Indice1. Cultura 2. Definición 3. Cultura vs. Civilización 4. Subcultura. 5. Bibliografia
Es propio de la persona humana, el no llegar a un nivel verdadero y plenamente humano si no es mediante la cultura, es decir, cultivando los bienes y los valores naturales. Siempre, pues, que se trata de la vida humana, naturaleza y cultura se hallan unidas estrechísimamente. Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales procurando someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras, grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos e, incluso, a todo el género humano. De aquí se sigue que la cultura humana presenta necesariamente un aspecto histórico y social y que la palabra cultura asume con frecuencia un sentido sociológico y etnológico. En este sentido se habla de la pluralidad de culturas. Estilos de vida común diversos y escala de valor diferentes, encuentran su origen en la distinta manera de servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de practicar la religión, de comportarse, de establecer leyes e instituciones jurídicas, de desarrollar las ciencias, las artes y de cultivar la belleza. Así, las costumbres recibidas forman el patrimonio propio de cada comunidad humana. Así también es como se constituye un medio histórico determinado, en el cual se inserta el hombre de cada nación o tiempo y del que recibe los valores para promover la civilización humana.
Según el Diccionario de la Lengua Española, define Cultura como: "Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre…" "…Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social…" Según la Enciclopedia Hispánica, define Cultura como: "el resultado de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por el ejercicio las facultades intelectuales del hombre". Según la Enciclopedia Encarta 2001: "Cultura, conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social en un periodo determinado. El término ‘cultura’ engloba además modos de vida, ceremonias, arte, invenciones, tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del ser humano, tradiciones y creencias. A través de la cultura se expresa el hombre, toma conciencia de sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos significados y crea obras que le trascienden" Entendemos por "Cultura" no la mera erudición o información, como a veces se la concibe, sino el modo fundamental de relacionarse (pensar, vivenciar, actuar) con la realidad total, que tiene un determinado grupo de personas o una determinada época histórica. Es decir, la cultura abarca todo el conjunto de costumbres, creencias, formas de vida, música, etc., de un pueblo o comunidad. La comprensión de la cultura y sus valores permite un acercamiento y posibilita un diálogo basado en el respeto entre distintas sociedades. La cultura de un país o grupo se puede ver como un flujo continuo, con energías creativas de nuevos talentos contribuyendo al cambio. En un momento determinado, la cultura es una compleja amalgama de glorias pasadas y de tendencias de vanguardia. La cultura es, como todos lo sabemos, aquel núcleo en donde están comprendidos como válidos una serie de valores tanto éticos como estéticos, de un conjunto de seres humanos donde hay consenso en las creencias religiosas o metafísicas, en la forma de reproducir la vida material, en la concepción que se tiene de lo bello y de lo bueno. En general, la actitud que se tiene hacia la existencia y la realidad. Esa cosmovisión aceptada como cierta y que de ella se derivan valores para la vida es aquello que se convierte en una forma cultural. La variedad de expresiones culturales obedece a las distintas cosmovisiones que diferentes grupos humanos guardan, las diferencias existen tanto en el tiempo como en el espacio. A partir del Renacimiento y con él de la aparición de la Edad Moderna, se amplió y fue posible la apelación a la diferenciación que existe entre los seres humanos; esta tendencia, un poco ficticia en la realidad de la práctica concreta de la vida, ha logrado que en nuestra sociedad posmoderna surja un fenómeno de expresión antes desconocido por la sociedad humana: el fenómeno de la subcultura. Así encontramos de un lado a la "Cultura Oficial" y en contraparte a las diversas "Subculturas" dentro de un mismo tiempo y espacio.
La Cultura Es Un Concepto Aunque se habla de cultura como algo "auténtico", algo que existe "en la realidad", se trata , de hecho, de una construcción intelectual utilizada para describir (y explicar) un complejo conglomerado de comportamientos, ideas, emociones y obras humanas. Durante decenios, los estudiosos han defendido esta concepción. Por ejemplo, el antropólogo Lowie afirmó en 1937 que "invariablemente, la cultura es una unidad artificial segregada por razones de conveniencia" (1937, p. 235). Kroeber realizó una aseveración similar en 1945 (Kroeber, 1945, p. 90). Más recientemente, un antropólogo tan reconocido como Geertz señaló: "Describir una cultura (…) no consiste en clasificar un tipo de objeto peculiar (…). Es intentar lograr que alguien, en alguna parte, vea las cosas del mismo modo que tú has llegado a verlas por la influencia de viajes, libros, testimonios y conversaciones" (1995, pp 61-62).La consideración de la cultura como concepto, y no como realidad, puede ilustrarse asimismo observando las enormes variaciones existentes en la utilización del término. Según Goodenough, "el término cultura se caracteriza por su diferente significado para diversas personas a lo largo de la historia" (1989, p 93). Como señala el sociólogo Parsons: "En la teoría antropológica no existe lo que podría denominarse un acuerdo generalizado respecto a la definición de cultura" (1951, p 15). Williams comenta que: "cultura es una de las dos o tres palabras más complejas del diccionario. Esta dificultad se debe, en parte, a su intrincado desarrollo histórico en diversos idiomas, pero sobre todo, a su utilización actual para referirse a conceptos importantes en varias disciplinas intelectuales y en distintos sistemas de pensamiento específicos e incompatibles " (1976, pp.76-77). La lectura de la obra Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions, de Kroeber y Kluckhohn (1952), que contiene más de 150 definiciones de cultura, puede facilitar la comprensión de este punto de vista.Quizás, en lugar de sumergirnos en argumentaciones sobre lo que es y lo que no es la cultura y buscar un significado o significados esenciales del concepto, valdría más adoptar una perspectiva pragmática y preguntarse a qué problemas concretos solemos referirnos al aludir a la cultura. Tomando como base el informe sobre cultura y desarrollo Nuestra Diversidad Creativa, publicado por la UNESCO en 1995, podrían destacarse tres de estos problemas. En primer lugar, es habitual la preocupación por la pérdida de identidad y de valores culturales. Desde el Primer Mundo al Tercero (así como al Cuarto), la queja suele ser la misma: la vida moderna tiende a perturbar los fundamentos tradicionales de los significados y de la identidad. Por ejemplo, el economista keniano Mwale aboga por una descolonización de la mente africana y por una identidad cultural independiente de Occidente (Useem, 1997, p A48).Curiosamente, aunque en cada caso se haga referencia a una situación cultural específica, la reivindicación es entendida en todo el mundo. Una queja en este sentido formulada en Tailandia será comprendida por los visitantes japoneses e indonesios, y otra análoga hecha en Guatemala será compartida por los brasileños y los canadienses. En segundo lugar, la cultura aparece también en los debates sobre desarrollo económico. Se alude a ella para hacer hincapié en un conjunto de prioridades ajenas al mercado: en concreto, para subrayar el humanismo y la preocupación por lo demás. No es la primera vez que las economías de mercado han reconfigurado radicalmente la vida social. Ya ocurrió en Inglaterra y Estados Unidos en el siglo XIX. Polyani (1944) denominó a este fenómeno "la Gran Transformación". Esta aritmética de mercado ha reaparecido en la actualidad, convenientemente revisada, en relación con el desarrollo económico y las reformas "neoliberales". Una y otra vez se plantean cuestiones acerca de los valores culturales perdidos en el camino hacia la plena consolidación de las economías de mercado y la globalización. En tercer lugar, la cultura se tiene en cuenta asimismo en los debates sobre los conflictos étnicos. Por ejemplo, los planteados entre hutus y tutsis (en Ruanda), entre bosnios y serbios (en los Balcanes), entre tamiles y cingaleses (en Sri Lanka) se describen en todos los caos como conflictos enraizados en diferencias culturales seculares. La cultura se convierte en un modo de explicar (casi de justificar) la violencia étnica y los conflictos actuales.
Inmersos En Una Contradicción Es importante comprender que el concepto de cultura se desarrolló en un contexto histórico específico (nacionalismo), en el cual se catalogó como una fuerza homogeneizadora y unificadora que, en última instancia, servía de apoyo al Estado. Tal y como se formuló en Alemania en el siglo XIX, dicho concepto implicaba la búsqueda de una identidad unificadora de la clase media, privada de derechos y fragmentada políticamente. En opinión de Elias (1994, p 25): "Con la lenta ascensión de la burguesía alemana desde su condición de clase de segunda fila hasta la de depositaria de la conciencia nacional (..) una clase obligada a percibirse y legitimarse primero por comparación con la clase superior aristocrática y después por definición frente a las naciones competidoras",
La cultura de transformó en una seña de identidad de la unidad política alemana. Podemos observar este proceso también en los estados modernos. Muchos de los estados-nación del Tercer Mundo están formados por grupos dispares. La reivindicación de una unidad cultural subyacente para la nación ayuda a legitimar y consolidar el Estado. Apoyando ideales y visiones de la vida compartidos por toda la nación, las divisiones internas se atenúan. En este sentido, la cultura actúa como "lazo de unión" de las personas dentro de una unidad política. Con todo, esta consideración del concepto de cultura se enfrenta a dos problemas fundamentes o, para ser más exactos, a dos realidades. En primer lugar, ninguna cultura está aislada. Como se afirma en Nuestra Diversidad Creativa, "ninguna cultura es una entidad sellada herméticamente". "Toda cultura influye y recibe influencias de las demás" (Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, 1995, p 54). El concepto de cultura siempre incluye un sentido de relación: no se trata simplemente de "X", sino de "X" en relación con "Y": los franceses respecto a los británicos, éstos respecto a los alemanes, los tailandeses frente a los birmanos, o los vietnamitas frente a los chinos. Para Barth, "hablar de etnicidad en relación con un grupo y su cultura equivale a intentar aplaudir con una sola mano. La diferencia entre "nosotros" y "los demás" está enraizada en la organización de la etnicidad: se trata de la propia alteridad de los otros" (1995, p.13). Aunque la retórica contemporánea pueda hacer pensar que cada cultura es una entidad original, hay abundantes datos que demuestran que consiste en una mezcla sutil de influencias autóctonas y ajenas. En opinión de Kroeber ( 1948, p. 257), "puede afirmarse que la cantidad de materiales culturales (…) de origen externo que se acumula gradualmente en una cultura suele exceder a los originados dentro de ésta". Un examen pormenorizado indica la presencia en todas las culturas de un conjunto de "elementos importados" externos, aunque (y esto es importante) pueden acabar siendo percibidos como parte de la cultura propia. Sólo un estudio histórico detenido permite descubrir su origen. La gama de ejemplos abunda en sorpresas: el ukelele hawaiano es portugués, el vidrio de las ventanas occidentales fue inventado por los egipcios, la porcelana procede de China y nuestros modernos cuartos de baño provienen de los romanos. Es evidente que lo indígena y lo extranjero se entrelazan repetidamente en el seno de un grupo cultural. Las personas perciben el mundo de diversas formas. Se basan en los recursos culturales de su comunidad respectiva. Además, aprovechan otros recursos disponibles, combinando factores derivados de distintas experiencias hasta conformar estructuras de significado coherentes, lo que convierte a estos factores en elementos verdaderamente "indígenas" ( parte de la cultura de un grupo) no es su carácter originalmente propio o ajeno, sino la manera en que se combinan. "Nos dieron una lengua", afirma un personaje de la novela de Kureishi The Black Album, refiriéndose a la ocupación británica de la India, "pero sólo nosotros sabemos cómo utilizarla" (en Iyer, 1997, p. 27). Según Iyer, el inglés de la India no es sólo una "lengua materna adoptiva" enormemente rica para centenares de millones de indios, ni sólo un recuerdo inestimable de siglos de amalgama cultural, sino "un producto fundamental y específico" de la cultura india (ibid.). Una segunda "realidad" de la cultura es su naturaleza fluida. En Nuestra Diversidad Creativa se afirma que "la cultura de un país no es estática ni invariable (…) Se encuentra en un constante estado de flujo" (Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, 1995, p 24). Se hace referencia a la cultura como tradición secular, transmitida de manera inalterada de generación en generación. Sin embargo, las culturas necesitan cambiar constantemente para seguir teniendo sentido para los vivos. Tomemos como ejemplo el caso de Pukapuka, un pequeño atolón polinesio de las islas Cook. Entre los polinesios y los antropólogos, la isla tiene reputación de tradicional, esto es, de conservar sus tradiciones mejor que la mayoría de las comunidades del Pacífico. No obstante, un estudio pormenorizado pone de manifiesto que esas tradiciones cambian y se actualizan constantemente (Borofsky, 1987). El proceso suele ser muy sutil. La gente se esfuerza en comprender algunas tradiciones y encontrarles sentido. Las que parecen equívocas son "desmenuzadas", interpretadas (y reinterpretadas) para facilitar su comprensión. Sólo puede apreciarse con claridad que estas reinterpretaciones constituyen "cambios" cuando se comparan las tradiciones de ayer con las de hoy. En lugar de plantearnos por qué cambian las tradiciones, podríamos dar la vuelta a la cuestión y preguntarnos: ¿y por qué no han de cambiar? Los tiempos cambian y con ellos la mentalidad de las personas. Si se quieren preservar las tradiciones culturales para hacerlas vivir en el presente, hay que cambiarlas. Esta afirmación resulta irónica; para conservar las tradiciones, los vivos suelen transformarlas, pero al alterarlas para que cobren pleno sentido en el presente adquieren la capacidad de transmitirlas a otros y preservarlas para la posteridad. Hobsbawm y Ranger (1983) hablan a este respecto de "invención de la tradición". El cambio o, para ser más precisos, la reacción ante el cambio, forma parte de la condición humana, razón por la cual quizás tratamos de fundamentar el presente en el pasado con nuestro discurso. De este modo se añade continuidad a algo que, de hecho, sólo es continuo en parte. Es posible mostrarse de acuerdo con la misión de los estados-nación (superar las diversidades locales y ofrecer una identidad nacional), pero, por su propia concepción, esa unidad (percibida como un todo homogéneo, inalterable y delimitado) plantea contradicciones imposibles de superar. Las ideas, tradiciones y productos humanos son, con frecuencia, combinaciones de elementos internos y externos. A pesar de las afirmaciones en sentido contrario, estos elementos suelen ser variables, porque el pasado, para que conserve su significado, debe tener sentido en un presente en constante cambio.
Ha habido una tendencia (aunque no constante y universal) a oponer el término «Cultura» (subjetual) al término «Civilización», reservando aquél para referirse a la cultura subjetiva (o bien objetiva particular) y éste para la cultura objetiva, siempre que, a su vez, esta cultura objetiva lleve asociada, de algún modo (principalmente a través de la consideración de la confluencia de varias culturas), la nota de universalidad (asociación que, en los siglos XVIII y XIX, se establecía por la mediación de la «Idea de Progreso»). Así Guizot (siguiendo a Mirabeau y Turgot) en su Historia de la Civilización Europea, Emilio Castelar (La Civilización en los Cinco Primeros Siglos del Cristianismo) o Lévi-Provençal (La Civilización Árabe en España). Un alemán hubiera sustituido en los títulos el término civilización por el término cultura. En un sentido más restringido, las civilizaciones (de lat. civitas) son las culturas en su estado más desarrollado; para los antropólogos clásicos, inmersos en la ideología «Progresista» las civilizaciones constituían el término más alto del desarrollo de las culturas primitivas (salvajes o bárbaras) y, por ello, en tanto se pensaban como confluyentes en una cultura única planetaria, al menos potencial o virtual, podían caracterizarse por la nota de la universalidad. Considerando la oposición cultura/civilización como oposición dada en el plano objetivo, cabría advertir una tendencia a considerar al término «Cultura» como designando a un concepto distributivo, a una «clase» cuyos elementos fueran las esferas culturales, cada una de ellas dotada de «hechos diferenciales» precisos (así Herder o Spengler), sin perjuicio de su equiparación en valor, por parte del relativismo cultural «todas las culturas son iguales». La «Civilización», en cambio, llevaría asociada desde el principio (Turgot, Mirabeau, por ejemplo) la tendencia a la unicidad y a la universalidad, en tanto se considera (a la civilización) como fase final (o equifinal) y madura de las diversas culturas, algo así como el «punto y final» en el que todas las culturas en desarrollo terminarían por confluir (sólo desde esta perspectiva alcanza sentido la expresión, tantas veces utilizada: «hombre adulto y civilizado») Ahora bien, que la idea de «civilización» (que sería una idea eminentemente histórica) tienda a ser utilizada con intención unitaria y universal, incluso como un programa de acción («conseguir llevar a todos los pueblos atrasados hacia la civilización») no significa que, de hecho, la unicidad de la civilización esté asegurada, ni menos aún su valor (históricamente, la civilización es el campo en donde se incuban propiamente las guerras mundiales: las dos últimas guerras mundiales son guerras características de la civilización industrial). A la idea de civilización, en su sentido unitario y universal, le ocurre algo similar a lo que le ocurrió a la idea de Dios de las religiones terciarias: que, sin perjuicio de sus pretensiones de unicidad y de universalidad, de hecho se presentó unas veces bajo la vocación de Yahvé, otras veces bajo la vocación de Dios y otras veces bajo la vocación de Alá.
La Influencia De La Cultura En La Conducta Del Comprador El estudio de la cultura es el estudio de todos los aspectos de una sociedad: su lenguaje, conocimientos, leyes, costumbres, etc. que otorgan a esa sociedad un carácter distintivo y su personalidad. En el contexto del comportamiento del consumido, se define a la cultura, como la suma de creencias, valores y costumbres adquiridos y transmitidos de generación en generación, que sirven para regular el comportamiento de una determinada sociedad. El impacto de su cultura en la sociedad es tan natural y tan enraizado que su influencia en el comportamiento es notable. La cultura ofrece orden, dirección y guía a los miembros de una sociedad en todas las fases de su resolución de problemas humanos. La cultura es dinámica y gradual, y continuamente se transforma para adecuarse a las necesidades de la sociedad. La cultura se aprende como parte de la experiencia social. Desde niño se adquiere en el entorno una series de creencias, valores y costumbres que contribuyen a su cultura. Ellos se adquieren a través del aprendizaje formal, informal y técnico. La publicidad mejora el aprendizaje formal mediante el refuerzo de modelos deseables de comportamiento o de expectativas y mejora el aprendizaje informal proveyendo modelos de comportamiento. Debido a que la mente humana tiene la capacidad de absorber y procesar la comunicación simbólica, la comercialización puede promover exitosamente productos tangibles e intangibles y conceptos de productos a través de medios masivos. Los elementos de la cultura se transmiten por tres instituciones:
Una cuarta institución juega un rol mayor en la transmisión de la cultura, son los medios de comunicación, tanto a través de los contenidos editoriales como de la publicidad. Algunas manifestaciones de la cultura
- Carácter nacional
- Subculturas
- Lenguaje no verbal: posturas, gestos, preferencia alimentarias.
- Importancia de los símbolos, tabúes, prohibiciones, actitudes rituales (ritos de transición: la graduación, el matrimonio, la jubilación y la muerte)
Este significado cultural se extrae del mismo mundo de la cultura y se transfiere a un bien de consumo a través de la publicidad y del sistema de modas. Luego se transfiere a esos bienes a la conducta del consumidor mediante ciertos rituales de consumo. Factores sociales en el comportamiento del consumidor
- Grupo primario: es aquel en el que las relaciones personales son cara a cara con cierta frecuencia y a un nivel íntimo y afectivo. En estos grupos se desarrollan normas y roles. La familia, los grupos de un trabajo, los amigos, son ejemplos de tales grupos. El grupo primario ejerce un control informal sobre sus miembros, un control no institucionalizado pero no por ello menos eficaz.
- Grupo secundario: aquí se incluyen todos aquellos grupos que no son primarios, tales como las agrupaciones políticas, las asociaciones de ayuda, comisiones vecinales, etc.
En estos grupos el individuo no se interesa por los demás en cuanto a las personas sino como funcionarios que desempeñan un rol. Al contrario de los grupos primarios, el control que se aplica es formal es decir hay reglamentaciones que establecen normas y sanciones.
- Grupos De Referencia: Es El Grupo Al Cual Uno Quiere Pertenecer, Puede Definirse Como un grupo de personas que influyen en las actividades, valores, conductas y pueden influir en la compra de un producto y/o en la elección de la marca.
El profesional de marketing debe identificar un líder de opinión dentro del grupo de referencia para vender un producto o marca. Se pueden clasificar en grupos aspiracionales positivos y aspiracionales negativos (grupos disociadores). Los grupos de referencia más utilizados en el marketing son: las personalidades, los expertos y el "hombre común". Las celebridades se utilizan para dar testimonio o apoyos o como voceros de la empresa. Los expertos pueden serlo realmente o ser actores desempeñando tal papel. El enfoque del hombre corriente se diseña para mostrar que individuos como el posible cliente están satisfechos con el producto publicitado. Las apelaciones a grupos de referencia son estrategias promocionales efectivas porque sirven para incrementar la recordación del producto y para reducir el riesgo percibido entre los clientes potenciales.
Aspectos De La Cultura La cultura se entiende en su sentido amplio, como modo de vida y forma de convivencia. Abarca los valores que comparte la población, la tolerancia frente a los demás (entre razas y sexos), las orientaciones y preferencias sociales, etc. Por supuesto, la cultura se puede considerar también en sentido más estricto, como expresión artística, literaria, etc. El etnocentrismo occidental ha servido, a menudo, como base implícita para la reflexión sobre el desarrollo. El paradigma que asimila desarrollo a modernización, y modernización a occidentalización, ha sido, durante mucho tiempo, el modelo dominante, lo que no excluye que se reconozcan otros modelos posibles de desarrollo. Una de las muchas paradojas asociadas al proceso de internacionalización y globalización es la importancia creciente que se concede en la actualidad a las particularidades locales. Diríamos que lo mundial estimula a lo local. O, dicho más exactamente, la globalización favorece las interpenetraciones culturales que conducen a permutaciones múltiples y al florecimiento de nuevas culturas "locales". El pluralismo cultural impregna cada vez más a las sociedades, y la identificación étnica viene a ser una respuesta normal y saludable frente a las presiones de la globalización. En este sentido, la impresión de una uniformidad mundial creciente puede ser engañosa, porque las poblaciones se sirven de la cultura para autodefinirse y movilizarse. ¿Será posible, pues, que la globalización marcara el comienzo de una búsqueda de modelos de desarrollo basados en las diferencias locales? Decimos "locales" y no "nacionales" ya que, como la casi totalidad de las sociedades son multiculturales, sería erróneo confundir identidad cultural con identidad nacional. La libertad cultural, nos permite ser libres para satisfacer una de nuestras necesidades más fundamentales, el derecho a definir cuáles son justamente esas necesidades". Pero una cosa es definir nuestras necesidades fundamentales, y otra encontrar los medios para satisfacerlas, mediante políticas económicas y sociales. Podríamos imaginar fácilmente una situación en la cual el conjunto de necesidades fundamentales se definiría de modos muy diferentes de una cultura a otra, pero donde el modelo, es decir, las políticas que permitirían satisfacer esas necesidades, sería sensiblemente el mismo. Podemos resumir nuestra argumentación como sigue:
- La cultura occidental siempre ha dominado la teoría y la práctica, en lo que concierne al desarrollo;
- Esta influencia tiende a acentuarse en los últimos veinte años, por efecto de los mercados mundiales, especialmente los financieros;
- sin embargo, existen otros modelos de desarrollo, que se apoyan en contextos culturales, institucionales e históricos diferentes;
- a pesar de las apariencias, estas variantes se van a multiplicar probablemente en la era de la globalización, que, paradójicamente, podría ser sinónimo de diversidad, más que de uniformidad.
Japón ha ocupado siempre una posición original, en lo que respecta a la globalización, a los modelos de desarrollo y a la cultura. Esquemáticamente, se puede resumir como sigue: la globalización no implica que acabe por imponerse en todo el mundo un modelo universal o un conjunto uniforme de reglas, en conformidad con la ortodoxia económica y financiera actualmente en vigor (la cual, a partir, de Estados Unidos y Europa, se ha extendido a América Latina, Europa oriental y una parte de África). El mundo no está llamado a convertirse en homogéneo, ni en el plano económico ni en el plano cultural. Para los japoneses, la identificación con los valores culturales locales va en paralelo con la globalización. Según la ortodoxia actual, el modelo universal sería, en el plano político, la democracia parlamentaria pluralista y, en el plano económico, la economía de mercado neoclásica. La mayoría de los economistas ortodoxos tienden a aplicar este modelo de forma unívoca a todos los países, sin tener en cuenta su contexto histórico, institucional y cultural. No obstante, siempre han habido escépticos que reconocen la pluralidad de los sistemas económicos, de las instituciones y de las culturas, y subrayan su interdependencia. Para éstos, la uniformidad no es el concepto clave, sino más bien la diversidad y la interacción. A este respecto, Japón y otros países de Asia oriental presentan la particularidad de que han sido capaces de modernizarse e industrializarse, conservando sus tradiciones y su cultura. Muchos economistas sostienen que la liberalización se debe poner en práctica en todas partes, de forma simultánea e intensiva y tan rápidamente como sea posible. Ello equivale a sobreentender que las instituciones angloamericanas y el medio social añejo a ellas están ya implantados o pueden implantarse muy rápidamente por medio de reformadores ilustrados y con la ayuda de asesores y organismos internacionales. El haber despreciado las especificidades culturales y las evoluciones históricas necesarias ha conducido, a menudo, a la confusión y al derrumbamiento del orden existente, más que a la reforma. Otra solución consistiría en proceder a una liberalización estratégica manteniendo un control en otros, al menos al principio. ¿Cómo es posible desarrollar políticas macroeconómicas adecuadas si faltan las infraestructuras necesarias, especialmente un sistema bancario central y un conjunto estructurado de empresas, eficazmente dirigidas? Imponer un modelo uniforme a culturas y países diferentes supone un riesgo para el porvenir económico de esos países y para el de todo el planeta. Nos encontramos actualmente en una encrucijada y debemos adoptar una estrategia plural y optar por la diversidad y no por la uniformidad. Creemos que cada región debería crear su propio modelo de capitalismo y de democracia. Y así tendría que hacerlo, de todos modos, si admitimos la idea general de que el porvenir está condicionado, en gran medida, por el pasado. No vivimos en un universo intemporal y ahistórico. El mundo tiene mucho que ganar con una diversidad sistemática, más que exponiéndolo a la confusión, e incluso al desastre, que podría derivarse de la aplicación forzosa de un modelo universal. La uniformidad, en último término, es una fuente de empobrecimiento. Sin embargo, hay que guardarse de caer, a la inversa, en una forma extrema de relativismo cultural. El relativismo a ultranza puede degenerar fácilmente en un nihilismo estéril o en una anarquía peligrosa. Lo importante es abarcar la globalidad del sistema con sus diversos elementos, es decir, la globalización junto a las particularidades locales. Deberíamos aspirar, en el futuro, a un sistema mundial interconectado que una todas las regiones y todos los países del mundo respetando la diversidad de sus culturas y la especificidad de sus sistemas socio-económicos. Esto no significa, necesariamente, que debamos seguir modelos radicalmente diferentes; lo importante es no imponer el modelo uniforme que se está exigiendo actualmente a los países en vías de desarrollo y a los países en transición. Lo menos que puede decirse es que, visto el peso de la historia, los sistemas adoptados por África o América Latina presentarán, sin duda, diferencias importantes respecto al modelo angloamericano, al igual que las experiencias francesa, italiana y española difieren del modelo alemán. Un número cada vez mayor de países en desarrollo acepta la idea de que las sociedades difieren en sus procesos de desarrollo, de que cada uno posee sus propias estructuras políticas y sociales y sus propios valores culturales, que el papel del Estado y el contenido de las políticas nacionales varía según las necesidades y las exigencias de las estructuras políticas y sociales de cada sociedad y de sus valores culturales y que, por consiguiente, lo que conviene a uno puede no convenir a otro. La necesidad de adoptar un enfoque diferenciado está siendo reconocida hace tiempo, como lo atestigua el éxito de la experiencia de desarrollo de Asia Oriental (a pesar de las tormentas financieras de 1997). Además, es inquietante comprobar que, en muchos países que han aplicado las reglas de la ortodoxia dominante en los últimos quince o veinte años, se están ahondando las diferencias en las rentas y, a veces, se agrava la pobreza y aumenta el desempleo. Es cierto que fenómenos similares se observan en países que han rechazado la ortodoxia, pero que han participado en el proceso de globalización, como el caso de China. Así, aunque las relaciones de causalidad no estén claras, la asociación entre globalización y ortodoxia económica, de una parte, y acentuación de los problemas de desigualdad y pobreza, de otra, es causa de grave preocupación. Si una de las prioridades consiste en "reinsertar en la sociedad a los millones de desheredados que se encuentran marginados y hacer de la política cultural, asimismo marginada, una de las principales directrices de los gobiernos" (según La culture au coeur, Consejo de Europa, Estrasburgo,1996,pág.9), combinar ambos objetivos, adaptando los modelos de desarrollo según las necesidades, las instituciones, la historia y la cultura de las distintas sociedades, será una necesidad absoluta. El margen de maniobra es estrecho, pero no tanto como puede parecer a primera vista. Abarca las instituciones, los hábitos de consumo, la propiedad de la tierra, el acceso a los mercados, los sistemas de distribución, la democracia económica, etc. La internacionalización y la globalización crecientes serán fuente de diversidad, al menos tanto como de uniformidad.
Cultura Popular Muchas investigaciones ilustran las formas culturalmente diversas y creativas en las que la gente interacciona con su entorno. En muchas zonas rurales y urbanas, la forma de vida e incluso la vida misma de la gente es directamente dependiente de los recursos y servicios medioambientales disponibles. Muchas de las preocupaciones y representaciones medioambientales locales son de tipo técnico: tratan de la manipulación del entorno para facilitar o mejorar la forma de vida local. Sin embargo, como muestran los trabajos sobre etnoecología, los conceptos técnicos no son meramente utilitarios, sino que están inmersos en conjuntos más amplios de ideas y creencias: forma de pensar sobre el mundo y de comprenderlo. Los procesos y fenómenos medioambientales tiene una existencia material propia, pero los significados que la gente les atribuye se construyen siempre sobre una base social y cultural. Cuando, por ejemplo, un agricultor africano describe y trabaja la tierra y la vegetación que son básicos para el mantenimiento de su forma de vida, utiliza conceptos culturales. Términos de afinidad como "compañerismo" o "hermandad" se pueden utilizar para describir situaciones en las que conviven determinados tipos de árboles, cultivos o malas hierbas; del mismo modo, otros términos como "luchar" o "matar" se pueden utilizar para describir la eliminación competitiva, ya se trate de barbechos o de cultivos. La fertilidad del suelo se puede describir en términos de caliente o frío, húmedo o seco, duro o blando, atributos que los agricultores utilizan para equilibrar sus cualidades. Estos vocabularios encuentran resonancias y adquieren significado en marcos de referencia más amplios en los que la gente entiende su mundo, y el lugar que ocupa en él, y que pueden incluir fenómenos –como la camaradería y las relaciones sociales- que la ciencia occidental nunca trataría como fenómenos medioambientales. Por ejemplo, los agricultores de lengua kuranko del África occidental utilizan el término tombondu para referirse al suelo cuando ha adquirido una consistencia blanda, "oleosa", y una madurez suficiente a través de un cultivo intensivo y prolongado. Literalmente este término significa "asentamiento abandonado", y hace referencia metafórica al modo en que los poblados y caseríos antiguos adquieren estas características a través de la habitación, el cultivo y la acumulación de deshechos. Los conceptos de "oleoso" y "maduro" también se aplican a las muchachas que han completado sus ritos de iniciación , que las confirman como mujeres fértiles; dentro de este amplio marco de referencia, los suelos tombondu son "iniciados" a través del laboreo hasta alcanzar un estado productivo. Debido a la fuerte influencia cultural, las expresiones locales utilizadas para clasificar y explicar los fenómenos ecológicos son a menudo difíciles de traducir al idioma de la ciencia occidental. Por ejemplo, los científicos han supuesto frecuentemente que los agricultores no toman medidas contra las plagas de los cultivos porque, al observar los especímenes afectados, bien no son capaces de distinguir los ejemplares enfermos, o de considerar el estado de los cultivos como una enfermedad -presumiblemente porque son incapaces de ver el vector de la enfermedad-. Sin embargo, los agricultores pueden tener otros marcos de referencia para comprender e influir sobre el estado de salud de sus cultivos. Por ejemplo, los granjeros de la región de Bwisha en Kivu, en el antiguo Zaire, consideran que la humedad, el rocío y la lluvia tienen cualidades putrescentes y nocivas, y tratan de evitarlos, considerándolos condiciones en las que se desarrollan las plagas, cambiando la época de siembra, desherbaje, selección de variedades, etc. Resulta comprensible que, dentro de este marco de referencia, se refieran a los fungicidas como "medicinas contra la lluvia". En muchos entornos culturales, los conceptos utilizados para describir los procesos ecológicos también lo son para describir aspectos de la salud y de la fertilidad humanas. Así, donde la ciencia occidental suele dibujar de forma convencional la frontera entre el cuerpo y el campo, las creencias locales pueden trazar lazos causales a través de esta frontera. Por ejemplo, diversos pueblos del África occidental creen que si una mujer entra en un río o estanque durante el período de menstruación o en los primeros meses del embarazo, tanto la pesca como su propia fertilidad quedarán arruinadas. Del mismo modo, la fortuna de un cazador puede ser alterada por la actividad sexual de su mujer: si ésta comete adulterio mientras él está cazando, el cazador de los bosques de Sierra Leona dirá que "la espesura se ha cerrado" y no logrará cazar nada. Estos ejemplos dan una idea de cómo, dentro de ciertos conceptos culturales tradicionales, el comportamiento y las relaciones entre las personas pueden tener consecuencias directas sobre el medio ambiente natural y viceversa. En este sentido, una red de procesos conceptualmente relacionados y de relaciones causales, atraviesa la división entre "naturaleza" y "sociedad" o "cultura", que tan importante es para el pensamiento europeo. No es sorprendente que la reivindicación de la autoridad sobre estos procesos ecológicos-sociales relacionados resulte crucial en la dinámica de las políticas locales. El poder de los líderes de cultos territoriales en África central y meridional, a principios de siglo, se basaba en gran manera en su pretendida capacidad para solucionar los problemas medioambientales así como los relacionados con la fertilidad humana. Las relaciones de poder en las sociedades de iniciación de hombres y mujeres en la costa norte de Guinea se basan tanto en supuestos conocimientos específicos de cada sexo, como en un presunto poder sobre los respectivos dominios ecológicos. El conocimiento, las ideas y las creencias relacionados con los problemas de tipo ecológico no son estáticos, ni tampoco compartidos necesariamente por todos los miembros de una sociedad. El conocimiento puede desarrollarse a través de una interacción creativa entre la teoría y la práctica, y a través de las relaciones con procesos ecológicos que son dinámicos en sí mismos. Y también puede desarrollarse a través de procesos locales de debate entre gentes cuyas opiniones reflejan sus respectivas posiciones en el marco político y social. En la zona de transición bosque-sabana de Guinea, África occidental, los ancianos de las familias de terratenientes tienden a asociar la existencia de grandes árboles en los alrededores de los poblados con la fundación de los mismos por sus antepasados, reflejando así un dominio sobre el que poseen una autoridad relativa. Sin embargo, las mujeres jóvenes prefieren explicarlos como resultado del crecimiento desmedido de las estacas que forman las vallas de los jardines de sus cocinas, lo que refleja su relativa falta de poder en asuntos familiares, y sus preocupaciones cotidianas con respecto a la jardinería. En un sentido, por lo tanto, ciertos conocimientos medioambientales específicos pueden estar asociados a una "cultura" en particular: con una determinada sociedad o con una tradición regional más amplia, que abarque variaciones locales sutiles sobre temas comunes. Pero es igualmente importante reconocer diferentes perspectivas culturales en un área local determinada. Éstas pueden estar asociadas con la diferenciación social local: por sexo, edad, casta, posición, situación socio-económica u ocupación, por ejemplo, y pueden ser objeto de un debate local. La noción de perspectiva cultural también permite reconocer las asociaciones, coaliciones y alianzas que se producen entre culturas localizadas, en un mundo cada vez más globalizado en el que la idea de "fronteras culturales" resulta cada vez más problemática. Estas alianzas pueden estar basadas en aspectos de la experiencia común: por ejemplo, las personas dedicadas a la tala de árboles con fines comerciales, procedentes de entornos urbanos y rurales del sureste de Asia o de Latinoamérica pueden compartir un concepto similar de los bosques como fuente de maderas valiosas. También pueden establecerse alianzas en torno a fenómenos medioambientales considerados como símbolos políticos compartidos; así los habitantes de los bosques de Penan en Malasia se unen con los grupos activistas medioambientales del norte en la defensa de las plantas medicinales, utilizadas como símbolo en las campañas para la preservación de las selvas tropicales. Dado que se forman a partir de relaciones de poder muy particulares, y a su vez las apoyan, estas perspectivas culturales se pueden considerar como "discursos" sobre el medio ambiente; este argumento quedará más claro más adelante, en este mismo capítulo, cuando la discusión se centre en las relaciones entre el conocimiento medioambiental y la práctica. Gran parte de la atención internacional se ha concentrado en la diversidad cultural en materia de conocimientos ecológicos. En ocasiones se ha argumentado que las sociedades no industrializadas poseen una "sabiduría ecológica primitiva" que podría ofrecer indicaciones válidas para futuras formas de vida sostenibles; o que el conocimiento detallado que los indígenas poseen de la tierra, las plantas y los animales constituye un recurso vital en la lucha mundial para desarrollar sistemas de producción de alimentos sostenibles, conservar la biodiversidad, etc. Alternativamente, el conocimiento cultural específico se considera importante para refinar o adaptar las tecnologías generales a las necesidades locales. Estos argumentos refuerzan la necesidad de crear redes y centros internacionales para registrar y preservar el saber autóctono. Sin embargo, estos esfuerzos presentan con frecuencia dicho conocimiento como algo estático y "tradicional", asociado a culturas determinadas, ignorando la diversidad y el dinamismo intra y transculturales que hemos discutido anteriormente. Del mismo modo adoptan frecuentemente una perspectiva evaluadora: el conocimiento cultural específico de una cultura se valora en la medida en que es reconocible por la ciencia occidental, o en tanto se considere útil para los planes de acción u objetivos definidos a nivel mundial en campañas proyectadas desde el exterior. En último término, los conocimientos locales se pueden reciclar en términos científicos, o como parte de visiones románticas de una "sabiduría sagrada", de tal modo que resultan irreconocibles para quienes los crearon, suprimiendo así la creatividad local. Si queremos tomar en serio la diversidad cultural, será preciso adoptar un enfoque mucho más comparativo.
Transnacionalismo. La dimension cultural La transnacionalización de la cultura se refiere al desarrollo de procesos socioculturales que atraviesan las fronteras nacionales y que están relacionados con los sistemas culturales que se desenvuelven en dos o más naciones. Se comprende, entonces, que si bien los procesos de transnacionalismo incorporan un universo más amplio que el de los movimientos de población a diferentes países, es claro que los fenómenos de migración constituyen un escenario privilegiado para el estudio de este fenómeno. Es por ello, que al hablar de transnacionalismo daremos especial énfasis a los procesos de migración hacia otros países con cultura diferente.
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