La resolución de conflictos en el acuerdo de Belfast y el Pacto de Estella (página 3)
Enviado por Ing.Licdo. Yunior Andrés Castillo Silverio
Aquí, encontramos nuevamente diferencias entre las condiciones que dieron lugar a ambos pactos objeto de estudio en la tesis, pues el texto norirlandés se fragua en un contexto básico de ausencia de violencia -nos referimos a la republicana, ya que los radicales unionistas no abandonaron esa práctica- y menciona el asunto del abandono y entrega de las armas de los grupos paramilitares; mientras que el texto de Estella se aprobó sin que el radicalismo nacionalista renegase de los métodos terroristas. Otra cosa bien diferente es el escenario que señala el propio Pacto de Estella; en este caso, sí aboga por la necesidad de dialogar en ausencia de violencia:
"El proceso de negociación y resolución propiamente dicho, que lleva implícitos la voluntad y el compromiso de abordar las causas el conflicto, se realizaría en unas condiciones de ausencia permanente de todas las expresiones de violencia del conflicto."[122]
¿Cuál es el significado de la violencia, por qué se recurre a ella, por qué no se renuncia tan fácilmente a ella? A este interrogante podemos responder que hay una triple razón, en función del carácter de dicha violencia:
Instrumental: la violencia es un instrumento utilizado para tratar de incapacitar al adversario e imponer la voluntad propia sobre la suya.
Reactivo: la violencia puede ser resultado de la frustación, del odio, o de la venganza.
Épico: la violencia puede ser una oportunidad para alcanzar la gloria y el honor de la victoria (triunfalismo) o del fracaso (victimismo).
Cuando el nacionalismo republicano norirlandés decidió abandonar las acciones armadas, uno de los motivos que le empujaron a ello fue la consciencia de la imposibilidad de imponer su voluntad sobre la unionista y británica. Ese abandono de la violencia fue también una contención del carácter reactivo de la violencia, así como del victimismo, que, sin embargo, continuó ejerciendo el unionismo.
En el País Vasco, el nacionalismo radical no abandonó el ejercicio del terror salvo por motivos tácticos (situación de inferioridad); y el nacionalismo vasco, en general, tampoco se resistió a abandonar el efecto reactivo ni el victimismo tan frecuente en su retórica; en realidad, la comunión de objetivos a largo plazo de ambas corrientes nacionalistas legitimó la violencia ejercida por el sector radical.
¿A qué violencia nos estamos refiriendo? Podemos establecer una clasificación teórica[123]tomando como referencia la forma de operar de quienes la ejercen; el esquema siguiente (Tabla 2.3.) representa las clases de violencia, de cómo actúa y de los efectos que produce.
A la vista de todo ello, ¿cuáles son los factores que generan y, en su caso, perpetúan la violencia en todo conflicto? Según Johan Galtung, las estructuras que no satisfacen necesidades básicas; las culturas que justifican la violencia; y los actores que instrumentalizan a su favor el ejercicio de la violencia.
De entre los métodos que sostiene Galtung para eliminar la violencia durante la resolución de un conflicto, hay uno íntimamente vinculado a la voluntad del "agresor": el convencimiento de que todas las partes implicadas resultan perjudicadas por la espiral de violencia conocida como "acción-represión-acción". Y, sin embargo, aun ese estadio se puede alcanzar mediante la imposición de la voluntad del contrario. Por tanto, un nivel suficiente de imposición (para lograr el convencimiento, o para conseguir el embargo de armas, la desmoralización, la evacuación o el internamiento, etc.) desempeña un papel notable en el abandono de la violencia por parte de quien la utiliza.
En Irlanda del Norte, la constitucionalización previa al Acuerdo de Belfast que se produjo en el movimiento republicano se derivó, entre otras circunstancias, del convencimiento de que la violencia no le permitiría alcanzar objetivo alguno. La razón por la que en el País Vasco no se produjo algo semejante ni antes ni después del Pacto de Estella fue, sencillamente, por el convencimiento contrario en el ámbito nacionalista de que lograría sus objetivos por los métodos violentos actuales.
En cualquier caso, el desenlace de un conflicto es el final de un proceso desarrollado con diferentes metodologías, que van desde la negociación directa entre las partes, hasta la intervención de un mediador, cuya decisión final es de obligado cumplimiento para las partes implicadas[124]En este sentido, la mediación debe orientarse a encontrar un equilibrio de poderes entre las partes, de una manera no coercitiva, hasta alcanzar un acuerdo; y está íntimamente vinculada a aspectos esenciales de orden psicológico (confianza y percepción en y de la otra parte)[125].
En todo conflicto hay un momento clave: aquel en el que las partes comprenden que ninguno de las dos tiene poder suficiente como para doblegar definitivamente a la otra, y entienden que la única alternativa realista es buscar una salida que sea beneficiosa para todas[126]En el gráfico anterior sobre el ciclo de un conflicto, dicho momento estaría ubicado en el vértice superior de la curva.
Los desenlaces pueden ser múltiples, y pretender una enumeración de todos los posibles quedaría supeditado a establecer una relación exhaustiva de los aspectos anteriores, lo que podría desviarnos del objeto del presente apartado, por lo que nos limitaremos a fijar elementos globales para poder referirnos con facilidad a los finales posibles de un conflicto.
Hauchler y Kennedy[127]estudiaron un período de muestra comprendido entre 1945 y 1994, en el que han tenido lugar cerca de doscientos conflictos armados, que han concluido por la vía de la negociación o por la derrota de una de las partes; en el cuadro que sigue (Tabla 2.4.) se puede observar que cerca de un cuarenta por ciento de los conflictos han sido negociados, ya sea a través de la ayuda de terceras partes como de manera independiente.
Así, desde su no resolución y perpetuación, pasando o no por el uso de la mediación, hasta su solución -con el abandono definitivo de la violencia armada o con su suspensión temporal como prerrequisito a unas negociaciones-, por lo general, el desenlace de un conflicto etnonacionalista se aproxima a uno de los tres modelos siguientes, extraídos del análisis del repertorio de acuerdos de paz firmados desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, y coincidentes con las principales líneas argumentales de las teorías expuestas con anterioridad:
a) el establecimiento de un nuevo sistema de poder (compartido, autonómico o independiente);
b) la adopción de un sistema garante de los derechos humanos; y
c) el reparto equitativo en la explotación de recursos.
En líneas generales, la mayor parte de los conflictos de base identitaria, como los que nos ocupan, concluye con la adopción de acuerdos que conceden a las minorías una mayor autonomía y la posibilidad de compartir el poder en la entidad política en la que están asentadas[128]
Según Dallanegra, hay varios aspectos[129]importantes a tener en cuenta en la resolución de un conflicto; son los siguientes:
1) La forma en que se resolverá o dirimirá el conflicto: guerra, negociación directa, a través de un mediador, a través de un árbitro, en el marco bilateral o en el marco multilateral (un organismo internacional), haciendo uso de documentos oficiales o a través de borradores extra-oficiales (non papers).
2) La actitud que mantenga cada parte, favorable, opuesta o indiferente ante la resolución del conflicto.
3) Los intereses y las necesidades de las partes en conflicto; es lo que cada parte privilegia y los factores que pueden causar tensión.
4) La simetría o asimetría de la situación, es decir, la diferencia de capacidad negociadora entre las partes en conflicto, incluyendo la de los aliados respectivos.
5) La agenda de la negociación (qué se negocia y qué no).
6) La imagen de pragmatismo de las partes (mediador incluido).
7) La flexibilidad para alcanzar el objetivo principal, cediendo en los aspectos secundarios antes que sostener una posición irreductible y perder toda posibilidad de lograr algún objetivo.
Gráfico 2.3. Proceso de negociación global
Fuente: DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, La problemática conflictiva, http://www.geocities.com/luisdallanegra/Negointe/negoint5.htm (12.03.2002).
Las soluciones básicas a un conflicto consisten en la victoria de uno o de otro de los contendientes, el abandono, el compromiso, y lo que podríamos denominar "trascendencia".
En los gráficos siguientes[130](Gráficos 2.3. y 2.4.), se esquematiza cada una de las cinco posibles soluciones y en qué consiste cada una de ellas.
Gráfico 2.4. Soluciones del conflicto
Trascendencia Compromiso Abandono |
Su interpretación es como sigue: cuanto más abscisa u ordenada comporte el método elegido, más beneficio tendrá la solución final para la parte respectiva, de modo que la solución óptima para cada parte es aquélla en la que logra la ganancia máxima. Sin embargo, la solución óptima del conflicto es aquella en la que las dos partes en litigio obtienen más provecho; sería la solución trascendente, del tipo "todos ganan", perseguida en la TTD. Es una solución aceptable, no sólo para los elites participantes en el mismo, sino para las poblaciones que éstos representan. Es preciso, por tanto, que dicha solución signifique el acuerdo entre los líderes, así como el de éstos y sus representados.
¿Qué entendemos por victoria, abandono, compromiso y trascendencia? Victoria es la prevalencia de un jugador sobre otro, e implica un mayor grado de consecución de objetivos por parte del primero; abandono se debe entender como la renuncia de un jugador participante a conseguir sus objetivos (pérdida); compromiso es la postura de los jugadores a fin de alcanzar parcialmente sus objetivos (ganancia parcial); y trascendencia supone la búsqueda de una solución que vaya más allá de la simple consecución parcial de objetivos por cada una de las partes, para alcanzar un acuerdo en términos en cierto modo nuevos y de orden superior que los defendidos en un principio por cada una de las partes.
De estas actitudes ante la posible resolución del conflicto, la última es la que exige mayor generosidad y mayor creatividad, por cuanto supone una transformación auténtica de la situación; no obstante, esta característica no significa siempre que sea la mejor solución posible, pues puede propiciar un revisionismo perpetuo, de modo que ningún marco se acepte como definitivo y dotado de cierta permanencia y estabilidad. Dicho revisionismo continuo implicaría que toda solución a un conflicto por la vía de la trascendencia podría llevar a un nuevo escenario, lo que, en el caso de que tuviera lugar otro conflicto como transformación del anterior, podría crear un escenario de intercambio continuo de conflictos.
Gráfico 2.5. Soluciones de un conflicto
Por tanto, el comportamiento de las partes durante un conflicto se puede clasificar en las categorías siguientes:
Victoria o imposición: cuando una de las partes trata de alcanzar sus objetivos sin atender los intereses de la otra parte y, por lo general, mediante su rendición; se emplea la coacción en todas sus acepciones.
Abandono por rendición: cuando una de las partes abandona parcial o totalmente sus expectativas; en ocasiones, la rendición no es tal, sino una tregua táctica (inactividad temporal) para ganar tiempo y desarrollar una táctica nueva.
Abandono por retirada: cuando una o las dos partes abandonan de forma permanente el conflicto sin llegar a satisfacer sus objetivos.
Compromiso o trascendencia: equivale a la verdadera solución negociada, y tiene lugar cuando las partes identifican los problemas y adoptan una solución aceptable para todos, que reconcilia objetivos antes incompatibles.
A la vista de los gráficos anteriores, y pensando en el Acuerdo de Belfast, y la coyuntura que condujo al mismo, así como en las circunstancias que rodearon al Pacto de Estella, concluiremos que el Acuerdo norirlandés se puede situar entre el compromiso y la trascendencia, aunque cerca de ésta, desde el momento en que las partes abordaron el conflicto a resolver y llegaron a una solución –no tan novedosa en cuanto a los instrumentos, sí en la predisposición de los implicados- no sólo de compromiso, sino que trascendió la simple satisfacción de los intereses propios. El Pacto de Estella -con independencia de lo ya señalado, en el sentido de que no es el producto final, sino que lo que pretende ser es un punto de partida- no busca el diálogo aunque explícitamente lo recoja el texto, ya que los términos del diálogo pretendido por el nacionalismo fueron entendidos como inaceptables para el conjunto no nacionalista, y además definidos según unos objetivos últimos nada "trascendentes" (en el sentido de "creativos")[131].
Un proceso de paz puede ser considerado como una negociación para tratar de reducir todas las clases de violencia de forma que el conflicto pueda ser resuelto mediante el diálogo; debe ser un proceso autónomo (sin injerencias externas, salvo la mediación pactada), inclusivo, no violento y creativo; según los protagonistas de la aproximación -iniciativa-, el proceso puede ser de carácter vertical, horizontal, o una combinación de ambos. En esencia, las características de la aproximación vertical (una tercera parte interviene de modo activo, con capacidad ejecutiva) son las siguientes:
Las partes mantienen posturas irreconciliables; la violencia puede estar o no presente, por interés o convencimiento.
Un actor ajeno, normalmente con poder (un poder del Estado; una organización internacional; una personalidad) intermedia entre las partes litigantes.
Las partes se reúnen bajo la intermediación del tercer actor, que puede buscar cierto protagonismo.
Las conversaciones, cerradas al público y de contenido secreto, tienen lugar en una "mesa" bajo presidencia de la tercera parte.
Un portavoz emite mensajes de diversión, para desviar la atención pública hacia otros asuntos.
El acuerdo es anunciado en el último momento del plazo establecido. Nueva oportunidad de protagonismo de la parte mediadora.
De otro lado, la aproximación horizontal (la solución proviene de las partes, y la tercera parte puede ser sólo un catalizador, sin capacidad de presión) se caracteriza por los aspectos siguientes:
Las partes mantienen posturas irreconciliables, y permanecen en una situación de bloqueo, en un ambiente de violencia aunque criticada.
En lugar de reuniones multipartitas, se establece previamente rondas de conversaciones entre todas las partes, inicialmente dos a dos, por separado, con la finalidad de llegar a un principio de acuerdo, punto de partida común.
No hay presidencias, pues en las conversaciones "normales" todas las partes son iguales.
La presión de los medios de comunicación sobre los participantes se limita al máximo, manteniéndolos al margen; en este sentido, el proceso también se desarrolla en secreto.
El desenlace tiene lugar en un clima de discreción y normalidad, sin indicios de victoria ni de derrota.
Desde este punto de vista, el proceso de paz adoptado en Irlanda del Norte parece que fue de una índole diferente a la evolución de los acontecimientos que dieron lugar al Pacto de Estella; en esencia, la "horizontalidad" (iniciativa e impulsos entre iguales) fue una característica del primero, en contraposición a las principales iniciativas que hasta la fecha han tenido lugar en España, que, por lo general, han sido de tipo "vertical" (iniciativa e impulsos de quienes ostentan capacidad ejecutiva gubernamental). En el caso del Pacto de Estella, su "efecto exclusión" (el rechazo de los sectores no nacionalistas, excepto las facciones de corte comunista y afines) hizo prácticamente imposible la horizontalidad.
En conclusión, hemos visto los elementos principales que intervienen en los conflictos y en su resolución, y cómo parece que entre las distintas teorías (en esencia, las macro y micro teorías) puede establecerse cierta convergencia en un cuerpo doctrinal común que posibilita un estudio más completo de un conflicto y de su resolución, desde una óptica que combina las aproximaciones conductistas y clásicas. Así, no se puede explicar de forma conveniente el conflicto en Irlanda del Norte o en Oriente Medio mediante la única aproximación clásica o conductista.
Mientras la EST introduce la necesidad humana de dicotomizar a su entorno entre aliados y enemigos, la HNT defiende la necesidad de satisfacer necesidades básicas de identidad para mejorar las relaciones entre aliados y enemigos; ambas teorías insisten en la importancia de contribuir a mejorar la estima propia y ajena de los grupos en litigio. La CRT de Burton reconoce esas necesidades y sugiere métodos analíticos y no coercitivos para la resolución del conflicto. Finalmente, la TTD explica el modo de desarrollar lo apuntado por Burton. Como sostiene Cunningham, la fusión de la EST y la HNT ofrece una referencia muy válida aunque insuficiente sobre el conflicto de Irlanda del Norte, insuficiencia que resuelve la CRT con su aproximación holística a la resolución.
Las teorías estudiadas nos parecen adecuadas para analizar tanto la situación en Irlanda del Norte y en el País Vasco, como los acontecimientos que desembocaron en el Acuerdo de Belfast y en el Pacto de Estella, objetos de esta tesis. En este sentido, la aproximación realizada a la resolución de conflictos creemos que nos ha permitido adquirir la terminología adecuada, así como establecer los parámetros que servirán de soporte a nuestra argumentación y que serán desarrollados más adelante: la dinámica centro-periferia; la "constitucionalización"[132] de los actores de los dos escenarios; la teoría del pacto y su plasmación en ambos Acuerdos, teniendo en consideración lo que denominaremos la "inclusividad" así como el "igualitarismo" o la incondicionalidad (predisposición al consenso); el carácter de transición de los pactos; así como el carácter político de un conflicto, y la forma de abordar conceptos tales como la cuestión nacional, la territorialidad y la autodeterminación.
CAPÍTULO 3
Tal y como hemos anunciado en la Introducción, haremos una breve aproximación a las ideologías enfrentadas en Irlanda del Norte[133]tratando de establecer un esquema que ayude a comprender el laberinto de ideas y mitos, partidos, organizaciones y siglas, los puntos de fricción y de encuentro protagonizados que, en última instancia, dieron lugar al Acuerdo de Belfast de 1998. En esencia, nos referiremos al unionismo y al nacionalismo norirlandés, tanto en sus vertientes moderada como radical; los diferentes partidos políticos, y organizaciones que, en su caso, están vinculadas a los mismos, se plasman en el cuadro último del presente capítulo. Como toda simplificación, obligada por la elaboración de una síntesis que ayude a presentar un esquema, será difícil hacer notar las variedades de las dos grandes ideologías que protagonizan el conflicto irlandés; aun con todo, hay elementos lo suficientemente significativos como para poder establecer la clasificación citada.
3.1. UNIONISMO
Entenderemos por unionistas a quienes, de una forma o de otra, defienden el mantenimiento de la pertenencia de Irlanda del Norte al Reino Unido. En realidad, son todos aquellos, incluidos algunos católicos aunque con escasa representatividad, que no aceptan una exclusión de Irlanda del Norte respecto del Reino Unido, que prefieren el Gobierno de Londres, y que tratan de no convertirse en una minoría en relación con el conjunto de la isla.
Importantes estudiosos del unionismo (Cochrane y Gibbon)[134] coinciden en que el unionismo tiene sus raíces en el siglo XIX, y que el que conocemos y al que nos referiremos en este trabajo no es fruto de la crisis autonomista de esos años, sino de más atrás, y aplicado al conjunto de la isla de Irlanda. Sin embargo, las reivindicaciones unionistas actuales se centran y limitan al ámbito de Irlanda del Norte.
Los unionistas son un gran colectivo integrado mayoritariamente por los protestantes de Irlanda del Norte, pero al que pertenecen algunos católicos; están agrupados en diversos partidos políticos y organizaciones afines, algunas de ellas paramilitares.
Como decíamos al comienzo de este apartado, son varias las corrientes unionistas como varias las clasificaciones posibles, atendiendo al criterio elegido, aunque todas comparten la finalidad última de defender la pertenencia de Irlanda del Norte al Reino Unido. Con objeto de simplificar dicha categorización, nos limitaremos a exponer el siguiente cuadro sinóptico (Tabla 3.1.), basado en los estudios antes citados y en el trabajo de Rogelio Alonso[135]:
La disparidad unionista viene dada desde el punto de vista ideológico[136]ya que se puede distinguir entre ideologías lealistas y británicas, de modo que la característica del lealismo sería su identificación primaria como protestante de Irlanda del Norte, mientras que la de la britaneidad es una lealtad de orden inferior hacia Londres.
No obstante las diferencias, existen elementos comunes importantes en el bloque unionista; son los siguientes:
Rechazo a la reunificación de Irlanda.
Mantenimiento de la frontera.
Continuación de Irlanda del norte como región vinculada constitucionalmente a Gran Bretaña.
Ascendencia política de los unionistas.
En general, la totalidad del unionismo mantiene una abierta oposición a Irlanda, cuya sociedad es vista como una sociedad extraña, dominada por la Iglesia Católica, constitucionalmente respaldada para anexionar Irlanda del Norte a la República irlandesa (antes del Acuerdo de Belfast y de la modificación de la Carta Magna irlandesa), y cuyo Ejecutivo ha apoyado de alguna manera al Ejército Republicano Irlandés (Irish Republican Army, IRA)[137].
Los principales partidos unionistas y formaciones a ellos vinculadas[138]son los siguientes:
A. Partido Unionista del Ulster (Ulster Unionist Party, UUP). Liderado por David Trimble, es la fuerza política mayoritaria de Irlanda del Norte, con el respaldo del casi 33% de la población norirlandesa, según las elecciones generales de mayo de 1997; dicho porcentaje le supuso una representación parlamentaria en Westminster de nueve escaños, de un total de 18 diputados correspondiente a Irlanda del Norte. La organización más significativa vinculada al UUP es la conocida Orden de Orange (Orange Order).
B. Partido Unionista Democrático (Democratic Unionist Party, DUP), a cuyo frente se haya el reverendo Ian Paisley; representa, aproximadamente, al 14% de la población norirlandesa, y presenta tres diputados en Westminster.
C. Partido Unionista Progresista (Progressive Unionist Party, PUP), ligado a la clase trabajadora norirlandesa. Es minoritario y carece de representación parlamentaria en Westminster, aunque su importancia radica en su consideración de brazo político de la organización terrorista Fuerza de Voluntarios del Ulster (Ulster Volunteer Force, UVF).
D. Partido Democrático del Ulster (Ulster Democratic Party, UDP), del mismo tipo que el anterior, ligado a las organizaciones paramilitares Luchadores por la Libertad del Ulster (Ulster Freedom Fighters, UFF) y Asociación para la Defensa del Ulster (Ulster Defence Association, UDA).
E. El PUP y el UDP reciben el sobrenombre de lealistas (Loyalists), calificativo que en teoría debieran recibir todos los partidos unionistas por su adhesión a la Corona británica, pero que, en la práctica, se utiliza sólo para los dos mencionados. En realidad, su lealtad hacia la Corona no es fruto de su simple vocación monárquica, sino que dicha vocación está supeditada a la condición de protestante del trono británico[139](en una suerte de lealtad condicionada a la lealtad en las dos direcciones), lo que pone de relieve la estrecha asociación entre religión y política y la importancia del elemento religioso en el conflicto, aunque no como un factor determinante (es obvio que no es un conflicto religioso, aunque este factor se halle en el origen), sino como agente de influencia en la dimensión cultural y política del mismo.
F. El Partido Unionista del Reino Unido (United Kingdom Unionist Party, UKUP), cuyo líder es Robert McCartney, cuenta con tiene el último de los diputados unionistas en Westminster.
Tabla 3.2. Irlanda del Norte Representación parlamentaria en Westminster | |||||||||
Unionistas | UUP | 9 | |||||||
DUP | 3 | ||||||||
UKUP | 1 | ||||||||
Total unionistas | 13 | ||||||||
Nacionalistas | SDLP | 3 | |||||||
SF | 2 | ||||||||
Total nacionalistas | 5 | ||||||||
Total | 18 | ||||||||
Fuentes: Elaboración propia; NIO; Home Office. |
De la Orden de Orange señalaremos su finalidad -que, aunque inspirada en un texto redactado en su fundación en 1795, se mantiene vigente: mantener la vinculación con la Corona británica, así como practicar y enseñar la fe protestante-; destacaremos su enorme influencia en la política unionista, ya que la mayor parte de los diputados unionistas en Westminster son también "orangistas", derivado del vínculo orgánico existente entre la Orden y el UUP; y, según sostiene Rogelio Alonso, mencionaremos que "ha servido de enlace entre el sistema político y el protestantismo"[140].
Podemos resumir la actitud de los unionistas en la defensa de la comunidad protestante ante el catolicismo irlandés, representado por los partidos nacionalistas; en la defensa del sistema político actual frente al republicanismo de la comunidad católica como alternativa. Por eso mismo, en términos de seguridad, la solución política del conflicto pasa por la desaparición del IRA.
Asimismo, señalaremos que el incumplimiento del alto el fuego entre el período de dicha declaración en octubre de 1994 hasta la firma del Acuerdo de Belfast, en abril de 1998, ha sido protagonizado con mayor frecuencia por los grupos paramilitares unionistas (lealistas, en concreto).
Por último, haremos mención a un aspecto muy interesante de la situación en Irlanda del Norte, y es la preocupación que sobre el denominado "déficit democrático" manifiestan, los nacionalistas, pero curiosamente también sectores unionistas llamados "integracionistas"; y que comenzaría a contrarrestarse con la plena entrada en vigor del Acuerdo de 1998. ¿En qué consiste dicho "déficit" y qué reclama esta corriente?
Dicho "déficit democrático" se refiere al modo tan diferente de gobierno que ha tenido Irlanda del Norte respecto del resto de las regiones del Reino Unido, y que se traduce en que los norirlandeses apenas ejercen influencia en su propio autogobierno; así:
El Ministro para Irlanda del Norte no es elegido por la población norirlandesa, sino directamente por el Gobierno de Su Majestad. Para algunos, recuerda la figura colonial del Gobernador británico.
Las estructuras de gobierno local británico no tienen equivalente en Irlanda del Norte, y las competencias de las autoridades locales son muy limitadas.
Los métodos electorales son diferentes a los adoptados en el resto del Reino Unido, y varían según el tipo de consulta[141]
3.2. NACIONALISMO
Comenzaremos señalando que, en líneas generales, la seña de identidad más acusada del nacionalismo irlandés fue obtener la separación total de Gran Bretaña y la ruptura con el Reino Unido y el Gobierno de Londres. De forma semejante, se puede sostener que el nacionalismo norirlandés, consumada la partición, ha aceptado los mismos objetivos referidos a Irlanda del Norte.
La ideología nacionalista, según el fin último, las posibles modalidades, y la variedad de medios posibles a emplear, se ha articulado, en esencia, en dos grandes grupos: los nacionalistas constitucionales, y los nacionalistas republicanos. Las principales expresiones de ambos grupos (ver Tabla 3.3.) son los siguientes:
A. Partido Laboral Socialdemócrata (Social Democratic and Labour Party, SDLP). Liderado por John Hume, obtuvo, como ha quedado expresado en el cuadro anterior, 3 diputados en Westminster, y representa aproximadamente al 24% de la población norirlandesa y al 60% del electorado nacionalista. El SDLP entiende el conflicto como un conflicto de identidades; defiende una Irlanda unida por medio del diálogo; y, por lo tanto, se muestra dispuesto a la adopción de medidas transitorias de poder compartido o de soberanía conjunta (cosoberanía) anglo-irlandesa.
El nacionalismo constitucional comparte las aspiraciones autodeterminacionistas con el republicanismo de Gerry Adams, aunque critica la violencia del IRA como un obstáculo distorsionador de la causa y de la imagen del nacionalismo. En este sentido, conviene recordar, a efectos de la tesis, que la autodeterminación ha sido defendida por el SDLP como un derecho de Irlanda en su conjunto[142]mensaje reforzado por las sucesivas comparecencias públicas de Hume, Adams y Albert Reynolds, Primer Ministro irlandés, que contribuyeron a incrementar la percepción de la comunión final de intereses de los nacionalistas, así como de la forja de una alianza pan-nacionalista.
B. Sinn Féin (SF), cuya significado es "Nosotros solos", y su aparato militar, el IRA. Tras sucesivas escisiones del SF y del IRA, y habida cuenta de la importancia relativa de alguna de las facciones resultantes, en adelante nos referiremos a la sección más significativa del republicanismo, es decir, a la de los "Provisionales" o Provos, aun sin hacer mención expresa a este calificativo. El SF, liderado por Gerry Adams, representa a poco más del 16% de la población norirlandesa y a casi el 40% de los nacionalistas.
Su enfoque del conflicto se basa en una interpretación colonial del mismo y, defendiendo incluso que los protestantes norirlandeses forman parte de la nación irlandesa, su objetivo es lograr la retirada total de los británicos de Irlanda del Norte y la reunificación de la isla. Tres son sus diferencias más acusadas con el nacionalismo constitucional o moderado: su rechazo a la soberanía británica, que les llevó tradicionalmente a la autoexclusión de toda institución ligada de cualquier forma a Londres (hasta el abandono de esta postura en mayo de 1998, cuando en el partido se dio luz verde a la participación en las instituciones surgidas del Acuerdo de abril); su más que discutida, que no discutible,[143] vinculación al IRA; y la diferente interpretación del conflicto. Las dos primeras diferencias, en la actualidad, son prácticamente inexistentes, en un clima de "ausencia" de violencia y con la voluntad manifiesta de participar en el juego político, en lo que supone ser una aproximación revisionista hacia el nacionalismo constitucional; la tercera se mantiene, ya que los republicanos mantienen la naturaleza colonial del problema, fruto inmediato de la partición y de la ilegalidad de la entidad política conocida como Irlanda del Norte.
De esta tercera consideración se deduce un elemento característico del pensamiento y de la práctica política republicanos: la interpretación del "principio de consentimiento" como un veto unionista rechazable por completo. No obstante, el Acuerdo de 1998, ya citado, supuso un acercamiento muy notorio de posiciones y un avance hacia el diálogo.
Al margen de esta clasificación, simplista pero inevitable, ya que la mayor parte de las fuerzas políticas norirlandesas están identificadas con una confesión religiosa, existen también fuerzas "bi-confesionales", es decir, que agrupan afiliados de ambas comunidades; en la actualidad, la fuerza más significativa es el Partido de la Alianza (Alliance Party)[144].
Este partido, de importancia nada desdeñable, tiene sus orígenes en la fusión de facciones del Unionist Party, del Liberal Party, y unionistas moderados vinculados al New Ulster Movement. El respaldo del electorado de clase media y alta de ambas comunidades se mantiene casi constante (entre un 7 y un 10%), debido probablemente a su distanciamiento del uso de la violencia. Propugna una solución basada en el poder compartido[145]y ha colaborado en funciones públicas con el SDLP y los unionistas moderados.
Así pues, la fragmentación que se daba en las filas unionistas también alcanza al sector nacionalista; la minoría católica, que se siente discriminada en relación con la población protestante[146]rechaza la pertenencia de Irlanda del Norte al Reino Unido y propugna la unión política con el resto de la isla de Irlanda. De forma similar al caso unionista, hay una corriente moderada (la representada por el SDLP) y otra radical (liderada por el SF y el IRA).
3.3. LA COLONIZACIÓN Y LA PARTICIÓN
Numerosos trabajos académicos comienzan por una introducción histórica. Si bien es indudable que unos hechos conducen a otros, y así sucesivamente a lo largo de los tiempos, en el tema que nos ocupa –Irlanda del Norte- resulta ineludible una mínima perspectiva histórica, ya que la realidad política actual y la historia están estrechamente vinculadas[147]como en pocos conflictos actuales.
3.3.1. Evolución y características
Los factores internos del actual Reino Unido que modelaron la singularidad de la situación en Irlanda del Norte son precisamente los elementos de separación entre Irlanda e Inglaterra surgidos hace varios siglos y que, sin embargo, permanecen hoy día muy presentes en la memoria colectiva del pueblo irlandés: el religioso, la distribución de la propiedad de la tierra y su gestión, y la estructura política que debía regir en la isla.
La cuestión religiosa se consolidó en el siglo XII tras la bula papal que encargaba al rey inglés Enrique II el restablecimiento de la autoridad religiosa de Inglaterra sobre Irlanda, lo que condujo a una ocupación militar que fue el justificante de la posterior pretensión inglesa sobre la isla, y cuyas últimas consecuencias se viven hoy día en Irlanda del Norte. La presencia militar inglesa amparó la introducción del derecho consuetudinario inglés, su concepto de propiedad individual de la tierra, la organización eclesiástica que Roma exigía -arzobispados, obispados y parroquias- y el nombramiento de normandos ingleses al frente de los puestos políticos y administrativos clave. De hecho, a finales del siglo XIII existió un Parlamento irlandés, pero su obediencia a la Corona inglesa fue indiscutible.
La presencia inglesa en Irlanda responde a un fenómeno de colonización desarrollado, básicamente, en dos etapas diferentes y fundamentado en razones también distintas. La primera de las etapas arranca en el siglo XII, fue protagonizada por ingleses y también escoceses, aunque éstos en menor proporción, quienes acudieron a la isla siguiendo, no los intereses de Inglaterra o de Escocia, sino los suyos propios: la posesión de las tierras; en algún caso, llegaron a Irlanda invitados por jefes irlandeses enfrentados entre sí y necesitados de refuerzos militares. Sólo mucho más tarde, durante los siglos XIV y XV, fue cuando tuvo lugar la consolidación de la colonia inglesa en la isla.
Durante esta primera oleada de ingleses y escoceses, se produjo cierta asimilación de la lengua y de las costumbres irlandesas por parte de los primeros -conocidos como Old English– lo que, unido a un poder creciente de los jefes locales irlandeses, supuso una alarma para la política de Londres, que comenzó a establecer separaciones y distinciones incluso físicas entre lo que apuntaba a conformarse como dos mundos diferentes[148]La primera expresión de los deseos segregacionistas ingleses la constituyen los Estatutos de Kilkenny, dirigidos sobre todo a disuadir a los colonos ingleses de la tentación de convertirse en "más irlandeses que los propios irlandeses"[149]. Es el inicio de la existencia firme de dos grupos diferentes en Irlanda, cuyas raíces se asientan en hechos muy lejanos en el tiempo, pero, a la vez, muy presentes en la Irlanda actual: el fracaso romano en alcanzar Irlanda y la cristianización impulsada por San Patricio, factores clave en el "hecho diferencial" irlandés y, por supuesto, en el fenómeno nacionalista norirlandés.
La segunda etapa colonizadora inglesa en Irlanda tuvo lugar en el siglo XVI, de la mano de la dinastía Tudor, tras comprobar el fracaso de los Estatutos de Kilkenny y el dominio de la lengua y de la cultura gaélicas en la isla. Las expediciones inglesas se organizaron buscando la reconquista de algo que, en realidad, nunca había estado sometido a la Corona inglesa; la colonización se sirvió del instrumento militar y del político, y este último de acusado carácter económico, pues persiguió arrebatar el control de la tierra a los jefes de clanes y tribus irlandeses, verdadero núcleo del poder en aquella sociedad.
Las motivaciones habían cambiado, por tanto, desde los simples intereses particulares de algunos aventureros ingleses y escoceses, hasta las poderosas y argumentadas razones de la Corona inglesa. En efecto, Inglaterra se planteó la conquista de Irlanda como una necesidad política prioritaria por varias razones; entre ellas, citaremos:
La ruptura de Enrique VIII con la Iglesia Católica, tras su matrimonio con Ana Bolena (1533), fue un exponente de primera magnitud del antagonismo entre Irlanda (católica) e Inglaterra (protestante). Desde ese momento, ambas islas fueron dos mundos diferentes y la irlandesa una amenaza al mundo protestante inglés al que había que preservar.
El interés estratégico de la isla de Irlanda como posición defensiva avanzada de Inglaterra.
El no menos atractivo valor de Irlanda como primera colonia del proceso expansivo imperial.
La ruptura de Enrique VIII con Roma y la consecuente creación de la Iglesia anglicana resultaron decisivas para el nacionalismo irlandés; a partir de dicho momento, la afirmación católica constituyó el "hecho diferencial" respecto a los ingleses, que otorgó a las aspiraciones nacionalistas la legitimidad espiritual y la posibilidad de concertar relaciones exteriores en contra de Inglaterra.
La monarquía inglesa recurrió desde entonces a la colonización de Irlanda mediante la emigración -orquestada por Londres- de ingleses y escoceses para equilibrar la población desde el punto de vista socio-religioso, y a la promulgación de las leyes conocidas como de "cesión y devolución", adoptadas para no devolver las tierras a quienes habían defendido la legalidad irlandesa, ni a aquellos que habían defendido el catolicismo y la obediencia al Vaticano.
Resultado de las campañas inglesas, fue la colonización "exitosa" de casi toda la isla, excepción hecha del Ulster, verdadero reducto gaélico inexpugnable hasta entonces, que constituía un mal ejemplo para el resto de la isla, ya doblegado. El Ulster se convirtió así en todo un reto para Inglaterra, hasta que en la batalla de Kinsale (1603) los ingleses vencieron la última resistencia gaélica y conquistaron la totalidad de Irlanda[150]El Tratado de Mellifont (1603) puso fin a la guerra y la colonización inglesa fue materializándose a base del control de la tierra, aunque la propia victoria llevaba aparejada el germen de las posteriores rebeliones irlandesas y del actual conflicto en Irlanda del Norte: la conquista militar permitió la existencia de un pequeño colectivo social favorable al poder inglés, pero también la de una gran masa poblacional natural de la isla, desposeída de sus tierras y marginada por completo de las estructuras del poder político y administrativo.
3.3.1.1. La reacción irlandesa
Tras esta primera conquista formal de Irlanda, surgieron varios levantamientos y oportunidades, que fueron aplastados por la Corona inglesa, porque, como veremos, la historia de Irlanda y la del propio conflicto norirlandés es una sucesión de insurrecciones sofocadas, y de victorias y posibilidades truncadas por Londres. Los levantamientos más significativos fueron:
1. La revuelta de 1641, por la que los católicos intentaron recuperar el control de sus tierras. La reacción inglesa no se hizo esperar, y Oliver Cromwell restableció el orden y se convirtió en gobernador de Irlanda en 1649; la represión de Cromwell causó estragos y forjó en los irlandeses su sentimiento de identidad común, base de su nacionalismo.
De esta forma, el problema religioso y el de la tierra se convirtieron en el litigio inglés en Irlanda, que se agravó tras la sangrienta persecución de Cromwell en la isla, cuyo recuerdo gravita en las actuales discusiones políticas acerca del contencioso en Irlanda del Norte.
2. La coronación del católico Jacobo II como rey de Inglaterra (1685), que permitió que Parlamento en Irlanda con mayoría católica, anulase las confiscaciones ordenadas por Cromwell, concluyó con su destronamiento, primero vía parlamentaria y más tarde manu militari, en la batalla de Boyne (1690), a cargo del protestante Guillermo de Orange[151]
La victoria orangista contribuyó al fortalecimiento de la hegemonía protestante: el Parlamento irlandés fue dominado por protestantes, lo que permitió la elaboración y aprobación de una legislación sumamente restrictiva (Penal Laws) para con los católicos en Irlanda, en el ámbito político, económico y social, que para muchos estudiosos del tema constituye una manifestación de la inseguridad protestante en Irlanda, derivada, a su vez, de la inseguridad inglesa ante el espacio católico de Francia, Irlanda, y Europa en general, casi olvidándose de que su situación era resultado de una escisión voluntaria[152]tras Enrique VIII[153]Esta legislación, no obstante, fue abolida entre 1778 y 1782 por razones de oportunidad política, ya que los ingleses necesitaban apoyo total en la guerra de independencia estadounidense (el mismo razonamiento inglés se repetiría después, durante la II Guerra Mundial).
3. La sublevación de 1798 de los Irlandeses Unidos (United Irishmen), con apoyo múltiple francés, presbiteriano, anglicano y católico; el liderazgo de esta asociación, integrada por representantes de las clases medias irlandesas, correspondió a Theobald Wolfe Tone, nacionalista protestante. Los irlandeses trataban de conseguir, además del derecho de voto (1793), el acceso a los Poderes Legislativo y Judicial, y a las altas instancias de la Administración del Estado. El espíritu de este levantamiento sería retomado en el futuro.
4. Diversas insurrecciones, todas fracasadas, protagonizadas por organizaciones sucesoras de los Irlandeses Unidos, tales como Joven Irlanda (Young Ireland), Hermandad de los Fenianos (Fenian Brotherhood), y Hermandad de Republicanos Irlandeses (Irish Republican Brotherhood -IRB-), también conocida por el Movimiento Feniano, partidarias del concepto de nación irlandesa basado en la residencia, sin distinciones de raza o credo, y de la instauración de la República en Irlanda, incluso con el uso de la violencia.
5. La sublevación de 1867, protagonizada por los fenianos, partidarios de la violencia como único medio para alcanzar la independencia respecto de Gran Bretaña, que, aunque fracasó, sirvió para que el Gobierno de Londres (W. E. Gladstone era el Primer Ministro) enfatizara su atención sobre Irlanda.
6. La sublevación de Pascua de 1916, (preparada para el domingo 23 de abril), conocida como Eastern Reasing, llevada a cabo por el republicano SF y la IRB, bajo el liderazgo de Patrick Pearse, que también fracasó, y que la consiguiente represión llevó a la ejecución de los líderes republicanos a manos de los británicos.
Superado dicho levantamiento, el Gobierno británico trató de suavizar sus efectos mediante ciertas concesiones: la aplicación de la Ley sobre el Gobierno de Irlanda, la Ley de Autonomía votada en 1914 y el permiso para que los seis condados del Ulster pudieran decidir libremente continuar gobernados por Londres. Dichas concesiones contribuyeron a dejar un poso de traición entre los nacionalistas moderados, y de la rebelión consiguiente surgieron dos protagonistas históricos clave: el dirigente Eamon de Valera, máximo líder reconocido por todos los nacionalistas, y el IRA, a modo de ejército de liberación del pueblo irlandés, organización que hasta 1919 no tuvo demasiada consistencia.
La creencia de que el domino británico es el impedimento de todo desarrollo irlandés es, todavía, la característica principal de la ideología republicana, aunque sus dirigentes (Gerry Adams y Martín McGuinness) afirmaran recientemente la necesidad de reformar y actualizar las enseñanzas de Tone y Pearse[154]lo que ha sido un hecho muy significativo para la evolución de la situación en Irlanda del Norte.
Cuando en 1801 fue aprobada la llamada ley de Unión (Act of Union 1801) -por la que Irlanda pasó a formar parte del Reino Unido, se acordó la abolición del Parlamento irlandés y se comenzó a gobernar desde Londres la totalidad de Irlanda- quedaron importantes cuestiones sin resolver, cuestiones que constituían reivindicaciones irlandesas; eran las siguientes:
Escasa representatividad en el Parlamento británico, ya fusionado con el irlandés.
Anticuado sistema de distribución y explotación de la propiedad, sin modificar.
Incompleta emancipación católica.
Más adelante tuvo lugar un renacimiento de la cultura autóctona irlandesa centrado en la lengua gaélica, fenómeno que pasó a engrosar el acervo político del nacionalismo irlandés, y que propició el nacimiento de las agrupaciones políticas nacionalistas origen de las actuales tanto en la República de Irlanda como en Irlanda del Norte[155]
Las agitaciones iniciadas en 1867 provocaron un giro en el enfoque que Gran Bretaña otorgaba a la cuestión norirlandesa, y comenzaron a surgir iniciativas tendentes a conceder a Irlanda alguna forma de autogobierno, todo ello antes de que el independentismo condujera a la isla fuera del dominio británico. Los hitos más significativos fueron tres: las medidas del Gobierno británico de William F. Gladston, que estableció la separación entre la Iglesia y el Estado y que propició un clima pacífico de reivindicación nacionalista; la unión de los nacionalistas en 1877 en una iniciativa conocida como Nuevo Punto de Partida, consistente en la unión de los esfuerzos separatistas mediante el uso de la violencia para conseguir el autogobierno y no un simple gobierno federal local; por su parte, los unionistas rechazaron el menor atisbo de autonomía, y llegaron a constituir un Gobierno provisional y un ejército propio, la Unión de Voluntarios del Ulster, con la ayuda de prestigiosos oficiales del ejército británico. En esta época comenzó la generalización de las acciones armadas por ambos bandos -católicos y protestantes- y la consolidación del clima de guerra civil.
3.3.1.2. Cambios en la política de Londres. Acciones y reacciones
El inicio del cambio en la postura de Londres, cambio consistente en prestar más atención a la cuestión irlandesa por medio del reconocimiento de la autonomía legislativa –que, sin embargo, se tradujo de forma gradual, a pesar de la solución autonómica, en una política de mínimo compromiso-, fueron las ya citadas circunstancias y el resultado de las elecciones legislativas de 1885. Fue el "firme deseo de una nación, clara y constitucionalmente expresado"[156] en forma de victoria nacionalista protagonizada por el Partido Parlamentario Irlandés (Irish Parlamentary Party) de Parnell, lo que hizo reconocer al Ejecutivo londinense la necesidad de una desvinculación de Irlanda respecto de Gran Bretaña; desvinculación que satisficiera las aspiraciones nacionalistas irlandesas. Los dos intentos de solución vía autonomía legislativa fueron vetados por Westminster, pero las relaciones anglo-irlandesas iniciaron un cambio de rumbo en un plano más igualitario.
Los resultados de aquellas elecciones se resumen en el cuadro siguiente (Tabla 3.4.):
El siguiente rechazo a la autonomía legislativa vino, no del Parlamento británico, sino de los unionistas del Ulster, que aun no teniendo mayoría en la Cámara tras la victoria liberal en las elecciones de 1910, consiguieron la postergación del proyecto de un "sistema completo de autogobierno para cuestiones puramente irlandesas"[157]. La oposición unionista ha sido el mayor obstáculo de todos los intentos autonomistas en Irlanda, y revelaba, ya en aquellos tiempos, su fortaleza en el norte de la isla y su capacidad de influencia para movilizarse en contra de las iniciativas de Londres que supusieran, en su opinión, posibles amenazas a su status, en comparación con el resto de la población irlandesa.
El antagonismo se podía dibujar geográficamente y se delimitaba con nitidez[158]la conformación de dos comunidades bien diferenciadas desde el punto de vista religioso, político y económico. Ya desde esos años, Londres consideró la posibilidad de excluir alguno de los condados del norte de Irlanda de la autonomía legislativa, cediendo a las presiones unionistas; por tanto, la partición que daría lugar a Irlanda del Norte como parte del Reino Unido y al margen de la República irlandesa se comenzaba a perfilar en aquellos años. En 1914 se sucedieron varios fracasos en respectivos intentos de exclusión de condados en diversos proyectos autonómicos, que lograron culminar en la Ley para el Gobierno de Irlanda de 1914 (Government of Ireland Act, 1914), cuya aplicación quedó pospuesta para después de la primera contienda mundial y que incluía disposiciones específicas para el Ulster.
Desde 1914 se comenzó a aplicar la autonomía (la Ley sobre el Gobierno de Irlanda estableció dos Parlamentos subordinados al británico, para Irlanda del Norte y del Sur), aunque los condados de mayoría protestante del Ulster permanecieron dirigidos desde la capital británica. Al año siguiente se desencadenó una gran ofensiva del IRA, y en mayo los británicos agilizaron tanto las negociaciones que en octubre lograron que una delegación nacionalista aceptara un acuerdo por el que se concedía la independencia a Irlanda, manteniendo el control de Londres sobre el Ulster y con un juramento de fidelidad a la Corona por parte de los irlandeses del sur. Los partidarios del tratado pactado formaron un Gobierno provisional, el IRA declaró la guerra al tratado y el Ejército derrotó al IRA, fusilando a todos los dirigentes detenidos.
Algunos expertos se refieren al entonces riesgo grave de guerra civil en Irlanda (y, por tanto, en el Reino Unido), que sólo pudo ser evitado por la "distracción" de la guerra europea[159]
Los resultados electorales reafirmaron las aspiraciones nacionalistas, y en el Ulster se sucedieron dos acontecimientos de singular importancia por su repercusión posterior en la situación actual, de los que los unionistas fueron los protagonistas:
La formación del grupo armado, integrado por voluntarios, llamado UVF.
La constitución de un Gobierno provisional que fuese capaz de asumir el control del Ulster tan pronto se adoptase la autonomía.
El motín de Curragh (1914), cuando mandos de las fuerzas militares británicas declararon su intención de no desplegar las Unidades, y de actuar, llegado el caso de la eventual autonomía legislativa, para frenar la oposición unionista.
A fin de contrarrestar la acción unionista, los nacionalistas, por su parte, reaccionaron de la manera siguiente:
En el frente armado, creando los Voluntarios Irlandeses (Irish Volunteers), como reacción a la UVF.
En el frente político, inscribiendo como partido político al SF.
En el frente cultural, organizando el Movimiento del Resurgimiento Literario Irlandés (Irish Literary Revival), de W. B. Yeats, y la Liga Gaélica (The Gaelic League) liderada por D. Hyde y por Pearse.
En el frente deportivo, iniciando la andadura de la Asociación Atlética Gaélica (Gaelic Athletic Assotiation, GAA).
La conjunción de estos frentes contribuyó a cambiar la mentalidad nacionalista irlandesa, hasta el punto de llegar a una declaración republicana de independencia[160]en 1916, como rechazo último al apoyo irlandés al Ejecutivo londinense en la guerra mundial.
Aquel levantamiento de Pascua de 1916, fracasado desde el punto de vista armado, fue un triunfo político para los insurrectos, convirtiéndose en un legado recogido y venerado hasta nuestros días, ya que los republicanos se identifican plenamente con aquellos ideales.
De esa insurrección destacaremos, a efectos de esta tesis, que la repercusión más señalada que tuvo en el movimiento nacionalista irlandés fue, en esencia, la intensificación de su carácter independentista. Téngase presente que del nacionalismo constitucional de J. Redmond, cuya meta principal consistía en establecer un Parlamento irlandés aunque manteniendo la pertenencia de Irlanda al Reino Unido, se pasó a un nacionalismo que, cinco años después, lograría la independencia irlandesa respecto de Gran Bretaña, aunque, eso sí, perdiendo parte del Ulster.
En efecto, el nacionalismo republicano logró más respaldo e influencia que el constitucional[161]pues la población irlandesa prefirió castigar a quienes se habían decantado por abandonar todo litigio de la cuestión nacional en aras de la fortaleza británica en el conflicto mundial, amén de por otras cuestiones, tales como el intento británico fallido de introducir la recluta forzosa en Irlanda, las vacilaciones de Londres a la hora de imponer la autonomía legislativa, o las prohibiciones en materia de asociación y reuniones. La implantación del SF fue tal que se convirtió, de hecho, en el representante del electorado irlandés.
La victoria republicana trajo consigo la proclamación del Parlamento de la República de Irlanda y la reafirmación parlamentaria de la declaración de independencia de 1916. A la cabeza del Ejecutivo y del Legislativo se situó Eamon de Valera, y el aparato armado del republicanismo radical, organizado por Michael Collins, se convirtió en el IRA, que asumió el protagonismo en Irlanda tras los escasos o nulos progresos logrados en el frente político por los partidos nacionalistas, hasta el punto de provocar un debate muy intenso en el seno del republicanismo entre los partidarios de la acción política y aquéllos que se decantaban por las acciones violentas.
La reacción de Londres fue de dos órdenes:
Legislativa: por un lado, ilegalizar al SF y al Parlamento irlandés; por otro, aprobar la Ley para el Gobierno de Irlanda de 1920 (Government of Ireland Act 1920), sustituyendo a la de 1914, que había pospuesto la autonomía hasta el final de la guerra europea.
Policial: reforzar los efectivos policiales en Irlanda, mediante el envío de los Negros y Pardos (Black and Tans, por su uniformidad) y a los Auxiliares (Auxiliaries).
Estas medidas lograron aunar los esfuerzos nacionalistas republicanos y conjurar la amenaza de escisión interna, es decir, consiguieron fortalecer al republicanismo.
En relación con este trabajo, la introducción de la nueva ley de 1920 tuvo un significado especial, ya que por vez primera aparece el término Irlanda del Norte (e Irlanda del Sur), quedando materializada la división de la isla definiendo con precisión el territorio a incluir en cada una de las dos Irlandas. La del Norte quedó integrada entonces por los seis condados de Antrim, Armagh, Down, Fermanagh, Londonderry y Tyrone, junto a los distritos de Belfast y Londonderry; el resto del territorio irlandés pasó a ser Irlanda del Sur. Que la partición quedase consagrada por la ley británica no significa que Londres –y, por supuesto, Dublín- renunciase a la reunificación para más adelante. De momento, quedaban constituidas dos nuevas entidades políticas, cada una dotada de Parlamento, estando ambos coordinados por el Consejo de Irlanda (Council of Ireland) y subordinados al de Westminster, con la pretensión de que los Parlamentos del Norte y del Sur fueran trasvasando competencias a dicho Consejo y poder construir, en el futuro, una única Cámara legislativa para toda la isla.
Sin embargo, el hecho de que la Ley de 1920 estableciese una representación igual en el Consejo para Irlanda del Norte y para la del Sur, supuso la introducción de un desequilibrio notable, ya que la minoría (Irlanda del Norte) quedaba equiparada a la mayoría (el resto de la isla, es decir, Irlanda del Sur), consagrando una paridad escasamente democrática[162]Este hecho, que a algunos puede parecer una medida de confianza "razonable", llevaba consigo el germen del futuro control británico sobre Irlanda del Norte, ya que esa minoría norteña estaba mayoritariamente integrada por protestantes unionistas, quienes, además, controlaban las estructuras de poder en Belfast. El trazado fronterizo, como en tantos otros casos conocidos, había seguido los dictados de quien ostentaba el poder y pretendía defender sus intereses. La pérdida territorial (la renuncia a los tres condados restantes del Ulster) quedaba compensada, a efectos unionistas, por una ganancia en viabilidad, asegurando el dominio protestante incluso en zonas mayoritariamente católicas.
No obstante, la minoría (Irlanda del Norte) equiparada a la mayoría (Irlanda del Sur) no era la única paradoja. De hecho, con la partición estipulada por los británicos, se dieron las situaciones siguientes:
Equiparación política de dos entidades subestatales, de extensión y demografía notablemente diferentes. Como ya hemos señalado, fue un artificio británico para asegurar el control protestante.
Establecimiento de una minoría –católica- en Irlanda del Norte.
Establecimiento de otra minoría –protestante- en Irlanda del Sur, lo que equivale a decir en toda la isla.
La partición tuvo lugar en un momento de máxima violencia entre católicos y protestantes, sobre todo, en Irlanda del Norte.
Los republicanos del SF, derivado de su abstencionismo en Westminster por no reconocer la soberanía británica sobre Irlanda, no pudieron impedir la aprobación de la partición.
Esta guerra en Irlanda culminó con el Tratado Anglo-Irlandés (The Treaty) de 1921, firmado por el Gobierno británico y, finalmente, por una delegación de sinnfeiners liderada por Collins y Arthur Griffith. La significación de este acuerdo es múltiple:
Si bien el mismo Tratado puede considerarse un cuestionamiento formal de la partición de 1920, al ser reconocidas Gran Bretaña e Irlanda como partes contractuales, lo cierto es que confirmó dicha división: el Parlamento de Stormont, bajo dominio unionista hasta su derogación en 1972, defendió los intereses de los protestantes y de la Unión; y el Estado Libre Irlandés se dirigía hacia la ruptura definitiva con la Corona británica.
Su implantación contribuyó a que, en 1925, Londres, Belfast y Dublín suscribieran un acuerdo confirmando las fronteras estipuladas cinco años antes.
Asimismo, derivado del acuerdo tripartito anterior, el Consejo de Irlanda instaurado en 1920 nunca entró en funcionamiento.
El Tratado supuso el fin de la guerra entre irlandeses e ingleses, pero en ningún modo entre nacionalistas y unionistas, es decir, a efectos prácticos, entre nacionalistas[163]y británicos. Más aún, se puede afirmar que las disposiciones contempladas en el texto contribuyeron a incrementar la violencia en Irlanda del Norte, contra la que nada pudieron dos pactos suscritos entre los católicos de Irlanda del Norte (Collins) y sus adversarios unionistas (Craig). Más aún, la evolución posterior es indicativa de que el Tratado consumó un antagonismo doble: entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte y en el resto de la isla.
Consumada la partición[164]tras la implantación del Tratado de 1921, la situación formal en la isla quedó como sigue: de un lado, Irlanda del Norte,formando parte de los dominios del Imperio británico, según el artículo 1 de la Ley para Irlanda del Norte de 1949; y dotada de Parlamento propio (Stormont); de otro, la República de Irlanda, constituida como tal después de que el Estado Libre Irlandés aprobase la Ley para la República de Irlanda de 1948, y abandonase la Commonwealth.
Desde un punto de vista geográfico, Irlanda del Norte quedó constituida de forma artificial; parte de los límites administrativos del Ulster, coincidentes con la línea que dividía condados, se convirtieron de la noche a la mañana en frontera internacional. Fermannagh y Tyrone, de mayoría católica, fueron incluidos para otorgar a la nueva provincia británica cierta viabilidad laboral. Asimismo, la frontera de Derry fue modificada con arbitrariedad para obtener ventajas estratégicas en caso de un hipotético ataque del nuevo Estado Libre, convertido en 1949 en la República de Irlanda, independiente del marco de la Commonwealth.
Para entonces, ya habían surgido los partidos políticos más importantes en Irlanda. Durante la guerra civil de 1922-1923, el movimiento Sinn Féin se escindió; los partidarios del Estado libre formaron al año siguiente el Fine Gael (Familia de los Gäel). Eamon de Valera agrupó a los vencidos y en 1923 creó el Fianna Fail (Soldados del Destino), partidos que desde esas fechas son los protagonistas de la política irlandesa.
En el terreno de los propósitos, y plasmado en los respectivos textos legales, quedaban dos aspectos de la máxima trascendencia para la evolución posterior de la situación:
1. El conocido como "principio de consentimiento", por el que Irlanda del Norte no abandonaría en ningún caso el Reino Unido, excepto con el consentimiento expreso del Parlamento de Stormont.
2. La reunificación de la isla, como aspiración constitucional irlandesa según los artículos 2 y 3 de la Carta Magna irlandesa, que serían modificados posteriormente en 1999, un año después del Acuerdo de Viernes Santo, eliminando dicha reclamación histórica.
Durante los años cincuenta, el IRA probó y consolidó su capacidad de actuación en Irlanda del Norte con el apoyo de la República. En los años sesenta, los católicos se desplazaron hacia posiciones políticas cercanas a la izquierda, y los deseos de unificación de la isla -objetivo último- se mezclaron con la lucha por el socialismo, lo que generó la escisión del IRA y la aparición de la facción más violenta, el Ejército Provisional Republicano Irlandés (Provisional Irish Republican Army, PIRA), que evolucionó hacia formas de terrorismo clásico, aislándose de parte de la población católica de Irlanda del Norte y de la población de la República, aunque gozando de la propaganda de los medios de comunicación de todo el mundo. En todo caso, durante estos años se consolidó el deseo permanente de los norirlandeses de que los británicos abandonaran la isla.
Los nacionalistas republicanos modificaron su estrategia en los años siguientes, centrando su atención en las cuestiones socioeconómicas; no cambiaron el fin último: la liberación y la unificación de Irlanda, sino la estrategia. Con matices, desarrollaron normas democráticas en Irlanda del Norte (intentando eliminar la discriminación), restaron importancia al tema confesional y al asunto de la frontera; fusionaron paulatinamente el proletariado norirlandés con la clase obrera del sur de la isla; y convirtieron la frontera en superflua sin pretender eliminarla. A pesar de esta nueva evolución y orientación política y militar del SF, este movimiento trató de seguir estando "militarmente" presente, pero demostrando a la vez su imponente potencial político y reservándose la posibilidad de defender sus ideas como partido. Esta apertura política fue acompañada de un giro a la izquierda del IRA, y de un gradual dominio de esta organización sobre el SF.
Los últimos años se caracterizan por una singular implicación del Gobierno de Irlanda en la pacificación de la provincia, unida a la tradicional presencia de los nacionalistas católicos y de los sectores unionistas más reacios a negociar una mayor autonomía para la región. Hoy día, Londres, Dublín -y, en mucha menor medida, unionistas y católicos, aunque con muchas reticencias por parte de todos- tratan de reconstruir un casi imposible clima de confianza, así como de neutralizar intentonas radicales.
Muestra de los esfuerzos de todas las partes implicadas en el conflicto norirlandés fue el acuerdo suscrito el pasado 10 de abril de 1998, por el que representantes de las distintas facciones políticas y de los dos Gobiernos implicados en la resolución del contencioso se comprometieron a crear una variedad de organismos e instituciones, sobre todo, una Asamblea autónoma, que se encargarán de dar vida propia a la hoy día región británica de modo más independiente respecto de Londres.
Lo que se configuraba como la región del Reino Unido -y de la isla de Irlanda- más atrasada desde el punto de vista económico y político, se podría convertir, en virtud de las transformaciones incluso constitucionales previstas, en la bandera del proceso descentralizador emprendido por el gobierno laborista británico.
3.3.1.3. Características del conflicto norirlandés
Antes de continuar estudiando los sucesivos acuerdos alcanzados sobre Irlanda del Norte hasta llegar al Acuerdo de Belfast, señalaremos, a modo de conclusiones parciales, unas precisiones en torno al conflicto y al importante aspecto de la partición; son los siguientes:
a) Es un enfrentamiento de dos ideologías contrapuestas (nacionalismo; no nacionalismo).
b) Es un conflicto triangular, histórico (no fruto de la partición) y permanente: entre el nacionalismo constitucional; otro de corte más independentista (el republicanismo) que no acepta la legitimidad del Estado, aunque ambos pertenecen al mismo "bando"; y el Reino Unido.
c) El fracaso nacionalista en lograr la autonomía dentro del Imperio, agudizó el sentimiento independentista de los nacionalistas republicanos.
d) La incapacidad de los sucesivos Gobiernos británicos en satisfacer las demandas nacionalistas provocó el mismo efecto anterior. Más adelante nos referiremos a esta incapacidad, aunque más bien se trata de inhibición voluntaria.
e) La naturaleza triangular del conflicto y el fracaso nacionalista señalados anteriormente, conforman el juego dialéctico permanente entre nacionalistas y no nacionalistas: las demandas continuas de los primeros, y las concesiones o negativas de los segundos. Los primeros siempre que "avanzan" es porque consiguen alguna concesión de los segundos; estos, cuando actúan a favor del "diálogo", es para atender las demandas de los primeros (cuando son acusados de "no actuar", son sometidos al chantaje del doble jugador nacionalista moderado-radical/violento).
f) La partición no es tanto causa del conflicto como efecto, básicamente, de dos elementos: por un lado, la profunda división entre dos comunidades que, en palabras de Frank Wright, constituía toda una "frontera étnica" derivada del equilibrio cuantitativo entre la población colona y la aborigen[165]por otro, la intención británica de alejarse políticamente de un conflicto interno grave y convertirlo en una cuestión periférica mediante la intermediación de un Gobierno regional (de hecho, eso fue lo que hizo Londres: aislar la cuestión norirlandesa del resto de las cuestiones del Reino Unido al no participar, como otras regiones, en la actividad parlamentaria de Westminster).
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |