- Introducción
- La institucionalización
- La política cultural de la Revolución Cubana (1971-1980)
- Educación, la revolución continuada
- Libros para todos
- Periódicos y Revista
- Escribiendo a pesar de todo
- Teatro, los difíciles años setenta
- La danza, entre luces y sombras
- La música popular en crisis
- Cine cubano
- La continuidad de la tradición plástica cubana
- La paradoja de la arquitectura de los 70: necesidad versus belleza
- La radio y la televisión cubana en los 70
- El desarrollo continuado de las ciencias en Cuba
- Deporte cubano, en busca de la cima
- Bibliografía
Introducción
Este es un intento, a sabiendas incompleto, sobre la historia de la cultura cubana en la segunda década de la Revolución Cubana, el período de la institucionalización, en el que el proceso revolucionario llegado al poder en 1959, se arropa en una institucionalidad ajena, proveniente de los países socialistas del este europeo tratando de amoldar la legitimidad popular a los carriles de los dogmas marxistas leninista, que habían acumulado una larga experiencia de burocratización de la sociedad, freno a toda iniciativa liberal, en los ámbitos culturales y el aislamiento como mejor antídoto para lo que sucedía en el mundo. La coacción ideológica, la buena fe de la gente, las reales conquistas sociales del pueblo, el populismo discursivo y la imposición de "modelos extranjeros" a una cultura nacional popular, que no por gusto había estado en el centro de la Revolución Cubana, trajo como consecuencia esta contradictoria década en la que a nombre de una ortodoxia marxista leninista se alcanzaron grandes avances sociales en medio de grandes errores en la política cultural, la educación y en otras ramas de la sociedad, que aún estamos "rectificando".
La institucionalización
En 1970 el Gobierno Revolucionario Cubano se había propuesto alcanzar una zafra extraordinaria de DIEZ MILLONES de toneladas de azúcar con la pretensión de mantener en años posteriores ese nivel de producción. Era una manera de alcanzar un equilibrio en la balanza comercial con la Unión Soviética y los países socialistas de Europa y Asia, que durante todos esos años había mantenido un suministro constante de alimentos, materias primas (principalmente petróleo), maquinarias para el sostenimiento de la economía y armamento para la defensa de la Revolución.
Desde 1965 el país fue preparando las condiciones para el "gran salto" en la producción de azúcar, con la extensión de los campos cañeros, ampliación de los centrales azucareros, creación y mejoramiento de la infraestructura azucarera, preparación de técnicos para la agro-industria y muchos otros detalles que llevaron al país a priorizar de forma desmedida la producción azucarera en detrimento de otros sectores de la economía.
Más que una meta económica, la producción de zafras de diez millones de toneladas y más fue un imperativo ideológico en función del cual se movilizaron miles de personas de todos los sectores, en una zafra que comenzó en pleno ¡verano de 1969! Y que paralizó prácticamente a todos los sectores de la economía y la sociedad.
El anhelo de hacer la ZAFRA DE LOS DIEZ MILLONES encandiló a toda la sociedad cubana, muchos veían en el logro de tal meta, la solución de todos los problemas del proceso revolucionario, la fantástica sociedad de iguales parecía al alcance de la mano, en medio de una inflación galopante, mucha escasez y precariedad, contrastante con el alza de las gratuidades y el desorden económico en el resto de los sectores no azucareros.
El 20 de mayo de 1970 Fidel Castro, hablando en una concentración para recibir a un grupo de pescadores secuestrados por bandas terroristas contrarrevolucionarias, radicadas en el sur de la Florida, Estados Unidos, hizo un análisis de las motivaciones para la zafra grande y terminó anunciando lo que era ya una realidad para las mentes más objetivas de la sociedad cubana, la zafra de diez millones no podía hacerse, las enormes dificultades tecnológicas, la burocracia estatal que infló los estimados y otros factores propios del sub-desarrollo del país, pusieron fin a un sueño. Solo su liderazgo y prestigio revolucionario pudieron revertir el desencanto de un pueblo que en gran mayoría se había comprometido al logro de tal utopía y en un final de discurso que solo podía hacer él, llamó al pueblo a "convertir el revés en victoria", nueva consigna que presidiría toda la década de los 70s.
Comenzó un profundo proceso autocrítico que iba más allá de la zafra, señalando los errores de idealismo que había cometido la dirección de la Revolución pretendiendo acelerar el proceso histórico y alcanzar una sociedad equitativa y comunista, sin tener en cuenta las profundas condiciones del subdesarrollo, dependencia económica y aislamiento político y económico que vivía el país.
En su informe al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, Fidel expresó:
"El esfuerzo fue extraordinario y estaba justificado, tanto en el orden práctico como moral. De algún modo era necesario compensar el desnivel comercial con la Unión Soviética… Sin embargo no pudo lograrse. Las inversiones industriales no habían madurado para esa fecha. El agobiante problema de la fuerza de trabajo que fue necesario emplear, en cantidades crecientes para atender las zafras, en circunstancias en que la mecanización de la cosecha se atrasaba por razones técnicas, creó grandes desequilibrios en el resto de la economía nacional…Las realidades resultaron ser más poderosas que nuestro propósito"[1]
Rebasar la difícil situación económica del país tras el fracaso del 70, solo fue posible en primer lugar por el esfuerzo del pueblo, que creía en su Revolución y reorientó su rumbo guiados por su vanguardia, en busca del bienestar de todos; en segundo lugar y no menos importante, por el fuerte y decidido apoyo de la Unión Soviética y el campo socialista que mantuvieron y acrecentaron los suministros a Cuba en medio de las recrudecidas agresiones de los Estados Unidos y sus aliados.
Como parte de esta ayuda, se negoció un aumento de precio de compra del azúcar por la URSS, que propuso pagarla a 11 centavos de dólar la libra y el níquel a 5 mil dólares la tonelada y la renegociación de la deuda cubana con ese país pagadera a partir de 1986 sin intereses.
Se fortalecían los lazos con la Unión Soviética luego de algunos años de enfriamiento de las relaciones, tras la Crisis de Octubre (1962) y el caso de la Micro Fracción (1966) con complicidad demostrada de los soviéticos.
Cuba adquiere una "deuda de gratitud" que determina mucho el nuevo rumbo, tratando cada vez más de asimilar las "experiencias" del bloque socialista, tratando de adaptarlas a la situación cubana y finalmente copiando la estructura estatal, olvidando por "revisionista" todo intento de originalidad del socialismo que no fuera basado en el "marxismo-leninismo" de corte científico, la "única teoría científica" en el terreno de la ideología.
Para llevar adelante los cambios necesarios que requería el país y la Revolución se inicia un proceso de reorganización en el Partido y la sociedad cubana, que llevaba por objetivo devolverle el protagonismo al pueblo y sus organizaciones de masa, cuya subordinación mimética, en los finales de la década de los 60s, las había prácticamente anulado como factores sociales.
La Revolución había derrotado a la reacción interna y externa, apoyada en un régimen de dictadura de las mayoría lideradas por el Partido Comunista de Cuba y se propone en esta década de los 70s organizar un estado socialista basado en el modelo de loe países socialista.
Se inicia la estructuración y creación de los sindicatos nacionales por sectores productivos y sociales, que debían jugar el papel de contraparte de la administración socialista estatal, para velar por los intereses de sus afiliados, aunque se aseguraba que esta respondía a los intereses de los trabajadores como un todo, un ente abstracto que diluían los intereses y aspiraciones individuales y que de hecho dejaba a los sindicatos sin funciones reales.
Este proceso culminó con el XIII Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) celebrado en noviembre de 1973 y en el que se restituye el principio socialista de que cada trabajador reciba según su trabajo, idea cardinal en la construcción de la sociedad socialista y que de una forma u otra ha sido violada por la dirección del estado y la Revolución donde han prevalecido principios de distribución paternalista, que han impedido el desarrollo real de las fuerzas productivas en Cuba, aún bajo las difíciles condiciones del Bloqueo Económico al que ha sido sometida la sociedad cubana.
Por otra parte comenzaron a fomentarse las bases para terminar con el período de provisionalidad institucional y de gobierno iniciada en 1959 con el triunfo de la Revolución. Se reestructura el Gobierno Revolucionario en 1972 con la designación de un Comité Ejecutivo del Consejo de Ministro que incluye varios vice por ramas sectoriales, lo cual ajustaba el Estado a los normas del socialismo europeo y no a la realidad de Cuba, creando un amplio aparataje estatal sostenido por una economía subversionada y gastadora.
En 1973 se restructura el aparato del PCC con iguales patrones y resultados, para dar paso a los preparativos del I Congreso del Partido celebrado en diciembre de 1975. En el se aprueba la Plataforma Programática, los estatutos y las Resoluciones que fijan las pautas del Partido sobre aspectos tan medulares como la economía, la institucionalización, política exterior, educación, cultura, ideología y otros aspectos.
El Partido se proclama "Fuerza dirigente superior de la sociedad y del estado", condición que se hará Ley en la Constitución de 1976. La dictadura del proletariado en su fase más dura sede lugar a la "democracia popular" que estimula la participación popular de manera colegiada, desde las decisiones de barrio hasta la nación, con una estructura rígida que va concentrando el poder en la medida que sube la pirámide y disminuye el número de los que deciden, mandatados cada vez por un número menor de persona, lo que cierra y concentra el poder en muy pocas manos.
La experiencia cubana parte del antecedente de los estados socialistas de Europa, donde el auto-gobierno local, es la base de la pirámide. En todo este sistema es determinante el papel del Partido, a través de sus militantes "como guías ideológicos de la nación", lastrando la espontaneidad de las masas en la selección de sus candidatos de base, para elegir delegados sin ningún poder efectivo para influir en las decisiones locales o nacionales.
La experiencia del Poder Popular se organiza en la provincia de Matanzas en 1974, bajo la supervisión del Partido y del Estado. Conocidos y evaluados los resultados de la experiencia matancera se da a conocer el Proyecto de Constitución de la república de Cuba, de confección cerrada, por un grupo de especialistas y personalidades no elegidos que presentan una Constitución al pueblo, para su estudio y aprobación posterior en referéndum en de febrero de 1976 y aprobada por el 97 % de los cubanos con derecho al voto en ese momento. El 24 de febrero de ese mismo año entra en vigor la Ley Fundamental de la República de Cuba.
Como paso previo a la implantación de la nueva forma de institucionalización se pone en vigor la Ley 1304 sobre la nueva división político administrativa del país (3 de julio de 1976) que reorganiza el país en 14 provincias, un municipio especial y 169 municipios. Con ello se simplifica la estructura de gobierno, con provincias más pequeñas, desaparecer la instancia de región y crear municipios más grandes. Con la nueva Ley el municipio gana en importancia al convertirse en base del sistema estatal cubano.
El 7 de julio se aprueba la Ley Electoral Nacional y comienzan los preparativos para organizar las primeras elecciones nacionales del Poder Popular. La Ley estipula que el pueblo elige en la base al Delegado de sus circunscripciones a la Asamblea Municipal. Esta a su vez elige a los delegados a la Asamblea Provincial, entre sus delegados (50 %) y el otro 50 % es propuesto por las estructuras políticas y sociales de la provincia, aquí las propuestas incluyen a la nomenclatura político-administrativa, cuadros y figuras de la intelectualidad y otras esferas de la política y la sociedad. Casi siempre entre ellos están los que dirigirán la asamblea y ocupen cargos de relevancia en la administración provincial.
Para la elección de la Asamblea Nacional vuelve a funcionar el filtro, del 50 y 50, pero el 50 % de propuestas centralizadas incluyen a la jerarquía del Estado y el PCC, justamente en la instancia que tampoco elige al jefe de Estado sino al Consejo de Estado, grupo que elegirá al Jefe de Estado. Si tenemos en cuenta además que las candidaturas son cerradas, mismo número de candidatos que de cargos, llegaremos a la conclusión que la única función del votante es, aprobar.
La importante función de la Comisión de Candidatura, formada por un miembro de las organizaciones de masa (FMC, FEEM, FEU, CTC, CDR, ANAP) y la omnipresencia del Partido y la UJC, determinan la creación de un grupo de poder cerrado, que funciona en toda la superestructura, haciendo muy formal la "democracia participativa" de todo el pueblo.
El 10 de octubre de 1976 se efectúan las elecciones de base, el 31 del propio mes se constituyen las Asambleas Municipales y sus Comités Ejecutivos. El 2 de noviembre las Asambleas Municipales eligen los diputados a la Asamblea Nacional y el 7 del propio mes se crean las Asambleas Provinciales.
El 30 de noviembre se promulga la Ley de Organización de la Administración Central del Estado, un amplio aparataje que crea ministerios, comités estatales, instituciones y una estructura central del Estado, todo similar a la Unión Soviética y al Campo Socialista.
El 2 de diciembre de 1976 se constituye la Asamblea Nacional del Poder Popular, Primera Legislatura, presidida por el veterano dirigente comunista Blas Roca Calderío[2]La Asamblea eligió el Consejo de Estado, formado en su mayoría por veteranos dirigentes de la Revolución Cubana, quien eligió a Fidel castro como Jefe del Consejo de estado y de Ministros, quien a continuación presentó para su aprobación por la asamblea el Consejo de Ministro de su gobierno.
El sistema judicial cubano, no constituye un poder independiente, sino subordinado al Estado, su función es impartir justicia, velar por la integridad de la nación y velar por el cumplimiento de la legalidad socialista. En los primeros cinco años de la década de los 70s se reestructura creándose los Tribunales Populares en las instancias municipal, provincial y supremo, que incluye la novedad de la inclusión de la figura del juez lego, no profesional y elegido en las organizaciones de masa para formar parte de los tribunales de base. Se mantiene la pena de muerte como la máxima pena para delitos muy graves, que incluye los delitos contra la seguridad del Estado, que en Cuba Revolucionaria son conocidos como delitos contrarrevolucionarios.
Con la institucionalización socialista, se fortalece el papel ideológico y político hegemónico del Partido Comunista de Cuba en la sociedad cubana, se hace ley la no existencia de ningún otro partido político en Cuba, junto a este se estrecha más los lazos políticos y económico con la URSS y los países socialistas, se afianza la estructura ideológica y el poder político del grupo que lideró la insurrección contra Batista y se afianza al marxismo-leninismo como la doctrina oficial del estado socialista cubano.
A partir de 1971 con el Primer Congreso de Educación y Cultura, todas las corrientes de pensamiento no marxistas-leninista fueron consideradas revisionistas o diversionistas por lo que fueron combatidas y censuradas, matando el debate franco y abierto que enriquecía al proceso revolucionario en los primeros años de la década de los 60s.
El marxismo-leninismo se convirtió en dogma de la Revolución, bajo su pretendida "cientificidad" fueron encasillados todos los procesos de la economía, la sociedad y la política, había una ética marxista-leninista, una estética y una psicología de igual etiqueta y hasta se pretendía tener en las manos un "comunismo científico", que tras el derrumbe del socialismo "real" soviético, el choteo cubano renombro como "de ciencia ficción".
Los manuales se multiplicaron como las Biblias y la repetición mecánica y acrítica, se convirtió en camisa de fuerza, para el análisis de cualquier tema. La "marxificación" dogmática llegó al estudio del "marxismo-leninismo" en la enseñanza media y universidades, en la que había un examen obligatorio de marxismo para graduarse.
Los círculos de estudios, tenían ese tema como base, en centros de trabajo y unidades militares; la prensa no dejaba de publicar "profundos" artículos sobre filosofía marxista y la sociedad del futuro, tras la vuelta de la esquina, y el discurso oficial nos prometía un futuro feliz con el apoyo incondicional de la URSS y los suyos, pese al bloqueo y nuestro auto-aislamiento.
El resultado fue la aparición de un pensamiento aparentemente monolítico, el empobrecimiento de la vida intelectual y la marginación de personalidades de la cultura, las artes y el pensamiento, que no aceptaron los esquemas dominantes o no "cabían" en los patrones de "parametración"[3] del estado.
En cuanto a la economía el período, fue de estabilización y crecimiento basado fundamentalmente en la decisiva ayuda económica de la Unión Soviética y los países socialistas, la reorganización productiva del país (crecimiento de la mano de obra, dada las desmovilizaciones militares masivas de las milicias, aumento de la calificación y de la productividad del trabajo; reanimación de sectores económicos, etc.)
Este renacimiento de la economía cubana se acentuó a partir de 1972 con la estrada de Cuba en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). La integración al CAME trajo como consecuencia, el reajuste a las normas y reglas de este bloque económico, europeo, con una locomotora fundamental, la URSS y naciones altamente dependientes de esta economía líder.
Dentro del CAME a Cuba le tocó producir materias primas, azúcar, cítrico y níquel, con precios subvencionados, poca elaboración y un sistema que acentuaba el patrón de país monoproductor que le había correspondido desde el siglo XVIII.
Al estado cubano no le quedó otra alternativa, país sometido a un férreo bloqueo económico, con limitadísimos créditos de occidente, cero inversiones de países capitalistas y un compromiso político e ideológico muy grande con el bloque soviético, tuvo que aceptar la pertenencia a un grupo al cual solo lo ligaban lazos ideológicos y de geo-política.
La revolución Cubana había intentado un desarrollo económico autónomo, basado en una economía diversificada y dinámica durante los años 60s. La inexperiencia y el idealismo social de "quemar etapas" para llegar a la sociedad comunista, provocó graves daños a la economía cubana, no solo afectada por el bloqueo y los sabotajes, sino por las improvisaciones, como el hecho de hacer desaparecer las relaciones mercantiles que rigen la economía, dejando a los mecanismos subjetivos la entrega al trabajo y el estímulo idealista, que a la larga dejó un país semiparalizado sostenido tan solo por el entusiasmo de un pueblo dispuesto a construirse un futuro mejor.
Tras la rectificación de los 70s se comenzó la implantación gradual del sistema socialista soviético de Dirección y Planificación de la Economía, altamente centralizada y burocratizada, que hacen depender la mayor parte de las decisiones del nivel central, con poco margen a la flexibilidad, la creatividad y productividad del ejecutor directo del trabajo.
Las relaciones inter-comerciales basadas en un sistema mercantil artificial se basaba en el cumplimiento del plan a toda costa y costo, en detrimento de la productividad y calidad, con un mecanismo de motivación al productor basado en estimular un trabajo poco productivo.
Pese a estos problemas hubo un sostenido crecimiento económico, basado en la reserva productiva poco explota, el mejoramiento e inversión en esferas económicas deprimidas y la abundante ayuda de los países del CAME. En el primer quinquenio de la institucionalización (1971-1975), el producto interno del país alcanzó un 10 % de crecimiento, en tanto que en el segundo (1976-1980) el mismo fue más modesto, 4 %.
La Revolución Cubana continuó en esta década, lo que ha sido su principal premisa: la distribución equitativa de la riqueza social, a través de un sistema educacional gratuito, que en esta etapa alcanzó altas metas; el sistema de salud, la seguridad social, el pleno empleo, aún a costa de la productividad; la masificación del deporte, como base a la preparación de un deporte de marcas y altos resultados internacionales; la cultura, entendida en el desarrollo de un fuerte movimiento de aficionado, apoyo material a los artistas profesionales y prioridad para el desarrollo de las artes y la literatura de masas.
Lastrando estos grandes logros sociales está el fenómeno del igualitarismo, las gratuidades excesivas y el despilfarro de recursos, así como la baja calidad de los servicios, la producción y la educación.
En cuanto a las relaciones internacionales, durante la década Cuba jugó un importante rol en el movimiento de liberación nacional antimperialista en muchos países del tercer mundo, la ayuda cubana no se limitó a la solidaridad política con dichas causas, sino que activamente contribuyó a entrenar cuadros militares y políticos tanto en Cuba como en otros países para desarrollar la lucha guerrillera contra regímenes coloniales o dependiente de las grandes potencias imperialistas, principalmente los Estados Unidos.
Es notoria la colaboración cubana con los movimientos guerrilleros en América Latina, principalmente en la década del 60s, su apoyo incondicional al pueblo vietnamita en su guerra de liberación contra la ocupación norteamericana y que culminó en 1975 con la salida humillante de las últimas fuerzas de los EE.UU. y del régimen que había sostenido en el sur de Vietnam.
Muy importante fue la participación de Cuba en el entrenamiento, sostenimiento y apoyo militar y político al movimiento guerrillero en las colonias portuguesas de África, proceso que se agudizó con la salida de Portugal de dichos territorios y la delicada situación político militar que se presentó en el rico enclave de Angola.
Allí los cubanos apoyaron al Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA) dirigido por el Dr. Agostinho Neto, quien junto a las fuerzas de la UNITA de Savimbi y el FMLA de Roberto, habían llegado a un acuerdo con la metrópoli portuguesa para proclamar la República el 11 de noviembre de 1975. Ambas fuerzas eran apoyadas por los Estados Unidos, las potencias europeas y los gobiernos de Zaire y Sudáfrica, dispuestos a impedir la llegada de un gobierno de izquierda al poder en Angola.
La invasión directa de fuerzas zairenses y sudafricanas al territorio angolano determinó el pedido de ayuda militar a Cuba, por parte de MPLA de Neto en noviembre de 1975, días antes de la proclamación de la República Popular de Angola.
Aceptado este pedido el 5 de noviembre de ese año, fuerzas regulares del ejército cubano, junto a las incipientes fuerzas armadas angolanas rechazan el cerco a Luanda y permiten la proclamación de la república. Fuerzas cubanas y angolana repelen en todo el país a mercenarios y tropas regulares de Zaire y Sudáfrica, en una valiente ofensiva que trae por resultado la liberación de todo el territorio angolano el 27 de marzo de 1976, habían llegado desde Cuba 36 mil combatientes internacionalistas que permanecieron en el país durante poco más de quince años, en lo que se conoce en nuestra historia contemporánea como la "Operación Carlota".
En cuanto a las relaciones con los Estados Unidos, la década del 70 fue un período más tranquilo que el anterior, pese a la activa beligerancia de los grupos terroristas de ultraderecha de origen cubano, radicados básicamente en La Florida y con pleno apoyo de la CIA y el gobierno de los EE.UU.
Continuaron los ataques a barcos pesqueros cubanos, mercantes, atentados contra técnicos y diplomáticos cubanos en el exterior que eran un modo de mantener justificada la política de los gobiernos de Estados Unidos contra Cuba. El más execrable de estos crímenes terroristas ocurrió en octubre de 1976 cuando terroristas de origen cubano hicieron estallar en pleno vuelo un avión de la línea área Cubana de Aviación, que rendía vuelos Caracas-Habana con escala en Barbado, 76 personas perdieron la vida, todos civiles.
El 30 de mayo de 1977 los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos[4]acuerdan la apertura en La Habana y Washington de una Sección de Intereses adjunta a las embajadas de Suiza que representan los intereses respectivos en cada país. Se establecía un canal de comunicación más directo entre ambas naciones, necesario dado los miles de cubanos que viven en los estados Unidos y el flujo de emigrantes legales e ilegales que existen entre ambas naciones.
El estado norteamericano había dado a los cubanos un status especial para obtener la residencia en ese país[5]sin emigraban a ese país, mucho más ventajoso si llegaba de forma ilegal, mientras obstaculiza las vías legales de emigración de Cuba a ese país. Esta Ley, calificada en Cuba como "Ley asesina", ha costado la vida a miles de cubanos tratando de llegar a los Estados Unidos cruzando el estrecho de la Florida.
Bajo este régimen de distensión que se produce entre ambos países se produce la llegada a Cuba en 1978 de un grupo de jóvenes cubano-norteamericanos, agrupados en la brigada "Antonio Maceo". Ellos constituyeron el primer acercamiento de la Comunidad Cubana de los Estados Unidos con la patria de origen.
Su presencia impactó a la sociedad cubana tanto como a ellos, era el contacto de ambos grupos con sus verdades y prejuicios, el rompimiento de tabúes mutuos y la apertura de una posibilidad de entendimiento más allá de las diferencias ideológicas.
Ellos fueron el puente para que a fines de 1978 [6]llegaran a Cuba un numeroso y representativo grupo de la Comunidad Cubana y se entrevistan con autoridades cubanas sobre temas como, la reunificación familiar, liberación de presos políticos y la autorización para la visita de la emigración cubana a sus familiares en Cuba.
Estas visitas se convirtieron en el principal logro de estas conversaciones, miles de cubanos radicados en los Estados Unidos y otras partes del mundo fueron autorizados a visitar a sus familiares en Cuba. El impacto en la sociedad cubana fue positivo, al cambiar el modo de ver a estos emigrados, calificados en su conjunto como "gusanos" por la propaganda oficial y ahora exaltados por el imaginero popular como los "hijos prósperos que llegaban" de una sociedad donde "todos los problemas materiales están resueltos", pese a los grandes problemas sociales que existen. En contraste estaba la austera realidad cubana, llena de limitaciones materiales, pese a los grandes esfuerzos de la Revolución, y los muchos problemas de justicia social, discriminaciones e irrespeto a los derechos ciudadanos que estaban pendientes.
Esto unido a la existencia de un buen número de descontentos, desclasados o personas que no aceptaban el socialismo, fue creando una situación explosiva en las ciudades, principalmente en La Habana y que tuvieron su detonante en la penetración violenta de miles de ciudadanos en la embajada de Perú y otras sedes latinoamericanas, en abril de 1980.
El gobierno cubano retira la guardia de estas sedes diplomáticas y aumenta el número de refugiados, creando una delicada situación humanitaria en esos edificios y serio conflicto internacional. La demanda única de aquellos "refugiados" es la aspiración a emigrar, principalmente a los Estados Unidos.
Tras varios días de tensas negociaciones se decide la salida hacia Perú de algunos cientos de refugiado en su embajada en La Habana y otros hacia países que los quisieran recibir. Pero la avalancha mayor está por llegar:
Ante la propuesta de la Comunidad Cubana de La Florida de venir a buscar a sus familiares en lanchas alquiladas por ellos, el gobierno cubano acepta y habilita el puerto del Mariel para la salida de todos aquellos ciudadanos que fueran reclamados por sus familiares.
Las embarcaciones salían sobrecargadas del Mariel, pues a los familiares reclamados, las autoridades cubanas añadían otros que deseaban emigrar, creándose un clima tenso en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
El 14 de abril de 1980 el periódico "Granma", publica el editorial "Ahora le toca al pueblo", que califica de "escoria" a todos aquellos que tratan de emigrar y llama al pueblo a la "Marcha del Pueblo Combatiente" en todo el país para el día 19 de abril, en La Habana, esta muchedumbre pasó frente a la embajada de Perú.
La situación se hace tensa, hay agresiones personales a los que acuden a las oficinas de emigración, acoso en sus casas y centro de trabajo, no hay contención; todo el que quiere salir de Cuba en estos meses es "escoria". Mítines de repudio en las cuadras y centro de trabajo de los que aspiran a emigrar y otras formas de presión que en algunos casos fueron violentas, se producen en todo el país. La situación es de miedo y resentimiento.
La culminación de tales "jornadas de ofensiva revolucionaria" fue el criminal sabotaje al círculo infantil Le Van Tan en Marianao, La Habana[7]en el que más de quinientos niños estuvieron a punto de morir por el incendio.
De haberse consumado el sabotaje se hubiera desatado un "baño de sangre", porque las masas enfurecidas, ya estimuladas por muchos días de mítines de repudio se habrían tornado incontrolables. El mismo periódico hizo un llamado a la cordura y las autoridades se volvieron más activas en el control del orden público, los bajos instintos volvieron a las sombras y se cerró la más bochornosa página de manipulación de las masas del período revolucionario. Solo quedó el miedo como vestigio.
Más de 125 mil cubanos de todas las condiciones sociales arribaron a los Estados Unidos, la mayoría jóvenes, hostigados en Cuba por querer emigrar, recibidos con desconfianza en los Estados Unidos, por considerarlos "peligrosos", prisioneros de su decisión, que en la mayoría de los casos no iba acompañada de una posición política, sino de un deseo de mejora sus condiciones de vida, aunque fuera una quimera.
La política cultural de la Revolución Cubana (1971-1980)
El fracaso de la zafra del los 10 millones y los errores que se cometieron en la economía impulsaron a la dirección de la Revolución a emprender un proceso de análisis y reflexión sobre los errores cometidos para "enrumbar el socialismo cubano" por los caminos del desarrollo.
Desde mediados de la década de los 60 se produjo una sana confrontación de ideas sobre el rumbo ideológico que debía tomar la Revolución social que había emprendido el pueblo cubano. En esos años se propició un clima de intercambio de ideas sobre el pensamiento marxista, su forma de enseñanza en Cuba y su adecuación a las realidades de nuestra sociedad, desarrollada en el ámbito de América Latina, con todas las características de ser un país tercermundista.
Una de estas tendencias de pensamiento se mostró desconfiada ante las doctrinas marxistas-leninistas de la Unión Soviética y los países aliados, por su inclinación al dogma, su escolastismo en la enseñanza del mismo y su probada derivación hacia sociedades con cultural anquilosadas, populistas, autocomplacientes y con una política cultural de rígidos cánones de creación artística y literaria[8]y un aparato burocrático improductivo y paralizante.
El año 1971 marcó la ruptura de la polémica sobre el marxismo en Cuba, se erige la ideología de la Revolución sobre la base del marxismo-leninismo y todas las corrientes y pensadores que sobre este tema discuten fueron considerados "revisionistas" y su estudio como "diversionismo ideológico".
El Congreso Nacional de Educación y Cultura fue el vehículo para "rectificar" en materia de cultura. Convocado para efectuarse en La Habana entre el 23 y 30 de abril de 1971, reunió a 1 700 delegados de heterogénea procedencia y nivel cultural que discutieron 413 ponencias y más de 7 mil recomendaciones sobre educación y cultura.
"No podemos olvidar que el Congreso dio respuesta a necesidades coyunturales de una lucha ideológica caracterizadas por ataques de la reacción internacional, que aprovechó y trató de canalizar a su favor la confusión y la perplejidad de representativos sectores de la intelectualidad euroccidental y latinoamericana a raíz del llamado caso Padilla, uno de los episodios más penosos de la historia cultural cubana en los últimos decenios"[9]
El Congreso fue concebido como una vía para continuar el desarrollo educacional, debatiendo problemas de la enseñanza desde la base, pero en la medida que avanzaban las discusiones se fueron agregando temas culturales en su agenda hasta llevarlo al debate nacional.
La influencia de los cuadros del partido en la dirección de las discusiones fue decisiva por lo que los temas culturales y la ética del artista y el arte fueron haciéndose cada vez más inquietantes al exigir del mismo "moralidad" (sirvió de base para un ataque abierto a la homosexualidad), ateismo y "compromiso" con las ideas revolucionarias, equivalentes a pensamiento marxista-leninista, quien no cumpliera con esos parámetros, no podía enseñar, pero tampoco hacer arte y ocupar un lugar relevante en la cultura del país, quedaban pues marginados.
Al iniciarse el Congreso había una fuerte predisposición hacia la cultura artística de influencia múltiple, por considerarla "marcada por la decadencia de un mundo burgués superado por la Revolución Cubana" y que lo necesario era seguir los "patrones culturales de los países socialistas europeos y en especial de la URSS".
"La cultura de una sociedad colectivista es una actividad de las masas no monopolio de una élite, el adorno de unos pocos escogidos o la patente de corso de los desarraigados.
"La formación ideológica de los jóvenes escritores y artistas es una tarea de máxima importancia para la Revolución. Educarlos en el marxismo-leninismo, pertrecharlos de las ideas de la Revolución y capacitarlos técnicamente es nuestro deber.
"Los medios culturales no pueden servir de marco a la proliferación de falsos intelectuales que pretenden convertir el snobismo, la extravagancia, el homosexualismo y demás aberraciones sociales, en expresiones del arte revolucionario, alejados de las masas y del espíritu de nuestra revolución"[10]
El Congreso Nacional de Educación y Cultura dejaba fuera de la Revolución, no solo a los enemigos de clase, sino a los homosexuales, religiosos y a los escritores y artistas que no se avinieran a los esquemas rígidos del "credo revolucionario".
Las razones para este programa han sido muchas, ninguna ha resistido la prueba del tiempo: "combate contra el diversionismo ideológico y las formas solapadas de penetración del enemigo"; creación del "hombre nuevo", más puro, más culto, de gran capacidad colectivista e impregnado de una ideología fanática.
El resultado fue la entronización de una "doble moral", que aún estamos padeciendo, el oportunismo y la mediocridad intelectual y artística, sin ser absoluto, mayoriando en todos los sectores de la cultura y la sociedad cubana. La separación y alejamiento de muchos auténticos intelectuales y artistas, silenciamiento de su obra y el constante asedio de su vida privada y pública, lo que llevó a muchos al exilio y a otros a un autoexilio ostrasista del cual algunos no se recuperaron nunca; la desactualización casi generalizada de todo lo que ocurría en la cultura del mundo, por no avenirse con la ideología oficial de la Revolución.
Este es el triste período que Ambrosio Fornet bautizara como "QUINQUENIO GRIS"[11], que otros estudiosos han extendido a más de una década y con una secuela que aún arrostramos en nuestros días.
¿Cómo es posible que se argumente que tal situación, catastrófica para la cultura cubana y su movimiento artístico en particular, fue obra de un "pequeño grupo de funcionarios" de la cultura, atrincherados en el Consejo Nacional de Cultura y el Instituto Cubano de Radiodifusión, encabezado por el tristemente célebre Luis Pavón Tamayo?
La Historia irá poniendo las cosas en su lugar y develará el misterio de ceguera que llevó a líderes populares a frenar uno de los momentos más fructíferos de la creación artística cubana, que nunca dejó de ser auténtica y que hoy disfrutamos como cultura de resistencia y revolucionaria a pesar de ellos.
Vistos los pésimos resultados de tal "política cultural", la dirección del Partido Comunista de Cuba y el Gobierno, emprenden cambios plasmados, primero en las Tesis sobre la Cultura del I Congreso del PCC (1975) y luego en la Constitución de la República (1976), en los que se ratifica la libertad de creación aunque "dentro de la Revolución" y una mayor "flexibilidad" para medir la obra artística y literaria.
Entre tanto y en contraposición a las trabas impuestas a la cultura y la vida intelectual en el país, se crea un amplio movimiento de artistas aficionados que incorporó a las grandes masa al cultivo y disfrute del hecho artístico y literario, que tuvo por pretensión sustituir al talento creador del momento, el mismo que el Congreso de Educación y Cultura llamó peyorativamente "élite, por el "gran talento colectivo que era el pueblo".
Como saldo positivo, el movimiento de artistas aficionados amplió las bases populares para el disfrute de la cultura y el arte en todos los niveles, contribuyendo a la elevación del nivel cultural de las masas y al descubrimiento de nuevos talentos que a la larga las necesaria e inevitables "élites" culturales.
En 1976 se crea el Ministerio de Cultura presidido por el doctor Armando Hart Dávalos, un destacado dirigente revolucionario e intelectual de reconocida trayectoria. Tal hecho expresa la voluntad rectificadora de la Revolución y la necesidad de reconstruir la confianza entre la intelectualidad cubana y su gobierno. Los nuevos caminos de la cultura, con una política sin exclusiones, transitaron por difíciles momentos, delimitando los campos del arte y la cultura de la política coyuntural. Tratando de armonizar la creación artística y al movimiento de aficionados y sobre todo tratando de devolverle a muchos artistas la confianza en la Revolución y sus posibilidades renovadoras, creadoras y democráticas.
"Nuestro deberes políticos como dirigentes estatales no consisten en establecer normas para determinar administrativamente las formas artísticas (…) el dirigente estatal no es un árbitro entre la sociedad y las formas artísticas. Su tarea consiste en facilitar la comunicación entre el movimiento artístico y el resto de la sociedad"[12]
El ministro critica el papel de jueces de la cultura que se adjudicaron algunos funcionarios, llevando sus juicios personales a política oficial y convoca a restablecer un diálogo profundo y permanente sobre la actividad cultural.
Ese mismo año la prestigiosa intelectual comunista Mirta Aguirre hace un análisis del realismo socialista como fundamento teórico para la creación artística literaria, partiendo del respeto de todas las tendencias o formas de creación, siempre y cuando no atenten contra la ideología de la Revolución y contribuyan al progreso del mundo nuevo que se trata de edificar:
"Lo primero que demanda la obra real-socialista, como la perteneciente a cualquier otra tendencia o corriente artística o literaria, es talento. Los que creen que una buena orientación ideológica puede suplir esto, yerran al ciento por ciento. Con esa orientación a secas puede hacerse muchas cosas, cosas magníficas, quizás de importancia muy superior a la de cualquier obra de arte: pero no obras de arte.
"Si algo hace daño a la literatura y al arte revolucionario (…), es defender y esgrimir como obras buenas a las que no lo son porque sí son buenos panfletos de agitación revolucionaria"[13]
A pesar de que los dirigentes culturales y los propios intelectuales y artistas consideraron necesaria una revitalización y rectificación en la cultura de los 70s, esta dinamización no se produjo en breve plazo, los recelos y la resistencia al cambio, hicieron lento el proceso que tendrá un notable impulso en la década de los 80.
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