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Aproximación a un debate de la naturaleza y sentido de la Democracia desde la Dimensión filosófica (página 2)


Partes: 1, 2

Por eso la opción es la sociedad democrática en la que "el hombre puede encontrar su propia plenitud a través de la entrega sincera de si mismo a los demás"-. Bergson escribió "La democracia es de esencia evangélica y tiene por principio el amor".10

"Ante todo se debe aceptar que la Democracia no es un absoluto ni un proyecto sobre el futuro: es un método de convivencia civilizada. No se propone cambiarnos ni llevarlos a ninguna parte; pide que cada uno sea capaz de convivir con el vecino, que la minoría acepte la voluntad de la mayoría, que la mayoría respete a la minoría y que todos preserven y defiendan los derechos de los individuos". Lo ha expresado con claridad.11

Octavio Paz

Una acotación necesaria

Esta aparente modestia de objetivos (en realidad no hay proyecto políticamente más ambicioso que el que sea compatible con la cordura). Siempre le resulta decepcionante al frenético, al visionario, al devoto de valores absolutos, sea el orden, la libertad o la justicia. Tampoco al que sueña con el "Hombre nuevo", el más vacuo de los mitos y que ha servido como coartada para liquidar masas inocentes de hombres, mujeres y niños "Del plan antiguo" a lo largo de los siglos. La democracia no tiene como objetivo regenerar al hombre, si no posibilitar institucionalmente el cumplimiento autónomo y sociable de su condición indivisa, irrepetible. El hombre así puede ser bueno, malo o regular; extirpar esta ambigüedad moral de su destino no lo mejora sino que lo destruye. Creemos que se diferencia al demócrata del anti demócrata, no porque el primero tiene más fe que el segundo en la democracia, sino por que tiene menos. El anti demócrata le supone a la misma como ideal, unos efectos sorprendentes y milagrosos sobre la especie humana, que no puede tolerar sin amarga decepción, para él la democracia no basta, siempre debe llevar a algo más: debe garantizar la dicha de los ciudadanos, su salud física y psíquica, su tranquilidad espiritual, su prosperidad económica, su virtud religiosa. De ahí que toda democracia históricamente instaurada le parezca corrupta, insuficiente, pervertida y que no vea otro tratamiento que no sea alguna cirugía autoritaria para corregir el desvío.

La pregunta por la naturaleza y sentido de la democracia, no es cuestión que interese a la rama política de la filosofía, sino a la filosofía en si misma como tal fue la democracia requisito histórico para su origen y es condición permanente, indispensable, inexcusable-de su pleno ejercicio. También en las autocracias pos helénicas, en las monarquías absolutas, en las dictaduras y en las tiranías totalitarias, el filósofo lo ha sido en cuanto que ciudadano de la democracia ya una vez inventada para siempre, aunque transitoriamente suspendida; también como critico de la democracia, como cuestionador severo de sus insuficiencias o de sus vicios. Queremos enfatizar que la filosofía expresa el significado de la democracia, comparten igual destino en sus búsquedas y fracasos, en su autonomía y en sus quejas.

Hoy hay un debate incruento acerca de la vialidad de la democracia y de sus numerosos modelos, de que es y no es la verdadera democracia, que si puede darse democracia política en la sociedad en veloz crecimiento, que si se puede resguardar realmente contra los embates de el soborno, nepotismo, partidización, cleptocracia… por eso a los filósofos, no debería dejar de interesarles esa amalgama teórica de la democracia, después de todo la filosofía, no se preocupa tanto de las cosas que pasan como las que no pasan, y para pensar en lo que no pasa hay que volver a hacer el recorrido sobre lo que se supone ya conocido, hacerlo de nuevo presente. No como mera abstracción retórica sino como reorientación permanente de esfuerzo histórico, que debe ocuparnos especialmente en este momento.

¿En qué consiste la revolución democrática?

En convertir a los seres humanos, en cuanto que humanos, en portadores del sentido político de la sociedad, sirve de apoyo y aliento de la interpelación filosófica, que intenta convertir a los individuos en portadores del sentido racional de la realidad y confluyen ambos intentos de transformaciones radicales, que permitan a los sujetos, es decir vanguardias de acciones significativas, no repartidores de fundamento, meta humano, ni encarnaciones míticas, episódicas de un orden que no pueda ser cuestionado. Tanto la democracia como la filosofía se basan en sujetos que no se dedican a profetizar, dar órdenes o guardar silencio sino que discuten y lo más importante, discuten de igual a igual. Democracia y filosofía son actividades parlantes, que a sus enemigos les parece tedioso y retórico, pero que consiste en ofrecer razones y atender mediante la colaboración dialéctica, la siempre revocable verdad política y la también cuestionable (nunca absoluta e inapelablemente cierta) verdad teórica.

La democracia descarta al ancíen régimen que interpretan e imponen las leyes eternas de la divinidad, caudillos carismáticos, familias privilegiadas, colectivismos unanimistas y uniformizadores, basados en la nación, la etnia, raza, en resumen cualquier intento de naturalización o teocratización del principio político. Pero también confronta de antemano la moderna primacía efectivamente excluyente de los técnicos, de los expertos en decidir por los ciudadanos que ellos creen predestinados a obedecer decisiones ajenas de los entramados económicos de todo pelaje. Por su parte la filosofía desautoriza a los portadores del oráculo, los fabuladores, los adivinos, los predicadores de dogmas de fe y obediencia, los que no conocen mayor argumentación que la autoridad académicamente refrendada, los poseedores de habilidades instrumentales que aconsejan renunciar a la teoría, los gestores de una eficacia entendida como verdad.

Razón de más para recordar contra viento y marea la vigencia ideal de esos principios. Parafraseando lo que dijo el derribado Don Quijote, que no era demócrata ni filosofo, cuando le pidieron con la lanza al cuello que desmintiera el ideal de belleza de Dulcinea por la que vivía y luchaba: manifestó "No es bien que nuestra flaqueza defraude esta verdad".12

El tiempo mítico y ciclos infrangibles

Paseémonos por la invención política de individuo, pues es la fundamental aportación de la democracia incluso el apellido de "Política" es innecesario, por que antes del protagonismo del individuo hay hordas, tribus, comunas, monarquías faraónicas, imperios, caudillos, historia, incluso; pero política no. La política aparece con la democracia, es decir con la autonomía social de los individuos, y lo que retrospectivamente llamamos política en los momentos pre democráticos se debe, precisamente, a la exaltación, a la individualidad, en Reyes, Faraones, Monarcas y demás, a costa de la des individualizada sociedad que los sostenía: de modo que la protopolítica la hicieron unos cuantos Mesías exaltados. Solo esos Príncipes tenían a nombre propio derecho a una tumba con su debido (mausoleo, al parentesco con los Dioses). Los primeros individuos son divinos y las ciudades que fundaron reciben el nombre de su celeste individualidad.

Una de las mejores investigadoras hispanas de este fenómeno, María Zambrano, lo consigna así en persona y democracia: "El individuo, en tanto que único, aparece pues bajo una mascara no humana: es sobrehumano en virtud de una divinidad que le sitúa aparte y sobre los demás hombres".13 Como sentencio Oscar Wilde, "La evolución es ley de vida y no existe evolución que no sea hacia el individualismo".14 De esa evolución en un lugar espiritualmente privilegiado que fue La Grecia antigua (su privilegio espiritual se debió sobre todo, a la intersección de culturas y al mestizaje, múltiple confrontación de diferencias, fecunda por el consiguiente escepticismo que comporta sobre lo que uno es y luego sobre lo que es todo lo demás). No hace falta recordar que la democracia griega era aún muy restringida, pues dejaba fuera a las mujeres, a los metecos y a los esclavos.

Sin duda el individuo como tal, en su realidad de hecho aunque sin autonomía de derecho, en tanto "Sustancia individual de naturaleza racional" como diría algún filosofo escolástico, preexiste al acuña miento de la formula democrática. Pero en este encuentra una posibilidad nunca antes estrenada.

Regresemos de nuevo a María Zambrano: "Individuo humano los ha habido siempre, más no ha existido, no ha vivido ni actuado como tal hasta que ha gozado de un tiempo suyo, de un tiempo propio".15 No el tiempo mítico de los ciclos infrangibles, el tiempo irreversible, el que no vuelve. Ese tiempo a escala humana no se refleja en los mitos, sino en las tragedias: y por supuesto, en la obra de los historiadores. Es el tiempo político por excelencia, es decir, el tiempo de la polis, pero íntimamente ligado a nuestra naturaleza de seres dotados de lenguaje.

Pueblo como facción de la sociedad

Alguien dirá que insistimos demasiado en el individuo y aún no hacemos mención al pueblo. También ese concepto de "Pueblo" requiere un examen más riguroso. En la mayoría de las ocasiones se presenta al pueblo como entidad colectiva con dos prejuiciadas características: por un lado, el pueblo representa una parte de la sociedad, la más sana, la "Buena" y por lo tanto la única legítimamente autorizada para decidir políticamente, contrapuesta a otras secciones "Malas" o enfermas del conjunto, sean aristócratas, capitalistas, enemigos de la patria, incrédulos, inmorales, chusma; por otro lado para saberse parte del pueblo elegido (todos los pueblos se creen elegidos), el pueblo tiene plena autonomía porque sus integrantes renuncian a tenerla fuera de él (de este requisito suelen sentir ser la excepción los escogidos del pueblo) es decir, los que hablan en su nombre y de ese modo conservan el suyo propio, como encarnaciones privilegiadas y "Guías naturales". Esta concepción del pueblo como facción de la sociedad con autoridad sobre el todo, apunta ya en planteamientos que nos vienen de la Grecia clásica: Aristóteles ve en ella la degeneración demagógica de la democracia (para él casi inevitable) y el fragmento anónimo-aunque atribuido a Jenofonte que lleva por titulo Azenaion Politeia, un panfleto antidemocrático de claro sesgo oligárquico, las denuncias contra el sistema ateniense arremeten en la misma dirección.

El sistema democrático se ha distinguido en todas sus épocas por la abundancia de sus descontentos, frente a la docilidad resignada o la fervorosa adhesión que han despertado siempre las autocracias. Vivir en democracia consiste en saber que uno puede estar ruidosamente descontento del régimen político en que vive. Como la democracia no resulta de cumplimiento de un paradigma ideal preestablecido e indiscutible, sino de la búsqueda polémica de lo colectivamente más conveniente, la insatisfacción vital por la tardanza en el logro de lo mejor. Según aumenta el número de ciudadanos, se exaspera la frustración de cada uno de ellos. El "Cada cual" nunca se reconcilia con el "Todos". De ahí el rasgo señalado por el historiador Francois Furet, como propio de la democracia y único en la historia universal: "La capacidad infinita de producir niños y hombres que detestan el régimen político y social en el cual nacieron, que odian el aire que respiran, aunque vivan de él y no hayan conocido otro".16

Si bien se considera que lo más llamativo de la revolución democrática, haya sido en sus comienzos la igualación de derechos políticos entre los pobres y los ricos. Para un griego, el que personas obligadas a trabajar para vivir (no muy lejanas por tanto de la condición de metecos y de esclavos) intervinieran en la cosa pública al mismo titulo que los terratenientes y otros ociosos de alto linaje, resultaba un escándalo que a juicio de los más conservadores no podía presagiar nada bueno. En siglos sucesivos, un fenómeno parecido suscito la pretensión de que tuvieran derecho al voto, los que se encargaban de tareas serviles, los que no poseían un determinado nivel de renta, los faltos de educación y conocimientos, las mujeres y los llegados de tierras forasteras. Frente a esta alarma de signo oligárquico conservador y excluyente, emergió la rabiosa apuesta por los desheredados de el marxismo: ¡La democracia consiste en que manden los de abajo, los de manos encallecidas, los pobres, los carentes de instrucción! Que manden ellos y que se tomen su histórica revancha.17 Ambas actitudes son reaccionarias, tienen una visión parcial y limitada del pueblo, y esa visión miope es radicalmente antidemocrática. No puede haber pueblo contra nadie sino pueblo con todos. Desde luego, tropieza con la evidencia de la desigualdad efectiva de patrimonios, condiciones, dotación intelectual, sexo y demás. Su apuesta es la de igualar según un principio superior los derechos políticos de quienes son de hecho diferentes, según múltiples y relevantes criterios. Ese principio unificado no puede ser sino la afirmación de una opinión sobre los seres humanos en cuanto a tales: seres dotados por igual de razón, capaces de lenguaje y por lo tanto de comprender lo común de los intereses aún sin minimizar su importante diversidad.

Sin embargo la autonomía política de los individuos reconocida por la isonomía democrática (igualdad ante las leyes e igualdad para participar en su promulgación y en la revocatoria de las mismas). Queda ya indicado que lo verdaderamente revolucionario de la democracia es subsumir todas las desigualdades efectivas (de rango, aptitudes, raza, familia, sexo, credo, educación), bajo una superior igualdad legal y política.

¿Es el Estado antitético de la democracia?

A raíz de su famoso examen del sistema político de Estados Unidos, Tocqueville concluyo, que los pueblos democráticos aman más la igualdad que la libertad. Sin embargo, los sistemas sociales de tendencia efectivamente igualadora no aparecieron en los países decididamente más democráticos, sino en regímenes de paternalismo autocrático, como La Alemania de Bismarck. Aunque el efecto y la propensión niveladora parece intrínseca al modelo democrático por las razones mencionadas, la única forma de llevarla a cabo es aumentar el volumen organizativo y coactivo del Estado, lo que pronto resulta antitético, no solo con la libertad de los ciudadanos más emprendedores, sino la capacidad de los mismos para articularse con el Estado en todas sus instancias, para redistribuir y proteger el Estado, debe crecer cada vez más apoyado por una estructura burocrática de especialistas en administrar la indomable complejidad del mismo. Tales expertos en decidir "Mejor", se sentirán pronto con la facultad de decidir por los demás, a contrapelo de que estos decidan por si mismos. Este peligro de autocracia logra sin embargo que llegue a convertirse en el ideal de algunos, el Estado mínimo menos coercitivo y más controlable isonómicamente por los ciudadanos…, pero la égida de cual la desigualdad entre las oportunidades sociales de unos y de otros, vuelven a aumentar peligrosamente. Romper este círculo vicioso no parece nada fácil.

La democracia nació en pequeñas sociedades: Aristóteles consideraba que cien mil ciudadanos son una multitud desmesurada que acaba con cualquier polis. En el presente los países democráticos abarcan millones de ciudadanos. Las antiguas democracias fueron agrarias y artesanas, lo cual reducía los márgenes de posible enriquecimiento desigual; las subsiguientes se han ido formando en industriales e hiperproductivas, dando lugar a astronómicas acumulaciones de riqueza e insólitas diferencias de fortunas.

Mantener la idea de una comunidad real de intereses, resulta a veces poco más que un esfuerzo retórico, por enmascarar el funcionamiento efectivo de un sistema, en el que algunos aprovechan las ventajas y otros acumulan las dificultades. Los primeros denominan explicablemente "Libertad" o defensa de la autonomía política en cuanto que protege su prosperidad; los otros, en cambio, sostienen no menos justificablemente que la única libertad que requieren es resguardarse de la insaciable voracidad de las Elites Económicas y poder por lo menos contar con la prestación de Servicios Públicos de asistencia, que compensen su escasez de recursos. El equilibrio entre tales demandas sobre todo si se consideran las cosas más allá de lo nacional, a escala mundial, está sin duda todavía por inventarse.

Acechanzas a la democracia. La cleptocracia

Dos de los males más sobresalientes que hoy debilitan a las democracias desarrolladas provienen de la perdida de virtudes tan necesarias, lo que ha desembocado en episodios vergonzosos de corrupción política, lo que algunos teóricos lo consideran como el paso de la democracia a la cleptocracia. Por otro lado en el plano estético, sobre todo las diversiones tribales o tradicionales, no son ni las más refinadas ni las más complacientes y elementales. En las democracias en que vivimos, el desconcierto de cada ciudadano respecto a lo más recomendable para alegrar su vida, suele desembocar en la ridiculez mimética (quienes son individualistas pro derecho político no se fragmentan, sino que se uniformizan solos, por miedo o vanidad en su adocenamiento). Recordemos que ahora la mayoría de los ciudadanos tienen a su alcance, eventos educativos, musicales, literarios, disfrutes que antes estaban reservados a los aristócratas. Sin embargo, la mayoría opta por desmochar lo más posible estas ofertas exquisitas y se inclinan por los que menos esfuerzo intelectual, exigen y se acercan a los refocilantés postulados de brutalidad.

Del mismo modo que la filosofía la componen más que un repertorio de trascendentales certidumbres, un conjunto de antídotos contra intransigentes alucinaciones colectivas, también la democracia es más relevante por lo que evita, que por lo que proporciona.

El adocenamiento video conducido

A menudo oímos decir que el mayor peligro de la democracia es llevar al poder a quienes no son demócratas. Como lo señala Cioran, "La paradoja trágica de la libertad es que los únicos que la permiten no son capaces de garantizarla".18 Una de las formas de esa paradoja es que los grupos políticos que no creen en la democracia (por fanatismo religioso o político), pueden conquistar el poder en unas elecciones transparentes.

Las decisiones democráticas son mayoritarias, pero no toda decisión mayoritaria es democrática. Ninguna mayoría tiene derecho democrático a votar a favor de la sumisión sin derechos de las minorías, o para imponer la desigualdad política en razón de sexo, creencias y clase social. La autonomía del individuo, base del proyecto democrático, exige que nadie sea identificado irreversiblemente en sus acciones buenas o malas.

Concluyamos esta aproximación. Desde el punto de vista filosófico, aquí intentado, la democracia es la verdadera y radical revolución política acaecida en al historia humana. Repetir sus conquistas frente a cualquier otro modelo de comunidad humana resulta hoy ya fastidioso por lo trillado, lo cual ha conducido a muchos espíritus inconformistas a rechazar cualquier veleidad, no para denunciar sus carencias y contradicciones- lo cual es, además de licito, imprescindible-, sino para demoler sus principios. Pero aunque no fuese así, aunque la democracia resultara menos "Eficaz" y más "Desordenada" e "Insegura" que las formulas autocráticas (tal como los autoritarios enemigos de sus formalismos siempre han sostenido), seguirá siendo humanamente preferible, filosóficamente preferible, trascendentemente preferible, a cualquier otro sistema de organización social. Pues lo más revolucionario de la democracia no es lo que puede lograrse por medio de ella que es mucho-, sino lo que ella hace con los seres humanos.

Advirtamos de paso, a los simpatizantes hacia formas autoritarias con apariencia de "Benéficas" que ninguna conquista socialmente positiva (en educación, en asistencia de salud, vivienda, trabajo, prestación de servicios públicos), esta ligada por razones intrínsecas a la abolición de las libertades democráticas: todas podrían lograrse sin renunciar a ellas que son verdaderamente deseadas por los ciudadanos. Además no hay vuelta atrás; como la evolución, como el escepticismo ante los dioses, la autonomía de los individuos ha sido conquistada para siempre y nunca será ya olvidada. Si es preciso, una y otra vez será reavivada desde su fogón, cuando parezca no ser más que un frío montón de cenizas. De modo que la tarea actual consiste más bien en una sana universalización real de la democracia, pues parece imposible mantenerla acotada a unos cuantos reductos nacionales privilegiados, mientras se globaliza la economía, se mundializan los movimientos migratorios y los problemas fundamentales (superpoblación, defensa, guerras…), no pueden ser enfrentados sino a escala planetaria. La mundialización de la democracia tiene también otra vía no menos importante: su emancipación de justificaciones étnicas o nacionales. Aunque cada una pueda y deba conservar la memoria en que se ha fragmentado su subjetividad, la comunidad democrática se compone de desarraigar políticos caracterizados no por la raza, la etnia o cultura a que pertenecen, sino por las leyes comunes que acatan y en cuya promulgación o revocación han participado.

En este sentido el inmigrante, el que vino de afuera y de lejos, el diferente que se compromete a someter sus diferencias a la ley compartida que nos rige, no solo no es un obstáculo, sino que constituye el mejor paradigma de la democracia. Otro de los riesgos que hoy amenaza a la democracia, es su gradual demolición desde adentro, por el entramado que han articulado a escala planetaria los grandes medios de comunicación de masas, que en su mayoría no son sino el ariete de los más conspicuos intereses monopólicos.19 "La simplificación y el adocenamiento video conducido, comprometen su madurez intelectual, sin la que es difícil augurar un futuro placido a las libertades democráticas". Recordando lo que decía Nietzsche, que ni fue demócrata ni solía oficiar como maestro del conformismo: "Los defensores de la verdad escasean más no cuando resulta peligroso sino cuando resulta aburrido".20

Democracia vs autoritarismo

La democracia esta basada, en las actuales sociedades masivas, en una concepción abierta, en la consolidación de las instituciones, en el pluralismo y el estado de derecho, así como en el desarrollo de nuevos mecanismos, instrumentos o canales de participación ciudadana, además de los partidos políticos, como por ejemplo las asociaciones vecinales, comunitarias, académicas, corporativas, las diversas organizaciones no gubernamentales y especialmente la promoción del acceso ciudadano a los medios masivos de Comunicación Social.

La globalización, igualmente, ha propiciado el desarrollo de una concepción de la democracia, mas que como un sistema político, como una postura ética, un modo de vida que transciende los limites nacionales e implica un conjunto de principios y valores de alcance universal (un bien "no negociable"), entre los cuales la libertad y dignidad de todas las personas constituyen derechos humanos inalienables siguiendo a Robert Dahl.-21 es inherente a la Democracia la existencia de seis instituciones que la garanticen, entre las cuales hay tres que son claves, desde el punto de vista de la opinión publica: libertad de expresión, acceso a fuentes alternativas de información y ciudadanía inclusiva. La primera implica el derecho, sin temor a un castigo severo, de pronunciarse sobre los asuntos políticos, en sentido amplio, que incluyen crítica del Gobierno, de los cargos públicos, del orden socioeconómico, del régimen político y de la ideología predominante. La segunda consiste en contar con fuentes independientes y alternativas de información de otros ciudadanos, expertos, libros, revistas, telecomunicaciones en general que no estén bajo el control del gobierno de turno ni de otro grupo político en particular y estén efectivamente protegidas por la Ley. La tercera significa que todo adulto, residente permanente de un país y sujeto a sus leyes, tenga todos los derechos de los que otros disfruten, a fin de que las otras cinco instituciones políticas necesarias para una democracia efectiva y a gran escala se cumplan.

En esta dirección Sartori acota: <<El nexo entre opinión pública y democracia es constitutivo: la primera el fundamento sustantivo operativo de segunda>>.22

"Quien teme decir lo que piensa acaba por no pensar lo que puede decir".

Un sistema autocrático, al contrario, se caracteriza por:

1) Organizar la información de manera mono colora, mono céntrica, de acuerdo con los parámetros del dogma doctrinario; 2) todos los elementos de socialización principalmente la escuela, se convierten en instrumentos de la única propaganda: la del Estado y queda abolida la distinción entre propaganda y educación; 3) se proyecta como un mundo cerrado que rechaza parámetros externos y censura los mensajes del mundo circundante; y 4) es un mundo permanentemente movilizado, en el cual la presión de los activistas del partido logran demoler al líder de opinión con más eficacia, que la fuerza policiaca.

Conclusión: perspectivas en Venezuela

En Venezuela se disloco el modelo de Estado paternalista, asistencialista, clientelar e interventor, así como el papel colonizador de los partidos políticos tradicionales de la sociedad y de su proceso de modernización, a través de la centralización estatal y de las estructuras anacrónicas clientelares del Estado como una de las fuentes principales de participación política. Frente al colapso de los partidos hegemónicos y su desprestigio creciente, frente a las demagógicas relaciones entre Sociedad y Estado, o la indiferencia, pasividad y rechazo de la Sociedad ante el Estado, se requiere en esta circunstancia aciaga por la que atraviesa el país, una cada vez mayor y más activa participación de sus ciudadanos.

El esfuerzo de profundizar, como sistema político más saludable, la democracia ha significado en el pasado reciente acentuar la tendencia a rechazar el papel de los partidos, desprestigiados por su poca solidaridad y escasos principios Morales de su clase dirigente, lo que los invalida para intentar cualquier iniciativa en este difícil transito y a fortalecer la organización ciudadana e incrementar su presencia activa en los innumerables debates públicos de interés nacional.

En un escenario de aparente ejercicio pleno de la Democracia-, constitucionalmente definida como "participativa y protagónica" desde 1999, en el concepto venezolano, bajo el mandato del Presidente en ejercicio, parece imponerse, en cambio, de manera unilateral, el paradigma "hegemónico-subordinado" ,23 con su correlato de intolerancia, monocracia y exclusión del disenso. Lenguaje oficial hostil a los procesos de integración regional, un viraje en la política exterior subordinada a los dictados de la miope "revolución bolivariana", tratando de forzar alianzas en detrimento de las existentes con nuestros socios y aliados hemisféricos y a favor del incierto mundo Islámico Fundamentalista y del fosilizado régimen Castrista. Las repercusiones de esta acción crecientemente aislacionista con respecto a la tendencia de apertura, interdependencia y planetarización de los valores y principios democráticos.

En el contexto venezolano, la agonía del populismo y la puesta en evidencia de sus límites y contradicciones no justifica la vuelta a un agotado pacto de las elites. Tampoco significa prolongar las características del Estado tentacular y omnipresente con sus secuelas de ineficiencia, despilfarro, sobrecarga y nula capacidad de respuesta ante las demandas ciudadanas. La redefinición del Estado-providencia y por lo tanto, la vuelta a un Keynesianismo reformado o "Neo-keynesianismo" pasa en Venezuela, por la estrategia de acumulación que estimule la demanda efectiva y propenda a la creación acelerada de empleo productivo y competitivo; fortalecimiento de las instituciones y de la responsabilidad social del Estado. Un Estado fuerte no significa un Estado autoritario, interventor sino con responsabilidades bien delimitadas, con instituciones solidas, con reglas constitucionales claras y una sana y sincera relación de cooperación entre el Estado y la Sociedad. Única y real salida el flagelo de la pobreza y el subdesarrollo en el complejo escenario de la globalización planetaria de todos los procesos, sociales, políticos, económicos y culturales a partir de los nuevos paradigmas científicos y tecnológicos, que Venezuela y los países latinoamericanos, afrontan por sus características estructurales, en condiciones desventajosas.

Hay que confrontar el proyecto anacrónico, autoritario, fragmentario y exclusivo en lisa, a pesar de todas las rimbombantes y Épicas proclamas que anuncian cambios radicales que la acción cotidiana contradice, pero sobre todo hay que quebrarle la espina dorsal a la torcida visión política predominante, sostenida en estereotipos conductuales que inducen a la irresponsabilidad, el inmediatismo en repetir viejas practicas de personalismo y caudillaje, sin rostro ético ni programático, con intentos de conceptualizaciones llenas de tópicos marchitos, que han contribuido a forjar y mantener a la base social de popularidad del actual mandatario, con todo y los ocho años de precarios logros en todos los ámbitos de las políticas publicas.

El desafío para la democracia eficiente o a la que aspiramos la mayoría de venezolanos es la inclusión social. Esta implica la reducción al mínimo de las asimetrías de poder. No se trata solo de un asunto de justicia social. La inclusión es principalmente un reto político, sin ella está en juego la estabilidad de la democracia misma. La otra cara de la moneda que se soma en este momento, es la exclusión generadora de violencia que liquida toda posibilidad de convivencia y lacera nuestro sensible tejido social. Hay que apostar por la esperanza, sin ella no puede ser construido un proyecto y sin convivencia pacifica no puede serle garantizada su viabilidad. No habrá democracia genuina. Sin justicia ni solidaridad social, pero tampoco la habrá sin tolerancia, sin respeto a las diferencias, sin derecho a los disensos, a las libertades y al pluralismo; sin transparencia y sin rendición de cuentas, porque se vuelve al camino fácil de las dañinas y viejas practicas populistas, y a el reparto nefasto de cuotas de poder y de prebendas basadas, no a la devoción, entrega y profesionalismo al ejercer una función determinada, sino en la viciada vinculación con las redes del poder de turno, a la filiación partidista, al compadrazgo, y esto no apunta al interés ciudadano inclusivo, sino al sectarismo ramplón de la distribución obscena del poder en función de intereses partidistas y no al interés de la condición de ciudadanos.

Para terminar, una ultima reflexión, no debemos engañarnos. El colapso de la "democracia" de los partidos, en la que se basó la modernización venezolana durante medio siglo y su duro cuestionamiento por sus perversiones ultimas, no significa que en una simplificación extrema sentenciemos la muerte de los partidos, que no pueden pretender como ayer, subordinar a sus intereses a los ciudadanos, como estos tampoco pueden desentenderse de los partidos ni de su acción política; tienen la imperiosa necesidad de ser aliados en una perspectiva democrática, para contrapesar la vocación concentradora de poder, o las tendencias autoritarias de un Estado conducido sin mediaciones, Cohen y Arato agregan, "Tal papel político es inevitablemente difuso e ineficaz. Por consiguiente, el papel de la sociedad política entre la sociedad civil y el Estado es indispensable".24 Y este es precisamente, el tamaño de la responsabilidad de los partidos políticos en su función de articuladores entre las demandas sociales y la capacidad del Estado para darles adecuada respuesta. Siempre y cuando los partidos reconduzcan su acción con parámetros distintos, no adscriptivos no clientelares; modernos, humanizados, participativos eficientes con organizaciones internas, agiles, programáticos con un profundo sentido ético, que se planteen el ejercicio del poder desde la perspectiva de una genuina cultura política democrática.

"Después de este recorrido es natural preguntarse hoy, en el umbral del siglo XXI, qué se puede hacer ante la barbarie, y no creo que haya respuesta definitiva. Hay quienes creen que es posible un cambio de mentalidad que no se quede en la superficie, en el nivel de las ideas. Lo que hemos vivido en esta época basta para desengañarnos. Ya sabemos que el hombre nuevo que se ufanaba del país comunista el modelo no era tal, seguía siendo el hombre de siempre con el agravante de estar privado de libertad, aterrado por el big brother, aplastado por el Leviatán totalitario, luego el partido y su líder, el nuevo Dios quien había decidido que representaba al pueblo, la revolución, la historia, el futuro, la verdad, el paraíso, y era el único que en realidad hablaba; a los demás solo les correspondía oír porque habían perdido el idioma. Semejantes encarnaciones son funestas. El hombre nuevo, era pues, un ser mutilado que ni podía sacar del pecho su voz.

Es evidente que todas las revoluciones han sido un fracaso, además con un costo incalculable de sangre, pero todavía hay personas, casi siempre generosas, que creen en la de nuestro tiempo. Tal vez piensan que la próxima será distinta, que la libertad será preservada, que se evitaran los errores cometidos por los anteriores, y por fin las mañanas cantaran, pero de hecho lo que hacen es perder el presente, el otro nombre de la vida, sacrificándolo en nombre de una fantasmagórica tierra. Podrían optar por la evolución, pero ella no es espectacular, no posee rebrillos alucinantes, no se presta para el lucimiento del yo, no brinda muchas ocasiones para los discursos excesivos, no alienta esa hybris que los dioses castigan. Es modesta, es prudente, es cívica"… 25 Cadenas Rafael (2001) "Sobre la barbarie" libro 2. – pág. 575-576.

Bibliografía

1 GINER, S., "Los Orígenes del pensamiento critico". En Historia del Pensamiento Social. 2da. Edición ampliada y revisada editorial Ariel. Barcelona.1975. pág. 41

2 IBÍD., Pág. 56

3 PLATON., El político. Introducción, texto crítico, traducción y notas de Antonio González-Lazo. Edit. Clásicos políticos, Madrid 1955, pág. 305.

GINER, S., "Los orígenes del pensamiento critico" Ibíd. Pág. 5

4 AQUINO., T de. Política, II, Lec. 17, pág. 344, O.P Pueblo y Gobernantes al servicio del Servicio del bien Común. Edit. Euroamericana, Madrid. 1956.

5 LOCKE, J., Tratados sobre el Gobierno Civil 1690. Cartas a la Tolerancia 1659. Enciclopedia Atlas de Filosofía, Grupo Océano. Pág. Siguiente 820. Barcelona España.

6 SIEYES E. J., Conde Sieyes, (Fréjus, 3 de mayo 1748 P 20 de junio de 1836). Político, revolucionario y académico. Uno de Los teóricos de la Revolución Francesa, sus puntos de vista los expuso a través de lo que llamo ¿Qué es el tercer Estado? Fue elegido como el último de los diputados de Paris en los Estados generales. Otra Obra Cumbre fue Ensayo sobre los Privilegios. Diciembre 1788, según investigación de Chantal López y Omar Cortés.

7 TOUCHART, J., Historia de las Ideas políticas, serie de Ciencia Política Dirigida por Manuel Jiménez de Parga 6ta reimp., 1979. Editorial Tecnos, S.A Madrid .Págs. 353,355, 356, 357.

8 ANDRES D., Bibl.: F.Bockle. Edic, El Derecho Natural, Herder. Barcelona. 1971. Osuna A, Derecho Natural y Moral Cristian. San Esteban, Salamanca, 1978.

9 F.A. H., La tendencia del pensamiento Económico. Obras Completas Vol.77. Unión Editorial 1981.

10 BERGSON, H., Las Dos fuentes de la Religión 1932. Escritor y filósofo irracionalista francés, premio Nobel de Literatura 1927.

11 PAZ, O., Poeta, Ensayista y Diplomático Mexicano, premio Nobel de Literatura 1990.

12 CERVANTES, M., Don Quijote de la Mancha, Editorial Nuevas Estructuras S.L. Madrid 2000.

13 ZAMBRANO, M., Persona y Democracia 1958. Filosofó y literata., Discípula de Ortega y Gasset, Zubiri y García Morente, profesora de Metafísica.

14 WILDE, O., Poeta, escritor, dramaturgo Irlandés. El Alma del Alma bajo del Socialismo. V capítulos 1890.

15 ZAMBRANO, M., Ibídem.

16 FURET, F., Historiador y miembro de la Academia Francesa, L. aterier de la Historia, Flammarion. Paris 1882 Fascisme et Communisme Paris 1995.

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Autor:

Pedro Rafael García Molina

Escritor.

Partes: 1, 2
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