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Memoria histórica de Frasco (página 6)


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Poco después de la Feria del pueblo, se produjo un hecho, que removió la tranquilidad de aquella zona: se había producido el robo de dos de los becerros de engorde del vecino, perecía que habían venido de noche unos pocos de hombres y quisieron arrearlos todos, pero la mayoría, se les escaparon por la cuesta de los Lagares de Galán y aparecieron al día siguiente por la cuesta de Jardarín, a la mayoría los encontraron desperdigados, por aquellos alrededores. Sólo se pudieron llevar dos, que eran los que faltaban, pero nadie había visto nada, ni sabía nada; seguro, que si alguien los hubiese visto, no los iban a delatar, pues había crecido la inseguridad, nadie quería complicaciones y empezaban a desaparecer algunos individuos. Según comentaba Alfonso-algunas de las tardes, que pasaba por la casa y llevaba menos prisa- las cosas en el pueblo estaba yendo mucho peor y hasta sus padres estaban pensando en volverse al lagarillo, porque no se sentían seguros.

Muchos hombres, de los más echados al follón, estaban formando, como pequeñas bandas, que amparados por los comités municipales, abusaban de los demás vecinos, sobre todo de: los más pacíficos o temerosos y aquellos -que se revelan contra los abusos, cometidos por unos pocos- les llovían las amenazas o palizas.

Las cosas se están saliendo de madre y no tardará mucho: en que algún loco cometa sus fechorías, más tarde o temprano; pero la quema anda cerca -decía-. La desaparición de los becerros, seguro, que es: obra de algunos de los individuos pertenecientes a estas bandas y, amparados por los comités que forman; están robando por todas partes, pues no es: el primer acto que se comete por estos pechos, aunque sea el primero del vecindario cercano, por esta zona; pero -en el pueblo se sabe- que: están robando por muchos cortijos de la campiña, donde hasta los dueños se han escondido o los han abandonado, temiendo sus desmanes.

Ustedes deben estar alerta y, no dejar nada en la calle durante la noche, porque están abundando -cada vez más- los amigos de lo ajeno; decía Alfonso, convencido. Hasta ahora suelen aprovecharse de los descuidos o de las casas abandonadas, pero seguro, que: pronto eso les importará muy poco e irán avasallando a todo el mundo. Los problemas, van creciendo tanto, que mucha gente de la capital: se han establecido en la casa de algún familiar o amigo y las versiones, que dan de la capital, son muy negras y peligrosas; pero nadie sabe nada, ni quiere tomar responsabilidad de nada, de lo que está ocurriendo; parecemos avestruces que escondemos la cabeza bajo el ala, para no ver el peligro, que nos circunda a todos. A Alfonso le agradaba mucho hablar en aquella casa, y como en aquella familia, le había dado confianza y cariño, -cuando él, más lo necesitaba- y cada día, se estaba convirtiendo, como en un miembro más de todos ellos; muy bien correspondido y aceptado, por conocerlo desde la niñez y a todos sus antepasados, por la vecindad. Desde tiempos inmemoriales, habían existido muy buenas relaciones con sus vecinos del oeste -los del lagarillo de Villegas- que oriundamente habían venido del pueblecillo (hoy Villanueva de la Concepción), aunque no se llegaban a ver muy frecuentemente, debido a la cuesta que los separaba de casi dos kilómetros, y ambos podían acceder al pueblo, por diferentes caminos -unos por el río arriba y los otros por las cimas de aquellos montes, que tenían el trazo de los caseríos de Solano. Las distancias eran tan parecidas, que la dificultad estaba en la cuesta del terreno, que los separaba.

Algunas de aquellas tardes, en las que Alfonso se quedaba charlando más tiempo: reconfortaba a Frasco en muchas ocasiones, en que lo veía más indignado o torpe, hablando de la situación y le aconsejaba, de que: deberíamos ser pacientes y más tolerantes con los demás, no huyendo, pero sí evitando todos los malos encuentros, porque la vida tiene esos altos y bajos, aunque los problemas siempre son los mismos y no vamos a educar a los demás a nuestra forma de pensar, porque todo el mundo está formado en el sentido que sea, cuando llegamos a los veinte años. Ustedes no pasen cuidado: no hay: ni bien, ni mal, que cien años dure, ni el que lo vea, -le agregaba Juan-. En ocasiones Alfonso parecía mucho más viejo que los dos hermanos, sobre todo cuando se dedicaba a dar consejos, para salvar las situaciones que se estaban presentando. No era tan viejo, pero si estaba acostumbrado a escuchar siempre a su padre, sin rechistar y prácticamente se había convertido en un joven imitador de todos los consejos, que había oído. Aquellas conversaciones, eran muy del agrado de los dos hermanos -Juan y Frasco- y, Alfonso se sentía muy a gusto entre aquella familia, que estaba empezando a querer como propia. María y las niñas escuchaban pero no hablaban.

CAPÍTULO XIII

Las cosas empezaron a ponerse duras

A medida que pasaba el tiempo, como los desordenes continuaban mermando las capacidades, las voluntades, el patrimonio y hasta el patriotismo de la personas.

Por todas partes surgían los egoísmos, los aprovechamientos -de los esfuerzos- de los demás por los más negligentes y bullangueros; empezaron a proliferar las incomprensiones, las faltas de respeto sobre los más recatados, las venganzas, etc. Pareciera que muchos habían nacido para dirigir solamente y -sobre todo en los pueblos pequeños, se notaba muchísimo- los antecedentes de esos cabecillas de comités o gremios, no demostraban dedicación a ningún tipo de actividad laboral productiva; solamente se destacaban por fomentar los problemas más pequeños, hasta hacerlos insostenibles, en aquellos individuos más pacíficos, hasta hacerlos intolerables. Así se fueron creando mucha antipatía entre los miembros de familias -que antes habían sido buenos vecinos- y que ahora, pasaban a ser enemigos acérrimos; donde la situación se ponía tan ardiente, que llegaba muchas veces al acecho entre sus miembros y a esporádicas venganzas individuales que terminaba en una agresión física de mayor o menor calado, pero que en cualquiera de los casos, en que éstas, llegaban a producirse, dejaba muy mermada la convivencia. La maldad se estaba imponiendo en muchos individuos y salían a relucir pequeñas rencillas, que ya estaban olvidadas. La mecha estaba prendida, sólo faltaba arrimarla al fuego. La gran reforma agraria pretendida por el Gobierno en el poder, trajo más descontento a una sociedad mermada de recursos, de voluntad para el duro trabajo y que sólo ambicionaba conquistar derechos y posesiones.

Algunas fincas productivas y rentables dejaron de serlo, al ser ocupadas y vilipendiadas, por las personas, que se creían con todos los derechos a hacerlo; la gente empezó a sentirse manipulada y decepcionada de los comportamientos de muchos individuos pertenecientes al gobierno y el paro obrero se incrementaba de forma vertiginosa.

El Gobierno, andaba descontrolado y sin oposición a todo lo que legislaba, como queriendo agradar a las masas obreras, pero en temas irrealizables, sin salida.

Las exigencias al Gobierno, por parte de los partidos de izquierda y de la poderosa e indomable Confedederación Nacional del Trabajo, que se empeñaba en seguir la presión anarquista de sus militantes, llevaron a un estado de deterioro descomunal y a un grave deterioro económico y social. Las discordias se instalaron por todas las clases sociales, favorecidas por una economía paupérrima, la falta de trabajo y otros muchos problemas, levaron a multitud de huelga, que terminaban en fuerte enfrentamientos entre las fuerzas del orden y las masas sociales, con bastante violencia, provocando mucho más descontento en la sociedad.

Llegando a un estado tal: que en Sevilla, quisieron dar un golpe de estado.

El Gobierno, desgastado por el descontento de la población: la gran reforma agraria fracasa con rotundidad; la conquista de las autonomías conseguidas por los catalanes y, especialmente por los asesinatos de los campesinos en Casas Viejas, llevados a cabo por los guardias de asalto: obligó al Gobierno a convocar las elecciones a finales del año 33. Algo más organizada la derecha se presentó a esos comicios: una rama de las derechas asociadas, se presentó, con el Sr. Gil Robles al frente; los monárquicos fueron representados por el Sr. Calvo Sotelo y José Antonio Primo de Rivera iba al frente la Falange Española. Los grupos izquierdista se presentaron desorganizados y divididos: en su inmensa mayoría los anarquistas se abstuvieron y finalmente ganaron las elecciones los conservadores del Partido Radical. Esta victoria de los conservadores, no fue aceptada por los grupos anarquistas que se habían abstenido y promovieron muchas manifestaciones, se organizaron un sin fin de disturbios por todas partes y como consecuencia de estas insurrecciones, hubo centenares de muertos. "El pajar se había abierto, sólo faltaba lanzarle la mecha encendida, que desde mucho antes se estaba consumiendo".

Frasco y su hermano, empezaban a entender algo más de política, pero casi no podían aguantar la pestilencia; eran campesinos, acostumbrados a los peores momentos y a los grandes esfuerzos, pero no tenían un pelo de tontos. A partir de estos acontecimientos, y sobre todo, cuando escucharon, que los guardias de asalto, habían arremetido contra los propios campesinos desalmados: empezaron a prestar mucha más atención a las noticias, que daban cada noche en el Noticiero; siempre procuraban, que los niños, ya se hubiesen acostado y ponían la radio, con el volumen muy ajustado, para que no llegase a sus oídos, si alguno se despertaba.

Se abstuvieron de hacer comentarios con nadie extraño y siempre procuraban tratar a todo el mundo, que pasaba por el camino, con la mayor educación y cordialidad; cosa que ocurría muy de tarde en tarde, sólo transitaban por aquél camino, los propios vecinos o alguno de los más distantes, que fuese buscado algún animal perdido.

Juan le decía a su hermano: las cosas se están caldeando mucho más de lo que se podía suponer y tendremos mucha suerte, si no nos llegan -hasta aquí- las llamas del fogonazo, que dará -cualquier día, no lejano- esta situación política. Sí, le contestó su hermano, este país ha perdido toda la razón y el patriotismo: se ha disipado en casi todos los sectores de la sociedad. Está proliferando, sobre todos los sentimientos: las aspiraciones al poder, de todos aquellos que fueron paridos en un mal momento. Todos estos comentarios, surgieron entre ambos y -en cierta ocasión, que estaban tratando de hacer un nuevo manantial, en el ruedo cercano a la casa, bajo un terraplén, donde en muchas ocasiones de fuerte lluvia, se formaban algunas pozas de agua, que llegaban a durar varias semanas, antes de desaparecer. El terreno se hacía cada vez más duro e impermeable, pero el agua no aparecía por ningún lado, en cantidad suficiente, como para tener esperanzas de conseguir la suficiente. Ellos sudaban como pollos y ya estaban dándoles vuelta a la cabeza, de: si era bueno seguir perforando aquellos adoquines o lo dejaban para los ratos libres de otras ocupaciones. Finalmente lo dejaron para los ratos libres, que a partir de entonces fueron los menos y aquel socavón sirvió para acumular la leña, producto de las talas de los árboles, donde estaría más recogida -para que se fuese secando- y al estar cerca de la casa, para que no se desperdigase por el entorno, debido a algunas rachas de viento y ser: más fácil de arrimarla para caldear el horno, cada vez que María hacía pan.

"Ahora que recuerdo, uno de los hitos más sobresalientes de mi vida, deseo contarlo aquí; y fue: en una noche de fuerte frío y viento, cuando: estando con mi padre moliendo las aceitunas de nuestro pequeño olivar -en un molino parecido al del lagar de Cornelio-, el hambre nos acosaba a medida que avanzaba la madrugada y, como llevábamos un pan de esos -llamados catetos-; ¡vamos, de los que hacía María!; que habíamos comprado en la venta de los Moriscos, mi padre me lo mandó sacar de la talega y entero como estaba, lo metió de lleno en un bidón, donde estaba cayendo nuestro aceite; al cabo de un rato, lo sacó -dejándolo escurrir un gran rato, hasta que dejó de gotear aceite- lo puso sobre una fuente que llevábamos para hacer el gazpacho cotidiano y empezó a partirlo con su navaja; ¡come!, me dijo y así lo hice: aquél sabor, aún está gravado en mi subconsciente, como se gravaron los mandamientos en las tablas de Moisés. Nunca encontré a lo largo de mi existencia, un momento más sabroso y placentero, que aquél: proporcionado por el pan cateto y el aceite virgen".

Otro de los recuerdos que me viene a la mente, después de repasar mis apuntes sobre todos estos acontecimientos, fue: "estando en una tertulia de las que organizaba Don Manuel en mi pueblo -Colmenar-, hablando de sus recuerdos de la II República; de la que decía: haberla vivido, -como si hubiese sido su parto prematuro-; aseguraba o se inventaba ¡vaya usted a saber!; que siendo ya un hombre bastante adulto, se encontraba de visita en Roma y tuvo la oportunidad -a través de un amigo común- de visitar a su Majestad Alfonso XIII -estando en el exilio-; decía: que el recibimiento, que les hizo, fue sumamente cordial y lleno de atenciones, donde se manifestaban muchas de las nostalgias, que el monarca sentía por todo lo español y que, nuestra presencia le traían mucho recuerdos del pasado.

Todos los presentes estábamos atónitos y muy atentos al relato de Don Manuel, aunque fuese invención suya, era muy instructivo y lo contaba con tanta realidad y gestos acordes a la situación, que parecía -sinceramente- que cualquiera de nosotros había asistido, con él, a tal encuentro. Seguía diciendo Don Manuel -casi perdido en la mesa del bar, o al menos, medio disipado por las sombras de los que estábamos a la escucha del interesante relato-; que, entristecido: contaba el monarca, que su gran error, había sido: dejar a España, en el deseo sincero de evitar los enfrentamientos sociales y ante la pujanza de los partidos izquierdistas.

Mi actitud, sin duda, les dio: mucho más vuelo a ellos para ganar las elecciones municipales; porque no era suficiente motivo: el apoyo que yo proporcioné a Primo de Rivera para llamarlos al orden; después de los disturbios que organizaron las clases obreras por todo el país. La II República no se tenía que haber proclamado nunca y todo debió llevarse a cabo con mucho más orden y concierto, mirando siempre el bienestar de España. Nunca debí abandonar el país y seguramente se hubiera evitado la Guerra Civil posterior; pero como bien dice el dicho español: nunca el agua pasada mueve el molino…

Don Manuel ponía una cara de seriedad, convencimiento y emoción, que transmitía cada gesto del relato y, seguía expresando por su boca, las palabras de aquél momento; -entonces pronunciada, según él, por el monarca exiliado-: no debí nunca quitarle el poder a Primo de Rivera, tratando de apaciguar a las masas. Los políticos de entonces fueron despiadados con el país y se perdió el afán patriótico de otros tiempos, se olvidaban las raíces y los sacrificios del pueblo español, para hacer fuertes a los oportunistas, en aquel momento de debilidad económica, militar y social, por la que atravesábamos. Finalmente, aquel encuentro terminó con un brindis por la Patria y con un fuerte apretón de manos, nos despedimos del monarca".

–Quizás haya cometido los errores del aprendiz de escritor, que utiliza su páginas, para plasmar, las ideas que le van surgiendo; de ahí, la introducción, que he hecho metiéndome en el relato, como el pan con aceite y la tertulia de Don Manuel; pero en parte, pienso: que aleja el relato monótono de las cosas comunes de la vida en el campo, donde la nobleza del alma y los movimientos acompasados del cuerpo, llevan a imaginar en nuestras mentes: a un individuo, lleno de valores, pero invisible, que en muchas ocasiones son menospreciados, por los individuos, más precoces y nerviosos, que es normal y más frecuentes, que se den en las grandes poblaciones. Aprovechándome de las disculpas pedidas -con gesto desvergonzado y oportunista- también quiero plasmar en estas líneas: mis primeros versos hechos en honor del 900 aniversario de la muerte del Cid, -que por algo son las mías al escribirlas y añado, que: todo el mundo estará en su razón y libertad de no querer leerlas-; cuando en noviembre del año 1.999 , a la vista de similares acontecimientos y olvidos patrióticos-me encontraba muy nostálgico, al comprobar, que no se hacía ninguna mención en los medios de comunicación, especialmente, en el periódico que leía a tal hecho; y se me ocurrió: en la madrugada, mientras cubría el turno de la noche en mi Bar 24 horas de Cabopino.

AL CID… (En el 900 aniversario de su muerte).

HOY ME HA TOCADO VIVIR: EL PEOR DE LOS MOMENTOS

VER COMO PARTEN TU PAN, PRETENDIDOS HIJOS NUEVOS

QUE SOLO QUIEREN MEDRAR, COMO POLITICOS SERIOS,

NECIOS PARA GOBERNAR TU HISTORICO Y UNICO SUELO.

SON INCAPACES  DE ATAR: TUS HAZES CON LA RETAMA,

COMO LO HIZO EL GAÑAN, EN RECONQUISTA LEJANA;

HAN PERDIDO EL PUDOR, LA FE Y LA HONESTIDAD

SOLO SE CONTEMPLAN PRESTOS, (AL PODER) EN TU HORFANDAD.

HIJOS DE BUENAS MADRES, EMPRENDEDORES ALTIVOS;

SE ENCARAMAN AL PODER -TREPANDO COMO LA YEDRA-

OLVIDANDO EN SU AFAN LA SANGRE DE TUS CAIDOS.

MALA SIMIENTE PUSIERON LOS PADRES QUE HAN PARIDO,

Y MUCHO PEORES SOMOS, EL RESTO POR CONSENTIRLOS…

-APLAUDIENDO SIN RAZON- SU ESTILO DE DISPERSION,

DEL SUELO DE ESTA NACION, (QUE LEVANTAMOS UNIDOS).

¡¡ -ESTA ESPAÑA DE MIS PENAS-!! : QUE, EN 30 AÑOS DE HISTORIA,

FUNDIERON TODA SU GLORIA -LOS  RAPACES, SIN ARTERIAS-

QUE ADEMAS…:

DE SANGRE EN LAS VENAS, LLEVAN SULFUROS POR ELLAS…

"¡TU MUERTE DAN SIN CONDENA, COMO TITERE DE FERIA!".

¿DONDE ESTAN TUS PATRIOTAS, DONDE TUS TERCIOS DE FLANDES

Y DONDE LOS DON PELAYOS…; QUE PASO CON TUS COLORES?,

SI YA, NO SE RECORDAR: TUS MODERNOS ESTANDARTES..,

NI, LAS CIFRAS ASCENDENTES QUE COBRAN TUS GOBERNANTES.

SE HAN CONVERTIDO EN FELINOS: TUS HIJOSDALGOS Y AMANTES;

TUS PATRIOTAS DE ANTAÑO PUDRIERON SUS CROMOSOMAS,

PARA ENJENDRAR ESTA ESTIRPE DE GANDULES Y LADRONES

QUE YA, DE TANTO ROBAR QUIEREN HACER JIRONES.

TU BANDERA -ROJA Y GUALDA -, QUE ES LA  UNIDAD DE MI SANGRE,

QUIEREN CONVERTIRLA EN HIEL, MÁS AMARGA QUE EL VINAGRE.

YA…

DE TAN POCOS SACRIFICIOS, -EN LOS TRES ULTIMOS LUSTROS-

ESTA GENERACION HA LLEGADO, A VENDER EN PARLAMENTO,

-PARA MANTENER SU ESCAÑO- LOS FAVORES CON DESCUENTOS

COMO PIEZAS DE MERCADOS, (CONTRA LA CUESTA DE ENERO).

"NO SIRVEN DE COMERCIANTES, NO PATEARON TUS CALLES…",

PUES SOLO ESTUVIERON ÉSTOS.., INTERNOS EN TUS COLEGIOS

-ARRASTRANDO SUS TRASEROS, COMO MONJES PENITENTES -.

MÁS…

PUDIERON SERTE FRAILES Y LIMPIAR COMO POLVEROS

LA CULTURA DE ESTA TIERRA; ESPERANDO QUE EN SU USO:

ENGANCHARAN DE TUS LIBROS LAS HAZAÑAS DE LABRIEGOS,

POR APRENDER NUEVAS FORMAS DE: SERTE FIELES Y SERIOS…

DESENGAÑADOS DE ELLOS…: LOS SABIOS SE HAN VUELTO LOCOS,

LOS EMPRENDEDORES VAGOS Y, (CARENTES DE TODA FE),

HAN SECADO LA ILUSION ENTRE LOS ENAMORADOS.

SOLO QUEDARA EN TU HISTORIA: LA IMAGEN DE "MIO CID",

SOBRE SU CABALLO – TIESO -, VENCIENDO…, NO HASTA MORIR:

SINO, HASTA DESPUES DE MUERTO ¡¡PARA TU GLORIA!!

LLORO DE PENA Y VERGÜENZA PORQUE YO TAMBIEN SOY VIL,

COMO ESTOS NECIOS DE AHORA Y, POR LLEVARTE A MORIR,

SIENDO: " LA EMPERADORA Y LA ALEGRIA DE VIVIR".

www.pacoinfante.com

Estos sencillos versos, tan sentidos por mí en aquella época, como consecuencia de los desmanes que también se venían cometiendo por los políticos mediocres de entonces, también me hacían suponer la gran crisis económica de los años 90.

Yo debo manifestar que soy totalmente apolítico y que no llegué a votar nunca, porque nunca me merecieron confianza los elementos que se dedicaban al despilfarro del país en beneficio propio, quizás también, por haber sufrido en la dictadura, similares reveces, similares a las sucedidas en épocas posteriores.

El provecho del Estado, cualquiera que sea el color político que lo gobierne: favorece a los políticos de turno, a sus allegados o protegidos, pero nunca al país.

Todos los países progresan porque todos están metidos en el mismo globo de las tecnocracias y la esquilmación de los recursos naturales y muy pocos en el trabajo.

Empezamos a ser egoístas desde el mismo momento en que nacemos y el remedio, no es ningún tipo de religión o credo; solamente iremos alcanzando algo de estabilidad en este mundo, si respetamos a la Madre Naturaleza y a todos los seres que la pueblan, empezando por nuestros semejantes más cercanos y al país propio.

No deja de ser una paradoja, cuando albergamos las ideas, que nos marca nuestro intelecto, pretendiendo hacer de los demás copias afines a nuestros propios ideales y proyectos; con ello, desde que lo pretendemos: dejamos de ser seres inteligentes.

No podemos conseguir o pretender, que todos comulguen con nuestro propios ideales, sentimientos, sensaciones, etc., pues al igual que nuestro ADN, ninguno de nosotros coincidirá con un patrón común, que nos tipifique por igual, ni llegaremos a encontrar la ecuación, que nos lleve a considerarnos todos idénticos. Afortunadamente el ciclo vital se repite con cierta periodicidad, para traer elementos nuevos, con ideas nuevas y hasta con átomos nuevos y renovados, aunque sigan siendo las mismas partículas de aminoácidos, las existentes en nosotros, desde que el mundo es mundo -ya que la materia sólo cambia, pero sigue siendo siempre la misma; su transformación no la lleva a ser mayor o menor cuantitativamente, sólo variará en sus aspectos cualitativos, cuando le sean más convenientes o propicias las distintas situaciones por la que vaya pasando en el tiempo. Son leyes del Sistema Universal, las que gobiernan sus propios elementos, contra las que, poco podemos hacer nosotros. Los seres somos irrepetibles, tan sólo puede: -que exista la posibilidad- de que: lleguemos a formar parte de otro ser, por medio de nuestros elementos químicos, que un día nos fueron comunes, pero nunca llegaran a formar un conjunto completo, como lo formaron -en un espacio de tiempo- para darnos vida independiente y única; aunque sea similar a otras, pero nunca idéntica. Desde mi humilde punto de vista: los dirigentes de cualquier actividad, deberían hacerlo por vocación y amor a sus semejantes, porque se sientan obligados y cualificados para ese fin, pero ello: sin percibir honorarios o retribuciones y, como compensación a sus esfuerzos, en el buen hacer de mejorar la sociedad; sólo deberían percibir: la gratitud y el reconocimiento de los demás, que se sentirían agradecidos hacia su buen desenvolvimiento y entrega altruista. Hoy -a mi edad- contemplo un mundo inducido al mayor de los fracasos, donde el hombre ha puesto toda su sabiduría -adquirida a lo largo de su existencia- al servicio de un consumismo brutal y persistente, que le llevará a tragarse a sus propios semejantes. No habrá forma de poner freno a tantos desmanes, como se vienen cometiendo, si el hombre -individualmente- no se toma el tiempo suficiente para reflexionar sobre sí mismo y pone en práctica los consejos, que le dicte su propia conciencia. Situaciones parecidas a las que se están viviendo en la actualidad -pasada la primera década del siglo XXI- se han dado en el pasado y siempre han desembocado en la fatalidad, pero en esta ocasión será como la llegada de un quinto jinete apocalíptico, si no ponemos remedio, desde ya…

Verdaderamente, nuestros amigos de la Fuente de la Teja, vivían felices, con mucho trabajo, también con muchas estrecheces, pero sabían vivir la propia vida que sus obligaciones y el destino les habían marcado. Sus sabidurías estaban ancladas en: respetar a todos los seres con la limitación de sus respectivas libertades, con hermandad y el respeto enseñado por sus mayores.

CAPÍTULO XIV

Tres años después

Los tres adultos, empezaron a tener mucha más conversación y preocupación por las condiciones, que se estaban dando últimamente; pero se tranquilaban unos a otros, convencidos, de que aquel lugar: era uno de los más tranquilos, donde podían permanecer en aquellos tiempos tan difíciles y preocupantes. A Alfonso, una tarde que llegaba a su lagarillo, se encontró con la sorpresa, de que: un individuo estaba robando dentro de la casa y si no llega a ser por su buena suerte: si llega, a darle el escopetazo que le tiró, allí mismo, lo hubiese dejado seco. El muchacho tuvo la picardía de gritar, como si llamase a su hermano Pedro:

-Pedro córtale el camino por detrás- gritó con todas sus fuerzas; y el tipejo, salió dando traspiés -de lo que alargaba el paso- y, desapareció por debajo de las chumberas. Alfonso lo siguió arrastrando una buena rama de olivo, para hacer más ruido y pudo observar: la polvareda que había formado el intruso hasta llegar al río; muy posiblemente había pasado aquél pecho tan empinado, dando trechas, por lo poco que tardó en bajar aquél tramo -se llegaba a preguntar después Alfonso-. Lo tuvo tan cerca al ladrón, que lo llegó a reconocer y pocos días después en el ventorro de las afueras del pueblo, vio al tipo lleno de arañazos y con un brazo en cabestrillo, pero no quiso decirle nada y se perdió rápidamente de su vista. De nada le hubiera servido denunciarle; la autoridad apenas si funcionaba y hasta en contadas ocasiones podía poner orden entre los vecinos.

Algunos casos parecidos, se repetían continuamente, las gentes estaban saqueando todo lo que alcanzaba a la mano, pues había mucha necesidad y la clase obrera, no encontraba trabajo, porque nadie contrataba a nadie y todos tenían que comer.

Muchas de las cosechas, se perdían en el campo y la mayoría, ni se atrevía a salir de las casas para ir a sus pequeñas parcelas y si alguno se aventuraba, lo hacía en la noche cerrada, pero con grave riesgo, ante la exposición de que lo viesen. Los anarquistas republicanos, se habían agrupado en comités, para tratar de mejorar la situación y lo que hacían ellos: era todo lo contrario; presionaban y asustaban a la mayoría de los cabezas de familia medianamente pudientes, ávidos de chantajes o rapiñas y con graves amenazas hacia sus personas o patrimonios. Muchos de los miembros de estos comités, se envalentonaban en sus acciones conjuntas, incluso con las mujeres jóvenes o más adultas de buen ver -se divertían jocosamente-, mal educadamente y en ocasiones las advertían o amenazaban con cortarles los pelos; algún tiempo más tarde: llegaron a cumplimentar estas y otras fechorías, siempre buscaban el aprovechamiento individual, casi siempre de los más débiles de carácter o desprotegidos.

Después de las elecciones los grupos derechistas exigían al Gobierno entrante: la anulación de las reformas aprobadas y que difícilmente se estaban llevando a cabo en los dos años posteriores, desde su aprobación y el Gobierno se vio obligado a rectificarlo todo, llegándose a una total paralización de todas las reformas: los obreros que habían ocupado fincas, tuvieron que salir de ellas; los militares, consiguieron el perdón para los participantes en el fallido golpe de estado de Sanjurjo y algunos militares de rango -antirrepublicanos acérrimos- fueron designados en mandos estratégicos o alejados, como: Golde, Mola o Franco; llegaron a paralizarse las construcciones de muchas escuelas y se anuló la enseñanza mixta impuesta obligatoriamente; hubo grandes enfrentamientos con las regiones que pretendían su propias autonomías, cuando ya habían sido aprobados los estatutos; en el País Vasco y en Cataluña -fueron muy sangrientas las actuaciones contra esas autonomías- y, finalmente se llegó a un armisticio con la Iglesia Católica, acordando una serie de indemnizaciones.

Indudablemente el pueblo español, no aprendía de otras muchas vertientes nacionalistas y fanatismos políticos extremistas, que habían destrozado fuertemente a otras comunidades y llevado a la 2ª Guerra Mundial a otros pueblos.

El pueblo español, había dejado de ser patriota, para seguir las sendas de los extremismos más radicales y sufridos, dividiendo al país sensiblemente en súbditos de las derechas y de las izquierdas, sufriendo la clase más pobre, los desmanes de sus riñas, destrozos e incendios. Todo dejaba de tener sentido, para el hombre de bien, que no encontraba la punta de aquella madeja, tan sin sentido. María, Frasco y Juan estaban al día en todos los acontecimientos que divulgaban por medio de la radio, llegaban épocas, que no se perdían, ni un parte informativo. Empezaban a saber de las situaciones por las que atravesaban otros países y muchas veces se decían, a mediana voz: mal de muchos consuelos de tontos.

El triunfo de los extremistas, partidarios del tal Hitler y el triunfo y reformas de los Bolcheviques de Rusia, dio un mal ejemplo a la mayoría de los españoles, formando las dos Españas. ¡Lástima, decía Frasco: que toda esta gente no tuviese un buen tajo de cepas de retama, donde echar hornos de carbón y Juan le contestaba o un padre como el nuestro, que les levantara al ser de día, para cavar buenos tramos de viñas o hacer grandes hoyos, para plantar olivos. Ambos, delante de María no se pronunciaban. Nunca se acordaban del significado de tantas siglas, como el locutor, la mayoría de las noches: decía por la radio.

En alguna ocasión quiso apuntarlas en una libreta, pero su hermano, le quitó la idea de la cabeza, diciéndole: poco pan te va a dar aprender tanto de política, lo más probable es: que te lleves algún arañazo de algún aprovechado, si te pillan la libreta; pero algunos nombres de políticos, si se le quedaban gravados, de tantas veces como los repetían en los partes informativos: Calvo Sotelo, Manuel Azaña, Indalecio Prieto, José Antonio Primo de Rivera, Gil Robles, Largo Caballero, etc., aunque no llegaba a situarlos en los cometidos o cargos que desempeñaban. Esos nombres se quedaron gravados en muchas mentes del campesinado de la Alta Axarquía, claro está, mucho más perennes en aquellos, que como Juan, Pepe o Enrique. podían encender su propia radio a la hora de los Informativos.

No se hablaba de otras cosas, tan sólo de cuando en cuando, ponían un programa de música, que era el deleite de las mujeres y el término de la arrengada de muchos hombres. El hombre de campo, acostumbrado a acostarse con la luz del sol y a levantarse con la claridad del amanecer, empezaba a ser un dependiente de la tecnología electrónica, a hacerse todavía mucho más sedentario; por lo tanto, más negligente, acomodaticio y más vago. Para muchos ya estaba el sol en todo lo alto, cuando salían del cuarto y se tomaban el café, sin algo que comer, porque luego no tendrían el hambre suficiente para el almuerzo. El obrero empezaba a depender de las noticias y según fuera, así pondría más o menos empeño en la tarea del día.

La radicalización de las izquierdas: UGT, CNT, PCE, SOE y Generalitat; sobrevino con la entrada de algunos ministros de al CEDA en el Gobierno.

Esa noche, cuando Juan escuchó tantas siglas, sí que consiguió apuntar más de la mitad y se puso muy contento; pretendía apuntar en cuanto tuviese ocasión sus respectivos significados. Cuando su hermano se lo recriminó delante de María, éste, le contestó, que: un hombre instruido, vale por dos… El ejército tuvo que intervenir -con gran contundencia- contra los insurrectos que: habían declarado una huelga general, y en Cataluña: donde Companys, reclamaba independencia. La Legión comandada por Franco, se encargó en Asturias de poner orden, ante los desmanes que estaban causando los huelguistas, en una especie de revolución, muy bien organizada por la UGT y CNT y que fue reprimida con saña. Las revueltas y las huelga de esa -mal llamada Revolución de Octubre de 1.934- había llevado a la tumba a cerca de dos mil personas, produciendo unos cinco mil heridos, a la cárcel a unos cincuenta mil detenidos y a algunos dirigentes políticos, como: Manuel Azaña, Largo Caballero, Companys, Indalecio Prieto, etc. Juan, aunque llegó a escuchar este parte, con su hermano y cuñada al lado, no lo creía y -se le olvidó muy pronto- llegando a poner cada vez más énfasis en las noticias que daban. Las crisis del Gobierno se sucedían continuamente, a pesar de ello: cada vez se endurecía más la situación y los enfrentamientos -dentro del propio Gobierno- eran muy frecuentes. El escando del Estraperlo, vino a dar con el descrédito, pero no con la cárcel, de algunos altos cargos del Gobierno y con ello llegó el final de la legislatura -lo que sorprendió muchísimo a Juan, que llegó a decir en voz alta: que todos eran unos sinvergüenzas-. Una nueva convocatoria de elecciones a Cortes, se ponía en marcha en los comienzos del año 1936, cuando Franco ya era Jefe del Estado Mayor.

Juan aún no sabía, que la Guerra Civil se estaba colando por las puertas…; pero, como todo el mundo, empezaba a tener muy malas sensaciones y hasta vómitos por las mañanas, cuando el informativo anterior, había sido demasiado preocupante.

Los días transcurrían con algunos sobresaltos, pero aparte de las noticias que daban por la radio, las tareas continuaban y los esfuerzos había que multiplicarlos, si se quería tener todo en orden y esperanzados en alcanzar los rendimientos adecuados para sobrevivir de los frutos, que daban los campos pendientes y pizarrosos de la Comarca Axarqueña. A finales del verano pasado -antes de comenzar la Guerra Civil- se presentó su cuñado Pepe con toda la familia, que había aumentado en dos miembros más; el embarazo de Josefita, que ellos conocían, cuando llegaron en la carreta procedentes de la costa, había llegando a su fin, había resultado ser un hermoso hijo, al que pusieron por nombre Francisco, como el padre de la madre y casi tres años después llegó la tan deseada hija, a la que pusieron el mismo nombre de su madre -Josefa-. Habían, contratado a un cabrero por unos tres días; más que contratado era un favor que éste individuo les hacía para que pudiese venir a visitar a su hermana María y familia. El hermano de María y su familia, estuvieron en la Fuente de la Teja, casi una semana, pues habilitaron también dos dependencias de la casa de Juan y se pudieron acomodar todos perfectamente.

No tuvieron escasez de ningún tipo de vituallas, porque el huerto estaba en pleno rendimiento y los animales -sobre todo los conejos y los pollos- los tenían bien abastecidos de carne; las cabras, ya se habían convertido en una pequeña piara de diez miembros, la mitad daban leche más que suficiente y podían hasta hacer el queso que consumían y las gallinas, que eran más de cincuenta, daban en esta época más de dos docenas de huevos diariamente. Ganaban dinero con ellas, porque el recovero se llevaba cada semana los huevos, que le sobraban o los intercambiaban por algunos enseres o herramientas, que los hombres encargaban. Antonia fue la iniciadora de un colmenar de abejas, llegaba a tener ahora más de cincuenta colmenas y no había dejado escapar, ni un solo enjambre.

Por las noches, después de comprobar, que todos los niños estaban bien dormidos, se sentaban alrededor de la mesa para escuchar las noticias de las 22 horas.

Se avecinaban las elecciones, convocadas para los comienzos del próximo año y ya empezaban a calentarse las multitudes, las protestas y revueltas seguían pero se notaba, que: la mayoría estaba atemorizada después de las revueltas del otoño pasado y el recuerdo de las represiones del ejército, con tantos muertos y heridos. En algún comunicado especial, se hablaba de unos ambientes hostiles en los mítines políticos, con una fuerte radicalización por parte de la Izquierda, que organizó una gran coalición, formada, por: el POSE, el PCE, la IR -Izquierda Republicana- , el POUM -Partido Obrero de Unificación Marxista- y ERC -Esquerra Republicana de Cataluña-; establecieron un pacto electoral, para presentarse unidos a las elecciones, bajo el nombre de: FP -Frente Popular-. La CNT, después del encarcelamiento de la mayoría de sus miembros, apoyaba sin condiciones al Frente Popular, que habían pactado las izquierdas. Los grupos derechista CEDA, la Falange y el PNV, se presentaban a las elecciones, independientes unos de otros. Esta noche Juan estaba disfrutando de lo lindo, volvía a oír todas aquellas siglas y llegó a entenderla con gran claridad, pero lo que no entendía, era que: los partidos políticos, seguían peleando abiertamente por el poder a costa del bienestar de los más necesitados -la sufridora clase obrera de toda la vida, que era manipulada-.

"Otra nota que se me escaba; -la oí una tarde de verano en un bar de la calle Sierpes de Sevilla, a raíz de la instalación en el poder de la Junta de Andalucía, a un candidato del partido socialista-: tres señoritos de la capital, estaban alrededor de un velador, tomando una botella de fino Don Pepe, con un buen plato de jamón de pata negra y unos tacos de queso curado de oveja; cuando se acerca un individuo desde la barra -que tomaba una cerveza– y les dijo a los tres -de viva voz- que hasta yo llegué a escuchar perfectamente y me encontraba en un extremo de la barra, tomando también una cerveza-: el cuento del vinito fino con taquitos de queso y lonchitas de pata negra, se os va a acabar ya mismo… Entonces le contestó uno de ellos, con una gran sonrisa en la cara: seguro que se pondrá tres o cinco veces más cara la ronda, pero yo podré seguir tapeando a mi aires, mientras que tú seguirás tirado en la misma mierda en que te encuentras ahora… y no pasó nada; esto se producía cuando, los tres señoritos andaluces, hacían tiempo para ir a los toros de aquella tarde y el obrero descarado, estaba pensando si pedir otra cerveza, pues el calor era sofocante, al final, se marchó, ahuecando el ala, desgraciadamente". Hay muchas situaciones en las que el ser humano, cree que va a heredar, por concesiones de sus militancias políticas, el patrimonio o el bienestar de otros, y, ocurre todo lo contrario, porque siempre se confirma el dicho, de que: "a mar revuelto ganancia de pescadores"; y los que mejor saben pescar y llevan los aparejos adecuados, son siempre los: poderosos políticos o poderosos adinerados. Nuestra familia, seguía pendiente de las noticias que daba el locutor por la radio; algunos como Juan (soltero) estaba entusiasmado, pensando que en esta ocasión se iba a resolver todos los problemas de un plumazo (las elecciones); otras como María y su cuñada Josefita estaban preocupadísimas, porque temían que viniesen tiempos peores y peligraban su hijos y los dos cuñados, se sentían hastiados y engañados por toda aquella podredumbre de políticos, que nunca resolvían nada bueno y estaban llevando a la Patria, con tantos desmanes, a la ruina total.

Nada podían hacer ellos, sino aguantar todo lo que le echaran, con resignación y tratando de preservar a los suyos, pero nuevamente las cosas estaban muy mal. Aquella noche dieron por concluida la jornada, cuando terminó el informativo. Todos se despidieron hasta el día siguiente, sin hacer ningún tipo de comentario. A la mañana siguiente y estando los hombres sentados alrededor de la mesa, tomando el desayuno, fue Pepe quien comunicó a Frasco y a su hermana, que se volvería a las Encinillas aquella misma tarde, por la bajada del río hasta coger la cuesta de Rute; pues habían pensado, que llevaban muchos días fuera y temían por su casa y aunque el hombre, que habían dejado a cargo de todo era de confianza, le podían asaltar o ponerse enfermo y el se había comprometido para dos días menos. Posteriormente, cuando los tres estaban echando un cigarrillo; Pepe le pidió a su cuñado un gran favor, cual era: el de dejarle llevar a su hijo Haxparcol, para que le ayudase una temporada con el ganado, por lo menos hasta que entrase el invierno, para que él pudiese recoger las almendras, hacer la vendimia, pisar sus uvas, porque sus niños eran pequeños y el Antonio, tendría que ayudarle en todo. A regañadientes, Frasco le dijo, que si había hablado con su hermana y éste le dijo que no, que prefería, que se lo consultara él; así lo hizo Frasco enseguida y a María, se le cambió el semblante en un Santiamén de momento, pero no pudo o no supo negarse. Así que el niño, con poco más de siete años, se tuvo que poner en marcha aquella misma tarde, camino de las Encinillas, para ejercer las veces de cabrero de su tío. Se le saltaron las lágrimas y se opuso rotundamente, diciendo que no se quería ir, pero los mandatos de sus padres, eran siempre de obligado cumplimiento para él. Sus hermanas también lloraron amargamente su partida, especialmente la pequeña Salvadora y cuando partió le regaló su libro favorito

-Ello- y su Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que ya había leído tres veces. Todos se despidieron y las niñas con su madre formaron una piña, alrededor de Haxparcol, pero finalmente lo dejaron marchar; es por poco tiempo, en cuanto termine de recoger las uvas os lo traigo; pero aquellas palabras no conseguían conformar a ninguno de ellos. Frasco y Juan llegaron a encender dos cigarros seguidos y hasta alguna lágrima, se escapó también de sus ojos, que la mujer y las niñas, no pudieron apreciar, porque ellas los tenían encharcados.

Cuando ya se habían ido todos, el tío Juan, recriminó a su hermano el haber permitido, que se fuese el niño y le decía: todos nosotros le necesitamos aquí, también tenemos animales que cuidar, pero no sólo eso, él es imprescindible para estar en buena armonía. Yo desde luego, no esperaba que fueses tan blando con la gente extraña y sí lo eres mucho, para con los tuyos, que te queremos demasiado. Frasco estuvo por lo menos una semana desconocido y sin dirigirle la palabra a nadie y menos aún a su hermano. Muchas tardes se iba a lo alto del cerro y se sentaba en medio de las cepas con más forraje y pámpanos, para que no lo pudiesen distinguir desde la casa y, se quedaba traspuesto mirando por encima de las cuestas de Lo Rute, hasta que la hacía coincidir con la de Vivar, por si podía distinguir la pequeña piara de cabras, que casi siempre estaba careando en los bordes de la carretera N-321. Nunca llegó a distinguir con concreción al grupito, porque casi siempre se le inundaban los ojos de lágrimas y se tenía que entretener en liar un cigarrillo de su petaca. Cuando trasponía el sol por lo alto de aquellos cerros y ya no podía distinguir, ni la propia carretera, se levantaba del sitio y empezaba a bajar la pequeña cuesta que le conduciría a la casa.

La mayoría de las veces estaba su hermano, jugando con sus sobrinas, en el llano; al tiempo que escuchaban la radio, sintonizada en la música de la tarde o estaba pendiente de oír a alguna de ellas, que estaba leyendo algún capítulo interesante de algún libro; pero nunca contestaba al hola, que decía su hermano, con su llegada.

La tristeza le embargaba y empezó a fumar mucho más del consabido cigarrillo, que se fumaba después de las comidas principales. María se había refugiado en sí misma y en muy contadas ocasiones hablaba con sus hijas, a las que también trataba de consolar de la ausencia del hermano. Tanta era la nostalgia, que sentían todos, que no había terminado el mes de Septiembre, cuando se presentaron todos -menos Juan- con los dos mulos, para visitar a su hijo y éste al verlos, daba saltos de alegría en pleno monte y rápidamente llamó a su tío Pepe, que andaba liado con la vendimia, para que se hiciese cargo de las cabras, mientras él iba a ver a sus padres y hermanas que acababan de llegar. El tío dijo que bajase con el ganado para la casa y los metiese en el corral, que ya iba él con una carga de uvas. Después de saludar a Josefita y a la niña pequeña, todos fueron al encuentro de Haxparcol, que ya se acercaba por el filo de una cañada, camino de la casa, guiando todo el ganado. Aquella tarde fue de celebración por todos los miembros, hasta Pepe paró en su vendimia y se vino con sus dos hijos y con la media carga que ya tenía dentro de los bidones, metidos en los capazos del serón de la burra. Guardaron todos los animales en los corrales y ataron los mulos y la burra alrededor de la casa, para luego -al anochecer ponerlos a cubierto también- Pepe ya no se fiaba de dejar nada en la calle y mucho menos los animales, que podían moverse por si solos; se habían dado bastantes casos de cuatrerismo y muchos hurtos de frutos, si se dejaban almacenados en el campo. Tanta era la desconfianza adquirida en poco tiempo de Pepe, que en muchas ocasiones se levantaba para remirar los corrales, las cuadras y si sentía algún ruido extraño, se apostaba con su escopeta, en la cruz de un olivo, frente a la casa y hasta que no veía la situación clara y tranquila, no se volvía a meter otra vez en la cama. La suerte que él tenía, era que: su casa no se divisaba fácilmente, si no se asomaba uno mucho al borde de la carretera, pero a su vecino Enrique, ya le habían robado dos veces. Al más mínimo descuido, la gente entraba, como Pedro por su casa y robaba a sus anchas; hasta en cierta ocasión, se encontró Gertrudis -la mujer– a una pareja, que entró directamente al salón y cuando ella subía de la parte de atrás de la casa, le pidieron un poco de agua y le dijeron que habían entrado, pensando, que no había nadie y buscaban la cantarera, para coger el agua.

Toda la tarde transcurrió normal y se acostaron después de escuchar las noticias, a la que también: se había acostumbrado Pepe y Josefita, desde los primeros robos.

Los dos cuñados durmieron, dentro del salón, sobre los aparejos de los mulos y teniendo en medio a Haxparcol, al Antoñito y al Francisco, que no querían despegarse de los hombres; las mujeres los dejaron estar, y así, las mujeres llegadas, pudieron ocupar la cámara donde dormían los tres niños; se cubrieron con sendas mantas que Josefita les proporcionó, pero el tiempo aún era espléndido y sólo se notaba algún frescor durante la madrugada.

Al día siguiente ambos hombres se levantaron a las claras del día y Frasco aparejó un mulo, para ayudarle a Pepe en la vendimia; antes de que se levantaran los niños ya había traído una carga cada uno de uvas y se dispusieron a ordeñar las cabras rápidamente, para seguir con la tarea después de desayunar. Toda aquella jornada transcurrió con mucho trabajo para los dos hombres, que se habían propuesto terminar al día siguiente con la recogida de todas las uvas; mientras tanto, su hermano Juan, también estaría terminando la recogida de las suyas, lo esperaba para proceder a la pisa. Durante el día, cuando Haxparcol estaba cuidando el ganado, sus hermanas y María a la cabeza, permanecían con el niño y aunque María pasaba fatiga, porque debería ayudar a su cuñada con las cosas de la comida, se decía muy adentro: que se aguante, primero está mi hijo. Después de pasar la siguiente jornada en similares ocupaciones, a media tarde, cuando habían acabado de recoger los últimos racimos de uvas, Frasco con su familia, emprendieron el regreso a su casa, pues Juan desesperaría, si no estaban allí, para iniciar la pisa de las uvas al día siguiente. A todos anocheció cuando iban llegando al lagarillo de Villegas, pero, los mulos conocían perfectamente el camino, además éste estaba en muy buenas condiciones -aún no había llovido- e iban montados en ellos sin problemas.

Poco antes de llegar a la curva del Lagar de Villar, se cruzaron con Alfonso y Pedro, que bajaban para su casa y les dijeron que Juan los había entretenido un rato tomando un vaso de vino y que los estaba esperando desde hacía rato.

Nuevamente la nostalgia del hijo, que había dejado a atrás se apoderaba de María y las niñas menores, que venían montadas en el mulo con ella, le animaban y consolaban, manifestándole, que sólo estaría un mes más, según decía el tío Pepe. Cuando llegaron al llano de la casa, Juan estaba todavía sentado sobre el poyete y escuchaba el programa de música, que siempre daban, como una hora antes de las noticias. Todos se alegraron de verse de nuevo y las niñas dieron un beso al tío, quien rápidamente preguntó por su sobrino y sin esperar la contestación seguía preguntando, que cuando vendría de nuevo, ellas le aseguraban que en un mes.

CAPÍTULO XV

Pisando las uvas, haciendo el mosto y el pasero

Las uvas, ya estaban todas amontonadas en el rincón que formaba la habitación, teniendo como suelo una cuadrícula de unos dos metros cuadrados, que solamente tenía un salidero, para que los zumos fuesen directamente -o a través de un empalme, con un trozo de manguera, del calibre del caño- a las dos orzas que habían situado, unos diez centímetros más bajas y al nivel del propio suelo de la habitación, que habían adaptado para pisar las uvas o hacer posteriormente los vinagres. Todo el recinto estaba muy limpio, especialmente las dos tinajas de almacenar el zumo, donde se produciría la fermentación y terminaría siendo el mosto -vino joven- y especialmente el suelo donde pisarían las uvas. Juan fue el primero en meterse, como pisador de las uvas: se lavó bien los pies dentro del recipiente, que tenía medio de agua, se los enjabonó y los aclaró posteriormente, luego los secó con el trapo limpio, que tenía sobre el espaldar de la silla, donde estaba sentado y se colocó unas sandalias de esparto que él mismo se había confeccionado, estando ya dentro del recinto de la pisa. Extendió una buena tongada de uvas -tirando de la pila amontonada, sobre el piso, con el rastrillo- y, cuando estuvo bien extendido y parejo: empezó a bailotear encima, con un ritmo característico de aquella actividad; de cuando en cuando se arrancaba un canturreo típico de la zona y en ocasiones, como la que estaba haciendo -de pisar las uvas-; normalmente esos canturreos también son típicos de las trillas en las eras, como ejemplo de ellos, vaya este: "arbolito chiquito, dame tu sombra…", o aquél otro que dice: " yo no digo, que mi barca, sea la mejor del puerto…, pero si digo que tiene…, los mejores movimientos…, etc.; cuando los animales dan vueltas pisoteando las miles extendidas, para separarles el grano de las matas. Al poco empezó a salir el zumo de la uva por el caño, al que previamente habían colocado el trozo de goma flexible, y terminaba cayendo el líquido en una de las tinajas; debían estar pendientes de su llenado, para que cuando le faltase unos diez centímetros para llenarse, trasladaran la goma a la otra tinaja; esos diez centímetros servirían para evitar que el zumo al fermentar no rebosará por los filos de las tinajas, al burbujear, como si estuviese hirviendo.

Llegaron las dos niñas mayores, que también se lavaron los pies y el tío les permitió estar pisando las uvas a su lado; ambas iban descalzas. Esta actividad de pisar las uvas artesanalmente, es muy agradable al principio, pero cuando llevas quince o veinte minutos bailoteando encima de los racimos, empiezas a sentir dolores por toda la cintura, los riñones se quejan y si te entretienes -de vez en cuando- en ir recogiendo los escobajos y apartándolos, puedes resistir muy poco tiempo más; se hace necesario acompasar un ritmo continuo, pero hay que tener en cuenta: que para hacer esos movimientos, debe procurarse que intervengan todos los músculos de las extremidades inferiores y descansar en períodos de una media hora, para no tener unas agujetas, muy molestas en los días siguientes. Frasco, se había ido a los huertos y se llevó los mulos, para atarlos cerca de los bordes, donde había todavía buen pasto y, como él siempre pensaba: cuanto más tiempo coman los animales del campo, menos paja y granos se gasta en las cuadras o en los corrales. María se había despertado con un fuerte dolor de cabeza y cuando intentó incorporarse de la cama, sufrió un desmayo, las hijas alarmadas llamaron al padre y esté después de comprobar el estado de su mujer, le aconsejó, que debía permanecer todo el día en la cama, que las hijas la cuidaran y le diesen bastante alimento líquido; no le faltaban: los zumos de frutas exprimidas, rayadas o pasadas por el mortero, los caldos del puchero, los ponches, etc. Ella mismo tuvo que corregir a sus hijas mayores, para que, no le preparasen tantas cosas al mismo tiempo; ahora estaba a su cuidado la más pequeña, con la que parecía tener mucha más confianza desde, que el niño estaba guardando las cabras de su hermano Pepe y, con frecuencia le comentaba: me pondré buena, cuando vuelva Haxparcol a estar entre nosotras, si no se viene me moriré -decía- y rápidamente: se le saltaban las lágrimas; estas escenas: sólo las protagonizaba a escondidas o en contadas ocasiones delante de su hija Salvadora; pero eran reales y seguro, que llegaría a perder su salud por el camino que llevaba, si no tenía a su hijo cerca, cuanto antes; rezaba mucho e imploraba a la Candelaria, la vuelta de su niño. Dos días estuvo María en cama y se levantó, apareciendo ante los demás, como si no le hubiese pasado nada, porque tenía urgencia en preparar una hornada de pan; seguro que a la noche no llegaría, el poco que le quedaba.

La hija pequeña de vez en cuando deleitaba a toda la familia, poco antes de la cena, con la lectura de algún capítulo interesante, que previamente ella había leído; por estas fechas estaba acabando el titulado "La Dama de las Camelias", del francés Víctor Hugo. María había sido muy persistente con las clases, que empezó a dar a sus hijos hace años y aún seguía empecinada en dárselas; pero cuando el trabajo la tenía agobiada o, como en esta ocasión, que había tenido que guardar cama, por indicación de su marido: era su hija menor Salvadora, la que le sustituía y ella siempre supervisaba las tareas de las tres.

Durante los dos días que había estado sin salir de la cama, su cuñado Juan le había traído flores y le tenía la radio todo el tiempo sintonizada, cuando se sentía más cansada, ella misma la apagaba, pero al notarlo su cuñado, la reprendía y le decía: María, debes distraer tu mente, porque de lo contrario, te volverás loca y todos te necesitamos. Su cuñado la quería, como si fuese su hermana de sangre, que nunca había tenido y ella se esmeraba en el trato, por todas las consideraciones, que siempre tenía con sus hijos, con su marido y con ella, eran sinceras y muy leales.

Era increíble, pero los hermanos parecían una sóla pieza; nunca habían puesto por en medio, los intereses materiales, que los pudiesen separar; no había habido entre ellos ninguna queja: en los repartos de los frutos de sus respectivos campos, ni en las tareas a desarrollar en los mismos y normalmente: estaban siempre mezclados. Para ellos los linderos no existían, porque trabajaban con el mismo empeño en cualquier cultivo, independientemente de la zona donde estuviera.

Después del almuerzo, Frasco reemplazó a su hermano en la tarea de la pisa de la uva, mientras tanto él, aparejó su mulo, le puso las vasijas en los capazos del serón y se fue a repasar todas las cepas, que días antes él mismo había vendimiado -con bastante rapidez- ante la ausencia del hermano, pues lo importante era recogerlas lo antes posible, por si se presentaban las lluvias otoñales. El pensaba, que podían haberle quedado atrás algunas cepas o racimos, por eso fue con más tiempo y empeño para recuperar los racimos, que si los dejaba, serían alimento para los animales o se pudrirían, al mojarse con las lluvias, que no tardarían en llegar.

Solía ocurrir que, si las lluvias se retrasaban, los conejos y los pájaros -sobre todo las perdices- daban buena cuenta de los racimos olvidados o de los rebuscos, que se quedaban atrás, porque aún, estaban verdes en la vendimia global.

También tenían derecho los animalitos a su cosecha, se decía Juan, pero es mucho mejor tenerlos en una tarde fría, dentro de la botella, se corregía inmediatamente.

Por aquellos alrededores, siempre tenían los animales frutos de sobra, que podían aprovechar y como la cacería se había retraído mucho; debido a los problemas: nadie se atrevía a sacar la escopeta de la casa, porque se podía interpretar lo que no era, los animales de caza menor abundaban por doquier. Juan consiguió traer al lagar de pisar, casi media carga de uvas; mientras tanto sus dos sobrinas mayores había extendido sobre el pasero, la pila de uvas, que tenía él apartadas, desde dos días antes de la vuelta de las encinillas; a él le había faltado tiempo para extenderlas, pero, como todavía estaba haciendo buen tiempo, no llegarían a mojarse, sin embargo, por las noches, había que ponerles el toldo evitando las humedades y blanduras. Pronto estuvieron los caldos fermentando, los racimos deshidratados ocupaban la caja, que hacía tiempo se había quedado vacía de pasas, los tres tarros de aguardiente, estaban repletos de las mejores uvas y algunos racimos colgaban del techo, procurando que llegasen hasta la Navidad, sin estropearse. Las noches, como siempre, eran relajantes, las niñas disfrutaban de la música y los mayores alimentaban su preocupación escuchando las Noticias de las 22 horas. Ya estaban cerca de las fechas navideñas y Pepe no se había desprendido de Haxparcol; María, cada día que pasaba: estaba mucho más impaciente y desconsolada, ante el retraso, que su hermano estaba haciendo, con no devolverle su hijo, en el tiempo acordado; llegaba a pensar, que: su hermano no estaba siendo formal con ellos y más de una vez, le había dicho a su marido, que debería ir a recoger al niño, porque su hermano estaba abusando de la confianza depositada. Esperemos un poco más, le decía él, y, si para el día 20 próximo no lo ha traído, te prometo que yo voy a recogerlo.

Por estas fechas, Frasco y Juan, estaban terminando la construcción de un manantial en un lagar cercano -en las Guájaras-, porque el dueño de aquel lagar, le había hecho compromiso a los dos, una vez que vio lo bien, que le había quedado el suyo de la Fuente de la Teja y ellos no podían eludir ese compromiso, además quedó en pagarlo muy bien. Calculaban, que lo tendrían listo-totalmente acabado- para esas fechas; él también estaba muy deseoso de tener a su hijo cerca y lo prometió así a su mujer, con todo el convencimiento y, seguro de que lo cumpliría.

Por aquellas fechas, Antonia – su segunda hija- estaba muy ocupada en la castración de sus colmenas y para ello cada mañana muy temprano -careta en mano y guisopo sin encender- se dirigía al apartado, que hace años, su padre le había acondicionado, entre el manantial de los huertos y la casa; para empezar la castración diaria de dos o tres de sus colmenar. Ella llevaba un diario, donde anotaba específicamente: las características de cada una de ellas, la fecha en que cogió el enjambre, las vicisitudes por las que atravesó en cada época del año, número aproximado de miembros -que llegaba a calcular: comparando los individuos que entraban en pequeñas cuadrículas y multiplicándolos por el número de cuadrículas, que tendría la colmena ocupadas por las abejas- y especialmente cuidaba estadísticamente de cada uno de los rendimientos de su producción. Procuraba que no se le escapase ni un solo detalle; hacía tiempo que se había conseguido un manual explicativo: Tratado de la Apicultura, y se lo sabía: casi al dedillo, de tantas veces como lo había releído. Aquél libro, había sido un regalo que le hizo su tío Juan, en cierta ocasión para su cumpleaños, cuando era todavía una niña -el tío Juan les regalaba muchos libros, pues se había percatado del afán de saber, que tenían en aquella casa y como toda la sabiduría provenía de los libros, cada vez que tenía la oportunidad de comprar o recoger alguno de ellos, no le miraba el diente, ni el precio y lo recogía para luego distribuirlos entre sus sobrinos. La apicultora, siempre llevaba un poco de agua en el cubo de cinc que luego traería con los panales rellenos de miel, en la mayoría de las ocasiones, el agua, que les llevaba a las abejas, contenían restos de algunos alimentos azucarados, como en esta ocasión, que llevaba, como contenido: el agua del enjuague de los pies de los que pisaban las uvas; ese tipo de líquido, lo vertía en recipiente aparte, del que siempre les tenía preparado para el agua limpia y que todos los días les reponía del chorro de la mina.

Antonia encendió su guisopo, que inmediatamente empezó a soltar un humo espeso y blanco, se colocó la careta y unos guantes; llevaba puestos unos pantalones y había cubierto los bajos de cada pernil con los calcetines.

Empezó levantando la tapa de la colmenar que correspondía en orden, según su agenda y fue sacando con mucho cuidado, cada uno de los panales; aquel que veía, que aún no había sido completamente cubierto de miel o que contenía muchas de sus larvas, lo dejaba o le daba la vuelta, pero los que estaban rebosantes de miel, los partía en trozos más pequeños y los iba depositando en el cubo de cinc, procurando no dañar a ninguno de sus insectos. En aquellas fechas, todas las mañanas volvía a casa antes de que saliese el sol, con un cubo lleno de panales troceados y tenía que hacer muchas paradas para llegar con el cubo, porque pesaba casi una arroba. Tenía preparada una canasta de sierpe de olivo, con dos asas, que colgaba del techo de su dormitorio y que escurría la miel lentamente de aquellos trozos de panales, que ella depositaba dentro cada mañana, sobre un lebrillo vitrificado -su tío Juan le había preparado todo aquel tinglado y funcionaba perfectamente-; cada tarde ella, se dedicaba a apretujar con las manos los panales escurridos y hacía unas bolas, que luego ponía en una olla con agua caliente; al cabo de un rato, las bolas estaban listas para sacarlas y habían dejado los restos de miel en el agua caliente y al sacarlas, las seguía escurriendo dentro de la olla. Guardaba las bolas, que luego le vendería o cambiaría por otros artículos al recovero, con las que otros entendidos, harían las ceras de abejas. Con el agua de la olla hacía meloja, agregándole trozos de calabaza, o de melón, que casi siempre había por la casa. La meloja de sus colmenas era uno de los manjares que más gustaban a su padre. El propio recovero, le compraba la miel por encargo de otros clientes, pues sus colmenas habían adquirido cierto renombre y tenían cierta fama -su miel- porque sus aromas eran únicos y muy apreciados de todos aquellos que probaban su miel; ella creía que, como había tantos cantuesos (lavandas) por los alrededores, las abejas los transmitían a la miel o quizás fuese por el agua.

Lo cierto era que siempre le faltaba producción y llegó a enterarse, de que había una mujer: que la usaba como medicina y la distribuía en la capital malagueña. Su tío Juan, le comentó muy contento, que: su almendral del manchó, producía muchas más almendras, porque estaban las colmenas y se prodigaban continuamente por sus flores, según le había dicho su amigo el de las nueces.

También fue idea de su tío, que debía recoger polen y para tal función le preparó un pequeño artilugio de alambre trenzado, que ella debía colocar a la entrada de cada abertura en la propia colmena, para que insecto al entrar, dejase el polen de sus patas, al tener que restregarse contra los pequeños alambres y así soltaba las bolitas al entrar y estas caían en un pequeño recipiente, que llevaba el propio aparato y con tal finalidad.

Toda la familia estaba muy contenta con la producción de miel que había ideado Antonia, apoyada por su tío; es cierto, que le ocupaba gran parte del día.

Existía cierta rivalidad, entre la hermana mayor -la María- que se ocupaba de los conejos y ella, que se cuidaba de las colmenas, ambas se comentaban sus propias actividades, como si se tratase de sendos negocios y hasta se ponían metas a conseguir, en cifras dinerarias. La pequeña, Salvadora, no prestaba mucha atención a todas estas actividades, y siempre estaba embebida en la lectura de los libros, que tenía a mano o de aquellos, que podía proporcionarle su tío; aunque se cuidaba mucho también de ayudarle a su madre en todas las tareas de la casa, y sobre todo en los remiendos y zurcidos. Ya se acercaba la fecha límite que Frasco había prometido a María y el chico no regresaba de la casa de su cuñado; aquél mismo día 20 por la mañana, aparejó el mulo y muy temprano salió hacia el lagarillo de las Encinillas, dispuesto a recuperar a su Haxparcol, María quedó iluminada, cuando partió su marido, no quiso acompañarle, porque deseaba, que ambos viniesen subidos de vuelta en el animal, pues el camino era largo y los días habían acortado mucho, pero la verdad -sea dicha- es que ella había empezado a tomarle antipatía a toda la familia, porque se aprovechaban del chiquillo y abusaban de la buena disposición familiar.

A media mañana ya estaba Frasco llegando al llano de su cuñado Pepe, no lo vio por ninguna parte y cuando se estaba bajando del mulo, apareció Josefita por la puerta de la casa, con una cara triste, que denotaba alguna desgracia y mucha angustia. Su hijo no lo había visto llegar, o él no se apercibió de ello y tampoco él lo había visto por ninguna parte de la finca. Hola Frasco, lo saludó compungida, y rápidamente trató de disculpar el no haber aparecido por la casa de ellos para llevar al niño. Haxparcol, que ya había recogido todo el ganado cuando su padre llegó y estaba en los corrales, se apercibió de la llegada de su padre, pocos momentos después que Josefita lo hiciera y en breve estuvo colgado de los brazos de su padre, con lágrimas en los ojos de tanta alegría, como le dio al verlo otra vez, nuevamente fue siguiéndolo a todas partes desde entonces.

Mira Frasco -empezó diciéndole Josefita- hemos tenido un gran problema y por eso no hemos ido a llevaros al niño. Pepe se encuentra bastante fastidiado en la cama desde hace más de un mes, como consecuencia de un asalto, que nos hicieron una noche del mes pasado. Estábamos todos dormidos, cuando a eso de las cuatro y media de la madrugada, nos despertaron dos individuos encapuchados, nos levantaron de la cama, los críos se despertaron y después de darnos un susto de muerte, nos exigieron todo el dinero que tuviéramos guardado: -imagínate, si no tenemos, ni un real-, lo esculcaron todo, se llevaron la burra y las pocas chacinas que teníamos, algunos panes y quesos; en fin cargaron al animal con todas las viandas, que pudieron y catorce mil reales que Pepe tenía guardados para comprar un mulo o para cualquier emergencia imprevista. Al día siguiente nos encontramos a la burra carreando al lado de la carretera, por lo visto la habían utilizado para llevarse las cosas hasta la carretera y allí, seguramente tendrían un coche esperándoles y se lo llevaron todo. A la salida, cuando ya se lo llevaban todo, mi Pepe, quiso coger la escopeta, que tiene colgada del quicio de la puerta del cuarto, pero no le dio tiempo; también se la llevaron y uno de ellos, con la faca que llevaba, le rajó la barriga, menos mal, que esa noche él se acostó con la ropa puesta y tenía el cinto amarrado, que fue lo que lo libró de haberle echado las tripas afuera.

Cuando se fueron, yo misma le estuve curando a Pepe, porque el médico seguro que no vendría tan lejos o tardaría mucho en llegar; lo cosí como se cose a un calcetín y lo desinfecté -lo mejor que pude- todo con mucho cuidado, también lo curo todos los días y le pongo muchos paños con zahareña; va muy bien, pero todavía, no se puede incorporar bien, porque si hace esfuerzos, se le pueden saltar las puntadas que le di; menos mal, que llevaba la correa puesta y que no se le salieron las tripas, ni se le rompió ninguna. La cuchillada, que le dieron, fue más grande, que una cuarta, pero gracias a Dios, no se le ha infectado ninguna de las puntadas, quizás porque todo lo curé muy remojado en alcohol, que me costó muchísimo hacerlo, porque chillaba, como si lo estuviesen matando. Yo creo que aquella noche nos asistió la propia Virgen de la Candelaria y por eso la Maesita, lo tiene vivo. Enrique, el vecino, cuando se enteró vino al día siguiente y se preocupó mucho, dio aviso a uno de los corsarios, para, que lo dijese a los guardias de asalto del pueblo, pero hasta el día de hoy, no ha venido nadie a interesarse.

Nosotros pensábamos mandaros un recado, pero no tuvimos con quién avisaros del asalto y tampoco podíamos dejar que se fuera Haxparcol sólo, con todo lo que está pasando; en cuanto tuviésemos la oportunidad y Pepe estuviese, como para montarse en la burra, hubiésemos ido a llevaros al niño; mira Josefita -le dijo Frasco- ¿podemos entrar a ver a José?, yo quisiera ver como se encuentra. Mi María está que no vive sin el niño cerca y hasta se ha pasado una enfermedad en la cama, de la tristeza, que le dio hace un par de semanas; yo le prometí que vendría hoy a por él y cómo tu comprenderás no puedo regresar, sin llevarle al hijo; es capaz de coger una enfermedad más grave y dejarme viudo. Aquella tarde y noche, Frasco se quedó en casa de su cuñado y trató de consolar a ambos de la desgracia sufrida, al tiempo, que trataba a toda costa de llevarse al niño al día siguiente con él, pero el matrimonio le imploraba y le suplicaba, que lo dejase un poco más, porque él se iba a restablecer muy pronto y no tenía con quien dejar el ganado; ya ves: Josefita tiene que ordeñar todos los días y preparar las tareas, que yo venía haciendo antes de ocurrirme este percance. ¿Llegaste a verlos?, le preguntó Frasco a su cuñado; no, -le contestó: venían encapuchados y también se fueron así mismo; era gente joven, creo que, menores de treinta años y seguro, que eran de la capital; y por lo poco que hablaron y lo refinado, seguro que no eran de estos terrenos. Todo el mundo anda asustado por estos lagares, y no soy el primero al que han asaltado de noche.

A Enrique en varias ocasiones, le han robado y él dice: que lo mejor es dormir con las puertas de par en par, así la gente entra con mucho más cuidado, pensando que puede haber alguien, detrás de cualquier puerta esperando y mejor que se lleven lo que quieran a que les pase lo que me ha pasado a mí; pero Frasco, no hay derecho.

Josefita, tráete un vaso de vino para tu hermano y después preparas algo para que ambos podamos comer aquí mismo; Pepe no deseaba separarse de su cuñado, ni darle ocasión de que recapacitara más o se pusiera más duro, queriendo llevarse a su hijo; por todos los medios tenía, que convencerlo, para que lo dejase allí, hasta después de haber recogido las aceitunas o cuando hubiese entrado la primavera. Él se estaba recuperando bien, pero todavía no se encontraba con fuerzas, como cuidar al ganado por aquellos pechos, podía dar un recalcón y seguro que recaería. Mira Frasco, le decía poniendo una cara de suplica, déjame al niño aquí, hasta que yo me recupere un poco más; vosotros allí sois dos hombres y cuatro mujeres y os podéis ir arreglando bien, durante algo más de tiempo. Sí te entiendo, le decía su cuñado, pero es que María y los demás lo echamos mucho de menos y las cosas están poniéndose muy feas por todas partes; estamos con el corazón, que se nos sale por la boca, cada vez que oímos algún percance como el tuyo; debes comprenderlo. Cuando vuelvas, le dices a mi hermana, que se venga con las niñas una temporada aquí y tú y tu hermano podéis ir y venir de vez en cuando, hasta que esto pase. Lo tenía medio convencido, pero Frasco no quería dar marcha atrás, sabiendo el disgusto, que se iban a llevar todos, cuando llegase de vuelta y no llevase a su hijo consigo; todos podrían malas caras y aguantarían su pena, pero María no lo haría y hasta podría perderla, casi estaba seguro de ello.

Al día siguiente padre, hijo y los dos primos estuvieron juntos toda la mañana guardando el ganado; después del almuerzo, aún permaneció Frasco hasta que sacaron todo el ganado de nuevo a pastar, pero se tuvo que marchar, sin su hijo y otra vez se despidieron padre e hijo con enorme tristeza y lágrimas en los ojos.

Habían quedado ambos cuñados, que con las primeras yerbas, le llevaría al zagal, sin ninguna demora; no tenía, que pasar preocupación, le repetía su cuñado.

Se despidió de Pepe en la propia cama y éste quiso incorporarse un poco, pero se le notaba muy dolido, por lo que: no se lo permitió Frasco y allí mismo, también lo hizo del resto de la familia. Cuando salió del llano de la casa, fue acompañando a su hijo por el camino y pausadamente al ritmo que iban las cabras, hasta el límite de la finca. Allí se besaron y abrazaron, saltándoseles las lágrimas a ambos.

Montó en su mulo y de vez en cuando volvía la cabeza, para ver a Haxparcol, que estaba de pié junto al borde del camino, viendo como su padre se alejaba. No se puede describir, los llantos y amarguras, por los que pasó María, cuando vio llegar a su marido, sin su hijo; todos estaban desconsolados y lamentaban todo lo ocurrido a Pepe; Juan y las niñas lo entendían, pero María parecía volverse loca: en ciertos momentos le echaba la culpa a su marido, de no haber sido capaz de imponerse a la decisión de su hermano, por muy mal, que se encontrase; en otros ratos de sus desesperación -le decía- que le trajera al niño y que se quedara él mismo de cabrero y otras veces buscaba una solución lógica para aquél problema, diciéndole: que venda sus cabras y sus bichos o que ponga sus hijos a cuidarlos y la mujer que los vigile, pues la finca no es tan grande, como para no poder hacerlo. Aquella noche, cuando llegó Frasco a su casa, nadie quiso cenar, ni se conectó las noticias de las 22 horas. Todo el mundo se fue pronto a la cama; pero María, no dejó de protestar en toda la noche y Frasco, no pegó ojo, tratando de consolarla.

El desconsuelo duró más allá de la Navidad, todos los años por esas fechas, las niñas hacían un Belén, que agradaba mucho a todos y ese año, que lo hicieron más bonito, si cabe, ninguno de los mayores reparó con atención y elogios en él.

La madre que siempre le llevaba buenos ramos de rosas de pitiminí, este año no se acordó de llevar. Se venía el Año Nuevo de 1.936 -con muchos problemas, preocupaciones y desencantos en general y parecía ser que a María le habían robado el alma: ella que celebraba con regocijo y buenos momentos todas estas fechas de la Navidad, Año Nuevo y Reyes; parecía apagada y sin ganas de ningún tipo de celebraciones. Por Reyes, volvía a insistir a su marido varias veces para que fuese a por su hijo y hasta llegó a amenazarle, con que: si no iba él, ella iría a traérselo; Frasco a ratos la conformaba, como mejor podía y siempre con cariño, pero no podía admitir, ni que ella fuera, ni tampoco presentarse de nuevo en casa de su cuñado, cuando él le había prometido, que lo traería en cuanto estuviera con fuerzas, para seguir…

A trancas y barrancas, fueron soportando algunos meses más, Juan ponía todas las tardes las músicas y canciones, que daban por la radio, e incluso subía de volumen, para que María dejase de pensar en el hijo, pero, ni por esas: conseguía que se serenara; se le notaba mucho, que había cambiado de carácter, estaba mucho más pálida, arisca y nerviosa; incluso, llegó a abofetear a una de sus hijas, porque le contestó con voz algo altanera; hasta Frasco y Juan, tenían, que andarse con sumo cuidado, porque se podría ver reprendidos, con contundencia.

Algunas noches se quedaban los dos hermanos en el llano, escuchando las noticias, pero en ninguna ocasión los acompañó María, que se metía en la cama, y cuando llegaba Frasco, notaba, que aún estaba despierta y había estado llorando.

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