Descargar

El referente político de la cultura en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez (1950–1962) (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Una situación inédita en la historia del proceso revolucionario cubano caracteriza el actual momento, Fidel Castro reiteró hablando de la relación economíapolítica en Enero del 2003: "El momento es político" (4), alertando que el presente y el futuro están estrechamente determinados por el accionar político de toda la sociedad. Jamás se había reclamado a los gobernantes a escala global, el realizar análisis tan multidisciplinarios y dialécticos antes de tomar decisiones políticas, lo que exige a la propia política en la valoración de sus improntas sobre otros aspectos de la realidad social, construirse de manera exponencial como una ciencia integrada, sin abstraerse como es lógico de su arista artística, señalada reiteradamente por personalidades ilustres, entre los que se encuentra el propio Fidel Castro.

En el período investigado Carlos Rafael Rodríguez escribió cientos de artículos sobre diversos temas de la vida política, en Cuba y en el mundo. Es un período coincidente con la guerra fría, en el que el gobierno de Batista sigue al pie de la letra el Macartismo y a la vez maniobra en el sentido de tratar de insuflarle una visión de supuesto apoliticismo a las instituciones culturales cubanas, buscando entre otras cosas inmovilizar los sectores de la intelectualidad como posibles opositores a su régimen.

Por último una razón ineludible para emprender la investigación está en el hecho de que hoy el futuro de la sociedad se dirime en los marcos de la relación cultura– política, Martí expresó: "Ser cultos es el único modo de ser libres" (5), Fidel Castro ha agregado: "Sin cultura no hay libertad posible" (6).

El escenario mundial nos expone un cuadro en el que la mayor superpotencia imperial de todos los tiempos, Estados Unidos de Norteamérica (EEUU), trabaja hace muchos años en un proceso globalizador de una cultura hegemónica de signo yanqui que conduce a la destrucción de las identidades nacionales y culturales de los países y bloquea el acceso a la universalidad en términos culturales.

Para impedir que el imperialismo selle totalmente su dominación imponiendo definitivamente esa cultura hegemónica, resulta necesario buscar opciones, muchas de las cuales ya Carlos Rafael Rodríguez había esbozado en otros momentos y contextos, pero que en esencia son opciones que encuentran perfecto acomodo en nuestra respuesta actual a la avalancha globalizadora que no podemos bloquear con prohibiciones.

El tema de investigación responde al problema social que generan las contradicciones entre el desarrollo del pensamiento político revolucionario cubano y el insuficiente conocimiento que de este tienen los sujetos políticos para su continuidad y las generadas en torno a las pretensiones de la globalización hegemónica en el campo de la cultura y la necesaria búsqueda de referentes teórico prácticos que guarden vigencia y puedan contribuir a esbozar opciones de resistencia ante ella, dentro del profundo legado del pensamiento político revolucionario cubano de figuras como Carlos Rafael Rodríguez. De la anterior problemática se dedujo el siguiente problema de investigación científica:

  • ¿Qué concepciones teórico – prácticas de Carlos Rafael Rodríguez sobre la interrelación entre la política y la cultura devienen aportes en la lucha política de los revolucionarios cubanos en el frente cultural en el período de 1950 a 1962?

Los límites de la investigación quedan establecidos al ubicar el objeto de estudio en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez entorno a la relación cultura – política, en tanto el campo de acción quedó centrado en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez entorno a la relación cultura – política en el período de 1950 a 1962.

En el camino de dar solución a la problemática social y al problema derivado se propone la siguiente Idea a Defender:

  • Las concepciones teórico – prácticas de Carlos Rafael Rodríguez sobre la interrelación entre la política y la cultura devienen aportes a la lucha política de los revolucionarios cubanos en el frente cultural en el período de 1950 a 1962, con vigencia en la actualidad.

La investigación tiene como objetivos los siguientes:

Objetivo General:

  • Fundamentar los aportes teórico – prácticos de Carlos Rafael Rodríguez sobre la interrelación entre la política y la cultura para la lucha política de los revolucionarios cubanos en el frente cultural en el período de 1950 a 1962, su significación y vigencia.

Objetivos Específicos:

  • 1. Valorar las concepciones martianas y marxistas sobre la cultura y la política como referentes teóricos en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez.

  • 2. Analizar el proceso de transición de pequeño burgués radical a marxista, dentro del pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez.

  • 3. Operacionalizar el contenido del referente político de la cultura.

  • 4. Analizar el aporte teórico – práctico de Carlos Rafael Rodríguez a la lucha política de los comunistas cubanos en el frente cultural en el período de 1950 a 1962.

  • 5. Argumentar la vigencia de las concepciones de Carlos Rafael Rodríguez en el enfrentamiento a la globalización hegemónica en el campo de la cultura.

La novedad científica y la necesidad social de la investigación se expresa en la fundamentación de los aportes teóricos – prácticos de Carlos Rafael Rodríguez sobre la interrelación entre la política y la cultura, en sus dimensiones artística, educacional e identitaria para la lucha política de los revolucionarios cubanos en el frente cultural en el período 1950 – 1962. Por otra parte, las concepciones sustentadas por Carlos Rafael Rodríguez, entorno a la interrelación en el período señalado, devienen en referente teórico – práctico para los sujetos políticos en la actualidad, en su lucha por materializar la continuidad del pensamiento revolucionario cubano, fortalecer la identidad y enfrentar las pretensiones de la globalización hegemónica en el campo de la cultura, en tanto se pueden tornar en un instrumento que permita estructurar, opciones de respuesta ideopolítica.

La investigación es novedosa además en el sentido de que contribuye al rescate y divulgación del legado teórico – práctico de uno de los principales dirigentes del Partido Comunista de Cuba a lo largo de su historia. Con ella se demuestran hallazgos histórico – teóricos de gran importancia para la historia del pensamiento revolucionario cubano en el siglo XX, como la demostración de que es Carlos Rafael Rodríguez, el introductor y divulgador del pensamiento de Antonio Gramsci en Cuba, figura que está considerada como una de las que más aportó al desarrollo de la teoría marxista en el siglo pasado.

La selección del paradigma de producción de conocimientos –identificado por algunos autores como paradigmas científicos- es necesaria para clarificar la orientación o enfoque general que se ha asumido en la investigación, en tanto este constituye el marco teórico-metodológico utilizado en la interpretación de los fenómenos sociales en el contexto de una determinada sociedad.

El Dr. Reinerio Lorenzo Toledo al abordar el término lo define como:

"Patrón de la forma en que pensamos y vemos el mundo, y en correspondencia con ello actuamos" (7).

Siguiendo la lógica del concepto optamos por un modelo integral que algunos autores como el citado denominan como paradigma emergente, dialéctico, marxista o investigación total. En la investigación se utiliza el término de marxista (8).

La suscripción a este paradigma presupone como es lógico la utilización del sistema de principios epistemológicos que nos aporta la filosofía dialéctico materialista, quienes sirven de punto de partida en todo el proceso de búsqueda de la verdad objetiva, en un objeto y en un campo en extremos complejos, contradictorios y dinámicos.

Para acometer la investigación se hará empleo de los métodos siguientes:

Como método universal se considerará el dialéctico materialista, que estará presente a lo largo de toda la investigación.

Se utilizarán los métodos teóricos de lo lógico y lo histórico, así como el análisis y la síntesis, la inducción, deducción, la abstracción y concreción. Se potenciará el análisis documental (lectura de informes, artículos, folletos, discursos) para descubrir las concepciones principales que quedarán sintetizadas en un cuerpo teórico.

Se hará uso del método empírico de la entrevista, sobre todo a personalidades que trabajaron o estuvieron junto a él en el período estudiado.

Para la solución del problema científico se dispondrá además de la base teórica de la filosofía marxista-leninista, la culturología, la ciencia política y la historia.

La investigación, se adviene a las propuestas que para el estudio de la evolución de los ideales nacional liberadores y de emancipación social en Cuba, han realizado las doctoras Olivia Miranda Francisco e Isabel Monal (9).

La Tesis está estructurada en dos Capítulos que se titulan respectivamente: "La impronta martiana y marxista en las concepciones de Carlos Rafael Rodríguez en torno a la cultura y la política" y "El referente político de la cultura en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez de 1950 a 1962". En el primero se realiza una valoración sobre las concepciones martianas y marxistas sobre la cultura y la política que devienen en referentes teóricos para la conformación del pensamiento revolucionario de Carlos Rafael Rodríguez.

En función de la valoración se tratan de exponer la mayor cantidad de ejemplos posibles de trabajos publicados por Carlos Rafael Rodríguez y de referencias a su accionar teórico – práctico dados por compañeros de lucha, donde se demuestre la presencia de las concepciones martianas y marxistas sobre la cultura y la política. En el primer Capítulo se analiza además todo el proceso de tránsito de un pensador pequeño burgués radical a un pensador marxista.

En el segundo Capítulo se realiza una operacionalización del contenido del referente político de la cultura a través de consideraciones teóricas, en un segundo Epígrafe se analiza el aporte teórico – práctico de Carlos Rafael Rodríguez a la lucha política de los comunistas cubanos en el frente cultural en el período del cincuenta al sesenta y dos. Por último en los dos Epígrafes finales se valoran los aportes de Carlos Rafael Rodríguez a la Reforma Universitaria de 1962 y se argumenta la vigencia de las concepciones de éste para el enfrentamiento a la globalización hegemónica en el campo de la cultura.

Concepciones Martianas de la cultura y de la Política

El pensamiento martiano en torno a la cultura es por su riqueza inabarcable. Investigadores de esta temática como Olivia Miranda (10), reconocen que un estudio exhaustivo de las ideas martianas en torno a la cultura, requeriría prestar atención a la producción literaria martiana – en la significación más estrecha de estos términos – y muy especialmente a sus trabajos de crítica. Obligaría, además, a incursionar de manera mucho más profunda y omniabarcadora en sus ideas sobre la educación, de gran riqueza (11).

Cualquier acercamiento a las ideaciones martianas presupone además en lo metodológico partir de periodizaciones de su vida y obra que permitan aprehender, a partir del método histórico de análisis, los nexos e interifluencias entre las diversas esferas de la producción espiritual en las que incursionó, así como su práctica revolucionaria, requisito insoslayable de un análisis lógico de su pensamiento que devele su estructura sistémica. El objetivo de la investigación, es tratar aspectos esenciales de la producción martiana, sobre todo sus trabajos de crítica y sus ideas sobre la educación y la identidad cultural, enmarcadas dentro de las dimensiones, artística, educacional e identitaria de la cultura, demostrando que sirvieron como referentes teóricos y antecedentes para el análisis de ésta desde la política, por parte de Carlos Rafael Rodríguez durante el desarrollo de su pensamiento y sobre todo en el período más aportativo en el tratamiento de esa interrelación.

Se agregan además en este epígrafe el planteo de ideas martianas referentes a la política expresada en diversos contextos y situaciones que, junto a las anteriores, permiten esclarecer mejor el verdadero alcance de su influencia y confirmar el por qué fue posible que varias generaciones de revolucionarios cubanos hayan transitado el mismo camino que va de Martí a Marx como proceso de articulación lógico natural de continuidad, ruptura y superación en los marcos de la evolución de los ideales emancipadores en Cuba.

Existe un reconocimiento reiterado por Carlos Rafael Rodríguez de que su pensamiento estuvo influenciado inicialmente por el pensamiento martiano (12) lo que se corrobora con innumerables ejemplos de su accionar revolucionario temprano, entre los que se destacan la integración y dirección del directorio estudiantil universitario en Cienfuegos (13), la difusión en el periódico local "La Correspondencia" de los ciclos de conferencia impartidos por Medardo Vitier en Matanzas sobre Martí, en la que no se limitó a reproducirlo sino que expresó sus propias apreciaciones sobre la temática (14). En ese periódico publicó además artículos de su autoría, con valoraciones íntegras sobre Martí como también lo hizo en el periódico, "El País", de la Habana. Sobresalen además como avales que corroboran, la creación del Grupo Ariel (15) y de las revistas "Juventud" (16) y "Segur" (17). En todos los ejemplos, el inspirador principal fue el héroe de Dos Ríos.

José Cantón Navarro afirmó que Carlos Rafael Rodríguez asume de dos modos el legado de Martí, interpretándolo y pregonándolo con fidelidad y llevándolo a su propia práctica revolucionaria (18).

En la presentación del Grupo Ariel ante la sociedad cienfueguera, Carlos Rafael Rodríguez reconoció que el legado martiano estaba por realizarse y que el grupo creado, lo tomaría como ejemplo, fin y guía para su actividad "¡¿ Y de dónde partir con ánimo más claro que de este natalicio en que el hombre Martí se nos da todavía sin relaciones, en mera esperanza, como entelequia que habría de desarrollar la existencia más alta que América ha tenido?¡. Parece que todos los anhelos nuestros deben adscribirse a él y tomarle de ejemplo" (19).

Carlos Rafael Rodríguez siempre sostuvo que las obras del maestro "marcaron su formación cultural y política" (20) en tanto afirmaba también que su lectura lo acompañaría para toda la vida (21).

Para todo investigador que incursiona en la obra martiana debe ser punto de partida el conocer que los conceptos martianos son nociones que se mueven en más de un plano de significación y así sucede precisamente con los conceptos de cultura y política que ocupan el centro de atención en este epígrafe.

Martí siempre creyó en la autonomía espiritual de Cuba, expresada en una cultura propia que se traducía en el contenido de las poesías y la leyenda creada por los poetas mambises en medio del combate. En el Prólogo a "Los Poetas de la Guerra" (22) está la exaltación de los bardos que no sabían muy bien rimar, pero en cada combate escribían la poesía del heroísmo. Aquella forja de la cultura mambisa, expresión de una etapa de rebeldía cultural de la resistencia, nutrió el pensamiento de Martí respecto a la identidad del mundo espiritual cubano.

José Martí propone una obra cultural donde el pensamiento se desarrolle activamente en la creación de valores estéticos y éticos que eleven la espiritualidad del hombre al goce pleno de una vida identificada con su constante perfeccionamiento. El mejoramiento humano es su objetivo primero. En esto asume un concepto axiológico presente en la obra de Emerson (23), quien tiene por divisa al hombre, en plena armonía con el bien y la naturaleza, esto último tan carente en modelos económicos predominantes en la contemporaneidad.

En su objetivo cultural, el núcleo está en la educación y Carlos Rafael Rodríguez lo reconoce (24). Martí alertaba que de manera errónea "por educación se ha venido entendiendo la mera instrucción y por propagación de la cultura, la imperfecta y morosa enseñanza de modos de leer y escribir" (25). En esto se aprecia con claridad un hilo de continuidad que nace en Félix Varela (26) con sus transformaciones en la enseñanza y continúa con José de la Luz y Caballero (27) en su propuesta "Contra teología, física" que reproducen y sintetizan en él, lo mejor de las concepciones que sobre la educación se habían aportado y que llegaban, ya sea por la influencia del magisterio de Rafael María de Mendive (28) o por la de sus contactos con el escenario cultural de la época.

Sin embargo es evidente como Martí supera en sus concepciones sobre la educación, el pensamiento precedente y contemporáneo suyo, tanto cubano como latinoamericano al exponer una transformación radical en la educación planteando:

"Que se trueque de escolástico en científico el espíritu de la educación; que los recursos de enseñanza pública sean preparados y graduados de manera que desde la enseñanza primaria hasta la final y titular, la educación pública vaya desenvolviendo, sin merma de los elementos espirituales, todas aquellos que se requieren para la aplicación inmediata de las fuerzas del hombre a las de la naturaleza. Divorciar al hombre de la tierra es un atentado monstruoso" (29).

En su tesis de que el avance progresivo de la sociedad no está condicionado solo a la acumulación de conocimientos, sino a la conformación multilateral del hombre y del medio social en que se desenvuelve, Martí sitúa al trabajo como un componente esencial en esa configuración multilateral y como principal instrumento educativo, en su permanente vínculo con el estudio, expresando un aporte que revolucionó las concepciones pedagógicas de dentro y fuera del país y conmocionó a los revolucionarios cubanos con mayor vehemencia a partir de la década del veinte.

El deber de la educación, para con el hombre, que Martí consideraba un crimen no cumplir, era conformarlo a su tiempo en analogía con el universo y llevarle por todas las vías, no solo a través de la escuela como institución formadora y socializadora, sino también a través de la familia, las organizaciones sociales y políticas, entre otras, también lo mejor de lo creado hasta ese momento, cuya síntesis totalizadora lo proyectaran en una condición superior para enfrentar el futuro: "Educar, decía, es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día que vive; es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida" (30).

En este recorrido incompleto por las ideaciones martianas en torno a la cultura, deben tratarse al menos las que pudieran considerarse como algunas de sus concepciones más importantes dentro de su dimensión artístico literaria, incluyendo sus apreciaciones sobre la crítica, de mucho valor en la investigación sobre Carlos Rafael Rodríguez, en tanto él aseveró en más de una ocasión a sus compañeros y amigos íntimos que su vocación de siempre, frustrada en su continuidad por los deberes patrios, aunque haya reconocido también su interés por ser físico – matemático o profesor universitario, fue la de haber sido crítico de arte (31).

Carlos Rafael llegó a ejercer como crítico, labor en la que comenzó a destacarse desde los diecinueve años con sus trabajos en el diario "La Correspondencia de Cienfuegos" (32), como expresión de continuidad en el desarrollo de una nueva prosa ensayística representada fundamentalmente en ese momento por Juan Marinello y Jorge Mañach, que se caracterizaba por una toma de conciencia literaria a la hora de considerar aspectos fundamentales de la sociedad y rebasaba las lindes de la prosa periodística que atiende más al qué decir para proyectarse al cómo decir lo que había que decir. Sobre esta característica presente en Carlos Rafael Rodríguez en ese momento inicial de su obra, Ángel Augier señala: ". ya posee un concepto del estilo, una sensibilidad abierta a las posibilidades artísticas de la prosa y una mayor profundidad crítica" (33). Sin dudas era la presencia de la influencia martiana como escritor que el mismo Carlos Rafael Rodríguez reconocía al aseverar que la lectura martiana tuvo además, del político y moral un efecto literario en él con una influencia marcada en su prosa inicial (34).

Carlos Rafael Rodríguez no se suscribe a todas las posiciones estéticas de Martí, ni pretende traspasarlas a su época aunque reconoce estar de acuerdo con lo esencial, de la misma manera que admite ser marxista – leninista sin identificarse con cada uno de los juicios de los clásicos sobre la literatura y los escritores, aclarando que este es un campo (arte y literatura) que va más allá de los enfoques estrictamente políticos y más allá de las posiciones generales estéticas (35), por lo tanto su tratamiento desde la política (en el que se profundizará más adelante) requerirá de una sensibilidad distintiva que Carlos Rafael Rodríguez poseía por encima de otros dirigentes partidistas del período neocolonial (36).

Lo que admiraba Carlos Rafael Rodríguez de las concepciones martianas sobre los artistas y los escritores eran sus aspiraciones a que su quehacer estuviera unido intrínsecamente al quehacer de su momento, de su tiempo y de las fuerzas revolucionarias a las que ese intelectual estuviera unido, admiraba sobre todo que a Martí en el escritor y en la literatura lo que le interesaba era lo que pudiera ser mensurable como actitud ante la lucha, ante la justicia y ante la verdad (37).

Hay en las concepciones martianas sobre el arte y la literatura una enseñanza que marcó la posición definitoria para Carlos Rafael en sus análisis sobre el arte y la cultura desde la política y que se intenta fundamentar y ejemplificar cuando se de tratamiento en un segundo Capítulo a aspectos de su accionar práctico como la difusión de la cultura como acción revolucionaria o la labor en función de incorporar directa o indirectamente a lo mejor de la intelectualidad cubana al necesario cambio social, como premisa indiscutible para el desarrollo de una verdadera revolución cultural como preconizaba Martí y exige el marxismo como regularidad para todo proceso de transformación socialista, independientemente de peculiaridades nacionales y momentos históricos diferentes.

En el enjuiciamiento que realiza José Martí a Oscar Wilde (38) hay un reconocimiento a que como literato, en el terreno de la pura estética, tuvo valores importantes a considerar, sin embargo de manera integral lo valora negativamente y no pudo ser de otra manera, asevera Carlos Rafael Rodríguez (39) quien encontró muchas ideas valiosas en la crítica martiana a Wilde que incorporó a su propio pensamiento como enseñanzas, entre las que se pueden mencionar, el hecho de que el escritor norteamericano quiso buscar, la aceptación de los burgueses de su tiempo, desde las expresiones más simples como fue la forma de vestirse, hasta la de resucitar las ideas más conservadoras que encontraran eco en ellos, bajo la presentación de una aparente nueva literatura.

Carlos Rafael Rodríguez reproduce tres citas martianas que caracterizan los defectos de Wilde y sus seguidores, de gran impacto en él, por su vigencia. La primera referida a la forma de presentarse en público "Ya enuncia su traje el efecto de propaganda, que no es tanto crear lo nuevo ( a lo cual Martí no se opone – señala Carlos Rafael Rodríguez -) de lo que no se siente capaz, como resucitar lo antiguo" (40). En ésta Carlos Rafael Rodríguez ve como Martí denunciaba a Wilde en su intento de reproducir lo anquilosado en el pensamiento bajo una apariencia literaria nueva y encontró además un parecido muy grande a ciertas manifestaciones de mera extravagancia con las que muchos en su propio tiempo y se puede agregar, en el presente también, pretendieron que se les pudiera identificar como intelectuales y creadores.

En la segunda cita "… yerran los estetas en buscar, con peculiar amor, en la adoración de lo pasado y de lo extraordinario de otros tiempos, el secreto del bienestar espiritual en lo porvenir" (41). Estaba claro el llamado a que no se buscara el bienestar espiritual del presente, simplemente reproduciendo las creaciones del pasado y soslayando las manifestaciones literarias de su tiempo, de innegables valores, con lo que no se admitía el desarrollo.

Por último, Carlos Rafael Rodríguez reproduce una cita martiana a la que considera arma para enfrentar en su tiempo a cualquier sectario del antiestetismo y puede considerarse de validez en el presente, en tanto en la sociedad cubana actual, aún reconociendo que se ha avanzado mucho en esa dirección, se presentan no pocas manifestaciones en que se arremete contra la crítica social por los artistas. Dijo Martí: "deben los reformadores vigorosos perseguir el daño en la causa que lo engendra, que es el excesivo amor al bienestar físico, y no en el desamor del arte que es su resultado" (42).

Carlos Rafael Rodríguez incorporó a su acervo y práctica esa concepción martiana que resulta indicativa a la hora de valorar arte y cultura desde la política, desde un pensamiento que pueda reconocerse como revolucionario verdadero, cuando afirmó:

"Porque el pensamiento revolucionario verdadero consiste, en materia de cultura y arte, en no cerrarse a las innovaciones ni someterse a ellas. En no ser súbdito, esclavo de lo nuevo, ni permanente hurgador de lo viejo, sino en combinar lo mejor del pasado con lo mejor del presente. Y estar siempre en esa actitud martiana y revolucionaria" (43).

Con los ejemplos anteriores de punto de partida es posible adentrarse en la faceta martiana de la crítica literaria y artística en general, con un efecto evidente sobre esa misma dimensión en la figura de Carlos Rafael Rodríguez y sobre su propia labor como polemista, revolucionario y agudo ensayista, con vigencia para todos los que en la actualidad la desarrollan y difunden dentro de la sociedad cubana.

La crítica literaria y artística en general puede presuponer explícita o implícitamente un efecto político, positivo o negativo sobre uno u otro polo en las interrelaciones que se manifiestan entre los que la ejercen, los que la reciben, y los que la leen, por lo tanto cobra su tratamiento una gran importancia a la hora de valorar a la cultura desde la política.

José Antonio Portuondo a quien Carlos Rafael Rodríguez reconoce junto a Roberto Fernández Retamar (44) como dos de los que más habían trabajado la temática sobre Martí como crítico de arte y literatura, destaca que Gustave Flaubert (45) uno de los más grandes novelistas en el siglo XIX en carta a George Sand (46), le expresaba las características que debía tener un verdadero critico, con las que se superaran las limitaciones de los críticos y tendencias críticas anteriores las que se resumen en sus interrogantes "… ¿Cuándo (el crítico) será artista, nada más que artista, pero verdaderamente artista?. ¿Conocéis una crítica que se interese de la obra en sí, que se interese intensamente? Se analiza con gran sagacidad el ambiente histórico en que surge la obra y las causas que la han producido. Pero ¿Y la poética inconsciente? ¿Dónde está? ¿Dónde la composición, el estilo y el punto de vista del autor? De todo esto nada. Para una crítica de tal linaje, se requieren gran imaginación y gran bondad, hablo de facultad de entusiasmo siempre pronta, y luego, justo, cualidad rara para los mejores, tanto que ni se habla de ella" (47).

Benedetto Croce, enuncia Portuondo, afirmaba que los conceptos de Flaubert sobre la crítica solo se dan en ese período en Francesco de Sanctis (48), sin embargo había sido en gran medida ignorada por sus estudiosos la condición de crítico eminente de Martí, en los que también descollaron los ideales de Flaubert, como los de Sanctis, con el que coincidió plenamente en cuanto a su método de crítica que presuponía no juzgar con el sentimiento las obras literarias (49), y tratar de ver, deducir, analizar, presumir, explicar, y adivinar (50) en el ejercicio de la crítica. En una situación armónica con Flaubert, señalaba Martí:

"Júzgase al poeta por lo que sueña, no por lo que escribe" (51).

Con lo anterior reproducía en su apreciación la poética inconsciente, señalada por éste, a la que hace referencia Portuondo. El llamado surgente, descrito por De Sanctis al caracterizar al critico que sí posee el sentido del arte, cuando expresa:

"… se exalta contemplando o leyendo; se coloca en la misma situación del artista; ve todo lo que este ha visto; reconstruye en su fantasía la obra poética; la reconduce a su surgente, es decir, a la conciencia misma del poeta, del cual adivina el concepto dominante. Y si posee una verdadera originalidad (añade) determina el valor de la obra de arte y del artista, examinados, juzgados en sí mismos, y luego en relación con la historia y el tiempo" (52).

Martí fue un crítico con sentido del arte, para él: "La crítica es siempre difícil y solo una vez noble: cuando señala defectos pequeños de un carácter que vale más que sus defectos; cuando, en vez de limitarse a débiles exigencias de dramática, censura las ideas esenciales con alteza de miras, e imparcialidad y serenidad de juicio" (53).

Toda su producción crítica está de acuerdo con esas opiniones, lo que le valió para ser nominado como un crítico excesivamente bondadoso con lo que supuestamente perdía credibilidad en sus opiniones, algo sin razón, pues en su crítica hasta en las que exaltó la obra y el autor, no faltaron señalamientos provechosos y en ocasiones arremetidas demoledoras y negaciones (54).

Carlos Rafael Rodríguez admiraba en José Martí su crítica con sentido del arte que fue paradigmática para su propia obra crítica inicial y en su accionar dentro del mundo intelectual cubano de los años cincuenta, pues se convenció de lo negativo de criticar sin poseer este sentido, en tanto ocasionaba un sinnúmero de perjuicios a la sensibilidad de los creadores que en las condiciones de extremas complejidades sociales y contradicciones, lacera la unidad con ellos y los puede conducir en una dirección políticamente equivocada.

En el tema de la crítica José Antonio Portuondo sostiene que Martí desdeñaba la indagación erudita en fuentes y antecedentes, por considerarla insuficiente o pedante, sin que fuera esto justificación para esconder una posible falta de información para este tipo de crítica, pues demostró con innumerables ejemplos como el recuento sobre la "Iliada" era capaz de reunir sobre un tema, todo cuanto se sabía de él en un período y exponerlo con claridad (55).

Lo que le importaba a José Martí – según Portuondo – no era lo prestado en el escritor, sino lo aportado por éste, de propio y original, y no le interesaba tanto de donde despegó, ni la búsqueda de sus defectos como interés básico – práctica presente en muchos críticos- sino el aporte estético.

La anterior enseñanza Carlos Rafael Rodríguez la hizo suya en sus trabajos iniciales de crítica como en el caso de "Maroto, Cienfuegos y otras cosas" (56) donde expresó "Permitidme que no asuma actitud crítica ante su arte. Yo no sé de técnicas, ni de viejas tendencias estéticas si lo supiera, tampoco sería mi crítica desmenuzamiento de defectos, sino exaltación de bellezas halladas" (57).

Se impone hacer referencia a lo que José Antonio Portuondo, considera el momento más feliz de esta faceta de la teoría literaria martiana, adelantándose al criterio de su siglo. Se trata de sus análisis sobre el realismo crítico del siglo XIX (58).

La crítica martiana al realismo crítico está contenida fundamentalmente en su trabajo "El Proyecto de Guasp" (59), donde según Portuondo se describe toda la trayectoria estética de Martí. Refiriéndose a la escuela realista en sus análisis sobre el proyecto, Martí daba sus apreciaciones sobre ésta cuando señalaba "… no se limita a copiar lo que es malo: exagera e inventa mayor maldad. No presenta con el mal su inmediato remedio; cae en el error que el mal se cura con presentarlo exagerado" (60), y más adelante expresaba: "Así la escuela realista pone especial empeño en presentar descarnadas y rudas todas las fealdades del ser vivo. ¿Será por eso completamente mala la escuela? Nada es malo ni bueno en absoluto. Si por escuela realista se entendiese la copia fiel de los deberes sociales, no para justificar errores, no para darse el placer de presentar heridas que perpetuamente vierten sangre sino para aislar y provocar antipatías a los errores que se presentan, y ver como se contiene la sangre que brota sin cesar de los míseros vivos, fuera la escuela racional y justa y cumpliría en el teatro su obra de hacer bien" (61).

Carlos Rafael Rodríguez siguió a José Martí en su valoración de que el verdadero justo y racional realismo, sea copia fiel de los dolores sociales en tanto sirva para compulsar a actuar contra ellos, al expresar: "En la pelea diaria la denuncia de la explotación, de la miseria, de la desigualdad, el llamado a la rebelión y a la lucha, resulta más fácil con los métodos creativos del realismo. Se logra un mensaje más directo y, con ello, el ámbito de influencia resulta evidentemente más amplio" (62).

Sin poder abarcar toda la riqueza de la crítica martiana, debe destacarse su criterio de que toda manifestación artística debe ser un reflejo de su época y sobre esa base proyectar su propio análisis crítico. "El teatro ha de ser siempre, para valer y permanecer, el reflejo de la época en que se produce" (63) "… teatro y época son dos ideas análogas" (64) "… la literatura no es más que la expresión y forma de la vida de un pueblo" (65).

Carlos Rafael Rodríguez en sus apreciaciones sobre la literatura reeditó las concepciones martianas anteriores al afirmar: "Para comprender la buena literatura, decía, es indispensable ubicarse históricamente. Será difícil entender a Proust, a Aragón, comprender el Chicago de Bellow, adentrase en los personajes de Dostoievski, o apreciar Fuente Ovejuna de Lope de Vega, si las distintas épocas y las diversas circunstancias que son sus puntos de referencia no forman parte de nuestro análisis y de nuestro disfrute de la obra" (66).

Martí clamó por la identificación del artista con su época y con su pueblo y Carlos Rafael Rodríguez, identificado también plenamente con estas ideas, le recomendaba a los escritores jóvenes "… meterse dentro de la vida de su tierra y de su pueblo, de sus trabajadores, y conocer sus problemas, amasar sus dolores y sus esperanzas. Los grandes libros, decía, no surgieron a partir de las letras, sino a partir de la vida y de sus realidades" (67).

Una de las dimensiones de la cultura que hoy se ha convertido en el más complejo y decisivo escenario del combate político e ideológico, lo constituye la identitaria.

En este contexto y teniendo en cuenta lo mucho que aportó José Martí, a favor del necesario desarrollo y fortalecimiento de la identidad nacional y cultural de los pueblos latinoamericanos, como parte de la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, se expresan a continuación algunos momentos de su ideario que Carlos Rafael Rodríguez no solo valoró en toda su magnitud positiva, sino que incorporó a su acervo cognitivo y a su práctica de difusor de la cultura como acción revolucionaria, con lo que pudo enriquecerlas.

Citado por Carlos Rafael Rodríguez en uno de sus discursos (68) sobresale el destaque martiano a la importancia de la identidad nacional y cultural cuando expresó: "Toda nación debe tener un carácter propio y especial; hay vida nacional sin literatura propia? ¿Hay vida para los ingenios patrios en una escena ocupada siempre por débiles o repugnantes creaciones extranjeras? ¿Por qué en la tierra nueva americana se ha de vivir la vieja vida europea? (69).

Siente y asume la postura martiana Carlos Rafael Rodríguez al citar (70) esa faceta suya de denuncia a lo que él llamó falsa erudición (71), lo interpreta además de manera cabal en sus análisis del libro importado, vencido según Martí, por el hombre natural (72), reconociendo que este lo que combate no es el libro en sí al que nunca estuvo cerrado sino a "… la influencia del libro importado que no encaja en las realidades americanas" (73).

Se percata Carlos Rafael Rodríguez de que en los análisis martianos de la relación entre lo nacional y lo universal, entre lo identitario y la universalidad auténtica, al tratar la relación de las nacientes Repúblicas Latinoamericanas con el resto del mundo, sobre todo con Europa, existe un balance dialéctico que resulta necesario asumir y defender y que se proyectó con vigencia hacia su propia época y hacia el futuro, al afirmar:

"José Martí que ve desde Estados Unidos, la importancia de la autoctonía de América como punto de partida, como elemento esencial, no como elemento total…" (74). No como elemento total, con esto Carlos Rafael Rodríguez analiza que el planteo dialéctico, estaba en que José Martí trataba por una parte de admitir la esencialidad de la autoctonía como elemento decisorio en materia cultural y de formación generacional "La historia de América, de los incas acá ha de enseñársenos al dedillo aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra" (75), pero a la vez, sin excluir ni luchar contra el necesario acceso a la universalidad y decía Carlos Rafael Rodríguez:

"¿Quiere esto decir que nos cerremos en un criollismo, en un latinoamericanismo infecundo? ¿ Quiere esto decir que pongamos barreras entre Cuba y el mundo, entre América y el mundo?. Nada estaría más lejos de José Martí" (76). "Su concepción, expresaba, es latinoamericana, pero al mismo tiempo universal. Recuerden que fue él también el primero que en América tuvo la audacia de decir que patria es humanidad" (77).

Uno de los grandes méritos de Carlos Rafael Rodríguez como estudioso y difusor a lo largo de toda su vida como revolucionario del pensamiento martiano, es su destaque en la continua demostración, de la contemporaneidad permanente del Martí revolucionario, ejemplo y maestro de generaciones, de su ideario político, su destaque en hacerlo próximo a cada nueva generación de revolucionarios, con lo que se añade un primer argumento en la admisión de considerar, las concepciones y el accionar martiano en torno a la política, también como referenciales en la propia formación y desarrollo del pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez en esa dirección.

En un contacto con jóvenes estudiantes de la universidad decía: "José Martí está descubierto ya como maestro de revoluciones desde hace mucho tiempo. Por ello, lo que pretendemos esta noche es, simplemente acercar a ese Martí a nuestra promoción universitaria de hoy, hacer que cada vez resulte más próximo como revolucionario cubano, americano y universal" (78) y afirmaba además "Estoy seguro de que el pensamiento martiano, analizado profundamente, nos llevará por tanto, en todas las dimensiones extraordinarias de sus ideas políticas a la contemporaneidad" (79).

Para Carlos Rafael Rodríguez, dentro de las innumerables vivencias en la acción y en la obra de José Martí que le atraían, a su decir, por su apasionante actualidad dentro de las facetas diversas de su pensamiento de dimensión universal, sobresalía una, a la que consideraba indispensable para el conocimiento de cada nueva generación de cubanos, el Martí conductor político y organizador revolucionario y subrayaba: "Pero quedará trunco el Martí que nuestros jóvenes merecen y reclaman si no atendemos, la vertiente decisiva de su personalidad abarcadora, si dejamos fuera al conductor político, al organizador revolucionario, al vidente en la historia de su tierra y de las tierras de América" (80).

A lo largo de toda su vida como revolucionario Carlos Rafael Rodríguez asumió, la diferenciación martiana de la política como fundamento de las transformaciones revolucionarias y la política como rejuego de intereses.

Martí expresó: "… suele ser villanía la política cuando decae a oficio" (81) y Carlos Rafael Rodríguez afirmaba: "Yo francamente, puedo hablarle poco de los políticos, porque no creo serlo; es decir, yo he ejercitado la política por la vía de la dedicación revolucionaria, y no soy lo que se llama un político profesional, sino un revolucionario profesional" (82).

Del modo martiano de concebir la política, Carlos Rafael Rodríguez se vio influenciado sobre todo por el basamento y orientación ética que José Martí le daba y decía:

"Recibí a la vez, de Martí, un sentido eticista de la política y del quehacer diario, que es evidente en su obra y que años más tarde Cuba volvería a encontrar en Fidel" (83).

"En Martí, la política es una zona de la cultura y la cultura misma es consumada expresión humana al servicio del hombre. Al mismo tiempo el connotado sentido cultural del discurso del maestro y su enfoque sociocultural antropológico en la asunción de la realidad, dimanan de su vocación ética de servicio. Esto significa entonces que la ética en Martí, es mediación central y núcleo fundante de su pensamiento y acción. Y su concepción de la política como todo quehacer del hombre discurre por cauces ético – morales" (84).

Carlos Rafael Rodríguez incorpora a su pensamiento y acción política desde muy joven también a la ética como núcleo fundante, lo cual puede apreciarse en trabajos para la Revista "Juventud" como: "La Política Mala" (85).

En el destaque de la continua demostración de la contemporaneidad martiana, sobre todo en el magisterio de Carlos Rafael Rodríguez ante las nuevas generaciones, sobresale su realce al eticismo martiano que no se detiene en discusiones sobre su origen aunque domina todas las corrientes que discrepan en torno a él, sino que trata de hacerles saber "… que para José Martí, en lo moral y en el mejoramiento moral está una de las fuentes permanentes del desarrollo y del crecimiento humano" (86) "pensar es servir" (87) decía Martí y la " vida (…) misterio sereno de justicia" (88), es decir, amor, solidaridad, virtud y deber. "Política es eso, – afirmaba Martí – el arte de ir levantando hasta la justicia la humanidad injusta; de conciliar la fiera egoísta con el ángel generoso, de favorecer y de armonizar para el bien general, y con miras a la virtud, los intereses" (89).

Considera José Martí que " el gobierno es un encargo popular: dalo al pueblo; a su satisfacción debe ejercerse; debe consultarse su voluntad, según sus aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca el poder recibido contra las confiadas manos que nos lo dieron, y que son únicas dueñas suyas" (90).

Un encargo popular, así veía Carlos Rafael Rodríguez a la política y al gobierno en su denuncia temprana de los males de Cuba Neocolonial, en expresión a la traición de caudillos que escalaron por coyunturas la cima política y se volvieron contra el pueblo, traicionando sus intereses "Allá van – decía Carlos Rafael Rodríguez – de la mano codicia y ambición, danzando el baile de la muerte sobre el cadáver de la patria. Allá va el puñal oculto y la melosa voz, el que en la urgencia de la crisis formuló las promesas incumplidas. Allá va el caudillo de brío a quien la gloria antigua de la guerra le desbrozó el camino. Ellos mientras el pueblo trabajaba paciente vivieron a su costa. De su impericia no podía esperarse las leyes salvadoras. Entraron al poder atados al compromiso y legislaron para su provecho. El extranjero es su apoyo y sostén […]" (91).

Hay en las concepciones políticas de José Martí una enseñanza que reitera y perdura, el imperativo de unir a todos los revolucionarios independientemente de matices diferenciadores de cualquier tipo, que no pocas veces se tornan para algunos esenciales, desembocando en ese mal llamado sectarismo, Martí decía: "… ese ridículo odio de los políticos pequeños a todos lo que no forman en su propia bandería. Acá no hemos de ser así, sino abarcar en igual amor a todos los que de buena fe trabajan por la patria" (92).

Carlos Rafael Rodríguez además de destacar esa cualidad martiana de constructor de la unidad en política, la incorporó desde muy joven a su propio pensamiento y acción, lo que se observa cuando percibe el sectarismo anti – intelectual de los comunistas cienfuegueros a inicios de los años treinta, pero sobre todo al descollar según sus compañeros de lucha estudiantil, como Ladislao González Carvajal y de estudiosos de su obra como Ángel Augier, al jugar un papel decisivo en la consecución de la unidad del Comité Estudiantil Universitario, integrado por alumnos de diversas tendencias, que fue vital para la reapertura de la Universidad en 1937, considerada una victoria rotunda del movimiento estudiantil cubano de la época (93).

La faceta antiimperialista y latinoamericanista martiana, caló temprano y hondo en las concepciones políticas de Carlos Rafael Rodríguez lo cual puede apreciarse en los análisis vertidos por él en sus primeros trabajos, en la sección fija de la Revista "Juventud", denominada "Páginas martianas", entre los que se destacan: "Obrerismo" (94) y "El Oro que nos Mata" (95) o "Alrededor de América y desde su Centro" (96) ubicado este último en el Periódico "La Correspondencia".

La revalorización del pensamiento martiano por Carlos Rafael Rodríguez tiene además de los elementos aportativos señalados, uno que el investigador Cantón Navarro advierte al expresar:

"… que es probablemente Carlos Rafael el primer cubano que realiza un análisis objetivo, abarcador y convincente del pensamiento social de José Martí, y en particular del papel que este atribuye a los trabajadores y sus luchas por la transformación de la sociedad" (97).

La valoración crítica de Carlos Rafael Rodríguez sobre los voluminosos trabajos de Antonio Martínez Bello a los que considera incompletos y excesivos en tanto tratan de mostrar a un Martí orientado al socialismo, confirman el supuesto de Cantón Navarro con relación a la primicia de Carlos Rafael Rodríguez, en torno al análisis integral del pensamiento social martiano y su visión sobre la clase obrera (98).

Existe una plena coincidencia en numerosos autores marxistas cubanos (99) en que las concepciones políticas de José Martí fueron un referente teórico para el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez como líder comunista, lo que se puede corroborar a manera de conclusión citando a Cantón Navarro cuando asevera:

"… son numerosos los puntos de coincidencia en los programas y objetivos de Martí y de los comunistas cubanos; la misma intransigencia en la lucha por conquistar o defender la independencia y soberanía, nuestra identidad nacional y cultural; la misma práctica consecuente de la solidaridad internacionalista, del latino americanismo liberador y del antiimperialismo, idéntico reconocimiento de la igualdad de derechos de todos los hombres por encima de razas, nacionalidades, credos, etcétera y repulsa a toda discriminación injusta y humillante, igual desvelo por la participación real y efectiva del pueblo en la dirección de la sociedad, como la forma más alta de la democracia; propuestas igualmente consecuentes para el desarrollo económico, científico – técnico, social y cultural de nuestros países, atendiendo a las exigencias concretas de cada época; los mismos criterios sobre el contenido, fines y métodos de la educación; similares ideas conformadas en torno al carácter y el papel del arte, la literatura y demás manifestaciones culturales, la misma aspiración a una sociedad basada en el trabajo de todos, en la paz, la justicia y la prosperidad. Martí no le dio nombre a esa sociedad nueva, pero previó su instauración al final de la tercera etapa que según él vivía la humanidad desde el triunfo de la revolución francesa y caracterizó con esas palabras" (100).

El tránsito al marxismo en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez

Como se pudo valorar en el Epígrafe anterior el pensamiento martiano, constituyó además del referente teórico inicial más importante en la formación del pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez, un ideario que lo acompañará toda su vida y que le sirvió de base para acercarse muy rápido al marxismo, en tanto admite que pudo encontrar en este la conclusión racional de las ideas martianas (101).

Carlos Rafael Rodríguez señala que en sus inicios además de la influencia decisiva de Martí en su pensamiento, resultó influenciado por Miguel de Unamuno y por Ortega y Gasset (102) que marcaron dos líneas en su formación intelectual, una según él, agónica y apasionada coincidente con el impulso martiano y otra más intelectual y germánica, que representaba Ortega y Gasset (103) de quien aprendió criticándolo y refutándolo por sus posiciones conservadoras y de renuncia a la identidad en sus primeros trabajos en "La Correspondencia" y la Revista "Juventud"; no obstante reconoció valores dentro de obras reaccionarias de éste como "La Rebelión de las Masas", de donde extrajo esa apelación orteguiana de que "sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el deporte y lujo específico del intelectual" (104) que Carlos Rafael Rodríguez vio como parte de las actitudes ante la vida que debían seguir los hombres de pensamiento y que él mismo practicó.

Unamuno lo impresionó sobre todo por su rebeldía e intransigencia y por su defensa de la identidad cultural y nacional frente a cualquier intento extranjerizante, como garantía que trasciende a la vida y a la muerte y como sentido de la existencia humana, influencia que dejó clara al citarlo con reconocimiento en su trabajo "Paralelo entre Unamuno y Ortega y Gasset", después de destacar que el vasco está enraizado en su tierra y desea que España envíe al mundo un mensaje original en tanto arremete contra los abogados de la europeización, entre los que se encontraba Ortega y Gasset, con palabras de anatema al expresar: "Y vosotros Bachilleres Carrascos del regeneracionismo europeizante, jóvenes que trabajáis a la europea, con método y crítica … científicos, haced riqueza, haced patria, haced arte, haced ciencia, haced ética, haced o más bien, traducid sobre todo kultura, que así mataréis a la vida y a la muerte. !Para lo que ha de durarnos todo! (105).

Después de Martí, Unamuno y Ortega y Gasset, Carlos Rafael Rodríguez, se reconoce tributario de muchas corrientes provenientes de la lectura de José Ingenieros, José Enrique Rodó, (106) Juan Ramón Jiménez, Ramón María Valle Inclan, José Vasconcelos con el que sostuvo correspondencia, los teóricos burgueses sobre el Estado como Hans Kelsen, las literaturas europeas de Vanguardia expresión de las nuevas corrientes de la época, pero deja claro que en el centro de todas están Marx, Engels y Lenin y de que "De ese tumulto de ideas y de concepciones encontradas, – afirma – "salió, ya en 1932, convencido del marxismo" (107).

Reconocerse un convencido del marxismo con 19 años, lo que demuestra un tránsito muy rápido a la ideología revolucionaria, obedece a un grupo de factores que él subraya en distintos momentos, entre los que están: desde los valores inculcados por su madre de rechazo a todo privilegio y desigualdad, el apoyo irrestricto de ésta a sus protestas contra el despotismo académico y sus propias inquietudes académicas, en las que había cierta tradición familiar y que lo llevaron a ser un lector voraz sobre todo de José Martí desde muy joven, (108) hasta el hecho de la atracción que podría brindarle a cualquier joven toda tendencia proscrita, perseguida y calumniada como el comunismo en su época (109).

A lo anterior se suman además su incorporación con solo 17 años a las protestas antimachadistas y las influencias de compañeros de estudios como Orestes Martínez (110) y de amigos como José Sanjurjo (111) de militancia comunista, quienes le facilitaron las primeras obras de Lenin, sobre todo el "Estado y la Revolución", de la que reconoce en numerosas entrevistas, haber tenido una influencia decisiva en su tránsito al marxismo, pues le permitió de golpe que desaparecieran su apego a interpretaciones burguesas del Estado y el Derecho, le propició además una comprensión mejor de "El Manifiesto Comunista" (112), y le facilitó orientarse en la esencia de los problemas de la isla y conocer con más profundidad las raíces de clase de la sociedad cubana y burguesa en general de su tiempo (113).

Junto al "Estado y la Revolución" dos libros del escritor norteamericano Upton Sinclair, "Boston" y "Oil" (114) que leyó casi simultáneamente con la obra de Lenin, pueden agregarse como factores influyentes en la rapidez del tránsito. El primero constituyó su primer choque a su decir, con un hecho de significación internacional y le causó un efecto emocional al mostrarle la crueldad de las fuerzas dominantes en Estados Unidos, que Martí había denunciado, en tanto el segundo, también se articulaba e ilustraba lo aprendido de Martí, esta vez sobre los monopolios lo que facilitó su radicalización en dirección al marxismo.

De estudiante pequeño burgués que concluía el bachillerato, como él mismo se autoproclamara (115) y como resultado de la acumulación dialéctica de los factores señalados anteriormente, se produce su abrazo con el marxismo en solo dos años (1930 – 1931) lo cual se corrobora en sus primeros trabajos (116) periodísticos en el diario habanero "El País", la "Correspondencia" de Cienfuegos y en la Revista "Juventud" y es admitido por él al referirse a ellos después de casi cincuenta años de publicados (117).

La situación histórica que interrumpió los estudios oficiales que realizaba posponiendo su ingreso a la Universidad, permitió que fuera absorbido a su decir, por el activismo revolucionario y por la buena lectura y lo llevó además a entablar correspondencia con destacados intelectuales y profesores universitarios opuestos a Machado y reprimidos por su gobierno entre los que se destacan: Juan Marinello (118), Jorge Mañach (119), Francisco Ichaso y Manuel Navarro Luna.

Identificado con el marxismo ya desde antes de matricular en la Universidad de la Habana en 1934, Carlos Rafael Rodríguez no ingresa en el Primer Partido Comunista, aunque colabora con él desde 1933 en Cienfuegos y después de su entrada en la Universidad a través de su militancia en el Ala Izquierda Estudiantil, organización que se hallaba bajo la influencia del Partido Comunista. La posposición de la entrada se debió en el caso de su estancia en Cienfuegos a ciertas posiciones sectarias de los comunistas en esa ciudad (120), en tanto en la Universidad según destaca Edith García (121), tanto ella como él, no se consideraban maduros para su ingreso y admitían, la necesidad de profundizar más en el marxismo para después solicitar su entrada, la cual se produjo a su elección en un momento definitorio y de gran represión a los comunistas, recién fracasada la huelga de marzo de 1935, con lo que ambos demostraron sus verdaderas convicciones marxistas.

Se impone una vez descrita la forma, rapidez y profundidad con que evolucionó su pensamiento hacia el marxismo, dilucidar cómo lo asumió, teniendo en cuenta que algunos en Cuba y en Latinoamérica lo hicieron de una manera dogmática.

Pablo Guadarrama refiere en su bosquejo histórico del marxismo en América Latina (122) por ejemplo, que un rasgo característico de la personalidad de Mella y que también estaría presente en otros marxistas latinoamericanos, fue mantener un criterio propio sobre las transformaciones que demandaba ésta región y sus diferencias sustanciales con la realidad en que se había producido la revolución socialista en la URSS y afirma que esta postura no se asumió siempre y en ocasiones la copia de esquemas, afectó sensiblemente la visión de algunos marxistas de la región.

Con Mella y Mariátegui, al decir de Pablo Guadarrama, el marxismo alcanzó una mayor raigambre latinoamericana y fue utilizado como un verdadero instrumento crítico para la comprensión y transformación de la realidad concreta y sus estructuras, de forma original y auténtica, alega además que por su vasta cultura y su amplia manera de determinar las cosas desde una perspectiva en esencia marxista.

Mariátegui ha sido considerado con razón como un exponente del marxismo abierto (123) que se pronunció contra aquellos que se dedicaban a exagerar interesadamente el determinismo de Marx y contra los que querían encontrar en él todas las respuestas e indicaciones a los nuevos problemas del mundo contemporáneo, en especial latinoamericano, por lo que señalaba "había que ir más allá de Marx, conservando su espíritu y proyección dialéctica" (124).

Carlos Rafael Rodríguez reconoce el haber transitado por momentos de rigidez partidaria y posiciones dogmáticas (125) de las que extrajo tanto desventajas como ventajas a su decir, sin embargo en su pensamiento marxista, predominó tanto el espíritu e impulso de Mariátegui (126), como el de Mella, a los que no solo estudió sino que los incorporó como referentes a su quehacer teórico y en su propia práctica revolucionaria, no hay más que ver para confirmar la veracidad de lo anterior sus trabajos "El marxismo y la historia de Cuba" (127) sobre todo su acápite "Marxismo no es economismo" y "Vigencia de Julio Antonio Mella" (128).

En el primero como refiere Olivia Miranda (129) Carlos Rafael Rodríguez se empeñó en dar continuidad a la línea de pensamiento seguido por Mella y Villena en torno a demostrar que el marxismo – leninismo no constituía una concepción ajena a la sociedad cubana y que por el contrario solo él podía aportar las claves teórico – metodológicas para poder interpretar la realidad nacional, en tanto se asumiera ésta teoría sin dogmatismos y precisaba:

"Me enorgullezco de pertenecer, desde hace cuarenta años, a aquellos marxistas que sostuvieron, escudriñando más que otros, a Marx y Engels que la superestructura no era un mero trasunto mecánico de la base" (130). Y señalaba además "En todo este modo de ver nuestra historia y el proceso de la cultura y el pensamiento cubanos está implícito el esfuerzo, que no creemos del todo fallido, de evadir el encuadre dogmático – tan frecuente hace cuarenta años – y de recuperar el método creativo que Marx y Engels usaron en El Dieciocho Brumario y en Las guerras campesinas, y que aparece diseñado – creemos que por primera vez en la teoría de habla española – en el ensayo (1943) en que proponemos una escritura de la historia de Cuba que utilice no las supuestas categorías estériles de un marxismo esclerosado, sino la forma vivaz, rica y bullente de los propios clásicos" (131).

En relación con las transformaciones que demandaba la región latinoamericana y sus diferencias sustanciales con la realidad en que se había producido la revolución socialista en la URSS, Carlos Rafael Rodríguez; al igual que Blas Roca (132), asumió siempre la tradición antidogmática de Mella y Mariátegui. Refiriéndose a cómo la avalancha de textos y documentos provenientes del país de los soviets y de las conferencias internacionales, conducían a asumir posiciones sectarias y dogmáticas, expresó:

"Los libros decían, las tesis de las conferencias internacionales del movimiento comunista proclamaban, que el tránsito de la liberación nacional al socialismo sólo podía lograrse bajo la dirección y hegemonía de un partido de la clase obrera, con la ideología del marxismo – leninismo. Era por ello, muy fácil dejarse arrastrar por el mecanismo sectario y dogmático, y no advertir a tiempo que el camino hacia el socialismo había quedado abierto en Cuba por vías excepcionales y que las disputas por una hegemonía teórica resultarían antihistóricas y absurdas" (133).

Mucho falta por esclarecer aún en esa dirección apuntada por Carlos Rafael Rodríguez, en relación con el daño que ocasionó al movimiento comunista internacional, las pretensiones de hegemonía teórica que caracterizaron el desempeño de la Internacional Comunista (134) bajo la influencia del Partido Comunista de la URSS y al desempeño de muchos de los dirigentes de ese partido, después de la muerte de Lenin a las que se agregan las escuelas de ciencias sociales de ese país, las que se ufanaron por tratar de fundamentar teóricamente las posiciones y puntos de vista de estos últimos.

Debe destacarse que junto a las obras, primero de Lenin y luego de Marx y Engels, estudiadas casi al unísono con los trabajos de Sinclair, mencionados, se sumaron obras de escritores liberales norteamericanos de la época como Scott Nearing, Joseph Freeman, Waldo Frank y Lelard Jenks (135), muchas fueron estudiadas por él directamente del inglés, estas obras junto a las de Ramiro Guerra (136), lo familiarizaron con las realidades del dominio imperialista tanto en Cuba como en América Latina y le completaron e ilustraron con ejemplos lo que para él constituyó el verdadero estudio científico del imperialismo, los trabajos realizados por Lenin en relación a éste (137).

Carlos Rafael Rodríguez reconoce que si bien trató de estudiar profundamente a Marx, iniciándose con el estudio de dos de sus obras fundamentales, "El Manifiesto Comunista" y "El Capital", no considera haberlo abarcado completamente, le faltó tiempo según él para enhebrar reflexiones útiles sobre su pensamiento y reconoce que en Cuba en los años ochenta se estudiaba a Marx de modo superficial y mecánico, sobre todo en su dimensión económica, temía además, convertirse de un ortodoxo como a veces creía ser, en un mero repetidor de lo ya dicho y escrito por otros (138).

Por otra parte al autocalificar a su propia obra como polémica y combativa, admite haber dado en ella un espacio mayor a Lenin (139) a quien veía más cercano en tanto le tocó desarrollar el marxismo para analizar y resolver los problemas contemporáneos a su propia existencia; sin embargo decía que a pesar de su genialidad y visión, Lenin era insuficiente para dar respuesta a la dinámica social, lo que exigía de todos la creatividad.

Resulta imprescindible valorar el lugar de Stalin, sus concepciones y obras como referentes en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez, sobre todo porque tanto a él como al resto de las más prominentes figuras del primer Partido Comunista se les ha acusado desde la derecha e incluso desde la izquierda, de que sus ideas siempre estuvieron permeadas por su influencia negativa.

Para Carlos Rafael Rodríguez y sus contemporáneos dirigentes comunistas cubanos, Stalin llegó a estar casi junto a Lenin como constructor del socialismo (140) y en ello confluyeron un grupo de factores que no pueden soslayarse con interpretaciones formuladas después de haber ocurrido el XX Congreso del PCUS (141) y desde una distancia temporal de acumulación dialéctica de conocimientos y experiencia en todas las dimensiones de la ciencia y sobre todo de la filosofía.

Stalin, pese a los ataques a su figura tanto por la propaganda oficial de fuerzas políticas en el mundo, carentes de prestigio alguno por sus posiciones imperialistas, lo que ponía en entredicho cualquier viso de tomarlas en consideración, como de personas honestas a las que la historia dio razón, pero que podían muy bien valorarse como equivocaciones inconscientes pues se correspondían en alguna medida con el otro polo del cuestionamiento, poseedor de un desprestigio evidente, encarnó antes de conocerse en Cuba sus trágicos errores, la figura más visible en la lejanía admirativa de la URSS y de sus casi milagrosas realizaciones en todos los campos, que provocaban de hecho simpatías más que desencuentros. Por otra parte como afirmó Carlos Rafael Rodríguez:

"En la medida en que un hombre puede simbolizar los esfuerzos de un pueblo, un Partido y una dirección político militar, Stalin lo hizo durante la segunda guerra mundial en grado tal que sus adversarios tuvieron que admitirlo" (142).

Carlos Rafael Rodríguez para quien el conocimiento de los errores de Stalin constituyó el acontecimiento que más lo impresionó y que más angustia le ocasionó a lo largo de toda su vida (143), es del criterio de que fue en Cuba donde se rompió con las relaciones de subordinación del partido a las decisiones de la Tercera Internacional bajo la égida de Stalin y que convirtieron al Partido en una fuerza subalterna que actuaba dirigida por la comisión del Caribe de aquella Internacional, con un sometimiento casi total (144). Por otra parte en el orden teórico, si bien en algunos trabajos a partir de los años cuarenta, Carlos Rafael Rodríguez citaba el muy criticado Manual de Filosofía escrito por Stalin (145) y otras obras suyas con lo que se puede introducir un elemento adicional de aguda polémica, en el análisis de su forma de asumir el marxismo, el tema de los manuales, como vehículo para su difusión que se tratará más adelante.

Carlos Rafael Rodríguez no se mostró de acuerdo con la frase de que todo poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, sin embargo estuvo dispuesto a admitir que pese a las diferencias de la democracia socialista con la capitalista, la primera en tanto poder excepcional: "puede dar origen a desviaciones peligrosas dentro de su propio carácter y contenido democrático esenciales" (146).

Resulta aportativo en los análisis que realizó Carlos Rafael Rodríguez sobre Stalin no solo el hecho de que se suscribe dentro de las profundas discusiones que se abrieron en la dirigencia del Partido Comunista de Cuba después del XX Congreso a una tesis apenas insinuada por Palmiro Togleatti (147) que estigmatizaron los adversarios del socialismo a contrapelo de las verdaderas intenciones de este, lo que hizo que muchos dentro del movimiento comunista no la aceptaron. La tesis expresaba que había por encima de los elementos de personalidad señalados por Lenin (148) y el entenebrecimiento de su carácter como consecuencia de desarreglos sicológicos crecientes, algo en el propio sistema que provocara posibilidades de actuaciones tan repudiables.

Carlos Rafael Rodríguez afirmó: "No creo, sin embargo, que hayan sido solo las características personales de Stalin las que condujeron a ese dramático período. Cuando Lenin precavía a los bolcheviques contra aquellos rasgos negativos del carácter de Stalin, estoy seguro de que tenía en cuenta las circunstancias en que se iba a ejercer el poder por quien resultara su sucesor" (149).

Avanzando más lejos que la mera insinuación de Togliatti Carlos Rafael Rodríguez señaló un grupo de factores entre los que estaba el hecho de que, " los bolcheviques habían llegado a octubre llenos de contradicciones originadas en la inmadurez de la teoría" (150) e hijas además de un largo y nada fácil proceso y por otro lado se conjugaban el asedio por la hostilidad conjugada de todos los imperialismos con la intensificación de la lucha de clases interna bajo la forma de permanente guerra civil y que en esas condiciones, " se requería por ello – de toda la serena firmeza y la energía flexible de un Lenin para evitar que las contradicciones fueran resueltas con métodos inadecuados y que comenzara a ejercer la violencia no solo contra el enemigo sino dentro de la revolución, como hizo Stalin" (151).

Carlos Rafael Rodríguez precisó además que en condiciones de circunstancias en extremo difíciles y sitio de una revolución, no solo basta la cohesión en la dirección sino un centro dirigente cuya personalidad esté sin disputa por sobre sus colaboradores y posea las dotes excepcionales mencionadas.

Una muestra de la evolución de sus valoraciones sobre Stalin está en la admisión de que los libros, trabajos y discursos de Stalin con la excepción de su obra contra el trotskismo, poseen simplificaciones teóricas excesivas, aunque reconoce que no hay nada en ellos que lo pueda conducir al nocivo ejercicio del poder en que incurrió o que lo explique, aunque coincide con la crítica del propio Togleatti, que señaló con acierto: "la falsedad de la tesis Stalineana según la cual mientras más avanzaba la construcción socialista más se agudizaba la lucha de clases (152).

Por último, otro tema importante a la hora de valorar la función divulgativa del marxismo realizada por Carlos Rafael Rodríguez y el modo personal de asumir esta teoría, es el tema del uso de los "manuales", elemento de aguda polémica a inicios de los años sesenta en Cuba (153).

Carlos Rafael Rodríguez, reconoció desde 1960 (154) que los "manuales" que se usaban se caracterizaban en muchos asuntos por enfoques dogmáticos (155) y afirmaba: "¿cómo ser en filosofía un buen marxista y al mismo tiempo no ser dogmático? Personalmente estoy insatisfecho con muchos de los libros que leo sobre filosofía" (156).

Consideró por otra parte que el modo en que se realizaba la formación de los economistas en los países socialistas, estaba basado en análisis apologéticos y era de un carácter muy general (157).

Sin embargo era del criterio de que en Cuba no existían personas en ese período capaces de hacer textos de un carácter distinto y decía que:

"Se trata de una cuestión de maduración, y todavía no hemos madurado lo suficiente, carecemos de la vasta cultura que hay en otros países. Aunque tenemos un enfoque más fresco porque somos un territorio virgen, un territorio fresco" (158).

Tenía conciencia de lo negativo del problema en el orden teórico y afirmaba:

"Queremos que este y otros muchos problemas sean resueltos de una manera distinta" (159).

Muchos factores hacían que Carlos Rafael Rodríguez no pudiera desembarazarse completamente de aspectos de la lógica discursiva y textual de los manuales soviéticos, sin embargo las ideas anteriores y otras, expresión de un pensamiento en avance constante, superaba el triple error del que partía según Isabel Monal, el sentido dogmático y simple al que se vio atrapada la teoría marxista en las décadas posteriores a los sesenta: "La tendencia reduccionista y simplificadora de la teoría a pesar de la complejidad y riqueza de la realidad, la confianza excesiva en el propio saber y la entronización de autoridades absolutas" (160).

Tampoco su pensamiento se vio signado en el sentido dogmático, que refiere Fernando Martínez Heredia cuando afirma que: "El dogmatismo implicaba mucho más que libros de texto o monografías, era la atribución de corrección o maldad a todo pensamiento, previa a su ejercicio, que fijaba posiciones alrededor de lo que existe y de lo que se debe estudiar y discutir y ordenaba las opiniones generales que se deben sostener en la política, la economía, la educación, hasta la apreciación de las artes" (161).

¿Cómo hacerlo?, se refería Carlos Rafael Rodríguez a la forma de resolver de manera distinta el tema de los manuales u otros problemas de la construcción del socialismo y respondía: "será un problema de hacerlo mediante el sistema de prueba y error, y es posible que estemos cometiendo y tengamos que cometer otros muchos errores" (162).

En la bibliografía pasiva consultada para la investigación no aparece referencia alguna a la influencia gramsciana sobre la formación marxista de Carlos Rafael Rodríguez. Antonio Gramsci con su filosofía de la praxis fue acusado según Néstor Kohan: ". de idealista vergonzante, solipsista, por los teóricos marxistas soviéticos con lo que se le estigmatizó casi una sentencia de muerte teórica que duró decenas de años y se le aplicaba a cualquier corriente filosófica que cuestionara o al menos problematizara la absoluta objetividad de la naturaleza o de una materia en sí al margen de sus relaciones con la praxis humana" (163).

Un sinnúmero de importantes personalidades del pensamiento marxista cubano de la actualidad como Armando Hart (164), Raúl Valdés Vivó (165) o Fernando Martínez Heredia (166) han reiterado el destaque de Antonio Gramsci como uno de los pensadores que más aportó durante el siglo XX al desarrollo del pensamiento marxista, sin embargo el propio Fernando Martínez refiere que Gramsci comenzó a difundirse en Cuba en los años sesenta (167) y el investigador Aurelio Alonso también lo enmarca en esa fecha (168) y señala además que "existía un pensamiento en la esfera de dirección política en el que predominaba la corriente marxista ortodoxa. Dentro de los actores políticos principales (lo que predominaba) era fundamentalmente una posición ortodoxa, una posición soviética. Eran la intelectualidad del PSP o las inteligencias influidas por la difusión del marxismo conformada desde el PSP" (169).

Carlos Rafael Rodríguez era uno de los intelectuales del PSP en la época citada y en la presente investigación se han expuesto sus criterios con respecto al marxismo soviético, además de su reconocimiento de haber caído en posiciones dogmáticas, sin embargo se ha conocido que recibió influencia positiva del pensamiento gramsciano mucho antes de cuando se estima que Gramsci, se difundió en Cuba por primera vez ya que él lo divulgó a través de su revista "Dialéctica" al publicar de este autor "Benedetto Croce y su concepto de la Libertad" nada menos que en 1947 (170) por lo que hasta ahora va siendo él su verdadero introductor, – al no ser que la ciencia histórica realice un nuevo hallazgo.

El trabajo publicado tiene como era usual en la revista unas notas y comentarios de Carlos Rafael Rodríguez (171) donde este deja clara su posición con respecto al pensador italiano. Decía Carlos Rafael Rodríguez:

"Las cartas desde la cárcel o el confinamiento de figuras como Lenin, Liebknecht Rosa Luxemburgo, son ahora antológicas, a ellas habrá que añadir estas de Antonio Gramsci" (172). Se refería a las que tratan sobre los análisis de la Filosofía de Benedetto Croce. "Gramsci – afirmaba Carlos Rafael Rodríguez – seguiría siendo tras las rejas el conductor sereno, el analista preciso, ejemplo de hombre y de escritores" "… nada expresaría mejor de su personalidad que estas cartas sencillas" "… hechas casi a la memoria, desprovisto de todo aparato auxiliar que tan indispensable resulta para las evaluaciones de éste género, Gramsci demostró en ellas no solo su penetrante sentido crítico sino la cultura profunda… "(173).

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente