En Mar del Plata, este festejo se sigue realizando. Una noticia publicada en el diario La Capital en marzo de 2004 informa: "Desde ayer y hasta el sábado próximo se desarrolla en la ciudad de Mar del Plata la 50º edición de la Semana Fallera. La celebración es organizada por la Unión Regional Valenciana y se realiza en la céntrica plaza Colón. Todas las noches se ofrecen delicias gastronómicas y suben al escenario agrupaciones de música y baile de distintos puntos del país. (…) La celebración, con epicentro en la ciudad española de Valencia, alcanzará el máximo esplendor el sábado próximo cuando a partir de las 21 se realice un espectáculo de fuegos artificiales y luego, desde las 22, se proceda a la crema del monumento principal de la Falla 2004. La asistencia se estima entre 80 y 100 mil personas. (…) Este año la estructura del monumento principal instalado en la plaza Colón consiste en enormes castillos que simbolizan al Fondo Monetario Internacional y un galeón, que representa a nuestro país, que intenta alejarse del lugar.
Entre los muñecos que forman parte de la escena se destaca la réplica del presidente Néstor Kirchner. La instalación tiene una altura de 31 metros y está confeccionada con madera y cartón. Precisamente el ritual de la "crema" consiste en prender fuego la obra de arte, que por lo general está inspirada en algún hecho saliente de la escena nacional o internacional. Los valencianos atribuyen el origen de esta fiesta a los carpinteros. Ellos trabajaban durante todo el invierno e iluminaban sus talleres con grandes candiles de aceite, utilizando un artefacto de madera llamado parot.
En la víspera de San José, su patrono, los aprendices se encargaban de hacer limpieza general y en la puerta de sus talleres formaban montañas con virutas, restos de madera y el tradicional parot, que convertían en monigote, con caretas sobrantes del carnaval, sombreros y guantes. Luego quemaban los desperdicios y así nacieron las fallas" (2).
Notas
1 Bucay, Jorge: "El encanto de empezar de nuevo", en Clarín Viva, Buenos Aires, 4 de abril de 2004.
2 S/F: "Mar del Plata: Fallas criollas", en La Capital, Mar del Plata, 21 de marzo de 2004, www.lacapital.com.ar.
Vascos
Baldomero Fernández Moreno incluyó en Guía caprichosa de Buenos Aires la página "El vasco lechero en el café", en la que dice: "he aquí que al hilo del mostrador aparece un vasco lechero, la cara rosada, con dos parches más rojos pegados en las mejillas, la boina encasquetada, la blusa rizada, que no todo ha de ser fortaleza y agresividad; las piernas combadas, las alpargatas silenciosas, y el tarro en la mano como si blandiera un arma o un guijarro listo para ser proyectado en la cara lisa y cosmopolita del "barman". Y con el vasco lechero entra también el campo, un aire duro y frío y un trébol. Un trébol precisamente que se labra un espacio verde en el ambiente gris y que yo veo con toda nitidez" (1).
La estancia Acelaín, en Tandil, provincia de Buenos Aires, "Fue inaugurada en 1924 por su dueño, Enrique Larreta, que confió su diseño al arquitecto Martín Noel y bautizó así sus campos en honor al pueblo vasco de dónde son oriundos los Larreta. En la casa, de estilo morisco-español, el escritor volcó su amor por España" (2).
Manuel Mujica Láinez visita en Villafranca de Oria, pueblo cercano a San Sebastiàn, la casa de sus mayores, en una "peregrinaciòn a las fuentes": "Con Armendàriz tornè a entrar en la iglesia. Me enseñò, en los registros parroquiales, las anotaciones que consignan los bautismos, matrimonios y muertes, de gente remota vinculada a mì. Y, saliendo del templo neblinoso, me mostrò junto a èl la que fue casa de mis mayores y que, desde 1890, màs o menos, està destinada a escuela, correo, dependencias municipales y què sè yo què. Sobre la puerta sigue intacto el blasòn, como en tantas y tantas casas de Guipùzcoa" (3).
Relata María José Pérez Arango: "En el año 57 mis padres y yo llegamos desde España para reunirnos con mi hermano que se había venido a la Argentina. Los años pasaron y me convertí en una mujer que cada día deseaba y soñaba más con volver a su tierra. La idea era llegar y por lo menos llorar dos días seguidos, para luego poder recorrer los lugares que en mi memoria se mantenían nítidos. (…) Una vez en Madrid, después de una hora y media de viaje en el primer asiento de un micro atravesando los montes Cantábricos por extensos túneles y la campiña vasca a través de una fantástica autopista, llegamos a Bilbao. Traté de reconocer algo, pero todo era nuevo para mí" (4).
El madrileño José Luis Alvarez Fermosel cuenta: "un día la mujer de Bonasso padre, una vasca de Bilbao, me dijo: "Mira, no te quedes aquí mucho tiempo porque vas a estar en dos sillas mal sentado. Yo estoy allá y a los 20 días me da la impresión de que nunca me he ido; cae la tarde y miro el reloj y digo: Ahora estaría yo en Buenos Aires tomando el té con mis amigas. Y vuelvo a Buenos Aires y pienso que podría estar allí conmis hermanas". Cuenta, además, que Rolando Hanglin le dijo: "Mira, te voy a poner el apelativo de Caballero español, porque conocí a un vasco que estaba loco por mi tía y que cuando iba a casa decía, juntando los talones a la prusiana: "¡Mujica, caballero español!" " (5).
Ángeles de Dios de Martina "nació en Comodoro Rivadavia y desde hace más de cuatro décadas vive en Resistencia, Chaco. Es hija y nieta de inmigrantes españoles- andaluces y vascos. Escribe sobre temas inmigratorios mediante los testimonios orales de sus protagonistas, el uso de la historia oral, la descripción de fotografías y la investigación histórica" (6). Es la autora de Vascos en el Chaco: historias de vida (7).
A Eibar llegaron los hermanos Sarasqueta, a conocer a sus parientes vascos, de los que no tenían noticias desde 1902. El encuentro fue posible gracias a la Asociación para la Cooperación Mundial entre Vascos, que ayudó a localizarlos. "Regresaron la semana última, con las valijas llenas de fotografías, comidas típicas y libros sobre el lugar. "El primer encuentro con Pedro, primo segundo, de 65 años, fue impactante por el parecido con mi padre. Nos recibieron como una verdadera familia. Valió la pena el esfuerzo", contó Marcelo" (8).
Sebastián Batista escribe, en "Periodistas de Mar del Plata" acerca de Félix de Ayesa, quien "nació el 18 de mayo en Olite (España). Llegó a nuestra ciudad en 1910 y con su familia se radicó en Mar del Plata. Vecino del barrio "La Estación" de trenes desde temprano tuvo apego por la lectura y la historia. Egresado del Instituto Peralta Ramos, Don Félix fue durante su vida hombre de campo, obrero, periodista,, librero, funcionario público, docente y en sus últimos años de vida, historiador. Félix de Ayesa Arismendi y Rubio, como era su nombre completo, defendió con énfasis los momentos históricos de la ciudad, principalmente el Oratorio del Instituto Unzué. Fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad por el Honorable Consejo Deliberante en 1989 y falleció el 7 de abril de 1996" (9).
Sobre Juan Manuel García Salazar escribe Roxana Badaloni, en "El coleccionista": "Con minuciosidad histórica, este inmigrante vasco radicado en Mendoza fue reuniendo valiosos sellos postales hasta alcanzar 250 estampillas y 70 sobres que en agosto se expuso como patrimonio histórico cultural de Mendoza" (10).
Notas
1 Fernández Moreno, Baldomero: Poesía y Prosa. Prólogo de Jorge Lafforgue, selección de Nora Dottori y Jorge Lafforgue. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
2 S/F: "Aldo Sessa. País de estancias", Fotos: Aldo Sessa, en La Nación Revista, 12 de diciembre de 2004.
3 Mujica Làinez, Manuel: Placeres y fatigas de los viajes. Crònicas andariegas. Buenos Aires, Sudamericana, 1993.
4 Pérez Arango, María José: en "Tendencias. La vuelta al origen", en Clarín, Buenos Aires, 17 de octubre de 1999.
5 Flores, Daniel: "A boca de jarro. José Luis Alvarez Fermosel "La caballerosidad no tiene que ver con la geografía" ", en La Nación, Buenos Aires, 21 de septiembre de 2003.
6 S/F: en www.dunken.com.ar
7 Martina, Angeles de Dios de: Vascos en el Chaco: historias de vida. Buenos Aires, Dunken, 1999.
8 Linares Calvo, Ximena: "Los hermanos que encontraron sus raíces", en La Nación, Buenos Aires, 29 de septiembre de 2002.
9 Batista, Sebastián: "Periodistas de Mar del Plata", 20 de septiembre de 2001, www.deporteaedu.com.ar.
10 Badaloni, Roxana (texto) y Yañez, Jorge (fotos): "El coleccionista", en Clarín Viva, Buenos Aires, 14 de noviembre de 2004.
Sin mención de origen
L. A. Truchero Onís escribe una carta al diario La Nación, en la que manifiesta: "soy colega del Perito Moreno, español, topógrafo… Hace 25 años que llegué a este país. He entregado mi vida profesional útil relevando los ríos La Leona, Santa Cruz, Neuquén, Limay… infinidad de lagos, montañas y caminos" (1).
Recuerda Roberto Arlt: "Siendo reporter policial del diario Crítica en el año 1927, tuve una mañana del mes de setiembre que hacer una crónica del suicidio de una sirvienta española, soltera, de veinte años de edad que se mató arrojándose bajo las ruedas de un tranvía que pasaba frente a la puerta de la casa donde trabajaba, a las cinco de la madrugada. Llegué al lugar del hecho cuando el cuerpo despedazado había sido retirado de allí. Posiblemente no le hubiera dado ninguna importancia al suceso (en aquella época veía cadáveres casi todos los días) si investigaciones que efectué posteriormente en la casa de la suicida no me hubieran proporcionado dos detalles singulares. Me manifestó la dueña de casa que la noche en que la sirvienta maduró su suicidio, la criada no durmió. Un examen ocular de la cama de la criada permitió establecer que la sirvienta no se había acostado, suponiéndose con todo fundamento que ella pasó la noche sentada en su baúl de inmigrante (hacía un año que había llegado de España). Al salir la criada a la calle para arrojarse bajo el tranvía se olvidó de apagar la luz. La suma de estos detalles me produjo una impresión profunda. Durante meses y meses caminé teniendo ante los ojos el espectáculo de una muchacha triste, que sentada a la orilla de un baúl, en un cuartujo de paredes encaladas, piensa en su destino sin esperanza, al amarillo resplandor de una lamparita de veinticinco bujías" (2).
Entrevistada por Cristina Pizarro, María Esther de Miguel contó: "por parte de madre era más bien de las colonias que rodeaban a Basabilbaso, las moscas (…) mi papá tenía la usina de Larroque, la usina eléctrica. Yo me acuerdo de que en mi casa había un gran diploma que decía "A Victoriano De Miguel, (así se llamaba) benefactor del progreso argentino" porque él había dado esa fuente. A mí y a mi hermana nos decían en Larroque "las chicas de la luz", cosa que nos divertía mucho. Éramos las chicas de la luz. A mi casa le decían "El palacio de colores y de luces" porque teníamos mucha luz y porque "Como no pagan la luz, tiene encendido todo" (…) mi casa era un barco porque al caer la tarde se oía chuc chuc chuc que era el ruido de los motores, como tenía muchos vidrios de colores, desde el jardín miraba. Yo en mi casa de la infancia era muy muy feliz. Porque era un espacio muy alegre" (3).
Entrevistada por Alejandra Correa, recordó: "En mi casa se hablaba mucho de historia porque mi padre que era un inmigrante español, era muy curioso e inteligente. Siempre quería saber la historia del lugar y se preguntaba sobre Urquiza y yo escuchaba" (4).
En Un dandy en la corte del rey Alfonso, María Esther de Miguel refiere a propósito de unas monedas, el motivo que llevó a su padre a emigrar y la situación económica en la que debió hacerlo: "todas habían pertenecido a mi papá, quien vino de España por no hacer la conscripción en Marruecos. Llegó con una mano atrás y otra adelante, en su maleta un mantón de mi abuela y… Y nada más. ¡Ah, sí: las monedas!" (5).
Sobre Imperio Argentina escribe Xavier Quiñones: "Magdalena Nile del Río nace el 26 de diciembre de 1906 en Buenos Aires, en el barrio de San Telmo. Hija de padres españoles y de ascendencia inglesa debuta en el teatro de la Comedia de aquella ciudad con el nombre artístico de Petit Imperio, apadrinada por la bailarina y cupletista española Pastora Imperio. Estudia danza en España donde adoptará el nombre artístico de Imperio Argentina y debutará en el teatro Romea de Madrid en 1924" (6). En una entrevista, la bailarina recordó su formación: "En Argentina hay unos profesores estupendos, y en España, no le digo más. Joaquina Ortiz al piano, Juanita Castelao, que era una verdadera maravilla, y Anna Pavlova, con la que estuve bailando clásico un par de años, cuando enseñaba en el Teatro Colón de Buenos Aires" (7).
Eladia Blázquez agradece que sus padres españoles hayan sido tan amplios de criterio, aunque su formación terminó siendo autodidacta: "En mi casa aprendí a ser libre. Mis padres eran españoles, él obrero y ella ama de casa. Podían haber sido muy cerrados pero no. Vieron pronto que tenían una hija artista, desde que me dieron el primer juguete musical: tuve mis xilofones, mis pianitos, que venían con la escala completa y afinada. Y no me obligaban a sentarme a comer si prefería encerrarme a hacer música. (…) Mis padres, dentro de sus humildes medios, me pusieron profesores de música que al poco tiempo aconsejaban: "Déjenla, déjenla cantar y tocar sola, tiene algo innato" " (8).
En Río Grande, Patagonia, Sulko Romero Roberts relata que "cuando su padre llegó a estas lejanísimas tierras para trabajar en un aserradero jamás pensó que se quedaría para siempre. Era un español que, claro, pensaba "hacerse la América". Y se la "hizo" " (9).
Carlos Szwarcer cuenta que una familia española había aprendido de los turcos una receta: "Pepe cuenta que su "hermano trabajaba en la pollería de la calle Gurruchaga, pelaba pollos y mi mamá me mandaba a comprar allá. Los huevos rotos los vendían más baratos y yo iba con una "lechera" y le decía a Gallizy – el dueño del local – "Hola, don Juan, dice mi mamá si me puede dar una docena de huevos rotos". Y él me contestaba "Sí, claro, andá, decile al Cholo". Y yo le decía a mi hermano, que se iba al fondo, agarraba los huevos sanos, los golpeaba y los tiraba a la lechera, pero en vez de 12 tiraba como 50 huevos y cuando salía yo le decía "Dice mi hermano que ya está don Juan". "A ver, qué te voy a cobrar si están todos rotos" y no me cobraba nada". Con el rostro encendido y nostálgico por el recuerdo de esa artimaña Don Pepe continúa: "Y mi mamá pisaba todo, con cáscara y los colaba y hacía una masita que le enseñaron los turcos (sefaradíes), que le llamaban "pan esponyado", pan de España, después con lo que le quedaba le agregaba un poco de harina y estiraba la masa con una cuchara y se hacía como un huevo frito y hacía unas masitas: "Mulupitas" y llevaba la fuente a la panadería para que se la hornearan. Aprendimos de los turcos… comíamos a cuturadas".(3). Ríe a carcajadas" (10).
Trincado, un inmigrante que llega de España en 1910, construye su casa en Villa Pueyrredón: "Aquella casa era una pieza de madera y forrada por afuera de zinc, sobre una plataforma a 40 cm del piso, ya que estaba cerca del arroyo Medrano y se inundaba con frecuencia. La cocina estaba separada y el baño al fondo. Sin necesidad de televisión o radio para acostarse a dormir, bastaba con que las gallinas comenzaran a discutir dormidas desde el fondo o que, cuando empezaba a llover, las ranas se convirtieran en una orquesta sensacional para entretener a todos los "oyentes". (…) Era una zona de quintas y los chicos jugaban en la calle. Aquel Pueyrredón era un gran campo con lagunas donde se cazaban ranas. Había casas bajas, con calles de tierra, cuna de tantas travesuras" (11).
Dora Schwarsztein escribe que el 5 de noviembre de 1939, a bordo del Massilia, llegaron exiliados con destino a Chile, Paraguay y Bolivia: " "No permiten ni asomarse a los ojos de buey a los intelectuales españoles en trànsito", titulaba el diario local Noticias Gráficas la noticia del arribo del Massilia al puerto de Buenos Aires, "Las medidas adoptadas contra el grupo de intelectuales y artistas españoles son de un rigorismo que sólo tratándose de peligrosos confinados se hubieran aceptado…. Un marinero nos informó que los españoles refugiados tenían orden de que nadie se aproximara a ellos y menos que se asomaran por los ojos de buey. Es lamentable lo que ha ocurrido. No sabemos ni nos interesa saber quién ha dado la orden terminante de que ese grupo de gente que representa de modos distintos a la cultura y el cerebro de España permanezca en la sombría situación de los delincuentes incomunicados" " (12).
Dora Schwarsztein presenta el testimonio de una española que llegó al Hotel. Dice la mujer: "Nos metieron en el Hotel de Inmigrantes. Salas muy limpias, pero, claro, una tristeza enorme. Nos agolpamos todas las mujeres españolas por un lado. Yo recuerdo las señoras más mayores que había, todas estaban tristes. Allí por primera vez vi un mate" (13).
José Arias expresó sus vivencias en el hotel de Puerto Madero, al que llegó en el 30: "Quiero dejar aquí constancia del trato y de la atención que las autoridades tenían con los inmigrantes. Nos daban comidas sanas y abundantes; para dormir, camas limpias y cómodas; en mi caso han pasado sesenta y ocho años, yo entonces tenía trece, pero nunca podré olvidar mi paso por el Hotel de Inmigrantes. Y como si esto fuera poco las autoridades de inmigración le sacaban el pasaje a destino y se lo pagaban, y hasta lo acompañaban hasta las estaciones, por lo menos en mi caso" (14).
Escribe Horacio Spinetto: "Todos los barrios tuvieron, y todavía quedan algunos, su taller de compostura de calzados, el "zapatero remendón" como se lo llamó popular y cariñosamente. Me acuerdo de uno que había en Villa del Parque; cuando yo era chico, allá por fines de los 50 y principio de los 60; que tenía su pequeño taller en la calle Pedro Lozano casi Nazca, Don Alfonso, un español muy agradable y de muy pocas palabras, siempre tenía en su boca un cigarrito del tipo de los "Avanti". Su esposa, doña María, también española, simpática y muy locuaz lo ayudaba en las tareas, se ocupaba de poner los zapatos en la horma. Hace ya varios años que el local cerró, las planchas brillantes de cuero para las suelas desaparecieron, hoy en su lugar atiende un kiosco" (15).
Notas
1 Truchero Onís, L. A.: "Por error ajeno", en La Nación Revista, Buenos Aires, 12 de diciembre de 1999.
2 Arlt, Roberto, citado por Orgambide, Pedro: "Roberto Arlt, cronista de 1930", en Arlt, Roberto: Nuevas aguafuertes porteñas. Buenos Aires, Librería Hachette S. A. 1960. (El pasado argentino, dirigida por Gregorio Weimberg).
3 Pizarro, Cristina: "Con María Esther de Miguel", en El Tiempo, Azul, 14 y 21 de septiembre de 2003.
4 Correa, Alejandra: "María Esther de Miguel: la novela histórica", en Magazine Actual, Año 2 N° 8, Diciembre de 1997.
5 Miguel, María Esther de: Un dandy en la corte del rey Alfonso. Buenos Aires, Planeta, 1999.
6 Quiñones, Xavier: "Imperio Argentina", Extraído del CD BMCD 7601, sello Blue Moon, serie "Cancionero de Oro", editado en España, en www.todotango.com.
7 Mediavilla, Manu (texto); Marina del Mar (fotos): "Imperio Argentina – Cantante y actriz", 5 de noviembre de 2001, en www.canales.laverdad.es.
8 Madrazo, Cecilia: "Eladia Blázquez: 10 cosas que sé", en La Nación Revista, 15 de septiembre de 2002.
9 González Toro, Alberto (texto) y González, Ricardo (fotos): "La Patagonia de Kirchner", en Clarín Viva, Buenos Aires, 2 de noviembre de 2003.
10 Szwarcer, Carlos: "Hechizo Sefaradí", en SEFARaires, Nº18, 2003.
11 Quirney Aguirre, Carla: "Don Elías Trincado", en El Barrio Villa Pueyrredón, Buenos Aires, Septiembre de 2003.
12 Schwarsztein, Dora: "La llegada de los republicanos españoles a la Argentina", en Estudios Migratorios Latinoamericanos, Nº 37, CEMLA, Buenos Aires, 1997.
13 Schwarsztein, Dora: Entre Franco y Perón. Memoria e identidad del exilio republicano español en la Argentina. Crítica, 2001.
14 Arias, José: "Disqueprensa", en La Prensa, Buenos Aires, 1998.
15 Spinetto, Horacio: "El zapatero remendón. Los oficios. Entre el olvido y el rescate", en wwww.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
Varios
Lolita Torres manifestó: "No puedo explicar el por qué del acento español. No sé, me viene de adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos paternos eran navarros y los de mamá eran gallegos. Por un tiempo, todos creyeron que yo era española y eso provocó el estallido en la comunidad hispana. Cuando se enteraron de que era argentina no tuvieron el menor prejuicio y me siguieron apoyando" (1).
Un sombrerero es hijo de españoles: "En Gaona al 1200, se encuentra la tradicional sombrerería "Winter", que funciona allí desde hace 63 años bajo la batuta de don José "Pepe" Ferro, porteño de casi "90 pirulines", hijo de padre gallego, de Lugo, y de madre leonesa. Eduardo, su hijo se da una vuelta todos los días para ayudar en todo lo que haga falta. "Aquí de los 40 hasta el 60, había un trabajo bárbaro, los sábados la gente hacía cola en la puerta del local, es que los muchachos tenían que ir a bailar al vecino Club Buenos Aires (y sin sombrero era una vergüenza). También tenía una importante clientela de la colectividad israelita. Pero hoy la actividad está muerta, a lo sumo se vende alguna que otra gorra". En las vitrinas los elegantes orión lucen junto a los chambergos de fieltro "de primera calidad", negros, marrones y grises, "los negros siempre con forro, los de otro color no". Junto a ellos vemos la horma, con la que se tomaban las medidas de la cabeza del cliente y así poder hacerle su sombrero. "En verano se usaba panamá, y también ranchos", recuerda don José, y agrega: "Muchas veces los muchachos que iban al hipódromo, a las carreras, y acertaban una fija, revoleaban su sombrero por el aire". Esto situación de euforia, le venía muy bien al negocio, porque los apostadores volvían a comprar nuevos sombreros. Ferro conoció el oficio siendo joven, desde los 18 años hasta los 23 trabajó en la fábrica de sombreros "Dominoni", que quedaba en Monroe 1683/ 87, entre Montañeses y Arribeños, con salida también por Blanco Encalada. "Recuerdo una casa que continúa, como yo en esta lucha tan despareja, "Maidana", en Rivadavia al 1900. En fin, cosas de la vida, -murmura mientras acaricia a su perro Colita-. Pasa todo tan rápido…" (2).
El actor Alberto de Mendoza "nació en enero del 21, en el barrio de Belgrano, hijo de un andaluz y una vasca. No tuvo lo que se dice una infancia idílica: cuando tenía cinco años, se quedó huérfano y fue llevado a España, donde lo crió su abuela Isidra. (…) "Mi nona murió a poco de empezar la Guerra Civil, donde perdimos todo -dice a Diego Heller-. Fue ahí cuando empecé a laburar y a conocer la calle, a los 15 años empecé a gastar suelas". Un buque -el Tucumán- lo devolvió al Río de la Plata en 1939, junto a un grupo de refugiados cansados de tanta guerra" (3).
Cecilia Figaredo "Habla con voz fuerte y remite a sus orígenes: "Figaredo es español; mi abuelo era de Oviedo y mi abuela, de Galicia. Por parte de mamá son italianos, así que en mi casa cada vez que nos reunimos es hablar a los gritos, todos juntos. Es un bardo y nadie se escucha" " (4).
"En 1936, cuando en España comenzaba la Guerra Civil -relata Miguel Schapire-, mi padre creó la Editorial Schapire, (…) Mi padre solía decir que los exiliados eran hombres que habían perdido el barco, y ese barco era la República, es decir, la patria, sus ideales y esperanzas, y que él trataba de ayudarlos como podía, editando sus obras. Con casi todos ellos nos encontrábamos los veranos, en un hotelucho de la vieja Punta del Este, en la Punta punta, donde al anochecer se cantaba, se recitaba, se dibujaba, se interpretaban fragmentos de piezas teatrales a medida que se iban escribiendo. Era una especie de taller fabuloso. Yo era muy chico, pero todo eso me marcó" (5).
Notas
1 Freire, Susana: "Lolita Torres. Una voz que le cantó a los corazones", en La Nación, Buenos Aires, 15 de septiembre de 2002.
2 Spinetto, Horacio: "El sombrerero", en "Los oficios. Entre el olvido y el rescate", en www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
3 Heller, Diego: "Alberto de Mendoza. El último dandy", en Clarín Viva, 5 de junio de 2005. Fotos: Alejandra López.
4 Demare, Silvina: "Cecilia Figaredo METIDA EN EL BAILE", Fotos: Alejandra López, en Clarín Viva, Buenos Aires, 18 de diciembre de 2005.
5 Aubele, Luis: "A boca de jarro Miguel Schapire "Los porteños nos parecemos a los griegos" ", en La Nación, Buenos Aires, 31 de julio de 2005.
En conjunto
En febrero de 2005, el Presidente de España, Don José Luis Rodríguez Zapatero, escribió al Centro Gallego de Azul. En esa misiva expresó: " (…) Estuve encantado de visitar el país hermano que ha acogido a tantos ciudadanos españoles, que en muchas ocasiones y por las dolorosas circunstancias que todos conocemos, no tuvieron más remedio que dejar España para refugiarse en otros países, de entre los que cabe destacar muy especialmente la República Argentina, en donde fueron recibidos con tanta solidaridad y cariño. (…) " (1).
Con la presencia de Grissy Santomauro, Jorge Dubatti y Rubens Correa, se presentó en mayo de 2015 en el Teatro Cervantes de Buenos Aires el libro de Carlos Walter Filippetti, Teatro Español de Azul. El autor, desde 1980 forma parte del equipo gestor de la reconstrucción, puesta en valor, funcionamiento y proyección comunitaria del Teatro Español de Azul. Ha sido, hasta abril de 2014, Presidente de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Azul, entidad propietaria del Teatro Español y promotora del proyecto Azul Ciudad Cervantina de la Argentina. Integró (2007 a 2013) el Comité Directivo de Azul Ciudad Cervantina. Desde 2013 es Fundador, junto a otras personas e instituciones, de la "Fundación Teatro Español de Azul Ciudad Cervantina". El relata la historia del teatro desde su fundación, cuando los socios debatían si era mejor reunir fondos para un hospital, un panteón o un edificio de renta. Algunos apostaron a la cultura, y se embarcaron en una muy ardua empresa. Los guiaba el amor por sus orígenes y la fe en la tierra que habían elegido. Con muy curiosos recursos fueron logrando avanzar en la concreción de su sueño; por ejemplo, vendieron las butacas con la condición de que el comprador no podía retirarlas ni utilizarlas, ya que se las volverían a comprar. Vendieron y compraron abonos que se podrían utilizar trece años más tarde. De esto y mucho más fueron capaces estos idealistas. Debieron soportar la inundación, los conflictos derivados de los alquileres, los cambios de moneda, la competencia de la sala de cine Sin embargo, salieron airosos, y su accionar se expandió como círculos en el agua, incorporando más personas y asociaciones, estrechando lazos con España y creando una relación provechosa con Japón. Todo eso cuenta Filippetti en esta magnífica obra, ilustrada por gran cantidad de fotos de todas las épocas. Con documentación, y con la visión de quien ha sido protagonista de este renacer, es que ha escrito su libro, de lectura insoslayable para los interesados en la inmigración española y su legado.
Notas
1 S/F: "El Centro Gallego de Azul recibió el agradecimiento del Presidente de España", en El Tiempo, Azul, 27 de febrero de 2005.
Españoles y otros
Según lo que comían, Santiago de Estrada podía reconocer la procedencia de los habitantes de los conventillos: "Encienden carbón en la puerta de sus celdillas los que comen pucheros: esos son americanos. Algunos comen legumbres crudas, queso y pan: esos son los piamonteses y genoveses. Otros comen tocino y pan: esos son los asturianos y gallegos. El conventillo es el reino de la ensalada cruda" (1).
Los inmigrantes trabajaron en el adoquinado de las calles. Lo recuerda José Luis Corsetti, quien afirma: "De las canteras de Tandil salió gran parte del empedrado de las calles de nuestro país. Los picapedreros españoles, italianos, montenegrinos y yugoslavos fueron, desde 1870, personajes entrañables que dejaron cuerpo y alma, cuando no la vida, en cada cincelada" (2).
Hugo Nario describió la dura vida de los picapedreros: "Despeñarse, quedar aplastado por el desprendimiento de piedras o cascajo, perder un ojo reventado por una escalla o por un pinchote mal templado, morir destrozado por una voladura imprevista, caer bajo las ruedas de las zorras que bajaban cargadas de material desde lo alto de la pendiente, o carros cuyo control de descenso se perdía, y volcando arrastraban por el precipicio a caballos y conductor. Y en todo tiempo, el arresto, el allanamiento, las redadas, días y meses de encierro, la amenaza de la deportación, a veces sin proceso" (3).
Escribe Nélida Boulgourdjian-Toufeksian: "En la localidad de Berisso estaba el frigorífico Armour La Plata S.A. que inició sus operaciones en 1915. Entre dicho año y 1930, el 60% de su población obrera estaba constituida por hombres y mujeres provenientes de Europa y Asia. Los armenios compartieron con los italianos, españoles, rusos y árabes, las pesadas tareas en desfavorables condiciones de trabajo" (4).
En "Flandria, la ciudad-fábrica cuyo espíritu vive en una banda", Jorge Iglesias se refiere al belga Julio Steverlynck; presenta, además, el testimonio de personas que estuvieron vinculadas a la Algodonera Flandria. Iglesias escribe: "Por cierto, en la Argentina de finales de los veinte, encontrar un obrero textil calificado era tarea de cíclopes. Así, Steverlynck le abrió las puertas de la fábrica a gran cantidad de inmigrantes españoles e italianos. Toda gente que había dejado sus raíces. Gente que venía a "hacer la América". Mejor, ¿por qué no?: a hacer la Flandria… Pero, como la gente trabajando se hace, de los telares no sólo salieron telas, como se verá, también salieron "hombres de Flandria" " (5).
Aurora Alonso de Rocha se refiere a los editores de periódicos de Olavarría, localidad bonaerense: "Los españoles, dueños de un buen idioma hablado y, seguramente, monopolizadores del español escrito en un país babélico, eran los editores obligados" (6).
Víctor Dorsch se refiere a las diferentes actitudes que se manifestaban hacia los inmigrantes: "Surge en mi memoria la evocación maternal de la señora Beatriz, como la llamábamos todos los que fuimos sus alumnos (…) en aquellos años de su permanencia en Hernández, que por cierto no fueron pocos. (…) a nosotros (…) se nos conocía por el mote despectivo de rusos (pero) aquella buena maestra no hacía ningún distingo entre los así llamados y los que, por su ascendencia española, italiana o nativa, no pertenecían a esa casta un tanto despreciable (sic)" (7).
A partir de la historia de una pareja de inmigrantes judíos, Alicia Dujovne Ortiz se refiere a los españoles, entre otros. Ella afirma: "En el respeto mutuo estaba la clave del entendimiento entre esas dos personas valerosas que habían abandonado sus aldeas natales y llegado a la Argentina solos, casi adolescentes. Lo demás -pasar por el siniestro Hotel de Inmigrantes y por el patio del conventillo que calentaba el alma con sus olores y sus idiomas mezclados, aprender un castellano cuyo diptongo en ue jamás pudieron pronunciar, pero al que igual domaron e hicieron suyo- equivale a la historia de todo inmigrante, cualquiera que haya sido su nombre: Marcello, Manolo, Moishe o Mustafá" (8).
Una exiliada española brinda su testimonio a Schwarsztein: "En el Massilia iban muchos artistas, escritores y periodistas españoles. Con ellos viajaban numerosos refugiados judíos polacos e italianos. Juntos compartían la tercera clase en condiciones deplorables de hacinamiento y promiscuidad. El viaje fue largo. Ver por última vez las costas españolas fue muy triste, pero era la libertad. El grupo se integró maravillosamente, no se conocían de antes ni tenían en definitiva nada en común, salvo la guerra. Todos sintieron un profundo odio hacia la tripulación francesa que los trataba mal, y que tanto odiaban a los rojos como a los judíos. Fueron horribles las peripecias vividas a bordo ante la amenaza constante de los submarinos nazis. Finalmente, el Massilia atracó en Buenos Aires, desde donde seguirían viaje a sus destinos finales en otros países. MC recuerda que, mientras los pasajeros esperaban a bordo el inicio de la nueva etapa de su viaje, se presentó en el puerto Natalio Botana, director del periódico Crìtica, que, sorpresivamente, ofreció a los españoles una suma importante de dinero para facilitar su asentamiento en la Argentina". Consiguió, además, "del presidente Ortiz el permiso para que ese puñado de hombres, mujeres y niños pudieran afincarse legalmente en el país" (9).
En septiembre de 2000, se inauguró Casa FOA en el Hotel de Inmigrantes. El estudio de Laura Ocampo y Fabián Tanferna, que tuvo a su cargo la ambientación de uno de los dormitorios, "antes que una reconstrucción histórica, prefirió hacer un homenaje a todos aquellos que vinieron con el coraje de iniciar una nueva vida" (10). Para ello, contaron con la colaboración de algunos de los inmigrantes que se hospedaron en el Hotel, quienes narran sus historias en sendas grabaciones. Son estos hombres y mujeres los húngaros Antonieta Rubido Zichy de Eicket, Américo de Gosztonyi, Esteban Bergner y Eugenio Weisz; Ana Wasinger de Schaab, nieta de ruso alemanes, y el español José Pereira Barros.
"Piratas, gauchos, damas antiguas, marqueses versallescos, zorros (negros y blancos), diablitos, hadas, aldeanas, lagarteranas, baturros, tiroleses y andaluces, gitanas y pajes medievales aparecían en esas páginas como un convite a la consagración y apoteosis del hermoso período anual. (…) Vacaciones no tenía, pero disfraces sí, ¡y qué disfraces! Payaso, pollito, holandés, bailarín ruso, gaucho, mexicano, sargento americano y teniente argentino. Las fotos atestiguan mi felicidad y las poses son las de un gordito decidido a ser estrella" (11).
Chola recuerda que su hermano, Carlos Alberto Barberio, era muy travieso de niño. Pero esos recuerdos de la infancia chocan con la realidad. Hoy es un hombre de 76 años en sillas de ruedas y cuadripléjico, aunque con una fe inquebrantable para -desde su mundo- intentar cambiar al mundo. Nacido en Villa Pueyrredón en 1929, Carlitos sufrió un terrible accidente en la esquina de Artigas y Cochrane cuando sólo tenía cuatro años. Allí fue atropellado por un colectivo de la línea 4, hoy 127, que le provocó múltiples heridas. Si bien al principio pareció un susto, con el correr del tiempo fueron apareciendo síntomas que marcarían su vida. (…) Carlitos es el único varón de siete hermanos. Luego del accidente sus padres Lucas, un italiano de Taranto, y Pilar, una española de Madrid, lo cuidaron con devoción en la casa de la calle Terrada al 5100, en donde todavía vive" (12)
Notas
1 Estrada, Santiago: Viajes y otras páginas literarias. 1889. Citado por Jorge Páez en El conventillo, Buenos Aires, CEAL, 1970.
2 Corsetti, José L.: "Lejos del corralito, cerca de la naturaleza", en La Nación, 27 de enero de 2002.
3 Nario, Hugo: "Cortando piedra", en Todo es historia, N°178, Marzo de 1982.
4 Boulgourdjian-Toufeksian, Nélida: Los armenios en Buenos Aires. La búsqueda de la identidad (1900-1950). Buenos Aires, Centro Armenio, 1997.
5 Iglesias, Jorge: "Flandria, la ciudad-fábrica cuyo espíritu vive en una banda", en La Nación, Buenos Aires, 28 de enero de 2001.
6 Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de 1994.
7 Weyne, Olga: El último puerto. Del Rhin al Volga y del Volga al Plata. Buenos Aires, Editorial Tesis/Instituto Torcuato Di Tella, 1986.
8 Dujovne Ortiz, Alicia: "La memoria de las mujeres", en La Nación Revista, Buenos Aires, 28 de noviembre de 2004.
9 Schwarsztein, Dora: "La llegada de los republicanos españoles a la Argentina", en Estudios Migratorios Latinoamericanos, Nº 37, CEMLA, Buenos Aires, 1997.
10 Ocampo, Laura y Tanferna, Fabián: "Testimonios", folleto escrito para Casa FOA 2000.
11 Pinti, Enrique: "La Argentina según Enrique Pinti. Carnavales eran los de antes", en La Nación Revista, Buenos Aires, 6 de marzo de 2005.
12 Perpignan, Javier: "CARLOS BARBERIO ES UNO DE LOS VECINOS MAS SOLIDARIOS DE VILLA PUEYRREDON El rey que no necesita corona", en El Barrio, Buenos Aires, Diciembre de 2005.
Andaluces
José María Torres, nacido en Málaga en 1823, falleció en Entre Ríos en 1895. En Juvenilia, Miguel Cané lo evoca con gratitud: "En cuanto a mí, creo haber contribuido no poco a hacerle la vida amarga, y le pido humildemente perdón, porque sin su energía perseverante, no habría concluido mis estudios, y sabe Dios si el ser inútil que bajo mi nombre se agita en el mundo no hubiera sido algo peor" (1).
En 2015 se publica Más alla de los puentes del tiempo, de la vida y de la misma muerte , del escritor nacido en Adra, Paco Robles.
En este sèptimo volumen, con Prefacio del Dr. León Komorovski y Prólogo de la Lic. Ana María Zanelo Duarte, Paco emprende la difícil tarea de contar la vida de un amigo. Un amigo entrañable, que ya no está físicamente. El escribe: "Nos conocíamos de muy chicos, podríamos decir que nos formamos juntos, un amigo que he llegado a entender con el tiempo, la distancia, los diálogos, los desencuentros y los reencuentros". Ese amigo nació en Andalucía y fue traido muy pequeño por sus padres. Aquí tuvo que sobrellevar la dura realidad de no ser de un lado ni del otro, la pobreza, la nostalgia de los emigrantes, y el dolor de saberse inmerso en un drama del que no puede sustraerse. A esto se sumaba la actitud de algunas de las personas que rodeaban a la familia recién llegada. Pero no todo es tristeza en estas páginas. Hay líneas muy luminosas: las que describen la vida en Rosario y Alcorta; las que se refieren al amor por el conocimiento, las que dan cuenta de la incipiente pero férrea vocación de servicio, que se orientará hacia la religión y la docencia.
Con la libertad que le da el narrar en tercera persona, y la aparente objetividad inherente a esa elección, el escritor relata la vida de Manuel, desde sus primeros días hasta que, reconocido profesional, vive en otros países y se inserta en otras culturas. Todo ello con una prosa clara y elegante, como es habitual en los libros de Paco Robles. Como en este bellisimo fragmento que dice: "Más allá de los puentes, del tiempo, de la vida y de la misma muerte, último puente a transitar, El está con los brazos abiertos, esperando para estrechar en ese cálido abrazo eterno que no tiene fin y que toda la Humanidad anhela aunque generalmente no es consciente del mismo".Una caricia para el corazón, y un desafío para la inteligencia. Todo lo tiene esta obra tan hermosa, tan profunda.
Notas
1 Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL, 1980.
Asturianos
Niní Marshall, hija de asturianos, escribió sus memorias. Afirma Fernando Noy: "Previsora, para disipar dudas sobre sus procesiones por los laberintos de la memoria, ella nos legó, acicateada por su amigo y representante Lino Patalano, la invalorable Autobiografía donde emerge, con astucia de autora consumada y en una sesión de magia interminable, tan verosímil y viva como siempre, quizás de un modo inconciente desdiciendo aquella frase-consigna en uno de sus libretos radiales: "Déjenos contarle algo, déale. Si no va a parecer una mujer demasiado misteriosa, de esas que salen al cine y después les agarra la mamesia al cerebro". Y si era necesaria mucha "propicacia" para hacerlo, sospecho que sólo quiso recompensarnos con estas páginas a modo de despedida" (1).
Notas
1 Noy, Fernando: "A los "pieses" de la Marshall", en Clarín, Buenos Aires, 24 de mayo de 2003.
Baleares
En abril de 2012, aparece este libro escrito por Cati Cobas. Hermoso y esclarecedor. Narra la historia de sus ancestros baleares, de sus idas y venidas en la geografía y en los sentimientos, de ese no estar a gusto en ningún lado, o estar a gusto en ambos, que caracteriza a los inmigrantes de todas las latitudes.
Leyéndolo, se aprende mucho. Sobre costumbres isleñas, sobre historia española y argentina y – lo que es más importante – sobre una actitud ante la vida y ante los seres humanos. La actitud de la autora: crítica, pero comprensiva; observadora, pero idealista. Una postura que explica hechos que quizás no son fáciles de comprender en la actualidad, que dignifica cada uno de los actos de los personajes, por mínimos que sean, y que resalta en todo momento la importancia del afán de superación, aunque en más de una oportunidad haya que pagar un precio muy alto – castigos, separación de la familia, soledad – para lograr lo que se ambiciona. Una obra nostálgica, meditada, muy bien fundamentada, para leer una y otra vez, para compartir y recordar. Memorables páginas, que reflejan una época fruto de tradiciones y perspectivas.
En 2016, vuelve a tratar ese tema tan querido. La Vejez: ¿tiene mala prensa? Fue publicado en San Pedro (Prov. de Buenos Aires, Argentina), Arenz & Antich Editores, 2016. Un libro fuerte, éste de Cati Cobas. Como los anteriores, no se anda con vueltas a la hora de decir verdades. Llama a las cosas por su nombre, aunque duela.
A lo largo de las páginas, ella logra que nos sacudan los más diversos sentimientos: dolor, ira, impotencia, y al final, la paz que se encuentra cuando uno admite que no puede hacer más que lo que hace y se dispone a vivir cada instante con alegría y sin culpa.
Historias terribles, de ancianos librados a la buena ( o mala ) voluntad de quienes deben encargarse de ellos. Historias risueñas de quienes ven la vejez que se aproxima fortalecidos por el amor y la amistad. Relatos de la sociedad de nuestro país – con sus falencias y sus aciertos – y de quienes llegaron a este suelo con distinta suerte.
Todo esto presenta la autora en páginas vívidas, alimentadas en su pasado y en su presente, que miran gozosas hacia el futuro. Nos ofrece mucho más que un libro de memorias; es un friso de las actitudes de familias, médicos y asistentes y sistema social, en el que algunos tienen cierto privilegio y otros no.
Como remate, las historias de las baleares queridas por Cati, que nos hacen añorar aquel tiempo de la vejez en el hogar y la silla en la vereda. Pero los tiempos cambian, y a eso apunta esta obra: a vivirlos lo mejor posible, con respeto por los demás y por uno mismo.
Castellanos
Enorme proyecto de la Casa Palentina en Buenos Aires, que ya está pensando en el segundo volumen. En La Memoria Palentina, publicado en 2015, voces de emigrantes y de sus descendientes evocan la tierra que se dejó y la que se conquistó con esfuerzo y con fe en el futuro.
¿Cómo no emocionarse con los relatos tan tiernos, tan poéticos, en los que el sacrificio es el común denominador? ¿Cómo no asombrarse con el porvenir que algunos padres soñaron para sus hijas, que sí o sí, debían estudiar? ¿Cómo no admirar la militancia política de estos desarraigados, capaces de juntar dinero en la bandera republicana de artistas de circo que pasaban necesidad en el exilio?
Con este proyecto, se perpetua en el papel el testimonio de valiosos seres, como mi apreciado vecino Don Juan Antonio Andrés Viuyela, escrito ¡a los noventa y nueve años!, el de Alberto Arija – un maestro del arte de evocar – Sandra Crocetti, Victorino Diez Olea, Iluminada Fernández González – quien durmió sobre un baúl sus primeras noches argentinas -, Lisbia García Paz, José María Gutierrez Fernández, Mirta Noemí Llorente Montes, Alberto Martín, Moisés Narganes - quien se vinculó a centros gallegos por la afinidad política -, Andrés Pérez Marcos y Avelino Santiago. Sus palabras nos ilustran y nos guían, a la hora de conocer la historía de los españoles en nuestro país.
También en 2015, se publicó Este es mi pueblo, Valdemoro. "El Centro Región Leonesa fue el escenario elegido para que la soriana, Araceli Jimenez, presente su libro. La autora recorre sus recuerdos a través de la geografía y numerosas anécdotas que pintan de una manera elocuente la vida en esas frias tierras de Soria. Notablemente emocionada, dedicó particularmente a su familia el contenido de todo lo que encierran esas hojas impresas. La familia Jimenez emigró a la Argentina a finales de los años 50.
Ella escribe: "Nací en el Sanatorio San Saturio, Soria y junto con mi hermana Teresa transitamos este camino tomadas de la mano, lo mismo que con mis hermanas Esperanza, José María, Ignacia y Josefa, que nacieron en Valdemoro. Simplemente contarles mi experiencia de esos 9 años que viví en el Pueblo y los recuerdos que tengo están marcados a fuego de una infancia pura y llena de sueños. Recuerdo las puestas del sol en verano, y los prados cubiertos de flores. El agua fresca del Chorrón y la que corría por debajo del Puente de la Plaza Nueva. Los inviernos crudos que eran de temer cuando llevábamos tarugos a la escuela para calentarnos. Las Fiestas que se celebraban en las calles empedradas con nuestro Patrón San Juan Bautista. El repicar de las campanas para acudir a misa los Domingos" (1).
Notas
1 http://www.centronumancia.com.ar/araceli-jimenez-presento-este-es-mi-pueblo-valdemoro/
Gallegos
En Juvenilia, Miguel Cané se refiere a inmigrantes de ese origen: "Recuerdo una revolución que pretendimos hacer contra don José M. Torres, vicerrector entonces y de quien más adelante hablaré, porque le debo mucho. La encabezábamos un joven Adolfo Calle, de Mendoza, y yo. Al salir de la mesa lanzamos gritos sediciosos contra la mala comida y la tiranía da Torres (!las escapadas habían concluido!) y otros motivos de queja análogos. Torres me hizo ordenar que me le presentara, y como el tribuno francés, a quien plagiaba inconscientemente, contesté que sólo cedería a la fuerza de las bayonetas. Un celador y dos robustos gallegos de la cocina se presentaron a prenderme, pero hubieron de retirarse con pérdida, porque mis compañeros, excitados, me cubrieron con sus cuerpos, haciendo descender sobre aquellos infelices una espesa nube de trompadas. El celador, que, como Jerjes, había presenciado el combate de lo alto de un banco, corrió a comunicar a Torres, plagiando el a su vez a Lafayette en su respuesta al conde de Artois, que aquello no era ni un motín vulgar, ni una sedición, sino pura y simplemente una revolución" (1).
En sus Memorias, Lucio V. Mansilla describe las condiciones en las que los gallegos realizaban el viaje hacia América: "El italiano no había comenzado aún su éxodo de inmigrante. De España, en general del Ferrol, de La Coruña, de Vigo sobre todo, sí llegaban muchos barcos de vela, rebosando de trabajadores, aprensados como sardinas (…) En cierto sentido eran como cargamento de esclavos" (2).
Luis Varela, octavo de catorce hijos, recuerda en De Galicia a Buenos Aires: "En aquella época las familias gallegas eran casi todas así de numerosas, y como nuestros padres sólo nos enseñaban a labrar las tierras y luego, de mayores, no alcanzaban las tierras para todos, era habitual mandar a algunos para el convento, otros para curas, uno se quedaba en la casa con los padres y los demás veníamos para América. Muchas veces yo le reproché a mi padre por tener tantos hijos, porque habiendo nacido en la casa de un gran labrador, nos dejó a todos en la ruina. Y él me contestaba que si tuviera tres o cuatro, yo no hubiera nacido y la mejor riqueza sería no tener que luchar con un truhán como yo".
"A la Argentina -señala en otro pasaje- no se podía emigrar sin un contrato de trabajo, pero se hacía responsable de nosotros mi tío José, hermano de mi madre, que nos estaba esperando en el puerto, acompañado de la hija, mi prima Norma, que lucía un gorrito de punto muy blanco, y con una sonrisa y un beso nos levantó un poco el ánimo, sintiéndonos ya amparados en casa de nuestra familia americana, mis tíos habían emigrado hacía ya 30 años y, por supuesto, los hijos eran criollos. (…) La habitación también estaba lista para los dos huéspedes. Dos camitas plegables entre la pila de cajones de cerveza en la cocina del bar, que era además depósito de mercadería. Desfilaban las cucarachas de 5 ó 6 en fondo, pero yo ya desfilare varias veces con otros bichos, y si bien estaba familiarizado con las pulgas, había que acostumbrarse a convivir con todo bicho viviente" (3).
Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa (4), convencida de que "todos tenemos derecho a escribir nuestra historia" (5).
Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe, donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno de una familia integrada por un gallego tan esforzado y ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija mayor, la lectura y la costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña reclamará para sí. Junto a ellos encontramos la familia de la casa da pena -los gallegos que quedaron en su tierra-, los parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de la madre, y los inmigrantes -en su mayoría italianos- que viven en el pueblo.
Los días de la infancia son descriptos con nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los padres, los accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y nativas, el aprendizaje de las primeras letras, los internados católicos para varones y mujeres, la tolerancia ante la conducta infantil y los castigos que imponía cada uno de los progenitores, son recordados en el marco que proporcionan a esta familia los avatares de la vida en la Argentina y en Europa; la Guerra Civil en España y el fraude político en Santa Fe son episodios evocados detenidamente por esta narradora.
En "Mínima autobiografía de la exiliada hija", María Rosa Lojo se refiere a su vida como hija de un gallego y una madrileña exiliados en la Argentina. Sobre su padre, exiliado gallego, escribe: "El auto exiliado abandona un mundo donde cree que ya no podrà crecer humanamente, donde la violencia ha cambiado todas las reglas del juego para instalar un nuevo orden al que se siente ajeno. No lo sabe aùn, pero de todas formas quedarà cautivo de la tierra que deja. Antonio Lojo Ventoso, mi padre, era uno de esos exiliados. Para èl ya habìa pasado lo peor: el riesgo de fusilamiento, la càrcel, la "redenciòn de penas por el trabajo". Sin embargo, se despidiò de los castañares centenarios y los caminos de piedra. Cediò a un hermano sus derechos sobre las fincas que le tocaban -magras por cierto, como miembro de una familia numerosa-, hizo las valijas y cruzò el ocèano. Dejaba negocios equivocados y proyectos irrealizables. Dejaba también (aunque de eso me enteré después de su muerte: era un hombre pudoroso) una cierta reputación juvenil de "mala cabeza", y de playboy coruñés, que fascinaba a las muchachitas y escandalizaba a sus madres. Dejaba una España que para sus ojos había retrocedido siglos en el tiempo, donde no cabía la dimensión de su deseo. El futuro estaba afuera. Había resuelto que en las nuevas tierras haría otra cosa, y sería, casi, otra persona" (6).
"Los hermanos Longueira, emigrados a Buenos Aires en la década de los cuarenta del siglo XX, serán los primeros hijos predilectos de la historia de Abegondo. Lo aseguró esta semana el propio alcalde de la localidad, José Antonio Santiso Miramontes, quien precisamente acaba de regresar de un viaje institucional al país austral. ( ) Genaro Longueira fue condecorado con la Cruz de Caballero de la Orden del Mérito Civil, concedida por el rey Juan Carlos I. Recientemente fue distinguido con la medalla de la Hispanidad 2009.
( ) Genaro Longueira, autor del los libros de corte autobiográfico Testemuños dun neno y Testemuños dun home. A diferencia de su hermano, Genaro visita España casi con una periodicidad anual. «La visita del alcalde para nosotros es una sorpresa muy grande», explica Pedro, quien recuerda con nostalgia las fiestas de San Marcos, que este domingo volverá a celebrarse con la presencia de más de mil vecinos de Abegondo" (7).
Correrías en Celeiros (2008) es una entrañable obra escrita por José María Pèrez Feijoo, con la asesoría de Cristina Pizarro y la excelente edición de Xuntar, que dirigió Manuel Corral Vide.
Un friso de personajes cuyos actos explica el autor con benevolencia. Entre ellos destacan, por sus intelectos privilegiados y su voluntad de seguir adelante, los padres del autor.
A lo largo de las páginas, presenta desde diversas perspectivas el carácter gallego: la autosuficiencia, la retranca, las costumbres, son estudiadas por este hombre tan humano a la hora de juzgar.
La educación de los niños, el rol de la mujer, el clero, los trabajos y las diversiones son otros tantos temas desarrollados con profusión de detalles y el encanto de quien los ha conocido de cerca.
Quien lea esta obra no podrá dejar de verse representado, si nació en Galicia o desciende de alguien nacido allà. Con profunda emoción recordé los juegos de los que hablaba mi padre, la pobreza de la que hablaba mi abuela…
Un libro valioso, escrito sin eufemismos por un hombre que, con sabiduría, analiza la vida que le tocó vivir, con añoranza por su tierra y agradecimiento por la que lo recibió hospitalaria.
Un cuento de gallego (8), de Ernesto Ordoñez, es la obra acerca de la cual se afirmó:
"Con clara espontaneidad se desgranan los recuerdos del autor, que se inicia en las letras con ésta, su opera prima. Ernesto Ordoñez emprende un interesante recorrido que abarca desde su Galicia natal y sus recuerdos más lejanos, hasta los días de la actualidad.una privilegiada memoria le ha permitido conservar infinidad de detalles que contagian a su relato, un clima que va desde la suave nostalgia hasta el humor más delicado.sus ojos captaron en aquellos momentos, variados aspectos de la vida cotidiana desde ese lugar irrepetible que son los ojos de un niño. Y así, van desgranándose sus recuerdos, como en una cascada, saltando por encima del tiempo y conservándolos con la misma ternura y emoción que cuando sucedieron.un vistazo que llega hasta los días actuales.por eso, este libro encierra mucho más que una autobiografía, porque más allá de los hechos, el autor ha podido captar la resonancia que el correr de la vida tuvo en la mente de Ernesto – niño. y ha sido capaz de transmitirla con toda la calidez de su personalidad"(9).
Una experiencia tan fuerte como la de la inmigración tenía que reflejarse en la literatura. Algunos inmigrantes y exiliados recurren a periodistas que les ayudan a dar forma a su historia; otros, la escriben adoptando nombres ficticios que ocultan a los verdaderos protagonistas; unos más – entre los que se cuenta Consuelo Bermúdez – la ofrecen a los lectores tal cual la recuerdan.
Para qué escribir memorias? Hubo quienes, en los albores de nuestra vida como nación, las escribían para justificarse. Más tarde, los hombres del 80 las escribieron para mostrarse como miembros de una elite y para marcar las diferencias entre la sociedad de antaño y la que veían con mirada reprobadora.
Consuelo escribe Un Puente Azul para sus hijos, nietos y sobrinos, para sus hermanos, para sus paisanos, para que no queden en el olvido tantos hechos tan íntimos y tan ejemplares de esta gallega que empezó a trabajar a los ocho años, que debió abandonar su tierra, y que sin embargo, es tan alegre… Escribió en español y en su idioma, en prosa y en verso, y siempre logrando en el lector la misma emoción.
Si tuviera que elegir una página que condensara toda la obra, sin duda escogería el poema "Adiós", emblema de este libro pleno de amor, de afán de superación, de esperanza, como lo es la inmigración que desde Galicia llegó a la Argentina.
"José Luis Pubul Martín, es destacado abogado, con muchos años de experiencia. En el año 2016 presentó su libro, como autor de una notable crónica autobiográfica, familiar y descriptiva de la historia argentina, entre los años 1937 – cuando nació en La Coruña, España – y 1957, al quedar muy solo en Buenos Aires. La obra, Hijos de la Guerra Civil -Primera Parte, editada por Editorial Dunken, ha recibido elogiosas críticas como impactante en grado sumo. Ahora sale la Segunda Parte, sobre los siete años posteriores a aquella etapa vital. Aquí el autor desarrolla con mucha sencillez y claridad, escenas desgarradoras, muy singulares, oscilando entre la amargura del drama y el episodio pintoresco, hasta gracioso, con giros inesperados o desenlaces sorprendentes. Testigo agudo, describe al mismo tiempo un Buenos Aires real, dentro de una Historia intensa, del mundo entero, desde fines de los "50 y en los "60, del siglo XX. Ello, en un libro trascendente, atrapante desde el comienzo de su impactante trama. Su lectura no se puede abandonar, una vez iniciada, hasta el final" (10).
Notas
1 Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
2 Mansilla, Lucio V.: Mis memorias. París, Casa Editorial Garnier Hermanos, 1904.
3 Varela, Luis: De Galicia a Buenos Aires -Así es el cuento-. Buenos Aires, el autor, 1996.
4 Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 1999.
5 Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de julio de 1999.
6 Lojo, María Rosa: "Mínima autobiografía de una "exiliada hija" ", en Sitio Al Margen Revista Digital. Noviembre de 2002.
7 Silva, Toni: "De Abegondo para el mundo", en La Voz de Galicia, 24 de abril de 2010.
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/coruna/2010/04/24/abegondo-mundo/0003_8439466.htm
8 Ordoñez, Ernesto: Un cuento de gallego. Buenos Aires, Dunken, 2012.
9 S/F en Ordoñez, Ernesto: Un cuento de gallego. Buenos Aires, Dunken, 2012.
10 S/F en www.dunken.org
Madrileños
El pañuelo del rey y el emigrante madrileño, de Nicolás Castellanos, "Es una historia real, por su veracidad y por la implicancia de una prenda íntima de la realeza. La vida de un emigrante madrileño que se repartió entre España y Argentina y que tiene como signo especial la obtención de una prenda Real que usada como talismán, letrerá buena suerte por un lado pero temores y resquemores como resabio de épocas revanchistas en las cuales no se podía hablar de monarquía y mucho menos intentar un contacto para devolver la prenda" (1).
Notas
1 wgt ediciones
Vascos
Miguel Canè relata que los estudiantes encontraban diversas distracciones en la quinta de Colegiales; una de ellas, vinculada a unos inmigrantes. "En la Chacarita estudiábamos poco, como era natural; podíamos leer novelas libremente, dormir la siesta, salir en busca de camuatìs y sobre todo, organizar con una estrategia científica, las expediciones contra los "vascos" ".
Describe el escenario y las virtudes de la fruta de esos quinteros: "Los "vascos" eran nuestros vecinos hacia el norte, precisamente en la dirección en que los dominios colegiales eran más limitados. Separaba las jurisdicciones respectivas un ancho foso, siempre lleno de agua, y de bordes cubiertos de una espesa planta baja y bravía. Pasada la zanja, se extendía un alfalfar de una media cuadra de ancho, pintorescamente manchado por dos o tres pequeñas parvas de pasto seco. Más allá (…) en pasmosa abundancia, crecían las sandías, robustas, enormes, (…) allí doraba el sol esos melones de origen exótico (…) No tenían rivales en la comarca, y es de esperar que nuestra autoridad sea reconocida en esa materia. Las excursiones a otras chacras nos habían siempre producido desengaños, la nostalgia de la fruta de los "vascos nos perseguía a todo momento, y jamás vibró en oído humano en sentido menos figurado, el famoso verso de Garcilaso de la Vega" (1).
Carlos Ibarguren describe, en La historia que he vivido, el Buenos Aires de su infancia, en la década de 1880. En ese entonces, "en los barrios residenciales veíanse de mañana a los lecheros, casi todos vascos, que llevaban en los costados de su cabalgadura sus clásicos tarros de latón, o a los que arriando algunas vacas con sus mamones, al son tintineante de un cencerro, ofrecían leche recién ordeñada" (2).
En El merodeador enmascarado, Carlos Gorostiza "nos habla de su infancia en el barrio de Palermo, junto a sus padres vascos y un hermano mayor. No eran ricos pero disfrutaban de una situación que les permitió en 1926 realizar un viaje por la tierra de los ancestros" (3).
Notas
1 Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
2 Ibarguren, Carlos: La historia que he vivido. Buenos Aires, Dictio, 1977.
3 Requeni, Antonio: "El teatro, la escritura, lo vivido", en La Nación, Buenos Aires, 5 de diciembre de 2004.
Cántabros
Baldomero Fernàndez Moreno nació en Buenos Aires en 1886; falleció en esta misma ciudad en 1950. Evocó sus años de infancia, una edad escindida entre dos tierras, Argentina y España. Recuerdos de estos años se encuentran en su poesía, y también en su libro en prosa titulado La patria desconocida (1), publicado por primera vez en 1943, como anticipo. Quince años más tarde, esta obra se publica en la Biblioteca Menèndez y Pelayo, de Santander, con estudio preliminar de Gerardo Diego. En Argentina, La patria desconocida se edita en un solo tomo con otro volumen, Vida y desapariciòn de un mèdico, que habìa visto la luz en 1935. Ambos volùmenes se unifican bajo el tìtulo de Vida. Memorias de Fernàndez Moreno.
En el prólogo a sus memorias, Fernández Moreno se refiere a la relación de las mismas con sus dos patrias, y deslinda la incidencia que España y la Argentina tienen en ellas: "Son páginas, pues, españolas por el recuerdo que las informa, argentinas por la mano que las trazó. Por eso este libro cobra un sentido vernáculo, americano. Y todo aquello en medio del suspirar por mi patria, por curiosidad, por exotismo, por poesía naciente, y, por lo que es lo cierto, por indefinible amor hacia ella".
Notas
1 Fernández Moreno, Baldomero: La patria desconocida.
Sin mención de origen
Raúl G. Fernández Otero escribió Ausencias, presencias y sueños (1), autobiografía en la que evoca su infancia en un barrio porteño, allá por el 30. El rememorar sucesos de su vida personal lo obliga a describir la época en que transcurren y el modo de vida de esos tiempos que -en la pluma de Fernández Otero- parece mucho más humano que el agitado vivir del presente. Los padres y el hermano españoles, los vecinos, los carnavales, las anécdotas que pueblan toda historia a lo largo de una dilatada existencia, son la materia de la primera parte del libro.
Notas
1 Fernández Otero, Raúl: Ausencias, presencias y sueños. Buenos Aires, Tu Llave.
En biografías
Asturianos
En Soy Roca, biografía escrita por Félix Luna, el protagonista se refiere al pionero asturiano José Menéndez: "Cuando íbamos llegando a Ushuaia me llamaron la atención, en cierto punto de la costa, rebaños de ovejas y construcciones muy prolijas entre macizos de flores y espacios de césped; me dijeron que era la estancia de Thomas Bridges, el pastor anglicano que anteriormente había estado a cargo de la Misión en la isla; en 1886 renunció a su puesto y se vino a Buenos Aires a solicitar tierras allí. (…) Bridges había fallecido meses antes pero su estancia era la mejor de la isla, superando en actividad a la que había establecido al norte, en Río Grande, el asturiano José Menéndez. (…) Después visitamos los campamenteos de los indios yaganes y onas que trabajaban en el establecimiento. Al menos aquí no se los perseguía, como había hecho aquel aventurero rumano Julio Popper, que en tiempos de mi concuñado instaló un lavadero de oro en el norte de la isla, y como también lo hacían, según los rumores que había escuchado,algunos capataces de Menéndez" (1).
En "Florencio Constantino: Breve Biografía", leemos: "Como en el caso de tantos otros inmigrantes que llegaron a nuestro país, Florencio Constantino emigró a América siendo muy joven para labrarse un porvenir. (…) Hijo de Antonio Constantino Sánchez, natural de Valleval, Asturias, y Antonia Carral Ruiz, santanderina de Arredondo, Mariano Florencio Constantino Carral nace en Ortuella el 9 de abril de 1868. (…) Florencio aprende con entusiasmo a tocar la "vigüela" y rápidamente agrega a su repertorio de canciones vaskas y españolas el canto de "aires criollos", que lo harán conocido y apreciado en cuanta reunión festiva se dé en Bragado y aún en las manifestaciones políticas. (…) El año 1895 ha de ver a Constantino trasladado a Buenos Aires, dispuesto a ser cantante. (…) trajinó los máximos escenarios líricos del mundo. En Buenos Aires se presentó en el Teatro de la Opera, en el Teatro Odeón, en el Teatro Avenida, en el Hotel París, en el Orfeón Español, en el Centro Vasco Laurak Bat, en el Teatro Coliseo y en el Teatro Colón en varias oportunidades. Hizo actuaciones en otras ciudades como Rosario, La Plata, Bahía Blanca, Córdoba y por supuesto en Bragado. (…) murió el 16 de noviembre de 1919, solo, triste y casi olvidado. Pero con la certeza, más allá de su delirio, de que había cumplido aquel sueño de desenterrar el tesoro que llevaba en su garganta. Sus restos descansaron en el Panteón Vasco del cementerio de la ciudad de México D.F y fueron repatriados a la Argentina en 1986, donde esperan su último destino en Bragado, el pueblo de sus amores" (2).
En Los dones del tiempo (3), Rubén Benítez relata la historia de la asturiana Cecilia Caramallo. En esa obra, el escritor trata el tema abordado diez años antes en La pradera de los asfódelos (4): la inmigración y, más específicamente, la vida de los inmigrantes en Bahía Blanca, sus expectativas cumplidas y fallidas, sus recuerdos, sus abnegaciones.
América aparece -al igual que en todas las obras de emigración- como el destino soñado, que desconcierta a los extranjeros con su forma de entender la vida y las distancias. Para una asturiana, las tierras son enormes, la cantidad de ganado es tal que debe dormir a la intemperie. Son realidades difíciles de aceptar para quienes vienen acostumbrados a lo exiguo, a lo mínimo. Recuérdese al respecto la sensación de la protagonista cuando ve que tiran comida. Piensa qué hubieran hecho en su aldea con aquello que derrochaban los argentinos.
La vida de su madre es el tema que Jorge Fernández Díaz eligió para su libro. Mamá (5). La asturiana Carmen Díaz, nacida en 1932, a los quince años viaja hacia América. La pasó mal en el viaje. Aquí la esperaban sus tíos, con los que vivió haciendo las veces de hija adoptiva y criada. Sus tíos "importaron a una hija de España porque el médico que operó a Consuelo de un fibroma tuvo al final que extirparle los ovarios. (…) Pedía una niña, y prometía cuidarla y educarla hasta que mi abuela pudiera viajar".
La narración, estructurada en capítulos con nombres de los personajes, surge del reportaje que Jorge Fernández Díaz, director de la revista Noticias, efectuó a su madre durante más de cincuenta horas; "Comencé a garabatear frases e ideas sobre su azarosa biografía en un cuaderno Rivadavia de tapa dura cuando me contó que hacía lagrimear a su psiquiatra", escribe el hijo.
Ese dolor de la inmigrante, y su fe en el futuro, que la hizo salir adelante en un mundo en el que poco apoyo tenía, son homenajeados por Fernández Díaz en una obra que nos hace sentir admiración por esta mujer que logró tanto contando sólo con su tenacidad.
Susana Degoy es la autora de Niní Marshall, La máscara prodigiosa (6), biografía de la actriz hija de asturianos. Degoy afirmó: "De la mano de Niní, los argentinos nos reímos de nosotros mismos, de la prepotencia y la cursilería, de la mezquindad y la picardía. También de su mano aprendimos a respetar la melancolía y los caprichos de los abuelos inmigrantes" (7).
Niní Marshall es también la protagonista de dos biografías aparecidas recientemente: "Los festejos por los 100 años que cumpliría Niní Marshall este 1° de junio incluyen dos libros biográficos (…) Las biografías que aparecen en estos días son ¡Niní está viva!, de la periodista Patricia Narváez (…) Cuenta con materiales inéditos del archivo familiar de Angelita Abregó, hija de la actriz (…) Por otra parte se publica Niní Marshall. El humor como refugio, de Marily Contreras" (8).
Notas
1 Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1991. Pp. 322-3.
2 S/F: "Florencio Constantino: Breve Biografía", en Municipalidad de Bragado.
3 Benítez, Rubén: Los dones del tiempo. Buenos Aires, GEL, 1998.
4 Benítez, Rubén: La pradera de los asfódelos. Bahía Blanca, Siringa, 1989.
5 Fernández Díaz, Jorge: Mamá. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
6 Degoy, Susana: Niní Marshall, La máscara prodigiosa. Manrique Zago, 1997.
7 Ulanovsky, Carlos: "Niní Marshall Genia y figura", en La Nación Revista, Buenos Aires, 25 de mayo de 2003.
8 Noy, Fernando: "A los "pieses" de la Marshall", en Clarín, Buenos Aires, 24 de mayo de 2003.
Gallegos
De Galicia vino un trabajador evocado por Félix Luna, en Soy Roca. Nos referimos a Gumersindo García, mayordomo del presidente. En esa biografía novelada, afirma el protagonista: "Si pienso bien la cosa, hablando de amigos tendría que decir que el mejor que tengo hoy es Gumersindo García. Varias veces lo he mencionado y conviene ahora que aclare quién es. Gumersindo es gallego y entró a trabajar en mi casa de la calle San Martín cuando recién me instalé allí, en los finales de mi primera presidencia. Tenía entonces 28 años. A fuerza de honradez y fidelidad, fue ocupando una posición muy diferente a la de su original oficio de mucamo; hoy es mi hombre de confianza, el que manda y resuelve, el que se ocupa de mi dinero y mi bienestar. (…) Cuando los alborotos por la unificación de la deuda, después que yo me acostaba tiraba un jergón en la puerta de mi dormitorio para pasar la noche allí, armado con un revólver. Yo me he dejado ganar poco a poco por este hombre que es el arquetipo de la lealtad y el servicio prestado con cariño y devoción. Hace unos días me mostró su tesoro más preciado: un puñado de cartas que le he ido escribiendo a través de los años. Noté que son bastantes: creo que es la persona a la que me he dirigido epistolarmente con más asiduidad. (…)
Es curiosa esta parábola que ha dado Gumersindo y lo ha convertido en mi confidente. La vida política me acostumbró a no entregarme demasiado, cuidar mis palabras y administrar mis sentimientos. (…) Con Gumersindo es distinto: está dotado de inteligencia natural, después de un cuarto de siglo de convivencia conoce mis cosas mejor que yo, y no tiene ningún interés que no esté asociado a mi persona. Sé que algunos de los que me rodean -incluso mis hijas- critican esta confianza que brindo a quien, después de todo, es un servidor. Sin embargo, yo encuentro en Gumersindo todas las cualidades que permiten hacerlo depositario de lo más escondido y reservado, en la seguridad que jamás traicionará la fe que he puesto en él. Y no dudo que Margarita y él serán los que me lloren con más sinceridad cuando abandone este mundo" (1).
Manuel Castro es el autor de la biografía de Manuel Dopazo. En ese trabajo, escribe: "La llegada de una compañía de zarzuela a Buenos aires que ofreciera Maruxa, requería la presencia de un gaitero. Manuel Dopazo era el elegido. Su actividad artística lo hizo llevar la gaita al Teatro Colón que es a lo máximo a lo que se puede aspirar. Fue la noche del 12 de octubre de 1930 estando presente en esa ocasión el Presidente de la República Argentina, don Hipólito Yrigoyen. Dopazo y sus músicos también recorrieron Brasil y Uruguay. Participó en la película "Cándida" con la famosísima Niní Marshall y en "La calle junto a la luna" con Marisa Ibáñez Menta y Juan Carlos Thorry. Además de ser un eximio ejecutante, Dopazo fabricaba gaitas, generalmente para vender y fue aquí en Buenos Aires donde aprendió a tornear. Manuel Dopazo vivió de la gaita y mantuvo una familia de once hijos. Fue el único que pudo hacer eso, otros gaiteros tenían otros trabajos. Soldaba las gaitas con plata, soplando y eso lo llevó a la tumba" (2).
De Lalín a Buenos Aires BENITO BLANCO un gallego emprendedor, fue escrito por Mariana Vicat y publicado en Buenos Aires, por Abey Ediciones, 2009. Leer esta nueva obra de Mariana Vicat es un placer por varios motivos.
Porque está escrita con oficio y cariño por una periodista que tiene una trayectoria valiosa, y los contenidos fueron revisados por el biografiado y el Dr. José Manuel Castelao Bragaña, Director de la Fundación Galicia Emigración. Porque la vida de Benito Blanco daba, sin duda alguna, tema para un libro; tan sorprendente y variada es su historia, que cuesta creer que un sólo hombre haya sido capaz de tanto. Un hombre que, además de ser un empresario exitoso, es -como bien lo resaltan los numerosos entrevistados que aparecen en las páginas-, generoso y honesto, que ha encarado negocios en su tierra de origen y en la que ha adoptado, que vino llamado por un familiar, un poco al azar, y aquí se quedó, brindando a la Argentina su aporte no sólo en el trabajo (en los ramos gastronómico, petrolero, frutihortícola e inmobiliario) sino también en proyectos como la restauración del Plus Ultra ("Blanco contrató a un ingeniero naval, un carpintero, y siete peones para desarmar la aeronave. Luego lo embalaron pieza por pieza y, a continuación, un camión de dieciocho metros de largo, que Blanco hizo venir desde una de sus bases mineras en Comodoro Rivadavia, y previo permiso de Vialidad Nacional, transportó el aparato al aeropuerto de Ezeiza. De allí se lo trasladó a España en un avión de Iberia".), la reconstrucción del Teatro Avenida ("El fuego había causado daños muy graves en la estructura y eso había obligado a su clausura. En 1986 se anunció un proyecto de reconstrucción elaborado por una sociedad anónima, denominada Reconquista del Teatro Avenida, compuesta por nueve miembros. Siete de ellos eran empresarios españoles radicados en la Argentina desde hacía muchos años (Benito Blanco, Ramón Mourente, Ramón Berdullas, José María Doeyo, Luis Pereira Castro, Alvaro Campos y Florencio Aldrey Iglesias), y dos eran hijos de gallegos (Manuel Pérez Amigo y la actriz y cantante Lolita Torres). ( ) poco tiempo después, (Lolita Torres) les anunció que se retiraba, pues no contaba con el dinero suficiente. Benito Blanco invitó en su lugar, a su amigo Manuel Jamardo, quien fue el que más dinero aportó a la sociedad") y el hermanamiento de una ciudad española y una argentina ("Benito Blanco siempre se preocupó por fortalecer los vínculos entre su patria de nacimiento y su patria adoptiva. En 1988, junto con sus paisanos Marcial Sánchez y José Luis López Garra, decidió hermanar a Lalín con Chascomús, ciudad natal del entonces presidente Raúl Alfonsín, cuyos abuelos eran de Ribadumia, Pontevedra").
La edición, de tapa dura y con muchas fotos en un papel de primerísima calidad, es el fruto del viaje de la escritora junto a su biografiado, por Galicia y por la Patagonia, recabando testimonios y convocando recuerdos.
Pensado para todo público, el volumen informa no sólo acerca del "gallego emprendedor", sino también acerca de los celtas, la vida en Galicia, la colectividad española de nuestro país y muchos otros asuntos.
Ha sido declarado de Interés Cultural por la Comisión de Cultura de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación y lo que se recaude de su venta, será destinado a UNICEF.
En julio de 2012 apareció Florencio. El vuelo del galleguito, libro de Marcelo González Táboas, editado por Tricao. En él, relata novelada la biografía de Florencio González, empresario y dirigente nacido en Belesar en 1900, fallecido en Buenos Aires en 1984.
Acerca de la obra, manifiesta el autor: "Florencio nace de la resonancia de la voz de mi padre en mi memoria, contando historias ocurridas entre el 1900 y 1984 que conforman el relato de su vida. Historias, siempre adornadas con detalles, citas textuales de dichos y diálogos, e incluso ruidosas onomatopeyas, que transmitían, en una suerte de realismo mágico, imágenes vívidas y coloridas de cada suceso. Esta narración las hilvana cronológicamente, reproduciendo las exageraciones, el lenguaje y las formas de construcción del discurso original".
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