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Pensamiento filosófico latinoamericano

Enviado por Maria Soza


Partes: 1, 2

  1. José Martí
  2. Rubén Darío
  3. José de Vasconcelos
  4. Leopoldo Zea
  5. Alejandro Serrano Caldera
  6. Aportes de José Martí a la literatura universal
  7. Aportes de José Martí a la pedagogía
  8. Aportes de José Martí al periodismo
  9. Aportes de Martí a la cultura cubana y latinoamericana
  10. Aportes de Rubén Darío
  11. José Vasconcelos y sus aportes a la educación
  12. Aportes de Leopoldo Zea
  13. Aportes de Alejandro Serrano Caldera
  14. "Pensamientos"

José Martí

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JOSÉ MARTÍ

(La Habana, 1853 – Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y escritor cubano. Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos, su padre fue Mariano Martí de Valencia y su madre Leonor Pérez Cabrera; a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a su educación.

El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la guerra de los Diez Años y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria: publicó una gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria Libre, que contenía su poema «Abdalá».

A los diecisiete años José Martí fue condenado a seis de cárcel por su pertenencia a grupos independentistas. Realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado de salud le valió el indulto. Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia, el drama Adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por la Universidad de Zaragoza.

Durante sus años en España surgió en él un profundo afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba. Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por instalarse en México.

Allí se casó con la cubana Carmen Sayes Bazán y, poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la guerra de los Diez Años, se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por las autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York y se dedicó por completo a la actividad política y literaria.

Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió entonces en el máximo adalid de la lucha por la independencia de su país.

Dos años más tarde, tras entrevistarse con el generalísimo Máximo Gómez, logró poner en marcha un proceso de independencia. Pese al embargo de sus barcos por parte de las autoridades estadounidenses, pudo partir al frente de un pequeño contingente hacia Cuba. Fue abatido por las tropas realistas cuando contaba cuarenta y dos años. Martí es, junto a Bolívar y San Martín, uno de los principales protagonistas del proceso de emancipación de Hispanoamérica.

La obra literaria de José Martí

Además de destacado ideólogo y político, José Martí fue uno de los más grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la etapa de transición al modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos ideales artísticos.

Como poeta se le conoce por Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el contenido; Versos libres (1878-1882), La edad de oro (1889) y Versos sencillos (1891), esta última decididamente modernista y en la que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter popular.

En A mis hermanos muertos el 27 de noviembre (1872), publicado durante su destierro en España, Martí dedica sus versos a los estudiantes muertos en una masacre acaecida en aquella fecha. Su única novela, Amistad funesta, también llamada Lucía Jerez y firmada con el pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas en el diario El latino-Americano entre mayo y septiembre de 1885; aunque en su argumento predomina el tema amoroso, en esta obra de final trágico también aparecen elementos sociales.

Entre sus obras dramáticas destacan Adúltera (1873), Amor con amor se paga (1875) y Asala. También fundó una revista para niños, La Edad de Oro, en la que aparecieron los cuentos Bebé y el señor Don Pomposo, Nené traviesa y La muñeca negra, y colaboró con diversas publicaciones de distintos países, como La Revista Venezolana, la Opinión Nacional de Caracas, La Nación de Buenos Aires o la Revista Universal de México.

Cronista y crítico excepcional, hizo de muchos de sus textos auténticos ensayos, algunos de carácter revolucionario como El presidio político en Cuba (1871) -de gran fuerza lírica-, El Manifiesto de Montecristi o su Diario de campaña. Sus Obras completas (1963-1965) constan de 25 volúmenes.

Rubén Darío

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RUBÉN DARÍO

(Metapa, 1867 – León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.

Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado. Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible.

Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.

No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.

Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".

Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.

En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social"."

En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones burguesas, que aún vería más dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mísera condición. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor.

Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribe Otoñales, que obtiene un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la módica suma de trescientos pesos. Pero es en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se da a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por el a la sazón prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las culturas española e hispanoamericana ha sido brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales, donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista ni la anhelada prosperidad económica, para conocer por fin su legendario París.

El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio con una mujer con la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa, interrumpida por una asonada militar. Más tarde, con motivo de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a España.

El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892 precedido de una celebridad que le permitirá establecer inmediatas relaciones con las principales figuras de la política y la literatura españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se ve ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hace sino avivar su tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis de alcohol.

Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo víctima de uno de los más truculentos episodios de su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio, saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de marzo de 1893.

Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no consintió en convivir con el engaño: habría de pasarse buena parte de su vida perseguido por su pérfida y abandonada esposa. Lo cierto es que Rubén concertó mejor apaño en Madrid con una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a París al comenzar el siglo, tras haber ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde 1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado por el periódico La Nación.

Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona, Mallorca… y es acaso entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza(1905), El canto errante (1907), El poema de otoño(1910), El oro de Mallorca (1913). Pero debe viajar a Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra parte, el muchacho que quería alcanzar una "buena posición social", no obtuvo nunca más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908, relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien muchos años antes le había servido en París de guía para conocer al perpetuamente ebrio Verlaine.

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RETRATO DE RUBEN DARIO A LOS 28 AÑOS

Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste, al parecer, no estaba en disposición de facilitarle este dinero y se hizo el desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios prestados. Según declara ahora, él habría sido el autor o negro, en argot editorial de algunos artículos remitidos en 1905 a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, será al fin el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa, prologará enternecido el extraño libro póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba en libro" y "era gallardamente teatral", citando las propias palabras de Rubén.

Y es que al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos ni aun en muchos casos le alcanzaban para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua española y la obligada gratitud de todos cuantos, después que él, han intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de tristeza a la comunidad intelectual hispanoparlante.

La obra de Rubén Darío

Su poesía, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras hispánicas. Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.

Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" es un gran lírico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.

Pero también América hispánica se está encerrando en un círculo tradicional, con lo norteamericano por arriba y los cantos a Junín y a la agricultura de la Zona Tórrida por todas partes; y allá van sus Prosas profanas, con unas primeras palabras de programa, en las que figuran composiciones tan singulares y brillantes como el Responso a VerlaineEra un aire suave… y la Sonatina. Ha triunfado el modernismo: había que reaccionar contra la ampulosidad romántica y la estrechez realista; las inquietudes de Casal, de James Freyre, de Asunción Silva, de Martí, de Díaz Mirón, de Salvador Rueda, son recogidas y organizadas por el gran lírico, que, influido por el parnasianismo y el simbolismo franceses, echa las bases de la nueva escuela: el modernismo, punto de partida de toda la renovación lírica española e hispanoamericana.

Pero él rechaza las normas de la escuela y la mala costumbre de la imitación; dice que no hay escuelas, sino poetas, y aconseja que no se imite a nadie, ni a él mismo… Ritmo y plástica, música y fantasía son elementos esenciales de la nueva corriente, más superficial y vistosa que profunda en un principio, cuando aún no se había asentado el fermento revolucionario del poeta. Pero pronto llega el asentamiento. El lírico "español de América y americano de España", que había abierto a lo europeo y a lo universal los cotos cerrados de la Madre Patria y de Hispanoamérica, miró a su alma y su obra, y encontró la falta de solera hispánica: "yo siempre fui, por alma y por cabeza, / español de conciencia, obra y deseo"; y en la poesía primitiva y en la poesía clásica española encontró la solera hispánica que necesitaba para escribir los versos de la más lograda y trascendente de sus obras: Cantos de vida y esperanza (1905), en la que corrige explícitamente la superficialidad anterior ("yo soy aquel que ayer no más decía…"), y en la que figuran composiciones como Lo fatal, La marcha triunfal, Salutación del optimistaA Roosevelt Letanía de Nuestro Señor don Quijote.

El gran lírico nicaragüense abre las puertas literarias de España e Hispanoamérica hacia lo exterior, como lo harán en seguida, en plano más ideológico, los escritores españoles de la generación del 98. La Fayette había simbolizado la presencia de Francia en la lucha norteamericana por la independencia; las ideas de los enciclopedistas y de la Revolución francesa habían estado presentes en la gesta de la independencia hispanoamericana: ¿qué tiene de sorprendente que Rubén Darío buscara en Francia los elementos que necesitaba para su revolución? Quiso modernizar, renovar, flexibilizar la grandeza hispánica con el "esprit", con la gracia francesa, frente al sentido materialista y dominador del mundo anglosajón y, especialmente, norteamericano.

Otras composiciones trascendentes figuran en otros libros suyos: El canto errante (1907), Poema del otoño y otros poemas (1910), en el que figuran Margarita, está linda la mar… y Los motivos del lobo, y el libro que contiene su composición más extensa, el Canto a la Argentina, que con otros poemas se publicó en 1914. La prosa suya, además de en Azul y en Los raros, podemos encontrarla en Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1902) y Tierras solares (1904), entre otros trabajos de menor interés concernientes a viajes, impresiones políticas, autobiográficas, etc.

Rubén Darío es un genio lírico hispanoamericano de resonancia universal, que maneja el idioma con elegancia y cuidado, lo renueva con vocablos brillantes, en un juego de ensayos métricos audaces y primorosos, y se atreve a realizar con él combinaciones fonéticas dignas de fray Luis de León, como aquella del verso: "bajo el ala aleve de un leve abanico"; pero la aliteración es sólo un aspecto parcial de la musicalidad del poeta, maestro moderno y universal del ritmo, la imagen y la armonía

José de Vasconcelos

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JOSÉ DE VASCONCELOS

(Nació en Oaxaca el 28 de Febrero de 1882 – Falleció en Ciudad de México 30 de Junio de 1959) Político,

pensador y escritor mexicano. Fue el fundador del Ministerio de Educación en su país, desde el cual desarrolló una fecunda y extraordinaria labor, lo que le mereció el sobrenombre de El maestro de la juventud de América.

Licenciado en derecho por la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1907, presidió en 1909 el Ateneo de la Juventud, del que fue fundador. Fue partidario de la Revolución Mexicana desde sus inicios, ya que participó en el movimiento maderista como uno de los cuatro secretarios del Centro Antirreeleccionista de México. Fue designado codirector del periódico El Antirreeleccionista por Félix F. Palavicini.

En la insurrección de 1910-11 fue secretario y sustituto de Francisco Vázquez Gómez, agente confidencial de Madero en Washington, y fundador del Partido Constitucionalista Progresista. Después del golpe de Estado de Victoriano Huerta, Venustiano Carranza lo designó agente confidencial ante los gobiernos de Inglaterra y Francia, para tratar de evitar que éstos otorgaran ayuda financiera al dictador.

En 1914 fue nombrado director de la Escuela Nacional Preparatoria. Huyó luego a Estados Unidos, ya que Venustiano Carranza pretendió arrestarlo por pecar de crítico. A su regreso asistió a la Convención de Aguascalientes y desempeñó el cargo de secretario de Instrucción Pública durante dos meses en el gabinete de Eulalio Guzmán.

En 1915 se exilió en Estados Unidos. En 1920 se entrevistó con Álvaro Obregón y ofreció su apoyo al Plan de Agua Prieta, que pretendía destituir de la presidencia de la república a Venustiano Carranza, y así consolidar la candidatura presidencial del general Álvaro Obregón. Adolfo de la Huerta lo designó jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes. En este cargo impuso a la Universidad Nacional el actual escudo y el lema "Por mi raza hablará el espíritu".

Continuó en el cargo bajo la presidencia de Álvaro Obregón, quién lo designó titular de la Secretaría de Educación Pública al crearse esta dependencia. Desde este puesto impuso la educación popular, trajo a México educadores y artistas destacados, creó numerosas bibliotecas populares y los departamentos de Bellas Artes, Escolar y de Bibliotecas y Archivos; reorganizó la Biblioteca Nacional, dirigió un programa de publicación masiva de autores clásicos, fundó la revista El Maestro, promovió la escuela y las misiones rurales y propició la celebración de la primera Exposición del Libro. Durante su gestión se encargaron murales para decorar distintos edificios públicos a los pintores José Clemente Orozco y Diego Rivera, aunque algunos han afirmado que dichos murales tuvieron que vencer la tenaz resistencia del ministro Vasconcelos, a cuyo entender Orozco hacía "horribles caricaturas".

Después de la firma de los Tratados de Bucareli condenó el asesinato del senador Field Jurado y renunció a su puesto en la SEP. Fue candidato al gobierno de Oaxaca pero fue derrotado y optó por el exilio. En París y Madrid publicó la primera época de la revista La Antorcha (1924-25). A su regreso a México fue candidato a la Presidencia de la República por el Partido Nacional Antirreeleccionista.

Al anunciarse el triunfo del candidato oficial Pascual Ortiz Rubio, los antirreeleccionistas denunciaron el fraude electoral y Vasconcelos proclamó en Sonora el Plan de Guaymas, llamando sin éxito a un levantamiento armado. Encarcelado después de promulgar su plan, se autodesignó "única autoridad legítima" y desconoció a las autoridades federales, estatales y municipales que "burlan el voto público desde hace treinta años". Ya liberado se exilió en París, donde volvió a publicar La Antorcha. A su regreso desempeñó la dirección de la Biblioteca Nacional durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946).

La obra de José Vasconcelos

Su abundante obra literaria ha sido clasificada en cinco apartados fundamentales. En filosofía, influido sin duda por los escritos de Schopenhauer, al que tenía en gran estima, se convirtió en el adalid de la lucha contra el positivismo y el utilitarismo, que tan gran predicamento habían alcanzado en América por aquel entonces.

En el ámbito filosófico, pueden mencionarse libros como Pitágoras, una teoría del ritmo (1916), El monismo estético (1918) o Lógica Orgánica (1945), que organizan un sistema fundamentado en el juicio estético, donde la belleza se convierte en una forma superior de la realidad y el método sintético de la música pone de relieve lo universal concreto; él mismo afirmó que su doctrina filosófica era "un monismo basado en la estética".

Para Vasconcelos, la tarea de la filosofía consiste en coordinar todas las esferas del ser y todas las facultades del yo, para conseguir una suprema unidad, que ya no es el Logos, sino Armonía. El verdadero conocimiento se obtendría mediante una síntesis que coordinara elementos y modos de aprehensión emocionales, intelectivos y místicos. Cualquier distinción entre objeto y sujeto es sólo fenoménica. La verdad se alcanzaría en el juicio estético, por la vía de la belleza y de la armonía.

En segundo lugar, en las obras de sociología y pedagogía, como La raza cósmica (1925) y Bolivarismo y Monroísmo (1934), pone de relieve una concepción antropológica e histórica que postula la formación en Latinoamérica de una raza futura, que acabará imponiendo la forma superior de vida nacida e influida por su temperamento estético, contraponiéndola a la de la América anglosajona. La raza cósmica, ensayo sobre la identidad americana, incluye controvertidas ideas sobre la superioridad racial.

Un tercer y fructífero campo es el del ensayo y su dilatada labor como periodista: Gabino Barreda y las ideas contemporáneas (1910) o Prometeo vencedor (1920). En este apartado puede incluirse una abundantísima obra periodística, que abarca e incide en todas las vertientes de la actualidad y la cultura.

Otra faceta destacada de su actividad intelectual tuvo como escenario los trabajos históricos, como su Breve historia de México (1937) o Hernán Cortés, creador de la nacionalidad (1941). Dedicó volúmenes biográficos a Simón Bolívar y Evaristo Madero.

Es en sus memorias donde se encuentra un mayor vigor literario, y es gracias a ellas que permaneció como una presencia viva en las letras mexicanas después de su muerte. En éstas se involucran experiencias personales, acuciosas reflexiones conceptuales y la conciencia de haber vivido en una etapa histórica que incluyó la caída de un añejo régimen, la lucha armada de las fuerzas revolucionarias, la consolidación de las instituciones nacionales y la decepción provocada por los sucesivos gobiernos. El ciclo se inicia con Ulises criollo (1935), prosigue con La tormenta (1936), avanza con. El desastre (1938) y culmina con El proconsulado (1939): los cuatro tomos se consideran un modelo del género. El postrer volumen de su obra autobiográfica, titulado La flama, apareció póstumamente (1959). Vasconcelos podría ser considerado un gran historiador si hubiera sido capaz de desprenderse de su pasión incontenible en algún momento.

Autor de una reducida producción dramática, ésta se considera la parte menos relevante de su obra, y sus piezas rara vez se escenifican por carecer de un auténtico sentido del dinamismo teatral. Quizás la más interesante de ellas sea Los roba chicos (1946). Tampoco tiene gran peso su obra de ficción, de la que está ausente la auténtica literatura. No carecen de encanto, sin embargo, trabajos como La sonata mágica (1933) y El viento de Bagdad (1945).

Su ideario político

En su ideario político, inspirado en un regeneracionismo romántico antiimperialista, la Revolución sólo cabe como (en palabras de Joaquín Cárdenas Noriega) "hombría de bien y progreso, justicia social y dignidad humana, libre de personalismos y de charlatanería demagógica." Por ello desconfía tanto de las clases bajas como de las altas y considera que sólo la dirección política de las clases medias puede dar continuidad y estabilizar el proceso revolucionario.

Así afirma: "Pertenecía Manuel Rivas, lo mismo que yo, a la clase media profesional que inventa, posee y administra los tesoros de la cultura en todas las latitudes. Verdadera aristocracia del espíritu. Se halla esta clase colocada entre la rudeza y la incompetencia de los de abajo y la corrupción, el estulto egoísmo de los de arriba. Desventurado el pueblo en que la clase nuestra no domina, no impone la orientación y el sistema. Destruir la clase cultivada, echándole encima al indio que por sí solo no logrará sino acomodarse a ser paria en la Texas grande que será todo México, he allí uno de los propósitos del Plan Pocho Imperialista, y lo han estado cumpliendo metódicamente."

Este programa de regeneración de la Patria, y de América entera, tiene en la defensa de la verdad, aun a costa del sacrificio de la vida, el destierro o la cárcel, el norte que guía, en sus propias palabras, su acción profética: "Proclamar la verdad a la faz de los que apoyan su dominación en la mentira, es función del profeta, más aún que la del héroe. ¡Malhaya el que busca complacer al malvado en vez de denunciarlo! ¡Dichoso quien ve hundirse su barca en mares de traición y de cobardía, y no desiste de condenar la injusticia, el error, el engaño! … Lanzada a la brega, la verdad no puede ser serena, debe ser agitada como la tempestad y luminosa como el relámpago, firme como el rayo que derriba las torres de la soberbia del mundo."

El gran admirador de la España colonizadora y de Hernán Cortés, y gran flagelador de lo que considera vicios de su país, con propósitos regeneradores paralelos a los de la generación española del 98, no se mordía nunca la lengua, como no se la mordía el español Miguel de Unamuno: uno y otro eran filósofos, individualistas, don quijotescos y geniales.

El ilustre pensador mexicano puso de relieve las alternativas que, a su entender, puede plantearse el continente en su ensayo ¿Qué es el comunismo?(1937), donde acaba, sin embargo, confesando públicamente su fe católica aun sin renunciar a sus primeras influencias intelectuales y sin que le escandalicen, en la campaña que realiza contra el imperialismo occidental cuando la Segunda Guerra Mundial está en sus inicios (1939-1940), las coincidencias que en su pensamiento pueden encontrarse con las tesis marxistas-leninistas.

Leopoldo Zea

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LEOPOLDO ZEA

Después de una infancia difícil, en un país convulso y con un marco familiar de peculiares contornos, Leopoldo Zea recibe una educación formal en la Escuela de los Hermanos Lasallanos y en la Universidad Nacional de México. Paga con su trabajo los estudios superiores. Su natural inteligencia y su aplicación le valen el apoyo de importantes figuras de la cultura en México: su maestro José Gaos, Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas. Con la dirección de Gaos compone en 1942 una tesis doctoral sobre el positivismo mexicano, considerado su mejor trabajo en Historia de las ideas. Es el año en que empieza a colaborar con Cuadernos Americanos, otra fundación de exilados españoles, revista que dirigirá a partir de 1986. Al tiempo inicia su carrera de profesor universitario cuando en 1944 Antonio Caso lo propone para sustituirlo en la cátedra de Filosofía de la Historia en la UNAM.

En 1945 termina la segunda guerra mundial y se abre una era de desarrollo y prosperidad para México que coincide con la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952). A partir de 1945 Zea trabaja en su materia por excelencia: el pensamiento latinoamericano, siguiendo las línea trazada por los precursores argentinos: José Ingenieros, Alejandro Korn y Coriolano Alberini. Coinciden el apoyo de la Fundación Rockefeller, la universidad de Harvard y el proyecto colectivo coordinado por Silvio Zavala: Historia de las ideas contemporáneas en América. Zea recorre el continente participando en algunos eventos puntuales como las manifestaciones contra Perón en Buenos Aires y la caída de Getulio Vargas en Río de Janeiro. Lo más importante de su tarea consiste en tejer una red de contactos con pensadores de América, con los cuales seguirá elaborando sus estudios durante décadas: Francisco y José Luis Romero en la Argentina, Raúl Roa en Cuba, Danilo Cruz Vélez y Germán Arciniegas en Colombia, Arturo Ardao en el Uruguay, Francisco Miró Quesada en el Perú, Benjamín Carrión en Ecuador, Joao Cruz Costa en Brasil y Mariano Picón Salas en Venezuela, entre otros.

Mientras México exhibe una sostenida estabilidad política, dictaduras y golpes de Estado abundan en otros países del continente. El pensamiento de Zea se va estructurando a partir de sus textos sobre la filosofía hecha en América Latina como reflexión sobre su identidad entendida en tanto conciencia de la dependencia y lucha intelectual por la independencia. Su línea bibliográfica abarca desde Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica (1949) hasta Discurso desde la marginación y la barbarie (1988), pasando por América como conciencia (1953), América en la historia (1957), El pensamiento latinoamericano (1965) y Filosofía de la historia en América (1976). Diversas influencias se registran en su deriva. Gaos lo introduce en la fenomenología y la filosofía de la existencia, Husserl y Heidegger, la sociología del conocimiento de Karl Mannheim, la filosofía de la historia de Hegel, la antropología de Jean-Paul Sartre, la teorías de los valores de Max Scheler, el historicismo de Wilhelm Dilthey y las grandes líneas del pensamiento romántico sobre la identidad nacional y la psicología de los pueblos, que rematan en Oswald Spengler y un libro de larga influencia latinoamericana: La decadencia de Occidente, traducido al español en 1923.

Viajes y tareas institucionales marcan el resto de los días de Leopoldo Zea: el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, el Comité de Historia de las Ideas, la dirección de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (1966), el Seminario de Historia de las Ideas en América (fundado por él en 1947), el Centro de Estudios Latinoamericanos (1966) el Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos de la UNAM (1978), la dirección de Difusión Cultural de la UNAM (1970). En misión de amistad recorre países recientemente descolonizados o en proceso de revolución de África (1964) y Asia (1964). En 1972, salvando sus reticencias respecto del régimen franquista, visita España por primera vez.

Un episodio importante de este periodo es su acercamiento a la vida política durante el sexenio del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), con su política de desarrollo y sus intentos de democratizar el Partido Revolucionario Institucional, en el cual había ingresado en 1954. Es cuando Zea empieza a colaborar como editorialista de opinión en el diario Novedades (1956). En 1958 funda el Instituto de Estudios del PRI y en 1960 se lo designa Director de Relaciones Culturales. Su paso por la política es entusiasta y termina con una marcada desilusión. El aparato del partido se interpone entre sus proyectos y la base popular que exige una auténtica democracia.

Zea no cesó en sus trabajos editoriales, paralelos a su obra de ensayista. Dirigió las revistas Historia de las ideas en América (1959-1961) y Deslinde (1968-1970), las colecciones México y lo mexicano y Latinoamérica (1952 y 1978). Recibió incontables premios, entre los cuales el Nacional de Ciencias (México, 1980) y el Gabriela Mistral de la OEA (1987). Presidió en 1985 la Sociedad Interamericana de Filosofía y en 1987 coordinó la participación mexicana en el Quinto Centenario del Descubrimiento.

La obra escrita por Zea es ingente. Sus libros superan el medio centenar y sus artículos, introducciones y prólogos son incontables y están por recogerse ordenadamente. Aparte de su extensión cuantitativa, importa la calidad magistral y polémica de su literatura, pues el campo de la historia de las ideas en América Latina, apenas esbozado cuando Zea empezó sus investigaciones, se ha ensanchado en publicaciones y organismos, hasta constituir un capítulo insoslayable en el día a día cultural del continente.

Leopoldo Zea falleció en el Distrito Federal en 2004.

Alejandro Serrano Caldera

edu.red

ALEJANDRO SERRANO CALDERA

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Alejandro Serrano Caldera nació en Masaya-Nicaragua el 5 de octubre de 1938. Su padre fue el Abogado Encarnación Alberto Serrano, y su madre doña Lily Caldera Vega de Serrano. Alejandro es el mayor de 4 hermanos a quien el mundo de la reflexión y la teoría le apasionó desde joven; y el debate y la oratoria disciplinaron su mente. Una mente que ha configurado toda una obra de carácter filosófico, pero que no tiene interlocutores en nuestro medio, caracterizado por una penuria de ideas. Una nueva filosofía de la conciencia y la libertad (1993).

El progenitor de Serrano Caldera fue un notable abogado que se distinguió no sólo por sus dotes de orador, sino también como un prolífero escritor. Eran, los abuelos paternos de Alejandro, el Doctor en Medicina Encarnación Alberto Serrano y doña Angélica Ortega.

Partes: 1, 2
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