El referente político de la cultura en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez (1950–1962) (página 3)
Enviado por Jos� Alberto Chang Ram�rez
"Los juicios de Gramsci – valoraba Carlos Rafael Rodríguez – han recuperado toda su vigencia. El concepto de la historia y de la libertad de Croce, entró nuevamente en acción con el desplome del fascismo y hemos podido comprobar la previsión admirable del líder comunista" "… Para nosotros los apuntes de Gramsci cobran excepcional validez" (174).
Carlos Rafael Rodríguez cerraba sus comentarios diciendo que "con estos Dialéctica rinde homenaje a la clase obrera y el pensamiento marxista cuyos sucesores están ahora abriéndole camino en Italia a la libertad verdadera" (175).
A manera de ser justo debe decirse que Carlos Rafael Rodríguez y muchos de los intelectuales y de personalidades relevantes como Blas Roca dentro de aquel perseguido, calumniado y acosado PSP, no eran "focas amaestradas del Kremlin como en una ocasión los catalogó incluso una relevante personalidad cubana en 1956" (176).
Edith García refiere que desde los años cuarenta, se discutían en el seno de la dirección del PSP, trabajos de Gramsci y nunca hubo ningún rechazo a sus posiciones pese a que sabían que en la URSS no eran bien acogidas sus ideas por el contrario tanto ella como Carlos Rafael Rodríguez lo consideraban una fuente para estudiar el marxismo (177).
Concepciones marxistas sobre la cultura
Carlos Marx y Federico Engels no dieron al concepto de cultura un tratamiento específico y el estudio de sus obras aporta que utilizaron el término en pocas ocasiones, algo que halla explicación en el hecho de que sus trabajos filosóficos y la mayoría de sus obras económicas fueron escritos en un período en el que el concepto de cultura apenas comenzaba a circular dentro de las ciencias humanistas europeas. Levi – Straus destaca que:
"La noción de cultura es de origen inglés, puesto que debemos a E. B. Taylor en "Primitive culture", Londres, 1871, la primera definición de cultura, como, esa totalidad compleja que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, ley, costumbre y todas las demás capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad" (178).
Por otra parte un grupo importante de investigadores refieren que:
"La formulación de una concepción de la cultura, realizada al menos en forma de boceto, está contenida más bien en aquellos pasajes en que Marx no empleó el propio término de cultura" (179).
No obstante lo anterior muchas de las tesis de la concepción materialista de la historia expuestas por Marx a lo largo de sus obras, sirvieron para que innumerables de sus discípulos y continuadores, conformaran concepciones encaminadas hacia la elaboración de una teoría marxista de la cultura.
Resulta necesario aclarar que esta proyección objetiva del conocimiento presente también en la realización de intentos similares con respecto a múltiples esferas del conocimiento y de la actividad humana, condujo en muchos casos a la errónea visión que se le dio, sobre todo en Europa del Este y la antigua URSS a la obra de Marx, en el sentido de buscar en ella una respuesta a todo y en todo momento. Muchas de las apreciaciones del "Diamat" (180) trastocaron el marxismo en una filosofía especulativa, al estilo de los sistemas filosóficos tradicionales existentes hasta el surgimiento de este, algo totalmente distinto a lo que realmente pretendían con su nueva propuesta filosófica, tanto Marx como Engels.
Signadas en muchos momentos de su corpus teórico por el defecto señalado anteriormente y sin obviar también dentro de ellas ideas aportativas, surgieron en la antigua URSS y los países socialistas este europeos, una gnoseología, una ética, una estética, una psicología, una pedagogía y entre ellas la teoría marxista de la cultura, que nos ocupa, llegando incluso hasta la aparición de una teoría marxista del deporte.
Partiendo de que Marx no hubo de abordar mucho el tema y de las desviaciones producidas, se impone retomar algunos de los presupuestos básicos de la concepción marxista de la historia que permiten comprender mejor los fenómenos culturales y posteriormente continuar tratando los aportes de otros destacados intelectuales marxistas a la conformación de una concepción materialista de la cultura de referencia obligada al tratar el tema y cuyas ideas como las de Marx y Lenin influyeron en la conformación de los puntos de vista de Carlos Rafael Rodríguez sobre la cultura.
La concepción materialista de la historia aportada por Marx y Engels permite tomar en consideración toda la complejidad de los fenómenos de la cultura, así como el carácter contradictorio de su esencia y manifestaciones. En su obra "La Ideología Alemana" (181), ambos pensadores expusieron el proceso real de producción, a partir de la producción material de la vida inmediata y concibieron la forma de intercambio correspondiente a un modo de producción concreto y engendrada por él, en sus diferentes fases, como el fundamento de toda historia, a la que presentaron en su acción en cuanto Estado y explicaron sobre ella todos los diversos productos teóricos y formas de la conciencia social. Sobre esa base dilucidaron además, su proceso de génesis y desarrollo, lo que les permitió exponer las cosas en su totalidad por una parte y a la vez ver la interdependencia entre los distintos aspectos esenciales de la compleja y contradictoria vida social que conforman esa totalidad.
Autores como Pablo Guadarrama y Nikolai Pereliguin siguiendo esa línea de pensamiento, refieren que "el reconocimiento de la validez científica de la teoría de la formación económico – social (hecho que no es exclusivo de los marxistas) debe conllevar a una serie de consecuencias teóricas. En primer lugar, se hace necesaria la diferenciación entre la cultura material y la cultura espiritual de la sociedad, no obstante la unidad dialéctica que se da entre las mismas" (182) y admiten que ambas deben ser consideradas como dos formas de producción social, en la que una de ellas, la material, desempeña una función determinante en última instancia, lo que según ellos no debe conducir a una explicación simplificadora y mecánica de esta interacción. Concluyen ambos autores, destacando que si bien la cultura material se presenta como algo espontáneo y directo a través de los fenómenos de la vida cultural de una época dada, siempre será el ingrediente sustancial de la cultura espiritual y ninguna actividad artística o creativa en la esfera espiritual es posible analizarla fuera del contexto del modo de producción de bienes materiales, ni al margen de los intereses de determinadas clases sociales (183).
Según otros autores marxistas, pueden extraerse de las reflexiones de Marx dedicadas a la teoría del trabajo productivo y la plusvalía, elementos valiosos para el análisis de la cultura. Es precisamente en estos trabajos donde empleó la definición de producción espiritual o inmaterial, incluyendo en ellas las acciones intelectuales propias del desarrollo y transmisión del saber, la creación artística y la actividad moralizadora y religiosa (184) a las que no dio un tratamiento de categorías asociadas al trabajo productivo creador de valores de consumo.
En su opinión, el creador de cultura puede hallarse en una posición análoga a la situación del obrero asalariado frente al patrón, si cumple la función de productor en relación con cualquier empresario, a quien aporta ganancia con su propia actividad no pagada por entero. Un empresario de este género podría ser el redactor o el editor de una obra colectiva que emplea por cuenta propia a los autores, o el propietario de una escuela privada que emplea a los maestros y organiza de esa manera una especie de fábrica de enseñanza, sin embargo no existe una correspondencia semejante con las relaciones propias del trabajo productivo, entre la relación de los productores científicos y artísticos y de todos los creadores en general, por una parte, y sus receptores por la otra.
En el caso anterior todas las analogías con la producción en el sentido propio son engañosas. "No podemos decir que el artista produce buen gusto, el moralista buenas costumbres y el médico salud" (185). Los llamados valores espirituales, los trata Marx como fenómenos de una categoría básicamente diferente y de distinto rango de la categoría del valor creador del trabajo productivo.
Marx les negó a las obras artísticas e intelectuales el carácter de productos económicos, pero no les negó su valor axiológico, estético y reconoció sus funciones sociales importantes, en esa dirección escribió:
"Si una música es buena y el oyente la comprende, entonces el consumo de la música es algo superior al consumo del champaña, aunque la producción de este último es trabajo productivo y la creación de la música no" (186).
La opinión anterior debe, según el autor de referencia, inducirnos a la reflexión sobre los complejos principios de jerarquización de los fenómenos sociales y culturales en el sistema de Marx a los que podíamos agregar que sus intereses teóricos por la cultura no solo tuvieron una motivación ideológica.
Dentro de la concepción materialista de la historia pueden encontrarse referencias que conceptualizan a la imprescindible comunicación cultural para los pueblos en el orden colectivo e individual, como si estuviese reafirmando la importancia de una verdadera globalización en el campo de la cultura y que Carlos Rafael Rodríguez llamó en su tiempo el ascenso a la universalidad (187).
Para Marx "La comunicación cultural representa un tipo específico de comunicación humana en la creación, difusión e intercambio de valores espirituales, en cuyo proceso tiene lugar la apropiación sensible por el hombre y para el hombre de la esencia humana y la vida humana." (188). "Este tipo de comunicación demuestra que los sentimientos y goces de otras personas se convierten en mi propio patrimonio" (189).
Cobran una extraordinaria vigencia en la actualidad en el enfrentamiento a la globalización hegemónica en ese campo de la cultura y a la penetración de esta en sectores importantes de la creación artística en Cuba, las referencias de Marx en torno a los procesos de enajenación estética, dentro de la dimensión artística de la cultura ".la producción capitalista es hostil a ciertas producciones de tipo artístico, tales como el arte y la poesía" (190). Y señalaba además "La propiedad privada es únicamente la expresión sensible de que el hombre se hace objeto para sí mismo y al propio tiempo objeto ajeno así y deshumanizado, de que su manifestación en la vida es su enajenación de la vida, su incorporación a la realidad es su desconexión de la realidad, una realidad ajena a él – y proseguía – ". la propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y estrechos de miras que consideramos que un objeto es nuestro sólo cuando lo poseemos, es decir, cuando existe para nosotros como capital o cuando lo tenemos directamente, lo comemos, lo bebemos, lo llevamos sobre el cuerpo, vivimos con él, etc..en una palabra cuando lo consumimos.Así pues, todas las sensaciones físicas y espirituales son reemplazadas por la mera enajenación de todas estas sensaciones: por el sentido de la posesión "(191).
Siguiendo la lógica anterior de pensamiento Marx responde a la interrogante de qué suerte le depara el capitalismo al arte , afirmando que en la sociedad burguesa tiene lugar la enajenación de la sensibilidad estética , pues el sentimiento, que es presa de la dura necesidad práctica posee sólo un sentido limitado y afirmó " . El hombre abrumado de preocupaciones es insensible al espectáculo más hermoso, el comerciante de minerales no ve sino el valor mercantil y no la belleza y la naturaleza singular del mineral, no tiene sentido mineralógico " (192).
La obra de arte se convierte en un objeto de compra venta, en mercancía y se convierte además en portadora de rasgos y particularidades ajenas a su naturaleza original, algo que ocurre en la sociedad cubana de hoy en muchos creadores que dentro de los marcos de la situación de crisis económica, se sumergen en la contradicción arte-mercado y al salir a la superficie, lo hacen con un sentido casi absoluto de mercantilización de su obra que hace que el artista sacrifique valores estéticos por tal de hacerla comercializable, con lo cual ésta se desnaturaliza, cual si vivieran en una sociedad capitalista.
La obra de arte convertida en mercancía en el capitalismo, llevó a Marx a la conclusión expresada anteriormente, de la actitud orgánicamente hostil de la sociedad burguesa y de sus relaciones económicas hacia el arte, hacia la sensibilidad estética ,el verdadero arte no puede existir en esa sociedad sino es en oposición a ella o convirtiéndose en su propio sucedáneo.
Por último y sin pretender que pueda ser abordada toda la riqueza que contienen las ideas de Marx y Engels dentro de la concepción materialista de la historia para el análisis científico de la cultura, se puede extraer de ésta otro principio de validez contemporánea y futura en los análisis de la temática, el de la historicidad que presupone valorar cada manifestación de la vida cultural en relación con las condiciones histórico-concretas en que se da y desarrolla.
Lo anterior presupone tener en cuenta no sólo la formación económico social en la que se da, sino además la época histórica específica, la región del mundo, el país, la especificidades del pueblo portador del proceso cultural valorado, y de su trayectoria cultural más o menos remota , entre otros factores, lo que permite cumplir lo más cercano posible a la exigencia de los clásicos de abarcar el objeto en su totalidad, sobre todo en el tema que ocupa, los fenómenos culturales de enorme riqueza y multilateralidad, algo que apreció Carlos Rafael Rodríguez ya desde la lejanía de un joven identificado con este principio cuando afirmó en su primer discurso ensayo " Vastas conexiones tiene este vocablo cultura " (193).
Lenin siguiendo la trayectoria de la concepción materialista de la historia aporta elementos de gran valor en el análisis de los problemas culturales sobre todo después de que los Bolcheviques se hacen del poder. Para él "sólo se puede comprender cabalmente el proceso de desarrollo de la cultura si se le aborda desde el punto de vista marxista, es decir, desde el punto de vista de la lucha de clases, si se confrontan las consignas con los intereses y con la política de clase y no con los principios generales, las palabras rimbombantes y las frases hueras" (194). Esta valoración resulta cierta si vemos la cultura en su sentido más amplio tanto en el plano material como espiritual de las sociedades divididas en clases, donde indudablemente posee de un modo u otro un carácter clasista, aunque esto no debe presuponer que cada una de sus expresiones de manera aislada lo evidencie.
"En la actualidad, expone Pablo Guadarrama, después del derrumbe del Socialismo en Europa se ha hecho usual considerar que la cuestión de la estratificación social y sus efectos sobre cualquier tipo de fenómeno inherente al desarrollo social resultan obsoletos. Pero la realidad es algo testaruda y a pesar de la tendencia prevaleciente en muchos sectores intelectuales, incluso anteriormente marxistas o de izquierda, de estimular la actitud evasiva del avestruz, la fuerza de los acontecimientos impone el hecho de que una adecuada justipreciación de todos los factores que están imbricados en el estudio de la cultura y sus manifestaciones, demandará de alguna forma no desestimar de manera absoluta el factor socio clasista" (195).
Guadarrama refiere además que la libertad en todas sus manifestaciones, es decir política, económica, religiosa, etc., concebida como la posibilidad real de actuación, dadas las circunstancias objetivas que lo permitan; con adecuado conocimiento de las relaciones existentes entre los fenómenos, es uno de los contenidos básicos que permiten la comprensión de un hecho cultural de donde se desprende que cualquier análisis del desarrollo concreto de la cultura de algún modo tendrá necesariamente que enfrentarse también a la cuestión de la lucha de clases (196).
Lenin respondiendo a las acusaciones del bundista (197) Lidman, sobre sus criterios acerca de la cultura internacional en los que según él, Lenin negaba las formas nacionales en la cultura internacional, expresó: "En efecto estimado bundista, la cultura internacional no es innacional. Nadie ha afirmado lo contrario. Nadie ha propugnado una cultura a secas, que no sea ni polaca, ni hebrea, ni rusa, etc. (198) Y más adelante afirmó que "En cada cultura nacional existen, aunque no estén desarrollados, elementos de cultura democrática y socialista, pues en cada nación hay una masa trabajadora y explotada, cuyas condiciones de vida engendran inevitablemente una ideología democrática y socialista. Pero en cada nación existe asimismo una cultura burguesa (y, además, en la mayoría de los casos, ultrarreaccionaria y clerical) y no simplemente en forma de "elementos", sino como cultura dominante" (199).
El bundista – refiere Lenin ". se expresa aquí como un burgués, cuyos intereses todos reclaman que se difunda la fe en una cultura nacional por encima de las clases" (200) y aclara su posición, tergiversada según él por palabras hueras del hebreo, al afirmar que "Al lanzar la consigna de cultura internacional de la democracia y el movimiento obrero mundial, tomamos de cada cultura nacional sólo sus elementos democráticos y socialista y los tomamos única y exclusivamente en oposición a la cultura burguesa y al nacionalismo burgués" (201).
Las anteriores enseñanzas leninistas, fueron tomadas de maneras recurrentes por Carlos Rafael Rodríguez en muchos de sus trabajos, como por ejemplo, "Varona: Balance de un centenario" (202) y su discurso ensayo en el Acto de Clausura de la Celebración por el 250 Aniversario de la Ciudad de La Habana, donde afirmó, " En toda cultura, dijo Lenin, van implícita en realidad dos culturas contradictorias: la de las clases dominantes de su tiempo, que se niegan a sucumbir y emplean el arte, la educación y la ciencia como instrumento de supervivencia, y otra cultura nueva que avanza inexorablemente. Cuando hablamos de la herencia cultural cubana y la necesidad de aprovechar lo mejor de todas las épocas, es esa cultura, la cultura progresista, la que reclamamos como nuestra" (203).
En Lenin a manera de resumen, pueden encontrarse aportes en el tratamiento de los temas de la cultura en sus diversas manifestaciones en el socialismo y en la política cultural a seguir, con enfoque desde las posiciones del materialismo histórico que se ejemplifican a continuación:
Sus propuestas y acciones para lograr la incorporación de los intelectuales y especialistas burgueses a las transformaciones socioeconómicas y culturales del nuevo poder soviético (204), sus concepciones sobre los rasgos negativos de la vieja escuela burguesa en la formación de las jóvenes generaciones, pero a la vez la necesidad de tomar de ella una suma de conocimientos de lo que es consecuencia según él, el comunismo (205), la idea de que ". sólo se puede crear una cultura proletaria conociendo con precisión la cultura que ha creado la humanidad en todo su desarrollo y transformándola" (206) y de que ". la cultura proletaria tiene que ser el desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad terrateniente, de la sociedad burocrática" (207).
Para Lenin "Sólo se puede llegar a ser comunista cuando se enriquece la memoria con el tesoro de ciencia acumulada por la humanidad" (208).
La defensa por Lenin de la creación libre por los artistas, según su ideal como una expresión de la liberación de éstos de las ataduras mercantiles (209).
Su determinación de que ". Para que el arte pueda acercarse al pueblo y el pueblo al arte, debemos en primer término elevar el nivel de instrucción general y de cultura" (210).
Por último y sin poder abarcar todo el rico pensamiento de Lenin sobre temas culturales que presupone seguir profundizando en la enorme importancia que le concedía a la revolución cultural y en sus apreciaciones de que la cultura burguesa más avanzada en los países de occidente daría la posibilidad de acelerar después de la victoria la realización real y plena del socialismo, se impone destacar una enseñanza suya que señaló Lunacharski y que perdurará por siempre como ejemplo a imitar por los dirigentes revolucionarios, el hecho de que jamás hizo ideas directrices de sus simpatías y antipatías estéticas, algo que por lo general ocasiona un daño político. Carlos Rafael Rodríguez siempre tuvo presente esa enseñanza (211).
El resto de los elementos aportativos de Lenin señalados anteriormente, se reproducen también en la obra de Carlos Rafael Rodríguez, por citar ejemplos, se pueden consultar entre otras, sus apreciaciones sobre la escuela burguesa y la nueva escuela socialista y sobre el papel de la cultura y la educación que datan incluso de trabajos escritos por él en su época de adolescente (212).
José Carlos Mariátegui, uno de los pilares del marxismo latinoamericano en su expresión más creativa (213) y cuya influencia en la formación como marxista de Carlos Rafael Rodríguez se ha destacado anteriormente, contribuyó en la labor de ir superando las definiciones abstractas y desvinculadas de las formas reales en que se manifestaba la cultura, o lo que es lo mismo, la necesidad de difundir una comprensión más dialéctica de la misma que expusiera una valoración más completa y acertada, afirmaba Mariátegui, "no se piensa en la cultura reinante en la época del capital disfrazado de liberalismo, cultura de diletantes exclusivistas, huerto cerrado donde se cultivan flores artificiales, torre de marfil, donde se guarda la ciencia muerta en los museos, se piensa en la cultura social ofrecida y dada realmente a todos y fundada en el trabajo: aprender es no sólo aprender a conocer, sino igualmente aprender a hacer. No debe haber alta cultura porque sería falsa y efímera, donde no hay cultura popular" (214).
El trabajo referido de Mariátegui fue estudiado y elogiado por Carlos Rafael Rodríguez dentro del circulo de intelectuales cienfuegueros, Mariátegui forma parte de una trilogía de héroes en su iniciación que según Carlos Rafael Rodríguez (215) lo inclinaron definitivamente hacia la militancia revolucionaria.
Fernando Ortiz (215), de quien fue Rubén Martínez Villena su secretario, al igual que Pablo de la Torriente Brau, fue considerado por Juan Marinello el tercer descubridor de Cuba y si bien no fue un marxista, sus análisis de la cultura tuvieron un enfoque materialista y una influencia considerable sobre la intelectualidad revolucionaria cubana en la primera mitad del siglo XX. Para él: "La cultura es la patria, pero la patria sin cultura no podrá erguirse de esta puericia en que yace ni podrán sus hijos privados de posibilidades para expansionar sus conciencias y enlazar libremente sus energías, asumir la plenitud de las responsabilidades públicas y darse los destinos que les dice la soberanía democrática de la nación, que sus padres soñaron y por los que quisieron morir" (217).
Conceptualizó además a la cultura, como cultivo, trabajo, labrantío, siembra para la cosecha y fruto, como superación humana, afirmaba además que, "no hay una cultura sino varias. Todo individuo tiene su cultura, más o menos poderosa, para su lucha por la vida. Todo pueblo tiene también su cultura propia en la cual están insertas y vinculadas las culturas individuales y las relaciones sociales que dan cohesión y organicidad al grupo humano, dotándolo de una fuerza colectiva para la vida común" (218) y más adelante expresaba:
"La cultura es algo estructural, algunos hasta dicen que orgánico. Es un mecanismo de cooperación integral. Toda cultura es un complejo sistema de instrumentos, hábitos, deseos, ideal e instituciones por medio de la cual cada grupo humano trata de ajustarse a su ambiente siempre cambiadizo, y de mejorar la satisfacción de sus necesidades, personales y sociales, por fortuna crecientes" (219).
Si bien dentro de los objetivos de la investigación no está el presentar el complejo cuadro que se da en las disquisiciones teóricas en torno al concepto de cultura dentro de las ciencias sociales en general, ni en las marxistas en particular, las apreciaciones conceptuales de Fernando Ortiz son dignas de tenerse en cuenta en cualquier ejercicio de esclarecimiento teórico y búsqueda de la verdad sobre la temática en la Cuba de hoy.
En Fernando Ortiz sin embargo lo más sobresaliente como influencia para esclarecer lo aportativo de Carlos Rafael Rodríguez en el tratamiento de la cultura desde la política, se debe buscar en la diversidad de trabajos donde queda reflejada la dimensión identitaria de la cultura que Villena al referirse al sabio resaltaba al afirmar que:
"Sus imágenes son netamente cubanas; es nuestra flora y nuestra fauna y nuestro pueblo con sus costumbres y modismos los que le sirven para ilustrar hasta sus disertaciones académicas (220).
Toda exposición que se pretenda hacer sobre las concepciones marxistas de la cultura tienen que hacer referencia necesariamente a las concepciones de Gramsci, quien al decir de muchos investigadores como Pablo Guadarrama, ". enriqueció al marxismo con sus profundas valoraciones sobre la cultura" (221). Sobresale en él según este autor, una serie de recomendaciones metodológicas que tienen plena validez a la hora de enjuiciar el problema de la tipologización de las culturas a través de un acertado procedimiento dialéctico que permite comprender mejor la correlación de lo universal y lo singular en el devenir de éstas. De ellas se puede escoger por su coincidencia con un análisis hecho por Carlos Rafael Rodríguez sobre el folclor latinoamericano, y por su importancia y plena vigencia en el enfrentamiento a las diversas tendencias nacionalistas y particularistas que se dan en el estudio de las culturas de los pueblos, la siguiente: ". Encontrar la identidad real bajo las aparentes diferencias y contradicciones y encontrar la sustancial diversidad bajo la aparente identidad es la más delicada, poco comprendida y sin embargo esencial condición del crítico de las ideas y de lo histórico del desarrollo" (222).
En la culturología latinoamericana contemporánea refiere Guadarrama, se hiperbolizan valores que encierran las manifestaciones culturales de esta región, a propósito, Carlos Rafael Rodríguez criticando, posiciones dogmáticas en la aplicación de la política cultural de la revolución, y en la que se deja ver claramente lo que puede ser una huella gramsciana de influencia sobre él, o por lo menos la coincidencia de análisis dialéctico entre los dos pensadores, salvando épocas, señala:
"A veces, y debo confesarlo, me encuentro compañeros para los cuales la aplicación de los acuerdos del Congreso de Cultura se reduce a escuchar o hacer reproducir música folclórica latinoamericana. No se trata de eso, no se trata tampoco de no escuchar música folclórica norteamericana, ni se trata de dormirse en un folclorismo pasatista. En definitiva, ¿qué cosa es el folclor latinoamericano sino una confluencia de lo indígena, lo europeo y lo africano? ¿De dónde salen las cuecas, las vidalitas, los valsecitos peruanos; qué son sino valses de pasito corto tocado con arpa, que vienen de fuera? ¿Qué son los tamboritos panameños, o los merengues, o nuestra rumba, o nuestro son, sino una confluencia de lo negro, lo español y un acento nuevo que produce lo criollo? Nuestro punto guajiro, por ejemplo, y nuestros pregones, ¿de dónde vienen? No tienen ninguna autoctonía exclusiva. Tienen un ingrediente cubano pero tienen una raíz española, isleña (de las Islas Canarias), mediterránea, y – como ha insistido alguien que es muy cercano – hay en ellos elementos árabes fácilmente perceptibles. De modo que ponerse a especular acerca de que eso sólo es lo cubano y que lo demás no lo es, es dormirse en el pasado, lo cual no quería Martí, ni quiere la revolución cubana" (223).
Gramsci, estaría orgulloso de ver aplicadas así sus recomendaciones dialécticas e indudablemente colocaría a Carlos Rafael Rodríguez en el selecto grupo de los que reúnen según él, la más delicada, poco comprendida y sin embargo esencial condición para ser crítico de las ideas.
Gramsci llamaba a " .perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el cerebro como las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión, a los estímulos del mundo externo" (224), esa forma de cultura la consideraba dañina especialmente para la clase obrera y afirmaba que ".solo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión, para levantar una barrera entre sí mismo y los demás" (225). Consideraba a esa práctica "intelectualismo cansino" y destacaba su nocividad para la actividad social en tanto pedía reaccionar contra ella y le oponía su propia noción de cultura a la que concebía como ". cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llegan a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes. Pero todo eso no puede ocurrir por evolución espontánea, por acciones y reacciones independientes de la voluntad de cada cual, como ocurre en la naturaleza vegetal y animal, en la cual cada individuo se selecciona y especifica sus propios órganos inconscientemente, por la ley fatal de las cosas. El hombre – decía – es sobre todo espíritu, o sea, creación histórica, y no naturaleza" (226).
En Gramsci hay toda una teoría sobre el vínculo entre el desarrollo de cualquier fenómeno cultural y la dialéctica intelectuales – masas (227), digna de estudiarse por su vigencia actual al igual que sus apreciaciones con numerosos elementos aportativos sobre; la formación de la diversas categorías de intelectuales, los orígenes de la literatura y la poesía, la literatura comercial y sus papel en la sociedad, lo interesante en el arte, ¿qué se debe entender por científico?, la crítica a las apreciaciones librescas del concepto de cultura, entre otros aspectos (228).
Dentro de los enfoque conceptuales sobre la cultura señala Guadarrama que: "Durante mucho tiempo en época de la Unión Soviética fue difundido en la literatura filosófica entonces predominante, el enfoque axiológico para la definición de la esencia de la cultura" (229) en la que se consideraba a ésta, "como el conjunto de valores materiales y espirituales creados y que se crean por la humanidad en el proceso de la práctica sociohistórica" (230). Este enfoque valoró el autor villaclareño, tiene un grupo de limitaciones (231).
Carlos Rafael Rodríguez definió que: "La cultura no es otra cosa que un repertorio de ideas y realizaciones" (232), connotando así según Guadarrama los componentes materiales y espirituales (233) y en otro momento sostuvo que la cultura es ante todo una forma de vida o ha suscrito la idea de que la cultura es todo lo que no es naturaleza (234). Sin embargo la esencia de la presente investigación se suscribe y responde a la conclusión hecha por Guadarrama de que: ". más que conceptos compendiadores – Carlos Rafael Rodríguez – ha ofrecido profundas reflexiones sobre el contenido y las formas de la cultura, sus funciones, proyección ideológica, etc. que bien pueden ser objeto de un estudio aparte" (235).
El propio Carlos Rafael Rodríguez – quizás Guadarrama no haya consultado ese trabajo suyo del distante 1931 – afirmaba que:
"A un ensayo sobre cultura, debe lógicamente preceder aunque sería materia de discusión – la definición de la cultura misma. Suelen estas abstracciones tener algo de indefinibles y captar su esencia íntima para verterla en breves frases, es difícil" (236).
En aquellos momentos Carlos Rafael Rodríguez se suscribía a definiciones que se limitaban al componente espiritual, como la de Miguel Unamuno, para quien la "Cultura es el sistema de ideas vivas, que cada tiempo posee. Mejor; el sistema de ideas desde las cuales el tiempo vive" (237).Ya en los años sesenta en la URSS y sobre todo en el período cercano a la desaparición de esta, numerosos autores marxistas realizaron investigaciones que con sus aportes, superaron las limitaciones del enfoque axiológico en el análisis de la cultura y se suscribieron al enfoque funcional (238) con lo que elevaron a un plano superior las apreciaciones marxistas sobre la cultura, pero por razones obvias no compete tratarlos en el marco de influencias que se presenta para poder comprender mejor los elementos aportativos de Carlos Rafael Rodríguez en torno a la relación cultura – política en el período señalado y que se trataran con mayor profundidad en el segundo capítulo.
Concepciones marxistas sobre la política
A diferencia del concepto de cultura, el concepto de política data de la sociedad esclavista griega, los griegos se plantearon tareas acerca de la organización y la dirección de las ciudades estados. En griego, el Estado y la ciudad se denominaban de la misma forma, polis. Del vocablo polis surgió política, nombre que según ellos trataba de las cuestiones económicas de la ciudad estado (239), por otra parte los diccionarios filosóficos refieren que el término política proviene del griego politike, que significa arte de gobernar el Estado (240).
En términos conceptuales, las apreciaciones que se tienen de la política, han estado siempre determinadas por la concepción del mundo de quienes la sostienen y, por consiguiente se trata de conceptualizaciones que no escapan a estar mediadas por los intereses clasistas o de otros sujetos sociales, lo que da al término en su trayectoria histórica un carácter polisémico. Autores como Juan Simón Rojas (241) han resumido, los enfoques en la apreciación de la política en lo siguientes:
a) Concepciones reduccionistas de la política. Estas tienen su génesis en las teorías políticas del elitismo y del liderazgo, surgidas fundamentalmente a fines del siglo XX. En esencia estas concepciones presentan la óptica de hacer las valoraciones de un sistema político o de un gobierno sobre la base de las virtudes o defectos de los gobernantes, la política aquí se reduce a un vulgar juego, con las mejores o peores actitudes y aptitudes de los políticos con lo que se concentra la teoría política en el estudio y análisis del comportamiento del individuo, queda sin reconocer la naturaleza clasista de la política y el factor económico, haciendo énfasis en lo psicológico – emocional y en lo moral.
b) Concepciones reduccionista de la política a la actividad de instituciones privilegiadas. Estas apreciaciones reducen la política a la actividad fundamentalmente, de los partidos políticos, con lo que se hace una simplificación de la política al accionar de los partidos políticos en las elecciones y sostienen que en estas y en la democracia representativa liberal burguesa es donde únicamente se realiza la política. La actividad de los actores políticos que por diversas causas no participen en los procesos eleccionarios, no la consideran política. Para estas concepciones no se reconoce el hecho de que los partidos son la parte más activa de las clases sociales y tienen por ello un carácter clasista. Al Estado lo analizan como un ente macro – social que vela sin distinción por los intereses de todos los ciudadanos, también al margen de las clases sociales y de todas las desigualdades socio – materiales que las engendran.
c) Concepciones reduccionista de la política a la relación amigo – enemigo. Se desarrolla a partir de las ideas de Carl Schmih y de Julien Freund (242) en las cuales la política, al circunscribirse a la actividad que emana de la relación amigo – enemigo, se compara con lo bello y lo feo en la estética, o con el bien y el mal en la ética. La concepción plantea que la política es derivada de la conflictualidad humana, en la cual se dan relaciones agonistas y antagónicas, pero reservan el estatus de política a las últimas. En esa dirección reconocen que el campo de la aplicación de la política es el antagonismo y su función consiste en unir y defenderse los amigos y destruir a los enemigos, por ese camino toda divergencia de intereses puede a cada momento transformarse en rivalidad o en conflicto, y este conflicto, desde el momento que asume el aspecto de una prueba de fuerza entre grupos que representan estos intereses, se convierten en política. Es una concepción ambigua pues no establece criterios de determinación de la intensidad particular del antagonismo y no distingue la relación amigo – enemigo del resto de las relaciones conflictuales en el contexto societal, de ellas se puede deducir por ejemplo el hecho de que la solución de algunos conflictos solo está en el empleo de la fuerza por lo que en esos casos la guerra será la principal manifestación y el elemento tipificador de la política.
d) Concepciones economicistas y mecanicistas: Lo común en ambas corrientes es que no reconocen la relación dialéctica entre economía y política, ni la independencia relativa de la política con respecto a la economía y asumen posiciones extremistas en la interpretación de la anterior relación. Los mecanicistas dan por sentado la separación absoluta de la política de las condiciones socio – materiales, no reconocen la especificidad de lo político ni su carácter clasista; exponen que las cuestiones políticas tienen poco o nada que ver con los intereses económicos. Por otra parte los economicistas van al otro extremo y resaltan un determinismo absoluto de lo económico sobre lo político, sin detenerse en el hecho de que la política tiene autonomía y que en las posiciones, ideas, criterios, actitudes, valores y comportamientos políticos de los hombres, influyen otros elementos de diversa índole.
e) Concepción marxista de la política. Esta concepción aborda a la política desde las posiciones de la concepción materialista de la historia y analiza entre otros aspectos, las relaciones ser social – conciencia social, economía – política y base – superestructura política.
La posición de Marx y Engels queda clara y resumida así "… Según la concepción materialista de la historia el factor que en última instancia determina la historia es la producción y reproducción de la vida real ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es lo único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ellas se levantan – las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las constituciones, que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de estas hasta convertirlas en dogmas – ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determina predominantemente en muchos casos, su forma" (243).
En la carta a W. Borgius, Engels también expresaba que tanto para él como para Marx, el desarrollo político descansa en el desarrollo económico, pero el primero a su vez repercute sobre el resto de los elementos superestructurales y sobre el propio desarrollo económico. "Hay – decía – un juego de acciones y reacciones" (244).
Carlos Rafael Rodríguez llevó a cabo una interpretación cabal y aplicativa de estas ideas, para explicar la realidad cubana y tratar de influir en su transformación radical. Para él siempre quedó claro lo nocivo de la absolutización del factor económico sobre los factores políticos y sobre el resto de los factores espirituales, decía, "Hemos reproducido, tal vez en exceso, las citas de los fundadores de la teoría marxista de la historia, para evidenciar hasta qué punto se incurre en una superficialidad lamentable al imputar a los marxistas cubanos el intento de reducir la historia de nuestro país a un amasijo de datos económicos en que las manifestaciones ideológicas y morales sean totalmente desestimadas y mediante el cual los autores de nuestras gestas de independencia se conviertan en meros autómatas del movimiento económico" "… no se trata en efecto – decía – de presentar la revolución libertadora de 1868 como una mera consecuencia de la quiebra de los cafetaleros y azucareros cubanos, apresurada por la crisis mundial de 1857" (245).
"… La génesis de nuestra lucha por la independencia es mucho más profunda y reside en las relaciones políticas y de propiedad entre la metrópolis española y los propietarios cubanos" (246).
Carlos Rafael Rodríguez reconoce que "… bastaría leer dos de las contribuciones admirables del marxismo al estudio histórico, para convencernos… "El XVIII Brumario" de Marx y "La guerra de los campesinos" de Engels, allí decía, "… Marx y Engels nos ofrecen un ejemplo inolvidable de como Aplicar a la interpretación de la historia su genial método. Allí, lo económico es la base, el fundamento, el marco. Pero junto a ello aparecen en toda su significación, las intrigas políticas, las ideas religiosas, las vacilaciones personales de este o aquel caudillo y dirigente político; en fin toda una serie de causas que obraban de consuno con la determinante económica, apoyándola o limitándola…" (247).
Lenin continuó desarrollando la concepción materialista de la historia y dentro de ella, asumió que, "la política es la participación en los asuntos del estado, es la dirección del estado, es la definición de las formas, problemas y contenido de la actividad del estado" (248). Como la expresa anteriormente la política es una actividad que se relaciona con la dirección de la sociedad a través del aparato de poder que es el estado, esta concepción de que una relación política, de alguna manera, implica poder, autoridad, se ha compartido mucho desde Aristóteles (249).
Gramsci por su parte sigue la misma línea. Para él por ejemplo, la política, "… presupone que existen realmente gobernados y gobernantes, dirigentes y dirigidos. Toda la ciencia política se basa en este hecho primordial irreductible" (250).
Sobresalen en Lenin también las definiciones que dio de la "… política como expresión concentrada de la economía" (251) Y de que "… la política no puede dejar de tener supremacía sobre la economía. Pensar de otro modo – decía- significa olvidar el abecedario del marxismo" (252).
La primera definición expresa la concepción marxista del carácter determinante en última instancia de las relaciones económicas y de que en la política se manifiesta más plenamente los intereses económicos de las clases sociales, en tanto en la segunda que aparece en la misma obra citada, no solamente se manifiestan el reconocimiento a su independencia relativa y carácter activo, sino además su papel decisivo como instrumento para acelerar o retardar el propio desarrollo de la economía o lo que es más profundo, el afianzamiento o transformación de las relaciones sociales vigentes en cada época, con lo quedaba claro su apreciación dialéctica y no economicista.
Gramsci a quien autores como, Néstor Kohan, considera como el pensador y militante revolucionario que mayor atención dedicó en el Siglo XX a los problemas de la teorización sobre la política, el poder y la dominaci, la gobernabilidad, la importancia de la lucha parlamentaria entre otros aspectos (253), al tratar la estrecha relación entre economía y política, llamaba la atención a " La pretensión (presentada como postulado esencial del materialismo histórico) de presentar y exponer cada fluctuación de la política y de la ideología como una expresión inmediata de la estructura (Gramsci considera la estructura como la base económica) debe ser combatida teóricamente como un infantilismo primitivo…" (254). Se refería indudablemente a las tergiversaciones de los postulados de Marx habían surgido después de la muerte de Lenin en la otrora URSS.
En Cuba Carlos Rafael Rodríguez quien como se ha expuesto había estudiado a Gramsci y publicado una parte de este trabajo en la Revista Dialéctica, coincidía plenamente con el al afirmar que "… el marxismo no es solamente una interpretación economista de la historia. No lo es si por ello se entiende la consideración de lo económico como la influencia exclusiva en el proceso histórico, prescindiendo de las influencias morales, ideológicas, religiosas, etcétera. No lo es tampoco si por ello se entiende que cada variación mas o menos importante en la economía de un país, impone una variación concomitante en las ideas, actitudes y actuaciones históricas de sus ciudadanos" y más adelante expresó "… así hemos visto explicar las variaciones en las filosofía de Platón como resultado de crisis insignificantes en la economía griega; las distintas obras de Shakespeare han sido interpretadas por algún crítico, hasta en la propia Unión Soviética, como resultado de cambios en las relaciones monetarias, alzas y bajas del mercado, etcétera. … nada de eso es una aplicación acertada del marxismo…" (255).
Gramsci advertía que "… la política es de hecho, en cada ocasión, el reflejo de las tendencias de desarrollo de la estructura, tendencias que no tienen por qué realizarse necesariamente. Una fase estructural solo puede ser analizada y estudiada concretamente después que ha superado todo su proceso de desarrollo, no durante el proceso mismo, a no ser que se trate de hipótesis y declarando explícitamente que se trata de hipótesis" (256). De ello deducía que "… que un determinado acto político puede haber sido un error de cálculo de parte de los dirigentes de las clases dominantes" y que "… el materialismo histórico mecánico no considera la posibilidad del error, sino que considera todo acto político como determinado por la estructura, inmediatamente, o sea como reflejo de una modificación real y permanente ( en el sentido de adquirida) de la estructura" (257).
En el Siglo XX fue Gramsci quien sometió por primera vez a crítica la concepción Stalinista de la política, derivación lógica del economicismo (258).
Las ideas anteriores de Gramsci así como el altísimo valor que Lenin le otorgaba en política al papel de la subjetividad (259) fueron ignoradas concientemente en los llamados círculos marxistas oficiales desde la proclamación del "Diamat" como filosofía de la internacional comunista en su sexto congreso por parte de Bujarin, Gramsci por su parte criticó a este último, su doctrina de concebir a la política y la historia como la sociología de un materialismo metafísico que deducía y aplicaba los axiomas del materialismo en general al estudio de todas las sociedades, línea seguida por el Stalinismo (260).
En términos conceptuales sobre la política al margen de los distingos marxistas clásicos en torno a su enfoque socioclasista y a la valoración de su relación dialéctica con la economía, explicada ésta genialmente por Gramsci siguiendo a Lenin, como entes (política y economía) que se convierten y se hallan implícitos uno en otro, formando de conjunto un círculo homogéneo (261), existe como se ha planteado anteriormente desde el surgimiento del término un compartir en la mayoría de las definiciones, independientemente de su signo ideológico, de las cuestiones referentes al Estado, así por ejemplo, la definición que ofrece Max Weber afirma que "la política es el esfuerzo para participar en el poder, bien entre estados, bien sea dentro de un estado o entre grupos humanos" (262), o la de Karl Loweistein, quien la define como "el esfuerzo de los grupos sociales de alcanzar el poder político en el Estado, ejercerlo tras haberlo obtenido y mantenerlo" (263).
La manualística soviética que circuló antes y después de la revolución en Cuba con sus lógicas diferencias coincidía en presentar a la política como toda actividad en función de la toma, mantenimiento y uso del poder del estado así como el elemento que determina las formas, de las tareas y del contenido de la actividad estatal (264).
La doctora Talía Fung en la actualidad resalta la coincidencia histórica de que "… En toda descripción de la política se constata la existencia de relaciones de poder, de autoridad de toma secuencial de decisiones por autoridades gubernamentales …", ella a su vez siguiendo el espíritu leninista y gramsciano destaca que "… las relaciones de poder, las relaciones autoritarias hacia sujetos colectivos, son relaciones íntersubjetivas donde se encuentran los que poseen competencia sea legítima o no y los que aceptan limitan o niegan dicha jurisdicción sobre sus comportamientos. La política se ocupa de las relaciones de poder ejercida por el gobierno y el Estado y el curso efectivo de dichas acciones en los sujetos a los que se les impone. Son relaciones comportamentales, luego subjetivas; pero no son unidireccionales, implican interacción constante entre sujetos colectivos y también singulares" (265).
Si bien es cierto que las cuestiones de Estado ocupan un lugar de particular importancia en la política, ésta no debe constreñirse hoy solo al Estado, pues han surgido en muchos países capitalistas otros sujetos sociales que detentan el poder real como son los grupos de presión o pueden ser también el crimen organizado, cuya capacidad decisoria en el ámbito de la política resultan no despreciables, por otra parte cada día el contexto de la política rebasa la actividad estatal y se proyectan más en la sociedad civil donde ha surgido un conjunto nuevo de sujetos sociales junto a las clases sociales, cuya actividad política es creciente.
Hay un concepto entre los tantos que existen en la actualidad que intentan salvar en algo el déficit señalado, el de Elio Gallardo quien afirma, "… La política puede ser entendida como la categoría que expresa las relaciones multilateralmente activas entre los sujetos políticos (clases, grupos, sectores, capas sociales, partidos políticos, grupos de presión, organizaciones sindicales etc, ) sobre la base de sus intereses" (266), con lo que amplia el espectro de relaciones y la condición de sujetos, aunque también refieren que esas relaciones están " … mediadas por el poder, fundamentalmente del Estado, en una sociedad concreta …" y que "… lo político y la política se refieren a un espacio específico de las relaciones entre grupos y clases sociales en cuanto ellos se orientan a la conquista o el mantenimiento del poder" (267) y no llegan a incluir la actividad política en ascenso de nuevos movimientos sociales sin pretensiones inmediatas de tomar el poder, como pueden ser en América Latina, los sin – tierra, los sin – casa, los llamados piqueteros, entre otros.
¿Qué entender por referente político de la cultura? Algunas consideraciones teóricas
Referente, según el diccionario de sinónimos y antónimos (1) y el diccionario General de la Lengua Española Vox (2) significa entre otras acepciones: Relación, con relación a, dependencia o semejanza de una cosa con respecto a otra, concerniente a.
De todas ellas la que se toma para la investigación es relación, pues la relación entre cultura y política se reitera a lo largo de toda la obra de Carlos Rafael Rodríguez como elemento de mucho interés (3) en la línea de considerarla por el autor un importante factor en la transformación revolucionaria de la sociedad cubana (4).
El investigador Jorge Luis Acanda refiere que "ya se ha convertido en un lugar común la aceptación de la relación entre cultura y política. Aunque todavía falta por lograrse un consenso en la comprensión de esa relación. Una relación que tiene muchas aristas" (5).
La relación de la política con la cultura es una relación dialéctica en la que ambos elementos se presuponen, determinan, condicionan y complementan de manera constante, sin embargo el cauce objetivo del desarrollo social a lo largo de la historia ha mostrado en el proceso de determinaciones recíprocas que el progreso cultural armónico ha dependido en buena medida de la aplicación consecuente de una política revolucionaria científica, por lo que el desarrollo de esa cultura en sus múltiples determinaciones no podrá marchar separada de la política en tanto deviene su núcleo estructurador por excelencia, en Cuba por ejemplo la cultura nacional ha tenido como núcleo estructurador el ideal emancipador.
Por otra parte el hecho de que exista una política revolucionaria científica está condicionado no solo por el análisis de los factores de índole económica y socioclasista, sino además por los etnoculturales de la nación y la nacionalidad en su devenir histórico, donde están presentes las costumbres, tradiciones, los aspectos étnicos, raciales, el desarrollo del arte y la cultura en general.
Solo el conocimiento integrador de todos los factores señalados en toda su magnitud y diversidad, puede determinar la delimitación de los problemas esenciales que cualquier proceso revolucionario tiene que resolver, las respuestas posibles a estos; así como las vías, métodos y etapas para alcanzar el triunfo definitivo, ese análisis lo realizó Carlos Rafael Rodríguez desde que comenzó a articular las ideas martianas con el marxismo y que Edith García corrobora al señalar que muy pronto éste se dio cuenta de que el problema de Cuba no se resolvía con el solo hecho, de derrocar a Gerardo Machado (6).
En la política se expresan los intereses de todos los grupos que integran la sociedad, tanto los de índole socioeconómico como los de índole etnocultural y nacional si esta tiene como objetivo el logro de un equilibrio social que garantice la igualdad para todos no solo en lo político sino también en lo social.
La política por otra parte determinará en lo cultural el tipo de hombre a formar de donde dependerá la verdadera grandeza de un pueblo, por encima de su tamaño o sus riquezas, aspecto que encuentra una preocupación constante por parte de Carlos Rafael Rodríguez, tanto antes como después de la revolución.
En una ocasión afirmó, lamentándose "… Hemos logrado el milagro de producir veintitrés toneladas de papas por hectáreas, pero todavía andamos lejos de llegar a ser, como decía Kant ((civilizados en todo género de cortesía y buenas costumbres))… el socialismo con mala educación no será nunca socialismo perfecto" (7).
La política deviene elemento mediador entre el progreso cultural y los procesos revolucionarios en el seno de la sociedad, en tanto en lo que concierne a las relaciones cognoscitivas y valorativas del hombre en el mundo, como sobre todo en lo que se refiere a las práctico transformadoras.
El referente político de la cultura presupone además el como concebir ésta y su difusión desde la política es decir, con una intencionalidad política. Carlos Rafael Rodríguez desde la adolescencia fue precisamente un difusor de la cultura concebida como acción revolucionaria (8) y en ello radica uno de los elementos más aportativos de su pensamiento en torno a la relación cultura – política.
Al caracterizar la situación de la sociedad cubana en 1931 decía: "Con pasiva adaptación y gesto cansino solemos aceptar las maneras impuestas"… "Nuestra vida apresada en ideas absurdas o tal vez falta de ideas se desliza por un falso cauce que la conduce a la caída abrupta. Está desprovista de todo sentido. Este es el caso nuestro. Ese sentido, ese sistema de ideas vitales una cultura en fin, le ha faltado a la masa" (9) y señalaba además "… hemos llegado así a un estado de conciencia – mejor: a un estado de inconciencia – en el que flotan la ignorancia y la insensibilidad hacia males colectivos" (10).
Para Carlos Rafael Rodríguez "semejante al de la miseria, es el yugo de la ignorancia", "rómpelo – decía refiriéndose al obrero – si el estado te niega instrucción, si vuelve la espalda a tu afán de saber y comprender, sacrifícate, aprende por ti mismo. Cuando hayas aprendido y puedas comprender conocerás cual debe ser el estado del porvenir" (11).
En los marcos de la relación cultura – política y teniendo en cuenta qué le concierne, en términos de utilidad para el logro de la hegemonía de la política en la sociedad, a la cultura, se expresa una de las formas con las que el imperialismo norteamericano, en ofensiva descubierta por Carlos Rafael Rodríguez desde los años cincuenta, como se ilustrará más adelante, ha querido sellar su dominación completa sobre el resto del mundo, al tratar de imponer, códigos, modelos de vida, fetiches pseudoculturales y modos de pensamiento único. Esta pretensión llega a nuestros días y adquiere un impulso mayor en forma de una verdadera oleada globalizadora en el campo de la cultura, paralela a la ya afectada globalización económica neoliberal por el camino objetivo de la crisis financiera que se va extendiendo a la economía real (12).
La ola globalizadora en el campo de la cultura con sus antecedentes en el período señalado se ve facilitada hoy, por el control que ejercen sobre los medios de comunicación, los Estados Unidos (13).
Un aspecto clave dentro de la relación cultura – política para la propia lucha por la toma del poder y su mantenimiento por parte de las clases sociales revolucionarias, lo constituye la determinación por sus partidos, ideólogos, instrumentos programáticos y publicaciones del lugar y papel en los procesos políticos de los que se supone sean los representantes y en cierta medida vanguardias de la cultura, los intelectuales (14) y especialistas (15).
El tratamiento dado por los comunistas cubanos en la década del cincuenta desde la política a las capas anteriormente referidas en aras de incorporarlas a la actividad revolucionaria o por lo menos no dejar que fueran utilizadas por el régimen de Batista y la embajada norteamericana para alcanzar entre otros objetivos el de la desmovilización social con fines políticos y el de contribuir al hegemonismo del norte también en la esfera cultural, tuvo en Carlos Rafael Rodríguez una figura muy aportativa dentro de la dirección ejecutiva del PSP, como se verá más adelante.
Por último sin querer abordar todas las aristas de la compleja relación cultura – política que llegan en la actualidad hasta las discusiones en la sociedad cubana en torno a la relación arte – mercado dentro de las complejidades del llamado período especial, con puntos de vista muy contradictorios e implicaciones políticas no despreciables en los marcos de la llamada globalización en el campo de la cultura, debe destacarse la visión desde la política de la educación general y politécnica considerada por Armando Hart la piedra angular de la cultura (16) y analizar además la educación superior y responder ¿qué tipo de enseñanza superior debe desarrollarse a partir del triunfo de un proceso revolucionario para asegurar su continuidad? ¿Qué debe mantenerse de la anterior enseñanza superior y qué debe reformarse? ¿Cuál es el contenido y alcance de la reforma? ¿Quiénes van a estudiar? ¿Cuál es el perfil de los intelectuales y especialistas que deben formar las universidades y que serán claves para el desarrollo y los objetivos culturales y políticos que la transformación revolucionaria se proponga?
Carlos Rafael Rodríguez si bien dio tratamiento a estos temas desde la década del treinta (17), sus aportes más coherentes están en su participación junto a Armando Hart y Regino Boti como elementos rectores en el proceso de reforma universitaria, designados por Fidel Castro (18) en 1960, proceso que concluyó en enero de 1962.
El tema de la universidad en el socialismo fue vuelto a tratar con profundidad por Carlos Rafael Rodríguez en un discurso ensayo en la Universidad de la Habana en 1983 al recibir el grado de "Profesor de Mérito" (19).
Aporte teórico – práctico de Carlos Rafael Rodríguez a la lucha política de los comunistas cubanos en el frente cultural en la década del cincuenta
Todo análisis del pensamiento cubano desde fines de la década del cuarenta hasta 1958, y en este caso especial el que refleja concepciones sobre la cultura, debe tener en cuenta, que este se realizaba en un más que adverso contexto en lo político y en lo ideológico en general. El anticomunismo y su variante antisoviética, así como la persecución violenta de toda forma progresista de las ideas, independientemente de su distancia con respecto al ideal socialista, caracterizó a esta etapa en Cuba (20), en función de la dependencia neocolonial de la isla a los Estados Unidos, el que irradió esta política, para tratar de impedir los cambios en su contra, en la correlación mundial de fuerzas como tendencia en el escenario internacional, después de la victoria sobre el fascismo y el auge tomado por el movimiento de liberación nacional.
Los años cincuenta hasta el XX Congreso del PCUS (Partido Comunista de la URSS), celebrado en 1956, están signados además para todas las fuerzas progresistas a escala global, por el impacto negativo que venía ejerciendo el stalinismo, que al decir de Carlos Rafael Rodríguez ". sus derivaciones nocivas, influyeron más allá de la Unión Soviética. En el terreno de la cultura – decía – aunque hay estimables obras literarias soviéticas que lograron salvarse de aquella catástrofe y también creaciones musicales que sobrevivieron la huella del ditirambo hacia Stalin y de las recetas stalinistas sobre el arte, las concepciones que prevalecieron dañaron grandes talentos potenciales e invalidaron su obra artística. El peligro del dogmatismo y de la retórica revolucionaria acecha siempre a todo movimiento político" (21).
Para el análisis del rol aportativo de Carlos Rafael Rodríguez en la década del cincuenta a la lucha política en el frente cultural, un aspecto de la relación estudiada, resulta necesario realizar las precisiones siguientes:
El propio Carlos Rafael Rodríguez, en la autovaloración de su ejecutoria afirmaba que nunca tuvo ". la menor pretensión de quedar inscrito entre filósofos, economistas, historiadores o críticos" (22) . "Todas ellas – decía refiriéndose a sus obras – surgieron en el fragor de la pelea" (23), por lo que él mismo llegó a reconocer ". el carácter inacabado, incompleto, de aquellas indagaciones" (24), que " . surgieron de las demandas y urgencias del momento" (25) y que además reflejaban " . también la penuria teórica del movimiento comunista cubano" (26) en aquella época.
Carlos Rafael Rodríguez solo se atribuye como mérito, ". el haber abierto caminos para indagaciones mayores que otros – afirmaba – con más sosiego y vocación más firme han sabido acometer" (27). Investigadores de su obra como Olivia Miranda, por su parte refieren en ella un grupo de aportes a los estudios sociales y humanísticos en Cuba (28), aunque en fechas más cercanas destacan que: "Carlos Rafael Rodríguez no nos ha dejado una obra que pueda incluirse en los marcos académicos, y que – su principal aporte sin duda es abrir caminos a posteriores estudios especializados desde la perspectiva del marxismo" (29).
Independientemente de la modestia de Carlos Rafael Rodríguez y de las apreciaciones de la investigadora con la que se puede estar de acuerdo en relación a que no fue un académico, debe destacarse que se pueden buscar aportes en Carlos Rafael Rodríguez hasta ahora no señalados a la filosofía política (30), que ha sido reconocida en la actualidad por autores como Giovanni Santori como ". un componente esencial e imposible de eliminar del discurso político" (31). El mismo autor además afirma que: "Detrás de las teorías y los procesos políticos siempre se encuentra una filosofía" (32).
Gramsci y Mariátegui, por ejemplo, consideraron a Lenin no como un filósofo profesional, no como un teórico, sino como un hombre de acción política (33) y el primero además aportando a su propio decir un consejo metodológico para los historiadores de la cultura y las ideas señalaba que, "Un hombre político escribe de filosofía: puede suceder que su verdadera filosofía debe buscarse por el contrario en los escritos de política" (34).
En el caso de Carlos Rafael Rodríguez el consejo gramsciano, podría aplicarse para hurgar más en sus escritos sobre política, pero no para desestimar elementos aportativos en escritos de contenido puramente filosófico o donde realiza reflexiones filosóficas sobre aspectos de la política, e incluso si bien Carlos Rafael Rodríguez criticó el academicismo (35) y no se considera un teórico, se dio cuenta de la subestimación a la que sometían muchos cuadros partidistas desde fines de los años cuarenta, a los temas de la teoría y decía: "A pesar de todo, el practicismo prevalece y a muchos cuadros excelentes del Partido les resulta incomodo distraer una parte del tiempo que el trabajo diario reclama imperativamente, para dedicarlo a las cuestiones teóricas. Lo peligroso de esta actitud no es necesario destacarlo" (36).
La advertencia de Carlos Rafael Rodríguez sobre los peligros del practicismo en la actividad de los dirigentes partidistas y de soslayar la actividad teórica, cobra especial vigencia en el escenario cubano actual.
En 1949 Carlos Rafael Rodríguez escribió un trabajo que puede enmarcarse dentro de la Filosofía Política si nos atenemos a las concepciones contemporáneas de N. Bobbio (37). "El Tesoro de Nuestras Tradiciones Ideológicas" (38), en el que aporta el método de cómo usar los valores del pensamiento filosófico cubano del siglo XIX en el enfrentamiento político en Cuba durante el siglo XX y en el propio enfrentamiento a corrientes que en nombre de la novedad filosófica, querían introducirse en la isla como el irracionalismo y el existencialismo con implicaciones muy negativas para la lucha política de los comunistas.
El Tesoro de Nuestras Tradiciones, sirve de antecedente a toda una trayectoria aportativa de Carlos Rafael Rodríguez seguida en la década del cincuenta en torno a la relación cultura – política. En él, Carlos Rafael Rodríguez, comenzaba a reconocer que los comunistas habían cometido errores en la importante esfera cultural y decía: "Un examen crítico de las realizaciones en el campo cultural descubriría serias fallas. Ese examen tendremos que acometerlo" (39). Se refería entre otros aspectos a cómo la tradición filosófica cubana del siglo XIX, podía aportar sólidos fundamentos teóricos y los comunistas no habían aprendido a establecer su vínculo con los reclamos de la lucha ideológica en el siglo XX cubano y esto conducía según él a la sumisión ante los criterios hostiles al marxismo y señalaba:
"Debemos acudir a las obras del siglo XIX cubano, para encontrar no solo en las grandes figuras, sino en muchas personalidades hoy opacadas, un arsenal con que batir a quienes pretenden imponernos su ideología de retroceso" (40).
La más alta dirección del PSP encargó en 1950 a Carlos Rafael Rodríguez (41) dirigir la redacción de la que después sería aprobada en octubre de 1950, "Resolución sobre el trabajo intelectual" (42), un documento político donde se puede encontrar los siguientes aportes en torno al enfoque de la relación cultura – política por una institución partidista revolucionaria en los marcos de la lucha de clases.
Carlos Rafael Rodríguez, consideraba de que en el ámbito de la política a seguir por el PSP en el frente cultural y dentro de él con respecto específicamente a corrientes de pensamiento, tendencias, grupos e individualidades, había que partir para lograr sus objetivos de lo que él llamaba " el deslinde previo" (43). Esta concepción es según él, una de las características que debe reunir el político revolucionario y que Martí había dejado como enseñanza dentro de sus concepciones políticas y Mella había desarrollado en sus luchas universitarias (44).
Carlos Rafael Rodríguez decía que no basta en términos de cualidades de político revolucionario ". saber unir lo que es susceptible de unir, hace falta separar, lo que es necesario separar" (45), ya en la resolución planteaba que "Es preciso, en efecto delimitar el ámbito de nuestra posible influencia, decidir sobre qué grupos hemos de trabajar para incorporarlos a un esfuerzo común y a quiénes es necesario considerar de un inicio como adversarios declarados, a los cuales hemos de dar batalla ideológica en toda ocasión" (46).
El aporte de Carlos Rafael Rodríguez está, en haber delimitado haciendo uso de un enfoque dialéctico, la línea de coincidencia mínima entre comunistas y las demás fuerzas del movimiento cultural y en la determinación de hasta dónde debían extenderse los límites del frente único de escritores, artistas y científicos, para trabajar políticamente de conjunto con ese universo, como realmente se hizo e incorporarlo directa o indirectamente a la lucha contra Batista y contra las pretensiones colonizantes en la esfera de la cultura provenientes de los Estados Unidos o desde su propia embajada, la cual se convirtió en verdadero centro de promoción de una cultura hegemónica proveniente del norte (47).
"¿Cuál ha de ser pues la línea de coincidencia mínima ente los comunistas y las demás fuerzas del movimiento cultural? ¿Hasta dónde deben extenderse los límites del frente único de escritores, artistas y científicos que debemos organizar?" (48), se preguntaba, y respondía con apego a una posición muy distante del dogmatismo que reflejaba hasta donde se podía llegar en aquella etapa y en aquellas condiciones con la lucha política (49) "Consideramos que para fijar esos límites debemos partir de la consideración de la presente etapa del movimiento revolucionario cubano (50).
" . Hemos establecido claramente que nos encontramos en el período de la liberación nacional y que, en esa fase, el enemigo principal, aquel sobre el cual debemos incidir todas las fuerzas, es el imperialismo norteamericano . Debemos considerar como progresistas todas aquellas tendencias intelectuales, científicas, artísticas que resistan, siquiera sea débil o inconsecuentemente, la penetración ideológica del imperialismo norteamericano, hemos de trabajar con desvelo para arrancar de esa influencia a los escritores y artistas que se han dejado arrastrar a ella sin haberse entregado totalmente a los intereses del imperialismo" (51).
La lucha política, discurso político en primer plano del documento, detrás de ellos, siguiendo a Santori, una filosofía matizada por un profundo enfoque dialéctico, disquisitorio de esencias de primero y segundo orden, que expresa como métodos de conocimiento de la realidad, entre otros, un abstraccionismo político, propio del sentido del momento histórico, como principio que viene de la más avanzada filosofía aportada por Marx, Engels y Lenin, en sus trabajos de política y en la proyección de sus concepciones sobre las alianzas políticas.
Carlos Rafael Rodríguez, al proyectar las pautas del trabajo de los comunistas con las vanguardias de creadores en el frente cultural y científico (aunque la ciencia es de hecho una dimensión de la cultura) no cayó en un neutralismo ideológico y decía que ". esta unidad no puede llevarnos a callar nuestra crítica. Es evidente que la mayor parte de nuestros escritores, artistas y científicos que sin militar en el partido tienen un criterio progresista son ellos mismos víctimas de la ideología burguesa y de la decadencia cultural" (52). ". Toda debilidad o tolerancia frente a esos criterios resultaría fatal. Por ello junto a la actitud de coalición debe ir siempre la no menos necesaria crítica" (53).
Esto último puede dejar un escape para actuaciones que han caracterizado al proceder de muchos partidos de izquierda en la proyección de sus políticas de alianza, impidiendo que estas puedan consumarse, pues la crítica es tan ideologizada sobre los destinatarios de la alianza que estos optan en el mejor de los casos por desentenderse a los reclamos de unidad de los críticos y en otros simplemente los colocan en el bando de los enemigos irreconciliables y les declaran la guerra esfumándose oportunidades de logro de consenso y lucha común, con un beneficio absoluto para los verdaderos enemigos de ambos polos.
Sin embargo, Carlos Rafael Rodríguez no proyecta del mismo modo la política de alianza en el tema de la compañía de la crítica, y hace uso de un marxismo de profundo estirpe leninista y gramsciano que da a la subjetividad un gran peso en la política como puede observarse en estos criterios:
"Solo lo que al realizar nuestra crítica hemos de tomar en cuenta la distinción básica entre adversarios y aliados – No es lo mismo la polémica contra los Baquero o Ichaso (se refería a dos intelectuales vinculados estrechamente a Batista) que la expresión de las divergencias que suscita en nosotros la obra de un escritor progresista. El formalismo en literatura, pintura o música, el mecanicismo en Física o Biología, la sumisión a los conceptos keynesianos en economía política, han de ser debatidos de modo diferente con el reaccionario que con el liberal" (54).
Y a continuación más preciso aún dice:
"Hemos de evitar, desde luego, el tono de suficiencia pedante, que sería execrable entre los comunistas; nos hace falta tomar en cuenta las peculiaridades de la sensibilidad de los artistas e intelectuales, susceptibles de ser lanzados en brazos enemigos a través de sus reacciones frente a las críticas que aunque correctas; han sido hechas sin el cuidado debido" . "El sectarismo y el oportunismo – decía – en un tema cultural deben ser simultáneamente vigilados por nosotros, pues son las dos corrientes que íntimamente entrelazadas, han alimentado nuestros errores y aumentado nuestras deficiencias de los últimos tiempos en el movimiento de la cultura" (55).
No es casual que Armando Hart señale que:
"Carlos Rafael Rodríguez demostró como combatir por vías culturales cualquier expresión de dogmatismo y cualquier tendencia disociadora y anarquizante" (56).
Sin llamar por su nombre, para no crear fisuras con la dirección soviética, Carlos Rafael Rodríguez que nunca compartió las concepciones del llamado "Realismo socialista" (57) en el arte, sometió a crítica sus concepciones en la resolución y decía: "Se pretende que si el contenido es revolucionario la obra de arte es necesariamente buena, no importa la técnica en que se haya realizado" (58).
Censuró en el documento a quienes consideraban que la obra en que se ha empleado formas revolucionarias era válida por sí misma (59), llamaba además a no confundir el arte revolucionario con la propaganda. "Toda obra artística – decía – implica una postura política, como recordaba Engels a Mis Harkness. Pero la buena obra artística es aquella en que la propaganda, según el propio Engels afirmaba, no aparece como cosa deliberada sino se deriva del impacto natural que la obra produce en el lector o espectador" (60).
El llamado realismo socialista que al decir de Mirta Aguirre, ni era realismo, ni era socialista y se trataba más de la reproducción de las cosas de la realidad que de la realidad de las cosas (61), fue considerado por Carlos Rafael Rodríguez como ". discurso artístico, literario, de tono apologético, y moralizante, carente de búsquedas y de problematización, basado en formas rudimentarias de dudosa eficacia movilizativa" (62).
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