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La cultura cubana en la revolución (1971-1980) (página 3)

Enviado por Ramón Guerra Díaz


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Embajadores de la cultura popular el Conjunto Folklórico Nacional se convierte en la cara de la Cuba marginada y ahora triunfante con la voz increíble de Lázaro Ros, sin la cual no se conciben los cantos negros de nuestra nación, los tambores ancestrales que fueron luego colocándose en el pentagrama musical de la isla y de la latinidad americana; sus bailarines y bailarinas, Zenaida Armentero y Nieves Fresneda, por mencionar solo dos, sentidoras de aquella energía que le llegaba desde muy lejos y desde muy hondo y el paciente trabajo de Argelier León, Fernando Ortiz, Rogelio Martínez Furé, Lidia Cabrera y cada practicante que defendió esta cultura, cuya punta del iceberg fue el Conjunto, pero que era mucho más que espectáculo, algo que estaba por entenderse en estos difíciles y contradictorios años.

El Conjunto Folklórico Nacional de Cuba ha ofrecido funciones a lo largo y ancho de nuestro país y en más de 60 giras internacionales por países de Europa, América, Asia y África donde los públicos más disímiles han ovacionado a colectivo danzario. Los más prestigiosos escenarios del mundo desde París a Moscú o desde Lima a Tokio, desde Angola a New York, han vibrado con los encendidos ritmos de los tambores y los cantos y danzas tradicionales creados por el pueblo cubano.

Del movimiento de artistas aficionados sobresalen un buen grupo de conjuntos y agrupaciones danzarias fundamentalmente de bailes afro-cubano, afro-caribeños y de tradiciones campesinas. De ellos sobresalen grupos como, el Conjunto Folklórico de la Universidad de La Habana, el Conjunto XX Aniversario de Ciego de Ávila, el Conjunto Folklórico de Trinidad, la Tumba Francesa Carabalí Izuama, de Santiago de Cuba y el Grupo Folklórico de Nueva Gerona con sus bailes caimaneros, entre los muchos que daban impulso al estudio y conservación de las tradiciones populares en la danza.

La música popular en crisis

Hablar de música popular en Cuba es referirse al más representativo de los modos de la música y la cultura de la isla, por su arraigo en la población, la variedad de sus géneros y sus aportes al acervo melódico universal. Este período del decenio de los 70s muestra en el panorama de la música popular un estancamiento, dado por el aislamiento generalizado que la confrontación con los Estados Unidos y la digna actitud de los cubanos frente a las agresiones de todo tipo que tuvo que padecer el país.

Al triunfo de la Revolución la música popular cubana era ya reconocida en los grandes centros culturales del mundo, con una gran difusión propiciada por las grandes compañías del disco, casi todas norteamericanas, que tenía en ella un rico filón económico.

Las disqueras extranjeras cortaron el vínculo para la difusión de la música que se seguía haciendo en la isla y por los artistas y agrupaciones que permanecieron en la isla. Junto a esto en los primeros años de la Revolución la producción disquera nacional se deprimió mucho y el mercado interno igualmente y para completar estos factores de estancamiento de la música popular, el mercado tradicional de esta música, fuera de Cuba, América Latina, el Caribe y los Estados Unidos, quedó vedado por las medidas de bloqueo comercial y cultural que se le impusieron a la isla por parte de los gobernantes de los Estados Unidos.

En lo interno fueron desapareciendo poco a poco las áreas bailables, que siempre permitieron confrontar al músico y su obra con el bailador, lo que trajo por resultado la pérdida de la tradición, motivado por el prejuicio de que los bailes populares eran lugares de reunión de elementos marginales y que por lo general se generaban desordenes públicos.

Junto a esto se eternizaron las plantillas de las orquestas y conjuntos establecidos, dejando poco margen para la entrada de elementos nuevos y renovadores en la música popular. A nombre de la "tradición" muchos músicos y agrupaciones bailables siguieron tocando prácticamente lo mismo, convirtiendo esa música en "música de viejos", en tanto se cerraban los ojos y se negaba lo que hacía de nuevo en estos géneros nuestros por otras latitudes.

A finales de los 60s entra en el escenario sonoro cubano la avalancha de música pop y beat, que trae por resultado un movimiento de "música para la juventud" que potenció la balada, la canción ligera, las agrupaciones de rock y los "combos" (batería, organeta, guitarra prima y bajo) de pequeño formato para tocar y cantar este tipo de música, relegando casi por completo lo instrumentos de la música cubana y los géneros de la misma. Solo el "feling" con su modo de interpretar, sus grandes compositores e interpretes, lograron mantener un nivel de difusión aceptable.

"La música popular cubana tenía una crisis notable en ese momento porque no había incentivos ni había difusión objetiva de esas cosas, no había una línea. Simplemente había difusión de los elementos que podían coincidir con el elemento de "agit-trop" (agitación política)"[51]

A fines de los 60s comienzan a surgir sonoridades nuevas en algunas agrupaciones musicales tanto en Cuba como en el ambiente latino de Nueva York, casi de modo simultáneo, pero independiente.

Charlie Palmieri es uno de los primeros innovadores en este mundo sonoro latino, experimentando a partir del formato de la charanga e introduciendo el trombón lo que le agrega una sonoridad distinta a la base sonera que caracterizaba a estas agrupaciones y dando lugar a lo que ellos llamaron "salsa".

La "salsa" surge como necesidad, a partir de que los conflictos políticos entre Cuba y los Estados Unidos, cortaron el vínculo entre la música que se hacía en la isla y sus seguidores en el área de influencia tradicional de la misma. La música bailable cubana quedó dividida y siguió dos caminos paralelos, los músicos cubanos desde Cuba, buscando la renovación por un lado, en confluencia con el rock y el beat y los músicos cubanos en el exterior, junto a los músicos del Caribe renovando a partir de la fusión de ritmos de todas estas tierras, pero manteniendo al son en la base rítmica. Fue un momento interesante e enriquecedor para la música popular del Caribe.

El apogeo de la "salsa" se da a mediados de los 70s con el boom comercial propiciado por la disquera "Fania", que extendió el ritmo por el caribe, las comunidades latinas de los Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Notables figuras de la "salsa" en esta década fueron, Johnny Pacheco, Willie Colón, Rubén Blades, celia Cruz y Mario Bauzá, entre otros.

La reacción en Cuba fue más política que cultural: negar el fenómeno salsero, hablar de plagio y desconocer los valores que para la difusión y desarrollo de la música bailable tenía.

Juan Formell fue el iniciador de las más profundas transformaciones en la música bailable cubana. Partiendo de la charanga francesa, introduce el bajo y la guitarra eléctrica, amplifica los violines y el cello; le dio tratamiento rítmico a las cuerdas, mezcla el timbre de la flauta y la guitarra eléctrica; pone a los cantantes a interpretar a tres voces, experimenta con el contrabajo e introduce el trombón. Toda una revolución musical que ha tenido como mayor cualidad la actualización constante de las sonoridades lo que ha hecho de su orquesta "Los Van Van" (1970), la gran favorita del bailador cubano.

Formell logra en los 70s la renovación del son, creado el estilo "songo", fusión del son con la música yoruba y la beat. Si orquesta se caracteriza por la limpieza en la ejecución, lo que permite distinguir nítidamente cada sección de la misma, con relevantes aportes en los arreglos contemporáneos de su director y de otros músicos de la orquesta.

En cuanto a las composiciones musicales Juan Formell se caracteriza por el tono picaresco, propio del humor criollo en temas donde se hace crónica social de su tiempo, todo dentro del inconfundible timbre de "Los Van-Van".

Sin hacer variaciones en el formato de charanga la orquesta "Ritmo Oriental" alcanza una gran popularidad entre los bailadores de esta etapa con números que fueron muy demandados dentro de los géneros propios de la música cubana, danzones, guarachas, boleros y congas: "Mi socio Manolo", "Se baila así", "La gorda" y "Yo bailo de todo" fueron éxitos en las temporadas carnavalescas y festivas de estos años.

"La Original de Manzanillo" dirigida por "Pachi" Naranjo comienza su trayectoria de éxitos desde su Manzanillo natal, donde se han mantenido todos estos años, haciendo la música cubana sobre la base rítmica sonera, sin olvidar ningún género cubano pero consolidando su quehacer con arreglos muy buenos y la inconfundible voz de manolo del Valle, que fue el timbre de esta orquesta durante estos años.

Elio Revé con su orquesta siguió apostando a la renovación después de la salida de Juan Formell, aunque no con la audacia de este mantiene a su agrupación como abanderada de una música bailable basada en el changüí guantanamero y su "paila" bien sonora.

Otras orquestas charangueras se mantienen con más o menos éxito, sostenidas por el apoyo oficial y la calidad ganada en muchos años de oficio, la "Orquesta Aragón" de Rafael Lay, orquesta eterna y conservadora de sus sonoridades cubanísimas, Enrique Jarrín y su orquesta contando con la voz del danzón Barbarito Diez; conjunto como el "Rumbabana" con voces versátiles para el bolero y el bailable, el de "Roberto Faz" y sus mosaicos de boleros de gran aceptación entre los cubanos, "Los Latinos", que incorporan la merenguera tambora dominicana y la voz inconfundible de "Ricardito" y otros muchos, que mantuvieron bailando a este pueblo pese a todas las adversidades, aunque la repercusión internacional de este quehacer era muy limitada.

En 1978 Adalberto Álvarez con el apoyo de las autoridades culturales y política de Santiago de Cuba organiza el conjunto "Son 14" que desde su primera presentación resultó un éxito entre los bailadores y seguidores de la música cubana. Su rotundo triunfo en el "Concurso de Música Popular Adolfo Guzmán" de 1979 con el tema "A Bayamo en coche", de Adalberto Álvarez fue el inicio de una cadena de éxito, no conocido por ningún otro grupo en el período revolucionario, giras por países de América Latina, versiones de sus números realizadas por otra agrupaciones soneras o salseras del Caribe y la consagración de Adalberto Álvarez como el continuador más genuino del son cubano. En 1984 Adalberto se separa del grupo que aún mantiene su sello con la voz líder de Eduardo "Tiburón" Morales.

A fines de 1972 se presenta en el Teatro Amadeo Roldán una singular agrupación musical que tenía como líder al pianista Jesús "Chucho" Valdés, provenían de la Orquesta Cubana de Música Moderna, aquella leyenda musical de los finales del 60 que tenía por objetivos la actualización de la música que se hacía en Cuba. Como continuadores de estos afanes la banda de Chucho graba por eso día dos temas que serían antológicos: "Bacalao con pan" y "Danza Ñáñiga". El grupo aún no tenía nombre, hasta su siguiente presentación pública en abril de 1973 en Santiago de Cuba, nacía Irakere, la superbanda que rompería el aislamiento musical de Cuba y demostraría la autenticidad de la música que se estaba haciendo en la isla por aquellos años, suficiente para entrar en contrapunteo con las principales corrientes rítmica internacionales sin perder su identidad.

La música de "Irakere" va desde el jazz a los sones, de la timba callejera, a las resonancias barrocas; de la rumba a los elaborados ritmos armónicos. Sobresale el trabajo de Chucho Valdés con la música afrocubana, acudiendo no solo a las sonoridades ya incorporadas a la sonoridad de la música popular cubana, sino a la música ritual de origen yoruba, carabalí o arará, de menor integración en esta música popular que se había nutrido principalmente de la percusión bantú.

La integración de estos ritmos requirió la incorporación a la banda de los tambores batá, de origen yoruba; del chequeré y otros instrumentos, que junto a los electroacústicos y la virtuosidad de los músicos, hicieron de Irakere un fenómeno único.

En 1978 fueron los primeros músicos cubanos en presentarse en los Estados Unidos después de 1959, al ser invitárseles al festival de Jazz de Newport y tocar en el mítico Carnige Hall de New York, concierto grabado por la disquera Columbia y difundido en un disco titulado "Misa Negra", galardonado con un premio Grammy en 1980.

Otro renovador musical de este período lo fue el trombonista Juan Pablo Torres director de grupo "Algo Nuevo", quien basa su trabajo en el son, alterando a veces sus células rítmicas y empleando instrumentos electroacústicos, en especial el sintetizador, lo que le brinda grandes posibilidades sonoras.

El grupo "Síntesis", dirigido por Gerardo Alfonso, tiene como base un excelente cuarteto vocal respaldado por una banda de rock, en este período realizan un novedoso trabajo vocal en fusión con la música afrocubana y la colaboración del cantante folklórico Lázaro Ross

Los 70s fue la etapa de florecimiento de cantantes y agrupaciones de pequeño formato que siguen los patrones de la música internacional de moda: Maggi Carlé, Mirta Medina, Annia Linares, Fara María, Alfredo Rodríguez, Héctor Téllez, Raúl Gómez, Lourdes Torres con Los Modernistas; Los 5-U-4 dirigidos por Osvaldo Rodríguez, Los Dadas y otros muchos que coparon el gusto nacional en la radiodifusión nacional con un quehacer que tomaba por patrón la música pop internacional versionada o composiciones originales bajo estos patrones internacionales.

Las sonoridades del jazz latino tiene sus continuadores con un grupo de jóvenes músicos graduados en la escuela Nacional de Artes (ENA), Emiliano Salvador, Juan Pablo Torres, Enrique Pla, Pedro Andrés Justiz, Gonzalitos Rubalcavar y otros que continuaron una tradición y renovaron con sus propuestas, menos difundidos pero muy interesantes, de esa inquietudes surgieron grupos como Opus 13, Afrocuba, dirigido por "Oriente" López y Algo Nuevo, en los que se experimentaba con la fusión de los ritmos cubanos y las sonoridades jazzísticas y de otras latitudes.

El rock continuó una oscura etapa de desarrollo cultivado por jóvenes músicos, muchos de ellos aficionados, que tenían que improvisar sus instrumentos y chocar con los prejuicios culturales que consideraron a esa música como expresión marginal, extranjerizante y nociva para las nuevas generaciones. A pesar de eso en todo el país abundaron las bandas de rock, muchas imitando los patrones foráneos y algunas (las menos) intentando fusionar esos sonidos con la música del patio. Algunos de estos intento fueron, el de "Los Magnéticos" con un arreglo para una composición de Raúl Gómez, en el que se utilizan las tonadas campesinas, "Variaciones sobre un zapateo" del grupo "Síntesis", "Punto para un guajiro" del grupo "Arte Vivo" y el grupo "Gens" con "La Quimera".[52]

En 1972 se funda el Movimiento de la Nueva Trova auspiciado por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), en este movimiento se juntan jóvenes trovadores que en sentido general hacían música de reflexión, compromiso y sentido crítico. Lo encabezaba Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola, a los que se unen otras voces no menos importantes como Vicente Feliu, Sara González, Fredi Laborí, Augusto Blanca, Lázaro García y otros muchos jóvenes de menor edad que hicieron de la Nueva Trova, uno de los acontecimientos culturales de la década. La Nueva Trova es un movimiento heterogéneo en el que se hicieron sentir muchas influencias, rock, beat y música latinoamericana, además de los ritmos cubanos que fueron utilizados de forma creativa y en constante combinación con los otros elementos.

Un hecho importante para explicarse el desarrollo cualitativo de la Nueva Trova fue el trabajo que desarrolló el Grupo de Experimentación Sonora(GES) del ICAIC, fundado en 1969 y en el que convergen músicos de la valía de Leo Brower (director), Eduardo Ramos, Pablo Menéndez, Emiliano Salvador, Leonardo Acosta y cantantes como Silvio Pablo, Sara y Noel.

"Como hay una tergiversación histórica tan grande de todo, vuelvo a repetir, una vez más, que la Nueva trova es resultado de la influencia que provocó en la juventud este GES del ICAIC y sus figuras más representativas"[53]

El GES concebido en principio para musicalizar películas cubanas comienza a hacer apariciones en público y grabar canciones, con lo que se hacen de una sólida popularidad entre los jóvenes, que los reconocen como las voces de su tiempo. Su primera presentación pública ocurrió el primero de octubre de 1971 en Casa de las Américas acompañando a la cantante chilena Isabel Parra, como grupo se mantuvieron unidos hasta 1978.

La priorización del conocimiento y difusión de la música latinoamericana por el Congreso de Educación y Cultura trajo en esta década la proliferación de muchos grupos en todo el país, la mayoría aficionados que hacían este tipo de música, de ese momento quedarán como mejor expresión los grupos "Manguaré", "Mayohuacán" (1972), "Guicán" y "Moncada", que llenan la segunda década de los 70s y buena parte de los 80s, haciendo esta música.

A finales de la década de los 70s se va abriendo paso una nueva generación de trovadores (canta-autores) que se inclina hacia otras búsquedas formales, que enriquecen el movimiento pero le hacen perder cohesión. Sobresalen en esta nueva hornada, Donato Poveda, Amaury Pérez Vidal y Santiago Feliu.

La década presenta un activo movimiento sinfónico y coral estimulado por el talento de músicos graduados en Conservatorios de Cuba y de los países socialistas de Europa, que une a lo aprendido una tradición musical de raíces múltiples.

La Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Manuel Dúchense Cuzán recibe a los primeros egresados de las escuelas cubanas creadas por la Revolución y completa su plantilla con profesionales invitados de países socialistas, lo que daba un alto nivel a la orquesta, aunque sin concretar la tan necesaria unidad estilística. Tenían un programa de concierto semanal y se organizaban giras nacionales todos los años, a más de otros compromisos culturales y sociales.

Las orquestas sinfónicas en Santiago de Cuba, Camaguey, Santa Clara y Matanzas, tenían un amplio repertorio y una sostenida programación en sus provincias.

El movimiento coral cubano tuvo una lenta evolución en la década del 70, el auge utilitario que había tenido esta música en la década anterior ahora decae, aunque se mantiene la tradición coral en plazas fuertes del mismo como lo fue Santiago de Cuba y un meritorio trabajo en el movimiento de aficionados. La actualización en la dirección coral vendría de la mano de los recién graduados en dirección coral en la República Democrática Alemana (RDA), reforzando el trabajo que en la ENA realizan los profesores Oscar Vargas y la húngara Agnes Kralososky, base para una reanimación de la enseñanza de la música coral, que tuvo su primeros frutos con el premio que recibió el Coro de Cámara de la ENA dirigido por la joven profesora Alina Urraca ganadora del II Premio del Octavo Festival de Jóvenes Músicos y Artes Escénicas en Viena (1979).

En cuanto a la composición, la década de los 70s es la de maduración de la primera generación de la Revolución, en cuanto a la música sinfónica: Héctor Ángulo, que estudio en Cuba y en el "Manhattan School of Music" de Nueva York, Roberto Varela, José Angulo y Calixto Álvarez, graduados en la escuela Superior de Música de Varsovia; Sergio Fernández Barroso, egresado del Conservatorio de Praga y Jorge Luis Marín que estudió en el Conservatorio de Leningrado (San Petersburgo). Algunos de ellos fueron profesores del ISA.[54]

Ya avanzada la década comienza a destacarse otro grupo de compositores más jóvenes, como Armando Rodríguez, Juan Piñeras, Carlos Malcoln, José María Vitier, Efraín Amador, Jorge Garciaporrúa, entre otros.

La enseñaza musical en Cuba se incrementa y perfecciona con la creación del Instituto Superior de Arte (ISA) (1976), en la que están presente los estudios superiores en dirección coral, canto y los diversos instrumentos musicales, con un claustro que incluye a prestigiosos artistas y profesores, muchos de ellos extranjeros de los países socialistas europeos que colaboraban con Cuba en la formación de sus artistas.

Los programas daban a los egresados una sólida formación clásica que le permite interpretar el repertorio musical universal, pero no le enseñaban la interpretación de la música popular cubana. Los egresados técnicamente inmejorables, tenían que conocer los géneros cubanos de forma empírica.

Fruto de esta enseñanza resultó el premio obtenido por el joven pianista Jorge Luis Prats, discípulo de Frank Fernández, quien en 1977, con 20 años ganó el exigente concurso internacional de piano "Margaritte Long-Thibaud" celebrado en París, adjudicándose además el premio a la mejor interpretación de Ravel y de la mejor ejecución en el recital.

Cine cubano

La gran suerte del cine cubano es haber tenido una institución propia para la creación y fomento del cine nacional, sin tener que ver, al menos directamente con las autoridades de cultura del país, esto hizo posible que pese a las difíciles circunstancias que rodearon a la creación en general durante la década del 70, el balance creativo para el ICAIC y la cinematografía cubana es positivo.

"El ICAIC mantuvo siempre una posición consecuente, pero no podía escapar de esas condicionantes, ni destronar por sí solo el populismo que hacía ola en aquellos años"[55]

Esta posición hizo posible que el ICAIC bajo la dirección de Alfredo Guevara, acogiera a figuras "incómodas" por sus posiciones críticas o diferentes ante los acontecimientos que estaban sucediendo en el país, Víctor Casaus, Luis Rogelio Nogueras, Jesús Díaz o los músicos que conformaron el grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.

"Al cine concretamente el Congreso[56]pidió literalmente "la continuación e incremento de películas y documentales cubanos de carácter histórico como medio de eslabonar el presente con el pasado y plantear diferentes formas de divulgación y educación cinematográfica para que todo nuestro pueblo esté en condiciones de ser cada vez más un espectador activo y analítico ante las diversas manifestaciones de este importante medio de comunicación""[57]

Las directivas del Congreso de Educación y Cultura influyeron en el empobrecimiento paulatino del cine de esa década, primero con una disminución del ritmo de producción de películas y luego con la aceptación a priori del encargo social que deja poco margen a la creación artística y el debate.[58]

Se hace un cine en el que predominan los filmes de temas históricos: "Una pelea cubana contra los demonios" , "Los días del agua" "El extraño caso de Rachel K , "El otro Francisco", "Cantata de Chile" , "Mella", "Mina viento de libertad", "Rancheador", "La tierra y el cielo" , "La última cena" "El hombre de Maisinucú", "Ustedes tiene la palabra", "El Brigadista", Patty Candela" y "Río Negro". "En ese período lo básico era (…) rescatar la historia, rescatar nombres, hechos situaciones que no habían tenido jamás una presencia en imagen"[59]

El cine de autor siguió marcando la pauta de calidad de la cinematografía cubana fundamentalmente por la presencia creativa de figura como Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás, Sergio Giral, Octavio Cortazar así como Santiago Álvarez en el capítulo de los documentales y de los noticieros Latinoamericanos ICAIC, quienes produjeron obras de gran calidad y que tenían a la sociedad cubana como su protagonista y a la historia como tema.[60]

Tomás Gutiérrez Alea filma en esta década obras como, "Una pelea cubana contra los demonios" (1971), "La última cena" (1976) y "Los sobrevivientes" (1979) piezas que siguen la línea de la temática histórica, pero sin concesión al panfleto y al facilismo y con la maestría de conducción de actores. Que siempre le caracterizó.

"Una pelea cubana…" es una película hecha en circunstancias muy difíciles, "(…) una de las más audaces películas cubanas en cuanto al lenguaje, puesta en escena, dirección de actores, concepción plástica (…) una de las películas que define mejor la realidad cubana todavía hoy (…)"[61]

Humberto Solás abre este período con una película filmada en 1969, pero que no fue vista hasta una década después, "Un día de noviembre", filme de reflexión sobre la contemporaneidad cubana que llegó en medio de la parálisis de ortodoxia y el síndrome de la conveniencia o no conveniencia de la obra de arte para el "momento histórico". La película no era cuestionadora pero sí demasiado amarga para el clima triunfalista que se vivía. "La muerte de Esteban era una alegoría sobre la caducidad y desaparición de un mundo (…)"[62]. Otra obras suyas en esta década fue, "Cantata de Chile" (1975) basada en la lucha de los mineros salitreros de Iquique.

Aunque algunos críticos señalen el poco acercamiento a la contemporaneidad cubana de los cineastas de esta época, la realidad es que se hicieron pocos pero muy significativos filmes con esta temática. Tal vez la más mencionada y revelador sea, "De cierta manera" filmada por Sara Gómez y editado por Tomás Gutiérrez Alea e Iván Arocha, por la repentina muerte de su directora. La obra insiste en un tema que inquietaba a Sara Gómez, las relaciones humanas en las difíciles circunstancias de los cambios sociales que vive el país, tocando elementos como la marginalidad, la crisis ética del individuo y su apego a costumbres ancestrales. "Ustedes tiene la palabra" (1974) con dirección de Manuel Octavio Gómez y guión de Jesús Díaz, hace un importante acercamiento crítico a la realidad, al poner ante el espectador un drama cotidiano en el que un colectivo de trabajo hace un juicio crítico de su realidad ante un hecho delictivo y "Retrato de Teresa" (1979) de Pastor Vega rastreando otra zona de la realidad cubana del momento, la búsqueda de la mujer de un lugar en la nueva sociedad cubana, con actuaciones memorables de Deisy Granado y Adolfo Llauradó.

La documentalística cubana gana en estas dos primeras décadas de Revolución un alto prestigio en el mundo, tanto por ser cronista de los cambios sociales que se producen en Cuba y las luchas de los pueblos por su liberación nacional, sino por su estética innovadora, apego al compromiso social y a la mirada crítica de sus creadores, así como capacidad para trasmitir ideas de permanente vigencia. Es algo reconocido que creando documentales se formaron muchos de los mejores directores de cine cubano y que algunos continuaron incursionando en esta temática, como fueron los casos de Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás, Octavio Cortazar y Enrique Pineda Barnet, entre otros.

Pero el magisterio en el documental cubano de esta época lo desarrolla el maestro Santiago Álvarez, hombre que hace de este género un modo de hacer arte militante, comprometido con la causa de los pobres de la tierra.

La década del 70 será testigo de su quehacer de madurez, primero en el Noticiero ICAIC, reconocido hoy en su conjunto como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y también con sus crónicas documentales sobre los acontecimientos de más trascendencia de la década, en Cuba y en el mundo: "Cómo, por qué y para qué se asesina a un general" (1971), sobre el asesinato del General Pratt por la derecha chilena; "De América soy hijo y a ella me debo" (1971), sobre el periplo de Fidel por Chile, Perú y Ecuador; "Y el cielo fue tomado por asalto", con Fidel como protagonista en su vuaje por países de África y la Europa del Este;" Los cuatro puentes" (1973) en el que queda reflejada la visita de Fidel al frente de guerra en Vietnam del Sur; "Abril de Vietnam en el año del Gato" (1975), sobre la guerra de liberación en ese país asiático; en 1976 filma los documentales, "Nadie impedirá la lluvia", "Luanda ya no es de San Pablo" y "Maputo, Meridiano Novo", los tres dedicados a la descolonización de los territorios portugueses en África. Otro conflicto que no dejó de reflejar en sus documentales fue la llegada al poder del "khemer rojo" en Cambodia y sus barbaries cometidas contra sus vecinos y su propio pueblo, de esa tragedia queda su impactante obra, "Experimento macabro" (1979).

Un documental de fuerte impacto en la sociedad cubana del momento lo fue "55 hermanos" (1978) obras dirigida a reflejar la visita del primer grupo de jóvenes cubano-americanos y que muestra con objetividad y belleza el impacto emocional, tanto en ellos como en el pueblo cubano de este encuentro de carácter realmente histórico y con fuerte influencia en acontecimiento posteriores en el país.

En 1972 el ICAIC se propone enfatizar en la producción de dibujos animados infantiles cubanos cuya presencia era minoritaria en el cine y la televisión del país. Las propuestas partían de una encuesta de gustos y preferencias del niño cubano y de un trabajo por llevar temas educativos, históricos, culturales y de asuntos generales, con amenidad y calidad estética. En esta primera etapa sobresalen los trabajos de Mario Rivas ("Feucha" (1978), Tulio Raggi ("El pájaro prieto" (1976) y "Cocuyo ciego" (1979) y Juan Padrón que da a conocer los primeros cortos de Elpidio Valdés, "Una aventura de Elpidio Valdés" (1974) y "Elpidio Valdés contra el tren militar" (1974).

Estos primeros animados sobre Elpidio Valdés tuvieron una gran aceptación no solo en el público infantil, sino en toda la población que vio en el personaje las virtudes patrióticas y revolucionarias de todo un pueblo, no solo en la lucha contra el colonialismo español, sino en las que a diario emprendía. Tal fue la aceptación que en 1979 se realizó el primer largometraje cubano de animado con "Elpidio Valdés" y sus amigos como protagonistas y ganador del Gran Premio Coral del Primer Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, así como otros muchos reconocimientos nacionales e internacionales.

En 1979 se crea el laboratorio a color del ICAIC, un anhelo de muchos años que abarata los costos y facilita la producción de películas, en 3 de diciembre de ese mismo año se inaugura la Primera Edición del Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano, el evento que marcará pauta por la calidad de sus propuestas y la pasividad de la participación popular.

La década del 70 conoció de la consolidación de los Estudios Cinematográficos y de Televisión de las FAR (ECIFAR) también conocidos como "Estudios Granma", institución que consolidó un prestigio en la producción de documentales de corte didácticos, militares y culturales, así como la edición de noticieros, revistas miliares y los programas FAR Visión que llenaron un momento histórico importante del país, exaltando las glorias combativas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en las misiones internacionalistas que llenaron toda esta década. Entre los realizadores más importantes de estos estudios están, Eduardo de la Torre, "Provocación desde la Base Naval" (1979); Belkis Vega, "Líbano la guerra interminable" (1980) y Jorge Fuentes, "La Gran Rebelión" y "Cabinda".

La continuidad de la tradición plástica cubana

La década de los 70s fue fecunda para la creación plástica cubana, no solo por la continuidad al lado de la Revolución de los principales exponentes cubanos, sino por las primera hornada de la Escuela Nacional de Arte que des finales de los 60 comenzó a graduar a jóvenes artistas discípulos de los principales pintores cubanos que estaban en Cuba.

En un primer momento muchos de estos egresados continuaron la línea de sus maestros. Compartiendo la apoyatura figurativa y la temática social-nacional, propia de estos años.[63]

Nelson Domínguez (1947), es uno de los principales talentos dentro de este grupo, con un dibujo de líneas fluidas, figuras llenas de movimientos en función de la épica revolucionaria con la impronta de la poesía. Sus grupos humanos se apoyan en el dibujo y el color para dar lo esencial en la estructura del cuadro, en busca de reflejar la realidad cubana. Ejemplo de ello es su cuadro, "Preludio a un rapto guajiro", "Contadores de caña" y "A golpe de Pilón".

Pedro Pablo Oliva (1949) se acerca a las formas expresionistas, con predominio de los temas oníricos y de la fantasía. La poética de su pintura está en dominar la composición en función de la fantasía, como ocurre en sus cuadros, "Teresa" y "El sueño", ambas de 1975.

Otros pintores jóvenes que se mueven dentro de estas tendencias figurativas fueron, Ever Fonseca y Manuel Mendive, con una indagación folklorista de influencia naif; Juan Moreira (1938) y su "realismo mágico" que lo lleva a una pintura que mezcla elementos de la cultura y la historia de Latinoamérica con su naturaleza, todo basado en un dibujo con clara influencia de las historietas (comic), pero logrado con frescura e ingenio. Fue muy conocida su serie sobre "Don Quijote de la Mancha" (1973)

Roberto Fabelo, creador de una gran fantasía, dueño de un dibujo impecable, que no deja de tocar los temas nacionales; Carlos Alfonso y sus experimentaciones con la textura de los cuadros moviéndose en los límites con la escultura. Isabel Gimeno atraída por el paisaje urbano; Flora Fong y Zaida del Río, recreadoras de los mitos populares.

Esta es la década de la aparición del "hiperrealismo", que tienen a la fotografía como base y trata de competir con ella en eso de atrapar la realidad. Entre los jóvenes pintores que incursionan en este movimiento están, César Leal, uno de los iniciadores de esta tendencia en Cuba; Flavio Garciandía, Rogelio López Marín (Gory), Aldo Menéndez, Aldo Soler, Nélida López y Gilberto Frómeta, para los hiperrealistas cubanos su tema pasaba por el reflejo de la realidad de la isla, sus éxitos deportivos, el paisaje urbano y el natural.

En diciembre de 1977 se organiza un grupo de pintores que se proponen revitalizar el paisaje como temática dentro de la plástica cubana, su alcance se amplia para plasmar en los cuadros la imagen ambiental de la isla, tanto natural como humano. El grupo era heterogéneo en estilos y tendencias pero unidos por el deseo de plasmar el entorno humano y natural de la Cuba post-revolucionaria.

El grupo lo encabeza Víctor Gómez y de él forman parte, figuras como Héctor Catá, José Cid, Raimundo García, Isabel Jimeno, Felipe López, Julio Pérez, Tomás Sánchez y Orestes Vergel. La primera exposición del grupo se organizó en la Galería L, "Ocho versiones del paisaje" con 35 obras expuestas.

El grupo se hizo muy activo a finales de los 70s con encuentros y exposiciones en Nueva Gerona, Isla de la Juventud y La Habana, presentaciones en centros laborales y un intento por ganar un espacio para el paisaje. En octubre de 1978 se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes una exposición colectiva del grupo y una última en la plaza de La Catedral en diciembre.

De este grupo de paisajista el más destacado fue Tomás Sánchez (1950), en sus inicios incursiona por el expresionismo figurativo derivando luego hacía un realismo que expresará a través de sus paisajes, de una fidelidad casi fotográfica, con influencia del hiperrealismo, al cual supera por su capacidad de atrapar el ambiente de la naturaleza y por la síntesis que logra entre la composición, el espacio, la luz y el color. El Premio Juan Miró de 1980, lo redescubre para el público y la crítica nacional.

Con un sentido de autenticidad identitaria Arnaldo Rodríguez Larrinaga (1948) busca un camino que exprese sus inquietudes como artista negro y caribeño, rasgos que van a caracterizar su obra de este período. "Su pintura está influenciada por el expresionismo y el abstracionismo predominante en la pintura cubana de los sesenta y setenta. Sus imágenes observan una imprecisa y casi inapreciable distancia o función entre lo abstracto y lo figurativo"[64]

Larrinaga formó parte del Grupo Antillano creado a finales de la década del 70 y en el que no solo se nuclearon artistas plásticos, como Rogelio Cobas, Ever Fonseca, Pablo Toscano, Esteban Ayala, Manuel Cruceiro, Manuel Mendive, sino investigadores como José Luciano Franco, Rogelio Martínez Furé, Isaac Barreal, entre otros; todos interesados en indagar y reflejar la identidad afrocaribeña del cubano, basados en el legado de Fernando Ortiz.[65]

El abstraccionismo sin ser una de las corrientes predominantes en la pintura cubana, tuvo cultivadores importantes. A la vital obra de Sandú Darié, Salvador Corratgé, Antonio Vidal y Pedro de Oráa, se unen los jóvenes Raúl Santos Serpa, Juan Vázquez Martín y Carlos Trillo, cultivadores del arte abstracto en ambientes urbanos, incluyendo esculturas cinegéticas.

A finales de los 70s surgió entre los jóvenes pintores del país, una preocupación por el "arte kitch"[66], que derivará en una mirada crítica a la cultura y la sociedad cubana del momento y que alcanzará un mayor desarrollo en los primeros años de los 80s. Este grupo puente tendrá como principales figuras a Ludovico, Rubén Pérez Llorca y sobre todo a Flavio Garciandía.

De los pintores consagrados sobresalen en esta etapa Raúl Martínez, Mariano Rodríguez y Cervando Cabrera. Martínez se acerca a una iconografía social en la que mezcla los símbolos, a la ya lograda galería de héroes, todas siguiendo la línea del pop-art. Su cuadro "La gran familia" (1978) constituye el momento culminante de sus experimentaciones mezclando figuras de héroes, con personas de pueblo, destacando a los primeros con colores planos y brillantes.

El compromiso social guía la obra de Mariano Rodríguez, pintor de reconocido trabajo desde la década del 40 del siglo XX y que en 1977 presenta su serie "Masas", en la que funde lo abstracto y los figurativo como resumen de su experiencia dentro de la Revolución. En estas "masas" se pueden distinguir elementos de figuraciones individuales unidas por las masas de colores que lo funden todo. A diferencia de Raúl Martínez, que crea un rostro para este pueblo, base del todo, Mariano lo homogeneiza con el color y el dibujo difuso.

Cervando Cabreras Morenos sorprende por su colección de "Torsos acoplados", expresión de la madurez artística de este pintor que venía de representar la épica de los primeros años de la Revolución.

Con estos "Torsos acoplados", los esplendidos músculos de los milicianos y campesinos que llenaron toda una etapa del arte revolucionario, se desnudan para ofrecer una poética sincera del cuerpo humano, cuerpos anónimos, despojados de rostros, de identificación, pero sin negar la virilidad de la tensión en momentos de íntima entrega.

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Los "Torsos…" de Cervando son su respuesta, su modo de oponerse a la rigidez escolástica del realismo socialista, su épica erótica que muestra su yo interno y sincero, momento de giro en la plástica cubana que no dejó de inquietar a los funcionarios de la cultura.

La década del 70 se caracterizó por un animado y amplio movimiento de concursos, salones, exposiciones y acciones plásticas de masiva participación, en los que predominan obras de compulsión política y social, muchas de muy elaboradas técnicas y oficio entre los creadores, pero viciadas por el desgate de temas casi oficiales que dan una sensación de estancamiento generalizado.

En 1971 se organiza el "Salón Juvenil de Artes Plásticas" organizada por la UJC para artistas no mayores de 35 años, el mismo se mantuvo pero su importancia se diluyó con la creación de otros salones y concursos como el "Concurso 26 de Julio de las FAR" y el "Salón de profesores e instructores de artes plásticas". En 1976 y 1977 se convocan los salones permanentes de artes plásticas juveniles en el Museo Nacional en el que hay un mayor rigor de admisión y selección de las obras.

El desarrollo de la escultura no tuvo la misma dinámica que la pintura, la escultura de salón se estanca en la representación folklorista y maniqueista de lo nacional, desfasada de lo que estaba ocurriendo en el mundo, mientras el resto de los jóvenes escultores se unen al movimiento de esculturas monumentales y ambientales que se inicia en esta década, en principio lideradas por los arquitectos.

Desde finales de los 60s la principal preocupación de los escultores fue la demanda de salir a la calle con sus obras para enriquecer los espacios públicos, objetivo que comienza a hacerse realidad con el proyecto desarrollado en Santiago de Cuba, a raíz del XX Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada (1973). Este proyecto abarcó la creación de 30 monumentos, 26 de ellos en la carretera de Siboney hasta el cuartel Moncada y que recordarían a los caídos en esa gesta. El conjunto fue erigido por un equipo interdisciplinario dirigido por el arquitecto Augusto Rivero, uno de los principales impulsores de la escultura ambiental en Cuba.

A partir de este primer proyecto la idea se expande, pese a las limitaciones materiales del país, por lo que el Partido convoca en 1975 a once escultores para desarrollar la escultura monumentaria "como instrumento de formación ideológica", en base a este trabajo se crea en 1980 la Comisión para el Desarrollo de la escultura Monumentaria (CODEMA), presidida por Rita Longa.

Otro importante paso en el desarrollo de la escultura ambiental lo fue el III Encuentro de Escultura celebrado en la ciudad de Las Tunas en 1977, cuyas autoridades locales acogen las inquietudes de los creadores y convierten a esta población en sede de un animado movimiento de creación escultórica que hasta 1980 había dejado en las áreas urbanas tuneras más de 20 esculturas monumentarias, entre las que sobresale, "La fuente de las Antillas" de Rita Longa; el "Monumento al Trabajo" de José Antonio Díaz Peláez y el "Cacique de Maniabón" de José Antonio Fuentes. También se emplazaron obras de Sergio Martínez, Pedro Vega, Silvio Iñigo y Rafael Ferreiro, entre otros. Completando el interés de esta ciudad por las esculturas se inauguró la Galería permanente de pequeñas esculturas.

Sobresalen en esta década los trabajos realizados por el escultor José Delarra (1938), quien desarrolla una monumentaria por encargo oficial siguiendo los presupuestos ambientalistas y de trabajo en equipos interdisciplinario. Un ejemplo es el Monumento a José Martí en la ciudad de Cancún, México, como parte de un equipo dirigido por el arquitecto Fernando Salinas.

La década es testigo del desarrollo del trabajo escultórico de algunos artistas que experimentan con las figuras en movimiento y en muchos casos acompañadas de sonidos. El pionero entre nosotros es Sandú Dirié, artista de origen rumano, quien continúa en esta década sus experimentaciones con estructuras luminosas y performáticas. "Como-Luz D70" (1970), "Rumbos" (1974) y su proyecto estructural para la reanimación de la intersección de Cuatro Caminos (1977)

Osneldo García quien se da a conocer en 1977 con la exposición "Cinética de Osneldo García", Galería Habana, "(…) en la que derrochó ingenio y humor en mecanismos escultóricos móviles que traían nuevos aires a la inamovilidad y estática expresión artística nacional"[67] . Fueron muy conocidas las grandes esculturas cinéticas a la entrada del Teatro Nacional, en La Habana (1979) y el famoso "Colibrí" (1980) a la entrada del Palacio de Pioneros del parque Lenin.

José Antonio Díaz Peláez experimenta con técnicas y materiales, interesado en crear esculturas monumentales de alto contenido estético, hizo mucho por acortar la distancia entre la escultura de salón y la escultura ambiental.[68]

Antonia Eiriz es muy reconocida por sus trabajos de caballete pero casi desconocida por otros trabajos de artes plásticas en los cuales incursionó, uno de ellos fue le uso del papel maché para la creación de máscaras, muñecos y obras de mayor pretensión artística, pero fueron muy atendibles sus "ensamblajes" que ella hacía utilizando materiales de desecho para crear una escultura de los marginales, la gente sin historia que tanto le interesó en su arte., aún se recuerda su "Vendedor de periódicos de la calle Obispo" ejemplo de arte pobre de gran sugerencia.

En este tema del uso de lo desechable, del material reciclable para hacer escultura, es de mencionar Reinaldo González Fonticiella creador de esculturas con fibra vegetal, alambre oxidado, pedazos de madera, clavos, barro, mechones de cabellos, todo para crear sus "Cristos" y "Decapitados".[69]

Una nueva hornada de escultores graduados en la ENA fue proponiendo a fines de los 70s una nueva forma de hacer, principalmente en la escultura monumentaria a la cual se integran, no llevan el dinamismo de sus contemporáneos en la pintura, pero arriban a hallazgos propios que los distinguen. La vanguardia en este grupo la llevan Enrique Angulo, José Villa Somerón, Evelio Licour y Juan Ricardo Amaya.

Continuando la tradición de los 60s, en la que los mejores pintores incursionaban en el grabado, en los 70s muchos jóvenes pintores llegaron a los talleres de grabado. Nombres como los de Nelson Domínguez, Eduardo Roca, Raimundo Orozco, Roberto Fabelo, Diana Balboa, Rafael Paneca, José O. Torres, Ernesto G. Peña y Lilian Cuenca, incursionan con más o menos éxito por este género.

En Santiago de Cuba y la Isla de la Juventud aparecen nuevos talleres de grabadores; el de Santiago tiene a Oscar Carballo como figura principal, en tanto el de la Isla (1978) surge bajo el influjo del taller de la plaza de Catedral de La Habana.

El Taller de la plaza de la catedral sigue siendo el más importante, allí se experimenta, no solo con la litografía, sino con el trabajo en madera, metal, linóleo y en combinaciones de materiales muy novedosas.

Los temas de los grabados suelen ser los mismos que trabajan sus autores en la pintura, la épica revolucionaria, temas nacionales y folklóricos, paisaje urbano y rural, el grafismo pop-art y el abstraccionismo.[70]

Tres consagrados dibujantes realizan el trabajo más aportador por la experimentación partiendo de la fotografía: José Gómez Frezquet (Fremez), manipula las fotografía de revistas comerciales capitalistas para mostrar el contraste de la sociedad capitalista en la serie, "Burgueses" (1976); Félix Beltrán hace lo mismo con la serie "Favelas" (1975) al igual que José Luis Posada, este último basándose en fotografías históricas del combatiente moncadista José Luis Tasende, para mostrar más allá de la foto el sacrificio de una generación y la crueldad de la dictadura.

En 1973 se convocó al I Salón Nacional de Grabados en Santiago de Cuba y a un II Salón en La Habana en 1975, con mayor participación y calidad en las obras; la Dirección Política de las FAR convoca al grabado desde 1973 en su Concurso 26 de Julio, la Dirección de Enseñaza Artística convocó durante tres años (1973-1975) al Salón Nacional de Profesores con destaque para el grabado y la UNEAC convocó al Salón de Gráfica UNEAC, 1977 y a la Trienal de Grabado Víctor Manuel, 1979. Pese a los esfuerzos por promoverlo, el grabado siguió siendo un género menor tal vez por la escasez de materiales para trabajarlo, la necesidad de talleres y su mayor divulgación.

Alfredo Sosabravo realizó en 1978 una exposición en la que muestra cerámica y litografías, estas últimas con imágenes de flores, animales y artefactos, unidos a textos añadidos.

Sosabravo es el ceramista más importante del período, proveniente del Taller de cerámica de Cubanacán, en 1973 realizó el mural cerámico , "Carro de la Revolución" en el Hotel Habana Libre y más tarde logra reconocimientos importantes en la Bienal de Cerámica de Arte de Vallauris, Francia y en el Concurso de Artes Contemporáneas de Faenza, Italia, ambos en 1976. Con su trabajo Sosabravo hace de la cerámica un arte mayor al introducir el ensamblaje de piezas, como posibilidad expresiva, ganando sus piezas un sentido escultórico.[71]

En la cerámica artística sobresalen también, Mirta García Buch, pionera de la cerámica artística en Cuba, con su obra rebasa los límites del plato, la vajilla o la joyería en cerámica;[72] Julia González desde el Taller Amelia Peláez desarrolla un importante trabajo de reproducción de cerámica artística de mucha calidad, Reynaldo Calvo, José Rodríguez y José R. Fuster.

En 1972 se creó un Taller de cerámica en el parque Lenin en el que trabajaron Julio Velázquez Vigil, Berta Arencibia, Silvia Sánchez y algunos otros, con una producción de calidad.

De los egresados de la ENA, tres de ellos incursionan en la cerámica: Evelio Licour de forma permanente con sus figuras de búhos, envoltorios, "Isadoras" y "Victorias". Zaida del Río y Nelson Domínguez acuden a la cerámica de forma esporádica, utilizando piezas de barro para pintar sus temas, como la ya lo habían hecho artistas cubanos en la década del 50.

Son muchos los creadores que trabajan la cerámica artística en diferentes condiciones, el resultado será el Salón de Cerámica de 1976 al que acudieron por primera vez 25 de ellos. Allí expusieron artistas consagrados como René Portocarrero, Amelia Peláez, Fuster y Sosabravo, junto a jóvenes ceramistas como Hugo Rubio, René Martínez y Sergio Moreno. Posteriormente la cerámica fue convocada como género independiente en los diversos concursos y salones nacionales que existían en el país.

Influenciado por los maestros de la fotografía de los años 60, surge un grupo de jóvenes fotógrafos, entre los que están, Iván Cañas, José A. Figueroa, Ramón Grandal, Pirolé, Mayda Martínez, Rogelio López (Gory), María Eugenia Haya (Marucha), Rigoberto Romero y Leovigildo González. Ellos continúan con la temática social, reflejo de su mundo cotidiano, sin mucha o ninguna experimentación formal.

El trabajo de estos jóvenes va dirigido a reflejar, "la vida de un pueblo construyendo el socialismo" con un sello romántico desproblematizado y una "mirada" bella y parcial de su realidad. La fotografía había perdido el espacio convocatorio y de barricada de los años 60, para hacerse más convencional.

A finales de la década se reanima un poco el quehacer fotográfico cubano, reaparecen algunas muestras de fotos, se presentan muestras fotográficas en el exterior y la "Casa de las Américas" convoca un evento que revaloriza el género como arte.

El cartel cubano reafirma en los primeros años de la década el prestigio y calidad alcanzado en los 60s, la tendencia era a la especialización de los diseñadores, aspecto en los que se distinguieron los carteles culturales, principalmente los de cine y teatro.

Dentro del cartel cultural surge el afiche editorial que servía para promover libros y autores. En esta línea trabajan Francisco Masvidal, Oscar Hurtado, Oscar Herrera, Ernesto Joan, Darío Mora, Luis Gómez Fresquet y Canet. Ellos utilizan diversas soluciones técnicas, como temperas, acuarelas, dibujos, fotografía y grabados para lograr sus objetivos. El trabajo de este equipo se hace extensiva a las carátulas de libros y discos, temas en lo que también colaboran Raúl Martínez y Esteban Ayala.

Umberto Peña desde Casa de las Américas irradia su influencia en el diseño de libros y revistas en este período. Desde la década del 60 Peña basa su trabajo en el uso de muchos recursos gráficos: comics, grabados antiguos, banderas, arte, mapas y cuantos recursos visuales encuentra y pone en una acertada armonía para hacer de las colecciones de Casa de las Américas algo único y a él un precursor.

Francisco Mavisdal desarrolla un trabajo destacado en el diseño de carátulas, basado en el grafismo pop, con el uso de dibujos distorsionados, colores brillantes y una tipografía de vanguardia para los libros de la Editorial Ciencias Sociales.[73]

René Azcuy sobresale en el equipo gráfico del ICAIC por sus carteles de alta carga de significado y su diseño de vanguardia.

El cartel político comenzó a repetir ciertos esquemas que hacían caer la calidad de este medio de propaganda, se simplificó el diseño y se cayó en las fórmulas. La entrada a la redacción de la revista OCLAE[74]de un grupo de egresados de la ENA revitalizó al cartel político: Modesto Braulio Florez, Pablo Labañino y Víctor M. Navarrete, introdujeron elementos nuevos en el cartel, uso de la fotografía, junto a símbolos y signos contemporáneos. Este enriquecimiento del cartel político en cuanto a las formas y lo comunicativo, no influyó en el diseño del cartel cultural de estos años que se estanca en los logros alcanzados en la década pasada,[75] aunque a fines de la década del 70 el cartel cultural retoma su lugar por la calidad de su diseño.

A partir de 1974 en La Habana comenzaron a aparecer elementos artísticos de carácter medio-ambiental, la supergrafías, que buscaban dar un cambio rápido al entorno urbano en aquellos lugares donde el deterioro era evidente. Su gran tamaño, lo rápido de hacer, su bajo costo y su calidad estética las puso de moda en breve tiempo. La supergrafía se caracteriza por el uso de colores muy vivos, empleados en franjas y elementos geométricos, junto con figuras seriadas y de gran impacto visual.

Sobresalió por su calidad artística la supergrafía creada en la conocida esquina de Cuatro Caminos (Belascoaín y Monte, La Habana), realizada por Sandú Darié, quien combinó la gigantesca tipografía con el nombre del lugar y un esquemático arco iris, junto a pequeñas plazas, fuente y escultura.

Una novedosa experiencia para Cuba fue el desarrollo de una producción masiva de prendas de vestir con diseños realizados por artistas de la plástica con motivo de los Encuentros de Plástica Latinoamericana convocados en los primeros años de los 70s por Casa de las Américas. Diez pintores cubanos hicieron en 1974 diseños para pañuelos confeccionados en la textilera Ariguanabo, estos diseños se repitieron en 1978 con motivo del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, al siguiente año con motivo de la celebración del 26 de julio se confeccionaron pullovers con diseños creados por pintores cubanos. Algunos de los artistas cubanos que crearon sus diseños fueron Mariano Rodríguez, René Portocarrero, Jorge Alberto Carol y Lesbia Vent Dumois.

El dibujo humorístico, de gran tradición en Cuba, vive un buen momento, con un nuevo grupo de caricaturistas y dibujantes que siguen la tradición pero sin dejar de hacer una mirada crítica para la sociedad, aunque abunda el humor blanco, de doble sentido, atacando las malas costumbres sociales y los males arraigados como la falta de calidad en los servicios y el burocratismo. Para el humor político queda la caricatura editorial y de barricada a veces desgastada en su discurso.

Esta nueva generación se agrupa alrededor del semanario DDT de Juventud Rebelde, Tomás Rodríguez (Tomy), Juan Padrón, Carlucho, Ajubel, José Luis, Osmani, Áres y el grupo del semanario villaclareño, "Melaíto".

En el semanario humorístico "Palante" se hace buen humor revolucionario, también apegado al costumbrismo y la agudeza de señalar lo mal hecho. Allí están los veteranos Blanco, Wilson, Evora, Cardi, entre otros.

En el periódico Granma, René de la Nuez hace la caricatura editorial, creador del personaje del Barbudo, heredero del Liborio, el Bobo y el Loquito, para dar no solo la opinión del autor sino la de todo el pueblo.

En 1979 se inaugura la Primera Bienal Internacional del Humor en la ciudad de San Antonio de los Baños, provincia Mayabeque, evento que ha contribuido ampliamente a la divulgación del dibujo humorístico cubano.

Juan Padrón crea en 1970 el personaje de Elpidio Valdés, primero como un personaje secundario que devendrá en el personaje de historieta más famoso y conocido de la cultura nacional. En 1972 el carismático mambí pasa de las páginas de la prensa a su primer cortometraje, medio en el que alcanzará una identificación masiva con los niños y el pueblo de Cuba.

En 1973 se funda la revista latinoamericana de estudios de historietas "C-Líneas" dirigida por el dibujante historietista Fidel Morales. El propósito de esta publicación es promover las historietas cubanas, dignificar el género y de cierta forma enfrentar al comic norteamericano. A través de esta publicación se editaron historietas cubanas en varios países de América Latina y los Estados Unidos, en lo que Fidel Morales llamó los "anti-comics". Vieron la luz historietas de Samuel Calderilla y Roberto Alfonso, "Toro Sentado" y "Recuerdo de Chamaco"; de Virgilio Martínez y Pedro Morales, "La desconocida aventura de Diego Grillo";"Romín, el samuráis errante" de Luis Lorenzo; y las tiras cómicas de Juan Padrón, "Los piojos".

La historieta o "muñequitos", tal y como son conocidas en Cuba gozan de una popularidad y un público en Cuba, por lo que no dejaron de editarse, aunque sus ejemplares siempre fueron menos que sus demandantes. El Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR) del Partido alentó la aparición de varias de estas historietas con un contenido humorístico, didáctico y revolucionario. Se pueden citar, "Siete samuráis del 70" del dibujante Francisco Blanco y textos de Betán; "Matilda y sus amigos" del propio Blanquito y Juan M. Betancourt; "Guarapito y Don Canuto" de Virgilio Martínez y "Santana y Limundoux", hermosa historieta en décima escritas por el poeta Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí) y dibujos de Virgilio; en la que a través de una típica controversia guajira, se explican algunas concepciones sobre el origen del mundo.[76]

También se publican historietas en la revista "Mar y Pesca", bajo el título de "Grandes Aventuras del Mar", dibujadas por Virgilio Martínez, Felipe García(Felgar), Cecilio Avilés, Mario Ponce y Vicente Sánchez y guiones de Fidel Morales, Martha Cruz, Manolo Pérez, etc.

En 1976 se publica la revista de historietas "Pásalo", con diversas colaboraciones de historietistas cubanos.

La paradoja de la arquitectura de los 70: necesidad versus belleza

Los años 70s fueron de auge constructivo en Cuba, como parte de las transformaciones que la Revolución introducía en la sociedad cubana: escuela de todos los niveles de enseñanza, círculos infantiles, plantas fabriles, instalaciones deportivas y edificios de viviendas fueron levantados en todas las provincias del país. La nación crecía y la necesidad de crear infraestructura en poco tiempo hacía necesario aplicar métodos constructivos económicos y rápidos por lo que se introdujeron los diversos sistemas de pre-fabricados que caracterizaron las construcciones cubanas de las décadas de los 70s y los 80s.

A principios de la década un equipo de profesionales de la construcción conformado por el ingeniero Aníbal Rodríguez y los arquitectos Josefina Rebellón, José Cortiña, Ludy Abrahantes, Armando Galquera y Carlos Montelongo, estudian un sistema de elementos prefabricados que fuera multiuso y respondiera a la necesidad constructiva del momento, crean el sistema GIRÓN cuya difusión marca el paisaje urbano y rural cubano desde la década del 70.

Para remarcar el gran salto constructivo cubano aparece en 1972 el libro de arquitecto cubano Germán Bode, "Hacia la industrialización del sector de la construcción" en el que sostiene que para vencer al subdesarrollo había que pasar de las técnicas artesanales a la industrialización, realidad que precisó de un mayor estudio para responder a la necesaria integración de la mejor técnica artesanal de la tradición constructiva del país a las nuevas y modulares tecnología de la construcción.

Este uso masivo del pre-fabricado se inició con el programa de construcción de escuelas iniciado en 1971, concretamente la edificación de Escuelas Secundarias Básicas en el Campo (ESBEC) hechas con el sistema GIRÓN de patente cubana. Las escuelas seguían un diseño homogéneo, que dada la ligereza de las piezas y su funcionabilidad, permitía adaptarse al terreno y cierta flexibilidad para introducir algunos cambios individuales, lo que no impidió el parecido entre una escuela y otra, con el consiguiente empobrecimiento estético del paisaje. Durante la década se acelera el uso de este sistema constructivo para crear nuevos hospitales, policlínicos, hoteles, círculos infantiles, viviendas, etc.

La estandarización invadió la edificación de viviendas, verdaderos cajones caracterizados, en barrios homogéneos como Alamar, San Agustín o El Eléctrico, todo en La Habana, aunque igual de empobrecedor eran los nuevos repartos en ciudades y pueblos del interior.

En estos "barrios" se han utilizado distintos sistemas constructivos, provenientes en su mayoría del Campo Socialista europeo y con leves modificaciones en Cuba, E-14, Gran Panel, GP-70 y SP-79, con ellos se levantaron áreas urbanas donde se pierde la retícula urbana y la monotonía se enseñorea y ni siquiera se mitiga con el diseño de arbolados, parques y jardines.

La necesidad se imponía a la estética ambiental. La arquitectura como arte sufre un estancamiento notable durante este período, convirtiéndose solamente en un elemento técnico constructivo.

"Se ha perdido el interés por la arquitectura porque todo es igual: tengo que hacer la misma cosa porque dicen que tiene que ser económica. No hay cosa más económica que atender a la cultura del pueblo, porque el valor de la cultura es inconmensurable en términos económicos y cuando no se tiene una profunda conciencia de la importancia de la cultura es que se cae en esos errores"[77]

Con la masificación del pre-fabricado se rompe la continuidad histórica de la arquitectura cubana, prácticamente se parte de cero, al no tener antecedentes de esta construcciones masivas, pero se desecha la tradición acumulada en este terreno por los arquitectos y maestros de obras cubanos.

"Se habló de que el proyecto típico permitiría construir más, al final se sacrificó la belleza y no se resolvieron los problemas de vivienda"[78]

Pese a todas estas críticas señaladas al uso masivo del prefabricado, los especialistas señalan algunos ejemplos arquitectónicos creados con el sistema Girón y que se distinguen por su calidad estética, son los casos de la Escuela Vocacional Máximo Gómez de Camaguey del arquitecto Reynaldo Tagores, quien logra imprimirle un carácter urbano al conjunto, conjugando equilibradamente los espacios cerrados y abiertos; la Escuela Vocacional José Martí de Holguín del arquitecto Eduardo Suero; la Escuela de Iniciación Deportiva(EIDE) de Santiago de Cuba del arquitecto Alberto Díaz Serpa y algunas otras obras creadas bajo este modelo en las provincias orientales. En La Habana sobresalen por su calidad la Escuela Vocacional Vladimir I. Lenin y el Palacio Central de los Pioneros Ernesto Guevara[79]del Parque Lenin, en tanto en Artemisa se levantó el Mausoleo a los Mártires de Artemisa, con similar sistema constructivo.

Durante este período se inicia el paciente trabajo de restauración del centro histórico de La Habana. Este se lleva adelante por dos vías principales, la reconstrucción fiel de la imagen de las edificaciones, hasta en sus menores detalles y por otro lado la remodelación de los componentes esenciales de otras edificaciones para asumir nuevas funciones.

Dentro de la arquitectura artística el trabajo más interesante lo realizan los arquitectos de experiencia y renombre a los que se le encarga obras puntuales y de relevancia. Uno de ellos es Antonio Quintana, quien continúa su trabajo destacado en obra de alta tecnología y gran contenido expresivo. Sus obras están unidas por la reiteración de la estructura suspendida con mínimo apoyo, como ocurre en el Hotel Las Brujas (1972) en Santiago de Cuba, suspendido entre los elevaciones; la Casa de los Cosmonautas (1974) en Varadero, levantada sobre vigas y en la que se utilizan elementos de la arquitectura colonial cubana, con el uso de tejas y carpintería criolla.

Su obra más importante es el Palacio de Convenciones de La Habana (1979), realizado por un sistema de volúmenes horizontales articulados en torno a un patio, sobresaliendo el Gran Salón plenario para 2 200 butacas, cinco salas menores, un restaurante y las infraestructuras necesarias. Levantado en El Laguito. Municipio Playa, La Habana, mantiene la característica suspensión sobre pilotes y el uso de elementos de la arquitectura vernácula.[80]

Quintana también dirigió el proyecto general del Parque Lenin[81]y de todo el sistema de parques forestales del sur de La Habana, que incluyó el Jardín Botánico y el Zoológico Nacional.

En el fomento del Parque Lenin participaron otros arquitectos cubanos (Mario Girona, Juan Tosca, Selma Soto y Joaquín Galván, entre otros) que mantuvieron el principio de diálogo con la naturaleza sin agredir el paisaje. Bajo este principio se destacan en el Parque Lenin, el restaurante La Faralla, de Juan Tosca; el Acuarium, de Telma Ascanio; la cafetería Galápago de Oro, de Mario Girona; el Anfiteatro Natural, de Hugo Dacosta y Mercedes Álvarez y el restaurante Las Ruinas, de Joaquín Galván.

El restaurante Las Ruinas, de Galván, sobresale por el hermoso contrapunteo que establece entre las ruinas centenaria de una casona del siglo XIX y el presente representado por grandes módulos de prefabricados, que junto a los hermosísimos vitrales de René Portocarrero y la presencia de la naturaleza, regalan un conjunto de armonía y creatividad único.

El proyecto del Zoológico Nacional fue encargado a Mario Girona, destacándose por el diseño del foso de los leones, en una antigua cantera, con su mirador.

El Jardín Botánico es obra de un equipo formado los arquitectos, Luis Lápidus, Sergio Ferro y Estrella Fuentes, en este conjunto sobresale el Pabellón de las lianas.

Fernando Salinas proyecta la embajada de Cuba en México(1976), obra en la que logra insertarse en el entramado urbano de la capital azteca, al tiempo que da una imagen de Cuba y su cultura, a través de los símbolos y el uso de vitrales y pinturas cubanas.

La radio y la televisión cubana en los 70

Desde la década anterior todos los medios de comunicación masiva estaban en manos del estado revolucionario puestos en función del servicio público y la defensa de la Revolución Cubana. Caracterizan a los medios radiales y televisivos del país su partidismo ideológico, la información pública, los servicios noticiosos centralizados, programas didácticos y culturales, incluyendo los especializados en teatro, danza, música y otros géneros; los dramatizados, novelas y aventuras, para niños y adultos, que son del gusto de la mayoría de la población.

Para rectoriar la actividad concerniente a la Radio y la Televisión se creó en 1962 el ICR (Instituto Cubano de Radiodifusión), nombre que en 1975 se cambia por el de ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión)

El país cuenta en aquellos momentos con tres canales de televisión: Canal 6 y Canal 2, desde La Habana, en tanto Tele Rebelde trasmite desde Santiago de Cuba para la zona oriental y cinco emisoras nacionales (Radio Rebelde, Radio Progreso, Radio Liberación (CMQ), Radio Reloj, CMBF Radio Musical Nacional) y Radio Habana Cuba que trasmite por onda corta para el mundo: estas emisoras junto a una amplia cadena de emisoras regionales y municipales, completan el circuito de radiodifusión cubano.

La Radio era el medio más expandido por todo el país, la facilidad de su recepción, el esfuerzo del estado cubano por hacer posible su escucha en todo el archipiélago y la tradicional calidad de su programación, así como el servicio social que presta, lo hacen un medio imprescindible en esta década.

La música es el elemento predominante en la mayoría de las programaciones radiales cubanas, excepción hecha de Radio Reloj, por su peculiar forma de dar la hora e informaciones noticiosas y generales. Ninguna emisora de esta época deja de tener sus espacios para la difusión de la música, teniendo Radio Progreso los dos programas de este género de más popularidad: la "Discoteca Popular", en las tardes y "Nocturno" en la noche. La Discoteca… era conducida por el maestro Eduardo Rosillo y estaba dirigida básicamente a la música popular cubana, aunque se escucha música internacional del momento. "Nocturno" es un suceso, el programa más popular en esta década, tenía las primicias de presentación de la música pop, rock y ligera internacional y nacional, siendo una realidad que las noches se planificaban después que acabara "Nocturno", que tuvo en la voz de Julio Capote, su primer conductor y luego Pastor Felipe, desde mediados de la década del 70. La escala de "Nocturno" era un medidor de popularidad en Cuba.

No faltaban los espacios musicales especializados en música méxicana, argentina, española o más específica de géneros, como el danzón, grupos como Los Cinco Latinos, Los Zafiros, espacios para la música campesina y del recuerdo, con la música que hacía agrupaciones soneras y bailables cubanas.

"Alegría de Sobremesa", trasmitidos a mediodía y en la tarde noche por Radio Progreso, no solo es el decano de los programas musicales y costumbristas en Cuba, sino que utilizaba música en vivo con las orquestas más populares del país, encabezadas por la orquesta "Aragón", la conducción de Rosillo, los libretos de Alberto Luberta y la plantilla de actores que hacen el sketch, convirtieron este espacio en otro de los clásicos de la radio en Cuba.

La difusión de la música en sentido general era bastante amplia, limitada a los músicos y cantantes que se había quedado en Cuba, los que se radicaron en los Estados Unidos y otros países de América, fueron silenciados en las emisoras cubanas durante esta década y posterior. En cuanto a la música internacional el criterio del "diversionismo ideológico" extendió la censura sobre agrupaciones y cantantes con determinada posición política, con conductas extravagantes o cualquier otro criterio a veces superficial, que nos impidió por algunos años disfrutar de la música de los Beatles, Camilo Sexto, José Feliciano, Julio Iglesia y otros y otros y otros.

La radio-novela ocupa un espacio importante en la programación de algunas emisoras siendo Radio Progreso la que lleva el peso del dramatizado radial, con las novelas que ocupan los horarios de la tarde, después del noticiero (1:30 a 3:00 pm), aunque también la tiene en parrilla en el horario de la mañana. Los guiones van desde los temas contemporáneos de la cotidianidad, quizás el más difícil de enfocar dada la censuras a determinados argumentos y zonas de nuestra realidad; hasta los tramas de época situados en otros países, extemporáneos o en la Cuba pasada, muy acudida por desproblematizada y esquemática para los guionistas y productores, también se acude a las adaptaciones radiales de obras de la literatura cubana e internacional.

Se unen a los dramatizados "las aventuras", que tradicionalmente ocupaba los horarios del mediodía y en la tarde, porque eran dirigidas al público infantil y juvenil. Las tres cadenas nacionales mantienen alguno de estos espacios, donde el protagonismo sigue estando en una figura impecable de cualidades humanas, que lucha contra la injusticia y la maldad en algún lugar supuesto del mundo radiofónico, "Leonardo Moncada", "Nguyen Sum", "La Capitana de la Aurora", fueron series que llegaron o nacieron en esta década. Otras ocasiones se hacían adaptaciones de novelas de aventuras, que mostraban toda su calidad a través de las voces de reconocidas figuras del medio. El desarrollo técnico de la TV y la consolidación del espacio "Aventuras" del Canal 6 trajeron una decadencia del género, en esta época.

Las trasmisiones deportivas gozaban de gran arraigo y aceptación en el público, principalmente los juegos de beisbol que fueron ganando una personalidad propia por su originalidad, inmediatez y la consolidación de una dubla radial estrella: Juan Antonio Salamanca(Boby) y Roberto Pacheco, gente de radio que le dieron a las trasmisiones del Beisbol un carácter muy cubano, tanto por el estilo de cada uno, sobretodo Salamanca y sus neologismos beisboleros que ha dejado registrado para la historia de la cultura cubana su célebre frase: "¡Azúcar abanicando!, y sus variantes, para referirse a determinadas situaciones del juego de pelota.

Las trasmisiones de los eventos múltiples en los que participa Cuba en la arena internacional, tienen en la radio un apoyo que mucho a contribuido a esta cultura deportiva del cubano, señalemos en este período, Juegos Centroamericanos, Panamericanos y los Juegos Olímpicos, los mundiales de beisbol y el 1er Campeonato Mundial de Boxeo, eventos todos en los que la Radio Cubana y en particular el equipo de Radio Rebelde nos lo trajeron hasta la casa, en una época en que era insipiente el uso de las trasmisiones vía satélite.

La televisión cubana se mantuvo al margen durante este tiempo de los adelantos técnicos que ocurrían en el medio y se quedó obsoleta desde el punto de vista técnico, al seguirse haciendo en estudio casi todos los programas, muchos de ellos en vivo y sobre todo en blanco y negro hasta 1976 en que se introduce el color en la televisión cubana y por estos mismos años se introduce el video-tape, que amplia las posibilidades de filmar fuera de estudios de modo más económico, a la vez que se elaboran mejor los programas que se graban previamente. Estos cambios fueron el inicio de la reconversión tecnológica de la TV cubana que continuó paulatinamente en la década posterior. Durante esta década del 70 la programación se limitaba a unas 8 horas diarias limitadas a las tardes noches con un breve espacio de mediodía para el Noticiero Nacional y un informativo cultural.

Para el cubano medio la televisión debía y tenía básicamente un espacio infantil en las primeras horas de la tarde-noche, con una tanda de dibujos animados (casi todos foráneos), espacios para cuentos, las Aventuras (7:30 p.m.) con una gran teleaudiencia muy grande en todo el país, luego el Noticiero Estelar (8:00) y luego un programa humorístico costumbrista, espacios para dramatizados seriados, novelas, cuentos, teatro y el cierre con una película, casi siempre norteamericana, que no dejaron de ponerse en la parrilla de la televisión nacional, poco antes de las doce el Canal 6, salía del aire. Añada a esto la transmisión de actos políticos, culturales, los programas de interés públicos, unidos a los anuncios promociónales de actos, campañas político-ideológicas, efemérides, y promociones de bien público.

En el espacio Aventuras se pone la serie "Los comandos del silencio" (1972), un homenaje a las guerrillas Tupamaros de Uruguay, dirigida por Eduardo Moya, filmada en exteriores, una novedad en la televisión cubana, con música de Silvio Rodríguez.

Las telenovelas nacionales mantienen un interés muy elevado en la población con una producción que podía clasificarse en tres tendencias que se hicieron más evidente en esta década; una pretendía tener la "forma" y mantener el "contenido", ejemplificado con los guiones de Maité Vera extraídos de la realidad social del momento; una segunda tendencia persigue "dramatizar" solo las grandes obras de la literatura universal, con los más notables ejemplo en María Bachs y Roberto Garriga y una tercera tendencia que quería nuevas "formas" para los nuevos contenidos, representado por un grupo de jóvenes creadores que tuvieron que enfrentar la estructura burocrática de la TV.[82]

Se destacan, la adaptación hecha de la novela "Ramona" (1978) de J.H. Jackson dirigida por Severino Puentes y los protagónicos de Yolanda Ruiz y Fidel Pérez Michel, muy recordada por los televidentes cubanos. Se repone la novela"Doña Bárbara" (1978) del venezolano Rómulo Gallego, dirigida por Roberto Garriga y los protagónicos de Raquel Revuelta y Manuel Gómez y el memorable desempeño de Daniel García como Juan Primito.

En 1979 se pone en pantalla "En silencio ha tenido que ser", tele-serie dedicada al trabajo de los órganos de la Seguridad del Estado en lucha contra los enemigos internos y externos de la Revolución. Dirigido por ( ) y la actuación de destacadas figuras de la televisión y el teatro cubano, Sergio Corrieri, Mario Balmaceda, René de la Cruz, Reynaldo Miravalle, Enrique Satiesteban, Paco Alfonso, Consuelo Vidal y otros muchos grandes actores cubanos.

Como una saga de "En silencio…" se produjo "Julito el pescador", con prácticamente el miso elenco pero con el protagónico en René de la Cruz (Julito) un pescador devenido agente de la seguridad cubana infiltrado en los EE. UU.

En esta década aparecen "Sector 40" y "Móvil 8" seriados destinados a destacar el enfrentamiento al delito y la contrarrevolución por los oficiales y agentes del Ministerio del Interior.

El magnifico trabajo de conjunto (guión, música, dirección, actuación, etc.) realizado para estas series, dedicadas al enfrentamiento de la Revolución con sus enemigos, hace que podamos ver en ellas un punto de giro del dramatizado televisivo cubano.

Partes: 1, 2, 3, 4
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