueblo y por eso sus hijos los llevan los fines de semana. ‘Yo conocí a tu abuelo’, dijo entonces el más viejito. ‘Un día de 1912, 57 hombres se fueron para América. Yo tenía 5 años y todo el pueblo los siguió hasta la ladera entre lágrimas y buenos deseos. Entre ellos estaban mi padre y tu abuelo. Ese día comenzó la agonía del pueblo’. Le agarré las manos y pude ver las imágenes de su memoria: vi al hombre adolescente que era mi abuelo partiendo para siempre" (6).

Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo Manolito, personajes de Mafalda: "Al cabo de dos semanas de publicar en ‘El Mundo’ advierte que necesita más personajes para enriquecer la tira, y el 29 de marzo de 1965 aparece Manolito –Manuel Goreiro- inspirado en el padre de Julián Delgado, propietario en Buenos Aires de una panadería situada en Cochabamba y Defensa, en el histórico barrio de San Telmo" (7).

En "La vida es un dibujo Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille y Manolito", Andrea Rodríguez relata la historia del inmigrante español que inspiró el personaje: "Sólo tres de los personajes de Mafalda estuvieron inspirados en la vida real. Guille es hoy flautista de la Orquesta Sinfónica de Chile. Felipe adhirió a la revolución cubana y es funcionario del gobierno de Fidel. Manolito vendió la panadería poco antes de morir. Su hijo es uno de los 82 periodistas desaparecidos durante la dictadura. Por primera vez hablan los verdaderos personajes que Quino inmortalizó en la tira más célebre que dio la Argentina. A Manolito, lo cuentan sus familiares" (8).

Eduardo Mues recuerda: "Mi abuelo Domingo González emigró de Soto en Cameros a Santa Fe (Argentina) hacia 1883. Yo llegué en 1998. Soto en Cameros, provincia de La Rioja, Castilla La Vieja, es un pueblo edificado principalmente sobre la ladera de una montaña, donde hoy viven solamente unas 50 personas. Llegamos una fría mañana de diciembre y luego de golpear varias puertas se nos apareció el primo Eduardo, caminando con su bastón y con todo su afecto. La recepción de Eduardo y Soledad fue extraordinaria. Compartimos siete horas de charla continua aprendiendo historias y tradiciones. La despedida fue más emotiva aún que la llegada y mis pensamientos estuvieron siempre con mi abuelo, a quien no conocí" (9).

Ana Drago Pérez viaja a Logroño, tierra de sus mayores. Así recuerda ese viaje: "Como en un sueño, me encontré parada en la puerta de la casa donde había nacido mi madre. Luego recorrí los 18 kilómetros que separaban Logroño de Ventosa con dolor, emoción, alegría y tristeza al mismo tiempo, pensando que ninguno de mis parientes había podido volver a su tierra. Mi corazón latía con fuerza cuando caminaba por la ladea, los campos y los viñedos por los que alguna vez caminaron ellos. Lloré, recé, reí y fui feliz. Había encontrado mis raíces" (10).

Horacio Fernández viaja, desengañado de la Argentina, a la tierra de la que vinieron sus padres: "Horacio vive ahora en el lugar que siempre conoció a través de relatos. Todo está igual a como le fue contado. Pero todo, también, es diferente. Por empezar, la barba ya fijó su color de nube y el pasaje no tiene fecha de regreso. Igual que hace setenta y dos años, cuando Felipa y Antonio desembarcaban en Puerto Nuevo con un par de bolsos y un papel con la dirección de unos paisanos –porque en España amenazaba el hambre-, el hijo, ahora, llegaba a Barajas –porque en la Argentina se come tierra- con un bolso y una anotación: ‘Carretera Pandorado 7, Sopeña de Carneros, Astorga’ " (11).

Araceli Vázquez Málaga nació en Barco de Avila, Castilla la Vieja, en 1908; se nacionalizó argentina veinte años después. Una discípula la recuerda: " ‘comencé a concurrir al taller de la española Araceli Vázquez Málaga, donde aprendí los rudimentos del arte. Se suponía que la pintura era algo más tolerable que la danza para una chica, pero claro, tomada como un pasatiempo, no como para dedicarle la vida, no como una profesión. Sin embargo, hace 45 años que soy artista plástica’, comenta Estela Pereda, que acaba de inaugurar la instalación Memoria desde adentro, un repaso visual sobre su obra que ocupa casi la totalidad del Museo Sívori, frente al lago de Palermo" (12).

Notas

  1. S/F: "Distinción cultural a la gran compañera de Discépolo. Tania, Personalidad Emérita", en Clarín, 11 de octubre de 1998.
  2. Göttling, Jorge: "Biografías de Buenos Aires", en Clarín, Buenos Aires, 4 de agosto de 2003.
  3. León, María Teresa: "Soñemos con el viaje", en Mucho Gusto, N° 203. Buenos Aires, septiembre de 1963.
  4. Ini, Luis: "Mi mejor cumpleaños", en La Nación Revista, 16 de abril de 2000.
  5. Ventura, Any: "Alfredo Alcón. A cara limpia", en La Nación Revista, Buenos Aires, 20 de marzo de 2005. Fotos: Mauro Rizzi.
  6. Luzzani, Telma: "El éxodo", en "El Mirador", Buenos Aires, Clarín, 17 de octubre de 1999.
  7. Walger, Sylvina: "Explicación", en Quino: Mafalda Inédita. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1988.
  8. Rodríguez, Andrea: "La vida es un dibujo Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille y Manolito". Veintidós, Año 2, N° 71; Buenos Aires, 18 de noviembre de 1999.
  9. Mues, Eduardo: en "Tendencias. La vuelta al origen", Buenos Aires, Clarín, 17 de octubre de 1999.
  10. Drago Pérez, Ana: "Los pasos perdidos", en "Confesiones de lectores con memoria", Buenos Aires, Clarín, 27 de septiembre de 1998.
  11. Palomar, Jorge: "Diario del exilio", en La Nación Revista, 15 de septiembre de 2002.

  12. Aubele, Luis: "A boca de jarro. Estela Pereda ‘Me llegó la hora de la danza’ ", en La Nación, Buenos Aires, 20 de junio de 2004.

Partes: 1, , 3, 4, 5, 6

Catalanes

En la "Historia y vida de Fray Salvador Solá (Pedro Solá Vilalta)", se afirma: "Fray Salvador Solá nació en Ripoll, España, el 4 de enero de 1911; su verdadero nombre es Pedro Solá Vilalta, pero al ingresar a la orden de San Francisco cambió su nombre por el que se lo conoció. (…) ‘Ciudadano Ilustre’ de Río Cuarto, y una de las figuras más preclaras del franciscanismo en el último medio siglo, ha ingresado con la fuerza de sus obras, en el capítulo de la historia Regional que cierra con el propio siglo que le tocó vivir, una de las páginas más edificantes por el propio testimonio de vida que desde la sencillez, la humildad, la alegría en el servicio, la fe que le hizo mover y de su entrega. Si bien Fray Solá será siempre recordado por esta obra magnífica del templo, es cierto que mostró una personalidad que le hizo ganar la admiración de cuantos le trataron y conocieron. Dotes espirituales que le consagraron como legítimo " Ciudadano Ilustre ", reconocimiento que le fuera otorgado por el Honorable Concejo Deliberante el 27 de setiembre de 1995, por Ordenanza 816 / 94 ; también " por su ejemplo de honradez y sacrificio " fue distinguido el 22 de octubre de 1997 con el premio a la Excelencia, por el Instituto Argentino de la Excelencia. Junto a estos públicos reconocimientos, está el de la gente. Que le recuerda enhebrando sus rosarios con cuentas de las propias plantas que él mismo cultivaba, su espíritu alegre y servicial, su fidelidad a la iglesia y al espíritu franciscano de pobreza y humildad, al entero servicio de los demás" (1).

En "Los sueños de un profeta", Tomás Eloy Martínez evoca al editor López Llausás: "Una tarde de domingo conocí en la casa de Victoria Ocampo al primer editor profesional de mi vida. Yo suponía entonces que los editores debían parecerse a Victoria y hacer un poco de todo: escribir, traducir, publicar revistas y pasear por Buenos Aires a los grandes personajes de ultramar. Como buen provinciano de veinte años, vivía yo en un mundo de ideas fijas, donde las personas y las cosas debían parecerse a lo que me habían dicho que eran. (…) El editor me habló, en cambio, de una profesión que era tan azarosa como un juego de dados. Se llamaba Antonio López Llausás. Me contó que era catalán (ya lo advertía su acento, puntuado por elles rotundas) y que los fragores de la Guerra Civil Española lo habían expulsado a Francia, de donde lo rescataron Victoria Ocampo y Oliverio Girondo para que fuera gerente general de la empresa que acababan de fundar: Sudamericana.

La nueva editorial se abriría como un afluente de Sur, el sello de Victoria. ‘Un editor no debe dejarse conmover por el éxito ni por el fracaso -me dijo aquella tarde-. Tiene que publicar sólo los libros en los que cree. Si no lo hace, más vale que se ocupe de otra cosa’ "(2).

Tomás Eloy Martínez se refiere asimismo a Paco Porrúa, quien regresó a su tierra: Sigue relatando su diálogo con López Llausás: "Le pregunté cómo hacía para no quedar mal con los escritores que aspiraban a su patrocinio y me contestó lo que les decía a todos: "Nunca publico nada sin la aprobación de mi lector desconocido". Cuando la gente quería saber quién era, López Llausás cambiaba de tema. Durante mucho tiempo creí que el lector desconocido era un ardid, hasta que averigüé que se trataba de una persona de carne y hueso. Se llamaba Francisco Porrúa, y tenía tal vocación de anonimato que hizo falta el inmenso éxito de la literatura latinoamericana en los años 60, del que es uno de los responsables, para sacarlo de la cueva. (…) Porrúa era reservado hasta la mudez y lúcido hasta la extenuación. De los cientos de lectores que he conocido, pocos -o ninguno- tienen su olfato y su perspicacia. Llegó a la editorial en 1955 de la mano de Jorge López Llovet, hijo de don Antonio y subdirector de Sudamericana en aquellos años. A Jorge le había interesado el buen criterio con que Porrúa manejaba su pequeña editorial, Minotauro, y lo invitó a ser su asesor" (3).

Margarita Xirgu nació en Barcelona en 1888; falleció en Uruguay en 1969. Alejandro Cruz (4) transcribe testimonios al respecto:

"El crítico teatral Joaquín Linares escribía en su columna de la revista El Hogar: "Buenos Aires adquiere -por un azar trágico- la categoría de metrópoli dramática del mundo hispanoparlante. ( … ) Debemos considerar al teatro español como una actividad intelectual argentina".

"En 1944 y 45, -ocurrieron en Buenos Aires dos hechos de gran importancia: los estrenos mundiales de El adefesio, de Rafael Alberti, y de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Ambos espectáculos fueron montados en el teatro Avenida, por la compañía de Margarita Xirgu. Cincuenta años después, los protagonistas de estos hechos han alcanzado la alta categoría de figuras legendarias del teatro. Ambos estrenos, hechos representativos de la relación entre España y Argentina, y el Teatro Avenida como puente, se constituyen en un recuerdo querido de los teatristas de mi generación", señalaba el director Francisco Javier en una revista española".

"Las perspectivas no siempre son las mismas, en la opinión de Neil Drago: "Desde un punto de vista estético no puede decirse que estas compañías aportaran gran cosa a la escena nacional. Ni siquiera contando, como fue el caso, con la directa vinculación de los escritores dramáticos que les acompañaban en el duro trance del exilio. ( … ) Lo malo es que las novedades se agotaron bien pronto y la actriz catalana (Margarita Xirgu), como todos, tuvo que recurrir a las reposiciones y las traducciones de textos extranjeros".

Antonio Cunil Cabanellas, autor y director teatral, nació en Barcelona en 1894, y falleció en Buenos Aires en 1969. En un trabajo titulado "Por el éter en la década del 30. El 80° aniversario de la radio en Buenos Aires", Edgardo J. Rocca señala que el catalán se contó entre las "figuras de relieve" que se expresaron por LS 8 Radio Stentor (5).

Alfredo Alcón manifestó en un reportaje: "Ingresé al Conservatorio porque a Antonio Cunil Cabanellas le parecí lindo. (…) Teníamos clases de danza, había que ponerse una malla y una camisa blanca y yo era un inútil. En esa materia tenía dos de promedio. Vino Cunil Cabanellas a los últimos exámenes para evaluar lo que se había estudiado en clase. Pasé yo y ocurrió lo de siempre, todos riéndose, y él dijo con ese tono suyo: ‘Nunca será bailarín, pero lo parece, y al fin y al cabo parecer es el trabajo del actor’. Me puso un ocho. (…) Gracias a Cunil di un examen y entré en la radio. Vivía con un sueldito. Transmitía el Mercado de Hacienda: eso de ‘entraron tantas vacas, tantos toros’. Tenía que decir cuántos toros habían ‘servido’ a la vaca y me daba vergüenza, me parecía medio pornográfico. José Cibríán, que estaba en Canal 7, me mandaba papeles para televisión, pero yo me quería quedar con mi sueldito" (6).

El actor Arturo Puig relata la historia de un antepasado: "A fines del siglo XIX, 1870, mi bisabuelo trajo de Barcelona e instaló en Buenos Aires la primera casa de utilería que hubo en el país. Con esa utilería se representaron y se filmaron buena parte de las grandes producciones que se enumeran en las historias del espectáculo argentino. Se filmaba en estudios donde todo se recreaba, desde salones de España del Siglo de Oro hasta cafetines del puerto. En la utilería podía encontrarse casi cualquier cosa, por extravagante que fuera, y lo que no existía se inventaba" (7).

Ana María Campoy nació en Bogotá, Colombia, en 1925. La actriz manifiesta sentirse "absolutamente argentina": "Nací en Colombia en una gira de mis padres, que también eran artistas; me crié en Barcelona y vivo en la Argentina desde hace 53 años. Vale decir que mis raíces son españolas, el embrión es colombiano y el árbol es argentino. Y acá terminaré. Esa es mi idea" (8).

En Cataluña se pasaba necesidad. Campoy dijo en un reportaje: "¿Tú puedes entender comerte un plato de aceite de oliva, con cuchara? No lo podrías entender. Pero te lo comes, porque no hay otra cosa. Entonces, tienes, al otro día, una descompostura intestinal brutal, pero esa noche dormiste porque has llenado el estómago con algo, y el aceite de oliva es un alimento". El hambre desconoce lazos: "Nosotros, que éramos unidos y nos amábamos, cuando llegaba el racionamiento del pan, cada uno agarraba su pedazo y lo escondía. Y lo escondía! Porque no nos fiábamos ni de nuestro padre" (9).

"En España vivíamos en San Gervasio, a pocos kilómetros de Barcelona –cuenta Remey Nuez Fontanals-. Y yo recuerdo que cuando empezó la guerra, mi papá nos fue a buscar al colegio en bicicleta y ya estaban todos los guardias civiles muertos… yo tenía nueve años. Mi padre falleció en esos días, de apendicitis. Así que mamá se quedó sola con los cuatro hijos. Yo, la mayor y mi hermana menor con nueve meses. Me acuerdo de que para poder vivir, mi mamá hacía estraperlo, contrabando de comida. Iba a los pueblos, compraba comida y la traía en el cuerpo, puesta. (…) en un viaje, en el que traía arroz en unos tubos escondidos en unos corsets, los guardias se dieron cuenta, y entonces mi madre se tajeó todo el corset, porque si la comida no era para nosotros, no se la iba a quedar nadie…Con mi hermana aprendimos y hacíamos estraperlo de carne, en las valijas del colegio… esa carne se vendía y podíamos subsistir".

Remey llegó a Buenos Aires en 1947, a los veinte años. Recuerda el terrible viaje que debió soportar: "Viajamos en la bodega del barco Cabo de Nueva Esperanza. Los hombres por un lado y las mujeres por otro, en un lugar como un pozo, en el que para respirar, había sólo un tubo de lona que subía a la cubierta. Veintitrés días así… durmiendo en literas, en catres, como los judíos en los campos de concentración…". Sus primeros tiempos en la Argentina fueron muy difíciles. Lo recuerda más de cincuenta años después: "Llegamos a Buenos Aires y como mi marido no había hecho el servicio militar, lo llevaron preso, así que me quedé hasta que todo se arregló, sola. Después fregamos pisos… hicimos de todo. Vivíamos en un cuarto de pensión, con dos cajones de manzana y una tabla para comer; el colchón era de estopa, imagínate… Yo cocinaba con carbón y hervía los ravioles en una pava… pero más que nada comíamos hígado" (10).

La actriz y directora Patricia Palmer, hija de un catalán y una porteña, manifiesta: "En mi casa me inculcaron valores que por un lado me salvan, pero que también me trajeron problemas: fui educada en una burbuja donde la honestidad y el honor eran la regla general, y la vida me fue enseñando duramente que eso tiene más que ver con la utopía que con la realidad" (11).

Horacio Spinetto se refiere a diferentes oficios que desempeñaron los catalanes.

Hubo vitralistas: "Antonio José Estruch, tercera generación de una familia catalana, pionera en nuestro medio, que entre tantas otras obras realizó los vitraux del "Café Tortoni", de la Capilla del Colegio San José, del Instituto Tierra Santa, del "Claridge Hotel", y del Hogar Nuestra Señora de Jesús, en Paraguay 1368, y que continúa brindando sus conocimientos desde su local de la calle Solís al 200; Vilella y Thomas que realizaron los vitraux del Casal de Cataluña porteño, que representa a San Jorge y el dragón; Manuel González, en Catamarca 1158, que aprendió las técnicas del maestro Enrique Helovuri en un viejo taller de Billinghurt y Cangallo; Enrique Lumi, ya su padre en 1912 había fundado el taller donde fabricaban y restauraban vitraux; Carlos Scharf; Carlos Herzberg; Angel Pastore; Roberto Grau; Roberto J. Soler; Juan Heguiabehere; Sabina Aba; Marcela Carro; E. Fino, quien por la década del 40 realizó tres pequeños vitrales en el baño de caballeros de la confitería "Las Violetas; Daniel Ortolá que restauró recientemente los magníficos vitraux de la afortunadamente reabierta, y ya citada, "Las Violetas", y Félix Bunge, con taller en Santiago del Estero 924, y más de 20 años de minuciosa investigación y trabajo de excelente factura, reciclando innumerable cantidad de piezas en edificios públicos y privados, son algunos de los especialistas, que mantienen vivo el oficio del vitral, haciendo sus propios diseños, ejecutando los realizados por otros artistas, o bien ocupándose de alguna restauración".

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente