Tradición y formas precapitalistas en las relaciones del sistema agrícola en el departamento del atlántico (página 4)
Enviado por rosariojoaquin
En Santa Cruz y otras poblaciones vecinas que fueron afectadas por los traslados de vecinos libres ante la destrucción o consumición de pueblos indígenas, la modalidad del concertaje adquirió características que hasta ahora no se han podido establecer. Sólo a partir de los últimos 20 años del siglo XIX cuando la abolición definitiva y legal de las tierras de Resguardo dio lugar a usurpaciones de predios considerados del Estado (es la ley de los desvíos), se estableció la modalidad de una propiedad no legal, pero si reconocida por los demás. La ilegalidad consistía en la no-posesión de título o escritura que amparara y diera peso a la propiedad. De ello se deduce, que al parecer, los primeros compradores de tierra, aprovecharon esta especie de propiedad pirata o poco demostrable en términos jurídicos para adquirir predios baratos o mediante el cambio por artículos procesados. La tierra que ya desde inicios del siglo XIX había adquirido un valor comercial, sirvió de base para la penetración del capital al campo. En el departamento del Atlántico y particularmente en Santa Cruz, el capital apareció a partir de su inversión en la compra de tierras para ponerlas a producir bajo relaciones de corte señorial, que si bien no hacían posible la constitución de un proletariado agrícola aunque se le pagara por su trabajo, a éste se le mantenía pegado a la tierra en calidad de concertado libre. La necesidad de poseer tierra dio vitalidad al comercio local; la existencia de las primeras tiendas para la venta de artículos de obligada necesidad (sobre todo procesados), influyó notoriamente en la pérdida paulatina de la propiedad de las personas establecidas anteriormente en las zonas o áreas de cultivo, por el compromiso de pagar el arroz, sal, la manteca, o cualquier artículo acreditado por la tienda. Algunas personas cambiaron tierra por arroz o manteca y después se quedaron trabajando en las fincas de sus "benefactores" por un salario, mientras tenían que conformarse con una pequeña porción (entre media y una cabuya de tierra) para hacer la roza.
En algunos casos la obligación o el compromiso con la tienda produjo el acercamiento del campesino al terrateniente para proponerle la venta de alguna parte de su propiedad, en una relación desigual para el primero. El terrateniente jamás rechazó la oportunidad que llevaba implícita el que poco tiempo después presionara al campesino para que le vendiera el resto de la tierra. En tales condiciones y dada la característica furtiva de la relación, se hacía difícil vislumbrar una presión física o un sometimiento descarado; más bien se utilizó la convicción amparada en la necesidad, en algún favor, o la conveniencia u oportunidad que no se volvería a tener, para asegurar el negocio de la venta. En el año 1936, la gran propiedad aparecía concentrada en poder de cuatro familias que la usufructuaban en cultivos de caña, plátano, y ganadería extensiva, mientras el resto estaba en manos de pequeños propietarios con cultivos variados de los que lograban sus ingresos. Quedaban entonces aquellos que al no tener posesión sobre la tierra, sólo su fuerza de trabajo, se colocaron en calidad de jornaleros o concertados modernos en las grandes fincas. Por ello, no es casual el que la consolidación de la penetración capitalista al campo haya encontrado abundante mano de obra: el mismo capital irracionalmente la creó, lanzando a los productores directos hacia otras esferas de la explotación.
La gran propiedad se fue consolidando de tal manera que ya se podía demostrar mediante documento validado y reconocido públicamente, factor que aprovechó el terrateniente para extender sus cercados hacia otras tierras aledañas a las suyas sin propiedad demostrada por quienes las utilizaban. El poderío que tales actos trajo consigo, degeneró posteriormente en la constitución de las bases de una dominación gamonalista en todos los aspectos de la vida social de la comunidad hasta el punto de no existir una "libertad de opinión general" que no estuviese condicionada por la voluntad de los amos de la comunidad. Las actividades dependían de la aprobación del capital, quien era el dinamizador de su creación o quien las liquidaba a su antojo; y dentro de todo este contexto casi cerrado, controlado, monopolizado, algo interiormente se descomponía, algo que la misma irracionalidad de la acumulación capitalista estaba elaborando lenta pero seguro. Esta descomposición interna se inició por la no-correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción que hizo posible la aparición de un proletariado agrícola, junto con la combinación de otros factores que citarlos no es objeto de este trabajo.
El crecimiento de las fuerzas productivas a medida que se producía una expansión demográfica estimulada por los flujos migratorios y una fuerte natalidad para los años 1963 hasta 1978 en la Costa Atlántica, contribuyó en la aparición de algunos grupos socioeconómicos (actividades) y el fortalecimiento de los ya existentes. Este fenómeno no mermó la concentración territorial, por el contrario, la afianzó al mismo tiempo que aparecían más personas sin tierra, pero vinculadas por efectos de la situación, a las distintas actividades del ámbito rural que el capital estimulaba en el campo.
De 1978 hasta los momentos actuales (1983, el período de referencia del estudio), la propiedad tiene sus características definidas y la explotación de la tierra presenta aspectos o formas diferentes que se articulan, evidenciando un desarrollo desigual para los sectores. En esta forma, las actividades al depender de las formas de explotación antes descritas van a estar adscritas a una u otra modalidad, lo que hace que aparezcan no especializadas y oscilantes.
El diagrama que a continuación se muestra corrobora lo anotado anteriormente, lo cual constituye más o menos, las fases por las que ha pasado la propiedad territorial y sus formas de explotación en la región, destacando que a partir de la renta en dinero, una parte de la producción directa se transformó en mercancía, y que es a partir de aquí cuando se abrieron las compuertas que permitieron la penetración impetuosa de la explotación capitalista de la tierra (Héctor Díaz Polanco, 1980, 104).
Figura 8. Modelo de transición de las formas de explotación agrícola en el departamento del Atlántico.
Este es el modelo que destaca la coexistencia articulada entre una forma de transición (aparcería, pequeño campesino arrendatario) y la propiedad parcelaria, al lado del desarrollo y empuje de la explotación capitalista de la tierra y el crecimiento de las comunidades en el departamento del Atlántico y la Región.
3.2.2. El abandono por falta de capital. Necesariamente, aunque éste haya sido un aspecto de poca influencia por no ser masivo, es decir, por no ser una modalidad común, sino que se encontraba conjugado con el anterior en la mayoría de los casos, el desistimiento de una ocupación fue una constante desde cuando aquellos que se dedicaron al cultivo del algodón, después de vender alguna parte de sus mejores tierras quedaron trabajando en las fincas y asistían sus cultivos. El fracaso del cultivo del algodón permanente, que era la modalidad de la pequeña propiedad campesina libre, o relativamente independiente, la de los pequeños campesinos arrendatarios (quienes aspiraban a convertirse en grandes propietarios), se debió más que todo a la falta de capital.
Mientras que en Santa Cruz se ensayaba con el cultivo de un algodón permanente o "basto", sometido a la acción inclemente del mal tiempo, sin ninguna asistencia técnica; en otros lugares de la Costa Atlántica se cultivaba algodón comercial, con asistencia y cuidados tecnificados de manera constante y planificada: fumigación aérea, uso de maquinaria agrícola, control de plagas, regadíos, etcétera, en contraste con las limpias ocasionales, acción de las lluvias naturales, quemas para el control de las plagas que tenía que soportar el algodón permanente. Situación incómoda y desesperante para sus cultivadores que en las buenas épocas creyeron que éstas serían estables. Para 1918 el panorama económico del algodón "basto" (expresión peyorativa utilizada tanto por detractores como por los propios labriegos) era sombrío, lo que obligó a los más conscientes a dejar este cultivo antes de perder las pocas ganancias que habían obtenido.
Algunos campesinos vendieron, incluso las tierras a las que creyeron imposibilitadas para otro tipo de cultivos, por la abundancia de plagas, y se fueron hacia la zona bananera que para esos años era "el dorado" de las aspiraciones campesinas. Otros sin embargo persistieron "tercamente como lo hiciera en otra localidad Anselmo Parrales Canales, un campesino costarricense (nació en 1911) oriundo de Guanacaste, dueño de una interesante biografía que cuenta Amado Grillo (www.acguanacaste.ac.cr/rothschildia/v3n2/textos/anselmo.html. 2003, 1-2), Miembro del Programa de Ecoturismo de Costa Rica en la cual se encuentran episodios que guardadas las características específicas, tiene una relación con las historias de vida agrícola narradas por los campesinos de los pueblos del departamento del Atlántico o de Colombia.
Se necesitó cerca de 40 años para que en Santa Cruz, por ejemplo, se pusiera nuevamente la mirada en el cultivo del algodón. En efecto, para 1968 fueron adquiridas tierras ubicadas en un llano por parte de un terrateniente venido del hoy departamento del Cesar, que hasta hacía poco estaban siendo utilizadas por campesinos de la comunidad en variados cultivos, para explotarlas por la vía capitalista, sembrando algodón de tipo comercial. Fue la primera forma tecnificada en el campo para este tipo de cultivo que retuvo una gran cantidad de mano de obra trashumante, encuadrada en la emigración de retorno* de la cual se ha hecho alusión antes.
Se podría suponer que con esta forma de cultivo más desarrollada se tendrían los estímulos necesarios y apropiados para que los terratenientes locales continuaran con la explotación del algodón, pero no fue así. Ya para 1972, el algodón comercial había pasado a la historia de la comunidad sin dejar rastro de algún beneficio para ella y/o para sus habitantes; el beneficio fue único y exclusivamente patrimonio de sus explotadores, quienes no invirtieron en algo que trajera signo de desarrollo a la comunidad. Los beneficios económicos que el algodón generó, las divisas obtenidas, partieron junto con sus propietarios que explotaron el suelo con sello particular. Por otro lado, la forma de explotación demostró a los precursores del algodón en Santa Cruz, que mientras no existiera un capital fuerte para invertir en la agricultura, cualquier intento de cultivar sería una aventura sin sentido e imaginación, de tal forma consideraron acertada la decisión de abandonar cualquier intento de siembra que llevara aparejada una fuerte inversión.
Así, en cada período registrado a través de esta evolutiva, la producción ha estado inscrita en el marco de diversas formas de explotación que se han ido articulando de tal modo que se les encuentra subsistiendo unas al interior de otras. Estas formas de producción a lo largo de la historia de Santa Cruz, particularizada a partir de determinado período, son las que han estado guiando a través de la acción de los hombres el transcurrir de la vida socioeconómica de la comunidad. Ellas también han servido de fuente generadora del rompimiento de lo tradicionalmente considerado rural, hacia una mezcla de costumbres que se acercan a las manifestaciones de lo urbano en la vida cotidiana, no previsto ni siquiera en la imaginación de los habitantes de este pequeño poblado.
Tampoco en la imaginación de los colectivos sociales de otras comunidades en la región se pudo pensar en forma prospectiva, qué tanta incidencia tendría en la cultura de lo hasta ahora denominado rural, el fenómeno de la urbanización que desde hacia dos décadas (el período que va de 1960 a 1980) galopaba en la concepción e interpretación de la vida citadina y que por acercamiento se insinuaba como una próxima realidad en los espacios vitales y en la construcción de imaginarios en el campo. ¿Qué dirigente cívico, agrario, sindical, académico, político o cultural, concibió entre sus razonamientos la posibilidad de las rupturas en la interpretación de la vida?; ¿a qué grupo organizado de cualquier comunidad se le ocurrió un ejercicio mental de prospección, relacionado con el fenómeno de la urbanización como una posibilidad de transgresión de la frontera agrícola, en detrimento de las zonas de cultivo o los espacios de construcción de imaginarios socioambientales y realidades rurales?.
* Los habitantes de Santa Cruz que estaban acostumbrados a la limpia y recolección de algodón, comenzaban su éxodo hacia los departamentos del Magdalena y el Cesar, y con poca regularidad a la población de Repelón en el departamento del Atlántico, a principios del mes de octubre, los de la primera actividad. Junto con los que se dedicaban a la recolección, volvían en enero o febrero, dependiendo de cómo les fuera a cada uno. El período de más éxodo de cada año se registraba en los meses de noviembre y diciembre; el pueblo quedaba casi abandonado; las actividades se veían un poco afectadas, pero no decaían ni tendían a desaparecer. Cualquier persona ajena a esta situación, difícilmente podría establecer si realmente el flujo era una migración, cuando volvían; realmente es una migración de retorno que afecta la dinámica de la población en general y de la económicamente activa en particular.
Fueron estas situaciones las que en gran medida contribuyeron en la paulatina ruptura de la concepción de la vida en el campo como proyecto digno, libre de inhibirse ante la asimilación de rusticidad por parte de quienes fungían ser modernos. El remplazo de las costumbres, condujo en un principio lentamente, al deterioro de la identidad y la reafirmación en la diferencia en el estilo de vida. Luego cuando se generalizó la intención por la similitud con otros estilos de vida importados e incorporados en la relación, el sentimiento de vergüenza por lo que cada comunidad era hasta ese momento, se apoderó aceleradamente de todos. Hoy en día el concepto de atrasados o rezagados culturalmente es una especie de acusación hiriente que duele, pese a los afanes por creer que se está gozando de las mieles de la modernidad inclemente.
4. Oficios y actividades actuales. La referencia de los problemas comunitarios: un análisis sociológico de la cuasi-ruralidad en localidades del departamento del atlántico
"El Capitalismo ha sometido el campo a la ciudad" (Karl Marx)
4.1. SABERES, VOCACIÓN Y TRADICIÓN AGRÍCOLA QUE HACEN HISTORIA EN LA COMUNIDAD DE SANTA CRUZ Y EN EL DEPARTAMENTO DEL ATLÁNTICO Este capítulo es de enlace, o quizás de transición de manifestaciones y relaciones que sobreviven. En él se muestra una situación incomoda para cada una de las actividades y oficios tradicionales de la cotidianeidad en las comunidades del departamento del Atlántico. El énfasis problémico se sitúa en la ocupación que realizan los ayudantes de los carros dedicados al transporte de carga, denominados bulteros. ¿Porque a partir de ellos? Porque metodológicamente desde ellos, desde su actividad, se llegó a los demás oficios unidades de análisis; porque además, la actividad del bultaje sirve de enlace, de conexión con las demás ocupaciones.
Al destacar los problemas de todas las actividades que se desarrollan en la comunidad de Santa Cruz, se hace referencia a la historia de la misma; de tal forma que la sociedad local en general es la relación del desarrollo de las ocupaciones que han contribuido en su formación, en su crecimiento y los problemas que en ellas se presentan, afectan enormemente el proceso de desarrollo: el de la comunidad, sus habitantes y sus actividades.
La partida inicial se hizo desde los saberes de aquellas personas consideradas fueron las pioneras en la ocupación al bultaje (en este caso bulteros a quienes de ahora en adelante se les considerará los iniciadores) que por diversas razones ya no la ejercen, hasta llegar a la actividad principal o fundamental de la población (la agricultura), con escalas obligatorias para relacionarla con aquellos oficios que se ejecutan condicionados por ésta. El resultado fue la obtención de la información que deja traslucir la incertidumbre actual en una comunidad, que a medida que la participación directa en la producción aleja a la mayoría, la situación empeora para todos. Teniendo en cuenta el desarrollo histórico de la agricultura en Santa Cruz a partir de la última década del siglo XIX, el análisis de esta información estará orientado en forma periódica, situando por períodos al mismo tiempo, los problemas de las actividades que existieron, y los de las actuales; estableciendo los cambios que se han generado en todos los aspectos: económicos, sociales, políticos, culturales y religiosos.
Cuando Romualdo Franco, José Pérez y José Villanueva, en sus conversaciones con los investigadores destacaron la no existencia de división de la tierra con carácter privado y cierta libertad para cultivar en cualquier parte debido a la abundancia de "tanto monte libre", se estaban refiriendo a una comodidad que, estableciendo las proporciones con la situación actual de la tenencia de la tierra, reafirmaba la importancia que tiene ésta para el campesino, su devoción por el cultivar y el respeto hacia la propiedad del vecino. Como quiera que la tenencia y las formas de propiedad sobre la tierra experimentaron una gran sacudida a partir de 1900 en adelante, los campesinos que aun viven y son víctimas de tales transformaciones bruscas y casi dañinas, se resisten a cambiar ideológicamente, compitiendo con la innovación, con la fuerza de lo moderno, de lo sofisticado. Es una especie de articulación desigual de las ideologías, no en forma aislada, como una ideología pura, sino a partir de la división del trabajo; del tránsito de la propiedad comunal a la propiedad legalmente privada, que fue el cambio más importante que experimentó Santa Cruz, la región y el país, pues apartó, aunque no del todo, las formas tradicionales de cultivo y sus relaciones, llevándolas al ámbito de la comercialización.
La mercancía (tierra y productos) aparece aquí como un elemento innovador ya que la producción al ser utilizada para consumo local y algún excedente para alimento de animales, semilla o intercambio local, no permitió la existencia de relaciones libres con el exterior, diferentes a la de transferir, como lo demuestra la acción de llevar de otros sitios del departamento del Atlántico a Santa Cruz productos que en la comunidad último no se daban y viceversa, bajo la égida de relaciones reguladas por la costumbre, y si se quiere, leyes espontáneas, naturales, tradición en la convivencia, venidas a menos posteriormente y que aún tiene en el limbo de los buenos recuerdos a gran parte de los habitantes de la región. La ambición aparentemente no tenía importancia, aunque los tipos de organización para el trabajo presuponían cierto interés particular; las relaciones de trabajo y también las de la cotidianeidad estaban encaminadas hacia el respeto mutuo, la creencia en lo divino, en el Estado; ellas actuaban como protectoras y reguladoras de la condición social de los asociados, al igual que se constituían en garantes de la conservación y reproducción de las interpretaciones de formas y estilos de vida que podrían ser denominados conformistas, sin que tal calificativo preocupara. Tal es la forma de vida que a finales del siglo XIX y a principios del XX se escenificaba en Santa Cruz y en pueblos vecinos: poco desarrollo de la agricultura o de cualquier otro tipo de actividad; difíciles formas de comunicación; no-existencia de servicios públicos, educación estatal (apenas dos educadores voluntarios y abnegados que hacían ingentes esfuerzos por llevar las primeras letras a jóvenes entusiastas); pero que a sus habitantes se les antojaba buena forma de vivir, sin preocupaciones, sin problemas.
Las primeras formas de propiedad individual sobre la tierra, lo mismo que la apropiación del excedente de la producción con el fin de comercializarla (téngase en cuenta la compra de tierra) de la que se hizo referencia en el anterior capítulo, planteó los primeros problemas, y las primeras contradicciones que, aunque su naturaleza se presumía de carácter ideológico, marcaron el repudio al comportamiento que siempre quisieron – hoy también lo hacen- ocultar los actuales propietarios de la tierra, alegando un agradecimiento que estaban lejos de sentir*. Pero más allá de las convicciones morales, de los prejuicios sociales, los agradecimientos y de todas las artimañas de que se valieron quienes actuaron y actúan como principescos en las comunidades cuasi-rurales (la de Santa Cruz es una), está el despertar de la misma en casi todos los aspectos de la vida cotidiana. Tal despertar girará en torno a una red combinada de actividades, impulsadas por la penetración del capital las cuales mantendrán enfrentamientos con el arraigo de las costumbres, la mentalidad de toda una comunidad que manifestó en su interior una especie de profanación en sus creencias, modo de vivir, relaciones e intimidad.
El primer período de esta historia se inició con el rompimiento de las antiguas relaciones de trabajo a partir de 1900 (se dice que un jornal costaba veinte centavos en una finca de caña), acontecimiento que produjo un corte profundo entre los parámetros que guiaban la costumbre del trabajo. Mientras la unidad familiar no conocía la división del trabajo, la finca "especializó" –en forma rudimentaria- y fijó las ocupaciones así: cortadores de caña, arreadores en carretas tiradas por bueyes (después tractoristas), trapicheros, bagaceros, emburradores, etcétera, todas faenas de las fincas. Pero esta especialización – por la división- del trabajo se tornó problemática posteriormente, cuando se presentó el decaimiento de las actividades en las fincas, dejando a mucha gente cesante por algún tiempo. Para el período citado, el cultivo de la caña constituía el motor de la economía del pueblo, al lado del incipiente cultivo del plátano, la ganadería y las actividades de la unidad familiar o de sustento. Pero a expensas de ese "desarrollo" se produce la pauperización y la caída definitiva del cultivo del algodón permanente, economía fundamental de los pequeños propietarios.
Se había anotado anteriormente que, al declinar el cultivo de la caña en Santa Cruz y sus alrededores (las causas de su decaimiento y posterior desaparición no forman parte de este trabajo), se fue irguiendo el cultivo del plátano, de la yuca, en gran escala; lo que había sido hasta antes cultivo para pobres, se vio convertido en objeto sobre el cual recayó la acción del capital. Las extensas propiedades utilizadas para la siembra de caña, antes de la masificación de otros cultivos, se utilizaron como canchas deportivas (Los Pendales, por ejemplo). El resultado, abundancia de la producción, más fuentes de trabajo, y con ello, el surgimiento de otras actividades, que mientras permanecieron alentadas por las inversiones de capital y el entusiasmo de la población, se mantuvieron en una competencia que favoreció el desarrollo de esta comunidad y sus vecinas. Al comercializarse los cultivos, el mercado nacional abrió las puertas a la oferta santacrucera que no había conocido hasta entonces una dinámica en su economía, y demostrando a las claras, cierto empuje y ascenso que en todo caso favoreció al comercio y la industria de la metrópoli, en este caso, Barranquilla y Cartagena.
* El carácter ideológico al cual se hace referencia se infiere de los constantes roces y altercados de palabra que se presentaron entre los que se fueron convirtiendo en ricos, propietarios de tierra, ganado, en poco tiempo, con los que a pesar de tener más estadía, no habían conseguido el necesario empuje que le diera cierta importancia. Se dieron en forma de crítica tímida que no pasó a ser pública, por el temor que embargaba a los de menos condiciones. Antes por el contrario, siguieron cargando con la humillación y declinaron las intenciones el paso del todo poderoso de la tierra, que se creía amo y dueño de todo, amparado en una dominación acerba y servil, simultánea con el abuso de su condición dominante, la cual extendió a sus descendientes, carcomidos actualmente por la ignorancia que da el dinero mal venido (algunos), mientras otros no se resignan a afrontar la realidad de ser pobres vergonzantes y viven de un pasado "glorioso" (Extractado de los diálogos con los grupos focales). Es el período que va desde 1950 a 1970 en el cual aumentaron las actividades y es también el comienzo de las dificultades en las ocupaciones en cuanto a las exigencias laborales y remunerativas de los que se ocupaban diariamente en ellas. Para 1960, Santa Cruz fue el punto central de una especie de mercado regional que se había ganado desde 1950. En efecto, con los pueblos vecinos como Las Caras, Cien Pesos, Tablas, se mantenía un comercio activo de productos agrícolas por la posición ventajosa de Santa Cruz: carreteras, transporte, compradores. Situación esta que hace crecer la mano de obra en la ocupación de bultero y la aparición masiva de los intermediarios de la producción*; los transportadores de carga aumentaron, tanto los locales como los forasteros; el jornaleo experimentó una dinámica ocupacional en contraste con los períodos anteriores.
Figuras 9 y 10. Cargadores y bulteros en acción llevando productos agrícolas a los vehículos de transporte. Estas son actividades frecuentes en las zonas de producción y en las plazas de mercado.
Es bueno destacar que la elevada producción podría tomarse como un abaratamiento de la mercancía debido a una saturación del mercado, pero téngase presente que este es el período del auge de la industria en Colombia, y por lo tanto, necesitaba la materia prima; la inversión capitalista, los planes y proyectos del gobierno para el campo, son en efecto, un reflejo de la necesidad de la industria. Ahora bien, el aumento de la producción lleva aparejado el aumento y la división del trabajo, y a partir de ello, se va levantando un proletariado agrícola que exige mejores condiciones remunerativas y laborales. El crecimiento demográfico de la población, estimulado por la inmigración de vecinos y la natalidad local, contribuye con la apertura de la frontera del espacio geográfico, que ya es insuficiente para albergar tantas personas, incluidas las que vivían fuera del casco urbano. La historia de Santa Cruz registraba para la fecha una población fuera del casco poblacional de siete fincas y cuatro ranchos que ascendía aproximadamente a 120 personas (DANE, 1973). La situación de este período, presenta un crecimiento más cuantitativo que cualitativo; es más bien al crecimiento de las actividades pero en cuanto a su número, no en cuanto a su especialización; no en cuanto a sus perspectivas evolutivas. Y sobre este crecimiento cuantitativo se levanta el desarrollo de la población: paralelo a sus actividades.
*El productor directo al vender su mercancía, se desentendía de ella de tal forma que no precisaba donde concluía el proceso; tampoco lo sabía el acaparador.
Los bulteros, no obstante su poca participación en la producción, pero con mayor alcance ideológico debido a los contactos con sus colegas de oficio en otros sitios (incluida la capital del departamento), levantaron su voz para protestar por los rigores de un trabajo que de lunes a sábado no daba muchas oportunidades de descanso. En 1954, Silvano Bustos, quien llevaba varios años trabajando en un mismo carro, consideraba que tanto él como otros trabajadores más tenían derecho al pago de otras garantías distintas al salario. Propuso a sus compañeros de oficio de esa época, el "levantar el trabajo" – es lo que actualmente se considera una huelga-, para exigir a sus patrones (los propietarios de carros) mayor consideración. Esta fue la primera forma de lucha reivindicativa de una actividad en defensa de sus intereses. Sin ninguna orientación, ni apoyo colectivo las intenciones de Bustos fracasaron ante la amenaza de despido por parte de los propietarios y el repudio de campesinos temerosos de que se perdiera su cosecha, la sentencia de los terratenientes de no darles trabajo, la angustia familiar, etcétera. Las formas de trabajo en los carros siguió su curso y las intenciones de estos bulteros pasó al olvido histórico del cual se hace simbólico rescate en este documento.
La reivindicación de la dignidad del hombre deteriorada por la explotación laboral o las condiciones de sumisión o dependencia hacia el poseedor de los medios de producción, incluido el capital, representan los aspectos que con mayor vehemencia debatieron los marxistas en defensa de los trabajadores. En la Crítica al Programa de Gotha que Marx hace a los lassallistas, a favor de la clase obrera alemana, se evidencia el repudio a la concepción del trabajo en términos de esclavitud y explotación a partir de la difusión de la consigna "el trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura y como el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, todos los miembros de la sociedad tienen igual derecho a percibir el fruto íntegro del trabajo" (1977,10-12), con la cual se aludía a que mientras no existiera una identificación de intereses comunes entre los obreros, estarían sometidos indefinidamente a la voluntad y a los intereses individuales de la minoría.
Por ello se creyó en la solución de las distintas dificultades a partir de la constitución de organizaciones de base como las Juntas de Acción Comunal, Grupos Juveniles, Brigadas Deportivas, Juntas Cívicas, entre otras, sólo que éstas en su gran mayoría cuando no quedaron sujetas a la dirección de los grandes propietarios de la tierra, los mismos se encargaron de aleccionar a sus representantes, extraídos de los cuadros de trabajadores, campesinos, ciudadanos comunes o líderes cívicos, a quienes utilizaron (aun utilizan) para resaltar sus nombres y luego proponerse como aspirantes a los diferentes cargos públicos o a cuerpos colegiados en "representación del pueblo", al que no se cansan de engañar. Por otro lado, los campesinos sin tierra o los labriegos de la roza, han asimilado el problema de su actividad como resultado del mal tiempo, y las pocas lluvias: "ese es el problema de este pueblo, que no llueve"*. En todo caso, es el problema de una comunidad cuyos intereses y posiciones sociales no son los mismos y por lo tanto se agudiza más en quienes nada o poco poseen. La situación es aprovechada por quienes han vivido a expensas de la creencia en el mal tiempo. Una reciente observación (Junio 23 de 2001) a campesinos santacruceros, evidencia en sus clamores y en sus rostros angustiados, la creencia en las lluvias del cielo como factor mitigante del inclemente calor, la alarmante y prolongada sequía de más de seis meses. El desespero público constituye la esperanza de ver llover abundante y suficiente para salvar los cultivos tradicionales, razones de su existencia como hombres de trabajo. Dos décadas atrás eran los progenitores de estos campesinos los encargados de los rezos vehementes, los improperios a la naturaleza o frases lapidarias como "hoy estuvo casi a punto de caerse el sol" o "mañana estará mas caliente o saldrá mas temprano", expresiones satíricas e irreverentes por el candente día, en las cuales se consigna un sentimiento de impotencia.
Para 1960, mientras la agricultura era abundante y diariamente se trasladaban al mercado de la capital del departamento entre 1.000 y 1.500 bultos de productos agrícolas de variadas características, la vía que de Santa Cruz empalmaba con la carretera La Cordialidad se encontraba en las peores condiciones físicas: deteriorada por el paso de las primeras Caterpillar que llevaron los propietarios a sus fincas. Estas condiciones de la vía carreteable dificultaban y hacían penoso el viaje, lo cual producía a los transportadores pérdidas por la reparación de los vehículos, y muchos tenían que dejar de trabajar hasta una semana*. El perjuicio no sólo era para el transportador, también sus trabajadores lo sufrían, al quedar sin ocupación. Por otro lado, la existencia del alumbrado público era privilegio de los potentados quienes lo obtenían de una planta de propiedad privada que trabajaba con A.C.P.M.; el fluido lo vendían a aquellos que siendo de su mismo abolengo lo solicitasen. Mientras cuatro casas tenían luz y utilizaban agua potable trasladada desde Barranquilla y almacenada en algibes, para luego venderla cuando así lo querían, un pueblo entero se alumbraba con lámparas de petróleo crudo y tomaba agua de los pozos artesanales hechos a la orilla del Arroyo Grande (de agua salobre), o de las charcas artificiales que se llenaban con el agua de la lluvia.
* Extractado de los diálogos con los grupos focales.
* ENTREVISTA Grupal con Juan Escorcia. Propietario de vehículo transportador de carga de la ruta Santa Cruz– Barranquilla. Grupo Focal, Santa Cruz, 1983.
De esta situación difícil se empezó a salir cuando para 1971 se llevó a cabo la reconstrucción de la carretera y entre 1972 y 1976 se dieron significativos avances en la infraestructura física del pueblo con la construcción del Puesto de Salud en 1972, la ampliación del nivel de educación primaria (hasta quinto grado) en 1973, el servicio de acueducto y alumbrado público en 1976, los cuales representaron los aspectos más sobresalientes que inauguraron el segundo período del cual se estará haciendo referencia posteriormente, hasta los momentos de culminación de esta investigación la cual se cierra con la información sobre un proyecto de creación de una cooperativa de procesamiento de productos agrícolas (1983), en los instantes en que la situación no es la más feliz para la comunidad, ni para el departamento del Atlántico.
El segundo período de evolutiva comunitaria se inicia desde mediados del año 1970 hasta los momentos actuales (1983), período en el cual la agricultura ha mantenido su predominio como actividad fundamental; las actividades que el cultivo de la caña originó y la necesidad del capital, consolidó parte de algunas relaciones de trabajo ya extintas, que dejaron huellas significativas e indelebles por su trascendencia en la ideología de los habitantes. Este fue un período en el cual se plantearon serias esperanzas los campesinos de muchos sitios del departamento por la acción de la Reforma Agraria con la Ley 135 de 1961, pero que al finalizar el año de 1970 Santa Cruz se había resignado a no tener participación de este beneficio. Sólo, el campesino recurrió a los préstamos de la Caja Agraria, "que cuando quería dar la plata, ya se debía más de lo que entregaban"*, y tuvo que esperar hasta 12 años aproximadamente (1982), cuando el programa fundamental de la administración López Michelsen para el campo, Desarrollo Rural Integrado (DRI), dirigido a los municipios con cultivos de laderas, se fijara en la economía de Santa Cruz y la de otros lugares vecinos. La situación laboral sin embargo, no había variado sustancialmente. El crecimiento poblacional estaba planteando la creación de nuevos sitios donde vivir; el espacio geográfico habitacional en el casco urbano cada vez más estrecho, se resiente con la venida de los habitantes de las fincas y su decisión de instalarse "en el pueblo", sin que ello disminuyera la dependencia de las actividades, firmes a la tradición agrícola.
Mientras el primer período hizo de Santa Cruz un centro regional de comercio, el segundo experimentó el afán de los otros pueblos de independizarse del transporte contratado con los vehículos. Las Caras y Cien Pesos se hacen a su transporte propio, no así Tablas, que permanece atada a los nuevos independientes. La comercialización de la agricultura, es decir, la venta de los productos agrícolas, permitió la consolidación de cuatro actividades y de cuatro grupos que diariamente están mostrando los mismos indicadores: la carga, el bulto, el transporte, el precio.
* Diálogo con Romualdo Franco. Memoria de Ancianos. Santa Cruz, 1983.
Estos grupos son: vendedores (campesinos), negociantes (acaparadores- compradores), transportadores (propietarios de carros), bulteros (ayudantes de los carros); todos ellos se encuentran en la circulación de la mercancía, en ese proceso de relaciones que cambia con una celeridad dialéctica a los que se involucran. En la dinámica del proceso los participantes toman diversas posiciones, de acuerdo con la inversión que hagan en cada uno de los componentes. El bultero invierte su fuerza de trabajo. En este proceso sigue siendo bultero, pero cuando ha hecho su roza y trae los productos para la venta, también se asoma a la plaza y participa en la comercialización.
La compraventa de la carga vinculó en el mercado (plaza) a varios grupos con intereses diferentes. Esta vinculación no aparece de repente o improvisada, sino que se viene gestando desde el mismo momento en que el productor directo se desprendió del primer resultado de su trabajado. En tal sentido para este mismo, la relación en el proceso de circulación concluye aparentemente con la venta. Sin embargo, la producción que es originaria de su esfuerzo y dedicación laboriosa en alguna oportunidad se le aparece distinta, desconocida y extraña.
Figura 11. La mercancía ha cambiado de dueño. Es la venta del producto en las diferentes plazas de la ciudad.
Al vender el campesino su cosecha al intermediario, sale del proceso provisionalmente. Tendrá nueva participación o se revinculará a él, si tiene ofrecimiento de productos, al día siguiente, hasta que la relación histórica por intermedio de la acción de los hombres lo cambie con algún sentido concertado o por perversión. Pero ello bajo ninguna circunstancia indica que el proceso termina con la salida parcial o definitiva del campesino, pues la dinámica que se genera es constante, y la evolutiva de la participación involucra los papeles, las intenciones, las expectativas y los intereses de quienes continúan.
Figuras 12 y 13. La mercancfa ha cambiado de propietario. Es el inicio del nuevo rumbo de Ia mercancfa. Es su fase de circulaci6n continua.
Los bulteros (uno de los grupos que no salen del proceso, con la venta) tienen asignada como función laboral cargar y descargar los productos que transporta el vehículo en el cual trabajan. La función se toma como la contraparte de la remuneración pactada verbalmente; sin derecho a otras garantías – las que nunca han tenido -, obligados a rendir al máximo y responder por lo que se les encomienda, pensando en que después de haber llenado el carro en el o los sitios de embarque, tienen que dejarlo vació al llegar a la plaza. Tal es la función del bultero que se debate entre la incertidumbre pertinente a su trabajo y la dificultad para cultivar la tierra que no posee, cuando decide volver a las faenas agrícolas, mientras espera con abnegación a que el patrón le reconozca algo más o el negociante le retribuya el esmero como lo trata. Sin embargo, el hecho de intentar organizar alianzas con otros trabajadores dedicados a oficios similares, evidencia una ruptura con la concepción de realizar una actividad mecánica o de simple sobrevivencia, lo cual le ha traído serias dificultades, pues ha trascendido el marco del oficio para ocuparse de las condiciones en las cuales se relaciona para cumplir con la tarea. Tales aspectos serán objeto de discusión en los próximos apartes.
La solución en parte a los problemas de la comunidad, constituyen a la postre cierto beneficio para sus habitantes, y en el período que va de 1970 a 1983 caracterizado por una dinámica migratoria hacia zonas de trabajo con posibilidades de mejor remuneración, generó situaciones que bien podrán tenerse como soluciones transitorias que en muchas personas creó ilusiones y falsas expectativas de desarrollo y progreso. En los años posteriores a 1970, la solución parcial a los problemas fue el factor distractor de las demás situaciones conflictivas. A mediados del año 1973, se sacudió la estructura de tenencia de la tierra ante la toma "arbitraria" de propiedades legalmente establecidas. El desalojo violento por parte de la policía montada dejó a muchos campesinos con los cultivos destrozados por los cascos de las bestias y a otros, presos o perseguidos, en lo que se ha considerado el primer atentado público de la irracionalidad del capital.
A partir de 1980, la crisis en la agricultura se veía venir, sobre todo en los sectores de la economía campesina; las actividades fueron decayendo, se produjeron emigraciones no previstas y lentamente se fue observando un malestar general en la gente que dependía de su pequeño cultivo. El agricultor capitalista no necesita del proceso de circulación descrito anteriormente, él es un vendedor directo. La respuesta de los campesinos a esta difícil situación (de 1982 hasta la fecha del estudio) es la falta de lluvias y el mal tiempo, de acuerdo con la visión y la interpretación de las familias de agricultores pobres; pero esta es apenas una parte de la dificultad pues, si fuera el mal tiempo la causa, los terratenientes también estarían afectados como los demás; en todo caso, los cultivos en las mejores tierras, ayudadas químicamente, resistieron el efecto del mal tiempo y eso sólo pudieron hacerlo los pudientes económicamente.
El año de 1983 sorprendió la agricultura endeble aún: se especula con los precios de la compraventa, el transporte ha subido ostensiblemente y la producción bajó considerablemente. Ello contribuyó en la reducción del número de bulteros; los transportadores se mantuvieron aunque con poca carga y los campesinos se aferraron a la idea de la cooperativa del DRI concebida bajo una orientación de corte institucional y no sobre la base de la interpretación de los posibles socios, lo cual generó serios enfrentamientos por el liderazgo en la constitución del grupo o la organización, ya que se intuía que el propósito principal de la entidad estaba en comprar al productor directo o conseguir mercado para los productores. Tal situación evidenciaba la eliminación de los negociantes, de los bulteros (gradualmente) y de los transportadores (tentativamente), y sobre esta presunción se agitó cierto malestar cuyos comentarios partieron desde la especulación hasta las discusiones acaloradas entre beneficiados potenciales y los posibles afectados por el proyecto.
4.2. LA DEPENDENCIA ECONÓMICA, LA SUBORDINACIÓN IDEOLÓGICA Y LA COMBINACIÓN DE ACTIVIDADES El análisis de la dependencia económica de las actividades ha sido tratado desde los capítulos anteriores, de tal manera que en el presente aparte se muestra con mayor precisión por cuanto se introducen dos variables que contribuyeron en acentuarla. La relación que los tres aspectos incluyen marcan cierta trascendencia que al reflejarse en el conjunto de oficios que para el período de referencia se dan en la población, plantean articulaciones que antes no habían sido descubiertas como propiciatorias de lazos de dependencia reciproca, la misma que frena el progreso, el desarrollo y el autodesarrollo. La importancia de estos dos elementos está en que revisten las características de dominantes; representantes incondicionales de la subordinación ideológica y la inestabilidad ocupacional que se materializa en la dedicación a varias actividades como formas de ayuda económica, para quienes utilizan la frecuente combinación de oficios. ¿Cómo entender la dependencia económica a partir de una ideología subordinada?. Desde el trabajo mismo, a partir de las relaciones que se establecen con el punto de vista de quienes poseen los instrumentos de trabajo. Es oportuno aclarar que el trabajo en las distintas actividades hace aparecer a los trabajadores como dueños de los instrumentos y las herramientas: el machete y demás enseres, y la fuerza laboral. En efecto, en actividades como el jornaleo, sobre todo en la limpia, corte, deshoje de plátano, etcétera, el trabajador debe poseer lo adecuado para estas faenas, incluyendo su medio de transporte: burro o caballo. En cambio para el bultaje, el trabajador sólo necesita de su fuerza y su voluntad. He aquí las diferencias significativas entre un oficio y otro. La posesión de las herramientas no está indicando una ventaja frente a las condiciones del posible patrón, por el contrario, junto con la fuerza disponible están forman un complemento, es decir, todo machetero que se considera libre de vender su fuerza de trabajo, debe poseer las herramientas indispensables y necesarias. Cuando se trata de faenas en fincas donde el trabajador aparece como adscrito a relaciones serviles, tanto su fuerza laboral como los instrumentos figuran ser propiedad del patrón; en este caso, la dominación se extiende del aspecto económico a las demás instancias donde se desenvuelve la vida cotidiana del individuo: en el hogar, en lo político, en lo religioso.
Desde el punto de vista psíquico, el individuo de los imaginarios rurales fue amoldado a aceptar una serie de condiciones fundamentadas en el agradecimiento por los favores económicos recibidos. La práctica reiterada e intencional de la explotación del agradecimiento proporcionó a quienes actuaron como conductores ideológicos, oportunidades de asignar oficios y el quehacer de los demás. Al interior de la denominada subordinación ideológica se vinculó la usura, precisamente la intermediaria entre las relaciones de trabajo y las demás. ¿En qué forma se puede asimilar la presencia de la intermediación?. La propuesta de existencia de diferencias significativas entre trabajadores aparentemente libres y aquellos considerados adscritos a relaciones serviles, a partir de las mismas, ha permitido la extensión por admisión ciega de la subordinación ideológica a todas las actividades, incluyendo las aparentemente libres, amparada en la necesidad del trabajador por la dificultad económica actual. Ahora, la estrechez del capital que se invierte en la agricultura, sobre todo por ser de corte comercial y usurero, no permite el paso de lo netamente agrícola, antes por el contrario, sus poseedores están a la expectativa de las buenas épocas de la agricultura y su capital no lo vinculan al impulso de otras actividades que bien se podrían estimular en los buenos momentos de la agricultura. Lo convierten así en una capital rapaz, voraz y salvaje que explota bajo el peso del interés usurero, aprovechando la necesidad de los que quieren abandonar la comunidad en busca de nuevas fronteras que trasciendan el marco de la ruralidad ahora asfixiante.
Pero el capital tampoco se queda allí, puesto que el servicio lleva un compromiso casi moral, es en efecto, una deuda para con el usurero que lo lleva al campo político – a lo que se puede llamar político-, en el que actúa a nombre de los intereses de sus protegidos. El intento de todas las actividades de salir de la dependencia económica con respecto a la agricultura se plantea ejerciendo otras actividades, pero en las condiciones actuales y sobre todo, al interior de una comunidad que se ha desarrollado alrededor del agro practicado en forma rudimentaria, es por ahora difícil de romper con la subordinación. En un principio se pensó que era infundado y aventurado concebir que las actividades tenían como epicentro las relaciones agrícolas. Sin embargo, los hechos del año 1983, la perspectiva de los oficios y ocupaciones y el limbo económico galopante, demostró que no se podía desarrollar ninguna actividad independientemente de la agricultura.
Indudablemente, aunque los propietarios de los vehículos transportadores aunque pudiesen diligenciar otro tipo de carga fuera del pueblo, no lo hicieron. Optaron por guardar sus vehículos, esperando "que mejorara la situación", lo cual obligó a los bulteros (también se les denomina ayudantes), sus trabajadores, a dedicarse a otras faenas en las mismas condiciones o a emigrar hacia otros lugares donde su oficio y ocupación les garantizase la solución en parte a sus problemas. De esta situación difícil quienes poseían capital acumulado lo dispusieron al servicio de la usura con altos intereses; otros especularon con los pagos de jornales realmente bajos. A cualquier precio trabajaría un jornalero con tal de obtener algún ingreso. Mientras la situación era de alarma progresiva, el campesino tenía puestas sus esperanzas en la entidad cooperativa que se insinuaba como una alternativa de solución, en el "cambio del tiempo", en contraste con otros grupos que se mostraban temerosos, recelosos, como en el caso de los negociantes, los propietarios de carro e incluso, los bulteros, quienes veían en "el buen tiempo para la agricultura" un enemigo amenazante que acabaría con sus actividades, utilizando como vehículo la cooperativa. Sin embargo, se hacía reconocimiento público y colectivo de la urgente necesidad de plantear alternativas de solución a los problemas sin lesionar a otros, sin que se presentara un enfrentamiento entre los grupos más pobres. Esta labor pedagógica podría cumplirla con lujo de detalles quienes hacían el papel y tenían la función de difusores de las ideas cooperativas, pues aclarar y establecer objetivamente los beneficios y los beneficiados con la puesta en marcha de la entidad se constituía en puente de tránsito para todos los grupos sociales y las ocupaciones existentes.
Las comunidades que, al no ser resultado de las tradiciones agrícolas, es decir, no heredaron totalmente o en forma acabada la cultura que la práctica de la siembra fue creando y afianzando, sino que se irguieron sobre la base de relaciones nuevas (particularmente trabajo de inmigrantes como única propiedad), aunado al pequeño capital que poseían sus pobladores (el cual consistía casi exclusivamente en sus herramientas de trabajo) fueron levantando bajo el esfuerzo propio, la consolidación de acercamientos de tipo comunal, que en determinado momento, llegaron a revestir características de organizaciones, aunque fueran sólo para el trabajo. Estas comunidades representaron en forma significativa el preámbulo de la ruptura con la vieja forma de articulaciones y con sus organizaciones, aunque diferentes a la de artesanos, sirvieron de conducto en la orientación al trabajo cooperativo que se pensaba abordar en Santa Cruz, al igual que en otros pueblos vecinos en los que se tenía la intención gubernamental de extender desarrollo, condicionado por los agentes de la gestión estatal.
Sin embargo el tránsito no fue fácil; tampoco lo fue lineal ni desprovisto de temores, enfrentamientos, satisfacciones e insatisfacciones. El solo hecho histórico de hacer necesaria la aparición de la propiedad privada cuya base fue la aplicación del capital de tipo mercantil, es un intento por implementar nuevas relaciones, las que hoy actúan y condicionan ideológicamente a quienes nada poseen para lograr el predominio económico sobre los que se ocupan en las actividades que aquí se desarrollan. De ahí que cuando la referencia recayó sobre la manifiesta subordinación ideológica de unos grupos hacia otros, y el cuestionamiento incluyó aspectos como los planteados en el interrogante ¿los afectados por su condición de subordinados habrán asimilado su situación como una forma cultural, cercana a la resignación?, generó malestar en la reflexión. Sobre el particular se han dado explicaciones desde la teoría de construcción de los procesos cognoscitivos y el desarrollo de mentalidades condicionadas por la presencia fuerte de supuestos "ideales de vanguardia" que marcan, orientan y deciden lo que todos deben hacer. Algo similar a la dirección de los designios por la relación con el poder, algunas veces adquirido mediante la representatividad de intereses colectivos, posteriormente usurpados en nombre de la legitimidad permanente.
En las comunidades que antes de la penetración del fenómeno de la urbanización conservaban la tradición de la ruralidad la dominación funcionaba como algo consensual, no obstante las manifestaciones de rechazo y repudio hacia los miembros de una sociedad surgida, primero, de las relaciones serviles del trabajo en las fincas de caña (zacarocracia), complementada años mas tarde con la progresión de las mismas en las grandes explotaciones de plátano (platanocracia). ¿Qué queda de ello actualmente?. Es un interrogante que obliga a una mirada profunda en la cotidianeidad de las relaciones del momento. Sin embargo una propuesta de respuesta evidencia que aún subsiste la subordinación entre una mezcla de tendencia hacia la tolerancia, pero debe asimilarse en forma parcial, pues no están definidos en su real significado y trascendencia los factores que hacen presencia en ello.
4.3. LA EMIGRACIÓN COMO SOLUCIÓN EN PARTE A LAS DIFICULTADES EN LAS OCUPACIONES Antes de los siguientes planteamientos es importante conceptualizar sobre qué tipo de emigración es a la que se hace referencia en el estudio. En apartados anteriores se ha hecho un preliminar esbozo de la emigración, por lo tanto existen aspectos que han sido incluidos previamente como elementos que contribuyen a hacer entendible el concepto. La emigración y su complemento dialéctico, la inmigración son variables, que como la mortalidad y la natalidad, afectan ostensiblemente el crecimiento poblacional; la demografía está pendiente de estos fenómenos y los concibe como factores trascendentales y de gran importancia en la vida y desarrollo de cualquier tipo de comunidad, de ahí que su contribución en el por qué de los aumentos o bajas de la población en determinado período histórico exige explicaciones significativas. Mucho se ha hablado de los tipos de emigración (salida de población hacia otros lugares) e inmigración (llegada de población, interna y externa) que afectan a los lugares que reciben como a los que dejan fluir a sus naturales. Se hace alusión a emigraciones golondrinas u oscilatorias para mencionar o encuadrar los grupos de personas que tienen un lugar de trabajo en una comunidad distinta a la que habitan, y que retornan por la tarde o por la noche o dentro de una semana; es el caso de los trabajadores de las fabricas o de la construcción, que viven en lugares cercanos a su lugar residencial, por ejemplo, Galapa, con respecto a Barranquilla (en el departamento del Atlántico).
Los flujos migratorios por su característica dinámica afectan, aunque no totalmente o definitivamente la estructura poblacional por su frecuencia. El establecer la procedencia de los emigrantes, es decir, su lugar de origen con respecto al sitio donde tienen establecida su morada para ubicarlos, es un ejercicio de categorización socio- demográfica muy específica que proporciona posibilidades de correspondencia entre la gente que sale y la que puede volver. Para el caso de la población de la comunidad de Santa Cruz, se hizo una división en tres grupos de emigrantes: Los nativos de Santa Cruz; los que no nacieron en Santa Cruz pero que llegaron en sus años de formación (5 a 10 años) y los que sin ser nativos de Santa Cruz ni llegaron en los años de formación, sino que por razones de parentesco o afinidad se residenciaron allí y luego se vincularon a la población económicamente activa. En tales grupos se dan relaciones de similitud y diferencias significativas. Las relaciones que los identifican los ubica en la categoría de emigrantes.
El éxodo que se produce a partir del octavo mes del año (la referencia es para el período de la investigación, pues en los momentos actuales han ocurrido variantes importantes) y se mantiene hasta el décimo, es masivo. El destino está en los centros de recolección de algodón (Cesar, Magdalena), y está dando a entender que la fuga de trabajo afecta la ocupación en las actividades y la estructura poblacional*. La persistencia de la frecuencia del fenómeno manifiesta que para el mes de agosto y hasta septiembre, las actividades decaen notoriamente produciéndose el llamado agrandamiento del cordón de desocupados. El análisis de las encuestas aplicadas entre pobladores de la región establece que la mayoría de los que salen han estado ocupados en alguna actividad antes de partir, por lo tanto, no se trata de desocupados, sino de trabajadores que quieren solucionar sus problemas económicos, sin muchas aspiraciones a quedarse en el lugar que los recibe. La emigración de retorno plantea varios interrogantes a los que abandonan provisionalmente la comunidad, que en alguna medida dependen de la conciencia (puede ser colectiva o individual) que se tenga sobre ¿por qué de la partida?, ¿por qué del regreso?, ¿ qué experiencia se obtuvo?, ¿mejoró la situación?. Los interrogantes están articulados a la situación económica como fundamento de peso, sobre todo el primero, el segundo y el último. El otro depende en mayor grado del estado de ánimo del individuo y su relación directa con las condiciones materiales de vida que son las que le indican qué tanto ha superado o resuelto la situación familiar.
La mayoría de los emigrantes (se seleccionaron por muestra intencional 52 personas a quienes se les aplicaron encuestas en este orden: 25 entre trabajadores en varias actividades, 12 a bulteros, 10 a exbulteros y 5 a negociantes)*, son nativos de Santa Cruz (45 en total). La inclusión de la variable posibilidad del retorno que se produce permite identificar los fuertes vínculos familiares y el deseo de regresar, como evidentemente se manifiesta (también masivamente a principios o a mediados de febrero) y la vinculación nuevamente a las actividades temporalmente dejadas. La dinámica de esta emigración está en la doble eclosión que ocasiona – porque afecta- a la estructura poblacional: trastornos en su composición y desajuste familiar. Aparentemente es una población faltante (la que sale) que cuando regresa se tomaría equivocadamente como la inmigrante. La emigración de retorno no es exclusivamente de la época que se reseña; diariamente se produce este fenómeno de acuerdo a la actividad u ocupación de cada persona que vive en Santa Cruz o sus alrededores. En efecto, la circulación de la mercancía (los productos de la agricultura que se llevan al mercado de Barranquilla) vincula a esta emigración de retorno a cuatro grupos que con actividades diferentes dependen de una, de la agricultura. Entonces, en este proceso diario, aunque no es el 50% de la población económicamente activa la que abandona la localidad, es considerable el número de personas que para la época de demanda de brazos en las faenas propias del cultivo de algodón en los sitios anotados anteriormente, desfilan en un viaje cuyo retorno será dos o tres meses después. En términos generales, la emigración de retorno está asociada a la circulación de los productos del agro, cuando en la venta se combinan los intereses de los grupos participantes.
* El fenómeno se ha producido ininterrumpidamente desde 1916 cuando por vez primera salieron algunos habitantes hacia la zona bananera. En algunos años -sobre todo en los que la agricultura se ha mostrado en buena situación- el número de emigrantes es bajo, lo que hace que se ofrezcan mejores garantías por parte de los contratistas.
* La tabulación de 52 encuestas para emigrantes por ocupación hacia los lugares de recolección de algodón, contempla las posibilidades del retorno en un 98.6% Mientras la actividad de los bulteros intenta relativamente independizarse de las labores agrícolas en los momentos actuales, con resignación, las otras ocupaciones permanecen pegadas a la agricultura. Sin que se llegue a considerar que el trabajo de los bulteros se hace al interior de una empresa, si es plausible establecer que la orientación y dirección por parte de los que actúan como sus patrones, adquiere características empresariales. De ahí que al entender los bulteros que esta es una especie de empresa para la que trabajan, se valida lo dicho por ellos: "Reclamemos las cosas a que tienen derecho todos los trabajadores en una fabrica; estas cosas, si nos las dieran, ayudarían algo más en las obligaciones del hogar, de la familia y no tendríamos que estar haciendo roza para completar el cumplimiento con la satisfacción de lo básico, con los hijos, con la mujer y con uno mismo*. Aparece en este sentido la preocupación de unos trabajadores cuya actividad se realiza en condiciones desventajosas para ellos: No tienen un horario de trabajo establecido de acuerdo a la reglamentación laboral; para ellos no existe una asignación específica del trabajo en cuanto a la verdadera ocupación. De estos aspectos se deriva una serie de elementos que hacen de los bulteros, unos trabajadores mal remunerados. Desde el inicio de esta actividad, es decir, cuando ella surgió hasta los instantes del cierre del trabajo de campo de la investigación, no se ha conocido la existencia de un contrato de trabajo que pactase estas garantías, sólo las obligaciones (verbales) del trabajador para con el dueño del carro, las cuales son también extensivas para con el propietario de la carga (el negociante). De esta manera, de los 12 bulteros y los 10 exbulteros encuestados, 19 de ellos, es decir, el 86% han emigrado hacia las zonas algodoneras por razones económicas. Al volver (la referencia es para 1983), 10 de ellos se dedicaron nuevamente a la actividad (lo hicieron directamente), mientras que dos se ocuparon en otros oficios, volvieron al bultaje y luego se retiraron definitivamente. Los siete restantes, contrario a los anteriores, se dedicaron a otras actividades sin ser nuevamente bulteros.
Una intención común encontrada en la respuesta de cada persona seleccionada para la encuesta, en cuanto a la pregunta ¿qué hará con los ingresos que recibirá por el trabajo proyectado realizar fuera del pueblo?, evidencia el ferviente interés por cambiar de actividad, que sin pensarlo dos veces el encuestador lo podría interpretar como una abierta ruptura con el oficio. O tal vez será ¿una de las tantas formas que adopta la pérdida de identificación con lo que laboralmente o por ocupación se es?. Los trabajadores del agro, particularmente quienes desde su actividad han tenido la oportunidad de interlocutar con grupos de trabajo u ocupaciones similares fuera de su territorio, adquieren una visión e interpretación de su oficio con sentido de explotación y sojuzgamiento. Le basta sólo con observar las condiciones de su colega de actividad para que en él surja la manifestación de inconformidad hacia la manera como es tratado en la actividad que realiza. Desea hacer otro tipo de trabajo, chofer por ejemplo, o laborar en una fábrica, un granero, o tal vez dedicarse al comercio de víveres o mercancía de cualquier índole. El dinero que logre (es su perspectiva) ganar tal vez generaría la magia de cumplir con las intenciones que siempre ha manifestado: vivir mejor con su familia. Pero, ¿cuántas veces se ha dado la magia?.
* ENTREVISTA con Alvaro Beltrán, obrero-bultero activo de los vehículos transportadores de carga, miembro del Grupo Focal. Santa Cruz, 1983.
4.4. LAS DISYUNTIVAS QUE SE GENERAN DESDE LA EMIGRACIÓN Y EL RETORNO Para toda persona que sale – aunque lo haga frecuente o parcialmente- de su lugar de residencia siempre encontrará en mayor o menor grado dificultades que influyen temporalmente en la presencia de cierto malestar relacionado con la adaptación a las nuevas condiciones. Se argumenta que una buena educación puede hacer menos difíciles estos inconvenientes, puesto que al ser tratados de manera racional podrían disminuir la intensidad de los efectos. Para el caso de este estudio, si bien es cierto que no se está frente a personas que salen por vez primera, su nivel cultural no es lo suficientemente favorable; sin embargo, las dificultades económicas representan un factor esencial generador de los índices de complicación que bifurcan las demás situaciones problemáticas empeorando el estado de ánimo individual o colectivo a tal grado que la desesperación hace presa de las personas que emigran, quienes optan por tomar alternativas o soluciones descabelladas. El desequilibrio del estado mental ocasiona en la persona serias confusiones y ofuscaciones que encontradas producen choques que incluso paralizan las células motoras (Brunner, 1935, 35-30).
Como quiera que se está tratando los problemas que acarrea la emigración en los grupos cuasi-rurales, es oportuno aludir al rompimiento parcial que se produce de los valores morales, culturales, religiosos, etcétera, lo que permite observar algunas características diferentes en su comportamiento anterior (antes de la emigración) y que se manifiesta en el hablar, en el vestir, en el pensar, es decir, exterioriza una serie de elementos que se podrían denominar importados o adquiridos, para quienes emigran a la ciudad o hacia centros de mayor atracción cultural. No es, por el contrario, el caso de los emigrantes hacia lugares de trabajo agrícola (de folk a folk). La situación para los de la primera referencia produce, con marcada influencia, cambios que inducen a la negación de todos los valores inculcados durante generaciones anteriores. Lo que aquí se destacaría con mayor vigor es la lucha por conservar los patrones culturales y el rechazo hacia lo que ofrece una estructura cultural nueva. La lucha contra estos aspectos, con la tenaz intención de hacer prevalecer lo tradicional, lo folk, es una de las dificultades de la emigración; es uno de los aspectos que compete a la tradición y a las interpretaciones ligadas a lo ideológico y cultural.
4.4.1. Tradición y su influencia en lo ideológico-cultural. La emigración que de por sí lleva implícita una serie de cuestionamientos e interrogantes para quienes forzosamente se ven obligados a salir de su pueblo, de su hogar, se ve robustecida por la relación ideología-cultura, que en su interior contempla lo que se podría denominar la idea que cada cual tenga de los principios de la responsabilidad para con su familia. La presencia de esta relación de factores es prácticamente común a la mayoría de personas cuyo ámbito vital fue lo rural y su emigración no hizo escala en un escenario similar, sino en un medio urbano. La característica esencial del intento de ruptura es una presión psicológica que sumerge al individuo en la nostalgia, en la depresión. El individuo (hombre o mujer) siente la agonía de una muerte lenta que le llega de los recuerdos por lo que ha dejado momentáneamente. En las historias de los entrevistados que emigraron hacia el país vecino (Venezuela) el factor ideológico ha estado presente: "Me vine porque tenía ganas de ver a mi familia; igualmente las cosas que dejé desde hace un año sin tener noticias de cómo estaban me preocupaban. Parece mentira que haya pasado todo este tiempo tan rápido desde que me fui del pueblo una madrugada sin saber que me esperaba en un lugar del cual solo tenía idea por lo que contaban quienes habían venido.
De todas maneras aunque no haya traído mayor cosa (dinero) creo que estoy contento de volver a mi pueblo, a la casa, a ver la familia; no importa que el trabajo no haya salido bien , estaba mal fuera de la casa"*
Tales conversaciones son vitales y en ellas cuales se denotan algunas situaciones similares pero diferentes también; ellas dan a entender el rechazo hacia unos patrones culturales distintos a los propios. Por otro lado, la no adaptación a los nuevos valores ocasiona malestar ideológico que hace aparecer a la persona como un extraño al interior de unas costumbres también extrañas. Dentro de este orden ideológico- cultural es muy frecuente encontrar algunos brotes de timidez que hacen del emigrante una persona taciturna, rodeada de un ostracismo contra el que lucha interiormente por no ser la característica de su yo individual; la presión se convierte en causa obligada de los deseos por volver bajo cualquier pretexto, real o imaginario. Para el caso de los que salen hacia las zonas algodoneras, el regreso obedece más a los factores económicos o laborales que a los efectos ideológicos-culturales, debido a que se trata de una emigración de folk a folk, en la cual no se producirían estas interpolaciones culturales por un lado, y porque al tratarse de un trabajo colectivo – la recolección de algodón- donde existe el continuo enlace o relación con lo tradicional entre los individuos que pertenecen a una misma comunidad, la cultura, los patrones de conducta, las costumbres se afianzan, de tal forma que permite identificarlos con respecto a los demás grupos. Pese a las diferencias entre una y otra situación es oportuno preguntar: ¿la relación ideología-cultura es aprovechada por quienes fomentan subordinación para mantener en el atraso y la dependencia a las actividades?.
* Silvano Bustos cada vez que se iba a Venezuela manifestaba el interés de quedarse a vivir en ese país. Cuando regresaba era sujeto de las bromas de sus amigos y compañeros de actividad. Nunca pudo cumplir con la promesa. La excepción notoria la propició Dagoberto Jiménez, quien ya se había retirado (antes del estudio de la referencia) de la actividad, se fue para Venezuela, pero retornaba religiosamente a finales de año a ver su familia. Hace como cinco años no se ha vuelto a saber de su presencia en el pueblo de origen.
4.4.2. Emigración y tradición en los factores jurídico, laboral y económico. Por la atención puesta a cada una de las situaciones difíciles que plantea la emigración en las personas vinculadas a las actividades que forman parte de este estudio, se pudo establecer a través de las respuestas suministradas por los actores que participaron en él que, no sólo lo cultural-ideológico es el único factor de mayor importancia. En un principio, los entrevistados mostraron cautela y recelo ante las preguntas, de ahí que la primera evidencia de la situación fue la del orden ideológico-cultural, pero una respuesta dubitativa por parte de un bultero que se va a trabajar amparado con una serie de garantías – tenía familiares que habían solicitado su presencia- permitió incluir una pregunta de relación ligada a la situación jurídica y/o legal de los individuos que emigran. El resultado de esta consideración indicó que de 52 entrevistados, 30 de ellos se habían regresado y entre los motivos del regreso, el factor jurídico los afectaba. Para el estudio, los aspectos ligados a lo jurídico, tienen en la tradición un fuerte asidero, por cuanto las personas con la mentalidad de trabajadores provenientes de la agricultura, perciben el ambiente citadino desde una concepción simplista: libre de prevención.
Entender cómo se manifiestan y bajo que formas afectan los factores del orden jurídico, laboral y económico a los emigrantes de retorno vinculados a las actividades de la comunidad, requiere de la identificación de tres grupos que guardan relaciones entre sí. La división es de carácter metodológico y se hace con el fin de conocerlos por separado para detectar en qué grado los factores aludidos los condiciona.
A los emigrantes hacia las zonas algodoneras, en su gran mayoría trabajadores con bajos niveles de escolaridad y cuyas salidas de la comunidad están originadas en las difíciles condiciones laborales que soportan, la permanencia en las fincas (de 3 a 4 meses) les limita las visitas constantes en fines de semanas a los pueblos cercanos (en su gran mayoría centros de diversión) a su área de labores. Quien posee documentación (por lo regular cédula de ciudadanía) es el que se arriesga a salir, pero con el temor de que no se estén efectuando "batidas" por parte del ejército.
En las historias de vida de cada uno de las personas encuestadas han sido registradas sus confesiones. En ellas se manifiesta haber sido retenidos por la policía o el ejército cuando decidieron abandonar el lugar de trabajo. Los inconvenientes laborales y, por ende económicos, se presentan por el mal estado de la cosecha, bajos precios en el pago por kilo de algodón, mala alimentación suministrada por el propietario de la finca, lluvias constantes. Esto obliga a deambular de una unidad de trabajo a otra, acción que se conoce tradicionalmente con el regionalismo de "volao".
El calificativo es frecuente para los individuos que una noche cualquiera deciden abandonar la finca donde trabajan, obligados por el mal rendimiento laboral y el endeudamiento con el almacén o casino, cuya relación no es proporcional con lo ganado. Como también es frecuente que "antes de tiempo"* se aparezcan algunos de los que se fueron a coger algodón, con los bolsillos vacíos y hambrientos, mientras que la familia los esperaba más tarde y con algún dinero. Otros al enfermar por los efectos del clima, también regresan gracias a la ayuda económica (se dice "con el mero pasaje") que le proporcionan sus compañeros, ya sea de cuadrilla o coterráneo.
Quienes aspiran a más y eligen a Venezuela (en calidad de jornaleros) o a Barranquilla (se ocuparán en trabajos de albañilería, mecánica, jardinería) como la mejor opción para satisfacer sus ideales, afrontan con mayor dificultad los avatares de la situación jurídica puesto que se asumen más riesgos al aventurarse a salir sin documentación, sobre todo para los que trabajan en el vecino país por la condición de extranjeros. La condición de indocumentados los obliga a viajar por las inhóspitas y sorpresivas "trochas"; permanecer un considerable tiempo a escondidas (en las denominadas materas en Venezuela) trabajando en haciendas o fincas, y aunque su situación laboral no es mala, su presencia se ve afectada por una presión ideológica, producto del temor que los embarga, algo parecido a un encierro.
Pero no todos los que van a Venezuela o a Barranquilla tienen una situación laboral estable, por el contrario, la falta de documentación adecuada causa recelo a los empresarios o contratistas de mano de obra que niegan la oportunidad al trabajo para evitarse complicaciones. Ante estas circunstancias, algunos optan por el regreso; otros deciden por dedicarse a ocupaciones que no son de su mejor agrado. Tal adversidad ocasiona nostalgia, trauma emocional. Los que tienen la oportunidad de mantenerse, se constituyen en los agentes de la innovación; los vehículos de una cultura diferente; los que niegan las costumbres anteriores. Ellos son por lo que expresan y creen, los agentes de su cambio individual y egoísta, para sí.
Las personas que han estado ejerciendo cualquier actividad en su lugar de origen o residencia y luego emigraron para dedicarse en oficios similares en otros lugares (Barranquilla por ejemplo) como agentes libres, con su salida no perturban las ocupaciones en la comunidad. Sin embargo, se incluyeron en este estudio y particularmente en las relaciones de las dificultades anotadas para la emigración, debido a que tanto su presencia como ausencia afecta el flujo y la densidad de la población cada vez que emigran o retornan. Algunos lo hacen a diario, otros en forma semanal, y para el caso de quienes trabajan en el servicio doméstico (mujeres y hombres) por lo general el retorno es mensual o en ocasiones especiales (fiestas patronales, carnavales, semana santa, diciembre). Las dificultades para quienes se dedican al bultaje o una variante de éste (cotero en los centros capitales), con las características anotadas, son relativamente de carácter laboral y están referidas a una baja en la circulación de la mercancía en la plaza, lo que les obligará a quedarse en la comunidad. Este es un grupo minoritario de emigrantes que se dedican a llevar bultos en sus hombros o en carretillas de madera, cobrando por el traslado de cada costal o por viaje; el costo del trabajo depende de la distancia recorrida.
*Se dice aquí "antes de tiempo", porque se espera que los recolectores de algodón, también llamados "vayeros" regresen en febrero o a principios de marzo generalmente, y no en un mes o 60 días después de haber partido.
A los actores en este oficio en algunos casos se les atribuye tener mayor ventaja, con respecto a sus homólogos de oficio, pues no están obligados a responder por horarios; no dependen de la voluntad de un patrón; trabajan cuando quieren o de acuerdo a su necesidad, y tienen la oportunidad de tomar la decisión de abandonar el oficio si les resulta otro trabajo, sobre todo en los depósitos de víveres o en los almacenes que comercializan granos y productos comestibles. Muchos de los emigrantes se han aventurado a salir de su lugar de origen sin ninguna clase de documentos, con la fe y la esperanza de adquirir identificación en el lugar que los recibirá. Su empeño ha sido tal que los resultados satisfactorios de la gestión compensan el esfuerzo.
Sin embargo, la superación del impase jurídico cuando es un logro (posesión de documentos de identidad, que hace del emigrante persona con nacionalidad o existencia legal, ciudadano de bien en cualquiera de los sitios que han escogido como puntos de llegada), no les garantiza la eliminación de la nostalgia y el arraigo a sus costumbres. Quienes no pueden lograr el propósito de salir de la clandestinidad en un país diferente a Colombia o en un departamento distinto a los de la Región (generalmente Venezuela y San Andrés respectivamente), retornan en forma anónima y aunque hayan sido favorecidos económicamente, no sienten alegría plena. Quisieran disfrutar esta especie de triunfo lograda en el extranjero, en su pueblo, al cual aspiran regresar con otra nomenclatura personal: la de ciudadanos en el exterior. Con ella creen encontrar trabajo en cualquier parte, mejores oportunidades, reconocimiento, buen trato y respeto.
5. Comunidades que se diluyen sin percibirlo. El retorno a la interpretación crítica
"Allí donde triunfan el intercambio de mercancías, el dinero, la economía monetaria y el individualismo la comunidad se disuelve, es remplazada por la exterioridad recíproca de los individuos y el ´libre´ contrato de trabajo". (Henry Lefebvre) El análisis de las relaciones socioculturales e ideológicas al interior de la práctica de oficios y ocupaciones desde una perspectiva sociológica, suscitan una visión de componentes integrados a formas de pensar en las cuales se articulan diferentes maneras de interpretar el mundo y la vida cotidiana, desde la transición de mentalidad o la ruptura con el pensamiento tradicional. El ejercicio de juntar la dispersión de interpretaciones ha revelado aspectos fundamentales y de relevancia teórica para los estudios sociológicos ligados a la participación de actividades, oficios y ocupaciones en la vida de las comunidades, al margen de las consideraciones parceladas de lo micro y lo macro que, despectivamente asignarían los investigadores e intelectuales que aun consideran al pensamiento encajonado, con una visión tuerta o ciega de su perspectiva para percibir el todo en cada parte y cada parte en el todo, sin que ello equivalga a una sumatoria de partes para constituir el todo.
Si bien es cierto que el cumplimiento con lo inicialmente proyectado en el estudio propuso una metodología (en la cual verificación y validación forman una dicotomía) exigente, no deja de ser igualmente cierto el haber prescindido de algunos componentes que una vez observados, el análisis de ellos determinó implementar procesos diferentes, no concebidos para investigaciones sobre el particular, como ocurrió con las situaciones referidas a las luchas por la posesión de la tierra, la evolución y desarrollo de la agricultura, las rupturas con la tradición agrícola, el fenómeno de la urbanización de lo rural, entre otros. A pesar de esta prescinción tales componentes no fueron mutilados o desplazados de la interpretación, análisis y desarrollo de cada uno de los temas materia de la investigación; por el contrario, se constituyeron en una ayuda valiosa como categorías de referencia. Indicadores como el horario de las actividades, las funciones específicas en las actividades y oficios, formas de ejecutar el trabajo, características de las ocupaciones y otras, en la medida que fueron vinculadas a una actividad general, no perdieron su conexión con la estructura de la investigación y las relaciones entre sus componentes.
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