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Juan Bautista Alberdi: Padre Constitucional Argentino (página 2)


Partes: 1, 2, 3

Pronto retomaría sus estudios de abogado ( en Jurisprudencia), que comenzaría en Buenos Aires,  dejándolos trunco ya que viajo a su ciudad natal: Tucumán. Continuaría en Córdoba y culminaría en Montevideo en 1840. En la formación de Alberdi, de todas maneras, sobresale su característica de autodidacta, alejado de los estudios sistemáticos y en ocasiones enfrentado con los ámbitos académicos.

Es la parte pertinente a su vida y sus obras donde dividiremos en tres este capitulo: 1) Sección Primera, su Vida; Sección Segunda, La entrevista Soñada; Sección Tercera, sus Obras. .

Sección primera:

Su vida

     Como ya se comentó en la parte pertinente a Infancia, no volveremos sobre ello, solo diremos aquí, sobre lo que, Alberdi nació en Tucumán el 29 de agosto de 1810. Su madre, Doña Josefa Rosa de Aráoz, murió en el parto y el niño quedó al cuidado de su padre, Don Salvador Alberdi. En 1816, mientras comenzaba a sesionar el Congreso de Tucumán, Alberdi ingresaba a la escuela primaria que había fundado el General Manuel Belgrano. A los once años perdió a su padre, y sus hermanos Felipe y Tránsita se hacen cargo de él y gestionan una beca para que continúe sus estudios en Buenos Aires.

     En 1824, con 14 años, llegó a Buenos Aires e ingresó en el Colegio de Ciencias Morales. Tenía como compañeros a Vicente Fidel López, Antonio Wilde y Miguel Cané, con quien comenzará una profunda amistad. Alberdi no soportaba el régimen disciplinario del colegio, que incluía encierros y castigos corporales, y le pidió a su hermano Felipe que lo sacara de allí. Dejó momentáneamente los estudios formales, pero no la lectura de pensadores europeos. En 1824, con 14 años, llegó a Buenos Aires e ingresó en el Colegio de Ciencias Morales. Tenía como compañeros a Vicente Fidel López, Antonio Wilde y Miguel Cané, con quien comenzará una profunda amistad. Alberdi no soportaba el régimen disciplinario del colegio, que incluía encierros y castigos corporales, y le pidió a su hermano Felipe que lo sacara de allí. Dejó momentáneamente los estudios formales, pero no la lectura de pensadores europeos

          En 1834, regresó a su provincia y escribió Memoria descriptiva de Tucumán. Su hermano Felipe se había convertido en un colaborador cercano del gobernador tucumano Alejandro Heredia y le solicitó una carta de recomendación para que Juan Bautista pudiera presentarla a alguna personalidad influyente de Buenos Aires. A poco de llegar a Buenos Aires, Alberdi se dirigió a la dirección indicada y allí lo esperaba el amigo de Heredia a quien le entregó la carta. Juan Facundo Quiroga leyó el escrito y le dijo al joven tucumano que le convendría estudiar en los Estados Unidos más que en Buenos Aires y que él estaba dispuesto a pagar todos los gastos. Alberdi se entusiasmó con la idea pero desistió cuando estaba a punto de zarpar. Pocos día después, en febrero de 1835, Facundo Quiroga moría asesinado en Barranca Yaco, Córdoba, y Rosas asumía por segunda vez la gobernación de Buenos Aires, esta vez con la suma del poder público.

      Marcos Sastre

Desde 1832 tenemos como antecedentes la creación del salón Literario, fundado por Marcos Sastre. La iniciativa correspondía a un grupo de jóvenes del que perteneció Alberdi, Echeverría, José Mármol y Juan Maria Gutiérrez entre otros., esto era un grupo de jóvenes intelectuales venía reuniéndose en la librería de Marcos Sastre. Alberdi se incorporará a este grupo, que fundará el 23 de agosto de 1835 el Salón Literario, un verdadero centro cultural y de difusión de las nuevas ideas políticas, vinculadas al romanticismo europeo.

         En principio el Salón Literario fue tolerado por Rosas, quien autorizó el funcionamiento del mismo. Se trataba, por lo que estudiamos, de un lugar de permanente debate, exposiciones y estudio. Fue allí donde se presentaron trabajos como la cautiva y el matadero, de Esteban Echeverría.

            La intención de sus miembros era completar y desarrollar la obra de mayo que la consideraron inconclusa (La generación presente a la faz de la generación pasada -1838). Finalmente no tardo llegar la tan acostumbrada censura, se considero peligroso el accionar y se produjo el cierre del mismo. Pero  claro que solo fue parcial, ya que luego se produjo su apertura bajo otro nombre, pero ya no el pago, si no del otro lado del plata: Montevideo-Uruguay.

             En 1837, Alberdi publicó una de sus obras más importantes Fragmento Preliminar al estudio del Derecho, donde hacía un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones. El texto fue duramente criticado por los antirrosistas exiliados en Montevideo porque, si bien atacaba duramente al despotismo, no hacía ninguna referencia a Rosas.

 Cuadro de texto: Esteban Echeverría

Por entonces, Alberdi alquilaba una habitación junto a Juan María Gutiérrez en la casa de Mariquita Sánchez de Thopmson. Allí, en el mismo piano en el que se interpretó por primera vez el himno, Alberdi componía sus Minués Argentinos.

  Durante ese mismo año, se inició en el periodismo con la publicación de La Moda, gacetín semanal de música, poesía, literatura y costumbres. Aparecieron 23 números y en sus artículos, Alberdi, que firmaba bajo el seudónimo de "Figarillo" intentaba burlar a la censura del rosismo.

En junio de 1838 junto a Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez funda la Asociación de la Joven Generación Argentina, siguiendo el modelo de las asociaciones románticas y revolucionarias de Europa. Este grupo de intelectuales pasará a la historia como la "Generación del 37".

   La mazorca, la policía secreta de Rosas, comenzó a vigilar de cerca las actividades de la Asociación y comenzó la persecución. Alberdi optó por exiliarse en Uruguay dejando en Buenos Aires un hijo recién nacido y varios amores inconclusos.

   Llegó a Montevideo en noviembre de 1838. Allí se dedicará al periodismo político colaborando en diversas publicaciones antirrositas como El Grito Argentino y Muera Rosas. De ese período son también sus dos obras de teatro: La Revolución de Mayo y El Gigante Amapolas, una sátira sobre Rosas y los caudillos de la guerra civil.

   En mayo de 1843, partió con Juan María Gutiérrez hacia Génova pero con destino final París, la meca de todos los románticos de la época. Llegó a París en septiembre y visitó al General San Martín con quien mantuvo dos prolongadas entrevistas. Quedó muy impresionado por la sencillez y la vitalidad del viejo general, que lo abrumó con preguntas sobre la patria.

A fines de 1843, decidió regresar a América para radicarse, como Sarmiento, en Chile. A su paso por Río de Janeiro, intentó infructuosamente entrevistar a Rivadavia.

Alberdi vivirá durante 17 años en Chile, la mayor parte del tiempo en Valparaíso, donde trabajará como abogado y ejercerá el periodismo.

 Al enterarse del triunfo de Urquiza sobre Rosas en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, escribió en pocas semanas de trabajo afiebrado una de sus obras más importantes: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, que publicó en mayo de ese año en Chile y reeditó en julio acompañándola de un proyecto de Constitución.

   Mientras que Sarmiento había abandonado Chile para sumarse al Ejército Grande de Urquiza, Alberdi permaneció en Valparaíso, atento a los problemas argentinos. Sarmiento regresó al poco tiempo desilusionado con Urquiza y acusando a Alberdi de ser su agente en Chile. Alberdi lo calificó de "caudillo de la pluma" y "producto típico de la América despoblada" y se decidió a colaborar con el proyecto de la Confederación de Urquiza. El gobierno de Paraná lo nombró "Encargado de negocios de la Confederación Argentina" ante los gobiernos de Francia, Inglaterra, el Vaticano y España.

En  abril de 1855, partió finalmente hacia Europa. Pasó primero por los Estados Unidos donde se entrevistó con el presidente Franklin Pierce. Luego pasó a Londres, donde conoció a la reina Victoria y, finalmente, a París, donde se radicaría por 24 años.

   En 1858, se entrevistó en España con la reina Isabel II y consiguió el reconocimiento de la Confederación.

   El 17 de septiembre de 1861, Mitre derrotaba en Pavón a Urquiza y ponía fin al proyecto de la Confederación. Alberdi fue despedido por Mitre de su cargo y reemplazado por Mariano Balcarce.

    La situación de Alberdi no podía ser peor. Se le adeudaban dos años de sueldos como embajador y el nuevo gobierno se negaba a pagárselos y mucho menos a pagar su viaje de regreso.

    Tuvo que quedarse en París. Sus únicos y escasos ingresos provenían del alquiler de una propiedad en Chile.

    En 1872, bajo la profunda impresión que le produjo la derrota paraguaya en el conflicto y sus secuelas en la población del país hermano, escribió El Crimen de la Guerra donde dice: "De la guerra es nacido el gobierno militar que es gobierno de la fuerza sustituida a la justicia y al derecho como principio de autoridad. No pudiendo hacer que lo que es justo sea fuerte se ha hecho que lo que es fuerte sea justo".

    Al concluir el mandato Mitre, en 1868, asumió Sarmiento y las cosas no mejoraron para Alberdi, que debió seguir postergando su regreso. No podrá hacerlo hasta 1879 cuando una alianza entre Roca y Avellaneda lanzó la candidatura de Alberdi a diputado nacional. Llegó a Buenos Aires el 16 de septiembre de ese año. Por esos días, se entrevistó con el presidente Avellaneda y con el ministro del Interior: Domingo Faustino Sarmiento. Todo parece indicar que el encuentro fue cordial en un clima de reconciliación.

Tuvo una participación decisiva en los debates parlamentarios sobre la Ley de Federalización de Buenos Aires, que le dio finalmente una Capital Federal a la República.

    Cuando el nuevo presidente electo en 1880, Julio A. Roca quiso que el Estado argentino publicase las obras completas de Alberdi, Mitre lanzó, desde las páginas de La Nación, una feroz campaña en contra del proyecto que terminó por ser rechazado por los senadores que también rechazaron su nombramiento como embajador en Francia. Cansado y un tanto humillado decidió alejarse definitivamente del país. Partió rumbo a Francia el 3 de agosto de 1881 confesándole a un amigo: "lo que me aflige es la soledad". Murió en Nueilly-Sur-Seine, cerca de París, el 19 de junio de 1884. Sus restos fueron repatriados en 1889 y descansan en el cementerio de la Recoleta.

      Como economista, tiene la valentía científica de enfrentar a la fisiocracia como base de infraestructura económica de la República. La enfrenta y se aparta proclamando la vertebración económica del país en la complementación del trabajo de la tierra con el naciente industrialismo, como política idónea para asegurar el progreso de su pueblo. Esta posición de plena vigencia aún hoy, la sintetizó en esta frase:"Todo pueblo que come de la limosna del suelo solamente será un pueblo de mendigos toda su vida".

           Como sociólogo abrió el seso a los gobernantes, haciéndole entender que la población era la base de la grandeza nacional. "Gobernar es poblar" fue el lema que gravara en el frontispicio de esta obra, gran parte suya que es nuestra nación.

       Como político y jurista, a la caída del gobierno de Rosas, gracias a la acción dirigida por el general Justo José de Urquiza, escribió Bases y punto de partida para la organización política de la Confederación Argentina (1852), obra que influyó poderosamente en la redacción de la Constitución de ese mismo año. Los temas más importantes de este libro son la defensa del libre comercio, la libre navegación de los ríos, la exaltación de la industria como base del progreso. Propone además el sufragio calificado por la instrucción y la fortuna e insiste en la necesidad de la inmigración ("gobernar es poblar") de origen nórdico. Su apoyo a Urquiza le valió las críticas de Sarmiento expuestas en Las ciento y una, a las que Alberdi respondió en 1853 con las cuatro Cartas sobre la prensa y la política militante de la República Argentina (conocidas como Cartas quillotanas) Señores, amigos leones, sería interminable hablar de Alberdi, Por esto permitidme finalizar estas palabras con una leonística semblanza de su personalidad

La importancia del pensamiento y obra de Alberdi, hoy, reside en que la alternativa que él debió enfrentar, luego de 30 años de guerras civiles y 20 de obligados exilios, es similar a la que hoy se nos presenta luego de 60 años de errores y antinomias irreconciliables. él tenía dos opciones: o continuar con la arbitrariedad y autoritarismo del régimen rosista o producir el gran cambio que permitiera la liberación de las energías de los argentinos, hasta ese entonces amordazadas. Y ese fue el orden social de la libertad, de la garantía de los derechos, con la genial interpretación del autor de las "Bases y puntos de partida" y del "Sistema Económico y Rentístico" los cuales expondremos brevemente en la Sección Segunda.

Sección Segunda:

La Entrevista soñada

Reproducimos intacto el fragmento debido a la importancia que tuvo para Alberdi su Entrevista con El General San Martín:   

 París, 14 de Septiembre de 1843

El 1° de Septiembre, a eso de las once de la mañana, estaba yo en casa de mi amigo el señor D. M. J. de Guerrico, con quien debíamos asistir al entierro de una hija del señor Ochoa (poeta español) en el cementerio de Montmartre. Yo me ocupaba, en tanto que esperábamos la hora de la partida, de la lectura de una traducción de Lamartine, cuando Guerrico se levantó, exclamando: "¡El general San Martin!" Me paré lleno de agradable sorpresa al ver la gran celebridad americana que tanto ansiaba conocer. Mis ojos, clavados en la puerta por donde debía entrar, esperaban con impaciencia el momento de su aparición. –

– Entró por fin con su sombrero en la mano, con la modestia y el apocamiento de un hombre común. ¡Qué diferente lo hallé del tipo que yo me había formado oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América!

Por ejemplo: Yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado, y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y, sin embargo de que lo está más que cuando hacía la guerra en América, me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne, pero le hallé vivo y fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de su voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llanura de un hombre común. Al ver el modo de como se considera él mismo, se diría que este hombre no había hecho nada de notable en el mundo, porque parece que él es el primero en creerlo así. Yo había oído que su salud padecía mucho; pero quedé sorprendido al verle más joven y más ágil que todos cuantos generales he conocido de la guerra de nuestra independencia, sin excluir al general Alvear, el más joven de todos. El general San Martín padece en su salud cuando está en inacción, y se cura con solo ponerse en movimiento. De aquí puede inferirse la fiebre de acción de que este hombre extraordinario debió estar poseído en los años de su tempestuosa juventud. Su bonita y bien proporcionada cabeza, que no es grande, conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla ni bigote, a pesar que hoy lo llevan por moda hasta los más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia un gran pensador, promete, sin embargo, una inteligencia clara y despejada, un espíritu deliberado y audaz. Sus grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente cada vez que se abren sus ojos, llenos aun del fuego de la juventud. La nariz es larga y aguileña; la boca pequeña ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe; la barba es aguda.

Estaba vestido con sencillez y propiedad: corbata negra, atada con negligencia; chaleco de seda, negro; levita del mismo color; pantalón mezcla de celeste; zapatos grandes. Cuando se paró para despedirse acepté y cerré con las dos manos la derecha del gran hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y el Perú. En ese momento se despedía para uno de los viajes que hace en el interior de Francia en la estación de verano.

No obstante su larga residencia en España, su acento es el mismo de nuestros hombre de América, coetáneos suyos. En su casa habla alternativamente el español y francés, y muchas veces mezcla palabras de los dos idiomas, lo que le hace decir con mucha gracia que llegará un día en que se verá privado de uno y otro o tendrá que hablar un patois de su propia invención. Rara vez o nunca habla de política -jamás trae a la conversación con personas indiferentes sus campañas de Sudamérica-; sin embargo, en general le gusta hablar de empresas militares.

Yo había sido invitado por su excelente hijo político, el señor don Mariano Balcarce, a pasar un día en su casa de campo en Grand Bourg, como seis leguas y media de París. este paseo debía ser para mí tanto más ameno cuanto que debía de hacerlo por el camino de hierro en que nunca había andado. A las once del día señalado nos trasladamos con mi amigo el señor Guerrico al establecimiento de carruajes de vapor de la línea de Orleans, detrás del Jardín de Plantas. El convoy, que debía partir pocos momentos después, se componía de 25 a 30 carruajes de tres categorías. Acomodadas las 800 a 1000 personas que hacían el viaje, se oyó un silbido, que era la señal preventiva del momento de partir. Un silencio profundo le sucedió, y el formidable convoy se puso en movimiento apenas se hizo oír el eco de la campana que es la señal de partida. En los primeros instantes, la velocidad no es mayor que la de los carros ordinarios; pero la extraordinaria rapidez que ha dado a este sistema de locomoción la celebridad de que goza, no tarda en aparecer. El movimiento entonces es insensible, a tal punto, que uno puede conducirse en el coche como si se hallase en su propia habitación. Los árboles y edificios que se encuentran en el borde del camino parecen pasar por delante de la ventanas del carruaje con la prontitud del relámpago, formando un soplo parecido al de la bala. A eso de la una de la tarde se detuvo el convoy en Ris; de allí a la casa del general San Martín hay una media hora, que anduvimos en un carruaje enviado en busca nuestra por el señor Balcarce. La casa del general San Martín está circundada de calles estériles y tristes que forman los muros de las heredades vecinas. Se compone de un área de terreno igual, con poca diferencia, a una cuadra cuadrada nuestra. El edificio es de un solo cuerpo y dos pisos altos. Sus paredes, blanqueadas con esmero, contrasta con el negro de la pizarra que cubre el techo, de forma irregular. Una hermosa acacia blanca da su sombra al alegre patio de la habitación. El terreno que forma el resto de la posesión está cultivado con esmero y gusto exquisito: no hay un punto en que no se alce una planta estimable o un árbol frutal. Dalias de mil colores, con una profusión extraordinaria, llenan de alegría aquel recinto delicioso. Todo en el interior de la casa respira orden, conveniencia y buen tono. La digna hija del general San Martín, la señora Balcarce, cuya fisonomía recuerda con mucha vivacidad la del padre, es la que ha sabido dar a la distribución doméstica de aquella casa el buen tono que distingue su esmerada educación. El general ocupa las habitaciones altas que miran al Norte. He visitado su gabinete lleno de la sencillez y método de un filósofo. Allí, en un ángulo de la habitación, descansaba impasible colgada al muro la gloriosa espada que cambió un día la faz de la América occidental. Tuve el placer de tocarla y verla a mi gusto; es excesivamente curva, algo corta, el puño sin guarnición; en una palabra, de la forma denominada vulgarmente moruna. Está admirablemente conservada: sus grandes virolas son amarillas, labradas, y la vaina que la sostiene es de un cuero negro graneado semejante al del jabalí. La hoja es blanca enteramente, sin pavón ni ornamento alguno. A su lado estaban también las pistolas grandes, inglesas, con que nuestro guerrero hizo la campaña al pacífico.

Vista la espada, se venía naturalmente el deseo de conocer el trofeo con ella conquistado. Tuve, pues, el gusto de examinar muy despacio el famoso estandarte de Pizarro, que el Cabildo de Lima regaló al general San martín, en remuneración de sus brillantes hechos. Abierto completamente sobre el piso del salón, le vi en todas sus partes y dimensiones. Es como de nueve cuartas. El fleco, de seda y oro, ha desaparecido casi totalmente. Se puede decir que del estandarte primitivo se conservan apenas algunos fragmentos adheridos con esmero a un fondo de seda amarillo. El pedazo más grande es el del centro, especie de chapón donde, sin duda, estaba el escudo de armas de España, y en que hoy no se ve sino un tejido azul confuso y sin idea ni pensamiento inteligible. Sobre el fondo amarillo o caña del actual estandarte se ven diferentes letreros, hechos con tinta negra, en que se manifiestan las diferentes ocasiones en que ha sido sacado a las procesiones solemnes por los alféreces reales que allí mismo se mencionan.

¿Quién si no el general San Martín debía poseer este brillante gaje de una dominación que había abatido con su espada? Se puede decir con verdad que el general San Martín es el vencedor de Pizarro; ¿A quién, pues, mejor que al vencedor tocaba la bandera del vencido? La envolvió a su espada y se retiró a la vida obscura, dejando a su gran colega de Colombia la gloria de concluir la obra que él había casi llevado hasta su fin. Los documentos que a continuación de esta carta se publican por primera vez en español, prueban de una manera evidente que el general San martín hubiera podido llevar a cabo la destrucción del poder militar de los españoles de América, y que aún lo solicitó también con un interés, y una modestia inaudita en un hombre de su mérito. Pero sin duda esta obra era ya incumbencia de Bolívar; y éste, demasiado celoso de su gloria personal, no quiso cederla a nadie. El general San Martín, como se ve, pues, no dejó inacabado un trabajo que hubiera estado en su mano concluir. Como parece estar decidido de un modo providencial que nuestros hombres célebres del Río de la Plata, hayan de señalarse por alguna originalidad o aberración de carácter, también nuestro Titán de los Andes ha debido tener la suya. Si pudiéramos considerarlo hombre capaz de artificio o disimulo en las cosas que importan a su gloria, sería cosa de decir que él habla abrazado intencionalmente esta singularidad; porque, en efecto, la última enseña que hay que agregar a un pecho sembrado de escudos de honor, capaz de deslumbrarlos a todos, es la modestia.

He aquí la manía, por decirlo así del general San Martín; y digo la manía, por que lleva esta calidad más allá de lo conveniente a un hombre de su mérito. Por otra parte, bueno es que de este modo vengan a hallarse compensadas las buenas y malas cosas de nuestra historia americana. Mientras tenemos hombres que no están contentos sino cuando se les ofusca con el incienso del aplauso por lo bueno que no han hecho, tenemos otros que verían arder los anales de su gloria individual sin tomarse el comedimiento de apagar con el fuego destructor.

No hay ejemplo (que nosotros sepamos) de que el general San Martín haya facilitado datos ni notas para servir a redacciones que hubieran podido serles muy honrosas; y difícilmente tendremos hombre público que haya sido solicitado más que él para darlas. La adjunta carta al general Bolívar, que parecía formar una excepción de esta práctica constante, fue cedida al Sr. Lafón, editor de ella, por el secretario del libertador de Colombia. Se me ha dicho que cuando la aparición de la Memoria sobre el general Arenales publicada por su hijo, un hombre público de nuestro país, escribió al general San Martín, solicitando de él algunos datos y su consentimiento para refutar al coronel Arenales, en algunos puntos en que no se apreciaba con la bastante latitud los hechos esclarecidos del Libertador de Lima. El general San Martín rehusó los datos y hasta el permiso de refutar a nadie en provecho de su celebridad.

El actual rey de Francia, que es conocedor de la historia americana, habiendo hecho reminiscencia del general San Martín, en presencia de un agente supo público de América, con quien hablaba a la sazón, supo que se hallaba en París desde largo tiempo. Y como el rey aceptase la oferta que le fué hecha inmediatamente de presentar ante S. M. al general americano, no tardó éste con ser solicitado con el fin referido; pero el modesto general, que nada tiene que hacer con los reyes, y que no gusta de hacer la corte ni que se la hagan a él; que no aspira ni ambiciona distinciones humanas, pues que está en Europa, se puede decir, huyendo de los homenajes de catorce Repúblicas, libres en gran parte por su espada, que si no tiene corona regia, la lleva de frondosos laureles, en nada menos pensó que en aceptar el honor de ser recibido por S. M., y no seré yo el que diga que hubiese hecho mal en esto.

Antes de que el marqués Aguado verificase en España el paseo que le acarreó su fin, hizo las más vehementes instancias a su antiguo amigo el general San Martín para que le acompañase al otro lado del Pirineo. El general se resistió observándole que su calidad de general argentino le estorbaba entrar en un país con el cual el suyo había estado en guerra, sin que hasta hoy tratado alguno de paz hubiese puesto fin al entredicho que había sucedido a las hostilidades; y que en calidad de simple ciudadano le era absolutamente imposible aparecer en España por vivos que fuesen los deseos que tenía de acompañarle. El señor Aguado, no considerando invencible éste obstáculo, hizo la tentativa de hacer venir de la Corte de Madrid el allanamiento de la dificultad. Pero fué en vano, porque el Gobierno español, al paso que manifestó su absoluta deferencia por la entrada del general San martín como hombre privado, se opuso a que lo verificase en su rango de general argentino. El libertador de Chile y el Perú, que se dejaría tener por hombre obscuro en todos los pueblos de la tierra, se guardó bien de presentarse ante sus viejos rivales de otro modo con su casaca de Maipú y Callao; se abstuvo, pues, de acompañar a su antiguo camarada.

El señor de Aguado marchó sin su amigo y fué la última vez que le vió en la vida. Nombrado testamentario y tutor de los hijos del rico banquero de París, ha tenido que dejar hasta cierto punto las habitudes de la vida inactiva que eran tan funestas a su salud. La confianza de la administración de una de las más notables fortunas de Francia, hecha a nuestro ilustre soldado, por un hombre que lo conocía desde la juventud, hace tanto honor a las prendas de su carácter privado, como sus hechos de armas ilustran su vida pública. El general San Martín habla a menudo de la América, en sus conversaciones íntimas, con el más animado placer: hombres, sucesos, escenas públicas y personales, todo lo recuerda con admirable exactitud. Dudo sin embargo que alguna vez se resuelva a cambiar los placeres estériles del suelo extranjero, por los peligrosos e inquietos goces de su borrascoso país. Por otra parte, ¿será posible que sus adioses de 1829, hayan de ser los últimos que deba dirigir a la América, el país de su cuna y de sus grandes hazañas?

"Felizmente, el pasado no muere jamás completamente para el hombre. Bien puede el hombre olvidarlo, pero él lo guarda siempre en sí mismo. Porque tal cual es él en cada época es el producto y resumen de todas las épocas anteriores." (La Cité Antique, de Coulanges.)  [2]

Link del cual extraímos dicho documento que contiene carta de Juan Bautista Alberdi, dirigida al General San Martin.: "http://es.wikisource.org/wiki/Entrevista_de[3]_Alberdi_y_San_Mart%C3%ADn".

     

Como vemos Alberdi si bien es atraído por conocer al libertador, lo que maravillo es ver que,  era un hombre bastante sencillo, sin grandes honores, y describió fisonómicamente al General. Creemos que mucho mas había para decir de la entrevista, pero parece ser que su impresión disto de ser lo que él esperaba.

Sección Tercera:

Sus obras

                  Ha aquí la parte quizás mas interesante desde el punto de vista de lo que nos deja el autor, ya que ha escrito distintos tipos obras, de la mas variada así escribirá sobre Economía, Filosofía, Arte, y principalmente, sobre Derecho Publico (Constitucional, Provincial y Tributario)  que nos lleva a pensar sobre su inmenso caudal de conocimiento que poseía Juan Bautista Alberdi. 

                  Solo expondremos un listado incompleto, y comentaremos someramente algunos fragmentos de sus obras por razones de brevedad:

·         Fragmento Preliminar al estudio del derecho (1837)

           Será éste el primer ensayo producto de la madurez que ya poseía el autor en aquel entonces, se expondrán en este libro,  los fundamentos filosóficos del Derecho y la filosofía política, a la vez que construye una teoría general del Estado y del Derecho.               

       

La obra puede considerarse como una introducción al Derecho, a la par que un estudio de Derecho Político. Por otro lado resalta fundamentalmente la importancia del derecho:  "Cuando esta ciencia( Jurídica) haya llegado a sernos un poco familiar, nos hará ver que el derecho sigue un desenvolvimiento perfectamente armónico con el del sistema general de los otros elementos de la vida social; es decir, que el elemento jurídico de un pueblo se desenvuelve en un paralelismo fatal con el elemento económico, religioso, artístico, filosófico de este pueblo: de suerte que cual fuere la altura de su estado económico, religioso, artístico y filosófico, tal será la altura de su estado jurídico." Parecería acertada aquella frase de Pascal la parte esta en el todo, pero el todo esta también en la parte. Alberdi comprendió la misma, por esto considero esencial, que el elemento Jurídico no es lo fundamental para el crecimiento de un Estado, si no que también se integre con el crecimiento de otros elementos igualmente validos como son el económico, artístico, y filosófico (esto en un sentido cultural).

·                         Predicar en desiertos (1838)

  Este fragmento extraído no debe ser mal interpretado, Alberdi era mal interpretado en su época ya que, fue pasible no de pocas criticas por sus estilo de escritura, su forma de ver la realidad le produjo aversiones, como también grandes afectos: "Escribir en La Moda, es predicar en desiertos, porque nadie la lee. ¿Para qué la han de leer? La Moda no da de palos, no da oro; solo debe a las pocas risas que se le escapan, los pocos lectores con que cuenta. ¿Para qué la han de leer? (…) La Moda es para ellos un sucucho, un cuartejo a la calle, una barbería donde un tal Figarillo (seudónimo que utilizaba en sus publicaciones) hace más enredos que barbas.". Debemos también tener presente que La Moda fue la primera editorial, donde publico diversos artículos describiendo la realidad. Predicar en desierto para el autor será "leer su obra a la ligera, siendo mal interpretado"

·                   Reacción contra el españolismo (1838)

                       Desde aquí nos tratara de mostrar que las costumbres forman parte de un pueblo, se arraigan a él y son difíciles de cambiar, pero solo una  conciencia  sobre la libertad nos hará llegar a un estado mas libre: "Después de tan larga esclavitud es difícil saber ser libre. Deseamos serlo, lo repetimos a cada momento; sin embargo, lo seremos de derecho mucho tiempo antes de que reine en nuestras costumbres, en nuestras ideas, en nuestro modo de ver y de vivir la verdadera libertad. Y las costumbres no se varían en un día, desgraciadamente, ni con un decreto; y más desgraciadamente aún, un pueblo no es verdaderamente libre, mientras que la libertad no está arraigada en sus costumbres, o identificada con ellas" (Fígaro,"Jardines públicos")".

·                   La generación presente a la faz de la generación pasada (1838)

                   Alberdi en éste fragmento resaltara la importancia que tuvieron los hombres de mayo en la Independencia, que han sido olvidados por la generaciones venideras, les llamaba hombres prácticos, de la acción, pero se atribuirá a ellos: La Generación del "37, de la cual formaba parte, la Organización de esa  Nación todavía en formación… "Ahí tienen ustedes la joven generación, la gran generación, la esperanza, el porvenir de la patria, como ella misma se dice modestamente. Ahí tienen ustedes los hombres que ya no hacen caso, que tienen en menos, que han echado en olvido a los gigantes de Mayo"

·         La Revolución de Mayo (1839)

·         El gigante Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos dramáticos de una guerra memorable (1842)

·         Ideas para presidir a la confección del curso de filosofía contemporánea (1842)

·         Memoria sobre la conveniencia y objetos de un Congreso General Americano (1844)   

·         Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (1852) 

       Libro de la libertad, capaz de orientar a los ciudadanos por el verdadero camino de nuestras democráticas instituciones, para cumplirse y desarrollarse cada vez más vigorosamente. No realizaremos resúmenes del mismo, pues consideramos imprescindible su estudio integro para su conocimiento.

     Solo diremos que fue un libro fruto de la madurez intelectual que tenia el autor. Mucho se critico sobre la originalidad o no de sus ideas, solo diremos, que: Juan Bautista Alberdi no pretendió ser original, si no que fue un visionario que gracias a su caudal de conocimiento y los antecedentes e ideas imperantes de la época, fundió un crisol que consistió en  ver cual eran los males que aquejaban la organización en esos tiempos, y logro adaptarlas a una posible y actual estructura nacional.

·         Elementos de derecho público provincial para la República Argentina (1853)   

 Precisando nociones de este Derecho, de las instituciones provinciales y la aplicación práctica de sus ideas en el proyecto constitucional para la provincia de Mendoza. La obra es un verdadero compendio del régimen federal, que trata del deslinde de competencias entre la Nación y las provincias. Ha sido y es, un manual de consulta para cualquier investigación científica sobre el Derecho Público Provincial.  

·         Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina (1854)

  Es aborda y explica la relación entre el Derecho y la economía. Allí señala los principios e instrumentos necesarios para consolidar la libertad económica. Una vez mas expondrá con grandes conocimientos, cuales serán los desafíos de una Economía Nacional, y es consecuente con la Constitución Nacional: "El presente escrito, contraído al estudio de las reglas y principios señalados por la ley constitucional argentina al desarrollo de los hechos que interesan a la riqueza de aquel país, pertenece a la economía aplicada, y es más bien un libro de política económica, que de economía política. En él prescindo del examen de toda teoría, de toda fórmula abstracta, de las que ordinariamente son materia de los escritos económicos, porque este trabajo de economía aplicada y positiva supone al lector instruido en las doctrinas de la economía pura; y sobre todo porque están dados ya en la Constitución los principios en cuyo sentido se han de resolver todas las cuestiones económicas del dominio de la legislación y de la política argentina." Nuestro querido Juan Bautista Alberdi es claro, trata Política Económica, y no Economía Política, lo que desde ya señala su gran higiene intelectual, ya que no pretende exponer teorías económicas, si no solo el abordaje político de la misma.

·         El crimen de la guerra (1870)

·         Peregrinación de Luz del Día en América (1871)

·         La Omnipotencia del Estado es la Negación de la Libertad Individual (1880)

·         Grandes y Pequeños Hombres del Plata (1879)

·         República Argentina (1880)

Cronología y contexto Historico de Alberdi

1810: Nace Alberdi en agosto en Tucumán.

1824: Se va a Bs As a estudiar en el colegio de ciencias morales.

1825: Deja el colegio y trabaja con su tío.

1832: Reinicia sus estudios jurídicos.

1837: Dirige el diario LA MODA. Escribe "fragmento preliminar al estudio del derecho"

1838: Actúa en el salón literario. Emigra a Montevideo

1839: Ejerce el derecho y el periodismo, en varios periódicos. Mantiene contacto con Lavalle en contra de Rosas.

1840: Obtiene el título de abogado.

1843: Se embarca junto con Gutiérrez rumbo a Europa.

1844: Regresa a América, primero a Río de Janeiro y luego a Valparaíso donde se convierte en el mas acreditado jurisconsulto de ese lugar.

1853: Se hace la Constitución Nacional. Polémica con Sarmiento

1854: Urquiza lo designa representante diplomático de la Confederación Nacional.

1855: Representa a la confederación ante gobiernos europeos y los Estados Unidos.

1857: Se encuentra con Rosas en Londres.

1859: Obtiene el reconocimiento de nuestra independencia por España.

1860: Se reorganizan los poderes en la República y es separado del cargo.

1865: Comienza la guerra de la triple alianza contra Paraguay. Alberdi se opone y es acusado de traidor.

1874: Publica "palabras de un ausente" donde explica los motivos de su alejamiento del país.

1878: Es elegido diputado por Tucumán al congreso nacional.

1879: Regresa a la patria tras 40 años de ausencia.

1880: Renuncia a su banca y regresa a Europa.

1884: Muere en París.

CRONOLOGÍA ARGENTINA:

Reconquista de Buenos Aires.

·         1808: Invasión napoleónica a España.

·         1809: Llega el Virrey Cisneros, nombrado por la Junta Central de Sevilla.

·         1810: En marzo se convoca a un Cabildo Abierto que resuelve la formación de la 1º Junta.

El 18-12 se incorporan los diputados del interior y se forma la Junta Grande.

·         1811: 1º Triunvirato: Paso, Chiclana y Sarratea.

·         1812: 2º Triunvirato: Paso, Rodríguez Peña y Álvarez Jonte.

Llegan Zapiola, San Martín y Alvear. Formación de la Logia Lautaro.

·         1813: Asamblea del Año ´13.

·         1814: Posadas es designado Director Supremo.

·         1815: Alvear es designado Director Supremo.

·         1816: 09-07: Declaración de la Independencia.

Pueyrredón es designado Director Supremo.

·         1819: Rondeau es designado Director Supremo.

Constitución de 1819.

·         1820: Batalla de Cepeda: caudillos del Litoral VS Buenos Aires.

Comienza el periodo de anarquía.

·         1822: Tratado del Cuadrilátero: paz y amistad entre Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes.

·         1824: Se convoca un Congreso en Buenos Aires.

Se aprueba la Ley Fundamental.

·         1825: En el Congreso de Florida, la Banda Oriental se pronuncia por la unidad con  Argentina.

Comienza la Guerra con el Brasil.

·         1826: Constitución de 1826 (unitaria), que no es ratificada por las provincias.

Se firma la Ley de Capital y la Ley de Presidencia. Rivadavia es designado   presidente.

·         1827: Frente a la renuncia de Rivadavia vuelve a caer el poder central. Nueva guerra civil.

Dorrego es elegido gobernador en Buenos Aires.

Se firma la paz con Brasil.

·         1828: Golpe unitario del General Lavalle.

Asesinato de Dorrego.

·         1829: Lavalle acuerda con Rosas en los Pactos de Cañuelas y Barracas.     

1829-1832: Rosas es designado gobernador de Buenos Aires.

·         1831: El General Paz, que había logrado armar una "Liga Unitaria" en el interior, es   tomado prisionero.

Se firma el Pacto Federal.

·         1832: Rosas se niega a continuar en el gobierno sin las "facultades extraordinarias".

·         1833: 1833-1835: se suceden los gobiernos de Balcarce, Viamonte y Maza.

·         1835: 1835-1852: 2º gobierno de Rosas.

·         1837: Guerra con la Confederación Peruano-Boliviana.

·         1838: Bloqueo francés en el Río de la Plata. Se resuelve con el Tratado Arana-Makeau.

·         1839: Intervención en Uruguay por conflicto entre Rivera y Oribe.

·         1845: 1845-1850: Bloqueo Anglo-francés.

Combate de Vuelta de Obligado. Día de la Soberanía Nacional.

·         1852: Batalla de Caseros: Urquiza vence a Rosas.

Se convoca un Congreso General Constituyente.

Buenos Aires se separa de la Confederación.

·         1853: Constitución del ´53, no es reconocida por Buenos Aires.

·         1859: Se desata la guerra entre Buenos Aires y la Confederación.

·         1860: Pacto de San José de Flores.

Derqui asume la presidencia.

·         1862: Batalla de Pavón. Nuevos conflictos en el interior vuelven a enfrentar a Buenos Aires y la Confederación.

·         1865: 1865-1869: Guerra del Paraguay. Solano López invade Brasil y Argentina.

Se firma el Tratado de la Triple Alianza entre Argentina, Brasil y Uruguay.

·         1867: Estalla una epidemia de cólera en Buenos Aires.

·         1868: 1868-1874: Presidencia de Domingo F. Sarmiento.

·         1869: Los aliados entran en Asunción del Paraguay.

1º guerra jordanista.

·         1870: Empieza la construcción de ferrocarriles.

Urquiza es asesinado en el Palacio de San José.

·         1871: Epidemia de fiebre amarilla.

·         1873: 2º guerra jordanista.

·         1874: 1874-1880: Presidencia de Nicolás Avellaneda.

Comienza un periodo de crisis económica.

·         1876: Ley de Inmigración y Colonización.

Con esta inmigración también penetran ideas socialistas y anarquistas.

·         1878: Roca presenta su plan para la "Conquista del Desierto", siendo un importante antecedente las "zanjas de Alsina"

·         1880: 1880-1886: Presidencia de Julio A. Roca.

·         1884: Se sanciona la Ley de Matrimonio Civil, en plena disputa entre católicos y liberales.

·         1886: 1886-1890: Presidencia de Miguel Juárez Célman.

·         1889: La Unión Cívica de la Juventud realiza un gran acto público para presentarse.

·         1890: 1890-1892: Carlos Pellegrini finaliza la presidencia de M. Juárez Célman.

·         1892: 1892-1895: Presidencia de Luis Sáenz Peña.

·         1895: 1895-1898: José E. Uriburu finaliza la presidencia de L. Sáenz Peña.

·         1898: 1898-1904: 2º presidencia de Julio A. Roca.

·         1904: 1904-1906: Presidencia de Manuel Quintana.

·         1906: 1906-1910: José Figueroa Alcorta finaliza la presidencia de M. Quintana.

·         1910: Centenario de la Revolución de Mayo.

1910-1914: Presidencia de Roque Sáenz Peña.

·         1912: Se sanciona la Ley Sáenz Peña.

·         1914: 1914-1916: Victorino de la Plaza finaliza la presidencia de R. Sáenz Pena.

1914-1918: 1º Guerra Mundial. Argentina se mantiene neutral.

·         1916: 1916-1922: Presidencia de Hipólito Irigoyen.

·         1922: 1922-1928: Presidencia de Marcelo T. De Alvear.

·         1928: 1928-1930: 2º presidencia de Irigoyen.

·         1929: Crisis económica.

·         1930: Golpe de José F. Uriburu, influido por el corporativismo.

Comienza la "década infame" y el "fraude patriótico".

·         1932: Asume el gobierno Agustín P. Justo.

·         1938: 1938-1942: Asume el gobierno Roberto M. Ortiz.

·         1939: 1939-1945: 2º Guerra Mundial. Argentina declara la guerra al Eje al final del conflicto.

·         1942: Ramón S. Castillo finaliza el periodo de R. Ortiz.

·         1943: Se produce un nuevo Golpe de Estado. Pedro P. Ramírez asume el gobierno.

·         1944: Eduardo Farell asume el gobierno, secundado por Juan D. Perón.

Se rompen las relaciones diplomáticas con el Eje.

·         1945: 17-10: un gran número de ciudadanos pide la restitución de Perón en sus cargos.

Se declara la guerra al Eje.

·         1946: 1946-1952: 1º Presidencia de Juan D. Perón.

1º Plan Quinquenal.

·         1949: Se promulga una nueva Constitución, que permite la re-elección del Presidente.

·         1952: 1952-1955: 2º Presidencia de Juan D. Perón.

Muere Eva Perón.

·         1953: 2º Plan Quinquenal.

·         1955: La "Revolución Libertadora". E. Lonardi asume la presidencia. Perón se exilia.

Pedro E. Aramburu hace un nuevo golpe y asume el gobierno.

·         1956: Violentamente se reprimen focos peronistas. El partido queda proscrito.

Una Asamblea Constituyente vuelve a la Constitución de 1853.

·         1958: 1958-1962: Arturo Frondizi gana las elecciones con la ayuda del peronismo.

·         1961: Alianza para el Progreso, de John F. Kennedy.

·         1962: A. Frondizi es obligado a renunciar. José Maria Guido finaliza su mandado.

·         1963: 1963-1966: Presidencia de Arturo U. Illia.

·         1966: Nuevo Golpe de Estado pone en el gobierno a Juan Carlos Ongania.

Se produce el episodio conocido como la "Noche de los Bastones Largos".

·         1970: Ongania es derrocado y asume la presidencia Roberto M Levingston.

·         1971: Levingston es derrocado y sucedido por Alejandro A. Lanusse.

1971-1973: Gobierno de Lanusse.

·         1973: Lanusse permite nuevos partidos y llama a elecciones.

Héctor José Cámpora asume la presidencia. Cede el poder a Juan D. Perón.

·         1974: Perón fallece. Es sucedido por su 2º esposa: Isabel Martínez de Perón.

Isabel se demostró débil en el poder. Grupos de izquierda y derecha chocaban constantemente.

·         1976: 24/03: una Junta Militar realiza un nuevo Golpe.

1976-1981: Jorge Rafael Videla asume la presidencia.

·         1977: La Comisión Argentina de Derechos Humanos denuncio ante la ONU al régimen militar.

·         1981: Roberto Viola sucede a Jorge R. Videla.

Leopoldo Galtieri sucede a R. Viola en el gobierno.

·         1982: Guerra de Malvinas.

L. Galtieri es reemplazado por Reynaldo Benito Bignone, muy desacreditado por la guerra.

·         1983: Se convoca a elecciones: Raúl Alfonsín es elegido presidente.

1983-1989: Presidencia de Raúl Alfonsín.

·         1984: Tratado de paz y amistad Argentino-chileno.

·         1985: Se presenta el Plan Austral como solución frente a la inflación.

·         1989: 1989-1999: Presidencia de Carlos S. Menem.

·         1991: Indulto a las Fuerzas Armadas.

·         1995: Tras reformar la constitución, Menem es nuevamente elegido presidente.

1995-1999: 2º presidencia de Carlos S. Menem.

·         1999: 1999-2001: Presidencia de Fernando de la Rúa.

·         2001: Ahogado por la situación política y económica De la Rúa debe renunciar.

Crisis: se suceden las presidencias de Puerta, Rodríguez Saa, Camaño y Duhalde.

2003: Asume la presidencia Néstor Kirchner.

SU EXILIO

EXILIO MONTEVIDEANO

Cuando Alberdi se aproximaba a Montevideo, un 25 de noviembre, el llegaba a una ciudad pujante y rica gracias al bloqueo francés a Buenos Aires. Allí los exiliados se reunían en los cafés para comentar las noticias que llegaban de Buenos  Aires, los argentinos que estaban ahí se dividían en dos bandos. Los unitarios los cuales se decía que eran arrogantes, con ideas fijas y desdeñosos y el segundo bando lo conformaban los federales que habían sido expulsados en 1835. Pero mas allá de estar separados, estaban unidos por el odio a Rosas.

Durante los primeros cuatro meses de su exilio, Alberdi redactaba sobre política exterior, principalmente sobre la cuestión francesa. Pero esto le llevaba solamente unas pocas horas por la mañana, y el resto del día se dedicaba a moverse entre los círculos conspiradores tratando de organizar el derrocamiento de Rosas.

Desde la redacción de su diario, inició una campaña para transformar el pensamiento de los emigrados, postulando al general Lavalle como líder de un ejército que los liberase del gobernador de Buenos Aires. También aseguraba sobre la necesidad de aliarse con Francia para estos fines, ya que estaban unidos a Francia por el mismo principio de igualdad y libertad. Pero en ese momento Lavalle ya estaba retirado de sus aspiraciones políticas, vivía pacíficamente en su estancia. Es por ello que Juan Bautista debió perseverar, mandar numerosas cartas para convencerlo y lograr que arribe a Montevideo a preparar un ejército.

Las cosas así, Alberdi renuncia al diario El Nacional y funda La Revista del Plata, mientras que Lavalle ultima detalles y ayudado por la flota francesa zarpa desde Martín García. En Buenos Aires algunos jefes del ejército se habían comprometido a pronunciarse contra Rosas al llegar de Lavalle. Pero éste equivocó el plan y desembarcó en Entre Ríos, cosa fatal para los conspiradores.

Alberdi sufrió una gran depresión por esto, pero se fue recuperando lentamente, mientras apresuraba los trámites para ser habilitado como abogado.

Lavalle ya en Buenos Aires esperó en vano que sus habitantes se levantaran en contra de Rosas y se replegó al Norte,  y luego de varias batallas perdidas murió en Jujuy en 1841, cuando los franceses ya habían firmado la paz con Buenos Aires y habían levantado el bloqueo.

De a poco comienza a ganar fama como abogado y conoce a una mujer muy importante en su vida, Lastenia Vidal. Pero su obsesión por derrocar a Rosas no decaía. Es entonces cuando dolorido por su inacción decidió junto con Juan María Gutierrez emprender un viaje a Europa, el cual logró el 2 de abril de 1843.

SU EXPERIENCIA EUROPEA

Ya en Europa Alberdi se encontraba en casa de Manuel Guerrico. Allí fue cuando conoció a San Martín. Decía Juan Bautista que la impresión que le causó el general fue la de un hombre humilde y sencillo, no denotaba la notoriedad que había tenido durante la guerra de la Independencia de América.

A esa gran aventura se le sumó la de viajar por primera vez en ferrocarril, símbolo del progreso según diría luego en el diario que llevaba consigo para anotar todas sus vivencias en el viejo continente.

En sus primeras semanas allí, se dedicó a conocer lugares a los cuales siempre había querido ir, no dejando de sorprenderse con el pasar de uno a otro. Pero luego tendría que detener su intenso viaje, cuando debió guardar cama a raíz de un malestar gástrico. A pesar de ser bien atendido por sus amigos, al sentirse enfermo comenzaron las nostalgias por su patria. Un obligado rechazo a la invitación de San Martín a cenar en su casa, intensifico aún más una depresión muy fuerte en él.

Llego el frío y Alberdi ya estaba decidido a volver a América. Su visión sobre Europa comenzó a cambiar, decía que los americanos le daban más valor del que se merecía.

Entonces llegó al puerto de El Havre para tomar su buque hasta América, pero el lugar le pareció austero y triste, el clima no ayudaba, hacía mucho frío y debía esperar unas semanas hasta la partida.

Estaba acosado por las dudas, sabía que su pasaje terminaba en Río de Janeiro, pero no sabía que iba a hacer una vez que llegue ahí, si irse a Montevideo, partir a Chile, quedarse en Río. El futuro era un interrogante para él.

Llegado a Río, la ciudad le pareció triste y pobre, le molestaron los centenares de esclavos que tenía cada familia. Visitó a Rivadavia, sin respuesta alguna. Finalmente supo de un ofrecimiento para ir a Valparaíso y como estaba a disgusto allí decidió emprender viaje.

Recién llegado a Valparaíso se le presentó la oportunidad de ejercer en su profesión de abogado, saliendo en defensa del diario El Mercurio.

Fue colaborador del periódico El Mercurio. Se licenció en la , regida en ese entonces por Andrés Bello, en la que presentó la tesis Memoria sobre la conveniencia y el objeto de un Congreso Organizador Americano (1844). De 1846 es la Biografía del General D. Manuel Bulnes, presidente de la República de Chile. Se vinculó con Domingo Faustino Sarmiento, con quien tuvo su primer conflicto al instarle a abandonar la ortografía y las modificaciones gramaticales que éste había propuesto. En el ensayo Acerca de la acción de la Europa en América desarrolló sus ideas sobre la necesidad de una política inmigratoria, pensando en las razas europeas más avanzadas. En 1847 escribió La República Argentina, treinta y siete años después de su Revolución de Mayo (1847).

Allí en Chile, Alberdi encontró, junto a otros como Mitre y Sarmiento la libertad que no tenían en su patria. El presidente y su ministro los protegían y los nombraron en distintos cargos, entre los cuales a Alberdi se lo designó secretario de la Intendencia de Concepción, cargo que aceptó porque sus fondos estaban exhaustos.

DE NUEVO EN EUROPA

LAS GESTIONES DE ALBERDI EN MADRID

En materia de inmigración tenia un criterio selectivo prefería la inmigración anglosajona.

       

Justo José de Urquiza

Encomendado por Urquiza, Alberdi viajó a Europa en misión diplomática, su cometido era evitar que las naciones europeas reconocieran a Buenos Aires como nación independiente.                                                                  

.          Convencido por la creencia de las ventajas mutuas que reportaría el futuro acuerdo, quiso Alberdi eliminar todo riesgo de postergación -que implicaba la posibilidad de ventajas para el gobierno porteño- y debido a ello el enviado argentino cometió el error más grande de su trayectoria pública.                                

. En cuanto al espinoso tema de la deuda del Virreinato, Alberdi la limitaría al territorio argentino, excluyendo Bolivia, Paraguay y Montevideo sin fijar término. En cuanto al punto planteado por la corte de Madrid respecto de la nacionalidad española para los nacidos en territorio de la Confederación, Alberdi contó con el rechazo unánime de la opinión rioplatense -como lo advertían acertadamente todos los peninsulares destacados en el Plata, aunque su opinión no pesara demasiado en la corte española-. Para Alberdi era de importancia secundaria comparada con su obsesión de lograr la adhesión de España y obtener el reconocimiento de esta nación ganando de mano a la desafiante Buenos Aires. La idea fija de Alberdi, producto de las interminables luchas civiles, era lograr la unidad nacional a cualquier costo.                                                                                                                     

Esta convicción alberdiana y la necesidad de obtener el reconocimiento español como instrumento de lucha en la guerra sostenida contra el gobierno de Buenos Aires quedó evidenciada en sus propias anotaciones de viaje, que decían al respecto: 

         ¿No se ha decidido no imponer nuestra ciudadanía a nadie? ¿No es libre el argentino de hacerse ciudadano ruso?   Es una pregunta que planteamos a la clase.-                          .

          Por otra parte, el hecho es más fuerte que la ficción. La tierra de cada hombre es la de su nacimiento. Que nazcan españoles en el Plata ¿qué importa? A su vez cada uno verá su 25 de Mayo. Después, si España fuese Inglaterra o Francia… pero ¿quién dejaría la ciudadanía de su país en formación, por la de un país que se disuelve?

Población es lo que más importa, sea de ciudadanos, de vecinos o de extranjeros.

Dispuesto a lograr su objetivo, el 2 de febrero de 1857 Alberdi elevó al entonces ministro de asuntos exteriores del gobierno español, marqués Pedro José Pidal, un Memorándum sobre el estado político de cosas de la República Argentina con respecto a España, y sobre los medios de regularizar y estrechar las relaciones de amistad, de comercio y de navegación entre ambos países.                                                                          

En dicho memo, Alberdi se esforzó por convencer a las autoridades españolas de las ventajas que acarrearía a éstas la firma de dos tratados con el gobierno de la Confederación, uno de paz y otro de reconocimiento. "Por el primero, España renuncia al territorio de la República Argentina que fue colonia; por el segundo, lo recupera como mercado libre: al mismo tiempo que lo renuncia para su gobierno lo adquiere otra vez para su comercio". El documento indicaba como pilar del tratado el reconocimiento de la independencia argentina y la integridad de su territorio, y por parte del gobierno de la Confederación Argentina el compromiso de abonar las deudas procedentes de secuestros y de Tesorería del antiguo Virreinato del Río de la Plata, con exclusión de Bolivia, Paraguay y Uruguay, tal como se había declarado por leyes de 1821 y 1826. Finalmente, el memorándum señalaba las ventajas para el gobierno español de sostener la autoridad del gobierno de Paraná, para fortalecerlo frente a apetencias extranjeras y demostrar la legitimidad de la unión nacional frente a los desafíos del gobierno porteño. 

Los dos tratados -de paz y consular- fueron firmados el 29 de abril de 1857. Bajo la convicción de que la Confederación Argentina debía poblarse para promover su adelanto, y asegurar la integridad territorial mediante la declaración contenida implícitamente en dichos tratados -que Buenos Aires componía la República Argentina, tal como lo establecía el explicitado artículo 34 de su Constitución-, Alberdi concedió lo que ningún rioplatense estaba dispuesto a ceder al gobierno español. Los artículos principales de estos polémicos tratados obtenidos por Alberdi decían:

Artículo 4º) La República Argentina, considerando que es justo y natural que suceda a la Corona de España en las cargas y deberes, así como le sucede en los derechos y privilegios inherentes al Gobierno de dicho país, reconoce solemnemente por el presente tratado como deuda consolidada de la República, tan privilegiada como la que más (en consonancia con lo que ya estableció espontáneamente en sus leyes), todas las deudas contraídas por el Gobierno Español y sus autoridades, únicamente en las antiguas Provincias de España que forman hoy o lleguen a formar el territorio de la República Argentina.                                 

A esta deuda de la Nación Argentina corresponden por consiguiente todos los créditos por pensiones, sueldos, suministros, anticipos, fletes, empréstitos forzosos, depósitos, contratas y cualesquiera otros, ya de guerra, ya anteriores a ella, que pesasen sobre las mencionadas Provincias, siempre que procedan de órdenes directas del Gobierno Español o de sus autoridades allí establecidas hasta la época en que estas evacuaron completamente aquel país. 

Artículo 8º) Los hijos de españoles nacidos en el territorio de la República Argentina seguirán la nacionalidad de su padre, durante la menor edad. En saliendo de la patria potestad, tendrán derecho a optar entre la nacionalidad española y argentina.

Aquellos españoles que hubiesen residido en la República Argentina y adoptado su nacionalidad, podrán recobrar la suya primitiva, si así les conviniere, para lo cual tendrán el plazo de un año los presentes y de dos los ausentes. Pasado este término, se entenderá definitivamente adoptada la nacionalidad de la República.

La simple inscripción en la matrícula de nacionales que deberá entregarse en las Legaciones y Consulados de uno y otro Estado, será formalidad suficiente para hacer constar la nacionalidad respectiva. Los principios y las condiciones que establece este artículo serán igualmente aplicables a los ciudadanos argentinos y a sus hijos en los dominios españoles.                               

La particular versión que el enviado porteño Juan Thompson dio de las causas que movieron al gobierno español a celebrar los tratados con el gobierno de la Confederación Argentina a pesar de sus esfuerzos por evitarlo fue vertida en una carta que Thompson envió al ministro de gobierno del Estado de Buenos Aires Dalmacio Vélez Sársfield, el 5 de mayo de 1857:                             

Tanto los sucesos de México como la intervención directa de los Gabinetes de París y de Londres han favorecido las gestiones del doctor Alberdi. Tengo motivos para creer que el Gobierno Español estaba decidido a aplazar todo pacto escrito hasta conocer la solución de las cuestiones pendientes entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación. El propio doctor Alberdi había casi perdido toda esperanza y pensaba ausentarse, cuando súbitamente y con el mayor misterio fue llamado para firmar el tratado de reconocimiento de la independencia en la tarde del 28 del mes anterior. Harto sabido es que las circunstancias especiales de España constituyen a esta Nación en un satélite de aquellos poderosos Gobiernos, y muy particularmente de la voluntad del Emperador de los Franceses. A no mediar esta circunstancia, es sabido que el Gabinete de Madrid, penetrado cual estaba de la conveniencia de un aplazamiento, nada hubiese firmado por ahora, sobre todo conociendo que sus verdaderos intereses radican en Buenos Aires; y considerando el asunto con la serenidad que su naturaleza reclama, en nada perjudica a Buenos Aires la existencia de aquel pacto, pues no habiendo concurrido a su confección, claro es que quedan a salvo su libertad y su independencia.                                    

El 3 de junio de 1857, Alberdi se dirigió al presidente Urquiza, mostrándole los logros de la misión, aunque el diplomático de la Confederación Argentina era consciente de que ese éxito había sido obtenido al costo de no observar las expresas instrucciones del gobierno de Paraná. Respecto de la cuestión de la deuda pendiente con la corte española, Alberdi explicaba a Urquiza lo siguiente:              

En Madrid hice registrar los expedientes que hubiese de cobranzas pendientes: sólo se hallaron unos pocos, y el más importante al parecer que se examinó, era de valor de $ 2.000. Para el pago de lo que debemos (si algo debemos aún) V.E. verá que no tenemos que hacerlo en dinero, sino en papeles o efectos de deuda pública, o en tierras baldías. No debemos, pues, tener apuros sobre este punto: otras Repúblicas más pobres han aceptado esa misma obligación, y la experiencia ha probado que nada o muy poco significaba en sí. Por otra parte, la deuda de secuestros es recíproca.

En cuanto a la de Tesorería, V.E. sabe que no les dimos tiempo a los españoles a contraerla, porque en un instante fueron depuestos, vencidos y echados de lo que es hoy territorio argentino. En Bolivia y Montevideo, donde se ensangrentó la guerra, dichas obligaciones ya no nos tocan; y esto está estipulado en el tratado.

En cuanto a la cuestión de "ciudadanía", ésta fue resuelta por Alberdi de acuerdo con el artículo 20º de la Constitución de 1853, que entre los derechos de los extranjeros establecía el no verse obligado a admitir la ciudadanía argentina, y de acuerdo al derecho internacional que consagraba el ius sanguinis, con las excepciones de Inglaterra y el Estado de Buenos Aires. No obstante, el enviado de la Confederación Argentina albergaba dudas acerca de la aceptación de los resultados obtenidos

en Madrid por parte del gobierno de Paraná, tal como se desprende de otros pasajes de su nota a Urquiza.                                     

Como resultado de los tratados firmados por Alberdi en Madrid, triunfaba pues el ius sanguinis. Era la primera vez que un tratado rioplatense tomaba esta doctrina. Asimismo, la proyección del ius sanguinis era prácticamente infinita, puesto que por la claúsula de nación más favorecida inserta en otros convenios internacionales, inmediatamente otros países europeos reclamarían idéntico privilegio al obtenido por los españoles.     

La doble obsesión de Alberdi de poblar el vasto y casi desierto territorio de la Confederación y de captar las corrientes de población hacia territorio confederado en vez de que éstas pasaran por Buenos Aires, llevó al autor de las Bases a buscar el reconocimiento español a este precio. A su vez, las polémicas gestiones de Alberdi dieron a las autoridades porteñas un nuevo argumento en su lucha contra el gobierno de Paraná.

Señalaba Alberdi en su carta:     

He firmado, Señor, estos tratados como todos los actos de mi vida pública, sin temor, sin interés, sin vanidad, con la convicción tranquila de que hacía un bien a la República. Creo que es una alta gloria y una grande ventaja política para nosotros el que la Confederación sea reconocida y considerada por España como idéntica a la República Argentina que desde 1810 tomó el lugar del Virreinato de Buenos Aires o del Plata.

Con todo, si V.E. cree no deberlos ratificar, mi amor propio no se lastimará en lo mínimo porque V.E. tenga una opinión suya, así como yo he tenido la mía, formada en nuestras instituciones e intereses públicos y en mis instrucciones oficiales.

Salvo un breve periodo entre 1879 y 1880, Alberdi permaneció en el exilio europeo sin dejar por ello de escribir sobre lo que consideraba su sistema de pensamiento y de fustigar las traiciones de los liberales en el poder. En 1874 escribió las Palabras de un ausente en que explica a sus amigos del Plata los motivos de su alejamiento. Ese mismo año fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia Española. En el artículo titulado De los destinos de la lengua castellana en la América antes española, cuestionó la pretensión colonial de España, visible en las academias instaladas en los diversos países de América: "las lenguas no son obra de las Academias; nacen y se forman en la boca del pueblo, de donde reciben el nombre de lengua, que llevan".

Partes: 1, 2, 3
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