Partes: 1,
Es fácil comprender la importancia tan enorme que tiene la extensión de los principios del materialismo filosófico al estudio de la vida social, al estudio de la historia de la sociedad, la importancia tan enorme que tiene el aplicar estos principios a la historia de la sociedad y a la actuación práctica del Partido del proletariado.
Si la conexión entre los fenómenos de la naturaleza y su interdependencia representan las leyes por las que se rige el desarrollo de la naturaleza, de esto se deduce que la conexión e interdependencia de los fenómenos de la vida social representan también no algo fortuito, sino las leyes por las que se rige el desarrollo de la sociedad.
Esto quiere decir que la vida social y la historia de la sociedad ya no son un conglomerado de hechos fortuitos, pues la historia de la sociedad se convierte en el desarrollo de la sociedad con arreglo a sus leyes, y el estudio de la historia de la sociedad adquiere categoría de ciencia.
La actuación práctica del Partido del proletariado debe basarse, no en los buenos deseos de las ilustres personalidades, no en los postulados de la razón de la moral universal, etc. Sino en las leyes del desarrollo de la sociedad y en el estudio de éstas.
Si el mundo es cognoscible, y nuestros conocimientos acerca de las leyes que rigen el desarrollo de la naturaleza son conocimientos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas, esto quiere decir que también la vida social, el desarrollo de la sociedad, son susceptibles de ser conocidos; y que los datos que nos brinda la ciencia sobre las leyes del desarrollo de la sociedad son datos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas.
La ciencia que estudia la historia de la sociedad puede adquirir, pese a toda la complejidad de los fenómenos de la vida social, la misma precisión que la biología, por ejemplo, ofreciéndonos la posibilidad de dar una aplicación práctica a las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad.
Es decir que en su actuación práctica, el Partido del proletariado debe guiarse, no por estos o los otros motivos fortuitos, sino por las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad y por las conclusiones prácticas que de ellas se derivan.
El socialismo deja de ser un sueño acerca de un futuro mejor de la humanidad, para convertirse en una ciencia. La ciencia y la actuación práctica, entre la teoría y la práctica, su unidad, debe ser la estrella polar que guíe al Partido del proletariado.
Si la naturaleza, el ser, el mundo material es lo primario y la conciencia, el pensamiento lo secundario, lo derivado; si el mundo material constituye la realidad objetiva, que existe independientemente de la conciencia del hombre, y la conciencia es la imagen refleja de esta realidad objetiva, de aquí se deduce que la vida material de la sociedad, el ser social, es también lo primario y su vida espiritual, lo secundario, lo derivado; que la vida material de la sociedad es la realidad objetiva, que existe independientemente de la voluntad de los hombres, y la vida espiritual de la sociedad el reflejo de esta realidad objetiva, el reflejo del ser.
La fuente donde se forma la vida espiritual de la sociedad, la fuente de la que emanan las ideas sociales, las teorías sociales, las concepciones y las instituciones políticas, hay que buscarla, no en estas mismas ideas, teorías, concepciones e instituciones políticas, sino en las condiciones de la vida material de la sociedad, en el ser social, del cual son reflejos estas ideas, teorías, concepciones, etc. Si en los diversos períodos de la historia de la sociedad nos encontramos con diversas ideas, teorías, concepciones sociales e instituciones políticas, si bajo el régimen de la esclavitud observamos unas ideas, teorías y concepciones sociales, unas instituciones políticas, bajo el feudalismo y otras distintas bajo el capitalismo, la explicación de esto no reside en la "naturaleza", ni en la "propiedad" de las ideas, teorías, concepciones e instituciones políticas mismas, sino en las distintas condiciones de la vida material de la sociedad dentro de los diversos períodos del desarrollo social. Según sean las condiciones de existencia de la sociedad, las condiciones en que se desenvuelve su vida material, así son sus ideas, sus teorías, sus concepciones e instituciones políticas.
En relación con esto, dice Marx: "No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es el que determina su conciencia", es decir, para no equivocarse y no convertirse en una colección de vacuos soñadores, el Partido del proletariado debe tomar como punto de partida para su actuación, no los "principios" abstractos de la "razón humana", sino las condiciones concretas de la vida material de la sociedad, que constituyen la fuerza decisiva del desarrollo social; no los buenos deseos de los "grandes hombres", sino las exigencias reales impuestas por el desarrollo de la vida material de la sociedad.
El fracaso de los utopistas, incluyendo entre ellos los populistas, los anarquistas y los social revolucionarios, se explica, entre otras razones, porque no reconocían la importancia primordial de las condiciones de vida material de la sociedad en cuanto al desarrollo de ésta y cayendo en el idealismo establecían su actuación práctica, no sobre las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sino, independientemente de ellas y en contra de ellas, sobre "planes ideales" y "proyectos universales", desligados de la vida real de la sociedad. La fuerza y la vitalidad del marxismo están precisamente en que toma como base para su actuación práctica las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sin desligarse jamás de la vida real de ésta.
Sin embargo, de las palabras de Marx no se desprende que las ideas y las teorías sociales, las concepciones y las instituciones políticas no tengan importancia alguna en la vida de la sociedad, que no ejerzan de rechazo una influencia sobre el ser social, sobre el desarrollo de las condiciones materiales de la vida de la sociedad. Hasta ahora, nos hemos venido refiriendo únicamente al origen de las ideas y teorías sociales y de las concepciones e instituciones políticas, a su nacimiento, al hecho de que la vida espiritual de la sociedad es el reflejo de las condiciones de su vida material.
En lo tocante a la importancia de las ideas y teorías sociales y de las concepciones e instituciones políticas, en lo tocante al papel que desempeñan en la historia, el materialismo histórico no sólo no niega, sino que, por el contrario, subraya la importancia del papel y la significación que les corresponden en la vida y en la historia de la sociedad.
Pero hay diferentes ideas y teorías sociales. Hay ideas y teorías viejas, que han cumplido ya su misión y que sirven a los intereses de fuerzas sociales caducas. Su papel consiste en frenar el desarrollo de la sociedad, su marcha progresiva. Y hay ideas y teorías nuevas, avanzadas, que sirven a los intereses de las fuerzas de vanguardia de la sociedad. El papel de éstas consiste en facilitar el desarrollo de la sociedad, su marcha progresiva, siendo su importancia tanto más grande cuanto mayor es la exactitud con que responden a las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad.
Las nuevas ideas y teorías sociales sólo surgen después que el desarrollo de la vida material de la sociedad plantea a ésta nuevas tareas. Pero después de surgir, se convierten en una fuerza de mayor importancia, que facilita la ejecución de estas nuevas tareas planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, que proporciona los progresos de ésta. Es aquí, precisamente donde se acusa la formidable importancia organizadora, movilizadora y transformadora de las nuevas ideas, de las nuevas teorías y de las nuevas concepciones políticas, de las nuevas instituciones políticas.
Las nuevas ideas y teorías sociales surgen precisamente porque son necesarias para la sociedad, porque sin su labor organizadora, movilizadora y transformadora es imposible llevar a cabo las tareas que plantea el desarrollo de la vida material de la sociedad y que están ya cerca de ser cumplidas. Como surgen sobre la base de las nuevas tareas planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, las nuevas ideas y teorías sociales se abren paso, se convierten en patrimonio de las masas populares, movilizan y organizan a éstas contra las fuerzas sociales caducas, facilitando así el derrocamiento de estas fuerzas sociales caducas que frenan el desarrollo de la vida material de la sociedad.
He aquí cómo las ideas y teorías sociales, las instituciones políticas, que brotan sobre la base de las tareas ya maduras para su solución planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, por el desarrollo del ser social, actúan luego, a su vez, sobre este ser social, sobre la vida material de la sociedad, creando las condiciones necesarias para llevar a término la ejecución de las tareas ya maduras de la vida material de la sociedad y hacer posible su desarrollo posterior.
En relación con esto, dice Marx: "La teoría se convierte en una fuerza material tan pronto como prende en las masas" esto quiere decir que para poder influir sobre las condiciones de la vida material de la sociedad y acelerar su desarrollo, acelerar su mejoramiento, el Partido del proletariado tiene que apoyarse en una teoría social, en una idea social que refleje certeramente las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad y que, gracias a ello, sea capaz de poner en movimiento a las grandes masas del pueblo, de movilizarlas y organizar con ellas el gran ejército del Partido proletario, presto a aplastar las fuerzas reaccionarias y allanar el camino a las fuerzas avanzadas de la sociedad.
MATERIALISMO HISTORICO
Es la ciencia de la totalidad orgánica o estructura que constituye toda formación social. La estructura social compuesta por la infraestructura económica, la superestructura jurídico-política y la superestructura ideológica será estudiada por esta ciencia en todos sus niveles y articulaciones como así también en cada región.
El materialismo histórico es la sociología científica, proporciona la base teórica y metodológica de las investigaciones sociológicas concretas y de todas las ciencias sociales. Puede considerarse también como una característica básica del marxismo en todas sus variantes, salvo aquellas que, por apartarse tanto del pensamiento de Marx, pueden apenas ser calificadas de "marxistas".
El materialismo histórico ha descubierto el carácter materialmente condicionado del proceso histórico-social, y en contraposición a las teorías del materialismo vulgar -que niegan el papel de las ideas, de las instituciones y organizaciones políticas y de otras clases-, subraya su activa influencia inversa sobre la base material que las ha engendrado.
El materialismo histórico constituye el fundamento histórico-científico del marxismo, que arma a los partidos marxistas, a la clase obrera y a los trabajadores todos con el conocimiento de las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad, les permite comprender la importancia del factor subjetivo -la conciencia y organización de las masas, sin lo cual es imposible la realización de las leyes de la historia. Los rasgos fundamentales del materialismo histórico fueron expuestos por primera vez por Marx y Engels en su trabajo «La ideología alemana».
Se da una formulación genial de la esencia de esa parte del marxismo en el prefacio de la «Contribución a la crítica de la economía política» (1859). Pero el materialismo histórico se convirtió en sinónimo de ciencia social sólo cuando «El Capital» vio la luz. A medida que la historia avanza y se va acumulando nueva experiencia del desarrollo histórico, también se desarrolla y enriquece, necesariamente, el materialismo histórico, así como el marxismo en su conjunto. Lenin dio un magnífico ejemplo de este desarrollo en la época del imperialismo, de las revoluciones proletarias.
Vigotsky
Uno de los méritos más señalados de Vigotsky ha sido el de intentar, y haber conseguido en buena medida, elaborar una psicología basada en las ideas marxistas. Esta era un empeño harto difícil y un tanto paradójico. Difícil porque si bien Marx, Engels y Lenin habían escrito extensamente sobre los fenómenos sociales y culturales, sus ideas sobre el comportamiento humano, tal y como lo estudia la psicología, eran más bien escasas y sólo era posible encontrarlas en sus obras de una manera implícita y, desde luego, sin desarrollar. Buena prueba de que era un intento difícil es que, tanto antes como después de Vigotsky, en la Unión Soviética han abundado los psicólogos que utilizaban el llamado "método de las citas" que consiste en exponer las investigaciones junto a citas de algunos de los clásicos del marxismo, desde Engels hasta Breznev, aunque la relación entre las citas y el contenido específico del trabajo sólo sea remota y de escasa utilidad.
Vigotsky se dedicó a tomar las posiciones marxistas como punto de partida para reinterpretar y reelaborar los problemas que tenía planteados la psicología de su tiempo, que no son, en realidad muy distintos a los actuales. No obstante, anteriormente decíamos que este empeño de Vigotsky era un tanto paradójico. Con ello queríamos indicar que algunas posiciones marxistas no dejaban demasiado lugar para una ciencia como la psicología. Veamos por ejemplo, una de las más conocidas citas de Marx: "El modo de producción de la vida material determina los procesos sociales, políticos y espirituales.
No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino por el contrario, es su ser social lo que determina su conciencia". Como puede verse, ésta es una posición bastante sociologista de la naturaleza humana y no es extraño que muchos autores, soviéticos o no, sólo hayan considerado, a partir de ella, dos opciones: o bien la conciencia humana es un puro reflejo de las condiciones sociales en que vive el individuo, o bien no tiene sentido estudiar los procesos de génesis de la conciencia -objeto de estudio que la psicología occidental tardaría en recuperar más de treinta años- porque quedarían diluidos entre los procesos sociales.
Ante esta disyuntiva e incorporando otros elementos teóricos del marxismo, Vigotsky supo producir una interpretación sumamente novedosa de la cuestión. En primer lugar, realizó una distinción de enorme importancia en su concepción del desarrollo. Nos referimos a la idea de que el desarrollo psicológico está determinado por dos tipos claramente diferentes de influencias sociales, ambas igualmente importantes. Por un lado, las influencias sociales en el amplio sentido de la palabra, tal y como han sido admitidas por otras corrientes psicológicas, como el conductismo por ejemplo. Es decir, la determinación que ejercen aspectos como la clase social, la estimulación cultural y ambiental, etc. Y, por otro lado, lo cual hace la posición de Vigotsky bastante más atractiva, la influencia social en el sentido de las relaciones que el individuo mantiene con sus semejantes, prácticamente desde el nacimiento.
Como ejemplo del lugar que ocupa el primer tipo de influencias sociales en la teoría de Vigotsky suele citarse la conocida investigación que inspiró y organizó aunque su temprana muerte le impidiera ver concluida (Luria, 1976).
A comienzos de los años treinta algunas zonas de la Unión Soviética, como el Uzbekistán, estaban experimentando un intenso proceso de cambio debido a los programas de alfabetización y educación técnica y política que la revolución había desencadenado.
Allí podían encontrarse individuos adultos en grados muy diferentes de adquisición de conocimientos y nivel cultural. De hecho, existían desde analfabetos hasta personas que habían adquirido un nivel medio de educación, sin embargo, y como puede imaginarse, todos pertenecían a la misma cultura y se habían desarrollado en el mismo ambiente. Concretamente en el Uzbekistán predomina la cultura islámica. El conjunto de pruebas que Luria y otros colaboradores presentaron a los diferentes grupos de individuos tenían que ver con una amplia gama de temas psicológicos. Es decir, versaban sobre procesos perceptivos de clasificación, deducción e inferencias, razonamiento y solución de problemas.
Los resultados encontrados por el equipo de Vigotsky son fácilmente imaginables a la luz de la psicología de nuestros días, pero no se olvide que esta investigación se llevó a cabo al comienzo de loa años treinta. Las conclusiones de este trabajo indicaban que todos los aspectos citados estaban enormemente influidos por el grado de experiencia educativa y social que tenían los individuos.
Así, por ejemplo, las personas analfabetas eran incapaces de clasificar un conjunto de objetos de varias maneras, siguiendo criterios abstractos. Es decir, sus clasificaciones estaban completamente ligadas al uso cotidiano que realizaban dichos objetos.
De la misma manera, también les era imposible realizar un razonamiento basándose únicamente en la forma de las premisas, prescindiendo del contenido. Dicha investigación suponía, si se nos permite la expresión, una crítica al estadio de las operaciones formales de Piaget, incluso antes de que fuera formulado por la Escuela de Ginebra. Y se puede ir todavía más allá porque, en nuestra opinión, la posición de Vigotsky lo permite de manera legítima.
De hecho, al mantener que el desarrollo psicológico se encuentra íntimamente ligado a las experiencias educativas y culturales, Vigotsky no sólo estaba rechazando la idea, un tanto innatista, de que existen estadios o características comunes para todos los individuos, al margen del medio social en el que viven sino que también estaba siendo el precursor de una idea que recogerá la psicología evolutiva de nuestros días. A saber: la concepción de que el desarrollo psicológico no se encuentra totalmente acabado al llegar al fin de la adolescencia o a la juventud sino que dura toda la vida, ya que a lo largo de ella, en cualquier etapa, el individuo se puede encontrar con experiencias que modifiquen sus adquisiciones anteriores.
ACTIVIDAD ECONOMICA CON LA QUE NO ESTABA DE ACUERDO MARX:
EL CAPITALISMO
Para empezar es necesario hacer una definición exacta de lo que es el capitalismo que es un sistema económico y social basado en la propiedad privada de los medios de producción y en el capital como generador de riqueza. A los caracteres esenciales del capitalismo se añaden otros rasgos específicos como la libertad de empresa, la libertad de producir y de vender con el mínimo de restricciones por parte de los poderes públicos y la no participación, en general, del estado en las tareas económicas dejadas en manos del sector privado. En la teoría marxista es un régimen económico, político y social que descansa en la búsqueda sistemática del beneficio gracias a la explotación de los trabajadores por los propietarios de los medios de producción y de cambio.
Tanto los mercaderes como el comercio existen desde que existe la civilización, pero el capitalismo como sistema económico no apareció hasta el siglo XIII en Europa sustituyendo al feudalismo. Según Adam Smith, los seres humanos siempre han tenido una fuerte tendencia a "realizar trueques, cambios e intercambios de unas cosas por otras". Este impulso natural hacia el comercio y el intercambio fue acentuado y fomentado por las Cruzadas que se organizaron en Europa occidental desde el siglo XI hasta el siglo XIII. Las grandes travesías y expediciones de los siglos XV y XVI reforzaron estas tendencias y fomentaron el comercio, sobre todo tras el descubrimiento del Nuevo Mundo y la entrada en Europa de ingentes cantidades de metales preciosos provenientes de aquellas tierras.
El orden económico resultante de estos acontecimientos fue un sistema en el que predominaba lo comercial o mercantil, es decir, cuyo objetivo principal consistía en intercambiar bienes y no en producirlos. La importancia de la producción no se hizo patente hasta la Revolución industrial que tuvo lugar en el siglo XIX.
Sin embargo, ya antes del inicio de la industrialización había aparecido una de las figuras más características del capitalismo, el empresario, que es, según Schumpeter, el individuo que asume riesgos económicos. Un elemento clave del capitalismo es la iniciación de una actividad con el fin de obtener beneficios en el futuro; puesto que éste es desconocido, tanto la posibilidad de obtener ganancias como el riesgo de incurrir en pérdidas son dos resultados posibles, por lo que el papel del empresario consiste en asumir el riesgo de tener pérdidas.
El camino hacia el capitalismo a partir del siglo XIII fue allanado gracias a la filosofía del renacimiento y de la Reforma. Estos movimientos cambiaron de forma drástica la sociedad, facilitando la aparición de los modernos Estados nacionales que proporcionaron las condiciones necesarias para el crecimiento y desarrollo del capitalismo. Este crecimiento fue posible gracias a la acumulación del excedente económico que generaba el empresario privado y a la reinversión de este excedente para generar mayor crecimiento.
El capitalismo entonces existe desde que existe la humanidad claro esta que se veía de una forma mas simple, por ejemplo, cuando no se veía el dinero de forma física y se cambiaban alimentos por otras cosas que servirían en un futuro o en ese mismo instante es hacer un pequeño capital puesto que guardaban sustento para después enriquecerse y pensar a futuro en el beneficio que este traería. De esta forma se puede decir que el capitalismo no nació como una creación o invención de alguien sino que siempre ha estado hay, el hecho de darle nombre a este, y descubrirlo y aprenderlo a manejar se convierte ya en una forma de política y talvez de vida, pero no se puede pelear contra algo que siempre va a existir inconscientemente.
El termino capitalismo (kapitalism) fue así nombrado a mediados del siglo XIX por Kart Marx. Algunos sinónimos de este termino podrirán ser "sistema de libre empresa o economía del mercado", que finalmente se refieren a los sistemas socioeconómicos no comunistas. Algunas veces se utiliza el término economía mixta para describir el sistema capitalista con intervención del sector público que predomina en casi todas las economías de los países industrializados.
Aunque en si el capitalismo no tenga un fundador, por que siempre a existido pero de forma implícita, el que le dio su nombre y la describo como tal fue el filósofo Adam Smith en donde describe los principios económicos básicos que definen al capitalismo. En su libro Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), Smith intentó demostrar que era posible buscar la ganancia personal de forma que no sólo se pudiera alcanzar el objetivo individual sino también la mejora de la sociedad. Los intereses sociales radican en lograr el máximo nivel de producción de los bienes que la gente desea poseer. Con una frase que se ha hecho famosa, Smith decía que la combinación del interés personal, la propiedad y la competencia entre vendedores en el mercado llevaría a los productores, "gracias a una mano invisible", a alcanzar un objetivo que no habían buscado de manera consciente: el bienestar de la sociedad.
El marxismo habla de abolir la propiedad de los medios de producción en cuanto ello esta realizada por el trabajo social, y no puede pertenecer a nadie privadamente, ya que tal situación configura un poder en manos de un sector que determina la explotación de otro. Para el marxismo el capital no es una fuerza personal, sino una fuerza social, que se obtiene por medio del trabajo colectivo. Además sostiene que la propiedad de los medios de producción debe ser abolida porque institucionaliza la explotación del hombre por el hombre.
El capitalismo tiene una serie de características básicas empezando por los medios de producción que vendrían siendo la tierra y capital que son de propiedad privada. Esto seria básicamente los edificios, la maquinaria y herramientas utilizadas para transformar el y producir bienes y servicios destinados a un consumidor. En segundo lugar podemos ver lo que es el comercio de estos bienes y servicios en donde interactúan compradores y vendedores que se produce en los mercados; en tercer lugar los dueños de las tierras y los comerciantes de estos buscan maximizar su bienestar sacándole la mayor ganancia a sus recursos y del trabajo que utilizan para producir. Los consumidores pueden gastar su dinero en lo que ellos gusten sus ingresos para obtener la mayor satisfacción posible; este principio es denominado "soberanía del consumidor", esto nos explicaría que en un sistema capitalista los productores se verán obligados debido a una competencia, en la que buscan ser el que mejor satisfaga al consumidor utilizar sus recursos de la mejor forma para así poder lograr su objetivo. Este interés personal y la búsqueda de beneficios les llevan a seguir esta estrategia. En cuarto lugar, bajo el sistema capitalista el control del sector privado por parte del sector público debe ser mínimo; se considera que si existe competencia, la actividad económica se controlará a sí misma; la actividad del gobierno sólo es necesaria para gestionar la defensa nacional, hacer respetar la propiedad privada y garantizar el cumplimiento de los contratos. Esta visión decimonónica del papel del Estado en el sistema capitalista ha cambiado mucho durante el siglo XX.
Desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, cuando aparecieron los modernos Estados nacionales, el capitalismo no sólo tenía una faceta comercial, sino que también dio lugar a una nueva forma de comerciar, denominada mercantilismo. Esta línea de pensamiento económico, este nuevo capitalismo, alcanzó su máximo desarrollo en Inglaterra y Francia.
El sistema mercantilista se basaba en la propiedad privada y en la utilización de los mercados como forma de organizar la actividad económica. A diferencia del capitalismo, el objetivo fundamental del mercantilismo consistía en maximizar el interés del Estado soberano, y no el de los propietarios de los recursos económicos fortaleciendo así la estructura del naciente Estado nacional. Con este fin, el gobierno ejercía un control de la producción, del comercio y del consumo.
La principal característica del mercantilismo era la preocupación por acumular riqueza nacional, materializándose ésta en las reservas de oro y plata que tuviera un Estado. Dado que los países no tenían grandes reservas naturales de estos metales preciosos, la única forma de acumularlos era a través del comercio. Esto suponía favorecer una balanza comercial positiva o, lo que es lo mismo, que las exportaciones superaran en volumen y valor a las importaciones, ya que los pagos internacionales se realizaban con oro y plata. Los Estados mercantilistas intentaban mantener salarios bajos para desincentivar las importaciones, fomentar las exportaciones y aumentar la entrada de oro.
Históricamente el mercantilismo nace en Francia e Inglaterra, donde los autores eran mercaderes que escribían acerca de sus intereses y su relación con la política económica. Es la época en la que cada hombre era su propio economista, y eso daba lugar a una gran diferencia en los temas expuestos por cada uno; es decir, que la universalidad en los criterios y temas era muy limitada. Sin embargo, la riqueza y el poder eran los objetivos comunes a todos ellos, y, por tanto, escribían acerca de la política económica más oportuna para lograrlos.
Los supuestos que se manejaban eran muy rudimentarios; asumían la riqueza en el mundo como fija, que era lo mismo que decir que en la relación económica no era posible una ganancia sin incurrir en una pérdida por parte del otro actor (este concepto llega de la Escuela Escolástica).
A nivel nacional, es el comercio exterior la llave al poder y la riqueza, a través de una balanza comercial siempre positiva.
Por otra parte la línea mercantilista asume que el propósito de la actividad económica es la producción y que la riqueza de la nación es diferente a la sumatoria de las riquezas individuales. Ellos decían que al subir la producción se aumentaría el nivel de exportaciones, pero manteniendo un bajo nivel de consumo doméstico, así que abogaban por bajos salarios como una ventaja competitiva. Para reforzar esta última idea, decían que salarios por encima del nivel de subsistencia reducen el esfuerzo de la mano de obra y de horas de trabajo por trabajador al año, llegando a la conclusión que la pobreza individual beneficia a la nación (el producto nacional es más importante que el consumo nacional).
Entrando más en el tema mercantilista por excelencia, la balanza comercial, estos eran muy precisos al señalar que había que alentar las exportaciones y desalentar las importaciones, para lo cual era necesaria la intervención estatal, tanto en la sustitución de importaciones como en la estimulación de la producción, la creación de aranceles para las manufacturas externas y la importación de materias primas a buen precio.
Para medir la riqueza, utilizaron la cantidad de metales preciosos, así que su acumulación se convirtió en el objetivo y, ya que una balanza favorable inyectaba metales a la nación, era preciso apoyarla.
El punto de discusión de la época era si la balanza comercial tenía que ser favorable con todas las naciones o podía haber excepciones, para lo cual se decía que si el tipo de importaciones era insumos no había ningún problema; de hecho la exportación de oro era una acción rechazada salvo si era para importar materias primas para productos de exportación.
En cuanto al dinero, no fueron muy profundos en sus análisis en lo que tiene que ver con las consecuencias del mismo en una economía. De hecho, el flujo del metal de América a Europa redujo fenómenos especiales que fueron mejor abordados por los llamados Mercantilistas Tardíos, quienes notaron la relación con el nivel de precios, la cantidad del dinero y la velocidad de circulación, como Jean Bodin y Locke, respectivamente.
Hume evaluó la Balanza Comercial, la cantidad de dinero y el nivel general de precios dentro de su estudio llamado "Flujo especie – precio", que señala la imposibilidad de mantener una balanza comercial positiva por mucho tiempo, ya que al aumentar la cantidad de dinero y plata (especie) se elevan los precios con una reacción espejo; de esta manera, las exportaciones disminuyen y las importaciones aumentan como fruto del precio menor en el exterior hasta que finalmente sucede una auto – corrección. Por estos hechos se considera que el lapso entre 1660 y 1776 los avances literarios son muy importantes dentro de la cátedra por la mejor comprensión del efecto del dinero en los precios y la economía.
Un punto importante del pensamiento de corte mercantil es que consideran los factores monetarios como los determinantes del crecimiento y la actividad económica, más allá de los factores reales y, por tanto, consideraban que una oferta monetaria traía cambios en el nivel de producto.
La motivación principal de los mercantilistas puede ser su afán por encontrar elevados niveles de renta, dada su realidad de mercaderes que aprovechan al gobierno y sus decisiones para incrementar su capital, pero, más que eso, su contribución al análisis económico está en esa capacidad de hacerlo por separado de las ciencias sociales y la filosofía, al estilo de las ciencias físicas, adoptando el cuadro de causa – efecto; sin embargo, la transición no es completa y aún se encuentran rasgos moralistas en sus análisis.
Para ellos al conocer las leyes de la causalidad controlarían la economía, pero la intervención no debe complicar las verdades económicas básicas, como el hecho de fijar precios, que pueden crear desequilibrios que llevan a escasez y desarreglos en la demanda.
El hombre era igualado al homo economicus y fijaron que su fin era buscar su ganancia, por lo tanto, lo asumieron con rasgos egoístas.
Los mercantilistas siguientes vieron errores en los supuestos de sus antecesores como los siguientes:
1. La moneda no es la medida de riqueza
2. No todos los países pueden tener una balanza comercial positiva
3. Ningún país puede sostener una balanza comercial favorable en el largo plazo
4. El comercio puede ser mutuamente beneficioso para las naciones
5. Las ventajas para países con especialización y mayor especialización del trabajo son mayores
6. La intervención estatal debe reducirse (según niveles planteados por los mercantilistas)
Lastimosamente, la Escuela Mercantilista no fue capaz de mostrar el funcionamiento total de la economía de mercado (formación de precios, asignación de recursos escasos, etc.).
Otra hipótesis mercantilista era la del conflicto entre el interés privado y el bien público, en el cual el estado debía intervenir como canalizador. Esta creencia se rompe con la llegada del clasicismo.
La nación: el príncipe y el absolutismo.
A comienzos del siglo XVI aparece la obra de Nicolas Maquiavelo (1469-1527) y con ella surge una nueva teoría del estado considerado como un poder superior conducido por el príncipe. Según Maquiavelo, los Estados nacen de la violencia y con frecuencia deben mantenerse gracias a ella. Por esa razón resulta que las reglas de la eficacia política, por supuestos en nombre de los intereses superiores del Estado, contradicen las enseñanzas de la moral y de la iglesia.
Con mucha frecuencia, El príncipe se verá "obligado, para mantener su Estado, a obrar en contra de la caridad, en contra la humanidad, y en contra de la religión" (El Príncipe, p.125). "Siendo como son", los hombres utilizarán su libertad para actuar en contra de los intereses del Estado y esto nos conducirá al caos social y, finalmente, a la disolución de la Nación. El papel del Príncipe consiste entonces en obtener, establecer y garantizar la prosperidad de la ciudad. Para ello, debe conquistar, conservar y aumentar su poder. Estos últimos son los objetivos de la política .
Por encima de las metas y fines de cada persona se debe anteponer "la razón de estado". Siempre que sean adecuados a los fines para los que están destinados, "los medios se considerarán honorables y adecuados. El vulgo no juzga más que lo que ve y lo que le ocurre; y en este mundo no hay más que lo vulgar; el número pequeño no cuenta cuando hay en que apoyarse en el gran número" (p.126). Así, Maquiavelo, el padre de la razón de estado nos aporta la primera pieza del absolutismo.
Por su parte Jean Bodin (1530-1596), en Los Seis Libros de la República (1576), tratará de construir su teoría del estado sobre el concepto de soberanía. Para Bodin (o Bodino), la soberanía es la esencia de La República, el principio mismo del Estado. Para que exista la soberanía deben existir, a un mismo tiempo, un marco jurídico (la ley) y una autoridad (el orden). Tal soberanía, indivisible, absoluta y perpetua es una prerrogativa exclusiva del monarca y se impone al pueblo por intermedio del gobierno. Sin embargo, Bodin era un absolutista matizado que no dejó de advertir sobre los peligros de una soberanía sin límite; estos límites deben estar, según Bodin, en la ley divina y en la ley natural. Sin embargo estas ideas nos puede hacer caer rápidamente en contradicciones; así, por ejemplo, si según la ley divina, la voluntad del monarca no refleja la voluntad de Dios, nadie podrá, por hipótesis, erigirse en juez del soberano. Los límites a la soberanía propuestos por Bodin son, en muchos casos, más retóricos que efectivos y el poder del soberano es absoluto. Sin embargo, como veremos más adelante, la ley natural sí que puede suponer un límite efectivo a lo que puede y no puede conseguir el monarca en el ejercicio de sus poderes soberanos.
Más tarde, Thomas Hobbes (1588-1679), en el Leviathan (1651), en el que estudia con detalle la guerra civil inglesa que llevó a la ejecución de Carlos I, concluye que las grandes desgracias de la sociedad ocurren cuando las personas no saben a quién obedecer; cuando la soberanía desaparece. Cuando esto ocurre, la sociedad puede regresar al "estado de naturaleza"; es decir, a esa situación en la que cada quien puede hacer todo lo que considere útil para su supervivencia o su felicidad, en la que es permanente la amenaza para la vida y para los bienes de cada quien, y donde la vida de los hombres es "solitaria, miserable, sucia, animal y breve". Afortunadamente, en este como en muchos otros casos, el mal trae consigo parte del remedio. El "miedo constante a la muerte" lleva a todos al convencimiento de que, para salir del "estado de naturaleza", es necesario que cada quien convenga en ceder sus derechos a una autoridad superior, a la que será confiada la soberanía, que promulgará las leyes necesarias para conseguir la paz civil y que garantizará su observancia por medio del uso de la fuerza. La obediencia voluntaria al soberano asegura entonces la supervivencia y la prosperidad de la ciudad. Cada uno de los miembros de la sociedad se reconoce en su representante, y este, una especie de Dios mortal, consigue y representa la unidad de la nación.
En resumen, según el cuerpo doctrinal del absolutismo, el príncipe, garante del orden civil y de la unidad nacional, es la autoridad absoluta y la condición necesaria para la prosperidad de la nación. La vida económica se desarrolla entonces bajo su dirección, su control y su protección. Estas ideas políticas del siglo XVI y XVII harán parte del ambiente intelectual del mercantilismo. Los mercantilistas, en consecuencia, escriben para definir, expresar y defender los intereses de la nación y utilizarán toda su capacidad de persuasión para dirigirse a aquel que los encarna: el príncipe. La nación y el príncipe son las referencias esenciales, los pretextos para pensar y escribir, y la justificación última de sus consejos y recomendaciones.
Algunas veces se ha dicho que el mercantilismo está basado en una falacia de composición: si algo es bueno para una persona (por ejemplo un mercader), también es bueno para la sociedad en su conjunto (es decir, para la nación). La Nación, como el comerciante, se enriquece cuando hace beneficios; es decir, cuando vende más y más caro de lo que compra. Además, estas ganancias del intercambio con otras naciones se suman unas a otras y pueden acumularse en stock monetarios de metales preciosos. El enriquecimiento se concibe entonces como una acumulación de la riqueza por excelencia: los metales preciosos. Los mercantilistas no entienden la riqueza como bienestar o como mejora en los niveles de vida de los súbditos, más bien de lo que se trata es de construir e incrementar un patrimonio. De ahí que los dos temas principales del mercantilismo sean precisamente el dinero y balanza comercial.
Tampoco el mercantilismo reconoce ventajas mutuas y compartidas entre las naciones que participen del comercio internacional. Más que socios comerciales que buscan acuerdos mutuamente favorables el mundo del comercio se conforma entre naciones rivales. El comercio entre mercaderes y, por analogía, entre naciones, se percibe necesariamente como un juego de suma cero, nadie puede ganar a menos que otro pierda. Los mercantilistas no ignoran que un país sólo puede conseguir un excedente en el comercio internacional a costa de los déficit de otros. El objetivo de enriquecer la nación es entonces conflictivo; para que unos prosperen otros deberán empobrecerse; la riqueza propia se obtiene en detrimento de la fortuna de los vecinos. Por esos motivos, no es sorprendente que, junto con la diplomacia y con la guerra, las políticas económicas de la época se integren dentro de una estrategia general de poder. Aunque para nosotros resulte chocante, tampoco sorprende la agresividad nacionalista y a menudo xenófoba de los mercantilistas. De Rojas, un mercantilista español dirá, por ejemplo, que la riqueza: "se debe buscar adquirirla por todos los medios sin excepción, incluso por la fuerza de las armas: he aquí una máxima invariable y susceptible de demostración". También se puede citar la fórmula del más ilustre mercantilista francés, Antoine de Montchrestien (1576-1621): "Todo lo extranjero corrompe".
Pero no debe perderse de vista que las ideas del mercantilismo sirvieron de caldo de cultivo al liberalismo que luego alcanzo su auge en la economía clásica. A la agresividad y el conflicto con el extranjero se opone la solidaridad y la cooperación al interior del país. Al contrario de lo que ocurre entre las naciones, para muchos mercantilistas, excluyendo excepciones notables que veremos más adelante, dentro del mismo país el interés privado y el interés colectivo no están en conflicto. El enriquecimiento de un individuo no constituye un obstáculo al enriquecimiento de otros. Todo lo contrario, la prosperidad individual se puede extender sin limitación dentro de las fronteras nacionales. Los métodos del éxito se pueden copiar, y a través de la copia se generalizan. Así, encontramos en los mercantilistas una concepción elemental de la solidaridad económica.
Si la fuente de la riqueza se adquiere a través del comercio, ¿qué papel juega entonces la producción interna? ¿Los bienes producidos son o no parte de la riqueza? Sobre este tema, los mercantilistas tendrán ideas encontradas. Para Montchrestien en casa de los trabajadores industria y prosperidad son sinónimas. Sin embargo, muchos mercantilistas sólo tuvieron en cuenta la producción interior como una forma de orientar los intercambios internacionales. Para éstos últimos, producir es, en primer lugar, producir para exportar más e importar menos. La producción podrá ser una fuente de riqueza, pero sólo una fuente indirecta a través de su influencia sobre la balanza de pagos.
Para los mercantilistas los estados que prosperan son los estados poderosos. La fuerza es la mejor garantía de éxito de los intereses individuales, el comercio exterior sólo prospera cuando la armada del príncipe protege al mercader, y cuando, eventualmente, la expansión colonial y la guerra abren nuevos mercados. Del mismo modo, el comercio interno sólo se desarrolla cuando impera la paz civil y está protegida la propiedad privada.
Tal vez fue Montchrestien el autor que defendió con mayor convicción la omnipresencia del Estado,y quien llevó más lejos el argumento de su necesaria autoridad. En el Traitè de Economía Politique (1615) desarrolla este tema abundantemente. Las áreas de intervención del Estado que menciona Montchrestien pertenecen al fondo común del mercantilismo: la ley, el orden, la seguridad, la garantía de la propiedad, la seguridad del comercio, etc. Pero el autor también aporta argumentos originales: el Estado debe velar por el pleno empleo, ya que el paro es un desperdicio de recursos y crea un déficit de riquezas que deberá ser cubierto comprando en el extranjero. Por ello hay que obligar a las personas a trabajar y se deben crear talleres con ese fin. Sus argumentos serían luego recuperados por William Petty, para defender que el estado "debe poner su máxima atención en utilizar la fuerza laboral y mantener en orden sus aptitudes" Grampp (p.79). En caso de necesidad los parados deberían emplearse en "… construir una pirámide inútil en la llanura de Salisbury, trasladar piedras de Stonehedge a Towerhill o hacer cosas semejantes, ya que, por lo menos, esto mantendría sus mentes disciplinadas y obedientes y sus cuerpos aptos para realizar trabajos provechosos cuando fuera necesario" (citado por Grampp). El estado debe jugar también un papel en la formación de las personas a través del desarrollo de la enseñanza y como responsable de la educación de los huérfanos. Además, el Estado debe también intervenir en la industria protegiendo las invenciones, creando monopolios gracias a los privilegios que conceda, etc. En materia de comercio exterior, el estado debe proteger los bienes que produzca o pueda producir la nación, pero debe defender la libertad de comercio en lo que se refiera a los bienes que la nación no produzca. Finalmente, el estado debe estimular la colonización, ya que ésta permite reabsorber los excedentes de población, aumenta la demanda de bienes y da acceso a nuevas fuentes de materias primas. Las ideas de Montchrestien son representativas de la corriente mercantilista francesa. Pero también se encuentran en Barthelemy de Laffemas, el consejero de Enrique IV y, en cierto modo, se anticiparon a la política económica que luego seguiría Colbert.
El dinero es el concepto central de las reflexiones mercantilistas. Si hay una recomendación clara de política económica esta es la de acumular la mayor cantidad de metales preciosos mediante la consecución de saldos favorables en los intercambios exteriores. A partir de esa premisa, se pueden deducir fácilmente las relaciones entre el dinero y los precios, entre el dinero y la tasa de interés, y entre el dinero, el tipo de cambio y la balanza de pagos.
El dinero de la época mercantilista es el dinero-mercancía; es decir, está constituido por metales preciosos marcados, en forma de lingotes o monedas marcadas con un sello que, en principio, garantiza su peso en oro o en plata. Para ordenar la discusión sobre la relación entre "la riqueza de una nación" y el dinero, planteemos para empezar una cuestión básica: ¿es el dinero, para los mercantilistas, sinónimo de riqueza?
Sin lugar a dudas los primeros mercantilistas darían a esta pregunta una respuesta afirmativa. Los mercantilistas llamados bullionistas, principalmente españoles y portugueses de la primera mitad del siglo XVI, se proponen como ambición exclusiva la acumulación y conservación de los metales preciosos en el reino. A ellos les parecía que el valor intrínseco del oro y de la plata, así como su carácter imperecedero, convertían a los metales preciosos en la esencia misma de la riqueza. Por eso proponen, entre otras medidas, la prohibición de exportar el oro y la plata, el cobro de sobre tasas de cambio para las monedas extranjeras, la obligación de pagar las importaciones de bienes en mercancías y no en metales preciosos, la obligación de repatriar las ganancias obtenidas en el extranjero, etc. Todo un conjunto de medidas artificiales, autoritarias, burocráticas e ineficaces.
Pero ¿por qué razón dinero es sinónimo de riqueza? La respuesta de los primeros autores mercantilistas, es simple: el dinero es riqueza porque es poder de compra. Esto es lo que por ejemplo concluye Davanzati: "todos los hombres desean todo el oro posible para adquirir todas las cosas, para satisfacer todos sus deseos y necesidades, y en suma para ser felices" (Lezione della Monete, 1588). De ahí a pensar que son los bienes, y no el dinero, los que constituye la verdadera riqueza no hay más que un paso, que algunos darían varios años después.
El dinero, o los metales preciosos, poseen ventajas indudables. Por ejemplo, mientras la mayoría de los bienes son perecederos y difíciles de almacenar, los metales preciosos son duraderos, de valor elevado y divisibles, características todas ellas que los hacen adecuados para efectuar pagos y para la conservación de la riqueza. En todo ese razonamiento se encuentra el reconocimiento explícito de las tres funciones clásicas del dinero: unidad de cuenta, instrumento de cambio y reserva de valor; son precisamente la segunda y fundamentalmente la tercera de estas funciones las que permiten aproximar hasta confundir en lo mismo el dinero y la riqueza.
Además, los metales preciosos son absolutamente indispensables para reglar los saldos del comercio exterior. Por ello, Tomas Mun (1571-1641), insistirá sobre la necesidad de detentar metales preciosos para las necesidades de los intercambios internacionales. Por la misma razón, el comercio interior debería servir para economizar encajes monetarios y, según Mun, dentro del país el papel del dinero lo puede cumplir adecuadamente los billetes a la orden y las letras de cambio.
Además de las razones anteriores el Príncipe debe poseer un tesoro, signo de nobleza, de poder, esplendor y, más prosaicamente, porque el dinero es el nervio de la guerra. El Príncipe debe conseguir las armas, preparar la flota, conducir la guerra y todos los gastos deben cubrirse con dinero cantante y sonante.
Finalmente, para muchos mercantilistas, el dinero es la vida y el alma del comercio. Esta idea, extendida en la literatura sin una justificación teórica clara, se apoya en consideraciones intuitivas que reflejan las preocupaciones de los mercaderes. Con frecuencia tal metáfora sirve para identificar dinero y capital; una falacia comprensible cuando la prosperidad pasa por el comercio. Así, abundancia monetaria significa también abundancia de capital para prestar y tomar prestado, para la financiación de las ventas y las compras y para permitir que los negociantes asuman mayores riesgos. Así, unos medios de pago abundantes hacen más fácil la expansión del mercado, mejoran las oportunidades de negocio y las posibilidades de obtener beneficios. ¿Qué otra cosa puede pedir el comerciante? Así se explica también el miedo a una falta de liquidez que también constituye una constante del pensamiento mercantilista.
De todas formas, como no podía ser de otro modo, pasado el período bullionista empezaron a aparecer numerosas matizaciones. Algunos autores distinguieron muy pronto entre el valor comercial y el valor legal del dinero. Sin duda alguna, El príncipe puede caer en la tentación de multiplicar las monedas, los soles y los escudos, disminuyendo su contenido metálico. En el siglo XVII, muchos mercantilistas se opusieron a estas manipulaciones y sostuvieron que el valor comercial y el valor legal del dinero deberían coincidir (por ejemplo, en España, el padre Mariana en De Monetae Mutatione Disputatio, 1609). Las razones para ello son diversas.
En primer lugar, como enunciaba la ley de Gresham (1519-1579) "la mala moneda desplaza a la buena". Una vez que sea posible distinguir entre la mala y la buena moneda, se preferirán las primeras para realizar los pagos y las segundas para el ahorro.
En segundo lugar, la manipulación monetaria sólo es un recurso temporal para aliviar las finanzas públicas. En un primer momento, el Príncipe aumentará sus ingresos a corto plazo retirando la "buena moneda" y poniendo en su lugar moneda depreciada. Pero, más temprano que tarde, los súbditos tendrán la ocasión de devolverle la "mala moneda" (por ejemplo con el pago de los impuestos).
Por último, si el tipo de cambio no se ajusta al contenido metálico, los comerciantes extranjeros rechazarán las monedas depreciadas como medio de pago. Si, como consecuencia de lo anterior, el tipo de cambio se deprecia, de ello resultará un aumento de los precios de los bienes importados y, eventualmente, una salida de oro del país.
Población, trabajo e industria
Si para los mercantilistas el dinero es la riqueza, la abundancia de brazos es una forma muy cercana al dinero. Un tesoro y una población importante se presentan a menudo como los dos pilares del poderío nacional. Para Montchrestien, los hombres son incluso el elemento esencial: "de estas grandes riquezas, dice, la más grande es la incomparable abundancia de hombres". Pero los mercantilistas también ofrecen matizaciones y precisiones al respecto. En primer lugar, la población no debe sobrepasar la oferta de bienes de subsistencia, como menciona por ejemplo Botero (en Las causas de la grandeza y la magnificencia de la ciudad, 1588). Una población numerosa crea, sin duda, condiciones económicas favorables en el mercado de trabajo debido a su influencia sobre los salarios. Pero también es necesario que tal población encuentre un empleo; en caso contrario se convierte en una carga y en un peligro. Son numerosos los mercantilistas que consideran el paro, no sólo como una pérdida de producción potencial, sino como la fuente de hábitos de ociosidad de relajamiento y finalmente de la decadencia de la nación. Para muchos hay que obligar a las personas a trabajar.
El intervencionismo aparece ahora en el mercado de trabajo. Es necesario emplear a la población, pero hay que hacerlo racionalmente. En ese campo, el estado debe "disponer con juicio que cada uno vaya al oficio adecuado" (Montchrestien). De ahí la idea de desarrollar la enseñanza, controlar el aprendizaje, reglamentar la organización de los talleres. Para muchos mercantilistas existe sin duda un óptimo de población. Si la población es insuficiente, hay que atraer obreros del extranjero; en caso contrario, hay que estimular la emigración hacia las colonias, lo que además tiene la ventaja de eliminar "mentes calientes" y de crear demanda en el exterior.
En general los mercantilistas no se interesaron demasiado por desarrollar la producción interior. En este caso fue también Montchrestien quien subrayó la importancia de la iniciativa individual, de la búsqueda de beneficios y de la división del trabajo como motores de la economía. También fue él el primero en insistir sobre el papel esencial del progreso técnico. El progreso técnico alivia la carga del trabajo, disminuye los costes hace bajar los precios y, en definitiva, aumenta la productividad. La agricultura es para él, sin duda alguna, la base de la prosperidad, pero el sector privilegiado del progreso técnico es el industrial. En la industria y el comercio los beneficios son mayores que en la agricultura. Finalmente, el progreso técnico influye sobre la organización del mercado; el empresario que innova goza de un monopolio lo que aumenta sus ganancias. Esta situación será modificada por los nuevos productores atraídos por las ganancias excepcionales o por nuevas invenciones. Por primera vez se establece una relación entre innovaciones, beneficios y progreso.
Al final del período mercantilista, se relacionan los tres conceptos, población, empleo e industria con el concepto de balanza de la industria. Nicolás Barbon (1640-1698) en su Discurso Sobre el Comercio (1690), subraya que la compra de bienes extranjeros significa la compra de mano de obra extranjera (y a la inversa). Una buena política comercial debe entonces ser tal que el total de salarios ingleses pagados por los extranjeros (a través de las exportaciones), sea superior que el de los salarios extranjeros pagados por los ingleses (a través de las importaciones). Como se puede ver, la idea consiste en hacer financiar al extranjero el empleo y las subsistencias nacionales. El propio Barbon propone evaluar las exportaciones por la cantidad de trabajo incorporado en su producción y juzgar la política de importaciones de materias primas en función del empleo que ellas permiten.
Neomercantilismo
El sistema de librecambio, que prevaleció durante el siglo XIX, empezó a perder fuerza a principio del siglo XX, al replantearse los elementos filosóficos del mercantilismo que originaron el Neo-Mercantilismo. Se volvieron a imponer fuertes aranceles a la importación, por razones políticas y estratégicas y se fomentó la autarquía económica como sistema contrapuesto a la interdependencia comercial de los países. Esta tendencia volvió a cambiar de signo más tarde, pero fue asociada con el nacionalismo y la competencia estratégica que provocaron, entre otras causas, la I Guerra Mundial, demostrando de esta forma que el mercantilismo tenía una fuerte base política.
El mercantilismo tuvo gran éxito al estimular el crecimiento de la industria, pero también provocó fuertes reacciones en contra de sus postulados. La utilización de las colonias como proveedoras de recursos y su exclusión de los circuitos comerciales dieron lugar, entre otras razones, a acontecimientos como la guerra de la independencia estadounidense, porque los colonos pretendían obtener con libertad su propio bienestar económico. Al mismo tiempo, las industrias europeas que se habían desarrollado con el sistema mercantilista crecieron lo suficiente como para poder funcionar sin la protección del Estado. Poco a poco se fue desarrollando la doctrina del librecambio. Los economistas afirmaban que la reglamentación gubernamental sólo se podía justificar si estaba encaminada a asegurar el libre mercado, ya que la riqueza nacional era la suma de todas las riquezas individuales y el bienestar de todos se podía alcanzar con más facilidad si los individuos podían buscar su propio beneficio sin limitaciones. Este nuevo planteamiento se reflejaba sobre todo en el libro "La riqueza de las naciones" (1776) del economista escocés Adam Smith.
El primer requerimiento para un acuerdo de libre comercio es la eliminación de todas las tarifas, cuotas, y convenciones comerciales bilaterales o multilaterales que inhiban la libre operación de los mercados internacionales. Cada nación debe tener la libertad de vender sus bienes en la otra, y cada nación debe estar abierta a los productos de la otra. Desgraciadamente, el afán de proteccionismo está muy arraigado entre las naciones. Esta reminiscencia de un mercantilismo anacrónico reaparece cuando una nación obtiene una ganancia o ventaja en los precios en un producto o línea de productos particular.
Más tarde, algunos teóricos de la economía comprendieron que la riqueza de una nación no se asentaba en la cantidad de metales preciosos que tuviese almacenada, sino en su capacidad productiva. Se dieron cuenta que la entrada de oro y plata elevaría el nivel de actividad económica, lo que permitiría a los Estados aumentar su recaudación impositiva, pero también supondría un aumento del dinero en circulación, y por tanto mayor inflación, lo que reduciría su capacidad exportadora y haría más baratas las importaciones por lo que, al final del proceso, saldrían metales preciosos del país. Sin embargo, pocos gobiernos mercantilistas comprendieron la importancia de este mecanismo.
Fueron dos acontecimientos los que propiciaron el surgimiento del capitalismo moderno producidos durante la segunda mitad del siglo XVIII. El primero de este fue la aparición en Francia de los fisiócratas desde mediados de este siglo y el segundo fue la publicación de las ideas de Adam Smith sobre la teoría y practica del mercantilismo.
A continuación se describirán cada uno de estos dos acontecimientos; el termino fisiocracia aparece o se aplica a una escuela de pensamiento económico, esta sugería que en la economía existía un orden natural en la que no requería intervención del Estado para asi mejorar las condiciones de vida de la gente.
La figura más destacada de la fisiocracia fue el economista francés François Quesnay, que definió los principios básicos de esta escuela de pensamiento en Tableau économique (Cuadro económico, 1758), un diagrama en el que explicaba los flujos de dinero y de bienes que constituyen el núcleo básico de una economía. Los fisiócratas pensaban que estos núcleos eran circulares y de esta forme se alimentaban. Sin embargo la idea más importante de los fisiócratas era su división de la sociedad en tres clases: una clase productiva formada por los agricultores, los pescadores y los mineros, que constituían el 50% de la población; la clase propietaria, o clase estéril, formada por los terratenientes, que representaban la cuarta parte, y los artesanos, que constituían el resto.
El Tableau économique fue un gran aporte gracias a su idea de que sólo la clase agrícola era capaz de producir un excedente económico, o producto neto. El Estado podía utilizar este excedente para aumentar el flujo de bienes y de dinero o podía cobrar impuestos para financiar sus gastos. El resto de las actividades, como las manufacturas, eran consideradas estériles porque no creaban riqueza sino que sólo transformaban los productos de la clase productiva. Este principio fisiocrático era contrario y/o diferente a las ideas mercantilistas. Si la industria no crea riqueza, es inútil que el Estado intente aumentar la riqueza de la sociedad dirigiendo y regulando la actividad económica.
Adam Smith
Las ideas de Adam Smith fueron un tratado sistemático d economía y además un ataque frontal a la doctrina mercantilista. El al igual que los fisiócratas intentaba demostrar que existía un orden económico natural el cual funcionaria mucho mejor entre menos interviniera el Estado, lo que lo diferenciaba de los fisiócratas era que no creía que la industria no fuera productiva y que el sector agrícola era el único capaz de crear un excedente económico sino que la división del trabajo y la ampliación de los mercados abrían posibilidades ilimitadas para que la sociedad aumentara su riqueza y su bienestar mediante la producción especializada y el comercio entre las naciones.
Adam Smith ayudo a que a extender las ideas de que los poderes económicos de los Estados debían ser reducidos y de que existía un orden natural aplicable a la economía. Sin embargo fue Smith más que los fisiócratas, quien abrió el camino de la industrialización y de la aparición del capitalismo moderno en el siglo XIX.
Una época importante y de grandes cambios para el capitalismo fue la industrialización, la característica principal de este proceso fue la introducción de la mecánica y de las máquinas de vapor para reemplazar la tracción animal y humana en la producción de bienes y servicios; esta mecanización del proceso productivo supuso una serie de cambios fundamentales: el proceso de producción se fue especializando y concentrando en grandes centros denominados fábricas; los artesanos y las pequeñas tiendas del siglo XVIII no desaparecieron pero fueron relegados como actividades marginales; surgió una nueva clase trabajadora que no era propietaria de los medios de producción por lo que ofrecían trabajo a cambio de un salario monetario; la aplicación de máquinas de vapor al proceso productivo provocó un espectacular aumento de la producción con menos costes. La consecuencia última fue el aumento del nivel de vida en todos los países en los que se produjo este proceso a lo largo del siglo XIX.
Al principio la industrialización se caracterizo por el trato inhumano que se les daba a los trabajadores como lo era la explotación infantil y jornadas laborales de 16 a 18 horas, además la insalubridad y peligrosidad de las fábricas donde laboraban. Estas malas condiciones llevaron a que surgieran los socialistas utópicos que eran críticos del sistema los cuales defendían diferentes sistemas de propiedad comunitaria o socializada. El primero en desarrollar una teoría coherente fue Karl Marx quien paso la mayor parte de su vida en Inglaterra ya que era el país precursor del proceso de industrialización, el creo la base intelectual de los sistemas comunistas que predominaron en la antigua Unión Soviética y atacaba el principio fundamental del capitalismo que era la propiedad privada de los medios de producción y pensaba que la tierra y el capital debían pertenecer a la comunidad y que los productos del sistema debían distribuirse en función de las distintas necesidades.
Con el capitalismo aparecieron los ciclos económicos que son los cambios que se producen en la economía y aunque no es predecible la duración de un ciclo sus fases si pueden anticiparse las cuales son el auge, recesión, depresión y recuperación. Estos se caracterizaban por la discriminación de la actividad productiva y el aumento del desempleo. Los economistas no podían explicar estos altibajos de la actividad económica y consideraban que era el precio inevitable que había que pagar por el progreso que permitía el desarrollo capitalista. Las críticas marxistas y las frecuentes depresiones económicas que se sucedían en los principales países capitalistas ayudaron a la creación de movimientos sindicales que luchaban para lograr aumentos salariales, disminución de la jornada laboral y mejores condiciones laborales.
A finales del siglo XIX, sobre todo en Estados Unidos, empezaron a aparecer grandes corporaciones de responsabilidad limitada que tenían un enorme poder financiero. La tendencia hacia el control corporativo del proceso productivo llevó a la creación de acuerdos entre empresas, monopolios o trusts que permitían el control de toda una industria. Las restricciones al comercio que suponían estas asociaciones entre grandes corporaciones provocó la aparición, por primera vez en Estados Unidos, y más tarde en todos los demás países capitalistas, de una legislación antitrusts, que intentaba impedir la formación de trusts que formalizaran monopolios e impidieran la competencia en las industrias y en el comercio.
A pesar de estas dificultades iniciales, el capitalismo siguió creciendo y prosperando casi sin restricciones a lo largo del siglo XIX. Logró hacerlo así porque demostró una enorme capacidad para crear riqueza y para mejorar el nivel de vida de casi toda la población. A finales del siglo XIX, el capitalismo era el principal sistema socioeconómico mundial.
En el siglo XX es conocido otro gran economista llamado John Maynard Keynes
Quien creo una nueva escuela de pensamiento economico llamado keynesianismo, el demostró que puede haber que un gobierno puede utilizar su poder económico, su capacidad de gasto, sus impuestos y el control de la oferta monetaria para paliar, e incluso en ocasiones eliminar, el mayor inconveniente del capitalismo: los ciclos de expansión y depresión. Según Keynes, durante una depresión económica el gobierno debe aumentar el gasto público, aun a costa de incurrir en déficit presupuestarios, para compensar la caída del gasto privado. En una etapa de expansión económica, la reacción debe ser la contraria si la expansión está provocando movimientos especulativos e inflacionistas.
Sin embargo a principios de la década de 1960 la inflación y el desempleo empezaron a crecer en todas las economías capitalistas, en las que las fórmulas keynesianas habían dejado de funcionar. La menor oferta de energía y los crecientes costos de la misma (en especial del petróleo) fueron las principales causas de este cambio. Aparecieron nuevas demandas, como por ejemplo la exigencia de limitar la contaminación medioambiental, fomentar la igualdad de oportunidades y salarial para las mujeres y las minorías, y la exigencia de indemnizaciones por daños causados por productos en mal estado o por accidentes laborales. Al mismo tiempo el gasto en materia social de los gobiernos seguía creciendo, así como la mayor intervención de éstos en la economía.
Todos estos acontecimientos muestran que el capitalismo ha logrado afianzarse en la economía consiguiendo evitar que las grandes recesiones económicas puedan prolongarse y crear crisis y se ha podido alcanzar sin limitar las libertades personales ni las libertades políticas que caracterizan a una democracia.
El principal objetivo de los países capitalistas consiste en garantizar un alto nivel de empleo al tiempo que se pretende mantener la estabilidad de los precios. Es, sin duda, un objetivo muy ambicioso pero, a la vista de la flexibilidad del sistema capitalista, no sólo resulta razonable sino, también, asequible.
En general el capitalismo es un sistema económico en el que los individuos privados y las empresas de negocios llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios mediante complejas transacciones en las que intervienen los precios y los mercados.
Plusvalía y Capitalismo.
Pago al propietario de un factor de producción (trabajo, energía) de una cantidad inferior al valor del producto. Este término puede tener dos significados básicos: el primero es el uso de bienes materiales, normalmente con un suministro fijo, para los fines establecidos por los que se realiza su manipulación, y el segundo, más negativo, es un elemento clave de la teoría marxista sobre la lucha de clases. Esta teoría establece la teoría del valor del trabajo, que a su vez conlleva el concepto de plusvalía. Sostiene que el capitalista paga al trabajador el coste de su producción, pero recibe el precio de mercado del producto, paga costes externos (alquileres, etc.) y se embolsa el resto (la plusvalía) como ganancia. Esta idea de la plusvalía o ganancia nunca fue postulada por los economistas liberales y, en cualquier caso, parece estar en desacuerdo con la doctrina clásica del intercambio de equivalentes económicos.
FRACASO DEL MARXISMO Y SU INOPERANCIA
Hacia el final de la década de 1950, los partidos socialistas de Europa occidental empezaron a descartar el marxismo, aceptaron la economía mixta, relajaron sus vínculos con los sindicatos y abandonaron la idea de un sector nacionalizado en continua expansión. El notable desarrollo económico desde postulados capitalistas durante las décadas de 1950 y 1960 puso fin a la creencia que mantenía que la clase trabajadora sería cada vez más pobre o que la economía sufriría un colapso que favorecería la revolución social. Ya que un sector considerable de la clase trabajadora seguía votando a partidos de centro y de derecha, los partidos socialistas intentaron de forma paulatina captar votantes entre la clase media y abandonaron los símbolos y la retórica del pasado.
Este revisionismo de finales de la década de 1950 proclamaba que los nuevos objetivos del socialismo eran ante todo la redistribución de la riqueza de acuerdo con los principios de igualdad y justicia social. Los socialdemócratas alemanes dejaron constancia de estos principios en el Congreso de Bad Godesberg de 1959, principios que habían sido popularizados en Gran Bretaña por Anthony Crosland (El futuro del socialismo, 1956).
Los socialdemócratas creían que un crecimiento económico continuado serviría de apoyo a un floreciente sector público, aseguraría el pleno empleo y financiaría un incipiente Estado de bienestar. Estos supuestos eran a menudo compartidos por los partidos conservadores o democristianos y se ajustaban de una forma tan estrecha al desarrollo real de las sociedades europeas que el periodo comprendido entre 1945 y 1973 ha recibido a veces el nombre de ‘era del consenso socialdemócrata’. Coincidía, de modo ostensible, con la edad de oro del fordismo, supuesta modalidad pura del capitalismo.
El fuerte incremento sufrido por los precios del petróleo en 1973 fue el desencadenante de la crisis económica que puso fin a esta hipotética edad de oro. Durante el final de la década de 1970 se pensó que, en general, para restaurar el crecimiento económico, patronos y gobiernos tendrían que alcanzar algún tipo de entendimiento con los sindicatos.
En estas circunstancias, los partidos socialistas obtuvieron el poder en Portugal, España, Grecia y Francia, países en los que nunca o rara vez habían gobernado, y que en los tres primeros casos se produjeron después del fin de sistemas dictatoriales.
El creciente desempleo, sin embargo, debilitó a los sindicatos y, al hacer aumentar la pobreza y los problemas con ella asociados, hizo que la protección social del sistema del bienestar fuera mucho más costosa de lo que lo había sido en los días del pleno empleo. Mantener los niveles de bienestar con una tasa elevada de desempleo exigía un alto nivel de impuestos, medida que no gozó del favor de los ciudadanos.
Los partidos conservadores se distanciaron del consenso político, aduciendo que era necesario "hacer retroceder al Estado", reducir el gasto público y privatizar las compañías estatales. Acusados de estadistas, burocráticos y derrochadores, los socialistas fueron poniéndose cada vez más a la defensiva. Hacia 1980 el proletariado industrial se había convertido en minoritario en toda Europa, y las nuevas tecnologías agravaban la división existente en sus filas. Los incrementos de la productividad ya no suponían la creación de nuevos empleos. Por el contrario, estas nuevas tecnologías hacían posible un mayor volumen de producción en detrimento del empleo, mientras que los sectores en proceso de expansión eran incapaces de absorber a los trabajadores despedidos por culpa de las reconversiones industriales.
La prosperidad de la que gozaban los trabajadores cualificados en las empresas de éxito contrastaba con el número creciente de trabajadores temporales y no cualificados, muchos de los cuales eran inmigrantes o mujeres, empleados a tiempo parcial. Considerar, pues, a la clase obrera como una clase universal que prefiguraba un futuro poscapitalista parecía algo cada vez más anacrónico. La creciente interdependencia económica que se extendió con gran rapidez durante las décadas de 1970 y 1980 suponía que las políticas macroeconómicas tradicionales del keynesianismo ya no eran efectivas y que la relación interna (en cuanto política que activa instrumentos monetarios y fiscales destinados a frenar el desempleo) originaba problemas con la balanza de pagos, así como medidas inflacionarias, tal y como descubrieron, a sus expensas, los gobiernos socialistas británico y francés en las décadas de 1970 y 1980.
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