Los elementos no verbales de la comunicación en el ámbito de la gestión migratoria (página 2)
Enviado por Ileana Sorolla Fernández
Por medio de las acciones discursivas, el profesional emplea los medios de expresión de su sistema comunicativo: realiza la función comunicativa del lenguaje, que abarca simultáneamente la función como medio de expresión y la función de influencia consciente, sobre la base de su contenido semántico, y de acuerdo con los objetivos concretos a alcanzar en cada una de las condiciones de actuación profesional, sobre la base de su valor pragmático (Van Dijk, 1986; Sorolla, 2002; Poyatos, 2003).
Así, la formación comunicativa profesional en el ámbito de la gestión migratoria, es el proceso dirigido a lograr en el sujeto de esa actividad un determinado resultado desde el punto de vista comunicativo, que le permita resolver los problemas profesionales mediante una comunicación acorde a las exigencias de la actuación profesional. Está dirigida a desarrollar conocimientos, hábitos y habilidades de actuación discursiva, que le permitan la selección de la estrategia comunicativa adecuada a los objetivos concretos (comunicativos y profesionales), la situación comunicativa y las condiciones de actuación profesional. A su vez, las condiciones de la actuación profesional demandan que durante la instrucción se contribuya a educar determinadas cualidades, necesarias para la actuación discursiva en esas condiciones, como la capacidad de observación, el autoanálisis, la autoinstrucción y consolidar valores. La cualidad educativa de esta formación se relaciona con la concepción del sujeto como un ser social, que se desarrolla como tal sólo a través de la comunicación con sus semejantes (Sorolla, 2002).
Las condiciones de actuación profesional la conforman las características histórico-contextuales del medio social en que actúa el sujeto, las que definen su especificidad como tipo particular de actuación profesional y la manera en que se forma el sujeto actuante. Ellas incluyen el contexto socio-histórico concreto, el modo de actuación profesional y las condiciones de trabajo y vida, determinadas por la formación económico-social imperante, y las características propias del grupo social en que se actúa.
Actualmente, los profesionales de este ámbito cumplen su encargo social bajo el impacto de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y del 11 de marzo de 2004 y los efectos sociales de la crisis económica y financiera, que han puesto el énfasis en los criterios de seguridad en el control y la gestión migratoria, y en el reforzamiento de la tendencia restrictiva de las políticas y regulaciones de inmigración, lo cual a su vez eleva el rigor en los aspectos relacionales de la comunicación, en la medida en que esta se convierte en una herramienta profesional para la difusión e imposición de las normas jurídicas y regulaciones migratorias, para el reconocimiento de rasgos relevantes del interlocutor y para la influencia en su comportamiento.
Además de las políticas gubernamentales y las funciones que rigen la actuación profesional de los sujetos de la gestión migratoria, están inmersos en un sistema de relaciones sociales concreto, por lo que experimentan la influencia de factores socio-históricos e ideológicos, que conforman los modelos de contexto, las creencias, opiniones, actitudes y valores compartidos, que marcan su comunicación con las huellas de la sociedad en la que nacen y se desarrollan (Vygotsky, 1966; Leontiev, A.A., 1981a, Van Dijk, 2005/2006). Así, resultan sometidos a la influencia del vuelco anti-inmigratorio que se ha producido en la opinión pública de las principales sociedades receptoras –manifiesto en la criminalización de la imagen de los inmigrantes en los medios de comunicación, en los actos xenófobos cada vez más frecuentes y en las políticas asimilacionistas promovidas por partidos y gobiernos– lo que presenta nuevas exigencias a su comunicación profesional, relacionadas con las actitudes ante lo diferente, con la identificación y comprensión del particular origen y situación del otro.
El constante contacto con ciudadanos, pasajeros y migrantes internacionales, a través del cual se realizan las funciones propias de la gestión migratoria, determina que la calidad y la eficiencia del servicio que brindan sus profesionales estén sujetas a las expectativas y a la cotidiana evaluación de todo aquel que tiene que recurrir a los servicios y trámites migratorios o está sometido a sus regulaciones. La coherencia y eficacia de la comunicación profesional de funcionarios y directivos de la gestión migratoria es percibida por ciudadanos, viajeros y migrantes, quienes no solo interpretan su significado, sino que lo integran en una imagen, que contribuye a formar su opinión acerca de las cualidades del interlocutor, pero también influye en su representación de la institución y la autoridad inmigratoria.
Estas condiciones de actuación profesional al mismo tiempo implican que la comunicación se desarrolle en un ambiente intercultural, entendido como aquellas condiciones del contexto comunicativo, que se caracterizan por la coexistencia de códigos lingüísticos y referentes culturales diversos, lo que resalta la importancia del desarrollo de la competencia comunicativa, habilidades de tipo cognitivo-afectivas y lingüísticas (Sebeok, 1973; Leontiev, A.A., 1981a; Savignon, 1996; Sorolla, 2002), combinadas con el conocimiento de las características del auditorio (o del interlocutor) y el dominio de la información necesaria para la evaluación y toma de decisiones ajustadas a las particularidades de la situación y el contexto.
Sin embargo, los sujetos de la gestión migratoria se forman en diferentes áreas del saber-hacer-ser, incluida la lengua extranjera, mas por lo general no se capacitan específicamente para enfrentar la complejidad comunicativa propia de las condiciones de su actuación profesional. El aspecto comunicacional de esa actividad, se sustenta de forma espontánea en las cualidades comunicativas individuales y experiencias profesionales de los sujetos, siendo éstas independientes de las necesarias para la gestión migratoria. Al mismo tiempo, el aspecto lingüístico del problema se asocia tradicionalmente con el dominio de la lengua extranjera y, en particular, con el nivel de desarrollo de las habilidades lingüísticas del profesional-alumno, de manera que en este aspecto se concentran los mayores esfuerzos.
Ello remite a la búsqueda de soluciones a los problemas de la formación comunicativa para la gestión migratoria, mediante una articulación investigación-formación-desarrollo, que favorezca la pertinencia de la comunicación profesional en ese ámbito.
Los elementos no verbales de la comunicación en la formación comunicativa profesional en el ámbito de la gestión migratoria
La mayoría de los cursos de lengua extranjera, incorporan a sus contenidos textos, estructuras y unidades de la lengua, que conservan y transmiten los particulares significados culturales de hechos y fenómenos geográficos, históricos, folclóricos, religiosos, políticos, económicos y sociales. Sin embargo, se omiten otras unidades significativas de naturaleza no verbal, que intervienen en la comunicación interpersonal, cuya convencionalidad cultural y valor simbólico son reconocidos por los hablantes de la lengua y forman parte de su identidad cultural (Sorolla, 1985: 5-33). En los limitados casos en que los elementos no verbales se incorporan a los contenidos, predominan los enfoques comparativos y los repertorios o inventarios descriptivos de diferencias y similaridades en contextos modelados o en situaciones comunicativas limitadas.
Sin embargo, la existencia de una situación común que vincula a los interlocutores en la comunicación interpersonal en contextos asociados al control y la gestión migratoria, crea una serie de premisas y vivencias, para cuya adecuada expresión y comprensión, el contenido objetivo de lo que se dice resulta insuficiente. La distinción, la analogía, los matices de significación y su valor funcional, no se expresan sólo en la etimología de las palabras, en los medios fonológicos, léxicos y morfológicos de la gramática, sino que adquieren plenitud dentro del conjunto del que forman parte.
El lenguaje cumple una función comunicativa, sobre la base de una función semántico-significativa, y a la inversa, la función semántica de la significación se forma en la función comunicativa del lenguaje. En esas funciones se integran también aquellos elementos no verbales, que forman parte del sistema comunicativo del hablante, sean de carácter kinésico, paralingüístico, proxémico o normativo del comportamiento en la comunicación, en una relación multifuncional con el lenguaje verbal, en la que lo complementan, modifican o sustituyen, contribuyendo a ampliar o reducir el significado del mensaje verbal y actuando como reguladores del proceso de comunicación (Birdwhistell, 1963; Knapp, 1980; Poyatos, 2003).
Los elementos no verbales cumplen la condición semántica de poseer significación, ya sea porque representan una significativa determinación generalizada de su objeto a partir de su propia forma kinésica, o derivada del sentido que adquieren en su vinculación con el contenido objetivo del discurso, expresado por las unidades lingüísticas, o por su referente situacional o contextual, que debido a la comunicación interpersonal, le atribuye la función específica de la designación.
Ambas funciones, la semántico-significativa y la comunicativa, se manifiestan en el plano pragmático durante la orientación del hablante en la situación comunicativa, cuando ambas partes buscan indicios para revelar incógnitas recíprocas en torno a las expectativas de cada uno en la relación y se valen de una serie de elementos no verbales que le permiten disminuir la sensación de incertidumbre, que se manifiesta más pronunciadamente en contactos con desconocidos, o en situaciones comunicativas y contextuales nuevas o de elevada significación personal, donde no sabe qué se espera de él, o cómo interpretar las respuestas y sentidos subyacentes a los términos enunciados por el interlocutor.
Así, la sintonía sintáctica, semántica y pragmática entre hablantes, necesaria para la comunicación efectiva según los propósitos y condiciones concretas de la gestión migratoria, no se alcanza exclusivamente mediante el uso de un mismo código lingüístico, constituido por una lengua común (sea esta una lengua extranjera vehicular o una lengua materna compartida), sino que en ella intervienen también los elementos no verbales, que contribuyen al establecimiento de una relación entre hablantes, que favorezca la interacción, la interinfluencia y el intercambio de información ininterrumpido y coherente, requerido en las condiciones de actuación profesional.
La incorporación de los elementos no verbales a la formación comunicativa profesional en el ámbito de la gestión migratoria, requiere entonces de un abordaje sistémico, que rebase el alcance de los repertorios descriptivos asociados a situaciones comunicativas, propios del aprendizaje de la lengua extranjera, y las prescripciones sobre su uso en determinados contextos.
Introducción de los elementos no verbales a los contenidos de la formación comunicativa profesional por niveles de generalidad semántica y pragmática
Presentar didácticamente los elementos no verbales como recursos comunicativos en la actuación discursiva, presupone analizar previamente su origen y valor semántico y pragmático según niveles de generalidad, que permitan al sujeto identificar e interpretar aquellos que se presentan en el hablante individual, pero que poseen un origen y rasgos comunes a todos los seres humanos; los que son resultado de la individualidad del hablante, expresan sus características personales, intenciones comunicativas y estado emocional; y aquellos, que son comunes al grupo, clase social o comunidad étnico-cultural a la cual pertenece.
Al diferenciar con fines de estudio los orígenes de los valores semántico y pragmático que adquieren los elementos no verbales en la comunicación interpersonal, se desarrollan los conocimientos precedentes de carácter general para la introducción posterior de contenidos sobre sus manifestaciones particulares en determinados contextos culturales y situaciones comunicativas concretas.
Los contenidos organizados en un nivel universal general, proveen al profesional-alumno de un conocimiento integrador explicativo del proceso de formación de significados y usos de estos elementos en la comunicación y argumentan el origen ontológico de los rasgos comunes observables, dentro de la diversidad de manifestaciones individuales.
La diferenciación de un nivel singular, dado en las características del significado y uso de elementos no verbales en la comunicación del individuo durante la actuación discursiva, tributa al desarrollo de una posición consciente, intencionalmente dirigida a la observación del fenómeno en sus expresiones individuales-concretas, a la identificación e interpretación de los aspectos semánticos y pragmáticos profesionalmente relevantes en ellas, a la vez que provee de herramientas que propician el desarrollo de hábitos de autoanálisis y autoinstrucción en el profesional.
En un tercer nivel de generalidad, el reconocimiento de las particularidades de la construcción de significados y usos comunicativos compartidos de los elementos no verbales como resultado del desarrollo del individuo dentro de determinados grupos sociales y en un medio socio-histórico y cultural específico, a la vez que potencia la formación comunicativa del profesional, le descubre la dimensión étnico-cultural de los elementos no verbales -tanto de los que utiliza en su propia comunicación, como de los observables en el interlocutor-, no como expresión de oposición, sino como manifestación de otros nuevos significados en otros nuevos signos, conformados en un proceso histórico-cultural de desarrollo, cuya riqueza puede ser aprendida a través de esos propios signos.
En los últimos años, se han desarrollado estudios de los elementos no verbales desde diversas disciplinas, que han aportado nuevas aplicaciones en diferentes ámbitos: en el entrenamiento para el liderazgo, la solución de conflictos y la negociación, la administración y las relaciones públicas, la actividad política, el mando militar y los servicios paramilitares, entre otras esferas. Las diferentes estrategias de investigación seguidas en esos estudios, aportan también resultados que permiten presentar didácticamente su análisis por niveles de generalidad semántica y pragmática, como alternativa para su introducción en la formación comunicativa profesional en el ámbito de la gestión migratoria.
III.1. Lo universal en el uso de los elementos no verbales de la comunicación interpersonal.
El uso de elementos no verbales en la comunicación interpersonal tiene sus raíces en la propia evolución humana. En Dialéctica de la Naturaleza, F. Engels explica su origen asociado al trabajo, como premisa fundamental de desarrollo social:
"…el desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad conjunta para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad. En resumen, los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros. La necesidad creo el órgano: la laringe poco desarrollada del mono se fue transformando lenta, pero firmemente, mediante modulaciones que producían a la vez modulaciones más perfectas, mientras los órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro… con cada nuevo progreso, el dominio sobre la naturaleza, que comenzara con el desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes del hombre, haciéndole descubrir constantemente en los objetos nuevas propiedades hasta entonces desconocidas." (Engels, 1976)
Se considera que cuando en el proceso milenario de perfeccionamiento y especialización de los órganos articulatorios la actividad conjunta requirió de la comunicación, debió existir un lenguaje primitivo en el que los elementos no verbales de naturaleza somática tuvieran un valor significativo, ante un lenguaje articulado en formación, aún insuficiente para denotar los fenómenos y objetos de la realidad circundante en constante descubrimiento. Así, en un determinado estadio del desarrollo, el hombre primitivo debió haber tenido un "complejo dual" de medios señalizadores para unas mismas situaciones productivas – la acción y el sonido (Leontiev, A.A., 1983), que constituía un sistema de señales único, de carácter imitativo, donde el sonido cumplía una función secundaria, imprimiendo mayor fuerza imperativa al mensaje o diferenciando el significado, en los casos en que la imitación fuera imprecisa.
A partir del reconocimiento de la existencia en la "infancia de la humanidad" de un lenguaje no verbal de naturaleza somática, paralelo o complementario al lenguaje verbal en formación, la ciencia ha tratado de establecer si hoy existen manifestaciones universales de ese lenguaje en el plano semántico y pragmático. Otra de las cuestiones ampliamente debatidas es el origen innato o cultural de su uso comunicativo. Esto remite a la relación entre lo innato y lo aprendido, cuestión que rebasa los límites de los estudios empíricos particulares y adquiere relevancia teórico-metodológica. Los estudios realizados responden a diferentes estrategias de investigación:
el estudio de la información histórica que aporta el arte antiguo;
el estudio de la relación entre los movimientos del feto y de la madre durante el embarazo y la evolución de la kinesis infantil en edades tempranas.
la observación del comportamiento no verbal en personas con limitaciones físicas congénitas o postraumáticas, que no hayan podido aprenderlo a través de canales sensoriales;
la observación y el análisis comparativo de la conducta no verbal de humanos y animales;
el estudio intercultural de comportamientos similares que se utilizan con fines análogos.
Los lenguajes simbólicos basados en elementos no verbales de naturaleza somática que se descubren en manifestaciones artísticas de las culturas antiguas, se consideran una confirmación del papel primordial que desempeñaron el gesto y las posibilidades expresivas del cuerpo en la comunicación en épocas primitivas, y una expresión del carácter universal de su valor semántico y pragmático.
Las danzas han sido fuentes recurrentes en el estudio de la información histórica que aporta el arte antiguo. Surgidas en la actividad colectiva, en su génesis fueron imitaciones de los momentos de mayor significación para el grupo y, por tanto, más marcados emocionalmente. Según estudios sobre el tema, la concepción de la danza como medio para invocar o dominar fuerzas y para lograr objetivos de alta significación para la supervivencia de la comunidad, hizo que estas fueran reguladas y sistematizadas haciéndolas más "estáticas" (Chaussat, 1966; Turner, 1972; Lahullier, 1985). La representación pantomímica en la mayoría de los casos era acompañada de sonorizaciones, costumbre que ha llegado hasta nuestros días en las danzas populares más antiguas. Entre estas últimas son de destacar las de carácter narrativo, imitativas de un modelo de movimiento, y aquellas, cuyos movimientos y posiciones poseen valor simbólico. Pueden citarse como ejemplos la danza del venado de los indios yakis, de los estados mexicanos de Sinaloa y Sonora, la danza de los pescadores del estado de Guerrero, también en Méjico, el lenguaje de las manos de las danzas de Grecia, la Ópera China y los dramas danzados Noh y Kabuky de Japón.
Las danzas hindúes o los llamados "dramas bailados", que florecieron en la India a comienzos de nuestra era, son muestra de formas de comunicación de naturaleza no verbal en las que los recursos corporales alcanzan un papel discursivo esencial, mediante el uso de códigos gestuales para la expresión del mensaje dramático. En el Bharata Natiam, drama bailado de Tamil Nadu, en India, los bailarines utilizan un lenguaje simbólico basado en gestos de las manos y posturas corporales, que expresan tanto conceptos abstractos, como designan objetos o describen acciones. Los códigos de gestos y posiciones de manos y pies utilizados en el Bharata Natiam, se encuentran descritos en el Natya Sastra, tratado sánscrito escrito por el sabio Bharata a comienzos de nuestra era y aparecen esculpidos en bajorrelieves de templos que datan del siglo X. La riqueza de ese lenguaje ha permitido interpretar textos de elevada complejidad ética y estética, como el Mahabarata y el Ramayana, en los que se reflejan los más variados sentimientos, experiencias y valores humanos. (Rukmini, 1984:24).
El Kathakali, a su vez, es un tipo de drama bailado, surgido entre el siglo IX y X de nuestra era en Kerala, zona sudoeste de la India, que combina los recursos dramatúrgicos con la poesía, la música y la danza, en un espectáculo que expresa visualmente los sentimientos, mediante la manipulación artística del color del maquillaje, el movimiento de todo el cuerpo, los gestos de las manos, la mímica y las expresiones faciales (Nair, 1986:36). El texto poético se canta por solistas, mientras un actor-bailarín mudo narra mímicamente las ideas y sentimientos, expresados con palabras por el cantante. En lo que se refiere a los movimientos de las manos, llamados mudras, representan una palabra, un personaje, una idea o una acción, y se rigen por un código que alcanza los 500 gestos, agrupados según su forma y el uso de una u otra mano. El significado del texto narrado gestualmente se modifica con un sistema de movimientos del cuerpo y el rostro, que expresan los estados anímicos de los personajes, combinados con el ritmo del movimiento y el valor simbólico de la escenografía.
Con respecto a su origen, según la posición asumida en el debate ante la dicotomía entre el carácter innato o aprendido, somatogénico o culturalmente elaborado, algunos autores afirman que la expresión no verbal de las emociones es innata y prácticamente idéntica en todas las culturas, mientras otros se adscriben a teorías que resaltan la dimensión cultural de su desarrollo, a partir del criterio de que son un producto cultural, relacionado con el aprendizaje (Birdwhistell, 1963).
Como elementos no verbales innatos, se consideran aquellos que son compartidos por todos los humanos, sin importar su origen cultural o social, lo que se argumenta con la constatación empírica de que todos los humanos reaccionen de manera similar ante un reflejo-respuesta a estímulos y manifiesten con señales no verbales la alegría, la tristeza, el miedo, la ira, el asombro. Como adquiridos, se consideran aquellos que se aprenden mediante la imitación y la educación, sobre los cuales se afirma que varían de cultura a cultura y que su uso depende en gran medida de la situación comunicativa, formal o informal en la que se inserten, así como de factores relacionados con la edad, el género y la posición social del hablante.
A esa diferenciación contribuyen resultados del estudio de la relación entre los movimientos del feto y de la madre durante el embarazo, que se presentan como explicación sobre cómo dentro del útero de la madre, el feto comienza a tener sus primeras experiencias de comunicación no verbal. Los estudios especializados en kinesis infantil validan estas hipótesis, a partir de la consideración de los niños como buenos sujetos de observación, teniendo en cuenta que se encuentran en un estadio primario de aprendizaje del lenguaje verbal, se muestran muy desinhibidos y naturales, y apenas comienzan su proceso de socialización y desarrollo de competencias comunicativas (Davis, 1978).
Como otras estrategias de investigación que tributan argumentos a favor del componente universal en el origen de los elementos no verbales de la comunicación, la observación y el análisis comparativo de la conducta no verbal de humanos y animales demuestran una continuidad evolutiva en determinadas expresiones kine-somáticas de estados fisiológicos y reacciones reflejas a estímulos externos (Knapp, 1980).
Los resultados de la observación del comportamiento no verbal en personas con condiciones físicas congénitas o postraumáticas que han limitado sus posibilidades de aprendizaje, evidencian por su parte que en estas personas las señales somáticas de determinados estados afectivo-emocionales y alteraciones fisiológicas internas, son similares a las expresiones no verbales que adquieren valor semántico y pragmático en la comunicación interpersonal. En calidad de evidencia, se cita el uso indiferenciado de manifestaciones no verbales como el levantar las cejas y poner los labios en "O" para expresar sorpresa, fruncir el entrecejo ante una preocupación, arrugar el ceño y cerrar apretadamente los ojos ante el dolor físico, o la comunicación a través de la expresión de la mirada y la función pre-discursiva del comportamiento visual en el establecimiento de la relación interpersonal (Eibl-Eibesfeldt: 1975; Brunori, 1979).
Charles Darwin consideraba que determinadas emociones producían movimientos expresivos comunes a todas las culturas y especies, a pesar de que algunos de ellos fueran susceptibles al control voluntario o a la influencia de la enseñanza (Darwin, 1872). Los resultados más recientes han demostrado la existencia de elementos universales en la comunicación con las manos y en expresiones faciales de emociones primarias espontáneas, tales como la felicidad, la sorpresa, el miedo, la tristeza, la ira, el interés y el disgusto-complacencia (Ekman, 1969). Ekman afirma que esas expresiones faciales son innatas, pero que existen "roles" característicos de cada cultura, adquiridos en el proceso de educación, que regulan y modifican la intensidad y la manera en que son mostradas (1972). En consonancia, los resultados de investigaciones interculturales (Ekman, 1971; Eibl-Eibesfeldt: 1975) han encontrado que en todas las culturas existen formas no verbales de saludo, despedida, afirmación, negación, valoración de la conducta ajena, recibimiento de huéspedes, denotación de una porción determinada del espacio circundante e indicación de magnitudes como el tamaño y el número.
Esos descubrimientos han fortalecido la hipótesis de la capacidad humana innata para expresar por medio del cuerpo emociones, sentimientos, intenciones, e incluso ideas, la cual es transmitida de generación en generación y se realiza con carácter social ante la necesidad de comunicación durante el proceso de socialización y actividad del ser humano, en una unidad contradictoria entre lo individual y lo social, condicionada por los factores histórico-concretos de su desarrollo como individuo (Leontiev A.N., 1964; Leontiev, A.A., 1987; Pupo, 1990).
El origen social de esa capacidad biológicamente humana e históricamente común a la especie constituye el aspecto interno y estable de su carácter universal en la comunicación, es lo que define lo general y esencial en ellas, pues a pesar de que se hayan encontrado evidencias de continuidad evolutiva en algunas conductas, sólo la vida en sociedad y las experiencias de interacción entre sus miembros realiza la capacidad del individuo para expresar sentimientos, emociones e ideas por medio de acciones previamente aprendidas para comunicarse. En el caso en que esas manifestaciones sean inconscientes, espontáneas e incontroladas (por ejemplo, manifestaciones sintomáticas de estados físicos y emocionales como bostezos, sonrojo, gestos reflejos de autoprotección), su carácter social universal permite que puedan ser interpretadas como fuentes de información paralela, alternante o complementaria a la información expresada mediante el lenguaje verbal. Esa capacidad, constituye la condición para la unidad objetiva de sus diversas manifestaciones a otros niveles (singular, particular) y define lo común en las propiedades y rasgos de su uso en la comunicación, inherentes a todos los seres humanos.
En correspondencia, el sujeto habrá de reconocer como universal que todos los humanos hagan uso con mayor o menor intensidad, con más o menos limitaciones, tabúes o prescripciones culturales, de medios de expresión no verbal para comunicarse. Sin embargo, todos los seres humanos poseen una singularidad que los distingue entre sí, percibiéndose como algo único e individual.
El uso que pueda hacer el individuo de la capacidad universal de expresarse con movimientos corporales, no habrá de presentarse igual en otros, ya que está modificado en su forma concreta, frecuencia, intensidad, manera de combinar con el lenguaje verbal, por sus características bio-psico-sociales que integran y regulan lo innato y lo aprendido.
III.2. Lo singular diverso.
En la formación comunicativa profesional en el ámbito de la gestión migratoria, resulta de especial valor didáctico la introducción de las características bio-psico-sociales del hablante como un nivel singular, que explica las características de los valores semánticos y pragmáticos que adquieren los elementos no verbales de la comunicación a nivel individual.
Con fines de estudio -pues esa triada se manifiesta como una unidad esencial en cada individuo- su introducción se realiza a través de un conjunto de factores de tipo biológico, psicológico y social, que le permiten al profesional-alumno asumir una posición consciente y profesionalmente orientada a la identificación, el análisis y la interpretación del valor semántico y pragmático de la manifestación concreta, individual, de los elementos no verbales en la comunicación, en relación con las características del pasajero o migrante:
I. Factores de tipo biológico.
La diferenciación sexual, o sea, lo masculino y lo femenino que se expresa en la comunicación, y que adquiere carácter social al sufrir modificación en relación con los criterios y normas predominantes en la sociedad con respecto al género.
Independientemente de los factores que determinan el sexo biológicamente y su posible influencia en las características conductuales del individuo, la identificación de género introduce diferencias en las manifestaciones comunicativas no verbales, dada la trascendencia que tiene en el desarrollo social de los individuos, al marcar la educación, los tabúes y prescripciones sociales y la definición rolar desde las más tempranas edades, a partir de los criterios y normas predominantes en la sociedad con respecto a las relaciones de género. Esta diferenciación se manifiesta a través del carácter de las relaciones entre los hablantes, el uso en el discurso de elementos verbales y no verbales, como determinada estructuración proxémica, el cumplimiento de normas sociales de conducta, la kinésica y una paralingüística específica.
Estudios han mostrado que las mujeres son mejores decodificadoras de las señales no verbales que los hombres, especialmente de las expresiones faciales, y que usan más la sonrisa y la mirada como estímulos para iniciar la comunicación. Los hombres, entre tanto, parecen ser aventajados en el canal auditivo. A partir de esos criterios, se ha formulado la "hipótesis de acomodación" (Henley, 1973; Rosenthal, 1979; Dino. 1981), según la cual, las mujeres están especialmente predispuestas a la comunicación y para hacerla confortable, inducidas por un menor nivel en el status social femenino y la discriminación de género que las ubican en condiciones económicas y sociales desfavorables, lo que las obliga a desarrollar habilidades propiciadoras de las relaciones interpersonales y a poner especial atención en matices verbales y no verbales de la comunicación, que puedan serles útiles para definir la situación comunicativa a su favor. Esas diferencias de poder a favor de la posición ¨dominante¨ de los hombres se expresan, según Henley, entre otras vías, por medio del uso por los hombres de más espacio personal y de una mayor frecuencia de contacto físico con interlocutoras femeninas. (Henley, 1976, 1977; Hall, 1978; Vrugt, 1987)
La edad, que al igual que el sexo, imprime características singulares al uso de elementos no verbales en la comunicación.
La pertenencia a diferentes grupos etáreos distingue la actividad lingüístico-kinésica, condiciona el cumplimiento de las normas sociales y modifica la proxémica. La diferencias etáreas se observan por igual en la frecuencia, intensidad y valoración de la pertinencia del uso de determinados elementos no verbales en ciertas situaciones sociales, y en su significado y forma de realización.
La fisiología del individuo, especialmente su funcionamiento irregular (voz convulsiva, alteraciones cutáneas como el sonrojo, tics nerviosos) y lo hereditario o somatogénico, o sea, factores relacionados con lo puramente anatómico, como pueden ser algunos gestos y posturas inconscientes, cualidades acústicas de la voz, etc.
En lo que se refiere a las afectaciones patológicas, los daños físicos (congénitos o traumáticos) que producen alteraciones morfológicas y fisiológicas sobre aquellas partes del cuerpo con mayor expresividad extraverbal (rostro, manos, extremidades en general), pueden provocar rasgos singulares de expresión no verbal.
Las experiencias acumuladas en el campo de la medicina, junto a la constatación de que unas dos terceras partes de la comunicación no se verbaliza, sino que se atiene a otras pautas de interacción de base multisensorial, corroboran que accidentes neurológicos, patologías cerebrales, así como afecciones de carácter psiquiátrico, pueden expresarse mediante síntomas que afectan la conducta no verbal e influyen por tanto en el uso y en la forma individual de las manifestaciones comunicativas verbales y no verbales. Ese mismo efecto puede ser producido por afecciones de la vista y el oído, que alteren substancialmente las formas paralingüísticas y las sincronías intencionales en la expresión no verbal, o lo que Birdwhistell define como el ¨modelo orquestal¨ (Birdwhistell, 1970).
II. Factores de tipo psicológico.
La creatividad y riqueza expresiva no verbal del individuo se relaciona con sus características psicológicas, las que pueden incidir en una mayor o menor expresividad de manos y rostro, variedad de posturas y gestos, rasgos individuales en el uso de elementos proxémicos y paralingüísticos.
Al estudiar la comunicación desde una visión sistémica, resalta el significado psicológico de los movimientos corporales y el ¨doble vínculo¨ entre el lenguaje oral y la expresividad gestual, que se manifiesta en pautas y expresiones del lenguaje no verbal en las que intervienen indistintamente características psicológicas del individuo y factores sociales, que afectan todos los planos del lenguaje (Birdwhistell, 1970). Entre los factores de carácter psicológico, junto al estado emocional del hablante en el momento de la comunicación, se ubican los antecedentes de las relaciones personales entre los hablantes, la actitud con respecto al tema y los argumentos empleados en el discurso, las percepciones sobre la situación comunicativa y las características del entorno en el cual se enmarca, todo lo cual afecta las dimensiones semántica y pragmática en el uso, combinación e interpretación de los elementos no verbales (Birdwhistell, 1970; Van Dijk, 2002).
El estado emocional durante el acto comunicativo es reconocido como causa de alteraciones en el ritmo y velocidad de ciertos movimientos, el volumen de la voz, así como de otros elementos paralingüísticos o kinésicos.
Este factor se considera primordial en la efectividad de la comunicación profesional, una vez que se reconoce como condición para el establecimiento de una relación favorable al logro de los objetivos comunicativos, a partir de la creación de un ambiente de confianza y cooperación mutua, que favorezca un flujo de información veraz y detallado entre los participantes en el acto comunicativo, también conocido como asertividad (Spradley, 1979). Un estado emocional favorable a la comunicación evita discrepancias entre el lenguaje verbal y no verbal, lo que eleva su efectividad, y propicia su coherencia sincrónica.
III. Factores de tipo social.
La posición socioeconómica del individuo, su pertenencia a una clase o grupo social específico, el tipo de trabajo que realiza (manual o intelectual), la procedencia (urbana o rural), el rol que representa en la comunicación, el entorno familiar, que marcará su educación más temprana, influyen en el conjunto de limitaciones y prescripciones sociales que regulan la selección y el uso que hará el individuo de un repertorio específico de recursos comunicativos de naturaleza no verbal.
Los patrones socioculturales y normas sociales que rigen los tipos de relaciones en cada sociedad, en cada sector social y para cada situación comunicativa.
Como ser social, el sujeto forma parte de grupos humanos de diferente orden: pertenece a una familia, a un colectivo laboral, a un grupo étnico-cultural y, dentro de él, a una clase social enmarcada en una formación económico-social específica, cada uno de ellos con sus propias características y relaciones. En tal condición, sobre él actúan los modelos de conducta tradicionalmente establecidos, que conforman un conjunto de rasgos y características más o menos comunes que lo distinguen de los miembros de otros grupos sociales (Leontiev, A.N.,1964; Bromley, 1986). Sus normas son capaces de modificar la expresión no verbal "innata", como, por ejemplo, mediante el criterio de que los hombres no lloran o que eructar es de mala educación, lo que sin embargo, en algunos países asiáticos es considerado como una señal de reconocimiento por el alimento recibido y se interpreta con agrado por el anfitrión.
El medio o contexto social en el que se desarrolla la comunicación, que puede abarcar desde la situación social concreta del hablante hasta el cambio de la moda, la que origina ciertas variaciones en la conducta comunicativa (en posturas, algunas afectaciones kinésicas y paralingüísticas).
El hecho de que los elementos no verbales que integran el sistema comunicativo del hablante tengan tanto aspectos innatos, como aprendidos y que en ellos se manifieste la dicotomía naturaleza-sociedad en su carácter instintivo, congénito, pero también culturalmente transmitido, imitado, aprendido e impuesto por la sociedad, induce que sus manifestaciones singulares, individuales, posean también rasgos comunes a un grupo. Sin embargo, si las facultades expresivas de los individuos son la unidad de lo innato y lo adquirido, las cualidades propias de su pertenencia a una comunidad étnico-cultural serán de carácter social.
En su condición de medio y proceso de actualización de las relaciones sociales, la comunicación tiene una determinación concreta social, y se desarrolla históricamente como una consecuencia y un producto del desarrollo histórico de la sociedad (Vygotsky, 1966; Leontiev, A.A, 1981, 1987), por lo cual el individuo, como sujeto de ese proceso, experimenta también la acción de factores histórico-culturales y económico-sociales que condicionan la educación que recibe. Ello remite al particular valor semántico y pragmático de los elementos no verbales en relación con su carácter étnico-cultural.
III.3. Lo particular: la comunidad entre lo diverso y lo universal.
Para la introducción de los elementos no verbales en la formación comunicativa profesional en el ámbito de la gestión migratoria, se identifica un nivel particular, que integra lo singular, individual diverso, y lo universal, en el valor que adquieren la semántica y la pragmática de los elementos no verbales de la comunicación a la luz de su origen étnico-cultural. Ello responde esencialmente a la necesidad de desarrollar habilidades y valores que potencien la pertinencia de la comunicación en condiciones de actuación profesional, que presuponen la interacción con interlocutores del más diverso origen étnico-cultural y socio-económico.
Lo étnico-cultural particular expresa lo general, pero es más rico que ello, pues encierra rasgos individuales del hablante específico y también de su cultura. Tanto en el plano pragmático, como en el semántico, habrán manifestaciones no verbales de carácter universal que presentarán comunidad de rasgos y propiedades independientemente de la pertenencia étnico-cultural y social del individuo y de las predominantes en el auditorio, y dada su condición universal, podrán ser interpretadas y compartidas, pero modificadas y reguladas en los marcos establecidos por las normas culturalmente reconocidas.
Sobre las características culturales de los elementos no verbales de la comunicación se han realizado múltiples estudios, que permiten organizar didácticamente el material fáctico-descriptivo de los contenidos tradicionales, limitados a los repertorios particulares de una cultura, grupo o situación comunicativa, de manera que revele la dimensión cultural en la semántica y la pragmática de los elementos no verbales, como conocimiento explicativo e integrador de lo diverso.
Entre los estudios de mayor aplicabilidad y aporte a este enfoque, destaca el modelo interdisciplinar de los culturemas de F. Poyatos, el cual clasifica los signos o hábitos de una cultura. Los signos y sistemas de signos que comunican o se utilizan para comunicar, aparecen clasificados en signos y sistemas de signos culturales, que incluyen los hábitos de comportamiento y las creencias de una comunidad; en sistemas de comunicación no verbales, como el sistema paralingüístico y el kinésico; y en sistemas de comunicación no verbal culturales, en los que incluye la proxémica y la cronémica. En esa clasificación, el autor propone un inventario nocio-funcional básico, que reconoce signos no verbales con usos sociales –como saludar, expresar respeto, agradecer; signos no verbales con usos organizadores del discurso –como dirigirse a alguien, señalar la precedencia y la cesión de la palabra; y signos no verbales con usos comunicativos –como referirse a acciones presentes o pasadas, expresar afirmación–negación. El sistema cronémico se agrupa de forma independiente junto al sistema proxémico, bajo el criterio de que sus signos, aunque pueden actuar en interrelación con el paralenguaje, la kinésica o los elementos del lenguaje verbal, también comunican y aportan información social o cultural por sí mismos (Poyatos, 1983: 55-60).
Los estudios interculturales también proporcionan una amplia información descriptiva sobre el uso de elementos no verbales, que confirman su carácter particular en diferentes situaciones comunicativas y contextos culturales distintos, cuya integración permite revelar sus particulares características semánticas y pragmáticas en relación con el origen étnico-cultural del hablante. La utilización de referencias y comentarios sobre los antecedentes históricos y orígenes de los elementos no verbales que se introducen, si bien no se justifican por una aplicación profesional directa, incorporan aspectos explicativos adicionales a los contenidos y elevan su motivación.
A continuación, ilustraremos algunos de los elementos no verbales que resultan de especial interés durante la introducción de su particularidad semántica y pragmática en la formación comunicativa de los profesionales de la gestión migratoria:
Las particularidades en el uso de elementos no verbales para el saludo y la despedida: la forma más difundida es el estrechón de manos, cuyo valor semántico y pragmático se reconoce como universal, pero presenta variaciones culturales en su realización.
Entre los latinoamericanos este gesto es más expresivo que entre los europeos y, a menudo, cuando existe una relación afectiva estrecha entre hablantes o en encuentros especialmente emotivos, va acompañado por un enérgico choque y zarandeo de las manos, abrazos y palmadas en la espalda del interlocutor. Entre los pueblos de Asia oriental, lo correcto es no apretar la mano del interlocutor, sino retenerla cuidadosamente y con suavidad entre las propias. En Japón, la forma tradicional de saludo es la inclinación del torso (cuyo ángulo depende del rango del visitante) y la distancia que mantienen durante la conversación es ligeramente mayor que la usualmente mantenida entre interlocutores europeos o latinos. Esto hace que al saludar a la manera occidental, estrechando las manos del interlocutor, mantengan la distancia acostumbrada entre ellos, dando la impresión de frialdad o de alejar levemente de sí al recién llegado.
La costumbre de saludar con un beso en la mejilla, ampliamente difundida en Cuba, presenta variaciones en otras culturas: los búlgaros, italianos y franceses lo hacen dos veces, los eslavos orientales – tres veces, y en algunos países asiáticos es un acto muy íntimo, que al hacerlo públicamente provoca desconcierto en el "receptor".
Sin embargo, históricamente han existido diferencias culturales aun más ilustrativas: en China, a finales del siglo XIX, coexistían ocho tipos diferentes de saludo, que variaban en dependencia del rango del visitante, el más común era la inclinación del torso, con los puños de ambas manos unidos y pegados al pecho o caer de rodillas ante el recién llegado y tocar el piso con la frente; los representantes del pueblo Aynu al encontrarse se toman de las orejas y emiten sonidos agudos en señal de saludo; en las Islas Marianas, el recién llegado toma la mano del anfitrión y la coloca sobre su vientre; los hombres curdos al saludarse se toman las manos y se las besan mutuamente; los esquimales saludan a un desconocido con golpes con el puño en la cabeza o en el brazo.
Formas no verbales de expresar respeto y reconocimiento: se utilizan con este sentido diversas formas de saludo, los aplausos, mantenerse en silencio con la vista fija en el interlocutor en actitud de escucha atenta, movimientos de asentimiento con la cabeza, ponerse de pie al entrar un superior en jerarquía, o una persona de mayor edad. Sin embargo, algunos pueblos de Oceanía, en señal de respeto a los superiores, se sientan. El ponerse de pie como expresión de saludo y respeto al profesor, que para los estudiantes cubanos es norma obligatoria, resulta ajeno a otros estudiantes de origen latinoamericano, que al entrar el profesor al aula permanecen sentados; los shan (Birmania Norte) expresan los mismos sentimientos oliendo las mangas de la ropa del visitante.
Entre los signos no verbales con uso comunicativo de mayor interés se encuentran las particularidades en la expresión de afirmación-negación. En la mayoría de los países, la afirmación y la negación se expresan kinésicamente mediante la inclinación de la cabeza adelante y hacia atrás, y mediante giros repetidos de la cabeza hacia ambos lados, respectivamente. Mientras, en algunos pueblos de la península balkánica -los búlgaros y albaneses- y del Cercano Oriente, el modo de expresar aprobación o desacuerdo es casi directamente inverso al descrito. Otra modalidad, difundida fundamentalmente entre los griegos, consiste en una inclinación de cabeza hacia adelante para expresar afirmación y hacia atrás para expresar negación. Ambas inclinaciones son acompañadas con movimientos mímicos de las cejas y los ojos en dirección contraria a la del movimiento de la cabeza. Los árabes al negar levantan la cabeza, los turcos, además, chasquean la lengua y, expresando negación absoluta, muerden la uña del pulgar de la mano derecha y luego lanzan la mano con fuerza hacia adelante. Parte de la población de la península de Malaca al negar baja los ojos y, afirmando, extienden el cuello y la cabeza bruscamente hacia adelante. En la India se refieren incluso "dialectos" regionales de afirmación: afirmando en Sinde y Punjhab lanzan la cabeza hacia atrás en dirección al hombro, en Bengala mueven la cabeza de hombro a hombro cuatro veces, en las Islas Marquesas – sacando la lengua.
La utilización de elementos de carácter proxémico que intervienen en la adopción y regulación de la distancia interpersonal durante el acto comunicativo, como el contacto físico y el visual, forman parte de los llamados sistemas de comunicación no verbal culturales. Por ejemplo, en la conversación entre búlgaros y cubanos, estos últimos sienten como si fueran ¨empujados¨, como si estuvieran siendo presionados poco a poco contra la pared más cercana. Expresado así, pudiera parecer exagerado, pero en realidad la costumbre de los búlgaros de comunicarse personalmente a una distancia menor que la usada por los cubanos provoca esa sensación, por lo que estos tratan de mantener su propia distancia habitual en tales situaciones y retroceden, o de lo contrario, perciben cierta incomodidad por la extrema cercanía del interlocutor, lo que no es más que la manifestación de una estructuración de la proximidad para la comunicación diferente a la acostumbrada en su cultura.
Así también, en la comunicación de los norteamericanos y los árabes, por lo general la mirada fija, los frecuentes contactos físicos y la mayor cercanía que prefieren estos últimos en la conversación, provocan igual inquietud en los norteamericanos, cuya conducta comunicativa suele recurrir a estos elementos no verbales, pero con una intensidad diferente. Para los árabes, el contacto físico durante la conversación es muy frecuente, con limitantes asociadas al género, que presuponen un menor contacto físico y visual con las mujeres. Entre tanto, en Asia oriental es a la inversa: en la comunicación no se admite como deseable el contacto físico y se considera una ofensa tocar la cabeza del interlocutor.
Entre los sistemas de comunicación no verbales se ubica el sistema paralingüístico, cuyas diferencias culturales son manifiestas por ejemplo, entre latinoamericanos, hablantes de la lengua española. Las diferencias en la paralingüística de los latinos, particularmente en el acento y en la entonación idiomática, son constatables desde el nivel empírico, pues aun de oídas se puede determinar si el hablante es mejicano, argentino o caribeño, e incluso es posible distinguir entre los hispanohablantes de la cuenca del Caribe, pues esas diferencias se producen en igual medida, por ejemplo, entre dominicanos y cubanos.
En cuanto a la posible variedad semántica y pragmática de los elementos que conforman el sistema no verbal kinésico, resultan ilustrativas las diferencias del mostrar la lengua, cuya interpretación más común es de burla. Sin embargo,
en las Islas Marquesas indica negación,
en el Tíbet es signo de respeto,
en la China y la India Antiguas era señal de amenaza,
en la China contemporánea, haciéndolo de forma repetida y rápida se expresa asombro y auto-enjuiciamiento,
los indios mayas expresaban reconocimiento a la sabiduría,
para los etíopes significa que el interlocutor miente,
algunos grupos indígenas de la región sureste de Méjico insultan al interlocutor sacando la lengua y haciendo movimientos con el pulgar y el índice hacia arriba y hacia abajo frente a la boca,
en Cuba y en algunos países latinoamericanos este gesto posee diferentes significados en dependencia de la forma de realizarlo. La gama de variaciones va desde la burla y la furia en niños, hasta connotaciones vulgares y de insinuación sexual, específicamente cuando va dirigido a la mujer.
Los distintos significados y usos del beso son también didácticos:
En la Grecia antigua, el hombre sorprendido besando a una dama en la calle, fuera su esposa o no, era condenado a la pena máxima. Para evitar el adulterio, los griegos ordenaban a su amada embadurnarse los labios con cebolla. Sin embargo, en el medioevo se creía que besar a una mujer hermosa curaba de dolor de cabeza. Aun hoy, los ingleses hacen fila para besar a la novia en una boda, por la creencia de que ello les dará salud.
Entre los mongoles, consiste en tocar ligeramente con la nariz la mejilla o la frente de la otra persona mientras respiran lentamente.
Hay tribus africanas que se arrodillan y besan el suelo para expresar amor.
Los turcos besan su propia mano, luego la colocan en la frente, como saludo, despedida o agradecimiento.
El campesino alpino besa su mano antes de recibir un regalo.
Entre los hombres de la tribu Topilla, en América del Sur, el beso es señal de paz.
En Oriente el beso es un acto mucho más íntimo que en Occidente; en Japón un beso en público, aunque sea de saludo, provoca siempre rechazo.
Tradicionalmente, los chinos no se besan ni al saludarse, ni al despedirse. Los niños mayores de catorce años nunca son besados, incluso por los familiares. Constituyen una excepción los niños pequeños que pueden ser besados solo por sus madres.
En Viet Nam se besan en el remolino del pelo en señal de amor y ternura. Al besarse, emiten un sonido muy fuerte con los labios y consideran que mientras mayor sea el sonido, tanto mayor es la expresión de cariño (de aquí la expresión que usan como despedida en las cartas – ¨te beso sonoramente¨).
Los rusos se besan tres veces después de una larga separación, cumpliendo una vieja costumbre eslava. Por cierto, los hombres pueden besarse unos a otros en los labios, si son familiares cercanos o viejos amigos.
Los latinoamericanos, por lo general, se besan sólo una vez al encontrarse o despedirse, los búlgaros, franceses, españoles e italianos, dos veces, los etíopes, cinco veces y las mujeres etíopes tres, los hombres árabes también se besan tres veces en las mejillas.
Otras variantes curiosas son: soplar las manos de la otra persona, frotarse una oreja mientras se saca la lengua, tocar estómago con estómago.
La identificación del origen cultural de la distinción semántica y pragmática de lo no verbal en la comunicación interpersonal, resulta igualmente relevante para explicar el hecho de que algunos de sus elementos estén desprovistos de significado para representantes de otras culturas o tengan connotaciones negativas o vulgares (por ejemplo, el gesto que indica en Cuba que un local está atestado de personas, en Rusia es símbolo del acto sexual -golpear con la palma de una mano sobre el puño cerrado de la otra, por la parte del dedo pulgar), de modo que esa cualidad étnico-cultural, puede ser causante de incoherencias o de interpretaciones equívocas, que se erigen en obstáculos para una comunicación exitosa.
El objetivo es lograr que el profesional reconozca qué elementos no verbales son los adecuados en el medio culturalmente diverso en que se desempeña, cuáles corresponden a las características individuales, sociales y étnico-culturales de migrantes y pasajeros, y cuáles de ellos son adecuados a la situación comunicativa y a los objetivos concretos de la comunicación profesional, tratando de evitar los que son rechazados, o incluso prohibidos, de manera que su contenido étnico-cultural no se constituya en un obstáculo para el logro óptimo de objetivos profesionales.
Así, el origen cultural de la distinción semántica y pragmática de lo no verbal en la comunicación interpersonal define lo particular con respecto a lo universal-humano y lo singular-individual y se deriva esencialmente de las particularidades del proceso de desarrollo histórico-social de la comunidad, cuyas múltiples interacciones e interdependencias se reflejan en el lenguaje y la comunicación, recogidas en los significados de sus signos, los que ocupan un lugar esencial en la aprehensión de esa riqueza por el individuo (Vygotsky, 1966; Leontiev, A.A., 1981).
Conclusiones
En resumen, la diversidad de características y particularidades de los elementos no verbales hasta aquí analizada, plantea la cuestión de la pertinencia del enfoque por niveles de generalidad semántica y pragmática en la introducción de los elementos no verbales de la comunicación a la formación comunicativa de profesionales de la gestión migratoria.
Esto representa un reto tanto para el personal especializado en la capacitación de estos profesionales, una vez que presupone diseñar el proceso docente a partir de contenidos y procedimientos didácticos en función de una actuación discursiva que integre las estructuras lingüísticas con los recursos no verbales que son más apropiados en determinados contextos y situaciones comunicativas y que se nutra de los avances de investigación en las diversas ramas de los estudios comunicativos interculturales.
Así pues, la formación comunicativa profesional, orientada tradicionalmente hacia el logro de la eficacia en el desarrollo de habilidades en una lengua extranjera a partir de lo singular, adquiere nueva perspectiva con el reconocimiento de la necesidad de potenciar la comunicación también en la lengua materna, mediante la incorporación de los elementos no verbales. El reconocimiento de lo general, de carácter universal en ellos, se concreta tomando en consideración lo étnico-cultural, que en esencia no es expresión de oposición, sino manifestación de otros nuevos significados en otros nuevos signos, conformados en un proceso histórico-cultural de desarrollo, cuya riqueza puede ser aprendida a través de esos propios signos. Esto tributa a potenciar la función educativa del proceso de formación comunicativa de profesionales de la gestión migratoria, con la pretensión de acercar el desempeño en ese ámbito a los niveles actuales de complejización del fenómeno migratorio a nivel internacional.
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Autor:
Ileana Sorolla Fernández
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