Se ha descubierto la inflación "buena": la teoría de la "deaudaflación" (Fondo Monetario Internacional – El arte de la rotación: de la inquebrantable fe en los mercados a un eructo intelectual de los arbitristas económicos, demasiado contraintuitivo)
In memoriam de: Stanley Fisher
Anne Krueger
Michael Mussa
Anoop Singh
Teresa M. Ter-Minissian
Y de todos los "burócratas" del FMI, que nos "cagaron" la vida
– Semana de Pasión (del 28 de marzo al 4 de abril de 2010): Tal vez por ello
A cualquier persona que haya vivido, o estudiado la experiencia hiperinflacionaria de Alemania (1923), Argentina (1989) o Zimbabue (2009), por citar algunos de los ejemplos más extremos, le debe haber quedado tal miedo en el cuerpo como para huir de la inflación más que de "la mismísima parca". Mencionar la inflación a un alemán (todavía), a un argentino (siempre) o a un zimbabuense (recientemente) es como mentarle a "la bicha".
El ADN argentino y una larga convivencia con las "purgas de caballo" recetadas por el Fondo Monetario Internacional (pueden llamarla la "doctrina del ajuste estructural", si quieren ser "políticamente correctos"), para alcanzar el equilibrio fiscal, reducir el endeudamiento público, conseguir el superávit primario necesario para atender los servicios de la deuda externa, reducir la monetización de la economía, concretar la apertura financiera, procurar la liberalización del comercio, y un largo etcétera de "abstinencias" y "sacrificios" en aras de un dios menor dejan secuelas persistentes, pesadillas reiterativas y una memoria histórica imborrable. Todo sacrificio resultaba poco para aplacar las iras del demonio inflacionario. El FMI presidía el ritual del exorcismo. El FMI expulsaba los "espíritus malignos" de la inflación.
Dice Joseph E. Stiglitz en su libro "El malestar en la globalización" (Taurus – 2002), Capítulo 4: La crisis del Este Asiático. De cómo las políticas del FMI llevaron al mundo al borde del colapso global, pág. 130 de la edición española: "Los programas -con todas las condiciones y todo su dinero– fracasaron. Supuestamente iban a impedir el derrumbe en los tipos de cambio, pero estos continuaron cayendo sin que ni un pestañeo de los mercados reconociera que el FMI "había acudido al rescate". En cada caso, incómodo ante el chasco de su supuesto remedio, el FMI acusaba al país de no haberse tomado en serio las reformas. En cada caso, anunciaba al mundo que había problemas fundamentales que debían ser resueltos antes de que pudiera tener lugar la recuperación genuina. Esto era como gritar ¡fuego! En un teatro repleto: los inversores, más convencidos por su diagnóstico que por sus recetas huyeron. Más que restaurar la confianza que llevaría a una entrada de capitales al país, las críticas del FMI exacerbaban la estampida del capital hacia el exterior, por eso, y por otras razones que analizaré de inmediato, la percepción del mundo subdesarrollado, y que comparto, es que el propio FMI se ha transformado más en parte del problema de los países que de la solución. De hecho, en varios de los países en crisis, la gente corriente y muchos funcionarios y hombres de negocios siguen aludiendo a la tormenta económica y social que azotó sus naciones simplemente como "el FMI -del modo que uno hablaría de "la plaga" o "la Gran Depresión"-. La historia se divide en antes y después del "FMI", de manera análoga a cómo los países devastados por un terremoto o algún otro desastre natural fechan los acontecimientos "antes" o "después" del terremoto" "Finalmente, casi todos los mercados emergentes fueron afectados, hasta la Argentina, tanto tiempo exhibida por el FMI como el niño modelo de la reforma, básicamente por su éxito en reducir la inflación"
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