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La inflación “buena”: La teoría de la “deaudaflación” (página 11)

Enviado por Ricardo Lomoro


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¿Esta crisis va a ser como la del 29, o peor? La pregunta encabezaba, hace un año, la portada de Negocios, en el arranque de la nueva etapa de este suplemento. Réplicas que parecían definitivas se han desmoronado con igual contundencia. La respuesta se abre paso con mucha dificultad y aún dista de estar clara, con sorpresas desagradables en cada esquina de las estadísticas. "No se vio nunca un deterioro tan rápido, ni tan siquiera en la Gran Depresión", sostuvo Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal, ante los congresistas estadounidenses en febrero pasado. El domingo pasado, sin embargo, iluminó este sombrío panorama al abrir una rendija al optimismo. "Desde luego, estamos en una Gran Recesión", dijo, pero no en una depresión como la de los años treinta del siglo pasado.

La distinción no es pequeña, aunque no cambie, a bote pronto, la vida de millones de personas que se están quedando sin trabajo. Un estudio presentado esta semana por el Fondo Monetario Internacional (FMI) destacaba que las crisis generadas por descalabros financieros -ninguno ha sido tan intenso como el destapado por el tocomocho de la titulización de hipotecas basura en EEUU-, y con repercusiones globales son las más dañinas. Y según el pronóstico del Fondo, esta recesión destruirá ya este año una porción (1,3%) de la actividad económico mundial de 2008, un recorte que será mucho más acusado en los países ricos (un 4%).

Pero la Gran Depresión fue mucho más que eso. En Estados Unidos, el epicentro entonces y ahora de la crisis, el PIB retrocedió un 30% entre 1929 y 1933; la tasa de paro subió del 3% al 25%; un 60% de los estadounidenses entró en la pobreza. Y dos millones de personas se vieron forzadas a vivir en la calle. El brutal impacto de aquella crisis en Alemania ayuda a explicar la llegada del nazismo, y en último caso, la Segunda Guerra Mundial.

Que un referente tan sombrío sea el termómetro de esta crisis da fe de su brutalidad. "Es una exageración que refleja el calor del momento", decían sobre la comparación con el crash de 1929 los analistas de JPMorgan hace un año, en lo que era el reflejo de una opinión muy extendida.

Hasta septiembre pasado, la comparación era esgrimida como una amenaza latente por algunos académicos distinguidos, como el último Premio Nobel, Paul Krugman. Y el director gerente del FMI dio voz entonces a lo que los dirigentes de medio mundo daban por hecho: "Se empieza a ver el final de la crisis financiera". Resultó otro de los muchos pronósticos bienintencionados que la realidad se encargó de pulverizar. Apenas unas horas después, la quiebra de Lehman Brothers puso de rodillas al sistema financiero mundial. Y la crisis mostró su auténtico rostro, con rasgos que esta vez sí, recordaban ya a la Gran Depresión.

"Entonces estuvimos muy cerca del colapso", rememoró a mediados de marzo el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en una insólita entrevista concedida a la cadena CBS. Es una afirmación recurrente en los últimos meses, pero esta vez sirvió al responsable del banco central estadounidense para sostener que lo peor había pasado. Y despejar un futuro endiablado. "Veremos el final de la recesión, posiblemente este año", afirmó Bernanke. Y zanjó: "Hemos evitado el riesgo de una depresión".

Bernanke sabe de lo que habla. En la academia, se le tiene por uno de los mayores estudiosos de la Gran Depresión. Pero su mensaje, un pistoletazo de salida oficial en la carrera hacia la recuperación, quedó oscurecido por el enésimo escándalo en las retribuciones a los ejecutivos de la aseguradora AIG, uno de los emblemas más sonrojantes de la crisis. Hace dos semanas, el mensaje se difundió con un altavoz más potente. "Se empiezan a ver rayos de esperanza", proclamó el nuevo presidente de EE UU, Barack Obama. "Hay tímidos signos de que el agudo declive de la actividad podría estar frenándose", coreó Bernanke, que ya había acuñado la frase de que empezaban a verse los primeros "brotes verdes" de la recuperación.

Los datos que maneja Bernanke sirvieron a Volcker, ahora asesor de Obama, para vaticinar también que la Gran Recesión no entrará en fase depresiva. Y para sustentar la opinión mayoritaria de los analistas. "Es muy probable que la recuperación sea en 2010; en Estados Unidos será antes, bien a finales de este año o a principios del próximo. En Europa, donde la recesión empezó después, sería a finales de 2010. El problema es que también es muy probable que sea lenta", sintetiza Guillermo de la Dehesa, presidente del influyente Centro de Investigación en Política Económica (en sus siglas inglesas, CEPR).

Pero el club de los escépticos ante una próxima recuperación no es precisamente exiguo. "La raíz de la crisis está en el sector financiero, y como las nuevas previsiones del FMI indican (elevan el agujero de los activos tóxicos a tres billones de euros) el problema está muy lejos de resolverse", afirma Luis Garicano, profesor en la London School of Economics. "Los precios de los activos siguen cayendo, particularmente los inmobiliarios, y estos activos son el colateral (la garantía) de muchas deudas", advierte.

Hace unos meses, la recuperación, que en el reino de las estadísticas es equivalente a revertir tasas negativas en positivas, se situaba en la segunda mitad de 2009. Ahora, ya no se espera la buena nueva hasta 2010. Pero la línea de defensa de los que argumentan que esta vez va en serio es sólida. Los brotes que Bernanke mira con lupa de siete aumentos anunciarían la cosecha de lo sembrado: la quiebra de Lehman Brothers, además de anunciar la catástrofe, dio pie a un activismo público inaudito. Para descongelar el crédito, los bancos centrales han bajado los tipos de interés al mínimo, han prestado dinero a mansalva para sostener la liquidez y algunos, como la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra, se han liado a crear billetes para comprar deuda. Los Gobiernos no le han ido a la zaga. Según el cálculo del FMI, la expansión fiscal de los países del G-20, el foro que integra países ricos y emergentes, inyectará en la economía real cuatro billones de euros (casi cuatro veces el PIB español) entre 2008 y 2010. Por no hablar de la manta de recursos públicos comprometidos en sostener a la banca bajo la voluntariosa promesa de futuros beneficios para los contribuyentes.

"Los analistas miramos ahora las bondades de lo que llamamos la segunda derivada: la actividad económica sigue cayendo, pero a un ritmo cada vez más moderado", explica Vicente Pallardó, director del Observatorio de Economía Internacional, de la Universidad de Valencia. "El último trimestre de 2008 y el primer trimestre de 2009 han supuesto, muy probablemente, el peor momento de la recesión. De todas formas, el problema no es un trimestre más o menos, sino lo tenue que puede ser la recuperación", insiste Pallardó.

En el último año y medio, las burbujas inmobiliarias reventaron una detrás de otra. Los mercados de Reino Unido y EEUU, los primeros en caer, acaban de dar las primeras señales de vida, con tenues repuntes en la venta de vivienda y los precios en algunas áreas urbanas. Las últimas entregas de las encuestas sobre la confianza a los consumidores en EEUU, el sentimiento económico del empresariado alemán o sobre las carteras de los gerentes de compras de la zona euro reflejan mejoras en las expectativas, aunque sobre mínimos históricos. El aumento del crédito y el ritmo inversor han devuelto a China a la senda de un crecimiento robusto. Y las Bolsas, aupadas por la mejora de los valores bancarios, los anuncios de medidas de la administración Obama en el sector financiero y la confirmación del esfuerzo conjunto del G-20, han encadenado seis semanas al alza.

La frialdad con la que los analistas bursátiles, tan dados a la euforia antes de la crisis, han recibido la última escalada de la Bolsa llama la atención. Llueve sobre mojado: es la quinta vez desde que empezó la crisis que las cotizaciones mundiales suben más de un 10%, para precipitarse después en caídas mucho más profundas. Como ya advertía Charles P. Kindleberger en su clásico manual sobre crisis financieras, la afirmación de que los mercados de valores anticipan la recuperación económica es "un cliché". "La verdad es que las Bolsas han pronosticado seis de las últimas tres recesiones", ironizó.

Las Bolsas son todavía terreno para los más arriesgados. ¿Los indicios de recuperación dan, al menos, para aconsejar al inversor ordinario que vuelva? Para los analistas de Citigroup, la respuesta es clara: "La economía, los beneficios empresariales y la evolución del crédito están diciendo: no todavía". En su informe estratégico de abril, los expertos del gigante estadounidense repasan 40 indicadores mundiales en busca de los "brotes verdes" anunciados por Bernanke. Hay 32 que siguen en caída libre y sólo ocho mejoran o ya están en tasas positivas.

El último pronóstico del FMI, publicado esta semana, es en realidad, más de lo mismo: desde el verano pasado, cada revisión de datos empeora a la anterior, la recuperación se aplaza un par de trimestres más y las tasas de paro previstas aumentan: en los países avanzados ya están por encima del 10%, en España enfilan el 20%. Tras los porcentajes, millones de personas sin trabajo.

¿Por qué esta permanente revisión a la baja de las expectativas parará aquí? La respuesta está en el retardo con el que actúan las medidas públicas sobre la economía. El consenso es que, a mediados de 2010, deberían estar empujando la recuperación con todas sus fuerzas. Y la duda es si será suficiente. "La reciente mejora en algunos indicadores podría desvanecerse rápido. Hay un claro riesgo de marcha atrás si la actividad económica no responde a los estímulos públicos", advierte en otro informe James Knightley, economista de ING.

La mayoría de los expertos concuerdan en que el dique construido por la intervención pública aleja la amenaza de la depresión. Y abundan los que creen que los riesgos derivados de la deflación, de la precaria situación de las cuentas públicas y privadas en países de Europa del Este y América Latina muy endeudados, o de un sector financiero aún sin sanear pueden concretarse en otro embate que quebraría el muro de contención.

"Las medidas adoptadas todavía no son suficientes, necesitamos iniciativas más agresivas para sanear los bancos, una intervención mucho más agresiva del Banco Central Europeo, y más expansión fiscal de países como Alemania, que todavía tienen capacidad para ello", dispara Kevin H. O'Rourke, profesor en el Trinity College de Dublin. La insistencia de O'Rourke, uno de los más reputados historiadores económicos en el ámbito internacional, viene avalada por la fuerza de los argumentos. Acaba de publicar, junto a Barry Eichengreen, experto en macroeconomía de la Universidad de Berkeley, un informe comparativo con la Gran Depresión. Y el poder destructivo de la Gran Recesión en la economía mundial se revela hasta ahora mayor.

De hecho, O'Rourke y Eichengreen creen que ya estamos en una depresión, pero confían en que dure poco. "Los estímulos fiscales y monetarios deberían ser capaces de frenar esta espiral, en algún momento del próximo año", acota el profesor de Berkeley, "pero una recuperación estable requiere arreglar antes la banca de Estados Unidos".

"La mayoría de los pronósticos ahora son como tirar una moneda al aire, pero si tengo que apostar por algo yo lo que veo para los próximos años se parece mucho a la última crisis de Japón", afirma Michele Boldrin, catedrático de la Washington University, en Saint Louis (EEUU). Boldrin descarta la depresión, aunque reconoce: "En esta crisis, ya fui demasiado optimista".

Para Boldrin, la Gran Recesión dejará como herencia años de crecimiento débil, lastrado por un sector financiero con la tensión baja. "Estados Unidos ha optado por no intervenir, en la esperanza de que poco a poco los activos tóxicos volverán a tener mercado. Eso es lo que ocurrió en Japón y dejó a los grandes bancos en estado de semiinconsciencia, débiles, sin capacidad para arriesgar en más créditos", indica el catedrático italiano, que colabora en España con Fedea y el Instituto Flores de Lemus. "Al problema del sector financiero, hay que añadir un fenómeno más profundo, el desplazamiento de la producción manufacturera a los emergentes. Cuando despertemos de la crisis en Europa, descubriremos que en India y en China producen muchas más cosas que antes", avisa.

"No es posible la recuperación sin que la crisis financiera se resuelva", insiste Garicano. Pero el profesor de la London School of Economics, cree que buena parte de la solución pasa por dejar quebrar varias entidades. "En Islandia, y ahora en Irlanda, los Gobiernos han garantizado sistemas bancarios enteros, cuyo valor es superior a la capacidad de pago de esos países", subraya Garicano. "En entidades sin riesgo sistémico se debe usar la bancarrota, en vez de obligar a los contribuyentes a cubrir las pérdidas", afirma este profesor universitario, que recuerda que la aseguradora AIG se ha hundido por garantizar impagos que nunca pensó que se producirían.

Un experto español en bancos centrales, que pide anonimato, cree que las exigencias desde el otro lado del Atlántico para que el Banco Central Europeo compre también deuda y baje más los tipos de interés no deberían atenderse. "No creo que sean necesarias las mismas medidas que en Estados Unidos", afirma. Por el lado fiscal, quedan por despejar las dudas sobre su efecto real en la economía: en esta tesitura, familias y empresas suelen primar el recorte de deuda y el ahorro frente al gasto y la inversión. Y el vertiginoso aumento de la deuda pública, multiplica las incertidumbres sobre nuevas medidas.

Los expertos que piden más madera a Gobiernos y bancos centrales se parapetan en el recuerdo de la actuación de Herbert Hoover, presidente de EEUU durante el crash de 1929, para espantar cualquier tentación de aflojar el paso. "Hemos pasado lo peor", dijo Hoover en mayo de 1930, cuando surgieron los primeros brotes de la recuperación. Dos años después las chabolas que daban precario techo a centeneras de miles de estadounidenses se conocían por el nombre de hoovervilles. A falta de más ayudas públicas, si los brotes que nacen hoy no dan fruto en 2010, argumentan, el estrecho desfiladero que transitan los responsables políticos desde el inicio de la crisis, puede convertirse en un alambre en el que hacer equilibrio. Con la depresión, otra vez, de fondo.

Un año de recesión cada vez más aguda

La mayor crisis económica desde la Gran Depresión atraviesa probablemente ahora su fase más aguda. Hace un año, el primer número del nuevo Negocios analizaba cómo se combinaban la crisis financiera, la inmobiliaria y la de las materias primas (petróleo y alimentos, principalmente). Negocios, la publicación económica líder de la prensa española, apostó entonces por una portada algo provocadora que comparaba lo que se nos venía encima con la crisis del 29, cuando algunos aún minimizaban o incluso negaban la crisis. Por desgracia, la economía no ha hecho más que empeorar desde entonces, en España y en todo el mundo. Ya nadie considera un exabrupto la referencia a la Gran Depresión -el FMI dedica un apartado especial de su último informe a esa comparación-, pero hay confianza en que el umbral de la depresión no se sobrepase y nos quedemos sólo en la Gran Recesión.

– El tipo de interés ideal para EEUU es el -5%, según la Fed (Libertad Digital – 27/4/09)

Un informe interno de la Reserva Federal sitúa el tipo de interés ideal para Estados Unidos en el -5%, teniendo en cuenta la tasa de desempleo y la inflación en la primera economía del mundo, según publica hoy el diario Financial Times.

Aunque los bancos centrales no pueden dejar los tipos de interés en negativo, las investigaciones llevadas a cabo por el personal de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), cuyo comité se reúne este miércoles, plantean que el organismo podría poner en práctica medidas de política económica no convencionales que equivalieran a dejar los tipos en el -5%.

Además, según el informe al que hace referencia la publicación británica, la Fed debería incrementar su compra de activos por encima de los 1,15 billones de dólares (unos 885.000 millones de euros) que autorizaron en la última reunión.

Sin embargo, no se espera que la Reserva Federal anuncie ninguna medida de importancia en la reunión de pasado mañana y los expertos esperan que el organismo valore los indicadores sobre la marcha económica del país de forma positiva en relación con los de marzo.

– El Tesoro de EEUU planea emitir 361.000 millones de dólares en deuda este trimestre (El Economista – 28/4/09)

El departamento del Tesoro de Estados Unidos ha informado este martes que tiene previsto emitir en el segundo trimestre del año una deuda por un importe total que asciende a 361.000 millones de dólares. Esta cantidad supone casi el doble de lo que había calculado en el anterior mes de febrero.

En un comunicado, el Tesoro ha explicado que el incremento se debe a las crecientes necesidades de liquidez para poder financiar todos los programas que tiene en marcha la Reserva Federal para atenuar las restricciones del crédito.

El Tesoro emitió durante el primer trimestre 481.000 millones, y para el tercero del año, espera pedir prestado a los mercados de deuda unos 515.000 millones de dólares.

– La máxima calidad de la deuda pública de Reino Unido y EEUU corre peligro (Libertad Digital – 27/4/09)

La máxima calidad de los bonos del Tesoro británico está en riesgo, ante la previsión de que la deuda pública se dispare por encima del 70% del PIB en los próximos años. EEUU se encuentra en una situación similar, según los analistas.

(Libertad Digital) Los bonos del Tesoro de Reino Unido podrían perder su máximo rating (nota crediticia), triple A, ante la perspectiva de que la deuda pública se dispare hasta los 1,4 billones de libras durante los próximos cinco años, según recogen los Presupuestos del Gobierno de Gordon Brown.

La deuda pública del Reino Unido se situó en el 50,9% del PIB al término del pasado año fiscal (de abril a marzo), lo que representa el porcentaje más alto registrado desde el año 1976. La deuda alcanzó los 743.600 millones de libras (835.900 millones de euros), 122.400 millones más que el año anterior, según los datos facilitados el pasado miércoles por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS). Sin embargo, este nivel incluso podría ascender al 100% del PIB en los próximos ejercicios, tal y como avanzó LD.

En cuanto al déficit presupuestario de Reino Unido, hay que remontarse a 1946, recién terminada la II Guerra Mundial, para encontrar una cifra tan alta: 52.300 millones de libras (58.780 millones de euros). Mientras, el déficit público se situó en el 6,19% del PIB, otro récord desde 1993,

Ante tales desequilibrios, las agencias de calificación de riesgo Moody´s y Standard & Poor's están revisando la nota crediticia de los bonos británicos, y no se descarta una rebaja de la calidad de la deuda soberana tras la degradación aplicada a España, Irlanda, Grecia y Portugal en el seno de la UE, informa el diario británico Telegraph. Perder la triple A supondría un aumento de los tipos de interés para las empresas y los hogares británicos.

Arnaud Mares, analista de Moody's en Reino Unido señala que la apuesta del Gobierno de Brown por el creciente endeudamiento público acabará, probablemente, teniendo "repercusiones en la calificación" de los bonos británicos. Mientras, el pasado noviembre, Frank Gill, director de calificación soberana de S&P para Europa, ya señalaba que una deuda pública por encima del 60% del PIB supondría una rebaja de la calidad de los bonos del Tesoro. El problema radica en que las nuevas estimaciones oficiales del Gobierno sitúan el nivel de endeudamiento público en el 79% del PIB en 2013. Unos cálculos que, de hecho, son demasiado optimistas, según los economistas británicos.

Más impuestos

Una degradación crediticia tendría efectos muy negativos sobre la economía británica, ya que aumentaría el coste de la financiación para las administraciones públicas que, a su vez, tendría que ser contrarrestada con menor gasto público o bien nuevas subidas de impuestos. En este sentido, Brown ya ha aprobado un incremento de la presión fiscal para las rentas más altas del país, que afectará a cerca de 700.000 británicos.

Las dudas no sólo afectan a los bonos británicos. EEUU podría corre la misma suerte debido, igualmente, al rápido incremento del déficit y la deuda pública, como consecuencia de los rescates financieros y la aprobación de nuevos planes de estímulo (gasto público) por parte del presidente Barack Obama. Así, tal y como advierte Felix Salmon, analista de Seeking Alpha, "todas las cosas buenas deben llegar a su fin, y esto incluye la triple A de la deuda pública de EEUU".

– La Fed se aferra a su agresiva estrategia (The Wall Street Journal – 30/4/09)

(Por Jon Hilsenrath y Brian Blackstone)

Aunque la intensidad de la recesión en Estados Unidos parece haber disminuido en las últimas semanas, la Reserva Federal indicó que no tiene ninguna intención de reducir sus agresivos esfuerzos para reanimar el sistema financiero.

La Fed dijo que seguirá adelante con un programa de compra de activos que aumentará sustancialmente su tenencia de valores respaldados por hipotecas y bonos del Tesoro en los próximos meses y sugirió que podría incrementar tales compras si los mercados y la economía no enmiendan el rumbo.

El Comité de Mercados Abiertos de la Fed también dijo en un comunicado que mantendrá su tasa de interés de corto plazo, la tasa de fondos federales, cerca de cero por un período extendido. "Aunque el panorama económico ha mejorado modestamente desde la reunión de marzo, en parte como reflejo de cierta mejora en las condiciones del mercado financiero, la actividad económica probablemente seguirá débil durante un tiempo", dijo el organismo. La Fed añadió que el ritmo de la contracción económica parece "un poco más moderado" que hace unas semanas.

El comunicado de la Fed hizo eco de las palabras de su presidente, Ben Bernanke, quien señaló en un reciente discurso que han surgido "indicios tentativos de que el pronunciado declive en la actividad económica se podría estar moderando". Bernanke mencionó datos sobre el mercado de vivienda y el consumido y ventas de nuevos vehículos. La economía estadounidense, sin embargo, no está fuera de peligro. El miércoles, el Departamento de Comercio reportó una caída anualizada de 6,1% del Producto Interno Bruto en el primer trimestre (ver nota relacionada). El mercado laboral, asimismo, ha mostrado pocos signos de estabilización. La economía que ha perdido cerca de 650.000 empleos mensuales y la inversión aún está en caída libre en momentos en que las empresas se adaptan al debilitamiento de la demanda. El gobierno espera una recuperación modesta de la actividad dentro de unos meses y temen que un repunte siga siendo vulnerable a nuevos trastornos.

Dada la cantidad de capacidad ociosa que se ha acumulado en la economía de la mano del alza del desempleo y la reducción de la producción industrial, el banco central estima que la inflación sigue siendo un riesgo remoto, algo que les otorga un mayor margen de maniobra para impulsar la economía con tasas bajas y compras de activos.

La Fed dejó eso claro el miércoles al reiterar que espera que la inflación siga bajo control y que incluso pueda caer por debajo de los niveles deseados.

En su reunión del mes pasado, que concluyó el 18 de marzo, el banco central mostró alarma por el deterioro de la economía y sorprendieron a Wall Street al anunciar nuevos planes para comprar bonos del Tesoro y aumentar la adquisición de valores respaldados por hipotecas. Eso, a su vez, produjo una caída en los costos de financiamiento del sector privado.

Hasta el martes, la entidad había comprado US$ 74.000 millones en valores del Tesoro, una cuarta parte de los US$ 300.000 millones que planea adquirir hasta septiembre. El banco central también ha comprado o se ha comprometido a comprar unos US$ 381.000 millones en activos respaldados por hipotecas, cerca de un tercio de los US$ 1,25 billones (millones de millones) que planea comprar.

– ¿Es real la amenaza de la hiperinflación? (El Confidencial – 30/4/09)

(Por S. McCoy)

Uno de los debates más interesantes que se dan entre los economistas de uno u otro signo se centra en la evolución futura de los precios. No existe término medio: los hay o hiperinflacionistas, que anticipan una situación similar a la vivida por la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial, o deflacionarios estructurales, que basan su pronóstico en lo que ha ocurrido en Japón en los últimos veinte años. Un debate extremo cuyas antagónicas posturas admiten argumentos válidos en uno u otro sentido. El problema es que se basan en experiencias históricas que no sé si son trasladables a la coyuntura actual, que creo que no. En cualquier caso, cuestión apasionante la que hoy pongo encima de la mesa y sobre la que, tras la oportuna exposición de motivos lo más simplificada posible, me pronunciaré sólo al final. Sean pacientes.

Los que defienden que veremos una situación de precios disparados en un periodo razonablemente corto de tiempo lo hacen sobre la base del brutal incremento de la oferta monetaria que se ha producido en los últimos meses, por una parte, y de los ambiciosos programas de inversión pública acometidos alrededor del globo que requieren de financiación. Los efectos de ambos fenómenos simultáneos serían: un aumento de las disponibilidades líquidas que incentivaría la demanda de bienes y servicios (inflación real), una pérdida de la confianza en la capacidad de repago de los países lo que incidiría sobre el valor real del dinero fiduciario (deflación monetaria) y una enorme tentación por parte de los gobiernos de impulsar procesos inflacionistas que permitan reducir el valor real de sus deudas a medio plazo como alternativa a las subidas de impuestos para financiar el déficit, en aquellas naciones en las que éste exista.

Por el contrario, los que se asoman al balcón de los precios estables, o incluso negativos, lo hacen bajo el paraguas de una doble premisa: por una parte, la inyección de dinero en la economía no tiene un efecto per se en la misma sino que depende, por una parte, de que la correa de transmisión funcione, estamos hablando del sistema bancario, y, por otra, de que exista una oferta ajustada a la demanda que permita el repunte de los precios cuando ésta se incentive como consecuencia de la actuación administrativa. Con la capacidad de utilización productiva en Estados Unidos a niveles próximos al 70%, la débil situación de las entidades financieras y el exceso de apalancamiento existente en el mercado, para esta corriente de pensamiento la posibilidad de inflación, aún a niveles razonables, es poco factible. Más bien al contrario, el proceso de contracción de demanda ahondaría aún más en los fenómenos de ajuste de la oferta lo que atraparía a la economía en una espiral de precios negativos de difícil ruptura. Llega la deflación dispuesta a quedarse.

Sin embargo, ni la Alemania de Weimar ni el colapso Japón de los 90 resultan referencias de aplicación en la actualidad. No nos encontramos con una situación de postguerra en la que Estados Unidos se vea obligado a hacer frente a sus pagos de forma perentoria, toda vez que su potencial debilidad financiera tendría un efecto arrastre sobre gran parte de sus socios comerciales, incluida China. Tampoco carece Obamaland de los ingresos fiscales necesarios como para, en caso de reactivación económica, no poder hacer frente a sus deudas actuales. Disfruta además la economía norteamericana de un activo del que carecían entonces los alemanes: la condición del dólar como moneda refugio a nivel mundial lo que ayuda a mantener bajos sus costes de financiación. Una posición que se refuerza en la medida en que todas las demás divisas se devalúan contra él.

Tampoco resulta válido el ejemplo nipón. En aquél país el déficit de las distintas administraciones se suple con el superávit del sector privado lo que permite que la posición neta de los japoneses en el mercado global sea acreedora. En Estados Unidos, por el contrario, el endeudamiento afecta a ambos elementos sustanciales de la economía -público y privado- lo que determina la necesidad de un proceso de ajuste que sólo se puede lograr, dada la expansión del gasto público comprometido, bien a través de rentabilidades más atractivas, bien a través de devaluaciones monetarias que mejoren la posición competitiva, factores ambos que darían la razón a los inflacionistas, bien a través de un ajuste de la demanda interna que es, precisamente, lo que se pretende evitar. Si el punto de partida es distinto, el efecto también lo será.

¿Entonces? Lo más probable es que no se materialice ninguno de los fenómenos extremos aquí recogidos y que nos encontremos con una inflación –concepto discutido aún a día de hoy entre los que censuran su lejanía frente la cesta de la compra real de los ciudadanos y los que observan como hándicap insuperable la ausencia en su cómputo de elementos tan evidentes de creación/destrucción de riqueza como el coste de los inmuebles- contenida en los próximos años, en tanto dure el proceso de desapalancamiento y el masivo output gap o exceso de producción de la economía que son los que limitarán la posibilidad de incrementos desmesurados de los precios en el futuro inmediato. Sin embargo, y salvo procesos de innovación tecnológica que reduzcan sustancialmente la dependencia, cabe aventurar que los recursos físicos finitos terminarán sufriendo, más pronto que tarde, de limitaciones de oferta que incidirán sobre sus precios de mercado, impulsándolos al alza. De ser así nos encontraremos con un crecimiento económico por debajo de potencial pero sin la bomba deflacionaria pesando sobre nuestras cabezas. Pero, como siempre, se trata sólo de una opinión más que persigue, primera y principalmente, generar debate. En sus manos queda.

– Los Estados asiáticos se disponen a aprobar un fondo de emergencia por valor de 90.000 millones de euros (El Economista – 3/5/09)

Trece países del este y sudeste de Asia esperan respaldar el domingo un fondo de liquidez de emergencia por 120.000 millones de dólares (casi 90.400 millones de euros), al que horas antes sus tres mayores economías habían dado forma definitiva, para hacer frente a la crisis económica.

Japón, China y Corea del Sur anunciaron que acordaron cómo estructurar el fondo y presentaron los detalles a la reunión en la que participarán los 13 países.

Por su parte, Japón presentó además un plan para brindar hasta seis billones de yenes (46.359 millones de euros) para respaldar a los países afectados por la crisis económica. Los anuncios se hicieron en la isla indonesia de Bali, en actividades complementarias de la reunión anual del Banco del Desarrollo de Asia (ADB, por su sigla en inglés).

– Llega el "crowding-out" – La orgía de la deuda se contagia a los gobiernos estatales y locales de EEUU (Libertad Digital – 7/5/09)

En EEUU, todas las administraciones públicas están recurriendo frenéticamente a la deuda para financiar sus expansiones de gasto. Los estados y entes locales parecen seguir el ejemplo de estímulos fiscales y aumento desaforado de la deuda trazado por el gobierno federal de la Administración Obama.

(Por Ángel Martín)

Según informa el diario norteamericano USA Today, los gobiernos estatales y locales han pedido prestados 53.500 millones de dólares en los primeros tres meses del año, superando con creces el récord establecido en 2003. El nuevo dinero tomado prestado se pretende dedicarlo a edificios, puentes, gastos operativos y otras partidas en los próximos meses. Además, las administraciones públicas han refinanciado 31.000 millones en deuda, con el fin de conseguir tipos de interés más bajos y plazos de repago más largos.

Al parecer, los privilegios que obtienen los políticos para llevar a cabo sus proyectos a expensas del sector privado no es algo único de España. En efecto, como avanzó LD, los políticos acaparan el crédito que reclaman empresas y familias. De un fenómeno de crowding-out similar en el país norteamericano nos habla el USA Today.

Este rotativo informa de que el crédito se ha endurecido para los prestatarios empresariales durante la recesión. Sin embargo, las administraciones públicas han resultado ser un imán para los inversores que buscan seguridad. Según Steve McLaughlin, director ejecutivo de la compañía de investigaciones Municipal Market Advisors, "los gobiernos con buenos ratings pueden pedir prestado tanto como quieran a muy buenas tasas".

El ritmo de endeudamiento y de nuevo crédito que están recibiendo los gobiernos está a buen nivel, y es probable que se acelere todavía más. Esto se debe a los incentivos que incluye el plan de estímulo de Obama, que empuja a los niveles estatales y locales a endeudarse todavía más. Los efectos de estas medidas ya están empezando a notarse. Éstas incluyen exenciones de impuestos, variadas y suculentas subvenciones sobre el coste de la financiación de los gobiernos y el pago de altos intereses sobre los bonos municipales.

La iniciativa del Gobierno federal de "estimular la economía" a través de disparar el gasto, y en consecuencia el endeudamiento, es definitiva e imparable. El diario estadounidense se mostraba ambiguo ante esta forma de encarar la crisis: mientras, afirman, puede acelerar la recuperación económica, por el otro lado dejará una deuda muy elevada para las futuras generaciones.

No obstante, como denunciaron 200 economistas, esta estrategia ya fue aplicada sin éxito en los años 30 de la Gran Depresión y en la década perdida de Japón en los 90. Asimismo, Juan Ramón Rallo concluía en LD que "la deuda pública no sólo hipoteca nuestro futuro, también enturbia nuestro presente. No es pan para hoy y hambre para mañana, sino hambre para hoy y hambruna para mañana".

Veremos cuál es la respuesta de los ciudadanos norteamericanos. Ya se han visto las primeras reacciones en contra de la política de Obama. No se descartan revueltas sociales intensas y resistencias agresivas, rememorando lo que ya sucedió durante la Gran Depresión, como relata el historiador David Beito en su libro "Los contribuyentes en revuelta: resistencia fiscal durante la Gran Depresión".

– Trichet anuncia su paquete de medidas "heterodoxas" (Negocios – 7/5/09)

El presidente del BCE Jean Claude Trichet anuncia que la institución iniciará la compra de bonos denominados en euros, así como la celebración de operaciones de refinanciación con vencimiento a doce meses y la inclusión del Banco Europeo de Inversiones (BEI) entre las entidades que pueden tomar parte en sus operaciones de liquidez.

Fráncfort (Alemania).- El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean Claude Trichet, anunció hoy que la institución iniciará la compra de bonos denominados en euros, así como la celebración de operaciones de refinanciación con vencimiento a doce meses y la inclusión del Banco Europeo de Inversiones (BEI) entre las entidades que pueden tomar parte en sus operaciones de liquidez.

En la tradicional rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Gobierno del BCE, que decidió recortar los tipos un cuarto de punto, hasta el mínimo histórico del 1%, el máximo responsable de política monetaria de la eurozona explicó que estas medidas "no convencionales" pretenden fomentar los préstamos bancarios y animar a las entidades a proporcionar préstamos.

De este modo, los bancos contarán con una nueva operación de refinanciación adicional con vencimiento a doce meses en la que el BCE proporcionará liquidez a un tipo fijo y que satisfará por completo las demandas de fondos de las entidades participantes.

Asimismo, Trichet anunció que el Consejo de Gobierno "ha decidido en principio" que el Eurosistema lleve a cabo compras de bonos denominados en euros emitido en la eurozona y señaló que el Banco Europeo de Inversiones podrá participar en las operaciones de refinanciación de la institución desde el próximo 8 de julio.

El banquero francés afirmó que "el actual nivel de tipos es apropiado", aunque no quiso confirmar que se trate del nivel más bajo, y reconoció que la economía mundial, incluyendo la de la zona euro, experimenta una "severa" contracción, que se mantendrá durante el presente año, y pronosticó que sólo se producirá una recuperación "gradual" en 2010.

Por otro lado, Trichet indicó que las expectativas de inflación se mantienen "firmemente ancladas" de acuerdo con el objetivo de estabilidad de precios del BCE.

Toda la información sobre las últimas medidas relativas a los tipos de interés

El BCE baja los tipos un cuarto de punto, hasta un mínimo histórico del 1%

El Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) decidió hoy recortar los tipos de interés de la zona euro en un cuarto de punto porcentual, hasta el 1%, lo que supone el nivel más bajo en la historia de la institución y que podría suponer el punto final al relajamiento de la política monetaria, según los expertos consultados por Europa Press.

El Banco de Inglaterra mantiene los tipos en el 0,5%

Previo a la decisión (más que prevista) del Banco Central Europeo el Banco de Inglaterra mantuvo sus tipos en el mínimo histórico del 0,5%, y anuncia un plan de compra de activos.

– La ambición del Banco de Inglaterra (Cinco Días – 8/5/09)

(Por Ian Campbell – Breaking Views)

El Banco de Inglaterra decidió el jueves comprar otros 50.000 millones de libras en deuda gubernamental. Ese mismo día, el Banco Central Europeo se mojó con una compra de 60.000 millones de euros, aunque evitando cuidadosamente la deuda pública.

El BoE, como Macbeth, ha ido lejos y continúa caminando. Es demasiado pronto para saber si han funcionado los primeros 75.000 millones de libras en nueva moneda. Ese dinero está comprando bonos del Estado, pero las compras no han conseguido estimular el préstamo bancario.

No se creía que el BCE emitiría más moneda. Recortó los tipos de interés hasta el 1% -el BoE los tiene al 0,5%- y prolongó en un año el vencimiento de sus préstamos de provisión de líquido. La gran sorpresa fue la compra de 60.000 millones en bonos cubiertos, valores respaldados por préstamos a la propiedad de alta calidad.

El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, dijo que el movimiento era para estimular el crédito. La habilidad del BCE para evitar la deuda pública le mantiene a salvo de numerosos peligros y deja a los Gobiernos con más disciplina de mercado.

Dada la mucha mayor dimensión de la economía de la eurozona, los 60.000 millones del BCE es poco comparado con los 125.000 millones de libras recién imprimidas a los que se ha comprometido el BoE. Y los tipos del BCE continúan estando al doble que los del BoE.

Puede que el BCE no esté haciendo todo lo que debería para fomentar la recuperación económica, pero el BoE, comprando por valor de más del doble de la deuda que Londres emitirá este año, se arriesga a parecer un simple taller de impresiones de dinero de Gordon Brown. Esto podría hacer que los inversores se preocupen por si cae más la libra y por el futuro de la inflación.

La política del BoE no puede confiar en rescatar tranquilamente la economía del Reino Unido. El BCE está apuntando más bajo, pero su actitud más cauta da mucha más seguridad.

– Contra las medidas no convencionales – China advierte a Bernanke y Trichet: su política creará "inflación mundial" (Libertad Digital – 8/5/09)

El Banco Popular de China advierte de los riesgos inflacionistas que conlleva aplicar una política monetaria "errónea", en referencia a los tipos 0% y compra de deuda pública por parte de los principales bancos centrales. ¿Resultado? Inflación futura a nivel mundial.

(Por M. Llamas / Ángel Martín)

En su último informe, el Banco Popular de China muestra una creciente preocupación por las medidas no convencionales que en política monetaria está aplicando la Reserva Federal de EEUU (FED), el Banco de Inglaterra, el Banco Central de Japón y el Banco Central Europeo (BCE) con el fin de combatir la crisis económica y financiera. Los principales bancos centrales del mundo se han lanzado a bajar los tipos de interés a mínimos récord, próximos al 0%, y a imprimir dinero (expandiendo su balance contra activos de calidad) para comprar deuda pública y empresarial.

De hecho, el Banco de Inglaterra amplía a 125.000 millones de libras la compra de activos pese a que la inflación roza ya el 3% en Gran Bretaña. Por su parte, el BCE ha bajado los tipos hasta el 1%, mínimo histórico de la entidad, y ha comenzado igualmente a adquirir bonos denominados en euros mediante la emisión de reservas.

El banco central chino insiste en los riesgos que puede conllevar a medio o largo plazo este tipo de medidas: "Una política monetaria errónea por parte de los principales bancos centrales puede conllevar riesgos de inflación para todo el mundo". Y es que, a medida que la banca central apuesta por medidas no convencionales, como la compra de deuda pública y empresarial mediante la impresión de billetes (cuantitative easing, en inglés), crece el riesgo de devaluación -pérdida de valor- de las principales divisas internacionales, con lo que se reduce el poder adquisitivo de empresas y particulares.

En los últimos meses el régimen chino ha manifestado abiertamente su temor sobre la evolución del dólar, hasta el punto de adherirse a Rusia en su petición de crear una nueva divisa de referencia a nivel internacional, sobre la base de una cesta de monedas y materias primas con base real.

De hecho, los bancos centrales de Moscú y Pekín han incrementado de forma sustancial sus reservas de oro, que es visto como un valor refugio para proteger sus inversiones. Cabe destacar, además, que China es el principal tenedor de bonos del Tesoro de EEUU y, por lo tanto, el mayor acreedor del Gobierno de Washington, informa Bloomberg.

"Artificial" subida del dólar

Ahora, centra su atención en los riesgos que conlleva la política monetaria de los grandes bancos centrales del mundo. La alerta del Banco Popular de China en esta materia no es la única. En una entrevista concedida a Bloomberg Asia el pasado marzo, el exitoso inversor y experto en commodities (materias primas) Jim Rogers advertía sobre estos mismos efectos. La actual subida del dólar es "artificial", indica.

"Si todos los gobiernos están depreciando su moneda (incluso el franco suizo, que tradicionalmente era una moneda muy estable y segura), quizás lo mejor sea invertir en activos reales", añade. En este sentido, "la única clase de activos del mundo cuyos fundamentales están mejorando son las materias primas. Los inventarios del sector de la alimentación son los más bajos en 50 años".

Y continúa: El Gobierno de EEUU y la FED están intentando "envilecer la moneda" como sea. "La FED está imprimiendo mucho dinero, y eso siempre conduce a subida de precios", tarde o temprano, añade.

¿Cuándo será el punto de inflexión en el que la deflación se convierta en inflación? "No lo sé, pero imprimir billetes siempre ha generado subida de precios". Además, "ahora es la primera vez en la historia que todos los gobiernos están imprimiendo dinero. Añade a esto la escasez de oferta de materias primas…", alerta. Así, por ejemplo, "las reservas de petróleo se están reduciendo en todo el mundo y nadie ha descubierto pozos de petróleo importantes en los últimos 40 años. El precio del petróleo va a subir mucho más".

Invertir en materias primas

En definitiva, "la gente debería estar preparada para la inflación, porque va a volver". De hecho, Rogers admite que "no considero que ninguna moneda vaya a permanecer estable y sólida, incluso la de Singapur está en peligro: si todos los demás deprecian sus monedas, ellos se verán muy afectados".

Por su parte, el gestor de fondos Peter Schiff indicó en una reciente entrevista a Michael Savage Radio Show que "la política de tipos de interés artificialmente bajos castiga el ahorro de la gente". En este sentido, las medidas adoptadas por el presidente de la FED, Ben Bernanke, "simplemente consisten en volver a cometer los mismos errores que, según él, nos han traído aquí".

Bernanke afirma que la recuperación económica está a la vuelta de la esquina, que la recesión va a acabar pronto. Sin embargo, "estamos más cerca del principio que del fin", añade, debido precisamente a ese tipo de políticas.

China es la clave

"¿Cómo vamos a poder pagar todo el dinero que nos ha prestado China (en referencia a EEUU) y debemos a los chinos? ¡No podemos! ¿Os imagináis a Obama diciendo que hay que aumentar mucho los impuestos a los ciudadanos, recortar el gasto en educación pública, la sanidad o los programas de medioambiente, bajar las prestaciones de la Seguridad Social… porque necesitamos el dinero y debemos devolvérselo a los chinos?

"¿Alguien se imagina esto? No, no va a pasar… si acaso lo que pasará es que acabemos culpando a los chinos por prestarnos el dinero o pidamos bajadas de tipos de interés… Esto es un esquema similar al de Ponzi, al de Madoff", alerta. Por ello, "los chinos están preocupados por esta situación. Al final dejarán de prestarnos dinero".

Según Schiff, si los gobiernos y los bancos centrales "hubieran actuado bien, habrían parado la burbuja hace ya tiempo", pero "les encanta las burbujas, la prosperidad falsa". El escenario futuro para muchos países será, pues, crisis inflacionaria, "quizá hiperinflación".

– Crédito de 500.000 millones de dólares – El Tesoro de EEUU rescatará al Fondo que garantiza los depósitos (8/5/09)

Se confirma. La insolvencia del Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC) en EEUU ha obligado al Gobierno de EEUU a acudir al rescate con un crédito extraordinario de medio billón de dólares para comprar activos tóxicos y garantizar los depósitos de los ciudadanos ante nuevas quiebras bancarias.

(Por M. Llamas)

La publicación de los stress test (pruebas de esfuerzo) a la gran banca de EEUU ha desvelado que la mayoría de las grandes entidades financieras de la primera potencia mundial son insolventes, tal y como avanzó LD. En concreto, 10 de los 19 grandes bancos analizados por el Tesoro precisan ampliar capital para afrontar la recesión económica hasta finales de 2010 y, así, evitar la quiebra.

Sin embargo, el miércoles el Senado de EEUU aprobó una medida aún mucho más relevante sobre la delicada situación que vive el sistema financiero de EEUU. La cámara votó a favor de un proyecto, que tendrá que ser ratificado por el Congreso, para ampliar de 30.000 a 500.000 millones de dólares la línea de crédito extraordinario que el Tesoro tiene abierta con el Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC).

Dicho organismo es la agencia federal encargada de asegurar los depósitos bancarios de los ciudadanos en caso de que quiebre su entidad. La medida venía siendo estudiada desde hace meses, ante la insolvencia manifiesta del FDIC para hacer frente a nuevas bancarrotas.

13.600 millones para cubrir 4,7 billones

Y es que, el citado fondo federal apenas cuenta en la actualidad con unos 13.600 millones de dólares para cubrir 4,7 billones en depósitos bancarios. Una cifra que asciende a 6,4 billones de dólares si se incluyen otro tipo de productos financieros garantizados por el FDIC. De este modo, el Senado insta al Tesoro a que inyecte a través de un crédito "temporal" 500.000 millones de dólares que proceden del bolsillo de los contribuyentes estadounidenses. Parte del crédito extra concedido por el Tesoro al FDIC iría destinado a reforzar su fondo para garantizar los depósitos bancarios, informa Reuters.

Sin embargo, el plan contempla que una parte sustancial del crédito vaya destinado a comprar nuevos paquetes de activos tóxicos a la banca de EEUU, ante el sustancial aumento de la morosidad, sobre todo, hipotecaria. El proyecto establece la participación del FDIC en el último plan de rescate público ideado por el secretario del Tesoro, Tim Geithner, que tiene por objetivo comprar hasta 1 billón de dólares en activos tóxicos con la participación de los inversores privados, sólo que con plenas garantías públicas. Es decir, un plan con trampa que acarreará cuantiosas pérdidas a los contribuyentes.

En este caso, el dinero sería gestionado por el FDIC, y tendría por objetivo aliviar los impagos de las entidades para evitar nuevas quiebras. Por el momento, ya son 32 los bancos de EEUU que han suspendido pagos, tan sólo en lo que va de año, mientras que cientos de entidades presentan riesgos de quiebra, según datos oficiales, tal y como desveló LD.

Compra de activos a precios sobrevalorados

El crédito del Tesoro pretende adquirir a precios elevados y, por lo tanto, irreales, un gran volumen de activos bancarios cuyo valor real se ha hundido. De este modo, el Gobierno de EEUU pretende evitar que las entidades registren pérdidas como consecuencia de la depreciación de activos basura. Y es que, ningún inversor privado estaría dispuesto a pagar el precio contable que reflejan los balances de los bancos. Así, los contribuyentes de EEUU serán los que, finalmente paguen la factura de adquirir activos a precios sobrevalorados.

El FDIC proporcionaría créditos en condiciones muy favorables a quienes participen en el programa de rescate, de modo que un inversor podría comprar hasta 100 dólares de activos con apenas un desembolso de 7 dólares -el Tesoro pondría otros 7 dólares y el FDIC 85. De este modo, si el precio del activo sube, el inversor siempre gana, mientras que si se desploma, en el peor de los casos, tan sólo perdería 7 dólares. El riesgo recae, pues, en los contribuyentes.

El proyecto establece que de los 470.000 millones extra que concede el Tesoro al FDIC, 70.000 millones de dólares sean de carácter "permanente" y los 400.000 millones restantes de carácter, en principio, "temporal" hasta finales de 2010. En este sentido, los analistas consultados por LD consideran que esta última partida se convertirá, igualmente, en permanente con el fin de evitar la clase de pánico bancario que las autoridades monetarias y financieras de EEUU, en ningún caso, quieren que se produzca.

– Reportaje: Primer plano – Trichet se sube al helicóptero (El País – 10/5/09)

El BCE se suma a la Reserva Federal e intenta reanimar la economía con una nueva receta: inundar de dinero el mercado

(Por Claudi Pérez)

edu.red

Ellos manejan la "máquina" de hacer dinero

La economía suele transmitir la sensación de que los problemas son muy complejos; de que no hay respuestas fáciles. Ésa es sólo una verdad a medias. En los últimos sesenta años, cuando la actividad económica se quedaba atascada, se bajaba el precio del dinero y listo. Un crédito más barato allana el camino de la recuperación, estimula las ganas de consumir e incentiva la inversión empresarial; cuando eso sucede, las Bolsas descorchan el champán. El papel de los banqueros centrales consistía en llevarse el ponche antes de que la fiesta se acabara: cuando aparecían signos de recalentamiento, se encarecía el dinero y así se conseguía enfriar la economía. Sencillo. Al menos en teoría.

Sólo hay un problema: el ruido y la furia de la crisis actual han acabado con ese mantra -el precio del dinero como varita mágica; los banqueros centrales como sumos sacerdotes tocados con un halo de infalibilidad-, que difícilmente va a volver a funcionar igual.

Los tipos están próximos al 0% y la economía, lejos de recuperarse, se asoma a la deflación, una caída continuada de precios con un potencial devastador. Aún puede escucharse el zumbido del aire que sale de las burbujas que provocaron la crisis. Los bancos siguen sin dar créditos a pesar de los anabolizantes en forma de ayudas públicas y multimillonarias inyecciones de liquidez. Y sin crédito la economía se colapsa. Los consumidores compran menos. Las empresas reducen la producción y despiden empleados. En última instancia, ese círculo vicioso puede complicarse sobremanera si finalmente llega la deflación, un fenómeno económico que remite a la década pérdida de Japón en los años noventa y, en última instancia, a la temida Gran Depresión.

¿Cómo romper esa espiral? Una vez más se trata de un berenjenal complicadísimo, al menos en apariencia. Sin embargo, la penúltima receta ensayada aúna una deliciosa sencillez y una enorme potencia visual: puede bastar con darle a la máquina de imprimir dinero, subirse a un helicóptero y tirar billetes desde allí arriba. Poco más o menos.

El helicóptero es el último invento de una política económica que lo ha intentado casi todo y se iba quedando sin munición. La rebaja fulminante de los tipos desde el inicio de la crisis no es suficiente. La respuesta clásica -tan keynesiana- del gasto público para compensar la anemia de la demanda privada tampoco acaba de dar resultados. Bombardear liquidez a los bancos es otra respuesta de libro para una economía atorada: ha servido como anestesia, pero no para curar la trombosis financiera. Cuando no funcionan los medicamentos para curar a un paciente, hay quien apuesta por nuevos fármacos, potencialmente peligrosos porque están sin testear, pero que pueden abrir las puertas de la recuperación. Algo de eso hay en el último y desesperado intento por tratar de reactivar los mercados.

La economía es un juego de símbolos. La gracia de las metáforas del helicóptero y de la máquina de imprimir dinero es que no son ningún invento del periodismo: las han acuñado los propios banqueros centrales, que son, supuestamente, quienes tienen que sacar a la economía y al sector financiero -o viceversa- del lío en el que se han metido.

La obsesión de las autoridades monetarias por el control de los precios es conocida. Pero la tasa de inflación en las mayores economías del mundo -EEUU, Japón y la eurozona- se deslizará a territorio negativo durante 2009. Los precios ya bajan en algunos países: en España, sin ir más lejos. Y las expectativas de inflación (lo que la gente espera que pase con los precios de consumo) giran hacia terreno negativo por primera vez en la eurozona, según la agencia Moody's.

La Reserva Federal estadounidense (Fed) hace mucho que diagnosticó correctamente que los principales y más inmediatos peligros no están ahora en las subidas de precios. Al frente de la Fed figura Ben Bernanke, un distinguido conocedor de la Gran Depresión a quien apodan Helicopter Ben desde que en un discurso de 2002 aludiera a la posibilidad de "tirar dinero desde un helicóptero" -una frase acuñada por el economista Milton Friedman- si aparecía el fantasma de la deflación. "EEUU tiene una tecnología, las impresoras de billetes, que le permite producir los dólares que quiera sin apenas coste", dijo en un discurso profético, titulado Deflación: eso no va a pasar aquí.

En otras palabras: siempre puede usarse la máquina de imprimir billetes -acompañada de una expansión fiscal y la rebaja de tipos- para engrasar la economía y los mercados con dinero fresco. Bernanke ha activado esa solución y todos los grandes bancos centrales del mundo le están siguiendo en mayor o menor medida. El más ortodoxo de ese grupo, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, ha sido el último en subirse al helicóptero.

La realidad tiene algo menos de fuerza que las metáforas de Bernanke. No se trata de imprimir dinero físicamente; tan sólo electrónicamente. Las medidas aprobadas -con los habituales eufemismos impronunciables: "relajación cuantitativa", "facilidades crediticias", esas cosas- se basan en la compra de activos públicos o privados, lo que supone engordar el balance de los bancos centrales. Pero el efecto es el mismo que el de subirse al famoso helicóptero y soltar billetes: dinero directo al corazón de la economía, el sistema financiero. Adiós a la deflación y a la carestía del crédito… si todo funciona correctamente. Es decir, si los bancos no se guardan ese efectivo y lo ponen a trabajar.

La teoría dice que una vez los tipos alcanzan la zona cero, la política monetaria pierde tracción. Como el precio del dinero no puede bajar más, para que el banco central siga influyendo en la economía debe acometer acciones no convencionales. Y en esa heterodoxia andan metidos Bernanke, Trichet y compañía, que buscan ampliar su fondo de armario con nuevas medidas anticrisis.

Las posibilidades son numerosas, pero el objetivo es siempre el mismo: desatascar el crédito a los consumidores y a los empresarios para que la economía salga del letargo y se aleje de la más mínima posibilidad de deflación, que se ha convertido en algo así como el nuevo demonio de todas las pesadillas de los banqueros centrales.

EEUU se ha lanzado a comprar deuda pública. Eso encarece los bonos (hay más demanda) y reduce su rentabilidad (hay que pagar menos para venderlos). El efecto es doble: la Fed pone dinero contante y sonante en el bolsillo de los titulares de esos activos, que debería reactivar unos mercados mortecinos. Además, la rentabilidad de los bonos baja y arrastra los tipos de interés reales del resto de la economía: endeudarse será más barato, las empresas invertirán más y los estadounidenses comprarán más coches, más neveras: volverán a tirar de la tarjeta como solían.

La zona euro ha optado por otra solución. El BCE comprará cédulas hipotecarias (activos respaldados por hipotecas), en un movimiento menos agresivo, que llega más tarde que en el caso de otros bancos centrales y en cantidades menores. El objetivo es mejorar la financiación de los bancos, cuyo papel es más importante en la eurozona. Pero la consecuencia es exactamente igual: más dinero en manos de las entidades financieras, más posibilidad de liberar esos recursos en forma de créditos. Y tipos de interés a la baja, ayudados por la barra libre de liquidez, una modalidad de crédito que ahora se amplía de seis meses a un año y que garantiza todo el efectivo que quiera la banca al tipo de interés oficial -siempre que aporte garantías suficientes-.

Ésa es la teoría. Pero toda teoría tiene defensores y detractores. Primero, los contras: "Todo esto va a ser una desilusión. Lo único que puede funcionar en la situación actual son poderosas medidas fiscales adicionales. No hay helicópteros que valgan: sólo los Gobiernos firmando cheques pueden arreglar esto", asegura James K. Galbraith, profesor de la Universidad de Texas e hijo del mítico economista John K. Galbraith. Es cierto que no hay evidencia empírica de que el uso de la máquina de imprimir dinero vaya a funcionar. En Japón se probó en los años noventa -en pequeñas cantidades- y eso no logró evitar una larga crisis. La compra de activos en Reino Unido y EEUU apenas ha tenido consecuencias hasta ahora.

Pero también hay voces optimistas. "Las medidas van en la dirección correcta. Y es un éxito que incluso en Europa una institución tan reticente como el BCE haya puesto en marcha la relajación cuantitativa. La política monetaria está haciendo todo lo que está en su mano, asumiendo riesgos que hasta hace poco eran inconcebibles A partir de ahí, hay que llevar estas medidas hasta donde sea sensato, porque están poco testadas y suponen asumir riesgos", asegura el ex presidente de la CNMV Manuel Conthe. "En todo caso, los peligros de cometer excesos son remotos y además son corregibles", señala. Tomás J. Baliño, ex subdirector del FMI, añade que las medidas adoptadas "deberían ayudar a facilitar el crédito y animar la demanda en la eurozona, junto con algunos otros datos positivos que se van anunciando a nivel global. El BCE, la Fed y otros bancos centrales acompañan así a la expansión fiscal que han encarado tanto los países de la zona como el resto del mundo. El conjunto de esas medidas debería ayudar a moderar la recesión y salir antes de ella".

La efectividad del penúltimo cartucho de la política monetaria presenta numerosas dudas. En primer lugar por razones de credibilidad. Los bancos centrales llevan años cantando las bondades de las políticas antiinflacionistas. Su reto ahora es "prometer de forma creíble que van a ser irresponsables", escribió hace una década el Nobel Paul Krugman para describir la fallida experiencia japonesa. Hay más riesgos: tratando de corregir la burbuja actual puede empezar a hincharse la burbuja del futuro. "El incremento del dinero en circulación puede alimentar la inflación si no se corrige en cuanto la economía empiece a mostrar signos de recuperación", apunta el economista belga Paul De Grauwe. "Aunque confío en que el BCE no cometa ese error", cierra.

Lo más curioso es que en el fondo todo empieza y acaba en la banca. Así de financiera es la economía de este siglo. Los bancos llevan más de 20 meses como principales sospechosos de la crisis, y a la vez como lacerantes víctimas: las turbulencias no hacen distingos entre activos buenos y malos, entre entidades buenas y malas cuando el pánico corre como la pólvora. Y esta es una época de grandes miedos. La abulia en la que está instalado el sistema bancario es la mayor incógnita acerca del éxito de la máquina de imprimir dinero: las autoridades no dejan de repetir -con escaso éxito- que sólo cuando el sector financiero salga del pozo empezará la salida del túnel para la economía real.

"El drama para los bancos centrales es que a pesar de esta insólita agresividad, la efectividad de las medidas depende de que la banca utilice esta lluvia de liquidez para prestar más. La solución a la crisis sigue pasando por arreglar el sector financiero, y eso no está en manos de los banqueros centrales, sino de los Gobiernos y los supervisores", afirma desde Londres Javier Pérez de Azpillaga, economista de Goldman Sachs. "A pesar de los retrasos y la timidez de algunos, los bancos centrales han hecho los deberes. Gracias. Pero la pelota está ahora en el tejado de los Gobiernos y de la política fiscal. El BCE no puede hacer el trabajo en solitario", añade Charles Wyplosz, del Graduate Institute de Ginebra.

Desde Nueva York, el economista Guillermo Calvo se alinea con los que piensan que la máquina de imprimir dinero puede dar aire a la economía. Pero para ello hacen falta cifras masivas, que lleven la liquidez puertas afuera del sector bancario. La paradoja es que bancos centrales como el BCE se juegan su independencia si toman esa senda con determinación y rapidez. "Me temo que Trichet prefiere seguir esperando en lugar de prevenir las malas noticias. Y la situación tiene toda la pinta de empeorar", avisa Calvo.

La crisis actual tiene infinidad de lecturas. Entre otras muchas, es la historia de cómo los responsables de la política económica se convencieron de que lo tenían todo bajo control para después descubrir horrorizados (y mientras el mundo sufría las nefastas consecuencias de sus decisiones) que no era así, ataca Krugman en El retorno de la economía de la depresión. La entrada de los bancos centrales en territorio comanche es un examen en toda regla a su credibilidad, a su capacidad para volver a agarrar las riendas de la economía. Bernanke y Trichet se juegan su prestigio y tal vez algunos párrafos en los aburridos manuales de historia económica. Aunque para la economía quizá valga la apostilla del crupier: no va más.

– El déficit de EEUU sigue engordando: alcanzará 1.84 billones en 2009 (El Confidencial – 11/5/09)

La Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca ha revisado al alza su previsión del déficit para este año y para el próximo ejercicio fiscal tras incluir en las cuentas los datos más recientes sobre la recaudación fiscal y los planes de rescates aprobados por el Gobierno para ayudar a sectores como el financiero y el del automóvil, entre otros.

La nueva estimación de la Casa Blanca contempla un déficit de 1,84 billones de dólares (1,35 billones de euros al cambio actual) para el presente ejercicio fiscal frente a los 1,75 billones de dólares de la última previsión de febrero pasado. Y para 2010 el Gobierno prevé un déficit de 1,26 billones de dólares (925.000 millones de euros al cambio actual), frente a 1,17 billones de hace tres meses.

"La Oficina de Presupuesto prevé ahora que el déficit sea 90.000 millones de dólares más alto en el ejercicio fiscal 2009 y también en el de 2010. El déficit proyectado para ambos años, que representarán el 12,9% y el 8,5% del Producto Interior Bruto (PIB), respectivamente, se deben en gran parte a la crisis económica heredada por esta administración", indicó su director, Peter Orszag.

Los cambios en las estimaciones reflejan una revisión al alza a la luz de nueva información relacionada con la recaudación fiscal, que ha caído por culpa de la crisis, y de un mayor esfuerzo financiero para estabilizar algunos sectores vitales para la economía estadounidense, a través del programa de alivio de activos problemáticos (TARP) y de la Corporación Federal de Garantía de Depósitos (FDCI).

El proyecto de presupuestos, que debe ser aprobado en el Capitolio y afronta una férrea oposición de los republicanos, aborda algunos "asuntos clave" como la sanidad, la educación o las energías limpias. "Trabajaremos con el Congreso para encontrar soluciones y volver a situar a nuestro país en el camino de la recuperación, de la disciplina fiscal y de las nuevas bases para el crecimiento", añadió.

En sus últimas previsiones, la oficina de Orszag prevé que la economía estadounidense crezca a final de 2009 a una tasa anual del 3,5% gracias al plan de estímulo de casi 800.000 millones de dólares aprobado por la Administración Obama, un dato que supera con creces los pronósticos realizados por otras instituciones privadas.

Sin embargo, el equipo económico de la Casa Blanca mantiene para este año su previsión de una caída del 1,2% del PIB, una ralentización de la inflación, un aumento de los niveles de desempleo y tipos de interés más bajos que el año anterior. Y en cuanto a vivienda, espera que el sector toque fondo este año y que inicie una "recuperación robusta" a medida que los precios empiezan a estabilizarse.

Por último, considera que gracias a la decisión de la Reserva Federal (Fed) de extender los fondos a los bancos para que obtengan mayor liquidez y a la adquisición de bonos del Tesoro a corto y largo plazo se podrá apuntalar la recuperación ya que el banco central está preparado para reducir los activos de sus balance cuando la economía mejore y la crisis financiera se calme.

– La fundada preocupación de China (Cinco Días – 12/5/09)

(Por Ian Campbell – Breaking Views)

El dólar se debilitó mucho la semana pasada con respecto al euro. Y el optimismo es una de las razones. Los inversores se sintieron lo suficientemente alegres como para abandonar la supuesta seguridad de la divisa estadounidense. El banco central de China advirtió a mediados de semana del "error político" de algunos países occidentales.

Los chinos están preocupados por las decisiones de EEUU y del Reino Unido de imprimir billetes para salir de las turbulencias económicas. La creación de dinero podría acabar corrompiendo el dólar y la libra y fomentando una crisis inflacionaria global.

La última crítica de Pekín aflora tras la previa sugerencia de que al mundo le bastaría con una divisa alternativa al dólar estadounidense. Las críticas tienen importancia, sobre todo porque provienen del máximo acreedor extranjero de EEUU. China tiene 744.000 millones de dólares en deuda estadounidense, 257.000 millones más que el año pasado.

Parece que la República Popular quiere enviar un mensaje a EEUU: respeta la integridad de tu moneda. Si no lo hiciese podría desencadenar el colapso del dólar, aumentando la inflación estadounidense, hundiendo los tipos de interés y profundizando la recesión global.

China no quiere provocar todo esto por sí misma abandonando el dólar. Pero la emisión excesiva de dinero por parte de EEUU podría causar el colapso. La deuda y la emisión de moneda deben ser controladas en Norteamérica.

El mensaje chino al Reino Unido es igual de inquietante. Prácticamente toda la emisión de moneda del Banco de Inglaterra (125.000 millones de libras) se gastará casi con seguridad en bonos del Estado. Y la libra, que no es su divisa de reserva, podría demostrar ser muy vulnerable.

El reciente optimismo de los mercados y los miedos de Pekín pueden tener el mismo origen. La abundante cantidad de dinero impreso por los bancos centrales anglosajones no ha soportado la emisión de bonos, pero parece haber dado vida a los mercados bursátiles y a los precios de otros activos arriesgados.

Pero si estos mercados caen, el impacto del dinero impreso también se evaporaría. Habrá reventado otra burbuja hinchada por la creación de dinero. Sólo aguantarían la recesión y la deuda. Los chinos hacen bien en estar preocupados.

Correlación histórica con el "caso" argentino (Alarmantes coincidencias)

(Para no reiterar el relato -en su caso- sólo se reproducen los párrafos que contienen algunos datos sobre el proceso inflacionario. Otras partes del contexto histórico ya fueron tratadas anteriormente, a las que se remite al lector interesado)

(1958) El aumento salarial alimentó una política fiscal expansiva. En ese primer año de administración los gastos del Gobierno Nacional aumentaron un 121% y la mitad de ellos quedaron sin financiamiento a través de los ingresos corrientes, llevando el déficit del sector público a un alarmante 9% del PIB. El desequilibrio en el presupuesto se financió con una fuerte emisión monetaria y endeudamiento interno y externo. La inflación se empinó alcanzando un 32% en el año. La persistencia de un saldo comercial negativo entre importaciones y exportaciones y alguna salida de capitales provocaron un descenso de las reservas internacionales al crítico nivel de 133 millones de dólares. A pesar de estos remezones, la economía creció un modesto 3%, una importante desaceleración respecto del 5% que se había expandido en 1957.

(1959) Pese a los lineamientos del plan, por primera vez en el siglo la Argentina mostró en 1959 una inflación de tres dígitos, 114% -índice al que la carne aportó un 225% de aumento- y la economía se contrajo un 6,1 por ciento.

(1974) En medio de la turbulencia, los aumentos salariales le habían ganado la carrera a los precios, que ese año "sólo" se habían incrementado un 24%. Así, el salario real tuvo un alza del 25% y la participación de los asalariados en el ingreso nacional alcanzó al 47%, uno de los puntos más altos de la historia, aunque poco habría de durar.

El déficit fiscal del Gobierno Nacional superó ligeramente el elevado nivel del año anterior y fue financiado en gran parte con emisión monetaria. En medio del descontrol y las luchas por el poder se incorporaron casi 102.000 nuevos agentes públicos.

La desequilibrada situación fiscal impulsó un crecimiento del 33% (1.132 millones de dólares) en la deuda externa, inaugurando un vertiginoso sendero ascendente.

(1982) Cuando estalló la Guerra de las Malvinas (2 de abril de 1982), Roberto Alemann se encontraba negociando la refinanciación de parte de la deuda externa y el equipo económico apenas si llegó a tiempo para trasladar las reservas internacionales del país al Banco de Pagos Internacionales, en Suiza.

En los dos meses que duró la guerra, Alemann, al igual que le ocurriría a uno de sus sucesores unos años más tarde, descubrió la diferencia que los argentinos establecen entre el corazón y el bolsillo. A pesar del apoyo público a la contienda, los depósitos en los bancos disminuían sin cesar y el dólar pasaba de $ 10 a $ 24 por unidad entre enero y junio.

La derrota en la guerra implicó una descomposición inmediata del Proceso, que también hizo eclosión por las cuentas pendientes del propio desempeño de las tres fuerzas en las Malvinas. La Marina y la Fuerza Aérea, con fuertes reproches, abandonaron el gobierno y el Ejército, en soledad, designó al general Reynaldo Bignone como presidente encargado de negociar la transición hacia la democracia.

Con Bignone volvió al Ministerio de Economía José María Dagnino Pastore, que había ocupado el cargo con la "Revolución Argentina". En el Banco Central asumió Domingo Cavallo.

El nuevo equipo económico ensayó un giro en medio de la tempestad y preparó un plan económico propio, con cierto corte nacionalista que hallaba eco en sectores militares afines, pero que finalmente no podría imponer en los escasos 52 días en la función.

Dagnino Pastores enfrentó un importante recrudecimiento de la inflación al que no pudo dominar. Al mismo tiempo, en el plano externo, además de los atrasos que se acumulaban en los pagos, existía la particularidad de que una parte importante de la deuda externa estaba contraída con la banca británica, lo que daba a la negociación un notable tinte político.

En el Banco Central, fiel a su estilo, Cavallo trabajó febrilmente y adoptó multitud de disposiciones, entre ellas un seguro de cambio para la deuda de las empresas privadas a un valor de $ 15,75 por dólar y, nuevamente, el desdoblamiento del mercado cambiario.

Este seguro de cambio fue ampliado por su sucesor -Lucio González del Solar- a través de una norma que permitió la licuación definitiva de los pasivos de las empresas endeudadas, sistema que operó hasta 1985.

A fines de agosto de 1982 Jorge Wehbe reemplazó a Pastore y llegó, por tercera vez, al Ministerio de Economía.

Las medidas se tornaron eminentemente coyunturales, en un contexto en que la crisis financiera regional se agravaba. Pocos días antes de asumir Wehbe, el 20 de agosto de 1982, México había anunciado la moratoria de su deuda externa desatando un efecto contagio a escala mundial.

Durante 1982 el desempeño de la economía fue catastrófico. El PBI se contrajo casi un 6%, la inflación alcanzó el 165% y el poder adquisitivo del salario cayó 20%. Las importaciones disminuyeron bruscamente, lo que facilitó un fuerte saldo comercial positivo, que junto a un endeudamiento externo adicional de 6.000 millones de dólares y la virtual cesación de pagos, permitieron mantener relativamente estables las reservas. Pero a lo largo del año el dólar pasó de $ 10 a $ 68 por unidad y en junio de 1983 nació el peso argentino, con cuatro ceros menos que su anterior y dos años de vida por delante. La aventura había costado cara…

Cuando concluyó la etapa del Proceso la economía había crecido un 0,8% sobre los niveles de 1975. La expansión inicial duró hasta 1980, con un acumulado del 10% que se perdió en los dos años posteriores. En el mismo lapso, la población creció casi 14%, de modo que el ingreso por habitante disminuyó en la misma proporción y, como la distribución del ingreso empeoró notablemente, para una gran parte de la población el descenso fue mucho mayor. Mientras el 1974 el 5% de la población más rica percibía el 17,2% del ingreso total, en 1982 concentraba el 22,2 por ciento.

Durante esos años el poder adquisitivo del salario estuvo -en promedio- 25% por debajo del trienio 1973-1975 y, como consecuencia, la participación de los asalariados en el PBI cayó desde un 47% en 1974-1975 hasta 36% en 1982.

(1989) "Argentina, levántate y anda". Con esta mística invocación inició Carlos Saúl Menem su discurso inaugural ante la Asamblea Legislativa el 8 de julio de 1989.

En sólo seis meses el gobierno había introducido un cambio copernicano en la orientación del país, sumiendo en la confusión a todo el espectro político. El Partido Justicialista no lograba asociar el rumbo del gobierno con los ejes más profundos de su doctrina y marchaba detrás de los acontecimientos, arrastrado por un fenómeno nuevo, el "menemismo". La conmoción interna se hizo sentir con fuerza en el sector sindical, culminando con la fractura de la CGT.

En el corto plazo, sin embargo, las medidas adoptadas no lograban estabilizar la economía. Existía un abismo entre el programa de reformas estratégicas y la administración cotidiana. No se habían logrado ordenar las finanzas públicas, las demandas salariales iban en ascenso y la inflación comenzó a acelerarse. Pronto resultó evidente que el tipo de cambio no podría sostenerse y la compra de dólares aumentó, elevándose abruptamente su cotización en el mercado paralelo, mientras el gobierno intentaba retener a los tenedores de pesos tentándolos con astronómicas tasas de interés en los bancos.

Desbordado por la situación, el equipo económico intentó un nuevo programa de ajuste -el BB II- consistente en una devaluación del 54%, alzas de tarifas y de retenciones a las exportaciones, modificaciones en los salarios públicos y privados y una reprogramación de los vencimientos de la deuda interna.

Lejos de contener la situación, las nuevas medidas acentuaron la desconfianza, los ahorristas retiraron masivamente los depósitos de los bancos, las tasas de interés llegaron al 50% mensual y el dólar comenzó a trepar a un ritmo de más del 10% diario.

Inevitablemente la situación condujo a la renuncia del ministro Rapanelli en medio de fuertes discusiones sobre el rumbo de la economía al interior del gobierno y del Partido Justicialista. Sin muchos recursos a la mano y con el consabido período de feriados bancarios y cambiarios, el Presidente apeló a Erman González, un contador público muy cercano, que había sido ministro de Economía de La Rioja cuando Menem gobernaba esa provincia.

En un improvisado paquete de medidas, el nuevo ministro liberó el mercado de cambios, dejando flotar libremente el dólar, volvió atrás con el aumento de las retenciones, para incentivar la liquidación de divisas por parte de los exportadores agropecuarios y mantuvo el aumento de tarifas dispuesto por su antecesor.

Diciembre cerró con una inflación del 40%, acumulando casi un 5.000% en el año, una caída del poder de compra del salario del 33% y una contracción de la economía del 4,8%. Ese mes, el valor del dólar, que había sido fijado en 650 australes por unidad al inicio del gobierno, alcanzó un promedio de 1.137 australes. La hiperinflación se había instalado nuevamente…

El plan de reformas también tambaleaba. Pasado el impacto inicial, la resistencia a las privatizaciones estaba en ascenso, en especial por parte del sector sindical.

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