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Narrativa sobre el origen de la autocracia en la "Patria Vieja" del Paraguay (página 2)

Enviado por José Dardón


Partes: 1, 2, 3

La autarquía paraguaya

Después de la asamblea provisional del 25 de julio de 1811 —la independencia de facto del Paraguay—, la nación mediterránea revirtió su floreciente comercio intercontinental a una economía autárquica que rallaba en la mera subsistencia. Esta región situada tierra adentro, como un callejón sin salida al final del sistema fluvial del Plata, desde principios del siglo XIX fue un país constantemente acosado por los argentinos en su limites meridionales—de lo que ya se hizo mención anteriormente—, mientras que los luso-brasileños fundaban el amargo recuerdo de los agresivos bandeirantes de São Paulo, quienes devastaron durante buena parte del periodo colonial las tierras de los guaraníes —antepasados de los paraguayos actuales—. Muchos de estos se refugiaron en la parte oriental de la actual República de Paraguay. Este país desde siempre una criatura, tanto de la política exterior así como de su entorno inmediato. A lo largo del periodo que toca exponer, el Paraguay se puede retratar como una sociedad rudimentaria, polarizada entre los estamentos de la oligarquía gobernante y un campesinado dócil, sujeto al dominio de dictadores consecutivos quienes impusieron o prolongaron un aislamiento político y económico.

El primero de todos fue el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840), un abogado y filosofo asunceno, secretario de la junta provincial de 181146 —lo que lo convierte en prócer de la independencia paraguaya—fungió luego como cónsul de la nueva republica junto con teniente coronel Fulgencio Yegros y Ledesma (1780-1821), quien era aparentemente era el rostro representante del Paraguay frente a las Provincias Unidas, mientras que el astuto Francia asumía paulatinamente las funciones administrativas del gobierno. Esta división asimétrica del poder le permitió al Dr. Francia hacerse rápidamente del poder. Fue designado dictador por cinco años en el congreso nacional del 3 de octubre 1814 que luego lo designaría como Dictador Supremo Vitalicio en 1816 gobernando desde entonces de forma discrecional y sin oposición hasta su muerte veinticuatro años después.47 Sin necesidad de un congreso consultivo, sin rivales políticos y a falta de libertad de prensa que pudiera cuestionar sus procedimientos, el Dr. Francia se valió de un ejército personal guayan War (1985) Cambridge University Press, pages 666. (Traducción libre) quienes lo protegían, a la vez que contaba con un sistema de espionaje nacional que lo mantenía al tanto de lo que ocurriera en todo el territorio.

Su éxito se baso en la creencia generalizada de ser el único capaz de mantener la integridad territorial por lo que demando poderes absolutos.48 Investido de una potestad omnímoda, esta era el fruto de sus hábiles y carismáticos movimientos ejecutados en los días de la revolución de 1811, pues conociendo la indolencia y pasividad del pueblo llano, estrechamente relacionada con la de los antiguos pueblos misionales de los jesuitas, no podía temer que se formara la menor oposición a su régimen. Desconfiado de las doctrinas liberales que se percibían del exterior, decreto la completa interdicción a toda clase de relaciones entre la Republica y los demás países del mundo. No era permitido a nadie salir del Paraguay, y aquellos que lograban introducirse eran obligados a permanecer dentro49 tal y como Gervasio Artigas —máximo prócer de la nación uruguaya y la causa federalista— en su exilio paraguayo.

Durante su consulado, se acrecentó la lejanía impuesta por el entorno, mantuvo una posición de hermetismo diplomático y comercial a su país, debido a su creencia manifiesta de defensa permanente contra todo peligro que circunvalara sus dominios. Esta política fue la respuesta al puerto de Buenos Aires, herederos de iure del virreinato de la Plata, quien en su calidad de antigua capital se rehusó a reconocer la independencia paraguaya considerándola desde entonces como una provincia rebelde. Por eso se buscaron múltiples forma de estrangular el proyecto de autonomía económica por medio del bloqueo al tráfico fluvial, negándole así libre navegación de su desembocadura natural, el rio Paraná. Los caudillos de las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe, pusieron también trabas al comercio paraguayo, hostigando, confiscando y exigiendo tributo en cada una de las mismas.50

Dada la hostilidad porteña al gobierno francista, se impuso el estado de disociación económica con las regiones del Plata. Concentró las salidas y entradas del comercio aun existente en solamente dos puertos: El Pilar en la frontera argentina y el de Itapúa con Brasil. El comercio de exportación total de yerba mate, tabaco y maderas preciosas a cambio de armamento y otras manufacturas se desarrolló bajo una férrea supervisión y tasación por parte del estado. De esa forma, los paraguayos se vieron conducidos a la autarquía sometiéndose al monopolio oficial. En otras ramas de la económica, la producción algodonera y de granos básicos se sujetaba a cuotas de producción que tenían por objeto cubrir las necesidades del mercado interno frente a la escasez de materia prima del exterior.51

El estado controló, no solo las actividades agropecuarias de las estancias privadas, también hizo competencia desleal a los mismos por medio de la producción en grandes latifundios a su disposición. Antiguas tierras realengas y ejidos municipales, ex misiones jesuíticas, tierras confiscadas tanto a la iglesia como a los rivales políticos así como reclamaciones de colonos sobre el descampado. Estas tierras de propiedad pública se arrendaban a los granjeros y eran administradas directamente por capataces públicos, quienes con frecuencia hacían uso de mano de obra esclava. Algunas de las cincuenta <estancias de la patria> se convirtieron —dentro de los parámetros de la época— en eficientes unidades de producción que proveían de mercancías exportables, suministros para el ejército y alimentos para los pobres en tipos de necesidad. Sin embargo en ausencia de un gran estimulo externo, la economía operó por debajo de la línea del estancamiento, dando como resultado que la calidad de vida se mantuviera en niveles primitivos.52

La sociedad se conformo de una manera muy particular. La vieja aristocracia colonial asuncena fue exterminada por Rodríguez de Francia, así como los prósperos y emprendedores comerciantes peninsulares fueron llevados a la quiebra por las cargas tributarias, el asilamiento y la persecución política. Lo poco que quedo de los patricios criollos se refugió con la clase agricultora de los estancieros. La expropiación de las haciendas y la prohibición para integrarse al comercio de productos al exterior frustro el desarrollo de la agricultura comercial, privando al Paraguay de una dinámica agropecuaria comparable con lo que en el resto del litoral se desarrollaba. El <Dictador Supremo> —como se hacía llamar— tomaba las mas minuciosas precauciones para impedir toda reacción contra su autoridad. Cuando finalmente los estamentos de criollos y españoles intentaron ponerle freno en la conspiración de 1820, Rodríguez de Francia desató el primer episodio de terrorismo jacobino en suelo americano, encarcelando a mas de 200 personas, casi todos españoles, entre ellos al último gobernador español Bernardo Velasco, realizando ejecuciones sumarias con procedimientos propios de la revolución francesa.53

También se desterró a muchos disidentes a los fortines fronterizos y prisiones en el lejano norte o abandonarlos en el Chaco boreal, como fue el caso del ex cónsul Fulgencio Yegros. La destrucción de la antigua clase gobernante no implicó necesariamente un mejoramiento de los sectores populares. A efecto de lo mismo, el estado y sus escasos sirvientes tomaron las riendas de la élite tradicional, tanto agraria como comercial. Pensar en Gaspar Rodríguez de Francia como el líder de una revolución social —aun bajo sus propios argumentos— o como el salvador del campesinado nativo contra la aristocracia terrateniente es una falacia. La gran masa de población, principalmente los blandos y dóciles indígenas guaraníes, muchos de quienes se constituían en campesinos sin mayor organización que las de sus propias comunidades ancestrales, eran elementos apolíticos dentro del sociedad paraguaya, meros espectadores pasivos de la absolutismo francista. Este pueblo continuaba viviendo y trabajando de forma subordinada, no tan distinta a la manera en que los jesuitas los sometían dos generaciones atrás en el tiempo, puesto que los agentes de gobierno disponían de las labores dentro de las pocas misiones guaraníticas —como La Candelaria— que lograron subsistir dentro de territorio paraguayo.54

La esclavitud perduró durante todo el régimen de Francia, donde los <esclavos de la patria> quienes trabajaban en dicha estancias públicas, en obras para el estado, aunque la nueva ley de 1847 terminó con el comercio de esclavos decretando la libertad de vientres a los nacidos de esclavas después de 1842 que hubieran alcanzado los veinticinco años de edad (los llamados libertos). De acuerdo al censo de 1846, de una población de 238,862 personas habían 17,212 pardos (mestizos, mulatos y demás castas) de los cuales 7,893 eran esclavos y 523 era libertos.55 De acuerdo al historiador Richard Alan White (Ph.D., University of California): <[…] él deseaba desarrollar una sociedad que plasmara los principios del espíritu racionalista del "Contrato Social" de Jacques Rousseau>.56 <[…] también admiro fueron Maximilien de Robespierre y Napoleón Bonaparte.>, <Con el fin de crear una utopía personal, impuso un aislamiento despiadado sobre el Paraguay, vetando todo el comercio externo, ofreciendo a su vez proteccionismo a los artesanos nacionales. Se convirtió en el típico caudillo, que gobernó con represión y terror brutales.>57

Un comentario expresado por Antonio de la Cova (Ph.D., University of South Carolina) resumen en gran medida la percepción general sobre este complejo personaje: <Conforme paso el tiempo, el manifestó mayor agravamiento en sus actitudes, propias del despotismo y la arbitrariedad. Profundamente imbuido en los principios de la Revolución Francesa, fue un hombre de costumbres en extremo espartanas, antagonista de la pompa y circunstancia propias del clero. Rompió con la iglesia católica romana, abolió la institución inquisitorial, suprimió el Colegio de Teología, eliminó los diezmos e infringió incalculables ultrajes a los sacerdotes. Mantuvo a la aristocracia bajo total subordinación, desalentó el matrimonio, tanto bajo mandato como con su ejemplo personal, dejando amplia descendencia ilegitima. Por las extravagancias de sus últimos años, se ha planteado el alegado de demencia.>58 Sin familia ni amigos, desempeñaba las principales funciones de gobierno y <[…] nadie podía aproximársele, verle ni hablarle>. Todo indicaba que el manejo del gobierno, a través de su gabinete se hacía de forma epistolar, es decir, todas las órdenes, decisiones y decretos se hacían por correspondencia. Murió finalmente el 20 de septiembre, a los 74 años de edad, por un ataque de apoplejía, no dejando ni papeles ni correspondencia personal, pues siempre se negó a recibir la que venía del exterior.59

La "dinastía" de los López: Apertura al exterior (1840-1863)

Una monarquía <republicana>

La tradición de gobierno autocrático en Paraguay continuó con los sucesores del Doctor Rodríguez de Francia. El nuevo karai guazú del Paraguay fue Carlos Antonio López Insfrán (1792-1862), un abogado asunceno de origen humilde, quién al principio cogobernó también como cónsul hasta el 13 de marzo de 1844 cuando se le dan los mismos poderes que a su predecesor, rigiendo de forma dictatorial hasta el 10 de septiembre de 1862. En un principio López no tenía buena reputación entre los extranjeros —cosa distinta entre sus compatriotas—. Puesto que invirtió mucho de su tiempo como dictador, para promover y recompensar a su propia familia con posiciones clave dentro de la elite gobernante, reservando el premio mayor —la sucesión— a su primogénito. Los largos periodos de gobierno, decretados por las distintas asambleas legislativas, así como la marcada tendencia dinástica de estos gobernantes autocráticos hicieron del Paraguay una suerte de monarquía disfrazada.

No obstante este continuismo absolutista por parte del López Insfrán, quien era considerado como un déspota, resulto ser más un gobernante más benévolo que el jacobino Rodríguez de Francia. Con el poder absoluto en sus manos, también dispenso a los presos políticos poniéndolos en libertad, echo a andar un amplio programa de educación pública para la toda población, separo y organizó por el sistema judicial con respecto al poder ejecutivo y estableció la imprenta nacional. Si bien se beneficio prolijamente del control estadal sobre las tierras y la economía, dicha hegemonía pasó rápidamente a manos particulares, generalmente miembros de su familia o allegados al mismo.

Antonio López se apartó plenamente con respecto al sistema francista en dos modalidades fundamentales: terminó con el asilamiento autárquico del Paraguay e hizo introducir los rudimentos básicos de la civilización occidental decimonónica.

Ya desde la década del cuarenta, el presidente López autorizó el ingreso de comerciantes y técnicos extranjeros, así como algunos médicos. Después de 1852, con la caída del autoritario gobernador porteño Juan Manuel de Rosas y López (1793-1877), más la apertura de los ríos platenses, López principió a importar tecnológica a gran escala. El objetivo de estas adquisiciones era implementarlas en el Paraguay, junto con las destrezas y equipamiento necesarios que pudieran dotar a la floreciente nación de infraestructura vial, industrias, transporte y armamento. Por eso el presidente giró su mirada hacia Europa Occidental, particularmente a Gran Bretaña, a donde envió a su hijo, el brigadier Francisco Solano López Carrillo (1827-1870).

Este joven de veintiséis años iba a la cabeza de una misión que llevaba como objetivo la adquisición de equipo militar, naval y para reclutar asesores técnicos. La legación visitó Inglaterra, Francia y España durante el periodo 1853-1854. En Londres, contrató a A. Blythe & Co. de Limehouse, una firma local de ingeniería naval para adquirir suministros y personal. Dado el caudal monetario al que el bisoño ministro plenipotenciario tenía acceso, este le permitió convertir al gobierno paraguayo en uno de los mejores clientes de la casa naviera. Un buque de guerra a vapor fue encargado—bautizado como el Tacuarí—, adquiriéndose en consecuencia el equipo y armamento necesarios, contratando a su vez a los técnicos e ingenieros que tenían como objetivo entrenar a los aprendices paraguayos.

Un equipo completo de doscientos contratistas y técnicos británicos, algunos de los cuales incluían jóvenes talentos en ingeniería, como William K. Whytehead, como la mente maestra del primer programa de modernización en América del Sur. La maquinaria y los pertrechos británicos se usaron para construir en Asunción un astillero, junto con un nuevo muelle y su dársena —o dique seco—, con capacidad para soportar edificaciones donde reparar los barcos de vapor; que fue completado en 1860. Un arsenal con aforo suficiente para producir cañones y aparejos navales, se fundó en 1856. Importó una fundidora de hierro que los paraguayos instalaron en Ibicuy, y al mismo tiempo iniciaron el tendido del sistema telegráfico, instalación que se prolongó de los siguientes años. La vía del ferrocarril se inició en 1856 para enlazar la ciudad capital de Asunción con la ciudad de Villa Rica, y la marina mercante nacional se inauguró con barcos de vapor construidos en Paraguay. El gran proyecto de modernización fue un monumento a la determinación paraguaya, al ingenio británico y al esfuerzo guaraní. Aun así contenía algunos elementos singulares que algunos autores influidos por su particular visión del mundo han pasado por alto.

En primer lugar, el proceso no representó bajo ningún punto de vista un caudal continuo de inversión capitalista dentro de Paraguay. El gobierno compró y contrato —con fondos de la hacienda nacional— directamente en el extranjero, pagando grandes sumas de efectivo en equipamiento y jugosos salarios a todo el personal foráneo. En tales casos de autogestión, no se generó <dependencia externa>, pero al mismo tiempo careció de permanencia pues no tenían alta demanda del mercado interno. En segundo lugar, estas instalaciones eran, esencialmente, contratos de defensa más que instrumentos de modernización, bajo la estricta lógica económica de largo plazo. La creación de esta nueva infraestructura tuvo objetivos militares y jamás se concibió como punta de lanza para fomentar el progreso económico. En tercer lugar, la estructura y movilidad socioeconómica no cambió. En el estricto sentido de la palabra, el gobierno paraguayo importó a toda la clase media necesaria para cumplir con sus metas —ingenieros, arquitectos, médicos, maestros, comerciantes y técnicos artesanos.

A mediados de la década del sesenta decimonónico, los extranjeros tenían cerca de la mitad de todas las licencias de negocios en el país. Sin embargo, difícilmente dejaron huella alguna en la sociedad paraguaya. La modernización dependía de la seguridad geopolítica del Paraguay. López Insfrán deseaba establecer canales de comercio más amplios de los dejados por El Supremo, abriendo así Paraguay al mundo moderno. Liberalizó el comercio fluvial para todas las naciones, siempre y cuando Buenos Aires y los caudillos del litoral fueran persuadidos en consecuencia por los interesados. Los resultados variaron de acuerdo a los distintos casos.

Los límites fronterizos con la Confederación Argentina y el Imperio de Brasil aun no estaban circunscritos, perdurando como manzana de la discordia la no-definición de jurisdicciones fronterizas. Por otra parte, el presidente encontró dificultades en su avance contra Rosas, quien consideraba al Paraguay como una provincia argentina sin rumbo fijo, por lo que restringió el uso del rio como vía de comunicación. Los intentos de alianzas con la provincia argentina de Corrientes y los brasileños, más tuvieron poco éxito. Juan Manuel de Rosas en represalia, bloqueó definitivamente el curso del Plata, por lo que Antonio López respondió con una movilización general de su ejército en 1845. No obstante esta medida fue prematura., puesto que el Paraguay no contaba aun con potencial militar independiente, pudiendo actuar solamente como avanzada auxiliar de los brasileños. Esta experiencia humillante fue la que motivo a dictador paraguayo a actualizar el país.

La caída de Rosas fue un evento regional en el que Paraguay no tomó parte alguna, más allá de la alianza formal con el Imperio del Brasil, hecha con propósito a romper su aislamiento geográfico. La Confederación Argentina —bajo la administración del caudillo entrerriano Juan José de Urquiza y Ramón-García (1801-1870) — declaró la libre navegación de los ríos en 1853. Las potencias europeas y americanas establecieron tratados con López Insfrán entre 1852 y 1860, siendo abierto a plenitud el paso del rio a todo bajel forastero. El nuevo comercio trajo liberalización incondicional de la economía paraguaya. En el caso de algunas mercancías, atrajo de hecho competencia que daño la producción local —hasta aquel momento— protegida por el aislamiento.

En los tiempos de Rodríguez de Francia, el algodón se cultivo extensivamente para consumo en los hogares; pero después de 1852 las manufacturas extranjeras penetraron rio arriba, por lo que el pueblo ya no tuvo que pagar setenta centavos la yarda en concepto de textiles domésticos cuando podían adquirir los importados ingleses a diez centavos. Incluso maderas traídas de América del Norte —como era el caso del pino— se vendían en Corrientes en clara competencia con las maderas locales. Cuando el congreso paraguayo le otorgó al presidente López Insfrán el derecho a nombrar un sucesor provisorio, el 10 de septiembre de 1862 —dos días antes de morir—, nombró a su propio hijo mayor Solano López como único designado a la sucesión. El <caudillismo hereditario>, se constituyó como una variante del fenómeno latinoamericano, utilizó al Paraguay como laboratorio de la praxis política. Sin embargo, esta decisión <de último momento> no hubo nada espontáneo. Francisco Solano López Carrillo, se había criado como heredero no declarado; y dentro de los límites de sus magros y excéntricos talentos, fue educado para gobernar, y su completa formación fue diseñada para convertirlo en el líder militar dentro del nuevo Paraguay.

El segundo López continuo así con la tradicional política económica de intervención estatal, controlando gran parte del patrimonio estanciero con el monopolio de exportación de la yerba mate; en claro contraste con la política de liberalismo clásico prevaleciente en Buenos Aires, donde fue duramente atacado por medio de sórdidas burlas para sí y sus familiares por la prensa argentina. En respuesta a esto, fue un crítico fiero de Buenos Aires, en parte por autodefensa, en parte por sus raíces ideológicas. Mientras que López se preparaba para resistir el avance de los principios liberales y a la consiguiente supremacía económica argentina, también presenció la expansión del poderío imperial brasileño sobre las fronteras orientales y meridionales. La política exterior paraguaya hacia Brasil era su prueba de fuego como estadista. Con su actitud, daba a entender que gracias al benévolo <despotismo ilustrado> que aseguraba la paz y el orden en el Paraguay, a la vez que alcanzaba el progreso material y el poderío militar. Admiraba, no solo la tecnología británica, sino que también las ideas imperiales de Napoleón III, con quien estrecho lazos fraternales durante su visita a la corte imperial en París, que simbolizaban al Ancien Régime. Al regreso de su visita por Europa, venia con una grande y nueva visión para su país. Soñaba con un vasto imperio sudamericano, 61 gobernado desde Asunción —<Madre de las ciudades en el Plata>— y gobernado por el mismo.

Más para lograr este fin colaboró de cerca con su padre en la construcción de una máquina militar y su base industrial. Finalmente López Carrillo lo sucedió en el gobierno, estaba determinado a proyectar su nuevo ímpetu hacia el exterior, haciendo del Paraguay en el guardián del equilibrio político dentro de la región del Rio de la Plata. No obstante la realidad de su país distaba de lo mínimo para echar a andar su proyecto de vida. La hueste personal con la que contó Gaspar Rodríguez de Francia había tomado para sí una gran parte del presupuesto nacional, sin embargo su número no pasaba de 1,500 efectivos, acantonados dentro de las guarniciones asuncenas y quizás otros cuantos más en los fortines fronterizos. Solano López incrementó el tamaño del ejército regular a la asombrosa cifra de 28,000 tropas (para una nación de poco más de medio millón de personas), creando así un temible estado militarizado, si bien como una cruda parodia de lo que podría esperarse.

La estabilidad y el crecimiento económico del Paraguay durante el régimen lopista, —todo un hito en su historia económica de su nación— sin bien dio paso a la apertura internacional, debe dejarse en claro que sus principales beneficiados del mismo fueron individuos cercanos o pertenecientes al círculo social y familiar de López Carrillo. Cabe recordar que el presidente gobernaba por decreto, mientras que su Congreso Nacional ratificaba sus resoluciones. Por tanto derramó generoso favoritismo sobre sus hermanos y fieles partidarios. Dicha oligarquía asuncena contaba con un grupo opositor al régimen, muchos de los cuales venían combatiendo desde hacía décadas la dictadura, algunos incluso de los tiempos del Doctor Francia. Estos opositores eran conocidos como <la legión paraguaya.>

Establecimiento de relaciones internacionales

 

Desde la muerte del Supremo Doctor Francia, el nuevo gobierno paraguayo buscó expandir las relaciones internacionales tanto con las nuevas republicas americanas así como con los principales gobiernos europeos, con el ánimo de obligar a Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires, supremo caudillo de la Confederación Argentina entre 1829 y 1852 , a levantar el embargo comercial al que sometía las rutas fluviales del Plata. También se buscó el reconocimiento porteño de la independencia paraguaya. Estas expectativas se concretaron inesperadamente con la caída del rosismo y la consolidación del caudillo entrerriano Urquiza, quién el 3 de febrero de 1852 finalmente —a título personal— reconoce la independencia de la autonomía guaranítica. No obstante la falta de acuerdos políticos derivados del diferendo territorial —por parte del congreso nacional argentino— y la falta de certeza en la navegación en la cuenca platina, la situación de incertidumbre diplomática entre ambas naciones continuara prolongándose.

Por el lado de la situación brasileña la situación diplomática es todavía más delicada, puesto que el gobierno paraguayo mantiene su posición uti possidetis sobre los territorios originales de la intendencia del Paraguay, basada en los tratados históricos hispano-lusos, que durante la época colonial se suscribieron para el caso. Sin embargo el gobierno imperial brasileño no ratifica bajo ninguna circunstancia de retroactividad la documentación histórica, exigiendo en su lugar, la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay. Estas vías de comunicación fluvial son esenciales para lograr la comunicación con la extensa provincia del Mato Grosso. Las reuniones entre representantes de ambos países a lo largo de las décadas, no lograron arrojar resultados positivos, deteriorando paulatinamente las relaciones diplomáticas bilaterales.

En agosto de 1853, a causa de una fuerte discusión con el presidente paraguayo, el embajador brasileño Felipe José Pereira Leal (1801-1860) fue expulsado de Asunción, acto de desprecio rápidamente contestado por Rio de Janeiro el 10 de diciembre de 1854 al enviar una poderosa escuadra de veinte buques de guerra y 2000 soldados con el ánimo de buscar una satisfacción.62 Comandando esta expedición marchó el almirante Pedro Ferreira de Oliveira, quien dialogó con el presidente López Insfrán —a título personal— en un tono más conciliador y sutil del quien anteriormente representara a su país. Por eso los paraguayos, quienes ya temían que los tambores de guerra finalmente llegarían a su patria, pudieron exteriorizar de forma más tranparente su posición sobre los temas medulares de la relación bilateral, la delimitación de límites territoriales, la libre navegación de los ríos y los asuntos aduanales frente al comercio.

Durante estas pláticas se desempeño por primera vez como representante del gobierno paraguayo, el incipiente brigadier Solano López. La actitud diplomática del almirante brasileño prodigo a los paraguayos, le valió agrias críticas a de regreso a su país, tanto por parte la prensa carioca como de miembros del parlamento imperial e incluso del mismo soberano, dom Pedro II (1825-1891).63 Argumentaba que <el largo litigio era la herencia del coloniaje, de la ignorancia [tanto de brasileños como paraguayos] de la geografía americana, [descrita en el] vago y confuso Tratado de San Ildefonso (1777)>. Otro problema era la falta de voluntad política y certeza jurídica para hacer cumplir con los acuerdos de amistad y navegación, puesto que constantemente se hacía por parte del cónsul paraguayo la vista gorda sobre el último punto, pues la travesía de los distintos buques —sin importar la nacionalidad— debían finalmente atracar en todos los puertos paraguayos y pagar las tarifas por peaje impuestas.64

En el caso de las relaciones con la Argentina, luego de la derrota del Rosas en Caseros (1852), el nuevo presidente de la Confederación Argentina, Justo José de Urquiza, simpatizante del gobierno paraguayo (por su postura autonomista y conservadora) rápidamente se establecen relaciones diplomáticas entre ambas naciones. Consiguientemente el presidente López Insfrán suscriben con Urquiza el <Tratado de Navegación y Limites con el Paraguay> —15 de julio de 1852— reconociendo finalmente la independencia de este último, el cual queda definida la región del Chaco Boreal en poder de los paraguayos, mientras las misiones transparanænses quedaban integradas a la confederación, según lo acordado en el tratado Valera-Derquí.65 Después de este triunfo diplomático, sumando al reconocimiento previo de Brasil y Bolivia —1843—, junto a Uruguay y Chile —1844— el comercio de la cuenca del Plata se reanudó exitosamente, abriéndose la navegación a todo buque mercante desde la villa del Pilar hasta la ciudad de Asunción. El intercambio de productos y bienes del exterior (principalmente manufacturados) por la producción agrícola de yerba mate, tabaco y maderas preciosas (como el quebracho chaqueño) hizo resurgir el dinamismo comercial que en tiempos del aislamiento político impuesto por la dictadura francista como el bloqueo económico rosista habían casi desaparecido. Otros actores internacionales como los británicos, franceses y americanos rápidamente enviaron a sus respectivos representantes diplomáticos con el fin de aprovechar la apertura de un nuevo mercado en el cual poder intercambiar con los paraguayos.

En respuesta a estas visitas, fue enviado como ministro plenipotenciario en Europa, el ahora general Solano López para ratificar los acuerdos firmados en Asunción con cada uno de sus países. Con el comercio llegó al prosperidad económica y por tanto el progreso material en los puntos principales de la Republica. Las arcas del tesoro nacional de la época heredado de la época de Gaspar Rodríguez de Francia estaban llenas por lo que se pudo disponerse para el mejoramiento del ornato en las principales ciudades del país como mansiones, iglesias, casas de comercio y puertos fluviales. Se instaló la primera industria siderúrgica en Ybycuí y la paulatina transición de las instituciones consulares a las que eran más propias del republicanismo liberal, no obstante sin que cayeran en los cambios drásticos que han dado por los suelos otros proyectos nacionales en países vecinos, presas de la anarquía social y a la atomización política.66 Ante la prolongada discusión en el pleno del congreso argentino por la ratificación del tratado Varela-Derquí, el gobierno imperial —en forma un tanto ambivalente— se apresura a persuadir al gobierno de Antonio López —con claro ánimo de cizaña— de mantener la alianza defensiva frente a <los demás [países de América] que son pueblos sin fe, sin gobierno, sin carácter…>. En 1855, la asamblea legislativa de Argentina finalmente rechaza aduciendo <artículos perjudiciales en los derechos territoriales de la confederación>.67

Luego del reconocimiento parcial de Argentina, las potencias exteriores —antes enumera-das—establecen separadamente tratados bilaterales con los paraguayos. En respuesta recíproca, Solano López es nombrado por el presidente Antonio López como ministro plenipotenciario del Paraguay junto con otros altos dignatarios, con quienes partiría a la misión diplomacia paraguaya rumbo al viejo mundo. Parten el 12 de junio de 1853 para realizar la visita correspondientes a la reina Victoria de Gran Bretaña (1819-1901), al emperador Napoleón III de Francia (1808-1873) y al rey de Cerdeña, Víctor Manuel II (1820-1878) con el objeto de ratificar los anteriores acuerdos y establecer relaciones diplomáticas y comerciales.

Durante la travesía al Viejo Mundo, la delegación paraguaya invierte su tiempo —entre otras encomiendas— a recabar información sobre los astilleros ingleses, franceses, belgas y alemanes, con el objeto de contratar la fabricación de barcos de vapor. Por falta espacio en la agenda del sumo pontífice Pio IX, con el objeto de reanudar el concordato roto en época del Doctor Francia, la delegación emplea su tiempo en las cortes españolas de la reina Isabel II, con el ánimo de negociar los estatutos y obligaciones pendientes surgidas durante el periodo de independencia paraguaya frente a la Corona Española, logrando finalmente su cometido en noviembre de 1853.

En definitiva los objetivos del ministro López Carrillo se pudieron ratificar, afianzando así los lazos diplomáticos con las principales monarquías de Europa Occidental, a favor de la republica paraguaya y la contratación de cientos de profesionales y técnicos de distintas ramas del saber (literatos, músicos, maestros, ingenieros, arquitectos, matemáticos, así como médicos, químicos, farmacéuticos, y se formalizaron acuerdos para construcciones militares. Incluso dejó cimentados los objetivos para el proyecto migratorio hacia Paraguay trasladando al país cerca de mil labriegos franceses, sociedades alemanas, belgas e inglesas de migración que contribuyeran a la introducción en el país de técnicas y elementos avanzados en el ámbito rural paraguayo.68

Situación ante bellum en el Plata (1862-1864)

Semblanza de los primeros años del joven presidente.

Al morir el presidente Carlos Antonio López, a finales de 1862, encomendó por escrito a su hijo y sucesor Francisco Solano una serie de indicaciones importantes a seguir: <Hay muchas cuestiones pendientes de ventilarse, pero que no trate de resolverlas con la espada, sino con la pluma, principalmente con el Brasil.> Según palabras del cónsul brasileño, Amaro José dos Santos Barboza (s.f.). Este temor a los brasileños, venia de su actitud cada vez más belicosa desde 1848. Por eso en la correspondencia diplomática se previó incluso la posibilidad de aliarse con algunas de las provincias más hostiles a Buenos Aires, como Corrientes y Entre Ríos; con quienes esperaba concretar un nuevo equilibrio político en el Plata. Con este escenario ideal se podrían detener las aspiraciones expansionistas brasileñas y argentinas, así como preservar la libre navegación por toda la Cuenca del Plata, seriamente amenazada ya por la fortificación de la isla <Martin García> en pleno Mar de Plata.69

El día 15 de septiembre de 1862, el Congreso Nacional se reunió para ratificar formalmente la sucesión presidencial en manos del brigadier Solano López. Ya en el mando, López Carrillo continuó con las lentas pero firmes reformas institucionales iniciadas por su padre. Las obras publicas como el Palacio Nacional y el Teatro de la Opera se desarrollaban con firmeza para elevar el ornato asunceno. En el ramo agropecuario realizó un nuevo censo (1864), con el que se desarrollo una política de fomento más preciso que favoreciera a los agricultores.70 En el ramo institucional, el presidente tenía conocimiento previo de las aspiraciones políticas de los paraguayos por contar con una constitución política. Sin embargo —en sus palabras—, tenía poca confianza en el mecanismo, pues si bien <es atractivo en la forma, en el fondo práctico solo acarrea desgracias, enumerando los intentos conocidos por parte de sus vecinos.> En este mismo orden de ideas también —para desgracia suya y de su pueblo— rompió el aislamiento político tradicional paraguayo, con el ánimo de convertir al Paraguay en el nuevo arbitro de la política platina, lo que finalmente lo llevo a la debacle contra sus vecinos.71

López Carrillo y su política exterior

Cuando Solano López tomó las riendas del Paraguay, el plazo para renovar el tratado Berges-Paranhos (6/4/1862) expiró, con lo que el conflicto limítrofe caldeo de nuevo las aguas de la diplomacia. La penetración brasileña durante esos años en el territorio disputado entre los ríos Blanco e Ygurey (al norte) y los ríos Apá y Jejuí Guazú72 se intensificó en esta época, cuando el parlamento imperial pasó a manos del Partido Liberal, quienes de acuerdo a su ideología ardientemente positivista veían con recelo al país guaranítico gobernado por un régimen relativamente conservador, con el agravante de tener buenas relaciones diplomáticas tanto con sus homólogos blancos del Uruguay.

Por otra parte, los antiguos caudillos del federalismo autonómico argentino, quienes en el pasado manifestaron su admiración por el régimen dictatorial paraguayo —que desde su perspectiva significaba paz y orden—, tenía puestos sus ojos sobre el Paraguay como último reducto de autonomía y tradición conservadora contra el centralismo porteño y el inexorable avance del librecambismo. Dos modelos de pensamiento, por tanto, competían por la supremacía del Rio de la Plata, suponiendo un conflicto entre dos visiones contrapuestas del mundo: constitucionalismo contra autoritarismo, liberalismo reformista contra conservatismo tradicionalista, Mitre contra López. Y cada uno temía verse infectado por el otro.73

Cuando asume el mando de la presidencia, ya como Republica Argentina el nuevo régimen buscaba formar una nación bajo los principios del liberalismo positivista, el general Bartolomé Mitre Martínez (1821-1906),también le molesta la pretensión de López en inmiscuirse en los asuntos políticos del Uruguay, especial tenido como <talón de Aquiles> la continua actitud separatista tanto de entrerrianos como correntinos (entre los provincianos más agitados), opuestos al centralismo de la autoridad porteña, quienes para exacerbar los ánimos de los bonaerenses, utilizaban como puerto de salida al mundo exterior el puerto de Montevideo. En aquellos días, la República Oriental del Uruguay era gobernada por Bernardo Berro Larrañaga (1803-1868), político de tendencia conservadora (por parte del partido blanco) quien patrocinó durante su gestión la recuperación económica uruguaya tras la desastrosa <Guerra Grande (1839-1851)>. El gobierno de los blancos uruguayos fomentó la ganadería y el comercio derivado de la misma, que a su vez atrajo el ingreso de capital extranjero para la inversión.

La falta de ratificación territorial del Paraguay con sus vecinos argentinos, puso de nuevo el dedo en la llaga, ya que los territorios de las misiones transparanænses como los llanos chaqueños no contaban aun con fronteras definidas. Paraguay bajo el uti possidetis consideraba como suyas la tierras confinadas por los ríos Bermejo y Pilcomayo—mas el Chaco boreal—, mientras que Argentina reclamaba todo el Gran Chaco entre los ríos Verde y el Paraguay. Para esta época varios periódicos porteños iniciaban una campaña de difamación hacia la figura de López, calificándolo como <dictador salvaje y bárbaro>, predicando la guerra de liberación para el pueblo paraguayo. Cabe destacar que estas publicaciones eran afines al mitrismo y la oposición paraguaya en el exilio. La interpretación ideológica de los bandos políticos en pugna dentro del escenario platense se concentraba entre las facciones liberales (unitarios argentinos y colorados uruguayos) contra las conservadoras (federalistas argentinos junto con blancos uruguayos) cada uno aliándose con sus semejantes naturales.

Uno de los personajes del liberalismo uruguayo, era un añejo veterano de las luchas libertadoras en la Banda Oriental de mediados del siglo XIX. Este personaje para 1856 estaba al servicio del general Mitre en su lucha contra el general Urquiza, se levantó con pie de guerra contra el gobierno conservador del Partido Blanco. Su nombre era Venancio Flores Barrios (1808-1868), militante del Partido Colorado, que en connivencia con el gobierno de Buenos Aires, desembarcó el 19 de abril de 1863, cerca de la desembocadura del rio Negro, dando inicio al proceso que culminaría con la guerra más sangrienta de la América del Sur. A su vez, el presidente Berro, temiendo que la hegemonía brasileña —tanto política como económica— representada por los fazendeiros de la frontera con Rio Grande do Sul siguiera incrementándose. Los inmigrantes riograndenses emplean esclavos en lugar de emplear la mano de obra asalariada —como bien lo hacían los productores orientales— y contaban con granjerías mercantiles para la exportación, lo que facilitaba enormemente su comercio. Sin embargo, debido a estas presiones de los estancieros locales —según el tratado de 1851—, ya no renovó los acuerdos prescritos con Brasil impidiendo la libre circulación en los ríos Cebollate y Olimar.74

Cuando los efectos de la guerra civil uruguaya tocaron los intereses brasileños —en suelo oriental—, el caudillo rioplatense Antônio de Sousa Netto (1803-1866), cabildeo el terma virulentamente en Rio de Janeiro. Encuentra eco entre los liberales, la prensa y el parlamento para que ocurriera una eventual intervención que buscara satisfacer "tropelías sufridas por súbditos de SM". La respuesta fue una carta de satisfacción al gobierno uruguayo exigiendo respeto a la vida, propiedades y honores otorgados a súbditos brasileños, enviada por medio de una unidad militar que acampó en la frontera, mas el despliegue de una escuadra naval —al mando del almirante Joaquim Marques Lisboa, Marquês de Tamandaré — en aguas del Plata, alarmando a todas las naciones platenses.75

Mientras esto se daba, en Asunción se recibía al ministro plenipotenciario del Uruguay, Octavio Lapido (s.f) quien a petición del caudillo Urquiza, suplicaba al gobierno paraguayo el abandono de su política aislacionista, para así involucrarse más en los asuntos platinos, por temor a una posible restauración del viejo virreinato bajo el dominio porteño.

 

La Cruzada Libertadora de Venancio Flores e inicio del Ñorairõ Guazú— la guerra grande—

Sin llegar a ningún acuerdo que pusiera fin a las sangrientas trifulcas entre colorados y blancos, agregado al arbitraje parcializado de los brasileños a fines de agosto de 1864, el vapor e Salto> es atacada por un cañonero brasileño cerca de Concepción del Uruguay. El objetivo era dirigirse a la población de Mercedes, sitiada por las guerrillas de Venancio Flores. Una vez caída la villa oriental, en consecuencia, el gobierno blanco expulsa a João Alves Loureiro, barón de Javari (1812-1883), ministro plenipotenciario brasileño de Montevideo, por la intervención de facto en la guerra civil uruguaya; rompiendo de esta forma las relaciones diplomáticas. Los montevideanos llegaron furiosos a la plaza de la Independencia, quemando acuerdos y exaltados piden dar muerte a los brasileños.

Cuando el presidente paraguayo se entera del ultimátum entregado por el oficial imperial Jose Antônio Saraiva (1823 1895) al nuevo presidente del Uruguay, Atanasio Cruz Aguirre (1801-1875) exigiendo la satisfacción para proteger con sus fuerzas armadas a súbditos y propiedades brasileñas en Uruguay, envía el 30 de agosto de 1864, al ministro brasileño en Paraguay César Sálvan Viana da Lima, su formal protesta frente a la intervención imperial en la republica oriental, considerando <cualquier ocupación del territorio oriental, por motivos consignados en el ultimátum como atentatoria al equilibrio de los estados del Plata como garantía de seguridad, paz y prosperidad, librándose de responsabilidades por las consecuencias ulteriores.>

Las respuestas y replicas hicieron entrever que las acciones no serian interrumpidas por lo que el clamor de los partidarios paraguayos, en apoyo a sus hermanos uruguayos en la plaza de Asunción, llegaron finalmente a oídos del presidente López Carrillo quien finalmente se pronunció a favor de una intervención directa del Paraguay en el conflicto. Al asumir Tamandaré el papel de supremo árbitro en la guerra civil del Uruguay, en conocimiento pleno del inminente choque contra los paraguayos, ordenó a las tropas imperiales el 16 de octubre de 1864, cruzar la frontera oriental, hasta tomar la villa oriental de Guardia de Melo. La operación estuvo a cargo del general José Luís Mena Barreto (1817-1879) y cuatro días después se oficializa la alianza entre Brasil y la facción colorada de Flores, tras la toma de Salto (24-28/11/1863) poniendo sitio finalmente a Paysandú, el 3 de diciembre. Se inicia así la guerra guazú.

Primera etapa bélica: El ímpetu paraguayo (1864-1865)

Movilización de la maquinaria bélica paraguaya.

Con los hechos narrados anteriormente , las tropas paraguayas se desplegaron por todo el rincón suroccidental de Paraguay. En esta región —donde confluyen los ríos Paraguay y Paraná—, se encontraba el corazón el sistema defensivo del <Cuadrilátero>, en cuya cabeza se situó la principal fortaleza fluvial de la republica paraguaya, San Carlos de Humaitá. La guerra era un hecho inminente. Esperando el apoyo del entrerriano Urquiza, el gobierno paraguayo se ofrece como aliado por cualquier pronunciamiento entrerriano contra Buenos Aires, mediante del cónsul José Rufo Caminos (s.f.). En un principio hubo anuencia por parte del caudillo entrerriano, con el incondicional entusiasmo de los jinetes gauchos ante las noticias de la invasión brasileña.76

El 12 de noviembre de 1864, navegando en el vapor <Marquês de Olinda> rumbo a la provincia del Mato Grosso, el coronel Frederico Carneiro de Campos (1800-1867) como nuevo gobernador provincial, es capturado cerca de Concepción por el acorazado Tacuarí, después de ser recibido solemnemente por el presidente López en Asunción77 dos días antes. Ese mismo día se rompen relaciones diplomáticas y comerciales con el Imperio de Brasil. Aun en estado de guerra ambas naciones, no obstante, no tenían posibilidad de atacarse directamente, dada la incomunicación entre ambos territorios. Sus centros neurálgicos tenían de por medio vastas zonas despobladas de montes y selvas. La única vía de comunicación viable se desarrollaba en medio de las provincias mesopotámicas de la Republica Argentina: Corrientes y Misiones.78

En ese momento tanto Mitre como Urquiza eran asediados por sus más belicosos partidarios (Elizalde y el ministro de guerra, Juan Andrés Gelly y Obes (1815-1904), ambos partidarios del centralismo. En Brasil también las opiniones se encontraban fuertemente divididas entre los prosélitos de la guerra, —como el vicealmirante Tamandaré, la facción liberal de los fazendeiros riograndenses y el propio emperador—, y de quienes deseaban agotar la vía diplomática, como la cancillería de Itamaraty (el ministerio de relaciones exteriores) junto con los políticos cariocas, burócratas de raigambre conservadora.

A mediados de febrero de 1865, la pavorosa imagen que López tiene del gobierno mitrista y la conducta errática de Urquiza hablan por sí mismas. La violación que Mitre infringe sobre la neutralidad del río Paraguay, permitiendo uso de bases argentinas a la escuadra imperial en <Tres Bocas> más la campaña negra emprendida contra López y su familia por prensa porteña, exasperan al presidente paraguayo. La asamblea legislativa paraguaya, en sesión desde el día 5 de marzo de 1865, se pone al tanto de la situación internacional, nombrando de esa forma a López como <Mariscal de los Ejércitos Paraguayos>. Para mediados del mismo mes, con noticias del bloqueo brasileño en <Tres Bocas>, el día 18 de marzo de 1865 se declara formalmente la guerra a la Argentina, dos días después el telégrafo y el ferrocarril llegaban a sitios estratégicos de defensa nacional, Paraguarí y Humaitá.79 El joven coronel y secretario de la cancillería, Juan Crisóstomo Centurión (1840-1909), es testigo de la asamblea, recuerda en sus memorias ciertas reflexiones que hiciera al presidente López sobre sus decisiones diplomáticas: <Hace mal amigo, pues el Paraguay tal vez pueda hacerse con una nación, pero con dos, que necesariamente han de hacer causa común, me parece muy aventurado, es una imprudencia y el que mucho abarca poco aprieta.>80

Lo razonado en la declaratoria por la negación del paso por territorio argentino, se entendió por el lado paraguayo como: <el desconocimiento de los derechos paraguayos sobre Misiones y por proteger a la oposición paraguaya en Buenos Aires, que como traidores a la patria, brindan apoyo al imperio brasileño y a los arteros ataques de la prensa hace contra el Paraguay y su régimen>. Esta nota se publicó el 23 de marzo de 1865 en <El Semanario>, periódico oficial del gobierno. La nota se envió a la Argentina, llegando el día 8 de abril de 1865 por el puerto de Buenos Aires, aun cuando ya se sabía de la misma para el día 11 de abril, no se comentó nada por parte del gobierno de Bartolomé Mitre.81

Invasión al remoto Mato Grosso

La primera fase de la guerra contra Brasil por parte del ejército paraguayo fue la campaña jetivo hacerse de del Mato Grosso, que según los entendidos en estrategia militar tuvo como principal obla mayor cantidad de material bélico posible, dada la carencia de recursos disponibles en el país. La 1ª columna que comprendía la expedición al territorio brasileño de cinco vapores, tres goletas y 3,200 hombres que parten el 24 de diciembre de 1864. En Villa Concepción se divide entre dos regimientos. El coronel Vicente Barrios (1825-1868) —yerno del presidente—navegando hacia el norte atacando la fortaleza de Coímbra, Albuquerque y Corumbá, sobre el curso del Paraguay.

Junto a la flota paraguaya toman el barco brasileño Amahambay en su regreso a la Corumbá en auxilio de la población civil, su objetivo: la capital provincial de Cuiabá. Conquistando el litoral ribereño, los paraguayos se apoderan de armas, municiones y pólvora dejando una guarnición de 1,000 efectivos, regresando el resto a Asunción. La 2ª columna también marchó al Mato Grosso, al mando del coronel Francisco Isidoro Resquín (1823-1882), con 2,500 hombres; dirigiéndose al noroeste, rumbo a Coxim, alcanzando poblaciones abandonadas de Nioaqué y Miranda. La 3ª columna en invadir el territorio fue la del capitán Martin Urbieta (s.f) con 200 hombres haciendo incursiones en Chirigüelo hasta Punta Porá, conquistando Colonia Dourados para luego doblar hacia el norte enlazándose con la 2ª columna del coronel Resquín.

Como campaña militar fue expedita, fulminante, —desde la noche buena de 1864 hasta el año nuevo de 1865— y materialmente exitosa; pues se apoderaron de todo el equipo y pertrechos bélicos recién llegados de Río de Janeiro. No obstante por el tiempo perdido en un lejano teatro de operaciones no se lograron victorias estratégicas sobre el imperio brasileño, mas aun que la idea principal del mariscal López era llegar de inmediato a Montevideo, se encontraba bajo asedio de la flota imperial. Con la marcha hacia el sur, el punto era unirse con los oficiales del Partido Blanco y llevar juntos la guerra al Brasil.83

Paysandú, primera ciudad víctima de la guerra guazú

Para la segunda fase de la guerra, la campaña de Corrientes y Uruguay, el estado mayor paraguayo —que a la sazón encabezaba el mismo mariscal López— envió entonces a su ejército con dirección a Río Grande do Sul. Cruzando el territorio en litigio de Misiones, a la espera que Urquiza y sus milicias gauchescas finalmente se unieran a los paraguayos. Este invita nuevamente a los entrerrianos a unir filas, asegurando que la acción no es en contra de las provincias mesopotámicas ni contra el gobierno nacional argentino; a pesar de tener pleno conocimiento que el gobierno porteño solapa las acciones de las guerrillas coloradas, y la intervención brasileña en Uruguay. Urquiza siente la presión de la cuestión sanducera, pues sus comprovincianos esperan su pronunciamiento cuando llega el comandante Tamandaré con cinco barcos al puerto de Paysandú. Esta fue la primera vez que una ciudad platense recibía un bombardeo de tal magnitud, el cual destruyó casi totalmente su iglesia catedralicia. Entre 3,000 y 4,000 sitiadores colorados, argentinos y brasileños lucharon contra 1,200 defensores de los que solo 200 eran militares profesionales, el resto fueron civiles que se dedican a distintas actividades económicas, desde estancieros, pasando por comerciantes llegando hasta los humildes peones. Ciudadanos comunes defendiéndose contra 40 cañones ubicados en un sitio llamado «Las Tunas».

El 9 de diciembre de 1864, los sanduceros piden una tregua, solicitando la evacuación de las mujeres, con sus hijos y los ancianos, quedando atrás solo 15 féminas para defender la ciudad junto con sus maridos en labores de asistencia. Los refugiados se albergan en un islote argentino cercano, mientras Paysandú era aniquilada por los invasores. Según las memorias de Juana Valentín, una de las refugiadas, <aquí los campamentos se levantan sobre carpas con cuatro postes y mantas para proteger del sol a los angustiados y hambrientos expatriados, dados los días de calor austral. Carpas hechas con encerados ofrecidos por buques extranjeros con ramas, manteles, colchas y vestidos de arpillera. Mientras tanto la isla temblaba con los cañonazos como si se tratara de sacudidas del mar y el hierro>, Los entrerrianos, de manera particular, envían víveres a los refugiados sanduceros siendo esta obra de benevolencia el origen del su nombre: <la Isla de la Caridad>. Pero mientras Paysandú hace el último esfuerzo por resistir, el general Urquiza se reúne con el jefe de caballería, Manuel Luís Osorio (1808-1879), con quién cierra la venta de 30,000 cabezas de ganado equino de su propiedad para el ejército imperial.

En las memorias de coronel Leandro Gómez (1811-1865), jefe militar de la defensa y fechadas el 31 de diciembre de 1864, narra lo siguiente: < […] adentro de la ciudad abundaban los muertos y no había espacio donde poder enterrarlos, no había ni tiempo ni lugar […] >. Éste, junto con su plana mayor, pidió tregua la noche de año nuevo y al día siguiente, entrando los soldados brasileños demandando su rendición. El 2 de enero de 1865 la ciudad cae y los cuerpos de los muertos fueron arrojados por las fuerzas de ocupación a una fosa común.

La invasión paraguaya a Corrientes

Ante la noticia de la caída de Paysandú (2/01/1865) y el fusilamiento de las milicias defensoras por órdenes del caudillo Flores, las poblaciones del Plata finalmente arden de cólera. Paysandú era la segunda ciudad más importante de la Banda Oriental, y centro de la región vinculada culturalmente a Paraguay, Entre Ríos, Misiones, Uruguay y Santa Fe. Todo lo que ocurría en la población uruguaya repercutía irremediablemente en la región. Su afluente (el rio Uruguay) era más importante que el Paraná, debido a que su recorrido era prolongado y remoto, llegando a durar los recorridos en barco velero por varios meces. El río funcionaba como vía principal para unas 150,000 personas. Los pobladores de esta región se desplazan libremente a ambos lados de río, (Paysandú en Uruguay y Colón en Entre Ríos) debido que en finales de 1864 las fronteras nacionales era prácticamente inexistentes.84

Al enterarse de la movilización paraguaya, Urquiza aseguró que no condenar su entrada en Misiones como casus belli contra la Argentina, pero recomienda a López solicitar permiso de transito a Mitre; en caso que este último se negara Urquiza <se comprometía a ponerse de parte del Paraguay>. En los despachos de cartas entre las cancillerías de Jose Berges (paraguayo, 1820-1868) y Rufino Jacinto de Elizalde (argentino, 1822-1887) se requiere al gobierno de Mitre paso libre para alcanzar sobre las tropas imperiales en Uruguay. El presidente argentino se niega ante la necesaria disponibilidad de permitir a su vez al Brasil el tránsito por la susodicha provincia, convirtiéndola así, en potencial campo de batalla. Lo irónico de este argumento es que la flota brasileña utilizaba —ya de hecho— el territorio argentino a para apoyar al bando colorado en el Uruguay.

Cuando termina el período de Aguirre como presidente de la republica oriental, asume el mando el presidente del senado, Tomas Villalba (1805-1886) quien inicia negociaciones con Flores. El caudillo colorado es intimado por Tamandaré a mantener, en caso de necesidad, la alianza militar contra Paraguay, en calidad de protegido tanto de Mitre como de Su Majestad. Llegado a un acuerdo final, se firma el protocolo del 20 de febrero de 1865 —en la villa de la Unión—, permitiendo la entrada triunfal a Montevideo de los colorados y la consiguiente entrega del poder ejecutivo a Flores, precipita la caída del partito nacional del Uruguay. Desde este momento, el gobierno paraguayo queda políticamente queda aislado.

El día 14 de abril de 1865 López ordena el ataque y ocupación de la ciudad de Corrientes situada a 80 km de Humaitá, en territorio argentino, con una escuadra de cinco buques al mando del capitán Pedro Ignacio Meza (1813-1865) que bajan por el río Paraná. Días antes cuando el gobernador correntino Manuel Ignacio Lagraña (1821-1882), había sido informado sobre estos movimientos de tropas, solicita refuerzos a Buenos Aires, pero Mitre hace caso omiso y no acusa recibo sobre la declaración de guerra del Paraguay. Cuando los paraguayos finalmente llegan, la escuadra fondea en el puerto apoderándose de dos buques argentinos que se encontraban en reparación: el <25 de mayo> y el <Gualeguay>.

Estos buques son antiguos pero aun así están equipados para la guerra. Con una fuerza de 3,000 soldados de infantería más 800 de caballería a las órdenes del general Wenceslao Robles (c.1808 1866). La defensa de la ciudad era de solo 120 efectivos, entre soldados de infantería, marinos y voluntarios mitristas, luchan inútilmente contra los invasores guaraníes, quienes ocupan la plaza sin problemas. El sector afín a los antiguos federalistas simpatizaba con la expedición paraguaya, pues reciben al contingente paraguayo en la casa del gobernador con la bandera paraguaya izada en la astabandera. Una junta provincial eventualmente haría una declaración de alianza con el Paraguay, declarando al gobierno de Mitre como <traidor a la patria> al apoyar a los brasileños en su invasión a Uruguay.85

En consecuencia, el gobierno provincial huye a San Roque, población del sureste correntino. Enterados de la invasión paraguaya, el gobierno de Mitre exalta con arengas nacionalistas los ánimos de los porteños, solicitando a todos los argentinos presentarse a los cuarteles en veinticuatro horas, prometiendo llevar a los ejércitos nacionales hasta Corrientes en quince días y a Asunción en tres meses. Partían sin saber que la capital paraguaya caería hasta tras una lucha sangrienta. Entretanto, los paraguayos terminaban el desembarco de 25,000 efectivos más la artillería que iba al mando del general José María Bruguez (1827-1868). El general Robles y el secretario de la cancillería paraguaya, el coronel Centurión, se reúnen con la asamblea de vecinos partidarios de la causa paraguaya, para organizar un triunvirato que gobernara la provincia. A finales de abril, el ejército paraguayo proyecto su marcha paralela al litoral paranaense.

Mientras tanto, se le comunica al general argentino Wenceslao Paunero (1805-1871), que en Corrientes solo hay una pequeña guarnición de soldados paraguayos, por lo que debía avanzar sobre ellos con ocho acorazados imperiales y dos vapores de guerra argentinos, con una fuerza militar de 725 hombres. Es entonces que el 25 de mayo de 1865 inicia el sitio a Corrientes por los aliados. Para demostrar la simpatía entre las fuerzas aliadas, los navíos brasileños izan la bandera federal mientras los buques argentinos el blasón imperial. Tras la batalla mueren casi quinientos efectivos de ambos lados, más de la mitad del lado paraguayo —con 400 bajas— y el resto de los hombres del lado aliado—62 muertos—, dejando decenas de heridos.

Los paraguayos son ese día derrotados y expulsados de la ciudad, retirándose a la población de Empedrado, siempre en territorio ocupado para reorganizar sus fuerzas. No obstante la ocupación de la plaza, los aliados se ven forzados a retirarse debido a la dificultad de defender la plaza, ante el contraataque guaraní que se esperaba desde <Paso de Patria>, en la costa paraguaya. Sin apoyo de la retaguardia aliada, Paunero no cuenta con suficiente tropa para hacer frente a la eventual embestida, por lo que sin previo aviso a las autoridades locales en la madrugada del 27 de mayo, se retiran los vencedores después de un macabro episodio de ahogamiento de muchos efectivos en el reembarque. Para este momento el río Paraná se encuentra subyugado por la flota imperial brasileña, la mejor equipada y más poderosa fuerza naval de América del Sur.

El nefasta invasión a Río Grande do Sul

El primer regimiento en salir de la ciudad de Corrientes fue el general Robles, al mando de 8,000 soldados, dispone continuar la expedición camino hacia el sur por la ribera del Paraná, dejando tras de sí la guarnición de Corrientes reducida a 1,500 hombres. La historiografía paraguaya lo recuerda, como un viejo oficial intransigente e insubordinado, que no respondió a la orden de replegarse cuando se le necesito de regreso en Corrientes. Su error fatal —que finalmente le costó el mando— fue agraviar al presidente López cuando rechazó una condecoración al merito entregada por el teniente coronel Paulino Alén (1833-1868), por atreverse a levantar una protesta por lo inadecuado de la logística que abastecía a sus tropas en la villa de Goya, por lo que continúa la ruta hacia Río Grande do Sul.

Entre tanto, el teniente-coronel Antonio de la Cruz Estigarribia (s.f.¿1865?) con un contingente de 15,000 tropas, cruza el alto Paraná, por la villa de Encarnación cortando el territorio de Misiones en dos hasta llegar al litoral del Uruguay y proseguir la ruta hacia territorio riograndense. Se ha especulado sobre razón de dividir el grueso de la <división sud> en dos, ya que acuerdo al rumbo que tomaron ambos regimientos se ha interpretado como que el mariscal López esperaba realizar algún tipo de estrategia relámpago. La consecuencia lógica de una estrategia semejante obligaba a Robles —en el mejor de los casos—, a llegar al estuario del Rio de la Plata, mientras que Estigarribia —en la ruta oriental— obtuviera el control del curso inferior del Uruguay.86 Tras una refriega entre las canoas cañoneras paraguayas y una flota menor brasileña en el Uruguay, cerca del arroyo Pindahymirím el 31 de julio de 1865, la división expedicionaria paraguaya logra tomar la villa de San Thomé y demás poblaciones clave del Uruguay. Pero en este momento, yendo en contra de órdenes de López, el teniente coronel Estigarribia comete un grave error: dividir sus fuerzas.

Al atravesar el Uruguay con el grueso de ejercito sur —12,000 soldados—continua el avance ya en suelo brasileño hacia el sur riograndense, ocupan la antigua misión de Sâo Borja el 13 de junio de 1865.87 Ocupa Itaquí la semana siguiente, para seguirse camino hasta la ciudad de Uruguaiana. El remanente de la división queda al mando el capitán Pedro Duarte (1829-1903) quien —con 3,000 solados a su cargo— fue comisionado para seguir en el margen argentino hasta la ciudad de Restauración cerca de <Paso de Libres>, sobre la costa opuesta a Uruguayana.88 En el lado correntino, los paraguayos se instalan en los llanos adyacentes a Restauración, sin embargo la población civil evacua rápidamente la zona. En este lugar, según narraban las noticias llegadas a Buenos Aires, los almacenes que eran confiscados, se les dejaba un comprobante como obligación de pago por parte del gobierno paraguayo para ser redimible al término de la guerra. En cambio en el sector brasileño, el veterano general David Canabarro (1796-1867) aun contando 7,000 hombres, evacuó Uruguayana con todo y sus tropas, dejando la plaza a merced de los paraguayos. La ciudad brasileña es ocupada finalmente el 5 de agosto, encontrándola abandonada, siendo entonces entregada, como otras poblaciones, al pillaje.

Entre tanto, en la villa de Concordia, población de Entre Ríos, se convierte en el punto de reunión de los ejércitos de la Tríadica. Era un campamento sumamente heterogéneo de la diversidad étnica, lingüística y cultural de sus componentes. Los brasileños después de resolver con el gobierno argentino problemas de jurisdicción territorial debido a la logística de abastos, logran finalmente ingresar a suelo argentino sin necesidad de tratar con agentes de la hacienda nacional. En esta guerra la condición social y económica de la militancia argentina se pone en evidencia: hijos de ricas familias porteñas y provincianas se suman a los reclutas voluntarios de las áreas rurales más humildes. Todos ven la campaña del Paraguay como una mera correría. Incluso los vástagos de la élite liberal se presentan como <Dominguito> Sarmientos, Carlos Pelegrín, Leandro Mealeny y Francisco Paz, este último hijo del vicepresidente de la nación argentina.89

Dada la aparente indolencia de los riograndenses en defender el blasón imperial, don Pedro II dispone viajar hasta la cuenca del Plata junto con el comando imperial, dada la falta de unidad política y estratégica mostrada por el ejército imperial. A razón del déficit en los reclutamientos voluntarios, la Guardia Nacional brasileña contaba con pocos efectivos veteranos, en comparación al ejército dirigido por el presidente López. Es por eso que se inicia el reclutamiento de voluntarios ofreciendo toda clase de granjerías, mejores sueldos y tierras de coloniaje, para los mestizos pobres y a la amplia mayoría de esclavos negros, su libertad inmediata. Casi todos estos hombres provenían del lejano noreste brasileño, la región más desheredada del imperio. Junto al emperador, llegan su cuñado francés, Gastão de Orléans, conde d'Eu (1842-1922), y el oficial de mayor rango y experiencia en el imperio, Luís Alves de Lima e Silva, el duque de Caxias (1803-1880). El marquês de Tamandaré (1807-1897), almirante de la flota imperial, los esperaba en Concordia.

Desde ahí, se dirigen 8,000 soldados y varias baterías de artillería al mando del brigadier Flores y el general Paunero, estableciéndose a pocos kilómetros del campamento paraguayo —en el lado correntino—, como el ejercito de vanguardia. La primera gran batalla entre los paraguayos y la triple alianza se libró el 17 de agosto de 1865 en el arroyo de Yatay, mientras que el capitán Duarte contaba con poco mas de 3,000 hombres ligeramente armados, los aliados logran juntar más de 10,000 efectivos, más de la mitad son argentinos, el resto se diluye entre brasileños y uruguayos. Los gauchos que llegaron imploraron a sus hermanos paraguayos no presentarse al combate dada la asimetría táctica de fuerzas que entrarían en pugna, sin embargo, los guaraníes declinaron la propuesta, dado que igualaban rendición con deserción. Las piezas de artillería quedaron en poder del comandante Estigarribia, quien no prestó ninguna clase de apoyo a la columna de Duarte.90

Ese día cayó la mitad del regimiento paraguayo, la otra mitad fueron hechos prisioneros quienes fueron inmediatamente reclutados para engrosar la <legión paraguaya> —unidad creada por los exiliados paraguayos opuestos a los López— que servía dentro de la división uruguaya, con excepción de los militantes exiliados del partido blanco, varios federalistas argentinos y paraguayos que se rehusaron a luchar contra su país, fueron degollados y acribillados por órdenes de Flores, disposición que fue duramente reprochada por Mitre.91 Murieron a manos del déspota charrúa más de 800 prisioneros, según las memorias tanto de Crisóstomo Centurión como de <Dominguito> Sarmientos. Dos días después de la masacre, Estigarribia intenta evacuar la plaza ocupada, y el 20 de agosto empiezan las rogativas de los aliados para deponer las armas. El comandante paraguayo logra aguantar casi un mes con pocas provisiones y la dramática situación sanitaria que cada día empeoraba para sus tropas.92 El día 18 de septiembre de 1865, ya con plena convicción sobre el asalto a la ciudad de Uruguaiana, los aliados llegaron a juntar más de 17,000 efectivos y más de 50 cañones, cuando el teniente coronel Estiguarribia entrega su sable sin disparar un solo tiro en defensa propia, mientras que los paraguayos, harapientos, enfermos y con hambre, finalmente se rinden.

Durante el siguiente día muchos de ellos correrán la misma suerte de sus hermanos en Yatay. Según fuentes oficiales argentinas, a pocas horas de la rendición, la caballería riograndense —con más puro espíritu de los bandeirantes de antaño— se apoderó brutalmente de cientos de prisioneros paraguayos, en especial los más jóvenes y de apariencia indígena. Todos los sometidos por oficiales brasileños fueron conducidos a Rio de Janeiro con el objeto de ser vendidos luego como esclavos en las fazendas.93 Muchos otros, corrieron mejor suerte, puesto que fueron enviados en la dirección opuesta —al lado rioplatense u oriental—, para perderse entre la peonada de las inmensas estancias argentinas. El comandante Estigarribia logró un mejor trato para sí mismo, terminó sus días viviendo en Rio de Janeiro, jamás regresó al Paraguay.

El tormento sufrido por los soldados y oficiales paraguayos fue resultado directo de la poca coordinación entre la <división sud> y el mando directo del mariscal. López con su puesto de comando en Asunción pretendió manejar todas las operaciones militares ubicadas a más de 600 km, sumado a la imprudencia e infamia de sus comandantes (Robles y Estigarribia). Desde entonces, se trasladó con todo su estado mayor y demás reservas hacia <el Cuadrilátero> de Humaitá.94 Otros con más suerte terminan sus días como sirvientes o peones en las estancias argentinas, como fue el caso del mayor Pedro Duarte. Los sobrevivientes paraguayos rápidamente se incorporan a las fuerzas orientales, que son de menor tamaño debido a que sus soldados fueron diezmados en Yatay. De esta forma se esfuma en poco más de cinco meses el grueso del ejército paraguayo.

Tercera etapa bélica: La contraofensiva aliada (1865-1866)

El discutido pacto acuerdo de caballeros diplomáticos.

Sabido de la movilización de tropas paraguayas en el noroeste argentino, el 1 de mayo de 1865 —con previa autorización del presidente Bartolomé Mitre—, el canciller Elizalde junto con representantes de Brasil y Uruguay, firman bajo suma discreción diplomática el <Tratado de la Triple Alianza>. El contenido del mismo es comunicando al congreso de la nación argentina, así como la declaración de guerra paraguaya. Esta se mostró cual si hubiera llegado el día 3 de mayo, —a sabiendas que la misma fue enviada por el gobierno paraguayo treinta y cinco días antes. Por tanto, la República Argentina le declaró la guerra a la República del Paraguay el día 5 de mayo de 1865. Esta táctica tuvo por objetivo convencer a la opinión pública que el territorio nacional había sido invadido unilateralmente, apresando igualmente sus buques sin manifestación previa de hostilidades.95 Desde entonces los paraguayos fueron vistos como los agresores, mientras en la correspondencia que Elizalde envió al Mitre se hace el balance que < […] unos cascos viejos perdidos contra las reparaciones territoriales posteriores no eran mal negocio>.96

Para el efecto, llegaron a Buenos Aires los ministros plenipotenciarios de Uruguay, Carlos de Castro (1835-1911), el brasileño Octaviano de Almeida-Rosas (1825-1889), siendo recibidos por el canciller argentino. En dicho pacto se unirían defensiva y ofensivamente contra el gobierno paraguayo, haciendo uso de todos los medios posibles (tierra y agua). Se designaba desde entonces como comandante supremo de las fuerzas aliadas al presidente de la República Argentina, brigadier Bartolomé Mitre, donde una de las divisiones formadas por elementos de los tres ejércitos seria dirigida por el brigadier Venancio Flores, jefe del gobierno provisorio de la república oriental del Uruguay. Toda la flota de guerra aliada seria capitaneada por el marqués de Tamandaré, comandante en jefe de la flota imperial del Brasil. La logística para el abasto de las tropas dependía de cada uno de sus jefes inmediatos, pero la toma de decisiones estratégica se haría en conjunto y nunca de forma separada, hasta derrocar por completo al gobierno paraguayo. Se rechazaría todo intento de tregua, armisticio, convención ni acuerdo de paz alguno, a no ser que estuviera en perfecto arreglo entre las partes interesadas de la alianza. Bajo el argumento que la guerra sería contra el régimen mariscal Solano López (al que se considera como tirano) los ciudadanos paraguayos no correrían peligro. Los aliados se comprometían a formar la legión paraguaya, con quienes desearan enlistarse, proveyéndoles de lo necesario, bajo las condiciones pactadas en el tratado. El punto 8º y 9º aseguraban —al principio— la buena voluntad de los aliados para respetar la integridad y soberanía territorial paraguaya, hablando en términos generales.

Sin embargo a partir del punto 10º hasta el final (18º) se adjuntó un protocolo, cuyas cláusulas entraron en conflicto con los primeros nueve puntos, puesto que se imponían condiciones muy severas para el reajuste de los límites territoriales y la esperada compensación económica por daños y perjuicios incurridos por la nación paraguaya durante la guerra. Se autoriza la demolición e incautación de todas las fortificaciones, equipo y armamentos, prohibiendo su reconstrucción —en especial la de Humaitá— y dividiendo los trofeos y el botín de guerra entre los aliados, de acuerdo a partes iguales.97 También los aliados, se adjudican a título personal el motivo por el cual todas las partes entraron en conflicto, la libre navegación en la cuenca platense bajo cualquier motivo, cuando la misma fuera siempre prioridad de todos los estados dependientes del Río de la Plata. Por motivos de estrategia política, los signatarios mantendrían en secreto dicho acuerdo tripartito hasta alcanzar su objetivo principal: el derrocamiento del mariscal Solano López.98

Se entiende que en aquel entonces los paraguayos veían la posibilidad de semejante alianza, aunque si conocer del doble juego que aparentemente realizaba el caudillo entrerriano. Confiado ciegamente en este hipotético comodín, López lo exhortaba continuamente para poder juntar a las demas provincias mesopotámicas de Santa Fe y Corrientes, junto a Paraguay haciendo frente común contra la agresión brasileña y porteña. Pero en lugar de esto Urquiza —como proveedor de ganado equino— se benefició de la contienda, a la vez que prometió a Mitre una división de jinetes gauchos para socorrer a los correntinos, jactándose —a titulo de los entrerrianos— que darían la batalla decisiva que lograra terminar con la invasión paraguaya.99

El impacto de la ocupación militar paraguaya.

Lo habitual en la historiografía oficial de los estados-nación, es cumplir con el objeto tácito de exaltar los sentimientos del los distintos estratos que componen sus sociedades. Estos fines se basan en hechos que mejor concurran a los intereses políticos de la elite gobernante; más aun, cuando en algún punto de su pasado se vieron involucraras —dichas naciones— en conflictos armados. Cuando se han ocultando incidentes deshonrosos que puedan poner en duda la legitimidad de las gestas emprendías por quienes los antecedieron en el ejercicio del poder, el ejercicio de la honestidad intelectual en el político se vuelve algo irrelevante. Este caso no es ajeno a la interpretación histórica de los países aquí retratados; donde la versión patriótica de Paraguay, así como la neomarxista argentina y uruguaya, no solo han exaltado las supuestas virtudes sociales y económicas del periodo histórico llamado <la Patria Vieja del Paraguay>, sino que se desestiman al mismo tiempo hechos oscuros de su propio pasado.

Partes: 1, 2, 3
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