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La historia frente a la globalización y la posmodernidad (página 2)


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III- El nosotros latinoamericano

El etnocentrismo europeo ha orientado el surgimiento de una pretendida Historia Universal, que busca explicar los cambios ocurridos en todo la historia de la humanidad bajo parámetros occidentales. Morales (1981) señala: "Una concepción de la historia con pretensiones hegemónicas y monopolizantes en el proceso de una invención de la historia de los hombres a escala planetaria. En una buena medida el eurocentrismo es una concepción étnica y también racial. La historia eurocéntrica blanca, sin presentación." (p.41)

Desde Herodoto, considerado como el padre de la historia escrita, parte por reafirmar y revalorizar la cultura Griega sobre otras, fundamentalmente sobre la egipcia. Pericles hablaba de la supremacía Ateniense, Libio escribió la historia de Roma como si se tratara de toda la humanidad y esta pretensión etnocéntrica y universalista llegaría a su máximo con La Enciclopedia (1751-1772).

Desde entonces se ha pretendido establecer una división entre una historia después de la civilización Greco Romana (germen de la civilización occidental) y otra etapa anterior, la considera como prehistórica, para referirse fundamentalmente no solo a los pueblos sin escritura sino a las grandes civilizaciones orientales (fundamentalmente la egipcia, primera de todas las grandes civilizaciones) es decir a los países que ocupan las naciones del sur, hoy países subdesarrollados. Una gran paradoja hoy para el debate posmoderno que revaloriza el lenguaje simbólico – frente al lenguaje alfabético- mientras que la historiografía occidental aun dominante lo considera el hito con el que se separa la historia de la prehistoria

Desde los griegos, Herodoto, Pericles en Atenas, luego Libio en Roma, conocemos una historiografía con pretensiones universalistas que tiene a su favor haber roto con el misticismo, el carácter estrictamente religioso con los que los hombres se veían así mismos, pero esta historia es marcadamente sesgada una historia etnocéntrica que pretende explicar al resto del mundo en función de los intereses propios, que legitima la supuesta supremacía de una cultura o civilización sobre otras. Así lo hicieron los griegos con respecto a los egipcios, desde allí surge la figura de los otros, los bárbaros, cuando en realidad se referían a la primera gran civilización humana. Pero esta pretensión etnocéntrica no solamente es europea, basta ver como los aztecas, los incas se veían así mismos como centro o el ombligo del mundo. La diferencia consiste en que el etnocentrismo de los países hegemónicos occidentales ha servido para legitimar la violencia, el genocidio, sobre las otras poblaciones o culturas consideradas como inferiores y para establecer clara diferencias entre civilizados y barbarie, pueblos históricos y prehistóricos, cultura occidental vs. el resto del mundo, países autodenominados primer mundo vs. tercer mundo, desarrollados vs. subdesarrollados, ricos vs. pobres, norte vs. sur.

G. Vattimo (1990), es aún más radical en su concepción sobre la imposibilidad de la historia universal: "No existe una historia única, existen imágenes del pasado propuestas desde diversos puntos de vista, y es ilusorio pensar que exista un punto de vista supremo, comprensivo, capaz de unificar todos los demás (como sería la historia que engloba la historia del arte, de la literatura, de las guerras, de la sensualidad, etc.) "(p.11).

Habermas (1986) difiere de ésta negación de la historia como colectivo, aunque si comparte la crítica al historicismo ilustrado: "El colectivo singular "historia" no se elimina sustituyéndolo por plurales. Existen indicadores que la unidad universal de la historia en este globo (y en torno a él) es hoy una realidad o mejor, se ha convertido en una realidad "(p.448)

Para Habermas estos indicadores de unidad son el lenguaje, el trabajo, la interacción y los sistemas de interpretación. Ya Toymbee anteriormente se había pronunciado por la identidad de los seres humanos por el simple hecho de serlo, para ello cita al antropólogo Murphy: "La semejanza de las ideas y practicas son principalmente debido a la similitud de la estructura del cerebro humano… la mente tiene ciertas características, poderes y métodos de acción universal…" (p.75)

La historia latinoamericana (cuando aún éste término no existía) como unidad, comienza a escribirse desde el diario del Almirante Colón, no es una historia académica, pero al fin pretende explicar desde afuera qué somos, de dónde venimos, y hacia dónde vamos: éramos bárbaros, sin religión monoteísta, sin dominio de la tecnología (hierro, pólvora). Fundamentalmente ubicados en el paleolítico, por no haber trabajado con los metales pero paradójicamente capaces de crear las obras arquitectónicas que aún causan envidia en Europa y Norteamérica. Esta visión marcadamente occidentalizada demarca los antecedentes de nuestra primera historiografía, cargada de etnocentrismo, de mitología, de prepotencia cultural y religiosa y de una ambición desmedida.

América tierra nueva, ingenua, necesita de un gran impulso salvador (más no modernizante) representado por la madre Europa, acabar con las culturas existentes y reconstruir sobre bases europeas (pero en condiciones de dependencia con ésta) es el único sentido de su historia: negación y progreso.

Esta visión histórica va a ser dominante en Europa y en nuestra clase criolla hasta finales del siglo XVIII, con el advenimiento de los estudios científicos. Desde entonces comienza a reescribirse una historia en Europa que es portadora del discurso cientificista que profundiza la perspectiva eurocéntrica con pretensiones enciclopedista y universalista. Fue Hegel quien por primera vez se refirió a América como un continente prehistórico por su imposibilidad de haber constituido un Estado, desconociendo la existencia de nuestras ciudades- estados precolombinos, y aún más el desarrollo de grandes imperios y civilizaciones (Maya, Azteca, Inca)

No hay historia, entramos a la historia con Europa, según esta visión predominante en la Europa de Hegel, Kant y Marx, América no es una sociedad histórica es sólo una geografía. Esta historiografía no reconoce las diferencias sino las supuestas inferioridades y esta inferioridad ya no es explicada a partir de parámetros religiosos sino científicos, según lo cual nuestra natural De esta visión eurocentrista se harían eco muchos de nuestros grandes intelectuales en el siglo XIX, que sin estudiar a profundidad nuestra historia aborigen, en defensa de un proyecto iluminista y de modernización al estilo europeo, reproducirían este eurocentrismo. Así lo hicieron la mayoría de nuestros intelectuales. Solo por citar uno de tantos, veamos lo que señalo Sarmiento (citado por Pinillos (1993): "De la fusión de estas tres familias (españoles, indios y negros) ha resultado un todo homogéneo que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidad industrial… Mucho debe haber contribuido a producir este resultado desgraciado, la incorporación de indígenas que hizo la colonización… "(p.55)

La Historia de América Latina y del resto de los países hoy llamados subdesarrollados y geográficamente ubicados mayoritariamente al sur del globo terráqueo, ha sido fundamentalmente escrita, tanto por propio como extraños, a partir de parámetros ajenos, impuestos. Nuestra historia ha sido una reproducción de la cosmovisión del mundo a partir de una cultura dominante: la europea- occidental.

Así ha sido escrita nuestra historiografía tradicional y esta perspectiva ha sido reproducida en los relativamente recientes estados nacionales, desde las corrientes positivistas pasando por el positivismo y el propio marxismo, se ha escrito la historia de las elites, de los héroes, de las grandes contiendas, de las cronologías que resalta los hechos políticos-militaristas.

Una historia centralista que contribuyó a la legitimación de gobiernos y de caudillos militares. Una historia que copió conceptos, teorías, de los países hegemónicos, pero junto a estos también contribuyó a trasladar y legitimas la dependencia económica, política y cultural. Una historia y unas ciencias sociales que ayer y hoy sin filtros, sin cuestionamiento, sin contextualización han contribuido a que seamos penetrados y demos como legítimos conceptos y procesos como los de trabajo, capital, democracia, ciudadanos, libertad, como si estos fueran universalmente validos y no requirieran ser contextualizados o simplemente rechazados si no responden a nuestra idiosincrasia. Una historia que nos ha periodizado siguiendo las mismas etapas de la historia europea: paleolítico, neolítico, edad antigua, edad media, edad moderna, posmodernidad, cuando en realidad ninguna de estas etapas las hemo vivido en nuestro propio desarrollo, pasamos de una vida comunal conjugando luego lo peor del esclavismo, la edad media, el feudalismo, capitalismo, la modernidad y hoy nos hablan y nos piden que seamos posmodernos, cuando muchos de nuestro países no tienen claros que es o que fue la modernidad.

Muchas de las perspectivas historiográficas que intentan ser distintas caen en los mismos errores, al pretender no sólo enjuiciar sino al circunscribir la historiografía en una leyenda blanca, donde colonización fue igual a universidades, a progreso, a cultura y para otros una leyenda negra: esclavitud, usurpación, intolerancia, etc. Lo cierto es que ambas reflejan esa dicotomía de amor y odio con la que hemos escrito nuestra historiografía.

Esta percepción historiográfica nos lleva a percibir el siglo XIX, Era Republicana, como si la realidad fuera producto sólo de la gesta independentista. Se produce una negación de la etapa colonial y en contrapartida una exaltación a los héroes de la independencia, se personaliza la historia perdiendo su carácter colectivo. Esta historia romántica iniciada a mediados del siglo XIX tenía como intención unificar las nuevas repúblicas, darle sentido colectivo.

Esta historiografía está vinculada estrechamente al surgimiento de nuestros Estados nacionales, esta guiada más por el sentimentalismo y el simbolismo que por la investigación académica (rigurosidad en las fuentes, imparcialidad histórica, etc.) en ella queda desdibujada la mayoría de la población, se convierten en pueblo uniforme (o masa) que sólo sirve para dar legitimidad a los caudillos como "dignos herederos" de los "padres de la patria". Según el historiador Germán Carrera Damas (1998), esta es una historia de la "mentalidad criolla": "Esos criterios sirvieron sobre todo para fundamentar y preservar la independencia nacional, para apoyar la aspiración de libertad, pero no han sido igualmente eficaces para promover la democracia, procurar el bienestar de las sociedades". (p.9).

Pero ambas corrientes históricas (Positivista y Marxista) coinciden en la percepción de la historia como evolución a etapas superiores, ambas subestiman nuestro pasado indígena y negroide, ambas subestiman el papel de la mayoría de la población. Esta perspectiva historiográfica que establece una brecha entre culturas prehispanicas y cultura hispánica entre una prehistoria (que no es historia sino geografía) y la historia, produjo el surgimiento de la Antropología, como ciencia de los hombres primitivos, como si éstos no formaran parte de la historia, por el simple hecho de no contar con un sistema de escritura como la entendemos hoy, una tecnología o un Estado en el sentido occidental.

A favor de esta Antropología debemos decir, que ésta ha permitido rescatar lo negado por la historia dominante (universal o nacional) y hoy ha permitido rescatar en categorías tan eclécticas como las de: pueblo, cultura popular, campesino, clase humilde o baja, marginados, mayorías, etc. lo que en ella se esconde, la herencia de un pasado aborigen, de una cultura que aunque subordina a la de las elites blancas aún perdura. Pero en contra de esta Antropología, o mejor aún de su utilización, podemos decir que ha profundizado una brecha entre la Historia (abierta por esta) y la Antropología, como sí ambas no pretendieran comprender el transcurrir del hombre en el tiempo, hombre en plural: blanco, indio, negro; y el tiempo desde sus orígenes hasta el presente.

Conceptos como el papel del caudillo o de la vanguardia, simbolizan la supremacía de una elite sobre un colectivo incapaz de decidir su propio destino. Villega, A. (1993) señala: "El ejercicio de la soberanía popular, el de que el pueblo se gobierne a sí mismo, ha sido obstaculizado en América, no sólo por las dificultades prácticas que implica ésta soberanía, sino por que los políticos, los que podríamos llamar políticos profesionales, se han visto siempre poseídos por una desconfianza hacia las capacidades populares para el ejercicio soberano. "(p.30)

Esa desconfianza ha sido por igual entre los ilustrados independentistas y los socialistas del siglo XIX, tanto Bolívar en Venezuela, como Fray Servando Teresa de Mier en México, se refieren a la imposibilidad de la democracia por no contar con un pueblo maduro, por no ser aún ciudadanos, los pensadores de finales de siglo hablan del "gendarme necesario", una especie de civilizador nacional y los marxistas se refieren a la vanguardia: Villegas, A. (1993), señala: "Hay también una elite revolucionaria que no oculta su desconfianza hacia el pueblo.

Esta desconfianza se manifiesta en la teoría de la "vanguardia" revolucionaria y del foquismo, es la teoría que afirma que las clases trabajadoras por sus propias fuerzas no llegan más que a la antesala de la revolución, cuando llegan…"(p.37)

Entre blancos y mestizos, héroes y víctimas, líderes y pueblos, vanguardia y clase trabajadora, entre el amor y el odio, o entre el mestizaje (especie de mezcla que químicamente, sin parcialidad, ha unido nuestro pueblo) o el etnicismo (racista), entre lo local, lo nacional y lo regional, entre diversidad y homogeneidad se ha escrito nuestra historia. Su desconstrucción es imperante pero no es tarea fácil.

IV.- Naturaleza, Objeto y Divulgación de la Historia: Los Estados Nacionales y la Educación.

LA HISTORIA así como la sociología, la economía, y el resto de las ciencias sociales, surgen en el contexto de la formación de los estados nacionales, en el desarrollo del capitalismo, de las nuevas clases sociales. Todos esos elementos que conformaron la realidad moderna hoy deben ser revisados, algunos han perdido vigencia, otros están trastocados, por lo tanto las categorías de análisis no pueden ser las mismas. Hoy frente a la globalización las barreras económicas han tendido a desaparecer, los organismos internacionales se inmiscuyen en decisiones que antes solo le correspondían a los estados nacionales, los avances en la tecnología de la comunicación "desangran y avasallan" las ya debilitadas fronteras de los nacionalismos e identidades culturales y aunado a esto, la propia deslegitimación de lo político, el desarrollo de organizaciones paralelas a las funciones del estado están debilitando no solo aspectos relacionados a las ciencias de la historia sino a su propia naturaleza y razón de ser .Según Leschner (1996):

El proceso de globalización se caracteriza precisamente por desbordar el ámbito del Estado Nacional. Actualmente las instancias internacionales (Banco Mundial, FMI, etc.) restringen la autonomía estatal de modo tal que numerosos instrumentos (política monetarias, gasto fiscal) que antes estaban a disposición del Estado, ahora se han trasformado en condiciones o parámetros externos que fijan el marco de la acción estatal."(p.121).

LA HISTORIA como ciencia moderna surge para legitimar los nacientes estados nacionales, esa fue su razón de ser, hoy esa razón se debilita. La historia de los estados nacionales surge para enfrentar la historia tradicional de carácter etnocéntrica y universalista, pretendió defender las particularidades, despertar los sentimientos de pertenencia, servir de vínculo unificador, construir colectivos que den sentido y orientación hacia el futuro. Hoy se nos "invita" al surgimiento de una nueva historia universal que teniendo como base el proceso globalizador se nos presenta como más simétrica e igualitaria. Las culturas, las identidades, son percibidas ahora bajo esta nueva lectura universalista como barreras, como promovedoras de movimientos xenófobos, que nos alejan de los beneficios económicos y culturales que la humanidad como un todo ha producido.

Los estados nacionales, máxima representación de la división espacial en la modernidad, institucionalizaron el estudio, la investigación, la divulgación de la historia a través del academicismo, de la escolaridad (Charles-Oliver Carboner). Las instituciones educativas surgen igualmente en la modernidad como mecanismo de socialización, en sustitución de la debilitada y dividida institución familiar, para crear las bases de un pensamiento colectivo que legitimara el estado nación. Hoy frente al surgimiento de un pensamiento universalista propiciado por la globalización, la revolución informática y ante el debilitamiento ya señalado de los estados nacionales, que ha sido la razón de ser y el sostén material e ideológico de las instituciones educativas, estas también se ven tocadas por la crisis de la modernidad. Tal como lo plantea Ugas, 1997: "Sí la emergencia de lo pedagógico es en sentido de lo educante, para formar –epocalmente- un sujeto educado, la escuela no da muestra de ello. En lo escolar no hay un colectivo con voluntad de saber, sino una masa sumergida en la cultura icono-oral, direccionada por la voluntad de no saber. (p.12)

V.- Categorías: Sociedad, Tiempo y Espacio.

Pero no es solo que hoy estemos hablando de una sociedad distinta, llámese poscapitalista o sociedad del conocimiento, que pregonemos el fin del trabajo , que la realidad virtual este dando pie a una realidad distinta a la que conocíamos, que la política, la democracia, estén hoy deslegitimadas, que ya para muchos no tenga sentido hablar de imperialismo, nacionalismos, clases sociales, sino que categorías fundamentales como la ciencia, el hombre como colectivo, el tiempo y el espacio, inherentes a la Ciencia de la Historia hoy se discute sobre su vigencia.

Como señalamos anteriormente, la rigidez del conocimiento y la investigación científica están siendo revisadas. Igualmente, el meta discurso creado por los científicos pretendiendo sintetizar el pensamiento y el deseo de toda la humanidad ha sido también acusado de ambicioso y arrogante. El despertar del individualismo, del ego humano, hoy se contrapone al colectivismo socializante que no sólo representó el marxismo sino el resto de las corrientes que se han disputado el pensamiento social.

Así mismo, categorías definitorias para la historia como lo son el tiempo y el espacio han sido, desde la teoría de la relatividad de Einstein, revisadas. La rapidez de los cambios pone en cuestionamiento el parcelamiento del tiempo en un pasado histórico estático, un presente manipulable y un futuro distante pero predecible. Igualmente los avances tecnocientíficos han desdibujado las distancias espaciales, ya nada parece estar lejos. Hay quienes se han atrevido a pronunciarse por el fin del tiempo y el espacio. Para Febres (s/a):

"La física ha profundizado el conocimiento de la materia y del universo hasta el extremo de hacernos dudar que tales cosas existan. La teoría de la relatividad nos sorprendió al vulnerar viejas ideas acerca del espacio y del tiempo y aceptar la existencia de espacios con cuatro o más dimensiones" (p.208-209).

En este mismo orden, Rigoberto Lanz (1997), máximo exponente en Venezuela del debate posmoderno, nos ofrece una definición del tiempo posmoderno: "El tiempo posmoderno es más bien contingente, discontinuo, fragmentario, tiempo transversal que viaja sin un orden lógico" (p.36)

VI.- Dimensiones de la Historia: Universal, Nacional, Local.

Como queda evidenciado, la Ciencia de la Historia puede ser cuestionada por los mismos males que sufren las otras ciencias: El sentido mesiánico (progreso), la subestimación de la subjetividad individual, la aparente rigurosidad metodológica de la investigación que privilegia solo unas fuentes y denigra de otras (documento escrito v/s fuente oral), el debilitamiento de sus categorías (proceso, tiempo, espacio), el desdibujamiento de sus objetos de estudio (nación, cultura, entre otros,) la debilidad de los mecanismos de divulgación (la escuela, los textos, etc.) le están quitando legitimidad. La historia nacional, enfrentada a una historia universalista pero marcadamente etnocéntrica, al final cayó en los mismos errores, de despreciar las diversidades culturales dentro de las respectivas naciones, de crear barreras para relacionarse con el resto de la humanidad, de convertirse en legitimadora mas que de los estados nacionales de los gobiernos o corrientes políticas en el poder y por ende contribuir con el adoctrinamiento cultura. Para Moreno (1994):

La mayor parte de los Estados denominados "nacionales" no lo son . Los Estados español, francés, y muchos otros que se presentan como tales, son realmente estados plurinacionales. Y al igual que muchos estados comprenden varias naciones –integradas estas por su voluntad o , lo que es mucho más general, contra ella o sin contar con ella- así una nación puede estar repartida territorialmente entre dos o más estados.(p.99)

Para enfrentar esta historia de carácter oficialista ha surgido en los últimos años una historia regional y/o local, que se presenta como mas cercana a los individuos que conforman una cultura, una historia en común mas limitada en el tiempo y el espacio, menos colectivista, menos ambiciosa, por ende mas especifica y concreta cuya divulgación es menos dependiente de las instituciones educativas oficiales. Una historia que revaloriza las subjetividades, las fuentes orales. Frente a los errores que ya hemos señalado de una historia nacional centralista, politizada, ha surgido desde la Escuela de los Annales en Europa, en los años 30, pero muy reciente en a América latina, una historia que reivindica lo local y lo regional en función de rescatar los particularismos culturales, el papel de hombres y procesos muchas veces marginados espontánea e intencionalmente por la historia nacional. Esta historia tiene a su favor el de desarrollar el sentido de pertenencia y compromiso con la localidad en la que se vive, una historia mas cercana, mas vivencial mas cotidiana, que despierta mas interés a los pobladores. Una historia más cónsona con los desarrollos nacionales y locales y con el proceso político-administrativo descentralizador (Medina, R. 1992).

Hoy que tanto se habla de la necesidad de los desarrollos endógenos que rescaten nuestras potencialidades, la herencia de nuestro pasado, un desarrollo no solamente económico sino también en el orden social, cultural y político que permita la organización desde las bases, este desarrollo es imposible sin la educación y formación de la historia y las culturas locales y regionales, son ellas las que le dan el piso a los posibles acuerdos y organizaciones políticas y futuros desarrollos económicos. Pero esta historia local o micro historia tiene que estar alejada de los errores de lo meramente descriptivo, del parroquianismo que reproduce el romanticismo nacional; que recrean héroes, grandes personalidades y hechos, pero que se olvidan del poblador común, del campesino, el obrero, los negros, la mujer, es decir las llamadas minorías que en realidad son las grandes mayorías.

Una historia local que reproduce lo peor de la historia nacional y peor aun una historia local desarticulada de lo nacional, como si pudiera ser explicada por si misma sin tomar en cuenta lo que pasa mas allá de sus fronteras territoriales, una historia que alimenta caudillismos políticos, divisiones y enfrentamientos territoriales que debilita el Estado Nación pero que a su vez para nada enfrenta al poder económico y político que si tienen carácter nacional y mundial. Una historia local indiferente a lo que pasa en el país y en el mundo, una historia local sin filosofía y sin teoría, en fin una historia local que no puede ser considerada desde las perspectivas de la ciencia y el conocimiento histórico.

Tal como lo plantea Villegas, S. (1996): "El estudio de la historia regional y local representa actualmente la vía principal para desmontar los mecanismos y mitos de una historia centralista y la reconstrucción de la verdadera historia nacional. Pero el análisis histórico regional o local que pierde de vista la interrelación entre lo local, lo regional, lo nacional, lo internacional y universal, corre el riesgo de caer en el parroquianismo historiográfico (…)". (p.187).

Debemos advertir, que a igual que muchos cambios que se vienen produciendo en la realidad y en el pensamiento, persiguen fundamentalmente debilitar los estados nacionales, negar lo público a favor de lo privado (el mercado). Para Lechner (1992): "El discurso del mercado esta cargado de un anti-estatismo ideológico, digo ideológico porque no inhibe exigir el socorro del Estado cuando el ciclo económico resulta desfavorable." (p.88).

La historia local, sin un claro sentido de lo nacional, sino encerrada en sí misma puede, a igual que otros movimientos como el desarrollo del pensamiento individualista, la magnificación de la sociedad civil, producir más males que bienes. No es casual que muchas de las reformas que bajo el amparo de la descentralización, despolitización, desarrollo de la sociedad civil, vienen siendo auspiciados ideológica y financieramente por organismos internacionales, cuyo propósito fundamental es el aniquilamiento de los estados nacionales en favor del proceso de globalización. Según Keinert y Castro (1996): "Los gobiernos locales están siendo llamados a responder a un ambiente competitivo y en constante cambio, en la forma de políticas especificas de desarrollo local. Anteriormente, esta atribución era casi exclusiva del estado nacional, y los gobiernos locales aparecían como meros coadyuvantes o actores de una política económica concebida centralmente". (p.102)

VII.- Trasdisciplinariedad y Politización de las Ciencias: ¿Una nueva Historia Universal?

Estamos conscientes de las deformaciones que los nacionalismos y los estados nación han producido: Por un lado; los obstáculos que debilitan la comunicación con el mundo económico y cultural, ha incentivado los más terribles enfrentamientos militares y movimientos de dominación imperial sobre otras naciones. Y así mismo en lo interno, estos movimientos no tienen una conformación neutra han surgido amparando el predominio y la desigualdad social previamente existente, han surgido para privilegiar un sector, han legitimado y dado consenso a una cultura que se presenta como nacional y única en desmedro de la diversidad. Es por ello que algunos pensadores como la norteamericana Martha Nussbaum (1999), defienden el cosmopolitismo frente al patriotismo: "…nuestra máxima lealtad no debe ser otorgada a ninguna mera forma de gobierno ni a ningún poder temporal, sino a la comunidad moral constituida por la comunidad de todos los seres humanos". (p.18).

Pero reconociendo estas desviaciones, los estados nacionales, sobre todo en los países del tercer mundo, se han convertido en la única plataforma política, jurídica, y militar para frenar los movimientos imperiales sin los cuales seriamos totalmente desdibujados económica y culturalmente. A pesar de la parcializacion de los organismos internacionales hacia los intereses de las grandes potencias, no es menos cierto que en estos los últimos años del siglo XX y primeros del siglo XXI las agresiones internacionales sobre los países pobres se han visto disminuidas, aunque nunca imposibilitas. Igualmente al interior de los estados nacionales, la tendencia a ser administradas por democracias representativas ha permitido, a pesar de su naturaleza, la subsistencia tanto de sectores económicos pequeños y artesanales, la participación política de las minorías, y el reconocimiento de la diversidad cultural. Estos aunque subestimados y disminuidos aun existen.

Amy Gutmanm (1999), se hace la siguiente interrogante: "¿Por qué no otorgar a todos los individuos la capacidad y el reconocimiento de ser ciudadanos de todo el mundo? Ciertamente, sólo podemos ser ciudadano del mundo si existe una política mundial. Y por lo que sabemos ahora, la única política mundial que puede existir es una política tiránica."(p.85).

Al respecto Nathan Glazer (1999) señala:

Daniel Bell, escribió una vez que nuestros estados nacionales son demasiados pequeños para unas funciones y demasiado grande para otras. En una época de poderosas corporaciones multinacionales, de ambiciosas instituciones multinacionales y de creciente exigencia de reconocimiento de entidades especificas al que llamamos "multiculturalismo", este parece ciertamente cierto ser el caso. Pero el proceso de cambio debe contar con la mediación de las únicas instituciones que poseen legitimidad y poder: Los Estados nacionales (p.181). (Subrayado agregado).

Muchas son las criticas que se le han hecho a los nacionalismos al concepto de identidad nacional, pero con todos sus defectos pareciera ser frente al avasallante y violento proceso de globalización o universalización- no solo de las economías sino del pensamiento- la única alternativa de no ser desdibujados. En este sentido el nacionalismo, sustentado bajo los argumentos de las ciencias sociales y fundamentalmente de la HISTORIA parece convertiste en un mal necesario que obliga a traspasar del nivel de lo sentimental o subjetivo al plano político y estratégico.

A nuestro modo de ver, se trata fundamentalmente de incentivar una historia nacional- regional no oficialista, no doctrinaria, que reconozca las particularidades locales pero que no se desligue del conocimiento de la historia mundial, fundamentalmente con las de las regiones del tercer mundo que ha sido a su vez también desvalorizada por el proceso globalizador pero que es la única plataforma sobre la cual podemos tener contrapeso económico, político y cultural en mayor grado de equilibrio con los países industrializados. No se trata de alimentar nuevos y más amplios movimientos xenófobos: ² Tercer mundismo v/s Primer mundismo", el planteamiento debe llevarnos a la búsqueda de nuevos horizontes de identidades universales, donde prive la tolerancia y el respeto a la diversidad. Tal como lo sugiere Habermas (1989):

Pero ¿qué significa universalismo?, que se relativiza la propia forma de existencia atendiendo las pretensiones legitimas de las demás formas de vida, que se reconocen iguales derechos a los otros extraños, con todas sus idiosincrasias y todo lo que en ello nos resulte difícil de entender, que no se empecina en la universalización de la propia identidad, que uno no excluye y condena todo cuanto se derive de ella, que los ámbitos de tolerancia tienen que hacerse infinitamente mayores de lo que son hoy: Todo esto es lo que quiere decir universalismo moral"(p.117)

Este replanteamiento del universalismo moral nos obliga a redefinir los elementos de la identidad, para lo cual ya no es suficiente una lengua, una religión y una historia común, sino, sin negar éstos, debe llevar a un proyecto político, "una integración de voluntades". Joan Lerma y Blaso (2000), advierte: ² Definir la nación a través de sus elementos objetivos resulta una tarea harta difícil porque, esto, en último termino, se forma en la libre y conciente adhesión de los individuos al grupo nacional: Es en el fondo un asunto de conciencia, de sentimiento y de voluntad."(p.99). En ese mismo orden de ideas José Colomes (2000) agrega:

En cambio la condición de ciudadanía igual supone la existencia de libertades para la expresión de la diversidad y limita el alcance unificador de lo político sobre lo cultural. La unión política se sostiene en un convencional y consensuado reconocimiento de la legitimidad del marco legal e institucional en que se desarrollan las convivencias y el conflicto y es compatible con una amplia pluralidad natural, cultural de los ciudadanos.(p.16)

Las falsedades y contradicciones del proceso globalizador han sido claramente demostradas, sin embargo; hoy mas que nunca frente a la crisis del socialismo, el avasallante crecimiento de las tecnologías, se esta pretendiendo conformar el mas poderoso proyecto universalista – pero desde las perspectivas e intereses de las grandes potencias- en toda la historia de la humanidad y cuyo bases, fundamentalmente los cambios tecno-cientificos, tan severamente cuestionados.

Frente este avasallante proceso globalizador que no es sólo económico, sino también político y cultural, frente a la crisis de los viejos paradigmas y corrientes del pensamiento, es necesario desde las ciencias sociales generar respuestas que tengan las mismas dimensiones, tal como lo plantea Víctor Córdova (1998)

El contexto histórico de hoy nos muestra un mundo complejo, paradójico y lleno de perplejidad ante el derrumbe de viejas macroconcepciones, de propuestas sociales alternativas al capitalismo y una redefinición geopolítica del mundo, conduce a repensar la política, a resituarnos éticamente ante un mundo pleno de desigualdades sociales y sobre todo hacer un notable esfuerzo por producir una nueva manera de pensar y pensarnos históricamente. (p.37)

Ya no es posible seguir pensando aisladamente desde los "ghettos disciplinarios", la complejidad de los cambios, la ruptura de los viejos pensamientos hace imposible el abordaje de la realidad desde las también tradicionales parcelas del pensamiento.

El tratamiento de la globalización, de la revolución tecnológica, de la contradicciones entre universalismo y diversidad cultural, entre liberalismo económico y liberalismo político, entre muchos otros temas que inundan y sobre pasan a diario la capacidad de comprensión de las diversas disciplinas en las ciencias sociales, exigen un esfuerzo ya ni siquiera interdisciplinario sino la construcción de un nuevo marco epistemológico transdisciplinario.

Si algo debemos agradecer al debate posmoderno, de acuerdo o no con el, es haber sacudido el piso epistemológico, obligarnos a mirar más allá del objeto de estudio en que nos formamos, a replantearnos realidades, categorías, conceptos, corrientes del pensamiento que hasta hace poco parecían inamovibles. Así lo plantea Martínez Miguélez (1997): "Quizás lo más valioso que haya aportado la posmodernidad sean dos contribuciones: Por un lado, su sensibilidad cuestionadora y critica ante las grandes y más significativas propuestas no realizadas de la modernidad (…) y por el otro el concepto de" verdad pluralista", en el sentido de que la realidad es inconmensurable" (p.224)

Evidentemente el discurso del fin de la historia como el fin que se le ha declarado a todas las ciencias, a todo tipo de conocimiento, a la realidad, a la racionalidad tradicional, puede estarse convirtiendo en el discurso legitimador de un modelo societal en crisis. Pretender que todo ha cambiado que nada de lo que antes existía y se pensaba no tiene ninguna vigencia es igualmente fantasioso y manipulador. Ciertamente, todo esta trastocado, realidades y pensamientos, modos de actuar y comprender, pero lo fundamental de la injusta realidad mundial sigue existiendo: Las desigualdades, el poder hegemónico de unas sociedades sobre otras, la racionalidad capitalista permanece.

La negación de las utopías. Desechar categorías y conceptos de análisis mientras aún no tengamos sustitutos, pretender ignorar una realidad por el sano deseo de superarla no es sólo anti ético sino que además no nos conduce a nada.

Frente a la critica del método hipotético deductivo, al predominio de la racionalidad, la generalidad y ambigüedad de las leyes y teorías universales, ante la marginación de la vida cotidiana, hoy hay una revalorización de lo particular, lo individual, de lo micro social frente a lo macro social y "los megarelatos". Reconociendo la validez de esta posición es necesario advertir sobre los riesgos de negar la historia de la ciencia, subestimar la teoría, sobrevalorizar al objeto de estudio y pretender que cada caso en particular responde a una verdad única, es decir; hay tantas verdades como casos particulares, donde cada investigación se legitima así misma, no hay constrastación ni debate científico, porque cada realidad particular investigada es verdad y se auto valida , esto niega la esencia misma de la razón humana, del desarrollo del hombre .

Al final varios investigadores pudieran estar investigando un mismo tema pero con dificultad para establecer las comparaciones que permitan construir teorías. La teoría no puede responder solo a casos particulares, tiene una naturaleza (respetando el contexto) general y social. Así mismo la mayoría de las investigaciones autodenominadas como cualitativas no logran traspasar lo meramente descriptivo, enunciar elementos, cuantificar hechos y conductas con muy poca teoría y capacidad de generalización, es decir, en el fondo reproducen la perspectiva cuantitativa. Muchas de las interpretaciones que se hacen de la realidad, ante una efervescencia de lo subjetivo frente a lo tangible, cae mas en el mundo de lo metafísico y la especulación vacía sin argumentos. Para Martínez Miguéles (1999):"La historia de la ciencia nos permite ver de manera palpable que sus avances mas revolucionarios y significativos no provienen de investigaciones empíricas aisladas o de la acumulación de hechos y experimentos sino de teorías novedosas inicialmente desconcertantes" (p. 83)

Es evidente no solo en la historia sino en las ciencias sociales en general, el predominio del gheto disciplinario. El celo profesional y el individualismo o los supuestos grupos de colegios de historiadores que se convierten así mismo en la única auto referencia pareciera ser lo predominante, lo interdisciplinario y menos aun lo transdiciplinario- salvo en discursos aislados – esta muy lejos de ser una realidad en nuestro conocimiento social. A lo sumo se sigue viendo lo inter y transdiciplinario como un problema instrumental-metodológico, y no lo que realmente es, una perspectiva ontoespitemológica, una nueva forma de percibir una realidad global y una nueva forma de hacer ciencia. Hoy prevalece lo descriptivo, lo local, desarticulado de lo nacional y lo universal, donde existen pocas relaciones entre los hechos particulares, donde no hay especulación ni pretensiones de generalidades, por lo tanto inexistencia de teoría y filosofía.

Sin bases teóricas y filosóficas -que no es simplemente citar algunos autores y referencias para el relleno y que en muchos trabajos o autodenominadas escuelas se reproducen y se multiplican por igual, en eso que llaman los metodólogos el marco teórico- no hay ciencia, no hay investigación, hay solamente recopilación de datos e información periodística, descripción etnográfica, que puede ser valida, interesante, útil, pero no es ciencia. Tampoco se trata de caer al contrario de aquellos, muy pocos por cierto, que solo se dedican a intentar construir teorías y filosofar sobre la historia pero que nunca han hecho investigación empírica, que no han ensuciado sus dedos en los polvorientos archivos ni han manifestado interés por el estudio de un proceso, un hecho, una localidad, unos peonajes, sino solo recopilación de fuentes secundarias y especulación. Ambos, tanto el pragmático historiador como el creativo especulador y filósofo deben conjugarse.

La historia requiere de un campo de estudio particular, en este caso el tiempo histórico, que no es estático que no puede ser parcelado y visto a través del microscopio, es un tiempo dinámico que se confunde con el presente, ya que es desde este donde partimos, vemos con los ojos del presente y es lógico que así sea, pero es necesario tener claro los peligros de interpretar el pasado con los modelos, categorías y teorías que privan en la actualidad. Pero la historia además requiere del conocimiento que producen las otras ciencias, porque siempre hacemos historia de la economía de la política, de la cultura, del espacio geográfico, es una historia de hombres no de seres inanimados, metafísicos. La historia también debe tener un sentido, una filosofía orientadora y una axiología, que nos permita asumir posición frente al mundo, no ser simples espectadores o narradores.

Nuestra perspectiva ontológica de la historia es la de una realidad con carácter de totalidad, donde no existen parcelamientos, donde lo local-regional esta claramente inserto en lo nacional y lo mundial, donde lo económico, lo político y lo sociocultural son inseparables. Consideramos la necesidad de una epistemología transdiciplinaria donde el estudio mas particular, mas especifico, trascienda lo descriptivo y sea percibido dialécticamente entre el todo y las partes, las partes y el todo, donde se evidencian las contradicciones, donde haciendo uso de la hermenéutica y la fenomenológica, se pretende interpretar contextualizadamente, rescatando las perspectivas del tiempo y espacio histórico y las formas de percibir el mundo de los hombres en su época y fundamentalmente creemos en una historia con un alto componente axiológico que no ha sido ni podrá ser nunca neutra, que asume posición y compromiso.

La mayor demanda que hoy se les hace a los científicos sociales es traspasar las barreras disciplinarias para poder comprender este mundo que todos los días nos desborda, que nos deja sin respuestas. Pero la trasndisciplinariedad, la creación de un nuevo espacio de pensamiento que supere los disciplinarismos y la superficialidad de la "sociedad del conocimiento ", no es ya suficiente. El proyecto político-cultural de propagar una nueva cosmovisión del mundo, pero nuevamente desde un centro y unos intereses, nos obliga por igual a traspasar el discurso científico, la rigurosidad metodológica, abrirnos y sentirnos comprometidos con una realidad concreta. Politizar las ciencias no es la entrega sumisa a un proyecto político, a los intereses económicos dominantes, esta politización y parcializacion de las ciencias es ya muy vieja, de lo que se trata –fundamentalmente- es replantear el sentido de utilidad de la ciencia, el compromiso con un proyecto nacional, regional e internacional. Al decir de Habermas, (1990):

A ello se opone aún de formas diversas una autocomprension apolítica de las ciencias. Si una critica material de la ciencia dirigida hacia el esclarecimiento de la conexión entre conocimientos metódico, implicaciones vinculadas a concepciones del mundo y contextos objetivos de utilización, pudiera denominarse politización de las ciencias, sólo esta politización en cualquier caso permitiría reconocer cuando la ciencia pierde su autonomía y se deja solicitar por instancias sociales para la imposición de objetivos e intereses no acreditados ante la razón.

Una "politización", en el sentido de la autorreflexión de las ciencias no es sólo legitima, sino que representa también la condición de una autonomía de la ciencia que ya no puede preservarse hoy apolíticamente( pp.358-359).

No se trata de postular una ciencia universal tercermundista para enfrentar la historia universal del primer mundo, a nuestro modo de ver, la ciencia latinoamericana, la del tercer mundo, el pensamiento que surge de estos contextos particulares debe responder política y culturalmente a las demandas que le impone un nuevo proyecto hegemónico que los niega. Ante tal situación las ciencias no pueden mantenerse neutras. Los ghettos, los personalismos, los objetos de estudio insignificantes, deben dar paso a la formación y consolidación de una red de pensadores (científicos, intelectuales, artistas, políticos) que permitan repensar históricamente la nación, la región y al tercer mundo, como único espacio político con legitimidad y capacidad de negociación en este mundo globalizado.

Por ello, asumimos una posición radicalmente critica y enfrentada a quienes en nombre de las ciencias y de una aparente objetividad desarrollan un discurso indeterminado donde no pareciera existir seres humanos, que hablan en nombre de aquellos, estos, ellos, es decir ; conceptos deshumanizante que convierten al hombre en cosas, lo cosifican. Donde no existe compromiso, se evitan las emociones. Esta aparente neutralidad en realidad es legitimadora de un mundo deshumanizante, materialista en donde el lenguaje sirve para enmascarar el poder. El "Yo", el "Tu", el "Otro", el "Nosotros", están cargados de naturaleza humana, ellos representan posiciones, intereses, emociones, por lo tanto son inherentes al discurso del hombre, sea este poético, narrativo o científico.

A pesar de las criticas del debate posmoderno y todo lo que ha representado el "giro lingüístico" a los males del cientificismo, sin embargo existe aun hoy una marcada patología cientificista que reproduce lo peor del tan criticado y aparentemente derrotado positivismo. Cuando seguimos aferrados mas a las técnicas y a los instrumentos que a la comprensión, la explicación de los procesos históricos, la cual no puede seguir siendo solo una narración apasionada e interesada del pasado pero tampoco una simple recopilación de datos que por la antigüedad de los documentos, su amarillento color, parecieran automáticamente legitimar el trabajo del historiador y bendecirlo con el don de la verdad, cuando en realidad estos documentos fueron escritos por hombres de carne y hueso con una visión, unos intereses, que casi siempre coinciden con los intereses de las elites dominantes, que fueron las que auspiciaron a esos antiguos escribanos.

La historia no es una regresión psicoanalítica ni tampoco un viaje al pasado, a ambos estamos inhabilitados, la historia es una construcción desde el presente, es siempre una interpretación, es básicamente argumentativa y discursiva. No es neutra ni objetiva, la práctica historiográfica no es realizada por hombres descarnados, no son sujetos acontextuales, son siempre hombres con posiciones ideológicas y políticas con intereses particulares. Su carácter de cientificidad, si es que lo tiene, lo que lo hace distinto al cronista espontáneo, al hombre curioso, al relator de cuentos, es además del uso de las fuentes, escritas y orales, es su capacidad argumentativa , que no responde solamente a caprichos y pasiones –aunque estas ultimas sean necesarias y fundamentales en el trabajo del historiador- sino que existe una coherencia y hay un dominio teórico y filosófico que hace ver a la historia mucho mas allá de una descripción de hechos aislados.

Florez Malagón (2000) hace una fuerte crítica a las deficiencias ontoespistemologicas de la historiografía actual. Según su visión, no pasa de las simples generalidades sobre la modernidad y la posmodernidad, advirtiendo que este aislamiento teórico y filosófico no es reciente, que desde los griegos y quizás solo hasta el siglo XIX la historia fue mero relato, una descripción de hechos y es solo a partir de su institucionalización, a través de la enseñanza académica con lo nuevos estados nacionales, que empieza a llamarse así misma ciencia: "Tristemente las discusiones epistemológicas de los historiadores rara vez alcanzan un nivel alto, y las posiciones filosóficas rápidamente se reducen a posiciones políticas simples."p.29

En una critica a la corriente de las mentalidades de la Escuela de los Annales, señala que esta no representa realmente estudios culturales sino relatos culturales de orden descriptivos y subjetivos, señalando que es solo a partir de la década de los noventa del siglo pasado cuando esta visión comienza a producir algunos cambios.

Santana (2005) en una retrospectiva de la escuela de los anales señala los aportes significativos de estas corrientes, enfrentadas al positivismo y al historicismo, tanto en las síntesis históricas como la tendencia a la interdisplinariedad, la sustitución de la historia relato por la historia problema. Reconoce este autor que los fundadores, Febvre y Bloch, se dedicaron fundamentalmente a un cambio en la visión metodológica de la historia estudiando las estructuras, coyunturas, las regiones históricas, implementando el concepto de civilización y así comparar distintas formaciones sociales, el concepto de historia total, la pluralidad temporal de Braudel. Sin embargo, considera: "que los fundadores de Annales conciben la renovación de la historia casi exclusivamente como una empresa metodológica y técnica, como una empresa que remite a la practica investigadora mas que a la elaboración de un cuerpo teórico alternativo al de la historia tradicional". P.62. Mas adelante agrega "el análisis social carece de una base conceptual sólida, pero es en el análisis económico donde las deficiencia son mas patentes y donde la filiación política de la escuela se hace mas nítida". P.63

Haciendo mención a lo que se ha denominado la tercera generación de los Annales: la Historia de las mentalidades, que busca la valorización de lo subjetivo y de lo cultural, para este autor este corriente representa un peligroso retorno a la historia narrativa, abandonando el análisis explicativo y la historia problema: "La historia de lo mental se reduce, por tanto, la mas de las veces a la mera trascripción de las representaciones culturales al margen de cualquier relación con el contexto que las ha suscitado". P72.

Sin embargo Santana también reconoce que en los últimos años, sobretodo a partir de los sucesos políticos de 1989, con la caída del bloque socialista, ha surgido una cuarta generación de los Annales que intenta rescatar algunas de los principios fundamentales de esta corriente y cubrir las deficiencias señaladas en el plano de lo teórico y lo filosófico.

Para Roch Little (2000) la historiografía actual no ha logrado, en la mayoría de los casos, romper con la visión historicista y positivista de convertir al pasado en un objeto inmóvil, presa fácil del historiador que teniendo un objeto de estudio pueda autocalificarse de científico. Señala este autor, que en realidad lo que ha sucedido desde Ranke hasta nuestros días es una arbitraria manipulación del pasado que mas que develar la historia tal como fue, describe la historia tal como la quiso el historiador . El pasado se convierte así en una especie de diversión que satisface las necesidades de algunos hombres curiosos o en el peor de los casos de aquellos que por intereses políticos pretenden manipular el pasado a su antojo. La crítica es a una historia fundamentalmente política llena de nacionalismos, pasiones, hecha por personas que escudriñan en papeles y archivos viejos y estos en forma casi mágica le revelan sus verdades. El pasado se ha convertido, según esta visión, en "la victima de los historiadores" de aquellos que solo pretenden legitimar el presente utilizando el pasado.

Es necesario enfrentar a la supuesta objetividad del método histórico, rescatar el papel de la narrativa y la creatividad del autor que ha sido sustituido por supuestas técnicas frías de observación que sustituyen "al creador por el operador", convirtiendo al historiador en un fotocopiador de documentos y archivador de fichas y hoy en expertos operadores de computadores. El tecnócrata sustituye al creador, al filósofo. Es necesario rescatar al historiador humano, al historiador ético, mas que al científico, al que dialoga con los documentos y con los otros hombres, contra el monologo del historiador-dictador que por la fuerza le dice al pasado qué hacer.

Para quien escribe, lo mas importante no es si la historia es científica o no, esta pretensión es quizás uno de los peores males que como herencia del positivismo aun cargamos a cuesta y que ha hecho perder el verdadero sentido de la practica historiográfica que es tratar de restablecer la relación entre presente y pasado, darle sentido al tiempo histórico no solo en la perspectiva contemplativa o de erudición de la que tradicionalmente hacen gala los autodenominados historiadores.

Ante la pretensión de un pensamiento único es urgente la reconstrucción de una nueva historiografía sin pretensiones universalistas, hegemónicas, lineal, mesiánica, que le den sentido a la lucha de los que históricamente han sido excluidos y cuyas causas de exclusión solo se encuentran en el proceso histórico. Una historia de lo rural, de los negros, de los perseguidos, de las rebeliones, de las mujeres, de los niños, de los presos, en fin una historia de los pobres, de los oprimidos, de las victimas.

Consideramos importante el aporte de los estudios culturales: las mentalidades, las particularidades étnicas, el multiculturalismo, como revalorizador de la diversidad humana y el llamado respeto y el reconocimiento a los otros, como legítimos otros.

Pero consideramos que esta perspectiva no es suficiente, ya que muy poco toca o obvia las estructuras del poder económico , cultural y político a nivel nacional y mundial que desde las grandes corporaciones trasnacionales, el imperialismo en sus viejas y nuevas modalidades de intervención, el poder mediático y frente a los organismos internacionales como la ONU, el FMI, supuestamente llamados a garantizar la paz y el equilibrio económico mundial pero que en realidad solo representan los intereses de las grandes potencias, el multiculturalismo no solo no es suficiente sino que por el contrario puede convertirse –la mayoría de los casos sin quererlo- en presa fácil de quienes históricamente nos han dividido.

Por lo anteriormente señalado, nos enfrentamos a una historiografía cientificista, descriptiva, vacía de fundamentos teóricos y filosóficos que solo ha servido para legitimar a los opresores del pasado y del presente , ante lo cual nos atrevemos a proponer una historia comprometida, una historia del pueblo, de los oprimidos, de las victimas, una historia que asume posición frente a un mundo injusto, desigual, una historia política, no en el sentido partidista ni mucho menos en el sentido romántico solo pasional del pasado sino en el sentido de compromiso. Entre las tareas prioritarias de esta historia nos atrevemos a proponer las siguientes: 1) desmontar el discurso de la historiografía dominante: desde la tradicional eurocéntrica y hegemónica pasando por la nacionalista romántica e incluyendo una supuesta historia marxista revolucionaria que margina la subjetividad y lo cultural y sobre todo margina el pueblo a favor de una supuesta vanguardia. 2) lo mas importante desmontar la estructura de la dependencia intelectual, de la estructura cognitiva con la que hemos sido formados, que no nos permite vernos a nosotros mismos sino solo a través de los ojos de los otros, que subestima nuestra propia producción intelectual y que nos hace siempre buscar y casi endiosar a teóricos y filósofos provenientes de los centros hegemónicos. Sin pretensiones chauvinistas es necesario construir nuestra historia con nuestras categorías, nuestras teorías, es decir nuestros intereses. 3) Frente a la imposición de un pensamiento único globalizador es necesario sustentar un pensamiento disidente que sirva de base para la organización de las victimas. 4) en definitiva, es necesario tomar posición, no es tiempo para vacilaciones ni para posturas moderadas. O formamos parte de una historia conservadora, legitimadora de la opresión o por el contrario de una historia crítica y comprometida.

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DR Pedro Rodríguez Rojas

Universidad Simón Rodríguez

Venezolano. Sociólogo e historiador. Doctor ciencias sociales. Coordinador área filosófica y sociopolítica de la educación UNESR , Barqusimeto

Venezolano. Sociólogo e historiador. Doctor ciencias sociales. Coordinador área

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