Los acreedores recurren a instancias judiciales para obtener el pago de las inversiones que supuestamente realizaron, mientras el deudor -la Argentina- en ningún caso ha recurrido al orden jurídico para cuestionar a los acreedores la legitimidad de su reclamo.
Al terminar el siglo XX, el dinero se ha devaluado de tal escandalosa y corrupta forma que ha terminado con la idea del ahorro y con la posibilidad de ahorrar. En todos los órdenes, se dilapidó lo acumulado, no se lo capitalizó.
Quizás los gobernantes intentaron, en algunos casos, mejorar la situación presente, ser justos con los contemporáneos; pero lo hicieron al costo de resultar injustos con las generaciones venideras que se encontraron (en el siglo XIX y XX) y se encuentran (en el siglo XXI) con asfixiantes deudas. Los relámpagos de crecimiento rápido o desarrollos estuvieron precedidos frecuentemente, en Argentina, por los nubarrones de los abultados endeudamientos externos y seguidos de los rayos de la inflación no curada con producción genuina.
15. El dinero que es un medio, se ha convertido en una finalidad de vida. Como nunca lo importante es, para el argentino que desea integrarse al mundo, la Bolsa o la vida.
La mitad de los argentinos, no obstante, solo trata de sobrevivir en el día.
"Todo lo cual ha envilecido las relaciones humanas, ha coartado la educación y el desarrollo, la dignidad y la solidaridad, y ha convertido a los argentinos en seres que siempre tienen motivo de queja… Los argentinos, entonces, desesperados y nerviosos, van y votan pensando en el dinero, esperando soluciones mágicas, con esperanza también mágicas, y casi inevitablemente después reniegan de lo que votaron. Y claro, hay que decirlo, no faltan argentinos que esperan la aparición de `Alguien que venga a poner orden´…"[35]
Cualquiera responderá que el dinero, si bien no hace la felicidad, ayuda a conseguirla y disfrutarla. Ahora bien, esta idea tan argentina ha desplazado a cualquier otro valor. En consecuencia, se busca el dinero a cualquier precio: la vida ha perdido valor, el dinero se lo da[36]
En este clima, se comprenderá que la corriente filosófica con la que más se han identificado los argentinos ha sido el positivismo; pero, increíblemente afincado, -desde tiempos coloniales- de espíritu católico. La mayoría de su producción escrita -aunque se dieron notables excepciones- consistió en expresar un pensamiento parcial, fragmentario, descomprometido, pasatiempista o bien fanático y represor. Esto ha sido, para el positivista argentino José Ingenieros, una gran hipocresía: la filosofía de la doble verdad.
"En sus expresiones más recientes, la hipocresía clásica se traduce por la concepción de dos filosofías dentro de la filosofía; a la una el dogmatismo social concede la libertad de investigar la verdad, pero a la otra le reserva el privilegio de negar las consecuencias ético-sociales de esa investigación. Tomad los centones de fines del pasado siglo -naturalistas o idealistas, positivistas o místicos-, y leeréis en casi todos ellos que existen una Filosofía de la Naturaleza y una Filosofía del Espíritu: dos verdades distintas y la consabida hipocresía verdadera"[37].
Ingenieros observaba la presencia de la mediocridad en los ideales de la mayoría argentina (exceptuando, según él a genios como Sarmiento –genio pragmático- y Ameghino -genio revelador-). En la mediocridad, "todo se miente con anuencia de todos; cada hombre pone precio a su complicidad, un precio razonable que oscila entre un empleo y una condecoración"[38].
b) ¿En manos de la suerte?
16. Cuando no existe racionalidad, tampoco existe justicia o verdad. La realidad misma no es criterio estable: la realidad humana moderna se ha hecho social y ésta depende del poder y del dinero anónimo en origen y procedencia. Ante el anonimato de los que ejercen el poder y ante el desánimo por la corrupción generalizada, no pocos creen estar en manos de la suerte, no teniendo tiempo, medios o ganas para elucidar las causas de la situación sociopolítica en la que viven.
Cuando no es posible conseguir razonablemente el dinero con el trabajo, solo quedan otros medios: la corrupción (a la que se hará mención más adelante) o la suerte (ese otro nombre que surge ante la impotencia y la prepopotencia). Ambos son elementos de la vida humana y no escapan a los argentinos, porque la vida humana no es necesariamente racional, sino que solo puede serlo si, con esfuerzo, se trata de evitar las contradicciones en el pensar y actuar.
La corrupción -que, con matices y excepciones, atraviesa toda la historia argentina– fue posible por la falta de responsabilidad del argentino por los bienes sociales. La mayoría de los argentinos solo realiza su vinculación con el mundo exterior mediante las relaciones económicas individuales, hechas en beneficio propio. Esto explica el hecho de que tantos argentinos no se sientan copartícipes de actos y conductas sociales; pero sí se sientan violentamente atraídas por los intereses económicos que les afectan individualmente y por la posición social: allí se halla el límite de su interés y de su responsabilidad. Para ellos, éstas son las escalas de valores fundamentales. Parece que se contentaran con robar y dejar robar; parecen carecer de sentido y responsabilidad social; aunque tampoco son solidarios con el que roba: simplemente "no se meten", no lo asumen como algo que los afecta.
"Su sentimiento de responsabilidad es limítrofe y está paralizado cada vez que actúa fuera de ese campo que le interesa. El político o el funcionario puede robar a mansalva, que nadie se inquietará por sus usurpaciones. El interés argentino no llega a imaginar que tiene que defender y que coparticipa de la `cosa pública´. Ésta siempre está concebida y vista como ajena. Todo lo que no entra en el círculo íntimo, económico, yoísta, no moviliza la sociabilidad del habitante argentino. Esta pauta está gráficamente expresada por el clásico `no te metás´"[39].
Esta forma de pensar está generalizada e incluso estructurada -como la corrupción, la cual requiere un complicidad mafiosa- hasta el punto de que si alguien presenta una acusación por un hecho de corrupción o cohecho, -rompiendo la regla del `no te metás´- no sería raro que se investigue antes al acusador que al acusado, de modo de inhibirlo o arrasarlo si es posible. Estos hechos refuerzan el círculo vicioso de las actitudes sociales de pasividad o agresividad. Se queda el argentino en manos de la suerte.
El sociólogo Mafud sostiene que la estructura social de la Argentina se construyó sobre los miedos colectivos[40]miedo a declarar la independencia respecto del conquistador; miedo al desorden o arbitrariedad de los caudillos, al déspota con Rosas, al resurgimiento del déspota después de Rosas, a quedar fuera del mundo moderno, al avance de la izquierda, al retorno del irigoyenismo o del peronismo o de los militares, o de la hiperinflación o del hegemonismo partidario… El argentino debe optar y votar por el mal menor y por miedo al mal mayor; y el conjunto de males aunque sean menores no dan por resultado nada bueno.
Este miedo argentino no es del todo injustificado si se tiene en cuenta su historia argentina. Ésta ha sido una historia donde el poder político y social tendió a convertirse en autoritarismo, esto es, por un lado, a disminuir o suprimir los otros poderes propios de una república y a hacer unipersonal (adelantados, virreyes, caudillos, gobiernos hegemónicos como los de Rosas, Roca, Yrigoyen, Perón, y militares)[41] y, por otra, a perpetuarse en el poder. La autoridad no es vista como un servicio, sino como un feudo y un lugar prestigio personal o de rapiña; de este modo, los gobernantes crean las condiciones (censura, propagandismo ideológico, marginación de parte de la sociedad, alianzas espurias entre las formas -legislativa, judicial, ejecutiva- de gobierno) como para que no puedan ser relevados del poder sin violencia o conmoción popular. La historia argentina se convierte entonces en una serie de rupturas, sociales y políticas, traumáticas. Se tiene la sensación de estar en manos no de las leyes, sino de la suerte, de la cercanía de alguien que lo favorezca (porque de favores se trata).
17. Además, como la vida social civil y política argentina, casi siempre estuvo jaqueada por la imprevisión, por incumplimiento de la ley, la pasión por el juego se une a un pensamiento mágico, el cual da un resultado que no puede preverse razonablemente.
Con un golpe de suerte se minusvalora el progreso lento, producto del trabajo, del esfuerzo, del ahorro. Pero los argentinos han visto, en la segunda mitad del siglo XX, reiteradamente vaciadas sus cajas de jubilaciones (cuyos depósitos se derivaron a otros fines) y ahorros, frecuentemente devaluados o confiscados por años.
También aquí, el Estado, como ave de rapiña, siempre ha necesitado gastar más para mantenerse en poder o favorecer a sus prosélitos. La esperanza de ganar por suerte, sin tener medios adecuados para lograr fines, es el resultado de una desesperanza, desasosiego y decepción en la racionalidad -o mejor irracionalidad- de la vida social en la que vive el argentino[42]
La imposibilidad de previsión hace al argentino más resentido ante su situación al parecer sin futuro, lo desalienta ante la exigencia de esfuerzo y lo convierte en un cínico, en un cumplidor aparente -y en realidad en un despreciador íntimo- de las leyes[43]Porque cínico (künikós: concerniente al perro) es aquel que, como algunos filósofos griegos (Antístenes, Diógenes de Sínope), poco confiados en la democracia vigente, se mofaban de las instituciones sociales y de los bienes privados, hasta el punto de que cuanto más conocían a los hombres más amaban a su perro[44]No obstante, al cínico moderno lo separa al menos (por no mencionar otros) un aspecto importante: el cínico griego desea encontrar la felicidad en la libertad interior y en la indiferencia hacia las demás cosas; el cínico argentino es indiferente a lo que sucede, a lo que dice, a lo que causa; pero no es indiferente al bienestar ajeno; frecuentemente lo carcome la envidia y sigue deseando poseer la felicidad ajena y admirando los bienes que no posee y que desearía poseer, fingiendo no poseer y ocultando lo que posee.
Los acontecimientos del 20 y 21 de diciembre de 2001 dividieron las aguas de la política argentina. La crisis económica si bien era previa (cuatro años de recesión, de aumento del riesgo-país, del desempleo que llegaba ya al 23% antes de esa fecha) se precipitó con el temor al colapso y el envío de los dineros fuera del país[45]Todas las instituciones fueron cuestionadas; se exigió "que se vayan todos"; pero solo un retoque y un lifting de pacotilla (se fue De la Rúa, el pato de la boda, y el presidente de la corte suprema de justicia, cabeza de iceberg). Se quedaron todos los políticos, más cínicos ellos, más pobre -en cantidad y calidad– la población, más violenta, más insegura. Aumentó la violencia anónima y delincuencial en grado proporcional a la fragmentación y exclusión social provocada.
El cinismo no escapa a la conducta que ha sido casi normal de los gobiernos políticos, también del gobierno argentino. El gobernante no teme afirmar una cosa y luego la contraria; prometer seguridad y luego crear leyes que la socavan; prometer hacer gestiones para erradicar el desempleo y al mismo tiempo aprobar leyes que lo incrementan; firmar decretos-leyes devaluatorios y afirmar que él no la hizo sino que la devaluación ya estaba hecha; sugerir que se debe ahorrar e invertir mientras congela por decreto los ahorros depositados, no previendo las consecuencias de las inversiones extranjeras golondrinas; ser garante de paz entre países latinoamericanos en lucha y al mismo tiempo venderle armas a uno de ellos -por supuesto, afirmando no saberlo-; crear instituciones de control de ética pública, pero sin obligación de realizar declaraciones juradas transparentes; administrar justicia contra los que delinquen no pagando sus impuestos por ganancias, pero manteniendo los jueces el privilegio de no pagarlos.
Cuando no hay cumplimiento de las leyes, no hay pacto social posible; la convivencia social se convierte en un refinado estudio para evadirlas. Cuando la mayoría evade las exigencias de las leyes, los juzgados no son suficientes y no hay condena, sino caducidad del proceso y carencia de penas: impunidad.
La vida social pierde el sentido y la escala de valores: todo es igual, nada es mejor. En este caso, la sociedad se rige entonces por la astucia y por la fuerza.
18. La confianza en el azar es una forma de escapar a la necesidad de tomar decisiones racionales, individuales y sociales, y escudarse bajo el manto de lo imposible. La creencia en la suerte da una justificación rápida y light a los problemas. De hecho, los gobiernos la ven como una necesidad de los argentinos y han sabido fomentarla y anestesiar a la gente para valores más racionales.
La confianza en la suerte está unida a una mentalidad mágica por la que se cree en soluciones mágicas, sin análisis ni investigación sobre las causas y los efectos.
Sabemos que una creencia consiste en la afirmación que alguien realiza sobre algo que conoce, pero que no puede dar razón directa del valor de ese conocimiento, no encontrando, por otra parte, un motivo más fuerte para dudar de lo que cree. Por ello, una creencia puede ser racional si quien cree tiene un motivo externo – un testigo, por ejemplo- para no dudar de lo que conoce o se le comunica; o bien puede ser irracional, creyendo sin motivo o fundamento alguno. También puede ser irracional al no poder armonizar los momentos de inteligencia con los emocionales; la realidad con las ilusiones; el presente con el futuro. El argentino suele vivir el futuro próximo como realidad, sus deseos como realizaciones y por ello no teme arriesgarse en manos de la suerte en quien confía.
En el nivel social, el pensamiento mágico en que desea vivir el argentino más que tener un fundamento racional, posee un fundamento cínico: está convencido que la Argentina es un país absurdo, contradictorio, donde todo puede ser y no ser, según las conveniencias especialmente de la clase dirigente.
19. La creencia irracional es un voluntarismo: se basa en la imposición de la voluntad en lugar de la razón. Al no requerir lógica, análisis, pruebas, el estado de creencia es simplificador y está ampliamente difundido.
Una posible y frecuente causa de la creencia irracional es el miedo, motivado a su vez por la imposibilidad de prever, el cual paraliza el movimiento de la razón y hace trastabillar la jerarquía de valores. El miedo, ante la vida a cualquier precio o padecer una muerte digna, hace optar ciegamente por la primera. El miedo nos hace elegir el mal menor aunque se sabe que es un mal. Así se podría explicar la resignada aceptación de la decadencia de la clase política partidaria, siempre elegida como el mal menor entre dos males. No es de extrañar que por este camino se termine en un lento pero fatal despeñadero.
¿Mas cómo no va sentirse desilusionado el argentino trabajador, que se esfuerza trabajando, que ahorra honradamente y que reiteradamente se ha visto estafado? En qué partido político puede esperar, si los existentes más que ejercer una oposición, parecen esperar pacientemente, como cómplices, su turno en la posesión arbitraria de poder. La sensación de estar en manos de la suerte no es sólo del pasado, sino que se perpetúa como herencia con fuerte vigencia en el presente argentino. La devaluación de la moneda argentina en enero del 2002, por ejemplo, firmada por la presidencia de la nación, provocada en parte por la desconfianza de los que más poseían en depósitos bancarios, y solicitada por los que poseían gran capacidad de venta, la tuvieron que pagar sobre todo los asalariados que vieron en pocos días cómo la capacidad de compra de sus salarios se reducía a menos de un tercio. Cada mes, por muchos años, fueron dejando dos tercios de su sueldo. La indignación labró entonces el eslogan "Que se vagan todos (los políticos)" y, aún años después, grafiti tales como "Vota a nadie: nadie te representa", indicando la inexistencia de una democracia real. La mayoría de los argentinos quedaron en manos de la suerte (esto es, de la arbitrariedad y la corrupción inmanejable por el indefenso ciudadano). No obstante, esta débil y frágil democracia permite aún expresar la crítica.
"En este sentido, el Estado argentino se ha comportado como un padre prostituido que exige moralidad y respeto a sus hijos"[46].
c) Arbitrariedad del poder, la viveza criolla y corrupción
20. En una visión teocrática del poder, como la vivida en la Edad Media, el rey tenía, por sucesión, el poder de la autoridad procedente de Dios. Los reyes no representaban al pueblo, sino que los gobernaban. El poder del rey era absoluto, esto es, libre de toda limitación.
Si bien con Locke, Montesquieu, Rousseau este poder absoluto es pensado como depositado en el pueblo, esta idea no tuvo vigencia en Latinoamérica hasta el siglo XIX. Aquí la autoridad la ejercía el rey y su representante directo el virrey. Con la caída de los virreyes, los caudillos tomaron de hecho el poder según las provincias o zonas y el poder siguió siendo absoluto, pero diversificado[47]La ley de hecho se identificó por décadas con el caudillo. En los hechos, las provincias fueron entidades autónomas por tres décadas (1820-1853). Fueron los caudillos federales del litoral (liderados por el santafesino Estanislao López y el entrerriano Francisco Ramírez) quienes en la batalla de Cepeda provocaron la caída definitiva del gobierno directorial, propenso a una concepción centralista o unitaria de gobierno nacional[48]
Por cierto que los caudillos pretendieron gobernar defendiendo sus vastos territorios o latifundios que luego se dividirían en hacendados (después estancias), formando "los pueblos de la campaña". Cada caudillo tenía su estilo de gobierno, pero en general, en sus luchas, su ley era la fuerza y la búsqueda de bienes por saqueo y prestigio de poder.
"El saqueo pasa a ser un medio de guerra normal; sus formas son, por otra parte, infinitas e ingeniosas. En las ciudades que van a saquear, quienes tienen algo que esconder se apresuran a hacerlo… Quiroga no pierde tiempo en vanas búsquedas: toma rehenes, los condena a muerte, les fija un alto rescate. El mismo padre de Sarmiento, notoriamente pobre, debe comprar su vida con 2000 pesos plata, durante la ocupación riojana de San Juan en 1829. Aun quienes se cansan de reprochar a Quiroga sus violentas expoliaciones deberán tomar el mismo camino…"[49]
21. La revolución de Mayo de 1810 puso el problema de legitimar la autoridad y para ello se apeló a la soberanía popular (como Mariano Moreno lo había bebido de Rousseau; más creía que el pueblo debía ser guiado por los iluminados de Buenos Aires); pero debió esperar hasta 1853 para que se constituyese una nueva Nación. Idealmente la Constitución Nacional estableció la ley fundamental para todos los ciudadanos argentinos, pero en la realidad, los valores de la Constitución Nacional no fueron acatados rápidamente. Se estableció la división de los poderes propios de una república, pero acentuándose las facultades del poder ejecutivo sobre los otros dos, ante el temor de la anarquía. Si los anglosajones vieron en la tiranía un mal inaceptable, los hispanoamericanos tuvieron que aceptar la disyuntiva: anarquía o tiranía (caudillesca), y prefirieron ésta a aquélla. En realidad, en América latina se establecieron reyes con el nombre de presidente[50]
La mayoría de los argentinos no participaron en la gestación de la Constitución Nacional. El argentino se habituó, por mucho tiempo, a obedecer al caudillo, hombre fuerte con arbitrariedad en el poder, y a esperar de él las decisiones y la ayuda en sus situaciones difíciles.
Casi se podría decir que la mayoría de los habitantes argentinos no ejercieron el poder de la ciudadanía por más de un siglo, pues del gobierno de los virreyes se pasó al gobierno de hecho de los caudillo y estancieros (con una representación, más o menos discutida, de gobierno nacional en Buenos Aires); y pasándose el poder luego a minoría (con propiedad y avecindada) que ejerció el derecho al voto hasta 1912, cuando finalmente se universalizó para todos los hombres mayores de edad y se hizo secreto. Este hecho quebró la tradición de los dos partidos conservadores que se alternaban en el poder y dio lugar a partidos populares.
Más aun así, por largo tiempo quedó el recurso al fraude electoral, según el cual el gobernante había sido "hecho por un corto número de ciudadanos faccionados al abrigo de la fuerza militar" o "prevaleciendo la votación de otros complotados por el influjo de los aspirantes". Ante el peso numérico de los votantes o representantes (sobre todo de la ciudad de Buenos Aires), en tiempos de Yrigoyen, se opondrá una elección por "el valor moral" de los mismos[51]Los conflictos terminan dirimiéndose a través del ejército en armas.
Hechos los escrutinios, las mesas electorales eran soberanas en su decisión, por lo que de decía que quien gana la mesa, ganaba también las elecciones[52]Así describía el hecho electoral un vecino de San Nicolás, en 1823, en que se describe, la indiferencia, el fraude y la prepotencia reinante en ciertos casos, bajo la apariencia de acto democrático:
"El domingo 20 del corriente fueron las elecciones de representante: fue electo Fray Francisco de la Concepción Díaz Vélez. Por haber llovido toda la noche precedente y parte de la mañana del domingo, no vino hombre alguno de la campaña…
El Sábado por la tarde ya sabía yo quienes habían de formar la mesa escrutadora. Alcaraz asistió al acto con la tropa; anduvo pesquizando las papeletas de los concurrentes y al que no tenía la ministerial, se la quitaba y se le daba otra. Ud. sabe cuan tímidos y cuan ignorantes son los paisanos en estas cosas; así fue que el celador se burló de todos… Aquí absolutamente nadie sabía quien era D. Domingo Díaz Vélez…"[53].
22. En 1828 "la violencia y la corrupción electoral" se habían instalado en el sistema. Se hacía evidente -y también imposible- generar una Constitución Nacional. En 1º de diciembre de ese año estalló la revolución militar de Lavalle y reinstaló, para esa ocasión, el viejo sistema de los cabildos (suprimida en 1821): voto a la popular levantando el sombrero con la mano derecha. Surgió luego una fiebre de listas de candidatos, pero al ser el voto cantando en público frente al juez o jefe de mesa electoral, la pluralidad de listas no era un sinónimo seguro de acto democrático pluralista. Existían redes electorales organizadas por los dirigentes, que permitían emitir los votos propios e impedir los ajenos. Así le escribe un fiel seguidor de Rosas:
"… Me presenté yo en la sacristía de la iglesia que es donde se han hecho las elecciones y al empezar a tomar los votos fui yo el primero que dije: `Doy mi voto por el Sr. Gral. Don Juan Manuel de Rosas y el Sr. Gral. Don Ángel Pacheco. Todos me miraron y me preguntaron si ese era el voto que daba, lo ratifiqué y dije que sí… pero sucedió que todos los que estaban con las papeletas en las manos para entregar, unos las guardaban, otros las rompían y los que estaban presentes y fueron viniendo después, sin que nadie les advirtiera y les dijera nada, todos votaron por Rosas y Pacheco…"[54]
En este contexto, en 1829, aparecerá el comandante de campaña Juan Manuel de Rosas como restaurador de las leyes, al cual se le otorgaron facultades extraordinarias para el gobierno de Buenos Aires, ante el temor de la anarquía, argumento que el caudillo Rosas supo explotar reiteradamente.
Como frecuentemente ha sucedido en la Argentina, se guardan las formas aparentemente democráticas, pero de hecho la conducta ciudadana era tergiversada. Rosas, por ejemplo, en 1835, solicita un voto plebiscitario para garantizar la suma de sus poderes públicos; pero el acto electoral no fue presidido por autoridades electas; sino por los jueces de paz y escrutadores designados por el poder ejecutivo, tampoco se consultó a la campaña, presumiéndose que el voto de ésta era tradicionalmente favorable a Rosas. De hecho, después de 1835, en el ámbito electoral se impuso durante el gobierno de Rosas la lista única de candidatos, elaborada por el gobierno. La uniformidad así obtenida fue alabada por la prensa (La Gaceta, 30 de noviembre de 1836), no sin el cinismo tan frecuente en la prensa adicta, como expresión de la voluntad general que, "en los pueblos nunca pueden menos de ser libre". El voto ya no fue un acto de elección sino de consentimiento inevitable ante el poder: se redujo a un ritual y un simulacro de elección. Rosas justificó este hecho, como suelen hacer siempre los que interrumpen las normativas legales, en nombre de una moral superior, como benéfico pues se combatía de este modo "a la misma corrupción"[55]. Rosas, como caudillo (o hacendado) con todos los poderes políticos, mantuvo la formalidad del poder legislativo (ubicado en los diputados elegidos para la Sala de Representantes) y judicial, aunque renovándolos hasta ubicar a las personas que explícitamente habían adherido a su gestión de gobierno. La ausencia de una Constitución Provincial hizo que el poder ejecutivo avanzara sobre los otros poderes.
23. La sociedad moderna existe cuando todos los socios libremente organizan el poder que resulta de la unión mutua, tras la discusión de las divergencias, en un proyecto de vida social. La ley (del griego logos) indica la norma que establece un orden, una racionalidad en la conducta de los socios: La ley fundamental es la Constitución, la que constituye a una nación. Por ello, el principal poder de una república debería hallarse en el poder legislativo, constituido por mentes lúcidas, capaces de mantener normas justas. El poder ejecutivo tiene por finalidad llevar adelante lo establecido por las leyes. El poder judicial no hace más que constatar el cumplimiento o incumplimiento de las leyes, en particular de la Constitución que es la Ley Suprema. Cuando el espíritu de la república (que se basa en la división y relativa autonomía de los poderes supremos) se desvirtúa, entonces estos poderes juegan con las leyes para perpetuarse en el poder o favorecerse con él, convirtiéndose en una especie de asociación gobernante ilícita. En este caso, se da la máxima corrupción: se usa el poder para un mutuo chantajeo en beneficio de grupos, con olvido de los intereses públicos y comunes a todos los ciudadanos o socios civiles[56]En este contexto, lo que rige o gobierna es la voluntad del más fuerte, la ruptura de la racionalidad social[57]La opción que resta entonces es la anarquía o el autoritarismo: dos extremos irracionales, promotores de inestabilidad cíclica, gobernadas por la ley de la jungla, las guerras civiles o las intervenciones militares.
Desde el punto de vista económico, Argentina también ha jugado, en las últimas décadas del siglo XX, con los extremos: o hiperinflación o cambio fijo de la moneda. Del caos, o ausencia total de racionalidad (inicio de guerra civil), a una supresión de la libertad y a la racionalidad impuesta por los militares. En este contexto, los dictadores o déspotas son vistos como liberadores hasta que generan un nuevo caos (económico o político). Otro extremo frecuente en la vida argentina es el fanatismo o el cinismo: la defensa a ultranza de una conducta o idea, o la indiferencia ante ella. En ambos casos, es siempre la vida racional, ordenada, adecuada, la corrección lenta pero constante de los errores mejorando las leyes (y no por el contrario, abandonándolas antes de haber intentado cumplirla), la que sale perdiendo[58]
24. Desde tiempos de la colonia española, los argentinos constataron cómo el gobierno era algo que estaba lejos de sus decisiones. Fueron las invasiones inglesas las que despertaron el sentido de las propias posibilidades de los porteños.
La lucha por la organización nacional muestra el fondo anárquico de la vida argentina y su secular contradicción entre unitarios (porteños, los de frac y la levita) y federales (los del interior, los del bajo pueblo de chaqueta); entre conservadores del régimen español y las ideas revolucionarias de Francia y Norteamérica[59]Debió limar las asperezas de los caudillos provinciales lo que insumió casi medio siglo (1810-1853)
"América Latina fue colonizada y asentada en una tradición cultural autoritaria y vertical: la monarquía de los Austria, la Iglesia Católica y la economía rentista, aseguraban un patrón consistente entre el orden social y la subordinación política.
La Constitución nacional de 1853-1860 y sus reformas, hasta la actualidad adoptaron el sistema representativo y federal. Pero la centralización real fue más fuerte que la utopía legal. Los Estados federales no pudieron competir con la centralización económica, política y militar"[60].
El Estado de derecho no se organizó desde abajo hacia arriba -como en Norteamérica, con todas sus limitaciones-, desde la sociedad hacia el gobierno. El gobierno fue constituido, por un siglo, por la decisión de un grupo, en su mayoría capitalino que tenía algo que defender o ganar, dado el poco interés de participación popular en el sufragio. El Estatuto Provisional, creado en 1815, exigía para poder votar, ser hombre, el tener 25 años, un "oficio lucrativo y útil" (no doméstico, sin independencia económica) y una propiedad, la cual era indicadora de una dependencia y responsabilidad social[61]Se votaba a un representante del pueblo o provincia. El voto directo se aplicó en 1821.
Aunque la democracia mediante el sufragio universal masculino (desde 1853) y ahora, obligatorio y secreto, se establece en 1913; y, en menos de dos décadas después, se interrumpe el proceso democrático[62]Lo que debía ser el centro de la política democrática republicana, la discusión y el acuerdo parlamentario, nunca jugó un papel importante en ella, dada la presencia de un poder ejecutivo que se atribuía grandes poderes[63]
25. La crisis económica de 1890 no fue única, sino casi una constante: padeció el crecimiento desmesurado de la deuda pública, la reducción de las exportaciones, las inversiones fraudulentas o de mero lujo, la expansión crediticia irresponsable otorgada a grupos especulativos con afán de enriquecimiento rápido, las corruptelas bancarias, las ventas y compras fraudulentas[64]
Argentina vivió las alternancias de intentos de ordenamientos y ahorros, seguidos de saqueos que más sufren los menos pudientes; saqueos camuflados cínicamente con diversos eufemismos, como reorganización monetaria, depreciación de la moneda, redescuentos, devaluación a la que los gobiernos y sus economistas presentan como una inocente "variación en la relación cambiaria", contracción salarial, aumentos de tarifas sin aumentos de salarios a lo que llaman "rebalanceo de ingresos", o aumentos de impuestos apelados "modificación de la base imponible", etc. Muchos vocablos de su lenguaje indican esta visión al revés de la realidad: una mujer linda está "bárbara", un erudito es "bestia", algo normal que cae justo es "genial". En la vida "normal" del argentino alterna la racionalidad y el intento de solucionar problemas, con el sentimentalismo, la fiesta, el entregarse a la suerte con no me importa o el "mañana será otro día". El mismo gobierno tiene característica semejantes de ordenamiento con leyes que luego cambia imprevisiblemente, democracia y caudillos.
26. En la segunda mitad del siglo XX, alternaron luego poderes elegidos por la ciudadanía y poderes militares que prometieron la organización o reorganización de las formas sociales sin lograrla. Alternancia de razón (débil) y sin razón (armada).
Tras su aparente forma republicana, con división de poderes supremos, la Argentina siempre tuvo un poder ejecutivo fuerte. De hecho, los diputados y senadores -si bien representan a los ciudadanos y a las provincias-, representantes del partido mayoritario, se ponen de acuerdo con el ejecutivo (también del partido mayoritario) de turno antes de aprobar las leyes, salvo en casos excepcionales, utilizados como canjes de prebendas con otras fuerzas políticas.
Cada miembro del poder judicial (Suprema Corte de Justicia) ha sido propuesto, en una terna al poder legislativo, por el poder ejecutivo, por lo que indirectamente ha tenido su referente de origen en el ejecutivo.
27. Con esos antecedentes ¿no es de esperar una democracia más formal que real, una república poco seria? Cuando los poderes de un Estado no funcionan con racionalidad, entonces, todo es posible, menos el desarrollo y progreso racionalmente planificado.
Ante la desprotección institucionalizada, el argentino debe acomodarse a las exigencias y ritmos que el gobierno le impone y buscar su favor. El favoritismo se halla en el origen de la corrupción. La corrupción también llega a los jueces locales y a la policía. El gaucho, que vivía en tierras de nadie y luego desposeído de ellas o mantenidas mediante arrendamientos para con la oligarquía terrateniente, o estaba con ellos o era matrero al que hay que cazar y mandar a la frontera como carne para los malones. Ya en el 1815 se había dado el "decreto sobre vagancia" de modo que todo gaucho de campaña que no fuese propietario debía reconocer algún patrón, supervisado por los jueces de paz.
El gaucho, hábil en su oficio de arriero y cuidador de ganado, fue poco apreciado desde una perspectiva capitalizadora y técnica. "Matar gaucho es obra santa ha dicho Sarmiento" [65]Sarmiento veía a la ganadería y al gaucho como improductivos. Lo que la ganadería producía dependía del precio puesto desde otras naciones. Sarmiento soñaba con añadir a la ganadería la agricultura, para que ésta diese pie al desarrollo industrial[66]
En la ganadería de las estancias, el criollo, acostumbrado a la miseria, a la ausencia de futuro, se hace adicto a las largas siestas y prefiere robar a trabajar. El hogar es solo una situación de paso entre arreo y arreo. La mujer abandonada se le vuelve infiel y los hijos heredan el mismo estilo de vida. La ley se le vuelve arisca y persecutoria al criollo. El gaucho y el indígena que no pudieron y no supieron adaptarse a la mentalidad economicista europea, por selección social, quedaron excluidos, abandonados o perseguidos hasta su extinción casi total[67]
Aún en la actualidad, se tiene la percepción de que la ley persigue, para que pague, al que robó (como se suele decir) una gallina, pero no a los latifundistas, empresarios y banqueros (los cuales -tras la presión del prestador Fondo Monetario Internacional– lograron que el Congreso Nacional, en el 2002, los "compensara" y protegiera aunque ellos no hicieron nada por proteger y compensar a los depositantes que confiaron en los bancos)[68].
"Entre los cuatro factores fundamentales que predominan en la vida argentina está el económico. Los otros son: la fe en la grandeza futura del país, el culto nacional del coraje y el desprecio de la ley"[69].
El autoritarismo, el "acomodo", y el jugar con las leyes, ya lo sabía el taimado y ladino Viejo Viscacha cuando así aconsejaba al gaucho:
"Hacete amigo del Juez,
no le des de qué quejarse.
Y cuando quiera enojarse
Vos te debés encoger;
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse"[70].
Mas bien que apreciar una justicia imparcial, ante el descreimiento generalizado en las instituciones, el argentino busca frecuentemente el camino más corto del clientelismo, del parasitarismo generalizado[71]La imagen del propio valer y de la posibilidad de la justicia se diluyen: se vive pues a merced y por gracia del fuerte (que entonces, en el interior, era estanciero, policía o juez). El criollo "ante males que no tienen nombre", trata de olvidar y vivir su presente: "Ya lo pasado pasó, mañana será otro día"[72], o bien solo le cabe ponerse contra la ley despreciándola.
Ciertamente el Martín Fierro no es un documento con estricto rigor histórico, y no obstante, es el poema nacional, la obra con la que la mayoría se identifica sentimentalmente por expresar un momento y unas verdades perennes del ser profundo del conflicto argentino.
28. Desde tiempos de la formación de la elite dirigente criolla, la arbitrariedad y la búsqueda de fortuna limitó la solidaridad al clientelismo.
"Consolida esa solidaridad (familiar) la existencia de un patrimonio de tierras, riqueza e influencia que solo puede ser conservado mientras la familia retenga su coherencia. Aquí la familia consanguínea no es sino el núcleo central de un agrupamiento mucho más vasto; que incluye colaterales y una clientela rústica y urbana, cuyos vínculos con ese núcleo pueden ser de naturaleza jurídica muy variable: en Salta, en Catamarca, en la Rioja, en el norte de Córdoba no faltan ejemplos de familias que en efecto dominan sin rivales una entera zona, en la que ocupan cargos de milicia y las magistraturas municipales de policía y baja justicia"[73].
Este tipo de relación social no ha perdido totalmente su existencia, incluso en el presente, en la vida del interior del país. Mas, en general, el clientelismo hizo patente una existencia de grupos insolidarios y crueles, para quien era simplemente humano pero no formaba parte de la familia (en sentido estricto o en sentido amplio y casi mafioso). La justicia era percibida como una protección para el rico y un castigo para el pobre o como un negocio de abogados que juegan a las leyes. Ello generó una desconfianza en las leyes, o más aún, el desprecio por las mismas. Este desprecio a la ley no es más que el desprecio por la racionalidad de la vida social que ellas debieran reflejar y proteger[74]
El abogado y el juez conocen las leyes y saben de sus debilidades y cómo jugar con ellas: cuidan, entonces, o descuidan los aspectos formales, apresuran o demoran el proceso según las conveniencias; no pocas veces la víctima resulta ser la investigada mientras el victimario desaparece.
Ante la inseguridad, el argentino opta "por no meterse", no implicarse en los procesos que podrían aclarar las situaciones.
También aquí, la sensibilidad del argentino le hace sentir que su relación con el poder es una cuestión de suerte para no necesitar enfrentarse con él, tratando de vivir una vida sin ideales, sin compromisos ni responsabilidades. Y en esto también, el poema nacional refleja algo de esa resignación del argentino pragmático, con frecuencia tentado de evadir el esfuerzo y los ideales.
"No te debás afligir
aunque el mundo se desplome;
lo que más precisa el hombre,
tener, según yo discurro,
es la memoria del burro
que nunca olvida ande come"[75]
Los próceres, intelectuales que pudieron visitar Europa o Norteamérica, siempre estuvieron preocupados por el deseo de hacer progresar a la nación, para que no quedara enmarcada en la barbarie.
Para el gaucho no se trataba de civilización o barbarie, sino de que la civilización le creaba la barbarie: lo expulsaba de sus tierras, de sus formas de vida, los perseguía y los explotaba. Con el arribo de los inmigrantes, se prefirió al "gringo" para el trabajo antes que realizaba el criollo. El criollo tuvo que desarrollar su "viveza" para sobrevivir desde la marginalidad. El argentino siempre debió estar al asecho ante la viveza criolla, ante alguien que puede abusar de su desatención. La viveza criolla tiene innumerables formas: desde las antiguas tretas del viejo Viscacha a las actuales como comprar una caja de medicamento el cual tiene ya vencida su fecha de aplicación, o acerca del cual, hermosamente envuelto, el incauto encuentra sorprendido en su hogar que le falta parte del contenido. Las sorpresas en este rubro son siempre sorprendentes. Porque la viveza criolla, muy conocedora de la psicología, está al asecho para aprovechar cualquier descuido y beneficiarse con alguna substracción.
29. Lo que no funciona en los poderes son los controles de los mismos, entre ellos mismos, y por los ciudadanos. Ese control es el fundamento de una república y lo necesario para que no se convierta en republiqueta. Sarmiento intentó hacer de cada ciudadano un soberano con control sobre su poder de voto; que tuviese capacidad para decidir sobre su forma de vida y tener una mirada abierta a la industria y al progreso.
El gran problema de una democracia, en una forma de gobierno republicana, no se halla en quien gobierna, o en obtener al mejor de los ciudadanos para esa tarea. El poder corrompe y, por lo tanto, lo importante se halla en el control del gobernante, por medio de los gobernados a través de sus representantes fieles a los votantes. Cuando esto falla lo que gobierna es un autoritarismo (la reducción a un solo poder) o la corrupción mafiosa e institucionalizada. Sin control institucional no hay desarrollo posible, porque no hay ni siquiera sociedad real: hay impunidad ante la corrupción.
Aunque la Constitución establecía que cada provincia asegurase su educación primaria, de hecho, los gobernadores de provincias no pagaban a los docentes, o lo hacían con subvenciones ocasionales. También en ello estaba presente la corrupción. Sarmiento narra (en el Monitor de la educación común) el caso de una directora de niñas de Santiago del Estero que se negó a firmar el recibo de 130 pesos fuertes cuando le entregaba sólo 65; por ello fue depuesta y separada de la enseñanza por una Junta[76]
La corrupción no es una cuestión económica sino, ante todo, una cuestión de moral individual y social. La corrupción no está solo en un sector: en los gobernantes, sin los gobernados; en el que vende sin el que compra[77]Ella constituye una violación de las normas sociales y morales en beneficio de un grupo de personas.
"La corrupción implica la violación de las reglas establecidas para obtener ganancias y beneficios personales. Evidentemente, no puede erradicarse induciendo a los individuos a ser más interesados. Tampoco tiene sentido tratar de inducirla pidiéndoles que sean menos interesados en general… En primer lugar, los sistemas de inspección y de sanción han ocupado un destacado lugar a lo largo de los siglos en las reglas propuestas para impedir la corrupción"[78].
¿Se podrá creer que el "descontrol" o la "desprolijidad" -como se dice eufemísticamente- haya llegado, en Argentina, al punto de que no se controlara la presencia de los miembros de las cámaras legislativas y un diputado "trucho" votara -a final de siglo XX- leyes cuando el quorum no era el requerido y suficiente para la aprobación de una ley? ¿Qué ejemplo y qué imagen recibe el ciudadano joven ante estos hechos que quedan impunes y casi en el ámbito de lo cómico si no fuesen dramáticos por las consecuencias que esas leyes causaron en los desprotegidos ciudadanos?
¿En quien creerá y confiará el argentino si sus representantes no lo representan, si la policía no lo protege, si los bancos no lo aseguran, sino más son cómplices de los saqueos pendulares establecidos desde el poder político? En tales situaciones, los límites entre la realidad social y la ficción pierden sus matices y la neurosis colectiva es una posibilidad que se hace realidad. Han enfermado a los ciudadanos menos protegidos. No hay vida normal, porque no hay respeto por las leyes ni castigo contra los violadores de las normas.
30. Las experiencias de gran parte del siglo XX, con intervenciones militares y gobiernos de compromiso, hacen generar en no pocos argentinos la sensación de que la democracia no es un sistema político capaz de autocorrección. Los políticos aparecen en este período como incorregibles. El poder político no está al servicio de la educación de los socios, sino que la utiliza para sus fines. Por momentos, se prefieren las alpargatas a los libros; y los hombres de la cultura (de derecha, de centro o de izquierda: Borges, Olga Cossettini, Atahualpa Yupamqui) no la pasan muy bien si no son obsecuentes o acordes con las ideas de los gobernantes de turno.
Esta constante situación puede hacer del argentino un fatalista. La sociedad más que una construcción humana, se le aparece como un muro social infranqueable.
La impunidad es un cáncer que carcome a las mismas instituciones, hasta el punto que todo el tejido social se resiente y corrompe.
Europa ha padecido, en su historia, a los reyes absolutos y lo que ha querido fue controlar el poder, y para eso surgió el liberalismo en Inglaterra, la Revolución Francesa y la república en Francia. Pero Francia tardó tiempo hasta pacificarse y organizarse económicamente[79]Por ello, argentinos como Alberdi, si bien apreciaban las ideas de la revolución francesa, se inclinaron, en el momento de elaborar una Constitución, hacia el modelo norteamericano. Alberdi desea el progreso de la nación, pero no el desorden que produjo la Revolución Francesa ni el que existió en Argentina en la primera parte del siglo XIX; por ello, en su proyecto de constitución argentina, acentuó el poder del presidente (según la tradición virreinal), aunque deseaba constituir una república con la división de los poderes supremos de la Nación. También J. A. Roca, décadas después, y habiendo ocupado las tierras indígenas, buscó el progreso mediante la lenta pero creciente promoción de la agricultura, la autoridad y la paz impuesta por la fuerza. Después de esto, era suficiente con atenerse a la Constitución. Por otra parte, la supremacía armada del ejército nacional quitaba toda duda a los intentos de sublevación de los caudillos. Ya no se necesitaban caudillos anarquizantes, sino gobernantes honrados[80]No obstante, esta supremacía militar se haría presente nuevamente durante el período 1930-1983, en forma directa o indirecta, con un ejército que en realidad obedecía a "logias" (la "San Martín" primero y "Grupo de Militares Unidos" -GOU- luego, "los azules" después) y no al presidente[81]De hecho, el fraude electoral de los conservadores (1930-1943), la proscripción mutua de peronistas y radicales (1955-1973) y la dictadura militar (1976-1983) hizo que la Argentina no fuese realmente democrática. Para lograr la restituir la democracia, se necesitó el golpe de gracia del desprestigio de los militares, tras la derrota en Malvinas. Pero tras apariencia democrática, la impericia económica que arrastraba una abultada deuda pública y la corrupción utilizando como propios los bienes del Estado -que penetraba y se estructuraba en todas las fuerzas del Estado- volvían a debilitarla, dada una incorregiblemente mala e gestión pública de sus gobernantes.
"Los subsidios a las ficticias radicaciones industriales entre 1970-2000 tuvieron un costo fiscal superior a los 30 mil millones de dólares, muchos de los cuales sirvieron para subsidiar a las automotrices extranjeras. La estatización de las deudas privadas en 1982, por obra del entonces director del Banco Central Domingo Caballo, fue del orden de los 20.000 millones de dólares. La Guerra de Malvinas insumió unos 10 mil millones de dólares. Las evasiones impositivas y aduarenas en las últimas décadas superan los 30.000 millones de dólares. Los enriquecimientos ilícitos a través de las obras públicas con sobreprecios, licitaciones y transacciones fraudulentas (mafia del oro, tráfico de armas a Ecuador y Croacia, entre otras). Si a esto agregamos la baja productividad del Estado y el sobreempleo clientelístico tendríamos una cifra superior al PBI de todos los países de América Central y Caribe. Argentina dilapidó a través de una mala gestión pública una gran parte de su capacidad de crecimiento"[82].
31. Los argentinos padecieron la anarquía, por el poder de las facciones (los caudillos), de las logias y proscripciones, por la ausencia de proyecto propio y de valores humanos fundamentales. En las crisis, buscaron a un salvador con un poder autoritario e iluminado que pusiese orden y orientación nacional. Gobernados y gobernantes son mutuamente causa y efecto de una mentalidad autoritaria. "Para todo gobierno argentino recurrir a los organismos de fuerza del Estado (ejército, policía, ejecutivo con facultades extraordinarias) fue una tentación irresistible"[83]. Lamentablemente, el pueblo argentino no exigió, con firmeza, transparencia en la gestión de gobierno.
Tanto la anarquía como la inmigración y la intervención autoritaria de una persona o de un pueblo generan una situación de no dominio de las situaciones, de perpetuo desarraigo, que se manifiesta en las personas como "no metiéndose, aislándose, no conviviendo… El colapso persistente de las normas, de los hábitos o de las costumbres son los que rompen toda madurez psicológica"[84]. En realidad, Argentina es pueblo, en parte, aún adolescente que ha esperado la solución en alguien superior a él, aunque éste sea depositario de un poder despótico o arbitrario: como el pueblo no asumió reiteradamente la prerrogativa del poder, lo hicieron los militares. Lo que faltó fue confianza en las propias fuerzas ciudadanas y en la democracia a pesar de ser una forma de gobierno imperfecta, pero lentamente perfeccionable[85]pero, por otra parte, esta falta de confianza -sin la cual es imposible cualquier sociedad[86]tiene históricamente en Argentina una causa. Los acontecimientos de diciembre de 2001 hicieron surgir la sensación de frustración, incluso por los políticos elegidos, bajo el lema utópico de que "se vayan todos" los políticos, no es un hecho aislado.
¿Futuro incierto?
32. El futuro no es necesariamente reflejo del pasado, aunque éste lo condiciona. Para romper con los lastres del pasado se requieren condiciones externas o internas que rompan la rutina y una voluntad férrea para elaborar y lograr una forma de vida distinta. Estos cambios a veces son revolucionarios pero de poca duración; y a veces solo graduales y cimentados. El futuro es posibilidad, pero abierta, incierta.
De hecho, Argentina ocupó, en 1928, el duodécimo lugar en el mundo en cuanto a su producto anual por habitante. En 1998, y pese a su recuperación económica iniciada en 1991, retrocedió hasta el vigésimo octavo lugar, teniendo un producto anual de 8.570 dólares por habitante. Si hubiese conservado su puesto 28º, en 1998, su producto anual por habitante hubiese sido el de 25.820 dólares por habitante (como le correspondió a Holanda). En el 2002, en la gestión del presidente Duhalde, elegido por el poder legislativo -tras consultas y acuerdos con los gobernadores de provincias-, el 60% de los habitantes argentinos ganaban menos de 200 dólares mensuales y, aproximadamente, el 25% de ellos -5 millones- eran indigentes (ganando 1 dólar por día).
No obstante, aun dentro de este panorama apocalíptico de la degradación y subdesarrollo argentino, algo se ha mejorado: se ha roto el ciclo de intolerancia y mutua exclusión (unitarios y federales, radicales y conservadores, peronistas y antiperonistas). Es intolerante quien prefiere romper las reglas constitucionales antes de que su rival le gane, convirtiendo al adversario en enemigo.
Los ciudadanos, en reiteradas elecciones, deberán dejar en claro el poder de prerrogativa y la prerrogativa del poder que poseen, en un lento y progresivo proceso democrático que elimine los nichos enquistados de corrupción y la falta de visión económica eficiente.
Los argentinos debemos aprender, como mínimo grado de conocimiento político-social, que la Constitución está sobre los partidos y deben desistir de hacer trampas con ella, o intentar cambiarla según las conveniencias. La fuerte presencia de abogados en la función pública y en la gestión de gobierno les hace creer profesionalmente que la justicia es jugar con las leyes: la "justicia" se convierte, entonces, en lo que los abogados o jueces dicen que es, según las circunstancias.
Algún día Argentina podrá brillar no ya por su utópica esperanza en alcanzar regaladamente la utópica región de la Plata, sino por el logro de una lúcida y brillante justicia para con sus ciudadanos.
Autor:
W. R. Daros
UCEL – CONICET
Rosario – Argentina
[1] Cfr. FOUCAULT, M. Defender la sociedad. Bs. As., FCE, 2010. IZQUIERDO, I. Somos nuestra memoria. Bs. As., Zorzal, 2011.
[2] Nos llevaría más allá de nuestros propósitos actuales realizar un detenido análisis de esta problemática, por ejemplo, en Ser y Tiempo de M. Heidegger (México, FCE, 1974. Primera parte, Segunda Sección); o en Identidad y diferencia (Barcelona, Anthropos, 1988), donde el ser es presencia esencial, fundamento de todo ente que cambia (p. 77); en el Conceptos fundamentales (Madrid, Alianza, 1989) donde el ser del hombre está sobre lo históricamente acontecido como ente (p. 31). O bien detenernos en esta problemática desde la perspectiva de Louis Lavelle en La presencia total (Bs. As., Troquel, 1971) según el cual el ser es definido como presencia absoluta y el tiempo es interior a ese ser, por lo que el yo puede estar siempre presente a sí mismo, aunque no siempre es consciente de sí (p. 53). O bien en la obra de Maurice Blondel L´être et les êtres (Paris, PUF, 1963) con la problemática del tiempo y la duración (p. 496). He tratado estos temas en mi libro Verdad, error y aprendizaje disponible en: www.williamdaros.wordpress.com
[3] COLON, C. Diarios. Relaciones de viajes. Madrid, Espasa, 1985, p. 220. Cfr. LE GOFF, J. La civilización de Occidente Medieval. Barcelona, Paidós, 2009.
[4] MELLAFE, R. La esclavitud en hispanoamérica. Bs. As. EUDEBA, 1964, p. 21.
[5] PETROCELLI, H. Lo que a veces no se dice de la conquista de América. Rosario, Didascalia, 1992, p. 57.
[6] GARCÍA HAMILTON, J. Los orígenes de nuestra cultura autoritaria (e improductiva). Bs. As. Calbino, 1990, p. 132. Cfr. MORA, D. F.- GONZÁLEZ SUÁREZ, M. Identidad y conciencia latinoamericana. México, Plaza y Valdés, 2008. POMBO, M. Crisis e identidades colectivas en América Latina. México, Plaza y Valdés, 1990.
[7] GARCÍA HAMILTON, J. Los orígenes de nuestra cultura… p. 61. Cfr. ZORRAQUÍN BECÚ, R. La organización política argentina en el período hispano. Bs. As., Perrot, 1981, p. 16. AA. VV. Aportaciones de la América española a la idea y realidad del Estado Moderno. Madrid, Foro Panamericano Francisco de Victoria, 2003.
[8] Cfr. ALEMAN, R. Breve historia de la política económica argentina 1500-1989. Bs. As., Claridad, 1997, p. 15. THOMAS, Hugh. El imperio español. Bs. As., Planeta, 2004.
[9] PRIORA, J. C. Connotaciones Antropológicas del V Centenario en Enfoques, l992, n. l, p. 44. Cfr. GARCÍA HAMILTON, J. Los orígenes de nuestra cultura… Op. Cit., p. 130. TODOROV, T. La conquista de América. El problema del otro. Bs. As., Siglo XXI, 2003.
[10] Cfr. ROSMINI, A. Filosofia della politica. Milano, Marzorati, 1972, p. 155.
[11] Cfr. CUCCORESE, H. – PANATIERI, J. Argentina. Manual de Historia Económica y Social. Bs. As., Macchi, 1971, Vol. I: “Argentina criolla”, p. 57. ROSENBLAT, A. La población indígena y el mestizaje en América. Bs. As., Claridad, 1952.
[12] Cfr. ALEMAN, R. Breve historia de la política económica argentina 1500-1989. Op. Cit., p. 81. GIBERTI, H. Historia económica de la ganadería argentina. Bs. As., Raigal, 1954, p. 126. DÍAZ ALEJANDRO, C. Ensayos sobre la historia económica argentina. Bs. As., Amorrortu, 2009.
[13] Cfr. MANSILLA, Hugo. “Contra la práctica de hacer pasar elementos autoritarios como diferencias culturales de orígenes autóctonos” en Enfoques, 2011, nº 1, pp. 5-22
[14] Cfr. BARLOW Nora (Ed.) Charles Darwin's Diary of the Voyage of 'H.M.S. Beagle', Cambridge, University Press, 1933, pp. 197-200. (Del día 29 de noviembre al 4 de diciembre de 1833). Cfr. Revista Ciencia Hoy, 2009, Volumen 6, nº 3.
[15] PETROCELLI, H. Lo que a veces no se dice de la conquista de América. Op. Cit., p. 33.
[16] MASILLA, L. Una excursión a los indios ranqueles. Bs. As., Amorrotu, 1977, p. 98, 100.
[17] Cfr. MORA, D. F.- GONZÁLEZ SUÁREZ, M. Identidad y conciencia latinoamericana. México, Plaza y Valdés, 1990. DEVOTO, F. – MADERO, M. Historia de la vida privada en la Argentina. Tomo I. Bs. As, Taurus, 1999. TRIGEAUD, J. M. Humanisme de la Liberté et Philosophie de la Justice. Bordeaux, Bière, 2005.
[18] SARMIENTO, Domingo, F. Facundo, Civilización y Barbarie. Bs. As., Claridad, s/f., p. 254. Cfr. DAROS, W. La promoción de los valores humanos en Vera Humanitas, (México), 2009, nº 47, pp. 93-120.
[19] Cfr. DÍAZ DE GUZMAN, R. La Argentina. Bs. As., Emecé, 1998 (Original de 1612). AGUINIS, M. El atroz encanto de ser argentinos. Bs. As., Planeta, 2002, p. 13.
[20] ALBERDI, J. B. Bases y punto de partida para la organización política de la República Argentina. Bs. As., Centro Editor de América Latina, 1972, p. 11, 26, 89, 90, 164, 55.
[21] Cfr. MOUFFE, C. En torno a lo político. Bs. As., FCE, 2011.
[22] Cfr. SABATO, Hilda. Disputas Políticas por la construcción de la república (1850-1880) en El pensamiento de Bartolomé Mitre y los liberales. Bs. As., Ateneo, 2009, p. 13.
[23] Cfr. TERÁN, O. Alberdi póstumo. Bs. As., Puntosur, 1988, p. 150. SABATO, H. y otros. Historia de las elecciones en la Argentina 1805-2011. Bs. As., Ateneo, 2011.
[24] Cfr. FILLOL, T. Social Factors in Economic Development: the Argentine Case. Cambridge (Massachusetts), The MIT Press, 1961.
[25] HERNÁNDEZ, J. Martín Fierro. Bs. As., Distribuidora Quevedo Ediciones, 2008, IIº, 32. Cfr. FORNET BETANCOURT, Raúl, Crítica intercultural de la filosofía latinoamericana actual. Madrid, Trotta, 2004.
[26] Cfr. SAUTU, R. (Coop.) Catálogo de prácticas corruptas. Corrupción, confianza y democracia. Bs. As., Lumiere, 2004. SCHNAPPER, D. La democracia providencial. Ensayo sobre la igualdad contemporánea. Rosario, Homo Sapiens, 2004. KLIKSBER, B. Hacia una economía con rostro humano. Bs. As., FCE, 2002.
[27] Cfr, Diario La Capital, 10/12/04, p. 26. BAZÁN, R. Partidocracia y autoritarismo en DESSEIN, D. Reinventar la Argentina. Bs. As., Sudamericana, 2003, p. 81. SIMÓN RODRÍGUEZ, M. La igualdad también se aprende. Madrid, Narcea, 2010.
[28] GARCÍA DELGADO, D. Estado-Nación y la crisis del modelo. El estrecho sendero. Bs. As., Norma, 2003, p. 150.
[29] Cfr. FUKUYAMA, F. Confianza. Virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad. Bs. As., Atlántida, 1996. CHIARAMONTE, J. Ciudades, Provincias, Estados. Orígenes de la Nación Argentina. Bs. As., Ariel, 1997. STIGLITZ, J. Los felices 90. La semilla de la destrucción. Bs. As., Taurus, 2003. PIGNA, Felipe. Los mitos de la Argentina. La construcción de un pasado como justificación del presente. Bs. As., Norma, 2004. JOZAMI, A. Argentina. La destrucción de una nación. Bs. As., Mondadori, 2003. SHUMWAY, M. La invención de la Argentina. Bs. As., Emecé, 2005.
[30] Cfr. ROSA, J. M. Análisis histórico de la dependencia argentina. Bs. As., Guadalupe, 1973, p. 39. DIFRIERI, J. Moneda y bancos en la República Argentina. Bs. As., Abeledo-Perrot, 1967, p. 60. BAGÚ, S. El plan económico del grupo rivadaviano (1811-1827). Rosario, Universidad Nacional del Litoral, 1966.
[31] OLMOS GAONA, A. La deuda odiosa. Valor de una doctrina jurídica como instrumento de solución política. Bs. As., Ediciones Continente, 2005, pp. 50-51.
[32] Para la constatación de la deuda pública argentina, cfr. MINISTERIO DE ECONOMÍA. Informe económico 2002. Primer trimestre 2003. Bs. As., Secretaría de Política Económica, Abril 2003, Vol. 44, p. 166. GALASSO, N. De la banca Baring al FMI. Historia de la deuda externa argentina. Bs. As., Colihue, 2001.
[33] Cfr. CYNOWIEC, M. A propósito de la división de poderes: reflexiones sobre la irracionalidad del poder en Propuestas para la sociedad, el gobierno y la producción, 2001, nº 9, pp. 157-162.
[34] OLMOS GAONA, A. La deuda odiosa. Valor de una doctrina jurídica como instrumento de solución política. Bs. As., Ediciones Continente, 2005, p. 24. CASTORIADIS, C. La institución imaginaria de la sociedad Argentina. Bs. As., Tusquets, 2003.
[35] GIARDINELLI, M. El país de las maravillas. Los argentinos en el fin del milenio. Bs. As., Planeta, 1998, p. 264.
[36] Cfr. GURCHUNOFF, P. – LLACH, L. El ciclo de la ilusión y el desencanto. Bs. As., Planeta, 2000. FERRER, A. La economía argentina. Las etapas de su desarrollo y problemas actuales. Bs. As., FCE, 2000.
[37] INGENIEROS, J. Proposiciones relativas al provenir de la filosofía. Bs. As., Losada, 1947, p. 22. Ingenieros siguió manteniendo esta dualidad; admitió, por un lado, lo metafísico pero reducido a lo universal, perfectible, antidogmático e impersonal, como superación de la experiencia basada en la experiencia; y, por otro, la relativo, hipotético, singular, realmente imperfecto, lingüísticamente preciso e histórico, en el ámbito del positivismo (Cfr. pp. 81-87). Ingenieros estimaba que estaba superando la dualidad porque proponía “un sistema armónico que intente explicar lo inexperiencial en función de lo experiencial”. Mas sólo mantenía una dualidad hipócrita (encubierta): la realidad era la histórica; lo inexperiencial no era real ni superreal; estaba constituido sólo por hipótesis que se anticipaban a “la realidad experiencial en el porvenir” (121).
[38] INGENIEROS, J. El hombre mediocre. Bs. As., Siglo XX, 1988, p. 135.
[39] MAFUD, J. Psicología de la viveza criolla. Contribuciones para una interpretación de la realidad social argentina y americana. Bs. As., Distal, 1988, p. 316.
[40] MAFUD, J. Psicología de la viveza criolla. Op. Cit., p. 318 nota. Cfr. BAUMAN, Z. La sociedad situada. Bs. S., FCE, 2011.
[41] Cfr. SABDAY, F. Cuadillos de la Argentina. Bs. As., Ateneo, 2002.
[42] Cfr. GORCHUNOFF, P. – LLACH, L. El ciclo de la ilusión y el desencanto. Bs. As., Planeta, 2000. DÍAZ ALEJANDRO, C. F. Ensayos sobre la historia económica argentina. Bs. As. Amorrortu, 2001. IZUZQUIZA, I. Filosofía del presente. Una teoría de nuestro tiempo. Madrid, Alianza, 2003. REYES, A. Ensayo sobre la inteligencia americana. Madrid, Tecnos, 2002.
[43] Cfr. DEVOTO, F. – MADERO, M. Historia de la vida privada en Argentina. Bs. As., Taurus, 1999. Vol. I-III. CICCERCHIA, R. Historia de la vida privada en la Argentina. Bs. As., Troquel, 1998.
[44] Cfr. GARCÍA GUAL, C. Los cínicos: El movimiento cínico en la antigüedad y su legado. Barcelona, Seix Barral, 2000.
[45] Cfr. GACÍA DEL GADO, D. Estado-nación y la crisis del modelo. El estrecho sendero. Bs. As., Norma, 2003, p. 11.
[46] MAFUD, J. Psicología de la viveza criolla. Bs. As., Distal, 1988, p. 115.
[47] Cfr. LAFFORGUE, J. (Comp.) Historias de caudillos argentinos. Bs. As., Alfaguara, 1999. LEVENE, R. Historia de la Nación Argentina. Bs. As., El Ateneo, 1950. MAYO, C. Estancia y sociedad en la Pampa. 1740-1820. Bs. As., Biblos, 1995.
[48] TERNAVASIO, M. La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852. Bs. As., Siglo XXI, 2002, p. 53.
[49] HALPERÍN DONGHI, T. Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla. Bs. As., Siglo XXI, 2002, p. 90-91.
[50] Cfr. ALBERDI, J. B. Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Bs. As., Estrada, 1952, p. 56.
[51] Cfr. TERNAVASIO, M. La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852. Op. Cit., p. 56, 61. ORTEGA, E. “Quiera el pueblo votar”. Historia electoral argentina, desde la Revolución de Mayo a la Ley Sáenz Peña. 1810-1912. Bahía Blanca, Giner, 1963.
[52] El Constitucional de 1833. Diario político, literario y mercantil. 10 de agosto de 1833, nº 29. Intervención reproducida del Diputado Anchorena. Cfr. ANNINO, A. (Coord.) Historia de las elecciones y el espacio político nacional en Iberoamérica en el siglo XIX. Bs. As., FCE, 1995.
[53] EL Centinela, nº 28, 9 de febrero de 1823. Cfr. TERNAVASIO, M. La revolución del voto. Op. Cit., p. 148.
[54] CELESIA, E. Rosas. Aportes para su historia. Bs. As., Peuser, Apéndice documental, Tomo, I, p. 449-450. Cfr. TERNAVASIO. Marcela. La revolución del voto. Bs. As., Siglo XXI, 2009.
[55] Mensaje de Rosas a la Sala de Representantes. 1º de enero de 1837. Cfr. TERNAVASIO, M. La revolución del voto. Op. Cit., p. 207.
[56] SIMONETTI, J. El ocaso de la virtud. Ensayos sobre la corrupción y el discurso del control social. Bs. As., Universidad Nacional de Quilmes, 1998, p. 151. CAFIERO, M. Y LLORENS, J. En la Argentina robada. Bs. As., Macchi, 2002.
[57] Cfr. FUKUYAMA. F. La gran ruptura. La naturaleza humana y la reconstrucción del orden social. Bs. As., Atlántida, 1999. COMOU, A. Los desafíos de la gobernabilidad. México, Plaza y Valdés, 2001. CHONSKY, N. El bien común. México, Siglo XXI, 2001.
[58] Cfr. QUIROGA, H. La Argentina en emergencia permanente. Bs. As., Edhasa, 2005. CORTÉS CONDE, R. La economía política de la Argentina en el siglo XX. Bs. As., Edhasa, 2005.
[59] Cfr. ROMERO, J. Las ideas políticas en Argentina. Bs. As., FCE, 1975. SALDÍAS, A. Historia de la Confederación Argentina. Rosas y su época. Bs. As., Lajouane, 1892. MASTRONARDI, C. Rasgos del carácter argentino en AGOSTI, H. – MASTRONARDI, C. El ensayo argentino. Bs. As., Centro Editor de América Latina, 1992, p. 82.
[60] DELICH, F. La crisis en la crisis. Estado, Nación, Sociedad y Mercados en la Argentina contemporánea. Bs. As., Eudeba, 2002, p. 104.
[61] TERNAVASIO, M. La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852. Bs. As., Siglo XXI, 2002, p. 33, 40. Estatutos, Reglamentos y Constituciones Argentinas (1811-1898). Bs. As., Universidad de Buenos Aires, 1956, p. 33.
[62] Cfr. HALPERÍN DONGHI, T. Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930). Bs. As., Ariel, 2000. ROBERTSON, J.P. y W.P. Cartas de Sudamérica. Bs. As., Emecé, 2000. BECK- BERNARD, L. El Río Paraná. Cinco años en la Confederación Argentina. Bs. As., Emecé, 2001.
[63] ROMERO, A. L. La crisis argentina. Una mirada al siglo XX. Bs. As., Siglo XXI; 2003, p. 42.
[64] ALEMAN, R. Breve historia de la política económica argentina. Op. Cit., p. 165-166.
[65] JAURECHE, A. La falsificación como política de la historia en AGOSTI, H. – MASTRONARDI, C. El ensayo argentino. Bs. As., Centro Editor de América Latina, 1992, p. 64. Algunos de nuestros próceres hacen una lectura romántica del gaucho y desde las ideas europeas de progreso y civilización. Sarmiento inicia el tercer capítulo de su Facundo, con tres renglones en francés haciendo románticamente constar el lujo de la libertad del gaucho, en medio de las privaciones económicas. El gaucho pertenece a “una sociedad ficticia para remediar la desasociación normal” (SARMIENTO, Domingo, F. Facundo, Civilización y Barbarie. Op. Cit., p. 50).
[66] BONANTINI, C. Educación y sociedad. Análisis histórico estructural de la escuela media argentina. Rosario, UNR, 1994. Tomo I (1810-1945), p. 38.
[67] Sólo en el siglo XX, después de la inmigración, el gaucho fue idealizado como un hombre pacífico y libre en la inmensidad de la pampa, negándose o ignorándose el contenido político y social en que vivió. Algo semejante puede decirse de los indígenas, perseguidos hasta su extinción -como en el caso de los onas y otras etnias- y reconociéndoseles entonces a todos los pueblos indígenas, en la constitución nacional de 1994, “la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan” (IIª, Cap. IV, art. 75, inc. 17).
[68] Cfr. TERRAGNO, R. La simulación. Argentina y el FMI: Dos décadas de mentiras y autoengaños. Bs. As., Planeta, 2005.
[69] MAFUD, J. Psicología de la viveza criolla. Op. Cit., p. 214-215.
[70] HERNÁNDEZ, J. Martín Fierro. Parte II, c. 15.
[71] Cfr. ESCUDÉ, C. El Estado parasitario. Bs. As., Lumiere, 2005. STEVERLYNCK, J. Democracia corrupta y la crisis argentina. Bs. As., Argenta, 2002. TERRAGNO, R. La simulación. Argentina y el FMI: Dos décadas de mentiras y autoengaños. Bs. As., Planeta, 2005.
[72] HERNÁNDEZ, J. Martín Fierro. Parte I, c. 10.
[73] HALPERÍN DONGHI, T. Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla. Op. Cit., p. 394. Cfr. CICERCHIA, R. Historia de la vida privada en la Argentina. Bs. As., Troquel, 1998.
[74] Cfr. DEVOTO, F. – MADERO, M. Historia de la vida privada en la Argentina. Bs. As., Taurus, 1999, Vol. I-III. SABATO, H. La Política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1962-1880. Bs. As., Sudamericana, 1998.
[75] HERNÁNDEZ, J. Martín Fierro. Parte II, c. 15.
[76] HILLERT, F. y otros. El sistema educativo argentino. Antecedentes, formación y crisis. Bs. As., Cartago, 1985, p. 106.
[77] Cfr. SIMONETTI, J. El ocaso de la virtud. Ensayos sobre la corrupción… Pp.17-37.
[78] SEN, Amartya. Desarrollo y libertad. Bs. As., Planeta, 2000, p. 329.
[79] Cfr. FURET, F. Pensar la Revolución Francesa. Barcelona, Petrel, 1980. GARCÍA BELSUNCE, C. (Comp.) Buenos Aires, Su gente, 1800-1830. Buenos Aires, S/E., 1976. GONZÁLEZ BERNALDO, P. Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina. Bs. As., FCE, 2001.
[80] Según Roca, establecida la paz en el país, solo restaba progresar siendo personas morales. “No hay felizmente un solo argentino, en estos momentos, que no comprenda que el secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación y el acatamiento a la Constitución, y no se necesitan seguramente las sobresalientes cualidades de los hombres superiores para hacer un gobierno recto, honesto y progresista” (Julio A. Roca. Discurso ante el Congreso al asumir la presidencia el 12 de octubre de 1880. Cfr. La prensa, 13 de octubre de 1880. Cfr. BOTANA, N. – GALLO, E. De la República posible a la República verdadera (1880-1910). Bs. As., Ariel, 1997. ALPERÍN DONGHI, T. Proyecto y construcción de una nación (1846-1880). Bs. As., Ariel, 1995. SCOBIE, J. Revolución de las pampas. Historia social del trigo argentino, 1860-1910). BS. As., Solar-Hachette, 1969, p. 35.
[81] Cfr. POTASH, R. El Ejército y la política argentina 1928-1945. De Yrigoyen a Perón. Bs. As., Sudamericana, 1971. TORRADO, S. Estructura social de la Argentina: 1945-1983. Bs. As., De la Flor, 1994. CASTELLO, A. Historia contemporánea de los argentinos. Tomo I: La reacción conservadora. Bs. As., Abaco, 1983.
[82] PÉREZ LINDO, A. Reconstruir la sociedad, reinventar el Estado. Bs. As., Proyecto Editorial, 2003, p. 63.
[83] MAFUD, J. Psicología de la viveza criolla. Op. Cit., p. 275.
[84] MAFUD, J. Psicología de la viveza criolla. Op. Cit., p. 310.
[85] Cfr. FUKUYAMA, F. La gran ruptura. La naturaleza humana y la reconstrucción del orden social. Bs. As., Atlántida, 1999.
[86] SEN, Amartya. Desarrollo y libertad. Bs. As., Planeta, 2000, p. 59.
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