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Las dependencias que sufre la sociedad como consecuencia de la burocracia judicial (página 2)


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Octavio se convirtió en un lector voraz, pero el autor que más lo impactó fue Kafka. Terminó descubriendo que las dependencias que sufriera el gran escritor se encontraban larvadas en su hasta entonces opacada vida. Nunca había advertido semejante realidad que sometía su vida, nunca lo había hablado con su amada Roxana, Recién ahora veía con claridad que el banco donde trabajaba era su cárcel sin barrotes, su trabajo de cumplimiento incondicional, una dependencia constrictiva donde no generaba nada. Nunca había producido una creación propia para mejorar la calidad del servicio, su relación con sus compañeros, la satisfacción personalizadas del anónimo cliente que hacía la rutinaria cola para sacar o poner dinero en sus cuentas. Nunca había advertido que era un autómata feliz de serlo. Un encarcelado sin barrotes. Recién se daba cuenta de que, como le ocurriera a Kafka, su padre era quien lo había colocado en ese rol rutinario, bendecido por la facilidad de un sueldo seguro. Los trámites bancarios que él creía perfectos, no eran nada más que un laberinto de obstáculos, para sacar un crédito, para cumplimentar una operación de importación o exportación con moneda extranjera: largas colas aplastaban la paciencia de todos, de empleados y de clientes. Hasta entonces la diferencia con Kafka es que él nunca había tenido vocación por la literatura, por la creación artística. Pero ahora había descubierto su propio camino hacia la creación: no lo haría escribiendo, sino luchando para instalar "gestión de calidad", en aras de la desburocratización administrativa pública. Había descubierto Octavio que por ese camino se podía instalar una política social y liberal al mismo tiempo. Octavio se sentía un caminante con camino, podía desmentir a Machado, el caminante debe tener camino, si quiere llegar.

Comenzó Octavio a peregrinar por oficinas públicas para encontrar el caso emblemático de mayor importancia, de una entidad tal que albergara un monstruoso monumento kafkiano, un ejército de empleados que se duermen girando papeles, diciéndole a la cola de gente: aquí no es, el paraíso para su solución se encuentra en la otra esquina. Lo notable es que esas instituciones se convierten como un faro de la mediocridad de una burocracia que hace carrera, que acumula antecedentes curriculares para lograr una promoción en el escalafón.

Cuando Octavio quiso ayudar a un rumano que le trajo Matías a la Universidad, capturándolo de una larga cola mientras gestionaba una visa de trabajo por su condición de extranjero, le impresionó las obscuras ojeras que ensombrecían sus ojos: había pasado largas horas sin dormir, durante varios días. Cuando el hombre estaba cerca de la ventanilla, le pasó varias veces, se acercaba un empleado que invariablemente le decía a la gente de la cola, que ya había terminado la atención del público. Como Octavio no podía, por su condición de encarcelado, salir a la calle para agilizar el correspondiente trámite, Matías terminó convirtiéndose en su investigador adjunto, previa autorización universitaria. El hombre, llamado Geromik, un rumano que buscaba trabajo permanente en el país, para él y para su mujer, llevó su pasaporte, el de su mujer, también los de sus hijos, a la búsqueda de su visa de trabajo. Cuando fue a retirarlos, acompañado de Matías, recibió el suyo y el de sus hijos, el de su mujer estaba en otra oficina. Entonces allí le preguntaron como podía demostrar que su mujer era su esposa, porque ella no llevaba su apellido. Cuando a Matías se le ocurrió sugerirle que dijera que miraran el pasaporte del hijo común, donde figuran los apellidos de ambos progenitores, lo miraron sorprendidos de que el rumano se atreviera a discutir la nueva exigencia que le estaban poniendo. El rumano tuvo que volver a su casa, encontrar el acta de matrimonio, indignado porque al comienzo del trámite nunca le habían indicado que ello resultaba necesario. La burocracia nunca concentra información, la dispersa, feliz de disponer del tiempo, es decir de la vida de la gente. Entonces el hombre regresó a la oficina con el bendito documento en sus manos. Se entreveró en una discusión con el empleado que lo atendió, ajeno al trámite, porque era de otro turno y no del anterior, que tuvo que ausentarse para averiguar como contestarle a éste rumano impertinente que intentaba quedarse a trabajar en el país. Era un debate entre empleados triangulado con el rumano, quien tuvo la clara sensación que había llegado a la dimensión desconocida que genera la burocracia. Los empleados se pasaban entre si los documentos, meneaban la cabeza, de pronto se produjo un silencio que cortaba el aire, también la respiración de Geromik. ¿En qué idioma está escrito esto? Vociferó un nuevo burócrata. En ingles, porque nos casamos en Inglaterra, antes de venir a este país. Es que aquí dice act of matrimony, no dice marriage, matrimony no es inglés, tal vez sea italiano, sostuvo con dureza el empleado. A Geromik se la habían terminado las palabras. Él sabía que en inglés matrimony y marriage eran sinónimos en esa lengua, equivalente a casamiento en español. Matías le sugirió al rumano que propusiera llevarles a los ignorantes empleados un diccionario bilingüe. Haga lo que quiera, pero deberá iniciar la cola nuevamente, le informaron. Cuando le tocó el turno el rumano sacó su anillo de casamiento y les mostró el nombre de su mujer, que allí estaba gravado en su circunferencia interior. Como no se me ocurrió antes, pensó. Eso no prueba nada, se escuchó del otro lado del mostrador. Deberá Usted traer el certificado de un perito que certifique lo que Usted afirma, con la traducción del acta de matrimonio al castellano. El rumano protestó, tratando de hacerle cambiar de posición al ogro burocrático. Entonces apareció otro funcionario que hablaba en francés -¿Qué pitos tocaba el francés en ese entierro de la paciencia humana?- y le dijo al ciudadano extranjero que tanto molestaba "yo soy un alto funcionario de esta Oficina", soy de origen francés, y le digo a Usted que, si yo tengo que hacer un trámite de este tipo en Francia, lo haría en la lengua de ese país y no en ingles, para no faltarle respeto a la Francia. Geromik bajó la cabeza. Acompañado por Matías, fue a la búsqueda de la partida de matrimonio certificada en lengua española, no en inglés.

A la semana siguiente Matías le llevó a Octavio otro extranjero con dificultades burocráticas. Se trataba de una guatemalteca, de apellido García, como el que figura hasta el hartazgo en cualquier guía telefónica de Latinoamérica o de cualquier lugar de España. La señora García había vivido siete años en los Estados Unidos con su marido y fue a migraciones de ese país, para también conseguir una visa de trabajo. Esto quiere decir que el ogro burocrático es un ser recurrente en el primer mundo, descubrió Octavio. Es que la "gestión de calidad" en la gran democracia del norte se aplica en la empresa privada, no en el Estado, le indico su amigo Matías. Qué hace Usted, señora García en los Estados Unidos, a lo cual la mujer le respondió a Octavio: vivo con mi marido que tiene una visa de trabajo y yo y nuestros hijos tenemos una visa de acompañantes. El burócrata de la primer potencia del mundo, que no por eso deja de ser un burócrata, a pesar de que el padre de la "gestión de calidad" haya sido norteamericano, porque nunca la ciencia llega al pueblo, salvo que irradie beneficios conocidos por todos, como le ocurriera a Deming en Japón. ese burócrata se preparó para contestarle. Le dijo a la señora García que ella no podía sostener que vivía en los Estados Unidos si no era una residente o una ciudadana. Bueno, pensó el acompañante Matías, si tiene visa de residente, obviamente vive en los Estados Unidos. Una prueba fehaciente del disparate burocrático generado por el ogro mundializado. El disparate era de tal magnitud, que el funcionario ni sus compañeros, nunca habían advertido que no podía dejar de vivir en los Estados Unidos quien tenía pruebas que ya trabajaba en una empresa, y lo probaba, que arrendaba un departamento, lo cual también lo probaba y que sus hijos iban todos los días a la escuela viviendo con ella, lo cual constaba en los papeles que tenía a la vista el funcionario de la gran potencia mundial. Pero la Señora García no podía pretender, aun acompañando todas esas constancias, probar que ella vivía en los Estados Unidos.

Octavio se enteró que a Juan Carlos, compañero suyo en el banco, se le murió su anciano padre, de esto hacía ya seis años, pero mensualmente llegaba la boleta del seguro social del muerto, donde el hijo no figuraba como beneficiario. Juan Carlos le comunicó a la Caja del Seguro Social dicha circunstancia, para que lo dejaran de embromar. Él no pensaba pagar el seguro de su querido padre muerto. El caso se lo relato Matías a Octavio, porque se lo había referido un amigo común de ambos. No lo tuvieron que asesorar personalmente a Juan Carlos, pero supieron que las múltiples gestiones administrativas que había realizado, carta documento de por medio, no modificaron la pertinaz aparición, en el domicilio de Juan Carlos, de la cobranza del seguro. Hasta que un abogado amigo de Juan Carlos le aconsejó que interpusiera una acción de amparo en previsión de que al Seguro Social se le ocurriera cobrarle judicialmente esa deuda que ya carecía de objeto. Eso hizo Juan Carlos, con medida innovativa de por medio, pero, entre tanto, Juan Carlos no se había equivocado, la Caja del Seguro Social le inició acción judicial por cobro de un seguro que ya no aseguraba a nadie, y el juez, aunque fue informado de que había un amparo tramitando el tema, para proteger preventivamente la propiedad del hijo, tampoco dispuso la acumulación de ambas actuaciones. Indignado Juan Carlos,

también inició una reclamación judicial por el daño moral que le irrogaba esa persecución del seguro social, que se agregaba al natural dolor de haberlo perdido a su querido padre. Octavio escuchaba con sumo interés el relato de Matías. Cada caso lo confirmaba en su decisión de luchar sin tregua, una vez en libertad, para lograr herir de muerte al tan temido ogro, inspirador de la gran obra de Kafka, el famoso "El Proceso". Pero también Octavio había leído "La Metamorfosis" del esmirriado escritor checo. Su propia vida era una permanente metamorfosis, primero pasó a convertirse, de un ignoto empleado bancario, feliz de que nadie hablara de él, en un presidiario al cual todo su barrio y sus compañeros de trabajo no hacían otra cosa que despellejar con sus comentarios. Roxana se avergonzaba de tener que sufrir en la calle las miradas irónicas, los cuchicheos de la viperina lengua de quienes alimentan su vida gozando con la desgracia del otro. Luego Octavio sufrió o, mejor dicho, tuvo la suerte de gozar una segunda metamorfosis, de cucaracha pasó a convertirse en investigador social, a la búsqueda de los caminos de su libertad, diría Jean Paul Sartre.

Las experiencias burocráticas les fueron llegando a Octavio, de la mano informativa de Matías, en forma permanente. 0ctavio las procesaba y archivaba, con máxima prolijidad, en legajos numerados donde crecía su investigación. Estaba feliz de ser un presidiario al servicio social. En un legajo ubicó el caso del estudiante universitario a quien el burócrata se negó a sellarle su libreta que le permitía sacar libros prestados de la biblioteca. Resulta que la autoridad universitaria había dispuesto cambiar el formato de dichas libretas, con la aclaración de que las antiguas continuaban siendo útiles durante el primer año luego de habilitadas las nuevas. Al referido estudiante, que conservaba la antigua credencial pero vencida, la empleada de la biblioteca le negó el correspondiente sello en su nueva libreta. La señorita burocrática se apersonó al Decano y le preguntó que debía hacer en el caso, de modo tal que la máxima autoridad de la Facultad tuvo que perder su tiempo en dictar una resolución aclaratoria donde se indicaba que las antiguas credenciales servían, aun vencidas, mientras hubiera lugar en ellas para que entrara el bendito sello. Lo único que le falto al caso para hacerlo más picante, es que el propio Decano se hubiera tenido que constituir en persona en la mesa de entradas, para ubicar, con ejemplar esmero, donde estaba el lugar libre de la antigua credencial que le permitía a la obstinada empleada, sellar la salida del libro que reclamaba el estudiante. Hay que añadir que todo este enredo no se resolvió en un solo día, porque al Decano la empleada solo lo encontró a la mañana siguiente de hacerse presente el lector, quien había comparecido por la tarde.

En otro caso Octavio se enteró de un ciudadano que trató de comprar un pasaje de tren de segunda clase, para un viaje de dos horas, cuando ya tenía un pase ferroviario para un tren de primera clase. Ocurre que el pasajero no sabía que si tenés un pase de primera clase podés viajar en segunda, aun cuando el convoy no llevara primera. Lo ridículo del asunto es que la empleada que atendía la oficina de ventas, no se limitó a informarle al pasajero que no necesitaba comprar ningún pasaje, sino que, indignada por su ignorancia lo trató de estúpido. Entonces el pasajero, que aun no lo era porque ni siquiera había subido al tren, se sintió injuriado por el representante del servicio público, y corrió a la Oficina de quejas para reclamar formalmente ante el agravio recibido. Tardó tanto el Jefe de la susodicha oficina que, cuando el acta de protesta estuvo concluida y firmada por quien todavía no era pasajero, pero que tenía derecho a serlo, éste ciudadano se enteró que el tren ya había partido, y que no había otro hasta el día siguiente. Una prueba cabal de que el ejercicio práctico de un derecho, con harta frecuencia implica la muerte efectiva del mismo. En el referido caso viajar al día siguiente ya no le fue posible al frustrado pasajero, pues había contraído compromisos que hacían imposible su viaje.

Estoy leyendo los borradores de tu informe Octavio, hace tiempo que no me he reído tanto, le dijo Matías a su amigo. Te cuento la odisea por la que ha pasado una señora amiga, que me la refirió la semana pasada. Para cobrarle en el Banco su jubilación, porque estaba enferma, su marido tuvo que acompañar una declaración jurada, la fotocopia del documento de ella y el carnet de jubilada. Todo ello se lo entrega el esposo de la señora al empleado, quien le abona jubilación. El marido se retira de la oficina, pero cuando no ha caminado ni dos metros, se da cuenta que el empleado no le devolvió los documentos. Regresa y se los reclama, pero el empleado le dice que él se los entregó. Pensando el marido que pudo haberlos colocado en su porta documentos de cuero, y que el mismo se le hubiera caído, de modo tal que alguno quizás los encontró en el suelo, se dijo: pensaron que era una billetera y se la llevaron. Supo esperar unos días, a la espera de que los arrojarían en algún lado, ya que no le sirven a nadie los malditos documentos. Pero como buen ciudadano se fué un día a iniciar los tramites para renovar los documentos perdidos. Largas colas tuvo que hacer, un numero para dentro de 15 días al final le dieron. Pero el matrimonio se iba de vacaciones y los documentos no estarían hasta dentro de dos meses. Al regreso, cuando el marido ingresa en el Banco, el mismo empleado le grita, Usted se olvidó aquí sus documentos, pero ahora no los encuentro. La explicación que le dio es que, como el día que él había dejado esos documentos en el Banco, más tarde, unos ladrones habían vaciado el cajero automático que allí funcionaba, no obstante la custodia, quedó abrumado por el hecho, como el resto de sus compañeros, de modo que se olvidó de todo, también donde pudo haber puesto los benditos documentos. Lo concreto es que los trámites de renovación duraron unos tres meses, tiempo durante el cual la señora no pudo cobrar su jubilación, porque sin el correspondiente carnet ello no era posible. Es decir que no existía un registro de jubilados, todo dependía de un objeto tan fácil de perder como lo es un carnet.

Después de haberlo escuchado Octavio le dijo a Matías. Yo no me rió querido amigo, tu relato, así como el recuerdo de los demás casos, a mi me hacen llorar de indignación y de pena, por la gente, por el país, por la condición humana. Matías advirtió que él no estaba imbuido de la mística de cambio que había prendido en Octavio.

Para llorar con plena razón tenemos que recordar el siguiente caso, que no es hijo de fantasía alguna, sino la realidad cotidiana en muchos lugares del mundo, sin importar que ellos se encuentren o no ubicados en nuestra admirada Europa .Esa fue la dura respuesta de Octavio al desprevenido Matías. El caso ha ocurrido recientemente en la cosmopolita Buenos Aires y se trata del anciano José Lampugnani, de 95 años que hace veintidós, en 1986, cuando ya tenía 73 jóvenes añitos, interpuso demanda judicial pidiendo el reajuste de lo que cobraba. Tuvo que esperar todo ese tiempo hasta lograr que la Corte Suprema de Justicia de la Argentina, dispusiera su reajuste jubilatorio. Lo cierto es que a don José le estaban liquidando mal su jubilación como gerente de la empresa tabacalera Nobleza Piccardo, no más de un 20% de un gerente en actividad. Durante el largo tiempo que duró el juicio, don José veía que cada vez ganaba menos en relación con lo que debería ganar si seguía trabajando. Pasaron los años sin tener respuesta en los tribunales, hasta que un día le dijeron que su expediente se había extraviado en la que fuera Caja Nacional para el Personal de la Industria, Comercio y Actividades Civiles, para después también perderse en el ANSES, que es el organismo que en Argentina se ocupa de las jubilaciones. Por el año 1999 el tribunal de primera instancia hizo lugar al pedido de Lampugnani de reajuste de haberes, como también dispuso que la jubilación no tenía que tener tope, pero sin tomar en cuenta el sueldo de referencia de quien estaba en actividad. De ese modo la situación del jubilado había mejorado, pero parcialmente: don José ya tenía 84 años. Cuando se expidió la Cámara de Apelaciones del Fuero, en el 2002, el tribunal confirmó el fallo de primera instancia, sin innovación alguna. Es decir que Don José tuvo que acudir a la Corte Suprema y esperar seis años hasta que llegara el fallo del Supremo, que le reconoció, en forma retroactiva desde que inició el reclamo, derecho a una jubilación que toma en cuenta el sueldo que percibe quien desempeña el cargo que ocupara Lampugnani, El ajuste ha alcanzado al 190 % del monto que cobraba cuando comenzó el juicio. Nos preguntamos ¿se hizo justicia con Don José? Cuando se notificó de la buena nueva hacía unos meses que se había muerto su esposa. Cuando se te muere la mujer de toda tu vida, todo el mundo sabe que el efecto es comenzar a morir para el sobreviviente de la pareja. En soledad, el aprovechamiento del nuevo beneficio, que no es un regalo, sino la devolución del ahorro jubilatorio que hizo toda su vida, se diluye totalmente. El carromato burocrático judicial actuó, en este caso, como en tantos otros, como un coche fúnebre tirado por un hombre que, por la ley de la naturaleza, se nos está yendo, necesariamente. Una solución tan tardía le ha servido de poco a José Lampugnani, para escarnio de la sociedad.

Un porteño, de Buenos Aires, que vive en Suecia le contó a Matías su triste experiencia en un país modelo como lo es Suecia. Nada hay que hacerle, el ogro muerde en todo el planeta. "Hace unos meses se venció mi carnet de identidad, para renovarlo bastaba llevar un papel de antecedentes que se solicita en la oficina de impuestos, más una fotografía que debía cumplir con ciertas exigencias. Por supuesto me proveí de esos requerimientos, pero no había tomado en cuenta que, según una nueva regla del gobierno sueco, como extranjero (no importa si eras naturalizado o no) debía llevar un familiar que acreditase que yo era quien decía ser. Toda mi familia vive en Sudamerica, por lo cual esto me encontraba en un gran problema. Luego de mis argumentaciones, la funcionaria del banco comercial donde tengo mi cuenta corriente (que también expide los referidos carnets ), me sugirió que llevase a un amigo o conocido que diera fé de mi identidad y nombre. Cuando le hice ver lo kafkiano de la situación, la funcionaria consintió en que valía el que hubiese sido cliente del banco por tantos años, lo cual me permitió obtener mi credencial después de un par de semanas de espera. Octavio escuchó con atención a Matías y le dijo: veo claramente que el ogro actúa en Europa, al menos en Suecia, de otra manera, los empleados tienen libertad de criterio para sacarse de encima el dura lex este lex, y aceptan un criterio no previsto en la ley para agilizar un trámite. Es decir que en Suecia gobierna el sentido común y no la estupidez legal.

Encuentra Octavio a la estudiante Renata, que era una mujer veterana, en la biblioteca de la Universidad. Se había enterado que el estudiante presidiario se ocupaba de investigar la burocracia, entonces le nació curiosidad por conocerlo, de paso le chismografiaba sus propias experiencias .Me ha pasado de todo, le cuenta Renata, creo que como dice mi esposo, soy salada en estos asuntos burocráticos que a Usted tanto le interesan. Cuando fui a solicitar mi licencia para conducir en USA, con una visa L2 en mi pasaporte, además de tener una visa de turista vigente, la señora que me atendió solo vio la de turista e insistía que no podía obtener la licencia. Entonces le muestro la visa L2, y para no cansarte con la historia, te digo que todo el personal del departamento desfiló y me dijo que ¡NO PODIA! obtener la visa. Así es que a la noche mi marido me entregó todos los papeles, donde consta que él es un residente permanente y que yo estoy casada con el. Cuando al dia siguiente llegué nuevamente al departamento en cuestión, la jefa a grito pelado me dijo "ayer le dije que no podía". Me sentí de verdad discriminada. Luego le pido que vea mis documentos, y le hago la siguiente pregunta ¿Usted sabe que es la I-94? Se trataba de un documento que me había entregado mi marido junto a las demás constancias. No le había preguntado qué probaba, porque no lo advertí. Entonces la jefa me contesta, claro que lo he visto, no soy estúpida, entonces tomó los papeles y se fue de mala manera a tramitar mi ansiada visa. Le juro Doctor o Señor, no se si ya se ha recibido, que nunca me hablaron antes de la I-94. Solamente el astuto e informado de mi marido puede romper a la burocracia en un país tan adelantado como los Estados Unidos.

Ahora le toca el turno a la burocracia de Venezuela. Llega a la Universidad un argentino que tiene residencia permanente en la patria que gobierna don Hugo Chaves. Se entera lo que hacemos con Matías y nos dice. ¡Hola, les saluda un muerto¡ Pues si, yo firmé por el revocatorio presidencial en Venezuela y aunque por la página web aparecía registrado a 2 días de la votación , el día del sufragio no aparecía ni en las listas de las mesas ni en Internet y me quedé con las ganas de votar. ¿Por Qué?, porque a alguien en la fiscalía de la votación se le ocurrió que yo podría estar muerto. Y comenzó lo peor, intentar llevar adelante el proceso de resucitarme a mi mismo. Me toco llevar varias veces una fé de vida, carta de residencia donde surgía que llevaba dos años viviendo en la patria de Bolivar, y otros dos años para que pudiera aparecer en el registro electoral. Ahora voy a sacar el pasaporte y aparece que sigo muerto en la oficina de identificación, y vuelve a repetirse el proceso. Tengo que llevar fé de vida, constancia de residencia, partida de nacimiento, constancia de inscripción en el registro electoral y aguantarme a las no siempre simpáticas empleadas del gobierno.

En la Argentina las cosas no son mejores, lo apura Matías al venezolano. Cuando mi mujer y yo decidimos casarnos, en ese tiempo vivíamos en Buenos Aires, ella tenía 19 años y era huérfana desde los 7. Recién en ese momento, el sistema jurídico apareció preocupado por la existencia o no de un tutor para mi mujer. Estábamos a fines del Proceso militar, allá por el año 1982, viajábamos para encontrarnos, desde Quilmes a La Plata y desde La Plata a Buenos Aires, eso durante meses. Lo cierto es que las actas de defunción de mis suegros quedaron destruidas por la perdida de un caño de agua y eran necesarias, como prueba de que mi novia era huérfana. Dado que ella era menor, necesitaba un tutor que autorizara el matrimonio. Cosas de esos tiempos, ahora los jóvenes son más prácticos, viven juntos y tienen hijos, sin necesidad de un actuario ni que intervenga un cura. Entonces los militares me confeccionaron las referidas actas a cambio de un pequeño "donativo". Pero no pudimos evitar que los policías confundieran el apellido de mi padre con el de mi madre. Bueno, era tal el embrollo que tenía el trámite que decidimos ser pioneros de la mera convivencia informal, sin temor por ello de tener hijos, que son tan personas y con los mismos derechos que aquellos que nacen dentro del matrimonio legal. Ya pasaron veinticuatro años y seguimos juntos. También mis hijos gozan de buena salud.

Algunas veces nosotros mismos nos echamos la soga al cuello, le comenta un amigo mexicano a Matías, al no prever o ignorar las consecuencias futuras de los trámites "raros" por no decir "chuecos", que solemos hacer para "facilitar" el presente. Cuando iba a hacer mi primer viaje a los Estados Unidos, me percaté que no podía demostrar que era mexicano, a los efectos de obtener la correspondiente visa. Todo comenzó porque, cuando mi madre se casó con otro hombre y no con mi padre, en ese entonces yo ya tenía cinco años, entonces la nueva pareja decidió tramitar una nueva acta de nacimiento, como si yo recién hubiera nacido, por razones de ficción social, para no llegar con un hijo de otro padre al matrimonio. De este modo se pretendía "legitimarme" con mis apellidos actuales. Pero por razones de ocultamiento y con la complicidad del funcionario interviniente, se hizo desaparecer el acta original. Claro, no podía haber dos actas de nacimiento de una misma persona. Lo concreto es que migraciones de los Estados Unidos desconfió que yo fuera tan joven, pues según el acta que presentaba tenía quince años, y en verdad tenía veinte. Entonces dudaron sobre mi condición de mexicano, y les pidieron a mis padres que probaran dicha circunstancia por otros medios. La cosa se complicó porque mi madre había empezado a trabajar antes de la edad que la ley lo permitía, y se les había ocurrido a mis abuelos simplemente sacar un acta de nacimiento de mi madre donde constara que ella había nacido dos años antes. Mi madre no representaba ni por asomo la edad que tenía, de modo que parecía mucho más joven de lo que era. Para peor los nombres de mi padre aparecían invertidos en su acta y no coincidían en tal sentido con la mía. De cara a estos hechos la policía norteamericana entró en la sospecha de que, probablemente, aunque mi madre fuera tan joven, ella hubiera estado en un reformatorio y se quería llevarme a vivir a los Estados Unidos. Total que, ya entrados en gastos y a fuerza de andar asesorándonos para tapar los hoyos que crearon las antiguas tapaderas, tuvimos que hacer un acta notarial que dijera que el nombre de mi padre en mi acta pertenece al mismo señor en cuya acta aparece su nombre al revés. Pero dadas las circunstancias "anormales" de todo este caso, no bastaba lo legal para limpiarme de toda sospecha, así fue que, insólitamente, fuí requerido a presentar papeles no oficiales que dieran certeza que desde mi temprana infancia ya respiraba en México, así que tuve que rescatar mi fé de bautismo, boletas de calificaciones de primaria y cualquier otra huella de esas que, imperceptiblemente, dejamos los humanos de nuestro paso por la tierra como gente intachable.

Te propongo que des una clase en la Facultad sobre la burocracia y sus remedios, lo sorprendió un día Matías a Octavio. Estás loco, fue la respuesta del presidiario. Otra segunda excepción al régimen de salidas no me la van a conceder en el presidio. No va a ser una segunda excepción, fueron palabras de Matías. Tu intervención la darás en el tiempo que utilizas para asistir a clase. Entonces me voy a perder una clase, continuo Octavio, asustado de tener que hablar en público, más que argumentando el tema relativo al permiso. La vas a ganar, porque se aprende más cuando se enseña que cuando se estudia, en vez de escuchar al profesor te pones a viajar por el ensueño del universo, si es que la clase no te hace dormir, directamente. Yo nunca fui docente, no se dar una clase, insistió Octavio. Una cosa es estudiar, también es distinto enseñar que hacer una investigación, juntando informes sobre el tema al cual estás avocado.

Yo creía que estabas decidido a hacer una revolución cultural anti-burocrática. Ironizó Matías. No puede haber cobardía para un hombre como vos, llamado a una gran empresa. A construir la catedral del trabajo organizado, participativo, eficiente, el trabajo siempre como servicio social, aunque se encuentre en manos privadas. ¿Qué planeas para dentro de tres años, cuando salgas en libertad Octavio? Acaso encuadernar tu investigación y pretender venderla como lo ha logrado Rowling, la mamá de Harry Potter. Las palabras de Matías eran filosas. Una hoja de fino cuchillo estaba penetrando el enérgico, pero inocente, espíritu del presidiario Octavio, que además se había convertido en estudiante aventajado de abogacía, pero que no quería ser abogado, sino utilizar los resultados de su investigador a favor del cambio social. Se dio cuenta Octavio que no tenía planes para el día después de su injusta prisión. Matías era la espuela que despertaba el potro bravío que llevaba por dentro.

Tenés razón, se le escuchó decir a Octavio. Qué me propones que haga. Pero antes debes conseguir que un profesor me preste su horario de clase para ponerlo a mi disposición. Yo tengo vergüenza de hacerlo. Matías se indignó. Yo no voy a pedir nada a nombre de un hombre capaz como sos vos. Decidí cúal es el profesor de confianza o más adecuado para hacerle vos mismo el pedido. El cambio social siempre cuesta, hay que perder la vergüenza. ¿Tenés un director de investigación, no es cierto, qué papel cumple?

Fue Roberto Bolaños quien comprendió más rápido de lo que ambos amigos suponían, la importancia del pedido de Octavio. Como él era docente a cargo de cátedra, fue en una de sus clases donde el presidiario rompió la virginidad de su primera docencia. No solo utilizó una clase para su informe, sino varias, dado el carís practico que tuvo la experiencia y el interés que despertó.

Octavio apareció la primera clase frente a sus, prácticamente, compañeros de estudios, quienes lo respetaban y estaban expectantes por escucharlo. El Director de la investigación lo presentó y, en forma simple, les explicó lo que haría el presidiario ese día: claro que no lo trató de presidiario. Entonces Octavio comenzó con sorpresiva firmeza, sin titubear diciendo. Empiezo poniéndoles el ejemplo de los montañistas. Su misión es escalar esa alta montaña que nunca nadie a podido alcanzar su cumbre. Es un grupo de cuatro compañeros avezados en esa actividad de escaladores. Ellos iban amarrados a sogas, unidos los cuatro entre si, mientras subían. Aquí tenemos el principio de solidaridad en el trabajo, les señaló a sus alumnos Octavio. Si bien uno de los montañistas era el más avezado, el grupo decidió sortear a quién le tocaría encabezar el escalamiento. Principio de igualdad entre los trabajadores que integran un grupo de trabajo. El jefe virtual, muchas veces el jefe formal, si se trata de una oficina, sea pública o privada, se coloca en posición de igualdad, porque ello despierta la sagacidad de todos, a la búsqueda de hacer descubrimientos útiles para superar obstáculos. De aquí nace el principio del reconocimiento del otro, clave en toda convivencia humana, cuando no está gobernada por los celos ni la envidia.

A esta altura ya había varias manos levantadas para hacer preguntas. A ver vos, Jorge Luis, le dijo Octavio, al primero que había hecho el inequívoco signo, que me dices. ¿Yo entiendo bien que en las oficinas públicas el jefe puede ser un acomodado, entonces no saber más que sus empleados, pero, cuando no es así, cosa común en la actividad privada, no es bueno que el que más sabe sea quien conduzca el grupo? Lo real, fue la respuesta de Octavio, es que todos los hombres, estemos o no en un grupo de trabajo, ignoramos infinidad de cosas, aun los más sabios. Caso de Sócrates, ¿lo recuerdan? Todos los alumnos asintieron con la cabeza. Bueno la clave del progreso, de la solución del conflicto entre los hombres, es "mirar lo que no veo". Dijo esto con énfasis, como para que no se les borrara el tema al grupo de alumnos que lo escuchaba. Este es uno de los principios cardinales de esa técnica para la buena organización del trabajo -también para cualquier tipo de convivencia- que se conoce con el nombre de "gestión de calidad". El silencio de la clase estaba mostrando el interés que despertaba en los alumnos lo que Octavio estaba diciendo. En el "mirar lo que no veo", volvió a enfatizar el presidiario, radica la gran medicina para la ignorancia. Seamos humildes, reconozcamos, como lo hizo Sócrates, que aunque seamos sabios, nada sabemos de lo que ignoramos, que siempre es necesariamente más de lo que sabemos.

Otra mano levantada dio lugar a una segunda pregunta. ¿No entiendo bien cómo es eso de que necesariamente aun los sabios conocen menos de lo que ellos saben? Es muy cierto, respondió Octavio, a poco que nos pongamos a pensar, advertiremos que la realidad es siempre cambiante, no solo la realidad social, porque también cambia la naturaleza, mucho más frente a la devastación que genera en nuestro tiempo la permanente contaminación ambiental. Si logramos mirar dónde está el problema que nos aqueja, o el peligro que genera una situación, aunque todavía no hayamos sentido sus efectos nocivos, cuanto progresaríamos los seres humanos en la realización de nuestros objetivos, cuantos descubrimientos haríamos, cuan felices seríamos.

Bueno, continuó Octavio, si no hay más preguntas, avanzo en esta breve introducción al tema de la organización del trabajo, para superar los dañinos efectos de la burocracia. Comencé con el ejemplo del montañismo, porque me parece un ejemplo simple. El grupo comenzó a andar, el de adelante buscaba dónde colocar el pie para poder avanzar, pero como a veces el de atrás, cualquiera de ellos, desde su respectiva perspectiva, tenía una perspectiva mejor que el delantero, la voz de alerta venía con frecuencia del lugar menos pensado. Así fueron avanzando, paso a paso, logrando, de ese modo, dar satisfacción a otro principio fundamental de la "gestión de calidad", no otra que la llamada "mejora continua". Aquí tengo que decirles que para dar satisfacción plena a la mejora continua no nos sirve del todo el ejemplo de los montañeses. ¿Por qué, se escuchó al fondo del aula? Porque los montañeses, cuando lleguen a la cumbre, ya no pueden ir más lejos, en tanto que toda actividad humana siempre se puede mejorar en algo. Ese es el gran desafío de la ciencia, el motor de la historia me parece. Por hoy me parece suficiente. Se le escuchó decir al injustamente condenado. La próxima reunión nos ocuparemos de algún caso práctico.

Octavio abrió la segunda reunión haciendo referencia a un caso notable, ocurrido en España, que él había leído como noticia destacada en el prestigioso diario El País, que le había facilitado Matías. De entrada el título de la nota hablaba por sí sola. "La indiscreta basura judicial". Yo pensé que se trataba de mala limpieza, pero lo de indiscreta picó mi curiosidad. El subtitulo daba más pistas, pero no tanto "El hallazgo de papeles de juzgados en la calle confirma que la ley de protección de datos no se cumple". Qué papeles serían esos, comentó Octavio. Entonces refirió que la nota hablaba de episodios reiterados ocurridos en la Justicia de España, de un contenido surrealista sorprendente. Escuchen Ustedes. Periodistas de la tevé española, habían encontrado en los basurales de Madrid, Sevilla, la Coruña, Valencia y Barcelona, documentación de tribunales aledaños, con datos vinculados a la intimidad de personas que tramitan juicios en sus estrados. Esos datos estaban referidos a peleas conyugales, con indicación de teléfonos y domicilios, un desalojo de vivienda por no pagar el inquilino, declaraciones sobre rentas personales, informes médicos sobre el estado de depresión o esquizofrenia, informes de un psicólogo sobre acreditando malos tratos o abusos sexuales, la historia detallada de una relación de pareja, todo ello sacado de los legajos que se guardan en las respectivas oficinas de los tribunales judiciales. Primera observación, destacó: la burocracia judicial encargada de la custodia de semejante información sensible, omitía tomar los recaudos correspondientes, para evitar que los referidos datos, no sabemos si copias de ellos o de actuaciones arrancadas de los expedientes, pudieran encontrarse abandonadas en tachos de desperdicios de las respectivas ciudades. Para peor, cercanas a los tribunales de donde provenían.

Aprovechando el estupor de los alumnos, que escuchaban sin chistar, Octavio continuó con su informe. En la nota de El País, la periodista Mónica Belaza se preguntaba ¿se trataba de un error de algunos empleados? A ella "no le parece, a juzgar por la cantidad ingente de papeles con datos de carácter personal…Más bien parece, agrega Mónica, parece ser otro problema de los infinitos de la justicia de España". Bueno, agregamos nosotros, sostiene Octavio, es cierto que resulta insólito que unos empleados, de distintos tribunales del país, hayan cometido semejante delito. Un caso aislado puede darse, pero tantos, suena a actividad de gente interesada que ha actuado con la finalidad de que, divulgado el contenido de esos papeles o documentos, se desacredite al involucrado en ellos. De todos modos, no cabe duda que ha sido fracturado el sistema de seguridad que debe reinar en todo tribunal de justicia y, en tal sentido, o el sistema es deficiente en su totalidad, lo cual habla pésimo de la organización de la organización judicial española, o lo es en particular en los tribunales afectados, de modo tal que la mala praxis está referida al personal del respectivo juzgado. De todos modos se trata de una mala praxis por omisión en la custodia, que desnuda los efectos producidos por el ogro burocrático en ese país.

Sigamos con el análisis del caso, se le escucha decir a Octavio. En la nota se informa que el Director de la Agencia Española de Protección de Datos, don Artemi Rallo, ha propuesto que se cree una Comisión Multilateral Oficial para que tome medidas que garanticen la intimidad. Entonces Octavio observa: si esas medidas no existen desde que se dictó la ley de protección de datos personales, la insuficiencia del sistema tutelar español resulta sorprendente. De todos modos ningún Juez necesita de una ley especial en tal sentido, para remediar tan grave problema, salvo que no obstante solicitar muebles especiales, los mismos no se los hubieran enviado. Por eso sorprende que el citado Sr. Rallo haya manifestado, según lo dice la nota periodística, "que cualquier juzgado debería tener reglas estrictas y claras para proteger los datos de los ciudadanos". No nos parece que falten reglas, sino cuidados de hecho para evitar la divulgación en basurales de datos íntimos. Pero lo que resulta insólito, no para un especialista en el tema, sino para el sentido común, es que en la nota periodística se manifieste: "Lo cierto es que el Consejo General del Poder Judicial carece de un protocolo de medidas de seguridad aplicables en todos los juzgados y tribunales y cada uno se organiza como quiere y puede". De ser esto así, queda claro que si dicho Consejo entiende que no tiene ese tipo de potestades reglamentarias, la omisión burocrática se encuentra en la propio poder legislativo de España, es decir en el Parlamento que lo gobierna. Como bien nos ha ilustrado el padre de la gestión de calidad, una regla clara del sistema, que se comprueba en este caso, es que "todo aquello que no quiera la cabeza, no va a ser querido por el cuerpo".

Bueno, continua Octavio, debo decirles que El País de Madrid agrega que "en el caso de los papeles hallados en las calles de Madrid, algunos eran de un juzgado de violencia de género e incluían datos de víctimas y agresores, solicitudes de órdenes de alejamiento e informes médicos y psicólogos". Siendo esto así, resulta claro que había interesados en que se divulgaran estos datos. Las mujeres víctimas, no parece que tuvieran interés de quedar desprestigiadas, tampoco nos cierra que el autor de la agresión quiera que la comunidad se entere que es un hombre golpeador. El caso resulta claramente insólito y surrealista. ¿Es razonable pensar que alguien piense que es factible divulgar datos echándolos a un tacho de la basura?

Lo cierto es que, continua Octavio, la nota de la periodista agrega que "en cualquier caso, no hay más que darse una vuelta por cualquier juzgado de España para ver que la Ley de Protección de datos no se cumple". Esto significa que existe un protocolo de protección, entonces, o es insuficiente o no se sabe interpretar su correcta aplicación. Mucho más si la nota continua diciendo que "muchos expedientes judiciales incluyen datos sensibles, que gozan, según la Ley del máximo nivel de protección. Deberían estar en armarios o archivadores cerrados con acceso limitado y siempre cerrados con llave". Si esto último es lo cierto, entonces el Gobierno español no ha cumplido con la ley, o la falla es del personal del respectivo tribunal.

La periodista, en su valiosa y colaborada denuncia, sostiene dos cosas muy importantes. Por un lado que se carece de un documento de seguridad, que sea obligatorio ¿Para el Parlamento dictarlo o para el tribunal aplicarlo? Sobre cómo hacer reproducciones o cómo destruir los documentos. Nada de esto ocurre afirma la nota. "Los expedientes están a la vista de cualquiera que acude a una oficina judicial. En ocasiones se acumulan por los pasillos o por el suelo". Esto último, de ser cierto, constituye una denuncia clarísima de que es la burocracia judicial española, quien actúa por omisión como el ogro burocrático denunciado por Kafka.

El colmo denunciado en la nota publicada en El País es que allí se afirma "No es la primera vez que aparecen datos judiciales en la basura, pero uno de los problemas que se plantean en estos casos es que la Agencia Española de Protección de Datos no puede sancionar a la Administración". Es decir que si ello es así, al crearse dícha Agencia sin poderes efectivos de control, se ha incurrido en una super-actuación burocrática, a partir de la cual se gasta en oficinas sin poder alguno en relación con la finalidad para la cual ha sido creada. No es un buen ejemplo España para los países de hispano américa, que siempre la tienen como madre ejemplar, pero resulta claro que no en este caso. Se trata de la "consagración de la burocracia judicial", muy lejos de ser la "consagración de la primavera", esa magnífica obra literaria escrita por por Alejo Carpentier.

Digamos, señala Octavio, que una de las claves de la burocracia es "el secreto administrativo". Los organismos administrativos ocultan a la gente información pública. Es por eso que no basta con la acción judicial de habeas data privado, es decir el derecho que tenemos cada uno de tener acceso a la información que nos concierne. La lucha contra la burocracia se ganará cuando se logre garantizar la transparencia de las funciones administrativas, abriendo su secreto, cuando cualquiera lo pida. El País de España nos informa, el 27 de octubre del 2008, que el 78% de los pedidos ciudadanos para tener acceso a información sobre los trámites administrativos, no reciben respuesta en ese país. Está en trámite una ley en España para abrir la información pública, como lo está en la mayoría de los Estados europeos, lo cual tampoco ocurre en América Latina.

En la sala de profesores Octavio le comenta a Matías: Veo que en todas partes se cuecen habas y en mi casa a calderadas, como hubiese dicho mi difunto abuelo. .Eran palabras de una salerosa española, por supuesto. Entonces Matías se apresura a decirle a su amigo: paso a relatarte lo que me ha contado un simpático catalán que le ha ocurrido. Lo hago con su curioso y significativo discurso. "Alegren sus corazones y sonrían, mis queridos sufridores de la burrocracia, perdón quise decir burocracia. Vivo en Barcelona, capital de la Comunidad autónoma de Cataluña, que a su vez integra el Estado Español…solo decir que en España somos 17 comunidades autónomas…con su burocracia, sus papeleos y sus peculiaridades regionales (idiomas incluidos). Para unas cosas necesitas papel de un sitio, para otras de otro y para pagar en todas partes. No les extrañe si los españoles estamos algo alterados, esto no hay cuerpo que lo aguante"

Cuando se reencuentra Octavio con sus alumnos les dice: es notable la información que brinda el diario madrileño El País sobre el pésimo funcionamiento de la Justicia española. Cumple un invalorable servicio, no solo a su país, sino para todos aquellos otros lugares del mundo donde el ogro burocrático carcome los derechos de la gente. Esa es la gran virtud que tiene la libertad de prensa cuando se ejerce sin temores, con mucha información y sin sectarismo. Les voy a seguir relatando casos de daño burocrático tomados de El País.

"Justicia tardía e inane" es el título de una nota donde se critica duramente a la Justicia de España frente a su desempeño en el llamado "Caso Funeraria". Se trata de la privatización del 49% de la Empresa Municipal de Servicios Funerarios de Madrid, estallando un escándalo cuando se conoce que dicha privatización se ha realizado por un monto irrisorio, prácticamente se ha entregado por unas cien pesetas lo que valía más de mil doscientos millones. Ello fue así porque el Teniente de Alcalde que firmó la operación lo hizo condonando la deuda que tenía la Empresa de más de dos mil millones de pesetas. Quince años demoró el juicio, por lo tedioso y demorado del trámite, puramente burocrático, de modo tal que los principales responsables fueron absueltos por prescripción y solamente fue condenado el referido firmante de la privatización, a una pena de dos años y un día de inhabilitación, a un hombre que como tiene ya 79 años, seguramente nunca ejercerá más ese cargo. Se trata, dice El País, de una condena simbólica, que consagra la impunidad y agrega que se trata de "uno de los efectos rocambolescos, por no decir bochornosos, de esta justicia tardía, con tres funcionarios absueltos, no obstante que la sentencia reconoce que ha quedado probado que ellos cometieron tráfico de influencias, falsedad instrumental y fraude a la Hacienda Pública".

"Burocracia del Siglo XIX para una urgencia del XXI" reza El País, y seguidamente relata la grave situación por la que pasa España, porque los profesionales médicos españoles se marchan al extranjero por miles, en búsqueda de mejores salarios. Entonces España tiene que apelar a médicos de otros países, especialmente de Latinoamérica. Frente a una necesidad imperiosa, donde está en juego la salud y vida de la gente, el trámite de revalidación del título no es automático, como ocurre en Gran Bretaña y Portugal, sino que dura de seis meses a dos años. El papeleo es infernal, la Comisión que controla las especialidades se reúne sólo dos veces al año. Si no te homologan la especialidad tienes menos posibilidades de conseguir trabajo". Te pasan de ministerio a ministerio. Un italo-argentino asegura que, "según su experiencia, solo uno de cada diez personas obtiene la reválida".Un ginecólogo colombiano sostiene que el proceso de reválida puede durar cuatro años. Una solución sería permitirles a los médicos trabajar a prueba de inmediato, bajo estricto control de los Colegios Profesionales: luego del año se les puede otorgar la reválida definitiva. El País informa que Gran Bretaña ha llevado adelante un programa de captación de médicos extranjeros, donde se les ofrece casi cuatro veces más dinero que en España, por el mismo trabajo. Una suerte de piratería médica moderna, sugiere Octavio. Para superar el grave problema de falta de médicos, en Cataluña se apelo a los llamados MESTO (Médico especialista sin título oficial), que terminó seis años más tarde con la homologación de más seis mil médicos, luego de superar un examen. Lo cierto es que lo que no han advertido en España es que con sistema de control de calidad certificado, en función de los resultados, ese problema no existiría. No es un tema de papeles, sino de saber realizar un diagnóstico y un tratamiento correcto, con seguimiento del paciente.

"Colapso en los juzgados que ejecutan sentencias penales". Es el título de una nota periodística que impresiona. "A finales del 2007 había en España docientas sesenta y nueve mil cuatrocientas cinco ejecuciones de sentencia en trámite". Con reos que aun no han purgado su pena. El Pais destaca el caso de "Mari Luz, la niña de Huelva asesinada por un pederasta condenado que debía estar preso, pero que sigue libre por la descoordinación en uno de esos juzgados". La pequeña salió de casa a comprar palomitas no volvió. Su asesino fue un pederasta que luego de violarla la mató. El asesino estaba condenado por abusar de su propia hija. Frente al problema el Consejo General del Poder Judicial dispuso, en el 2005, designar más jueces y funcionarios, medida que, sostiene el diario, "aunque han frenado el atasco, y en algunos casos lo han mitigado, se han revelado insuficientes". El informado Octavio les pregunta a sus alumnos ¿Sabrá el Consejo que la catalana Elena Cano García se ha doctorado con una tesis sobre "gestión de calidad" en la educación, y que sus conocimientos son aplicables a cualquier organización estatal? No se trata de nombrar más jueces o mas funcionarios, ni con cambiar el sofware, ni con comprar más computadoras. De la nota periodística surge que en el 2007 un juzgado de Baleares tenía más de ocho mil sentencias en trámite: el más saturado de España. Sólo los tribunales del País Vasco están por debajo de la media de 3100 expedientes pendientes de ejecución. Se sostiene que en Madrid tres juzgados acumulan treinta y cinco mil sentencias sin ejecutar: la mayoría de los casos se trata de delitos vinculados a la violencia machista. También se da el caso de juzgados no especializados, que al mismo tiempo juzgan y ejecutan, lo cual agrava el problema. El informe concluye con el dato de que sumadas las ejecuciones de faltas a las penales, en el 2007 había un acumulado de cuatrocientas tres mil ejecuciones en trámite, es decir no ejecutadas. Camino a la impunidad, señala Octavio.

El clamor por la mora judicial es generalizado en España. Si el tema se vincula con menores el problema es mucho mayor. Seis mil sentencias vinculadas con menores no se ejecutan por falta de medios, el Poder Judicial detecta que faltan centros especializados, educadores y medidas terapéuticas. No hay donde realizar arrestos de fin de semana. Siempre faltan plazas para atender casos concretos. La libertad vigilada no es controlada, de modo tal que el sistema no funciona. La resocialización resulta una utopía. Este es el realismo trágico que nos relata El País. Nosotros volvemos a lo mismo, sostiene Octavio: hay que mirar lo que no vemos y no lo hacemos nunca, porque nunca participamos todo el grupo de trabajo en el nuevo diagnóstico, ni en la propuesta de soluciones nuevas.

Claro que no solamente se trata de mora en la resolución de los conflictos por parte de los tribunales. El carma de la burocracia, lo subraya Octavio para que los alumnos se enganchen con el tema, es que la falla radica en la falta de control sobre los resultados de las decisiones que los jueces toman. Un hábil abogado acostumbrado a cometer delitos y estar siempre en libertad, convence al Juez que le de permiso para visitar a su familia, solamente por cuatro días, diciéndole al magistrado de que el arraigo social de su núcleo familiar, es garantía suficiente de que él no piensa escaparse. Está claro que un juez, para poder serlo, no puede ser un incauto. El abogado en libertad se fue de inmediato a la oficina migratoria donde se expiden los pasaportes y logra la autorización para viajar de inmediato. Seguramente alguien aíin al detenido hizo un trámite previo que no generó sospecha alguna. Tampoco las dependencias policiales intervinientes tenían registrada la situación legal de quien estaba solicitando autorización para huir de la carcel. Todo el sistema judicial, policial y migratorio de España está involucrado en tamaña torpeza ¿o es que existe corrupción generalizada en el sistema, lo cual es más grave aun? Cuando se le consulta a la policía reconoce que no había constancias en los ordenadores de las fuerzas de seguridad (es decir de inseguridad) que por orden judicial se le debío retirar el pasaporte. Es decir que el olvido de un trámite administrativo de esa naturaleza, produce un daño social aun mayor que la mora en la resolución de causas en relación con las partes involucradas en el juicio. Pero la policía no podía ignorar que el habil abogado estaba preso, porque si no tiene el registro de los encausados y encarcelados, la inhabilidad del sistema es integral. Y esto involucra a toda España, porque la prisión se encontraba en la Coruña, más precisamente en Teixeiro, y los pasaportes se autorizan en Madrid. Busquen Ustedes El País del 30 de agosto del 2008 y lean en detalle los antecedentes que les estoy refiriendo, aclaró Octavio.

Pero el tema de la violación de menores y qué hacer con los violadores no preocupa solamente en España. El diario La Nación de Buenos Aires nos informa que la Justicia argentina "anuló una condena a diez años y medio de prisión dictada contra un hombre que había abusado sexualmente de tres chicas menores de 13 años". Fíjense con qué argumentos de índole burocrática se dispuso la anulación de la condena: las menores habían dado su testimonio sin que los abogados defensores del violador pudieran controlar sus testimonios. Es decir no se le pudieron hacer preguntas a las menores. En consecuencia se dispuso que el juicio debía comenzar de nuevo y volver a someter a las menores al suplicio de un nuevo interrogatorio. El fallo de la Cámara de Casación Penal argentino no fue unánime, para uno de sus integrantes, al haberse violado la garantía de la defensa en juicio correspondía absolver al presunto violador. Los otros miembros del Tribunal entendieron que correspondía la nulidad del juicio, pero que se debía realizar un nuevo juicio. De este modo el criterio burocrático de la interpretación del derecho por parte de los jueces, genera un doble perjuicio: por un lado dilatar la resolución del caso en perjuicio del postulado de eficiencia judicial, que es un derecho público de la sociedad: un derecho público subjetivo de la sociedad como ente colectivo, diría el convencional constituyente Bartolomé Mitre en 1860. Pero, no menos grave,resulta someter a las menores, que son las víctimas, a un nuevo sufrimiento, haciéndolas revivir los duros momentos vividos por ellas, que duda cabe. El violador había sido condenado por haber violado cuatro veces a una menor de diez a doce años, bajo amenazas de muerte, para ella y para sus padres, si ella hablaba. El violador vivía con su novia en una habitación alquilada al padre de la menor. Las otras menores violadas eran de menor edad aun: de no más de nueve años. Las únicas pruebas que tuvo el tribunal que condenó al violador eran los testimonios de las menores, tomadas con una Cámara Gesell, de modo tal que los funcionarios judiciales pudieron ver y escuchar el interrogatorio sin ser vistos por las menores. Debemos suponer que simultáneamente la referida audiencia fue filmada: si no se hizo se cometió una grave omisión judicial, suficiente para justificar su remoción del cargo. No cabe duda que el Fiscal interviniente también tiene responsabilidad por no haber exigido la presencia del defensor del acusado. Los fiscales no solamente deben acusar sino velar por el debido proceso. No podemos olvidar que la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que tiene jerarquía internacional en la Argentina, impide la revictimación de los menores. Nos preguntamos, la filmación del interrogatorio, desde varios planos, no permiten al defensor del acusado impugnar el testimonio de las menores. En qué va a cambiar un nuevo testimonio tomado con Cámara Gesell, donde el defensor tampoco es visto. La diferencia está en que el defensor no puede hacer "repreguntas a las menores", esto es evidente. Entonces, si hubo error judicial, nos preguntamos ¿no corresponde superar ese error judicial permitiendo que las preguntas se las haga el defensor del acusado al defensor de las menores? Claro, no es lo mismo, pero si las preguntas generan el beneficio de la duda a favor del acusado, entonces hay que absolver. Pero si de las preguntas resulta claro que no son otra cosa que una es simple chicana, entonces hay que condenar. Porque si las preguntas fueron claras y las respuestas también lo fueron, y, además, coincidentes y convicentes, nos volvemos a preguntar ¿no basta con el testimonio de las víctimvas para disponer una condena por violación, sobre todo teniendo en vista que nunca se podrá conseguir otro tipo de prueba por la índole del delito? Estamos en la puerta de consagrar la impunidad en múltiples casos de violación. De última, si realmente hay dudas después de realizar la ronda de repreguntas al defensor del acusado, bueno, entonces sí nos parece que la protección de la sociedad establece la justificación de que las menores sean nuevamente repreguntadas, con asistencia psiquiátrica, porque los derechos del pueblo justifican el costo psíquico que pueden sufrir las menores, porque resulta más grave la impunidad de ese grave delito, frente a la posibilidad de que en el futuro sufran daño otras menores.

Lo importante es debatir estas cuestiones, en foros científicos interdisciplinarios. No dejar todo sometido al escueto campo de un trámite judicial. No importa que nos equivoquemos cuando nos involucramos en la discusión. Sí importa omitir el debate social especializado, porque, de ese modo, no estamos ayudando, ni a los jueces para que sepan cómo deben proceder en el futuro, ni a la sociedad, que quiere encontrar en el derecho un camino consistente para lograr Justicia.

Asi terminó una clase que no hizo más que todos salieran picados por el interés de seguir profundizando el tema. Sigamos eslabonando casos en la dinámica escuela propuesta por Octavio.

"No sé quién me maltrató más, mi ex marido o el juez Ferrín" es el sonoro y detonante título de una nota firmada por Maruja Ruiz del Arbol, en El País. Así comenzó Octavio su nueva clase. Es que una joven madre española hace dos meses que obtuvo la guarda y custodia de sus dos hijas de trece y quince años, después de cinco años de no estar con ellas. Todo ese tiempo lo pasaron con su padre, sobre el cual pesaban tres órdenes de alejamiento por malos tratos a su mujer, en el caso de una de ellas el mal trato fue calificado como delito. Señala la nota que el juez de familia interviniente era el mismo que había impedido que dos lesbianas adoptaran un menor. Octavio detuvo el análisis para señalar: claro que nos parece que esto último bien puede ser comprendido, en función de la protección del menor. Contesten ustedes está pregunta, les dice a los alumnos ¿es bueno para los menores tener dos madres Lesbianas? ¿Estamos frente a un caso de discriminación de la homosexualidad? La clase debatió durante largo tiempo la difícil solución de semejante tema. Resulta que el juez fue suspendido porque fue querellado por las lesbianas, por dilatar el procedimiento.

Pero dejémosnos de mescolanzas, señala Octavio. Volvamos al caso de la madre golpeada. El fundamento del juez para retirarle la tenencia de sus hijas a la madre fue que se trataba de "una madre manipuladora". En los fundamentos el juez omitió, sostiene el diario, toda referencia a las golpizas del padre, alguna de ellas calificada como delito. Luego resulta que la madre volvió a formar pareja, nada anormal, por cierto, pero como la madre dispuso irse a otra ciudad, llevándose las hijas, entonces el juez consideró que ese comportamiento no era ejemplar, sino dirigido a distanciarlas de su padre. Ese fue el argumento que uso el juez para quitarle la tenencia de sus hijas a la madre. Pero lo peor para la madre no pasó aun, porque luego el juez, no solo le retiró la tenencia sino que le prohibió todo tipo de comunicación, a partir de un dictamen psico-social según el cual la madre sufría un síndrome parental, es decir que se había dedicado a enfrentar a sus hijas con su padre. Luego intervino, por suerte, la Fiscal General de la Violencia, estudió el caso, y llegó a la conclusión que el referido síndrome no tenía reconocimiento por parte de la Organización Mundial de la Salud. Esto determinó, al fin, que pudo terminar el suplicio de la madre desposeída sin razón de sus hijas, recuperó la tenencia y se estableció un régimen de visita a favor del padre. Una resolución que no tuvo porque ser demorada cinco años.

Ahora tenemos el "El caso de la mujer golpeada que terminó asesinada por su marido", se le escucha al profesor. Las disfunciones judiciales españolas, señala El País, han cobrado la vida de la argentina Sylvina Basan, también la del marido y la de otra persona. Sylvina era consciente del peligro que corría, ella y sus abogados se lo señalaron al Juez de Violencia sobre la mujer de Torrejon de Ardoz, en Madrid. Pero de nada sirvió. Su marido era un sargento del Ejército, de esos hombres que se piensan que el uso de armas por razón de su profesión lo autorizan a usarlas para descargar su ira sobre su mujer. Dos años de acoso permanente sufrió Sylvina, tanto que ella optó irse a Guadalajara, para huir de él. Esa huida generó la fatalidad, el marido la buscó, la encontró junto a la nueva pareja que había formado, les desarrajó un tiro a su mujer y a su acompañante, luego se suicidó. Todo ello delante del pequeño hijo del asesino y de su víctima. El juez denegó todas las peticiones de protección de la victima, incluso que le hicieran una prueba psiquiatrita a su marido. No se averiguó si el marido portaba armas. Lo increíble es que la Comisión Permanente del Poder judicial, luego de la tragedia, excusó de toda responsabilidad procesal al Juez y dispuso archivar el caso. Sin embargo reconoció que había habido "un mal funcionamiento de la Administración de Justicia en este caso, que una funcionaria letrada con poca idoneidad llevaba la causa, que la Fiscalía pidió que se archivara la causa, que la psicóloga consultada había negado que el marido fuera un maltratador. Para colmo El País informa que en la causa intervinieron cuatro jueces, además del Fiscal: ninguno fue responsable de nada para el órgano de control, que le recomendó a Sylvina "superar los conflictos de pareja". No olvidemos el luminoso pensamiento de Edward Deming, padre de la gestión de calidad. "lo que no quiere la cabeza, no lo quiere el cuerpo".

Dejemos de lado el relato de casos preñados de burocracia, señala Octavio en el aula, quiero destacar que las estadísticas en España indican que también las mujeres están involucradas con la violencia familiar: unas diez mil seiscientas tienen condenas firmes, frente a ciento diez mil hombres con ese tipo de condena, es decir un diez por ciento. Resulta importante destacarlo. Octavio sigue demostrando que estudia permanentemente en beneficio de sus objetivos.

Pongámosnos a considerar la realidad humana a partir de ella misma, les dice Octavio a sus alumnos, y luego qué solución propone la Justicia a casos perversos de hombres o mujeres que violentan la sociedad con sus personalidades bestiales. Un caso típico es el de los violadores compulsivos de menores. Según nos informa El País de España, Alvaro tiene veintiséis años y es un violador, de esos pederasta que gozan con menores. Mucho mas que de menores, de bebes con pañales El brutal personaje confesó ante la Justicia, sin titubear, que había abusado de cinco menores de dos años de edad, lo hizo premeditamente, tanto que filmaba su atrocidad para compartirlas luego con sus amigos. Pero no puedo traerles a Ustedes las películas porque no resultan de facil digestión

¿Hubo penetración anal en un bebe con pañales? Preguntó un alumno. No, respondió el depravado: solamente le coloqué el pene, por debajo del pañal. ¿Eso daña la psique del niño? Nueva pregunta estudiantil. Bueno, que eso lo diriman los especialistas, los psiquiatras, los que saben… Entonces Octavio fue más allá y se preguntó en voz alta ¿Habrá foros de especialistas que han discutido esta cuestión? Sobre todo qué hacer con esas personas: se escuchó desde el fondo del aula.

Lo único que se, agregó Octavio, es que el violador de niños con pañales y sus amigos, en las audiencias donde los llevaron a declarar, cuando vieron los videos se mantuvieron fríos, indiferentes, parecía incluso que volvían a gozar. Ninguno pidió perdón a los padres presentes. Como el trámite del juicio ya llevaba doce años, y esta cuestión sí esta vinculada con la burocracia judicial, aunque también al tema de la prueba, que no es lo mismo. Porque si no hay pruebas no se puede condenar a nadie. Octavio no olvidaba su rol de instructor pedagógico. Bueno, quería decirles que los niños con pañales ahora tenían doce años y también estuvieron en la sala de audiencias. A ellos sí que se los advertía repugnados.. ¡Que absurdo dijo un alumno en vos alta: ¿cómo dejan que los menores que fueron víctimas estén presentes? Porque la burocracia no piensa: se le escuchó decir a Octavio. Cuando se dieron cuenta, después de haberlo permitido, no los dejaron estar más en las ulteriores audiencias.

Un alumno levantó la mano para preguntar ¿a los amigos del violador, de que los acusaban? Se trataba de un grupo de pederastas -contestó Octavio- entre ellos se intercambiaban archivos, para luego gozarlos juntos. Se los acusaba de distribución de material obsceno, ninguno de ellos tiene más de treinta años, agrego Octavio. Pero, de última, todos ellos eran vejadores de niños.

Entonces otro alumno también hizo señas de querer hablar: y los padres de los bebes con pañales ¿Dónde estaban? Cada miembro del grupo era amigo de padres que tenían bebes, intimaban tanto hasta lograr que se los dejaran para cuidarlos, cuando ellos salían de noche. Cosa bastante normal: aclaró Octavio. Para quien había programado abusar del bebe y filmarlo todo, a partir de allí la cosa era demasiado fácil: sabía perfectamente del tiempo que disponía. De modo tal que cuando regresaban los padres, todo estaba perfectamente en orden: el bebé con pañales dormía. Se ha portado maravillosamente bien, les informaba el depravado a los padres. ¿Cómo sospechar de nada?

Entonces el tema de la clase cambió de dirección. ¿Cual es la pena que se merece esa gente? Se escuchó lo mismo en toda la clase. Se trata de un tema muy complicado, contestó Octavio. Bien sabemos que la cárcel no reduca, que lo más frecuente es que los liberados salgan aun perfeccionados, por lo que le escuchan a sus compañeros delincuentes, dispuestos a volver al delito. Imagínense en estos casos. De la pena de muerte no hablemos: está prohibida por los tratados internacionales y hay múltiples argumentos para no cambiar de posición. En caso de prisión perpetua, ella tiene límites siempre. Es decir que la hipótesis de un violador en libertad es harto frecuente. En el caso que hemos consideramos, un caso real obviamente pues fue sacado de un relato periodístico, el principal responsable fue sincero por una vez y dijo "Practiquen conmigo la castración química, porque yo no me puedo contener a mi mismo". Lo que sabemos, agrega Octavio, es que la castración química evita la erección, pero no quita los deseos de tener algún tipo de relación con el menor. Además ese tipo de castración precisa de un tratamiento permanente, si se abandona, los tiempos retroceden al pasado: es decir a la perversidad.

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