La preferencia de la ciudadanía peruana por el autoritarismo del régimen de Fujimori
Enviado por dmasson
- Introducción : objetivo de la investigación
- El factor institucional
- El factor histórico reflejado en la última década
- El factor psicológico
- Conclusiones y recomendaciones
- Notas
"El Perú es un país de oro y de esclavos"
– Simón Bolívar
La investigación se centra en la siguiente pregunta fundamental : ¿Por qué la ciudadanía peruana prefiere comúnmente a un régimen autoritario como el de Fujimori en lugar de uno democrático como el actual?
Para evidenciar nuestro objetivo, debemos identificar nuestra hipótesis, especie de faro que guíe la presente investigación y que persiga responder a la pregunta antes planteada. Así, el descrédito en el cual cayeron los partidos políticos llamados "tradicionales" a principios de los años noventas, originó que se acentúe notablemente la tendencia de la ciudadanía a preferir los regímenes autoritarios-populistas que realicen obras tangibles, aunque saqueen al Fisco, como el de Fujimori, en lugar de uno democrático, que se desenvuelva bien macroeconómicamente, pero que no evidencie palpablemente los síntomas generales del crecimiento alcanzado y que también presente casos de corrupción, aunque en menor medida, como el de Toledo.
"Ya que todos roban, al menos que hagan obras y nos den de comer aunque sean dictadores", parece ser la consigna en la mentalidad colectiva peruana. Recurriremos a instrumentos tales como encuestas, revisiones de diarios nacionales, datos electorales, curvas explicativas e información extraída de textos relativos a Historia Económica.
La Hipótesis en mención puede definirse asi : la preferencia por el régimen autoritario de Fujimori se explica por la debilidad institucional de la democracia peruana, junto con factores históricos y psicológicos que origina que muchos peruanos de diversa extracción social extrañen a Fujimori.
Para demostrar dicha aseveración, hemos dividido nuestra investigación en tres capítulos, acerca de los cuales expondremos a continuación un breve resumen.
En primer lugar, el factor institucional se condensa en la constatación de la debilidad de las instituciones peruanas, tanto públicas como de la sociedad civil (sindicatos, gremios. etc.), que causan vacíos de poder en los cuales surgen caudillos, remembranza de antiguos caciques. Asimismo, analizaremos la llamada "corrupción institucionalizada", que va aparejada a los regímenes autocráticos y a períodos de expansión macroecómica, encarnada en sus tres picos históricos : las décadas de auge de la explotación del guano (Castilla, 1850), de las exportaciones (Leguía, 1920) y del neoliberalismo (Fujimori, 1990). Nos centraremos en esta última década, la que marca nuestro actual devenir histórico, así como en el colapso del Sistema Partidario Nacional ocurrido entre 1989 y 1992.
Asimismo, el factor histórico es omnipresente, toda vez que el Perú se encuentra inmerso en un movimiento histórico pendular, que causa tanto los experimentos hetero y ortodoxos en economía como las oscilaciones políticas que trae consigo, para luego analizar la coyuntura de la transferencia del poder entre Paniagua y Toledo, tratando de identificar quién dirige al Gobierno Provisional y quién al Transitorio, así como de determinar si en realidad nos encontramos en tránsito hacia una democracia "real y efectiva", como se estila llamarla en la actualidad.
Además, indagaremos en la profundidades de nuestra psique colectiva, poniendo de relieve tanto al paternalismo como el fatalismo como partes del "ser" nacional, así como analizaremos las implicancias de nuestra "cultura política", tratando de catalogarla, lo que podemos extraer de los datos relativos a la "esfera pública" nacional, materializada en encuestas de opinión e información obtenida de las preferencias electorales de la última década, tal como se expresan en la prensa escrita nacional. Dato conexo que influye en nuestro comportamiento político es la globalización y su brazo extendido : el neoliberalismo. En este punto la pregunta radica en como el impacto del nuevo orden mundial afecta nuestras inclinaciones políticas, haciéndonos preferir lo duro pero supuestamente seguro (autoritarismo), en vez de la libertades democráticas teñidas de una aludida debilidad (democracia)
Por último, llegaremos a brindar las conclusiones del caso, revalidando nuestra hipótesis y tratando de vislumbrar alguna solución a un panorama que en otro medio sería considerado casi dantesco.
Obviamente, reseñaremos la bibliografía consultada y citaremos las notas que aparecerán en el desarrollo del texto.
2.-CAPITULOS
Nuestra generación nació durante los años setentas, auge de los gobiernos militares en Sudamérica y siempre hemos escuchado reiteradas expresiones acerca de la "debilidad institucional" existente en el país. Seguramente, nuestros padres y abuelos también habrán experimentado una sensación similar, por lo que antes de emprender nuestro camino, debemos definir que es una "institución".
De esta manera, habitualmente se entiende porhttp://www.eumed.net/cursecon/0/recomiendo.phtml/t_blank
"institución" cualquier organismo o grupo social que, con unos determinados medios, persigue la realización de unos fines o propósitos (1). En el ámbito político, tenemos una amplia gama de exponentes entre las diversas entidades públicas y en la sociedad civil, encontramos a los gremios, sindicatos, clubes de madres, comités de autodefensa, federaciones empresariales, etc. Sin embargo, dentro de la literatura económica, se utiliza el concepto "institución" como algo más genérico: la forma en que se relacionan los seres humanos de una determinada sociedad o colectivo, buscando el mayor beneficio para el grupo. Son los usos, hábitos, costumbres o normas por los que se rigen las relaciones sociales y económicas entre los miembros del grupo.
El beneficio de la institución es mayor cuanto más eficiencia genere en la economía y más minimice los costes de transacción y de información. Eso será más posible cuanta más experiencia posean los agentes que participen de dicha institución, más sencillas sean las reglas y menor sea el número de individuos que las tienen que ejecutar (2).
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Para que ese objetivo sea posible, esas relaciones estarán guiadas por un conjunto de normas o reglas que auto limitan o restringen el ámbito de actuación de los individuos, unas llamadas formales y otras informales.
Reglas formales son las normativas de carácter jurídico y las leyes. Las reglas informales, consisten en los hábitos y conductas costumbristas adoptados por el colectivo. Son reglas no escritas, pero que son aceptadas y adoptadas por el colectivo para el buen
funcionamiento del mismo. Ambos tipos de reglas (que existen porque el hombre vive en sociedad), por sí solas, no son suficientes, si no se enmarcan en el contexto socioeconómico presente y si no gozan de cierta flexibilidad a los posibles cambios de dicho entorno (3).
Así, si hablamos de debilidad de las instituciones nacionales, nos enfrentamos a un doble panorama : por un lado la fragilidad de las entidades públicas o privadas representativas del nuestro colectivo social y por el otro, nuestra particular concepción de las costumbres existentes, las que algún estricto moralista podría calificar de inmorales en muchos sentidos. Esto se explica por nuestro peculiar devenir histórico, las convulsiones sociales que no han permitido que arraigue una determinada estructura social, con instituciones sólidas, que encarnen determinados valores e ideas.
En los siguientes párrafos trataremos de desentrañar el sentido y los alcances que fundamenten nuestra afirmación en el sentido que esta fragilidad institucional origina que un crecido sector de nuestra ciudadanía añore a Fujimori, a pesar del grado sumo de corrupción existente en sus períodos gubernamentales.
La inestabilidad que trae toda ruptura social, sobre todo si nunca se concluyó satisfactoriamente para los involucrados, crea un sentido de precariedad institucional dentro del cual hemos crecido los peruanos nacidos a fines de los años sesenta o inicios de los setenta, los cuales prácticamente no recordamos nada del antiguo sistema en cuya agonía venimos a este mundo y más bien sí tenemos presente todas las vicisitudes de la Patria en todo este período, por lo cual compartimos un privilegiado lugar de eslabón generacional entre peruanos de mayor edad y los más jóvenes que nosotros, enfrentándose recién a un conjunto de derechos y deberes políticos, como el de votar por ejemplo, sin contar con la debida información de los antecedentes y pasado de los protagonistas de la política peruana actual y por ende más propensos respecto a nuestra generación a ser engañados por espejismos propagandísticos a través de los medios de comunicación masiva.
La reforma del Estado es la reforma pendiente más importante que queda por hacer, ya que de ella depende la sostenibilidad y la irreversibilidad de los logros económicos, asegurando que las decisiones tomadas para alcanzar la estabilidad macroeconómica no sean revertidas por razones de índole electoral. No se trata solamente de racionalizar el gasto público, sino fundamentalmente de satisfacer las exigencias ciudadanas de mejores niveles de vida.
2.1.1.- LA "CORRUPCION INSTITUCIONALIZADA". RESUMEN DE LOS PICOS DE LA CORRUPCION
En primer lugar, una definición general de la corrupción es el uso de un cargo público en beneficio propio (4). Los casos de corrupción son varios e incluyen entre otros, al soborno, la extorsión, el fraude, la apropiación de fondos públicos con fines privados y la malversación de fondos públicos por políticos y funcionarios del Estado. En Perú, todas estas modalidades de corrupción se han cumplido, ya sea por la presencia de magistrados, jueces y funcionarios públicos corruptos como por la existencia de un servicio de inteligencia, que se encargaba de extorsionar y sobornar a quienes se opusieran al régimen.
Esta corrupción institucionalizada desde el poder terminó por eliminar la independencia de muchas instituciones como la Sunat, el Poder Judicial y las FF.AA. Por otro lado, el alto grado de corrupción ha dejado como una de sus principales consecuencias un alto nivel de incertidumbre, que ha afectado el nivel de percepción de los inversionistas extranjeros, así como su disposición a invertir en el país.
Describiremos un fenómeno de desarrollo casi patológico en nuestra Historia republicana : la corrupción. Fijamos el tema en la República por dos motivos palpables : no tenemos forma de medir su alcance durante el Virreynato o bajo los Incas y además, solamente disponemos de Presupuestos Generales de la Hacienda Pública desde mediados del Siglo XIX. Podemos pensar que únicamente ha existido en gran escala durante el régimen de Fujimori por haber sido directamente plasmada en los famosos "vladivideos" de Vladimiro Montesinos, pero no debemos olvidar la existencia de antecedentes que pueden ser vistos como indicios o conatos de pruebas, como por ejemplo la agenda de Carlos Manrique en el caso CLAE o la célebre "libreta verde" que Henry Meiggs utilizaba para apuntar los sobornos que pagaba en la época de la construcción de las grandes vías férreas. Todo esto es materia de probanza, no tanto de veracidad o falsedad y con la actual tecnología, resulta posible acceder a medios antes vedados a la opinión pública. En suma, siempre ha existido corrupción, pero ahora podemos filmar y grabar a sus actores.
De esta manera, tomaremos como base de análisis principalmente lo expresado por Alfonso W. Quiroz (5), cuando indica que la debilidad institucional existente en nuestro país facilita en gran medida el fortalecimiento de prácticas corruptas. En cierto modo, la cultura de "Pepe el Vivo" que reina en nuestro medio, conduce a privar a las instituciones de su sustento moral y así vemos por ejemplo que la Policía Nacional es vista como un mercado de transacciones mercantiles, en lugar de un medio de protección de los derechos fundamentales del ciudadano. Así, pasaremos acto seguido a revisar lo que el autor identifica como "los picos de la corrupción"
2.1.1.1.- DECADA DE 1850 : EL GUANO Y CASTILLA
El apogeo de este fertilizante fue canalizado por los gobiernos peruanos de ese entonces mediante el sistema de las "consignaciones". Esto es lo que piensa textualmente don Jorge Basadre, el más grande conocedor de la Historia Republicana del Perú, sobre el Mariscal Ramón Castilla y su papel en el drama del guano de las islas :
"De acuerdo con ese carácter arbitrario de su personalidad, carecía de un criterio profundo, en lo que se refiere a las cuestiones políticas y sociales. Para él la situación política se le presentaba frente a las siguientes palabras: subir, durar. No se preocupaba tanto de encarar los problemas, sino de encarar las situaciones. Aun cuando encaró algunos problemas, como por ejemplo la libertad de los esclavos y la supresión del tributo de los indios, los encaró como simples situaciones, pues dejó de realizar, tanto la emancipación de los esclavos como la abolición del tributo, en todo el período de seis años que gobernó entre 1845 y 1851 y proclamó ambos principios cuando lo creyó conveniente; y más tarde quiso restablecer el tributo. Por inconsciencia o indiferencia permitió que en sus gobiernos empezara y prosiguiera el vicioso sistema de expendio del guano basándose en consignaciones, fuente de males trascendentales; y toleró la dación de la ley de la consolidación de la deuda que también dio lugar a numerosos fraudes. Y por todo ello es que fundamentalmente debemos escatimarle una admiración total a su personalidad." (6)
En suma, surge una nueva casta dominante, la llamada "oligarquía", alrededor del sistema de consignaciones del guano y el índice de corrupción en esta época ya puede ser medido, toda vez que ya existen Presupuestos y pueden calcularse los déficit, la evasión tributaria, el endeudamiento público interno, etc. Los casos más clamorosos de pillajes contra la Hacienda en ésta época se dan bajo el gobierno de Echenique, combatido duramente por Castilla por la escandalosa aprobación de acreencias contra el Fisco a favor de particulares excediendo largamente el Presupuesto. En lugar de fortalecernos para enfrentar la creciente amenaza proveniente de Chile, se dilapidaron los fondos públicos y poco pudieron rescatar los funcionarios honrados. Lo mismo sucedió durante la década de 1870 y el salitre, aunque en menor medida.
2.1.1.2.- DECADA DE 1920 : LAS EXPORTACIONES Y LEGUIA
Algo similar sucedió bajo el Oncenio de Augusto B. Leguía (1919-1930), además de los otros cuatro años de su primer período, en los cuales se tejió una maraña de poder centralizada en la naciente agroindustria del azúcar en el norte y el algodón en el sur. Fue un decenio caracterizado por una "dictadura civil", similar a la de Fujimori y con una propia Constitución (la de 1920), animada por deseos de reelegirse indefinidamente y cayó envuelta en escándalos generados en su seno, igual que ocurriría setenta años después.
El Oncenio fue la continuación de la República Aristocrática, la que detentó el poder durante casi veinte años continuos entre 1895 y 1919, con el breve interregno golpista de Oscar. R. Benavides (1914-1915). Si sumamos este período hasta la caída de Leguía en 1930, observamos que durante un tercio de siglo se estableció una estructura económica y social que duró hasta el golpe velasquista de 1968. El período de Leguía constituyó el clímax de este sistema, el cual desbordó los marcos convencionales de la República Aristocrática y acabó por explotar entre escándalos de corrupción que incluso sobrepasaron las fronteras nacionales (v.g. Tratado Salomón – Lozano entre Perú y Colombia en 1922).
Curiosamente, el período de Leguía se extendió aproximadamente por el mismo lapso de tiempo que el de Fujimori, el cual pasaremos a reseñar a continuación, ambos se dieron a sí mismos sus propias Constituciones (1920 y 1993) y también finalizaron en medio de turbulencia política, con Tribunales de Sanción o Comisiones Investigadoras posteriores y con sucesivos períodos transitorios (Samanez Ocampo en 1930 y Paniagua en 2000) que duraron aproximadamente nueve meses cada uno. La diferencia estriba en el hecho que la transición de Samanez Ocampo desembocó en una guerra civil entre 1930 y 1933, lo que Jorge Basadre llamaba expresivamente "los años terribles", mientras que la de Paniagua estableció un régimen democrático, pero con el constante fantasma del autoritarismo siempre presente ante cada traspiés del gobierno de Toledo.
En este sentido, la premisa fundamental radica en el hecho que durante períodos de alta corrupción, como los tres que son aquí acotados, su monto asciende al cinco por ciento del PBI, mientras que en épocas de baja corrupción como la República Aristocrática por ejemplo, llega al dos o tres por ciento. Cuando llega a su cúspide, pasa el treinta por ciento del Presupuesto, la prensa protesta, se generan escándalos y caen gobiernos, como ocurrió en las décadas de 1850, 1920 y 1990 (7).
Tanto en la década de 1850, como en la de 1920 y 1990, fueron rebasados estos límites, cayeron gobiernos, se conformaron Comisiones y Tribunales que a nada llegaron, se produjeron convulsiones sociales y el péndulo histórico dio su centenaria vuelta en cada caso, con el advenimiento de gobiernos democráticos, pero efímeros.
Basadre señala en "La promesa de la vida peruana" (1958) que la vida peruana, idea tan deseada por próceres y patriotas, se ha visto traicionada por tres tipos de personajes nefastos, a los que pintorescamente llama los podridos, los congelados y los incendiados. Los primeros encarnan a la corrupción, el mal endémico latinoamericano y quisieran convertir al país en una ciénaga con sus viles manejos. Los segundos se quedaron congelados en el tiempo y sólo interactúan con los que consideran sus iguales o sus inferiores, es decir miembros de la llamada oligarquía cuya mentalidad no pasa de 1968. Los terceros son los que se "queman sin iluminarse", su máximo anhelo es hacer explotar todo y convertir al país en una inmensa hoguera. Aparte de la clarividencia propia del autor, debemos reconocer que la Historia del Perú es cíclica o pendular y así como en sus palabras se puede reconocer fácilmente a Montesinos o Abimael Guzmán por ejemplo, también debemos aceptar que personajes como aquellos han existido y existirán en nuestro medio. Así, pasemos ahora a un período que tiene muchas semejanzas con la época de Augusto B. Leguía y que acabó de un modo similar.
2.1.1.3.- DECADA DE 1990 : EL NEOLIBERALISMO Y FUJIMORI
Los sucesos acaecidos durante la caída del régimen de Fujimori son muy recientes y revelan la existencia de una compleja red de mafias en su interior, articuladas entre sí, pero desde 1998, con un claro dominio de Montesinos en el espectro. Es la primera vez que la corrupción en el poder toma un claro cariz delincuencial y objetivamente obvio. Los diversos "caciques" (Fujimori, Montesinos, Camet) se reparten tajadas del poder y delimitan sus ámbitos de influencia, pero con intereses comunes que interceptan esas esferas. La prensa ataca duramente desde 1997 y su gobierno cae por la divulgación de un video (Kouri-Montesinos).
Igual que sucedió con el Oncenio de Leguía con el "crack" de 1929, la crisis de las bolsas de valores asiáticas arrastró al gobierno de Fujimori a una recesión que dura hasta hoy, mientras que el saqueo de los fondos públicos crecía acorde a la posición dominante que Montesinos iba asumiendo y poco a poco iba superando el treinta por ciento del presupuesto, por lo que no alcanzaba para cubrir las necesidades básicas de la población en materia alimentaria, de salud, de educación, etc. Por ende, solamente cuando nos encontramos en una situación alimentaria deficitaria, reclamamos y protestamos, no porque defendamos la democracia. Mientras nos alimente, no importa cuanto robe, se dirán muchos, pero solamente cuando el desfalco atenta contra los subsidios estatales, ahí recién se emprenden las tardías protestas.
En el plano económico, muy determinante del proceso político nacional, observamos que los procesos de estabilización y ajuste estructural desarrollados durante los dos periodos gubernamentales de Alberto Fujimori, en los cuales se tomaron una serie de medidas orientadas a restaurar los equilibrios básicos de la economía, después del desbalance producido por la hiperinflación del gobierno de Alan García, recurriendo a un fuerte ajuste estructural, originaron la toma de una serie de decisiones políticas orientadas a promover la eficiencia y la competitividad del sistema económico y la consolidación de las instituciones del país.
Pero las decisiones respecto de la política económica y el ajuste estructural se realizaron sobre un horizonte cortoplacista, ya que, a pesar de lograrse en el corto plazo la estabilización macroeconómica ante la hiperinflación heredada del gobierno del APRA, no se implementó una estrategia de desarrollo integral y coherente que permitiera efectuar reformas estructurales a mediano y largo plazo, sobre todo respecto de las instituciones del Estado.
En vista de la poca coordinación intersectorial existente en el Poder Ejecutivo y de la carencia de un sistema de planeamiento estratégico que diese coherencia a las políticas gubernamentales, no se contó con la presencia de un elemento clave para ampliar los horizontes reformistas : las capacidades del gobierno no se han elevado significativamente, lo que no permite poner en práctica dicha reforma (quimioterapia institucional).
Durante el fujimorato, a pesar de mantenerse las principales decisiones de política económica en el tiempo, no se sentaron las bases de una reforma institucional, porque el estilo de conducción del gobierno no promovía una gestión transparente, además de existir escaso debate público y poca materialización en los procedimientos de consulta abiertos a sectores significativos de la sociedad peruana, todo esto aunado a la falta de planes y programas al respecto. Asimismo, al eliminarse el Instituto Nacional de Planificación, dejó de funcionar una entidad planificadora central que evaluara el gasto público.
En suma, a pesar de que el gobierno de Fujimori consiguió éxitos al contener el deterioro de la calidad de vida y al disminuir el ritmo de aumento de la pobreza absoluta, las reformas económicas acentuaron la desigualdad del ingreso y del consumo y una creciente brecha entre ricos y pobres, lo que, aunado al deterioro originado por la crisis económica de fines de los años ochentas, debilitó aún más nuestro ya de por sí frágil sistema institucional, originando una especie de escalada en la corrupción al interior del aparato de poder, la que incluso superó a la mostrada por el gobierno aprista en cuanto a su organización criminal y poder político-militar.
Todo esto originó que la falta de claridad en el manejo del gasto público y las dificultades para fiscalizar su empleo durante el fujimorato desembocó en una explosión social, la que efectivamente se dio desde Septiembre del año 2000, cuando el país observó a través de los tristemente célebres "vladivideos", como se manejaban los fondos públicos.
Hasta el momento, las investigaciones en marcha cuatro años después de la caída y fuga de Fujimori no concluyen y continúan los procesos entablados a por lo menos un millar de personas involucradas en hechos delictuosos dentro del poder, lo que nos da un atisbo acerca del grado y la profundidad de la corrupción en el manejo del poder en la década de 1990. Esperemos que no concluyan en el vacío, como el joven Basadre se quejaba cuando integraba el Tribunal de Sanción Nacional creado en 1930 para investigar y penar a los miembros de la corrupción institucionales de la década de 1920 o como ocurrió con la revisión de la escandalosa sobre valorización de los créditos de particulares contra el estado en tiempos de Echenique, cuando el Presupuesto alcanzaba apenas el millón de soles y dichas acreencias fueron infladas a veintitrés millones de soles.
Huelga decir que en ambos casos los mayores saqueadores quedaron impunes y solamente encontraron su fin tanto Leguía como Castilla, en cierto modo asumiendo caracteres de tragedia griega, sumidos en la más profunda pobreza y carestía, el primero tísico en la prisión de El Callao y el segundo consumido por las fiebres sobre las ardientes arenas de su natal Tarapacá. Ni Echenique ni los barones del azúcar o Mariano Ignacio Prado prófugo en 1879, tuvieron un fin parecido. En la actualidad, los peruanos que apostaron por la democracia no cuentan ni siquiera con un consuelo revanchista similar, toda vez que Fujimori se encuentra bajo la protección del gobierno nipón, negando ser peruano, sino afirmando su origen japonés y a la vez tentando la Presidencia para el 2006, con un apoyo ciudadano extrañamente elevado y digno de páginas kafkianas
Todo esto que parece novelesco, se explica por la debilidad institucional peruana, siempre palpable, pero nunca tanto como en el período posterior a 1980, originando un desplome del sistema formal el 5 de Abril de 1992, tal como estudiaremos a continuación.
2.1.2.- VACIO DE PODER VS CAUDILLISMO. LA CRONICA DEBILIDAD INSTITUCIONAL DE LA DECADA DE 1990
Existe un escollo histórico que obstaculiza el desarrollo de la democracia en América Latina : el exacerbado presidencialismo. Algunos llaman a este fenómeno la "sacralización del poder", herencia de nuestro pasado colonial. Efectivamente, la mayoría de países de América del Centro y del Sur fueron conquistados por España o Portugal, los que trasladaron a esta parte del mundo su sistema feudal. El autoritarismo es algo ancestral en nuestra región, sobre todo en el caso del Perú, donde al llegar los europeos, ya existía un poder central fuerte : el Imperio de los Incas. Por eso decimos que de las manos de los Incas, pasamos a las de los Virreyes y de ahí a las de los Presidentes, autoritarismo consecutivo durante siglos.
El sistema presidencialista tan marcado como en casi toda Latinoamérica ha sido catalogado como "monarquía republicana" o "caudillismo". Haciendo un paralelo histórico, algo similar sucedió en el ocaso de la Roma Imperial, cuando el sistema político del principado creado por Augusto con formas republicanas, sucumbió en el Siglo III d.c. bajo el peso de los líderes militares, so pretexto de las largas guerras fronterizas contra los invasores orientales y occidentales. De ahí en adelante, el emperador ya no sería el "príncipe", el "primero entre los iguales", sino un déspota oriental. Eso se explica por el debilitamiento de las instituciones, la escasez de hombres de mérito por las purgas y matanzas emprendidas por los emperadores y el temor del pueblo ante peligros y amenazas, por lo que se acude al primer hombre fuerte que asuma las riendas del Estado.
En América Latina ocurrió algo parecido, exceptuando a Chile entre las décadas de 1830 y 1970. El caso peruano, a pesar de ser sintomático, es menos grave que nuestros vecinos ecuatorianos o bolivianos, pero revela características preocupantes, como el espectacular colapso del sistema de los partidos políticos denominados "tradicionales" entre 1989 y 1992 y el consiguiente triunfo de un "outsider" especulador políticamente hablando, como lo fue Fujimori, el cual incluso había postulado también para el Senado, curul que igualmente alcanzó, lo que deja ver como el divorcio entre una sociedad paternalista y de raigambres semi – feudales y un Estado formalmente democrático, pero incapaz de defendernos de la amenaza de Sendero Luminoso y del MRTA, condujo a una debacle de legitimidad institucional, la caída del antiguo sistema de partidos y la concentración del poder en una dictadura civil apoyada por las Fuerzas Armadas que encabezó Fujimori y que alcanzó su clímax con el autogolpe del 5 de Abril de 1992.
Como dato sintomático, este autogolpe fue apoyado por la casi totalidad de la ciudadanía, tal como suponemos que los romanos aplaudieron a Diocleciano cuando liquidó el principado y el sistema senatorial desde el año 284 d.c., reemplazándolo por un sistema imperial que concentraba el poder en solamente cuatro hombres, con él mismo como presidente de esa especie de Junta Militar, algo así como Fujimori, Montesinos y sus diversos círculos en nuestro país después de dicho autogolpe.
Extrañamente un 5 de Abril de 1879, Chile nos declaró la guerra, pero ni siquiera los clarividentes vislumbraron algo tan obvio como el hecho que un sistema que concentra el poder en pocas manos termina sumiendo al país en una catástrofe, lo que también nos ocurrió en la Guerra del Pacífico, contando con Presidentes con caracteres de dictadores, como Prado y Piérola, los que supuestamente debían salvarnos, pero acabaron sus gobiernos con sendos escándalos originados en corrupción e ineficiencia. A Fujimori y a Leguía les ocurrió lo mismo y casi también a Castilla, pero todos esos movimientos circulares se explican por nuestra ancestral preferencia por los autoritarismos y por la carencia de una institucionalidad fuerte o al menos estable.
El gran problema histórico del Perú radica en que existe un enorme divorcio entre el Estado y la Nación, el primero de ellos nunca tuvo contenido popular. La vida institucional peruana osciló entre la anarquía y el caudillismo, toda vez que entre la ilusión de los liberales fundadores de la República bajo modelos franceses o norteamericanos y el sueño del autoritarismo, se enquistó la arbitrariedad del caudillo (8).
Existe en cambio una corriente dentro de los estudiosos de la Historia del Perú, que le enfoca desde un punto de vista historiográfico y casi lírico, cantando las epopeyas de la conquista o la Independencia. En 1971 se instaló la llamada Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, que redactó los textos de enseñanza primaria y secundaria, contando la Historia oficial y narrativa a la que nuestra generación se acostumbró en su infancia y primera juventud, una especie de poema homérico sobre las gestas de nuestros héroes, narradas por los Tito Livios o los Virgilios nacionales.
A pesar de estar en contra de esta postura, por no preguntarse el porqué, la razón y esencia de los acontecimientos históricos y políticos del Perú, cumplimos con indicar su valioso aporte historiográfico y de recopilación de datos respecto a los sentimientos y aspiraciones de corte político de aquélla época, toda vez que se trata aquí de dar una visión genérica de los textos y autores que abordan el tema, aunque esgriman posiciones antagónicas con la nuestra (9).
Dicha corriente pasa por alta hechos como el que entre 1780 y 1814 prácticamente no estalló ninguna rebelión importante contra el Virreynato y decimos Virreynato y no Corona, porque ni Túpac Amaru ni Pumacahua se levantaron en dichos años contra el Rey, sino contra los abusos de determinadas autoridades. Tampoco advierte la razón que impulsó a San Martín y a Bolívar a venir al Perú, porque éste solo no podía emanciparse de España debido a que no convenía a la clase criolla dominante. Alfonso W. Quiroz (10) estima la corrupción y su equivalente en materia de pérdidas económicas y de desarrollo nacional desde los albores de la República en los que recién se elaboraban Presupuestos Nacionales, pero no sabemos el monto y el tamaño de la corrupción en época colonial, pero podemos estimar su alto grado ante la reticencia de los criollos por independizarnos de la hasta hoy llamada "Madre Patria".
2.1.3.- LA CRISIS DEL SISTEMA PARTIDARIO NACIONAL
Prácticamente, se podría decir que la fundación de la república peruana no se remonta a 1821, sino desde la década de 1960, que es cuando el sistema se abre a la gran masa de ciudadanos y las demandas de la población crecen, ante la incapacidad del Estado por satisfacerlas, originando desbordes sociales y violencia política. En efecto, la reinvención del Estado en la década de 1990 y sus consiguientes resultados positivos en materia de reforma estatal, trae como reto el utilizar la nueva estructura estatal para equilibrar las desigualdades sociales imperantes.
Durante los años ochentas y noventas colapsaron los partidos políticos llamados por Fujimori "tradicionales" y el sistema representado por ellos, tanto así que el autogolpe del 5 de Abril de 1992 contó con un amplio respaldo popular. Las primeras señales de la recuperación económica aparecen en 1993, ante la inexistencia de oposición articulada y la instauración de un régimen militar-civil autoritario que dominó la política peruana a lo largo de la década, pero cuando la coalición de liderazgo de Fujimori se hizo inestable, estalló en medio de escándalos, quedando como moraleja que neopopulismo o la repartición de los recursos del Estado a manos llenas para que un líder se gane el apoyo de las masas sin socavar las bases de las reformas de mercado pudo llevar lejos a Fujimori, aunque al final la desorganizada masa de los pobres del país no pudo salvarlo de sus propios excesos políticos.
En todo este dilema, los partidos políticos perdieron vigencia – a excepción del APRA, partido organizado y afiatado estructuralmente desde hace setenta años – y proliferaron movimientos independientes, fugaces y efímeros u otros de corte meramente capitalino. Todo hace prever que, habiendo regresado a los márgenes del denominado Estado de Derecho, la dación de la reciente Ley de Partidos Políticos fortalecerá los partidos que realmente cuentan con presencia nacional (tener Comités en al menos 65 provincias del país) y originará la extinción de aquellos que no tengan dicha presencia, ya que en 15 meses desde la vigencia de aquélla, todo partido ya inscrito deberá adecuarse a sus normas.
Lamentablemente, no se ha conferido la debida importancia a la fundación de Partidos Regionales, toda vez que el presente proceso de regionalización ha originado, por llamarlo así, una especie de "descenso" de la política de la capital a las provincias y se manifiesta el Interés de los ciudadanos en participar activamente en aquélla
2.2.- EL FACTOR HISTORICO REFLEJADO EN LA ULTIMA DECADA
Asumiendo el hecho que aproximadamente cada tres cuartos de siglo surge un gobierno que ocupa el poder durante una década (Castilla, Leguía y Fujimori), seguido cada uno de turbulencias y crisis de todo tipo, nos encontramos ante un hecho inquietante y de alguna manera muy sombrío : desde 1970, hasta la actualidad, se han ensayado todos los tipos de fórmulas económicas, sociales y políticas y seguimos descendiendo por una enfangada cuesta abajo. ¿Qué está fallando?. ¿Porqué la democracia representativa no ha funcionado ni ha cubierto las demandas sociales?. ¿Cómo salimos del hoyo y nos insertamos correctamente en un mundo globalizado, sin perder nuestras cualidades propias?. Estas son las preguntas que deberíamos formularnos diariamente y no interesarnos en exceso sobre los escándalos surgidos entre las filas de la todavía llamada "clase política" peruana.
2.2.1.- EL "PENDULO PERUANO" : VAIVENES DE LA POLÍTICA DOMESTICA
Para vislumbrar alguna respuesta a este aparente laberinto, partimos de una tesis casi evidente y de obvia aceptación, la que propugna que los ciclos económicos influyen en gran medida sobre los ciclos políticos. A modo de acercamiento al tema, expondremos a continuación, las diversas corrientes y escuelas que estudian los fenómenos políticos dentro de la Ciencia Política, para luego explicar a través de ellas en que consiste este movimiento pendular :
a.- Escuela Tradicional :
Fuertemente influenciada por la Historia, el Derecho y la Filosofía, encontrándose en apogeo a fines del Siglo XIX. El Perú está inmerso dentro de esta concepción, toda vez que la clásica manera de estudiar la carrera de Leyes es a través de una Facultad de Derecho y Ciencias Políticas.
b.- Escuela Contemporánea :
Sus diversas corrientes crecen bajo el influjo de otras disciplinas como la Economía, la Sociología, la Antropología, etc. que la enriquecen y de ellas adaptan sus métodos y esquemas, de acuerdo con el siguiente detalle :
b.1.- Corriente Neoinstitucionalista :
Fija su atención sobre las instituciones, tal como las entendimos en nuestro primer capítulo, como por ejemplo los partidos políticos, con neta influencia del constitucionalismo.
b.2.- Corriente Conductista :
Bajo influencia de la psicología, trata de explicar el comportamiento humano y su conducta frente a los fenómenos políticos, la determinación de la llamada "cultura política" de una determinada comunidad
b.3.- Corriente Estructural – Funcionalista :
Se analizan las estructuras sociales y sus diversas funciones, como por ejemplo, la función cumplida por los partidos políticos, con modelos provenientes de la Sociología y la Antropología.
b.4.- Corriente de la Elección Racional :
Utilizando modelos matemáticos, esta teoría aplica conceptos pertenecientes a la Economía para determinar el análisis costo – beneficio que realizan los votantes al participar en elecciones. En este contexto, advertimos que se ha puesto mayor énfasis en lo últimos tiempos a la institucionalización o mas bien reinstitucionalización del sistema político peruano y este tema resulta fundamental para entender el movimiento oscilante entre ortodoxia y heterodoxia económicas y entre autoritarismos y regímenes democráticos en el campo de la política. Para visualizar mejor este panorama, mostramos a continuación dos gráficos que podrían resumir la intersección y las pautas de comportamiento de las variables económica (Intervención estatal en la economía nacional) y política (transparencia) y su relación con la corrupción :
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GRAFICO A : A mayor intervención estatal en la economía nacional, encontramos mayores índices de corrupción. Esto ocurre cuando el péndulo se mueve hacia regímenes intervencionistas en economía, como los de Velasco o Alan García, los cuales también registraron altos grados de corrupción, o regímenes liberales en economía, pero con fuerte influencia sobre determinados sectores, como por ejemplo, la tributación y la SUNAT durante el fujimorismo..
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GRAFICO B : A mayor transparencia, encontramos menores índices de corrupción. Esto ocurre cuando el péndulo se mueve hacia regímenes democráticos, como el de Paniagua o Toledo, ya que existe una mayor fiscalización del pueblo y la prensa, sin temor a ser reprimidos por la fuerza.
Desde que Velasco asumió de facto el poder en 1968, los cambios en la estructura sociopolítica peruana con origen en decisiones gubernamentales o en movimientos sociales que hasta hoy persisten, hicieron que el país se enfrente al fin con su verdadera realidad, soslayada por siglos de ostracismo semi-feudal: el llamado "Perú profundo". De profundo no tiene hoy casi nada, porque incluso Lima se ha teñido de colores casi desconocidos para un limeño contemporáneo de Ricardo Palma, cumpliéndose lo que Aníbal Quijano vaticinaba hace más de una década : la "cholificación" de la sociedad peruana en todas sus facetas.
La experiencia nos enseña que en un país pobre la política domina a la economía, proceso que se da a la inversa en los países desarrollados, en los cuales inclusive ambas se identifican, creándose así una dependencia de los primeros respecto a lo segundos, al extenderse curiosamente el sistema de clientelaje o vasallaje entre naciones: las pobres subsisten a la sombra de las desarrolladas y tratan de copiarlas hasta en sus modelos políticos. Así, al imitar los esquemas primer-mundistas con realidades tercermundistas, nuestros países se ven arrollados en una carrera que no pueden mantener (v.g. la dolarización de Argentina) y frente a esta "globalización", surgen reacciones colectivas regionalistas teñidas de reivindicaciones étnicas, como los zapatistas de México, los recientes sucesos acaecidos en Bolivia y el movimiento de los Humala en Perú.
Pero con la llegada de la década de 1990 este panorama se estremece con los cambios. El comercio de la región con el resto del mundo se duplicó y la inflación, el gran flagelo latinoamericano, se acercó a un solo dígito. Se analizan los cinco casos más representativos de crecimiento de los años noventas: Perú, Argentina, Chile, Brasil y México. Todos muestran un sano crecimiento macroeconómico, pero las variables domésticas propias y sus particulares elecciones de política determinan las causas de los resultados diferenciales en este contexto general de cambio. Chile supera fácilmente a los otros cuatro en materia microeconómica, excepto en la distribución del ingreso.
En este panorama, el debate Estado-mercado resulta fundamental. Así, el Estado latinoamericano ha pasado por variadas circunstancias, desde la economía política de la intervención estatal entre los años 1960 y 1980, pasando por el colapso en los años 80 y el repliegue estatal entre 1982 y 1990, hasta el resurgimiento y definición racional del Estado a partir de la década de 1990, de la mano con una notable recuperación económica.
En este sentido, se observa que en general se superaron los problemas derivados de la intervención estatal irresponsable, a pesar de existir abismales tasas de pobreza y de haber empeorado las tendencias redistributivas en los años 90, específicamente en el caso peruano, lo que a su vez ha determinado la fragilidad de las perspectivas de recuperación económica, exceptuando el caso de Chile, donde sí ha tomado fuerza el crecimiento económico aunado a la reforma del Estado, por lo que actualmente el tema crucial consiste en identificar los puntos pendientes en la agenda de reforma institucional, tomando en cuenta las cadenas de shocks externos que golpearon la región, empezando con la crisis asiática de 1997-1998 y las nuevas perspectivas políticas existentes en la región. Asimismo, ya que la permanente vulnerabilidad de los países examinados tiene que ver principalmente con la desigual e incompleta naturaleza de la reforma institucional llevada a cabo durante la década pasada.
En cuanto al escenario político-económico de la intervención estatal en el Perú, sus antecedentes los hallamos durante el Oncenio de Augusto B. Leguía, un primer intento de impulsar la acumulación de capital con el respaldo masivo del Estado, hasta que después del régimen económico liberal de Odría, se confirió al Estado peruano un rol protagónico en el desarrollo económico desde fines del segundo gobierno de Manuel Prado y durante el primer gobierno de Fernando Belaúnde en la década de 1960. Pero el Estado peruano, con sus incipientes estructuras institucionales, no estaba adecuadamente preparado para asumir la posición más activa que se le había asignado.
Así, el golpe militar de 1968 lanzó el primer intento explícito de aumentar la capacidad del Estado para intervenir efectivamente en la economía, acelerando la diversificación política y económica, además de que durante los años 70 el Estado fue usado para mejorar la posición del país en la economía internacional, pero se fracasó en utilizar los préstamos externos para conseguir esta meta, así como el capitalismo de Estado al estilo peruano no consiguió generar las pretendidas transformaciones en cuanto a crecimiento, ahorro, inversión y redistribución. Es más, los soportes burocráticos, institucionales y administrativos cuya preexistencia era necesaria para implementar estas reformas, recién se encontraban en fase constructiva mientras simultáneamente se trataban de implementar los cambios. El gobierno militar no pudo forjar un papel efectivo para el Estado como mediador de los intereses sociales centrales.
Acto seguido y con el retorno del régimen civil, advertimos que bajo el segundo gobierno de Belaúnde, en los años 80, la orientación apuntó al mercado para recuperar los pujantes indicadores económicos existentes antes de 1960, pero en lugar de erradicar las distorsiones
acumuladas durante dos décadas de caótico intervensionismo estatal, la estrategia social de mercado implementada contribuyó a insertar al Perú aún más en el modelo negativo de desarrollo encabezado por el Estado, arrastrando obstáculos y fortaleciéndolos, resumidos en las siguientes características :
- Alto nivel de financiamiento externo para apoyar los esfuerzos del Estado.
- Fuerte dependencia de las empresas públicas para llevar a cabo las tareas de desarrollo del Estado.
- Perpetuación de una ambigua relación con inversionistas privados locales claves.
- Incapacidad para coordinar el modelo de desarrollo elegido con las políticas sociales necesarias.
- En los cuatro puntos antes referidos el historial empeoró. Además, estalló la insurgencia relacionada con la pobreza, de la mano con un absoluto descuido de la política social, una política salarial regresiva y una resistencia popular, lo que se llamó una economía política de la violencia.
Así, llegamos al segundo quinquenio de los años ochentas y al colapso hiperinflacionario del gobierno de Alan García, debido al fracaso del contragolpe neoestructuralista del gobierno aprista. Ante la pérdida de entusiasmo por los programas del Fondo Monetario Internacional, el Perú anunció un enfoque heterodoxo en Julio de 1985, pero el patrón problemático arrastrado desde 1960, con una fuerte dependencia del financiamiento externo y la sujeción a las empresas públicas para proporcionar empleo, insumos y servicios baratos, originó el estallido del sistema. Así, en las elecciones de 1990, la polarización entre derecha e izquierda, entre ortodoxia y heterodoxia, indicaban que los grupos locales no sabían aún como enfrentar los problemas del país, por lo que surgió como opción electoral un candidato independiente poco convencional.
En este contexto, en solamente diez días luego de asumir el cargo en 1990, el nuevo Presidente Alberto Fujimori se dio cuenta que no existía ningún margen para una estrategia gradualista de reforma y por ende se adoptó rápidamente el paquete de medidas de estabilización y ajuste basado en la privatización, liberalización y desregulación (el denominado ¨Consenso de Washington¨), emprendiendo un programa iniciado con un gran shock fiscal, un extenso paquete de privatizaciones y reformas financiera e institucionales, junto con programas de compensación social, ocasionando un cambio total del Perú en los años 90, tanto como el que ocurrió en los años 70.
Después de la crisis política desatada en el año 2000 y ahora que el gobierno de Alejandro Toledo busca forjar una nueva coalición de gobierno estable, los riesgos económicos residen fundamentalmente en la esfera política. Así, nuevamente el Perú tiene un considerable trabajo por delante para ponerse al día en cuanto al aspecto económico, toda vez que en lo que sí se encuentra actualizado es en la renovación del Estado, pero urge otra onda de reformas auspiciadas por el Estado en términos de dinamismo microeconómico y equidad redistributiva.
Esta es la visión del famoso péndulo peruano, palpable tanto en la economía como en la política, tal como indican Efraín Gonzáles de Olarte y Lilian Samamé, cuando precisan que entre 1963 y 1991 hubieron veintisiete Ministros de Economía, es decir uno cada diez meses (11).
Asimismo, dichos autores identifican las grandes fuentes económicas de esta inestabilidad político-social oscilante desde los años sesentas (12) :
- Presión demográfica y acelerada urbanización.
- Ocaso del sistema de dominación oligárquico.
- Impulso del Sistema de Sustitución de Importaciones, el cual nos hizo endeudar aún más
- Cambio del rol del estado de uno policiaco a gestor de la economía sin estar preparado para ello.
- Fragmentación social y económica.
- Declinación de la inversión privada
Los autores concluyen indicando que en etapas expansivas de la economía el país es gobernable, pero cuando existe recesión se torna ingobernable y altamente volátil, como sucede hoy en día (13).
Así, en estas últimas décadas se ha dado un primer escenario en el Perú: cada intento de impulsar la reforma económica e institucional acabó por heredar una carga de problemas y conflictos al gobierno entrante, arrastrándolos y profundizándolos. En cambio el actual gobierno parece gozar de sólidas bases que le brindan las reformas emprendidas en la pasada década. Si pudiera aprovechar la coyuntura e inicia la serie de reformas microeconómicas antes mencionadas podría configurarse un segundo escenario : el exitoso giro peruano hacia una estrategia competitiva, catalizadora de una mayor participación social y de la transición a un régimen democrático.
2.2.2.- 2000-2001 : GOBIERNO TRANSITORIO VS. GOBIERNO PROVISIONAL. PANIAGUA Y TOLEDO
Podemos empezar por definir qué es un gobierno transitorio. Es el que guía al país desde la caída de un régimen autoritario hasta las elecciones que hacen posible la instalación de un nuevo gobierno democrático. En este sentido, el gobierno de Paniagua sería uno transitorio, pero nosotros sostenemos que no lo es, sino que el actual gobierno del Presidente Toledo es el gobierno de transición y que recién en el 2006 podemos hablar que la transición a la democracia se ha completado, toda vez que cambiar las costumbres de una década completa de gobierno autoritario no puede darse en un período de nueve meses, sino en varios años.
En este caso, podemos catalogar al gobierno del Presidente Paniagua como uno provisional, de emergencia, el que establece bases para una mejor gobernabilidad democrática, más o menos como el de Samanez Ocampo después de la caída de Leguía, con la diferencia que en 1930 estalló la guerra civil, pero ahora ese conflicto lo tenemos en el campo económico y en el de la violencia estructural que azota a la sociedad peruana : delincuencia, maltratos en la familia, etc.
Históricamente, el Perú ha vivido inmerso dentro de tradiciones paternalistas y autocráticas, las dos caras de la misma moneda. Cuando el fenómeno terrorista alcanzó inusitada fuerza entre 1991 y
1992, la gran mayoría de peruanos aplaudió la destrucción del sistema institucional representativo en el autogolpe del 5 de Abril de ese último año por el miedo a la amenaza subversiva. Nuestra generación, que desarrolló el uso de la razón en los ochentas, asistió en la siguiente década a la conmoción política más grande desde la guerra civil de 1930-1933 (los que Basadre llamó "los años terribles"), es decir, la "cleptocratización" del ejercicio del poder, encarnada por la dupla asociativa Fujimori – Montesinos. Justo en esa época, comenzamos a intervenir en las discusiones de la esfera pública nacional y a convertirnos a la vez en parte de la PEA.
De acuerdo con Mariano Querol (14), la población peruana sufre de baja autoestima, por lo que tiene una necesidad psicológica de contar con una imagen paternalista encarnada en regímenes autoritarios, por cierto temor o incapacidad para elegir correctamente a sus gobernantes. Igualmente indica que la pasividad caracterizante de nuestro ser nacional conllevó a reaccionar tardíamente sólo cuando apareció el video Kouri-Montesinos, cuando todo el proceso de corrupción llegó a su clímax.
A fin de ilustrar adecuadamente la opinión de nuestra ciudadanía respecto a la popularidad del actual Presidente, basta remitirnos a la edición de "El Comercio" del día 15 de Diciembre del año en curso (Página A2, encuesta realizada por APOYO los días 12 y 13 de Diciembre De 2003), donde Alejandro Toledo registra un magro doce por ciento de aprobación, mientras que Alberto Fujimori cuenta con un treinta y cinco por ciento de aprobación, lo que parece increíble dado que este último es prófugo de la justicia peruana y de otros países y ni siquiera se reconoce él mismo como peruano, lo que nos hace cavilar asombrados acerca de nuestra psique colectiva.
Asimismo, de acuerdo con María Milagros Narváez Pérez (15), tanto "El Comercio", como "La República" y "Expreso", los tres Diarios sujetos al análisis de sus posturas frente a Fujimori y Toledo en las campañas electorales de 1990, 1995 y 2000, la prensa escrita no brinda a sus lectores información neutral, y objetiva sobre temas trascendentales de la vida nacional, entre ellos las preferencias por tal o cual personaje, ya que siempre tiñen sus opiniones de matices subjetivos y eso altera más aún la percepción real de los problemas cotidianos por parte de la ciudadanía.
2.3.1.- LA "CULTURA POLITICA PERUANA" : ¿PAIS DE SUBDITOS O DE "ACHORADOS"?
La Cultura Política puede englobar la Cultura Cívica, pero no son equivalentes : la primera discute la legitimidad de los comportamientos de los actores políticos, mientras que la segunda precisa solamente la fría legalidad de la norma aplicada.
De acuerdo con Almond y Verba (16) la Cultura Política es un conjunto de orientaciones relacionadas con un sistema especial de objetos y procesos sociales, pudiendo resumirse este panorama en tres grandes tipos de culturas políticas :
- La cultura política parroquial : Se da cuando la frecuencia de orientación hacia los cuatro tipos políticos arriba descritos se acerca a cero, v.g., las sociedades tribales africanas o las comunidades locales autónomas. No existen roles políticos especializados, todo se encuentra enmarcado por orientaciones religiosas o sociales
- La cultura política de súbdito : Aquí existe una gran frecuencia de orientaciones hacia un sistema político diferenciado y hacia aspectos administrativos del sistema, pero hacia objetos políticos y hacia uno mismo como participante activo se aproximan a cero. Hacia el elemento administrativo del sistema existe una relación pasiva, aunque se dé una forma limitada de competencia dentro de este sistema.
- La cultura política de participación : Los individuos se orientan al sistema como un todo, hacia los cuatro elementos en su conjunto, tienden a visualizarse en un rol activo en política, aunque acepten o rechacen el sistema.
Esta triple clasificación no supone que una sustituya a otra. No existe uniformidad en este campo, sino una mezcla cultural, el ciudadano combina los tres factores y la cultura cívica es una mezcla particular de ciudadanos, súbditos y elementos parroquiales, por ende, se extraen tres tipos de culturas políticas mixtas o sub-culturas :
- La cultura parroquial de súbdito: Se da cuando una parte sustancial de la población rechaza las pretensiones de una difusa autoridad tribal, rural o feudal y desarrolla lealtad hacia sistemas con estructuras de gobiernos centrales especializadas.
- La cultura de súbdito – participante : Aquí, pasar de una cultura parroquial a otra de súbdito afecta el cambio de una cultura de súbdito a otra de participación, ya que en este último caso, las autonomías locales y parroquiales pueden contribuir a desarrollar una infraestructura democrática, como por ejemplo, en la España Post – Franco, y su transformación en una democracia de corte moderno con autonomías vascas y catalanas.
- La cultura parroquial – participante : Se da en muchas naciones incipientes, predominantemente parroquiales, pero sin estructuras sólidas para apoyarse ni una burocracia basada en súbditos leales ni infraestructuras que nazcan de un cuerpo de ciudadanos responsables y competentes.
Para comprender la Historia del Perú debemos remitirnos -nuevamente- a Jorge Basadre. El pensaba que el nuestro es el país de las oportunidades perdidas o la "historia de lo que pudo ser y no fue". Tal vez si nos fijamos en la secuencia de gobernantes representativos y golpistas existente entre los años cuarenta y setentas, nos demos cuenta del significado de esta metáfora. Nos preguntamos que hubiese pasado si en lugar de Odría, la Junta Militar de 1962-1963 y Velasco, hubieran gobernado el país alternada y pacíficamente, sin transiciones traumáticas, Prado, Haya y Belaúnde.
En primer lugar, los golpes de estado hubieran pasado al olvido por obsoletos, al establecerse una sólida base partidaria. En segundo lugar, se habría desarrollado la Reforma Agraria de un modo gradual y ordenado, después de educar correctamente a la masa campesina acerca de sus derechos y deberes en una sociedad que sale del latifundismo casi medieval, cosa que hasta hoy lamentamos, pues el velasquismo destruyó las bases de la agroindustria de la costa al imponer la Reforma como una suerte de reivindicación clasista, marcada por el comunismo y así hoy importamos lo que hace cuatro décadas exportábamos, con una canasta básica de nuestro mercado interno prácticamente autoabastecido, al revés de estos tiempos.
¿Por qué en los últimos cuarenta años presenciamos este fenómeno autodestructivo?. ¿Por qué luego de un conato de industrialización bajo el segundo pradismo se dio el golpe de la Junta Militar y el primer período de Belaúnde naufragó en medio de las nacientes guerrillas del valle de La Convención, el germen de la actual violencia?. ¿Por qué nunca hubo una verdadera concertación, ni siquiera en tiempos de Bustamante y Rivero y el continuismo republicano se vio cortado por dictaduras militares?. ¿Por qué el mismo militarismo de los setenta reaccionó contra sí mismo al Morales Bermúdez deponer a Velasco y desmontar lo hecho por él sin distinguir lo bueno de lo malo?. ¿Por qué el segundo belaundismo llevó al país al borde del colapso y el gobierno aprista nos hizo conocer lo que es el fondo de un abismo?. ¿Por qué nos vimos envueltos en la guerra civil de la subversión y conferimos todo el poder a un dictador que luego huye a su patria oriental, dejándonos inmersos en la desorientación estructural, de la cual aún no salimos?.
Tal vez las respuestas las encontremos analizando la Historia Peruana de las últimas cuatro décadas a la luz de los conceptos sobre Cultura Política y Cultura Cívica vertidos anteriormente, sin olvidar el trasfondo de siglos de una pesada herencia colonial, a la que adscribo no solamente al Virreynato sino también al mismo Incanato, ya que el Tahuantinsuyo fue un gran Imperio colonial con un gran número de súbditos no – Incas. Tal vez otra vez Basadre encienda su faro y nos haga ver que en el Perú, como él decía, pasamos de una apatía absoluta a un estado de frenesí casi epiléptico, sin tomarse la paciencia de desarrollar pacientemente grandes proyectos a futuro. Esa impronta del carácter nacional nos lleva a profundizar sobre nuestra sub – cultura política, bajo los parámetros antes descritos.
En estricto, nuestra Cultura Política es casi enteramente de súbdito. Casi no damos nada al sistema (input), sólo esperamos recibir algo de él (output). El parroquialismo subsiste en comunidades tecnológicamente desconectadas, sobre todo en la selva, lo que últimamente se va haciendo cada vez más raro de encontrar ante la emigración masiva a las ciudades costeñas y el avance de la informática y de las telecomunicaciones. Existe un sesgo participativo entre ciertos sectores, igualmente reducidos, concentrados en los pocos barrios residenciales de Lima y algunas ciudades de la costa, la cada vez más reducida clase media. Si queremos encontrar algo en común entre los cortes políticos pendulares de las últimas décadas, eso es el populismo, rasgo clásico de un gobierno autoritario no representativo ni democrático.
El péndulo ha oscilado desde el militarismo de tinte comunista de los años setentas hasta la tolerancia (interpretada en este mundo andino como debilidad) democrática de los gobiernos de Belaúnde y Paniagua, pasando por un autoritarismo en apariencia civil pero bajo égida castrense (Fujimori) y otro también con imagen civil pero controlado por un partido (el APRA de Alan García). Ese vaivén se advierte en las políticas económicas : desde el estatismo velasquista hasta las privatizaciones neoliberales de los años noventas y desde el controlismo de precios y mercados del gobierno aprista hasta el sistema mixto actual. Pero todo siempre teñido de populismo, estrategia muy adecuada para la clase dirigente de un país donde subsistir es tarea cotidiana y en buena cuenta la última moneda de cambio existente es el voto, a cambio de pan y circo como en Roma.
Pero esta sub – cultura de súbdito no es leal al sistema mismo. Es más bien ceñida por la apatía, el dejarse llevar o por la alienación, de ahí nuestra inestabilidad estructural. Al desaparecer en los setentas la estructura feudal latifundista, el "vasallo", se quedó sin "señor" y esa carencia de significado origina que la institucionalidad sea débil en el país por la distorsión histórica existente. En realidad en 1821 se fundó una República aparente, toda vez que enormes masas de habitantes quedaban excluidos del circuito de participación en las decisiones políticas, en manos de la llamada "oligarquía", es decir los grandes terratenientes o los comerciantes enriquecidos y prácticamente ennoblecidos por el guano, el salitre o el caucho, cada grupo en su correspondiente época.
Recién en 1968 podemos hablar de la formación de una República que busca la participación de todos los ciudadanos, aunque contradictoriamente fue fundada por un régimen autocrático, ya que como dijimos al inicio, el Perú profundo dejó de serlo. En suma, a pesar de ser guiados por modelos democráticos que buscaban la participación ciudadana como el de los Estados Unidos y Francia, en realidad siempre añoramos el sentirnos súbditos. Por eso José de San Martín se inclinaba hacia una monarquía constitucional para el Perú y de ahí viene la tradición del criollismo costeño, encarnado en la zalamera pero pro-colonial pluma de Ricardo Palma.
En suma, nos enfrentamos a una "globalización" participante con esquemas de súbdito y eso nos arrastra a una vorágine que nos hace perder hasta nuestros valores costumbristas, la tan mentada "pérdida de identidad nacional" que es más evidente en las maneras de ser y de actuar de los jóvenes, pero esto aunado a una especie de "achoramiento" por decirlo así, manifestación de la llamada "cultura combi", una especie de "contracultura", conjunto de respuestas agresivas ante el medio competitivamente hostil que rodea la vida de los peruanos en la actualidad
Acto seguido, analizaremos la repercusión de las diversas manifestaciones de la esfera pública en el desahogo de las presiones que este vaivén histórico ejerce sobre la sociedad, fenómeno en el que tienen marcado protagonismo los diferentes estamentos de la Sociedad Civil.
2.3.2.- LA "ESFERA PUBLICA PERUANA"
La esfera pública es un espacio jurídicamente privado, dentro del cual sus participantes, los que no cuentan con status oficial, tratan de convencerse mutuamente mediante argumentos lógicos acerca de diversos temas de interés general (17). Puede darse en un taxi, en un mercado, en un aula universitaria, etc. Nuestra generación llegó a la edad adulta prácticamente asqueada de la degradación moral vista últimamente en las relaciones políticas nacionales.
Podemos así pensar que nuestra actitud hacia el sistema político es de apatía o de alienación, fruto de la inestabilidad heredada de cuatro décadas de movimientos pendulares entre regímenes democráticos y autocráticos, de ahí se origina la falta de fe en las instituciones observada crecientemente entre la población, sobre todo en los jóvenes y en los adultos jóvenes.
También históricamente, el Perú tiene una enorme tradición comunitaria de base, la que, a pesar de la individualización observada en los noventa, fruto de las influencias globalistas en las ciudades como derivado de la inserción del país en la economía mundial, aún mantiene gran fuerza. Las relaciones familiares, amicales
o sociales, van paliando la crisis y forman un entramado político más eficiente que el sistema formal mismo.
Esas organizaciones, como son las rondas, los comités de vasos de leche, sindicatos, los comedores populares, los grupos religiosos, los gremios de artesanos, comerciantes, obreros, etc., suplen las carencias estructurales del aparato estatal y conforman una fuente de trabajo extendida entre los sectores rurales y urbano marginales. Al expresar la vida misma sin las restricciones de los cauces formales, constituyen la base de la Sociedad Civil nacional, la que incluso goza de presencia en los Gobiernos Regionales (Consejo de Coordinación Regional).
Los datos e ideas desarrollados por Hernando de Soto en "El Otro Sendero", expresan lo invalorable que resulta el trabajo y el modo de vida informales, a pesar de su desorden y de sus carencias de servicios básicos. Es también una razón por la cual el país no ha desaparecido como unidad orgánica, ante la sucesión de conmociones sociales que harían zozobrar a cualquier país acostumbrado a una mayor estabilidad, así como un capital nacional que no aparece en las estadísticas oficiales.
La pregunta central radica en como obtener que esa Sociedad Civil informal interactúe con el sector formal, reducido pero decisorio, en la esfera pública. El camino para impactar en las decisiones, aparentemente tan lejanas, de los Poderes del Estado, puede pasar por una revitalización de estas organizaciones, reconociendo su participación no solamente en entes administrativos de los Gobiernos Regionales y Locales, sino en el mismo foro decisorio, es decir el Congreso y el Poder Ejecutivo, con un antecedente en los Cabildos Abiertos de la época colonial. Así podría llegarse a concretar una expresión popularizada por Alfonso Grados Bertorini en los ochentas y noventas, la "concertación", es decir el reflejo de lo que opinan los ciudadanos, el peso de esfera pública canalizada al aparato estatal decisorio a través de las organizaciones de la Sociedad Civil, las que deberán promover los respectivos proyectos de Ley, lo que sí les reconoce la actual Constitución Política.
Los medios de comunicación masiva deberían jugar un rol protagónico en este campo, pero lamentablemente no es así y la socavación de su imagen al menos ha servido para que la gente comente lo "mal que estamos" al constatar el grado de corrupción existente en la prensa, sobre todo la televisiva. Los hechos observados recientemente en la famosa y mal llamada "esquina de la televisión", además de producir gran inquietud, han generado una amplia gama de discusiones en la esfera pública nacional, tanto que la ciudadanía se pregunta, con obvio sustento, si sería preferible que el Ministerio de Transportes cancele definitivamente las licencias de telecomunicación a los grupos que protagonizan tales sucesos.
Lamentablemente, al dar la vuelta al péndulo derrocando el régimen autoritario de Fujimori y reinstaurando un estilo democrático y representativo de gobierno, no advertimos a tiempo lo señalado en un anterior acápite, que cuando una cultura mixta de súbdito – participante persiste, transforma la primigenia sub – cultura de súbdito : durante los intervalos democráticos, como el que actualmente vivimos, los grupos de orientación autoritaria compiten con los democráticos dentro del marco formal democrático, así vemos hoy, la reacción del fujimorismo por la vía legal ante la fragilidad del gobierno peruano dirigido por nuestro actual Presidente, el que incluso ha sido comprometido dentro del torbellino que rodea la lucha por poseer los medios de comunicación. El ciudadano de a pie se pregunta con justa razón si toda esta lucha sirvió para algo o para nada y así muchos empiezan a añorar el regreso de Fujimori, situación de incertidumbre ahondada por un notorio rebrote senderista.
Los peruanos somos muy proclives a sentir la tentación de ser gobernados autoritariamente, ya que es una postura muy facilista esperar que el gobierno nos sustente a cambio de la total sumisión y muy acorde con nuestro ancestral paternalismo. Opinamos al respecto que las organizaciones de la Sociedad Civil deben ser escuchadas, al expresar lo que la ciudadanía piensa (la esfera pública), no sólo sobre este tema, sino sobre otro esencial un poco relegado dentro del tan publicitado Acuerdo Nacional : la reforma del Poder Judicial, el manoseo de la Justicia, hecho clarísimo en los recientes sucesos, el cual juega el más triste de todos los papeles asumidos por los actores del drama histórico que ha marcado a los que hemos crecido dentro de este movimiento pendular las tres últimas décadas.
3.- CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
Concluimos que la razón fundamental por que un gran sector de la población añora a Fujimori radica en el hecho de la crónica debilidad institucional de nuestro contexto nacional. Debemos fortalecerlas y opinamos que para ello es necesario :
- Revitalizar el Acuerdo Nacional (la llamada "concertación" de los años ochenta), para así dotar de consenso a la actuación del gobierno en materia de desarrollo nacional. Esperamos que este Acuerdo sea duradero y que se ejecute, pero ya existen indicativos de la preocupación existente en algunos sectores políticos por reformar el Estado y por planificar la aplicación de políticas de mediano y largo plazo.
- Aumentar las capacidades del gobierno, reformando al Estado y especialmente al Poder Judicial, de lo contrario no se podrá llevar adelante ninguna reforma estructural a mediano o largo plazo. Debe reestructurarse la carrera pública (el Servicio Civil), reformulando una Ley del Escalafón de la Administración Pública con criterios actuales. Este reforzamiento de la burocracia, aislándola de las presiones políticas, así como la restauración de un nuevo ente rector de la planificación y supervisión del gasto público, constituyeron los dos pilares sobre los cuales se asentó la reforma institucional llevada a cabo por los países de nueva industrialización (NIC) de Extremo Oriente. Tal vez así podrían extenderse los criterios de algunos "reductos de eficiencia" que existen en nuestra Administración Pública a todos los sectores de la misma.
- Reforzar el desarrollo de la regionalización, toda vez que hasta el momento sólo la Región Lambayeque da señales de haber encontrado el camino para fortalecer su gobierno regional.
- Poner énfasis en la aplicación de las normas sobre transparencia fiscal y en la rendición de cuentas de los funcionarios públicos.
- Vincular a los procesos de privatización con políticas de objetivos de mediano y largo plazo, predominando el criterio de calidad, oportunidad y cobertura en los servicios públicos. El caso de las empresas generadoras de energía de Arequipa fue un claro ejemplo de como no se debe proceder al respecto.
- Aplicar a cabalidad la nueva Ley de Partidos Políticos y reglamentarla adecuadamente, cubriendo los temas que se dejaron pendientes de precisiones.
(1) Documento elaborado por: Pablo Miró Rocasolano Licenciado en Economía, Universidad Autónoma de Madrid (UAM), 15 de Noviembre de 2003 (Grupo de Investigación EUMED.NET-Universidad de Málaga).
(2) Documento elaborado por: Pablo Miró Rocasolano Licenciado en Economía, Universidad Autónoma de Madrid (UAM), 15 de Noviembre de 2003 (Grupo de Investigación EUMED.NET-Universidad de Málaga)
(3) Documento elaborado por: Pablo Miró Rocasolano Licenciado en Economía, Universidad Autónoma de Madrid (UAM), 15 de Noviembre de 2003 (Grupo de Investigación EUMED.NET-Universidad de Málaga)
(4) La corrupción: un análisis teórico-empírico
(Revista Punto de Equilibrio, No. 69, diciembre 2000-enero 2001, Pág.8). Luis Felipe Zegarra y Mario Caballero
(5) La corrupción en el Perú : una larga historia
(Revista Punto de Equilibrio, No. 82, Abril – Mayo 2003). Entrevista de Oswaldo Molina y Gastón Yalonetzky a Alfonso W. Quiroz
(6) Basadre, Jorge. "Perú Problema y Posibilidad," Editorial Studium, 5ta. Edición, 1987, pp. 35 – 48.
(7) La corrupción en el Perú : una larga historia
(Revista Punto de Equilibrio, No. 82, Abril – Mayo 2003). Entrevista de Oswaldo Molina y Gastón Yalonetzky a Alfonso W. Quiroz
(8) Robles Rosales, Walter. El Estado Social y Democrático de Derecho, Pág. 2. Ponencia presentada en el Segundo Congreso Nacional de Ciencia Política. Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Federico Villareal. Lima, 10, 11 y 12 de Diciembre de 2003.
(9) Comisión del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Colección Documental de la Independencia del Perú, t. XIX, El Congreso de Panamá. Investigación, recopilación y prólogo por Raúl Porras Barrenechea. Lima: C.N.S.I.P., 1974.
(10) La corrupción en el Perú : una larga historia
(Revista Punto de Equilibrio, No. 82, Abril – Mayo 2003). Entrevista de Oswaldo Molina y Gastón Yalonetzky a Alfonso W. Quiroz
(11) Gonzáles de Olarte, Efraín y Samamé, Lilian. "El Péndulo peruano : políticas económicas, gobernabilidad y subdesarrollo 1963-1990. Lima, IEP, segunda edición, 1994, pg. 44.
(12) Gonzáles de Olarte, Efraín y Samamé, Lilian. "El Péndulo peruano : políticas económicas, gobernabilidad y subdesarrollo 1963-1990. Lima, IEP, segunda edición, 1994, pp. 43-44 y 61.
(13) Gonzáles de Olarte, Efraín y Samamé, Lilian. "El Péndulo peruano : políticas económicas, gobernabilidad y subdesarrollo 1963-1990. Lima, IEP, segunda edición, 1994, pg. 110.
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DUNCAN RICARDO MASSON CABRERA
Santiago de Surco, Noviembre de 2004