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Los “nuevos” pobres, de los países ricos (un relato trágico de la crisis) (I)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

  1. Obertura
  2. El fin del sueño americano
  3. Intermezzo: para que no se olvide lo inolvidable

Obertura

Los "nuevos" pobres son aquellos que no vieron venir la cachetada. Aquellos que se creyeron "predestinados" a ser más ricos que sus padres. Aquellos que "hipotecaron" la mitad de los ingresos familiares (o más) para vivir en una casa, muy por encima de sus posibilidades. Aquellos que "confiaron" en el empleo continuo y el ingreso creciente.

Dicen Alberto Minujin y Gabriel Kessler, en su libro "La nueva pobreza en la Argentina" – Temas de Hoy – 1995) que, "los "nuevos" pobres se parecen a los no pobres en algunos aspectos socioculturales, como el acceso a la enseñanza media y superior, el número de hijos por familia -más reducido que entre los pobres estructurales- etc.; y a los pobres de veja data, en los aspectos asociados a la crisis: el desempleo, la precariedad laboral, la falta de cobertura de salud, entre otros"…

No es fácil captar en toda su extensión las consecuencias que la pauperización de una parte considerable de la clase media (norteamericana o europea, en el caso que nos ocupa) tiene para aquellos que la sufren en carne propia como en la sociedad en su conjunto. Es que este hecho marca un punto de no retorno, el fin de un tipo determinado de sociedad.

Hasta no hace muchos años, los ciudadanos de Estados Unidos y los países miembros de la Unión Europea, habían formado una sociedad relativamente integrada, en la que una importante clase media había surgido como resultado de un proceso de movilidad social ascendente cuya continuidad no se ponía en cuestión. Desde 1989 (caída de muro de Berlín) en adelante, y ahora, luego de algo más de seis años de empobrecimiento masivo de la clase media, no hay duda de que estos países ya no son los mismos países.

El empobrecimiento de una parte importante de las clases medias de estos países (antes considerados "avanzados") no fue un acontecimiento natural ni una catástrofe inexorable, ni tampoco un hecho que pueda ser analizado en forma aislada. Fue el resultado de una serie de factores de orden externo e interno; un proceso para cuya comprensión sería necesario referirse a la poderosa transferencia de recursos del sector público hacia el sector privado, al endeudamiento público y privado, la pérdida de derechos sociales y la falta de una intervención estatal eficaz dirigida a los sectores más vulnerables.

Simultáneamente, se conformó la contracara indisociable del empobrecimiento masivo: la globalización, la privatización, la desregulación, la deslocalización, el libre movimiento de capitales y mercancías… la "nueva" riqueza, que alcanza su apogeo en gran medida en individuos y grupos económicos muy vinculados con el poder político.

En suma: el empobrecimiento fue (y sigue siendo) un hecho económico, un hecho social y un hecho político.

Parte I

El fin del sueño americano

edu.red

¿Un fundamento que se desmorona?

El aumento de la diferencia de renta entre la población se ha convertido en una cuestión controvertida en EEUU, a medida que los liberales critican la disminución de la clase media y los conservadores argumentan que una economía de mercado saludable debe recompensar el esfuerzo, el espíritu emprendedor y la toma de decisiones arriesgadas. Pero en lo que concierne a la cuestión relativa a la movilidad económica, o la capacidad del individuo de ascender en el nivel de renta, la mayor parte de las personas parece estar de acuerdo: la movilidad ascendente es algo bueno.

De hecho, los conservadores siempre citan la movilidad económica como razón para no preocuparse por la cada vez mayor desigualdad de los ingresos. Si las personas tienen la posibilidad de subir socialmente, no importa que algunos sean muy ricos y otros estén muchos escalones por debajo en el nivel de renta: con la movilidad económica, las personas no se quedan atrapadas en el punto de partida.

Sin embargo, un volumen cada vez mayor de datos muestra que la movilidad económica ya no es tan común en EEUU como mucha gente piensa. Además, varios estudios muestran que la movilidad económica disminuye a medida que la desigualdad de renta aumenta, señal de que en los próximos años podría ser más difícil para las personas pasar de la pobreza a la clase media, o de la clase media hasta lo alto de la pirámide.

"Estudios recientes indican que hay menos movilidad económica en EEUU de lo que siempre se ha creído", dice un estudio de The Economic Mobility Project (Proyecto de Movilidad Económica) elaborado por The Pew Charitable Trusts, The American Enterprise Institute, The Brookings Institution, The Heritage Foundation y por The Urban Institute. "Los últimos 30 años registraron una caída gradual considerable en el crecimiento de la renta de la familia media en comparación con las generaciones anteriores. Según algunas medidas, somos, de hecho, una sociedad menos móvil que la de muchos otros países, entre ellos Canadá, Francia, Alemania y la mayor parte de los países escandinavos. Eso pone en duda la idea de EEUU como tierra de oportunidades".

¿Cuál es el motor de la movilidad económica?

Se utilizan dos tipos de medidas para evaluar la movilidad económica, observa Nikolai Roussanov, profesor de Finanzas de Wharton. En primer lugar, está lo que se llama movilidad "absoluta", que es la riqueza de los hijos comparada con la de los padres. En segundo lugar, está la movilidad "relativa", que es la capacidad de los hijos de alcanzar una posición económica superior a la que sus padres tenían, que es lo que sucede cuando los hijos de los pobres se incorporan a la clase media.

Aunque ambos tipos de movilidad sean importantes, la movilidad relativa es bastante interesante porque revela hasta qué punto las personas se ven limitadas por las circunstancias de nacimiento o son capaces de ascender en comparación con otras. El estudio del Proyecto de Movilidad Económica dice que la movilidad relativa determina si un país tiene una sociedad que premia la meritocracia, en que las personas progresan por el esfuerzo propio, o si su sociedad está basada en factores de suerte, o incluso si se trata de una sociedad "estratificada en clases", en que los hijos tienden a ocupar la misma posición que los padres.

Los americanos siempre se consideraron una sociedad de meritocracia, sin embargo los datos indican que ése no es necesariamente el caso. "La mayor parte de los estudios muestra que, en EEUU, cerca de un 50% de las ventajas derivadas de tener padres de renta elevada son transmitidas a la generación siguiente", concluye el estudio del Proyecto de Movilidad Económica. "Eso significa que uno de los mayores indicadores del éxito económico futuro de un niño –identidad y características de sus padres- está predeterminado y no se tiene control alguno sobre eso".

Evidentemente, padres prósperos pueden dar a sus hijos una buena educación y otras ventajas que, en general, no están disponibles para las personas de baja renta. Aunque los hijos de padres con más dinero puedan fracasar debido a la pereza, falta de ingenio o mala suerte, de media, ellas se benefician de la buena situación inicial. Al medir la movilidad económica entre las generaciones comparando la renta de los hijos con la de los padres, el estudio del Proyecto de Movilidad Económica constató que los americanos tienen un grado un poco mayor de movilidad que la población de Reino Unido, pero menos que la población de Francia, Alemania, Suecia, Canadá, Finlandia, Noruega y Dinamarca. En los cuatro últimos países citados, el grado de movilidad es dos o tres veces mayor que en EEUU.

Un segundo estudio del Proyecto constató que "un 42% de los niños nacidos de padres pertenecientes a la quinta parte inferior de la distribución de la renta continúan ahí, mientras que un 39% nacidos de padres de la quinta parte superior continúan en los primeros puestos. Solamente cerca de un tercio de los americanos fueron clasificados en el grupo de "ascenso social", o, en otros términos, ganaban más que sus padres y habían alcanzado la quinta parte superior de la escala de la distribución de la renta.

Además, "la historia del pobre que se vuelve rico es más común en Hollywood que en la vida real", concluyó el Proyecto Movilidad. "Solamente un 6% de los niños nacidos de padres pobres con renta familiar muy baja llegaban al nivel superior".

¿Qué hace que la movilidad económica aumente o disminuya?

Un factor fundamental es la desigualdad de los ingresos: cuanto mayor es la desigualdad, menor la movilidad. Roussanov destaca que se necesita menos renta adicional para subir de un quinto al siguiente si la pirámide es más plana, y más renta si es más inclinada. Tal vez eso ayude a explicar la mayor movilidad de Europa y de Canadá. "No está claro si hay más movilidad en las sociedades europeas (…) esto porque la distribución de la renta allí es más compacta", dice Roussanov.

La mayor parte de los especialistas cree que hay otros factores en juego, pero no hay duda de que la desigualdad de la renta está aumentando de forma clara en EEUU. Durante una charla el día 12 de enero (2012) en el Center for American Progress, Alan B. Krueger, economista de Princeton y presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama, presentó datos que muestran una fuerte correlación entre desigualdad de renta y ausencia de movilidad económica. De las diez economías desarrolladas analizadas en el estudio, EEUU tenía la mayor desigualdad y la menor movilidad medidas por el éxito de los hijos en alcanzar niveles superiores al de sus padres. Países con nivel de desigualdad menor -Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca- tenían una movilidad más elevada.

De 1947 a 1979, la tasa real (ajustada por la inflación) de aumento de los ingresos era casi el mismo en todos los niveles de renta de EEUU, dijo Krueger citando cifras de la Oficina del Censo que señalaban un 2,5% de crecimiento anual en la quinta parte de renta más baja y un 2,2% en la quinta parte superior. Después, de 1979 a 2010, las rentas anuales cayeron un 0,4% en la quinta parte más baja y subieron un 1,2% en la más alta. En 1970, un 50 % de las familias americanas pertenecían a la clase media; en 2010, ese porcentaje era del 42,2 %. Según La Oficina del Presupuesto del Congreso, de 1979 a 2004, la tasa de renta real después de descontados los impuestos subió un 9 % en la quinta parte inferior, un 69 % en la superior y un 176 % entre el 1 % más rico.

Citando diversos economistas, Krueger dijo que el cambio tecnológico, que reduce la demanda de trabajadores que no dominan el uso del ordenador y no tienen conocimientos de nivel más elevado, fue el principal factor del aumento de la desigualdad de renta. Entre otros factores importantes destacan: comercio internacional, descenso del salario mínimo después de ajustado por la inflación, caída de afiliación a los sindicatos e inmigración creciente. Además, la disminución de la renta en la era Bush, las ganancias de capital y los impuestos sobre propiedades inmobiliarias contribuyeron aún más a enriquecer a los americanos más ricos. La mayor parte de los países europeos, dijo Krueger, tienen sistemas de impuestos más progresivos que el de EEUU, lo que contribuye a aplanar la pirámide de la renta.

Herring y Roussanov observan que la movilidad de la renta también se vio afectada por el descenso del nivel de la enseñanza. EEUU, dice Herring, "se ha quedado muy por detrás de otros países en desempeño educativo en prácticamente todos los niveles (…) No hay duda de que los estándares han caído. Un menor número de estudiantes termina la facultad, y de los que la terminan, un grupo muy pequeño tiene conocimientos suficientes para hacer una especialización en ciencias o ingeniería".

Eso tuvo lugar en una época, dice Roussanov, en que "la importancia de la educación aumentó", es decir, el trabajador con poca formación tiene menos oportunidad de conseguir empleos bien pagados. "Es evidente la percepción de que el sistema de enseñanza, en particular el sistema de enseñanza primaria, se ha deteriorado con el paso del tiempo". Los últimos años, añade Herring, la crisis financiera y sus consecuencias contribuyeron al declive de la movilidad económica. No hay sólo millones de personas desempleadas, o ganando menos de lo que ganaban antes de la crisis, sino también hay muchas que se encuentran en un verdadero callejón sin salida porque no consiguen vender sus casas.

"Una de las razones por la que las recesiones americanas han sido más superficiales y cortas que en la mayor parte de los otros países se debe al hecho de que los trabajadores americanos siempre han demostrado una disposición notable para trasladarse a lugares donde hay trabajo cuando se quedan sin empleo", dice Herring. "Como el mercado inmobiliario está deprimido, muchos trabajadores que, en otras circunstancias, estarían dispuestos a desplazarse a áreas con mejores oportunidades de trabajo están atados a sus casas que no consiguen vender. Es probable que esa situación mejore con el tiempo, pero ya está tardando mucho".

Como la desigualdad está creciendo en EEUU, la movilidad económica caerá en el futuro, dijo Krueger en su charla. "En otras palabras, la continuidad de las ventajas y desventajas de la renta pasada de padres a hijos debería aumentar cerca de un cuarto en la próxima generación como consecuencia del aumento de la desigualdad experimentada por EEUU en los últimos 25 años", dijo. "Es difícil mirar a esas cifras y no sentirse preocupado por el hecho de que el aumento de la desigualdad está poniendo en riesgo nuestra tradición de oportunidad. La suerte de los padres parece un dato cada vez más importante en la sociedad americana".

¿Un fundamento que se desmorona?

Para muchos americanos, la movilidad ascendente es un valor fundamental, el fundamento del Sueño Americano. Pero la desigualdad de la renta y la disminución de la movilidad son dos cuestiones que relacionadas también tienen implicaciones económicas.

El Pew Charitable Trusts constató que un número cada vez mayor de americanos se muestran pesimistas respecto al futuro, y dudan de que la próxima generación sea tan próspera como la anterior. Según la entidad, "en marzo de 2007, un estudio del Pew Research Center mostró que un 73% de los entrevistados -un aumento del 8% desde 2002- coincidían con la afirmación "Hoy sin duda alguna es verdad que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres"".

Si las personas creyeran que no pueden progresar, ¿cómo afectará eso a su dedicación en el trabajo o su búsqueda de otras formas de enriquecimiento como, por ejemplo, cursos de especialización o un curso superior? Las personas atrapadas en los escalones inferiores de la pirámide son talentos que se pierden: innovadores, investigadores, emprendedores, educadores, artistas y líderes políticos y empresariales que no recibieron atención. Algunos investigadores dijeron que la creciente desigualdad y la caída en la movilidad han llevado al consumidor a pedir más préstamos para mantener los niveles deseados de consumo, lo que contribuye a que tengan lugar sucesos como la burbuja inmobiliaria. Otros dicen que la demanda del consumidor, que es crítica para el crecimiento económico, se ve más perjudicada cuando hay menos gente en la clase media y hay más personas pobres.

Krueger recurrió a un cálculo simplificado para mostrar que de 1979 a 2007, un 1% de las personas de renta más elevada tuvieron un aumento de renta del 13,5%, o cerca de US$ 1,1 billones en 2007. Como los ricos ahorran cerca de la mitad de los incrementos de rentas, frente a un 10% del resto de la población, esa renta desviada redujo el consumo anual en US$ 440.000 millones. Aunque admita que esa cifra pueda ser cuestionada, Krueger concluyó diciendo que "los cálculos dejan claro que la economía estaría en mejor situación, y la demanda agregada sería más robusta, si el tamaño de la clase media no hubiera disminuido como consecuencia del aumento de la desigualdad".

Herring y Roussanov observan que EEUU ha de redoblar su compromiso con la educación. "Una fuerza laboral menos preparada será sin duda menos móvil porque no tendrá flexibilidad para adaptarse a las condiciones económicas en proceso de cambio", dice Herring. "El declive de la movilidad de la fuerza de trabajo lleva al declive de la movilidad social y a una sociedad en que pocos de nosotros querrían vivir".

"Sea como sea, la idea de que EEUU es la tierra de las oportunidades dotada de una movilidad excepcional continúa vigente en Estados Unidos y en el resto del mundo", añade Herring. "Es muy importante, para motivar a las personas, que ellas se esfuercen en sacar lo mejor de sí mismas, pero tal actitud no puede durar mucho si no hay evidencias sólidas de que vale la pena. Eso dependerá de arreglar el sistema de enseñanza, pero nadie parece dispuesto a hacerlo".

Roussanov añade: "No queremos que las personas se queden atrapadas en la pobreza simplemente porque tuvieron la mala suerte de nacer pobres"…

(Fuente: Wharton School de la Universidad de Pennsylvania – 25/01/12)

"Horatio Alger debe morir"

"Tal vez el mayor éxito de la guerra contra el terror haya sido la capacidad para distraer al país de la guerra corporativa contra nosotros. En los dos años transcurridos desde los atentados del 11 de septiembre, las empresas estadounidenses han practicado un saqueo sonado que ha dejado a millones de ciudadanos de a pie sin ahorros, sin pensiones y con pocas o nulas esperanzas de poder dar un futuro agradable a su familia. Los bandidos del mundo de los negocios (y sus cómplices del gobierno) que han destrozado nuestra economía han intentado culpar a los terroristas, a Clinton y a nosotros.

Pero, de hecho, la destrucción sistemática de nuestro futuro económico se basa meramente en la codicia del "muyahid" corporativo. Hay un plan general, amigos míos, todas las empresas tienen uno, y cuanto antes superéis la tendencia a no querer creerlo, y dejéis de preocuparos porque el hecho de creerlo os sitúe en las filas de los chiflados que prosperan con teorías conspiratorias, antes tendréis la oportunidad de detenerles. Su curioso objetivo es asumir el control suficiente de nuestras vidas para que, al final, prometamos lealtad, no a una bandera o a alguna noción etérea de libertad y democracia sino a los dictados de Citigroup, Exxon, Nike, GE, GM, P&G y Philip Morris.

Sus ejecutivos son quienes tiene la última palabra y ya podéis votar y protestar y timar a Hacienda todo lo que queráis para vengaros de ellos, pero reconocedlo: ya no estáis en el mundo. Vosotros lo sabéis y ellos lo saben, y lo único que queda es el día en que se codifique en un trozo de papel: la Declaración de los Estados Corporativos de América.

"Consideramos estas verdades manifiestas: que todos los hombres y mujeres y sus hijos menores de edad son iguales para servir a la Corporación, para ofrecer su trabajo sin rechistar, para aceptar cualquier remuneración sin quejas y para consumir sus productos sin pensar. A cambio, la Corporación proveerá el bien común, asegurará las defensas de la nación y recibirá el grueso de impuestos del pueblo…"…

Y si no os calláis y acatáis la disciplina y trabajáis como burros, os despediremos, y luego intentad encontrar otro trabajo en esta economía, ¡imbéciles!

Esta mierda da tanto miedo que claro que hacemos lo que nos dicen, vamos con pies de plomo en nuestro cubículos deprimentes y ondeamos nuestras banderitas americanas para demostrar que sí, jefe, creemos en su guerra contra el terrorismo.

La otra droga es mejor. Se nos receta por primera vez cuando somos niños en forma de cuento de hadas, ¡pero es un cuento de hadas que puede convertirse en realidad! Es el mito de Horatio Alger. Alger era uno de los escritores estadounidenses más famosos de finales del siglo XIX. Las historias de Alger las protagonizaban personajes de entornos empobrecidos que, mediante el coraje, la determinación y el trabajo eran capaces de conseguir grandes éxitos en esta tierra de infinitas oportunidades. El mensaje era que cualquiera puede triunfar en Estados Unidos y a lo grande.

En este país somos adictos al mito feliz de pasar de la pobreza a la riqueza. Las personas de otras democracias industrializadas se conforman con ganar un buen sueldo para pagar sus facturas y mantener a su familia. Pocas tienen el deseo furibundo de hacerse ricas…

Seguro que algunos fantasean con ganar un montón de dinero, pero la mayoría de las personas del resto del mundo no vive su vida pensando en los cuentos de hadas. Viven en la realidad, donde saben que solo habrá unos cuantos ricos y que no serán ellos. Así que vete acostumbrando.

Por supuesto, los ricos de esos países se cuidan mucho de no alterar el equilibrio. Aunque hay unos cuantos cabrones avariciosos entre ellos, se rigen siguiendo ciertos límites… Pero en Estados Unidos el presidente medio gana 411 veces más que los obreros…

En Estados Unidos nos da miedo meternos con ellos. Odiamos encarcelar a nuestros presidentes de empresa cuando infringen la ley. ¡Estamos más que dispuestos a recortarles los impuestos mientras los nuestros aumentan!

¿Por qué? Porque nos tragamos la mentira de que nosotros también podemos ser ricos algún día. Por consiguiente, no queremos hacer nada que nos perjudique el día que acabaremos siendo millonarios. La zanahoria americana cuelga delante de nuestras narices toda la vida y creemos que estamos a punto de alcanzarla…

Este mito tan tentador ha hecho que millones de personas trabajadoras inviertan en bolsa desde la década de los ochenta y pensaron, eh, ¡me puede tocar a mí!… De repente, parecía que todos mis conocidos se subían al tren de la bolsa, colocaban su dinero en fondos de inversión o abrían planes de pensiones. Permitieron que los sindicatos invirtieran el dinero de las jubilaciones en acciones. ¡Los medios de comunicación no paraban de publicar artículos en los que se hablaba de gente trabajadora que se jubilaría casi como millonaria! Fue como una enfermedad contagiosa. Nadie quería quedarse al margen…

Pero era una farsa. Fue una artimaña tramada por los que mandan a nivel corporativo que nunca tuvieron ninguna intención de permitirte la entrada en su club. Solo necesitaban tu dinero para llegar al siguiente nivel, el que incluso les permite no tener que trabajar para vivir…

Y eso es lo que pasó… En el mercado de valores se perdieron más de cuatro billones de dólares. Más billones de dólares en fondos de pensiones y donaciones para universidades han dejado de existir. Pero lo que no ha desaparecido es lo siguiente: los ricos. Siguen entre nosotros y le va mejor que nunca.

Se fueron riendo al banco suizo por el chanchullo del milenio. Lo consiguieron, legalmente en su mayor parte, y si infringieron la ley alguna vez, ningún problema, no hay más que un puñadito de ellos entre rejas mientras escribo esto. El resto está en una playa privada con la arena bien cuidada.

Por tanto, allá va mi pregunta: tras desplumar al público estadounidense y destruir el sueño americano para la mayoría de la clase trabajadora, ¿cómo es que el Congreso en vez de destriparlos, descuartizarlos y colgarlos al amanecer a las puertas de la ciudad, les dio a los ricos un gran beso en forma de recorte fiscal sin precedentes y nadie dice ni mu? ¿Cómo es posible?

Creo que se debe a que seguimos siendo adictos a la droga de la fantasía de Horatio Alger. A pesar de todo el daño y las pruebas que apuntan a lo contrario, el estadounidense medio sigue queriendo aferrarse a esta creencia que quizá, solo quizá, él o ella (sobre todo él) lo consiga algún día. Así que no ataques al rico porque algún día ¡ese hombre puedo ser yo!

Escuchad, amigos, tenéis que enfrentaros a la verdad: Nunca seréis ricos. Las posibilidades de que eso ocurra son una entre un millón. No es que nunca vayas a hacerte rico, sino que vas a tener que pasarte el resto de tu vida dejándote la piel trabajando para pagar la factura del cable y las clases de música y bellas artes de tus hijos en la escuela pública, esas que antes eran gratis.

Y la situación no va sino a empeorar. Las prestaciones que tengas van a quedar en nada. Olvídate de la pensión, olvídate de la Seguridad Social, olvídate de que tus hijos se ocupen de ti cuando seas viejo porque apenas tendrán dinero para mantenerse. Y ni se te pase por la cabeza tomarte unas vacaciones porque lo más probable es que tu trabajo haya desaparecido para cuando vuelvas. Eres prescindible, no tienes derechos y, por cierto, "¿qué es un sindicato?"

Lo sé, muchos pensáis que la cosa no está tan mal. Claro la situación es dura, pero creéis que sobreviviréis. Seréis las únicas personas que, de alguna manera, lograrán salvarse de la locura. No vais a prescindir del sueño de conseguir algún día una porción del pastel. De hecho, algunos creéis que algún día la tarta entera podría ser vuestra.

Tengo noticias: ni siquiera vais a poder lamer la bandeja. El sistema está montado de tal forma que favorece a unos pocos y tu nombre no está en la lista, ni ahora, ni nunca. Está tan bien montado que embauca a personas decentes, trabajadoras, sensibles para que crean que también funciona para ellas. Les sostiene la zanahoria tan cerca de la cara que consiguen olerla. Y con la promesa de que algún día podrán comerse la zanahoria, el sistema recluta un ejército de consumidores y contribuyentes que, con mucho gusto y pasión luchan por los derechos de los ricos, independientemente de que signifique darles miles de millones de dólares en forma de recorte fiscal mientras ellos envían a sus propios hijos a escuelas ruinosas o aunque signifique mandar a sus hijos a morir en guerras para proteger el petróleo del hombre rico…

Como hemos visto, asustar a la gente también funciona. Igual que la religión. Así pues, los ricos tienen un ejército incondicionales de conservadores, derechistas y tipos de la Coalición Cristiana que actúan como soldados de infantería. Es un matrimonio curioso porque los ricos, por lo general, no son ni conservadores ni liberales, ni de derechas ni de izquierdas, ni son cristianos ni judíos devotos. Su verdadero partido político se llama Codicia y su religión es el Capitalismo. Por eso, lo que les satisface es ver a millones de blancos pobres e incluso millones de personas de clase media tirando de la palanca alegremente en las urnas para los candidatos que no harán más que esquilmar a estos blancos pobres y gente de clase media en cuanto tomen posesión del cargo.

Así pues, nuestro reto, nuestra misión, es encontrar maneras de llegar a esos millones de trabajadores y demostrarles que están votando en contra de sus intereses…

Mira, no sé cómo decirlo de forma más suave pero los desgraciados que mandan en nuestro país son una panda de gilipollas maquinadores, ladrones y petulantes a los que hay que hacer caer, eliminar y reemplazar con un sistema totalmente nuevo controlado por nosotros. Se supone que eso es la democracia: el pueblo al poder, joder. ¿Qué nos ha pasado?…

En cuanto caigan en la cuenta que nunca se llamarán Horatio Alter y que los cuentos de hadas son para niños, se harán mayores, y se alzarán, a toda prisa"…

(Párrafos del libro: "¿Qué han hecho con mi país, tío?", de Michael Moore – Ediciones B – 2004)

"Somos los mejores"… (E la nave va)

Entre los veinte países más industrializados del mundo, EEUU es el país número uno en: millonarios, billonarios, gasto militar, muertes por armas de fuego, producción de carne de vacuno, gasto en energía per cápita, emisiones de dióxido de carbono, producción de basura per cápita, producción de residuos peligrosos, consumo de petróleo, consumo de gas natural, menor cantidad de ingresos generados por impuestos (como porcentaje del PIB), menor tasa de gasto gubernamental (como porcentaje del PIB), consumo diario de calorías per cápita, menor número de partidos representados en la Cámara baja, en violaciones, en muertos por accidente de carretera, en partos de menores de veinte años, en ratificación de menor número de tratados internacionales sobre derechos humanos, entre los países de las Naciones Unidas con un gobierno legalmente constituido que no ratificaron la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño, en cantidad de ejecuciones registradas por delitos cometidos antes de cumplir la mayoría de edad, en muertes de niños menores de 15 años con un arma de fuego, en malas notas en los exámenes de matemáticas de octavo, en convertirse en la primera sociedad en la historia cuyo colectivo más pobre son los niños…

"Cualquier intento de aliviar la indigencia y la pobreza costaría una gran cantidad de dinero, con el agravante de que esta transferencia de capital debe producirse de los adinerados, que votan, a los pobres que no votan. La clase media tiene una profunda aversión a pagar impuestos y los políticos que favorecen aumentos impositivos son castigados en las elecciones. De esta manera se perpetúa el gran tabú de la sociedad norteamericana, el único tema del que no se puede hablar sin peligro de despertar la más escéptica sonrisa del ciudadano medio: la enorme desigualdad en la distribución de la riqueza en el país. En el país de la oportunidad, quien no tiene dinero es porque no quiere trabajar o porque es un inepto. Esta idea está fijada en el inconsciente colectivo con cemento armado, y es realmente complicado para un norteamericano medio deshacerse de ella"… (Párrafo del libro: "América Sociedad Anónima", de Mercedes Odina & Gabriel Halevi – Planeta – 1997)

En el que ha sido por tanto tiempo el país de las oportunidades y la tierra de promisión, la brecha entre ricos y pobres ha ido aumentando en los último tiempos de tal manera que solo puede indicar que el sagrado símbolo del esfuerzo individual ya no es en la actualidad un factor que por sí solo pueda asegurar la promoción social y económica, tal como se había producido históricamente en Norteamérica.

El ex secretario de Trabajo con Clinton y canciller de la Universidad de Berkeley, Robert Reich, sostiene que no es posible una economía creciente y vibrante sin una clase media creciente y vibrante, por lo que insta a "restaurar la enorme clase media estadounidense" para volver a la senda de la recuperación económica.

– La verdad sobre la economía de EEUU (El Economista – 4/6/11) Lectura recomendada

(Por Robert Reich)

La economía estadounidense sigue estancada. El consumo es bajo. Los salarios, también. Es vital que comprendamos cómo hemos pasado de la Gran Depresión a 30 años de Gran Prosperidad; de ahí a 30 años de ingresos estancados y crecientes desigualdades, para terminar en la Gran Recesión, y de ésta a una recuperación anémica.

Desde 1947 a 1977, la nación aplicó lo que podría denominarse una negociación básica con los trabajadores estadounidenses. Los empresarios les pagaban lo suficiente para comprar lo que producían. La producción y el consumo en masa demostraron ser complementos perfectos. Casi cualquiera que quería un trabajo podía encontrarlo con un salario decente. Durante estas tres décadas crecieron los sueldos de todos, no sólo de quienes estaban arriba. Y el Gobierno hizo cumplir esa negociación básica de muchas maneras. Utilizó una política keynesiana para conseguir casi el pleno empleo. Brindó a los trabajadores comunes más capacidad de negociación. Proporcionó el seguro social. Y amplió la inversión pública. Por consiguiente, creció la parte de los ingresos que iba a la clase media mientras mermó la porción destinada a lo más alto. Pero no consistía en un juego de suma cero: a medida que la economía crecía, casi todo el mundo mejoró, también los que estaban en lo más alto.

La paga de los trabajadores incluidos en el 20 por ciento más pobre creció un 116 por ciento en estos años, más rápido que los ingresos del 20 por ciento más rico (que subió un 99 por ciento). La productividad también subió más rápido. El rendimiento por hora trabajada se dobló, así como los ingresos medios. Expresadas en dólares de 1997, las rentas de una familia media se elevaron de unos 25.000 a 55.000 dólares. La clase media tenía los medios para comprar, y al hacerlo creaba nuevos empleos. A medida que la economía crecía, la deuda nacional reducía su peso.

La Gran Prosperidad también trajo una reorganización del trabajo. A los empresarios se les exigía por ley dar una paga extra -la hora y un 50 por ciento más- por lo que rebasara las 40 horas a la semana. Esto creó un incentivo para que se contrataran más trabajadores cuando la demanda repuntaba. Además, estaban obligados a abonar un salario mínimo, lo que mejoró los sueldos más pobres. Cuando se despedía, normalmente durante una recesión, el Gobierno concedía prestaciones por desempleo que solían durar hasta la recuperación. Lo que no sólo sacaba a las familias del apuro, sino que les dejaba seguir comprando, un estabilizador automático para una economía en receso.

Quizá lo más significativo sea que el Gobierno elevó la fuerza negociadora del trabajador común. Se le garantizaba el derecho a afiliarse a sindicatos, con los que los empresarios tenían que negociar de buena fe. A mediados de los 50, más de un tercio de los empleados del sector privado estaba afiliado. Y los sindicatos exigían una ración justa del pastel. Las compañías sin sindicatos, temiendo que sus trabajadores quisieran uno, ofrecían tratos similares.

Los estadounidenses también disfrutaban de una seguridad económica frente a los riesgos, no sólo con prestaciones de desempleo, sino también a través de la Seguridad Social, el seguro por discapacidad, por pérdida del sostén económico de la familia, por lesión en el lugar de trabajo o por incapacidad de ahorrar lo suficiente para la jubilación. En 1965, llegó el seguro sanitario para las personas mayores y pobres (Medicare y Medicaid). La seguridad económica fomentó la prosperidad. Al exigir a los estadounidenses compartir los costes de la adversidad, les permitía compartir los beneficios de la tranquilidad. Y eso los dejaba libres para consumir los frutos de su trabajo.

El Gobierno patrocinó los sueños de las familias estadounidenses de tener su hogar en propiedad, facilitando hipotecas de bajo coste y deducciones de los intereses. En muchas zonas del país, subvencionó la electricidad y el agua para que las casas fueran habitables. Y construyó carreteras que conectaban sus hogares con los principales centros comerciales.

El Gobierno también amplió el acceso a la educación superior. Pagó la de quienes volvían de la guerra. Y la expansión de las universidades públicas hizo que la clase media pudiera acceder a ella. El Estado sufragó todo con los ingresos fiscales procedentes de la creciente clase media. Los ingresos también se vieron impulsados por quienes estaban en lo alto de la escala de ingresos, cuyos impuestos marginales eran mucho más altos. El tipo marginal máximo del impuesto sobre la renta durante la II Guerra Mundial era superior al 68 por ciento. En los años 50, con Eisenhower, a quien pocos llamarían un radical, subió al 91 por ciento. En la década hasta 1970, el tipo marginal máximo estaba en torno al 70. Incluso después de explotar todas las posibles deducciones y créditos, el contribuyente medio de ingresos altos pagaba un impuesto federal marginal de más del 50 por ciento. Pero en contra de lo que los conservadores habían predicho, los altos tipos no redujeron el crecimiento. Al contrario, permitieron ampliar la prosperidad de la clase media.

Durante la Gran Prosperidad de 1947-1977, la negociación básica había garantizado que la paga de los trabajadores estadounidenses coincidiese con su rendimiento. Pero después de este punto, el rendimiento por hora siguió subiendo. Sin embargo, se dejó que la retribución real por hora se estancase. Es fácil echarle la culpa a la globalización, pero los avances tecnológicos han desempeñado un papel equivalente. Las fábricas que quedan en EEUU han ido echando trabajadores según se automatizan. Y lo mismo le ha ocurrido al sector servicios. Pero en contra de lo que dice la mitología popular, el negocio y la tecnología no han reducido el número de trabajos estadounidenses. Su efecto más profundo ha sido sobre la paga. En lugar de quedarse sin empleo, la mayoría de los estadounidenses se ha contentado con salarios reales inferiores o que se han elevado más lentamente que el crecimiento de la economía. Aunque el desempleo que vino después de la Gran Recesión sigue siendo alto, los puestos de trabajo lentamente vuelven. Pero, para conseguirlos, muchos tienen que aceptar una paga inferior.

Hace más de tres décadas, el comercio y la tecnología empezaron a abrir una brecha entre las ganancias del nivel más alto y las demás. La paga de los titulados por prestigiosas universidades ha remontado el vuelo. Pero la paga y prestaciones de la mayoría de los trabajadores se han mantenido o bajado. Y la consiguiente división también ha hecho que las familias estadounidenses de clase media se sientan menos seguras.

El Gobierno podría haber hecho cumplir la negociación básica. Pero hizo lo contrario. Redujo drásticamente los bienes públicos y las inversiones, golpeando los presupuestos escolares, incrementando el coste de la educación pública superior, reduciendo la formación laboral, recortando el transporte público y dejando que los puentes, puertos y autopistas se deterioraran.

Hizo trizas las redes de seguridad, reduciendo la ayuda para las familias desempleadas con hijos, endureciendo las condiciones para optar a los cupones de alimentos, y recortando el seguro de desempleo tanto que, en 2007, sólo el 40 por ciento de los parados estaba cubierto. Redujo a la mitad el tipo máximo del impuesto sobre la renta, pasando del ámbito del 70-90 que prevalecía durante la Gran Prosperidad al del 28-35 por ciento; permitió a muchos ricos tratar sus ingresos como ganancias de capital sometidas a un impuesto del 15 por ciento; y contrajo los impuestos de sucesiones que sólo afectaban al 1,5 por ciento de los asalariados del máximo nivel. Pero al mismo tiempo, EEUU impulsó los impuestos sobre el consumo y las nóminas, que se llevaron un trozo de la paga de la clase media y los pobres mayor que de los ricos.

Tres mecanismos de supervivencia

Pero Estados Unidos siguió comprando mediante tres mecanismos de supervivencia. El primero: las mujeres entran en el trabajo retribuido a partir de finales de los 70, y subiendo en los 80 y 90. Para la parte relativamente pequeña de mujeres con títulos universitarios, era la consecuencia natural de oportunidades educativas más amplias y de las nuevas leyes contra la discriminación, las cuales abrieron posibilidades profesionales. Pero la gran mayoría lo hizo para aumentar los ingresos familiares cuando los hogares se vieron golpeados por el estancamiento de los salarios de los hombres. Esta transición de la mujer al trabajo remunerado ha sido uno de los cambios sociales y económicos más importantes de las últimas décadas. En 1966, el 20 por ciento de las madres con hijos pequeños trabajaba fuera de casa. A finales de los 90, la proporción se había elevado al 60. Para las mujeres casadas con hijos de menos de 6 años, la transformación ha sido aún más dramática, del 12 de finales de los 60 al 55 por ciento a finales del siglo XX.

Mecanismo de supervivencia número dos: todos trabajan más horas. En 2005, no era extraño que los hombres trabajaran más de 60 horas a la semana y las mujeres, más de 50. Es decir, el estadounidense medio hacía más de 2.200 horas al año, 350 por encima del europeo medio, más incluso que un japonés.

Mecanismo de supervivencia número tres: gastarse los ahorros y tomar prestado hasta las cejas. Tras agotar los dos primeros mecanismos, era la única forma en que los estadounidenses podían seguir consumiendo como antes. Durante la Gran Prosperidad, la clase media ahorraba el 9 por ciento de sus ingresos. A finales de los 80 y principios de los 90, esa parte se había cercenado al 7 por ciento. Después, la tasa de ahorro cayó al 6 en 1994, y siguió bajando hasta el 3 en 1999. En 2008, los estadounidenses no ahorraron nada. Mientras, la deuda de los hogares explotó. En 2007, el estadounidense medio debía el 138 por ciento de sus ingresos después de impuestos.

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