El desarrollo económico en América Latina: entre la reafirmación del individualismo y la reivindicación de lo social
Enviado por ariveros
- Resumen
- Políticas neoliberales, derechos e igualdad de oportunidades
- Derecho, Estado, mercado y democracia en la nueva era
- El neoliberalismo frente al derecho de la vida
- Hacia una recuperación de lo social en Latinoamérica
- A modo de conclusión
- Bibliografía
«Sabemos que el trabajo es el mejor medio para escapar de la pobreza.
Pero nadie puede imponer por medio de la legislación que haya
trabajo y que desaparezca la pobreza. Se trata de un proceso largo
y complejo que exige la colaboración de todos los componentes de la sociedad
La pobreza es el resultado de fallos estructurales y de sistemas económicos y
sociales ineficaces. Es el fruto de una respuesta inadecuada, de políticas muy
poco imaginativas y de un apoyo internacional insuficiente. El hecho de que
siga aceptándose denota una pérdida de valores humanos fundamentales y de
voluntad internacional»
Juan Somavía. Director General de la OIT
Septiembre del 2003
El presente ensayo es una reflexión general sobre las transformaciones económicas y sociales que han ocurrido en las últimas décadas. Parte de la idea que el neoliberalismo –articulado a una forma de economía global o globalización– es una concepción y un conjunto de ideas que desbordan el ámbito económico y que se han interiorizado tanto en los Estados como en la sociedad. El núcleo central del neoliberalismo es la libertad individual entendida como punto de partida para el beneficio y el lucro de agentes económicos que desvirtúan el papel intervencionista y social de los Estados, y a su vez menosprecian la democracia y los derechos. El neoliberalismo vulnera los derechos fundamentales, principalmente el de la vida. Por último, se considera la propuesta actual de la Cepal que reclama una recuperación de lo social en la agenda económica y política de los gobiernos latinoamericanos.
Palabras clave: Neoliberalismo, globalización, ciudadanía, intervensionismo, democracia, libertad.
La mal denominada o más bien, las múltiples interpretaciones de lo que se ha dado en llamar como globalización que es la máxima expresión mundial del neoliberalismo en la actualidad, ha implicado reconsiderar el papel de los gobiernos –en especial los de Latinoamérica– en la construcción e implementación de una estrategia económica que desconoce lo social y los derechos del ciudadano.
Por eso, curiosamente y como una nueva oleada de políticas –más por moda que por un compromiso real- los actuales gobernantes reclaman la reivindicación de lo social, cuando esto fue el objeto de ataque de las políticas neoliberales en la última década en la región, un ejemplo de esto, es la convocatoria que hizo el presidente de Colombia Alvaro Uribe Vélez a finales del año 2003 cuando reunió a su equipo de ministros para exigirles una agenda social en sus propuestas políticas, situación que fue posterior a la elección de Lucho Garzón como alcalde de Bogotá, quien tuvo como bandera la recuperación de lo social dentro de las políticas del gobierno distrital.
Políticas neoliberales, derechos e igualdad de oportunidades
Pero más allá de los problemas locales miremos más en detalle la experiencia económica y social de las últimas décadas. El neoliberalismo como concepción del mundo no se limita únicamente al campo económico, sino que también es una concepción del hombre y la sociedad que tiene sus raíces en el pensamiento liberal que se construye dentro del proceso de ascenso de la burguesía como clase dominante.
Como una continuación del liberalismo, el neoliberalismo tiene su fundamento filosófico en la defensa de la libertad individual y en la búsqueda del bienestar social a través de un orden natural asociado al proceso mercantil o de intercambio comercial que permite la eficiencia en la utilización de los recursos y la justicia en la distribución de los productos.
El neoliberalismo al igual que el liberalismo considera que el individuo como ser libre, es el mejor defensor de sus propios intereses y cuyo fin es alcanzar ampliar sus beneficios con medios escasos (hoy le llamaríamos maximización de beneficios). De la suma de los egoísmos individuales brota la armonía social, que encuentra su plena realización en el mercado, ya que es un escenario impersonal que no implica rivalidad y asigna eficientemente los recursos y distribuye justamente los productos (o beneficios).
La mano invisible de Adam Smith, es realmente el provecho que la sociedad deriva de esta acción libre de sus miembros, entonces el liberalismo reivindica la libertad individual en la medida en que ésta produce el bienestar social. Los privilegios y las discriminaciones, no se da por la defensa de los intereses personales, sino en la preservación de la sociedad, a través de la promoción de la libertad individual. Pero de esto se deduce que es imposible conciliar la libertad individual que persigue intereses egoístas con el bienestar social. La pretendida igualdad ante la ley, el desconocimiento de la naturaleza del poder, la inocuidad de la propiedad privada y neutralidad del Estado, desde los cuales pudiera intentarse aquella conciliación, son simples especulaciones (Hernández, 2000, octubre-noviembre: 19-20).
En los nuevos procesos económicos la construcción de un modelo social que se corresponda a la aspiración de una realidad humana novedosa esta muy distante de darse. El individuo liberal es una ficción teórica, es la visión del individuo racional maximizador egoísta de utilidades, se reemplaza la concepción aristotélica del zoom politikon por la del homo oeconomicus. La experiencia histórica muestra que dentro de esta concepción de libertad, se busca "refinar" la defensa de "quienes tienen mucho que defender", mientras que la garantía de derechos políticos, la no intervención del estado es un golpe para amplios sectores de la población que reclaman por una vida digna.
Se da la defensa del interés privado frente al Estado, que equivale fundamentalmente la defensa de quienes "tienen mucho que defender. Los únicos derechos para el neoliberalismo son las libertades políticas básicas formales, como el de opinión, de participación, de asociación entre otros. Los derechos socioeconómicos son vistos por esa minoría que piensa y administra los derechos, como reclamos inmorales de los desposeídos que penalizan la propiedad de aquellos que "honestamente" han alcanzado el éxito.
El neoliberalismo al igual que el liberalismo clásico, combina la libertad con el "principio ético" de la igualdad de oportunidades. Los individuos pueden desarrollar sus capacidades a través de la competencia, que posibilita el pleno desarrollo de las potencialidades humanas (individuo + competencia = pleno desarrollo potencialidades humanas). La igualdad de oportunidades permite la creación de una estructura ética, jurídica y política que permite explotar al máximo las potencialidades humanas. "Se trata de crear una sociedad en la que todo el mundo y en especial los trabajadores y los miembros de los grupos menos favorecidos sepan que si producen más, su riqueza y su remuneración se elevarán"(Ibid.: 20).
En la actualidad el incremento de la capacidad productiva del trabajo no va acompañado del aumento real de los ingresos o de las remuneraciones. Como lo señalan los expertos el retorno correspondiente a la formación de capital humano no se corresponde a la formación, es decir, a mayor estudio menores ingresos, aunque se esperaría que fuera lo contrario. Los desarrollos científicos y tecnológicos expresión fundamental del incremento de la capacidad productiva del trabajo que del capital, no han mejorado los ingresos reales de los trabajadores que, por el contrario, sufren un deterioro de su calidad vida y de trabajo por el crecimiento del desempleo y la caída del salario real.
Los gobiernos y asesores neoliberales consideran que las desigualdades sociales y económicas son necesarias ya que son ventajosas para todos, y los empleos se corresponden a la formación de los diferentes miembros de la sociedad. Se trata de conciliar las desigualdades socioeconómicas reales con el bienestar social, argumentándose que sí se mejora la situación de los desposeídos, las desigualdades se convierten en "razonablemente ventajosas para todos", además se legitima éticamente tales desigualdades, relacionando la aceptación de éstas con la aparente posibilidad de oportunidades en la accesibilidad de puestos de empleo.
La competencia como posibilidad de realización humana tiene sus limitaciones, "pues el desarrollo que se logra basado en la rivalidad que engendran el egoísmo, el individuo aislado y desmembrado de su comunidad y mediado fundamentalmente por el afán de lucro, la ganancia, la gloria y el poder, ni permite el desarrollo de la persona humana ni, por otra parte, esta búsqueda del interés individual egoísta conduce al bienestar de la sociedad en su conjunto la que, por el contrario, se torna cada vez más caótica y desigual" (ibid.: 21).
El escenario y el mecanismo regulador de esta competencia es el mercado. En una sociedad determinada por el mercado, los únicos nexos sociales son aquellos que se derivan de la compra y venta de mercancías. Se existe para los demás, sólo en calidad de comprador y/o sólo en calidad de vendedor de mercancías. Sí nada puedo comprar y nada puedo vender, desaparece la existencia social. El mercado además de ser el escenario de intercambio de mercancías es el lugar en el que se hace abstracción de cualquier relación humana, ya que son impersonales, abstractas y limpias de toda emoción. A él concurren los dueños de mercancías. La relación imperante es la que se da a partir de las cosas – mercancías, la relación social es secundaria y sólo cuenta cuando los hombres se hacen propietarios de aquellas cosas – mercancías.
Aunque la expresión y la equivalencia de todas las mercancías se dan a través del dinero, es por la competencia que se reconoce la rivalidad entre el capital y los propietarios. Como señalará Marx: es por medio de la libre competencia que se pone libre al capital y no a los individuos, la libre competencia es el desarrollo real del capital; "la libre competencia es el último desarrollo de la condición humana, y la negación de la libre competencia = negación de la libertad individual y de la producción social fundada en la libertad individual" (Ibid). La contradicción entre el capital y el trabajo dentro de las transformaciones actuales se descarta de antemano, ya que la acumulación de capital implica explotación de grandes contingentes de obreros, el mercado se considera como el espacio social de realización de la libertad del hombre, pero a favor de los propietarios.
La famosa competencia y por consiguiente la eficiencia que promueven los tecnócratas de los gobiernos, implica realmente la concentración y centralización del capital, que se ha traducido históricamente en una monopolización extrema de la economía, que distancia cada vez más a los propietarios del capital de los pobres que venden su fuerza de trabajo. Dentro de esa competencia se señala que el mercado con su dimensión autoreguladora asociada a la mano invisible tiene la posibilidad de generar un equilibrio entre los que luchan por los beneficios de su inversión, pero se debe tener presente es que esa competencia necesariamente se da entre los capitales.
Sumado a lo anterior se ha construido un discurso que habla de las de potencialidades humanas, la igualdad, la libertad, etc., cuando éstas deben sujetarse a las leyes del capital y servir a su proceso de acumulación. El capital es una relación social por la cual, una parte de la sociedad, la de los propietarios de los medios de producción, se apropia del trabajo de los no propietarios (obreros y campesinos), además la capacidad para producir bienes y servicios, corresponden al trabajo y no al capital. Por consiguiente, la acumulación de la riqueza por parte de una pequeña parte de la población se da a expensas del despojo del trabajo de la inmensa mayoría, que se dan dentro de unas relaciones sociales basadas en la explotación, la dominación y la opresión que convierten la libertad, la igualdad y la propia condición humana en una ficción ideológica.
En efecto al mercado sólo asisten los dueños del capital y de la producción, entre los cuales es imposible la igualdad, pues ésta vendría dada por un igual poder mercantil, el mercado obliga que la igualdad social se rompa y se da una jerarquía entre los capitalistas, subordinándose los más débiles frente a los poderosos, así como sucede entre el capital y el trabajo. Se habla inclusive dentro de la normatividad de la igualdad y la libertad, pero en la realidad se da la desigualdad social y relaciones de dominio y subordinación (Ibid.: 22).
Derecho, Estado, mercado y democracia en la nueva era
Si el Estado es promotor de la competencia y fuente de su legitimación ética en la medida en que garantiza la igualdad de oportunidades, lo que en últimas esta haciendo es legitimar la ganancia, sea del orden que sea (de los grandes monopolios o de pequeños empresarios). Se habla en algunos escenarios que los "monopolios naturales" son una realidad que no se puede desconocer en las transformaciones sociales, pero infortunadamente sé esta desconociendo la compleja historia y la naturaleza de los procesos de concentración y centralización de capital; los monopolios amplían su poder a través de prácticas inescrupulosas para adueñarse de los mercados, pero también se alían con el poder político, que pone a su servicio a través de la corrupción y con la desresponsabilización del Estado que pierde su naturaleza comprometida parcialmente de asistencia social.
El neoliberalismo convierte al mercado en el escenario por excelencia de la competencia, que es el marco de referencia para el desarrollo de las potencialidades humanas y se legitima en apariencia en la existencia de iguales oportunidades para todos. Por lo tanto, el Estado debe promover la competencia, siempre y cuando ese Estado sea el resultado de un acuerdo previo entre hombres libres y que no intervenga en la vida de los particulares (o sea, el sector capitalista privado). De esta manera, los gobiernos cumplen un papel discrecional y toda actividad económica y social se ampara en los acuerdos constitucionales y en la igualdad formal ante la ley.
El neoliberalismo cuestiona y ataca al famoso Estado de Bienestar, que en América Latina además de reflejar las contradicciones entre las oligarquías y la mayoría de la población era más un Estado Asistencialista. Todo intento por consolidar un remedo de Estado democrático se vino al piso desde la década de los setenta del siglo XX. "El neoliberalismo con su ideal de Estado mínimo pero fuerte, comienza atacando al socialismo, prosigue su lucha contra el Estado de Bienestar y termina enfrentándose a la propia democracia" (Idid.:32).
Los economistas neoliberales prefieren un Estado Mínimo que se reduzca a hacer cumplir los contratos y el respeto de los derechos de propiedad. Con esto se reducen las actividades del Estado a unas pocas funciones, pero el Estado no puede hacer cumplir los contratos ni la ley eficientemente, sino se preside una sociedad en la cual los ciudadanos obedezcan la ley, en razón de que entienda que eso es lo justo y favorece sus intereses. Pero como esa no ha sido la tendencia, la corrupción se generaliza y los costos de hacer cumplir los contratos se incrementan rápidamente (Bienefield, 1997, febrero – abril:20).
De esta forma, el ataque se hace desde una crítica a los derechos colectivos y promueve la competencia que envuelve el concepto de responsabilidad individual. Si la sociedad, al ser un todo, y la acción humana al estar determinada por las leyes de la historia, es obvio que el individuo no tiene que responder por sus actos. Todo se vale porque todo puede justificarse en función de los intereses o los designios del Estado o del capital, que en la actualidad vendrían a ser casi lo mismo en nuestro medio.
Dentro de la experiencia neoliberal, hay una fuerte contradicción entre los postulados liberales y la democracia. Un Estado democrático supone la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, particularmente aquellas que tienen que ver con el bienestar de la sociedad, esto implica decidir sobre la forma de producción, distribución de la riqueza social y como se asume el bienestar social, tanto individual como colectivamente. El Estado neoliberal sólo respeta la lógica del capital y a sus propietarios. Cualquier consideración social o política que no se ajuste a los intereses del capital simplemente debe ser desconocida. Como resultado de todo esto, el empresario económico busca la maximización de los beneficios derivados de la renta y el empresario busca la maximización del poder a partir del respaldo de sus clientelas.
Para los neoliberales la democracia es un medio y no un fin, debe ser juzgada por sus logros; la democracia es un método para conseguir ciertos fines y debe generar en torno suyo consenso, que le dé solidez y legitimidad dentro de una sociedad. La democracia encuentra su justificación en la disparidad de criterios y por eso se plantea como método de resolución de posiciones contrapuestas en cuanto a esquemas de poder. "Pretender que representa una finalidad en sí, es negar su propia razón de ser. Esto, es válido para todo cuanto acontece en la vida social, donde lo central son los aspectos individuales, pues es a partir de ellos que se produce la colaboración" (Jaraquemada, 1991.p.43).
La democracia de acuerdo con lo anterior, debe ser siempre un marco de referencia donde el individuo pueda actuar libremente. Para Hayet, teórico del Neoliberalismo, los hombres libres, usan los medios y tienen los conocimientos para sus propios propósitos, no deben estar sujetos a reglas de lo que deban hacer, sino que se les debe indicar que no deben hacer. También los individuos deben someterse a la tradición entendida como la imposición de normas necesarias para todos y no como las disposiciones de la mayoría, en últimas debe garantizarse la libertad individual.
Según el pensamiento neoliberal es necesaria la limitación del poder, o sea, la voluntad de la mayoría no se puede convertir en árbitro supremo y exclusivo del quehacer social. La coerción es permisible si asegura la obediencia a las reglas de conducta aprobada por una mayoría, ya que permite evitar el poder arbitrario y es condición esencial de la libertad. La decisión de las mayorías simplemente son unas formas para llegar a acuerdos. Dentro de este enfoque, es fundamental la democracia limitada porque se evita la concentración del poder, el Estado cumple un papel subsidiario pero se destaca la autonomía de la sociedad. La tarea del gobierno es permitir que los individuos y los grupos puedan ir exitosamente detrás de sus objetivos y usar los poderes coercitivos para aumentar la recaudación que les permita proporcionar servicios que antes no podían suministrar por los monopolios estatales (Ibid.:44-46).
De todo esto se concluye inicialmente que el neoliberalismo es la negación de la democracia, la realización de la democracia implica la supresión del liberalismo y el de su mayor producto: el Estado burgués de derecho. El neoliberalismo es una concepción moderna de la democracia, en la medida en que hace una reivindicación formal de abstractas libertades políticas que garantizan unos supuestos derechos de todos los individuos incluyendo los trabajadores y los sectores marginados de la sociedad.
El neoliberalismo rescata la idea del mercado autoregulado, que se basa en el criterio de que el valor de las mercancías no depende del trabajo (teoría histórica que señala que de acuerdo al tiempo corresponde determinado «valor» producto) sino en lo que el cliente (o demandante) esté dispuesto a pagar de acuerdo con las necesidades que él tiene. El concepto de costo de producción correspondiente al trabajo es reemplazado por el de costo de oportunidad. Dentro del proceso de competencia el bien o la mercancía será producido por el productor de menor costo, el costo está representado por una oportunidad que se ha dejado de lado, no por la cantidad de materias primas o insumos.
Al desconocerse el trabajo como fuente de valor (teoría del valor del trabajo), se produce unos efectos en el mercado sobre la fuerza de trabajo que a su vez tiene unas implicaciones políticas: se acentúa la explotación de la fuerza del trabajo con la desregulación de las normas y de los derechos consagrados dentro del Estado Asistencialista (por ejemplo, el desconocimiento de las horas extras, de las difíciles condiciones de trabajo en horas nocturnas o en regiones cálidas); a su vez se deja a un lado la contradicción de clase ya que se reafirma la noción de una sociedad igualitaria (todos somos iguales porque viajamos en el metrobús –transmilenio- o por que caminamos por los nuevos andenes adoquinados) pero se olvida que hay diferencias sociales que se han marcado más en la última década. Todas estas transformaciones buscan eliminar cualquier tipo de resistencia, de cuestionamiento al poder y de construcción de una sociedad alternativa frente al capital.
El trabajo ya no tiene esa connotación de "productivo" eso permite que los dueños del capital vivan a expensas del sector productivo. Se promueve la usura que corresponde a ese último estadio del capital: el financiero. Las transacciones que allí se originan son contraprestaciones entre los dueños del capital dinero y quienes se benefician de dichos prestamos. En apariencia dichas transacciones contribuyen a aumentar la producción, lo que se reafirma realmente es el papel de la circulación monetaria (a través de flujos de capital) que se distancia de la esfera de la producción material, esto se traduce en un desajuste de la economía capitalista. La noción del sujeto económico es la del individuo autointeresado, que racionalmente escoge entre diferentes alternativas la que sea más rentable a sus intereses.
De esta manera, resulta difícil conciliar el sujeto egoísta y autointeresado con el bienestar colectivo y social, ya que el neoliberalismo reivindica la imagen de Robinson Crusoe que en medio de una isla decide maximizar sus beneficios con bienes escasos motivado por causas egoístas, además ese egoísmo se lleva a las relaciones interindividuales, en donde las decisiones de costo de oportunidad permiten alcanzar el bienestar social. La sociedad se reduce a relaciones interindividuales, en donde el hombre existe independientemente de las condiciones materiales de su existencia y de la sociedad misma. Es decir, que el hombre a pesar de ser un producto social, es reducido por el neoliberalismo a un sujeto asocial y ahistórico (Hernández: 24).
Pero la sociedad no es simplemente un escenario de relaciones interindividuales, sino el tejido que une los hombres de manera orgánica, colectiva e interdependiente, el fundamento de la sociedad es el trabajo: las formas en que está organizado, las condiciones y los medios técnicos con que se realiza y que determinan su productividad y como se distribuyen sus resultados. Todo esto configura la estructura básica de la organización social existente, en la que se articulan el desarrollo de la sociedad y la naturaleza humana. En su proceso histórico, la sociedad atraviesa por diversas etapas, correspondientes a las nuevas formas de organización del trabajo, a la apropiación que hace el hombre de la ciencia y de la técnica y a la acumulación de experiencia y saber.
Ahora bien, es casi imposible pensar en el bienestar social bajo el neoliberalismo ya que en este momento del capitalismo, se niega la condición humana y el fundamento social. La posibilidad de recuperar los vínculos humanos sólo se puede dar fuera del mercado, ya que dentro de él sólo tiene validez la ganancia, así se maquille con modelos matemáticos, estadísticos, psicológicos y con llamados a la seguridad democrática.
La participación del Estado, se justifica bajo la argumentación de que el Estado debe asumir el papel de "promotor de la competencia" entre los capitales, como forma de legitimar éticamente tanto la competencia como los "monopolios naturales". Lo cierto es que en América Latina, las burguesías, las elites y las oligarquías que controlan el Estado, utilizan el poder para beneficiarse. Los gobiernos de la región han rescatado la idea del Estado de Derecho –en Colombia se habla del Estado Social de Derecho, que tendría una connotación muy similar-, que opera en una sociedad democrática como una gran salvaguardia del ámbito privado frente a los intervencionismos del Estado y a la expansión de los límites del ejercicio del poder (Jaraquemada: 52).
Además la participación estatal en la economía es importante, ya que se debe mantener el "equilibrio presupuestario", que se expresa en nuestro medio con los llamados a la austeridad, al recorte del gasto, a la eliminación de empresas estatales, al aumento de desempleo, de tal forma que se reduce en últimas la inversión social y se fomenta la privatización de los activos nacionales. Pero ese "equilibrio presupuestario" no permite la crítica, ni la reducción en los gastos militares, mantiene la corrupción bajo nuevas formas y otorga garantías financieras al capital usurero. Se busca el equilibrio macroeconómico, especialmente el de balanza de pagos, el fiscal y el monetario, para garantizar la acumulación de capital olvidando el bienestar social.
Para humanizar su rostro el neoliberalismo propugna la atención a los más desposeídos, a través de llamados a los capitalistas (como la propaganda "done su computador a las escuelas") y a través de subsidios directos financiados por el Estado (como el anuncio de que se amplía la cobertura para el sistema de salud). Este modelo señala que las calamidades del capitalismo se deben a factores fortuitos, se desconoce entonces que las causas fundamentales de estos males se encuentran en la estructura injusta del sistema social. Todo se soluciona con ajustes asociados con la ingeniería social o con el desmonte del Estado (Hernández. 25).
No se debe olvidar que toda transformación política necesita articularse con una dimensión nacional, ya que el desarrollo social y económico son fundamentalmente una empresa social de largo aliento que exige que las sociedades movilicen colectivamente una enorme cantidad de recursos, con el fin de invertirlos en una infraestructura social y económica, cuyos beneficios se disfrutarán a largo plazo. Para que este proceso se dé, es necesario apoyarse en una ciudadanía dispuesta a pagar los impuestos necesarios, porque se siente comprometida con el futuro de la sociedad y porque cree que los costos y riesgos asociados serán equitativamente distribuidos. En nuestro medio esto es algo complicado ya que una forma de tributación regresiva en donde los que tienen más capital pagan medianos impuestos, mientras los obreros tributan altos pagos, viendo menguado su ingreso (Bienefield: 21).
Se puede señalar por último, que es absurdo afirmar que la idea de libertad tenga tan sólo una dimensión individual. La experiencia histórica ha mostrado que el orden capitalista no es un orden espontáneo, tampoco es una sociedad de ciudadanos libres que controlan el Estado, ni es tampoco un orden regulador neutro en beneficio de toda la sociedad. La libertad es posible allí donde la libertad individual sea parte de la libertad social, por eso un mal que ataca la existencia humana es la desigualdad y la concentración del poder económico y político.
El neoliberalismo es la expresión de la lucha de los dueños del capital contra los trabajadores y contra los fundamentos de la sociedad. Es una nueva forma de explotación y dominación, en el que se establece una sociedad con un grado creciente de caos y con un sujeto social fragmentado, desconocido como ciudadano y obviamente como sujeto de derecho, excluido por un régimen social profundamente desigual y decadente. Frente a este panorama es importante crear una sociedad alternativa, con una verdadera ciudadanía incluyente y con verdaderos mecanismos de participación que permitan alcanzar el bienestar social y que rescate la condición humana y solidaria del hombre.
El neoliberalismo frente al derecho de la vida
Es importante considerar las implicaciones de la hegemonía neoliberal, que significaron un aumento gigantesco de los desequilibrios económicos mundiales, siempre a favor del capital financiero, de la concentración del ingreso y de la distribución de al renta mundial, de la exclusión social y del a aumento de la pobreza. América Latina y África fueron las regiones que se sometieron realmente a las políticas neoliberales. Ellas abrieron sus mercados, fortalecieron sus monedas (con las reservas de la suspensión del pago de la deuda), generaron déficits comerciales, que buscaron compensar el aumento de las tasas de interés "para detener la inflación y para atraer capitales del exterior". En consecuencia se transformaron en prisioneros del capital de corto plazo y debilitaron sus políticas públicas a favor del endeudamiento fiscal y del aumento del pago de intereses.
El resultado: las políticas monetaristas (asociadas al neoliberalismo) llevaron a nuestros países al aumento de la dependencia, la concentración y la exclusión. América Latina perdió protagonismo en el comercio y en la economía mundial. Al mismo tiempo África se ahogó en el hambre y en la violencia tribal, las políticas del FMI y del Banco Mundial que la hizo retroceder a la condición de exportadora de materias primas y que la entregaron a los intereses del capital de corto plazo mientras se destruían sus primeros esfuerzos para la construcción de sus Estados nacionales, después de la victoria contra los colonizadores (Dos Santos: 2004).
Al respecto, a mediados del año 2003 Pedro Casaldáliga, obispo de Sao Felix do Araguaia (Mato Grosso, Brasil) afirmaba que: "La palabra de orden, hoy en América Latina, el Caribe y el mundo es ‘neoliberalismo’, con las consecuencias más dramáticas para el Tercer Mundo. No podemos olvidar que el neoliberalismo continúa siendo el capitalismo. A veces se olvida esto".
Así mismo monseñor Pedro Calsadáliga señala que "contra el neoliberalismo, la siempre nueva liberación". Para este personaje "el neoliberalismo es el capitalismo transnacional llevado al extremo. El mundo convertido en mercado al servicio del capital hecho dios y razón de ser. En segundo lugar, el neoliberalismo implica la desresponsabilización del Estado, que debería ser el agente representativo de la colectividad nacional. Y agente de servicios públicos" (Casaldáliga , 2003,junio: 12).
Pero añade que al "desresponsabilizar al Estado, de hecho se desresponsabiliza la sociedad. Deja de existir la sociedad y pasa a prevalecer lo privado, la competencia de los intereses privados". La privatización, es el extremo de la propiedad privada que de privada, pasa a privativa y que de privativa pasa a ser privadora de la vida de los otros, de las mayorías. La privatización es privilegización, la selección de una minoría privilegiada que merece vivir bien.
Sólo el 15% tiene derecho de vivir bien, el neoliberalismo implica la marginación fría de la mayoría sobrante. Es decir, "salimos de la dominación hacia la exclusión". Y señala irónicamente monseñor Casaldáliga: "hoy ser explotado es un privilegio, porque muchos ni siquiera alcanzan la ‘condición’ de explotados, ya que no tienen ni empleo" (Casaldáliga).
El neoliberalismo es negación de la utopía y de toda posible alternativa, es también la mentira institucionalizada, que se expresa en procesos como en la modernidad, de la técnica, de la libertad y de la democracia. Nada de lo que expresan son, la modernidad es postmodernidad en el primer mundo, en el nombre de la técnica se expropian los recursos naturales de los pueblos más pobres y se busca el afán de lucro, en función de una falsa libertad y de una aparente democracia. En América Latina pasamos de las dictaduras a las "democraduras", el colectivismo dictatorial es la degeneración de la colectividad y la negación de la persona; el individualismo neoliberal es la degeneración de la persona y la negación de la comunidad. El individualismo egoísta neoliberal, es la degeneración de la comunidad, que es participación y compartimiento.
Para Pedro Casaldáliga, las tres grandes preocupaciones para América Latina son el nacionalismo, la inculturación y la ecología. Porque si el nacionalismo nos incomoda es porque defendemos el transnacionalismo; si la inculturación nos incomoda es porque aún defendemos el colonialismo; si la ecología nos incomoda, es porque defendemos el capitalismo depredador (Casaldáliga).
Frente a los procesos de elección en América Latina, considera que estos dependen de loas grandes redes de televisión. Hay una decepción frente a los políticos y se pide una nueva generación. Los partidos están desprestigiados. Se piensa en alianzas de tipo popular. Pero la resistencia puede terminar en manos de las fuerzas que nos dominan, aquellos que tienen en sus manos el dinero, los medios de comunicación y los puestos políticos. Pero monseñor Casaldáliga precisa:
«Pero no hay duda de que, bajo el poder del capital neoliberal, representado por el FMI y por el Banco Mundial, la alianza de esos políticos de marketing, al servicio del mismo neoliberalismo y ante la impotencia de amplios sectores de las fuerzas populares, es de temer que se repitan, con algunos retoques, las elecciones de años anteriores y hasta de siglos atrás. […] La táctica en todas partes es la misma. Las promesas, los programas acaban siendo los mismos. Todos los partidos políticos conocen muy bien las necesidades del pueblo y saben programar teóricamente soluciones».
Una posible salida de la región es la integración latinoamericana de un modo alternativo, no hay que aceptar las formulas ya conocidas y de nuevos reprogramadas del Tratado de Libre Comercio: "México lo está pasando mal. Muchos empresarios tuvieron que cerrar sus empresas […] se puede prever cualquier tipo de insurrección en el país. Ya se llegó al extremo de importar leche de Australia".
Pero no hay que olvidar que nuestros países de América Latina padecen un mal que llevan sobre sus hombres desde hace mucho tiempo:
"la deuda externa continúa siendo la sangría de nuestros pueblos. Sigue siendo el gobierno real de nuestras democracias. No son nuestras constituciones las que mandan; es la deuda externa. Los presidentes y los ministros de hacienda de nuestros países son representantes del FMI. La deuda externa, con el pago de los intereses, es lo que condiciona los salarios, los servicios públicos" (Casaldáliga).
Tal vez ese es el mayor mal que padecemos junto con los intereses, ya no con los gobiernos del norte sino con sus más dignos representantes: las empresas trasnacionales. Mientras no se resuelva el problema de la deuda externa es difícil construir una economía democrática en nuestros países.
Hacia una recuperación de lo social en Latinoamérica
Aunque las alternativas aún están por construir es interesante considerar las propuestas de una institución que por décadas trató de promover un desarrollo económico y político autónomo de la región. La Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) dependencia de las Naciones Unidas ha tratado de volver un poco a las raíces que la distinguieron en el escenario mundial a mediados del siglo XX. Su nacimiento se articuló con la construcción de una serie de recomendaciones de política económica diferentes y alternativas para América Latina. Pero en la década de los 80 la Cepal se transformó en una institución regional de asesoramiento en política económica.
La relativa autonomía de la Cepal se basó en sus estrechas relaciones con las instituciones, la política y la historia de América Latina y en su intención de influir sobre los gobiernos a través de los líderes políticos, pero que muchas veces no pudo romper con las ambiciones de las elites y las oligarquías regionales. Las ideas de este organismo fueron una alternativa latinoamericana a las propuestas de las instituciones globales que tienen el respaldo de los países más ricos y de las transnacionales más poderosas, tales como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se alian permanentemente con los sectores económicos y políticos regionales que ven a sus países como una posibilidad de enriquecimiento y de beneficio particular.
La Cepal ha tratado de incluir en su análisis la relación entre factores institucionales y socioestructurales y los determinantes generales del desarrollo macroeconómico. Dentro de los conceptos más valiosos aportados por este organismo están: «estructuralismo histórico», «estructuralidad heterogénea» y «capacidad sistémica de competencia». La Cepal al igual que muchos líderes en la década de los 90 no ofrecieron una alternativa a las propuestas y a las acciones derivadas del "Consenso de Washington", el más importante aporte fue el informe en el cual se acuño el término de la «Década Perdida para América Latina». En los años sesenta el 51% de la población de Latinoamérica vivía en la pobreza. Los programas de sustitución de importaciones auspiciados por la Cepal impulsaron el crecimiento económico; hacia 1980 la situación había mejorado, solo 33% de la población quedaba en la pobreza. Diez años después nuevamente la mitad de los habitantes se encuentran en la pobreza. En 1989 surgió el Consenso de Washington a partir de la conferencia "Latin American Adjustment: How Much Has Happened", que reafirma que el libre mercado es la clave del desarrollo económico (Cypher, 1997: 36).
En el último lustro se observa una posición crítica de la Cepal. El BM señala que los ajustes estructurales fueron los que llevaron a América Latina nuevamente a la senda del crecimiento, por su parte algunos miembros de la Cepal muestran que eso no ha sido cierto, ya que no hay relación estadística positiva entre ajuste estructural y crecimiento económico. Por el contrario afirman, que algunas reformas, como la flexibilización laboral –que en Colombia ya va por las reformas de cuarta generación- y la liberalización del mercado de capitales llevaron a una inestabilidad económica, que pone en peligro el desarrollo social y amenaza la débil experiencia de democracia de los países de la región. "La «tierra prometida» de un desarrollo económico y social para las amplias masas queda cada vez más lejos" (Freiberg-Strauss, 2002: 5).
En la mayoría de los países latinoamericanos se ha profundizado el abismo o la brecha entre los pocos ricos y los amplios sectores de población que son pobres. En el escenario social aparecen nuevos protagonistas provenientes de las clases medias que luchan por el cumplimiento de sus derechos consagrados en sus Constituciones y leyes, como en Argentina después de diciembre del 2001 y el difícil proceso político que se desarrolla en Venezuela. Grupos tradicionalmente marginados como los indígenas, adquieren un nuevo protagonismo en Ecuador y México. En pocas palabras, la inestabilidad y la inseguridad se han tomado a amplios grupos sociales.
El descenso y la marginación sociales crean un clima de inseguridad y provocan una crisis de las instituciones sociales y un renacimiento de las exigencias de «ley y orden». El neoliberalismo -que no es un modelo económico como lo han tratado de presentar- busca eliminar el intervencionismo y la regulación del Estado en la economía e incluso se elimina como garante de los servicios públicos básicos, por otra parte quiere garantizar la supremacía del mercado, de la iniciativa particular y la acumulación privada de capital.
Para lograr todo esto el neoliberalismo busca mantener las condiciones mínimas de cohesión de la sociedad que brinden seguridad a los intereses de los propietarios e inversionistas privados. De esta manera, aparece y se da el fortalecimiento del «Derecho a la Seguridad» que cubre sólo a las clases y elites ricas, a los gobernantes y a los privilegiados. Se consagra un Estado y gobierno mínimos pero al mismo tiempo fuertes y estables para el ejercicio del control social y del dominio político, se reafirma constantemente el orden y el apego a las jerarquías (Sánchez, 2001: 12).
Al respecto, el empresario colombiano José Fernando Isaza señala que en momentos en que se debaten y aprueban normas que vulneran los mínimos derechos políticos de los ciudadanos, "es bueno precisar que esos derechos no le pertenecen a la administración para que disponga de ellos, sino que, por el contrario son patrimonio de la sociedad democrática". Entre los derechos fundamentales e irrenunciables del ciudadano están: la presunción de inocencia y el derecho de la libertad. Derechos que han sido incorporados en la legislación de muchos países, pero que en nuestro medio se aprobó una reforma constitucional que los vulnera. Es preferible vivir en un país de ciudadanos y no de sospechosos. El recorte de los derechos al disfrute de libertad y a la intimidad, puede afectar una verdadera seguridad democrática. Afirma José Fernando Isaza.
"La seguridad se obtiene avanzando en el proceso de legitimación y aceptación del Estado por parte del ciudadano. La política de seguridad no debe priorizar la seguridad para el Estado; por el contrario, la democracia debe privilegiar la seguridad para sus miembros" (Isaza Delgado, 2004).
Para salir a la crisis de la legitimidad del Estado y de la política es necesario algo más que una propuesta que integre factores económicos, políticos y sociales, y que vaya más allá del lema "libertad y orden" presente en los membretes de las entidades oficiales del país. Lo que se necesita es una agenda de reformas con una visión realista del desarrollo de la sociedad, capaz de sustituir los actuales déficits de sentido por un nuevo consenso social. En este punto es clave el papel del Estado, a pesar de que puede ser un instrumento de dominación de una clase sobre otra, pero es el único referente político y social para articular la fragmentada sociedad y para articular las economías nacionales y regionales.
Frente a esto la Cepal señaló que los mercados y los Estados no funcionan automáticamente, ya que la estrategia que se impulso en los 80 fue el de la combinación de liberalización de mercados y una estabilización apoyada sólo en políticas fiscal, monetaria y de comercio exterior esperando como resultado un desarrollo exitoso. El Estado y los gobiernos deben reconocer el fracaso de los mercados, la Cepal reivindica una activa política estatal para mejorar la función de los mercados financieros y una activa política de fomento económico.
Al igual que en muchos escenarios tanto políticos como académicos en la Cepal se discuten hoy temas tales como los derechos sociales, económicos y sobre todo culturales y su inclusión en estrategias económicas y sociopolíticas, como por ejemplo, la reducción de la discriminación étnica, la igualdad de derechos de la mujer y hasta la vigencia de los derechos del ciudadano en un contexto de Estado Social de Derecho. Uno de los últimos documentos de la Cepal: "Equidad, desarrollo y ciudadanía", nos muestra algo muy sencillo que se debe dar, la articulación de la política económica y social con la vigencia de los derechos del ciudadano en un Estado Social de Derecho, al respecto se afirma:
"La ciudadanía implica un compromiso recíproco entre el poder público y las personas. El primero debe respetar la autonomía individual, permitir y promover la participación política y brindar, en forma consistente con el desarrollo económico, posibilidades de bienestar social y oportunidades productivas. Las segundas deben contribuir con su participación en el ámbito público, haciendo aportes para enriquecerlo. En este sentido, la ciudadanía implica una ampliación del espacio público frente a la fuerza centrífuga que hoy tiene el espacio privado, de manera de crear más sociedad, una conciencia más difundida sobre las responsabilidades de los individuos y los grupos respecto del conjunto de la organización social, espacios de deliberación y formación de acuerdos entre ciudadanos, y participación directa de ellos en la creación y disfrute de "bienes públicos" y "bienes de valor social" (CEPAL 2000, 2004:16).
Miremos con atención las reformas propuestas por la Cepal. Los hilos conductores de la agenda de reformas son: a. Un nuevo equilibrio entre el interés privado y el público, y b. Un concepto amplio de políticas públicas. Al igual que la Cepal el premio nobel Joseph Stiglitz exige que se tome más en cuenta el interés público en la formulación y puesta en práctica de reformas económicas.
Argentina es un ejemplo de esto ya que su política económica en los 90 favoreció el pago y la amortización de la deuda externa a través de una política de dolarización sacrificando su industria nacional que fue modelo en las décadas anteriores. Aquí entran en choque dos elementos de la economía y la política, el cumplimiento del pago de los créditos [pago de deuda] y el contrato no escrito entre Estado y ciudadanos [contrato social] que busca garantizar el bienestar de los ciudadanos. Para Stiglitz es la política del FMI el que mina el mercado y la estabilidad a largo plazo de la economía y de la sociedad (Freiberg-Strauss: 32).
Las recesiones profundas llevan a pérdidas a corto plazo como el aumento del desempleo y de la pobreza, a largo plazo conduce a pérdidas de conocimiento y de capital humano, al tiempo que hace disminuir a mediano plazo la disposición a asumir riesgos empresariales. A finales del 2003 el Director General de la Organización Internacional del Trabajo OIT, manifestó que el trabajo era el mejor medio para escapar de la pobreza, también señaló que casi tres mil millones de personas vivían con menos de dos dólares al día, y de ellas, cerca de mil millones –23% de la población de los países en desarrollo- vivían con un dólar al día. América Latina pasó de 121 a 132 millones de pobres. Así mismo propuso cuatro "indicadores del progreso": creación de empleo, derechos garantizados en el trabajo, protección social básica, y promoción del diálogo y solución de conflictos (Somavía, 2003, septiembre: 4-6).
Un equilibrio entre el contrato (de economía privada) de crédito y el contrato social (político) implica desarrollar una política de estabilidad macroeconómica, o sea, una política por empleo y crecimiento, con una reducida tasa de inflación y una balanza comercial equilibrada. Este es el concepto keynesiano de estabilidad, autor que es visto por los conservadores neoliberales como muy revolucionario.
Al respecto en Colombia el actual gobierno promueve la idea de un Estado corporativo, según el cual el país debe administrarse como una empresa privada. Pero lo cierto es que un municipio es más que la suma de haciendas y casas, un país es muchos más que la suma de los departamentos que lo componen. A esto se suman las interrelaciones sociales que le dan un contenido diferente a esa realidad política. José Fernando Isaza nos hace una presentación interesante del papel social del Estado en la actualidad:
"El horizonte de planeación de un estadista debe ser diferente del de un empresario. Las tasas descuento que utiliza así lo demuestran. Desde el punto de vista de rentabilidad privada, debería preferirse la inversión en educación superior –que retribuye más en incremento salarial- antes que la educación básica, que tiene efectos de equidad y de bienestar en horizontes más largos. Sin embargo, desde el punto de vista del Estado, lo opuesto es lo correcto en términos de justicia y proyección intergeneracional. El uso de los recursos renovables y no renovables, desde el punto de vista de rentabilidad privada, puede conducir al agotamiento de estos o a la extinción de muchas especies, si, por ejemplo, su tasa de reproducción es inferior a la tasa de interés del sector privado" (Isaza).
El territorio también tiene un fin una utilidad diferente, el sector privado vende los activos improductivos, es decir, aquellos cuyo ingreso sea menor que los gastos que conlleve; para un hombre de Estado, el territorio no es transable, así haya que invertir así no se integren al sector productivo. José Fernando Isaza señala sobre el aspecto ideológico de introducir conceptos y criterios del mundo empresarial al espacio ciudadano que:
"No debe confundirse la eficiencia, el respeto por las personas –principios básicos del éxito empresarial, que pueden y deben transferirse a la administración del Estado, en particular al respeto a los ciudadanos- con el simple criterio de imponer a este los conceptos de rentabilidad, tasas de interés, tasas de descuento privadas que son y deben ser totalmente diferentes" (Ibid).
Ahora bien, dentro de la propuesta de la Cepal se propone desarrollar instrumentos para una política anticíclica, que puede contribuir al aprovisamiento de capital para la región –que en muchas ocasiones es muy esquivo-. Entre esos instrumentos están: a. Una política monetaria y fiscal flexible, que permita evitar el surgimiento de deudas públicas y privadas elevadas; b. La introducción de funciones de control y regulación en los mercados de capitales con elementos anticíclicos, y c. Reformas institucionales que permitan una gestión de las deudas privadas y públicas.
En la década de los 90 la Cepal ha articulado las anteriores reformas en tres aspectos fundamentales:
- Determinantes macroeconómicos de la competitividad. La preocupación central es buscar los factores que desatan una dinámica económica. Tanto la actividad industrial como la sensata explotación de los recursos naturales permiten una integración de América Latina en los mercados mundiales. También en la cadena de producción las condiciones macroinstitucionales llevan a una dinámica económica autónoma.
- La importancia de los cambios tecnológicos. Son importantes los «clusters» (interrelaciones económicas, sociales e institucionales a nivel local) y los sistemas de innovación. Es necesario crear un entorno apropiado con apoyo estatal.
- Distribución del ingreso y el crecimiento económico. América Latina tiene dos serios problemas: la escasa competencia tecnológica y la desigual distribución del ingreso. Hasta los 80 se creía que lo importante era la equidad distributiva, pero hoy se propone la reforma de los sistemas de seguridad social y una nueva aproximación a la política social, para detener la creciente marginación de amplias capas de la sociedad (Freiberg-Strauss: 32-33).
No basta con exigir una equidad económica, sino que es importante construir escenarios sociales muy diferentes a los actuales que se han inspirado bajo el neoliberalismo. Una sociedad socialmente justa debe garantizar a sus ciudadanos derechos, sociales, económicos y culturales tal como están descritos en la Carta de las Naciones Unidas.
De este enfoque se derivan los fundamentos de la igualdad en el sentido de iguales posibilidades y opciones, solidaridad y no discriminación. Esos derechos son universales, indivisibles e independientes. Son la base de los valores de la política pública, que por ello es más que política estatal. La puesta en práctica de esos derechos implica que los ciudadanos los conciban como derechos civiles y exijan su cumplimiento. Una adecuada comprensión de los derechos civiles permite que las metas sociales y culturales tengan un valor propio en la política.
Una dificultad en el fortalecimiento de los derechos ciudadanos, tiene que ver con el establecimiento de Tratados de Libre Comercio, hay una asimetría entre los convenios que garantizan los derechos humanos y los convenios que protegen el capital, los primeros son declaraciones de intención o compromisos que no están acompañados de instrumentos que garanticen su cumplimiento, para los segundos hay mecanismos precisos que garantizan severas sanciones en caso de incumplimiento. Un Estado puede violar el derecho a la salud, acción que no tendrá sanción a nivel internacional, pero si incumple los acuerdos referidos a patentes o propiedad intelectual, podrá ser sancionado a petición de la compañía extranjera que no pudiera colocar sus productos en ese mercado (Cubas, 2003, junio: 6).
Sin considerar lo anterior, la Cepal formula una política de integración social con los siguientes componentes que resulta válida para la experiencia de los países de la región:
- Una política social, con una mayor eficiencia, con carácter universal y solidario, para articular a los pobres dentro de políticas de lucha contra la pobreza.
- Una política económica, que busca la estabilidad macroeconómica, la creación de puestos de trabajo y la reducción de la heterogeneidad estructural entre los sectores productivos, y
- Un fortalecimiento de los derechos del ciudadano, sobre todo para los grupos pobres y discriminados, para que esos protagonistas puedan participar en la formulación de las políticas públicas.
A diferencia del BM y del FMI, la Cepal pone más preocupación en soluciones institucionalmente sostenibles, colocando, por ejemplo, la lucha contra la pobreza en el contexto de una política de reformas institucionales de mediano y largo plazo, la participación en torno a una vivencia de los derechos ciudadanos y la política macroeconómica en asociada con una mayor estabilidad, que incluye la meta de mayor empleo (Ibid.:33).
En el año de 1996 el teólogo brasileño Leonardo Boff ofreció una entrevista, de la cual extractamos algunos apartes y que nos sirven de balance para esta reflexión:
"Sobre los capitalistas. No hay que condenar a la empresa porque la empresa puede ser la forma organizada de producir, de crear empleos, bienestar, pero hay un tipo de empresas que vive de la explotación del trabajo, de la injusticia, de los salarios mínimos, de la corrupción. Esas empresas cometen crímenes y es tarea de la justicia social perseguirles. Pertenece a la pedagogía de la teología de la liberación, ayudar a los ciudadanos a ser críticos, a informarse de esas situaciones, para que ellos como ciudadanos presionen a las autoridades para que no siga este tipo de explotación cuyas principales víctimas son los pobres".
"Democracia social. La teología de la liberación no acepta la humillación de los indígenas, los salarios de miseria, la marginación de millones de personas. No acepta esta situación y se da cuenta que uno de los factores principales de esta situación, no el único, es el sistema capitalista y a raíz de eso lo condena. Pero le interesan ante todo los efectos de este sistema que son antivida y producen sufrimiento y muerte al pueblo. Queremos la vida, la libertad del pueblo y el camino mejor, para eso es el propio pueblo. […] Nosotros creemos en una democracia de carácter popular, democracia social, que incluya cada vez más a toda la sociedad".
"La esperanza. Yo me siento un cristiano, un teólogo, que despertó por el grito de los pobres, estando con ellos y desde ellos, e intento llevar adelante mi misión como cristiano, como ciudadano, como intelectual, apoyando, estando ahí. […] Tengo la alegría que la vida es finalmente más fuerte que la muerte; que como nadie puede detener la venida de la primavera, nadie puede detener la justicia de los pobres, el triunfo de los mejores deseos del ser humano, que quiere vida, que quiere compartir" (Boff, 1996, octubre – diciembre).
Frente a los retos que esperan tanto a América Latina como a Colombia, José Fernando Isaza, reafirma la diferencia y la búsqueda permanente de los derechos fundamentales:
"Ustedes tendrán que asumir el relevo de una generación que no conoció la paz; que vivió un asombroso cambio tecnológico y científico, que vio mejorar su calidad de vida por indicadores de cubrimiento de servicios, pero desmejorada en lo fundamental: el goce de vivir sin temor. Percibió unos atisbos de modernización de las costumbres políticas, cierta consolidación de la independencia de poderes y una mayor participación política en las regiones. Estos logros deben preservarse y servir de punto de partida a la inserción de nuestro país en el mundo moderno. El renunciar a lo adquirido en aras de un paralizante unanimismo nos alejará de las sociedades civilizadas. Los invito a que mantengan vigentes el derecho a disentir y a respetar el disenso" (Izasa).
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Axel Riveros Vera
Rocío Rubio Borbón
Especialistas en Pensamiento Educativo y Filosófico en América Latina. Convenio: Unincca (Colombia) – Universidad Central de Las Villas (Cuba).
Especialistas en Economía Internacional. Universidad Antonio Nariño.
Participantes de la Cátedra Latinoamericana «Antonio García Nossa» de la Universidad Nacional de Colombia. Bogotá