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Memoria histórica de Frasco (página 8)


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Poco asustaba al chiquillo las amenazas de la abuela, pero lo tenía muy en cuenta y consideración, so pena de saber, que: después vendrían algún que otro coscorrón.

Según se cuenta de boca en boca: La Banda de los Candiles, la formaron un puñado de hombres del pueblo, que habían escapado a las sierras cercanas o limítrofes, situadas en el  noroeste del Término Municipal del pueblo de Colmenar, recién acabada la Guerra Civil Española, evitando las persecuciones llevadas a cabo desde las autoridades franquistas: especialmente la Guardia Civil.

Durante toda la contienda acaecida y en los tres años que duró ésta; a veces, como consecuencias de rencillas anteriores y durante la República, muy temerosos de las represalias, que podría sobrevenir a sus malos hechos; muchos de los vecinos del pueblo: se echaron al monte, o la sierra, para esconderse y evitar ser represaliados.

Las venganzas familiares, personales y de toda índole, ocupaba la mente de muchos de aquellos lugareños y, tan pronto como entraron las fuerzas franquistas: quisieron tomar venganza de todos aquellos, que perteneciendo al régimen anterior -republicanos o del partido que fuesen- les habían hecho extorción, u otro delito personal: apropiación de tierras, ofensas o simplemente discordias.

Aquellos que tenía el alma intranquila y que temían represalias, por los chivatazos de sus causantes, huyeron a los montes y sierras vecinas, dónde eran difíciles de ser localizados por la autoridad restablecida -normalmente la Guardia Civil-.

No fueron tantos los que huyeron o se escondieron a los envites momentáneos y pesquisas de la justicia, para restablecer una paz duradera y que fuese respetada por todos. También por muchas venganzas inducidas de los propios pueblerinos.

Aquellos que habían sobresalido en sus énfasis y comités políticos de los vencidos: hubieron de dar cuentas de sus actos anteriores y sufrir los juicios políticos de la postguerra. Siendo muy frecuente las huidas masivas a otros países, que les brindaron acogida. De algunos de estos individuos surgió la idea de hacer frente o entorpecer dicha acción de la justicia, desde los sitios más inhóspitos de aquellos montes. Singular revelación alcanzó la Banda de los Candiles, quizás este nombre les venía como anillo al dedo, porque en las noches cerradas y ocuras; en la lejanía -a veces desde las paredes del pueblo- se podía ver, cómo se movían -pululantes- e intermitentemente, unas luces, que florecían desde los candiles, que iban utilizando dichos hombres para recorrer los caminos de aquellas sierras en plena noche, pues de todos era conocido, que nunca pernoctaban en el mismo lugar.

Si las luces de los candiles aparecían por un cierto lugar, al día siguiente seguro que estarían a muchas leguas de distancia. Otros se aventuraban a decir que eran las luces de las Ánimas Benditas, que iban abriéndoles el paso, para protegerlos de la persecución de los guardias civiles.

De cualquier forma que fuese: a los chiquillos del pueblo, siempre nos tenían atemorizados los mayores, con el dicho de que, la Banda de los Candiles nos meterían en el zurrón para llevarnos lejos de nuestros padres y familiares.

Algunas mujeres más osadas y con menos escrúpulos se aventuraban a decir que, a muchos chiquillos, ya se los habían llevado y, les sacaban las mantecas para hacer mechas y carburante para los propios candiles, porque carecían de aceite.

Muchas familias, resquebrajaron su entorno familiar, como consecuencia de pertenecer -algunos de sus miembros a este tipo de bandas, sobre todos hombres- que constituían el sostén familiar y, hubieron de optar por tal decisión, ante el temor de represalias de la nueva autoridad establecida; estas correrías durarían bastantes años después de terminada la contienda de la Guerra Civil Española y sus resultados siempre fueron totalmente perjudicial y negativos para los huidos.

Algunos de sus hijos han sido compañeros míos de juegos, de clase y de andanzas juveniles; pero nunca noté que sufrieran discriminaciones sociales por ello.

Nunca observé nada que los distinguiera negativamente, por haber pertenecido sus progenitores al bando opuesto, ni noté especial persecución por herencias políticas.

He llegado a creer, que la integración social y política fue rápida -quizás por mi corta edad, o al menos, yo no noté: reajuste social o represalias de índole mal sana.

Claro está, que: si recuerdo algunos casos de detenidos de la época, que hubieron de dar cuenta de sus actos ante la justicia, o de restablecer los bienes usurpados con malas artes -en supuestos repartos- de algunos bienes de terratenientes y eran del dominio público, especial: en zonas donde todos los miembros eran conocidos.

El escaso pan o el bienestar que podía alcanzarse en la postguerra, era repartido ecuánimemente entre los vecinos y seguro, que no sobraba nada entonces, ya que: el país estuvo vetado muchos años por los países (que ahora se dicen ser: amigos y humanitarios), vengándose de Franco, al levantarse en armas contra la República, el poder elegido por soberanía del pueblo y la venganza recayó en los mas débiles.

Habría que aclarar aquí -aunque es mi opinión personalísima- y, con mucha falta de conocimiento, que los abusos sociales, que se daban en los últimos tiempos de la República, hacían total e irremediablemente insostenible tal situación. Siempre debieron ser verdaderos patriotas y tener gravada en la mente el bienestar de todos sus hijos, por encima de cualquier otras ideologías o intereses. El llegar a un estado de enfrentamiento armado, como consecuencia de las disputas políticas, una guerra entre hermanos, nunca tendrá, ni lógicamente será una justificación plausible, para ninguno de los bandos opositores, ni para generaciones venideras.

No quiero ahondar en temas políticos, que siempre me llevarán a salirme del contenido, de los relatos que recuerdo y a cometer muchos errores; pero en honor a la verdad, de lo que siento, nunca estuvo España mejor gobernada, que en los periodos en los que todos respetábamos a las autoridades, obligados a trabajar y a cumplir con las tareas encomendadas, bajo una justicia responsable y permanente.

Siempre observé una sociedad más justa y sin discriminación de las oportunidades y  que, nunca cayó en el despilfarro, el libertinaje y las dicotomías de los tiempos modernos, cuyas consecuencias, por el malestar creado, es muy posible que nos conduzca a un nuevo y más terrible enfrentamiento.

Nunca estaré de acuerdo con los hechos que motivaron el levantamiento franquista y que dieron lugar a una guerra entre hermanos tan cruenta, a todas las rencillas y enemistades consecuentemente, que sobrevinieron; los políticos -en general- son: responsables de los pueblos -estén en el Gobierno o no- aquellos que lo abandonan a su suerte y no ponen los remedios necesarios para evitar el desorden, la mala administración y sobre todo las contiendas entre sus hijos, deberían ser castigados con todo el peso de la Ley. Son muchos los responsables y otros, inimaginados aún están, no aparecieron y siempre debieron participar para evitar el enfrentamiento.

No fueron capaces de influir para evitar la contienda, pero si pusieron todos los medios para arrinconarnos -en los fondos de sus incomprensiones- enardecidos o vengativos del prestigio de España de otros tiempos o para aprovechar la banca rota de esos momentos y tratar de imponer sus propios Fueros represivos.

Cierto es, que el poder corrompe al más ilustre patriota y si alguna vez existe alguno no corrupto en sus comienzos, llegarán otros, consejeros de medidas de gobierno, que influyan paso a paso para terminar corrompiéndolo todo, como ocurría en el cesto de las manzanas podridas, tan sabido.

Los políticos, en mi humilde opinión, habrían de ganarse a pulso sus puestos; primero de todo: arrancando cepas de retama con azadón de buen cabo y hacer hornos de carbón que alimentasen el brasero de muchos bancarios y cada cierto tiempo, ser sustituidos los unos por otros, hasta convencerse completamente, que: el bien de los demás está por encima del propio. Aquel político que no sirva para ello, ni que se ajuste a las normas, debiera seguir en el tajo y si enfermare o cayese en cualquier otra desgracia insoslayable: dedicarse al estudio, al invento de cómo ganarse el pan o el sustento, para no aspirar a gobernar al resto de los hombres.    

Así  no pulularían los candiles en las noches oscuras y frías del invierno, no se quedarían sin pan y ropas, tanto hijos huérfanos y se tendría gran temor a los vivos reclamando bienestar social y más respeto a los muertos en su descanso.

Algunos de ellos dejaron tan claros los caminos abiertos y las heridas sin sanar, que gravaron en nuestras conciencias, todo lo bueno y lo malo para que perdure.  

Al disponer de un ejército controlado, Franco no dio alternativas a los focos que se revelaban o se escondían por los montes, hasta llegar a exterminarlos a todos. Poco a poco, con el apoyo de la Guardia Civil, distintas Fuerza del Orden Público, el Ejército, etc., fue eliminando y desacreditando a los grupos guerrilleros, denominados los maquis, que terminaron entregándose, expatriándose o enfrentándose a dichas fuerzas, hasta ser abatidos. Los republicanos de aquella época, seguían guardando un mal recuerdo del Frente Popular y especialmente del PCE, por la cantidad de gente que mataron innecesariamente y no solamente de los enemigos sublevados, si no: de todos los partidos de izquierdas -anarquistas, socialistas, militantes de la CNT y otros. Claro ejemplo de los resultados de una contienda provocada por los políticos eminentes, con unos resultados terribles. Frasco murió en los brazos de su mujer y sus hijas, estando presente su hermano Juan; no quiso, que avisaran al médico, ni a ningún vecino del entorno y cuando aquella noche lo velaban; sólo los hijos de Miguel Vega estaban presentes en el velatorio -aprovechó Juan un rato en que ambos fueron a su casa- distante algunos kilómetros más al suroeste- para recuperar los restos del infante Haxparcol e introducirlo dentro de la caja, que ya contenían el cuerpo sin vida del propio padre; dando con ello satisfacción a lo prometido años atrás a su hermano. Bastantes años más tarde, yo mismo pude comprobar la veracidad de estos hechos, al sacar todos los restos contenidos en el ataúd de María -su esposa-, donde estaban los huesos del esposo y del hijo, que fueron colocados por mi padre, al igual que haría yo, años más tarde: -colocando los del padre-de la madre y del hijo- envueltos en una sábana y que coloqué al fondo del nicho, para que pudiese entrar la caja de su hija Antonia -la apicultora-, que había que enterrarse al día siguiente en el mismo nicho. Algunos años más tarde a estos acontecimientos, María -la mayor de las hijas; se casó y murió sin hijos y hasta fue vilipendiada en vida por los familiares del marido y abofeteada por miembros de la Guardia Civil, cuando pretendía algunas tierras, como herencia del marido, con la que estuvo legalmente casada varios años. También murió años más tardes y está sepultada en el mismo nicho.

La menor de las hijas, se casó con el vecino Alfonso y formaron una familia numerosa de la que yo mismo soy su segundo vástago.

Pepe el hermano de María, murió en las Encinillas al poco de entrar los sublevados franquistas en Colmenar; se llevó a la tumba el secreto, también guardado, que le había dicho su vecino Enrique aquél mismo día en que salió corriendo el cabrerillo y sobre todas las características de los tres individuos que habían robado el ganado a Haxparcol y causantes del descontrol del niño -para que fuese corriendo hasta reventar, por avisar a su padre y sobrevenirle la muerte-. Enrique con los anteojos, que un día le trajo su padre de la capital, había visto -desde su ventana- todo lo sucedido al filo de la carretera aquella tarde y, hasta llegó a reconocer a los tres del comité, que produjeron aquellos hechos tan nefastos a Haxparcol. Nunca fue Pepe a interesarse por su sobrino, ni se atrevió nunca a delatar a los causantes del robo. Al cabo de los años y después de haber fallecido todos los componentes adultos de aquellos días, la familia empezó a reagruparse nuevamente, limando asperezas del pasado y achacando todas las desgracias ocurridas a la guerra sin cuartel que tanta sangre se había llevado. Pasados los años cincuenta, muchos de aquellos maquis, aún pululaban por la zona y se escondían en las sierras vecinas. Saqueaban a los campesinos y viandantes, alguno de ellos hasta tenía la osadía de pernoctar en algún caserío, pero se trasladaban incesantemente por todos los lagares, sin rumbo fijo, hasta que fueron abatidos por la Guardia Civil, que los cazaba al rececho, como si fuesen conejos salvajes. Los ideales que perseguían estos maquis, creo que nunca fueron convincentes, ni para ellos mismos, sino que las circunstancias, les llevaron por el camino de ser antifranquistas, porque antes habían sido republicanos, anarquistas, socialistas o comunistas y al llegar los sublevados, no tuvieron otra opción, que mantenerse ocupados en las mismas filas o en el mismo lugar y con las mismas inquietudes ideológicas y, nunca llegaron a aceptar a los vencedores, ni se consideraron vencidos. Cada uno escapó de la contienda, como pudo, pero entiendo, que ninguno de los dos bandos aprendió nada del desastre, porque hoy en día, cuando aún hay generación viva que lo sufrió, no ha servido de escarmiento para las generaciones venideras: en evitación de que: no se produzcan, nunca más, tales hechos.

Las represalias se han venido sucediendo desde entonces y seguirán pasando, mientras el corazón de los hombres esté sembrado con la semilla del mal, casi siempre producto de la envidia, los rencores, los abusos de poder de las clases políticas, que anteponen sus intereses a los de la Nación Española. Cómo dice el buen refrán: "no hay, ni bien, ni mal que cien años dure", aunque otros le agregan: -ni cuerpo que lo resista… y eso está ocurriendo ahora mismo.

La dictadura de Franco, adquiría cada vez más afianzamiento, como consecuencia de las atrocidades de uno y otro bando, de toda la hambruna, que se cernió por todas partes, especialmente por las grandes ciudades, carentes de recursos.

Los desmanes, no cesaban y eran muchos los que buscaban venganza de hechos, que habían sufrido anteriormente y otros muchos inventados, para que fueran ajusticiados por los franquistas; de esta forma, se creó un ambiente de temor, que no se disipó hasta la muerte del dictador, pero ahora queremos revivirlo de nuevo.

Los vencedores, erigieron el báculo de la justicia y volvieron a limpiar la era de todo aquello, que les parecía que manchaba sus trigales con la tiña de las izquierdas, no fueron comprensivos, querían todo el dominio -ambición política-. Quizás los rebeldes vencedores, estuvieron temerosos siempre de las amenazas de los vencidos y por ello, se represaliaron en muchos mártires de sus ideas, fuesen del tipo que fuesen, o quizás hubo quién, con saña, quiso quitar bocas de en medio. Nunca debía morir un español, a manos de su propio hermano, y no busquemos chivos expiatorios, en ninguna otra parte, todos somos responsables de aquello. Fuimos nosotros mismos, los que: con tanta intransigencia montamos el cadalso, que aún nos pesa en nuestras conciencias, por ello: surgen las memorias históricas y, tantos rescoldos estamos removiendo, quizás: porque aún no estamos satisfechos del fuego que organizamos en los años treinta del siglo pasado y fechas posteriores.

Los juicios sumarísimos, se entronaron en el poder establecido, pero bajo mi punto de vista, fueron manipulaciones de los altos cargos, para seguir limpiando la era.

La libertad: tan añorada y deseada, nunca se llegó a asentar en el pueblo español, ni durante toda su historia.

Ahora mismo, que se dice gozamos de una total democracia, los favoritismos corrompen el poder y son perseguidos con la dureza de siempre los más débiles. Entonces, antes y después, siempre ha brillado por su ausencia la Ley, el Orden y la Justicia, porque no sabemos limitarnos en los propios perímetros de libertades. El respeto a la autoridad, se restableció totalmente, como nunca he apreciado a lo largo de toda mi existencia y poco me importa, que se diga lo contrario, porque yo lo he vivido esa época; pero siempre he notad, antes y ahora, la ambición al poder. Las personas con respeto y honradez, podían transitar, viajar o estar por todo el territorio español, a la hora que fuese y sin temor alguno, ni contratiempos; claro está, que si te tenías que identificar ante cualquier autoridad, no podías negarte. Era lógico, que así fuese, la gente mayoritariamente vivía tranquila; al menos la gente que deseaba vivir en paz y no era molestada; en cuanto se hacía sospechosa de algo, automáticamente: era interrogada, maltratada e incluso encarcelada. He de contar una anécdota que me ocurrió personalmente, siendo aún menor de 15 años: mi madre me mandó a Málaga en el autobús, para que me comprase -en una tienda determinada- un retal, corte de traje, que me harían después en el pueblo. Cuando ya estaba dentro del autobús, esperando que salir de regreso, con el pequeño paquete colocado en el portaequipaje encima de mi asiento, pasó un hombre que se lo llevó y salió corriendo, cuando se bajó, poco después yo me percaté de que me habían robado el corte del traje y bajé desesperado. Se lo comuniqué a una pareja de Guardias, que estaban haciendo su ronda por la parada. Tomaron nota de lo sucedido, y: no sé cómo lo hicieron, pero antes de que saliese el autobús de la parada, al que seguramente, no llegaban a diez o quince minutos para que partiera; mi corte de traje sustraído estaba de nuevo en mí poder. Sin embargo, durante la democracia posterior -durante el 1.992- se apropiaron de tres máquinas de obras públicas -excavadoras de tierras- de mi propiedad – un Bulg Docer AD-14, una pala giratoria de cadenas Poclain 375 y una retroexcavadora Cassen de gomas-; conseguí localizar al ladrón y a las máquinas; puse la denuncia reglamentaria en el Juzgado; demostré con facturas que eran de mi propiedad.

Cuando se celebró el juicio penal, el ladrón argumentó que se las había llevado para pintarlas, cosa que yo había hecho al terminar un trabajo, pero fue aceptada sus manifestaciones y yo me quedé sin máquinas, pues una la había llevado a un taller, donde no había pagado cierto arreglo y la desguazaron para venderla por piezas, otra la vendió sin papeles y terminó en una pelea física con el que se la había comprado, porque no podía entregar los papeles y al final la tiraron a un barranco y la última y más pequeña, la quemaron, creo que como resultados de la pelea. Me acerqué a su señoría, para pedirle consejo de lo que debía hacer, a partir de entonces y con un desaire me dijo: simplemente, recurra usted.

Me puse en manos de un abogado, quién me aconsejó, a la vista de las circunstancias que se daban, que me sería muy perjudicial entablar un pleito civil, porque me harían recuperar las máquinas de donde estaban -lógicamente inservibles para hacer sus respectivos trabajos- y el ladrón absuelto por lo penal, era totalmente insolvente y estaba en prisión por la pelea que tuvo con el que le había vendido mi máquina sin papeles.

Esto ocurría en democracia y siguen ocurriendo muchas peores situaciones, como los robos de tantos ayuntamientos por las corporaciones locales, los habidos en las autonomías, etc. Probablemente antes, mucho antes y durante, todos los políticos han hecho uso y apropiaciones indebidas. Pero el desmadre dentro de la democracia ha sacado a la luz, multitud de hechos que antes no se veía, o quizás fuera que sabían taparlos mucho mejor, pero recuerdo de la mano férrea que tenía el dictador, con todos los miembros de su Gobierno.

No hablemos de tantas cosas buenas y malas, como han ido aconteciendo en los Gobiernos por los que ha ido pasando nuestro país desde tiempos inmemoriales. Porque en todos ellos ha habido carne que cortar y como decía Sancho: "en todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas". Los hombres hacemos, que: la paz nos dure poco, durante el corto tiempo que vivimos sobre la tierra; yo me siento muy afortunado de haber pasado por dos regímenes muy dispares, sin haber tenido que asistir a ninguna contienda; por ello no me cansaré de observar a todos aquellos políticos, que no son patriotas por encima de todo, aunque sus ideas las hayan copiado de archivos erróneos o de vivencias y experiencias en desacorde con lo fundamental, que es: amar a la Patria común, que nos vio nacer, para conservar la hermandad entre todos los habitantes de la Tierra. Desde el punto de vista del hombre corriente de la calle, que no vive de la política o de sus puestos aledaños, nunca se vivió con mayor tranquilidad -si eras honesto y trabajador- que en la época del franquismo. La herencia que estamos buscando para nuestras generaciones venideras, no solamente es la esquilmación del planeta y en mayor o menor medida en los territorios o influencias que usurpamos a los más necesitados, sino la pérdida de valores morales, que el homos sapiens, fue adquiriendo con tanto sacrificio, adaptación y tiempo, sin que lleguemos a ser merecedores de la inteligencia con la que estamos dotados. El hombre se está convirtiendo en una fiera depredadora del propio medio que le ha visto nacer y no tendrá nunca la capacidad de entender, lo más simple de la vida en el planeta y es: que el sol no hace distinciones para ningún ser vivo y a todos alumbra y da vida por igual. Cuando hayamos destruido nuestro propio medio, los que queden -si es que queda alguno- idealizaran alguna forma de competencia, que rebañe las entrañas del propio Universo, en provecho propio. El hombre, no suele aprender nada de sus propios errores y solamente va fomentando, la tristeza, el desaliento y un hastío infinito entre los propios semejantes, algo más sensatos que ellos mismos, pero sin poder de decisión que les lleva a modificar: la soledad de un mundo interior, donde el eje de su movimiento es la muerte prematura; para no tener que soportar, ni ver los actos de presión, violencia, engaños, etc., que existen. Ese avasallamiento que ejercen, tienen o pretenden unos países con otros; es el ejemplo más eficaz, por el que las propias familias y sus propios elementos, se enfrente unas contra otras, e incluso dentro de los miembros de una misma unidad familiar, sus miembros se desintegran, porque falta el afán de unidad, el amor fraternal y las esperanzas de alcanzar un fin común, en bienestar, seguridad y progreso de todos. Es muy vergonzoso, cuando se observa el panorama desde un punto de vista externo -desde un país lejano- como es mi caso, que contemplo, en los informativos de 24 horas internacional, la jauría de fieras políticas, que están desmembrando, descuartizando o llevando al país que te vio nacer, por misma senda, que ya anduvo en los años de la contienda española.

CAPÍTULO XIX

La esperanza de una reencarnación pactada

Pasó el tiempo y, no sabemos exactamente, cual fue el mecanismo que utilizó la Madre Naturaleza, para dar cumplimiento a los deseos de aquél esforzado campesino, que murió en la tristeza más absoluta, tan prematuramente.

Lo cierto es: que con el paso de más de sesenta años, todo el panorama político fue cambiando, para llegar a situarse, dentro de un marco de diálogo parlamentario, donde cabían todas las fuerzas políticas del momento.

Con frecuencia, los enfrentamientos entre ellos, debido a las ideas dispares expuestas por sus componentes terminaban acaloradamente y llenas de una crudeza muy sofisticada y culta; afortunadamente, también se producían diálogos y emprendimientos comunes, que pretendían alcanzar el bienestar de los miembros que componemos el país. Muy probablemente, nunca se llegó a la representación total de las ideologías políticas de todos los españoles, como en esta ocasión estaba sucediendo.

En un ambiente político de mayoría parlamentaria de izquierdas, el Gobierno fomenta y admite la localización de los fallecidos, asesinados o represaliados, durante la dictadura del franquismo, como, si éste fuera el deseo generalizado del pueblo español, para satisfacer a todas las familias de aquellos que murieron durante el régimen dictatorial de Franco. Claro está, para tapar sus ancestros: se olvidaba de todos aquellos, que también fueron asesinados o represaliados por los republicanos y otros partidos de izquierdas que conformaban el Frente Popular. Parece ser que sólo cuenta una de las Españas de las dos, en que: la habían convertido y ahora sus nietos, sólo pretendían recuperar los huesos de sus más allegados, pero no los de sus rivales. En el fondo de todo el sistema, se vislumbra: un deseo de revanchismo, como si se tratase de lavar las ropas sucias de entonces.

Lógicamente, todos tenían sus respectivas descendencias y merecerían los mismos tratos y el cumplimiento de la memoria histórica -entre ellos la de los indefensos y mansos de corazón, que no participaron en la contienda, a no ser: para ser el blanco de aquellos desalmados, fueran del bando que fuesen; porque muertos: lo son todos y, también españoles, que merecen sus respectivas memorias históricas.

Mucho antes de cumplimentar con la pretendida memoria histórica: se había llegado a un consenso, donde todos los políticos se comprometían a olvidar el pasado y a trabajar conjuntamente por el futuro del país en armonía y en paz.

Quizás porque surgió el espíritu inquieto de una autoridad judicial, con ánimos de protagonismo o porque, parte del Gobierno actuante, deseaba aprovechar la ocasión, de mayoría absoluta parlamentaria: se fueron sucediendo una serie de informaciones y actuaciones, donde: se pretendía remover a los muertos ocasionados por el franquismo -de las fosas comunes, cunetas o en cualquier lugar, donde pudieran haber sido enterrados- hasta encontrarlos y darles satisfacción a las familias, que demandaban enterrar a sus propios muertos, de forma acostumbrada y en sepulturas formales; pero olvidándose del otro bando español.

En muchos momentos, la sociedad actual, llegó a pensar -según muchos medios informativos, que este asunto se estaba promoviendo por deseos personales de los propios dirigentes políticos, en mayoría parlamentaria e incluso hubo algunas manifestaciones, de protesta pública, que se hicieron manifiestas, en este sentido.

Media España daría segunda sepultura tradicional a sus antepasados, mientras la otra mitad, se suponía inmerecedora de este reconocimiento o ya se olvidaron de ello, lo que volvía a abrir, las viejas heridas de entonces y los enfrentamientos.

Todas estas investigaciones, análisis de ADN de los restos, consultas de archivos, etc., se estaban llevando a cabo, como una investigación exhaustiva sobre aquellos combatientes que murieron luchando contra el franquismo o fueron ejecutados después con la dictadura. Empeño arduo y costosísimo dentro un marco económico -paupérrimo al que se había llegado- en muchas ocasiones por las apropiaciones indebidas de unos y otros, de los fondos del Estado o los despilfarros de políticos. Se empezaban a abrir las heridas, nunca cerradas de aquella contienda, bajo el aspecto de llevar a cabo la memoria histórica de tantos mártires, para damnificar muchas voces apagadas, que no reclamaban, en mayoría, una actuación inmediata. Mientras tanto, surgió un escándalo judicial de prevaricación, donde la autoridad judicial -en cuestión- fue llevada a juicio, ante los altos Tribunales y, como consecuencia, suspendida para el ejercicio de sus competencias en la carrera judicial, por algún tiempo. Mientras tanto las actuaciones llevadas a cabo, en reclamación y satisfacción de la memoria histórica de las victimas del franquismo, quedó paralizada, a lo que influyó también: la situación económica que atravesaba la economía del país, donde el despilfarro del gobierno de izquierda, totalmente desgastado, hubo de convocar elecciones anticipadas y consecuentemente las perdió, ante la pujanza de las derechas, que ganaron los sufragios por mayoría absoluta. Ahora el país se encontraba en una encrucijada parecida a la post guerra; afortunadamente, sin tener sobre su conciencia la cantidad de muertos de aquellas fechas, pero la crisis políticas y económicas son muy parecidas.

Habría que agradecer a los políticos actuales, herederos directos de los dos bandos entonces: el que hayan podido ser capaces de aguantar las vicisitudes del momento y las frecuentes zancadillas políticas, para no llegar a las armas; aunque al país, lo hayan dejado: más falto de pan, que entonces y en la ruina económica total.

Ahora, que todo el mundo está preocupado por la situación laboral, con más del 23% de paro, con un déficit del 8,51% del PIB; a quién correspondiera hacerlo: se debería implantar: una normativa especial, sin emolumentos dinerarios, donde los políticos tuviesen que hacer méritos propios, para poder alcanzar sus respectivos escaños; previamente habrían de depositar un aval -con su patrimonio, el de sus familiares o amigos de garante-, con suficientes fondos para cubrir la parte proporcional que pudiera corresponderles, según el cargo que pretendiesen ocupar, en el caso de equivocaciones, hurtos, despilfarros o mala dedicación.

Estos políticos cualificados, siempre estarían actuando en todos los cargos que ocupasen, de forma gratuita y sólo meritoria al cargo; donde -una vez alcanzado y reconocido por sus votantes- serían recompensados con buenos diplomas o medallas alusivas a la excelencia de sus trabajos desarrollados y por parte de la sociedad a la que hayan beneficiado o dirigido. Serían nuestros héroes del futuro. ¡Imaginemos la cantidad de desertores políticos que saldrían del Gobierno!… Ninguno de ellos, se verá en la necesidad de hacer su recorrido diario al trabajo a pié, como yo, para ahorrar una peseta, que valía entonces el boleto del bus.

Tampoco habrán tenido que pagar intereses hipotecarios, contratados al 18% y al causar fallidos en las cuentas corrientes, incrementarse éstos hasta el 32% y eso que estábamos en régimen socialista -en el año 1991-; porque si hubiésemos estado en el franquismo, seguro que, se podría haber demandado al banco, por delito de usura, si se atrevía a cobrarnos más del 14%. ¡Cuanto han cambiado los tiempos y cuanta dicotomía se ha apoderado de muchos escaños o de sillones de altos cargos políticos, buscando el aprovechamiento útil y personal, cometiendo vilezas o malgastando el patrimonio, para llenar sus propios bolsillos, a costa de un pueblo llano, que nunca supo pedir cuentas a sus políticos.

Tantas hazañas, nos han llevado a la mayoría de los españolitos de a pié: a la ruina y al desencanto del país, que debía ser el espejo de los demás…

Ni Frasco, ni Juan, ni Pepe, ni Enrique podían ya sorprenderse de estas cosas, pero estoy seguro que algún resorte les removió en sus tumbas o algunos de sus elementos químicos, desperdigados por los sumideros del cementerio, llegó a ser captado por las raíces de aquellos eucaliptus imponentes, que lo protegen, o habían traspasado las tapias, por alguna fuerza del viento levantino o se incorporaron a las flores polinizadas, en algún olivo del campo de Pedro Pérez, para llegar a formar parte de los aminoácidos de algunas de sus aceitunas y transmitirse a los vivos, que fuesen capaces de corregir tantos desmanes y errores.

Seguro que desde allí y otros o similares lugares, los muertos de ambos bandos estarán desperdigando sus elementos químicos, para que ejerciten sus influencias, para llamarnos al orden contundentemente y recordarnos, que los reproches entre los mismos cromosomas; o las peleas y las zancadillas de entonces, nunca serán consentidas entre los propios hermanos de ahora.

Algún día las bacterias nos dirán el camino de muchos de nuestros elementos químicos, transformados en las cadenas de ADN de cualquier otro ser viviente.

No andaremos lejos de entender, que lo que fuimos un día -un conjunto de elementos químicos, donde floreció la vida temporalmente-: se perpetuará por toda la eternidad a través de esos elementos químicos que nunca cambian.

Podremos tener -incluso- un fichero -siempre a mano- donde se vayan marcando las distintas etapas, por las que vamos atravesando y si somos inteligentes: nos servirán al mismo tiempo, para ir sacando conclusiones de los errores cometidos, para que no se repitan nunca más. Muchos cuerpos vivos al morir y permanecer en un mismo sitio, no llegan a dispersar sus elementos químicos, que podrán ser absorbidos y ser utilizados, normalmente por los vegetales del entorno de donde esté sepultado el muerto.

Eso siempre ocurre y, continuamente se están dando: ese intercambio de elementos entre los seres vivos, que alimentan sus células con los aminos ácidos, compuestos por los elementos químicos, que en su día, formaron parte de otros seres.

Habría que llegar a saber, si dichos elementos químicos siguen conservando algunas de las características del ser vivo anterior o alguna de sus influencias para ser el medio de trasmisión entre dos seres vivos de distintas épocas -esa si que sería la reencarnación, de la que tanto se ha hablado y que tantos creyentes tiene.

No sería la incorporación de sueños erráticos, los que nos lleven a pensar: lo que antes fuimos o aquello que podemos llegar a ser, por situaciones convergentes.

Se trataría de la materia, como componente de nuevos cuerpos vivientes, con la posibilidad de llevar intrínseca la herencia o parte de ella de otras anteriores vidas.

Alguna posibilidad, debe existir, de que: la materia se incorpore al organismo con todas las características de los elementos químicos que la conforman; porque de ello hay pruebas palpables, que se han ido acumulando en individuos, con determinadas características, dependiendo de las zonas, los oficios o la forma de alimentación que han llevado a lo largo de sus vidas.

Se me hace muy sorprendente la actitud y convencimiento, que ciertas personas de alto grado de formación, llegan a adoptar, guiados solamente por el árbitro de sus conciencias, y muchos de ellos aseguran que si les hacen caso, es el mejor camino. Yo diría que la conciencia es la madre de todas las ciencias o muy posiblemente la frase la he debido escuchar de algún otro y ahora se me ha puesto entre ceja y ceja, para describirla. Creo que es la filosofía y la realidad de la gente sencilla y clara. Con los años, el hombre comprende muchas actitudes, creencias y fanatismos que en alguna fase de su juventud, no llegaron a alcanzar el periodo de reposo suficiente para madurar o curarse, como los vinos viejos; para alcanzar el cuerpo necesario y la comprensión suficiente, para poder entender la vida y muchos de sus aspectos, que ahora reposadamente entendemos muchísimo mejor.

Me ha sorprendido, muy gratamente el llegar a entender: algunos hechos muy especiales a lo largo de mi vida, pero sin lugar a dudas, el que más me ha sorprendido y hasta me tiene anonadado, es: -el ciclo vital de algunos elementos químicos, componentes del cuerpecito de Haxparcol, que se fueron escapando con las lluvias persistentes de aquellos meses otoñales o de aquellas tormentas estivales y que ahora está fortaleciendo y formando parte de otros seres vivos.

Elementos químicos, que fueron mezclándose con el subsuelo de aquellas pizarrosas tierras -suficientemente arcillosas- como para impregnarse, drenar y alimentar las raíces de algunos de los mejores y productivos árboles frutales: la higuera que sembró el tío Juan, paralela a la sepultura de Haxparcol; los rosales y las plantas de jardín que fueron plantados por sus hermanas y su madre; así como, la parra de corazón de cabrito, que guió su padre, para en conjunción con todo: llegase a formar tan lindo jardín; todos ellos se habían estado alimentando de los elementos químicos, que se destilaban constantemente de aquel cuerpecito.

Muchos de estos elementos químicos, cuando se combinaban, llegaban a incorporarse, formando parte de los arbustos del jardín, de las brevas que daba la higuera o de la piel roja de aquellas uvas, también: de otros muchos componentes vivos, formando las moléculas de todos aquellos seres vivos, vegetales o no. El carbono, el oxigeno, el hidrógeno, el nitrógeno y todos los demás elementos, de alguna forma y en alguna proporción, llegan a formar, las moléculas de todos los organismos y con ellas las diferentes células que viven por y para nosotros, conformándonos en una vida transitoria, pero que es infinita, solamente: para los elementos químicos. Todos los seres vivos tienen similares elementos químicos, que conforman las cadenas de amino ácidos, para llegar a formar las diferentes proteínas, quiene:, llevan toda la información genética a través del ácido desoxi ribonucleico, con las mismas unidades de corpúsculos nucleótidos. Constituyen ese código genético por el cual cada célula recibe las instrucciones reproductivas y de vida, para mantener la unidad en los seres vivos y mantiene los archivos genéticos necesarios para su futura descendencia.

Lógicamente al existir, tal similitud en las cadenas de ADN de las células, los códigos genéticos se pueden entender similares, tanto en un ser humano, como en una bacteria o en una planta, éste es: el componente del archivo que conforma -la universalidad del código genético-. Seguramente, las investigaciones venideras, nos lleven a determinar -además de la herencia genética- el archivo de todos los actos que hayan desarrollado nuestros elementos químicos, en las combinaciones sucesivas con otros, para formar las moléculas de los cuerpos donde hayan vivido con anterioridad. Las modificaciones introducidas en el código genético universal, puede llevar a los científicos al desarrollo de células transgénicas, que llegaran a formar seres vivos semejantes e idénticos y llegaran a componer organismos totalmente diferentes y con las características que proyecten en sus laboratorios. Seguramente muchos de aquellos elementos químicos, que conformaron el cuerpo de Haxparcol, fueron combinados de forma fortuita o tal vez por designación de la Madre Naturaleza, en alguna de aquellas nuevas células que componían el cuerpo del estudiante de abogacía, para atender las súplicas que formulaba Frasco, en sus momentos de mayor desesperación. Lo cierto, es que: después de muchos años, surgió inesperadamente, como archivo memorial de aquellos comunes elementos químicos o tal vez, -por arte de magia incomprensible- para alertar o incordiar el descanso nocturno de un juez, que por aquellos días llevaba el análisis del aspecto legal de la memoria histórica, que tanto se había aireado entre la sociedad y por la que clamaban muchos de los herederos de las victimas del franquismo. Este juez, de alta relevancia y cargo, siempre había actuado en la aplicación de la justicia, con toda honorabilidad; desempeñando su cargo con toda la claridad que le proporcionaban sus bastos conocimientos legales, su cuidada crianza, las experiencias adquiridas a lo largo de su activa existencia y la claridad de su conciencia.

Cada noche, puntualmente se iba a la cama y después de leer una media hora, le entraba el sueño acostumbrado de toda la vida, que le vencía profundamente. Nunca le producían insomnios los problemas legales a los que se enfrentaba en el ejercicio de su profesión; todos importantes y de muy diversas consideraciones; pues constituían su continua labor administrando justicia; pero llevaba un par de semanas: en las que, siempre tenía el mismo sueño, parecía, como si él mismo se hubiese reencarnado en aquel infante que murió, como el soldado de Leónidas en el Paso de las Termopilas. Lo veía con claridad, para ir a informar, aún a costa de su propia vida. Seguramente en aquél juez, se habían agregado algunos de los elementos químicos, que en su día, habían formado parte del cuerpecito de Haxparcol, transmitidos a través de las brevas que comió, de aquél canasto que le regaló Frasco, cuando de joven fue a visitarle, en nombre de su abuelo y por indicación de su padre. Sin saberlo, con bastante posibilidad, aquellos mismos elementos químicos, estaban empezando a recorrer nuevos caminos dentro de la formación de las cadenas de aminoácidos, que componían sus proteínas, llevando toda la información contenida en el ADN común y del que: un día se alimentó el joven estudiante de abogacía.

Lógicamente todo tiene explicación: las bacterias, que en casi todas las ocasiones presentan una fuerte capacidad de adherirse en determinadas superficies, llegaron a hacerlo en las pieles de la mayoría de las brevas que se llevó, aquella tarde. En la misma piel, formaron un buen acumulo de capas de células, que se fueron trasmitiendo y extendiendo, hasta que llegó a ingerirse, para formar parte de la alimentación y digestión de éste nuevo ser vivo -el futuro juez-, pasando ese alimento a desdoblarse y volver a componer los aminoácidos proveedores -a través del torrente sanguíneo- de aquellas células, que un día impartirían justicia.

(Las proteínas, en ciertas superficies, pueden llegar a formar grupos celulares de forma plana: biofilme o biopelículas, que pueden llegar a tener cerca de medio metro de longitud). Estos grupos o agregados celulares, pueden atraer y alimentar a incontables y variadas bacterias, que llegan a formar unas colonias bacterianas, por medio de las cuales, se facilita muy frecuentemente los nutrientes a los organismos vivos, que son las células.

Nosotros, sólo vivimos a través de las casi trescientos trillones de células, que son -realmente- los seres vivos que nos componen. Suelen darse este tipo de colonias en los árboles y sus frutos, sobre todo cuando maduran y caen al suelo, pero también se dan con mucha frecuencia a todo lo largo de las superficies de los troncos de los árboles y son muy difíciles de evitar y sobre todo de erradicar, en los implantes de tejidos, en las infecciones crónicas, en las cirugías y otros muchos actos de la medicina, donde siempre están presentes en forma de biopelículas o biofilmes.

En ocasiones, cuando las bacterias se mueven en un medio pobre en aminoácidos, tienen mucha capacidad para detectar células de los alrededores, agrupándolas, llegando a formar los cuerpos fructíferos, hasta formar colonias de más de cien mil células, diferenciándose y adquiriendo las propiedades de las mixosporas. Seguramente algunas de estas mixosporas, formando colonias de células en planos de biopelículas, habrían invadido la fisiología del juez, como para llegar a pensar, que todas las noches: se le presentase el mismo sueño, con muy pocas variables, pero siempre con el mismo contenido: recuperar la memoria histórica de aquel niño y además admitir la reencarnación parcial de muchos de los elementos químicos, que formaron parte del cuerpo de Haxparcol y que ahora estaban demandando, su incorporación material a todas las actividades de ese nuevo ser al que contribuían a dar vida. Conscientemente el Juez, no se podía dar cuenta de todo lo que estaba sucediendo en su interior, porque, ni aunque se hubiese sometido a los más complicados análisis químicos, habría obtenido los resultados adecuados, para entender o descifrar el origen de todo aquél sueño, que cada noche, podía entender y vivir con claridad absoluta, pero que al despertar, nunca recordaba podía recordar. Sin embargo, aquellos elementos químicos, que formaban parte de sus células -por haber formado parte de la alimentación de éstas -en forma de componentes de los amino ácidos que traspasaron sus membranas- dieron lugar a la instalación en los ribosomas de sus cadenas de ADN y ahí quedaron gravadas, las huellas antiguas de su predecesor, como la de tantos otros elementos químicos, que había ido adquiriendo a lo largo de su vida, pero nunca llegaron a ser tan significativos o al menos, él no los detectaba en sus sueños continuados.

Mucho tiempo, estuvieron repitiéndose esos sueños en el juez y solamente se cortaron, cuando cierta tarde participó en el dictamen de una sentencia, en la que se oponía, con su sólo voto en contra a que se llevasen a cabo el levantamiento de los cadáveres de cualquier español, que hubiese muerto en la Guerra Civil, por represalias de cualquiera de los partidos políticos o de los regímenes que hubieron en aquellas fechas o después con el franquismo. Los elementos químicos, solamente pretendían, de forma natural, que: toda la materia residual de aquellas sesgadas vidas, descansasen en paz, sin remover sus elementos del sitio, para que no se alterase su ciclo vital. Objetaba que los muertos, no se deben remover de sus tumbas y mucho menos para satisfacer el deseo o la idiosincrasia de un mortal vivo. Si nos parásemos a pensar fríamente en el resultado obtenido de nuestras actividades cotidianas: -en la mayoría de las ocasiones- nos sorprenderíamos ingratamente de que vamos muy descarriados…; -como se dice por la Andalucía de mis amores-: andamos perdidos por los cerros de Úbeda, dirían otros.

Sin embargo existen ocasiones en las que sin propósito premeditado o fijado, vamos dando en el centro de las dianas; sobre todo en aquellas cosas, que nos proponemos realizar, como obligación cotidiana de nuestros quehaceres laborales. En muchas ocasiones son los gajes del oficio, los que: nos hacen ir acertando, como si se tratase de juegos de azar o inducidos por un ángel mediador, que nos guía en nuestra buena suerte; pero en realidad: nada tiene que ver, con la buena o mala suerte, que tengamos en un momento determinado, o que estemos mediatizados, por el halo misterioso de algún hada madrina o mediador, que nos guio: para perseguir la suerte o la fortuna adecuadas al momento. Siempre he pensado: que el individuo, cuanto más preparado esté y mejores intenciones lleve, en la realización de cualquier emprendimiento; mucho más satisfactorios serán los resultados obtenidos. Por lo que, no hemos de esperar nunca: peras del olmo, o dicho de otra mejor forma y entendible: no esperemos nunca buenos resultados de las medianía, mucho menos de las mediocridades y mucho menos de los mal intencionados.

Para hacer buen pan, además de necesitarse: harina de buena calidad, hay que saber elaborar bien la masa, agregarle la sal, las levaduras adecuadas, hornearlo adecuadamente y fundamentalmente hacerlo con mucho amor, del sincero.

Todos son componentes, sin los cuales o siendo éstos inapropiados, no podrá conseguirse lo apetecido; pero sin amor, nunca se cocerá bien, para estar a punto. Hay quienes se empeñan tozudamente en conseguir óptimos resultados de sus cosechas, de sus emprendimientos comerciales e incluso de asuntos tan importantes, como es el de la educación de los hijos y fracasan, porque aún poniéndoles todos los medios al alcance, no le prestan la dedicación personal. En este sentido y por la importancia tan transcendental, que nuestros retoños tendrán en el futuro de la humanidad, habremos de poner todo nuestro cariño y tesón para, que los seres que nos toque cultivar, sean futuros individuos con personalidad propia y fundamentados en cimientos firmes, a prueba de vendavales y terremotos de la vida, ya que el mundo que les espera estará -sin lugar a dudas- lleno de los obstáculos más dificultosos de los que podríamos imaginarnos.

Somos los padres los máximos responsables de estar siempre pendiente de que crezcan derechos y puedan siempre aspirar a ser mucho mejores de lo que nosotros somos y eso solamente se consigue con la Paidología del amor sincero. Siempre hemos de predicar ante ellos con el ejemplo y no nos quepa la menor duda que ellos siempre son imitadores persistentes de nuestros propios actos; por lo que hay, que tener muy presente, que: cualquier desliz, que cometamos o, torpezas, que presentemos ante sus ojos, resultará ser el espejo donde ellos se miren y les sirve de matriz para imitarnos inocentemente, incluso variando los parámetros para sacar peores muestras y, habremos de estar siempre alertas, a las huellas que dejamos. Se hace fundamental y de una preferencia vital: el dedicarnos en cuerpo y alma a conseguir la mejor educación de nuestros hijos o descendientes y predicar siempre con los buenos ejemplos; teniendo siempre en cuenta: que no es lo mismo educar que instruir, porque hay muchas parejas, que están siempre pendientes: de que, sus hijos obtengan buenas notas, en los resultados de sus asignaturas y se olvidan de lo fundamental: su formación e instrucción en comportamientos, urbanidad, cumplimiento de sus obligaciones en el mundo que les rodea, con la verdad, etc.

En definitiva: la educación en general, que solamente se consigue a fuerza de limar las asperezas, que en cada momento va presentando el educando, cuya base no solamente es el conocimiento adquirido en las diversas disciplinas, sino todos sus comportamientos y actitudes que va desarrollando en su relación y entorno social.

De nosotros dependerá en gran medida el comportamiento y la actitud de futuras generaciones, que deben mostrar en un perfeccionamiento continuado de sus respectivas personalidades; la prestancia y concienciación que adquieran ante el medio que les rodee, será como la piedra de toque, que manifieste sus calidades…

No olvidemos nunca, que ellos son los herederos directos de todos nuestros actos: progresos, costumbres, idiosincrasia, educación y lo de menos será el patrimonio, que les podamos dejar. En definitiva serán los portadores de nuestros genes y cromosomas, que harán perdurar la especie humana, donde deberá avanzar por el camino de la perfección y, y que éste deberá ser cada vez más humano y racional…

CAPÍTULO XX

Aquellos amigos de entonces

Le decían despectivamente, el tonto Luis Espartaco, pero de eso no tenía un pelo…

Al pasar por el Matacallar -hoy denominado o confundido con Pedro Pérez-, yendo camino de Solano: una agrupación de caseríos lagareños que está colindante a Colmenar y perteneciente a su mismo Término Municipal, por su parte este; hace ya muchos años: se cruzó El Pombero con tan nombrado Luis Espartaco, quien venía de la casa familiar de Solano, en dirección al pueblo.

Por entonces estaban celebrándose los primeros festejos en honor a su Patrona la Virgen de la Candelaria y de su Patrón San Blas, ya en tiempos muy posteriores -más de tres décadas- a la acabada Guerra Civil Española.

Nuestro amigo Luis Espartaco, no se perdía ningún año estos acontecimientos, que están fijados, en las mentes de todos los lugareños, para su celebración -desde tiempos inmemoriales, durante los primeros días de Febrero, coincidiendo con un fin de semana, para mayor comodidad de sus gentes, mayoritariamente campesina, muy devota y fervorosa y, solamente interrumpidos durante la II República-. Espartaco, que: era uno de sus mayores y fervientes devotos -no se perdía ninguna de sus celebraciones- así, como cualquier cumplimentación en los funerales, misas, comuniones, bautizos, matanzas, etc., de los paisanos, más o menos conocidos del.

Pareciera: el tonto Espartaco, como todo el mundo le nombraba despectivamente, estar presente en todos los acontecimientos sociales del pueblo y sus aledaños.

En algunas ocasiones, que les venían, como anillo al dedo, los más viejos del lugar contaban, con todo lujo de detalle: cómo en las fiestas de la Virgen de la Candelaria, Luis Espartaco, era uno de sus más fieles hijos e incluso la mayoría de los paisanos, le preguntaba por su novia, ya que él, siempre se jactaba, de que: la Maesita era su novia. (A la Candelaria, los más antiguos, así la nombran todavía). Llegaba en muchas ocasiones a cantarle algunas letrillas, que él mismo se inventaba, a especie de Maragatas románticas o Verdiales semánticos, si mal no recuerdo y ciertamente, le oí alguna vez mencionar a los mayores del pueblo, mientras jugaban a la garrafina, en la taberna de Melquiades y, decían algo parecido a lo siguiente, claro que las canturreaban de esta manera:

"En los montes de Solano nací,

Entre almendras fue mi cama;

La madre que me parió,

Fue devota y Candelaria.

Yo habré de vivir las dos

Y no quiero a otras damas…"

Las letras continuaban con buena cantidad de versos románticos, cuando las canturreaban los mozos y mozas: en las fiestas campestres de La Breña o del Romo, pero yo no he sabido retenerlas, por no oírlas: lo suficientemente claras, como para poder exponerlas ahora… Alguna vez, siendo aún niño, me emocionaba enormemente, cuando oía algunos de los relatos -contados- por los más viejos del lugar, que desgraciadamente, nunca supe o pude retener, por haber tenido la mente y especialmente la memoria, ocupadas en otras obligaciones más urgentes, para ganarme el pan de cada día. Alguna vez, alguien comentó: que los males de Luis Espartaco, le venían desde el vientre de su madre. Contaban, que: siendo aún feto y como consecuencia de una broma de mal calibre -que un patán del terruño le dio a su madre- durante su periodo de embarazo; yendo la mujer despavorida a caer de bruces sobre la figura del Ángel Caído, que conformaba la cúspide en los cuatro chorros de la fuente de la plaza, y que estaba aún sin montar y ocupando parte de la calle, situada en un lateral, por donde ella tenía irremediablemente que pasar; al caer se dio de lleno con el codo derecho de aquella figura, escapándosele una frase de mal gusto, involuntaria y haciendo una invocación de venganza.

El ala extendida del Ángel Caído, le rozó la ceja derecha, abriéndole una gran brecha; como consecuencia de este mal encuentro, la pobre mujer parió unos meses después prematuramente a Luis Espartaco que siempre tuvo ese tic nervioso característico de por vida y ella incluso llegó a perder el ojo derecho, pues el golpe llegó a afectarle el nervio óptico. "Muchos piensan que aquel acontecimiento, hizo a la madre de Luis, mucho más devota de la Virgen y como consecuencia, buscó la protección para su hijo deforme, bajo el manto de la Candelaria, que consideraba su protectora.

Lógicamente la instrucción recibida por deseos de su madre, hicieron de Luis Espartaco uno de los más devotos personajes que yo haya conocido.

Otros dicen: que su mal, fue el resultado de una gran barbaridad que otro chico, bastante mayor que él, cometió con él y, sin calcular las consecuencias, quiso darle una tarde un buen susto: encerrándole dentro del osario del cementerio, que se encuentra a espaldas del la ermita del convento, donde se venera a la Candelaria.

Este hecho, parece ser que lo marcó por tiempo indefinido -hasta su muerte-, con el tic nervioso característico, que siempre le acompañó.

Nunca llegó a contar, quien fue el bruto, que lo encerró durante toda la noche en aquel pozo de restos humanos y féretros deshechos, ni tampoco sabremos nunca: los daños psicológicos sufridos por nuestro admirado Luis Espartaco; bien cierto es: que fisiológicamente cambió en muchos aspectos, que pocos llegaron a conocer y si no llega a ser por su fortaleza espiritual, especialmente inculcada por su madre y a sabiendas, que su venerada y novia Virgen María de la Candelaria, estaba a menos de cien metros de él, no lo hubiera resistido. Aparentemente salió indemne del pozo del osario, al día siguiente que lo encontró el guarda, medio muerto.

Debo decir, en honor a la verdad, que a la mayoría de los niños de algunas de estas localidades, cuando cometen alguna travesura, sus madres o abuelas, los amenazan con tirarlos al pozo (que normalmente existía en cada casa) o en encerrarlo en el osario con los muertos, como hicieron con (el tonto Espartaco, cuando era malo).

-Mi abuelo paterno, tenía especial don para estos tipos de relatos, que solía contarme con todo lujo de detalles, pero desgraciadamente, no soy capaz de traer al papel, a pesar de que muchos de ellos, bullen en mi subconsciente, como si quisieran hacerse un hueco entre ceja y ceja, pujando por salir al exterior-. -Hombre rústico era Luis Espartaco -al que llegué a conocer siendo yo joven-.

Era andariego, a pesar de su minusvalía física de la pierna derecha, vivaz y con un tic físico-nervioso, muy significativo, (desde su nacimiento, según la mayoría debido al mal golpe que se dio la madre con la figura del Ángel Caído, que hoy se puede contemplar perfectamente en El Parque del Retiro de Madrid y, según otros por la broma sufrida cuando niño, por su encierro del osario del cementerio local. Toda esta historia la oí repetidamente, con algunas variables, pero lo que no me contaron nunca y yo lo pude comprobar claramente, directamente de él, y que, lo hacía destacar abiertamente de los demás, eran: sus fuertes creencias religiosas en los Patronos del pueblo (la Virgen de la Candelaria y en San Blas). Su gran humanidad y respeto hacia todos los seres, su perfecta autoestima y la preparación, que tenía en todos los sentidos -especialmente en todas las tareas agropecuarias, conocimientos de historia y relatos de la comarca-, etc.

Por él pude saber gran parte de los hechos que he relatado en estas hojas.

El tic nervioso, que siempre le acompañaba, consistía en: alzar la pierna derecha, encogiéndola hacia atrás rápidamente (cómo si se tratase de respingar), al tiempo que se llevaba la palma de la mano diestra a la barbilla y emitía un sonido gutural, repetitivo y coordinado con el movimiento, por tres o cuatro veces seguidas y bien sonoro: algo similar al producido por esta pronunciación: (ak, ak, ak, ak, etc.) o al emitido por los machos cabríos cuando están en celo y persiguen a las cabrillas de su harén. 

Quizás era secuela de un tirón -mal dado- en su nacimiento por la comadrona, la vecina de turno o tal vez unos fórceps mal aplicados, como ayuda a su madre en la dilatación (muy posiblemente era bastante grande su humanidad para venir a este mundo, como demostró siempre mientras vivió).

Este hombre sobresaliente, era de una claridad mental sorprendente, rústica pero sincera a ultranza y gozaba de una sabiduría inaudita, adquirida por las experiencias de la vida dura en la que transitaba y especialmente causada, ante la falta de consideración de sus vecinos.

-Al menos así lo oí en reiteradas ocasiones a mi antepenúltimo progenitor paterno-. Casi siempre era maltratado por los demás, que injustamente le tenían arrinconado socialmente por su tic nervioso y, en mayor medida por la falta de humanidad y educación de los convecinos, que a diario le trataban con indiferencia, ignorancia y desprecio. Es muy normal, en las sociedades pueblerinas de postguerra, que algunos de los muchos individuos ignorantes, se autoseleccionan como críticos duros, creyéndose: los más perfectos, más fuertes, mejor preparados o con menos problemas económicos; extendiendo sus malas artes y sus manifestaciones de fuerza, para adquirir autoridad ante los demás, especialmente sobre los individuos más indefensos; eso mismo ocurría en los casos particulares de familias, donde eran muy corriente y común que el padre (cabeza de familia) maltratase a todos los demás miembros -cuando le venía en gana o llegaba borracho, habiéndose gastado el jornal en la taberna de turno, etc.- Las palizas a las mujeres eran muy frecuentes entre los que se creían muy machos entonces y precisamente era todo lo contrario: apaleaban a sus mujeres, porque éstas defendían a sus hijos o le reprochaban el haberse gastado el jornal y ya no podrían darles de comer.

Al hombre de entonces, le faltaba la entereza y los reaños para saber entender las obligaciones de cuidar a los suyos. Algunos se escapaban de esta realidad, pero entre la mayoría de los pobres, labriegos, ese mal era endémico. "Eran los Cabezas de Familia, dueños de vidas y haciendas". Cuando el macho irresponsable, se sentía sometido por las obligaciones contraídas familiarmente: respingaba, sobre sus propios miembros, que en muchas ocasiones sufrían del maltrato continuado, hasta que podían escapar, con su mayoría de edad a los 21 años; eso hacían la mayoría de los hijos, al alcanzar la tan deseada mayoría de edad, pero la mujer, tenía que seguir sometida. Muchos de aquellos padres de entonces, cuando tenían varios hijos varones, se sentían muy afortunados, porque vivían a costa de esos hijos, que estaban aplastando granzas en los cortijos colindantes, mientras ellos jugaban a la garrafina en los chozajos de los ventorros del pueblo, gastándose lo que no eran capaces de ganar y al llegar a sus casas, hacían responsable a la mujer de todos sus males, pues había gasto, lo poco que tenían para comer, apaleándola.

Yo, desgraciadamente, no le llegué a conocer mucho a Luis Espartaco, pues era bastante mayor que yo y en pocas ocasiones tuve la suerte de poder dialogar abiertamente con él; pero siempre hubo algo especial de comprensión en nuestras miradas, -él era muy observador y especialmente con los críos, que siempre se metían con él, le maltrataban o le hacía muchas burlas irónicas-; siempre notaba mis deferencias y defensa -cuando yo estaba presente- veía: que me incomodaban esas burlas de mis amigos y que siempre le daba muestras de respeto, en la distancia o en las pocas frases, que cruzamos ambos durante nuestras vidas, casi siempre de saludo lejano. Tal vez, porque él siempre había observado un gran respeto, de mi parte, hacia su persona y, nunca hice alusión a su minusvalía o traté de imitar su tic, como vulgarmente lo hacían la mayoría de la chiquillada y no, los tan niños…, creo que: me llegaba a apreciar y honestamente admiraba mi comportamiento hacia su persona. En alguna de estas ocasiones me llegó a contestar con un sobrenombre que yo desconocía, y al cruzarnos me contestaba al saludo, con un: ¡adiós pombero!, que yo entendía, como bombero.

Posteriormente he sabido bien del significado de este nombre mitológico guaraní.

Era una broma de mal gusto tratar de imitarle o acomplejarle y él notaba la maldad de los demás -al instante-: con más seguridad y acierto que la mayoría de las personas; que por cobardía o deshumanización, los más adultos siempre se limitaban a ser meros espectadores de esas maldades o a sonreír, de cuando en cuando, dependiendo de la consideración social del burlador, al que habría que reírle la gracia, en detrimento de Espartaco.

Era un hombre amistoso, buen creyente y con gran sentido del humor -penetrante y educado-, pero de difícil captación por la mayoría, que no veían más allá de sus narices; centrándose solamente en el tic nervioso e involuntario que le afectaba.

En ocasiones sentí por él bastante afecto, orgullo al hablarle y nunca lástima. En su soledad: en la incomprensión que -posiblemente- sentía y veía en los demás a cada paso que daba, creo que él se mofaba ficticiamente, para no sacar o alimentar sus sentimientos más profundos, evitando enfrentamientos y normalmente se hacía la víctima, más propicia de cualquier jolgorio: soportando los insultos, el menosprecio de los imbéciles más atrevidos e incluso haciéndose la victima propiciatoria para el hazmerreir de los más dicharacheros, especialmente: en los entierros, en los bares o en la celebraciones de bodas, -u otros acontecimientos- donde siempre estaba presente. 

Yo, sólo tuve la suerte de conocerle algo más profundamente al final de sus días, pero durante muchos años, realmente era casi desconocido (era un paisano, casi de la edad de mi padre, con quien también se llevaba muy bien y siempre fue respetuoso con todo el mundo); mi padre, había estado en el frente de la Guerra Civil con alguno de sus familiares más cercanos, que murieron y también, por las referencias que hacía en ocasiones, refiriéndose a él: como uno de los personajes más fecundos, respetuosos y bien instruidos de los que él había conocido.

Relataba -mi abuelo- algunos episodios que compartió -mi padre, con algunos de los Espartacos- y, él, así lo aseguraba también, siempre, que se refería a sus paisanos del frente del Ebro, de donde se libraron dos de toda su compañía, porque fueron heridos -con cascotes de metralla- y, les cogió la masacre en el hospital de campaña, cuando los exterminaron a todos, menos a los dos heridos.

Después de la Guerra Civil Española, mi padre entró de Guardia Municipal en el Ayuntamiento de entonces y permaneció hasta su jubilación en tal puesto, por lo que conocía, con todo lujo de detalles a casi todo el mundo del municipio, lógico: al ser por entonces y durante muchos años la autoridad municipal local y parece ser, que conocía a todas las familias, desde siempre. Nunca habíamos tenido ocasión de mantener una conversación, -él y yo- sobre cualquier tema en profundidad.

Con éste individuo, nunca directamente; a pesar, de que en varias ocasiones habíamos coincidido en duelos de difuntos, en algún lagar o cortijo apartado, donde yo, casi siempre iba en representación de mi padre o de la familia y donde siempre él estaba, durante todo el velatorio, representando a sus familiares y yo a los míos. Era muy cumplidor con todo el mundo, quizás esa era una de sus mejores ocupaciones, distracciones personales y posiblemente donde tenía más oportunidad de dialogar profundamente con las gentes del pueblo. Sin duda, era en los duelos y en los entierros, donde: sin ser objeto de risas y jolgorios intensos de los demás, se le tenía en mayor consideración y él se sentía más acoplado.

En esta ocasión fue una suerte encontrarme con él de cara, casi a la entrada del pueblo; nos habíamos parado a hablar, sin prisas al cruzarnos en el Matacallar.

Entonces pude admirar la profundidad de su pensamiento (quizás, al que muy pocas gentes había llegado a conocer): era un hombre bastante mayor, que aún se manejaba bien en los recorridos largos, con la mayoría de las personas, era muy parco en palabras. -Quizás soy un poco reiterativo describiéndolo, pero el personaje, siempre me tuvo, como cautivado, por toda la entereza que denotaba-.

Su aspecto físico, escondía una musculatura ágil de movimientos y un nerviosismo tajante, cuando le daba el tic; quizás ese nerviosismo, le hacía fuerte físicamente.

Era enjuto y curtido por las inclemencias sufridas en el terruño abrupto de los montes malagueños del norte de la Axarquía, donde llevaba viviendo, durante toda una larga vida, pues yo le suponía por encima de los cincuenta años.

Recubierto de ropas confeccionadas artesanalmente, a la usanza de entonces, con alpargatas de lona, pantalones y chaqueta de tela de gabardina, camisa de muselina blanca y sombrero de palma (todo artesanal confeccionado en casa).

No era alto y al andar: parecía lamentablemente: una alcayata contorsionándose.

Al principio había que sacarle la conversación, que tenía almacenada: a presión, pero poco a poco fue destapando el frasco de sus esencias y, me recordaba al torero Curro Romero -cuándo nos deleitaba: -abriendo su frasco- con una maravillosa tarde de su arte taurino; así era Luis Espartaco, como si fuese recubierto de ese duende, que atrapa los sentimientos más sublimes-. Así me pareció a mí, que puedo asegurar, que: Espartaco tenía un arte especial en el diálogo y en el trato, que lo hacía único. Era muy inteligente y más, donde el diálogo se hacía profundo e intenso, cosa que nunca aparentaba abiertamente. Tenía conocimientos profundos de agricultura, de geología y de los cambios del tiempo, que ya los quisiera yo para mi ilustración personal. Gozaba de una memoria privilegiada: recordaba con detalles todos los acontecimientos del lugar y de la Comarca de la Alta Axarquía, qué decir, de las fiestas o eventos familiares, como: bodas, bautizos, duelos o entierros, nombres de los vivos y de los muertos, etc., en los que siempre estaba presente, aun sin ser invitado; pero era consentido y él, lo sabía aprovechar bien -con absurdo agrado de los participantes-, y quizás, como penitencia impuesta por él, a éstos asistentes sociales, en  los actos que se celebraban con cierta frecuencia o por cumplimientos, que siempre: terminaban finalmente, sonriendo a su costa.

Éstos, se hacían pasar, como abnegados soportadores del tullido, ante los demás asistentes, quizás: limpiando el desprecio, que en otras veces le hacían, cuando la ocasión era menos triste o había menos gentes presente. 

Era dúctil y maleable en cualquier tipo de conversación, que sabía mantener en un diálogo abierto y respetuoso, con ese respeto y abnegación, que da la rusticidad y la gracia del trabajador del campo andaluz, sabiendo escuchar, sin interrumpir. Indudablemente fue un rato apacible: donde pudimos recordar a muchos de nuestros antepasados y lleno de encanto durante todo el diálogo que mantuvimos en -lo que a mí me pareció- muy breve tiempo, pero se nos fue más de una hora.

Él mismo me confirmaba muchas de las historias que había oído relatar a mi abuelo paterno, a mis dos abuelas o a algunos de mis tíos, especialmente a mis tías -María, Antonia y a mi madre-. -Cosa que hoy agradezco infinitamente-.

Especialmente, me fue gratísima su conversación cuando me contaba hazañas de mi abuelo materno Frasco Infante (que murió al nacer yo) y del arte que ponía y tenía para sacar -mediante la construcción artesanal de minas- las aguas potables y cristalinas de aquellos pechos y umbrías; para ponerlos al servicio y satisfacción de muchas familias de la comarca. Historias que él mismo había escuchado en su casa, de cuando su padre y mi abuelo Frasco moceaban por aquellos lagares del Romo, de Solano, de Maz Mullar o por las Cuevas de Comares. Historias y relatos, muy típicos de aquella época, pero que no vienen al caso en esta narración.

Me comentaba también de lo mucho, que había cambiado todo en el pueblo y me preguntaba constantemente de la capital, donde yo tenía mi residencia.

Muchos de los aspectos, ya los conocía de haberlos visto por la televisión que habían instalado en el Rancho y al que asistía medio pueblo, porque todavía nadie había conseguido poner tele en sus casas. A pesar de ello, estaba muy bien informado de todos los acontecimientos sociales, que yo había conocido, estando en la ciudad; pues como me comentó, no se perdía nunca las noticias y los informativos, que daban por la radio. En su casa también había radio desde la época de la II República, llegó a decirme: que aquellos acontecimientos, habían alarmado tanto a las gentes, que todo el mundo estaba pendiente de la radio, de los partes de guerra y finalmente de todo lo que estaba transformando el país. El apoyo entre los vecinos de su comarca, había sido muy importante, para que muchos de ellos pudieran sobrevivir, porque en muchas ocasiones, les expropiaban las cosechas que recogían, los animales, etc., y a cambio les daban un vale, como justificante de tal recogida, que nunca llegaron a cobrar.

Nunca se había producido ocasión como esta para mantener una charla con este insigne paisano y la verdad que me sentí muy feliz. Él me confirmaba – de viva voz- muchos de los aspectos, que habían sucedido y se consideraba muy buen amigo de los hermanos Juan y Frasco Infantes, que cuando estaban en vida, consideraba personas en alta estima y a los que procuraba visitar con periodicidad. Después de la muerte de frasco, dejó de visitar aquél lagar, porque estando mis tías solteras no deseaba causar malas interpretaciones a mi abuela María, además llegó a decir, que le cogía bastante apartado de su camino de Solano, como a una hora más de camino a pié. El no era vecino del pueblo aunque lo frecuentaba con mucha asiduidad. Vivía en uno de los lagares de la parte de Solano, al que nunca he sabido llegar, ni se de la ubicación exacta -seguramente el hogar familiar, que en ocasiones refirió mi padre- dentro del mismo Término Municipal de Colmenar, pero bastante distante del pueblo; -ahora se tarda menos de una hora en llegar con coche, pero en mi época juvenil, sólo existía un camino estrecho para transeúntes de a pié, bestias, alguna bicicleta o poco más… Eso sí, él aparecía en todas las fiestas, como ya he dicho, con su espíritu rebosante, único e inconfundible: lleno de alegría, de respeto a todos y jovialidad que irradiaba sin rencores, pasando de todo aquello que tiene dobleces y maldades. "Las incomprensiones y falta de humanidad de las que era objeto Luis Espartaco en tantísimas ocasiones: casi siempre, me han llevado a la congoja y al desaliento en la fe, que debiera haber fomentado -hacia los humanos- con más ardor, a lo largo de mi vida. Era un ser, muy especial, mucho más, que cualquiera de los seres humanos, que he conocido". La actitud para con él, de muchos de mis paisanos, me llevaba en muchas ocasiones: ha hacerme una idea clara del tipo de persona que eran -muchos de ellos- quizás: actuaban por ignorancia, pero otros lo hacían con bastante malicia. Nunca fui un hombre rencoroso y he sabido perdonar muchas incomprensiones de los demás que, casi siempre, ni han tenido la delicadeza de informarse, con claridad, de los acontecimientos surgidos en las vivencias sociales; para así: darlas por acertadas (positiva o negativamente) y, poder sacar conclusiones claras de los acontecimientos que nos depara la vida, al vivirla y, también para poder: obtener una opinión cierta y adecuada de la calidad de las personas, con las que nos tratamos personalmente en la vida, en los negocios y socialmente; en temas de gran transcendencia, que afectan y transforman la vida de las personas; pero no viene al caso: entrar en profundidades de opiniones ajenas sobre las vidas de los demás; cada cuál, es libre de expresar abiertamente sus pensamientos, aun sin argumentos que apoyen sus aseveraciones. Indudablemente los chismorreos pueblerinos curten la piel del toro ibérico; en comparación con ese noble animal, que siempre va tomando puyazos por donde pasa, aunque no sufra por fiereza, nobleza y bravura.

No deseo salirme del tema, por lo que seguiré ahondando en la gratificación que sentí y de la opinión personal que obtuve del encuentro con esta honorabilísima persona, adornando los entornos de ese gran lugar donde nacimos -Colmenar- y, entre aquellos afortunados que le conocimos de cerca. Al verme algo abstraído, triste y meditabundo por unos momentos, me increpó en tono jocoso… ¿Se te fue la honda… ¡Hola Pombero!, -me dijo en tono de amistad -nuevamente-, sin ataduras ni complejos-. De vez en cuando se le escapaba su tic involuntario, al que yo no prestaba atención. ¡Hola Luis!… -Le contesté- ¿A dónde diriges tus pasos, esta tarde…? -Me increpó-: Como queriendo comenzar de nuevo el encuentro… Voy camino de la Fuente de la Teja a visitar a mis tíos, pues mi tía María anda echada a perder y quiero hacerles una visita, antes de marcharme para la ciudad. Pues yo voy también de cumplidos. -Contestó-. Se ha muerto un buen amigo de mi padre y como él anda bastante torpe, quiero yo hacer acto de presencia en el duelo de esta tarde. ¿Cómo te va por esas latitudes costeras..?. -Prosiguió diciendo- ¡Bien, bastante bien..!. -Le contesté-. Aunque la vida es dura en todas partes.

Nadie te regala nada, pero allí tengo establecido mis negocios y tengo mi residencia familiar. Los chicos están en buenos colegios y son aplicados, no puedo desear otra cosa mejor. ¡Sí, haces muy bien..!. -Me aseguró- Se ve: que tú, sabes bien lo que quieres y has sabido escoger muy buenas oportunidades para conseguirlo.

Me alegro mucho por todo ello. A veces la vida te atrapa en senderos, que te atan con lazos fuertes o con incapacidades de las que no puedes salir fácilmente, como me pasa a mí; pero casi siempre, es: por falta de valor para experimentar otros medios  y vivencias desconocidos, diferentes al entorno donde te has criado. -Es falta de valor, para volar en el momento propicio… -Es cierto Luis-, le dije-.

Al menos eso creo yo. Asegurando aquél dicho del refrán: "más vale pájaro en mano, que ciento volando… También ocurre que con la edad es cuándo te planteas y analizas fríamente las experiencias, que no supiste o, no quisiste experimentar por falta de valor para emprenderlas o también, por comodidad al tener que perder las que tenías en tu medio, pero ya es tarde y nunca tiempos pasados fueron mejores, pues hay que darle gracias a la Virgen, cada día: por permitirnos disfrutar de esta naturaleza tan excepcional.

Luis, desde bastante tiempo deseo que me aclares ese mote, que sólo tú me dices, cuando nos saludamos y que ahora también lo has usado.

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