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Historias y anécdotas de Venatore, el cazador (página 6)

Enviado por MANEL BATISTA


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Pude ver su automóvil estacionado en el lugar donde siempre solía ponerle, con su leal chofer, un guaraní de notable estatura, algo poco frecuente ya que esta raza de nativos no suelen sobrepasar por regla general, del metro sesenta y cinco de estatura. Dejé mi auto junto al del capitán y saludé al chofer.

En el salón encontré al capitán Daniel González, degustando un opíparo desayuno nacional, que al verme me hizo señas para que me acercara e invitarme a que compartiéramos mesa y desayuno. Para mis propósitos, mejor imposible. Después de un buen rato de charla, le conté como aquel que explica una anécdota, la desaparición del señor Tourán, naturalmente que no cité nombres ni nacionalidades.

-¿Y me dice usted que este señor desaparecido, según le confesó su esposa, no se ha fugado con alguna jovencita?-.

-Pues no puedo asegurarle capitán, solo me baso en lo relatado por la esposa. Esta pregunta ya se la insinué, pero descartó esta posibilidad. Intuyo en que ella piensa en que haya podido ser un rapto y ser un rehén para pedir un rescate, tengo entendido que son gente bien posicionada económicamente-.

-Vamos ver, ¿desea usted que abra una investigación?-.

-Pues la verdad que no se, debería quizás pedirle autorización a la esposa, ¿no le parece?-.

-Hágalo y le prometo ocuparme de ello, y bien sabe usted que en este pequeño país, la policía se entera de todo-.

Yo sabía muy bien que significaba la referencia del capitán González. La República del Paraguay estaba presidida por el General Alfredo Ströessner, precisamente descendiente de alemanes, y el sistema de gobierno era el de una dictadura enmascarada de democracia, para ello en su día se crearon dos partidos políticos, el blanco y el colorado. De vez en cuanto se celebraban elecciones y cada partido político presentaba sus candidatos, en uno de ellos se presentaba el General, que como es de suponer era el que ganaba siempre las elecciones, el otro partido quedaba en una perenne oposición "Light". Carteros, taxistas, porteros, vendedores de periódicos y de la polla, que es como así se le llama a la lotería en aquel país, eran todos ellos sin excepción confidentes de la policía.

Me despedí de mi amigo el capitán y regresé al consulado. Encargué a mi secretaria Aline que se pusiera en contacto con madame Touran y la citara en el consulado. Por la tarde me anunciaba la visita de esta.

-La he pedido madame que viniera a verme por que cabe la posibilidad de averiguar el posible paradero de su marido, pero claro, necesito en primer lugar su autorización para ello, y también que me autorice a facilitar el nombre y apellidos de su esposo si fuera necesario-.

Ella asintió con la cabeza, estaba callada y muy atenta. -¿Puede usted darme el nombre completo de su esposo?-.

-Jean Louis Touran-, me dijo escuetamente.

-Recuerdo señora, que ayer mencionó que su esposo era de origen alemán, ¿es así?-.

-Si, ciertamente-.

-¿Recuerda usted o sabe usted cual era su nombre antes de que ustedes se casaran y adoptar unos apellidos distintos?-.

Miró al techo de la estancia, como si estuviera ejercitando la memoria y poder recordar. –Creo que se llamaba Erik von Esserdorf, pero no estoy muy segura, él jamás habla de ello, ni de su familia-.

-¿Y sabe si participó en la guerra?-.

-Si, en cierta ocasión me dijo que estuvo toda la guerra en una oficina del ejército, en calidad de archivero, creo-.

-¿Le consta si tenía algún tipo de graduación durante esta época?-

-No se si era teniente, pero no me haga demasiado caso señor cónsul, no he tenido nunca interés alguno en el pasado de mi esposo-.

-Bien, voy a intentar unas discretas averiguaciones y la tendré informada-.

-Gracias monsieur-, me dijo mientras se levantaba. La acompañé hasta la puerta y se subió al coche que había dejado estacionado en la puerta del jardín. Me quedé mirándola mientras el auto se alejaba calle abajo.

Por la tarde del mismo día, arreglé una reunión con el capitán González en la propia jefatura de policía. Le informé de cuanto pude sacarle a madame Tourán, mientras el capitán iba tomando unas notas de lo que le relataba. Una hora más tarde nos despedíamos.

Una semana y media después, el capitán me llamó por teléfono utilizando un tono que me pareció oficial, puesto que en lugar de llamarme por mi nombre como usualmente solía hacer, me llamaba señor Cónsul, me invitó a que le visitara en su oficina. Me sorprendió un poco el tono que empleaba, puesto que era un hombre de carácter bastante jovial, pero pensé que quizás tenía gente en su oficina y deseaba dar una impresión formal.

El núcleo urbano de Asunción es relativamente pequeño y permite desplazarse de un lugar a otro a pié, otra cosa son los barrios residenciales o los de las clases trabajadoras que se extienden alrededor del centro pero en zonas opuestas. Nuestro consulado estaba situado a unas pocas manzanas de la central de policía, aquella soleada tarde opté por caminar, en la calle principal, llamada del Libertador, había no menos de diez casas de cambio de moneda que competían entre si para captar turistas que quisieran cambiar sus dólares americanos por la moneda autóctona que se llama guaraní, rivalizando en una oferta de una mayor aplicación de cambio. Supe un tiempo más tarde a mi llegada a este país, que los dólares que las casas de cambio y bancos ingresaban, iban a parar a las arcas del estado, estando prohibida la libre circulación de esta deseada moneda, que era utilizada para las operaciones mercantiles internacionales, al igual que muchos otros países.

La calle principal estaba además repleta de comercios de toda índole que ofrecen sus mercancía mediante empleados que a pie de la puerta del establecimiento intentaban captar a los clientes que pasan por sus cercanías, provocando en ciertas ocasiones discusiones más o menos acaloradas entre empleados de comercios vecinos. Esta calle finalizaba en una gran plaza en la que primaba una lujuriosa vegetación especialmente de árboles tropicales de grañidísimas dimensiones y belleza, en cuya sombra se sentaban en los bancos públicos los nativos para tomar la bebida nacional conocida por el tere-ré, que es el homónimo al mate argentino.

En uno de los lados se halla el edificio presidencial, una bella edificación de estilo colonial de considerables dimensiones, que como es natural, está bien custodiado por el ejército. En otro de los costados se halla el edificio más alto del país, el Hotel Paraguay, construido y regentado por un consorcio hotelero español, es una construcción moderna de ocho plantas de altitud, de gran confort y habitado por turistas, hombres de negocios y algunos intermediarios mercantiles autóctonos en busca de alguna comisión que les pueda caer por su intervención.

Los paraguayos autóctonos tienen una conversación bastante reducida; hablan del tiempo que va hacer, de mujeres y de fútbol, su gran pasión y en ocasiones del negocio fallido y que algún europeo o yankee les ha frustrado. Son de carácter parsimonioso, mejor dicho, lentos de reacción, a los europeos se nos mira con cierto recelo, pues nos ven como los colonizadores y usurpadores de sus bienes. La verdad es que los grandes terratenientes del país son en su mayoría de origen europeo, gran parte de ellos de raíz germánica y algunos de ellos viven aislados del resto de la población, viven en comunidades sectarias y religiosas, gobernándose por sus propias reglas o leyes, los más conocidos son los Amonitas, cuyas ancestrales costumbres les traslada al siglo anterior sin evolucionar.

El capitán González me recibió en una salita contigua a su oficina, me pareció que estaba algo así como preocupado, su sonrisa afable de siempre estaba casi ausente. Me invitó a sentarme y carraspeó un poco, como si quisiera aclararse la voz, finalmente después de los clásicos saludos, me dijo:. –¿Conoce usted bien a esta familia señor cónsul?-.

-Pues no, francamente no, solo puedo decirle lo que ya el otro día le conté, y que la señora Touran me había relatado, nada más-.

Intuí que algo no iba bien, el capitán permanecía con el semblante serio y reservado.

-Tal y como usted me sugirió, hemos efectuado una serie de indagaciones respecto a este hombre aparentemente desaparecido. En primer lugar hemos investigado en nuestro país, siendo los resultados en principio casi infructuosos, nadie nos ha podido dar razón del individuo, a excepción de un taxista que nos ha contado que hace cuatro días, tres hombres que hablaban un idioma extranjero irreconocible por él, tomaron su taxi y les llevó hasta el puerto fluvial de la ciudad y le ordenaron detenerse junto a una embarcación de recreo atracada en el muelle que llevaba bandera Argentina, allí descendieron y, uno de los tres se comportaba como si estuviera ebrio, puesto que no hablaba nada y los otros dos le llevaban en volandas, dos marineros de la nave les auxiliaron a subir abordo con la "carga", acto seguido soltaron amarras y se marcharon río abajo. La actitud de los tres individuos nos ha hecho sospechar, en especial del que nos dijo parecer estar bebido. Averiguamos a través del rol de la embarcación, que ésta era de bandera argentina y había sido alquilada por la embajada de Israel en Buenos Aires-.

-Gracias a un centro de información de documentos de la ciudad de Frankfurt, hemos logrado conocer el pasado de esta persona. Con anterioridad a adquirir la nacionalidad francesa, el individuo en cuestión había pertenecido al ejército alemán con categoría de oficial, estuvo al cargo de un centro de documentación en el que eran registrados los presos destinados a los campos de concentración, más tarde y ya en los estertores de la conflagración bélica, le cambiaron el destino y se ocupaba de efectuar la "limpieza" de los campos de concentración de Polonia, probablemente para hacer desaparecer las huellas de los horrores que como invasores habían llegado a cometer. A finales del 1943 desapareció y probablemente fue cuando huiría a Francia, donde pudo tomar otra personalidad-.

En este punto el capitán González, detuvo su explicación y tomó un sorbo del café que nos había servido uno de los auxiliares.

Yo estaba, realmente sorprendido de como con tan breve tiempo este funcionario había podido reunir tamaña información, asentí con la cabeza y le hice ademán de que continuara.

-El fulano llegó hace bastantes años a nuestro país con una gran cantidad de dinero que depositó en uno de nuestros bancos, comprando poco tiempo después la suntuosa casa en la que vive el matrimonio en la Avenida de España, cerca del aeropuerto, además de la oficina del centro de la ciudad en la que se ocupa de sus negocios, todavía no demasiado claros, sabemos que tiene tratos con gente de Brasil, Argentina y también de la nueva Alemania, periódicamente recibe transferencias de dinero de cierta consideración desde estos países y en algunas ocasiones desde Austria o Alemania. No obstante todavía no hemos podido establecer la razón de este dinero y el porqué-.

-¿Y que consecuencia ha sacado usted de todo ello?- le pregunté.

El capitán hizo caso omiso a mi pregunta y siguió con su información.

-Confío que en pocos días podré saber los conceptos en que este dinero de distintas procedencias de donde sale y en que se emplea-.

-Me ha dejado usted perplejo capitán, tiene usted más información que la propia CIA o el Mosad-, le dije medio bromeando, pero sin querer desmerecer un ápice sus resultados obtenidos, si no todo lo contrario.

Deduzco por su informe que este hombre puede que sea uno de los muchos nazis que se refugiaron en Latinoamérica y hoy todavía buscados implacablemente por el servicio secreto israelí-.

-Es muy probable señor cónsul que su deducción sea acertada. Déme usted algo más de tiempo y le aseguro que sabremos la verdad-.

Tuve la impresión de que el capitán González daba por finalizada la reunión, le agradecí su gentileza y me acompañó hasta abrir la puerta de mi automóvil.

De regreso al consulado, remití un detallado informe del caso de madame Tourán, y su desaparecido esposo, en el que añadía la conversación mantenida con el capitán González. Ya casi no me cabía duda de que el individuo al que llevaron inconsciente hasta la embarcación fuera el esposo de madame Tourán.

La respuesta de París a mi informe, fue casi inmediata. Me confirmaban que un periódico israelita celebraba como gran éxito, el secuestro de un antiguo nazi refugiado en Sudamérica aun que no daba nombre. Fue la confirmación definitiva a la desaparición. Pocos años atrás, en circunstancias muy parecidas había sido secuestrado en Argentina el criminal nazi; A. Eichmann, juzgado posteriormente en Israel y condenado a la pena de muerte.

Me quedaba ahora tener que comunicarle a madame Touran mis averiguaciones, que muy probablemente no la iban a hacerla demasiado feliz. ¿O si?. Nunca se sabe……

Capít. 30

Manuela y yo hicimos un breve viaje de novios a los Estados Unidos de quince inolvidables días. Su amor era como las burbujas del champán que se suben al cerebro y te embrujan, algo así como esas apacibles noches de julio a la luz de la luna en las que parece que el espíritu vuela por el espacio como el éter, de algún modo era la prolongación de aquella felicidad que habíamos paladeado algunos años atrás en los que éramos muy jóvenes y también algo irresponsables, interrumpiéndose por las circunstancias que el momento nos deparó.

.La familia Ezeiza estaba feliz con nuestra unión, en especial y mis nuevas cuñadas. A nuestro regreso del viaje, me incorporé de nuevo a la misión que me había sido encomendada, pero sorprendentemente la compañía petrolera española, Repsol, se nos había anticipado comprando un importante paquete de acciones de la petrolera YPF argentina, pasando la primera a tener una mayoría de acciones que era inapelable para que otra sociedad entrara en la negociación.

Me presentaron a toda la familia de Manuela, que a decir verdad era bastante extensa y variopinta. No obstante pude comprobar que la familia de mi flamante esposa era muy considerada en la sociedad bonaerense. En sus orígenes familiares, sus hacendados abuelos eran de origen español y por más señas, navarros, en su día obsequiaron al gobierno de la nación los terrenos que actualmente ocupa el aeropuerto internacional de la ciudad, al que en justa correspondencia bautizaron como : Aeropuerto Internacional de Ezeiza, así mismo en el popular barrio de San Telmo de la capital, existe todavía la antigua mansión de los Ezeiza, una bella y elegante construcción del último tercio del siglo XIX, también donación de los Ezeiza a la municipalidad, hoy convertida en un museo público en el corazón de este castizo barrio de los artistas y comerciantes de antigüedades, lugar en el que todos los sábados y domingos del año, se celebra lo que vienen a llamar los bonaerenses de modo simpático y desenfadado : el Mercado de las Pulgas, donde uno puede encontrar los objetos más insólitos, desde una completísima vajilla de plata fabricada a finales del siglo XIX en Alemania o una preciosa silla de montar con adornos de plata trabajada, joyas de poca calidad y otras de mucho valor, arte manual, todo allí para nosotros los europeos es muy asequible dada a la superioridad de la moneda que utilizamos los extranjeros cuando visitamos el país, en aquellos momentos muy necesitado de ingresar divisas fuertes en sus magras arcas.

Nueva York, fue nuestra primera estación, nos aguardaban en el aeropuerto de Laguardia mis tíos, los Montpenzat y mis dos primas que se desplazaron desde Washington a propósito para ello, mis padres arribaron al día siguiente, por el problema de horarios de los vuelos entre París y N.York.

Fueron unos días inolvidables, mis primas sumamente solícitas y simpáticas, en especial la mayor de ellas, Amelie, que solo al verla me vino a la memoria las caricias de sus senos en mi espalda cuando la llevaba en la Vespa, claro que eran otros tiempos. Ahora era una toda una mujer, muy bella, había mejorado en el lagar del tiempo. Cristinne, la menor, seguía siendo aquel ser siempre enamorado de la poesía, aunque ahora tenía preferencias por los poetas italianos del renacimiento, y había dejado de ser aquel ser solitario y un poco borde que tomaba el sol en la playa sin protección alguna. Al parecer, ahora, en los Estados Unidos, lo moreno se estilaba…

Mi tío nos había reservado habitación en el Waldorf Astoria propiedad de la familia Hilton, en Park Avenue, una importante avenida que cruza de norte a sur la isla de Manhattan, increíble, un hotel que era una muestra permanente de la elegancia del Art Deco de finales del siglo XIX y principios del XX, donde cada mueble, cada baldosa, cada mármol, cada una de las estatuillas que estaban repartidas por todo el hall, y las vitrinas que contenían objetos de antigüedad, eran piezas exquisitamente seleccionadas y obras de arte. Estaba considerado el hotel más elegante del mundo, y como es natural, también el más caro.

A la mañana siguiente nos desplazamos todos a recibir a mis padres al aeropuerto. Hacía casi dos años que no les veía. El aeropuerto de Laguardia, fue en su día uno de los más importantes del continente americano, ahora habían otros dos de construcción más moderna y con mayor capacidad de tráfico aéreo, pero Laguardia todavía mantenía ese sabor entrañable de los viejos aeropuertos en que las personas que aguardaban a los pasajeros que llegaban o despedían, casi podían acompañarles o recibirles al pie de la escalerilla del avión.

Yo estaba algo nerviosillo, no se como expresarlo, pero a pesar de que ya había sobrepasado los treinta y cinco años, todavía sentía la ascendencia de mi madre sobre mi, esperaba de ella algún reproche, así por lo bajo, no se, algo así como; de que no llevaba la corbata adecuada para el color de traje que vestía, o quizás los zapatos no lo suficientemente brillantes. Observé que Manuela también andaba algo agitada, aunque trataba de disimularlo, era una mujer que tenía la gran cualidad de saber sobreponerse a determinadas emociones, la capacidad de mantenerse firme, pero ahora se iba a enfrentar con su nueva suegra, a la que ya conocía pero iba a ser en circunstancias muy distintas.

Fui el primero de ver a mi madre descender por la escalerilla del avión que estaba apenas cien metros de donde nosotros nos hallábamos, detrás de una malla metálica que separaba la pista y los pasajeros de nosotros. Detrás mi padre con un pequeño maletín de mano, que con toda seguridad era lo que le llaman el necessaire portátil de las damas, en que suelen llevar desde joyas, dinero y lo más importante; los productos de belleza.

Mamá, vestía un traje de chaqueta gris medio y una camisa azul pastel que la favorecía enormemente y que tocaba con un foulard granate, estaba, como se diría en París, três chic, con la mano derecha sujetaba un pequeño sombrero que llevaba en la cabeza para que el viento no se lo llevara. Papá iba de azul marino y muy probablemente antes de descender del avión mamá le habría pasado revista al atuendo que llevaba y ajustado el nudo de la corbata.

Pasaron el control de pasaportes acompañados de mi tío Thierry que se había identificado con anterioridad como diplomático, gracias a ello los equipajes fueron llevados directamente del avión a uno de los dos automóviles que la embajada de nuestro país había dispuesto para recibirles.

Papá, Mamá y, yo nos fundimos en un abrazo, como quizás nunca habíamos hecho, era la primera vez que veía asomar unas lágrimas en los ojos de mis padres, y yo ahora me sentía feliz, muy feliz.

Mamá se separó del abrazo y se quedó quieta mirando a Manuela fijamente, que estaba apenas a dos metros de nosotros, mientras mis tíos y primas se mantenían un poco más atrás dejando que nos saludáramos a nuestro aire. Mi esposa también se quedó mirando a mamá, como si estuviera analizándola. Súbitamente ambas se abalanzaron y se fundieron en un fuerte abrazo y así estuvieron bastante tiempo, mi padre y yo nos miramos gozosos a la vez que sorprendidos, jamás habíamos visto un gesto tan efusivo en mi madre. Mi padre se me acercó al oído y me dijo quedamente –como puedes ver hijo, las mujeres siempre sorprenden-.

Después de que saludaran a mis tíos y primas, nos dirigimos a nuestro hotel, allí nos dejaron para que descansáramos y se llevaron a mis padres para que se alojaran en el suyo, muy cercano al Central Park.

Mi tío era un hombre extremadamente organizado, unos días antes había contratado el saloncito de un restaurante italiano enclavado en el corazón de la Little Italy neoyorkina, para celebrar una comida familiar y sin "corsés".

Gigi Fazzi, era un restaurante regentado por tres hermanos nacidos en Foggia. Tuvieron el acierto de darle un aire decorativo que sabía a Italia. Los Fazzi se habían distribuido cada uno en una labor determinada. Luiggi, el mayor de los tres, se ocupaba de la cocina, Antonio (Tony) y Regina atendían a los clientes ayudados por dos muchachas.

Alrededor de las dos de la tarde nos reunimos toda la familia en Gigi Fazzi.

Manuela estaba más bella que nunca, resplandeciente, se había dejado suelto su negro y ondulado cabello que le caía por la espalda como si fuera una cascada que contrastaba con la blancura de la piel de su rostro, y sus enormes ojos obscuros que era imposible dejar de mirarlos. Yo me sentía satisfecho y feliz, observaba a mis padres y veía en ellos esa misma felicidad reflejada en el rostro, en especial mi madre que estaba desconocida, no era necesario que lo manifestara, nuestro matrimonio la había hecho muy feliz, lo pude comprobar viendo como se abrazaba y besaba con frecuencia a Manuela, y como ésta le correspondía. En la mesa se sentaron una al lado de la otra y no dejaban de hablar, francamente creí que me habían cambiado a mi madre y se lo manifesté discretamente a mi padre, él también estaba sorprendido, pero me confesó que ya durante el vuelo observó que estaba contenta y deseosa de llegar y abrazaros.

Tío Thierry y su esposa, hermana menor de mi madre, me felicitaron una y mil veces por el acierto de casarme con Manuela, y noté que lo decían sin cumplidos, era por que les había caído muy bien, – tiene una educación exquisita y además de ser muy bella es distinguida, una digna esposa de un diplomático-, me manifestó mi tío, y añadió: -te ayudará en tu carrera-, apuntó mi tía. Mis primas también estaban encantadas con ella.

Durante toda la cena, fuimos la comidilla del restaurante, en el que además de algún turista italiano estaban los clientes habituales que no dejaban de mirar a nuestra mesa. Durante el ágape uno de los camareros se me acercó y me preguntó refiriéndose a mi esposa, si la señora era alguna actriz, pues bastantes clientes le habían hecho esta misma pregunta.

Les dije orgulloso que simplemente era mi esposa, evidentemente una gran mayoría de los caballeros y alguna que otra dama no dejaban de mirarla.

Al día siguiente y después de una noche de dulces y apasionados juegos amorosos y una reconfortante ducha, encargamos el desayuno. Confieso que los desayunos del Waldorf son realmente legendarios, disponen de un amplio abanico de ellos, que se ajustan a los típicos de cada país, independientemente del famoso y conocido por el Desayuno Waldorf, elaborado por el chef de cocina, todos los días es distinto y que jamás se repite. Allí lo snob y extraño, es pedir un sencillo café con leche acompañado de croissant.

Alrededor de la diez de la mañana nos lanzamos a las calles neoyorkinas, Manuela me sirvió de guía pues ella había estudiado allí dos años de filología inglesa y es por este motivo que se conocía la ciudad al dedillo. El día brillaba con un resplandeciente cielo azul y sin una nube que asomara, temperatura primaveral, y nuestro amor, ¿qué más podíamos pedirle a la vida?. Visitamos desde el Empire States, La Bolsa en Wall Street, el museo pictórico, no nos atrevimos a ir a todos los que la ciudad tiene, ya que probablemente hubiésemos necesitado algo más de un mes para visitarlos y el Rockefeller Center, sin olvidar la joyería Tiffany. Nos limitamos a ser unos turistas más en la ciudad capital del mundo civilizado, como fuera Roma en otros tiempos.

Al final de la tarde tomamos un taxi para regresar al hotel, estábamos derrengados de tanto caminar, al llegar a la habitación nos dejamos caer en la cama cuan largos éramos, a pesar de todo todavía tuvimos fuerzas para seguir con los juegos amorosos que habíamos iniciado la noche anterior, y así nos quedamos, abrazados y profundamente dormidos.

Nos despertó el timbre del teléfono que retumbaba sin piedad en nuestros oídos. Manuela acudió antes que yo pudiera alcanzarlo, colgó unos segundos después. –Era de la recepción, dicen que en recepción hay un caballero que pide por ti-, me dijo con cara de extrañada.

-¿Te ha dicho como se llamaba este caballero?-.

-Me ha dicho la recepcionista que el caballero no ha querido identificarse, pero que te aguarda a en el lobby-.

-Que misterioso es todo eso, bien vamos a vestirnos y bajaremos a ver que desea este misterioso personaje-.

Nos vestimos en un santiamén y cogimos uno de los muchos ascensores que nos llevarían al lobby.

-¡¡ Santo cielo !!-, exclamé, -no podía ser otro-. Dije casi gritando.

Mi esposa estaba realmente desconcertada y máxime cuando vio que el caballero y su esposo se abrazaban efusivamente.

Me di la vuelta y la vi con esa cara que uno pone cuando se sorprende y no sabe de que va la cosa.

-Ven Manuela, ven, acércate, voy a tener el placer de presentarte a mi mejor y sorprendente amigo, Phillipe Lafurcade. No podía ser otro que Phil-.

Phil, agarró delicadamente las dos manos a Manuela situándola frente a frente, se la quedó mirando en silencio un buen rato, para finalmente hincar una rodilla en el suelo mientras decía: -Me rindo ante tanta belleza-, a la vez que le besaba la mano, mientras mi esposa se sonrojaba y todo el lobby les miraba.

Éste era Phil, un caballero hasta lo infinito, y un admirador de la belleza femenina y un gran amigo de sus amigos.

Mi esposa no daba crédito a lo que veía, y acudí en su auxilio.

-Manuela, no te sorprenda la reacción de Phil, es un ferviente admirador de la belleza femenina, y te aseguro que en ningún momento finge, pero siempre exterioriza con ellas sus sentimientos-.

Phil, se quedó algo así como petrificado por la bella mujer que tenía frente si, yo que le conocía bien, sabía lo que pasaba por su cabeza. –Mi querido amigo, te agradezco en el alma este gesto de admiración que has tenido con mi esposa, no esperaba menos de ti-, le dije poniéndole una mano sobre el hombro.

Phil, sin responder a mi comentario, miraba a Manuela como si estuviera bajo un poder hipnótico, cuando despertó del mismo le dijo: -Manuela, eres la mujer más bella que he conocido en toda mi vida. Eres la esposa de mi mejor amigo, pero delante de él te digo que vas a tener en mi persona, además de un sincero amigo, el mayor de tus admiradores-.

Era la primera ocasión en que vi que mi esposa se azoraba ante el calibre del requiebro.

Capít. 31

A estas alturas de mi vida, he vivido tantas cosas que ya nada me sorprende. La aparición de Internet en la segunda mitad del siglo XX, abocó al mundo civilizado a un progreso imprevisible en aquel entonces, solo mentes muy preclaras eran capaces de comprender el cambio que la sociedad experimentaría en los años venideros. El desarrollo de los programas espaciales provocaron que los países con mayor poder económico progresaran en los nuevos sistemas de comunicación, en el que los EE.UU. y la antigua URSS, eran los líderes indiscutibles en esta carrera.

A medida que se avanzaba en tecnología, se iban formando personas en los sistemas informáticos de programación, algunas industrias experimentaban con nuevos materiales y sistemas que se aplicaban a los macro ordenadores utilizados para poder reducir el tiempo en los cálculos matemáticos que se necesitaban para el lanzamiento de naves y satélites, así como la reducción de las dimensiones de las máquinas llamadas ordenadores o computadoras.

Otros países fueron ingresando al club de los informáticos, con la creación de nuevas empresas que desarrollaron procesos fabriles que desembocaron en la reducción del tamaño de los procesadores de datos u ordenadores, con una velocidad de cálculo infinitamente mayor que sus predecesores. Surgieron las empresas de software, mejor dicho, sociedades que programaban y dotaban el "cerebro" de los ordenadores (a los que se les llamaba "disco duro") con los conocimientos matemáticos necesario que otros fabricaban. Nació la primera sociedad dedicada de pleno a la elaboración de programas para los ordenadores y que podían estar al alcance de todo el mundo, Microsoft, del ahora todopoderoso señor Bill Gates, y otras competidoras como Appel, y apareció el PC, el "Personnal Computer", que aceleró y revolucionó la sociedad mundial, estas nuevas tecnologías estaban al alcance de casi todo el mundo, los periódicos y sus periodistas podían comunicarse inmediatamente de producirse las noticias, las empresas transmitían sus pedidos de materias primas y recibían los encargos de sus clientes también por este mismo medio, la industria bélica fue la que más progresó en estas tecnologías, a la par con la industria aeroespacial y aeronáutica, indudablemente la medicina y la cirugía también fueron beneficiadas con estos avances tecnológicos, aparecieron nuevas carreras universitarias y las de especialización.

Hoy veo a muchachos de pocos años que manejan estos PC´s con la misma facilidad que yo me hago el nudo de la corbata.

Este trepitante desarrollo de la tecnología informática y el bajo costo para obtener un PC, queda ya al alcance de un buena parte de la humanidad. Este fenómeno ha creado hábitos en las personas a no poder prescindir del uso del ordenador, las noticias se transmiten a la velocidad de la luz desde cualquier punto del globo, se ha reducido el consumo del papel y consecuentemente los archivos documentales que venían ocupando grades espacios, han eliminado casi en su totalidad el sistema de microfilmar documentos. Los ejércitos mundiales con la utilización de estos modernos medios, han evolucionado en muy poco tiempo, Internet vía satélite, permite conocer la posición y movimientos de un enemigo con una precisión extraordinaria y en vivo. En una palabra, el mundo se ha globalizado en muy pocos años. En los cerrados países del mundo árabe, la juventud se comunica con absoluta libertad con los de su generación de otros países cuya libertad de expresión no está controlada y les permite comprobar que existe otro mundo y les lleva interesarles y a exigir a los dictadores de su país; libertad. El primero de estos países fue Túnez, y le siguieron otros de su entorno. Fue el principio del fin.

Algunos de mis amigos que todavía prestan sus servicios en el SGDE, me comentan que Internet también se ha convertido en un banco de espionaje importantísimo, personas virtuosas en programación, llamados Hackers, llegan a introducirse en los sistemas informáticos de muchos gobiernos, y espían tecnologías y secretos que luego venden o difunden a través de la red.

China, se está convirtiendo en una grandísima potencia emergente que de seguir así preveo que llegará a sustituir en años venideros a los EE.UU. de Norteamérica como gran potencia mundial, India y Brasil por este orden, siguen en este movimiento de progreso tecnológico mundial. Los países árabes, en especial los Emiratos, Irán y Arabia Saudita, tienen un gran poder económico, pero a mi parecer, es finito, acabada la obtención de los hidrocarburos en su subsuelo, les eliminará como país independiente, solo se salvarán los acaudalados líderes que habrán situado sus bienes en otros países, si no antes sus súbditos no han salido a la calle para intentar derrocar a las monarquías tiranas reinantes. Los medios que hoy facilita el acceso a Internet abre los ojos a la gente joven de todos estos países y creencias, ven limitadas sus oportunidades en la vida, tienen ahora la oportunidad de comparar con el estatus de otros países y desean tener éste, en especial las mujeres que hasta el momento, son consideras en el Islam simplemente como reproductoras de la especie y sirvientas hogareñas, hay muchos animales en el planeta que tienen mayor libertad que las mujeres del Islam. Los líderes doctrinales incitan a sus creyentes a desplazarse a otros países para que difundan la doctrina de Mahoma, hoy en Alemania casi un veinte por ciento de su población es de confesión musulmana. Veremos que hacen ahora los que fueron "depuradores de la raza" ante este panorama.

El gobierno chino mantiene un grandísimo control sobre Internet, la accesibilidad a nivel privado es controlada y limitada, sin embargo tiene un equipo de cientos de hackers que se introducen en los programas de organismos gubernamentales de muchos países y podría llegar el momento en que estuviera en sus manos la posibilidad de bloquear instituciones, maquinaria e incluso fábricas o suministros de electricidad a muchos países, simplemente apretando una de las teclas del ordenador.

Dios quiera que este día no llegue……..

Capít. 32

Nuestra luna de miel fue una delicia. Phil estuvo dos días en Nueva York, tuvimos la fortuna que nuestra estancia coincidía con un concierto que tenía programado en el famoso Carnegie Hall.

Como es natural fuimos toda la familia a la audición de su concierto. El Carnegie Hall, es un edificio de enormes proporciones, pero una de sus principales cualidades que lo distingue de los demás, es su perfecta acústica. Se ha dicho que "la sala por si sola es un instrumento, toma lo que tu haces y lo convierte en algo inmortal".Cualquier concertista del mundo considera que llegar a tocar en esta sala es su consagración eterna. Si preguntas a cualquier neoyorkino ¿cómo se llega al Carnegie Hall?, te responden: -practicando, practicando-.

A Phil la organización le destinó la acogedora sala "Judy & Arthur Zankel" con una capacidad de casi 700 personas que estaba a rebosar, no era la primera vez que mi amigo actuaba en la ciudad de los rascacielos, desde entonces su prestigio había solidificado entre los melómanos neoyorquinos. Phil se ocupó de que la organización nos facilitara unos puestos distinguidos en la sala.

En esta ocasión había efectuado pequeñas variaciones en su clásico repertorio, como es natural el plato fuerte era Chopin, del que era y es un grandísimo y reconocido intérprete, pero las variaciones consistían en piezas de Rabel, Litz y Falla.

El éxito de su recital fue tan apoteósico que el entusiasmado público neoyorquino le solicitó con insistentes aplausos varios "bises", finalmente casi exhausto, una azafata de la organización subió al estrado con un precioso ramo de flores que le obsequió en nombre del público.

Sorprendentemente Phil, se dirigió al los asistente con las flores en los brazos para agradecerles sus aplausos y fidelidad, pero finalmente tuvo unas palabras para nosotros, dijo: -Con vuestro permiso querido público, voy a permitirme la licencia de hacer entrega de estas flores que me habéis obsequiado, a la esposa de mi amigo de toda la vida Alain y su esposa, hoy, aquí presentes-, dijo señalándonos con el dedo, provocando que todo el auditorio dirigiera sus miradas al lugar señalado por Phil, -una de las damas más bellas que jamás he conocido-. El público rompió en fuertes aplausos en el entretanto Phil bajaba del estrado y entregaba a mi confusa esposa el ramo de blancas flores, a cambio Manuela, le hizo entrega de uno de sus guantes que Phil besó y colocó en el bolsillo superior del elegante smoking como si de un pañuelo blanco se tratara. Este era mi amigo Phil, simplemente genial, un ser irrepetible.

A la mañana siguiente, nos despedíamos en el aeropuerto, Phil volaba a México, tenía un concierto aquella misma noche en la bella ciudad de Puebla, y nosotros a California.

San Francisco gozaba de un día radiante aunque algo fresquito por la brisa que provenía de la boca de la bahía. Escogimos un pequeño hotelito próximo a los muelles, uno de los sitios más típicos de la ciudad de Fray Junípero Serra.

California, a pesar de que hoy la mayoría de sus habitantes es de origen anglosajón, conserva todavía una gran tradición española, no en vano fue descubierta y poblada por misioneros españoles, pasando luego a manos de México, y siendo posteriormente ocupada por sus actuales moradores que procedían del este del país cuando se desató la llamada fiebre del oro. Esta ciudad, supo sobreponerse al gran terremoto de inicios del siglo XX que la destruyó en su totalidad,

Alquilamos un automóvil para recorrer sus alrededores que a decir verdad son de gran interés por su belleza natural, en especial el famosísimo parque de los gigantescos Sequoias y Yellowstone, en el norte del Estado. Unos días más tarde volamos a la meca del cine, Los Ángeles, donde el lujo y la exuberancia lucen permanentemente y en especial en la famosa avenida conocida por Rodeo Drive, y Beverly Hills, lugar en el que suelen vivir la mayor parte de los actores famosos de Hollywood, precisamente en uno de los más distinguidos restaurantes de la ciudad, Delmonicos Lobster House, tuvimos la oportunidad de coincidir con el veterano actor y perenne galán cinematográfico, ahora recién retirado de las pantallas dedicado a los negocios de la cosmética, Cary Grant. Como ya era tradicional en él, se distinguía por su natural elegancia, tenía ya todo su cabello de un blanco níveo, así como las cejas, y usaba unas gruesas gafas de montura de carey que todavía le daban un toque de mayor elegancia y respetabilidad. Le acompañaba una elegante dama que parecía algo más joven que él. Discretamente me interesé por uno de los camareros quién era la dama que compartía mesa con el actor, me dijo no saberlo pero que se informaría, poco después se acercó a mi y casi a la oreja me dijo en una especie de susurro que se trataba de una de los principales accionistas de los perfumes Elizabeth Harden.

Tuve la oportunidad de haber visto al prestigioso actor en carne y hueso hacía ya algunos años, cuando rodó algunas escenas en la Costa Azul del film de Albert Hitchkoc, "Atrapa un Ladrón", en la que tenía como coprotagonista a la deliciosa Grace Kelly, yo entonces era un jovenzuelo en vacaciones y él estaba en la cresta de la ola. Repentinamente Manuela hurgó en su bolso del que sacó una pequeña libretita y una refinada pluma estilográfica, y sin hacerme comentario alguno se levantó yéndose muy decidida al encuentro de la mesa en la que estaba la famosa pareja, me fije en que algunas de las personas que estaban en las mesas cercanas miraron a mi esposa con admiración, desconozco lo que Manuela les dijo a ambos, pero el actor se levantó, besó la mano a Manuela y la invitó a que tomara asiento con ellos, mi esposa le entregó la libretita y la estilográfica, este garabateó unas palabras, y acto seguido ambos se levantaron y el señor Grant besó de nuevo la mano de Manuela en señal de despedida. A su regreso a nuestra mesa, mi esposa estaba feliz y ansiosa de mostrar su "trofeo" a y mis cuñadas.

-No se lo van a creer-, comentaba gozosa no exenta de orgullo. Estaba deseosa de regresar a Buenos Aires para mostrar su preciado "trofeo" a todos.

Los dos famosos, acabaron de almorzar un poco antes de que lo hiciéramos nosotros y, justo al pasar por uno de los lados de la mesa, el señor Grant tuvo la deferencia de dirigirnos una simpática sonrisa y saludarnos con un movimiento de cabeza. Tuve que darle a Manuela unos golpecitos en una de sus manos para que regresara al mundo de los humanos, pues se había quedado boquiabierta siguiendo con la mirada a su ídolo cinematográfico que se alejaba en dirección a la salida del restaurante acompañado de una coorte de camareros y entre ellos el dueño, el propio señor Delmonico.

Regresamos dos días más tarde a Buenos Aires, vía Río de Janeiro, en el que nos detuvimos dos días más.

Capít. 33

Estando destinado en el consulado francés en Zurich, un suceso de alcance mundial, vino a causar una cierta convulsión en nuestra embajada Suiza. Tras el asesinato del político y acaudalado filipino, señor Pedro Palafox, cuyo instigador se decía haber sido su rival político, Ferdinand Marcos, aparecieron en el mundo financiero una gran cantidad de bonos emitidos por la Reserva Federal americana, que según se decía eran propiedad del asesinado, que este en su día los obtuvo a cambio de una gran cantidad de lingotes de oro que sacó de su país con más o menos legalidad. El señor Palafox, intercambió el millonario tesoro por bonos cuyo importe se calculaba alrededor de un billón de dólares americanos.

En aquella época la Reserva Federal americana emitía con cierta frecuencia bonos a cambio de valores físicos, principalmente oro en lingotes y diamantes, ya que debía colaborar con el gobierno de la nación a financiar la costosa guerra que los Estados Unidos mantenían en Europa y en el Pacífico y, a la vez proteger sus inversiones financieras en el mundo a través de los bancos bajo su dominio.

Muchos años después, algunos poseedores de estos bonos de la R.Federal trataron de convertirlos en dinero efectivo y se encontraron con la sorpresa de que los bancos eran reacios en canjeárselos, ponían como excusa que la R.Federal se negaba en convertirlos en dinero efectivo, la propia RF les decía que eran falsos. Este hecho causó una verdadera hecatombe financiera, pues en su día algunos bancos habían admitido algunos de estos bonos confiando en la bondad legal de los mismos y que sus clientes depositaron para que les fueran concedidos créditos financieros, y algún que otro banco hasta los había adquirido por un valor inferior al nominal, con ello la entidad financiera incrementaba sus activos y realizaba un gran negocio.

Una importante familia francesa de confesión judía, emparentados con los Rotschild, había adquirido a bajo precio una respetable cantidad de dichos bonos a través de unos intermediarios financieros que participaron en la venta, le habían explicado que el propietario de estos había tenido un serio descalabro bursátil que le obligaba a malvenderlos con el fin de tener disponibilidad, pero la dificultad y la sorpresa surgió cuando el comprador al ir a bancarizarlos, la entidad bancaria no los admitió, acción que les alarmó enormemente.

Esta familia, cuyo nombre me reservo citar por ser harto conocidas mundialmente, y que en adelante mencionaré con el nombre imaginario de Lupín, eran además de influyentes, amigos de nuestro embajador en Suiza, mi inmediato superior.

Cierto día el señor embajador me llamó a su despacho para contarme la tribulación financiera de sus amigos judíos y a la vez súbditos franceses.

Después de ponerme al corriente me pidió que efectuara todas las investigaciones necesarias para clarificar la legalidad de los bonos adquiridos, -usted tiene muchos amigos y contactos en el mundo financiero, así como también la gran experiencia adquirida en su paso por el SCEDE (Servicio secreto francés)-.

-Por supuesto señor embajador, no dude que lo trabajaré con la máxima discreción y confidencialidad para evitar cualquier escándalo, para ello necesitaría en primer lugar mantener una entrevista con estos señores amigos suyos, necesitaré todos los datos que puedan aportarme y documentos acreditativos-.

El señor embajador me facilitó el domicilio parisino de esta familia y les llamó para advertirles de mi visita.

Dos días después me presentaba en casa de mis padres, pero estaba solo una de las doncellas, al ser verano, ellos como era habitual, se habían ido a la casa de Niza.

Por la tarde llamé a los señores Lupín, para concertar la primera entrevista.

El señor Lupin me recibió con mucha afabilidad, era un hombre de unos sesenta años, que vestía bastante bien, y llevaba la típica "Kepa" en la cabeza, prenda imprescindible en los varones judíos que trata evitar o interrumpir el contacto directo entre Dios y el hombre en señal de acatamiento y respeto religioso, para mi era algo que respetaba pero que me parecía una soberana tontería, mejor dicho, me producía un cierta hilaridad.

Me recibió en un espectacular salón exquisitamente amueblado que denotaba el alto poder adquisitivo de la familia, a pesar de que el pueblo judío suele siempre pecar de austeridad, en especial a lo que su estilo de vida se refiere.

Tomé asiento en un sofá de cuero, de tacto muy agradable y mullido, mi interlocutor lo hizo en una butaca cercana donde yo me había aposentado.

-¿Le apetece tomar un té o café monsieur?-.

Los judíos siempre te ofrecen como primera bebida el té, son grandes degustadores de esta infusión. Como yo conocía esta costumbre, acepté con mucho agrado, a continuación el señor Lupín batió un par de veces palmas y de inmediato entro al salón una de las doncellas de la casa uniformada, que poco después nos trajo en un carrito una bandeja con tazas de fina porcelana y una humeante tetera, acompañada de una bandeja con unas pastas clásicas para la ocasión. El propio señor Lupin efectuó el ritual de servirlo siguiendo todos los tiempos prescritos, con ello se adivinaba sin equívoco su refinamiento.

Después de una corta conversación convencional y de mutuo conocimiento, derivé la misma al campo que me interesaba, tuve la precaución de llevar preparado un dossier con una serie de preguntas que debía monsieur Lupín responderme y que me iban a servir de orientación inicial para poder desarrollar mis pesquisas.

Esencialmente el señor Lupín vino a decirme que hacía apenas un mes había cerrado una importante operación mercantil en Sao Paulo, Brasil, y en lugar de repatriar los beneficios de la misma a Francia, unos intermediarios financieros le habían ofrecido bonos de la Reserva Federal americana a un precio muy inferior a su valor real por el que en su día fueron comprados.

Efectuó unas consultas con dos bancos de Sao Paulo, ambos coincidieron en darle informes favorables tanto de los bonos como de los intermediarios financieros que le presentaron la operación, motivo por el que ejecutó la compra de una cantidad importante de los mismos. Los bonos no eran nominativos, fueron extendidos en su día al portador, lo cual significaba que quien los tuviera era su propietario. Dicho de otra manera era dinero convertible en cualquier banco del mundo.

A su regreso a Francia, los depositó en una de las entidades bancarias con las que solía trabajar a menudo, con la finalidad de que con el amparo de dichos bonos le concedieran unos créditos que tenía dispuesto utilizarlos en la construcción de un ambicioso proyecto urbanístico de largo alcance en la isla de Cerdeña, cuya inversión era una de las más importantes efectuadas por sus empresas del sector de la construcción.

A los pocos días del ingreso, la alta dirección del banco le llamó para comunicarle que no les era posible aceptar los bonos en señal de respaldo para los créditos que había solicitado, hecho que le sorprendió enormemente. Mantuvo una reunión con el consejo de administración de la entidad bancaria, en la que le comunicaron que después de haber efectuado unas exhaustivas peritaciones y comprobaciones con expertos, el dictamen de los mismos, era que los bonos no tenían valor alguno dado a que eran falsos.

Monsieur Lupín quedó sumamente sorprendido ante tal inesperada situación, por ello quiso contrastar el dictamen de la entidad bancaria con otra de su absoluta confianza. A los pocos días le dieron el mismo resultado que en la primera. Dado a que no deseaba conceder ningún tipo de publicidad al tema, que podría tener consecuencias financieras de incalculable alcance para su grupo de empresas, desechó acudir momentáneamente al gabinete de abogados que le llevaba sus temas legales, lo rechazó de plano, ya que podría haber la probabilidad de que alguna filtración y la prensa del país airearía con grandes titulares el "affaire" que causaría graves dudas de su capacidad en el mundo financiero. Por este motivo decidió acudir a su gran amigo el embajador de Francia en Brasil.

Monsieur Lupín, me entregó una excelente fotocopia de uno de los bonos y también del certificado de compra que el banco brasileño le había extendido al efectuar el acto de compra-venta.

Con ambos documentos guardados en un sobre, me despedí del señor Lupín y acordé con él mantenerle informado de los posibles avances que obtuviera, tuvo la delicadeza y cortesía de acompañarme personalmente hasta el lugar donde yo había dejado estacionado mi automóvil.

Al llegar a casa, me hice un planteo de la actuación a llevar a cabo. Estuve meditando largo tiempo sobre la situación, no tenía la menor duda que los intermediarios financieros debían ser dos estafadores internacionales de mucha talla y muy probablemente el banco brasileño debía ser consciente de ello o quizás alguien con un cargo relevante en el mismo estuviera de acuerdo con los intermediarios. Mejor si es así, pensé, pues los pájaros podrían haber volado y estar ahora en algún paraíso fiscal gozando de los buenos y abundantes dólares que la fraudulenta y suculenta operación les había proporcionado a cargo de los bolsillos de monsieur Lupín. Sin embargo un banco es más difícil que desaparezca de la noche a la mañana. A medida que me concentraba en el asunto, estaba más seguro que dentro de la entidad bancaria tendrían a alguien compinchado que se llevaría también una buena "tajada" del botín.

Miré mi reloj y calculé la hora que Brasil tenía en aquellos instantes, en Francia eran alrededor de las siete de la tarde, por lo cual en Sao Paulo serían alrededor del medio día. Recordé que durante mis estudios de diplomacia, había trabado una buena amistad con un compañero del que tiempo atrás alguien me había dicho que ahora estaba destinado en algún consulado francés en Brasil. Descolgué el teléfono y marqué el número de nuestra embajada en Brasilia.

La gentil secretaria de nuestro embajador, en unos instantes me dio el teléfono del consulado de Curitiba, ciudad en la que estaba destinado mi camarada Pierre Dorsey, al que procedí a llamar de inmediato.

Establecí línea con el consulado de esta ciudad y pregunté por mi amigo, la voz cálida de la señorita telefonista que hablaba un buen francés pero que su acento denotaba que era brasileña, me atendió con solicitud y amabilidad casi inusitada, -quien tuviera una secretaria tan encantadora como esta-, me dije por mis adentros, pensando en la fama mundial de grandes bellezas femeninas que en este país pasean por sus calles.

No tuve que refrescarle demasiado la memoria a Pierre, me recordaba perfectamente. Después de intercambiarnos algunos gratos recuerdos del pasado, le planteé el asunto que mi jefe el embajador me había encargado.

Pierre escuchó con atención, me dijo que efectivamente el Banco de la Amazonía existía, había sido creado alrededor de unos veinte años atrás para dar servicio a las compañías que tenían concesiones madereras estatales en la selva amazónica, en definitiva era un banco pequeño pero con cierto prestigio en el país.

-¿Deseas que te haga alguna gestión?-, preguntó Pierre.

-Únicamente que me averigües dónde se halla la central, los nombres de las personas que forman el Board Staff, las sucursales y su ubicación y el nombre de los directores de cada una de ellas, en el entretanto mañana tomaré un vuelo de Air France, que me dejará en Río de Janeiro alrededor de las diez de la mañana hora de Brasil. Toda vez llegue al aeropuerto te llamo por teléfono-.

-No será necesario, estaré en el aeropuerto aguardándote-.

-O gracias, será formidable poder contar de nuevo con tu compañía, como en los viejos tiempos, pero no deberías molestarte, puedo arreglármelas solo-, le dije a modo de agradecimiento por su cortesía.

-No tiene excusa, será un placer, y que dicho de paso me dará la oportunidad de dejar un poco la rutina de tramitar visados y demás trabajos rutinarios propios del Consulado-.

-Pues allí nos veremos-.

Hice mi maleta y pedí un billete para Río en la agencia de viajes que habitualmente utilizaba cuando estaba en París. Luego llamé a mis padres a Niza, mamá me dijo como siempre, que estaba muy atareada con los invitados, en nuestra casa de verano siempre había alguien invitado. Mi madre se solía quejar de la atareada que estaba, este era uno de sus hábitos, pero en verdad ella gozaba de ser tan hospitalaria, creo que era más feliz cuando estaba en Niza en compañía de todos que en París.

Mas tarde llamé a Cristinne, una buena amiga que vivía en el mismo quartiere que el nuestro, para invitarla a cenar, era una muchacha muy divertida y algo ligera de cascos, luego ya veríamos lo que la noche daría de si……………

Capít. 34

El fallecimiento tan repentino de mi joven amiga pintora, hizo que cayera en otra depresión. Intentaba librarme de ella garabateando en papel todo lo que se me iba ocurriendo de mi pasado. Lo bueno y lo malo.

Cuando uno llega a cierta edad, el subsconciente suele pasarle algunas malas pasadas; tomas conciencia de que el tiempo corre a una velocidad vertiginosa, los meses se convierten en semanas, pero por otra parte te tomas las cosas con más parsimonia que cuando eres joven, te vuelves más analítico, sin embargo crece la osadía verbal y algo del desafío social, dices cosas que unos años atrás no te hubieses atrevido a decirlas, te vuelves más duro de carácter a la vez que sentimental y emotivo, sientes pasión por los niños por que en ellos te ves a ti mismo muchos años atrás, y te hacen llorar sus desgracias. Realmente no sabemos ni evaluamos lo que la juventud significa, hasta que uno, de repente se da cuenta de que se quedó ésta colgada en alguna rama del árbol de la vida.

Ah, ya casi se me olvidaba que estaba escribiendo el suceso de los bonos falsos en los que me vi metido….

Río me recibió con una tormenta tropical de gran calado. En el hemisferio sur era otoño, época en que las tormentas suelen ser bastante frecuentes.

Era la primera vez que visitaba Brasil, el país de la samba y la bossa-nova y Vinicius de Moraes, que exportaron a todo el mundo, sin olvidar el "futebol" por supuesto que por eso han sido campeones mundiales en varias ocasiones. Ah, y olvidaba las bellísimas mulatas, producto del cruce de la raza blanca y negra, que verdaderamente, algunas de ellas son francamente espectaculares en todos los conceptos. Los brasileños en general cultivan mucho su cuerpo.

Pronto identifiqué al compañero Pierre entre la gente que aguardaba en las llegadas internacionales, era el más altote de los que allí esperaban, había engordado algo y ya le faltaba bastante de su rubio pelo, pero conservaba aquella faz rubicunda de mejillas y nariz coloreadas que le daban aspecto de enólogo profesional. Después de los saludos de rigor fuimos al lugar de estacionamiento y nos recogió su Mercedes Benz con el banderín de la legación, que dicho de paso llevaba un chofer nativo de proporciones casi gigantescas, Río y algunas otras ciudades del país son además de bellísimas, verdaderamente peligrosas andar por ellas por la cantidad de asaltos y robos que diariamente se producen, principalmente a los turistas, las gentes pobres que viven en las favelas bajan a la ciudad para satisfacer sus necesidades de supervivencia y cometen toda clase de delitos, no importa la hora del día, motivo por el que se aconseja no pasear por lugares solitarios y menos por la noche, pues el atraco y la violencia están latentes.

Pierre me había reservado habitación en el Hotel Otton en primera línea de la playa de Copacabana, del que se disfrutaba unas excelentes vistas al delicioso paseo que conduce a la no menos famosa y vecina playa de Ipanema, tan lanzada al mundo gracias a la canción: La Garota de Ipanema.

Mi amigo y colega, me entregó durante la cena, un sobre que contenía toda la información que yo le había encomendado desde París.

Cuando me retiré a mi habitación, saqué la documentación del sobre que Pierre me había entregado. La lista de los bancos que me había preparado figuraba el que monsieur Lupín había hecho cotejar la autenticidad de los bonos adquiridos y que los dieron por buenos. En ella figuraban todos los datos de cada una de las sucursales, así como teléfonos, fax, swift, y el nombre de cada uno de los directores ejecutivos.

Dado a que la sucursal bancaria que me interesaba por haber sido la que a monsieur Lupín le habían informado de la legalidad de los bonos y que por ello luego los adquiriría, estaba en Saô Paulo, alquilé un automóvil en el propio hotel en el que estaba hospedado y me desplacé a la ciudad de los rascacielos. En pocas horas estuve en el centro de esta gigantesca ciudad con vida propia y motor del país. Tomé una habitación en el hotel Ca d´Oro que era sumamente céntrico y a cuatro pasos del banco que al día siguiente iba a visitar.

Fui al consulado de Francia y después de identificarme me permitieron llamar por el teléfono "especial" a nuestro embajador en Zurich al que informé de los pasos que había dado hasta el momento, me prometió que él personalmente informaría a monsieur Lupín de las gestiones que llevaba efectuadas hasta el momento, ya que al día siguiente debía estar en el Ministerio de Exteriores en París.

En Brasil los bancos abren muy pronto por la mañana, sus horarios son muy distintos a los europeos debido a la climatología. A las ocho de la mañana inician su actividad y a las doce del medio día la detienen, reiniciándola a las cuatro de la tarde, este peculiar horario no es otro que evitar una buena parte del fuerte calor solar de esta franja horaria.

Alrededor de las nueve de la mañana me personé en la oficina número cuatro del Banco de la Amazonía. Solicité amablemente a uno de los empleados que me anunciara al director ejecutivo señor Filipo Andrade, al que le di una tarjeta particular, en modo alguno quise utilizar mi condición de pertenecer al cuerpo diplomático de mi país, tenía un plan previsto y quería ceñirme a él para ver si daba el resultado apetecido, tiempo habría si fuera necesario desvelar mi verdadera condición profesional.

El señor Andrade no me hizo esperar demasiado tiempo, el mismo empleado al que me había dirigido anteriormente vino a por mi conduciéndome hasta la puerta de acceso al despacho de su jefe.

Al entrar en la pieza me llevé una sorpresa, las paredes eran todas de mármol blanco veteado de rosa y dado a la dimensión de la habitación daba una sensación de lujo y grandeza, si a ello le sumamos el mobiliario y librería todo ello en madera tropical barnizada, me dio la sensación de haber accedido a un palacio ochocentista. Más tarde supe que Brasil es un grandísimo productor de este tipo de mármol que se obtiene en las canteras del estado de Minas Gerais.

Yo había procurado que mi atuendo fuera lo más elegante posible, dado a que mi plan inicial era hacerse pasar por un acaudalado y posible cliente del banco, por lo tanto además de traje, me puse corbata y en una de las boutiques del hotel compré un elegante sombrero tipo Panamá. El señor Andrade se levantó de su butaca para venir a mi encuentro con el brazo y la mano ya dispuestos para saludarme, en la otra llevaba todavía mi tarjeta que el empleado le había dado. La habitación disponía de un efectivo aire acondicionado que contrastaba notablemente con la temperatura del exterior.

El directivo me invitó a que me sentara en una de las butacas que estaban frente a su mesa de trabajo. Después de las alabanzas a su país y de la belleza del mismo, procedí a desplegar mi plan.

-Señor Andrade, permítame que le plantee el motivo de mi visita, verá; soy un hombre de negocios, en Europa la competencia es muy fuerte, y después de estudiarlo muy bien, tomé la decisión de venir a residir a Brasil o quizás Argentina, y ampliar aquí mis negocios-.

-¿A que se dedica usted señor Charruitiers?-

-Oh, verá, mis negocios son varios, que van desde el inmobiliario al financiero-.

Se hizo unos instantes de silencio mientras el director se levantaba para llamar a su secretaria y pedirla que nos sirviera unos cafés, me dio con ello tiempo para preparar mi próximo planteo.

-¿Entonces señor Charrutiers en que podemos servirle?-, me preguntó a su regreso.

-El asunto que me trae, no es otro que unos intermediarios financieros de Río de Janeiro me han ofrecido la posibilidad de invertir comprando unos bonos de la Reserva Federal americana a un precio muy por debajo del nominal y mi intención es adquirirlos, pero primero desearía que su banco los autentificara, y de ser correctos, abriría una cuenta y los depositaría en el banco con el fin de que sirvieran de garantía en alguna posible operación financiera que pudiera efectuar. Precisamente estos intermediarios me citaron el banco de ustedes para poder efectuar la autentificación de los citados bonos-.

-Nos tiene a su disposición para ello-, respondió con una sonrisa que mostraba la hilera de su blanca dentadura.

-Por cierto, llevo una fotocopia de uno de estos documentos que los intermediarios me han facilitado-, dije esto, sacando del sobre la fotocopia que entregué a mi interlocutor. Estuve todo el tiempo observando su semblante para ver su reacción. Nada que objetar, no efectuó ningún tipo de reacción que diera que pensar.

Lo cogió delicadamente y se puso a mirarlo detenidamente. –Es la primera ocasión que veo uno de estos bonos de la Reserva Federal, había oído hablar de ellos, pero no tuve la oportunidad-, dijo.

Poco tiempo después de observarlo, cogió el teléfono que había sobre su mesa de trabajo, marcó un número de dos cifras:

-Claudio, venga a mi despacho por favor-.

Llamaron a la puerta y entró un hombre que aparentaba no más de cuarenta años de edad, bien vestido con traje de color claro , corbata de lazo y pelo muy engominado.

-Acérquese, por favor-, dijo el director. –Le presento al señor Charrutiers, que ha tenido la deferencia de venir a visitarnos para ver de hacer negocios con nuestro banco-. –Señor Charrutiers le presento a nuestro subdirector de cuentas extranjeras, señor Claudio Vilha Leao-.

Tuve la corazonada de que el tal señor, Claudio Vilha Leao era la persona que yo andaba buscando. Estrechó mi mano sin fuerza alguna y la noté algo así como sudorosa. No me gustó.

El director le pasó la fotocopia del bono que le había entregado al funcionario. Procuré estar muy atento a sus palabras y reacciones.

El tal Vilha, estuvo mirándolo con atención y desde varias posiciones, en el entretanto el director le decía que unos intermediarios financieros me habían ofrecido la compra de un paquete a un precio muy por debajo del valor nominal.

-Aparentemente este documento parece correcto, pero no deja de ser una fotocopia y no tiene valor alguno para poder efectuar una peritación, ésta debería efectuarse con documentos originales-, dijo de una manera velada.

-No me es posible poder presentar ningún original, ya que todavía no he efectuado la compra de ninguno de ellos-, le dije.

-No obstante, y si no le importa, déjenos esta fotocopia y veré que puedo hacer al respecto. ¿Dónde se hospeda usted?-.

-Estoy en el hotel Ca d´Oro, de la avenida da Liberdade-.

-Bien trataré de localizar a unos expertos en este tipo de documentos y mantendremos una reunión con ellos. Son gente externa, quiero decir que no pertenecen al banco pero colaboran con nosotros en temas puntuales-. -¿Cuánto estaría usted dispuesto a invertir en esa transacción?-, preguntó como aquel que no dice nada, y como quitando importancia.

Se me ocurrió darle una cifra bastante alta para ver si así despertaba la codicia, si realmente el señor Vilha era quien yo pensaba que era, picaría, de lo contrario sería yo el que estaría equivocado.

-Podría se alrededor de unos treinta millones de Dólares americanos- le dije.

Súbitamente a Vilha le cambió el semblante, y también al director. La cifra había hecho su efecto, el primero cogió un teléfono de la mesa y habló con alguien, habló en portugués y no tuve demasiado tiempo para entender lo que decía, pues el portugués no era mi fuerte y se expresaba con mucha rapidez, pero si que pude percibir que pidió a la telefonista una llamada de larga distancia, con lo cual deduje que su interlocutor estaba fuera del país.

Al finalizar la llamada me dijo que había hablado con unos expertos de su confianza pero que no podrían estar en el banco hasta mañana por la tarde. Les dije que no tenía prisa, que volvería al día siguiente por la tarde. Vilha, me pidió que le dejara la fotocopia del Bono, pero le puse como excusa que no iba a ser posible, ya que debía mostrarlo a uno de mis socios que precisamente llegaba aquel mismo día, así que quedé con ambos caballeros para la tarde del día siguiente.

A la salida, tome un taxi que me dejó en la puerta de una tienda en la que vendían material fotográfico en la que adquirí una cámara fotográfica con lente de aumento, tenía intención de ver si me era posible fotografiar a los "expertos" sin que ellos me vieran.

De regreso al hotel, me di un buen baño en la piscina de la atalaya que estaba muy concurrida, era una hora del día que el sol todavía hacía sentir su presencia, pero una caipirinha con mucho hielo me reconfortó. Más tarde, llamé a París, para informar a monsieur Lupín, y a mi superior, el señor embajador.

Aproveché el resto de la tarde, para sentarme en una de las mesas de la cafetería y hacerme unas notas de todo los sucedido en el banco, hasta el último detalle, tenía previsto que toda vez tuviera un banco de datos suficientemente amplio y documentado, recomendaría al señor Lupín que denunciara el caso a la Interpol, yo tenía en esta policía internacional buenos amigos que hice durante mi estancia en la SCEDE.

A la hora convenida me presenté en el banco, y como era natural llevaba en un sobre la fotocopia del bono y la cámara fotográfica como si de un turista se tratara. La misma señorita que me había atendido el día anterior vino a por mi tan pronto me vio entrar en el banco, acompañándome hasta el despacho del director ejecutivo.

Al entrar, vi a éste que conversaba con Claudio Vilha y otros dos caballeros que permanecían sentados en unas butacas, tan pronto me vieron cruzar por la puerta se dirigió a mi con una sonrisa que guardaba un gran parecido con el anuncio de un conocido dentífrico. Los dos desconocidos se levantaron y me fueron presentados como señor Smith y señor Brandao expertos en documentos bancarios e inversiones.

Desde el primer momento tuve la impresión de que ambos personajes eran los mismos que habían tratado con monsieur Lupín, pues correspondían a la descripción que éste me había dado verbalmente.

Les puse al corriente de mi interés en invertir en valores de alta rentabilidad, así como de la ventajosa oferta que me habían hecho para la compra de una considerable cantidad de bonos de la Reserva Federal americana. Les cité que me habían facilitado una fotocopia de uno de esos bonos y les mostré la misma. El que se hacía llamar Smith, cogió el documento como si de algo contaminado se tratase, lo miró un momento y de inmediato lo pasó a su compañero, el que se hacía llamar Brandao. Le pillé dando una especie de mirada de complicidad al subdirector del banco.

Después de haberlo mirado detenidamente, me dijeron que el documento les parecía correcto, pero que al tratarse de una fotocopia no podían dar fe de ello con absoluta certeza. Pero me sugirieron presentarme a una acaudalada persona que tenía un importante paquete de dichos bonos y que por circunstancias de coyuntura económica deseaba desprenderse de el por una cantidad muy inferior a su valor real.

La misma historia que le habían contado a monsieur Lupín, ahora ya no tenía duda alguna que estaba frente a los mismos bandidos, todo encajaba.

Les dije que me podía interesar la adquisición, pero que al día siguiente debía estar en una reunión en la ciudad de México y estaría allí varios días, que en todo caso vería si uno de mis socios en un par de días pudiera desplazarse y entrevistarse con ellos y el vendedor de los bonos, ya que en aquel momento desconocía la agenda de compromisos de este.

-Aquí estaremos-, me dijeron, -Solo deberá de confirmárnoslo.

Me despedí y les dije que más tarde les llamaría.

Salí del banco y me aposté en una plaza arbolada que estaba justo en frente de esta entidad, un espeso y florido arbusto me camuflaba perfectamente, lo cual me permitió sacar con bastante comodidad unas cuantas fotografías de los dos "expertos" a la salida del banco. A la mañana siguiente tenía en mi poder las fotografías que habían sido reveladas. Me fui a nuestro consulado y desde allí, las remití por teletipo a nuestra embajada de Zurich y de allí a Exteriores en París. Con anterioridad había hablado por teléfono con nuestro embajador en Zurich advirtiéndole del envío y le rogué que hiciera llegar unas copias de las fotografías a monsieur Lupín para que identificara a los personajes que había en ellas.

Al poco rato me llamó mi jefe desde París, confirmándome que había recibido mi documentación y que se ocuparía personalmente de hacerla llegar a su amigo para que ver si podía identificar a los personajes de las fotos.

-Si los identifica, ya son nuestros-, le dije.

-Efectivamente, pero si así es, no hagas nada sin que monsieur Lupín lo autorice, recuerda que debe mantenerse todo esto en la más estricta confidencialidad, deberá ser él quien indique la próxima acción a efectuar, no existe una denuncia tácita, lo cual hace invalidar cualquier acción oficial-.

-Está claro señor embajador, lo he tenido muy presente. Ahora voy a ir mi hotel, allí me quedaré aguardando noticias de usted o del propio señor Lupín, por favor tómese nota del teléfono del hotel, mi habitación es la 1042-.

Una hora y media más tarde me llamaba el propio monsieur Lupín para confirmarme que los tres individuos que aparecían en las fotografías enviadas eran los mismos que le aconsejaron la compra y también el subdirector del banco quien actuó como interventor en la compra/venta.

-Entonces monsieur usted debe decidir las actuaciones a tomar-, le dije.

-Le estaré siempre agradecido por su efectividad y discreción, no se como recompensarle-.

-Me bastará con su amistad monsieur Lupín. Si pretende tomar una acción jurídica, le aconsejaría lo efectuara a través de Interpol, después de que sus asesores jurídicos le aconsejen-.

-Así lo haré, de nuevo muchas gracias-.

Tiempo después llegó a mis oídos que los intermediarios financieros, y el subdirector del banco fueron detenidos y monsieur Lupín, pudo recuperar una buena parte de su dinero. De todas maneras, muchos, muchos años después todavía rondan por el mercado bonos emitidos por la Reserva Federal americana, muchos de ellos falsos y no reconocidos por la Reserva, se decía que en aquellos tiempos el propio FBI, falsificaba estos bonos que utilizaba para pagar determinados favores a determinados personajes y espías.

Capít. 35

A medida que envejecemos inconscientemente nuestro espíritu o conciencia histórica rememora el pasado cada vez con mayor frecuencia e intensidad. Se comprenden cosas y situaciones que en el momento en que sucedieron quizás no se le habían dado la importancia que merecían, sin embargo en contraposición, en ocasiones se tienen dificultades para recordar lo que uno ha cenado un par de horas antes. Pero así es la vida y uno ya se acomoda a ello.

Ayer vino a casa a cenar mi amigo Phil, como gran detallista y caballero educado que es, después de desenvolverla y sacarla de la caja que la contenía como si fuera el Gran Houdini, nos obsequió con una rara botella de champán. Según nos explicó, era una de las botellas que gracias a la moderna tecnología, habían podido ser rescatadas intactas del hundido Titanic. Un craso y mundialmente conocido empresario musical, se quedó con todas ellas en una subasta celebrada en una reconocida sala de londinense, pagando por ellas una verdadera fortuna. El conocido empresario obsequió con una de ellas a Phil en agradecimiento por haberle concedido la oportunidad de organizar el último de los conciertos que mi entrañable amigo iba a dar, y así despedirse de todos cuantos le querían con lo mejor que él sabía hacer, tocar el piano como los ángeles.

El bueno de André tomó la botella en sus manos con la misma reverencia como si se tratara de un cáliz sagrado con el vino transformado en la sangre de Cristo, la colocó con sumo cuidado en el interior del frigorífico para que cogiera la temperatura idónea para ser libado durante la cena.

En cada ocasión que Phil y yo nos reuníamos, era inevitable que rememoráramos las aventuras vividas por ambos en el pasado. Como ya he dicho con anterioridad los primeros síntomas de la senectud humana se muestra en esta forma, y siempre se inicia con el, ¿ recuerdas aquel día que…..?.

Con la pularda rodeada de unas blancas patatas en salsa en medio de la fuente que André había preparado con tanto cariño, no se le ocurrió a Phil otra de sus genialidades que decir : – Esta ave con estas bellas y coloridas plumas de la cola, me recuerdan un "affair" que tuve hace muchos años con la majarani de de Kapurthala-.

Me reí a gusto de la genial salida de mi amigo, pues yo tuve la oportunidad de vivir casi en primera persona esta amorosa aventura que un poco más casi le cuesta la vida.

Resulta ser que Phil fue mandado contratar por orden del gobernador británico en el estado de Kapurthala para que diera un concierto en el fastuoso palacio del marajá de dicho estado. Coincidía que tanto el británico como el marajá, eran grandes aficionados a Chopin y, la Corona Británica, dada la delicada situación por la que pasaba el Imperio en aquellos momentos en la recién liberada colonia, consideró que este concierto podía servir para aliviar la tensión política del momento.

Phil fue recibido en el aeropuerto de Delhi como si de la graciosa majestad la reina se tratara, o del mismísimo Lord Mountbatten.

Le aguardaba al pie de la escalerilla del avión una serpiente de Rolls Royce que el propio marajá había enviado para recibir a tan notorio huésped. Tiempo después el propio Phil me contaba que la distancia del aeropuerto hasta el palacio era de casi ciento cuarenta millas, y pudo comprobar que la mayor parte de las carreteras por las que discurrieron, estaban algunas de ellas sin asfaltar, llenas de agujeros y polvo, sin embargo aquellos cinco valiosísimos automóviles corrían endiabladamente por ellas sin el menor respeto y cuidado por su mecánica. Pero algo le llamó poderosamente su atención en aquella desenfrenada carrera, era que a pesar de las constantes irregularidades del camino, los pasajeros que iban sentados en el interior no las experimentaban, tal era la calidad técnica del sistema de suspensión de aquella marca de automóviles.

El ocupado por Phil, era el que abría la comitiva, un modelo conocido por Corniche especial, algo más largo que el resto, sin llegar a las dimensiones de las limusinas americanas. Los asientos de los pasajeros eran de fino cuero y tenían la confortabilidad de una butaca, todo su interior estaba marqueteado con finas maderas barnizadas y los tiradores de las puertas eran de plata maciza, así como las copas del mueble bar que también eran de plata y el borde en oro repujado, las alfombrillas del suelo, eran de piel de tigre, y que según el intérprete que le habían asignado, habían sido cazados por el propio maharajá, gran aficionado a la caza de este precioso felino en peligro de extinción.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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