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Sab, Francisco y Cecilia Valdés como modalidades del discurso novelado sobre la esclavitud en Cuba


Partes: 1, 2
Monografía destacada

    1. Resumen
    2. Sab y Francisco: contexto histórico
    3. Sab
    4. Estructura y trama de la obra
    5. Valoración de la novela
    6. Francisco
    7. Trama de la novela y tratamiento de los personajes
    8. Postulados éticos
    9. Valoración de la obra
    10. El costumbrismo en la literatura cubana
    11. Cecilia Valdés
    12. Análisis de la obra
    13. Trama de la novela
    14. Tratamiento de los personajes
    15. Influencias y valoración de la novela
    16. Conclusiones
    17. Notas y citas bibliográficas
    18. Bibliografía

    Yo sé de un pesar profundo

    Entre las penas sin nombres:

    ¡La esclavitud de los hombres

    Es la gran pena del mundo!

    José Martí

    RESUMEN

    Sab, Francisco y Cecilia Valdés constituyen modalidades del discurso novelado sobre la esclavitud en Cuba. El objetivo fundamental de la presente investigación es adentrarse en las particularidades de cada una de ellas y explicar la trascendencia de las mismas en el devenir histórico social y cultural de nuestro pueblo. El estudio de estas novelas nos permite apreciar los horrores de una institución tan antigua como la historia de la humanidad, en el contexto de una Cuba colonial en la que empiezan a manifestarse los primeros brotes de cubanía.

    Los escritores cubanos de las primeras décadas del siglo XIX no fueron inmunes a esta problemática y la reflejaron consciente o inconscientemente en sus textos. Se resaltan las similitudes y diferencias entre cada una de estas obras.

    Palabras claves: Literatura Cubana

    Cultura Cubana

    Sab

    Francisco

    Cecilia Valdés

    Esclavitud en Cuba

    ABSTRACT

    Sab, Francisco and Cecilia Valdés constitute modalities of the speech novelized on the slavery in Cuba. The fundamental objective of the present investigation is to deepen in the particularities of each one of them and to show the significance of the same in the historic social and cultural development of our people. The study of these novels permits us to appreciate the horrors of an institution as old as the history of the humanity, in the context of a colonial Cuba, in which the first bud of cuban feeling begins to manifest.

    The Cuban writers of the first decades of the 19th century were not immune to this problematic one and they reflected it conscious or unconsciously in their texts. The similarities and differences among each one of these works, are stressed.

    INTRODUCCIÓN

    LA SOLA mención de la palabra esclavitud evoca imágenes de brutalidad y opresión. Durante siglos los barcos negreros surcaron los océanos con las bodegas repletas de seres humanos que viajaban apiñados en condiciones de miseria casi inimaginables. La esclavitud tiene una larga y desagradable historia. Desde la época de las antiguas civilizaciones de Egipto y Mesopotamia, las naciones poderosas han tiranizado a sus vecinos más débiles. Los griegos y los romanos también fomentaron tal práctica y la misma perduró tras la caída del imperio romano.

    La palabra española esclavo se deriva del término eslavo, pues los pueblos eslavos constituían una parte considerable de la población cautiva de Europa durante la Alta Edad Media. No obstante, ningún continente ha sufrido tanto los estragos de la trata de esclavos como África.

    Se calcula que en el transcurso de unos mil doscientos cincuenta años se llevaron unos 18.000.000 de africanos a Europa y el Oriente Medio para satisfacer la demanda de esclavos a estos lugares. Con la colonización de América a partir del siglo XVI, se abrió un nuevo mercado de esclavos, y el tráfico de seres humanos a través del Atlántico se convirtió de pronto en el negocio más lucrativo del mundo. Los historiadores señalan que entre 1650 y 1850 se sacó de África a más de doce millones de seres humanos.

    En nuestro país al ser exterminada la población aborigen debido a los excesos y maltratos de los españoles comienzan a ser introducidos los primeros africanos a partir de 1513 por decreto real. Desde esa fecha hasta la total abolición de la esclavitud en 1886 múltiples sucesos acontecieron en el escenario internacional que afectaron en este aspecto a la isla a medida que en la misma se iba conformando el sentimiento de nacionalidad y los cubanos tomaban conciencia de los males sociales que los aquejaban. Uno de tales hechos fue la revolución de los esclavos haitianos en 1804 que resultó en el establecimiento de un gobierno independiente. El momento histórico comprendido entre 1837 y 1845 ha sido caracterizado en Cuba como de luchas por la abolición de la esclavitud. Tacón y O’Donell, capitanes generales de la isla por aquellos años, reprimieron de forma sangrienta los múltiples alzamientos ocurridos.

    La población del país pasaba del millón de habitantes, de los cuales el 58 % eran negros y mulatos, tanto esclavos como libres. El dramático problema de la esclavitud alcanza en estos años su momento más crítico. En la literatura es en los poetas blancos donde más va a encontrarse reflejada tal situación, porque Manzano y Plácido siguieron la tradición poética de raíces hispánicas y la fuerza de los modelos arquetípaicos de este tipo de poesía les impidió expresar sus propias y dramáticas existencias.

    Por otra parte, Delmonte, muy ligado a los intereses de Inglaterra, tenía en aquellos momentos acerca de la supresión de la trata intereses básicamente económicos, aunque matizados con un buen barniz de filantropismo iluminista y utilizó la literatura como vehículo publicitario para esos fines. Estimuló al mulato esclavo Manzano a escribir su autobiografía, publicada luego en Inglaterra por el abolicionista Madden, y a otros autores como Félix Tanco y Anselmo Suárez y Romero, con sus novelas Petrona y Rosalía, y Francisco respectivamente.

    A este círculo también pertenecía Cirilo Villaverde quien posteriormente publicó su novela de costumbres Cecilia Valdés, que constituye hasta cierto punto la culminación de todo este ciclo de nuestra narrativa, a la vez que resulta nuestra más importante novela de finales del siglo XIX. Sin conexión con el círculo delmontino Gertrudis Gómez de Avellaneda publicó en España en 1841 su novela Sab, que prueba el peso objetivo de la temática en aquellos años, más allá de las influencias personales. Cabe destacar que todos estos escritores van a desarrollar su obra dentro del momento romántico de las letras cubanas.

    Por su importancia como modalidades del discurso novelado sobre la esclavitud en Cuba a continuación se ofrece un breve análisis de las obras Sab, Francisco y Cecilia Valdés. El objetivo fundamental que persigue la presente investigación es adentrarse en las particularidades de cada una de ellas y demostrar la trascendencia de las mismas en el devenir histórico social y cultural de nuestro pueblo.

    Para ello se ha tenido el cuidado de consultar rigurosamente las ediciones más antiguas de tales documentos existentes en la Biblioteca Provincial "Julio Antonio Mella" de nuestra provincia, así como numerosos textos esclarecedores respecto al contexto en que fueron escritas. Se incluye, además, información complementaria con el propósito de ilustrar la terrible institución que representó en sí misma la esclavitud.

    SAB Y FRANCISCO: CONTEXTO HISTÓRICO

    En Cuba a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII fueron surgiendo lentamente las diferencias entre nativos o criollos y peninsulares. Cuando los corsarios y piratas atacaban las costas de la isla sembrando el terror entre sus pobladores, los criollos tuvieron la necesidad de unirse para hacerles frente. De igual modo, se vieron obligados a organizarse a fin de llevar a cabo el denominado comercio de rescate o de contrabando, único modo de poder obtener los productos que necesitaban y que les era imposible adquirir debido al monopolio comercial que España ejercía sobre Cuba a través de la Casa de Contratación de Sevilla.

    A comienzos del siglo XVIII España estableció en la isla el estanco del tabaco, injusta medida que obligó a los vegueros a mostrar su unión y declararse en rebeldía. A fines de ese mismo siglo, cuando los ingleses atacaron y tomaron La Habana, los criollos encabezados por Pepe Antonio la defendieron valientemente. Todo esto fue creando y fortaleciendo cada día más las diferencias entre criollos y peninsulares hasta tal punto que ya al finalizar el siglo XVIII éstas eran bien definidas.

    Para ese entonces la clase criolla rica, hacendados en su mayor parte, sintiéndose capaz de gobernar por sí misma, exigía algunas reformas que favorecieran sus intereses. No deseaban la independencia, porque temían perder sus esclavos; pero aspiraban a que fueran suprimidas las trabas que impedían su enriquecimiento. La principal figura del reformismo en esta época fue Francisco de Arango y Parreño.

    Los reformistas exigían una serie de medidas de las que a continuación enumeramos las más sobresalientes:

    • El reconocimiento por parte de España del derecho de los cubanos a participar en el gobierno colonial de la isla.
    • El mantenimiento de la trata y la esclavitud como una necesidad para el desarrollo de la industria azucarera, y por tanto, para el enriquecimiento de los hacendados criollos.
    • Lograr la libertad de comercio con otros países, lo que significaba garantizar el comercio con los Estados Unidos.

    A principios del siglo XIX surge de nuevo el movimiento reformista. Nuevas demandas se piden a la metrópoli. Los principales líderes de esta etapa fueron: Francisco de Frías; conde de Pozos Dulces, pequeño productor cafetalero; José Morales Lemus, intelectual habanero y Miguel Aldana, rico hacendado.

    Durante 1820 y 1868, la clase dirigente vinculada a la producción azucarera se planteó tres posibles alternativas a la dependencia colonial: la independencia, la incorporación a Estados Unidos y la concesión de ciertas reformas por parte de la metrópoli. Las distintas experiencias independentistas vividas por las repúblicas americanas demostraron a los hacendados azucareros que la independencia no podía llevarse a cabo de forma pacífica y, además, la clase dominante no deseaba que las sublevaciones de los esclavos de Haití o de Coro se repitieran en Cuba.

    Ante los rumores que llegaban de España sobre una posible abolición de la esclavitud, algunos hacendados e intelectuales vieron la posibilidad de unirse a los estados sudistas de Estados Unidos, que también se mostraban partidarios de mantener la esclavitud. De 1850 a 1857 fueron descubiertos varios complots para llevar a cabo la anexión, pero la dura reacción de la metrópoli y la gran acumulación de beneficios obtenidos con el tráfico negrero, prohibido por los abolicionistas ingleses, hicieron que esta tendencia fuera perdiendo poco a poco importancia.

    Los reformistas cubanos, entre los que se podría incluir a las clases medias, a los intelectuales y a los sectores vinculados al comercio, proponían una mayor autonomía administrativa para la isla. Pero en 1837, las Cortes Españolas dotaron a Cuba de unas leyes que la convertían, de hecho, en una colonia y que defraudaban las esperanzas de los reformistas de tener una mayor presencia en las cortes, así como de poner en marcha las necesarias reformas económicas.

    A nivel económico, Cuba atravesó entre 1847 y 1867 por varias crisis a causa de la caída del precio del azúcar y la competencia de la remolacha azucarera europea. En 1867, los reformistas formularon de nuevo reivindicaciones a la monarquía, entre ellas la libertad de comercio con Estados Unidos. El gobierno español se mostró intransigente, sin tener en cuenta que la estructura colonial había entrado en una aguda crisis, que había detenido el crecimiento económico de años anteriores. Esta crisis derivó en la guerra de los Diez Años, comenzada a partir de 1868.

    Reformismo con esclavitud fue según Moreno Fraginals, la opción política realista de la aristocracia azucarera cubana en las primeras décadas del siglo XIX. Esa fórmula debía engendrar una literatura, que sin embargo, no cristalizó sino en el imperativo práctico de difusión y fundamentación del primer reformismo como movimiento político y económico. La narrativa, especialmente la novela, no pudo expresar totalmente esa época. La misma emergió cronológicamente después del primer fracaso reformista.

    La expulsión de los diputados cubanos de las Cortes Españolas ocurrió en febrero de 1837 y las primeras novelas aparecerán entre 1838 y 1840. No fue un grupo disperso de obras, sino todo un movimiento orgánico que conformó una corriente literaria, que aun cuando no va más allá de las tertulias literarias, son vistas en una perspectiva histórica, como un buen arranque para una literatura por entonces tan incipiente como la cubana.

    Si se piensa que entre 1790 y 1865 entraron en Cuba 467 288 esclavos africanos, a pesar que ya desde 1820 la trata era un comercio ilegal, se comprende que la literatura no marche al lado de los imperativos económicos de los productores azucareros, porque objetivamente la posición ética que la literatura expresa se va por encima de dichos imperativos.

    La literatura económica de los principales líderes reformistas, Arango y Parreño primero, y José A. Saco más tarde, cuestionó de una manera tímida pero realista la producción del trabajo esclavo. Su veredicto final, sin embargo, prescindió de molestas valoraciones éticas pues defendieron la esclavitud porque ella era, según sus opiniones, más que inevitable, necesaria. No obstante, el reformismo había sumado la literatura a su cruzada por la regeneración y sanidad de las costumbres.

    Es en este marco que desarrollan fundamentalmente su obra literaria Gertrudis Gómez de Avellaneda y Anselmo Suárez y Romero. Como dos formas de expresión que reflejan la problemática de la esclavitud en Cuba el estudio de las novelas Sab y Francisco, escritas por estos autores respectivamente, permite profundizar en el conocimiento y comprensión de esta etapa en nuestro país.

    SAB

    De todas las novelas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, (1), como una de las principales figuras de la literatura cubana del siglo XIX, Sab es la primera en el tiempo y méritos. En ella la autora nos muestra excelentes dotes como narradora, pero además nos brinda una novela antiesclavista por su contenido. La novela es notable por la pintura del paisaje, y porque lleva implícita una denuncia a ese estigma de la sociedad colonial que fue la esclavitud del negro.

    Sab fue escrita para el tiempo en que en España terminaba la primera guerra carlista (1834 – 1838). Durante esa época La Avellaneda dejaba La Coruña e iba a residir en Sevilla. Aquel mismo año Gran Bretaña declaró abolida la esclavitud en sus colonias y a través de su ministro de relaciones exteriores Lord Palmerston, presionaba a España para que pusiera término a la introducción de esclavos en Cuba, paso preparatorio para la deseada abolición total del régimen esclavista.

    Los Estados Unidos atravesaban una aguda crisis económica y política, y en el norte del país empezaba a manifestarse un vigoroso movimiento contra los esclavistas del sur, especialmente en publicaciones como el folleto de Lydia M. Francis Child, An Appeal for that Class of Americans Called Africans (1833) y otras.

    En 1836 John H. Eastburn publicó en Boston la primera novela norteamericana contra la esclavitud de los negros, y quizá la primera en el mundo, The Slave; or Memoirs of Archy Moore de Richard Hildreth, aunque el nombre del autor no se consignaba. Con estas referencias queda claro el hecho de que en occidente el régimen esclavista estaba en quiebra y Cuba no iba a mantenerlo por mucho tiempo, a pesar de la oposición de los esclavistas.

    Los poseedores de esclavos en la isla sentían sobre ellos las presiones de tan poderosos países, aparte de que las máquinas necesarias para modernizar los ingenios de azúcar precisaban de obreros inteligentes que pudieran manejarlas. No sabemos hasta que punto conocía estos asuntos La Avellaneda, sin embargo, cuando escribió su novela no obedeció conscientemente a sus principios filosóficos, religiosos o económicos políticos, sino a los estéticos, que por supuesto contienen a los otros aunque de un modo elíptico.

    Sab no es una novela de ideas como las de George Eliot o las de George Sand, las dos escritoras con que ha sido comparada. En realidad ninguna de sus obras lo es. La Avellaneda no plantea los problemas trascendentales del hombre en el plano intelectual, sino en situaciones dramáticas o novelescas. Con mayor o menor fortuna hace actuar a sus personajes, tomar decisiones, expresar sentimientos. Cuando más cerca se halla de la intelectualización del asunto es cuando hace uso del privilegio épico del comentario, cuando se permite, según la moda de su época, algún juicio sobre los hechos que relata, pero ni siquiera en ellos las ideas que expone están dadas en conexión explícita con un sistema filosófico determinado.

    Al crear en Sab un esclavo instruido, de espíritu refinado, de virtudes supuestamente blancas, asume de hecho la posición opuesta a la parte de la sociedad de su tiempo que considera como un objeto al esclavo. De ella podría decirse lo que se ha dicho de León Tolstoi: que fue traidor a su clase. Proviniendo de una familia esclavista, educada en un ambiente donde lo normal era ver al negro en servidumbre, la cubana pinta un esclavo con todas las cualidades de un hombre superior, en contraste con un blanco egoísta, calculador y ruin, aunque por diversas razones no llevara las ideas a sus conclusiones lógicas.

    El postulado cristiano de que todos los hombres son hermanos, hijos de Dios, debió inspirarla, reforzado con el conocimiento de episodios de la vida de George Washington, de la revolución burguesa francesa y de las novelas románticas a que era tan aficionada. Las vivencias de sus años infantiles y de adolescencia, reavivadas y teñidas con los colores de la imaginación, y modificadas por las ideas adquiridas en sus lecturas le permitieron construir el mundo de Sab, aunque este distaba mucho de la realidad. Era simplemente un escenario ilusorio en una Cuba ilusoria, donde se abría paso una verdad cuya sola mención daba coherencia y realidad a la fantasía.

    La Avellaneda logró reflejar en su obra de un modo más o menos consciente el momento histórico, propicio a las ideas de reivindicación de las razas oprimidas. Otras obras que tocaron el tema son muy posteriores como, El negro Francisco, de Ramón Zambrana, escrita con fines propagandísticos de la revolución iniciada en Yara en 1868, hallándose el autor en Santiago de Chile en 1875; y Romualdo, uno de tantos, cuya acción se sitúa en 1836, pero que fue dada al público en 1891 por su autor, Francisco Calcagno. Ya con anterioridad Félix Tanco Bosmeniel, había publicado su breve relato Petrona y Rosalía en 1838 y Anselmo Suárez y Romero había redactado Francisco en 1839 aunque la misma no se editó sino hasta 1880. Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde fue concluida en 1879 y publicada completa en 1882.

    Sab fue la primera novela antiesclavista que se publicó en lengua española y cuyo texto llegó al público completo antes que cualquiera de las otras mencionadas. Se editó once años antes de que Harriet Beecher Stowe, en los Estados Unidos publicara La Cabaña del Tío Tom, (2), y la supera, no sólo en la prioridad temporal, sino en condición estética. La obra de la norteamericana es más alegato que poema, mientras Sab es una creación puramente artística. Según Mary Cruz ambas son abolicionistas, pero una lo es porque así se lo propuso la autora, mientras en la otra el pensamiento sociológico aparece como derivación del fondo artístico y todo lo absorbe. En cuanto a esto difieren otros autores como se verá más adelante.

    El Slave de Richard Hildreth se adelantó en cinco años a Sab. Esta obra, ubicada en el realismo crítico aunque con muchos aspectos románticos, aventaja a la cubana en la presentación más abarcadora de las miserias del régimen esclavista, así como en el cúmulo de argumentos filosóficos y jurídicos en su contra. La Avellaneda aduce sus razones morales cargadas de emotividad, que cuadran mejor a su tratamiento romántico del tema.

    Algunos críticos han señalado en la narrativa de La Avellaneda huellas de obras de diversos autores. Uno de ellos es Víctor Hugo y su novela Bug – Jargal, de donde La Avellaneda toma prestadas algunas técnicas y elementos como motivo central. Otras posibles influencias están en las obras de Chateaubriand, Rousseau, Goethe, Lamartine, Byron, Walter Scott, y George Sand.

    La publicación y distribución de la novela fue prohibida en Cuba por las autoridades coloniales por considerarla una subversión de todos los valores sociales, morales, y en última instancia, económicos y políticos establecidos. Recordemos que su trama es la de un negro enamorado de una señorita blanca. La novela fue retenida por la Real Aduana de Santiago de Cuba.

    Estructura y trama de la obra

    En esta novela encontramos descripciones, enumeraciones, diálogos, forma epistolar, y monólogos dramáticos. Está narrada en tercera persona y el ritmo es variado. El tiempo es más lento, o rápido, aunque sin grandes fluctuaciones, para avenirse a los episodios relatados. Está organizada en 17 fragmentos narrativos que son los capítulos: 11 en la primera parte y 6 en la segunda, contando la conclusión y el epílogo. Cada capítulo lleva al inicio un lema que dispone el ánimo del lector para el tono del episodio.

    Los personajes están tratados de acuerdo a la visión romántica de la época. El encadenamiento de todos los hechos que forman el argumento da el significado final a la obra, su mensaje o ideología, que es la repulsa al régimen esclavista, aunque esto no haya sido el propósito de la autora.

    El ambiente donde se desarrolla la trama tiene lugar en la antigua jurisdicción de Puerto Príncipe, a fines de la segunda década del siglo XIX. Los escenarios, inspirados sin duda en el mundo que conoció la autora en su infancia y adolescencia, surgen embellecidos por su imaginación y por la distancia y el tiempo que la separaban de él en el momento de la creación literaria.

    El tema central de la misma es el amor. El mulato Sab es esclavo de la familia Bellavista. Compañero de juegos en la niñez de la bella Carlota de quien se enamora más tarde. Carlota está enamorada de Enrique Otway, interesado y codicioso de su fortuna. La familia sufre una quiebra económica y Sab entrega todo el dinero que ha obtenido en un premio de la lotería para que el matrimonio entre Carlota y Enrique se efectúe. Para entregar ese dinero ha tenido que cabalgar a gran velocidad, como resultado Sab, muere, dejando una carta a Carlota donde le cuenta su amor.

    También se desarrollan varios subtemas paulatinamente, entre los que se destacan: la esclavitud, la raza, lo indígena, lo legendario, las costumbres y la naturaleza, que vienen a constituir en sí mismos aspectos favoritos de la novela romántica en general. La autora usa vocablos, formas sintácticas y figuras propias del romanticismo, (3), y el vocabulario en general está invadido de americanismos y cubanismos.

    Valoración de la novela

    En las narraciones y descripciones empleadas por La Avellaneda se utiliza la expresión sensorial. Los objetos del mundo novelístico nos llegan por su apariencia, por sus cualidades físicas. Como parte de su estilo la autora relaciona oraciones para desarrollar el pensamiento, para describir, comparar, reiterar, argumentar y ejemplificar, tanto en lo propiamente narrativo como cuando hace hablar a sus personajes.

    En los días de la aparición de la novela la crítica fue benévola con respecto a ella, no siendo así en épocas posteriores. Llegó a ser dura y hostil, aunque hoy se advierte un cambio favorable de opinión, debido a los estudios más objetivos y menos apasionados a que ha sido sometida la obra. Es cierto que el fin propuesto por la autora era puramente artístico. No tenía otra finalidad que no fuese la de entretener sus propios ratos de ocio y el ocio de sus lectores, sin embargo, esta novela posee una enorme carga de denuncia social, y en última instancia política.

    Sus valores ideológicos son evidentes y sorprende para su momento de creación y publicación como una novela que resulta una encendida denuncia contra la esclavitud. Sab, mulato y esclavo, es por la educación y los sentimientos un ser superior a su antagonista Otway, blanco, rico y culto, pero limitado en sus capacidades, egoísta y reaccionario. Teresa es por su parte una de las figuras femeninas mejor trazadas de la literatura cubana del siglo XIX, y tal vez la más revolucionaria.

    Sab es sin lugar a dudas una de las obras más importantes de la literatura cubana. Reproducimos a continuación algunos de los planteamientos que se han hecho respecto a la misma por algunos de nuestros más prestigiosos intelectuales.

    En el prólogo de la edición de 1920 a cargo de Hugo D. Barbagelata éste plantea:

    "Las producciones de la Avellaneda son reposadas, serenas, de corte clásico. Habiéndose formado en España no pudo sufrir como todos los demás autores cubanos de la época, la acción opresora de un gobierno que no quería ni debía hacerse amar. Sab es una novela cubana, y es también más indoamericana que Guatinotzín y que El Cacique de Turnequé, otras dos novelas de la autora inspiradas en temas de Hispanoamérica. La Avellaneda gustaba de pintar seres de excepción aunque de existencia posible. Uno de ellos es Sab, a quien hizo nacer cubano, contemporáneo suyo. Su libro resulta uno de aquellos que ocupan un lugar intermedio entre la novela histórica y la de costumbres." (4)

    Posteriormente, en 1945 Juan Remos y Rubio en su libro Historia de la literatura cubana, tomo II, afirma:

    "Sab es una novela de ambiente cubano rica en primorosas descripciones, donde no falta el elemento folklórico. El mulato esclavo Sab encarna el espíritu de la esclavitud injusta y dolorosa, pero no el de la protesta contra la misma. No es una novela abolicionista como se ha dicho. No cabe pues el paralelo que ha querido establecerse con la novela de Enriqueta Beecher Stowe, La Cabaña del Tío Tom." (5)

    Por su parte Salvador Bueno en su libro Historia de la literatura cubana, edición de 1963 ofrece la siguiente valoración de la obra:

    "Las novelas de La Avellaneda no tienen el interés y la imaginación de sus relatos breves. Entre ellas tenemos a Sab, novela que ocurre en la región camagüeyana. Es una novela romántica, publicada en 1841. Difícilmente puede estimarse como novela de tesis antiesclavista, pues el problema social de la esclavitud está fuera de las preocupaciones de la autora. Ningún mérito añade esta novela a la fama de La Avellaneda. No tenía talento como novelista. Algunas descripciones de Sab, las orillas del río Tínima, la región y cuevas de Cubitas, etc., poseen interés pintoresco.

    La acción se desarrolla sin animación, los personales presentan rasgos psicológicos muy endebles. Sab, el mulato esclavo, no representa la denuncia a la esclavitud. En realidad a La Avellaneda le interesa su personaje como símbolo del hombre natural, primitivo, que los escritores de Sant – Pierre y Jean Jacobo Rosseau, pusieron de moda. Por lo tanto Sab, responde a una concepción romántica, pero sin estar enraizado en los problemas sociales de la Cuba colonial. Seguramente la escritora elaboró dichos relatos con los recuerdos de su región nativa, pero no supo infundirles la energía y vivacidad propias de su lírica y su teatro." (6)

    En el prólogo de la novela publicada en 1963 a cargo de Mary Cruz aparece el siguiente comentario:

    "Sab pertenece al género romántico, pese a lo cual no cae, según observación de Mitjans, en las exageraciones de los novelistas que cultivaron ese género. Se publicó por primera vez en Madrid en 1841, pero la corta edición que se hizo fue en su mayor parte secuestrada y retirada de la circulación por los mismos parientes de la autora a causa de las ideas abolicionistas que encierra." (7)

    En 1978 en su libro Panorama histórico de la literatura cubana Max Henríquez Ureña planteaba:

    "La Avellaneda cultivó la ficción narrativa y dio a la prensa seis novelas y nueve relatos, basados casi todos estos últimos en tradiciones de diversos países, que bautizó con el nombre de leyendas. De sus novelas, Sab, (1841), a pesar de ser la primera en el tiempo, es acaso la más interesante y digna de aprecio, porque como la trama se desarrolla en Cuba, la autora está describiendo paisajes y costumbres que conocía desde su infancia. En ella revela La Avellaneda sus finas dotes de narradora.

    Es la primera novela que se inspira en la esclavitud y en la condena y en la repudia. Sab, se adelantó en diez años a otra novela que alcanzó gran resonancia y tiene por asunto la esclavitud: La Cabaña del Tío Tom, publicada en 1851- 1852, por la escritora estadounidense Harriet Beecher Stowe, sin embargo, Sab no es una obra de tesis ni de propaganda. La autora pinta las realidades que conoce, y son los hechos mismos los que hablan y provocan en el lector las reacciones consiguientes. La Cabaña del Tío Tom, es en cambio una obra polémica y de propaganda abolicionista, el propósito que inspiró a su autora es más humanitario que artístico.

    La novela de La Avellaneda es, por su contenido, antiesclavista, aunque el propósito que la animó a escribirla no fuera el de librar una campaña abolicionista, sino el de dar vida, en una narración sentimental, a cuadros y escenas basados en los recuerdos de su Camagüey natal. Al hacerlo describe con pinceladas precisas y enérgicas la vida del esclavo." (8)

    El libro Perfil histórico de las letras cubanas desde sus orígenes hasta 1898, editado en 1983, refiriéndose a la novela explica:

    "En esta novela el complejo agrícola – industrial azucarero en su modalidad del centro de la isla, se encuentra presentado bastante objetivamente. La obra está estructurada con habilidad y tiene páginas nada desdeñables. Se han elogiado sus descripciones de los paisajes, particularmente los de las cuevas de Cubitas, así como el manejo del lenguaje, aunque no está carente del amaneramiento romántico.

    El verdadero peso de la novela parece estar en lo que resulta un tema básico para la autora: la situación de la mujer en aquella sociedad, ante la cual sí se revela con fuerza La Avellaneda. Por eso pone en labios de uno de sus personajes blancos femeninos una declaración de amor al mulato esclavo Sab, lo cual constituía un escandaloso atrevimiento según los patrones socio – morales del momento. Incluso llega a utilizar el tema de la esclavitud para hacer valer sus tesis feministas, aunque debemos aclarar que la autora estaba muy lejos de querer cavilar el tema de la esclavitud en todo su horror. La novela, publicada en España no pudo circular en Cuba. Aunque éstos no eran los propósitos de la autora, las conclusiones finales de la obra tomaron con el tiempo, desde el punto de vista socio político, un predominante tema subversivo." (9)

    FRANCISCO

    Entre 1830 y 1840 la producción narrativa cubana se va a dividir en dos ramas, una bajo la influencia romántica, idealista, con temas sentimentales y exóticos; y otra de carácter realista, destinada a observar y reflejar la realidad, las costumbres, el entorno social. Los narradores que surgen a fines de dicha década se encuentran atraídos por ambas corrientes. Sin embargo, hay que considerar que la lección neoclásica, con su indudable acento realista, que preconizaba en esos mismos años Domingo Delmonte, va dirigida contra aquellos que se habían dejado influir por el romanticismo desaforado del italiano Veglia. En nuestras letras triunfó la tendencia realista con acento preferentemente costumbrista.

    Como escritor de esta etapa, Anselmo Suárez y Romero, (10), logra sus mejores narraciones cuando fija su atención en los problemas y conflictos de Cuba colonial, en las costumbres y tipos propios del país. En esto radica el mérito de su novela Francisco que presenta la particularidad de ser una novela, no ya del reformismo con esclavismo, sino del abolicionismo reformista.

    La misma fue escrita en un momento en que los escritores se sienten obligados, y más que eso, posibilitados, de hacer conciencia sobre una problemática moral que no coincide exactamente con los intereses de las jerarquías económicas, e incluso con el lugar de clase que a ellos puede corresponderles. Es una literatura que asume hasta cierto grado el rol de denuncia antiesclavista en un momento en que puede pensarse en el blanqueamiento, o virar con horror los ojos a la experiencia haitiana, como justificaciones para una toma de posición.

    Francisco es vocero de un reformismo que incorpora un elemento nuevo en la crítica a la esclavitud como institución. Hay ya en ese período una corriente de opinión no sólo antitratista, sino inclusive abolicionista, que está movida en el mundo colonial por el auge del capitalismo británico, y a la que no escapa la avanzada ideológica del reformismo local. Richard Madden es de cierta forma la representación intelectual de una intención política y sobre todo, de una corriente económica, de la que luego David Turnbull será conspirador y ejecutor activo. La presencia de Madden en Cuba desde 1836 a 1840 es, como se ha afirmado, la justificación de Francisco. Sin embargo, sería muy simple aceptar una justificación como causa.

    Francisco es el producto de una corriente de opinión que abarca la casi totalidad de los escritores en activo. Quizá la presencia y la solicitud de Madden resulta importante, porque le hace revestir un carácter de literatura por encargo que al tiempo que se encamina a la demostración de una realidad sin esconder su filiación e intenciones, demuestra que, como encargo, resulta una expresión literaria de primera categoría para su tiempo hispanoamericano.

    La novela nos muestra un cuadro en extremo real y exacto. Ahora bien, si el realismo de la novela está de cierta forma afianzado en una óptica que sólo la situación particular del autor podía darle, al mismo tiempo, el revestimiento que surge de la subjetivación política que le imprime el autor, escapa en muchas ocasiones a la realidad misma. Es la propia condición social y la autoformación de Suárez y Romero lo que, a pesar de sus intenciones iniciales, muchas veces lo invalida para identificarse totalmente con sus personajes esclavos. Lo que podía ser una traición a su clase resulta atemperado, y su pretendida identificación con los esclavos resulta en gran medida arquetípica.

    Trama de la novela y tratamiento de los personajes

    La novela trata de los desdichados amores de dos jóvenes esclavos, Francisco y Dorotea, a quienes su ama, mujer autoritaria, caprichosa y egoísta, niega el consiguiente permiso para casarse, alegando para ello una serie de razones fútiles. La pasión amorosa de ambos, lejos de desaparecer con esa injustificada decisión, crece más todavía, y al poco tiempo Dorotea da a luz una niña, fruto desgraciado de su unión extralegal con Francisco.

    La señora Mendizábal, iracunda y mortificada por lo que considera una desobediencia de sus siervos, quiere castigar duramente su pecado y envía al calesero a un ingenio de su propiedad para que allí sufra todos los rigores del régimen de trabajo esclavo y destina a Dorotea a las labores propias del lavado en una casa de francesas. Ricardo, hijo adorado de la señora y hermano de leche de la infeliz mulata, enamorado de ésta y constantemente rechazado por ella en su innoble pretensión, somete a Francisco, con la criminal complicidad del mayoral del ingenio, a los suplicios más inhumanos y feroces.

    Pasado un tiempo la señora se conduele de la suerte de sus esclavos y desea perdonarlos, consintiendo entonces en la boda. Con ese propósito viaja en compañía de Dorotea al ingenio. Pero Ricardo, sabedor de las buenas intenciones que lleva su madre, quiere perder a su odiado rival y lo acusa injusta y despiadadamente ante ella. La señora, que idolatra a Ricardo, cree ciegamente todas las patrañas urdidas por éste y desiste otra vez de otorgar el permiso ansiado. Dorotea insiste dolorosamente en su súplica, y el ama, sinceramente conmovida, accede al fin casarlos, destinando la pareja después de la boda al servicio de Ricardo.

    El remedio resulta peor que la pena primitivamente impuesta, y Dorotea, creyendo salvar a su pobre amante de una muerte segura, se entrega con natural repulsa a los impuros anhelos del corrompido Ricardo. Se lo confiesa así, ingenuamente a Francisco y éste, desesperado, pone fin a su vida suicidándose. Finalmente Dorotea, consumida por el pesar muere al cabo de algunos años.

    Los esclavos en la novela sufren una mutación en la buena conciencia del autor que ha tratado de trasladarlos a su propio ambiente, desproveyéndolos de lo que por sí mismos pudiera representar, dotándolos de los hábitos morales y las conductas sociales de los blancos libres. Aquí se demuestra la limitación de Suárez y Romero que no es capaz, como Balzac, de salvar su ideología, en este caso reformista.

    Tanto Francisco como Dorotea o el taita Pedro son, o han sido, esclavos domésticos, cercanos a los conflictos y a las reacciones de los amos blancos. Incluso en el caso de Dorotea se trata de un personaje que ha de reiterarse en la literatura y que es la mulata esclava, que por lo visto resulta más atractiva que la negra esclava.

    Los otros esclavos del central, aparecen como un fondo inexplorado, como una sucesión de sombras que se mueven despersonalizadas y a las que el autor no puede ver sino desde un ángulo bien lejano, dando la impresión de que sólo el autor puede compenetrarse con Francisco, Dorotea, o incluso con el taita Pedro, pero no con los demás negros, que son mostrados desde la perspectiva de una ventana o un balcón, (algo similar le ocurre a La Avellaneda en su novela Sab, donde la autora se muestra incapaz de acercarse a los negros esclavos del central).

    Sin proponérselo el autor expone un estado de cosas que parece aceptar imparcialmente, las gradaciones de los esclavos. Por eso alcanza carácter de tragedia el hecho de que Francisco, el héroe bueno, tenga que compartir la suerte de los esclavos del barracón. Por su parte, él se conduce y actúa a imagen y semejanza de un blanco libre pero con el servilismo de un esclavo, objeto de uso doméstico, en la presencia de los amos.

    Suárez y Romero idealiza a Francisco, lo extrae de su contexto social y trata de convertirlo en un estoico cristiano, aceptado con tal racionalidad que evidencia un anacronismo, y que no escapa siquiera a la percepción de sus contemporáneos. González del Valle, copista y redactor de Francisco, hizo varias recomendaciones en este aspecto a su escritor, así como Domingo Delmonte. Sin embargo, a pesar de todo ello, la novela se puede convertir en la muestra descollante de una búsqueda que la narrativa contribuye a inaugurar en el terreno del pensamiento, porque Suárez y Romero es quizá el escritor que más en contacto pudo estar con la realidad brutal de la esclavitud, siendo a su vez un verdadero paisajista de la vida rural.

    Postulados éticos

    Suárez y Romero escribió también varias descripciones del ingenio y del campo que luego recopiló en su Colección de artículos publicada en 1859. Estos relatos son una confirmación de Francisco y, en algunos casos, tanto temas como expresiones se reiteran en éste con una fidelidad asombrosa. Suárez y Romero era miembro de una familia que económicamente experimentó ciertos reveses y se refugió en el ingenio como salida a una situación casi trágica en su economía doméstica, pero el ambiente y la intención que se admiran, tanto en Francisco como en la Colección de artículos no son en medida alguna los de un amo de esclavos, sino de un opuesto a la esclavitud que está conectado ideológicamente con las aspiraciones del reformismo, pero que va más allá de estas.

    Esto se expresa en forma palpable en la identificación del autor con los sufrimientos de los personajes negros que ha creado, quienes por curiosa comparación, resultan mucho más sensibles y profundos que los blancos, aun cuando ya se ha señalado, reciben en sus meditaciones y reacciones los hábitos morales de éstos. En ello quizá radique la explicación de que cuando Suárez y Romero trata de dibujarnos a un blanco cruel, como en el caso del mayoral, lo hace mucho mejor que cuando se propone ser ambiguo como en el caso de la señora Mendizábal. De cualquier manera, es evidente que el autor trató de poner de manifiesto por oposición la situación social derivada de la esclavitud, y en tal sentido la novela alcanza sus mejores momentos cuando los contrastes son más fuertes.

    Esa tendencia al maniqueísmo llevó a Suárez y Romero a discusiones importantes con Delmonte, quien pensaba que el autor exageraba en su lenguaje subversivo, y sugería no quitar de la novela sus aristas en cuanto a la crítica de la esclavitud, sino que pensaba que el novelista no debía poner arengas en la boca de sus personajes. La resistencia religiosa de Francisco y su salida mediante el suicidio son propias de la buena conciencia de Suárez y Romero y de los ecos del romanticismo que comenzaba a llegar de Europa.

    De esta forma el autor convierte a Francisco en un héroe, viendo en ello la mejor contribución a la defensa de los esclavos, y en tanto trata de humanizarlos lo es, pero en tanto trata de evidenciar su misión pasiva es, de cierta manera una deformación. Claro que las soluciones del reformismo son válidas a la literatura del realismo, porque aquél es, como corriente política e ideológica, una suma de realidades.

    Válido es también que el suicidio sea una solución del drama, no sólo del novelista, sino incluso de la historia del esclavo mismo. Hay centenares de ejemplos de suicidios en toda la historia de la esclavitud en Cuba. Otras soluciones hubieran tenido que desgajarse de una óptica diferente de la realidad, y si habitual llegó a ser para el esclavo desesperado el suicidio, mucho más común era su huida al monte. Exactamente los primeros años de la primera mitad del siglo XIX son pródigos por la enorme cantidad de cimarrones y de palenques organizados en forma sorprendente en múltiples zonas del país.

    Francisco es además, tanto conceptual como formalmente, una novela que tiene toda la ingenuidad de la época y la propia del autor, quien tenía sólo veinte años cuando la escribió. Sus posteriores trabajos, salvo algunas excepciones, están cargados de un didactismo que no añade nada formalmente y se encuentran exentos de la espontaneidad y la riqueza temática de su primera novela. En su contexto Francisco resulta una obra descollante. Hay que pensar que en esos años estaba de moda la llamada novela corta. Significativamente, uno de los autores más jóvenes del grupo de Delmonte es de los primeros en lograr una muestra tal de coherencia que únicamente es superada más tarde por Cecilia Valdés, de la que sólo había escrito Cirilo Villaverde su primera parte en esos momentos. Pudiera afirmarse que Francisco es el resumen del realismo naturalista de la época que está influido por las novelas de Balzac.

    La novela cumplió la misión para la que fue inicialmente encargada cuando Madden, el comisionado inglés después de mil felicitaciones, llevó el original a Gran Bretaña. Sin embargo, Suárez y Romero no pudo prever en su tiempo que Francisco sería además una de las novelas cubanas más significativas del siglo XIX. El propio autor afirma:

    "No fue Francisco mi primera producción literaria. Emprendí aquella novela excitado por Domingo Delmonte, a quien había pedido Mr. R. Madden algunas composiciones de escritores cubanos con objeto de saber el estado de la opinión acerca de la trata y de los esclavos entre los jóvenes pensadores de Cuba. Desde el campo remitía yo los borradores a José Zacarías del Valle para que los corrigiese y copiase, y un traspaso que él sacó con el título de El ingenio o las delicias del campo, en concepto de Delmonte más apropiado que Francisco.

    He intentado algunas veces retocar el fondo y el estilo de la novela, mas pronto conocí que, escrita la novela por mí hace tantos años, con el candor y el desaliño de un joven, lo que surgía de las páginas limadas era una nueva obra, y no la misma que brotó como un involuntario sollozo de mi alma al volver la vista hacia las escenas de la esclavitud. Así que he rasgado todas las copias con enmiendas que comenzaba a hacer, prefiriendo que se mantenga el trabajo primitivo con el color ingenuo, imposible de ser imitado en el ocaso de la vida.

    Cuando publiqué mi Colección de artículos en 1859, quise incluir en ella fragmentos de Francisco, pero el Censor los rechazó apenas hubo leído los primeros párrafos, de tal manera acabé por comprender que mi novela no podría publicarse en Cuba mientras exista entre nosotros la esclavitud. Muy distante estoy de figurarme que mi novela puede en nada compararse a La Cabaña del Tío Tom, de la angloamericana Enriqueta Beecher Stowe; pero debo advertir que mis dolores y lamentos por más que infringiesen todas las leyes del buen gusto, precedieron algunos años a las elocuentes páginas de aquella esclarecida mujer." (11)

    No obstante las manifestaciones de Suárez y Romero sobre la prioridad de su novela Francisco con respecto a La Cabaña del Tío Tom, hubo en los Estados Unidos una autora que lo precedió con el mismo tema. Apunta este hecho el ensayista cubano José Antonio Ramos en su Panorama de la Literatura Norteamericana, 1600-1935:

    "La Cabaña del Tío Tom no es una joya literaria. Ni siquiera es un primer libro en la materia, porque a Lydia María Child y desde 1883, corresponde ese honor del primer alegato abolicionista." (12)

    Ambas novelas, Francisco y La Cabaña del Tío Tom corrieron destinos muy diferentes. La del cubano fue siempre rechazada por la censura y no pudo publicarse ni siquiera fragmentariamente, hasta 1880, y eso fuera de Cuba, en Nueva York. La de la norteamericana no sólo no encontró dificultades, sino que su publicación sirvió para promover los sentimientos humanitarios dentro de la sociedad de su época y para infundir decisivamente en la liquidación del sistema esclavista.

    Con la lectura pausada de su manuscrito Carlota Valdés comenzó Suárez y Romero en la tertulia de Domingo Delmonte, su brillante carrera de escritor. Su amigo, confidente, consejero y guía espiritual en el difícil camino de las letras fue siempre José Zacarías González del Valle. La influencia de Domingo Delmonte en la orientación literaria de Suárez y Romero, como en los demás asiduos concurrentes a la tertulia que sostenía en su casa, fue luminosa y trascendente. De allí salió, mediante una suscripción que inició y encabezó el propio Delmonte, la libertad del poeta esclavo Juan Francisco Manzano.

    Las reuniones en casa de Delmonte vinieron a sustituir, de cierta manera, a las sesiones de la disuelta Academia Cubana de Literatura, y fueron un refugio acogedor, en tiempos de oscurantismo y de persecución oficial, para aquellos hombres, profundamente preocupados por la situación imperante en la colonia. La cuestión esclavista y su enorme secuela de injusticias y de crímenes horrendos fue tema de conversación en el ateneo delmontino. Imbuidos de ideas filantrópicas y liberales, este grupo de intelectuales se consagró con entusiasmo a la peligrosa tarea de combatir a la degradante y abyecta institución secular.

    Propugnaron para ello la reforma total de las costumbres como medio adecuado para alcanzar un justo equilibrio social. De una de esas conversaciones surgió el propósito deliberado de escribir una novela que pusiera al descubierto, con todas sus lacras e ignominias, la nefasta institución de la esclavitud. Esa novela fue encargada por Delmonte a Anselmo Suárez y Romero y llegó a formar parte de un álbum de composiciones negreras que aquél obsequió al comisionado Richard Madden, para que este se formara una idea exacta del estado de opinión acerca de la trata y la esclavitud entre los intelectuales jóvenes del país.

    La novela comenzó a ser escrita por Suárez y Romero en 1838 y fue concluida en 1839. Los borradores de cada capítulo, según los iba terminando los remitía a González del Valle, quien los copiaba y les introducía numerosas correcciones. La obra resulta muy útil para comprender los detalles del trabajo esclavo y del ambiente rural del ingenio, así como de los elementos manufactureros en la producción de azúcar. El hecho de que su publicación fuera póstuma (1880), no impidió que la novela manuscrita fuera ampliamente conocida en los ambientes literarios principalmente de La Habana y Matanzas.

    En la misma, la vida del esclavo rural, durante las veinticuatro horas del día, y la elaboración del azúcar, desde el corte de la caña hasta su cristalización en forma de panes, aparecen nítidamente expuestas a tal punto que Domingo Delmonte sugirió cambiar el título de Francisco por el de El ingenio o las delicias del campo, convencido de que lo valioso de la misma no estaba precisamente en el personaje central de la obra, de rudimentaria e ingenua psicología, sino en su vasto cuadro psicológico, que aparece tratado con mano maestra.

    Dentro del marco de la novela de costumbres es Francisco la primera de tendencia antiesclavista que se ensayó en Cuba. Formalmente es una obra de transición entre el romanticismo y el realismo pues de ambos caracteres participa. El romanticismo parece venirle de Saint – Pierre y el realismo de Balzac. A este último novelista lo conoció y estudió el autor a través de los libros que le prestaba Delmonte por conducto de Valle. Por su carácter netamente abolicionista la obra no pudo circular impresa en Cuba porque a ello se oponía la censura concebida y los manuscritos de sus Fragmentos, que según se afirma hicieron derramar lágrimas a Luz y Caballero, fueron conocidos de unos cuantos. Después de muerto el autor y gracias a la tesonera y patriótica gestión del doctor Vidal Morales y Morales la novela llegó a publicarse en Nueva York en 1880 por Néstor Ponce de León. Es también de admirar en la novela la fiel descripción de nuestra naturaleza, las bellezas del paisaje tropical de Cuba y las típicas costumbres del guajiro. En 1859, a instancias de Cirilo Villaverde, Suárez y Romero publicó su Colección de artículos, preparada hacía varios años. Luz y Caballero la calificó como "un tesoro para las almas sensibles" y la adoptó como texto de la clase superior de lectura, en el colegio El Salvador.

    Resulta muy útil hacer un minucioso estudio comparativo de la obra de Suárez y Romero con la del francés Bernardin de Saint – Pierre. Entre ellos se observa un parecido de temas esenciales: ambos son inspirados por el trópico, demuestran el mismo propósito humanitario hacia el negro, tienen una égloga (Pablo y Virginia, Francisco y Dorotea), ambos en fin realizan su obra principal y más valiosa cuando interpretan los sentimientos que les produce la naturaleza que los rodea.

    Hasta el estilo de Suárez y Romero en sus páginas más logradas, alcanza a rivalizar con el francés por el enriquecimiento de cada frase, gracias a la inserción en ella de nombres de objetos raros, de aves multicolores, de perfumes fragantes y de todo un conjunto de palabras concretas y objetivas que semejan un collar de piedras preciosas.

    Valoración de la obra

    En su libro Historia de la literatura cubana, tomo II, Remos y Rubio plantea que Francisco es la "primera novela abolicionista que se produjo en Cuba, motivo por el que circuló primero en forma manuscrita. El ingenio cubano, con todas sus actividades típicas, es el escenario del drama." (13)

    Por su parte, Salvador Bueno nos ofrece la siguiente valoración:

    "Francisco fue escrita en 1838 por instigación de Domingo Delmonte, para ser entregada al delegado inglés Richard R. Madden quien publicaría un álbum antiesclavista en Londres con varios trabajos cubanos. La copia llevada a Londres por Madden se extravió. Suárez y Romero escribió un prólogo para su obra en Nueva York (1875) y la novela se publicó en 1880. En ella se narran los amores de dos esclavos, Francisco y Dorotea, impedidos por su ama Doña Dolores de Mendizábal y por su hijo Ricardo. El valor de la obra no está en su trama sentimental, sino en la descripción de la vida del ingenio, las costumbres, cantos y ritos africanos. Delmonte quiso agregarle un subtítulo irónico: El ingenio o las delicias del campo. La novela como denuncia de los maltratos y vejaciones a que eran sometidos los esclavos, fue escrita antes de la célebre Cabaña del Tío Tom, de la escritora estadounidense Harriet Beecher Stowe, aparecida en 1852." (14)

    De igual forma Max Henríquez Ureña afirma:

    "Francisco, novela que Suárez y Romero comenzó a escribir en 1838 y concluyó al año siguiente, era conocida desde entonces por los habituales concurrentes a las tertulias de Domingo Delmonte, pero no vio la luz hasta 1880, año en que fue impresa en Nueva York, después de muerto su autor. A raíz de escrita, una copia de esta novela, que por el momento no era posible publicar en Cuba, pues fue concebida con el deliberado propósito de describir los horrores de la esclavitud, fue entregada por Delmonte a mister Richard R. Madden, comisionado británico ante el Tribunal Mixto de Arbitraje en asuntos de la trata, como documento que podía ser útil a la campaña antiesclavista que Inglaterra Alentaba.

    Madden estuvo en La Habana durante todo un año (1838-1839), y cuando regresó a Inglaterra dio a la estampa un volumen (1840) con la autobiografía y algunas composiciones poéticas del esclavo Juan Francisco Manzano, vertidas al inglés, pero no llegó a publicar en igual forma la novela de Suárez y Romero.

    El conciso relato de Félix Tanco Bosmeniel, Petrona y Rosalía, primer relato antiesclavista escrito en Cuba, (el autor lo concluyó meses antes de que Romero acabara Francisco), que aunque escrito en 1838 permaneció inédito hasta que en 1925 lo dio a conocer la revista Cuba Contemporánea, y la novela Francisco son las primeras narraciones con tendencias abolicionistas que se escribieron en América, si bien ambas no fueron publicadas sino tardíamente, esto es con posterioridad a otras que perseguían igual propósito. Las dos se anticiparon al Sab de La Avellaneda.

    Francisco, cuyo subtítulo no exento de sarcasmo es El ingenio o las delicias del campo, describe con colores llamativos las costumbres de la época y las torturas a que estaban sometidos los esclavos. Es un cuadro sombrío e impresionante. Suárez y Romero, además de novelista fue donoso escritor de costumbres, crítico literario y pedagogo. Algunos de sus escritos fueron reunidos en un volumen (Colección de Artículos, 1859), en el cual sobresalen sus cuadros de Costumbres del campo, sus juicios sobre obras de José Jacinto Milanés, Ramón de Palma, José Zacarías González del Valle, y José María de Cárdenas, y sus trabajos sobre educación, avalados por su experiencia del magisterio, que ejerció durante buena parte de su vida.

    Menos afortunado estuvo en sus Cuadros de la naturaleza cubana, que pecan por exceso del lirismo retórico que abundó en la época del romanticismo. Otra novela antiesclavista, El negro Francisco, de Antonio Zambrana, escrita en 1875, fue inspirada por el Francisco de Suárez y Romero. El conflicto se basa en el empeño del hijo del amo en lograr los favores de una esclava, enamorada a su vez del esclavo Francisco, que se ve sometido a los trabajos más duros y bárbaros castigos porque goza de la preferencia de esta.

    Tanto en una novela como en la otra la esclava cede a las presiones del amo para salvar a Francisco del tormento y de la muerte, y en ambos casos Francisco se suicida al saber que ese sacrificio se ha consumado. Zambrana, valiéndose de los mismos recursos que utilizó Suárez y Romero, hizo una nueva creación, no exenta de originalidad en muchos pasajes, a pesar del parentesco innegable que hay entre los dos relatos." (15)

    El libro Perfil histórico de las letras cubanas desde sus orígenes hasta 1898, argumenta:

    "Suárez y Romero quiso pintar lo dramático de una realidad que conocía bien, pero sin evadir el punto de vista clasista, pues en definitiva su familia dependía económicamente de un ingenio con sus correspondientes esclavos. La novela sufrió una cuidadosa censura por parte de Delmonte que aquí sí manifestó visos reaccionarios. La influencia predominante del autor parece ser la de un romanticismo idealizante, y como romántico, hay una identificación entre el protagonista y el autor, sólo que en este caso las contradicciones entre el aprendiz de pequeño burgués que era Suárez y Romero y el trágico destino de su protagonista, el negro esclavo Francisco, eran insolubles. Bien falsa resulta así la estoica resignación del negro esclavo. Los principales personajes negros son: Francisco, su novia Dorotea y el viejo taita Pedro. El resto de los esclavos del central están contemplados de una manera distanciada, como fondo inexplorado, o sucesión de sombras despersonificadas. Sin proponérselo el autor expone las gradaciones de la esclavitud. Compenetrado con Francisco, verá más trágico su destino al tener que compartir su vida con la incivilizada masa agrícola. A través de la idealización y el maniqueísmo, se filtran retazos de una violenta realidad que aún hoy conserva la viveza de su testimonio. Es una de las mejores narraciones cubanas de la época." (16)

    Partes: 1, 2
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