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Caudillos y nacionalismo durante la determinación nacional (1821-1841) (página 2)


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El estado republicano emergió en medio de una enorme precariedad social y política, siendo en éste sentido su expresión auténtica. Esta fragilidad social expresada en la falta de un sector dirigente llevó a la aparición de dos corrientes ideológicas contrapuestas: los liberales y los conservadores, los cuales van a desarrollar una lucha permanente por hegemonizar en el discurso y la praxis política en los albores del régimen republicano. Los liberales fueron firmes creyentes en las instituciones y opositores implacables del régimen autoritario. Consideraban que el nuevo sistema republicano debía sustentarse en el fortalecimiento de las nuevas instituciones, especialmente del congreso, y por el debilitamiento de la institución del ejecutivo, al cual consideraban cercano al sistema despótico colonial. Su razonamiento nacía de la utopia ilustrada. Como contraparte a la posición de los liberales, los conservadores partían de la constatación de que nuestras instituciones no funcionaban y no lo podrían hacer en mucho tiempo, lo cual ponía en peligro la consolidación de un poder organizador que garantizara el desarrollo de la nueva república. Frente a ello proponían la existencia de la "mano dura", como solución al vacío de poder. Esta "mano dura" vendría del poder de las bayonetas, de los caudillos militares que a partir de la consolidación de sus redes de clientelaje le darían estabilidad al país. Era favorables al régimen presidencialista y personalista, pues consideraban que esto serviría de contrapeso frente a las fuerzas disgregacionistas existentes en el país y a la amenaza que representaban nuestros países vecinos en el proceso de definición de nuestras fronteras.

II.2 Caudillos y poder

Los caudillos y la forma como articularon su poder fue el resultado del carácter propio de la sociedad peruana post colonial. La incapacidad intrínseca del estado para ejercer el poder en el país permitió la aparición y desarrollo de un feudalismo republicano, de dimensiones regionales. Las limitaciones regionales de las nuevas redes de poder surgidas con la república llevaron a que las redes de clientelaje y el apoyo a los caudillos también tuvieran estas dimensiones. Al respecto Klaren ( 2005: 177) menciona:

"Los caudillos eran el resultado de otro problema postcolonial. Con el colapso del estado virreinal en 1824, las tendencias políticas centrífugas inherentes al Perú, pero generalmente controladas por el centro, Lima, resurgieron con fuerza. Por otro lado. el poder se dispersó por el campo, en donde afirmó su autoridad una red vagamente conectada y a menudo conflictiva de gamonales (hacendados señoriales), en asociación con los terratenientes más grandes (latifundistas). Estas élites naturales esgrimían un control político de facto sobre vastas áreas: frecuente ocupaban cargos públicos y quedaban mayormente libres del control del estado central republicano de Lima. El eje de su poder era su control de la tierra dominio sobre una fuerza laboral servil, conformada por campesinos in-de cuyo trabajo y servicios se apropiaban."

Sobre el clientelismo imperante en las redes de los caudillos Klaren ( 2005: 178) sostiene lo siguiente:

Es claro que el poder de los caudillos se encontraba articulado en torno a una muy compleja red de vínculos sociales y económicos, básicamente de carácter regional, que le garantizaban los recursos humanos y materiales para acceder al poder político. Estas redes eran los medios a través de los cuales se podía hacer efectiva la participación en la política peruana, ante la inexistencia de partidos políticos y agrupaciones formalmente constituidas. Al respecto Klaren ( 2005: 173 ) sostiene:

"Manipulando hábilmente el personalismo y el clientelaje hispano, estos caí líos andinos movilizaron seguidores y extendieron la generosidad del tesoro , nombramientos estatales de cargos como recompensa a la lealtad. Igualmente establecieron alianzas con diversas élites terratenientes y comunidades indígenas usando la fuerza o amenazado con hacerlo para derrotar a sus rivales, y negocia el respaldo de la sociedad civil para obtener el poder a nivel local, regional y nacional. El resultado de esta situación fue que la temprana sociedad republica andina constantemente fue quebrada y desestabilizada, en un contexto de descontrolados conflictos de clase y regionales, y la inexorable rivalidad entre los oficiales y la élite. Repleto de diversas elecciones, anulaciones, conjuras, conspiraciones golpes y rebeliones, el Perú experimentó no menos de veinticuatro cambios de gobierno —en promedio uno por año— entre 1821 y 1845, y la constitución fue escrita un total de seis veces".

Pese al papel que cumplió el caudillismo en la política peruana y que, en términos reales fue la única fuente de poder fáctico en el Perú. Sin embargo, fue inxcapaz de crear un pais fuerte y unido. Basadre ( 1963: TOMOI: 87) dice al respecto:

"Pero hubo muchos peruanos conservadores, liberales y hombres no definidos en sus ideas políticas, que acompañaron a Bolívar en los días tremendos que forjaron la victoria final. Allí estuvo Unanue. Allí estuvo Sánchez Carrión. Allí estuvieron los jefes militares como La Mar, Gamarra, Santa Cruz que figuraron de inmediato en la vida pública, y, en posiciones de menor realce, los que se destacaron tanto en los años siguientes como Castilla, Vivanco, Salaverry, Orbegoso, La Fuente. Todo lo cual no impidió la extrema debilidad inicial del país, cuyos dos primeros Presidentes habían terminado acusados de tratos con el enemigo."

En el Perú postcolonial la idea de patria era aún bastante débil. Inicialmente se alimentó del anti-hispanismo reinante desde las postrimerías del siglo XVIII. Con respecto a la debilidad inicial de la idea de patria, Basadre (1963: tomo I:211) menciona lo siguiente:

Una de las manifestaciones más palmarias de la debilidad inicial de la idea de Patria fue la falta de una conciencia activa en relación con las fronteras. Pocos supieron con exactitud, en los primeros días del Perú independiente, de la Amazonía. El Brasil parecía distante, extraño, misterioso, como si fuera un mundo aparte. Guayaquil fue arrebatado casi sin debate. Los derechos sobre Jaén, Maynas y Quijos eran conocidos unos cuantos expertos que sólo a partir de 1841 y 1842 y, sobre todo, a partir de 1860, comenzaron a presentar orgánicamente las pruebas de esos títulos. Por el sur, si bien de un lado no se afirmó, en ningún momento, bajo la dominación de Bolívar, una pretensión sobre el Alto Perú, en cambio, la desmembración de Arica y Tarapacá que hubiese podido resultar de la misión Ortiz de Zevallos, provocó hondo malestar y el propio negociador la llegó a condenar.

Y así fue naciendo, entre grandes esperanzas, desorientados pasos, rudos embates y antagónicas tensiones, el Perú independiente."

Roto el vínculo con España la idea de patria, carente de vínculos sociales sólidos al interior de la sociedad peruana, devino en el surgimiento de faccionalismos que expresaban el carácter inorgánico de la sociedad peruana de inicios del siglo XIX. Al respecto Basadre (1963: tomo I:212-213) menciona:

" La guerra de la emancipación, con sus simultáneas convulsiones internas, permitió el faccionalismo que, a menudo, olvidó la integridad patriótica; y los conflictos surgidos con Colombia y Bolivia promovieron actitudes en donde el extremo doctrinarismo o el extremo personalismo ahogaron el punto de vista de la conveniencia o es nacionales. La presencia de jefes oriundos de otros países contribuyó a la desorientación. Para muchos, el paceño Santa Cruz o el cuencano La Mar que resultaron, en 1826 o en 1827-1829, teniendo en sus manos el destino del país fueron peruanos; y para otros no, según las circunstancias."

Es importante observar que las frágiles estructuras sociales no dieron lugar a la división del Perú. En nuestro país pudo emerger un peligroso proceso de balcanización. A diferencia de las naciones europeas, en las cuales la identidad lingüística jugó un papel clave; en el nuestro, el derrotero de la definición de los espacios nacionales siguió un camino sinuoso. Esto fue destacado por Basadre (Basadre: 1963:tomo I: 213) cuando menciona:

"A pesar de todo, el Perú fue emergiendo en su dimensión específica, ni más ni menos de lo que la historia había ido gestando. Pero se fue definiendo con dificultad y bajo múltiples asechanzas. Ni la educación ni la literatura ni el periodismo orientaron su gesta dolorosa que, más bien, tuvo mucho de espontáneo y encontró, a veces, canales impuros."

CAPITULO III

El caudillaje y su papel en la determinación nacional

III.1 La definición de nuestras fronteras y las fuerzas disgregadoras al interior del Perú.

El nacimiento de las nuevas repúblicas sudamericanas llevó a una nueva situación internacional al Perú. Nuestro país no sólo debía construir un nuevo estado que regulara y ejerciera el poder en su territorio; sino también mantener relaciones de poder con los nuevos estados vecinos formados como consecuencia de la independencia.

Los antiguos límites territoriales coloniales sirvieron sólo de base para la determinación de los territorios que corresponderían a las nuevas repúblicas ( 1810), pero sobre esa base se realizarían ajustes. Era necesario firmar nuevos tratados limítrofes con los países vecinos, y en algunos casos solucionar militarmente las diferencias cuando ambos países tenían aspiraciones notoriamente contrapuestas.

La importancia de lo militar no había terminado con la derrota de las fuerzas españolas en Ayacucho. Al contrario, el ejército sería fundamental para garantizar la existencia del estado peruano en la situación de precariedad institucional y de indefinición de sus fronteras. Pero el ejército no era aún una institución orgánica sino más bien un conjunto de caudillos de raigambre regional capaces de movilizar recursos en función de ciertos objetivos; pese a ello jugaron un papel crucial para garantizar la unidad del Perú en los primeros años de vida independiente.

El Perú debió enfrentar diversos conflictos militares con países vecinos durante las primeras décadas de vida independiente. Colombia y Bolivia serían los dos países con quienes mantendremos mayores diferencias de carácter territorial.

A la caída del régimen vitalicio en el Perú, Bolívar, en su condición de presidente de la Gran Colombia ( que por aquel entonces agrupaba a las actuales repúblicas de Colombia, Venezuela y Ecuador) reclamó como combinaos los territorios de la Comandancia General de Maynas. Este territorio había pasado a la jurisdicción del Virreynato del Perú de acuerdo a la Real Cédula de 1802. Sin embargo, Bolívar hizo un llamado a los Colombianos a hacer la guerra al Perú y vengar "la vindicta".

Por aquel entonces gobernaba el Perú José de la Mar. Natural de Cuenca (actual territorio ecuatoriano), había sido investido como presidente por el Congreso de 1828, constituido después de la caída de Bolívar.

El Perú debió movilizar sus fuerzas por mar y tierra para enfrentar la amenaza colombiana. La campaña naval, conducida por Martín Guisse fue un éxito al lograr bloquear el puerto de Guayaquil; sin embargo, no se encontró el correlato en la campaña terrestre. El "Portete de Tarqui" fue el escenario donde las fuerzas peruanas fueron derrotadas por las colombianas, debido a una hábil maniobra de Sucre.

La campaña militar de 1829 frente a Colombia, permitió, al menos el mantenimiento del statu quo, conservando para el Perú la región de Maynas y el gobierno de Quijos, acabando con las pretensiones Colombianas sobre la totalidad de esa región, aunque retomadas por los ecuatorianos muy posteriormente.

La importancia del contexto internacional en el que se desarrolló nuestro país fue de tal magnitud que la caída de Bolívar le abrió al Perú la posibilidad de ser atacado por dos frentes: Colombia y Bolivia, este último donde el libertador tenía aún bastantes adictos. Gamarra, aprovechando la fragilidad de La Mar ( por su origen cuencano en un momento de sentir anti-colombiano) y sus fracasos militares, tomo el poder y en su condición de presidente logró firmar el tratado de 1829 en el cual se reconoce la pertenencia de Maynas al territorio del Perú.

Bolivia fue durante los primeros años de vida independiente el país con el que más problemas tendremos de definición, no solo territorial sino de índole nacional. Bolivia nace en 1825, como la república de Bolívar. Un intento del Libertador de garantizar la preponderancia de la Gran Colombia en la federación de los Andes, debilitando al Perú. Bolivia, históricamente había sido el alto-Perú. Geográfica, social y culturalmente había sido parte constitutiva de lo peruano. Su creación puso en peligro estos vínculos además de los económicos que habían sido sumamente dinámicos.

El espacio geográfico con el que nació Bolivia le imponía enormes limitaciones. La costa Boliviana estaba bastante alejada de las ciudades principales de aquella república. Antofagasta era un puerto que estaba bastante alejado de La Paz, Chuquisaca u Oruro, si lo comparamos con Arica, puerto peruano que seguía siendo la ruta de acceso al altiplano boliviano.

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Agustín Gamarra. http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Agustin_Gamarra.jpg

Los vínculos económicos y sociales que unían históricamente tanto al sur peruano como a Bolivia hacían que las fronteras existentes entre estas dos nuevas repúblicas evidenciaran su artificialidad.

El ascenso al poder de Santa Cruz inició una nueva era en las relaciones entre Bolivia y el Perú. Natural de La Paz, fue educado en el Cusco y formó parte del ejército libertador peruano y cómo tal se batió en Pichincha por la Libertad de la Gran Colombia.

Santa Cruz era considerado por muchos como un peruano nacido en La Paz y por otros como un Boliviano peligrosos para los intereses peruanos. Desde la llegada de Santa Cruz al poder en Bolivia buscó asegurar la viabilidad geopolítica para Bolivia. Con un territorio desmembrado le sería imposible alcanzar una presencia importante en Sudamérica, además de conformar una clase social burguesa que le dé modernidad y viabilidad al país. Santa Cruz sabía que el sur peruano debía estar unido a Bolivia como condición para superar las limitaciones que la geografía le imponía a Bolivia.

Santa Cruz, desde 1829, empezó a avivar a grupos peruanos en Arequipa y Cusco favorables a reconstituir la unidad con Bolivia y separarse del Perú. Santa Cruz, aprovechando que el sur peruano había tenido históricamente más vínculos con Bolivia que con el Norte del país había proyectado e surgimiento de un movimiento secesionista al interior de nuestro país que sería apoyado por las armas bolivianas a través de una invasión una vez que hubiese estallado éste.

Estos intentos fueron descubiertos por Ramón Castilla y puestos en conocimiento de Agustín Gamarra, que por entonces era presidente del Perú. Gamarra se convirtió en un tenaz opositor a los planes de Santa Cruz, interviniendo directamente en el develamiento de los intentos secesionistas en el sur peruano.

Gamarra frente al proyecto de Santa Cruz de integrar el sur peruano a Bolivia mantuvo la idea de que Bolivia siempre había sido parte del Perú y que por ello, más bien debía integrarse Bolívia al Perú, como el Alto Perú había sido parte del Perú.

Si bien es cierto que detrás de éstos proyectos se escondían apetitos personales, es innegable que el mantenimiento de la postura de Gamarra como opositor al proyecto de Santa Cruz jugó un papel importante en el mantenimiento de la unidad territorial peruana, como se aprecia durante la Confederación Perú- Boliviana.

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Andrés de Santa Cruz

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El golpe de estado de Felipe Santiago Salaverry y el pedido de ayuda de Orbegoso le dio a Santa Cruz la oportunidad para invadir el Perú y emprender aquellos proyectos en los que había estado meditando desde hacía varios años: el unificar al Perú y Bolivia, pero especialmente el sur peruano y Bolivia.

Invadido el sur peruano por el ejército de Bolivia , fusilado Salaverry y exiliado Gamarra, Santa Cruz dio inicio a su proyecto de unificar el Perú y Bolivia: La Confederación Perú- Boliviana.

La Confederación Perú- Boliviana consistía en la constitución de dos estados peruanos (El Nor- peruano y el Sud- peruano ), los cuales se unirían a Bolivia. Sin embargo frente a este proyecto surgen algunas interrogantes: ¿Por qué dividir al Perú en dos partes, si su unidad no es un impedimento para la integración con Bolivia? , ¿Por qué no integrar Bolivia al Perú como siempre había sido y no afirmar la existencia del estado Boliviano?¿ la división del Perú en dos estados guarda alguna relación con los intentos secesionistas que alentó, en 1829, a favor de Bolivia?

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Bandera de la Confederación Perú- Boliviana.

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Santa Cruz era un político muy astuto y no ignoraba que existirían importantes fuerzas opositoras a su proyecto y que su constitución legal no sería garantía de su existencia en el tiempo. Tampoco ignoraba que la oposición tendría su bastión en el norte del Perú y sus bases de apoyo en el sur, de forma tal que todo hace pensar que el mariscal paceño manejaba un plan maximalista y uno minimalista: el primero consistía en integrar la totalidad del Perú con Bolivia; pero si las fuerzas opositoras eran lo suficientemente fuertes garantizar al menos la unidad del sur peruano con Bolivia, tal como lo había proyectado desde que asumió la presidencia de Bolivia.

Caudillos militares peruanos, como Gamarra y Castilla se mostraron opositores del proyecto secesionista de dividir al Perú, enfrentándose abiertamente a las fuerzas de Santa Cruz hasta hacerlo abortar y reconstituir la unidad política del país.

Acabada la confederación y habiendo ascendido Gamarra a la primera magistratura de la nación por segunda vez intentó materializar su propio proyecto de hacer que Bolivia forme parte del Perú a través de una invasión a territorio boliviano, pero murió en Ingavi.

III.2 Caudillaje y legitimidad

La etapa conocida como la de la determinación nacional estuvo marcada por la carencia de recursos económicos, la inexistencia de instituciones republicanas operantes y funcionales y la fragmentación social (BASADRE: 1963).

En éste contexto fue que surgió el caudillo militar. Flores Galindo (1999) ha expresado que el caudillo emergió en circunstancias en que el vacío de poder ocasionado por la desmembración de la antigua aristocracia colonial y el éxodo español ocasionó que la fuente única de poder real fuera el nacido de las bayonetas.

El ejército peruano literalmente no existía, tan solo estaba la presencia de distintos jefes militares, los cuales congregaban a un número variable de seguidores según clientela que pudieran conformar y mantener.

Los grupos de poder no tenían una dimensión nacional, sino tan solo regional, como resultado de la desarticulación económica y social del Perú. Estos grupos encabezados y liderados por caudillos se expresaron en la propia posición personalista de los distintos jefes militares.

El discurso personalista de los jefes militares fue la expresión de la falta de una visión ideológicas orgánica de lo que es el Perú. No habían programas, planes nacionales, en suma, visión de país. En este contexto la personalidad del caudillo era la mejor garantía del "orden" nacional.

Nuestro país no alcanzará mínimas condiciones de gobernabilidad hasta la llegada al poder de Ramón Castilla. Castilla contó con la capacidad de mantener el orden político y social, además de empezar un proceso de organización del estado peruano gracias a que pudo disponer de los ingentes recursos provenientes de la exportación del guano, del cual habían carecido los gobernantes que lo precedieron. Estos recursos los movilizó para generar una enorme clientela, de dimensiones no vistas en los años inmediatamente posteriores a la caída del régimen colonial.

La "consolidación de la deuda interna", hábilmente apoyada por la disposición de 1847 que indicaba que, ante cualquier duda, con respecto al real aporte del demandante de pago, se pagara lo solicitado; permitió el surgimiento de un grupo adicto a Castilla que garantizó la estabilidad política de la que gozo durante su primer gobierno, entre 1845 y 1851..

Antes de Castilla los caudillos militares habían venido luchando de manera implacable e ininterrumpida por el poder. Esto ha sido visto por la historiografía como el reflejo de una anarquía que impidió la construcción de un país con un proyecto viable. Esta visión no deja de tener sólidas bases. Sin embargo, no ha sabido apreciar el papel que los caudillos tuvieron en la continuidad del Perú como un país unitario y, en suma, como la prolongación histórica de un país milenario.

Los caudillos militares que gobernaron el Perú cumplieron un papel fundamental en evitar el desmembramiento geográfico del Perú, primera condición para asegurar la viabilidad del país.

Los caudillos no podían consolidar el sistema democrático, representativo y constitucional del Perú. En éste sentido eran esencialmente autoritarios y opuestos a los sueños doctrinarios liberales que creían que bastaban los dispositivos legales y la dación de una Constitución que recortaba los derechos de los gobernantes en beneficio del legislativo, como la de 1823 y la de 1828, para construir una sociedad institucionalizada y un sistema político respetuoso de la legalidad. A diferencia de ellos, los caudillos consideraron que el poder nacía de la real capacidad de mando que se tuviera del país.

Estas diferencias entre los liberales y los caudillos, en la forma en que perciben el fenómeno del poder, explica la permanente oposición entre éstos y el hecho de que el legislativo y la normatividad legal fuera un campo de batalla en el cual se buscaba recortar o recortar el poder de los gobernantes de turno. Tuvimos desde Congresos enemigos del poder centralizado en la figura del presidente de la República, como lo fue en de 1823, hasta obsecuentes y presidencialistas como el de 1839.

Con respecto a la Constitución de 1839, Basadre ( 1963: Tomo I: 442), menciona lo siguiente:

"Es así cómo la Carta de Huancayo representa una novedad en la historia constitucional peruana: es la primera Carta de contenido autoritario elaborada en el país; mejor dicho, es el primer exponente constitucional de un autoritarismo nacionalista…"

Esta inicial idea del poder de los caudillos no supuso una posición contraria al mantenimiento de las formas constitucionales peruanas. Al contrario, estas formas fueron hábilmente utilizadas y aprovechadas por ellos, como medio para hacerse y conservar el poder. Un ejemplo claro de ello fue la postura que Agustín Gamarra tomó frente a la constitucionalidad del país una vez acabada la experiencia de la Confederación Perú- Boliviana, emergiendo como el general victorioso que construyó un orden constitucional a su medida a través de la llamada Constitución de Huancayo, en 1839.

Con respecto al papel que el Congreso de Huancayo cumplió en la legalización del poder por parte de Gamarra, Basadre (1963: Tomo I: 447) menciona lo siguiente:

"Esta segunda Presidencia de Gamarra se inició con una aparente sumisión a las formas legales. En su mensaje al Congreso de Huancayo el 15 de de 1839, Gamarra dijo:

"Mis cansados años han extenuado tanto mis fuerzas, que no permiten consagrarme al despacho de los negocios públicos con la actividad que deseara. Yo seré el primero en dar ejemplo de sumisa reverencia a vuestros preceptos, desde el hogar doméstico a donde me retiro. Mis sacrificios por la libertad quedarán ampliamente recompensados, si vuestra indulgencia se digna dispensarme los errores en que haya incurrido""

Más adelante Basadre ( 1963: TOMO I: 447), menciona lo siguiente:

"El Congreso de Huancayo lo nombró como ya se ha dicho, Presidente provisorio; y él, por cierto, aceptó el nombramiento, dando "ejemplo de sumisa reverencia". Pero el mismo Congreso, por ley de 26 de noviembre de 1839, mandó efectuar, sin demora, la elección del Presidente Constitucional de la República por los colegios electorales, encargando a los diputados que volvieran a reunirse, esta vez en Lima, para hacer la calificación de las actas y la proclamación del candidato que hubiera obtenido la mayoría de votos. Los periódicos de la época presentaron a esta ley como un gesto de sublime desinterés. Dijeron que la Constituyente de Huancayo pudo ordenar la elección presidencial popular simultánea con la de diputados del Congreso ordinario, lo cual hubiera significado un año de prórroga a la Presidencia provisoria; o, efectuar, con la autorización de un artículo constitucional transitorio, la elección presidencial mediante un acto de la misma Constituyente, como en 1827, lo cual hubiera satisfecho la vanidad y servido a las conveniencias de Gamarra.

La elección popular llegó a ser efectuada. La Constituyente, transformada en Congreso, se volvió a reunir en Lima del 7 al 11 de julio de 1839. Verificado el escrutinio, resultó elegido Gamarra por 2,542 votos de los 3,028 sufragados en los colegios electorales de 58 provincias. Torneo obtuvo 253 votos y La Fuente 192. Apenas si algunos votos indicaban, pues, la surgente ambición del general Juan Crisóstomo Torneo. Proclamado Presidente constitucional, Gamarra se dio por sorprendido afirmando públicamente que se había estado preparando "a presenciar, libre de los azares de la vida pública, el hermoso espectáculo de la felicidad común". Y, sin duda, la elección no había sido sino una imposición oficial. Del mismo modo, el nombramiento de Presidente provisorio que le confiriera la Constituyente de Huancayo, había tenido ese carácter"

III.3 El papel del nacionalismo

A falta de nación, el nacionalismo fue la fuerza ideológica que le dio continuidad al país. Desde el surgimiento de nuestra vida republicana el nacionalista había sido el discurso ideológico preponderante. A La Mar y a Santa Cruz se les acusó permanentemente de no ser peruanos. Gamarra justificó siempre su presencia en la vida política del país a través de su discurso nacionalista.

Pero, ¿Sobre que bases se asentaba el discurso nacionalista en el Perú?

En el Perú el discurso nacionalista provenía del siglo XVIII. Rowe señaló que durante aquel siglo este discurso fue el soporte para las reivindicaciones impulsadas por el sector de caciques, especialmente del sur andino. Esta tesis ha sido recogida por una gran cantidad de investigadores (Tamayo Herrera: 1980) ( Flores Galindo: 1994 )( Loayza : 2005), entre otros. Este nacionalismo Inca se expresó de igual manera en el proyecto político revolucionario Tupacamarista ( Loayza: 2005 ), cuyo tenor principal fue la búsqueda por conformar una nación peruana, claramente diferenciada de la española, cuya característica principal fuera la integración de todos aquellos sectores no peninsulares ( Flores- Galindo: 1994 ).

Sin embargo, el proyecto político Tupacamarista no cristalizó y a partir de ahí se irán ensayando diversos discursos, paralelos, que buscarán darle viabilidad al Perú.

Uno de los más importantes fue el impulsado por los revolucionarios de 1814. Representaba la afirmación de los sectores medios de la sierra sur, especialmente del Cusco, frente a la hegemonía de la aristocracia limeña, abiertamente comprometida con el sistema colonial hasta entonces.

Abortado el intento revolucionario encabezado por los hermanos Angulo el epicentro del discurso nacionalista irá trasladándose progresivamente hacia Lima y la costa norte del Virreynato del Perú, sin que ello signifiqué la inexistencia de discursos nacionalistas en otras regiones.

La independencia del Perú, entendida como el resultado del desmembramiento continental del poder español en América, puso a la sociedad peruana de cara al desafío de construir un estado-nación.

El territorio virreynal fue el imaginario que alimentó la idea de lo que era el Perú. Nuestro país no se diferenciaba lingüísticamente de sus vecinos, la cultura, dada nuestra diversidad interior no podía ser en modo alguno un factor de unificación. Cos escasas vías de comunicación, con un país geográficamente desconocido en gran parte y con una sociedad desmembrada en la cual el racismo era la fuerza aglutinante, la idea del Perú como un territorio, continuidad histórica del pasado incásico era el elemento ideológico que podía darle impulso a la continuidad de nuestro país.

La ideología expresa los intereses de una clase, sector, facción o grupo social. En este sentido, no sería apropiado referirnos exclusivamente a este factor divorciándolo de los sectores que le dieron vida y que la utilizaron como forma de legitimarse en el poder. Ante un país geográficamente, económicamente y socialmente desmembrado la idea del territorio colonial quedó apoyada eficazmente por la afirmación del pasado Inca. Lo inca siguió jugando un papel fundamental, al igual que en el siglo XVIII, en la construcción de un nacionalismo que surgió más como oposición que como afirmación. Fue en primer término opositor al sistema de dominación colonial y después afirmación de una nación idílica de la cual todos nos considerábamos herederos, la Inca, aunque eso no resistiera el mayor análisis ni el escrutinio del sentido común.

Una prueba de ello es la persistencia de los símbolos y alegorías incásicas durante la primera etapa de la vida independiente del Perú. Este recuerdo idílico con respecto a lo Inca no implicó en ningún sentido la idea de que los indígenas eran parte integrante de la "nación peruana". El racismo siguió imperando en nuestra sociedad y los indígenas siguieron siendo tan "indios" como lo habían sido durante la época colonial.

Ante el vacío de poder producido tras la caída del régimen colonial, los caudillos militares emergieron como los únicos capaces de hacerse del control del Estado por la fuerza de las armas. Pero todo poder necesita ser legitimado y anclarse en las más profundas aspiraciones e imaginarios sociales para tener soporte. Ante la falta de una nación peruana, el nacionalismo compensó la situación de fragmentación estructural que vivía el país.

Basadre ( 1963) ha señalado que uno de los retos más importantes que tuvo el Perú durante los primeros años de vida independiente fue el de determinar su ámbito geográfico. Las relaciones internacionales del Perú con las nuevas repúblicas vecinas eran en éste sentido fundamentales. La determinación de las fronteras de nuestro país eran, en el contexto peruano, fundamentales para construir la nación.

El nacionalismo en el Perú que nació como oposición a España, recogiendo el discurso criollo de Vizcardo y Guzmán, planteaba como sustento ideológico la distancia geográfica entre América y España. Ello derivó en un nacionalismo que partía de las diferencias geográficas entre el Perú y sus vecinos. La afirmación y defensa del espacio geográfico se convirtió entonces en el soporte concreto al discurso nacionalista encarnado en los caudillos.

Esta fue una de las razones por las cuales el caudillismo, en la práctica se impuso al discurso liberal. Las fronteras solo podrían defenderse con las armas y sólo los jefes militares podrían hacerlo.

Nuestros caudillos militares desde la guerra con Colombia hasta la fracasada invasión a Bolivia manejaron hábilmente el discurso nacionalista como oposición a nuestros vecinos y a su voraz interés por desmembrar el Perú. El nacionalismo peruano siguió siendo de oposición durante las dos primeras décadas posteriores a la independencia, ya no tanto con respecto a España como a nuestros vecinos y a la "amenaza" que representaban.

Escribir sobre el nacionalismo desde la oposición a Bolívar

El nacionalismo que surgió durante la vigencia del régimen vitalicio si bien tuvo variados orígenes, estuvo cargado por un inicial nacionalismo. El nacionalismo fue un arma ideológica que buscó justificar las aspiraciones de la aristocracia peruana en su intento por mantener el control del país con Riva-Agüero y Torre Tagle. De igual manera alimentó la desconfianza creciente que significó la presencia de las tropas colombianas en el Perú.

La presencia misma de Bolívar, que en un primer momento fuera loado como nadie antes en el Perú por el Congreso, los hombres más notables del Perú y el pueblo muy pronto se convirtió en un personaje que despertó la desconfianza de varios sectores. El rechazo a Bolívar estuvo representado por los militares peruanos que estaban bajo su mando supremo y que a través de su expulsión podrían ocupar su lugar en el poder. Estos militares tenían como principal justificación de sus aspiraciones el carácter colombiano del libertador. Con respecto a la oposición a Bolívar por parte de quienes serían los caudillos militares del Perú Basadre ( 1963: TOMO I: 153), menciona:

"El aspecto personalista de la oposición contra Bolívar se revelaba, sobre todo, en el ansia de sus tenientes por gobernar. La división de los partidos y la ruina de la hacienda pública en Colombia, obligaron a Bolívar a dejar el Perú y a dirigirse a ese país, temiendo que si su ausencia se prolongaba, imperaría allí la guerra civil. Pero también en el Perú abundaban las ambiciones impacientes. El general Agustín Gamarra, prefecto del departamento del Cuzco, el general Antonio Gutiérrez de La Fuente, prefecto de Arequipa, el mismo general Andrés Santa Cruz, presidente del Consejo de Gobierno creado por Bolívar para gobernar en su reemplazo, aspiraban a usar del poder de modo más completo o vasto."

El nacionalismo fue parte del discurso legitimador caudillista durante las primeras décadas posteriores a la independencia. De hecho los opositores a La Mar hicieron campaña en contra de su liderazgo acusándolo de Colombiano, por haber nacido en Cuenca, durante la guerra que nuestro país mantuvo con aquella república, de la cual resultó a asunción de Gamarra como presidente y la defenestración a La Mar.

La presencia caudillista y su discurso nacionalista se vieron fortalecidos por los avatares de la determinación de la nacionalidad peruana. Uno de los casos que más importancia tuvo en este contexto fue el de la Confederación Perú- Boliviana.

Santa Cruz había nacido en La Paz, desde 1825 perteneciente a la República de Bolivia. Había lucha por la independencia del Perú como un oficial peruano destacado. Bolivia había nacido segregando al Perú. Históricamente el Perú y Bolivia , el Alto y el Bajo Perú, habían sido parte de una misma unidad geográfica y cultura. El intento de Santa Cruz de reunificar ambos territorios a partir de un modelo Confederado no estuvo exento de personalismos.

El triunfo de la Confederación habría significado la consolidación de Santa Cruz y el eclipsamiento de Gamarra. Esta fue una de las razones por las cuales el caudillo cusqueño presentó una abierta oposición al modelo Santacrucino. De hecho, Gamarra no se oponía a la unificación del Perú y Bolivia, postulaba la idea de que Bolivia debía desaparecer y pasar a ser parte integrante del Perú, con él a la cabeza.

La campaña de Gamarra contra la Confederación Perú- Boliviana fue justificada con un hábil discurso nacionalista de índole territorial: la negativa al desmembramiento del Perú en dos estados (El Nor- Peruano y el Sud –Peruano). Gamarra desde las banderas de la nacionalidad hábilmente congregó una importante oposición nacional e internacional a la Confederación y se situó como la personificación de la nacionalidad peruana. El fin de la Confederación se manejó como la consolidación de la unidad del Perú, expresada en la hegemonía política de Gamarra, gracias al Congreso y a la Constitución de Huancayo.

La constitución de Huancayo se caracterizó por su acentuado tinte nacionalista. Sobre el nacionalismo del Congreso de Huancayo, Basadre (1963: Tomo I: 445) sostiene que:

"Al lado del autoritarismo, tuvo la Constitución de 1839 como vigorosa característica, el nacionalismo.

La nación no podía hacer pactos que se opusieran a la independencia la unidad. La forma de gobierno era inalterable. La aprobación del Poder Legislativo debía seguir a los pactos que se celebraran con potencias extranjeras. El extranjero que adquiriera propiedades en la República iría equiparado, en cuanto sus obligaciones, a los ciudadanos peruanos. Para dar empleo a los extranjeros aparecía como un requisito necesario el acuerdo del Consejo de Estado. El acto de contraer matrimonio en el Perú implicaba la naturalización.

Para ese nacionalismo había razones comprensibles. Era el rescoldo de: cuatro años de guerras civiles e internacionales, en las que soldados de las naciones vecinas habían luchado en suelo peruano; y era el contraste vivo con el régimen que acababa de ser derribado, régimen sostenido no lo por las bayonetas bolivianas, sino también por el oro inglés.

No fue incompatible con el nacionalismo de Huancayo un amplio americanismo. En esa asamblea fue aprobada una ley para reunir a plenipotenciarios de todo el continente.

Puede afirmarse, en suma, que el único destello resueltamente liberal que se vislumbra en la Constitución de 1839 son el artículo que mantiene juicio por jurados y el que prohibe sólo el ejercicio público de cualquier otro culto que no fuera el católico. Las Constituciones anteriores habían prohibido dicho ejercicio en principio y al respecto se había discutido extensamente en la Constituyente del 27."

Conclusión

La sociedad peruana durante las primeras décadas posteriores a la independencia exhibía una condición de fragilidad estructural. Desde el punto de vista étnico cultural eran patentes las diferencias, patentizadas y hábilmente explotadas por el sistema colonial. Estas diferencias eran la base estructural de un sistema de dominación que no enfrentó la independencia. La nación era una ficción solo acariciada desde el púlpito del ideólogo liberal o conservador; pero carente de todo contenido concreto.

La sociedad peruana republicana era la heredera de la sociedad colonial. Fue la dominación española la que estructuró socialmente a lo que hemos de llamar Perú. Lo andino dejó de ser el único componente de nuestra identidad cultural. Los nuevos elementos que pasaron a ser parte de la sociedad peruana y que dieron lugar a lo peruano, tal como lo conocemos hoy, se entretejieron en una compleja de red de relaciones caracterizadas por la dominación y la explotación. Esas relaciones de dominación y explotación, aunque parezca paradójico constituyeron los vínculos fundamentales que nos permiten hablar de sociedad peruana; pero a la vez expresan la fragilidad de la misma.

Siendo la sociedad peruana esencialmente frágil, el problema de la viabilidad del Perú no podía resolverse a nivel de una identidad única y nacional que se expresara a nivel político en la conformación de un estado- nación. En éste sentido, la única garantía de la existencia del Perú como país debía ser la existencia de estructuras de poder que pudieran garantizar la continuidad política de los antiguos territorios que había pertenecido al virreynato del Perú; esto es, un sistema político que garantizara un Estado medianamente capaz de impedir la desmembración del Perú.

El estado peruano surgió de una independencia a la cual, en cierta medida, nos vimos arrastrados. Carente de recursos económicos mínimos fue completamente incapaz de cumplir mínimamente sus funcionas. El vacío de poder, dejado por el estado colonial fue llenado por el creciente poder de los nuevos terratenientes surgidos de las guerras de independencia. Estos nuevos terratenientes dejaron de ser simples poseedores de tierras y riqueza para convertirse en la personificación del Estado, feudalizándose de ésta manera el país.

La paralización de las actividades económicas, la desarticulación de la economía peruana y la dependencia creciente de nuestra economía frente a las necesidades del capital inglés impidieron la formación de una burguesía nacional capaz de elaborar un proyecto nacional peruano.

En este contexto dos fuerzas actuaron como una amenaza a la unidad del Perú: por un lado los crecientes conflictos internacionales orientados a la definición de fronteras internacionales; pero por otro lado, los crecientes regionalismos que amenazaban la unidad del país.

Frente a éstas condiciones estructurales, los caudillos militares van a construir un poder político capaz de darle, en la práctica, una continuidad al estado, oponiéndose a las fuerzas externas que buscaron arrebatarle al Perú grandes extensiones de territorio así como a las fuerzas internas que intentaron de manera recurrente desmembrar al País.

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Autor:

Daniel Iván Loayza Herrera

 

Partes: 1, 2
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