Alrededor de este hombre se ha ido tejiendo una leyenda negra de deslealtad a sus compañeros de armas, que no es más que el fruto de su vertical actitud ante los integristas, racistas y politiqueros que olvidaron los sueños de José Martí para hacerse cómplices de aquel ambiente de "concordia nacional", terreno fértil para la frustración generalizada que dominó tras la intervención norteamericana. Fermín es fiel al legado de su amigo y compañero de lucha, a Cuba y a las ideas superiores de dignidad humana que siempre sostuvo; fue el clásico ejemplo de revolucionario desilusionado por el resultado de la revolución independentista, sufrió el aislamiento y la calumnia de sus detractores y murió amargado y triste pero hasta el último momento defendiendo de modo consecuente las ideas que siempre profesó.
Para la preparación de esta biografía, el autor ha trabajado con el Archivo Personal de Fermín Valdés Domínguez, bajo custodia del Museo Casa Natal de José Martí, en el que sobresale la colección facticia con recortes de casi todos los trabajos periodísticos de Fermín publicados en la prensa cubana, así como la papelería acerca del biografiado y de otras personalidades con las que se relacionó.
Otra importantísima fuente documental se encuentra en el Archivo Nacional de Cuba, que complementa la antes citada colección de la Casa Natal de José Martí y donde aparecen los "famosos cuadernillos manuscritos" sobre sus memorias de la guerra y que fueran parcialmente publicados por la Universidad de La Habana en cuatro tomos, como "El Diario de Soldado", satanizados por muchos, citados por pocos y mirados con desconfianza, por razones de acomodamiento y sacralización de personalidades que Fermín juzga por sus actuaciones durante la contienda, no años después sino en los momentos en que estaban ocurriendo los acontecimientos.
Estas memorias fueron dedicadas a su prometida Asunción Castillo, a quien fue haciendo llegar estas notas, pero la minuciosa lectura de ellas denotan el sentido histórico que su autor le va dando, añadiendo al hecho su opinión personal nacida al calor de sus convicciones y del conocimiento de la política que se desarrollaba en el campo insurreccional.
El conocimiento de estos fondos ha permitido estudiar más ampliamente las actividades políticas y sociales de Fermín durante el período 1876-1910, que coincide con la etapa de entre guerra, con los momentos en los que él transita desde un patriotismo autonomista militante e influyente en La Habana, a una radicalidad independentista disimulada y necesaria en la indómita región de Baracoa; su reencuentro con José Martí en los Estados Unidos, su importante participación en la guerra, desde cargos que le permiten tener una clara visión de lo que ocurre en ella y la frustración republicana, con la decepcionante confabulación de exmambises y partidarios de España para repartirse las migajas que le dejó el intervensionismo yanqui.
La documentación, casi toda inédita, dan fe de su amargura tras la salida de España y la entronización de la bandera de las "barras y las estrellas"; su rebeldía innata, fidelidad a las ideas martianas y la digna postura ante los corruptos y entreguistas. Desde su pobreza y el ostracismo al que lo someten sus "compañeros de armas", levanta su voz para denunciar y advertir en una actitud que atemoriza a muchos, aún después de muerto.
Para poner en su justo lugar a este hombre que mereció la amistad de José Martí, es esta monografía que pretende rehacer el perfil humano y político de un cubano de innegables méritos.
Orígenes
José Mariano Domínguez Salvajauregui llega a Cuba desde la tierra firme de Hispanoamérica cuando la sacudida viril de los pueblos latinoamericanos dejó fuera a España de sus dominios coloniales. Capellán del Ejército Español decide establecerse en Cuba en la década del veinte del siglo XIX y gracias a sus habilidades para los negocios y su dominio de la contabilidad logró una rápida inserción en la sociedad criolla de la isla, ganando amigos, haciendo negocios, prestigio y una modesta fortuna que le permite una asegurada vejez tras su retiro como capellán militar el 9 de mayo de 1867 cuando servía en el Castillo del Príncipe.
José Mariano era natural de San Salvador de Guatemala ciudad en la que nació en 1785, de padre español, Fernando Domínguez y madre guatemalteca, Rita Salvajauregui. De familia venida a menos no heredó mucho de ellos a no ser la voluntad de hacerlo estudiar la carrera eclesiástica y una inteligencia natural que lo ayudó mucho en la vida. No conocemos en el momento en que se enrola en el ejército español como capellán, ni sus servicios prestados en tierra firme, pero si que vino a Cuba con los ejércitos españoles evacuados tras la independencia.
En el Archivo Nacional de Cuba se encuentran muchos documentos relacionados con sus gestiones administrativas de los bienes de los Conventos de Santa Catalina del Sena y de Belén los más antiguos de ellos de la década del veinte del siglo XIX, lo que habla de sus habilidades no solo contables sino en leyes al aparecer en algunos de estos papeles en litigios de cobro, reclamación de tierras y fincas urbanas. En estos trajines fomenta su propia fortuna basada en los negocios hipotecarios, compraventa de fincas urbanas, préstamos y adquisición de acciones en compañía de ferrocarriles en Cuba, etc.
En su último testamento, fechado en febrero de 1877 en La Habana, "Declara que nada heredó de sus padres y que sus bienes los adquirió con su trabajo personal"[1]. Había llegado pobre a Cuba pero al testar en esa fecha declara una modesta fortuna que lega a sus dos hijos adoptivos: Eusebio Valdés Domínguez y Fermín Valdés Domínguez, expósitos de la Real Casa de Beneficencia de La Habana.
Por este documento testamentario también conocemos que había traído a vivir a su casa a una media hermana, Refugio Domínguez, con retraso mental severo, que él había mandado a buscar a Guatemala en la década del 40 del siglo XIX cuando su mejoría económica le permitió tenerla bajo su abrigo y que en Guatemala había tenido otros cuatro medios hermanos, ya fallecidos en el momento del testamento.
Este documento arroja luz sobre una de las incógnitas más discutidas de la vida de Fermín Valdés Domínguez, su origen:
"Un Décima: Nombra como únicos y universales herederos del remate de sus bienes, derechos y acciones, por mitad al Doctor Don Eusebio Hipólito María Valdés Domínguez expósito de la Real Casa de Maternidad de la Habana que acostumbra firmar Eusebio V. Domínguez; y al Licenciado Don Fermín José Valdés Domínguez, expósito de esa Real Casa, que acostumbra firmar Fermín Valdés Domínguez, cumple el testador con esta institución con deber y cariño y de costumbre y cuando entraba en edad provecta, sintió natural impulso de hacer el bien a los hombres en pago a los beneficios que de los hombres había recibido; y poseedor de un caudal estimable, y sin naturales herederos que por su consagrado carácter estabanle vedados; recogió en su casa como a hijos a estos dos expósitos de la Real Casa de Maternidad, puso en ellos el afecto que en sus propios hijos hubiese puesto cuidó de su infancia y de su juventud como ellos cuidan de su vejez y creería faltar a su deber de conciencia, sino dejase a sus dos protegidos en posición de bastar dignamente a la vida para que el mismo los tiene preparados: así complace a sus afectos y goza acabando el bien que comenzó a hacer el testador."[2]
Es Refugio la persona que aparece adoptando a los expósitos y no Mariano, algo que legalmente no podía hacer pues no estaba en el dominio de sus cabales. Debió ser su hermano el que la puso como adoptante, porque su condición eclesiástica le impedía tener hijo, ni aún en estas circunstancias de adopción, por eso el Domínguez aparece como segundo apellido detrás del consabido "Valdés" de los hijos de la Casa de Beneficencia de La Habana.
La tradición familiar de los Valdés Domínguez y la documentación de la Casa de Beneficencia recoge que ambos fueron adoptados juntos en el año 1853 a los pocos días de nacido Fermín depositado en el torno de esa institución con una nota prendida a su pañal que indicaba su fecha de nacimiento como el 10 de julio de ese año, aunque años después Fermín solía afirmar que su santo y cumpleaños eran el 7 de julio, día de San Fermín; también adoptó a otro niño seis años mayor que Fermín, Eusebio, ambos fueron criados como hermanos por este hombre que los quiso como sus propios hijos.
En la casa de don Mariano Domínguez había otra persona que por bondad y entrega se gana el afecto de todos, era una humilde camagüeyana, contratada como dama de compañía de la hermana enferma y que se convirtió en la persona de mayor confianza en su hogar: Merced Quintanó Brenes. Los dos niños expósitos no conocieron otra madre y a ella se refirieron con respeto y devoción.
Ninguno de los dos desconoció su origen, pero la reacción ante su condición social de "expósito" y la presión social por ese origen fue distinta en ambos: Eusebio, adoptado ya con seis años, crece como una persona retraída, de pocos amigos, estudioso e inteligente, con una evidente vergüenza de su origen, al firmar Eusebio V. Domínguez.
Fermín más amoldado a la presencia familiar de los que le rodean, se forma con un carácter más extrovertido, mimado en su hogar y con una disciplina condescendiente que le permite gozar de su infancia y su juventud. Públicamente solía hablar de su origen de expósito y creció en sus estudios desarrollando sus dotes de escritor y de orador, apasionado hasta la imprudencia, en ocasiones sin medir las consecuencias. Solía firmar Fermín Valdés Domínguez.
Fermín fue uno de los miles de niños abandonados en la Real Casa de Beneficencia de La Habana a lo largo de su existencia como institución de caridad para socorrer a esas criaturas que las convenciones sociales, los prejuicios o las dificultades económicas no permitieron crecer con sus padres.
Llega al torno a los ocho días de nacido dejado con una breve nota que consigna su nacimiento el 10 de julio de 1853 y la advertencia de que no estaba bautizado. El propio Fermín en conversaciones con amigos dice haber nacido el 7 de julio, Día de San Fermín, pero en realidad su fe de bautismo señala el 10 como día de su nacimiento. Ese mismo documento señala como su madrina a doña Refugio Domínguez, la media hermana de Mariano Domínguez Salvajauregui, a la que ya hemos citado.[3]
En la casa los niños fueron criados por Merced Quintanó quien les dedicó todo el amor necesario para que crecieran seguros y felices, por esta razón ellos la reconocen como madre, aunque sabían que ellos procedían de la Beneficencia. Esto ha levantado rumores acerca de la paternidad real de José Mariano y Merced y ha llevado a algunos historiadores agregarle a ambos, sobre todo a Fermín, un tercer apellido, Quintanó, que no llevaron y que no aparece en ningún documento importante, salvo en el de defunción de Fermín, agregado por razones obvias, sin el consentimiento de él.
La familia de los Domínguez vive en la calle Industria Nº 110, luego 122, casi esquina a San Miguel, barrio extramuros muy cercano al Paseo del Prado, al Parque Isabel II y a la zona de mayor florecimiento en esta segunda mitad del siglo XIX.
En aquel hogar habanero crece Fermín, teniendo como legados morales más valiosos, la bondad, el desprendimiento material, la honradez y la ética cristiana de su padre adoptivo y de la noble Merced Quintanó, devota a la Virgen del Cobre.
Los muchachos recibieron una educación liberal hogareña, en la que su inteligente padre se ocupó que no faltaran buenas lecturas que completaran el trabajo de sus maestros en los colegios criollos habaneros en los que fueron alumnos.
En el caso de Fermín hizo la primaria en el Colegio San Anacleto, dirigido por el habanero Sixto Casado Alayeto[4]una buena escuela que sobresale por las novedades que introduce su director al agregar al programa el estudio de las ciencias, de idiomas modernos (inglés y francés) e incluso la instalación de un pequeño telescopio para las observaciones astronómicas, con el objetivo de lograr una educación más completa de sus educandos. San Anacleto es una escuela criolla de tendencia liberal de pocos rezos y más ciencias, que entrenó la mente de sus discípulos para asimilar ideas nuevas
A este colegio llega Fermín en 1863 y termina la enseñanza primaria en 1865, durante ese período tiene como condiscípulo al niño José Julián Martí Pérez, al que poco a poco le fue uniendo una sólida amistad.
En marzo de 1865 Fermín Valdés Domínguez inicia sus estudios en la Escuela Primaria Superior de Varones, cita en Prado esquina a la calle Ánimas Nº 66 en La Habana, dirigida por el maestro y poeta Rafael María de Mendive[5]En su clase también han matriculado a su amigo José Martí.
La adolescencia de estos dos amigos está influida por el magisterio de Mendive, cultivador de almas, en su colegio desarrolla en sus educandos el ansia de saber y las posibilidades de buscar más allá de aula, extendiendo su educación a sus tertulias y conversaciones a través de las cuales va llevando a los inquietos jóvenes el sentir de su generación y su compromiso social.
Hombre de gran cultura, discípulo de José de la Luz y Caballero, poeta de vocación, patriota de convicción, no ocultó a sus alumnos sus simpatías por los anhelos independentistas de Cuba. Sus inquietudes pedagógicas lo llevan a elevar el nivel del centro de enseñanza que dirige y subversiona el gobierno, convirtiéndolo en 1867 en el Colegio San Pablo para varones, privado y con una plantilla de destacados intelectuales en sus clases, entre los que recuerda Fermín a : Anselmo Suárez y Romero, profesor de latín; Claudio Vermay y José Ramón Carballo, enseñando el griego; Ambrosio Aparicio, inglés; Alejandro María López y Manuel Sellén, Gramática Castellana, Roberto Escobar y José del Álamo Millet, Matemáticas; Ramón Zambrana, moral; el presbítero Manuel Pina, religión y el señor Mendive enseñaba historia y literatura.[6]
"(…) Éramos ya íntimos amigos, cuando fuimos al Instituto de segunda Enseñanza de La Habana. Pero en el año 1867 nos unimos Martí y yo en el más leal afecto, y como hermanos, nos buscábamos en las horas de estudio y en las aulas del Colegio "San Pablo (…)"[7]
El 10 de octubre de 1868 en su ingenio Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes inicia la revolución emancipadora cubana, que va acompañada por el noble y valiente gesto de dar la libertad a sus esclavos. La insurrección se extiende por toda la zona oriental, mientras en La Habana las noticias del alzamiento inquieta a los ricos criollos, las autoridades y la comunidad española de la ciudad.
Entre las clases populares y los jóvenes criollos, el pronunciamiento es acogido no solo con simpatías, sino con abiertas manifestaciones de aprobación que se incrementan a partir de la entrada en vigor de la Ley de libertad de imprenta en Cuba, el 9 de enero de 1869, y que trae por consecuencia una avalancha de propaganda impresa, que en su mayoría atacaba al régimen colonial.
Uno de aquellos impresos fue El Diablo Cojuelo, costeado por Fermín Valdés Domínguez y en el que aparecen los primeros escritos políticos de José Martí. El compromiso con la independencia de la patria, que ambos jóvenes compartía, afianza una amistad crecida en medio de estos días agitados, en los que la represión a las manifestaciones separatistas corre a cargo de un grupo paramilitar formado por los españoles más fanáticos e integristas: El Cuerpo de Voluntarios.
El 22 de enero de 1869, estos Voluntarios asaltan el teatro Villanueva, cercano al Paseo del Prado Isabel II, cuando se representaba la obra bufa, Perro Huevero, pieza teatral en la que se hacían críticas y burlas al régimen español. El sangriento acontecimiento inicia una cruenta represión en La Habana que afecta a Rafael María de Mendive, cuya familia es dueña del teatro Villanueva. El resultado será la deportación del maestro y el cierre de su Colegio San Pablo.
Los alumnos del colegio de Mendive son distribuidos en otros centros de enseñanza, pero la rebeldía juvenil y la maduración del compromiso político hacen que Martí no acuda con regularidad al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, escuela que se le asignó para continuar sus estudios, y cuando acude va más en son de conspirador que de estudiante.
Su refugio será la casa de Fermín, lugar que se hará sitio de convergencia de algunos discípulos de Mendive, los amigos de Eusebio y otras personas que comparten los temas de actualidad cultural y política de Cuba. Las simpatías por las ideas independentistas encuentran en aquel hogar la tolerancia de José Mariano.
La biblioteca familiar de los Valdés Domínguez se convierte en lugar de refugio de los dos jóvenes. Según el testimonio del propio Fermín se encerraban en ella y al poco rato de lectura se interrumpían mutuamente para compartir impresiones vehementes sobre lo leído. Recuerda él que en aquella biblioteca había libros de Rousseau, Voltaire y Montesquiu; libros y revistas de autores cubanos que trataban de literatura, ciencias naturales y temas generales de la isla, entre las que no faltaba una colección de Revista Bimestre Cubano de José Antonio Saco, escritos que les ayudaban al conocimiento de la isla y sus problemáticas.
Señala también Fermín que en las estanterías de la biblioteca de su casa, no faltaron libros de Víctor Hugo, Byron, Longfellon, Emerson, la Historia Natural de Buffon, la Historia de la Revolución Francesa de Lamartine y el Facundo de Domingo Sarmiento, entre otros muchos libros.[8]
Estos momentos de lectura e intercambio de impresiones resultan decisivos en la formación intelectual y humana de ambos muchachos, en el acrecentamiento de la amistad, el conocimiento mutuo y la consolidación de las convicciones que ya le dan sentido a sus vidas: una vocación humanista y revolucionaria, unida al compromiso de luchar por la independencia patria.
Muchos años después José Martí recordará aquellos tiempos de su juventud y escribe: "(…) porque aborrecemos con el mismo fuego la arrogancia y la codicia que dividen a los hombres, porque derramamos con la misma pasión la amistad que los calma y congrega, porque en la vida nublada perseguimos la misma estrella doliente y adorable, impone a mis labios el silencio en el instante en que desbordarían de ellos el entusiasmo y la ternura"[9]
La situación política en La Habana provoca el encarcelamiento y el éxodo de cientos de cubanos, simpatizantes o no de la independencia, un régimen de terror se impone en la ciudad.
Víctima de ese ambiente represivo será la familia Valdés Domínguez, al ser allanada su casa el 4 de octubre de 1869. El pretexto era baladí, al retirarse de unos de sus frecuentes desfiles amedrentadores de la población civil, una compañía de Voluntarios, creyó escuchar voces y risas, que consideraron una burla, desde la casa situada en Industria 122.
Horas después irrumpen en la casa y efectúan un minucioso registro, requisan documentos y detienen de inmediato a los jóvenes que estaban en el lugar: Eusebio y Fermín; Santiago Balvín y Manuel Sellén, amigos de la familia y el profesor de francés Atanasio Fortier, que se encontraba impartiendo sus clases. En sus memorias de aquel día, Fermín escribe sobre la violencia de estos hombres al maltratar de palabras a los presente, incluyendo a su anciano padre, que trató de interceder por ellos.
Las averiguaciones de las autoridades españolas iban dirigidas a buscar algún indicio para procesar a estos jóvenes, por lo que sus pesquisas se hicieron minuciosas en las cartas encontradas en la casa. Días después y debido a la lectura de una carta encontrada, es detenido José Martí, que no estaba en el lugar en el momento de los hechos. Se le acusa de firmar, una carta donde se amenazaba de muerte a un miembro del Cuerpo de Voluntarios.
La famosa carta está dirigida a Carlos de Castro, un ex alumno de Mendive que se había alistado a las fuerzas de los Voluntarios al que preguntaban si conocía la pena que daban los antiguos a los "apóstata", que no era otra que la ejecución, por lo que el oficial investigador consideró tal documento como una amenaza de muerte.
El 4 de marzo de 1870 se celebra la vista oral a ambos jóvenes por el delito de infidencia. En el juicio el tribunal militar trató de establecer quien era el autor de la carta que ambos se atribuían, tratando cada uno de salvar al amigo.
Según testimonio del propio Fermín, la vehemencia de José Martí fue el principal elemento probatorio contra él, aunque es muy probable que no fuera esta solo la causa, sino también las pesquisas llevadas a cabo por las autoridades coloniales acerca de las actividades del joven, que había dado prueba de ser un comprometido defensor de la causa independentista.
La condena de seis años de prisión con trabajo forzado aplicada a Martí, abre un nuevo capítulo en su vida, marcado por sus convicciones libertarias que lo acompañarían hasta la muerte. Junto a él, admirado y respetuoso estaba Fermín Valdés Domínguez, quien fuera condenado a seis meses de cárcel.
El 31 de marzo de 1870 Fermín es trasladado al Castillo de San Carlos de la Cabaña para cumplir la condena de seis meses de prisión mayor. Al ser excarcelado termina sus estudios de bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana y solicita el ingreso en la facultad de Medicina de la Universidad de La Habana.
Graduado de bachiller en artes el 28 de octubre de 1870, después cumplir su condena, matricula la carrera de medicina en la Real y Literaria Universidad de La Habana para el curso de 1870-1871. El plan de estudios vigente entonces en Cuba para dicha carrera era el de 1863 y contaba tres etapas: la de premédico o curso de ampliación, de un año; la de bachillerato en medicina de cuatro; de licenciatura en medicina de dos y la de doctorado, en un año final. Por lo tanto de haber seguido normalmente sus estudios debió graduarse en 1877 de licenciado y en 1878 de doctor en medicina.
En junio de 1871 aprueba las tres asignaturas del curso de premédico: Química General, Física Experimental e Historia Natural (Zoología, Botánica, Mineralogía y Geología) y comienza el primer año de la carrera médica en octubre del mismo año con las asignaturas de: Anatomía Descriptiva, 1er. Curso, Ejercicios de Disección, 1er. Curso y Ejercicios de Osteología.
Recién comenzado el curso, Fermín se ve envuelto en los acontecimientos que involucran a toda la clase de primer año de Medicina al ser acusados por el Cuerpo de Voluntarios de profanar la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón en el cementerio Espada, contiguo al edificio donde estos recibían las clases de Anatomía.
Tras un proceso sumario, con un marcado carácter político y parcializado, los extremistas integristas impusieron un injusto veredicto de culpabilidad que condenó a muerte a ocho de aquellos jóvenes y encarceló al resto de la clase, a modo de ejemplarizante represalia a un pueblo que lo enfrentaba de modo resuelto.
Aquel acontecimiento marcó la vida de los cubanos y en particular al joven Fermín, que se trazó el firme propósito de denunciar el crimen, demostrar la inocencia de sus condiscípulos y rendirle el tributo que merecían como mártires de la patria.
Condenado a seis años de prisión junto a otros de aquellos estudiantes, son encerrado inicialmente en la Real Cárcel de La Habana y posteriormente asignado al servicio de limpieza y mantenimiento de la Quinta de los Molinos, residencia veraniega de los Capitanes Generales de la Isla, hasta que la fuga de uno de ellos determinó el regreso a la cárcel, luego se produjo el indulto real y posteriormente fueron deportados a España.
Muchos años después, en 1908, Fermín escribe en el periódico habanero El Triunfo, un artículo titulado "Senda de Amor" en el que narra ese momento en que fueron excarcelados y casi clandestinos llevados a la fragata "Nautilus" un grupo de jóvenes, entre los que estaba él, para ser deportados a España:
"En la madrugada sombría del día doce de mayo de mil ochocientos setenta y dos salían del Presidio Departamental de La Habana más de cien hombres; (…) Entre aquellos presidiarios, enfermos y abatidos por el palo y la mala alimentación y los horrores de las Canteras de San Lázaro, iban treinta adolescentes a los que la pasión y la mentira criminalmente consentida y apoyada por los hombres del gobierno, les había puesto al pie una cadena, después de asesinar a ocho de sus compañeros.
"Como uno de los presidiarios, y entre los estudiantes encausados el 27 de noviembre de 1871, iba el que estas líneas escribe (…)
"Aquel día, que la gratitud guarda amorosa en nuestros corazones, nos ofrecieron los marinos un fraternal almuerzo. Aquel banquete fue la primera protesta de hombres dignos que entonces nos alentó en nuestra vida de ultrajes: (…). Y días después a bordo ya del vapor correo español que nos llevaba a España, cuando la chusma que nos acusó nos despedía desde la Cortina de Valdés con gritos insultantes, los marinos españoles de la fragata "Zaragoza" nos saludaban con hurras cariñosos desde la lancha de vapor en la que nos acompañaron hasta el Morro."[10]
De forma secreta, para evitar la ira de los furibundos integristas salieron rumbo a Cádiz el 30 de mayo de 1872 en el vapor "Isla de Cuba".
España, deportación y estudios
En Madrid lo espera el amigo de siempre José Martí, que vive en la capital española desde hace algunos meses. Hasta él han llegado las noticias de los sucesos del 27 de noviembre de 1871 y sabe que Fermín está implicado, teme por su vida y su angustia crece con las noticias inquietantes del desbordamiento de la soldadesca, finalmente se encuentran:
"Pena grande fue la mía al encontrarlo en España enfermo y pobre en una buhardilla y comiendo gracias a unas clases en casa de Don Leandro Álvarez y de la señora viuda del general Ravenet"[11]
Así recordará Fermín el reencuentro con Martí, enfermo y pobre en un país extraño. Su llegada reanima aquel espíritu encendido. Juntos recorren teatros, cafés y tertulias del Madrid culto e indiferente, tratando de levantar en aquella gente la preocupación por los problemas de su isla lejana.
Con Martí de compañía podrá Fermín disfrutar de sus años mozos en fortuitas aventuras de amor que los inician en este modo de ver la vida a través de sus pocos años, poeta el uno, apasionados ambos, en un país reconocible a través de su temperamento, voluptuosidad y entrega.
Patria y amor, deber y convicciones grabadas por el sufrimiento de la cárcel, se entrecruzan con la necesidad de la edad y los deslumbramientos propios de los años mozos.
La vida de ambos jóvenes se enriquece con la llegada de Fermín, cuenta este en sus memorias como compartían sus noches entre el estudio, el esparcimiento y la iniciación en los ritos de la masonería.
En Madrid, llevado por sus amigos José Martí Pérez y Francisco Solano Ramos, inspirado tal vez por las ideas de igualdad y fraternidad, acordes con sus anhelos libertarios, comienza a frecuentarlas reuniones de la Logia Armonía 52 presididas por el general Pierrad o por el músico Max Marchal, compartiendo anhelos y sueños con otros jóvenes cubanos residentes en Madrid[12]
Se refiere Fermín en sus notas sobre la estancia en España junto a José Martí en la época estudiantil, de las actividades filantrópicas que desarrolla aquella Logia en ayuda para los deportado cubanos en el enclave norafricano español de Ceuta; la apertura de una escuela para niños cubanos, dirigida por el profesor Amelio Ruiz y Vila de los Reyes y la participación de ellos junto al grupo de jóvenes estudiantes cubanos en Madrid.
Algunas noches eran para visitar los teatros, principalmente el Real y el de Variedades; los cafés de artistas, los salones de tertulias del Madrid bohemio, donde se codearon con intelectuales, artistas y políticos.
"(…) hablamos con afecto al eminente Don José Echegaray en el saloncillo de El español, y eran nuestros amigos, Calvo y Teodora Lamadrid, y Burón y la Boldún –nos complacía charlar en la cervecería Inglesa- con Marcos Zapata, el aragonés genial y talentoso. De esa vida entre hombres inteligentes, no pudimos nunca olvidarnos."[13]
Recuerda con afecto su presencia en las reuniones de la cubana Barbarita Echeverría, viuda del General Ravenet, quien tomó mucho afecto a Martí y "(…) trataba de borrar de su frente aquella triste sombra que parecían oscurecer las grandezas de su genio. Siempre hablaba Martí de estas reuniones con afecto, con entusiasmo"[14]
España no es solo la oportunidad de estudios, sino también la del ejercicio político que le está vedado en su lejana patria, la ocasión de denunciar la situación colonial de la isla. Por eso no dejan pasar el primer aniversario del fusilamiento de los estudiantes, sin denunciar el abominable hecho en una proclama escrita por Martí y firmada por Fermín y por Pedro J. de la Torre, sobrevivientes ambos del aquel acontecimiento.
Ambos jóvenes vivían en la casa de huéspedes de la calle Desengaño Nº 10, quintuplicado, segundo derecha esquina a Barco, regentada por Doña Antonia, allí se reunía casi a diario la noble muchachada estudiantil criolla, a suspirar por Cuba, hablar de sus recuerdos y sus cosas.
Otro punto de reunión, según el testimoniante era el hogar del joven cubano Francisco Solano Ramos en la que eran acogidos como hijos estos cubanos añorantes y rebeldes, que leían la prensa insurrecta que desde Nueva York llegaba y se aventuraban en animosas discusiones y tertulias de política o muchos otros temas, dando rienda suelta a sus energías juveniles. Cuba y sus sueños de libertad los unía.
A casa de Solano llegaban las noticias que desde La Habana les remitía Eduardo F. Pla, recortes de periódicos cubanos, noticias rumoradas en la ciudad y el testimonio del vivir diario en la capital de la isla. Con este material elaboraba José Martí y otros de los estudiantes cubanos, artículos y comentarios para los periódicos madrileños y de otros puntos de Europa.
En Madrid vivirán la alegría popular por la proclamación de la República (1873) y abrigan la esperanza de que los liberales pudieran entender la causa de Cuba y hacer justicia. Con entusiasmo José Martí escribe su folleto, "La República Española ante la Revolución Cubana", y aquella corte de levantiscos cubanos apoyó su iniciativa de darlo a conocer a las autoridades liberales en el poder.
La desilusión ante la posición integrista de los republicanos españoles afianza en ellos los ideales independentistas y la convicción de que España nunca daría la libertad a Cuba.
Admirado del amigo dirá José Martí:"(…) Antes que el placer de Madrid, maleante y faldero, se dio todo, por sobre censuras y amenazas, a la tarea de proclamar la inocencia de las víctimas y clavó el marchamo en la frente de la nación culpable"[15]
Se refiere Martí al empeño que puso Fermín para publicar su testimonio sobre los hechos que habían llevado a sus compañeros estudiantes a la muerte y el apoyo que el mismo le brindó revisando sus borradores y agregando un poema suyo en homenajes a los mártires. El libro de 148 páginas, apareció en los primeros meses de 1873 en Madrid bajo el título: "Los voluntarios en La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina", y de él se hicieron dos ediciones en España.
"Mucho gozó Martí cuando terminé mi libro sobre los tristes sucesos del 27 de noviembre del 71 que me llevaron a presidio. Al leer la relación de mis dolores recordó él los suyos tristísimos, al esperar en su pobre cama de enfermo el telegrama que le dijera si era yo uno de los vilmente asesinados (…)
"Y escribió unos versos para mi libro: al insertarlos al final de él escribí yo: "Libro que empieza el martirio debe cerrarlo la poesía"[16]
En junio de 1872 matricula en la Universidad Central de Madrid, por la enseñanza libre, las asignaturas del curso de primer año y también dos asignaturas del siguiente, Anatomía Descriptiva y Ejercicios de Disección, ambas del segundo curso. En diciembre de 1872 Fermín Valdés-Domínguez se presenta a exámenes extraordinarios por la enseñanza libre y aprueba la asignatura de anatomía.
Los días madrileños de los dos amigos terminan al trasladarse ambos a Zaragoza (mayo de 1873), los motivos son varios: el clima, una vida menos cara y mejores posibilidades de estudio. Fermín escribirá sobre este asunto en el "Diario del Soldado":
"Mi grave enfermedad del estómago, que en ningún clima encontraba alivio, y por lo tanto no me dejaba pensar en una pronta curación, nos hizo ir a Zaragoza. ¡Y allá llegué con mi enojosa dolencia! ¡Triste y fatal recuerdo de las Canteras de San Lázaro y de mi trabajo como presidiario en La Quinta de los Molinos!"[17]
Luego apunta Fermín sus recuerdos de Zaragoza, ciudad de la que tiene memorias imborrables, siempre junto a Martí, sus estudios y las correrías bohemias, desde el Palco 13 del Teatro Principal hasta las reuniones de estudiantes e intelectuales en las que eran bien acogidos los "insurrectos", "(…)en Zaragoza jamás nos creímos deportados, ni en tierra extraña"[18]
En Zaragoza ambos amigos se alojan en pensión humilde pero adecuada, en la calle de la Manifestación, en casa de Félix Sanz, a quien Fermín denomina "patrón valiente" tratando de estirar los pocos recursos que le llegan de casa.
Reanudan sus estudios en la Universidad Literaria de Zaragoza y se integran a la vida apacible y culta de esta amable ciudad española, se hacen querer aquellos dos jóvenes cubanos, Fermín más abierto y alegre, Martí retraído y sereno, como hombre de edad que no tiene. No disimulan sus tendencias políticas, ni su amor a la patria cubana. Pulsan la temperatura política de España y son testigo de la caída de la República Española (enero, 1874) y de la sublevación del pueblo aragonés, reprimido por las fuerzas monárquicas.
"¡Oh, la barricada! Nada más tristemente hermoso que aquel valor del hombre republicano de Aragón contra la ferocidad del general Burgos que con sus cañones Krupp, y por buscar un entorchado más, asesinó hombres, niños y mujeres"[19].
En cuanto a sus estudios de medicina Fermín se revela como un estudiante aventajado, por lo que hizo un irregular e intenso programa de estudio que lo lleva a ganar casi dos años en su carrera para graduarse como médico.
En el curso 1872-1873, matricula, siempre por enseñanza libre, en la Universidad de Zaragoza la asignatura que le queda del segundo año, Fisiología Humana y las tres del tercero: Higiene Privada, Patología General y Anatomía Patológica y Anatomía Quirúrgica, Apósitos y Vendajes. Para aprobar las tres primeras en Zaragoza y la cuarta en Valladolid.
En el siguiente curso 1873-1874, matriculó todas las asignaturas que le faltaban para graduarse de licenciado en medicina y cirugía, cinco en Zaragoza y seis en Madrid. En la primera aprobó: Terapéutica, Materia Médica y Arte de Recetar y Obstetricia y Patología General de la Mujer y de los Niños. En la segunda no examinó, sino en Valladolid, donde aprobó nada menos que: Patología Médica, Patología Quirúrgica, Clínica de Obstetricia, Clínica Médica 1er Curso, Clínica Quirúrgica 1er Curso, Higiene Pública y Medicina Legal y Toxicología y le quedaron pendientes solamente los segundos cursos de Clínica Médica y Clínica Quirúrgica.[20]
En los dos años académicos de 1872 a 1874 Valdés-Domínguez al cursar las asignaturas de Higiene Pública y Privada entra en contacto con la gran Escuela de Higienistas de Cataluña, en pleno apogeo desde años antes, que influirá en su vocación por la medicina preventiva de la que fue pleno defensor y divulgar en artículos periodísticos y estudios que distinguen su trabajo como médico.
A fines de 1874 José Martí termina sus estudios y embarca rumbo a América, Fermín queda en España para terminar sus estudios de medicina. Le quedan pendientes dos asignaturas para obtener el título de licenciado en medicina: Clínica Médica y Clínica Quirúrgica segundos cursos, que aprueba en Zaragoza (1874-1875), posteriormente realiza y aprueba los ejercicios del grado de licenciado en medicina y cirugía el 26 de noviembre de 1875, en la Universidad Central de Madrid.
Durante el siguiente curso, 1875-1876, matriculó en la Universidad Central de Madrid, las asignaturas del año del doctorado: Historia de las Ciencias Médicas, Análisis Químicos aplicados a las Ciencias Médicas y Ampliación de la Histología Normal y Patológicas, pero la nostalgia y la soledad son más fuertes y sin terminar estos estudios regresa a Cuba.
Regreso a La Habana
El 2 de enero de 1876 llega a La Habana procedente de Cádiz, su familia vive aún en la calle Industria 122, esquina a San Miguel. Su padre es un venerable anciano, lúcido e inteligente, preocupado por la felicidad de estos dos hijos adquiridos que llenan sus últimos años con el orgullo de verlos encaminados. Eusebio tiene un bufete en la propia casa y la familia añora ver establecido a Fermín como un respetable médico habanero.
Por esta razón el 22 de abril de 1876, Fermín solicita al rector de la Universidad de La Habana que se le autorice a ejercer como médico, mientras espera por sus correspondientes títulos de diplomado en medicina y cirugía. Esta petición no fue autorizada por faltar en el expediente universitario de Fermín el título de Bachiller. Más de dos años tardó en ser autorizado a ejercer, luego de zanjado estos trámites recibiendo el título el 29 de abril de 1878.
El 25 de febrero de 1876 contrae matrimonio en la Iglesia de Monserrate con Consuelo Quintanó Ramos, sobrina de su madre adoptiva. El joven matrimonio permanece en la casa paterna mientras esperan la autorización para que Fermín pueda establecerse como médico en la ciudad.
En medio de esta bonanza y felicidad personal que le da el matrimonio, intercambia correspondencia con el joven Martí, radicado en México junto a su familia. A la distancia continua el entrañable afecto nacido en los difíciles momentos de su primera juventud, cuando incomprensiones familiares y compromisos políticos, hicieron de Martí, un muchacho triste que solo encontró entendimiento al lado de su maestro Mendive y del "amigo del alma", con quien compartió ideas con respecto a la patria esclava y la sociedad colonial enferma.
En febrero de 1877 le sorprende la llegada a su casa de José Martí, está en Cuba de incógnito bajo el nombre de Julián Pérez, viene de México por pocos días y su razón más importante es hacerse de algunas cartas de recomendación de Don José Mariano Domínguez para personas que él conociera en Guatemala, país donde pensaba establecerse Martí y encontrar ayuda económica para poder traer a su padre y hermanas de México para que se reúnan con doña Leonor y el resto de la familia que hacía varios meses ya estaban en La Habana. En el seno del hogar de los Domínguez encontró el apoyo que buscaba, tanto para traer y acomodar humildemente a su familia como las cartas que inquiriera de Don José Mariano para amigos en Guatemala.
La alta estima que tenía Martí por esta familia va más allá de su amistad con Fermín y Eusebio, está en el aprecio que le tienen a él, los otros miembros de la familia y muy especialmente José Mariano quien le pide sirva de testigo en su acto testamentario, llevado a cabo ante el notario público Andrés Monzón el 8 de febrero de 1877 y firmado valientemente por José Martí con su nombre completo pese a su delicado status de ilegal en la isla.
En La Habana Fermín continua su intensa vida social, el 4 de septiembre de 1877 fue propuesto y admitido como miembro de número de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba y reanuda su militancia masónica en la Logia Fe Nº 6 que estaba bajo la jurisdicción de la Gran Logia de la Isla de Cuba, el 21 de diciembre de 1877 fue elegido "Orador" y por estos días fue nombrado Comisionado por la Logia Perseverancia Nº 13 de Cárdenas, ante la Gran Logia.
La ascendencia de Fermín dentro de la masonería habanera de estos años queda demostrada con su nombramiento dentro de la Comisión que estudia el Proyecto de Unidad con los demás cuerpos masónicos, junto con Enrique H. Licerff, Juan de la Caridad Pérez y Bernardo Castaley.[21]
Mientras los cubanos y principalmente los habaneros, viven momentos de inquietudes políticas en los que las esperanzas de cambios en la isla van reencontrando una vía reformista, más moderada, que le permita a los sectores pudientes, de clase media y a los intelectuales, atemperarse a la opción de libertad sin violencia y a la petición "magnánima a España" de cambios dentro de la monarquía, o sea sin independencia. La política conciliadora del Capitán General Arsenio Martínez Campos encuentra eco en esos sectores, principalmente entre la burguesía criolla, interesada en terminar la guerra.
El resultado de estos cabildeos fue el acuerdo del Zanjón en febrero de 1878, firmado por la fracción más conservadora de los insurrectos y que pese a la viril protesta del Mayor General Antonio Maceo al frente de los combativos orientales, terminó con la insurrección de los cubanos.
A estas corrientes autonomistas fortalecidas tras el "Pacto del Zanjón" se unieron muchos cubanos de buena fe, esperanzados en alcanzar de España al menos el mismo status que las provincias peninsulares. Ser autonomista en 1878 no suponía una traición al patriotismo cubano, era por el contrario una forma de afirmar y continuar el sentimiento nacionalista y la forma de hacer patria dentro del período.
Fermín Valdés Domínguez forma parte de los que se unen al autonomismo y su labor como la de otros intelectuales de su época hizo posible que los problemas de Cuba dejaran de tratarse en círculos cerrados, para ser del dominio público a través del lenguaje moderado de la prensa autonomista.
En agosto de 1878 regresa a La Habana, José Martí, encuentra los brazos abiertos del amigo y su familia, durante varios días convive en la casa de Industria 122. Sus esposas están embarazadas y paren casi simultáneamente: Carmen y Martí tendrán un varón, José Francisco Martí Zayas Bazán, nacido el 22 de noviembre de 1878, pocos días antes, Consuelo y Fermín, tienen una niña, Consuelo Amparo de las Mercedes, nacida el 9 de noviembre de 1878.
El 6 de diciembre de 1878 muere el venerable José Mariano Domínguez Salvajauregui, tenía 93 años y deja a sus hijos una moderada fortuna administrada por Eusebio, quien al contrario de su padre no supo manejar bien los fondos familiares y pierden la herencia paterna.
Pese a la permanencia en La Habana durante algo más de un año, llama la atención la falta de referencia a José Martí en la documentación de Fermín Valdés Domínguez y el silencio que sobre el amigo mantiene Martí en el período.
Viven en la misma ciudad durante estos meses de agitación política, en los que Martí se empeña en dejar bien claro su posición independentista en discursos, conferencias y brindis de ocasión, en tanto que no hay testimonio de que Fermín frecuente los mismos círculos que su joven amigo, tal vez sean las diferentes posiciones dentro del panorama político cubano lo que hace este silencio.
Dos cartas de Rafael María de Mendive que se conservan en los fondos de Fermín Valdés Domínguez del Museo Casa Natal de José Martí, dejan muchas interrogantes sobre las relaciones de Fermín y Martí en esta etapa.
Ambas misivas están fechadas a finales de 1879 y dirigidas por el maestro de ambos a Fermín. En la primera (28 de septiembre de 1879), Mendive le da el pésame a Fermín por la muerte de su hija y no hay una sola referencia a la deportación de Martí ocurrida el 25 de ese mes, un día antes de la muerte de la hija de Fermín, hecho muy conocido en los círculos habaneros del momento.
La segunda (7 de octubre de 1879) reitera la ausencia de comentarios sobre la salida de Martí de La Habana, un hecho que atañe a ambos y que ha tenido repercusión en los grupos intelectuales de la ciudad. Mendive en esta carta se presenta como un anciano derrotado por la vida, fracasado, que le cuenta al ex discípulo sus penurias económicas, su soledad y le reitera el pésame por la hija muerta.
Las diferencias de posiciones políticas de José Martí con sus dos más caros afectos de la primera juventud, parecen ser el motivo de este silencio que durará hasta 1887 cuando Martí vuelve a escribirle a Fermín Valdés Domínguez.
José Martí es un independentista, no cree en España y pese a que embrida sus ideas, se desboca la libertad a cada paso y en cuanto tiene oportunidad contacta con los patriotas que siguen creyendo en la independencia.
Fermín milita en el Partido Liberal Autonomista, no es un simple miembro de filas, redacta y escribe para la prensa de los cubanos que creen en España, aunque su moderada posición política, no enfriará sus ardores patrióticos, su amor a Cuba y sus simpatías por los humildes.
A finales de 1879 Fermín reside en la barriada del Cerro, su estado anímico está muy quebrantado por las muertes del padre y la hija, y las desavenencias con Eusebio, dado el carácter uraño y la inclinación mística de este, que hace desaparecer la fortuna familiar en donativos a la Iglesia, mala administración y los caprichos de su lunático hermano de crianza.
También hay que tener en cuenta que como médico general no ha podido hacerse de una clientela estable, prosperar y mantener un consultorio. Su altruismo por un lado y sus múltiples ocupaciones sociales por otro, no hacen de él un médico triunfador, con entradas seguras y clientes solventes, a la usanza de la época.
Por esta razón tiene que aceptar un cargo de médico municipal en Santiago de las Vegas, con sueldo fijo pagado por el estado, radicándose en aquel poblado desde 1879 hasta 1885., donde desarrolló una encomiable labor como profesional y ganó las simpatías de los trabajadores de esa localidad en cuya compañía conoció de las ideas y reivindicaciones sociales que estos defendía y por la cual fue sintiendo una simpatía natural que se conjugaba con su postura de luchados por la independencia de Cuba.
Fermín estuvo entre los impulsores de la creación del Centro de Instrucción y Recreo de Santiago de Las Vegas junto al destacado sindicalista y luchador social Enrique Roig de San Martín, y otras personas destacadas en la vida social y cultural de aquella población. El 5 de febrero de 1882 se crea esta institución presidida por Roig de San Martín, y completando la directiva estaban el Dr. Fermín Valdés Domínguez, el Lic. Fina Mauri, el abogado José Filomeno González y los señores Pedro Lima, José María Pérez, Carlos del Amo, Manuel Hernández, Rafael Bravo, Manuel Morera, Juan Díaz Muro, Juan Garbalosa, Pedro Díaz Lazo, Carlos Cayro y Modesto Morales. Como Secretario, Félix León.
Luego de una breve estancia en La Habana Fermín se radica durante varios meses en el ingenio "Agüica" en la zona de Colón, provincia de Matanzas, en igual responsabilidad de médico municipal hasta julio de 1885 en que vuelve a La Habana.
De ese período son las publicaciones más antiguas que hemos encontrado de Valdés Domínguez, correspondiente a sus colaboraciones con el periódico "El Liberal de Colón", donde aparece su artículo, "El primer beso y los primeros dolores"(mayo, 1884), en el que hace gala de sus conocimientos clínicos de higiene y epidemiología pediátrica:
"Misión de consuelo es la medicina; nadie como la madre sabe apreciar lo que esta le brinda, y es esto así porque en ellos ven asegurado algo que estiman más que a sus vidas: la de sus hijos. A ellas pues dedico los pobres esfuerzos de mi escasa inteligencia"[22]
Luego reseña las enfermedades más comunes entre los niños y su tratamiento preventivo según cuadro clínico, con un lenguaje apropia para las personas a quien va dirigido.
Otros trabajos suyos sobre temas pediátricos fueron: "La madre y el médico", "Un caso de tétano infantil" y "El cuarto del niño enfermo", entre otros.
De regreso a La Habana a finales de 1885 desarrolla una activa colaboración con la prensa de la ciudad, primero como divulgador científico, destacándose como higienista y admisión en clubes y sociedades públicas: En marzo de 1886 el Nuevo Liceo lo cuenta entre sus socios y el 24 de mayo de 1886 la Sociedad Económica de Amigos del País le concede su membresía.
Se hace muy activa su participación dentro del Partido Autonomista, gozando de la amistad de Rafael Montoro y José de Armas y Cárdenas, connotadas figuras del Partido.
En la prensa de la ciudad se publican sus trabajos científicos referidos a las enfermedades que más afecta a los obreros tabacaleros: "Causa de algunas enfermedades de los obreros elaboradores del tabaco" y "Contribución al estudio de la etiología de la tuberculosis"
Este último trabajo le valió su admisión como miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana (1886) y su nombramiento como miembro del Consejo de Redacción de la Revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana.
Estos artículo son considerados por los especialistas cubanos precursores de los estudios sobre higiene del trabajo en Cuba, dado el conocimiento que tenía de los principios defendidos por la escuela de Higienistas Catalanes, una de las precursoras en el mundo de estos estudios en el siglo XIX y la que conoció durante sus estudios en España.
En su artículo sobre las enfermedades más comunes de los tabaqueros, Fermín revela una franca simpatía por los trabajadores manuales:
"No se esconden para el médico los dolores y las miserias que sufren nuestros nobles obreros, esos hijos del trabajo que son los mantenedores del progreso y el bienestar de los pueblos que viven triste vida de penas físicas y morales y mueren como héroes cambiando sus débiles cuerpos por un pedazo de pan con que alimentar a sus pobres hijos."[23]
Describe además los efectos de la nicotina sobre los fumadores: faringitis y amigdalitis crónicas, cáncer de los labios, la lengua y el estómago, este último por la costumbre de mascar tabaco, ateniéndose a estudios de médicos higienistas españoles seguidores de los precursores catalanes en esta especialidad.
En ese mismo artículo se pregunta "¿Podrá dudarse de que una atmósfera saturada por las emanaciones de las hojas del tabaco por la maceración para ser torcidas sea la causa de profundos trastornos en el organismo de los que tienen que trabajar durante todo el día bajo su venenosa acción?"[24]
El 8 de julio de 1886 presenta su trabajo de ingreso como miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana "Contribución al estudio de la etiología de la tuberculosis", que aparece en el libro 3ro. de actas de la Sociedad, a folio 29. En este trabajo Valdés Domínguez abunda sobre sus planteamientos hechos en el artículo anterior y trata de probar que la posición forzada que son obligados a adoptar los obreros tabacaleros es una de las causas predisponentes más importantes de la tuberculosis pulmonar en ellos.[25]
El autor se fija sobre todo en la actitud viciosa que toma el cuerpo, que a largo plazo produce semiatrofia de ciertos músculos torácicos por inmovilidad y como consecuencia compresión pulmonar. Incluye cuatro de sus observaciones clínicas y finaliza proponiendo la modificación de las mesas de trabajo[26]
El 2 de septiembre de 1886 aparece un nuevo trabajo de Fermín dirigido esta vez a exponer el resultado de tratamiento del tétano infantil: "Tétanos infantil. Curación. Apuntes para una observación clínica", en el que expone los alentadores resultados obtenidos en la curación de una enfermedad por lo general mortal en niños recién nacido y provocado por la infección del ombligo.
Como es de notar el trabajo médico del doctor Fermín Valdés Domínguez se dirige a desarrollar una cultura de la higiene como premisa para una buena salud, principios que aplica tanto en el tratamiento pediátrico como a la higiene del trabajo, basado a su conocimientos y los estudios de los higienistas catalanes precursores de esta rama de la salud humana.
En la sesión solemne del 14 de octubre de 1886 presenta Valdés-Domínguez su último trabajo ante la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, a la que sin embargo seguirá perteneciendo hasta el 20 de agosto de 1899. Este estudio titulado "Enfermedades de origen bacteriano" que se publica en la revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, es un estudio de mucha importancia pues se sitúa entre los primeros trabajos sobre bacteriología en Cuba.
En su investigación defiende la teoría bacteriana del origen de enfermedades infecciosas en contra de los que creían que los fenómenos químicos de la fermentación eran la causa de estas epidemias, colocándose entre los precursores de estas ideas en Cuba. En su ponencia Fermín demuestra tener un amplio conocimiento del estado de los estudios de bacteriología en el mundo citando fuentes y autores, además de citar a los investigadores que en Cuba habían trabajado esta especialidad, aún antes de los estudios significativos de Carlos Juan Finlay.
Como muestra su activa participación como miembro de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana Fermín Valdés Domínguez estuvo muy al tanto de lo que se investigaba en su medio en cuanto a lo relacionado a las enfermedades infecciosas, estudios sobre higiene y la prevención, a más de sus incursiones en las enfermedades profesionales de los tabaqueros, sector que conocía muy bien por su acercamiento a ellos no solo como pacientes, sino desde el punto de vista de afinidad clasista.
La sección "Folletín" del diario "El País" publicó muchas colaboraciones de Fermín Valdés Domínguez, entre 1885 y 1886, en ellas escribe de variados temas, critica literaria, cultura y ciencias, muchas de estas colaboraciones reproducidas por los periódicos Diario de Matanzas y Liberal, de Colón, lugares donde era conocido por su trabajo como médico.
Algunos de estos trabajos en la sección "Folletín" están referidos a sus maestros, Rafael María de Mendive y Anselmo Suárez y Romero, en los que además de la alta valoración literaria de ellos hay una nostálgica evocación de su juventud en el colegio San Pablo.
Bajo el seudónimo de "Abdallach", Fermín reseña actividades del Nuevo Liceo, en alguna de las cuales habló a pedido de los socios, el 20 de octubre de 1885 en una de estas veladas se refiere al tema de la libertad y el valor de la instrucción para la mejoría humana terminando su discurso con el poema de Mendive, "Los Dormidos".
En octubre de 1885 Fermín critica las actividades del poeta José Fornaris, por lo que el cree es una falta de patriotismo y causa de desinterés de la juventud cubana por las cosas "serias". Lo acusa de ser el instigador del "Círculo Habanero", institución de educación y recreo que define como lugar de "juegos y de bailes"
Colaboró con el Diario de la Tarde, en 1886, con un artículo sobre Tristán Medina y una crónica titulada "Montoro en Jesús del Monte". Ese mismo año aparece en el periódico La Unión su crónica homenaje a Rosalía de Castro Murguis, eminente poetisa gallega y la reseña del acto de homenaje que se le rindió en La Habana en el que se leyeron poemas de Rafael María de Mendive y usó de la palabra Rafael Montoro
Fiel a la línea política del autonomismo Fermín puso sus mejores empeños en divulgar y defender el programa de este, destacándose como orador, publicista y político militante. Su momento más alto dentro de la política en la isla ocurre a mediados de 1887 al aspirar a la candidatura a diputado por la Junta Provincial Autonomista de Matanzas, pretensión que se vio frustrada por la oposición de Carlos Eugenio Orbis, presidente de dicha junta.
La reacción de Fermín fue violenta y desmesurada, dejándose llevar por el carácter impulsivo que más de una vez lo conducirá a situaciones similares. Ya en 1886 había tenido igual reacción con el Doctor Raimundo de Castro, por atender a un paciente de este y en septiembre del propio 1887 se bate a pistola con el director del diario integrista habanero "La Iberia", Andrés de la Cruz Prieto, por llamarlo cobarde. Posteriormente tendrá varios incidentes parecidos que marcarán no solo su vida, sino sus escritos siempre prestos a la respuesta tajante, el juicio imprudente y sin medias tintas, que le ganó no pocos enemigos.
La llegada a La Habana en enero de 1887 de Fernando de Castañón, hijo del reaccionario periodista español Gonzalo de Castañón, muerto en Cayo Hueso en duelo con un cubano, fue aprovechada por Fermín Valdés Domínguez para tratar de reivindicar la inocencia de sus compañeros fusilados en 1871 y acusados de profanar la tumba de dicho personaje.
Aquellos jóvenes aún permanecían en una fosa común en las afueras del cementerio de Colón, llevando el baldón de la calumnia, sin que se le hubiera hecho justicia.
Esta era la intención de Fermín Valdés Domínguez, condiscípulo de los jóvenes mártires, juzgado él también con el resto de la clase de primer año, quien no había olvidado el agravio y se disponía a enmendar el "error político" que le costó la vida a sus hermanos:
"Señor Castañón:
No en nombre de los que como yo sobrevivimos a los sucesos del 27 de noviembre de 1871, sino en memoria de mis compañeros muertos, vengo a suplicarle que tenga la bondad de darme una carta en donde conste que ha encontrado Ud. sano el cristal y sana la lápida que cubre el nicho de su señor padre, desmintiendo este hecho el estigma de profanadores que llevó a la muerte a niños inocentes"[27]
La respuesta de Castañón confirma lo que ya había dicho oralmente a Fermín cuando este se personó en el cementerio Espada con la misma petición, que no se observan ni en el cristal ni en la lápida, signo de violencia y que hacía esta declaración no para hacer de ella tema de lucha política, sino para reparar un hecho que pertenecía a la historia.
Con estas declaraciones en sus manos Fermín solicita al periódico La Lucha( 19 de enero de 1887), la publicación de los testimonios de Fernando Castañón y del periodista José F. Triay[28]en el que afirman que la tumba de Gonzalo de Castañón no había sido profanada y por consiguiente los jóvenes eran inocentes.
La noticia trasciende a la sociedad habanera que se conmueve y admira ante la audacia de Fermín, por publicar lo que todos sabían pero que nadie se había atrevido a publicar en dieciséis años. Una ola de simpatías por Fermín y las opiniones encontradas de los habaneros, reavivaron en el pueblo la necesidad de rendir homenaje aquellos mártires.
Fermín no se detuvo en esto sino que propuso exhumar los restos de los fusilados ese día. Por ese motivo el 7 de febrero de 1887 reunió en su casa a varios de los sobrevivientes de aquellos sucesos para coordinar el modo de trasladar los restos de sus compañeros al cementerio de Colón, ya que estos permanecían sepultados en fosa común en una zona aledaña al mismo conocida como San Antonio Chiquito.
Se creó una Comisión presidida por Fermín y compuesta además por Guillermo del Cristo, secretario y Miguel Franca Mazorra, tesorero. El primer acuerdo fue solicitar autorización a la familia para la exhumación y traslado de los restos y al obizpado de La Habana dueño del cementerio para que diera su permiso para efectuar este acto.
El 8 de marzo de ese año se inició la exhumación de los estudiantes fusilados, acto tristísimo al que acudió Fermín junto con otros familiares y compañeros de los muchachos sacrificados. Los restos fueron encontrados el día 9 tras un penoso y largo esfuerzo, pues el tiempo, la humedad y el hecho de haber sido sepultados directamente en tierra aceleraron la descomposición de los restos. Finalmente fueron trasladados al panteón de la familia Álvarez de la Campa, en espera de la construcción de un panteón para ellos.
Realizada la exhumación, la Comisión presidida por Fermín procedió a una suscripción pública, apoyada por algunos medios de prensa habaneros, para levantar una tumba monumental digna de los jóvenes inocentes. Cientos de contribuyentes colectivos e individuales, de prestigiosas instituciones sociales y culturales o de humildes talleres de tabaquería fueron aportando dinero para tan noble causa.
Es asombroso constatar lo hondo que caló en el pueblo cubano este acontecimiento, reflejado en los documentos que conservó Fermín[29]en los que se encuentran listas de contribuyentes de La Habana, de ciudades del interior de Cuba y la entusiasta contribución de los combativos y patrióticos emigrados cubanos de Tampa y Cayo Hueso, en la Florida, Estados Unidos
El mismo Fermín preparó una nueva versión del libro que sobre los hechos había publicado en España, ahora bajo el título, "El 27 de noviembre de 1871", en una edición de cuatro mil ejemplares salida en marzo de 1887 y agotada rápidamente. Todo lo recaudado por ese concepto fue dedicado a erigir el Mausoleo. En mayo de ese propio se hizo una segunda edición, con nuevos capítulos agotada también con rapidez.
Esta labor reinvindicadora fue atentamente seguida por José Martí desde los Estados Unidos que ve en la misma un factor de unidad de todos los patriotas en Cuba y fuera de ella, que podría tener una repercusión en los futuros planes independentistas que ya el gestaba.
En febrero de 1887 José Martí, tras un largo silencio de nueve años se comunica con el amigo en carta larga y sentida en la que comunica en primer lugar la muerte de su padre Mariano Martí para dar paso luego a su opinión sobre la actitud de Fermín en los acontecimientos reinvindicadores de los estudiantes de medicina fusilados en 1871:
"(…) Mi dolor Fermín, es verdadero y grande; pero la bravura y nobleza que acabas de dar muestra han podido consolarlo. Hace tiempo que nonos escribimos; pero acabo de leer tus cartas en La Lucha y la relación de lo que vale más que ellas, el acto tuyo que las provoca, -y no puedo reprimir el deseo de apretarte en mis brazos.
"Tú has hecho con singular elevación, lo que acaso nadie más que tú se hubiera determinado a hacer. Lo has hecho sin pompa y sin odio como se hacen cosas verdaderamente grandes (…)¡Oh! Si por desdicha hubiésemos estado en guerra, podría decirse, Fermín que tú solo has vencido a muchos batallones"[30]
La carta llega a Fermín en un difícil momento familiar, empeñado en cuerpo y alma en la exoneración de sus compañeros, está sin empleo, enfermo, pobre y enemistado con su hermano Eusebio:
"Cuando dos hermanos han dejado de verse y se encuentran en la vida atraídos por la fuerza amorosa de sus almas, enmudecen los labios y lloran; (…) te juro que ningún aplauso ha sonado en mis oídos con más gusto para mi que tu carta cariñosísima que he leído y releído con toda mi alma.
"Y esto sin embargo hoy tranquilo. Sigo mi misión o mejor dicho cumplo mi deber y ¡adelante!"[31]
A partir de este momento se restablece entre ellos una fluida comunicación en la que Martí alienta a Fermín a continuar la obra emprendida en la creación de un monumento a los estudiantes fusilados y sigue al amigo en su esfuerzo por hacer justicia.
En este empeño hecho público contará con el apoyo de la opinión pública cubana, tanto en la isla como en la emigración y contacta con el escultor cubano más importante del momento José Vilalta y Saavedra, residente en Italia para que se hiciera cargo de la ejecución de la tumba. El 8 de mayo de 1887 el joven escultor cubano le escribe a Fermín desde Carrara, Italia donde estudia en la Regia Academia de Bellas Artes:
"(…) he pensado enseguida en hacer y mandarle mi boceto en dibujos del Monumento basándome en el punto de vista filosófico histórico de los sucedido, pero sin hacer ninguna alusión política (…)[32]
A petición de Fermín José Martí escribe un artículo para el periódico La Lucha (9 de abril de 1887): "Desde Nueva York.- Fermín Valdés Domínguez, por José Martí", de gran repercusión entre los cubanos.
En el mismo Martí recuenta los sucesos del 27 de noviembre de 1871, con mucho cuidado y moderación, pero sin dejar de señalar el ciego odio que llevó a los hechos:
"¡El hierro no se ha calentado todavía a fuego bastante intenso para marcar como fuera debido la frente del primer infame!.
"(…)¡Día radioso será para Fermín Valdés Domínguez y digno de su carácter y su gloria, cuando al entregar a la patria el mausoleo de los muertos vindicados por su esfuerzo, alcance a ver, en el silencio religioso del gentío, a los mal aconsejados que nos los arrebataron, desceñidas las armas y con las cabezas descubiertas"[33]
La obra reinvindicadora de Fermín lo hacen una persona muy conocida y popular en los medios intelectuales habaneros, donde se le solicita con más asiduidad para dictar conferencias, usar de la palabra, presidir actos de beneficencia, políticos y de otra índole. En medio de estas actividades los autonomistas ayudan a Fermín a fundar un nuevo periódico junto con Antonio Zambrana, desde el cual se hace eco de las ideas del partido ganando adeptos y simpatizantes entre las clases medias y más humildes.
La línea editorial de este vespertino era la defensa de las ideas autonomistas, las virtudes del cubano para el autogobierno dentro de la monarquía y la exaltación patriótica de los méritos nacionales. Hay en el periódico una marcada simpatía por los trabajadores manuales.
El Cubano, que es el nombre de este periódico, defiende y divulga las buenas costumbres del criollo, sus aptitudes para el autogobierno y las virtudes de los habitantes de la isla. Desde sus páginas Fermín critica al poeta José Fornaris al considerar que su recién fundado Liceo alienta a los cubanos al entretenimiento ligero y menos instructivo; desde su diario arremete contra el danzón, considerándolo baile indecente, al tiempo que resalta las virtudes de ilustres cubanos como Anselmo Suárez y Romero, José de la Luz y Caballero, José Joaquín Palma, Felipe Poey y su maestro Rafael María de Mendive, a quien llega a calificar como "el mejor poeta vivo" de la isla; todo esto en artículos escritos con vehemencia como era su característica al defender lo que creer justo.
Tras unos meses al frente de este periódico Fermín comienza a notar la actitud colaboracionista de la cúpula del Partido Liberal Autonomista, y la pasividad de los diputados a Corte por este partido al plegarse a las presiones del Ministro de Ultramar y la bancada integrista en cuanto a las aspiraciones de reforma de los autonomistas. Ante esta situación decide renunciar a la dirección del periódico El Cubano.
En carta dirigida a Ricardo del Monte, director del principal diario autonomista de la isla, El País y fechada el 2 de julio de 1888 le expresa sus razones:
"Dr. Sr. Ricardo del Monte, director de "El País"= distinguido amigo correligionario:= A dicho V. A mi amigo el Sr. José Varela Zequeira que yo inspiraba los artículos que se publicaban en "El Cubano"; Y esta afirmación de Ud. me obliga a tomar la pluma para negarla públicamente porque envuelve una ofensa(…) Como autonomista dije al país –con mi último artículo- lo que sentía, lo que siento, lo que me apena como cubano.= Ante la oprobiosa situación, que nos degrada, no bastan las protestas aisladas, ni publicar alguna vez artículos gallardamente escritos y sentidos con el más amargo pesimismo: es necesario algo más(…); pero la Junta Central se opuso al retraimiento, y lo condenó "El País", y se piensa que toda la ilegalidad del Bando ha desaparecido, gracias a un acuerdo entre un ministro y uno de nuestros diputados; y lo que han dado representación a los miembros de la Central, o han permitido que estos la den a otros, nada dicen: (…) ante esta situación ridícula y anti-patriótica entendí que debía callar y dejé la dirección en "El Cubano"(…)
(…)Yo no quise romper con los hombres de mi partido y dejé la dirección de mi diario esperando el día en que mis predicaciones se vean cumplidas, y en que todos escribamos inspirados tan solo en el amor de nuestra patria y sin sujetarnos a la voluntad de los ministros españoles: muy dados a ofrecer, pero nunca dispuestos a salvar nuestra angustiosa vida política económica (…)"[34]
Fermín está decepcionado de los rejuegos politiqueros de los autonomista y se separa del mismo en los momento en que ya tiene un prestigio en la sociedad habanera, tanto por su periodismo, como por su esfuerzo al frente de la Comisión para reivindicar a los estudiantes de medicina fusilado en 1871.
El 6 de junio de 1888, El Cubano publica un editorial firmado por La Dirección que por el estilo en que esta escrito parece obra de Fermín, ya formalmente alejado de la dirección del diario, en el que critica a la Junta Central del Partido Autonomista por dar la callada por respuesta ante la renuncia de Fermín a la dirección del periódico en protesta por la política del partido autonomista.
Discretamente se hace a un lado y prefiere regresar a su humilde puesto como médico municipal a convertirse en cómplice del colaboracionismo con la metrópoli. Se aparta discretamente de la vida pública habanera y decide marchar a la lejana ciudad de Baracoa donde se establece como médico a partir de noviembre de 1888.
La década de los ochenta del siglo XIX es el período de madurez intelectual de Fermín Valdés Domínguez, por su amplia participación social en el debate intelectual de la época con sus colaboraciones para la prensa habanera, su presencia en prestigiosa instituciones criollas de la época y sus escritos de carácter médico, principalmente en el tema de la higiene y la prevención dada su experiencia como médico municipal.
En ocasiones su ímpetu y ardor parece dominar su prosa directa, pero en otros momentos la mesura trae elegancia a su manera de decir las cosas, reflejando un espíritu inquieto, batallador y curioso, en ocasiones pesimista e inconstante en la consecución de sus objetivos.
En sus momentos más brillantes de este período no le falta el aliento y consejo de su gran amigo José Martí, quien lo conoce bien y sabe influir con mucho tacto en aquella alma gemela de la suya.
Su renuncia a una vida capitalina y la mesura de su actuación en la ciudad de Baracoa, deja entrever la posible influencia de la frecuente comunicación con Martí reanudada en 1887 y que permite al Apóstol seguir al amigo, apoyarlo en sus propósitos, que son comunes y convertirlo de hecho en un corresponsal confiable sobre la situación en una región que Martí sabe determinante en la reanudación de la guerra por la independencia: Oriente.
En lo personal, se reduce cada vez más su pequeña familia, el 14 de diciembre de 1887 muere su hermano de crianza Eusebio Valdés Domínguez, el mismo que avergonzado de su condición de expósito esconde el Valdés tras un V y que había convertido su vida en un amargo ejercicio de expiación y soledad, tal vez llevado por su carácter uraño y el fracaso de sus aspiraciones. En los últimos años no se veían mucho y un gran rencor había crecido entre ambos, dado el egoísmo y la mala administración que hizo Eusebio de la herencia común. Murió en Industria 122, en la cual ya no vivía Merced Quintanó, la madre adoptiva de los dos, quien meses después muere en una casa de la calle San Nicolás, el 1º de marzo de 1888.
Estancia en Baracoa
El 3 de noviembre de 1888 le da la bienvenida a la Ciudad Primada de Cuba el periódico "El Baracoano":
"Bienvenida:
Cordialmente se las damos al inteligente y distinguido Doctor en Medicina D. Fermín Valdés Domínguez, autor del bien escrito folleto "El 27 de noviembre", quien tantas simpatías se ha captado en esta isla por sus generosos sentimientos al depurar y señalar ante las conciencias honradas los funestos resultados que ocasionan las pasiones bastardas cuando se albergan en pensamientos extraviados.
"El Sr. Valdés Domínguez como médico es también bastante conocido por sus trabajos en La Habana en la Asociación de Estudios Clínicos, en la Junta Central de Vacunas, en la Academia y Sociedad Antropológica, así como por sus actividades como Médico Municipal tanto en La Habana como en Santiago de las Vegas, en donde entre otros cargos desempeñó la plaza de médico del Centro de Instrucción, mereciendo un honroso atestado por el tratamiento de la fiebre amarilla"[35]
La llegada de Fermín a Baracoa fue un momento importante en su vida, pues como el mismo dice le permitió conocer a muchas personas nobles que "(…) no se enervaban en los vicios que quitan fuerza al brazo y nobleza al alma"[36]
Durante su permanencia en Baracoa, que duró hasta 1893, recorrió con mucha frecuencia la serranía que circunda la villa y pudo conocer las condiciones de vida de los campesinos de la zona, su disposición patriótica y adentrarse un poco en la cultura de los primitivos pueblos que habitaron la región:
"Entre aquellos hombres estudié el insecto que destruía los cocales y por ellos pude coleccionar valiosos recuerdos de la triste vida de los indios.
"Lloré en las solitarias márgenes del río Ovando de oscuras y sombrías aguas, -al conjuro de la crueldad con que fueron allí perseguidos los indios por el déspota español (…)
"¡Oh! Cuántas veces detuve mi caballo en las " Murallas de Pueblo Viejo" –lugar en donde(…) tuvieron los indios un caserío y en el que se encuentran restos de ollas de barro y los instrumentos de sílice que le servían para trabajar la piedra y a los que se le da equivocadamente el nombre de "piedra de rayo"[37]
En Baracoa Fermín se adapta a la sociedad pueblerina que lo admira y abre sus salones, sociedades y periódicos para incorporarlo de modo significativo y sincero.
Desde los primeros momentos colabora con los periódicos, El Baracoano y El Pueblo, desarrollando temas de perfil médico y de interés público, impulsando desde su puesto como médico municipal y forense la creación del Hospital de la Caridad, la vacunación contra enfermedades infecciosas, entre ellas la tuberculosis, para lo cual utiliza la linfa del vacilo de Koch, adquirida con su propio dinero y suministrada a los pacientes pobres de forma gratuita. Viaja constantemente no importa lo intrincado del lugar, para asistir a todos los que le necesitaban.
Desde hacía varios años la región era asolada por una plaga que afectaba a los cocoteros de la región, causando graves perjuicio a una de las producciones mayores de Baracoa. Se desconocía a ciencia cierta que provocaba la enfermedad en los cocoteros, por lo que en agosto de 1890 se trasladó a la zona el Doctor Carlos de la Torre y Huerta dispuesto a encontrar la causa del mal, para emprender las investigaciones contó con la ayuda de Fermín Valdés Domínguez y entre ambos encontraron que la plaga era producida por un insecto hemíptero de la familia de los Cóccidos (Cochinilias o Güagüas)
Este resultado científico tuvo una repercusión grande en los medios científico de la isla dado el valor económico de los nueces de coco de Baracoa y el Doctor Carlos de la Torre reconoció en la prensa habanera el protagonismo de Fermín en este hallazgo.
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