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Pensar la economía popular en Venezuela. Cinco miradas inconclusas (página 2)

Enviado por C�sar Barrantes


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En el transcurso de los años "70 el SIU fue considerado ya no sector productivo si no sector social[3] pero sin dejar de ser funcionalizado al desarrollo industrialista, a la modernización, dualización y posterior segmentación de los mercados, a la heterogeneidad tecnológica y estructural y a la acumulación del capital (Carbonetto y otros 1985; Pérez Sáinz 1991). Por su medio se intentó ubicar a las unidades económicas populares en una sociedad dividida en dos sectores invariantes: el público y el privado[4], lo cual implicó obviar las prácticas del poder que determinan la gravitación del interés corporatista y de los medios de difusión masiva en los ámbitos del estado, la sociedad civil y  la nación. Como consecuencia, el SIU fue definido no por lo que es y tiene, sino, por lo que no es: lo no estructurado, lo no formal, lo no rentable, lo no estético, lo no legal, lo no legítimo; y por lo que no tiene: capital, razón, organización, educación y, antes de El Otro Sendero (De Soto l987), espíritu neolibreempresarial.

Se entiende, por lo tanto, la negatividad asignada, por un lado, a los adjetivos marginal, informal e ilegal endilgados al 60% y 80% de nuestras poblaciones latinoamericanas y caribeñas que constituyen relaciones sociales diferentes y relativamente autónomas del modo de producción dominante y, por otro, a sus heterogéneos modos de vivir, pensar y hacer economía, política y cultura a los que se les niega el derecho a la legalidad porque, al no caber en las predefiniciones de lo público y lo privado, son reputados como clandestinos, subterráneos y, por lo tanto, potencialmente alteradores del orden vigente.

1.1) EL TERCER SECTOR DE LA ECONOMÍA

A propósito del sentido anterior pero sin descartar la vocación electoral de los partidos políticos, en diversos momentos de la historia reciente de América Latina tomaron cuerpo algunas propuestas que no abandonaron los enfoques convencionales sobre la sociedad vista desde la economía. Prejuzgando que ésta es un sistema compuesto por los sectores público y privado, intentaron crear un tercer sector económico el cual se ubicaría a prudente distancia del estatismo comunistizante y el capitalismo liberalizante, como condición de la democratización del capital, la propiedad y la gestión, autónoma o cotutelada por gobiernos y empresarios, del desarrollo económico[5].

Tales son la cogestión socialdemócrata, cuyo desiderato es la democracia social, económica y política, y la autogestión socialcristiana, que ve en dicho sector los gérmenes de una sociedad comunitaria-solidaria, las cuales se encuentran emparentadas con las siguientes experiencias:

a)  El Solidarismo: de raigambre vaticana, nació en Costa Rica (Martén 1961) entreverada a la revolución socialdemócrata de 1948 y hoy de gran aceptación obrero-patronal por su tesis del desarrollo económico, democrático y solidario sobre la base de una armonía de clases con sentidos eclesiales, antisindicales y anticomunistas y la socialización entre los trabajadores de un minoritario número de acciones en algunas empresas. b) El fracasado Anteproyecto de Ley de creación del Sector de Economía Laboral (SEL): bajo la consigna socialdemócrata de hacer de Costa Rica un país de propietarios y no de proletarios, entre  l977 y 1986 pugnó por la creación del tercer sector de la economía fuertemente anillado a los circuitos de acumulación del estado; los propietarios del SEL serían los trabajadores mediante la capitalización e inversión de las prestaciones sociales a través de la banca nacionalizada. c) El Sector Social Productivo: adscrito a la Vicepresidencia de la República de Costa Rica, mediante el cual el gobierno socialcristiano (1990-1994) sustituyó la propuesta del SEL. d) El Programa Nacional de Microempresas Urbanas (SIMME): adscrito a la Vicepresidencia de la República de Guatemala, para la cual el SIU es el Tercer Sector de la Economía guatemalteca. e) El Sector Social de la Economía de México: creado en 1983 mediante el Artículo 25 de la Constitución mexicana). f) La Economía Social: tesis del liberalismo constructivo (Colombia) y el aprismo (Perú). g) El Sector de Economía del Trabajo: esta propuesta, desarrollada en especial por la Confederación de Cooperativas y Mutuales de Trabajadores, la Confederación Latinoamericana de Trabajadores y la Academia de Humanismo Cristiano de Chile a través de su Programa de Economía del Trabajo, está imbricada a la economía social autogestionaria integrada por cooperativas, mutuales, cajas de ahorro, empresas comunitarias y de propiedad social de los países andinos.

Como la misma nomenclatura lo explicita, a dichos sectores y economías se les asignan por lo general rasgos autogestionarios, cooperativos y modalidades de producción comunitaria que excluyen o diluyen al SIU y difuminan lo-popular en tanto constitutivo de la categoría pueblo. Completando la ambigüedad existente, veamos la terminología oficial seguida en Venezuela para referirse a dicha materia.

1.2) LAS ORGANIZACIONES ECONÓMICAS DE BASE

Estudiadas en Centroamérica (Santos de Moráis 1978) en los años "70 y en Suramérica, especialmente por la Academia de Humanismo Cristiano de Chile, desde los "80, las organizaciones económicas de base fue el nombre que en Venezuela se le dio a aquellas[6] denominadas en otros países organizaciones económicas populares (Chile), organizaciones sociales de barrio (Perú), organizaciones solidarias de desempleados (Brasil) y nuevas sociedades de fomento (Argentina); asimismo, empresas comunitarias (Colombia, y Costa Rica desde inicios de los "70) y empresas asociativas (Costa Rica desde inicios del decenio de los "70; Venezuela desde 1986-87).

Según Razeto (1985),  son organizaciones que producen servicios e ingreso para los más pobres mediante estrategias de producción y comercio autogestionario de víveres, infraestructura, vivienda, bolsas comunales de trabajo, talleres de primeros auxilios y educación popular. Son parte de los sujetos irredentos y portadoras de empresarialidad popular y de valores cooperativos, comunitarios y solidarios y capacidades organizativas y de gestión. En fin, son un potencial para democratizar y descentralizar el mercado, la economía y la política, para mejorar la calidad de vida y difundir conocimientos prácticos para la toma asertiva de decisiones.

1.3) LA ECONOMÍA ASOCIATIVA

Para Pereira (l988) es la variable explicativa del Tercer Sector de la Economía: la Economía Social, que propuso crear para la producción con tecnología apropiada de bienes y servicios comerciados mediante cadenas de producción, distribución y consumo para pobres.

Inspirado en Razeto (1985), la unidad de análisis de Pereira es una imprecisa empresa asociativa o cooperativa cogestora, accionaria o autogestora comunitaria cuyo objetivo es la producción colectiva para la solución de problemas comunes: una racionalidad ajena al beneficio económico en la producción, el trabajo, la asignación de recursos y la acumulación de capital, como opción al liberalismo y el comunismo.

1.4) LA ECONOMÍA SOLIDARIA

La solidaridad social es un término de la ética socialcristiana en torno a la cual gira el actual gobierno del presidente Caldera. Su cristalización más atinente para nuestros efectos, la encontramos en la puesta en marcha de una política económica cuya meta prioritaria es la siguiente:

"La lucha contra la pobreza…no reduciéndola…al subsidio de los…marginales al cual tienen…derecho como consecuencia del derecho a la vida, sino construyendo una economía sana dentro de la cual no tengan cabida el excesivo desempleo, la remuneración insuficiente y las situaciones de miseria." (Caldera 1993:18).

Y, como consecuencia del postulado anterior, la activación inmediata de fuentes de empleo mediante la creación de tres grandes Programas Solidarios de corte compensatorio: Fomento al Sector de la Economía Solidaria, Viviendas de Interés Social y Reactivación de la Pequeña y Mediana Industria. El primero[7], tuvo los siguientes objetivos iniciales (MINFOM 1994):

"GENERALES: 1) Promover un Sistema de Abastecimiento Solidario para la distribución de alimentos y medicinas a menores precios mediante la organización social. 2) Crear y fortalecer empresas solidarias en los sectores de menores ingresos mediante un sistema de capacitación masiva en gestión. ESPECÍFICOS: 1.1) Fortalecer el Sistema de Abastecimiento Solidario existente gestionado por empresas y organizaciones de carácter asociativo, así como la constitución e incorporación  al Sistema de nuevas empresas y organizaciones comunitarias otorgando asistencia técnica y financiamiento. 1.2) Asesorar y dar asistencia técnica a entidades públicas y privadas en el campo del Abastecimiento Solidario. 1.3) Promover acuerdos y mecanismos que acerquen a productores y consumidores. 2.1) Desarrollar actividades de capacitación masiva en gestión de empresas solidarias en los sectores populares estratégicos. 2.2) Brindar apoyo crediticio a la formación de empresas solidarias. 2.3) Capacitar y promover la formación de asistencia técnica capaces de apoyar a las empresas solidarias en su proceso de desarrollo."

Dicho Programa está integrado por tres Subprogramas: Abastecimiento Solidario (ferias de consumo familiar, puntos de abastecimiento masivo, puntos de venta dominicales, centros de suministro a bodegueros y farmacias sociocomunitarias), Empresas de Solidaridad (capacitación masiva de gestión, empresas comunales de servicios, construcción y de asistencia a empresas) y Promoción y Supervisión de Organizaciones Civiles de Desarrollo Social (promoción y asistencia técnica, activación del voluntariado juvenil, financiamiento, divulgación, y coordinación de redes sociales).

Mediante el Fomento a la Economía Solidaria se procura desarrollar como política de Estado los mecanismos de abastecimiento alimentario masivo a los que el gobierno anterior no dio prioridad estratégica[8] y diferenciar la gestión actual de las distorciones e ineficiencias que caracterizaron la práctica del gobierno de Carlos Andrés Pérez.

II) LA ECONOMÍA POPULAR. UNA APROXIMACIÓN CONCEPTUAL

Economía Popular es un término de reciente data en Venezuela. Las preguntas generadoras de su problemática teórica y empírica (Qué es?. Cómo se constituye?. Dónde está?. Cuál es su importancia?. Quiénes la integran?. Cómo se relaciona con la sociedad, el sistema de producción, la nación y el Estado?) comenzaron a tener sentido a fines de los años "80 cuando eran innegables los brutales impactos de la crisis sistémica provocada por el endeudamiento externo, el agotamiento del modelo sustitutivo de importaciones y la descomposición del ensayo republicano puesto en marcha luego del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez[9].

Aquellas preguntas obtuvieron diversos intentos de respuestas dentro del marco de la asistencia técnica del PNUD, pero sólo dos nos parecen relevantes para los efectos de nuestra comunicación, no obstante que no tuvieron aplicaciones empíricas ni desarrollos investigativos ni teóricos: a) La construcción de comunidades urbanas de producción de bienes y servicios cuyo objetivo sería no sólo el abaratamiento del costo de la reproducción de la fuerza de trabajo, sino, la circulación ampliada de las ganancias con costos competitivos. Los barrios y localidades quedarían conectados a un proceso productivo desconcentrado, pero altamente integrado y motorizado por el capital industrial y financiero, mediante avanzadas tecnologías de procesos, organización, telematización y mercadotecnia comercial y social masmediática.  b) Estudiar las cadenas de producción, circulación y consumo de bienes y servicios locales y regionales, lo cual implicaba abrir una nueva vía al esfuerzo oficial y civil por conocer y potenciar el desarrollo socioeconómico de los circuitos económicos populares y sus articulaciones con el denominado sector moderno.

Dichas respuestas no superaron la siguiente triada: 1) El enfoque de la Superación de la Pobreza y la consigna de la Deuda Social de los organismos multilaterales. 2) Los abordajes institucionales, academicistas y economicistas y sus versiones reduccionistas que sesgan e impiden aprehender y potenciar la especificidad, significado y movimiento interno de lo-social y, por ende, de la Economía Popular. 3) Los seculares abordajes dualistas, formalistas y cuantitativistas del denominado SIU, más preocupados por medir, controlar y tipologizar[10] lo dado que en el cómo-pensar la Economía Popular de la cual aquél es, apenas, la punta del "iceberg".

En consecuencia, las investigaciones realizadas han relevado las capacidades individuales de los pobres para ingeniar estrategias de sobrevivencia y actividades microempresariales, pero sin referencia por lo general a las redes de solidaridad familiar y barrial[11], a la tensión dinámica de las articulaciones entre los espacios territorial y económico, ni al papel del estado tanto en la constitución de segmentos del mercado para la producción a pequeña y microescala como en la integración selectiva de la sociedad con la Economía Popular. Es la razón por la que el conocimiento de ésta es aún incipiente y necesitado de propuestas alternativas.

En este sentido, nuestro enfoque trasdisciplinar con perspectiva sociopolítica de la ciencia y de lo real[12], nos concita una pretensión diferente: pensar en voz alta, pero no a partir del qué-pensar definitorio de la razón ordenadora de lo dado, sino, del cómo-pensar desde el aquí y ahora de nuestra configuración históricosocial concreta, la apertura hacia uno de los nuevos ámbitos objeto de la acción del estado y algunos de los sectores mejor organizados de la sociedad venezolana en este largo periodo de transición sistémica no resuelta: la Economía Popular.

Nuestro cómo-pensar histórico-político (Zemelman 1995) tiene tres exigencias problematizadoras, a saber: 1) Afirmar la necesidad de los sujetos[13] individuales y colectivos =entre éstos los que encarnan la Economía Popular= de agregarle valor a la realidad social mediante la apropiación de los dinamismos que les es posible simbolizar, potenciar y crear desde sus prácticas cotidianas[14]. 2) Pensar la Economía Popular y lo-popular mismo desde las prácticas heterogéneas de los sujetos constitutivos de la categoría pueblo y abrir la posibilidad = utópica mas no por ello irreal o inalcanzable= de encarnar un proyecto nacional que, permitiendo la diferencia, guíe las tareas deseables, posibles y necesarias para la sociedad considerada en su conjunto más inclusivo. 3) Superar las visiones reduccionistas basadas en enfoques doctrinarios y disciplinarios de corte empirista, legalista, urbanista y productivista dentro de las cuales se excluye o se diluye el carácter comprehensivo y sustantivo de la categoría pueblo.

Planteado lo anterior, corresponde hacer en el heterogéneo e inagotable sistema de relaciones sociales que configuran la sociedad venezolana[15], un corte imaginario e inédito que nos sirva de puerta de entrada al conocimiento del modo en que los agrupamientos populares viven, piensan, sienten y hacen economía, política y cultura en su ámbito constituyente: la Economía Popular.

1)  Una Primera Mirada al interior de la Economía Popular nos indica lo siguiente: ésta no está reducida a una locación geoespacial específica (vgr. las denominadas zonas marginales, lo urbano, lo rural, lo local, lo micro), sino que se encuentra múltiplemente inscrita y diseminada también en el entramado político, ideológico, simbólico, imaginario, económico, jurídico y cultural venezolano. Contiene, por lo tanto, dimensiones más sistémicas en los ámbitos microespaciales y macrosituacionales de lo que los políticos, académicos y tecnócratas podrían aceptar aún con base en investigaciones trasdisciplinarias[16]

En tal sentido, la Economía Popular define una región específica del conjunto de relaciones de nuestra configuración societal. Una dimensión múltiplemente determinada que lleva la impronta de la quiebra de las conexiones de interdependencia y antagonismo entre la ciudad y el campo, pero sin que por ello su carácter alternativo se nos presente como necesario. Esto por cuanto sus dinamismos no están prescritos y no se agotan ni en lo-popular ni en las esferas aisladas de la solidaridad, la fraternidad, el asociacionismo, la autogestión, la subsistencia, la urbanidad ni de la ruralidad. Al contrario, sus movimientos específicos son expresión de incesantes prácticas constitutivas del inagotable mundo de vida, concreto pero a la vez universal, de lo-popular cuyas articulaciones consigo mismo, con lo local, lo regional, lo nacional, lo extranjero y lo trasnacional no se puede afirmar que son inmutables.

A propósito de lo anterior, constelaciones heterogéneas de sujetos rurales y urbanos dinamizan procesos de intercambio de satisfactores a través de múltiples mediaciones[17] con instituciones estatales y civiles, organizaciones de representación política, sindical, gremial y vecinal, y con otros sujetos individuales, grupales y colectivos =clases sociales inclusive= que también crean sus realidades, luchan por detentar el poder de los códigos, del producto de sus propias decisiones y, por ende, de su futuro.

Dichas relaciones =no siempre fraternas ni solidarias pero siempre generadoras de gratificaciones de muy diversa calidad y sentido= están interpeladas por el carácter tensional no resuelto de nuestra matriz o configuración ideológico-cultural, imaginaria y simbólica, cuya unidad y coherencia, diversidad y heterogeneidad no son evidentes ni siempre se nos presentan como ineluctables. Es la razón por la cual los diversos sentidos, significados, espesores, tiempos y espacios de los macro y microprocesos de los cuales aquella matriz es productora y producto, median a la vez que son mediados por los ámbitos privados, cotidianos y públicos del estado y la sociedad civil a través de los cuales los sujetos de la Economía Popular realizan múltiples inserciones en la realidad que los constituye y determina pero que ellos a su vez construyen y resignifican diferencialmente.

Es así como =nos parece= se ordenan y potencian de maneras siempre inéditas las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas de los modos en que los agrupamientos especialmente populares viven, sienten, piensan y practican sus luchas por lo siguiente: la construcción-producción de su realidad social; la apropiación del futuro, del producto social y de los frutos del progreso científico; la producción, distribución, consumo y agregación de valor a los bienes tangibles e intangibles de cambio y de uso; la reproducción ampliada de la vida individual, familiar, grupal y colectiva; la revaloración de los fondos de trabajo domésticos y mercantiles; el redespliegue de capacidades y destrezas mediante organizaciones espontáneas, reivindicativas y propositivas dentro de las cuales están las redes de solidaridad familiar, vecinal y local, las estrategias de sobrevivencia, la producción a pequeña y microescala y los movimientos vinculados a proyectos tendencialmente autogestionarios; finalmente, la solución de los problemas de la convivencia social, de la inflación y de la inseguridad jurídica, personal, social y ecosistémica.

2)  Una Segunda Mirada, nos da cuenta del carácter híbrido (García Canclini 1990; !993) y heterogéneo de nuestra configuración ideológico-cultural, imaginaria y simbólica la cual, si bien dificulta la sedimentación histórica y el piso de nuestra existencia social (Quijano 1988:21) no por ello las diversidades y sincretismos de sus formas, contenidos, niveles, espesores, tiempos y espacios dejan de delimitar y potenciar ambiguamente nuestros campos significantes[18]ni dejan de tener traducciones específicas y genéricas en la Economía Popular.

Entre las traducciones específicas, que nos remiten a los dinamismos internos de este ámbito constituyente de los agrupamientos populares, encontramos los convenimientos interindividuales, interfamiliares, intergrupales e intercomunitarios de muy diversos tipos: formales y no formales; legales, no legales e ilegales; salariales y de trueque; selectivos, integrativos y excluyentes pero también solidarios y no solidarios; de subordinación, interdependencia y (sobre)explotación. Entre las genéricas, que nos reenvían a las articulaciones de la Economía Popular con otras dimensiones societales, visualizamos una plétora de prácticas ubicadas en los entrecruces de los micro y macroprocesos de la producción, circulación y consumo con el juego de los poderes, en especial con el denominado sector moderno de la economía, mediante dispositivos de complementación, competencia, explotación, subordinación y exclusión.

A propósito de estos dispositivos (Barrantes 1989a; 1990), la Economía Popular desempeña una constelación de funciones entre las cuales las económicas se nos presentan con mayor evidencia, en especial las siguientes: 1) Intercambia, mediante mecanismos de rotación de corto, mediano y largo plazo, grandes cantidades de fuerza de trabajo asalariada y no asalariada con el denominado sector moderno. 2) Genera mecanismos de ajuste a las asincronías de la oferta y la demanda: al contrario del denominado sector moderno que se ajusta por la vía del desempleo, la Economía Popular lo hace por la del ingreso. 3) Dependiendo de las actividades productivas, provee y compra cantidades importantes de insumos nacionales; construye, reconstruye y repara activos fijos y maquinaria; distribuye y consume productos modernos; produce bienes y presta servicios que responden a necesidades básicas y a un tipo de demanda que a las empresas modernas no les interesa satisfacer o porque su escala de producción les resultaría onerosa; realiza partes específicas (vgr. textiles) de procesos productivos desconcentrados, por lo general, mediante relaciones de subcontratación. 4) Capacita fuerza de trabajo especialmente joven; genera empleo e ingreso mínimo que asegura la reproducción de amplios contingentes humanos. 5) produce un plusvalor que no alimenta los circuitos de acumulación popular, sino que apenas gotea hacia los grupos en situación de pobreza crítica y extrema dado que, paradójicamente y por la lógica misma del sistema capitalista, aquél se transfiere al denominado sector moderno de la economía[19].

Los dinamismos de la Economía Popular perfilan una necesidad promisoria: la construcción de microrredes de solidaridad, asociación y cooperación intra e inter familiares, vecinales y locales como estrategia para enfrentar con mayor éxito las restricciones que constriñen su desarrollo. Asimismo, da cabida a una plétora de iniciativas de producción y mercadeo a micro y pequeña escala que se ubican tanto en la esfera de la pobreza como en la de la reproducción. En la primera encontramos las microunidades de producción y estrategias de sobrevivencia cuyos productos no les permite reinversión alguna; en la segunda encontramos las microempresas subordinadas y microempresas autónomas que sí ostentan ciertos márgenes de acumulación, muchas, conteniendo un potencial productivo e innovativo susceptible de desarrollo no obstante que, por lo general, al igual que las de sobrevivencia, ostentan altos costos que no pueden ser cargados al consumidor.

En la intersección de las esferas de la reproducción y la pobreza, encontramos una dimensión sociopolítica que nos parece remitir la Economía Popular al "país nacional", sea, la comunidad política o momento de las solidaridades colectivas resultantes de una creencia generalizada que se yergue sobre la profunda crisis de la sociedad, el estado, la nación y la democracia tal cual se practica en Venezuela: la de que no sólo a pesar, sino, a propósito de la crisis civilizatoria la gran mayoría de la población ciudadana comparte valores, experiencias e intereses fundamentales que podrían llegar a concitar propósitos de aspirar a metas comunes en conjunción con las instituciones oficiales y civiles.

A propósito de la dimensión sociopolítica de la Economía Popular, de la crisis sistémica y de los ideologismos homogenizantes aupados por el estado, se ha venido poniendo en la escena académica venezolana el diagnóstico general siguiente: desnacionalización tendencial y exacerbación de la ideología neoliberal; desestructuración política, económica, social y cultural del panorama nacional; desencanto, descreimiento y deslegitimación del régimen salido del Pacto de Punto Fijo; exclusión, fragmentación sicosocial, pérdida de visión del futuro; despolitización y despartidización, compulsión a la búsqueda de soluciones aisladas, parciales e inmediatas a problemas que son comunes.

La consecuencia que se deriva de tal diagnóstico es la alienación de la perspectiva histórica y la mediatización de la necesidad de construir desde las posicionalidades de la Economía Popular redes local-nacionales de cooperación, fraternidad y solidaridad y encarnar cada quien los campos significantes de la configuración social venezolana.

Al exacerbarse la incertidumbre y desgranarse las posibilidades de la acción colectiva, el carácter éticopolítico de ésta viene siendo mediatizado, al menos, por dos tipos de ideologismos: 1) morales y místicorreligiosos que espiritualizan las lealtades terrenales y desplazan la comunidad del nosotros en el aquí y ahora al plano de los sentimientos teologales entre creyentes desvinculados de la problemática real. 2) Participacionistas y empresarialistas mediante los cuales los gobiernos de turno en conjunción con instituciones oficiales y civiles intentan introducir, cada uno a su manera y sin pretenciones de continuidad en el mediano y largo plazo, una tendencia a la homogenización ilusoria en los procesos irresistibles de polarización, fragmentación y exclusión que caracterizan la transición de un modo de producción centrado en las chimeneas al de uno centrado en el conocimiento (Toffler 1990) intensivo.

Mediante estas estrategias =que en modo alguno reputamos como unidireccionales, automáticas ni perversas= se procura reasignar identidades, especialmente locales, barriales y vecinales de corte económico-solidario, laboral, artístico, artesanal, microempresarial, ecosociales y ecoturísticas las cuales provocan efectos diferenciales como los siguientes: obviar, por un lado, las luchas contra la represión policiacomilitar, la impunidad, el deterioro de la calidad de vida y la inseguridad individual y social; y, por otro lado, desactivar las luchas a favor de una soberanía nacional para sí pero no xenófoba, de un ejercicio militante de la democracia y de una modernidad propia construida como síntesis plural entre razón histórica y liberación (Quijano 1988:2). Al mismo tiempo, mediante procesos de interiorización pletóricos de resistencias, aquellas estrategias permean efectos normalizadores de la violencia física y simbólica al inducir, por un lado, conductas de integración sistémica: moral-prácticas, estético-expresivas, sicoeconómicas, ecoturísticas y otras de aceptación conformista, aunque no siempre acrítica, del funcionamiento general del capitalismo. Por otro lado, presentan como deseable y hasta necesario, la asumisión de valores tangibles e intangibles de cambio y de uso reputados como propios de la vida moderna, en especial los productos "enlatados" de la industria cultural y masmediática, a cambio de la degradación y el desprecio del complejo identitario de la nacionalidad venezolana y por aquellos que, eventualmente, pudieran hacer detonar desde abajo y desde adentro, procesos de integración política y cultural latinoamericana y caribeña.

Ciertamente, dentro del escenario de la globalización desnacionalizante, se vienen suscitando fusiones no siempre felices en sus manifestaciones más inmediatas; no obstante, desde la vulnerada y heterogénea vida cotidiana =que no necesariamente está ayuna de las necesidades de realidad y de trascendencia=, dichas fusiones abren también perspectivas promisorias para el estudio científico-político, ya no sólo desde la dominación y explotación y sus procesos de legitimación e institucionalización, sino, también desde la subordinación y exclusión y sus dispositivos de constitución de nuevas subjetividades y sensibilidades, de forja de autonomías y de apropiación de trascendencias, realidades y sueños.

Esta perspectiva contiene la posibilidad de construir una síntesis plural no prestablecida de pensamientos fundantes =quizás no exentos de añoranzas por lo que pudo haber sido y no fue, por lo que somos y no quisiéramos ser o por lo que no somos y debiéramos ser= con la categoría pueblo, la clase inclusiva, lo grupal operante, el nosotros abierto a otras formas de fraguar la nación, de resignificar el Continente y nuestros mundos de vida pero con sentidos distintos a los de los discursos del cambio social propios del momento político que se privilegió a lo largo de América Latina en los años "60-70.

En el orden de ideas mencionado, algunos autores continúan llamando la atención sobre las implicaciones alienantes que entraña la fusión de aquellos pensamientos fundantes para el(los) modo(s) en que las clases, especialmente populares, constituyen sus relaciones sociales e inscriben su propia subjetividad, crítica o no, en la construcción de su mundo de vida sobre el que gravitan los procesos irresistibles de la trasnacionalización y la globalización.

Al contrario de la América Latina de los años 60-70, en la Venezuela de los "80-90 la crisis ética, económica, política y sicosocial de la cultura democrática, el fracaso de los proyectos políticos, la inviabilidad del proyecto nacional-popular autónomo y el bloqueo de las movilizaciones masivas han puesto sobre la palestra el sentido fuerte y, muchas veces fortísimo de lo subjetivo, lo imaginario, lo simbólico, lo valorativo, lo vital cotidiano, lo fenoménico, lo parcial y lo discontinuo como constitutivo de la realidad social y, dentro de ésta, lo real de la Economía Popular.

Estas dimensiones se levantan y, en algunos casos, se magnifican frente al objetivismo, el esencialismo, el iluminismo y el holismo de las teorizaciones histórico-deterministas, en quiebra desde hace varias décadas. Para éstas es imposible dar cuenta de las potencialidades teóricamente indeterminadas que, inscritas tanto en la positividad (la diversidad, la diferencia y la pluralidad) como en la negatividad (la segmentación, la fragmentación y la exclusión) de los procesos relacionales, contienen la posibilidad de que los ámbitos de la política, la ideología, la cultura y la economía puedan ser reconstituidos y resignificados por los sujetos que no se sienten expresados en las prácticas populistas, corporatistas y clientelares del estado, los partidos, sindicatos y demás organizaciones de representación y, por ello, negados en sus necesidades y demandas, en sus deberes, derechos y aspiraciones.

En estas condiciones adquieren sentidos positivo-constructivos las luchas populares, otrora revolucionarias y hoy reconstituidas en ingentes esfuerzos barrial-vecinales y comunitarios de carácter adaptativo, reactivo, reivindicativo y propositivo no siempre sostenidos, intercomunicados ni políticamente problematizados, aunque siempre a flor de piel del tejido sicosocial. Esto, gracias a que, al contrario de las discontinuidades de los micro y macroprocesos de reproducción y revaloración ampliada de la sociedad y del capital, es decir, entre los espacios y los tiempos vitales y entre éstos y la concurrencia (macro)económica, en muchos ámbitos de la Economía Popular, dichos tiempos y espacios están fusionados de manera simultánea y funcional a la reproducción económico-social simple o de sobrevivencia (Darwich 1992).

Aquellos esfuerzos tampoco están necesariamente interpelados por la macropolítica ni por la macroeconomía, al menos en sus sentidos fuertes, sino, por una constelación de microsituaciones interindividuales e intersubjetivas que se articulan más a los imaginarios sociales y, más profundamente por múltiples sendas que muchas veces no conducen a ningún lugar (Heidegger 1962), a la "creación incesante pero esencialmente indeterminada" (Castoriadis 1975:7); indeterminada porque, pese a la existencia de una historia explicativa de las obras creadas, éstas no tienen raíces en el inconciente, no deducen necesariamente sus orígenes de lo ya conocido, ni son reflejo de las relaciones con el Otro (Lacan criticando a Freud, citado por Brodsky 1983), aunque hay quienes afirman lo contrario desde otros ángulos de las ciencias humanas (Zemelman 1995; García Canclini 1988; Marta Sosa 1975).

Es así como los sujetos sociales que nos conciernen pueden crear representaciones de objetos temporal y espacialmente distantes y de pensamientos que no tienen presentación posible porque no siempre son registrados por la conciencia individual o colectiva, la lógica ordenadora del proceso de conocimiento, los lenguajes de la modernidad ni por la organización social de la economía capitalista los cuales, al pregonar que no hay realidad si ésta no es atestiguada como verosímil por un consenso entre socios, dejan a oscuras la abismal distancia existente entre la facultad de concepción y la capacidad de presentación de cosas o ideas, lo cual nos refiere a la imposibilidad de dar cuenta de lo indecible, de "hacer ver que hay cosas e ideas que se pueden concebir pero que no se pueden ver ni hacer ver" (Lyotard 1990:21-20. Para una crítica, Follari 1996).

A este respecto, pareciera que nunca podremos estar en contacto con esencias puras, últimas instancias o conceptos absolutos porque éstos son algo a lo que el lenguaje no podría llegar en virtud de que cada término contiene una zona desde la que no se puede apuntar directamente a un referente completamente definido y nítido; todo término presenta siempre, en algún momento, una ambigüedad que se difiere hacia otros que no están preconstituidos. El lenguaje, todo constructo o configuración discursiva es un producto societal por excelencia capaz de articular y redefinir oposiciones, desdoblamientos y diferencias de forma tal que es un proceso muy complejo y prácticamente inagotable de representaciones y producción de imágenes las cuales, consistentemente o no, pretenden organizar los significados y sentidos de la materialidad simbolizaba. Al no estar referido a la gramática ni a la sintaxis ni a un texto en sentido literario, lo-discursivo es la condición misma de toda practica social: la historia y la sociedad son, consecuentemente, valga la metáfora, un texto inagotable (Laclau 1985; 1993) cuya lectura y realización de sentidos está implicada en la invención de realidades que teniendo poco de realidad y sí mucho de intuiciones, ecos, sombras, espectros, sentimientos estéticos, elevaciones místicas, intensidades eróticas, fantasías y sueños, median las vinculaciones de los sujetos de la Economía Popular entre sí al mismo tiempo que realizan inserciones múltiples en realidades diferentes.

En este modo de inserciones plurales se combinan diferentes órdenes discursivos tales como el de la representación, el de la acción, el de lo inédito, el de la repetición, el de la mirada, el del sentido, el de la intencionalidad, el de la causalidad, el de la necesidad, el de la demanda, el de la espera, el de la memoria y el de la libertad, sin dejar de lado, el discurso del poder, con máscara y sin ésta al decir de Britto García (1988; 1993). Estos nos remiten a la propia condición o realidad humana (Arendt 1974), al hombre que es hijo del hombre (Sartre citado por de Beauvoir 1982) cuya obra sólo puede ser tematizada posteriormente a la existencia misma del ser y al hecho de estar éste ya metido existencialmente en la trama social (Heidegger 1962), pero no por una elección racional, sino, simplemente porque estamos en el lugar en que estamos ya sea porque allí fuimos a parar o porque allí fuimos lanzados. Y es bajo las circunstancias que nos son dadas como conditio sine qua non y como naturaleza intrínseca, que nos vemos interpelados por la responsabilidad de recusar o convalidar la decisión colectiva, de asumir el reto de decidir y escoger en busca de una buena vida (Heller 1995), la que nuestros trabajos y puntos de encuentro siempre inestables con el Otro, nos permiten crear. Asimismo, evocando a Barthes (1980), aquellos órdenes discursivos nos renvían al desgarre simbólico provocado por la incompletud suscitada por la incesante fuga de la instancia última =la del Origen y la del Juicio Final= del hombre; pero también nos remiten a los dinamismos de los espacios en blanco y puntos borrosos que escapan o quedan parcial, imperfecta o malamente cubiertos por lo que nos parecen ser dos prácticas de la muerte del sujeto (Lanz 1993; Follari 1996) y del fin de la historia (Fukuyama 1991; Frank 1990) proclamadas por algunos posmodernistas y neoconservadores: la del sentido banal y la del lenguaje que manda, codifica, cosifica y pulveriza.

Mediados por los procesos anteriores, los sujetos sociales, en especial los que encarnan la Economía Popular, imprimen el ideal de su ser y su ser ideal en sus ámbitos constituyentes, potenciando con ello la conjugación de lo histórico en lo individual y de lo individual en lo histórico; asimismo, desde las posicionalidades y circunstancias que sean, podrían suscitar la deslegitimación del estado de derecho y permitir o no ciertos estilos de legitimidad pero no ya desde dispositivos económicos y políticos de gobierno, partido, sindicato o corporación empresarial y sus fundaciones civiles sin fines de lucro pero fundamentalmente sin fines de pérdida, sino, desde las microescenas de la vida cotidiana ahora interpelada por el discurso tácticamente polivalente de la libreempresa antiestatalista interesada, al menos, en lo siguiente: el apuntalamiento de la privatización del estado, la liberación y apertura económica, la moleculización de los espacios públicos estatales y civiles, la organización de la vida íntima y familiar en torno a procesos desconcentrados de producción de manufacturas, y la constitución de barrios y localidades en comunidades de consumidores "soberanos" en aras de un ejercicio irreverente de la libertad de comercio y de conocimiento.

3)  Una Tercera Mirada, nos remite, a propósito de este último punto, a las relaciones =heterogéneas tanto en los sentidos como en los significados, en los tiempos como en los espacios, en las formas como en los contenidos= entre el campo y la ciudad como una realidad abandonada y expoliada que subyace a la problemática humano social de la Economía Popular.

El veintenio "80-90 de América Latina y el Caribe es testigo de que las relaciones rururbanas se han venido modificando y diversificando pero, fundamentalmente, profundizando y estrechando en la dialéctica del desarrollo del capitalismo en la periferia. En consecuencia, no puede afirmarse que las formas individuales y colectivas artesanales, pequeño y microproductivas y de autosuficiencia del campo y la ciudad puedan existir, al menos de manera relevante[20] =tal y como se hizo en los términos económicosociales de los años 50-60= al margen de las cadenas de producción industriales, agroindustriales y extractivas y de los circuitos comerciales nacionales y trasnacionales.

Si bien dichas formas productivas fueron originalmente precapitalistas, en la actualidad, al influjo de la penetración y desarrollo del capitalismo en los campos y las ciudades de nuestros países latinoamericanos y caribeños, dichas formas y el conjunto de relaciones sociales que les dio significado, vienen sufriendo procesos de desintegración, reconstitución, resignificación y rearticulación diferenciales =no exentos de movimientos de resistencia no siempre silenciosos, no siempre propositivos y no siempre sostenidos= al sistema capitalista local y planetario.

Lo anterior no significa que la plétora de micro y pequeños empresarios, productores, artesanos y cuentapropias del campo y la ciudad =a los cuales de manera irreversible les fueron modificadas, parcial pero profundamente, sus relaciones sociales originarias= esté pasando, haya pasado o que pasará a formar parte del sistema hegemónico de gratificaciones. Esto, por cuanto la preocupación básica del capital y sus diversas modalidades es asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo que le es absolutamente necesaria, en tanto valor de cambio, para su propia revaloración (Topalov 1979). En otras palabras, porque la lógica general de funcionamiento de nuestras sociedades tiene como característica estructural la exclusión (Tokman 1987; Sonntag 1988).

Mucho menos aquella plétora social pasa a formar parte de los selectos círculos políticos, culturales y empresariales modernos en virtud de lo siguiente: Su capital originario: social, económico, cultural, político e ideológico fue mutilado diferencialmente de sus bases de reproducción durante el proceso inintencional de construcción-destrucción-reconstitución-resignificación-refuncionación de sus patrones y espacios de relacionamiento, agrupamiento y de poder, así como de sus registros imaginarios y simbólicos de la realidad social. El nuevo sistema hegemónico, que pareció que iba a "capitalistizar" y homogenizar a imagen y semejanza de las economías centrales a las sociedades latinoamericanas y caribeñas y, con ellas, a la sociedad venezolana, se realiza de manera cualitativamente distinta a la versión eurocéntrica (Evers 1979:39-46) no sólo a pesar, sino, a propósito de la ya veinteañera crisis estructural y por los cambios diferenciales de los patrones, universos y registros siguientes: intra e intersubjetivos, institucionales, valorativos, de agrupamiento social y de configuración de los poderes locales, regionales, nacionales y mundiales implicados en dicha crisis.

Entonces, la rearticulación diferencial de las formas de producción no hegemónicas, de los sistemas de relaciones sociales y de los actores-sujetos que las constituyen, significa que éstos y aquéllas están siendo funcionalmente desarticulados, reconstituídos, reintegrados y resignificados "por debajo" y "por afuera" de la matriz =que no acaba de descomponerse ni de reconstituirse= de necesidades de reproducción del sistema capitalista venezolano con exclusión selectiva de las necesidades de las clases subalternas.

4)  UnaCuarta Mirada, nos permite poner en escena la problemática de las articulaciones de las agencias oficiales centralizadas y descentralizadas con las organizaciones a las que viene siendo reducida la sociedad civil =las llamadas, más por persistencia que por pertinencia, no gubernamentales, que no son necesariamente populares= con los momentos co-constitutivos de nuestra sociedad en la Economía Popular. Estas articulaciones constituyen una de las "arenas" políticas de mayor relevancia en el actual periodo histórico latinoamericano y caribeño en la que está implicada la redefinición y ampliación de lo-público =el espacio de aparición de la política en tanto acción no reductible a sus causas y no previsible en sus consecuencias  (Arendt citada por Hilb, comp. 1994:1-29) como inagotable mediación entre los intereses generales, particulares y singulares de las instituciones (vgr., estado, mercado, empresa, familia), las organizaciones corporativas, gubernamentales y civiles y entre éstas, los ámbitos de la  vida cotidiana y los fueros íntimos de la vida privada.

Aquellas articulaciones, signadas por la furia neolibreempresarial, la descentralización político-administrativa y la privatización, son testigos de la eclosión de una constelación de entidades públicas de carácter civil =algunas de las cuales en algunos países son verdaderos grupos de poder y de presión y brazos civiles de grupos de poder nacionales y trasnacionales= y del aumento de su influencia en la Economía Popular.

Si bien este poder debe seguir siendo potenciado, no por ello se debe dejar de llamar la atención sobre las implicaciones que puede tener la tendencia a la sobreponderación del justo papel que les corresponde jugar a aquéllas en tanto potenciadoras de procesos tendencialmente plurales y democráticos. Traspasados los límites de lo justo-necesario, la mediación se torna mediatizadora: el interés corporatista priva sobre el interés general. Este comienza a ser visto a través de la lucha por la sobrevivencia de las propias organizaciones y por la apropiación de los recursos de poder, en especial financieros, del estado y de los organismos internacionales y multilaterales. En aras de asegurarse el incremento de variables de libertad, comienzan a acusar al estado de querer imponerles funciones meramente instrumentales al mismo tiempo que ocultan su interés por la utilización de sus recursos de poder, especialmente financieros, para sus propios intereses, por más loables y sin fines de lucro que éstos sean.

La tentación corporatista conlleva la opción de "clasemediatizar" o anillar por arriba el desarrollo promisorio del movimiento que debe fraguarse desde abajo y desde adentro de los movimientos y organizaciones económicas, políticas y culturales reales y virtuales que encarnan la Economía Popular[21].

5)  Finalmente, una Quinta  Mirada nos permite, en un contexto de agonía transicional no resuelta hacia una nueva configuración societal de la que no se sabe qué de nuevo ni qué de viejo la caracterizará, focalizar al estado en sus intentos por redimensionar su papel de imperativo y, otrora indiscutido satisfactor y creador de carencias, aspiraciones, demandas e intereses de los diversos agrupamientos sociales y del sistema político y social.

Es en este punto en que se encuadran tanto los heterogéneos y contradictorios sentidos y significados como las fortalezas y debilidades del papel que juega el estado en la reconstrucción y reconducción =actualmente compartida con organizaciones público-civiles de corte empresarial, cooperativo, eclesial, académico y otras sin fines de lucro pero sin fines de pérdidas= de sus multidimensionales relaciones con la sociedad y la nación a la que pertenece.

En el ámbito de la Economía Popular y en el ancho y heterogéneo campo de la política social, el estado venezolano se encuentra compitiendo por la autoridad ética, política e intelectual con otros actores sociopolíticos y económicos por la asignación de funciones y, por ende, de identidades posibles y necesarias con el instrumento idóneo que tiene más a mano para su relegitimación: el financiero. En este sentido, contrata a una pluralidad de organizaciones, por lo general no populares y algunas de ellas francamente antiestatales y antigubernamentales, para que, en su nombre y en el de la nación y la sociedad a la que él pertenece, constituyan, dentro de ciertos márgenes de libertad, a veces expandibles en beneficio del interés particular, agentes económicos microempresariales mediante la prestación de servicios de crédito, capacitación, asistencia técnica e información en la producción y mercadeo de valores tangibles e intangibles finales e intermedios.

La experiencia del último decenio demuestra que, no obstante la insuficiencia, ineficiencia e inadecuación generalizada de los servicios civiles y gubernamentales recibidos por la Economía Popular =que no siempre son los mismos que se postulan en su nombre ni en el de los sujetos que la encarnan= las acciones del estado en dicho ámbito ostentan un saldo positivo si nos atenemos tanto al alto costo de la inversión inicial cuya tasa de retorno aún no es posible cuantificar ni cualificar, como a la cobertura alcanzada, a la eficacia direccional mantenida y al largo y difícil trayecto que aún falta por recorrer. Pero el reto está planteado. El estatuto rectoral del estado en el ámbito de la producción y apropiación de la realidad históricosocial por parte de los sujetos individuales y colectivos que encarnan la Economía Popular, continúa esperando a que aquél pueda llegar a sustentar enfoques amplios y no dogmáticos así como potentes tecnologías organizacionales para la producción de impactos sostenidos y efectos multiplicadores en el desarrollo de la Economía Popular. Asimismo, a constituir el apoyo a ésta en una POLÍTICA SOCIAL INTEGRAL ORGÁNICA DE ESTADO.

Dichos enfoques y tecnologías y esta política podrían permitir al estado, y a la sociedad-nación a la que él pertenece, codificar, sistematizar y, finalmente, forjar-configurar colectivamente una "matriz" societal de producción, circulación y consumo de valores éticos, jurídicos, políticos, culturales y económicos sobre los cuales se fundamente un DESARROLLO INTEGRAL socialmente rentable, económicamente productivo, sociopolíticamente conducido y, fundamentalmente, solidario y democrático para la sociedad venezolana considerada en su conjunto más inclusivo.

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Autor:

César A. Barrantes A.

Estudios de licenciatura en trabajo social en la Universidad de Costa Rica, de maestría en planificación del desarrollo, mención política social, y de doctorado en estudios del desarrollo en el CENDES-UCV. Exprofesor asociado de la Universidad de Costa Rica. Desde 1989 es profesor investigador de grado y posgrado de la Universidad Central de Venezuela en planificación social, análisis de políticas y programas sociales, estado y sociedad.  En la Escuela de Trabajo Social de esta última es coordinador de la Comisión de Investigación. Investigador adscrito al SPI-CONICIT y al PEI-UCV. Ha sido consultor de entidades oficiales y civiles en Nicaragua, Costa Rica y Venezuela. Actualmente es profesor invitado de la Maestría en Intervención Social de la Universidad del Zulia en donde imparte el curso "Estado y Política Social". Algunos de sus trabajos han sido publicados en Costa Rica, Venezuela y España.

[1] La primera fase, realizada con el financiamiento de la Fundación "Escuela de Gerencia Social" y el Fondo de Cooperación y Financiamiento de Empresas Asociativas (FONCOFIN); la segunda, en curso, financiada por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela.

[2] Sociopolítica porque es en las relaciones de poder entre actores-sujetos individuales, colectivos y jurídico-institucionales y la manera de  antagonizar, dominar y convencerse unos a otros donde encontramos el punto de partida para abordar la cuestión del modo en que los contenidos y las formas de la política social están matizados por las tendencias dominantes de las correlaciones de fuerzas con opciones de poder hegemónico en los momentos co-constitutivos de las configuraciones sociales modernas: el estado, la sociedad, la nación, el régimen político-económico-social-cultural y el escenario electoral trasnacionalmente sobredeterminados.

[3] Sectores sociales fue el término mediante el cual el pensamiento social latinoamericano intentó superar las imprecisiones terminológicas dadas antes del decenio de los `60, el cual comenzó a ser sectorizado en atención a la acumulación de persistentes necesidades humanas en especial en salud, vivienda, educación, seguridad y bienestar social. Lo-social pasó a ser considerado como una globalidad en virtud de lo cual éste dejó de ser considerado como lo que no es económico ni racional, sino, como todo lo que pertenece a la sociedad, a lo colectivo, a lo societal. En consecuencia, la economía es una ciencia social y las instalaciones de uso colectivo, desde las alcantarillas hasta las escuelas y desde los ferrocarriles hasta los hipódromos son, por lo tanto, sociales. Para un análisis discursivo, Barrantes (1985).

[4] La  crítica a la modernidad y la posmodernidad como condición epocal nos permite dar cuenta de sociedades mayormente complejas y segmentadas que hace algunas décadas y, aún más, que antaño. Para un análisis político, "Nueva Sociedad" (1989:88-169) y desde una interesante perspectiva de género, De Barbieri (1990). Ver cita No.13.

[5] La inviabilidad de esta propuesta ha dado campo a la de un neo-tercer sector ahora ya no económico, sino, social, en el cual algunos autores ubican a las denominadas más por persistencia que por pertinencia, organizaciones no gubernamentales. Ver Barreto (1996).

[6] Las organizaciones económicas de base fueron impulsadas sin pretensión de teorización por dos programas de financiamiento a unidades de producción popular los cuales, sustentados en el enfoque de la marginalidad y en contrapunteo con la noción de informalidad, fueron ejecutados entre 1974 y 1987 por la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y el Fomento Municipal (FUNDACOMUN) y la Corporación para el Desarrollo de la Pequeña y Mediana Industria y Artesanías (CORPOINDUSTRIA). Ambos Programas fueron clausurados en 1987 por evidente ineficiencia, clientelismo y corrupción, en defecto de lo cual se creó FONCOFIN y los tres programas mediante los cuales se ha intentado dar cuenta de la problemática aquí expuesta: el  Programa de Inserción del Joven y la Mujer de Escasos Recursos al Proceso Productivo que giró en torno a la noción de economía asociativa y su ideología asociativista, el Programa de Promoción y Apoyo a la Economía Popular y su tipo ideal del microempresario individual tendencialmente exportador, y el Programa de Fomento a la Economía Solidaria y su consigna  solidarista-comunitarista. Ver infra.

[7] Gestado en la Superintendencia Nacional de Cooperativas, dependencia descentralizada del Ministerio de Fomento, este Programa fue transferido a FONCOFIN en abril-mayo de 1995 en sustitución del Programa de Promoción y Apoyo a la Economía Popular, a los fines de eficientizar, fortalecer y ampliar, por un lado, la descoordinada y débil línea de los proyectos de desarrollo local y, por otro, la línea de financiamiento a lo que hoy se denomina Abastecimiento Solidario: ferias de consumo familiar, centros de acopio y mercados populares.

[8] Actualmente existe un Anteproyecto de Ley Orgánica del Sector Solidario mediante el cual se procura crear un fuero socioeconómico similar al de las cooperativas las cuales quedarían integradas a la noción del nuevo tercer sector de la economía venezolana: ya no la economía asociativa, sino, la economía solidaria. Ver García Müller (1996).

[9] Este ensayo republicano, que evoca el Pacto Social de 1948-49 en Costa Rica, fue institucionalizado mediante el Pacto de Punto Fijo, suscrito en 1958 por los líderes de los tres partidos principales: Acción Democrática, Social Cristiano-COPEI y Unión Republicana Democrática, con exclusión del Partido Comunista, condenado a la clandestinidad.

[10] La formulación de definiciones taxonómicas de los objetos de estudio ubica a sus autores en un paradigma de pensamiento hoy en crisis, el cual considera que el razonamiento científico es el que se deriva de los resultados =que a su vez producen efectos reales= observables y medibles del experimento y la prueba. Este razonamiento presupone que el científico es el portador de la verdad, mejor dicho, de las estructuras de poder que la sustentan, y  que el orden, la forma y el contenido de los componentes de la realidad social pueden ser conceptuados dentro de parámetros asumidos como predeterminados e invariantes. Para una propuesta de rescatar el racionalismo del idealismo, ver Hinkelammert (1987).

[11] Excepción hecha por los trabajos del CENDES, realizados dentro del enfoque del SIU. Cariola y otros (1988; 1992).

[12] Este enfoque está siendo construido sobre la base de la problematización como exigencia epistemológica del proceso de producción, circulación y consumo de conocimientos y de nuevas realidades sociales, la crítica-autocrítica al método científico racionalista y empirista, la incorporación de categorías abiertas de razonamiento diferentes a las clásicas, y del intento de refundar las bases de las relaciones de conocimiento. Lo real se entiende como la realidad objetiva pero socialmente acotada, es decir, en proceso de redefinición, conceptuación, simbolización, intersubjetivación y socialización. El momento de mayor cualificación de la praxis constituida como tal en tanto productora de sentido (significados, intencionalidades y direccionalidades no siempre concientes pero que nos implican y comprometen). Es el todo-posible, la racionalidad, total mas no absoluta, de la siempre inconclusa aproximación del sujeto al conocimiento, apropiación y potenciación de la realidad a la que él es lanzado y en relación a la cual se hace responsable (Heller 1995). El fundamento de lo real son las relaciones de interioridad pletóricas de discontinuidades entre sujeto y objeto, conciencia y realidad, pensamiento y ser, teoría y práctica, poder y conocimiento; sociedad, estado y nación; entre lo real y lo ideal; y entre lo económico, lo político, lo espiritual, lo ideológico, lo histórico y lo cultural.

[13] Dentro de esta categoría incluimos a los agentes, que sirven de simple correa de trasmisión ideológica, tecnológica y económica en el engranaje motorizado por los circuitos de producción y acumulación dominantes; asimismo, a los actores, que representan, a veces creativamente, papeles sociales que les son asignados dentro de escenarios que no intentan modificar; finalmente, a los sujetos, que, estando sujetados, como los anteriores, a relaciones de poder, construyen altos grados de conciencia histórico-política y autonomía que les permite asumir los retos  que pueden conducir a potenciar procesos de transformación en los niveles que les corresponden. No se trata de tipos puros, sino, de posicionalidades que pueden coexistir diferencialmente en una misma persona física o jurídica y variar su combinatoria de acuerdo con los cambios del movimiento social.

[14] En las prácticas cotidianas (Heller 1972, 1981; Córdova 1995) juega un papel relevante la construcción de los espacios de la colectividad, la grupalidad, la domesticidad y la intimidad (este último por definición, el verdadero fuero privado, interno, personal, el de la conciencia individual que nada tiene que ver con el sentido "privado" corporatista o privatista que políticos, tecnócratas y empresarios a través de sus ideólogos libreempresariales reivindican para sí. Para un interesante planteamiento, ver De Barbieri (1990).

[15] En consecuencia con el carácter histórico-político del modo de producción de conocimientos que estamos insinuando, incluimos a la naturaleza dentro de este sistema, pero sólo en la medida en que entra a condicionar y a formar parte de la historicidad de las formas y contenidos que se da la (re)producción de la sociedad por ella misma (Marcuse 1971:307; Gorz 1994:32-41).

[16] "La elaboración de los microfundamentos de las explicaciones macrosociales no sólo aumenta la confianza en las teorías: también las profundiza. Siempre y cuando admitamos la posibilidad de que haya múltiples microfundamentos para una determinada macroexplicación (y…la no reductibilidad del macrofenómeno a los microfundamentos), el descubrimiento de los procesos de micronivel a través de los cuales se realizan los fenómenos de macronivel enriquece la comprensión teórica" Wright et al. (1990:214). Lechner (1984:31-35); Giddens (1995:170-175)

[17] Vgr., la sociedad política, la sociedad civil, el régimen político, las instituciones, los aparatos ideológicos y de represión oficiales y civiles, las relaciones sociales mismas, los líderes barriales, vecinales y parroquiales, los políticos, los lenguajes y las aptitudes entre los cuales se encuentran las que no han sido enseñadas formalmente en virtud de lo cual potencian la comprensión y el dominio de los sujetos sobre los resultados de sus actos en coherencia con la intencionalidad que los fundamenta. La mediación, por lo tanto, puede a su vez ser mediada por otra que se constituye en variable contextual de aquélla.

[18] Tales como la socialidad, estaticidad, culturalidad, politicidad, eticidad, esteticidad, juridicidad, religiosidad, economicidad y la nacionalidad venezolanas.

[19] Según datos de CEDISE, para 1993 el denominado SIU, que no es toda la Economía Popular, sino, sólo su dimensión más evidente y publicitada, aportaba a la economía venezolana no menos del 23% del PIB.

[20] La matización de esta afirmación está dada por el hecho de que la historia animal, natural y  social no es teleológica. Si no, por qué los centros capitalistas planetarios vienen estimulando estratégicamente, desde hace algunas décadas, formas de producción y comercio que, desde el siglo XVI, se supusieron superadas de una vez y para siempre: vgr., el trabajo a domicilio y el trueque?.

[21] La constatación de una tendencia a la "clasemediatización" del apoyo a la Economía Popular nos concitó la siguiente reflexión: "Están entrando las ONGs en la curva de inflexión de su productividad que las lleva a creer que ya llegaron a un techo sin hacer más y mejor promoción en las comunidades y barrios de más bajo ingreso?. Están esperando que los clientes presenten sus demandas ante sus oficinas y escritorios?. Está tomando cuerpo una desviación al proponerse algunas la atención crediticia de profesionales liberales y técnicos superiores en circunstancias en que aún no se ha comenzado a vencer la distancia que separa la acción oficial de la población de menor ingreso?. Se trata de un problema operativo, que se resuelve gerencial y técnicamente, o, estratégico, que se resuelve políticamente?. En cuánto tiempo estará el estado en capacidad de adoptar una política activa para no seguir a la zaga de sus intermediarios ni de los sujetos de la Economía Popular?. ¿Qué respuestas debe dar la Autoridad para promocionar la imágen proactiva de sus acciones programáticas?". (Barrantes 1992).

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