Descargar

La caida del imperio romano (página 8)

Enviado por santrom


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11

El combate fue librado por germanos contra germanos, por visigodos y francos contra ostrogodos y hunos. Esta batalla, que se ha considerado decisiva para el destino de Occidente, fue sostenida por dos ejércitos cuyos efectivos eran intercambiables. Los supervivientes de las huestes de Atila serían veinte años después soldados al servicio de Roma.79 Pero la victoria romanogermánica destruía la mítica invencibilidad de Atila y salvaba a Occidente de la dominación de los nómadas asiáticos. Los historiadores que minimizan la importancia de este triunfo80 cometen probablemente un error. Sería exagerado afirmar que Europa nació en los Campos Mauriacos; pero allí, por primera vez, los pueblos occidentales defendieron su civilización del aniquilamiento.

Atila en Italia

El rey de los hunos rehizo sus huestes durante el otoño y el invierno de 451. El ataque a la Galia había sido un error. Al amenazar a los visigodos, Atila los había impulsado a la alianza con Roma. Pero aquéllos no defenderían Italia, que quedaba lejos de su campo de acción; por el contrario, celebrarían la caída del odiado Aecio. Italia era a la vez el corazón del Imperio y su miembro más débil. Ni siquiera disponía de un ejército de mercenarios para presentar batalla en campo abierto.

En la primavera de 452 Atila y sus jinetes atravesaron los desguarnecidos Alpes orientales, recorrieron la llanura veneciana y sitiaron Aquilea. Durante varios meses las reforzadas murallas de la ciudad inmovilizaron a los hunos. Pero al fin Aquilea fue tomada y arrasada.81

El valle del Po no ofreció resistencia. Milán, Pavía, Mantua, Verona se rindieron sin combatir.82 Aecio aconsejaba al emperador que huyera a la Galia, mientras llegaban los socorros que se esperaban de Constantinopla. Pero Valentiniano III prefirió refugiarse en Roma, y allí se dirigía Atila con el grueso de su ejército.

Según Prisco, los consejeros del huno quisieron disuadirle de este designio. La conquista de Roma acarreaba la desgracia. Alarico, jefe de los visigodos, había muerto después del saqueo de la urbe. Atila vacila. Ese elemento irracional, que en su compleja mentalidad convive con el valor, la inteligencia y la astucia, le paraliza. o acaso observa que su ejército está agotado por la fatiga y las enfermedades.

Estas dudas son resueltas por la llegada de una embajada de Roma. La preside el papa san León, y la completan el cónsul Avieno y el prefecto Trigetio. Cerca de Mantua, a orillas del Mincio, se entrevistan el guerrero que representa la fuerza del paganismo curoasiático y el obispo que gobierna la cristiandad occidental.

Se ignoran los detalles de la negociación. Pero todo inclinaba a Atila a mostrarse conciliador. Evacuaría Italia, pero amenazaba con una nueva campaña devastadora si no recibía un tributo anual y si Honoria no le era enviada, con su dote. Y el huno regresó a Panonia sin haber logrado tampoco esta vez una victoria brillante. Un ejército del Imperio de Oriente amenazaba sus posesiones danubianas.

Muerte de Atila y desaparición de su Imperio

Esta vida circuida por el halo de la gloria que empezaba a declinar por haber ambicionado demasiado, terminó bruscamente, oscurecida por la intemperancia. Atila murió en una de sus innumerables noches de bodas, ahogado por una hemorragia.83

La desintegración del Estado huno empezó al día siguiente. Los numerosos hijos de Atila se disputaron la sucesión. Pero la causa decisiva de la disolución de este Imperio fue la sublevación de los pueblos germánicos avasallados. El rey de los gépidos Ardarico, uno de los más estimados consejeros de Atila, fue el primero en emanciparse. Le siguieron los ostrogodos. Elac, el mayor de los hijos de Atila, que quiso contener el desmoronamiento del Estado, murió en una batalla, junto al río Nedao, en Panonia. Sus hermanos combatieron sin éxito unos contra otros, reducidos a pesar suyo a jefes de tribus indisciplinadas, llevadas por su instintivo nomadismo a la dispersión.

Algunos de estos grupos se instalaron en los Balcanes, acatando la soberanía del Imperio de Oriente. Otras hordas se establecieron en la estepa ucraniana. Allí se mezclaron con nuevos pueblos nómadas euroasiáticos que seguían afluyendo desde las estepas del Asia Central.

De los germanos «súbditos» de Atila, los gépidos permanecieron en la llanura del Tisza hasta la llegada de los ávaros. Los ostrogodos se asentaron en la orilla izquierda del Danubio como federador del Imperio, Los otros pueblos, restos de federaciones dispersas (hérulos, esciros, rugios) se refugiaron en los valles de los Alpes Julianos.

Así se disolvió la amenaza de una irreparable barbarización del Occidente. Sin una clara conciencia de lo que sucedía, romanos, visigodos y francos hablan defendido contra los hunos la cultura de la Antigüedad tardía. Se configuraba una comunidad germanorromana que iba a imprimir su carácter a mil años de la vida de Occidente.

6. La pervivencia de la romanidad en el Occidente germanizado

Se trata ahora de analizar la interpretación que los romanos de la primera mitad del siglo V dieron a los dramáticos acontecimientos que se han relatado en las páginas anteriores. A través de toda la literatura del siglo v, quizás con la sola excepción ya mencionada de Salviano de Marsella," tanto los escritores paganos corno los cristianos coinciden en un entusiasta elogio de la obra civilizadora de Roma, y nadie parece poner en duda la continuidad de la ordenación romana del mundo. El galo Rutilio Namaciano, testigo del saqueo de Roma por Alarico, escribe seis años después una descripción poética del retorno a su país, Itinerario de Burdeos a Roma, en la que alienta una conmovedora convicción de que Roma, "la madre de los dioses y de los hombres", saldrá fortalecida de los males que padece, porque "es ley del progreso avanzar entre desgracias" (ordo renascendi est crescere posse malis). La propagación de las normas jurídicas romanas a todos los pueblos conquistados hizo «del mundo entero una ciudad», convirtió en «urbe a todo el orbe» (urbem fecisti quod prius orbis erat).

Como Horacio y Estilicón, también Valentiniano III y Aecio tuvieron su Claudiano: Flavio Merobaudo, hispano como Prudencio, fue el poeta oficial de la corte de Rávena, y mereció la gloria de una estatua en el foro de Trajano en Roma. Los signos externos parecían indicar que los fundamentos de la Roma imperial permanecían intactos.

Más que la creencia en los dioses antiguos, es este culto a Roma el que anima ese contemplativo y paralítico patriotismo que nos sorprende en los escritos del siglo V. Esta constante valoración de la misión histórica de Roma aparece asimismo en los escritores cristianos: San Ambrosio, Prudencio, Orosio, Sidonio Apolinar. De todos ellos es Prudencio quien dio un sentido más universal a la obra civilizadora de Roma, al trabarla con el cristianismo. La unidad romana había preparado a los hombres para recibir la revelación del verdadero Dios.

Pero el virtuosismo retórico de los panegeristas del Imperio es, si bien se mira, un testimonio más del envejecimiento de la civilización romana. Esa fe grandilocuentemente expresada en los destinos de Roma es pasiva e inoperante. El pasado se describe con los colores más vivos, pero los panegíricos de los personajes del momento trasvierten insinceridad. La grandeza de los grandes emperadores del pasado resalta más la pequeñez de los contemporáneos.

La Iglesia, depositaria de la romanidad

Cuando la administración imperial se desintegraba en las provincias ocupadas por los bárbaros, sólo la Iglesia estaba organizada para conservar en Occidente la cultura romana. Y así vino a ser la Iglesia, que tanto debía al Imperio romano, depositaria del espíritu de la romanidad.

A partir del siglo V el nombre de romanus toma un significado nuevo. Todavía en Paulo Orosio Romania se opone a Gotia, en el sentido de Imperio romano entendido como organismo político. Pero el concepto de Romania va precisándose, hasta designar a los romani, los romanos que hablan latín y actúan en el ámbito de las formas de vida romanas. Posteriormente la identificación de Iglesia y romanidad da al vocablo romanus una significación más concreta: son romani los habitantes del Imperio que profesan la fe católica, en oposición a los bárbaros, arrianos o paganos.85

Esta primera mitad del siglo V, en la que (como ha podido observarse) el Imperio mantiene apenas una apariencia de autoridad, es un período de expansión y afianzamiento de la organización eclesiástica en los islotes de romanidad que sobreviven en el Imperio, incluso en los territorios dominados por los federados germánicos. Se fundan nuevos obispados, se levantan numerosos monasterios. Los obispos dirigen la defensa de las ciudades amenazadas o negocian la retirada de las huestes asaltantes. En páginas anteriores se ha citado la decisiva intervención del obispo Germán de Auxerre, que consigue en 445 un armisticio entre los armoricanos subleva-dos y el rey de los alanos Goar, mercenario de Aecio; la energía desplegada por el obispo de Orleáns san Aniano en la defensa de la ciudad sitiada por Atila. San Severino mantuvo en la Nórica la resistencia de la población romana atacada por los rugios, y cuando Odoacro invitó a los romani de la región a establecerse en Italia, sólo los terratenientes se dirigieron a la comarca napolitana (llevando consigo, por cierto, los restos mortales de Severino), pero los campesinos permanecieron en el país para no seguir siendo explotados por los señores romanos. Tres siglos más tarde había todavía romanos católicos en algunos valles de los Alpes bávaros y de la Alta Austria.

Si estos obispos, y muchos otros, pudieron intervenir tan destacadamente en la vida política de las provincias, la mediación de los papas en los grandes acontecimientos padecidos por la ciudad de Roma fue relevante, hasta anular la gestión de las magistraturas civiles. Si Inocencio I fue intermediario entre la corte de Rávena y Alarico, san León I (440-461) se apuntó una trascendental victoria diplomática a los ojos de sus contemporáneos con la retirada de Atila (aunque los motivos del khan de los hunos pudieron ser ajenos a la habilidad negociadora del papa). Cuando Genserico tomó Roma, el papa León salvó del saqueo las iglesias de San Juan de Letrán, San Pedro y San Pablo.

La primacía del obispo de Roma triunfó definitivamente durante el pontificado de León 1, sustentada teológicamente en la doctrina de la sucesión apostólica. Todo lo que Cristo dio a los apóstoles lo dio tan sólo a través de Pedro. Pedro había otorgado una participación de su poder a los demás apóstoles. El obispo romano, como sucesor de Pedro, participaba su poder a los demás obispos, quedando así éstos sometidos a la autoridad del papa. Cuando Hilario, obispo de Arles, intentó crear un patriarcado galo independiente de Roma, san León obtuvo el apoyo imperial para desbaratar la secesión. Un decreto de Valentiniano III del año 445 reconoció a la sede romana el poder supremo, tanto judicial como legislativo, sobre la Iglesia. La supremacía ecuménica del obispo de Roma quedó reconocida en el concilio de Calcedonia de 451.86

La salvación parcial de la cultura clásica

El empobrecimiento espiritual de la época se revela en la esterilidad de creaciones literarias. Las aspiraciones intelectuales se reducían a la posesión de una elocución elegante y al conocimiento de las nociones indispensables para la interpretación de la Biblia y de los Padres de la Iglesia. En las escuelas occidentales se abandonó definitivamente el estudio de la lengua griega, desdeñando el de la filosofía y el de la ciencia. Los primeros siglos de la Edad Media sólo conocerán la filosofía por los resúmenes de Boecio. La ciencia renunció a la observación y a la experimentación, sustituidas por la interpretación moral y mística de los textos.87 El latín permaneció como lengua de la legislación y de toda documentación escrita, y desde luego, de la literatura eclesiástica, pero empobrecido como lengua de cultura.

En el siglo V subsistían aún escuelas de retórica subvencionadas por el gobierno imperial, pero desaparecieron en los nuevos reinos germánicos. Durante algún tiempo la aristocracia romana intentó salvar, mediante la enseñanza privada, el legado de la cultura grecorromana. Sólo la Iglesia creó, en un período posterior al que nos ocupa, escuelas para la formación de clérigos.

La decadencia o desaparición de las escuelas elementales paganas y los cambios experimentados por las lenguas vernáculas ensancharon el muro intelectual que distanciaba a las masas de las clases elevadas. Pero el saber acabó por ser un usufructo de la clase sacerdotal, porque se conservaba en un latín que el pueblo no entendía. La cultura cristiana fue menos accesible a las masas cristianas que la cultura pagana al pueblo pagano. Los cristianos que no pertenecían al clero llegaron a ser privados de los Evangelios, sustituidos por una exposición elemental y rutinaria de la doctrina cristiana.

Las artes plásticas

Los contemporáneos elogian la magnificencia de las iglesias, catedralicias o monásticas, construidas en los siglos V y VI. Pero los estudios arqueológicos atestiguan que eran edificios pequeños, modestas imitaciones de la basílica de Santa María la Mayor de Roma.

Es en la nave mayor de esta iglesia, construida entre los años 432 y 440, donde la decoración helenística del mosaico obtiene resultados valiosos. Es un arte narrativo, como el de los manuscritos. Los temas son relatos bíblicos en imágenes, episodios guerreros, escenas campestres, milagros. Las figuras tienen dignidad y nobleza, están dibujadas con acusados contornos, y se hallan en un mismo plano, formando composiciones simétricas, de dramática animación. La técnica es todavía la de la Antigüedad clásica.

Los sarcófagos continúan ofreciendo bellos bajorrelieves, pero la técnica de la escultura de bulto va desapareciendo en el siglo v. La renuncia a la profundidad espacial y a la perspectiva, tan características del arte de los primeros siglos de la Edad Media, es, conviene repetirlo, no una ruptura entre el arte pagano y el cristiano, sino entre el arte clásico y el posclásico, cambio que se inicia en el siglo III.88

La orfebrería es el arte más representativo de la época, por la habilidad. de los orfebres godos para engastar en las placas horadadas piedras preciosas. A esta artesanía se limitó de momento la participación germánica en el campo de la creación artística, hasta que la amalgama de formas peculiares del llamado "arte de las estepas" con influencias del arte mediterráneo fue elaborando, con lentitud, un arte genuinamente germano.

La conversión de los bárbaros al cristianismo y el problema del arrianismo germánico

Si la generación de san Agustín y de san jerónimo pudo vivir las catástrofes de la época con el alma angustiada, creyendo que el hundimiento del Imperio (para ellos complemento preciso del cristianismo) era el anuncio de la llegada del Anticristo, la generación siguiente, la de Paulo Orosio e Hidacio, más habituada a la presencia de los bárbaros, interpreta los acontecimientos que se siguen produciendo con una visión diferente. Orosio admite que existen romanos que prefieren convivir con los germanos a sufrir las cargas fiscales del Imperio.89 Y cree que la expansión del cristianismo ha de favorecerse de las invasiones: "Si los bárbaros fueran enviados al territorio del Imperio romano sólo para que las iglesias de los cristianos, en Occidente como en Oriente, se llenaran de hunos, suevos, vándalos y burgundios y otros numerosos pueblos de creyentes, debíamos alabar y agradecer la bondad divina, porque tantos pueblos -y aunque esto vaya unido a la amenaza de nuestro Imperio- reciban el conocimiento de la verdad, que ciertamente no podrían encontrar sino por esta ocasión.90

La misma idea de que las invasiones son un designio de Dios para atraer a los hombres a la salvación inspira un escrito anónimo de la primera mitad del siglo V, De vocatione omnium gentium, dirigido contra la herejía pelagiana. Las armas que destruyen el mundo sirven para la propagación del cristianismo. La oposición entre romanos y bárbaros puede superarse en la unidad del cristianismo.

La Iglesia, sólidamente constituida, abandonará el Imperio de Constantino y de Teodosio, como un barco irremediablemente destinado al hundimiento, y se salvará acomodando su organización a la de los nuevos reinos germánicos. Esta adaptación se ve facilitada por la anarquía de la época, en la que los obispos encuentran numerosas oportunidades, como representantes de la población romana, para negociar con los reyes bárbaros, Estos contactos proporcionan a la Iglesia un vastísimo campo de acción,

Antes de las invasiones del siglo V las misiones cristianas en las regiones fronterizas habían obtenido algunas conversiones entre los germanos, sobre todo en los acantonamientos de tropas. En las comunidades cristianas de Colonia, Tréveris, Maguncia, Worms y Estrasburgo había germanos. Los obispos de las regiones próximas al limes evangelizaron, con resultados variables, las tribus germánicas que recibían tierras romanas. Pero ninguna de las confederaciones germánicas asentadas fuera del Imperio fue objeto de ninguna misión planificada por la Iglesia. Más existió una propagación de la fe realizada por comerciantes, desterrados, prisioneros de guerra romanos o por soldados germanos licenciados que regresaban a su país. Los continuos tratos entre los dos mundos, el romano y el germano, facilitaron desde fines del siglo a la penetración del cristianismo en la sociedad germánica. Fue un proceso muy lento, pero constante y eficaz. En él hubo progresos espectaculares, como el ya mencionado del godo Ulfilas.91

Los visigodos aceptaron el arrianismo moderado de Ulfilas antes de establecerse en tierras romanas. La fe arriana de los vándalos y de los ostrogodos parece indicar también que su conversión fue anterior a la penetración en el Imperio de Occidente, donde la fe nicena era unánime desde tiempos de Teodosio el Grande. El caso de los suevos y burgundios es distinto. Se sabe que fueron arrianizados por misioneros godos en la primera mitad del siglo V.

El arrianismo de estos pueblos era un resultado del azar, pero su fidelidad a la doctrina de Atrio perseveró por causas más políticas que religiosas. Era una afirmación nacionalista de la Germania frente a la Romania; la confirmación de la personalidad del pueblo vencedor. El arrianismo era esgrimido por los reyes germánicas como un signo de independencia. Se podía ser cristiano sin ser ciudadano romano y sin obedecer a la jerarquía eclesiástica católica. La iglesia arriana se adaptó a las costumbres germánicas; la lengua de la liturgia fue en cada pueblo el habla vernácula, y es indudable que las diferencias religiosas retrasaron la fusión de las poblaciones germanas y romanas (como acaeció en la España visigoda), contribuyendo al fracaso de la obra unificadora del ostrogodo Teodorico en Italia.

La organización de la Iglesia católica se fundamentaba en las ciudades. Pero los bárbaros preferían la vida rural, a la que apenas alcanzaba la actividad de los obispos. En el agro la evangelización fue más obra de los monjes que del clero regular, si bien es de advertir que la fuerza expansiva de las misiones monásticas se desarrolló en una época posterior a la que ahora nos ocupa.

Las luchas religiosas entre germanos arrianos y romanos católicos fueron para la Iglesia romana un percance llevadero. Es verdad que los católicos africanos fueron perseguidos por los vándalos, y que algunos reyes visigodos (los de Tolosa como los de Toledo) tuvieron discordias, más políticas que religiosas, con los obispos católicos. Pero la iglesia arriana no pudo competir con la católica en las controversias teológicas. Sus obispos, latinistas mediocres, eran superados por los teólogos católicos en elocuencia y en dominio de la doctrina, y fue cuestión de tiempo para los obispos ortodoxos conseguir la conversión de los reyes visigodos y burgundios, que arrastró la de sus pueblos. El arrianismo había desaparecido en Occidente a fines del siglo VI.

Supervivencias paganas en el cristianismo germánico

Ni el cristianismo arriano ni el católico modificaron sustancialmente la mentalidad y las costumbres de los germanos. En la época inmediatamente anterior a las emigraciones del siglo V, la ideología de los bárbaros evolucionó hacia un sincretismo de sus dioses tradicionales con las divinidades grecorromanas. Así se produjo una humanización del culto, la aparición de una relación personal del hombre con su dios. Las deidades deben corresponder con su protección a las ofrendas de los creyentes, y si el favor divino falta, la relación personal hombre-dios se rompe. Si el misionero cristiano derriba el roble sagrado o la imagen de la divinidad sin quedar aniquilado por ésta, es prueba de que el dios de los cristianos el más poderoso.

La sustitución del culto de Wodan o de Thor por el cristiano no implica la cristianización profunda de los germanos, la cual fue un largo proceso en el que el cristianismo no pudo rehuir su propia germanización.

El entierro del rey Alarico en el cauce del río Busento93 tiene la belleza pagana de un episodio de la Ilíada pero sería incomprensible si el cristianismo de Alarico y de sus guerreros hubiera sido algo más que una aceptación nominal de la nueva religión. Los antiguos cultos se disfrazaron con la liturgia cristiana. Se bebía y brindaba por Cristo con el mismo entusiasmo que antes por Wodan o por Donar, Cristo era para los germanos el Señor del destino, el juez que abre a sus fieles el cielo y que arroja en el infierno a los pecadores; era, sobre todo, el dominador de demonios. El temor a las divinidades infernales no había desaparecido, y el sacerdote cristiano tenía que bendecir los ganados, los frutos de los campos, el lecho conyugal.

El desarrollo natural de la cultura germánica quedó interrumpido por el contacto con una religión que había madurado, influida por la filosofía griega. El arrianismo fue (como la Reforma más tarde) la expresión del drama interno que oponía el cristianismo germánico al catolicismo romano.

La idealización del mundo germánico

La fidelidad germana a las formas primitivas de vida fue preferida por muchos romanos a la corrupción de costumbres en las ciudades del Imperio, a la venalidad de funcionarios y jueces, a la injusticia social que estaba destruyendo las estructuras del Estado. El testimonio de Salviano de Marsella94 aparece confirmado por el diálogo que Prisco sostuvo con un griego que vivía en el reino de los hunos. En sus Historias bizantinas Prisco cuenta que durante su estancia en la corte de Atila, en una ocasión, paseando, solo a lo largo de la empalizada que protegía la mansión real, se le acercó un hombre que tenía la apariencia de un huno acomodado y que le saludó en lengua griega. Prisco quiso saber cómo había llegado allí. Era un rico comericante heleno de una ciudad de Mesia conquistada por los hunos. En el reparto del botín era costumbre que los prisioneros más acaudalados fuesen atribuidos, con todos sus bienes, al mismo khan o a sus allegados. Y él y todas sus riquezas habían correspondido a Onegesio. Después se distinguió luchando contra los romanos, y según las costumbres de los hunos, entregaba su propio botín de guerra a su señor. Onegesio le devolvió la libertad. El griego había casado con una mujer bárbara y gozaba del favor de Onegesio. Prefería su nuevo estado al antiguo, porque entre los hunos -dijo a Prisco-, cuando la guerra termina, cada uno disfruta de lo que posee en libertad; en cambio, entre los romanos la paz es menos soportable todavía que la guerra por las cargas tributarias y porque la ley no es la misma para todos. ]ni ricos la incumplen, los pobres sufren todo ,el rigor de la Administración.

El comerciante griego del relato de Prisco expresaba la opinión de numerosos ciudadanos romanos. Muchos provinciales buscaron un acomodo pacífico con sus huéspedes germánicos, y se consideraron dichosos librándose de la administración romana.95 La convivencia de germanos y romanos progresó rápidamente.

Las fundaciones de los primeros reinos bárbaros están urdidas con hechos violentos, protagonizados por guerreros de una innegable fuerza humana. Esta fue la edad heroica de los germanos, que el inglés Chadwick comparó con la época homérica de la antigua Grecia.96 En ambos casos el contacto de una vieja civilización con un pueblo primitivo y de agresiva belicosidad da el precipitado de una nueva situación en la que las dos sociedades, la vencida y la vencedora, quedan a merced de los grandes jefes militares y de sus guerreros. Las hazañas de Teodorico de Verona, de Beowulf, de Gunter, del huno Etzel, estimularon la fantasía de los germanos durante siglos, despertaron en las tribus germánicas una fuerte conciencia de sí mismos y fueron su patrimonio común. El deseo de perpetuar la memoria de sus héroes se expresó en cantos transmitidos oralmente. La falta de un texto escrito favoreció el vuelo de la fantasía de los poetas populares, que transforman a los caudillos germánicos en figuras míticas, llevadas a un destino trágico por una fuerza irracional.

Los héroes de estas proezas no son inferiores a los de la epopeya griega, pero no tuvieron su Homero. Y pasaron siglos antes de que sus gestas se recogieran en poemas escritos. El Beowulf anglosajón parece haber sido redactado en el siglo VIII. De la misma época o algo posterior es la Canción de Hildebrando, del cielo ostrogodo de las leyendas en torno a Teodorico de Verona. El poema de Los Nibelungos, esa espléndida expresión de fuerza sólo obediente al sentimiento de lealtad, es del siglo XIII. Al lado de estos poemas rudos, pero henchidos de fresca energía, resalta más la mediocridad de las obras literarias romanas del siglo V.

7. El Imperio de Oriente en la primera mitad del siglo V 97

En páginas anteriores98 se ha expuesto la historia del Imperio de Oriente hasta el advenimiento al trono de Teodosio II. Si se quiere entender lo que sucedió en aquellos años es necesario tener presente que la unidad teórica del Imperio subsistía. En Constantinopla y en Rávena reinaban asociados dos emperadores de la dinastía teodosiana. La debilidad de los augustos (que utilizaron rara su política personal tanto Estilicón como Rufino y Eutropio) comprometió constantemente la coordinación gubernamental de las dos cortes, pero las relaciones entre ambas mejoraron después de la muerte de Estilicón. Sólo cuando Honorio nombró augusto a su cuñado Constancio el gobierno de Constantinopla rechazó esta designación, porque era inconciliable con el sistema colegial establecido por Teodosio I: un solo Imperio con dos gobiernos, regidos por herederos directos del gran emperador.

Cuando Honorio muere en 423, Teodosio II piensa por un momento unificar el Estado. Pero surge entonces el antiemperador Juan, y Gala Placidia, que reside aquellos años en Constantinopla, pide a su sobrino Teodosio II ayuda para que Valentiniano III sea emperador de Occidente. Esta demanda no se opone, sino que favorece la continuidad del gobierno colegial: a Arcadio y Honorio, la primera generación teodosiana, sucederían los varones de la segunda generación, Teodosio y Valentiniano III. Por eso el ejército de Oriente impone en Rávena a Gala Placidia y a Valentiniano III. Desde ese momento la pars orientalis tiene una preeminencia sobre la pars occidentalis que pronto los jefes bárbaros perciben y aceptan.

La amistad entre las dos cortes se manifiesta en los años siguientes: Valentiniano III casa con Eudoxia, hija de Teodosio II; la Iliria orienta] (por cuya posesión habían disputado los dos gobiernos desde tiempos de Estilicón) es cedida al Imperio de Oriente; el año 438 se publica el Código Teodosiano, destinado a conseguir la unificación jurídica de todo el Imperio, uno de los últimos esfuerzos realizados para mantener su unidad.99

Si los ataques de Alarico y de Atila a Occidente salvaron a los emperadores de Constantinopla de graves amenazas militares, en cambio Teodosio II y sus sucesores ayudaron a Roma en la medida de sus debilitadas fuerzas, contra Alarico en 410, contra los vándalos en 431 y 441. El sucesor de Teodosio II, Marciano, ordenó una expedición militar para socorrer Italia, invadida por Atila en 452. Los resultados de esta colaboración bélica fueron prácticamente nulos, pero prueban que el gobierno de Constantinopla no se desentendió de la defensa de Occidente.

Teodosio II (408-450) y su corte

Cuando Arcadio murió, su sucesor tenía siete años. El prefecto del pretorio Antemio asumió la regencia con atinadas medidas. Había cedido el peligro exterior. Alarico se dirigía a Italia y los hunos no amenazaban todavía. Antemio aprovechó esta tregua con eficacia: reorganizó e' ejército, reforzó las fortificaciones de la frontera danubiana, hizo construir la gran muralla de Constantinopla, rehizo la flota y pactó una paz con los persas.

Desde 414 la hermana mayor de Teodosio II, Pulqueria, dirigió prácticamente la política imperial. Era inteligente, devota, enérgica. Tenía la vocación política y las dotes de mando de que su hermano carecía. El emperador no se interesó nunca por los asuntos de Estado. El «calígrafo», como fue llamado, era aficionado a copiar manuscritos antiguos, y dedicaba su tiempo a esta tarea, en una soledad que amaba tanto como a sus códices. Pulqueria gobernó por él. Mantuvo con implacable celo la rígida centralización administrativa, la complicada organización burocrática que Diocleciano y Constantino habían planificado, el carácter sagrado de la monarquía absoluta, en la que el emperador es el vicario de Dios: los rasgos orientalizantes que caracterizarán el Imperio bizantino durante su vida milenaria.

Después de Pulqueria, y en un segundo plano, la emperatriz Atenaida, hija de un filósofo pagano de Atenas, bautizada con el nombre de Eudokia, influyó por su belleza y por su cultura en el débil Teodosio II. Eudokia y su consejero Ciro, un griego de Egipto que llegó a prefecto de la ciudad, favorecieron el desarrollo del helenismo, en una corte agitada por la rivalidad entre Pulqueria y Eudokia, por las intrigas de los eunucos y de los altos funcionarios palatinos y por -as querellas teológicas.

La gran muralla de Constantinopla

Constantinopla era a un tiempo centro político, administrativo, económico, religioso, literario y artístico del Imperio de Oriente. La ciudad se desarrollaba, rebasando el muro que Constantino el Grande ordenó levantar para su defensa. Para dar a la nueva Roma más vastos espacios y para protegerla militarmente, el prefecto del pretorio y regente Antemio hizo construir en 413 la gran muralla, flanqueada de 96 torres de veinte metros de altura, que se extendía en una longitud de más de seis kilómetros desde el mar de Mármara al Cuerno de Oro. El muro de Antemio salvó a Constantinopla del asalto de Atila. En 447 un terremoto destruyó la muralla, mas el prefecto del pretorio Constantino la reconstruyó, levantando otro muro exterior, rodeado por un profundo foso de 15 a 20 metros de anchura. Esta triple línea de fortificaciones escalonadas es uno de los más soberbios monumentos de la arquitectura militar del mundo. Contra esta corona de baluartes fracasaron los ataques de hunos, persas, árabes y búlgaros. Constantinopla fue una ciudad inexpugnable hasta 1453.

El prefecto de la ciudad Ciro construyó nuevos muros a orillas del mar, y dio a la ciudad alumbrado nocturno. Protegida por sus murallas, Constantinopla vio ensancharse sus barrios populosos, en los que se aglomeraba una multitud de necesitados; sus zonas residenciales, con hermosos palacios y conventos rodeados de jardines. Y vio embellecerse sus plazas porticadas, como la del Augusteon, enmarcada por la iglesia de Santa Solía, el palacio del Senado, el Palacio Sagrado y el Hipódromo; el foro de Constantino, bajo cuyos pórticos se alineaban las obras maestras de la escultura griega, rodeado de suntuosos palacios de cúpulas resplandecientes, decorados de mosaicos; sus magníficas plazas, con altísimas columnas en su centro, como las de Teodosio el Grande y de Arcadio. La «tercera ciudad», como la llamó el retórico Themistio (la primera habría sido la primitiva Bizancio, y la segunda la construida por Constantino), crecía en tiempo de Teodosio II "como un animal vigoroso", al impulso de una fiebre constructora que había contagiado a todos sus habitantes acomodados.

La Universidad de Constantinopla y el Código Teodoslano

El marco de esta corte culta y refinada, presidida por un emperador erudito y una emperatriz que cultivaba la poesía, era propicio para la realización de dos empresas culturales de tan alto vuelo como la fundación de la Universidad de Constantinopla y la promulgación del Código Teodosiano.

El cristianismo y la invasión goda habían arruinado la Escuela de Atenas. Constantinopla atraía ahora a filósofos y retóricos, tanto paganos como cristianos, y allí acudían estudiantes de todas las provincias, y hasta de Armenia y del lejano Occidente. En 425 un edicto de Teodosio II creaba la Escuela Superior cristiana de Constantinopla.100 La Universidad fue instalada en el Capitolio. Los profesores recibían un sueldo del Estado, pero les estaba prohibido, ejercer la enseñanza privada. La Escuela de Constantinopla superó en poco tiempo a las de Atenas y Alejandría. La creación de quince cátedras de griego (dos más que las de lengua latina) era una decisión realista. Aunque el latín fuese todavía el idioma oficial del Imperio, el griego era la lengua más difundida en las provincias orientales, el habla de la filosofía y de la ciencia.

En 429 el emperador Teodosio II dispuso que se recopilaran y clasificaran todas las leyes promulgadas desde el reinado de Constantino el Grande. Una comisión de jurisconsultos elaboró en ocho años el Código Teodosiano. Promulgado conjuntamente por los dos emperadores, en 438, fue solemnemente acogido por el Senado de Roma.

Este Código y las recopilaciones anteriores de los juristas Gregorio (Codex Gregorianus, de la época de Diocleciano) y Hermógenes (Codex Hermogenianus, de la segunda mitad del siglo IV), que se han perdido casi enteramente, sirvieron de base al Código de Justiniano y ejercieron una influencia directa en la legislación germánica. La «ley romana de los visigodos» (Lex Romana Visigothorum), llamada también «Breviario de Alarico» (Breviarium Ahuicianum), es un resumen del Código Teodosiano, publicado a comienzos del siglo VI por el monarca visigodo de Tolosa Alarico II y destinado a los súbditos romanos del Estado visigodo. Hasta que el Código de Justiniano empezó a ser conocido en la Europa occidental, no antes del siglo xii, toda la legislación de los Estados germánicos fue influida directamente por el Breviario de Alarico, e indirectamente por el Código Teodosiano, que además es la mejor fuente para el conocimiento de la vida interior del Imperio romano durante el siglo IV y la primera mitad del siglo V.

Los debates teológicos: nestorianisino y monifisismo

La fundación de la Universidad de Constantinopla y el Código Teodosiano son dos tareas que ellas solas justifican un reinado. Mas lo admirable es que fueron acometidas y realizadas en tiempos difíciles, en los que si la amenaza en las fronteras se había amortiguado, el Estado estaba sacudido por agitaciones nacionalistas en Siria y en Egipto, que tomaron la forma de herejías religiosas.

El helenismo no logró nunca unificar realidades culturales tan antiguas y originales como Siria y Egipto. Desde la época de Alejandro la civilización helenística se había difundido desde Armenia hasta el mar Rojo, desde Persia hasta Cirenaica. Alejandría era el centro de este cuadrante. Pero la helenización de Siria y de Egipto, si influyó sobre la clase dirigente, no penetró en la masa del país. La legislación imperial era traducida en Siria al arameo, porque el griego sólo era hablado por una minoría ilustrada. Hasta en una población tan cosmopolita como Antioquía la gente del pueblo hablaba la lengua popular siria. Asimismo en Egipto, si se exceptúa la ciudad helenística de Alejandría, sólo la clase dominante laica o eclesiástica, entendía el griego. La mayoría de la población se expresaba únicamente en lengua copta.

El arrianismo, tan profundamente arraigado en Siria, Egipto y Asia Menor oriental,101 había expresado la antigua hostilidad de estos países contra el mundo griego y contra su capital Constantinopla. En el siglo V la herejía adoptó formas nuevas, precisamente en las provincias mencionadas. «El mapa de las herejías tiende a coincidir con el de las nacionalidades »102

Los dos primeros concilios ecuménicos habían proclamado que Cristo era a la vez Dios y hombre. Pero ¿cómo si era Dios, era también "el hijo del hombre1"? ¿Cómo se realizaba en El la unión de sus dos naturalezas, la divina y la humana? Estas preguntas constituyen la base del debate cristológico del siglo V.

A fines del siglo IV había surgido en Antioquía una interpretación de este problema teológico que negaba la unión completa de la divinidad y de la humanidad en Cristo. La naturaleza humana de Cristo era independiente, antes y después de su unión con la naturaleza divina. Influidos por el racionalismo arriano, los teólogos de Antioquía afirmaban que Dios había venido a habitar en el hombre Jesucristo. Era Cristo en su humana naturaleza y no Dios quien había sufrido en la cruz. En consecuencia, la Virgen María no era Teotokos, Madre de Dios, sino Madre del Cristo, es decir del hombre Cristo.

Esta teoría creó un problema político-religioso cuando uno de sus adeptos, Nestorio, fue designado patriarca de Constantinopla. Nestorio quiso imponer su doctrina cristológica a toda la Iglesia. El papa Celestino y el patriarca de Alejandría Cirilo anaternatizaron el nestorianismo. Teodosio II convocó en 431 el tercer concilio ecuménico, reunido en Efeso, que condenó la nueva doctrina.

Pero los nestorianos eran numerosos en Siria y Mesopotamia, y en Edesa tenían una célebre escuela. Perseguidos en la segunda mitad del siglo V por las autoridades imperiales, se refugiaron en Persia y reorganizaron en Nisibis la escuela de Edesa. El rey sasánida protegió a los nestorianos, de los que podía servirse, llegada la ocasión, contra Bizancio. Desde Persia el nestorianismo se propagó por Asia Central hasta China y la India.

En oposición al nestorianismo nació en Alejandría una nueva doctrina que disolvía la naturaleza humana de Cristo en su naturaleza divina. Para los teólogos de Alejandría, después de la encarnación la naturaleza humana de Cristo desapareció en la esencia del Verbo divino. No quedó más que la naturaleza divina sirviéndose de las facultades humanas y gobernándolas. Era pues Dios mismo quien había padecido el calvario.

El monofisismo, expresión del nacionalismo religioso egipcio

La crisis religiosa provocada por el arrianismo en el siglo IV había sido vencida por el alejandrino Atanasio. Sus sucesores en el patriarcado de Alejandría aspiraban a dirigir la Iglesia orienta] en los mismos años en que los papas conseguían establecer su autoridad sobre la iglesia de Occidente. El poder del obispo de Alejandría era inmenso. El clero le obedecía. Los monjes de todo Egipto -numerosísimos, indisciplinados, pero fieles- le apoyaban. Los intimidados funcionarios imperiales le servían. Para la población egipcia cristiana (ese pueblo que odiaba a los judíos y paganos con una fanática violencia, que había lapidado en 415 a la filósofa pagana Hipatia, y descuartizado su cadáver) el patriarca de Alejandría era el sucesor de los faraones. Estaba naciendo una Iglesia nacional al calor del nacionalismo egipcio.

Las ambiciones de los obispos de Alejandría fueron estimuladas por los papas, deseosos de humillar a los patriarcas de Constantinopla. El patriarca de Alejandría Cirilo fue llamado por su energía un "segundo Anastasio" Después de la condenación del nestorianismo en el concilio de Efeso, Cirilo era el gran vencedor, el campeón de la ortodoxia, el papa de Oriente.

Su sucesor Dióscoro era más ambicioso y menos escrupuloso todavía. Tomó partido por el monofisita Eutiques en la polémica cristológica que éste sostuvo con el patriarca de Constantinopla Flaviano. En el concilio que, por sus irregularidades, ha sido llamado «latrocinio de Efeso», atemorizó con las brutalidades de sus monjes egipcios a los obispos griegos participantes; hizo deponer al patriarca de Constantinopla y a todos sus adversarios, acusándoles de nestonanos.

El papa León I comprendió que Alejandría era más peligrosa que Constantinopla para la unidad de la Iglesia y para el mantenimiento lo de la ortodoxia. Cuando León I resolvió romper con Dióscoro, moría Teodosio II, y el favorito Crisafio, protector de los monofisitas, fue destituido. Así se hizo posible el entendimiento del papa y del Imperio de Oriente contra el poderoso patriarca de Alejandría. El emperador Marciano reunió en Calcedonia el cuarto concilio ecuménico (año 451).

El concilio de Calcedonia condenó el monofisismo y aprobó la fórmula ortodoxa propuesta por el papa León, que reconocía en Cristo una sola persona en dos naturalezas. Se restableció la unidad de la fe, pero no la unidad de la Iglesia. Porque si el concilio reconocía al papa la primacía espiritual, en cambio le negaba prácticamente la posibilidad de intervenir en los asuntos eclesiásticos orientales. Se concedían al patriarca de Constantinopla los mismos privilegios que al papa, con la facultad de dar la investidura a los obispos de las diócesis políticas de Tracia, Asia y Ponto, medida que ponía en manos de la iglesia de Constantinopla la dirección de las misiones cristianas en Europa Central, Rusia y Oriente.

El monofisismo condenado en Calcedonia arraigó profundamente en el nacionalismo egipcio, y las querellas cristológicas se reavivaron treinta años más tarde.

Las relaciones entre la Iglesia y el Imperio durante la primera mitad del siglo V presentan las mismas tendencias en la pars orientalis y en la pars occidentalis: la Iglesia, hasta entonces protegida por el Estado, intenta desprenderse de la tutela imperial. Roma en Occidente y Alejandría en Oriente acometen enérgicamente esta emancipación. Pero mientras los papas, en un Imperio moribundo, afianzan su poder y ejercen su autoridad sobre una Iglesia unificada, en Oriente, fracasada la tentativa alejandrina, la Iglesia se deja gobernar por el emperador.

NOTAS

1 Además de los libros reseñados en notas anteriores (especialmente el t. 1, 1.4 parte, de la Historie du Moyen Age de G. GLOTZ, y las obras de LoT Y LATOUCHE citadas), F. LOT, Les invasions germaniques, Payot, París, 1945; Pierre Riché, Los invasions barbares, col. Que-sais-je?, Presses Universitaires, París, 1968; LUCIEN MUSSET, Las invasiones. Las oleadas germánicas, Ed. Labor, Barcelona, 1967; 1. M. LACARRA, Historia de la Edad Media, Ed. Montaner y Simón, Barcelona, 1960; CH. DAWSON, Los orígenes de Europa, Ed. Pegaso, Madrid, 1945; R. LATOUCHE, Les grandes invasions et la crise de l´Occident au V siécle, Ed. Aubier, París, 1946; L. HALPHEN, Les Barbares, des grandes invasions aux conquêtes turques du XI- siècle, vol. V de «Peuples et Civilisations-, Presses Universitaires, París, 1950.

2 Valentiniano III sólo pudo disponer para la defensa de Italia de un ejército de unos 30.000 hombres. El sostenimiento de estas tropas absorbía un millón de solidus oro, la mitad de los ingresos del Imperio de Occidente en aquellos años. En los últimos días los sucesores de Valentiniano al no tenían más de 12.000 soldados.

3 Supra, I, 1 y 2, y II, 1 y 2. Para la vida económica y social de este período puede consultarse: A. DopscH, Fundamentos económicos y sociales de la cultura europea, Fondo de Cultura Económica, México, 1951. Un libro útil par su bibliografía: L. SuÁREz FERNANDEz, Historia social y económica de la Edad Media, Espasa-Calpe, Madrid, 1969

4 Los invasores eran numéricamente pocos (supra, III, 3). No existen datos para determinar la población del Imperio ni la de los germanos emigrantes. Pero si la población romana era en el siglo V la misma que se ha calculado para la época de Augusto (50 o 60 millones) los invasores no eran probablemente más de un cinco por ciento de esa cifra.

5 Sobre la inseguridad de los conocimientos acerca del régimen agrario del Bajo Imperio y de los bárbaros asentados, es interesante consultar Dopsch, op.cit., p. 194, y LMUSSET, op. Cit., pp.122 y 184.

6 R. LATOUCHE, Les origines de l´économie occidentale, op. cit., p. 68.

7 La palabra no aparece en los documentos hasta el siglo VII, pero la unidad rural que señala es muy anterior. El mansus es la casa de labranza, y por extensión, sus tierras de labor. De mansus (del verbo maneo, permanecer) derivan la palabra provenzal meix, la catalana mas y la castellana masía.

8 Supra, 11, 1.

9 F. LoT, El fin del mundo antiguo…, op. cit., 324,

10 Sobre el defensor civitatis,LATOUCHE, Les origines de l'economie eccidentale, op, cit.,p.91,nota 20.

11 La abadía de San Vicente, fundada por un hijo de Clodoveo, es el origen de Saint-Germain-des-Prés, en París, en la orilla izquierda del Sena.

12 Sobre la cesión a la Iglesia de la beneficencia pública, infra, IV, 2.

13 Cuando en una época posterior, en el siglo VIII, los dominios se autarquizan, lo hacen por necesidad, por decadencia del intercambio comercial y de los transportes.

14 Es la tesis de Henri Pirenne, Historia económica y social de la Edad Media, Fondo de Cultura, México, 1963, p. 9 y nota 1, desarrollada ampliamente en su estudio Mahomet et Charlemagne, París-Bruselas, 1937.

15 Supra, II S.

16 Fue san Agustín quien pidió a Paulo Orosio el desarrollo de un nuevo tratado de historia, de los principios históricos de La Ciudad de Dios.

17 Salviano vivía en Tréveris, y abandonó la ciudad, como muchos de sus conciudadanos, huyendo de los repetidos saqueos germánicos. En Tréveris había estudiado retórica y jurisprudencia. Vivió algún tiempo en la comunidad de ascetas de Lérins, y se instaló en Marsella después de recibir las órdenes sacerdotales.

18 SALVIANO, De Gubernatione Dei, VII, 11, 49,

19 Id., íd., V, 5, 22.

20 Supra, I, 2. La insurrección de los bagaudas recuerda, por su amplitud y por su violencia, la jacquerie francesa del siglo XIV. En la guerra de los cien años los ingleses hicieron prisionero en la batalla de Poitiers (1356) al rey Juan el Bueno y a la más alta nobleza francesa, y exigieron, según los usos feudales, elevadísimos rescates. Para reunir el oro exigido, la corte y la aristocracia estrujaron tan despiadadamente a los campesinos, que éstos se sublevaron. Fue una insurrección contra las insufribles cargas feudales, que llevaron a los campesinos a la desesperación.

21 MENÉNDEZ PIDAL, Historia de España, III, pp. 31 y 64.

22 ¿Fue la bagauda de Zaragoza el primer movimiento nacionalista vasco? Desde estos sucesos los vascos iniciaron una resistencia contra la monarquía visigoda, que se prolongó durante toda la existencia del Estado visigodo hispánico, y que fue continuado contra la España musulmana (Véase M. VIGIL y A. BARBERO, Cántabros y vascones).

23 Supra, U, nota 51,

24 L. Musset, op. cit., p. 168.

25 H. Pirenne, op. cit., p. 13.

26 Latouche, Les origines de l'economie occidentale, op. cit. pp. 25-26.

27 Supra, II, 6.

28 RAMóN DE ABADAL, «Del reino de Tolosa al reino de Toledo,, en Dels Visigots als Catalans, Edicions 62, Barcelona, 1969, pp. 33-34.

29 L. MussET, op. cit., p. 127.

30 J. Burckhardt, op. cit., pp. 364- 365.

54¿O fue un arreglo de mentas entre hunos y burgundios sin intervención romana? Estos dos pueblos habían vivido en los años anteriores en continuos combates. Véase P. ALTHEIM: Attita et les Huns, Edit. Payor, París 1952, p. 119.

55 Los escotos irlandeses se fueron retirando ante el avance sajón, conservando Caledonia. Después de la destrucción de los pictos, hacia el siglo XI Caledonia empezó a llamarse Escocia, por sus habitantes, los escotos.

56 Una crónica del siglo V refiere que "los bretones, afligidos por toda clase de infortunios y desastres, caen en poder de los sajones". La noticia se sitúa en los afios 441-442.

57 Supra, IV,2. El espesor de la emigración, que fue muy lenta, se produjo en la segunda mitad del siglo VI.

31 Supra, II, 8

32 Supra, III, 5.

33 Orosio, Adversus paganos, VII, 43.

34 Supra, III, 6.

35 MENÉNDEZ PIDAL, Op. Cit., t. III, PP. VII Y SS., 19 Y SS.; Luis G. Da VALDEAVELLANO, OP. Cit, pp. 242 y ss.; P. AGUADO BLEYE, Historia de Es. paña, Espasa-Calpe, Madrid, 1947, t. I pp. 333 y ss.

36 PAULO Orosio Historiae adversus paganos. Libri septem, edición Corpus Scriptorum Ecelesiasticorum Latinorum, Viena, 1882; SAN ISIDORO, Historia Gothorum, Wandalorum el Sueborum, traducción castellana de la parte correspondiente a los suevos: Marcelo Macías: «Historia de los suevos», Bol. de la Com. de Mon. de Orense, 1906-1909.

37 Sup-ra, IV, 2.

38 Chronicon, cap. 49, Edición de Th. Mommsen en Monuenta Germa Historica, Auctores Antiquissimi, XI (Chronica minora, Ir).

39 Supra, III, 5.

40 Supra, IV, 3.

41 El emperador de Oriente Teodosio II no reconoció a Constancio. El problema se resolvió con la muerte del nuevo augusto.

42 El magister militum Félix, tal vez confabulado con Aecio, hizo creer a Bonifacio que Placidia había decidido eliminarlo, y a Placidia, que Bonifacio iba a traicionarla. La madre de Valentiniano III ordenó a Bonifacio que se presentara en Rávena, y el conde de Africa desobedeció, temiendo por su vida. Placidia, persuadida de la traición de Bonifacio por esta negativa, dispuso instruir contra él un proceso de alta traición. Bonifacio se sublevó, y el gobierno imperial envió contra él un ejército godo, que se apoderó de Cartago y de Hipona. Bonifacio no pidió a los vándalos que se trasladaran al Africa, pero las discordias romanas facilitaron los proyectos de Genserico.

43 Supra, IV, 3.

44 A la que probablemente dieron su nombre.

45 Geiserico fue llamado Genserico por los romanos.

46 Supra, IV, nota 42.

47 Es probable que la Mauritania Caesariensis (la Argelia actual) y la Mauritania Tingintana, atravesadas y asoladas por los vándalos en su marcha, quedaran fuera del foedus. Hipona era una pequeña ciudad situada al sur del puerto de Bona.

48 MENÉNDEZ PIDAL, Op. Cit., III; P. 60. Sobre el nombre de Teodorico I, llamado Teodoredo por muchos historiadores españoles véase en el mismo volumen nota 9, p. 84, Lvis G. DE VALDEAVELLANO, op. cit., lo llama Teodorico I, como la mayoría de los historiadores catalanes y desde luego, casi todos los extranjeros.

49 L. MUSSET, op. cit., p. 216.

50 L. MUSSET, Op. cit., pp. 68, 216.

51 Supra, cap. I, nota 28.

52 Supra, cap. 1, nota 63.

53 Y no en Worms, la capital del rey Gunther en el poema de los Nibelungos.

58 Supra, IV, 4.

59 Sup,a, IV, 2.

60 Supra, TV, 2.

61 F, ALTHEIM, OP. Cit., PP. 161 55,

62 Supra II, 8.

63 Supra, III, 5.

64 Supra, 111, 5.

65 La escritura rúnica de los pueblos turcos, que es diferente a las runas germánicas, evoluciona hacia una variedad del alfabeto arameo, que había sido el lenguaje oficial de los persas aqueménidas (F. ALTHEIM, op. cit., 55 y ss.). El palacio de Atila descrito por Prisco recuerda los palacios partos y sasánidas (ALTHEIM, op. cit., 64). El ceremonial de la corte es parecido al persa (L. MUSSET, Op. cit., 30-31).

66 Los romanos no los tuvieron nunca. La conciencia de su superioridad sobre los bárbaros era incompatible con el reconocimiento de otros idiomas en un plano de igualdad con el griego y el latín.

67 Los hallazgos arqueológicos prueban que los nobles hunos poseían grandes cantidades de oro.

68 F. ALTHEIM, op. cit., v. 140.

69 Prisco habla indistintamente de "hunos" y "escitas". El relato de Prisco ha sido traducido por J.-B. BuRy en su History of the later roman Empire, I, pp. 279-288.

70 F. LoT, Les destinées de l´Empire en Occident, op. cit, p. 71.

71 Genserico había mutilado, sólo por sospechas de traición, a la hija del rey visigodo Teodorico 1, esposa de su hijo Hunerico, y temía que los visigodos se unieran a los romanos contra él.

72 Esta u la versión aceptada generalmente. Según ALTHEIM (P. cit. p, 171), Honoria fue obligada por Valentiniano, III a casarse con el senador Herculano, para poner término a unas relaciones amorosas de la princesa con su intendente. Honoria, furiosa contra su hermano, envió un emisario a Atila para que, a cualquier precio, la libran de este matrimonio. El enviado llevaba para acreditar su misión (verdaderamente inesperada para el khan) el anillo de Honoria, que quedó en poder de Atila, y que éste presentó siempre como prueba de su compromiso matrimonial con la hermana de Valentiniano III. Teodosio II recomendó a su primo que pusiera término al enojoso asunto, entregando Honoria a Atila. Pero Valentiniano M encargó a su madre Gala Placidia la custodia de Honoria, y ya no se vuelve a saber nada de ellas.

73 En las monedas Honoria lleva el título de Augusta (ALTHEM, op. cit., P. 171, nota l).

74 Apenas pude reclutar algunos soldados en Italia.

75 Si Atila contaba con la ayuda de los bagaudas que habían obedecido Eudoxio, estos cálculos fallaron.

76 Las fuentes son contradictorias al referir el sitio de Orleáns. Según el dramático relato de Gregorio de Tours, los sitiados pidieron por tres veces con todo fervor la ayuda divina. A la tercera, vieron desde las murallas levantarse a la lejos una nube de polvo: era el ejército de Aecio y de Teodorico I. En la Vida de Aniano se dice que el obispo se trasladó a Arles para informar a Aecio de que la ciudad no podía seguir resistiendo. Aecio no tenía fuerzas para oponerse a Atila. Nada podía hacerse sin la ayuda visigoda. Pero la animosidad de Teodorico I contra Aecio era más fuerte que su temor a los hunos. El senador Avito, amigo de Teodorico I, consiguió al fin que la huestes visigodas se unieran a las de Aecio. Cuando el ejército de socorro llegó a la altura de Orleáns, los hunos ya habían empeñado a entrar en la ciudad, pero sorprendidos por la inesperada llegada de Aecio y Teodorico I, la abandonaron.

77 En la Champaña, entre Sens y Troyes, pero muy al sur de los Campos Cataláunicos de Chalons.

78 Sobre esta muela de superstición y de astucia en Atila, véase F. AL. THEIM, op. cit., especialmente pp, 176 y 177.

79 R. LATOUCHE, Les grandes invasions, op. cit., p. 112.

80 Bury, op. cit., y últimamente L. MussET, op. cit., F, LOT, que había restado importancia al acontecimiento en su obra El fin del mundo antiguo…. rectifica en su trabajo posterior Les invasions gemaniques.

81 No fue éste todavía el final de Aquilea, que había sido durante varios siglos el puerto más importante del mar Adriático. Reconstruida por algunos fugitivos del ataque de Atila, fue definitivamente destruida por los lombardos en el siglo VI. Muchos de los habitantes de la llanura veneciana escaparon a los hunos refugiándose en las islas del delta del Po y del Piave. Una de estas islas, Rivum altum (Rialto) tomaría después el nombre de la provincia, Venecia.

82 Cuando Atila penetró en el palacio imperial de Milán se interesó por una pintura que representaba a los emperadores de Oriente y Occidente sentados en sus tronos, con los escitas a sus pies. Se dice que el khan hizo retocar este cuadro de forma que fuera él el ocupante del trono, y los dos emperadores apareciesen vaciando ante Atila el oro contenido en un saco. Esta anécdota parece confirmar las pretensiones de Atila a la soberanía universal.

83 Prisco es quien relata el suceso con detalles precisos. Después de innumerables uniones poligámicas, Atila tomó una nueva esposa, gemana bellísima. Durante la noche de bodas Atila sufrió, como en otras ocasiones, una hemorragia. Pero esta vez la sangre, acumulada en la garganta, lo ahogó. A la mañana siguiente fue necesario violentar la puerta del dormitorio real. Hildico, aterrorizada, había sido incapaz de pedir socorro, ni siquiera de abrir la cámara.

84 Supra, IV, 2.

85 En el siglo V era necesario profesar el cristianismo para ocupar cargos públicos en el Estado romano,

86 Aunque el concilio reconoció al patriarca de Constantinopla la misma autoridad que al papa, este problema afecta a las relaciones de Roma con la Iglesia de Oriente, pero no influyó en el desarrollo de la Iglesia occidental.

87 En esta visión de conjunto, sin duda justa, debe hacerse una excepción con un excelente tratado de veterinaria, el Digestorum artis mulomedicinae Libri IV, de Flavio Vegecio, escritor de la primera mitad del siglo Y, tratado de valor científico, que rechaza los conjuros y prácticas supersticiosas, y que mereció la atención de Petrarca.

88 Supra, 1, 7.

89 Supra, IV, 2.

90 OROSIO, Historia adversus paganos, VII, 41, 8.

91 Supra, 11, 4.

92 Supra, II, nota 75. Ulfias predicó la profesión de fe homoística entre los visigodos, y ella fue aceptada por todos los germanos arrianos, excepto por los vándalos, que profesaron la doctrina de Atrio en su expresión más radical.

93 Supra, III, 6.

94 Supra, IV, 2.

95 Testimonio de Orosio, citado en IV, 2, supra. Según Salviano, muchos romanos se unían a los godos o a los bagaudas porque preferían "vivir libres bajo la apariencia de esclavitud a ser esclavos bajo la apariencia de libertad ".

96 H. M. CHADWICK, The origin of the English nation, Cambidge, 1907.

97 Obras de consulta fundamentales: las citadas de Vasiliev y Rémondon, y el tomo III de la Histoire du Moyen Age de G. GLOTZ; Ch. DiEL y G. Marçais, Le monde oriental de 395 a 1081; Ch. Diehl, Gandeza y servidumbre de Bizancio, Espasa-Calpe, Madrid, 1943.

98 Supra, III, 5.

99 El Código Teodosiano inició en realidad la separación jurídica de Oriente y Occidente, porque las nuevas leyes debían ser comunicadas a la otra parte del Imperio para su validez, y los emperadores de Occidente no cumplieron este trámite.

100 Supra, I, 6. Es posible que fuera una reorganización de una escuela ya existente, y no una fundación. Se conservan noticias de nombramientos de profesores de fecha muy anterior a 425.

101 El Asia Menor Occidental, la ribereña del mar Egeo, estaba helenizada desde los tiempos de las colonizaciones jónicas, en el primer mile nio a. de C.

102 R. RÉMONDON, Op. Cit., p. 143.

CAPITULO V

Con los asesinatos de Aecio (al cual los escritores del siglo VI, con la perspectiva para comprender los hechos que sólo el tiempo proporciona, llamaron «el último de los romanos») y de Valentiniano III (con el que la dinastía teodosiana se extingue) la descomposición definitiva del Imperio de Occidente se inicia. En estos años la Administración romana en las provincias o desaparece o pasa a manos de los obispos en unos casos, de los reyes germánicos en otros. La autoridad imperial se va encogiendo, como la piel mágica de la novela de Balzac, hasta quedar reducida a Italia. El poder político es ejercido por los patricios y jefes del ejército, todos germanos. Ellos nombran y destituyen a los últimos emperadores. Un motín de los soldados mercenarios bárbaros acuartelados cerca de la corte proclama, no emperador, sino «rey de Italia» a un oficial germánico de nombre Odoacro. Es el fin del Imperio romano occidental.

1. Los últimos emperadores de Occidente

En el capítulo anterior se ha examinado el proceso de ruralización de la economía urbana en Occidente, y la convulsión social originada por los asentamientos bárbaros, por los levantamientos de los bagaudas, por la alianza de la nobleza romana con los reyes germánicos. La complejidad de los hechos, la documentación insuficiente y a menudo contradictoria (y siempre limitada a fuentes romanas) justifican el confuso cuadro de conjunto. El historiador que se mueve entre aguas tan revueltas como las del siglo V busca en vano la claridad en las tinieblas. El trazado de las líneas generales de los acontecimientos se convierte en un zigzag de perplejidades.

Fin de la dinastía teodosiana

Durante veinte años Aecio había dominado con su talento y con su energía a un emperador que le detestaba. El prestigio del patricio declinó cuando no pudo evitar que Atila invadiera Italia. Se repetía entre Valentiniano III y Aecio la hostilidad que enfrentó 46 años antes a Honorio con Estilicón. También fueron olvidados entonces, al ser invadida la Galia por los vándalos y suevos, los servicios de Estilicón, sus victorias sobre Alarico y Radagaiso, Y como Estilicón, que ambicionó la diadema imperial para su hijo, Aecio pretendió casar al suyo, Gaudencio, con la primogénita de Valentiniano III. El emperador, que no tenía sucesores varones, había dado su consentimiento en uno de sus habituales momentos de debilidad, pero no se resignaba a que le sucediera en el trono el hijo del hombre que más odiaba. Llamado por Valentiniano, Aecio acudió confiadamente a palacio y el emperador lo mató con su propia espada.

Seis meses después una coalición de los jefes militares fieles a Aecio y de la aristocracia romana puso fin a la dinastía de Teodosio. Dos oficiales de la guardia de Aecio fueron el instrumento de la conjura. Vengaron a su general, matando al emperador cuando se dirigía a las carreras, en el camino del Campo de Marte (16 de marzo de 455). Un miembro del clarisimado, el rico senador romano Petronio Máximo, fue proclamado emperador.

La muerte de Valentiniano III destruía la legitimidad dinástica y los pactos federales con los pueblos germánicos.1 Desde el Rin hasta Africa, se produjo un movimiento general de los bárbaros, una nueva expansión territorial, que la muerte de Aecio facilitaba. Los francos salios se trasladaron del valle del Escalda al del Somme. Los francos «ripuarios» avanzaron hasta Colonia y las llanuras del Mosela. Los alamanes, hasta Luxemburgo y Verdún. Los borgoñones extendieron su dominio hasta el Jura y el Bajo Ródano.

Genserico saquea Roma

La flota de los vándalos dominaba el Mediterráneo occidental. Valentiniano III había ordenado la restauración de las murallas de Roma y de Nápoles, Porque temía un desembarco de los vándalos en Italia. Llegó a prometer una de sus hijas al hijo de Genserico. Al morir Valentiniano III, Genserico se dirigió a Roma como vengador del emperador asesinado. Desembarcó su ejército en la Italia meridional, y sin encontrar resistencia, penetró en Roma el 2 de junio de 455.

Durante quince días el ejército vándalo saqueó la ciudad. El papa San León I consiguió limitar las matanzas y los incendios, salvando del pillaje las iglesias de San Juan de Letrán, de San Pedro y de San Pablo. Las riquezas de los otros templos, los tesoros de los palacios, así como numerosos rehenes (la viuda y las hijas de Valentiniano III, el hijo de Aecio, senadores romanos, artesanos especializados) fueron llevados a Cartago.

El emperador Máximo había muerto dos días antes de la entrada en Roma de los vándalos. El rey visigodo Teodorico hizo proclamar en Arles emperador al clarísimo galorromano Avito, a quien Máximo había nombrado jefe del ejército de la Galia. Avito había sido amigo del rey godo Teodorico I y maestro de retórica latina de Teodorico II. El nuevo emperador fue reconocido por el gobierno de Constantinopla, y se trasladó de Arles a Roma con un ejército reclutado en la Galia.

Ricimerio

La alianza de los jefes militares bárbaros y de la nobleza romana ya no era necesaria, extinguida la dinastía teodosiana. Los oficiales germánicos dominaban el ejército, y los reyes bárbaros eran todopoderosos en las provincias ocupadas. El emperador, acabada la dinastía legítima, no cuenta. Quien mande el ejército tendrá el poder, y podrá designar emperador a quien le plazca.

Es el momento de Ricimerio. Hijo de un príncipe suevo y de una hija del rey visigodo Valia, había servido en el ejército romano a las órdenes de Aecio. El emperador Avito lo nombró jefe del ejército de Italia. Las victorias de Ricimerio sobre los vándalos en Sicilia y en Córcega le dieron renombre en Italia y prestigio entre sus tropas. Utilizó su popularidad para destronar a Avito. Ricimerio no fue cruel. Invalidó a su rival haciéndole nombrar obispo de Piacenza.

Designado patricio por el emperador de Oriente, Ricimerio tuvo durante quince años (de 457 a 472) el poder de Estilicón y de Aecio sin el estorbo de un emperador legítimo. Era él quien nombraba emperadores, a los que tenía rigurosamente vigilados, y que eliminaba cuando, como Mayoriano, no se resignaban a ser su instrumento .

Ni en estas degradadas postrimerías del Imperio de Occidente se atrevió ningún bárbaro a coronarse emperador. El imperio era un símbolo que romanos y germanos respetaban, y que un bárbaro hubiera profanado. Pero desde la muerte de Teodosio el Grande el poder pertenecía al patricio y magister militum, y desde la muerte de Aecio el ejército ya no era dirigido por romanos. Lo que importaba al ambicioso de poder era el mando del ejército, no la púrpura imperial. Y las tropas mercenarias bárbaras que constituían el ejército romano no conocían al emperador, que desde Teodosio había dejado de dirigirlas, sino al magister militum. No obedecían al emperador, sino al generalísimo.

El emperador Mayoriano

El primer emperador escogido por Ricimerio fue su amigo Flavio Julio Mayoriano, hijo de un alto funcionario romano de la Galia. Mayoriano había hecho una brillante carrera militar al lado de Ricimerio, en el ejército de Aecio. Desde la muerte de Teodosio I, Roma no había tenido un verdadero emperador como sin Ricimerio pudo serlo Mayoriano. Condonó las contribuciones atrasadas, dictó medidas contra la corrupción de jueces y funcionarios y quiso restablecer la institución de los defensores de la plebe. Pero la situación del Imperio le exigía una entrega total a la defensa militar de las provincias. El año 458, en una campaña victoriosa, se apoderó de Lyon, concertó una alianza con los borgoñones y se atrajo a la población galorromana partidaria de Avito. Al año siguiente obligó a los visigodos a levantar el sitio de Arles, y les ofreció la paz y un tratado para combatir a los suevos en la península hispánica.

Mayoriano veía en los vándalos la amenaza más grave para Roma. En 460 preparó desde las costas españolas una expedición contra Genserico. Pero su escuadra fue sorprendida en Cartagena por un ataque de la flota vándala, y Mayoriano tuvo que resignarse a un tratado en el que el rey de los vándalos se comprometía a no hostilizar las costas italianas.

Este fracaso fue útil a Ricimerio. El patricio deseaba un emperador menos brillante, más gobernable. Mayoriano regresó a Italia para enfrentarse con Ricimerio en una batalla que perdió el emperador. Obligado a abdicar, fue asesinado a los pocos días.

La anarquía en Italia (461.476)

El emperador designado ahora por Ricimerio, Livio Severo, era tan insignificante como el generalísimo exigía. La obra de Mayoriano en la Galia y en Hispania se desmoronó. Visigodos y vándalos denunciaron los tratados firmados con Mayoriano. Generales romanos, como Egidio y Marcelino, negaron obediencia a Livio Severo.

Cuando el emperador murió en 465, se produjo un interregno de dos años Ricimerio gestionaba la ayuda del Imperio de Oriente para hacer frente al peligro vándalo. En las negociaciones entre Constantinopla y Milán2 se acordó designar emperador de Occidente a Procopio Antemio, emparentado con el emperador Marciano3 La expedición de los dos gobiernos contra Genserico fracasó. La gran flota imperial de 1.100 navíos, mal dirigida, fue incendiada por los vándalos cerca de Cartago (año 468). Este desastre naval anulaba el mayor esfuerzo realizado por el Imperio de Oriente en favor de Rorna. Desposeída del dominio del Mediterráneo central, Constantinopla no podía ayudar a Occidente.

Ricimerio quiso desembarazarse de un emperador que ya no le servía. Atacó a Antemio en Roma, asaltando la ciudad y entregándola al saqueo de sus soldados. El emperador fue asesinado y sustituido por un senador romano, Anicio Olibrio, casado con una hija de Valentiniano III, que contaba por este motivo con el valioso apoyo del rey de los vándalos, emparentado con la familia teodosiana por el matrimonio de su hijo Hunerico con la primogénita de Valentiniano III.

Mayoriano y Antemio habían publicado todavía numerosas constituciones. Los emperadores que suceden a Antemio no legislan, como ha señalado F. Lot.4 Era inútil hacerlo, si la autoridad imperial ya no era acatada en las provincias ni siquiera en la misma Italia.

Ricimerio murió a los pocos días de la proclamación de Olibrio, a causa de la peste que se propagó entre sus tropas en el largo bloqueo de Roma. Olibrio murió, víctima también de la peste, dos meses después. Gundebaldo, un príncipe borgoñón sobrino de Ricimerio, que había sido nombrado generalísimo por Olibrio, hizo proclamar emperador a un oscuro oficial de la guardia llamado Glicerio.

El Imperio de Oriente quiso remediar la anarquía romana invistiendo la púrpura imperial a Julio Nepote, un general romano, jefe de las tropas de Dalmacia. Nepote desembarcó en Ostia con soldados bastantes para obligar a Glicerio (como Ricimerio a Avito) a la renuncia al trono a cambio del obispado dálmata de Salona. Pero el poder imperial ya no existía. Gundebaldo había abandonado el mando del ejército por la corona del reino burgundio. El nuevo -generalísimo era Orestes, un romano de Iliria que había sido secretario de Atila. Orestes dirigió un levantamiento militar contra el ,emperador, al que obligó a refugiarse en su Dalmacia natal.

Aunque romano por su nacimiento, por sus servicios a los hunos el antiguo secretario de Atila no podía ser emperador. Era más práctico ocupar el puesto de Ricimerio. Orestes hizo emperador a su hijo Rómulo, que fue apodado por irrisión «Augústulo».

El ejército romano era una mezcla heterogénea de supervivientes de los pueblos hérulos, esciros, rugios y turcilingos que habían sido aniquilados en Panonia por los ostrogodos en 469. Estos soldados mercenarios habían acudido a Italia cinco años antes con sus familias y sus ajuares, y ahora reclamaban tierras y esclavos, según el sistema romano de la hospitalitas.

Pero los repartes de tierras se habían limitado primeramente a las regiones fronterizas, y sólo el hundimiento del poder imperial había obligado a Roma a aceptar los asentamientos burgundios y godos en la Galia, los suevos en Hispania, los vándalos en Afrecha. %Ceder tierras en la misma Italia era demasiado, Orestes se negó a la demanda de los soldados.

Odoacro «rey de las naciones»

El descontento del ejército se agudizó porque era difícil abastecerlo, perdidas Africa y Sicilia, dominadores los vándalos del mar. Estalló una revuelta militar que fue acaudillada por Odoacro, un oficial de la guardia imperial, esciro de origen, hijo de un consejero y embajador de Atila llamado Edico. Odoacro condujo a los sublevados a la Italia septentrional, para hacer de ellos un ejército organizado, y lo reforzó con otros contingentes de tropas, entre las que los hérulos predominaban. Orestes, con las escasas fuerzas que pudo retener, se refugió en Pavía. Allí le atacó Odoacro, persiguiéndole luego hasta Piacenza. Orestes fue apresado y muerto cerca de esta ciudad, y su hermano Paulo en Rávena. Rómulo Augústulo era un niño inofensivo. Odoacro se contentó con destronarlo, asignándole una pensión y una hermosa finca en la costa de Nápoles, donde vivió muchos años en un discreto retiro el último emperador de Roma.

Estos sucesos, tantas veces relatados en los manuales de historia como trascendentales, debieron de pasar casi inadvertidos para la mayoría de los contemporáneos. Ni siquiera dejó de existir, durante cuatro años más, un emperador legítimo, Julio Nepote, que tenía sus partidarios y el reconocimiento de Constantinopla, que Rómulo Augústulo no había recibido. Cuando, por mediación del: Senado romano, Odoacro solicitó del emperador de Oriente Zenón el título de patricio, la respuesta de Zenón al Senado fue que, siendo Julio Nepote, el emperador de Occidente, a él debía pedir el Senado el patriciado para Odoacro.

El ejército había proclamado rey a Odoacro el 23 de agosto de 476. El nuevo monarca adoptó el extraño título de rex gentium, rey de las naciones. En verdad no era, como Eurico o como Genserico, el rey de un pueblo, sino de un ejército que amalgamaba los restos de varios pueblos destruidos por otros más fuertes, y que no llegó, nunca a constituir una nación. La ficción que había montado Ricimerio veinte años antes se había desgastado. El título de emperador de Occidente había perdido su prestigio mítico a los ojos de los bárbaros, y por eso ni Eurico ni Genserico, los reyes germánicos más poderosos en aquellos años intentaron nombrar un emperador.

Desembarazado de Julio Nepote en 480, Odoacro, que había hecho llevar por una embajada del Senado romano las insignias, imperiales al emperador Zenón manifestaba así su intención de gobernar Italia como representante del único emperador romano, que continuaba residiendo en Constantinopla. Es decir, Odoacro devolvía al Imperio su unidad, unidad que por otra parte nunca se había roto. El "rey de los pueblos", mantuvo hasta su trágico fin su papel de patricio y regente del Imperio en la pars occidentalis., Respetó las leyes imperiales, se abstuvo de legislar, no acuñó monedas sin la efigie del emperador, sostuvo la ficción del Senado romano, y dejó en manos de funcionarios romanos la máquina administrativa. Aunque arriano, no persiguió a los católicos. Los soldados recibieron como federados el tercio de las tierras en las que estaban acantonados. Sólo desapareció el título romano de magister utriusque militiae, Odoacro fue para los romanos un patricio, y para sus soldados un rey, corno los jefes bárbaros que habían servido al Imperio y que gobernaban ahora Estados independientes. Con tacto y prudencia, el jefe esciro ensayaba un sistema viable para poner término a la anarquía militar.

2. El reino visigodo de Tolosa se independiza del Imperio (451-484)

Los visigodos eran auxiliares del Imperio instalados en territorio romano como soldados acantonados. Sus reyes eran príncipes soberanos de su pueblo, pero no de los provinciales galorromanos, sobre los que ninguna autoridad ejercían. Mas a medida que la organización administrativa romana fue desapareciendo, se creó una relación nueva entre los monarcas godos y los provinciales. Mientras en Italia se sucedían emperadores a cada paso, el rey Eurico, ensanchaba su reino en la Galia Narbonense hasta Marsella, incorporándole la mayor parte de la península hispánica, rompiendo el tratado federal de su pueblo con Roma y fundando un Estado visigodo independiente.5

Teodorico y Avito

Al morir Teodorico I en la batalla de los Campos Mauriacos, los visigodos eligieron rey allí mismo al primogénito de Teodorico I, Turismundo, que había participado activamente en la contienda.6 En su breve reinado siguió la política antirromana de su padre. Combatió a los alanos, establecidos por el Imperio en Orleans, y puso cerco a la capital de la Galia. Una conspiración de sus hermanos le obligó a levantar el sitio de Arles y regresar precipitadamente a Tolosa para morir asesinado. Su hermano Teodorico II fue elegido rey.7 Sidonio Apolinar elogia la cultura y las dotes personales de Teodorico, al que llama «honor de los godos, soporte y salvaguardia del pueblo romano». El galorromano Avito había sido su maestro, iniciándolo en la lectura de Virgilio y en el estudio del derecho romano y todo inclinaba al joven monarca a una alianza con Rama. El nuevo foedus, que renovaba el pacto de Valia con Honorio, llevó en 454 a las tropas de Teodorico II a la provincia Tarraconense, para combatir, como auxiliares del Imperio, a los bagaudas.

La amistad de Avito con Teodorico II resultó decisiva en los acontecimientos que siguieron al asesinato de Valentiniano III. Por mediación de Avito, nombrado magister militum, los visigodos reconocieron al emperador Petronio Máximo, renovando una vez más su pacto con Roma.

Muerto Máximo, Teodorico II logró que los soldados «romanos» proclamaran emperador en Arles a su amigo Avito, que fue a Italia con un ejército en el que los visigodos predominaban.

La resistencia del rey suevo Rekhiario a reconocer emperador a Avito, y los ataques de los suevos a la Tarraconense, dieron ocasión a Teodorico II para realizar su campaña en Hispania,8 "con voluntad y por orden del emperador Avito", según Hidacio.

Teodorico combate a los suevos en Lusitania

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente