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Tradición y formas precapitalistas en las relaciones del sistema agrícola en el departamento del atlántico (página 3)

Enviado por rosariojoaquin


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* La referencia es para el estudio de la autoría de Rosario Joaquín Reales Vega y Rafael Arzuaga Yacub (1984.

** Santa Cruz es la comunidad que sirve de marco y escenario de esta aventura del conocimiento en la cual se retorna a la cotidianidad rural.

PUEBLOS DE INDIOS EN EL DEPARTAMENTO DEL ATLANTICO

edu.red

FIGURA 2. Propuesta de ubicación del corregimiento de Santa Cruz en el Mapa del departamento del Atlántico. Es muy probable que mucho antes de la Reforma por orden del Virrey Eslava (1745), que convirtió a muchos pueblos indígenas en pueblos de vecinos libres, Santa Cruz ya fuese territorio habitado por blancos pobres, que aprovecharon la no existencia de tribus para esa época o la convivencia pacífica con los que quedaron después de los traslados o extinción en los territorios vecinos como Luruaco, la cabecera municipal actualmente.

Sin embargo, la fuerte presencia de poblamiento por parte de representantes de la raza negra en el sur del Atlántico, contribuyó notablemente en los lazos de relación entre vecinos libres (blancos pobres) ya asentados y los llegados de pueblos cercanos en el departamento de Bolívar. No necesariamente se podría atribuir el origen de pueblos como producto de los asentamientos de población negra procedente de los Palenques (San Basilio, La Matuna, Chambacú, Galerazamba, Los Pendales), sin antes formular interrogantes como: ¿Los naturales del territorio atlanticense dejaron algunos sitios sin poblar o sin hacer la mínima presencia en ellos?, ¿se puede creer que mientras no apareció la población negra en Colombia, el Sur del Atlántico estuvo despoblado?, ¿qué importancia tiene la presencia de algunos vestigios de cultura indígena en pueblos como Luruaco, Santa Cruz, Repelón? ¿el nombre del cacique Uruaco –vocablo de origen mocaná- no es un llamado de atención sobre la presencia indígena? Las anteriores preocupaciones sugieren la posibilidad de considerar múltiples poblamientos en determinados períodos históricos, que la tradicional historia oficial ha desdeñado para no comprometerse con el intentar cambiar la teoría implantada, no obstante, los indicios divergentes. La fuerte presencia de un determinado grupo étnico en un período de vida de una población, no le atribuye el crédito absoluto de su origen, como tampoco le negaría su participación. ¿Cuántas veces fueron fundados estos lugares? Muchas. Tantas que, si por la tradición de los apellidos familiares se guiara el investigador, concluiría en que cada siglo tiene una fundación. En esto se sugiere tener cuidado. La historia oficial suele atribuir veracidad a la información que se origina de quienes ostentan poder en las comunidades que con una tradición rural, sobreviven a los embates de la modernización y la asimilación de las costumbres citadinas.

La presencia de negros en comunidades o sitios del sur del departamento del Atlántico no evidencia que ellos hayan sido los fundadores. Tampoco lo serán los sometedores o esclavizadores. La trashumancia de los naturales que poblaron este territorio antes de la llegada de los españoles, confirma la permanente inauguración o el reconocimiento del paso de tribus por el lugar. Decir que el 80% de una población en el departamento del Atlántico es de origen negro en primera instancia es una ceguera del conocimiento que desconoce la traslación de los aborígenes por esta tierra que ha sido de su propiedad. En segundo lugar, responde la afirmación al culto a la historia oficial, lineal y ordenada del poblamiento por la vecindad geográfica, excluyendo la intencionalidad por las relaciones o por las posibilidades de aprovechamiento de "tanta tierra libre", que posteriormente se fortalecerían en la medida que las actividades y las ocupaciones serían compensadas con los buenos resultados generados por la propiedad.

Los poblamientos múltiples y permanentes fueron una ocasión propicia para los grupos de color que en búsqueda de sitios seguros que le garantizaran protegerse de la persecución del blanco depredador, levantaron bohíos, hicieron rozas y procrearon hasta formar una considerable población que luego se entremezcló con los que ya estaban de antes o los que llegaban después hasta diluir etnias, dando origen a nuevos grupos, nuevas ocupaciones, nuevas relaciones; dinámicas vitales muchas veces aprovechadas para satisfacer intereses particulares.

En el suroccidente del departamento del Atlántico, en cuanto al poblamiento se pueden considerar dos aspectos: la combinación en la presencia de blancos pobres atraídos por la existencia de tierras libres ante el traslado de los aborígenes o la disminución de estas comunidades (Luruaco, Juan de Acosta); el aparecimiento de comunidades negras procedentes de los Palenques (Cartagena, La Matuna, Chambacú, Galerazamba, San Basilio), formando asentamientos únicos (Repelón) o compartiendo la estancia con los grupos existentes (Los Pendales, Santa Cruz). Frente a esta situación no se excluye el aumento importante de la población de origen negro, con relación a los otros grupos, pero ello no evidenciaría la exclusividad del poblamiento (a excepción de Repelón). Son entonces las actividades, las ocupaciones, los oficios, las costumbres y las relaciones de la actividad cotidiana las que propiciarían pistas sobre el origen, cuando los vestigios materiales o no existen, o no son suficientes para garantizar la certeza. Y es hora de hacer tales acercamientos que permitan correr el velo de la historia.

En comunidades a quienes la historia institucional, la tradición oral y los hallazgos materiales que aún se conservan como muestras fehacientes de su origen (norte, noroccidente, centro y nororiente del departamento del Atlántico) indígena, evidencian similitudes en las ocupaciones, los oficios y las relaciones que ellas suscitaron antes de que perdieran sus características rurales, surgidas desde los intercambios y los contactos entre naturales y blancos pobres que, a la postre, derivaron en la disolución de los grupos desde la perspectiva étnica. Este es otro elemento que aporta a los aspectos del poblamiento, pero que también genera de paso preguntas que, además de sugestivas, pueden ser sorprendentes o insolentes: ¿qué tanta influencia tendrían los ritos y la historia de los palenques negros, precedidos de magia africana y misterios, en el abandono de las tierras en el sur del Atlántico?, ¿los blancos que esclavizaron en sus haciendas mano de obra negra, fueron víctimas de sus hechizos, con los cuales cruzaron hasta los tipos raciales?, ¿cuánto tiempo perduró la presencia única del negro en el sur del Atlántico?, ¿fueron acaso obligados a salir del territorio, sometidos o reconquistados hasta la imposición, o convencidos de su inferioridad racial y/o étnica?.

Algunas respuestas se han dado, sólo que son simplistas y no trascienden la frontera de la historia lineal, la que algunas veces intenta reivindicar posiciones, dependiendo de quien la construye. Pero lo cierto es que, suministrar respuestas con mayor significado implica un viaje socio-cultural hacia el interior del Partido de Tierra Adentro, desde las ocupaciones y los oficios, es decir, una historia social de las actividades y sus relaciones profundas.

2.1.2. La obligada complementariedad de la historia. Una propuesta de existencia de la comunidad de Santa Cruz a partir de 1890, se justifica metodológicamente por la dinámica de los acontecimientos de mayor impacto en su formación: los flujos migratorios, el decaimiento de algunas relaciones en la producción como La Hacienda y el aparecimiento de algunos tipos de cultivo que se fueron constituyendo en la base económica fundamental. Todo esto al lado de las primeras formas precapitalistas en la explotación de las principales actividades y en los primeros indicios de formaciones sociales en el campo de acuerdo a la participación en la producción. José Pérez, un campesino de Santa Cruz, con 73 años de edad, dice que cuando él empezó a darse cuenta de las cosas, la comunidad existía con ese nombre y los primeros habitantes eran personas que habían venido de Repelón, Villa Rosa y Sabanalarga.

La actividad fundamental era la agricultura en menor escala, casi de autoconsumo, aunque una pequeña cantidad la utilizaban para el comercio. Al principio, la propiedad sobre la tierra se basaba en la ocupación y utilización de la misma: "La gente se metía por cualquier parte y cultivaba"*. A partir del incremento de la migración, el crecimiento de la población tanto geográfica como demográficamente fue planteando nuevas ocupaciones, nuevas fuentes de trabajo y una perspectiva económica que abriría las puertas del mercado nacional a la comunidad. De las formas tradicionales de producción campesina, es decir, la parcela de subsistencia, de la que dependía la población, se pasó a la producción capitalista que necesitó de las formas de contratación de la mano de obra propias de La Hacienda para ir arrancando poco a poco algunos pequeños parceleros de su fundo económico para vincularlos al trabajo asalariado de las fincas, en calidad de jornaleros, agregados o concertados.

Para que se diera este viraje, se necesitó de que algunos de los emigrantes crearan, abrieran o fomentaran la necesidad de utilizar las tierras en poder de pequeños agricultores para algo más rentable en beneficio de la comunidad, de sus habitantes: era, según éstos, alternativas para crear más trabajo con el cual todos ganarían. La historia universal cuando se ocupa del origen del imperialismo romano hace referencia a estas formas de usurpar la tierra ajena, ¿la conocían los inmigrantes y advenedizos terratenientes de Santa Cruz?. "Después –dice José Pérez- vinieron los Villas y comenzaron a comprar terrenos en los que regularmente sembraron plátano. Compraron grandes extensiones de tierra poco a poco; es decir, de una a tres cabuyas de tierra a razón de diez pesos"*. En el año 1916 se comenzó a desarrollar la siembra de algodón criollo, denominado también permanente, porque no necesitaba ser plantado nuevamente.

El cultivo del algodón abrió las puertas del mercado nacional a la comunidad: Se llevaba a Cartagena, que era el mercado más cercano y de más renombre, la plaza más conocida. A este cultivo estuvo vinculada la población de las pequeñas parcelas y lo alternaba con la producción netamente agrícola, lo que le mereció la característica de cultivo baluarte en la economía de la comunidad, de la gran mayoría. El algodón no creó fuentes de trabajo, porque siguió marcando las características de la producción de las parcelas, es decir, la pequeña economía campesina; asistido en forma rudimentaria y transportado en lomos de animal, fue motivo de un incremento en el nivel económico del campesino de la comunidad que ilusoriamente creyó haber encontrado su redención económica. No fue muy duradero. La ilusión quedó apocada con la cruda realidad, produciéndose una frustrante sensación de impotencia. Antes de salir de ella se dio inicio al galopante cultivo de caña de azúcar.

Algunos de los emigrantes que se fueron convirtiendo en terratenientes mediante la compra a pequeños propietarios o mediante el trueque o cambio de productos primarios como yuca, ñame, maíz, etcétera., por productos elaborados, entre ellos, aceite, arroz, sal, azúcar, también aprovecharon las épocas de escasez para hacer el intercambio, ya no por materia prima, sino por tierra. Tal circunstancia ha sido validada en las conversaciones con grupos focales; de los diálogos sostenidos con quienes vivieron los detalles de los acontecimientos o indirectamente los recibieron (transferencia de información generacional), es oportuno citar el siguiente pasaje: "El endeudamiento de una persona llegaba a tal extremo –dice Javier Reales- que no teniendo con qué pagar al dueño de la tienda, el deudor tenía que darle un pedazo de su tierra o venderle la cosecha siempre, aunque fuera a menos precio del verdadero"**.

* ENTREVISTA Grupal con José Pérez (del Grupo Memoria de Ancianos). Santa Cruz, mayo 20 de 1983.

* Las familias que fueron llegando, en la media que se apoderaron de las mejores tierras, introdujeron una mentalidad de explotación comercial al suelo, sin dejar de aprovechar las antiguas relaciones de trabajo (los días prestados). Años más tarde contarían historias en las que sus miembros eran los protagonistas estelares, pues esta comunidad pasó a ser considerada una finca de ellos (Extractado de los diálogos con la técnica Memoria de Ancianos).

A mediados de 1917, el cultivo del algodón estaba mermando por la abundancia de plagas y la no-existencia de medios adecuados por falta de capital en los pequeños propietarios, como equipos de fumigación, plaguicidas, herbicidas. Para ese mismo tiempo, el cultivo de caña se iniciaba en Santa Cruz y en algunos pueblos vecinos como Los Pendales e Ibacharo. Aquí el capital empieza a tener su participación y el cultivo de la caña al año siguiente va a comenzar a desplazar al algodón en todos los aspectos: en lo económico, en lo social, en lo laboral, en lo político.

Sobre el particular, con el uso de la técnica Memoria de Ancianos (diálogo con las personas de más edad en la comunidad de Santa cruz), se recogieron las versiones aportadas por Romualdo Franco y José Pérez (hombres que pertenecen a la generación que nace entre los años 1910 y 1915), quienes de forma sintética colocan al cultivo del algodón permanente como un gran impulsor de la economía campesina: Con su cultivo, el campesino de Santa Cruz vivió una época de oro. "Cuando el algodón – se transcribe textualmente lo que reconoce José Pérez – corrió la moneda de oro"*.

** ENTREVISTA Grupal con Javier Reales Figueroa, Miembro de un Grupo Focal. Santa Cruz, 21 de septiembre de 1983.

* ENTREVISTA Grupal (Memoria de Ancianos). Santa Cruz, 20 de mayo de 1983.

En esta forma, trabajando de manera rudimentaria y en las peores tierras para cultivo**, el algodón fue decayendo en su producción hasta cuando quienes se dedicaban a su siembra desistieron y porque los sembradíos de caña venían incentivados por la gran oferta y la posibilidad de trabajo mejor remunerado. Es así como se tiene que para el año 1917, a mediados, la ocupación de la población estaba centrada en actividades netamente agrícolas: campesinos dedicados al cultivo del algodón en menor escala, combinado con la siembra de productos de autoconsumo; los pequeños propietarios, aparceros, dedicados a la explotación agrícola de autoconsumo en terrenos ajenos y vinculados en calidad de jornaleros a las fincas de caña cuyos propietarios lo eran a la vez de los cultivos de plátano, a los que se vinculaban personas en calidad de agregados y jornaleros. Como se puede apreciar, eran estas actividades netamente agrícolas que aún conservan rastros de las relaciones señoriales y serviles de la Colonia. Al lado de la gran finca y de la gran propiedad, existe la pequeña parcela de subsistencia que, a pesar de todo, no está desvinculada del mercado, pero sí se debate en una desigual lucha contra el latifundio que va rompiendo la frontera agraria y consolidando su dominio.

Durante el año 1918 se asiste a las últimas recogidas de algodón, aunque Javier Reales (R.I.P.) dice que ya acabado oficialmente el cultivo, él recogió el "último poquito en 1940 y todavía connserva unos palos que ya no producen"***. De 1918 en adelante la producción de caña abarca todos los estamentos de la población; aglutina a la gran mayoría alrededor de las fincas; hasta los niños a edad temprana (12 años) se vincularon a la producción: había todo tipo de actividades dentro de las fincas de caña, era la división del trabajo que en muchas ocasiones por ser livianas las faenas no tenían remuneración. Esta era la situación laboral en la comunidad. De fuera vino mucha gente que se quedó, por eso es que José Pérez puntualiza: "En el pueblo no había vagos, desde pequeños se llevaban a los pelaos para las fincas a arrear bueyes con perreros"*.

La agricultura tradicional, sobre todo la que ejerce la gran mayoría de la población, seguía pegada a la sombra del cultivo de caña y las personas fueron ubicándose socialmente de acuerdo a lo que cultivaban: el cultivo de caña y plátano en gran escala para los ricos y pudientes, el cultivo de algodón permanente para los pobres, combinado con los cultivos de yuca, maíz, ñame, para el consumo local.

Según testimonio de la época, la ganadería apareció vinculada al cultivo de la caña, por la necesidad de los finqueros de ganado vacuno (bueyes) para tirar de las carretas cargadas de caña, y de los trapiches para molerla, hasta cuando los señores

** Los campesinos sembraban en las lomas, porque al ser el algodón un cultivo de tierra caliente, creían que sembrando en el valle, estaría expuesto a las fuertes crecidas del arroyo que atravesaba las áreas de cultivo de esa época y como Santa Cruz no esta dentro de este tipo de clima, se buscaba proteger la siembra de tales adversidades.

*** ENTREVISTA Grupal con Javier Reales Figueroa, Miembro de un Grupo Focal. Santa Cruz, 21 de septiembre de 1983.

* ENTREVISTA Grupal. (Memorias de Ancianos). Santa Cruz, 21 de septiembre de 1983 Villa (las estrategias que utilizaron para apropiarse de la tierra de los que llegaron antes, se puede comparar con la implementada por Marco Craso en la época de las revoluciones del sur de Italia, durante el siglo I antes de Cristo) trajeron los primeros trapiches con motores de A.C.P.M. En esta forma, los iniciados ganaderos fueron los dueños de fincas que ya tenían otro renglón económico para sentirse poderosos. Mientras que algunos pocos se hacían más ricos, la gran mayoría se iba empobreciendo, y la tierra que antes no tenía división (lo que facilitaba a la gente su ubicación en cualquier parte), ahora presentaba el sello de propiedad legal de aquellos que la adquirieron mediante las formas anotadas antes. Los terratenientes explotaron simultáneamente los cultivos de plátano en gran escala, caña de azúcar combinada con una incipiente ganadería (alguna parte para la venta local y otra parte para el mercado de otros sitios) y a las personas que se colocaron en calidad de sus trabajadores.

El período 1930-1940 mostró la economía de la comunidad centrada y dependiente, fundamentalmente de dos tipos de cultivo, en su orden: la caña y el plátano. Este último poco a poco se incrementaba a medida que los pequeños propietarios cultivadores de algodón, decidieron abandonarlo y se dedicaron a sembrar plátano, de tal forma que la parcela de subsistencia fue quedando en un segundo plano sin que perdiera su importancia.

El planteamiento de Karl Marx con relación a que la agricultura, al igual que la industria, se hallaba dominada por el régimen capitalista de producción, o sea, explotada por inversionistas que se distinguían de los otros por el elemento de que es objeto la utilización de su capital, sobre el cual recae el esfuerzo del asalariado y que el dinero pone en acción, estaba dando a entender que en el mismo momento que la tierra se destina para la producción con fines diferentes al de la explotación campesina clásica, se está pasando a una forma distinta de trabajo, no importa que ella lleve en su interior algunos elementos de la anterior, han sido validados por la experiencia que se dio en el Departamento del Atlántico, sobre el particular.

En este caso, el capitalista disfrazado de campesino cambió el valor de uso de la tierra por el valor comercial; cambió la modalidad de los días prestados por el pago de jornal, bajo sus condiciones. Puso a producir la tierra que acababa de adquirir para un "beneficio general de la comunidad" que llevaba oculto un beneficio particular. Y en la medida que fue adquiriendo más tierra, se fue apoderando del destino de la comunidad y del de sus habitantes, convirtiéndola en algo así como su finca y a los residentes en sus siervos. De este tipo servil de relaciones hasta hace dos décadas se fue soltando la comunidad, y eso ocurrió cuando las fuerzas productivas aumentaron y comenzaron a emerger con fortaleza e interdependencia las antiguas formas de ocupación, con el dolor de quienes las querían sostener como algo absoluto, es decir, cuando surgieron del interior de las relaciones de iniquidad, nuevas ocupaciones, nuevos oficios, alternativas diferentes de marcar las diferencias o ampliar los horizontes del dominio.

A partir de 1940 la producción agrícola aumentó en comparación con años anteriores, de tal forma que el consumo local era poco con relación a lo que se producía. El excedente de la producción fue considerable y para evitar su deterioro, se llevaba a los centros de consumo con mejor plaza para la venta: Barranquilla, Cartagena. Esta producción se sacaba a lomo de animales hasta las carreteras que conducían hacia los centros en mención, ante la inexistencia de vías carreteables en Santa Cruz. Lo importante de este excedente está sintetizado en dos aspectos: por un lado, proporcionó un ingreso a los pequeños productores que se tradujo en la obtención de artículos procesados y por otro lado, vinculó a un grupo de personas –que no siendo de la comunidad- quienes se beneficiaron con una actividad que surgió del interior de la necesidad de mano de obra.

Al desaparecer el cultivo del algodón como ya se había anotado, las tierras que antes se utilizaron para la siembra, fueron "preparadas para las rozas de maíz, yuca, ñame (tierras de lomas), cedidas por los propietarios a los que no la poseían, bajo la condición de entregarlas sembradas en pasto, es lo que se conoce como el terraje, modalidad que estuvo vigente hasta hace unos dos o tres años", según lo expresado por Cayetano Jiménez*, en los diálogos sostenidos con uno de los Grupos Focales conformados. Se había anotado además, que el excedente en la producción se venía dando desde cuando la parcela familiar constituía la unidad económica fundamental, pero que este excedente se utilizaba para el intercambio o trueque. De 1930 en adelante el aumento de la producción fue notable lo que originó que para 1940 se hiciese necesario abrir "trochas" que facilitaran el acceso de los carros de carga al pueblo y transportar la producción hacia los centros de consumo, sobre todo en verano, ya que en el invierno se hacía difícil por lo pesado del terreno. Entonces se tenía que sacar hasta la carretera central, actualmente La Cordialidad, en lomo de animales. Aparejado al aumento de la producción agrícola, en la que de todas formas participó la clase terrateniente local, impulsándola con su inversión, surgió la actividad del bultaje. Más tarde, cuando la producción se fue ensanchando, surgieron los acaparadores, compradores de la mercancía agrícola (hoy son los llamados negociantes).

En una secuencia dialéctica, es decir, con causas particulares fueron naciendo las demás actividades que giraron (actualmente giran) en torno a la compra venta de la producción agrícola; dicho mejor, de la circulación de la mercancía. Los individuos que se dedicaron a estas actividades, de alguna manera fueron sus explotadores recíprocos, alentados por el capital que las impulsó como una necesidad de sus intenciones en la que el campesino productor sólo tenía participación en dos momentos: en la producción de la materia prima y en su venta. Después no sabía de las direcciones que tomaba la mercancía por él producida hasta cuando nuevamente retornaba a sus manos procesada, excesivamente costosa, desconocida hasta los límites del rechazo o la resignación de no acceder a ella.

*ENTREVISTA Grupal con Cayetano Jiménez, Miembro de un Grupo Focal. Santa Cruz, 21 de septiembre de 1983.

Así, a partir de 1960 es cuando el bultaje adquiere su real dimensión como actividad remunerada, a pesar de que ya existía en estado embrionario a finales del siglo XIX no sólo en la comunidad de Santa Cruz, sino en las comunidades vecinas y las del resto del departamento con facilidades de transporte: Los Penales, Sabanalarga, Baranoa, Galapa, Luruaco, Arroyo de Piedra, Santa Catalina (todas ellas sobre la carretera La Cordialidad). Aquellas personas que ayudaban a cargar los bultos de algodón, los bultos de panela, cuando éstos eran los productos generados por los cultivos predominantes, aunque no fueron considerados como practicantes de una actividad fija, eran utilizadas para esta faena. Hasta antes de que entrara el primer vehículo para transportar carga, esta faena era compartida entre hombres y animales, pero la historia no registra el que se les halla llamado bulteros o ayudantes: eran los mismos jornaleros cuya actividad concluía con este oficio. La actividad de bultero se fue despegando de la jornada agrícola a medida que la producción aumentó y la mayoría de jornaleros libres (hombres que trabajaban exclusivamente como tales) se vincularon a ella en calidad de "enganchados" para cargar los carros.

2.2. ORIGEN Y DINÁMICA DE OFICIOS Y GRUPOS SOCIOECONÓMICOS. ABRIENDO NUEVOS SENDEROS La expresión sistematizada desde la interpretación de los integrantes del colectivo Memoria de Ancianos sobre la existencia de tierras libres para cultivar por doquier, representa una etapa en los antiguos pueblos, desde los inicios de la humanidad consciente, es decir, desde cuando el hombre asumió su papel como generador de trabajo. Al respecto, Héctor Polanco Díaz reconoce la acertada interpretación de Karl Marx quien planteó lo siguiente: "La forma de la libre propiedad parcelaria de campesinos que cultivan la tierra por su cuenta, como forma predominante, normal, constituía la base económica de la sociedad en los mejores tiempos de la antigüedad y la encontramos también entre los pueblos modernos como una de las formas que surgen al disolver el régimen feudal de propiedad de la tierra" (1980, 79). Tal situación se pudo evidenciar al hacer referencia a la existencia de la economía de las parcelas o la producción de subsistencia y la producción de las Haciendas. Lo importante por ahora es destacar el nexo constante de la formación campesina con otras formas, una de ellas que actúa como dominante en una formación social (es decir, tomando como generalidad la comunidad), y presentar las consecuencias más importantes de esta ligazón que facilitaría la comprensión del aparecimiento de las actividades y la relación que guardan entre sí.

La forma campesina asume papeles secundarios en todas las formaciones sociales, aunque en algunas históricamente quizás se puede encontrar que lo campesino jugó un papel importante, primordial, pero que al hacer la generalización en cada una de ellas, como dice Polanco, "el sector campesino asume económicamente un papel subordinado, el modo de producción campesino, pues es un modo de producción secundario y subordinado" (82). En la comunidad de Santa Cruz al igual que en otras comunidades del departamento del Atlántico, el nexo orgánico de la forma campesina con la sociedad global se establece a través de unas relaciones de explotación que es su característica. En efecto, el nexo implica unas relaciones de explotación manifiestas en los términos de intercambio económico que se produce entre la forma campesina y la sociedad global, es decir, en la transferencia constante de excedentes que tienen lugar de la forma campesina hacia la sociedad. Al partir del papel importante que la forma campesina ha podido jugar históricamente, se puede ubicar la comunidad de Santa Cruz dentro de un sistema predominantemente campesino en sus inicios, en el cual las actividades eran netamente agrícolas, con poca división y remuneración del trabajo. Con el inicio de la comercialización del excedente de los productos del agro –mejor dicho, intercambio- producidos en alguna roza*, por los producidos en otra, se estaban dando las bases a una modalidad que después se hizo comercial. En otros términos, un intercambio económico que se inició a medida que la población fue creciendo; dinamizado el proceso por los flujos migratorios, que introdujeron en forma simultánea una fuerte natalidad (algunos emigrantes contaron con el favor de ser preferidos) alrededor de las primeras décadas del siglo XX**. El intercambio comenzó siendo local y con fines de abastecimiento, después se hizo con otras comunidades con propósitos comerciales, hasta que aparecieron los intermediarios de la producción, los que actualmente son conocidos como negociantes.

El negociante actual es una especie de émulo del que al principio cambiaba una producción por otra, o un artículo por otro. En la medida que las relaciones de intercambio fueron avanzando, es decir, fueron más abiertas, éstas se hicieron de tipo comercial. Surgió la compraventa de productos agrícolas y desde luego, nuevas relaciones entre actividades que sería interesante estudiar con más detalle y profundidad.

De acuerdo con las afirmaciones de Marx (1972, 43), históricamente las actividades estaban adscritas a la economía campesina, a la producción de subsistencia, al trabajo de la familia sin que existiese una división más que la elemental, por edad o sexo que pudiera determinar la presencia de una comercialización de excedentes y estas actividades eran por su forma natural funciones sociales, ya que estaban institucionalizadas en la familia, en cuyo seno reinaba una división propia y elemental del trabajo, ni más ni menos que en la producción de mercancías.

A pesar del gasto individual de las fuerzas de trabajo, graduada por la duración o por el tiempo empleado en determinada actividad, éste reviste la forma lógica de un trabajo determinado socialmente, ya que estas fuerzas individuales actúan de por sí sólo como órganos de la fuerza colectiva de la familia. En las comunidades fundamentadas en la agricultura, la forma de "los días prestados" es un claro ejemplo del carácter del trabajo tratado no como mercancía, sino como un intercambio de valor de uso, cuya contraprestación equivale al pago de un día de trabajo asistido. La figura simbólica de contraprestación a los días prestados no fue exclusiva de las comunidades en la Costa Norte de Colombia. En el Oriente del país el equivalente a la modalidad citada estaba representado (aún lo está) por el convite, una estrategia de compromisos conscientes de apoyo laboral entre campesinos vecinos que se ponían de acuerdo para limpiar o recoger maíz en la roza del uno hoy, en la del otro mañana y así sucesivamente hasta culminar en la satisfacción de todos los comprometidos. Hoy se le podría denominar trabajo comunitario en un medio urbano, cuya extensión ha tocado al ámbito cuasi-rural.

* La roza es el equivalente empírico a la unidad productiva de la triada tierra/trabajo/producto, asistida permanentemente de tiempo completo por el propietario.

** Las mujeres de este pueblo se peleaban entre sí por que alguno de los hijos de don Benjamín se fijara en ellas. Él mismo llegó a tener más hijos por fuera del hogar que, hasta incluso, muchos son los que, llevando su apellido y habiendo nacido en el pueblo, al reclamar su parentesco fueron negados como tal. (Extractado de la Memoria de Ancianos. Santa Cruz, 1983).

Bajo esta modalidad, de acuerdo con la interpretación del Grupo Focal conformado por los agricultores y campesinos cuyos nombres aparecen en el Cuadro 1, se erigieron las primeras organizaciones en Santa Cruz para el trabajo, y después para todas las actividades, bajo la forma de ayuda mutua*. Esta modalidad fue desapareciendo a medida que la propiedad parcelaria de los campesinos se vino a menos, estableciéndose la propiedad individual sobre la tierra en manos de unos pocos que la comenzaron a usufructuar, dándole ya no valor de uso sino el comercial. La propiedad comercial e individual también dinamizó y estableció el pago del jornal, del día de trabajo, que hicieron añicos todas las relaciones de ayuda mutua, hasta tal punto que la tierra fue depositaria de un poder hechizante, al cual se refirió en una entrevista Manuel Yaya, un campesino de origen indígena, nacido y residente en la comunidad de Cibarco (Baranoa, centro del departamento del Atlántico). La tierra se tornó codiciada y generó enfrentamientos en Santa Cruz como el de 1973, cuyos recuerdos aún perduran entre quienes fueron sus protagonistas y víctimas.

La agricultura en los inicios de la comunidad de Santa Cruz fue de subsistencia: abastecimiento del consumo local de acuerdo a la población existente. El intercambio del excedente con otras comunidades con fines de consumo propuso las bases incipientes del comercio con fines económicos. Con la introducción del cultivo del algodón permanente (a principios del Siglo XX) a través de una cooperativa con sede en Cartagena, producido bajo la forma establecida por la unidad familiar, se inicia la primera forma de adquisición de divisas, pero la responsabilidad limitada de la unidad familiar, no permitió la generación de empleo, asignándosele la categoría de poco rentable por las bajas aspiraciones económicas de la unidad, aunque, al campesino, este ingreso le reportara cierta y relativa utilidad. Ello es evidente en las respuestas de los integrantes de los colectivos grupales que han convenido en que esta fue una época de oro. El cultivo del algodón no fue una necesidad exclusiva de la economía de Santa Cruz, fue más bien una necesidad exterior motivada por la demanda de procesos de industrialización en el país, bajo la presión del capital extranjero que necesitaba materia prima semiprocesada. En conclusión, no fue rentable el cultivo ya que se hacia en las peores tierras y con técnicas demasiado rústicas.

*En estas aseveraciones coinciden tanto los integrantes de los Grupos Focales como los colectivos de la Memoria de Ancianos. Santa Cruz, 1983.

Por el contrario, el cultivo de la caña que se había iniciado poco después como una necesidad del capital para su circulación y poner a producir las tierras adquiridas bajo las modalidades ya establecidas anteriormente al tener como incentivo o estímulo económico, la remuneración del trabajo, condicionó a que los ya desvinculados de la propiedad sobre la tierra se colocaron como jornaleros asalariados unos, como agregados los que eran trabajadores permanentes de las fincas de caña o cuidadores de las fincas de plátano o de ganado, cuyo trabajo era pagado en dinero o en especie o se les daba la oportunidad de sembrar en una pequeña porción de tierra para su subsistencia familiar, para no correr con el riesgo de una competencia interna. La división del trabajo al interior de una actividad como la siembra de caña, si adquirió las proporciones de relaciones capitalistas en el campo, puesto que las fuerzas individuales del trabajo ya no estaban reguladas por la fuerza colectiva de la unidad familiar y porque ya no se trataba de una actividad al interior del modo de producción campesino. Estas actividades fueron: trapicheo, cortador, arreador, aguatero, emburrador, tractorista.

Aunque las relaciones de trabajo, las formas de contratación de la mano de obra conservaron –todavía conservan- rezagos de las formas anteriores y los agricultores se disfrazaron de campesinos es clara y manifiesta la presencia omnipotente del capital que fue imponiéndose a las relaciones de la economía campesina, sin que las hiciera desaparecer definitivamente. En tales condiciones se produjo una lucha socioeconómica entre la producción campesina (cultivo de algodón y pequeña producción para el consumo: yuca, maíz, ñame, etcétera.) y la producción capitalista (cultivo de caña, cultivo de plátano, ganadería), no como competencia para el dominio por parte de la primera, sino como posibilidad de subsistir al interior de la que dominaba. Para el año 1918, los cultivos de caña y plátano son los que predominaban en el panorama económico de la comunidad, privilegio exclusivo de terratenientes que, comparado con los cultivos de algodón, plátano, yuca, maíz, ñame, etcétera., de los pequeños agricultores, evidenciaba el papel secundario de la producción campesina.

Hasta aquí son tres los elementos que constituyeron de base para el aparecimiento de las actividades que hasta ahora se han señalado. A medida que fue desapareciendo el cultivo del algodón a expensas de la consolidación del dominio de la caña y los grandes cultivos de plátano para la venta exterior, y la ganadería, los campesinos fueron bajando de las lomas en busca de mejores tierras para otro tipo de cultivos que les diera resultados económicos. Como quiera que las tierras bajas estaban ocupadas por los cultivos de caña y plátano, algunos campesinos se convirtieron en jornaleros de las fincas –de caña o plátano- a la vez que trataban de mantener en asistencia su roza; otros se dedicaron a ser única y exclusivamente jornaleros. Con la disminución posterior de la producción de caña, algunas extensiones de tierra fueron quedando inactivas o destinadas a la improductividad. De estas tierras, un 30% sin actividad fue cedida a campesinos para que hicieran cultivos rápidos como yuca, ñame, maíz, etcétera, con la condición de entregarla sembrada en pasto; otra parte en calidad de aparcería, llamada también "en condueño", con la condición de repartir la cosecha, dándole un gran impulso a la agricultura, sobre todo a la siembra de plátano y yuca, debido a la fuerte inversión del capital. En esta forma, el capitalista terrateniente también hizo recaer la fuerza de su dinero en algo que hasta ahora parecía trabajo de campesinos.

Bajo el auspicio del estímulo del capital surgieron nuevas actividades y la comunidad fue estableciendo nuevos tipos de comercialización, a la vez que la agricultura toma un auge considerable. La producción fue vinculando a otras personas en forma indirecta a participar en ella, de tal forma que de su esplendor fueron surgiendo otras actividades que se convirtieron en formas de obtener ingresos por parte de los que a ellas se dedicaron.

Pero también se ha de decir que el estímulo del capital fue creando obreros libres, es decir, carentes totalmente de propiedad que no fuera su fuerza de trabajo, que se inició con el despojo de propiedades, luego con el condicionamiento de los sitios de trabajo, hasta llegar a incidir en los instrumentos y medios de producción, una especie de imposición de las condiciones objetivas de la ocupación; de la tierra y de la mano de obra campesina. Entonces el campesino y el agricultor en condiciones de pobreza fue lanzado hacia otras esferas de explotación, es decir, convertido en obrero libre.

Los tipos de relaciones bajo las cuales la tierra fue pasando de unas manos a otras, ha permitido trazar un esquema histórico sobre la renta del suelo, hasta llegar a los momentos actuales, los de la explotación capitalista de la tierra, a la cual hizo referencia Marx en sus trabajos sobre la génesis de la renta capitalista del suelo, basado en las características más generales de la evolución de la renta en Europa. Según el esquema aludido, la manifestación más primitiva de la renta es la que se da en trabajo; le sigue la renta en producto, que surge de la primera y después la renta en dinero, sin que se quiera decir que este proceso ha de encontrarse en cualquier circunstancia o situación histórica, sino que éste dependerá y estará condicionado por las particulares condiciones históricas en que se desenvuelva.

En la primera mitad del siglo XX (1950), la agricultura en Santa Cruz se acogió a un ritmo acelerado en su crecimiento, impulsada por el dinamismo de comercialización de los productos agrícolas en los centros urbanos de tal forma que el comercio adquirió una dinámica que obligó a reemplazar el transporte de tracción animal por el motorizado. Esta necesidad condicionó la apertura de caminos carreteables para el paso de vehículos. Las ocupaciones se diversificaron al quedar prácticamente sin uso la ayuda mutua: la construcción de vivienda adquiere un carácter remunerativo; el cercado de terrenos con alambre de púas, es trabajo pago y generó cierta especialización en el oficio; la construcción o apertura de canales de riego o pozas artificiales para abrevadero de animales, ya no fue función de los días prestados.

Con la llegada de los vehículos para transportar la carga, la actividad del bultaje adquiere sus características definidas al interdependizarse de la faena agrícola. Fue tal el papel que asumió como actividad que hoy día conforma uno de los oficios que se mantiene activo durante el transcurso de todo el año, y en el cual se vislumbra un potencial humano que podría dar iniciativa a una cualificación en cuanto a organización. Pero la inestabilidad de las actividades cuyas características se estudiarán en otro aparte, ha sido el factor negativo para su organización, oscilamiento de los que a ellas se dedican, como causa directa de la situación actual de la agricultura.

2.3. SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA EN LOS OFICIOS Y ACTIVIDADES. SU POSICIÓN FRENTE A LA PRODUCCIÓN En una comunidad ya conformada, aunque no definida en cuanto a su formación social por la convergencia de relaciones que tratan de adaptarse e imponerse unas y/o de conservarse otras, aparentemente se manifiesta un estado socio-económico general que dependerá de la situación agrícola del momento. Una posible claridad queda en su mayor parte cubierta por las respuestas de la mayoría de personas que vivieron épocas históricas pasadas de la comunidad como "mejores que ahora". Pero dentro de la respuesta "antes se vivía mejor que ahora", se esconde la falta de identificación de las verdaderas intenciones de los que actuaban "de buena fe", y en beneficio de la comunidad, que es lo que se manifiesta ahora en estos tiempos difíciles. En todo caso, no es la intención esconder, que si bien es cierto, se pudo gozar de una buena situación, ésta estaba oculta por lo que posteriormente llamó la atención a todos los miembros de la comunidad.

Romualdo Franco, campesino de muchas jornadas de agro dice: "De pronto nos encontramos que antes las tierras las cogía uno sin pedirlas a nadie, pero ahora tiene que mendigarse el pedacito para hacer la roza"*. Esta argumentación ha sido validada por el grupo y ella es punto de partida para caracterizar en el departamento del Atlántico y en la comunidad de Santa Cruz dos etapas históricas. La primera netamente de tipo campesino como lo predominante –para no dejar por fuera algunos aspectos que están en formación dentro de esta forma campesina -, con una participación considerable de la mayoría de los integrantes en la producción. Con poca o ninguna división del trabajo diferente a la natural. La otra, la que se gestó al interior de la economía campesina como la dominante, que se articuló con ella y sirvió a la vez de vehículo para la integración de las demás instancias a las cuales se condicionaron sus características, haciéndolas dependientes, pero que no logró derrumbar. Es la de los momentos actuales, la que caracteriza y a la vez define la participación de las personas de acuerdo a la actividad que ejecutan y también establece su situación económica, social, política, cultural, etcétera.

* ENTREVISTA GRUPAL con Romualdo Franco (del Grupo Memoria de Ancianos). Santa Cruz, 21 de septiembre de 1983.

Al volver al análisis de los grupos socioeconómicos actuales, se ha de estar alertas a no juzgar su condición o situación económica de acuerdo a su posición o participación en la producción. La participación va a estar dirigida en varias direcciones, que van determinando su situación económica.

Ante tales circunstancias es de suma importancia la propuesta de caracterizar los grupos existentes en la comunidad de Santa Cruz, ligados a la actividad que cada uno realiza, la forma como la ejecuta y alguna aproximación a la interpretación que han hecho éstos de su participación en la vida comunitaria.

El Cuadro que a continuación se muestra está elaborado sobre la base de la ocupación de los grupos existentes, enfatizando en las diferentes direcciones que genera su participación**. Al momento de recolectar la información existía un debate en la comunidad de Santa Cruz, al interior de los grupos productivos y las diferentes ocupaciones que realizaban, relacionada con la posibilidad de constituir una cooperativa que se encargara de comercializar los productos de la agricultura: todos eran agricultores campesinos. Similar situación también se pudo evidenciar en otros lugares del departamento del Atlántico, a los cuales por extensión de la ocupación de los bulteros, se dirigió la intención y la atención de este estudio.

** ENCUESTA aplicada a trabajadores en diferentes ocupaciones. Santa Cruz, mayo-junio de 1982.

Cuadro 2. Participación de los grupos de acuerdo a las ocupaciones

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FUENTE: Encuestas a una muestra intencional de trabajadores en Santa Cruz, Atlántico. Mayo – Junio 1982.

El porcentaje de la participación de los choferes está referido a los que trabajan en los carros dedicados al transporte de carga para los centros de consumo, no obstante haber tomado la muestra del universo de estos trabajadores, es decir, incluidos quienes cubren la ruta Santa Cruz- Barranquilla con el transporte de pasajeros y carga generada por la agricultura.

Al observar los porcentajes registrados por participación, aparentemente ésta debería indicar una mejor posición económica tanto para campesinos, como para jornaleros libres y bulteros. No está demás decir que la simple observación de los datos podría conducir a errores, pero la forma en que se tiene participación en la producción es la que establece claridad del por qué una mínima participación produce más ganancia, mejor situación económica. Mientras que la agricultura tradicional –la de la unidad familiar- es practicada en forma rudimentaria y en las tierras de lomas o laderas aunque vinculada al mercado, está bien lejos de competir con la agricultura comercial –sin que se haga la separación entre dos tipos de agricultura -; ésta última tiene la ventaja del capital que se invierte y que por lo tanto suelta un poco las amarras de las relaciones en el campo. Jesús Antonio Bejarano, economista colombiano, en su ponencia sobre Contribución al debate sobre el problema agrario presentada en el Primer Seminario Nacional de Desarrollo Rural en 1976, anotaba al respecto de esta desigualdad competitiva lo siguiente: "Lo que cabría preguntar –y este es el problema que nos parece esencial- es cómo ante estas condiciones, la agricultura tradicional puede subsistir al lado de la gran explotación capitalista porque, ante el notable avance de la agricultura comercial, el subsector tradicional resiste a la descomposición a despecho de su evidente desventaja; cuáles son, en fin, los factores que bloquean la penetración de la agricultura comercial en el área de especialización de la agricultura tradicional" (1977, 81).

Bejarano responde por lo que ya Kausky había indicado como una respuesta en donde la persistencia de la pequeña explotación no estaría dada por su capacidad para sostener la competencia a la gran explotación, sino por el contrario, cesa de hacer la competencia y de tener importancia como vendedora de productos que la grande produce al lado de ella. Estos es, la pequeña explotación ya no vende cuando se desarrolla a su lado la gran explotación capitalista, se convierte de vendedora en compradora del excedente de los productos de la gran explotación y la mercancía que ella produce en exceso es precisamente el medio de producción que necesita la gran explotación: la fuerza de trabajo.

El citado Bejarano retoma textualmente los siguientes planteamientos de Kausky: "En esta forma, ambas explotaciones no se excluyen en la agricultura, sino que conviven como el capitalista y el proletario, aunque el pequeño campesino adquiera cada vez más el carácter de este último" (82). Para el autor que se viene referenciando esto es una parte del problema y seguramente la menor, lo más importante es quizás la integración de los pequeños agricultores minifundistas al mercado de productos, que es lo que garantiza la supervivencia de la agricultura tradicional. Luego esta especie de supervivencia es contribuyente en una participación directa mayoritaria en el proceso productivo con una baja participación económica de los beneficios que es lo que le da el carácter de no competitiva, ante la poca participación de capital que no alcanza sino para utilizar una técnica rudimentaria.

Aún más, aquí se encuentran las fuentes para el oscilamiento de las actividades que de la agricultura dependen, destacando que éstas no fungen ser condicionadas o determinadas por la existencia de una agricultura comercial, más bien, son generadas por la articulación de estos dos tipos de agricultura que en la comunidad se dan.

Al incluir en el análisis la participación del grupo de bulteros en la circulación de los productos agrícolas frente a sus ingresos económicos referidos a un año se observa que a mayor participación, menor ingreso económico. Mientras que la participación del grupo en la totalidad es de 22.32% (una participación individual de 0.89%) sus ingresos individuales están en un porcentaje de 0.01%. Si esto ocurre para un grupo que tiene una sobresaliente participación, es necesario explicar el por qué del fenómeno. Ahora bien, al revisar la participación del grupo de los propietarios de carros, por ejemplo, aunque éste es minoritario con relación al anterior, sus ingresos económicos están por encima en términos de porcentaje a su participación (ver Cuadro 1), pero si se persiste en una observación a otros grupos mayoritarios en participación, los bulteros, por ejemplo, ésta tiene la característica de ser también doble. La razón de esta situación está en la inversión de cada grupo, los medios de que dispone para la participación en el proceso.

En todo caso, si la participación es mínima en el proceso, y se dispone de bajos elementos para vincularse en él, la situación económica es baja y si a esto se agrega una sola dirección en la participación (el grupo de los corraleros), las condiciones económicas y la calidad de vida van en deterioro cada vez más. Para el caso específico de los bulteros, no sólo de Santa Cruz, sino del departamento del Atlántico, el retiro de la actividad como bien lo había dicho un trabajador del grupo con más de 20 años de servicio ininterrumpido, "es doloroso porque uno siente que sale con las manos vacías, enfermo y sin quien responda: sin mucha oportunidad de volver a ser agricultor, ya que las fuerzas no alcanzan. Al igual que a mí y mis compañeros en el pueblo, también le ocurre a los de Luruaco, Repelón, Sabanalarga, con quienes hemos hablado a ver si nos organizamos para vivir mejor"*.

* ENTREVISTA Grupal con Álvaro Beltrán del Grupo Focal de Bulteros. Santa Cruz, 21 de septiembre de 1983.

3. Las actividades como resultado del lanzamiento de los pequeños propietarios de la tierra y la intromisión del capital

"La pequeña producción parcelaria se desmorona porque sus condiciones frente al capital, el mercado y el Estado, son desventajosas para su desarrollo". (Salomón Kalmanovitz) 3.1. OFICIOS Y OCUPACIONES PARA DESPOSEIDOS DE LA TIERRA La ocupación de la tierra a escala extensiva fue un recurso durante el siglo XIX para sujetar la mano de obra campesina, y dentro del espacio económico efectivamente conquistado en el país durante la década de 1920, la gran propiedad territorial ocupaba las tierras más salubres, cercanas a los centros urbanos de mayor fertilidad, y los valles y tierras planas, se atrevió a plantear con decisión Kalmanovitz al hacer referencia a la situación de la agricultura en Colombia (1982, 31).

Con esta perspectiva se podría establecer en qué forma y bajo qué condiciones el capital fue penetrando al campo a la vez que introducía importantes y profundos cambios con referencia a las formas de trabajo, tenencia de la tierra, impulsados por el desarrollo capitalista de la economía nacional.

En este capítulo se hace referencia a los principales aspectos que fueron importantes en las iniciativas de cambio con respecto a la tenencia de la tierra, siguiendo los planteamientos del profesor Kalmanovitz (24-25). En Colombia para 1920 se encontraba una variedad de formas institucionales en la explotación del trabajo rural que tenían como denominador común la sujeción del campesino a la tierra – no en calidad de propietario- y con la obligación extraeconómica de abonar rentas, bien sea en servicios, en especie o en dinero. A diferencia de algunas regiones como Cundinamarca, Boyacá, Tolima, Huila, Valle del Cauca, cuya producción era básicamente llevada a cabo por arrendatarios (concertados y agregados), que tenían que pagar rentas por sus lotes de subsistencia, en especie, dinero y/o trabajando en las labores de la Hacienda por un salario inferior al que se pagaba a los trabajadores ocasionales, o fuerza de trabajo no residente en los sitios citados, en la Costa Atlántica, en Nariño y en el Cauca eran corrientes los "terrajes", pago en especie por el derecho que daban a las comunidades indígenas o campesinas los propietarios a usufructuar sus tierras. Esta era la herencia atávica de los finales del siglo XIX.

En Santa Cruz y algunas poblaciones vecinas, esta modalidad existió como tal hasta cuando apareció el cultivo de la caña de azúcar. Como quiera que la economía campesina era la predominante, las actividades que se daban dentro de ella no estaban asignadas por el carácter capitalista. Lo interesante de la inversión de capital en el campo fue la gran demanda de brazos que necesitó la finca dedicada a la gran plantación de caña de azúcar, como una necesidad del desarrollo industrial que el país afrontaba para ese período; pero a la par que existía esta demanda, a espaldas de ella, lenta pero firme, el propietario de la finca de caña, fue necesitando de más tierra de buena calidad, mientras que la ocupación en las actividades que surgieron con este cultivo absorbía el tiempo de los que se iban quedando sin tierra, engrosando las filas de contingentes humanos que se aglomeraban alrededor del esplendor de la caña de azúcar. Y luego se irían embrionando las primeras manifestaciones de inconformismo que desbordarían en las iniciales formas de lucha por la subsistencia (agricultura de las parcelas), las mismas que iniciarían el rompimiento de la frontera de la economía campesina y propiciarían los enfrentamientos entre los que luchaban en desigualdad de condiciones para mantenerse, contra los arrogantes usurpadores de la tierra.

En medio de este escenario, caracterizado por una empecinada alternativa de subsistencia, fue haciendo presencia el capitalismo en el umbral de la economía campesina del departamento del Atlántico; ésta fue también la forma de interrumpir el capital al campo en Santa Cruz: aprovechó la oportunidad de unas relaciones de intercambio locales. Al respecto, algunos inmigrantes, al venir de otras comunidades cuyas relaciones comerciales estaban más avanzadas, se aprovecharon de la poca intención comercial que manifestaban los habitantes de este territorio y el intercambio de productos agrícolas por bienes procesados, fue estableciendo un puente que, a la postre, se convirtió en una dominación de la cual se fue liberando la población hasta hace poco, comentaba Javier Reales*. La tierra fue adquiriendo un carácter particular, individual, y el terrateniente a la vez que la compraba para el cultivo de caña y de plátano en gran escala, también la utilizaba en otra actividad que vino casi aparejada a la siembra de caña: la ganadería. En estas condiciones, el pequeño propietario que algo le quedó, lo tuvo que poner a producir en las peores tierras (lomas), mientras que quien no poseía sino sólo su fuerza de trabajo, tuvo que venderla, dedicándose a las faenas de las fincas de caña, de plátano o trabajar en los corrales de ganado.

El desarrollo agrícola se fue incrementando por la vía terrateniente con una gran concentración de la fuerza de trabajo en las fincas, en detrimento de la producción de las pequeñas unidades familiares, las parcelas y las rozas, cada vez más paupérrima, mientras las actividades, al abandonar la tutela de la economía campesina, trataban de acomodarse al interior de las relaciones que el capital les iba asignando. Si bien es cierto que ellas existían antes de la aparición de relaciones capitalistas, también es cierto que a partir de éstas adquirieron las características actuales. Al perder importancia el cultivo de caña de azúcar, debido a la crisis que le dio estocada y entierro de pobre (1973), ya estaban sentadas las bases de la explotación capitalista en el campo. En la década de los años 70 (cuando de las fincas de caña sólo quedaban los trapiches y sus chimeneas), el cultivo de plátano y yuca a gran escala se fue levantando sobre bagazos, el sudor y la sangre de los trabajadores que dejaron algún dedo, una mano, brutalmente cercenados por el trapiche o el machete.

* Con frecuencia se aludía a que las únicas posibilidades de progresar estaban en la salida del pueblo. Los hijos de los pudientes y los padres de éstos se mofaban de la pretensión de muchas familias económicamente menos favorecidas y hacían hasta lo imposible por frustrar tal anhelo. (extractado de los diálogos con el Grupo Focal).

El auge imprevisto (para el comercio) de estos dos cultivos tradicionales sobre los que recayó la acción del capital trajo como consecuencia el que la pequeña parcela, que en un principio fue de subsistencia, quisiera competir, aunque en desigualdad, en el mercado, lo que motivó el celo y la desconfianza del propietario que fue limitando la cantidad de tierra que cedía a cambio de terrajes. A esta "competencia" –entre comillas por que ella realmente no existía, sino el afán por subsistir- se unió el temor del propietario a perder alguna parte de su propiedad debido al tiempo que llevaba usufructuándola el campesino.

Conocedor o no de las disposiciones establecidas en la Ley 200 de 1936, el propietario de la tierra veía en la explotación ininterrumpida de sus propiedades, una espada de Damocles, situación que Gutiérrez Anzola había comentado y que Kalmanovitz consideró de vital interés cuando al respecto anotó: "Al expedirse la Ley 200 de tierras del año 1936, tanto el arrendamiento como la aparecería habrían de constituir perturbaciones y problemas para los propietarios, que veían así la amenazante posibilidad de perder por la posesión de determinado período de años, las tierras arrendadas o contratadas. Así fue como se creó el fenómeno de la gente sin tierra… el proletariado campesino tiene así una explicación y un antecedente". (1978, 30).

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Figura 3. Trapiche para moler caña de azúcar. Hasta el año 1970 fueron utilizados en las Fincas que se dedicaban a la siembra de caña en el departamento del Atlántico. Hoy no se encuentran vestigios de ellos.

La actividad que acaparó todos los aspectos de la vida socioeconómica de Santa Cruz fue el cultivo de la caña. La vinculación decidida del capital encontró en ella fundamentos sólidos para su inversión, y a la par que sirvió de pilar de la economía santacrucera, también planteó el comienzo de la división de los grupos socio- económicos. Las ocupaciones que antes de la aparición de la caña eran las dominantes, se vieron relegadas a un segundo plano, mientras que el cultivo de esta planta se encontraba en su cenit y sus impulsores se engrandecían a expensas del arrinconamiento de los pequeños cultivadores de algodón permanente (economía de la unidad familiar), yuca, maíz, etcétera., apenas de manutención. Al declinar el cultivo de la caña, el imperio económico ya establecido, no decayó; antes por el contrario, sobre las ruinas del trapiche, el bagazo y la sangre de la mano mutilada de algún trabajador, se irguieron las grandes fincas de plátano, y de ganado; las grandes extensiones de tierra, cadena de la explotación de las actividades que hoy se mantienen.

El cultivo de la caña y su esplendor*, fue la mejor estrategia que poseyó el terrateniente para utilizarla contra los intereses generales de toda la comunidad, al mismo tiempo que estableció las diferencias de grupos sociales: una especie de aristocracia de corte feudal de la que hoy existen algunos rezagos agónicos. El decaimiento de la caña de azúcar trajo como consecuencia, que los vinculados a las fincas bajo cualquier forma, se vieron precisados a salir de ellas y también del pueblo; se produjo una emigración hacia otros pueblos donde se cultivaba caña, como Los Pendales (Atlántico) y Santa Catalina (Bolívar); fue una emigración de retorno a la que hace referencia Feindt y Browning en su trabajo Return Migration: Its significante in an industrial metropolis an agricultural town in México, y que John J. Mancisco Jr., Relator de la Conferencia Regional Latinoamericana sobre población, migración, urbanización y distribución regional (1970, 17-22), incluye como actividad de movilización frecuente en América Latina. La situación se dio por la escasez de trabajo en las fincas, y, ante la imposibilidad momentánea de vincularse a otro tipo de ocupación, los trabajadores cesantes optaron por salir a buscar el desempeño de una actividad que conocían bien: corte de caña, molida de caña, emburre de caña, etcétera.

La falta de posesión de un pedazo de tierra para cultivar y la negativa de los propietarios a cederla, fue otro de los aspectos de carácter interno que obligó a la salida de quienes en calidad de jornaleros nada poseían, sólo su fuerza de trabajo. Por otro lado, la caída del cultivo de la caña hizo volver la mirada de los terratenientes hacia los cultivos que 10 años antes eran patrimonio reservado a las unidades de explotación familiar. Un ejemplo de los tipos de cultivos desde inicios del siglo XX hasta mediados, permite presentar la forma cómo se fueron desarrollando en la comunidad que se ha tomado como referencia en este estudio. Los aspectos cuantitativos de la existencia de los cultivos en la comunidad de la referencia específica del estudio se presentan en el cuadro 3.

*En los años 60, grandes extensiones de tierra del municipio de Luruaco (Santa Cruz, Los Pendales y alrededores) fueron sembradas con caña de azúcar, lo que facilitó la presencia de trabajadores de otros lugares. Entre éstos había negros procedentes del departamento de Bolívar que incluso, se quedaron a vivir en Santa Cruz logrando hacer familia.

Cuadro 3. Distribución de la producción por cultivos en Santa Cruz (Departamento del Atlántico), 1970 – 1983.

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FUENTE: Encuesta aplicada a dueños de fincas y pequeños agricultores. Santa Cruz, septiembre de 1983.

Como se puede apreciar, las unidades familiares, los pequeños propietarios y parceleros en todo tiempo han estado, en número, por encima de las grandes fincas. Se ha establecido que desde 1937, las pequeñas unidades familiares que producían cultivos tradicionales, disponían un porcentaje mínimo (8%) – comparado con el de las fincas (98%)- para el mercado (venta), mientras que el mayor porcentaje se destinaba al consumo local. Por el contrario, la producción de las grandes fincas en su totalidad era para el mercado. Esto significaba para la producción de la unidad familiar la responsabilidad en el mantenimiento del abastecimiento del consumo local. Razones de la situación existen muchas, sólo que se citarán las que directamente se generaban de la falta de capital: el producto se consideraba de menor calidad que el de las fincas por parte de los compradores (negociantes); el transporte de los productos tenía que pagarse (aún es así); el mercado estaba copado por la gran producción; los precios eran significativamente más bajos, como resultado de la venta al intermediario (negociante). El periodo antes citado presentó además una baja en el tipo de explotación familiar, que obedecía a la desaparición del algodón, la falta de capital y la pérdida de la propiedad en los pequeños productores de la economía familiar.

Al ser utilizada en su gran mayoría la producción de las grandes fincas para la venta en este período, el gran propietario quiso abarcar y tener participación en todos los asuntos del agro: en la producción, en la compra, en la venta (circulación) y en el transporte. En efecto, para el período entre 1937–1950, los transportadores extranjeros ante la respuesta por el elevado valor del flete en el transporte (tarifa por bulto), propiciaron la oportunidad de surgimiento a transportadores locales. En un comienzo las cuadrillas de trabajadores que se habían traído para cargar la producción eran combinadas con algunos nativos de la comunidad que, habiendo quedado sin trabajo, se "enganchaban" en los carros mientras duraba el embarque*. Tendrían que pasar 11años (aproximadamente en 1948) para que existiesen trabajadores en calidad de fijos que laboraban en los carros "forasteros". Al final del año 1950, los foráneos habían cedido ante el peso de los locales. "A partir de esta fecha –dice Silvano Bustos -, nosotros los bulteros comenzamos a ser muchos"**. Este "mucho" se debía a la gran producción que existía, y que obligaba a los carros a hacer hasta dos viajes en un mismo día. Sin embargo, pese al logro de consolidar la característica de trabajo fijo para los bulteros, la práctica agrícola sigue siendo rudimentaria en las pequeñas propiedades o en las parcelas, a diferencia de las formas técnicas empleadas en las grandes fincas: uso del tractor para arar la tierra, asistencia constante de mano de obra asalariada, ubicación de cultivos en mejores tierras.

Pero en un principio, actividades ligadas a la agricultura como la siembra, limpia, desmonte, etcétera, fueron oficios realizados bajo relaciones de la unidad familiar campesina como forma dominante. En otras comunidades, sobre todo las que están en los alrededores de las fuentes hídricas (ríos y ciénagas) como Repelón, Rotinet, Villa Rosa, Candelaria, Manatí, Luruaco) la pesca se nutría de las relaciones de intercambio que con los agricultores sostenían sus practicantes, quienes también de alguna manera cultivaban la tierra. No existía la división del trabajo, nada más que la simple, la que estaba condicionada y sujeta a la unidad que actuaba como condensadora de ésta, sin salirse de su contexto.

* La referencia es para los dueños de vehículos de otros pueblos que aprovecharon la no-existencia de vehículos de transporte de carga pesada en Santa Cruz.

** ENTREVISTA GRUPAL con Silvano Bustos (Grupo Focal), Santa Cruz, 21 de septiembre de 1983.

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Figura 4. Desmontando la tierra para sembrar.

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Figuras 5, 6 y 7. El campesino de las denominadas comunidades cuasi-rurales del departamento del Atlantico,Ie da una segunda limpia a Ia tierra con Ia esperanza de sembrar y recoger buena cosecha.

A partir de la aparición del capital de tipo comercial, las relaciones que se originaron en la ayuda mutua, los días prestados y los convites para el trabajo comunitario se fueron diluyendo; sin embargo, algunas de ellas subsisten como oficios realizados bajo las relaciones de la unidad familiar campesina como forma dominante, articuladas de manera desigual a otras de corte capitalista. Fue uno de los períodos más brillantes para la comunidad hasta 1970, fecha en que las actividades impulsadas por la Reforma Agraria en algunos pueblos del departamento del Atlántico, si bien es cierto no acabó con estas ocupaciones, al menos sí las opacó por encima de su resistencia, en un fiero enfrentamiento cultural por mantenerse al lado de las demás.

Desde 1966, estimulados por la gran producción naciente, se observa un incremento en la producción, lo cual genera fuentes de trabajo sobre todo en los carros dedicados al transporte de carga. El bultaje se incrementa, el transporte local no alcanza a trasladar la producción y se vinculan transportadores de otros lugares que a su vez utilizan mano de obra local en calidad de ayudantes o bulteros y conductores. Para esta época había un total de 10 vehículos locales y tres de fuera, cada uno con tres ayudantes. El bultaje no fue la única actividad que surgió estimulada por la participación del capital que al estar directamente vinculada a la agricultura se beneficiaba de ella. Surgieron los intermediarios de la producción, un grupo de comerciantes locales que sin ser agricultores o campesinos estables se articularon a ella por la inversión de su capital en la compraventa de la mercancía, de la que hicieron su oficio fundamental. Ellos son los llamados negociantes cuyo número es difícil de calcular o estimar porque unas veces fungen como vendedores de su propia mercancía en calidad de agricultores.

Los negociantes son un grupo heterogéneo, es decir, compuesto por propietarios de carros, algún jornalero, agricultores, etcétera, lo cual motiva a un estudio particular. Lo importante por ahora es destacar su participación, la forma como se articulan y relacionan al interior de varias actividades, lo que hace que la suya aparezca indefinida aparentemente. Se podrá apreciar entonces que estas articulaciones son de iniquidad, por lo tanto, regidas por una ley de desarrollo desigual que las vincula al interior de una estructura agraria que recoge todos estos aspectos y las hace converger en situaciones comunes, pero también diferentes en el fondo.

3.2. LAS PRIMERAS FORMAS DE LUCHA POR LA TIERRA En pleno siglo XX, durante el período 1958-1963, los enfrentamientos directos entre grupos sociales (terratenientes y campesinos) por la posesión de la tierra, fueron de frecuente ocurrencia en la región. Las inundaciones en los pueblos que se levantaron al lado del Río Magdalena captaron la atención del gobierno colombiano, quien en el año 1955 trató una vez más de darle solución al problema, construyendo un terraplén de 70 Kilómetros que salía de Puerto Giraldo hacía el sur del departamento bordeando las bifurcaciones del caudaloso recurso hídrico nacional, incluyendo el Canal del Dique hasta la población de Villarrosa. El terraplén servía de carretera y con su construcción se produjo un secamiento relativo de algunas ciénagas (Ricardo Guardiola y Adalberto Reales, 1977, 84), situación que fue aprovechada por los campesinos de la localidad para sembrar en tierras que, al estar cubiertas de aguas, consideraron propiedad del Estado, es decir, con significado de ser libres, por lo que se asentaron en ellas con el propósito de cultivarlas, lo que motivó tanto invasiones como desalojos violentos hacia los ocupantes por parte de terratenientes que reclamaron su propiedad. En la medida que los terratenientes veían que las aguas se retiraban de la tierra, alargaban los cercados. Pero también el secamiento dejó sin fuente de trabajo a los pescadores quienes decidieron romper el terraplén, agudizando más el problema; y se presentó una lucha colectiva y confusa entre agricultores, pescadores, terratenientes, con fines distintos.

Mientras esto sucede al lado del Canal del Dique (área geográfica de las poblaciones de Villarrosa, Repelón, Arenal y Soplaviento, vecinas entre sí), en Santa Cruz, la propiedad sobre la tierra tenía más o menos definidas sus características y este fenómeno afectó a la comunidad por el flujo de inmigrantes que recibió para esa época. Fue la llegada de gente nueva en busca de tierra para cultivar que dinamizó y contribuyó en la producción local. La demanda de brazos encontró así con los inmigrantes la solución a sus necesidades. Como quiera que no todos encontraron tierra para trabajar, algunos se colocaron en las distintas actividades que impulsaba la agricultura. Pero no todos los que llegaron eran campesinos. Pequeños propietarios en su lugar de origen, formaron parte de estos grupos.

Anterior a este período, es decir, con referencia a los inicios de la propiedad legal sobre la tierra, en Santa Cruz no aparecen indicios de que a ésta se halla llegado por la vía violenta, o sea al enfrentamiento entre invasores y campesinos establecidos. José Villanueva se identifica con lo dicho por José Pérez y Javier Reales cuando expresa: "Aquí para hacer una roza no se tenía en cuenta antes el sitio, porque había tanta tierra libre que se fue quedando la gente con la que consideraba su puesto de trabajo*.

De lo escuchado a José Pérez en su conversación (Memoria de Ancianos) se ha podido constatar que la propiedad legal apareció desde el momento en que llegaron forasteros comprando tierra a los que ya estaban establecidos y que la consideraban de su propiedad debido al tiempo que tenían laborándola. Pero por otro lado, la adquisición de la tierra mediante la compra, si bien es cierto no presenta un signo de presión física, también es cierto que ella estaba encubierta por las circunstancias que en las siguientes líneas se expresa. Fueron dos las modalidades de las cuales se valieron los que quisieron convertirse en grandes propietarios, amparados en la normatividad, pero que interiormente era una presión. La presión se mimetizó en algún servicio prestado, que fue adquiriendo características impositivas de las cuales se tuvo conciencia cuando la mayor parte de las tierras mejor situadas estaban en poder de los usurpadores aprovechados, dejando las peores a los medianos y pequeños campesinos.

* ENTREVISTA GRUPAL con José Villanueva (Grupo Focal), Santa Cruz, 21 de septiembre de 1983.

La adquisición de la tierra fue evolucionando a medida que el capital creció; en esta forma, a la par que la tierra adquiría los valores de uso y cambio, se fue comercializando no sólo en las áreas de cultivo, también en el casco poblacional, ante la necesidad de la vivienda. Para los terratenientes, lo importante no fue el que lo campesinos cultivaran en sus tierras, sino la propiedad que sobre ellas tenían, mientras que para el campesino lo fundamental y prioritario era sembrar no importaba de quien fuera la tierra, razón por la cual, pese a las condiciones y relaciones de propiedad-uso, para el año de 1963 aún no se registran enfrentamientos entre propietarios y campesinos, porque los terratenientes no se oponían a que se metieran e hicieran cultivos en sus propiedades o porque cuando se daban cuenta, ya sólo quedaban algunos sembrados de veranillo como patilla, melón, ahuyama. A partir de 1972, el arriendo de tierras para sembrar estaba entre los 3 y 4 mil pesos por hectárea, mientras que un patio para construir vivienda de 70 m2 tiene precio de 2 a 3 mil pesos.

En la historia de la humanidad y en el ámbito de las relaciones comerciales, lo ocurrido en Santa Cruz y en otras poblaciones del departamento del Atlántico, relacionado con las estrategias para garantizar el uso de la tierra, se puede comparar con lo que Arthur Koestler denomina la Ley de los desvíos (1993, 95-164), con la cual explicó las vicisitudes de las relaciones en la Italia del siglo I a. d. C., en escena en los territorios del departamento del Atlántico durante los años 73 y 71. La combinación de las formas de usufructuar la tierra en determinado momento pueden ser tomadas como impulsoras de las luchas que para mediados de 1973 se dieron entre campesinos y propietarios por utilizar los primeros, las tierras que aparecían con carácter intocable pero que no estaban siendo usadas por sus dueños. Se dice formas de usufructuar las tierras, porque el campesino juzgó para siempre que el terraje estaría estable y estático; mientras algunas tierras eran cedidas bajo estas condiciones, otras eran arrendadas, pagadas en dinero: la misma tierra que en un pasado fue de ellos. En todo caso, a raíz del posible temor a perder las tierras que hacía rato estaban siendo utilizadas por campesinos, obligó a los propietarios el reclamo a los labriegos; alambraron sus predios y los dedicaron a la improductividad. En el año de 1972, grandes extensiones de tierra de buena calidad que antes habían sido explotadas con variados cultivos, aparecían alambradas y cubiertas de toda clase de malezas, mientras grupos de campesinos se debatían arrinconados entre las faldas de las lomas y los barrancos profundos del Arroyo Grande y el Arroyo Sabanas, o acosados por la "Policía Montada" al servicio de los propietarios de tierras, quienes destruían los sembrados recientes, ante la mirada complaciente del amo poderoso que en esta forma hacía cumplir la ley, su propia ley.

El campesinado santacrucero, como también el de otros municipios del departamento del Atlántico, sin ninguna orientación, organización o asociación, luchaba en forma individual contra un enemigo común. Abrumado y cansado de la "asistencia técnica y organizacional" que podían brindarle algunos organismos como el ICA o la Caja Agraria, en forma retrasada, presentía estar metido en una desigual argumentación y reclamo de derechos. Sin embargo, la cosecha de los campesinos seguía surtiendo el mercado, el cual se encargaba de mantener al intermediario (negociante), quien prácticamente debía su existencia al hecho de nutrirse de la venta de la pequeña unidad de producción. En esta forma, el mercado local se convirtió en el punto culminante de las intenciones y el cálculo de precios del productor directo quien, resignado, vendía su cosecha al intermediario para no verse vinculado en un proceso engorroso como el regatear el costos en el mercado regional o principal.

3.2.1. El desalojo legal bajo presión. Orlando Fals Borda se ocupa con suficiencia erudita del fenómeno del desalojo de que fueron víctimas los campesinos de la Costa Atlántica. El análisis de sus indagaciones lo sitúa a principios del siglo XVIII, cuando aún la unidad productividad fundamental es la familiar, y la agricultura, lo mismo que las actividades que de ella se generaban permanecían pegadas a las relaciones del sistema señorial, que en la Costa Atlántica parece haberse desplomado mucho antes y con más facilidad que en otras regiones de Colombia, ante la pronta disminución de los indígenas, y el concertaje "abierto al servicio de toda clase de trabajadores" (Fals Borda, 154).

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