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Los “nuevos” pobres, de los países ricos (un relato trágico de la crisis) (I) (página 2)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Los tres mecanismos se han agotado. El desafío consiste en restaurar la enorme clase media estadounidense. Esto exige resucitar la negociación básica que relaciona los salarios con las ganancias generales, y facilitarle a la clase media una porción de la tarta suficiente. Como deberíamos haber aprendido de La Gran Prosperidad, no es posible una economía creciente y vibrante sin una clase media creciente y vibrante.

"The Truth About the Economy", by Robert Bernard Reich:

Expone lo que considera es la verdad sobre la economía actual, sobre cuál es el principal error que estamos cometiendo.

El razonamiento que se realiza, con datos válidos para Estados Unidos, es el siguiente. En los últimos 30 años el PIB se ha doblado, pero, paradójicamente, los sueldos se han estancado y son prácticamente iguales que por aquel entonces. ¿Quién es el responsable? La inflación, ganamos más nominalmente pero no realmente. Entonces, ¿a dónde van las ganancias? Según el Sr. Reich a los "super rich" (súper ricos), que identifica como los que están en la cima de la pirámide cuando de dinero hablamos. Lo justifica con los datos de ingresos, hace treinta años el 1% más rico de la población se llevaba a su casa el 10% de los ingresos totales, hoy es el 20% y poseen el 40% de la riqueza del país.

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Cree que esto conduce a que aumenten su poder en la legislación y por tanto se reduzcan los impuestos a los más acaudalados. El resultado son menores ingresos tributarios, déficit fiscal y menores servicios como educación, sanidad, infraestructuras… Asimismo las personas empiezan a echarse la culpa unas a otras, nacionales contra inmigrantes, trabajadores de la empresa privada contra la empresa pública, y demás debates que también se reproducen en nuestro país. Pero la realidad, según el vídeo, es que la clase media está débil, lo que les nos lleva a consumir menos, a no querer endeudarnos y en definitiva a una recuperación insatisfactoria y alto desempleo. Conclusión, economía fuerte = clase media fuerte.

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Vemos que el "top 20%" gana un 59.1% de los ingresos totales, pero por la contra paga el 64.3% de los impuestos.

La cuestión no son tanto los tipos impositivos como la creciente divergencia entre "ricos y pobres", no es que los ricos paguen poco, es que "los pobres" ganan poco.

Más datos interesantes:

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¿Curioso, no? Nos pegamos entre nosotros cuando actualmente un CEO gana unas 350 veces más que un empleado medio mientras el ratio histórico es inferior a las 100 veces. Además vemos que los sueldos en la parte alta de la jerarquía suben muy por encima de los beneficios a la par que los de los trabajadores se estancan. Y si bien es simplificar demasiado centrarse en los "CEO" vamos enfocando el problema.

¿En dónde converge todo esto? Globalización. Observen el siguiente gráfico:

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Si bien los resultados del 40% son puntuales, el progresivo menor porcentaje sobre el total por el impuesto de sociedades es un hecho. A raíz de la Segunda Guerra Mundial y coincidiendo con la apertura de mercados y fronteras parece que las empresas han buscado la forma de "optimizar" su carga fiscal aprovechando esta circunstancia, llegando a mínimos del 10% sobre el total o incluso menos.

Claro, con un tipo marginal de los más altos del mundo en Estados Unidos la "optimización" puede entenderse, donde ya jugamos a algo peligroso es cuando una empresa como Google tributa el 2.4% gracias a Irlanda pero sus beneficios vienen de otros lugares con altos impuestos. Es decir, hago mis negocios gracias a unos pero les doy el dinero a otros. Y si bien es injusto personificar en Google porque muchas lo hacen, es un ejemplo que muestra perfectamente lo que está ocurriendo globalmente.

Qué largo me lo fiais: tarde, mal o… ¿nunca?

"Dos años después del final oficial de la peor recesión desde la Gran Depresión, la recuperación de Estados Unidos demuestra ser una de las más decepcionantes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial"… La recuperación de EEUU es una de las más decepcionantes (The Wall Street Journal – 4/7/11)

(Junio 2011) Según una amplia gama de indicadores -el crecimiento del empleo, los niveles de desempleo, el crédito bancario, la producción económica, el crecimiento del ingreso, los precios de las viviendas y las expectativas de los hogares de bienestar financiero- la recuperación de la economía estadounidense desde el final de la recesión, en junio de 2009, ha sido la peor, o una de las peores, desde que el gobierno comenzó a seguir estas tendencias tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

En algunos sentidos, la recuperación es muy parecida a las registradas en los períodos de 1991 y 2001. Las tres estuvieron marcadas por el crecimiento gradual de la producción y el empleo en vez de la rápida recuperación económica típica de anteriores casos. Pero esta mejoría puede seguir deslucida por años, dicen muchos economistas, debido a la pesada carga de deuda de los hogares, un sistema financiero aún debilitado por la crisis hipotecaria, una confianza frágil y un gobierno con pocas opciones para estimular el crecimiento.

Hay facetas positivas. Las exportaciones, particularmente de bienes agrícolas y manufacturados, están mejorando, en parte debido a las pujantes economías de los países en desarrollo y a la debilidad del dólar.

Aun así, ajustes estructurales mayores están frenando la economía estadounidense.

Los bancos tienen menos capacidad o predisposición para prestar que antes de la crisis. Desde que comenzó la recuperación, los bancos han reducido el dinero que tienen disponible mediante líneas de crédito de US$ 3,04 billones (millones de millones) a US$ 2,69 billones y han reducido las líneas de crédito sobre capital inmobiliario de US$ 1,33 billones a US$ 1,15 billones, según el Banco de la Reserva Federal de Nueva York.

En general, el crédito bancario a hogares y empresas en EEUU ha caído 4% desde que comenzó la recuperación, algo que contrasta con otras recuperaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial en las cuales el préstamo usualmente repuntó.

Los estrategas, entretanto, están reacios a hacer más para estimular el crecimiento económico. La Reserva Federal ya ha reducido las tasas de interés a cero y ha tenido resultados débiles con la flexibilización cuantitativa (la inyección de dinero en la economía a través de la compra de valores). Un estímulo fiscal -ya sea por medio de reducción de impuestos o aumento del gasto gubernamental- parece improbable dado el alto déficit fiscal y los magros resultados de intentos anteriores.

El mayor problema quizá sea la deuda que tienen los hogares estadounidenses. En el apogeo de la bonanza económica en el tercer trimestre de 2007, las familias de EEUU habían tomado prestado colectivamente el equivalente de 127% de sus ingresos anuales para financiar las compras de casas, autos y otros bienes, en comparación con un promedio de 84% en la década de los 90. El dinero empleado para saldar esa deuda significa que haya menos disponible para compras nuevas. Para el primer trimestre de este año, los hogares habían reducido la correlación de deuda respecto de ingreso a 112%, en parte porque los bancos han catalogado parte de la deuda como incobrable.

Librarse de la deuda podría ser un proceso largo y lento. Para volver a la correlación de deuda e ingresos de la década de los 90 de 84%, los hogares tendrían que pagar otros US$ 3,3 billones de deuda, o registrar un alza en sus ingresos de US$ 3,9 billones. Eso es equivalente a alrededor de nueve años de crecimiento del ingreso en tiempos normales, calcula Dana Saporta, economista de Credit Suisse.

Las restricciones de la deuda son especialmente difíciles para los consumidores que antes de la crisis dependían de las tarjetas de crédito o líneas de crédito con garantía hipotecaria para seguir gastando cuando su ingreso caía. Ahora, muchas de estas líneas de crédito se han limitado o eliminado. Con menos acceso a crédito, muchas familias descubren que la única manera de llegar a fin de mes es reducir el gasto.

La deuda y el débil mercado laboral han perjudicado la confianza del consumidor, lo cual modera aún más su predisposición al gasto. La Universidad de Michigan revela que 24% de las familias espera estar mejor financieramente dentro de un año (junio 2012), el mínimo de esta medición en una recuperación desde la Segunda Guerra Mundial.

Las empresas producen y ganan más, pero no aumentan su personal

– ¿Por qué falla la máquina de empleos de EEUU? (The Wall Street Journal – 29/7/11)

(Por David Wessel) Lectura recomendada

He aquí algunos números del desempeño de las empresas y el mercado laboral en Estados Unidos que sirven de barómetros clave de la economía del país. En los últimos 10 años:

– La producción de bienes y servicios se ha expandido 19%.

– Las ganancias de las empresas que no pertenecen al sector financiero han aumentado 85%.

– La fuerza laboral ha crecido en 10,1 millones de empleos.

– El número de puestos de trabajo del sector privado, sin embargo, se ha reducido en casi dos millones.

– Y el porcentaje de adultos estadounidenses con trabajo se ha reducido a 58,2%, un nivel que no se había visto desde 1983.

¿Por qué está fallando la máquina de empleos estadounidense? Como señaló hace poco Greg Hayes, director financiero de United Technologies Corp., "las ventas han regresado, pero la gente no".

En gran parte, eso ocurre porque la economía crece demasiado despacio o como para absorber la fuerza laboral disponible, y los sectores que suelen contratar en las primeras etapas de la recuperación -como la construcción y la pequeña empresa- se vieron paralizados por el descalabro del crédito.

También hay que considerar el factor de la confianza. Si los empleadores estuvieran seguros de que podrían vender más, contratarían a más personas. Si estuvieran menos inseguros de la durabilidad de la recuperación y otros factores, estarían más inclinados a incrementar sus niveles de contratación.

Hay, además, un fenómeno que precede a la recesión y que ha persistido a lo largo de ella. Se trata de los cambios en la forma en que funciona el mercado y cómo los empleadores ven a su fuerza laboral.

Trabajadores desechables

Los ejecutivos lo llaman "reducción estructural de costos" o "flexibilidad". El economista Robert Gordon, de la Universidad de Northwestern, lo llama el surgimiento de "los trabajadores desechables", una abreviación de una estrategia de las empresas para reducir costos laborales dondequiera que puedan, a un nivel sin precedentes.

El economista Alan Krueger, de la Universidad de Princeton, calcula que 70% de la escasez de trabajo actual es simplemente cíclica, el resultado de una decepcionante recuperación de una profunda recesión. Sin embargo, atribuye 30% a cambios en el mercado laboral que comenzaron una década atrás o más.

Consideremos lo siguiente:

En la recesión más reciente y en las dos anteriores -1990-91 y 2001- los empleadores han sido más rápidos a la hora de despedir empleados y recortar sus horas de trabajo que en las recesiones que las habían precedido. Muchos de ellos también fueron más lentos para volver a contratar. Como resultado, la "recuperación sin empleo" se ha convertido en la norma.

En el pasado, cuando los negocios se desplomaban, las empresas reducían personal y aceptaban menos trabajo por empleado. Durante la profunda recesión de principios de la década del 70, la producción estadounidense de bienes y servicios se redujo en 5% y el empleo en 2,5%. Los economistas trataban de comprender el "acaparamiento laboral", la tendencia de las empresas a retener a los empleados que no necesitaban.

Pero ya nadie piensa así. Entre finales de 2007 (cuando el empleo estadounidense alcanzó su mayor pico) y finales de 2009 (cuando tocó fondo), la producción estadounidense de bienes y servicios disminuyó 4,5%, pero el número de trabajadores se redujo mucho más: 8,3%. El rompecabezas de hoy es entonces: ¿cómo y por qué los empleadores lograron aumentar la productividad, o la producción por hora de trabajo, como nunca antes durante la peor recesión en décadas?

La nueva norma

En una época anterior, cuando más estadounidenses trabajaban en líneas de ensamblaje, muchos despidos eran temporales. Cuando el negocio se recuperaba, los trabajadores volvían a ser convocados, a menudo debido a garantías sindicales.

En el peor momento de la recesión de 1980-82, uno de cada cinco desempleados correspondía a un "despido temporal". En la reciente recesión, la proporción de despidos temporales nunca fue superior a uno de cada 10. Eso se debe en parte a que menos estadounidenses trabajan en fábricas. Hoy, en cambio, si un restaurante no tiene suficientes clientes, quiebra.

"Cuando los despidos son temporales, las recontrataciones pueden realizarse muy rápido", comentan los economistas Erica Groshen y Simon Potter, de la Reserva Federal de Nueva York.

Cuando los despidos son permanentes, la recuperación del empleo es lenta, añaden. Si el empleador quiere contratar, debe embarcarse en la tarea de revisar currículos, lo que consume mucho tiempo.

Las empresas, con sus ojos fijos en el precio de las acciones y en las ganancias, valoran más que nunca la flexibilidad encima de la estabilidad. La recesión les demostró que podían hacer más con menos trabajadores de lo que muchos de ellos creían.

En una encuesta a 2.000 empresas a principios de este año, McKinsey Global Institute, el centro de estudios de la enorme empresa de consultoría, encontró que 58% de los empleadores esperaba tener más trabajadores a tiempo parcial, temporales o subcontratados en los próximos cinco años y más de 21,5% trabajadores "tercerizados o externos".

"La tecnología", señala McKinsey, "permite a las empresas gestionar el empleo como un aporte variable. Con el uso de nuevos sistemas de programación de recursos, se pueden proveer de personal sólo cuando lo necesitan, ya sea por un día completo o unas pocas horas".

Las agencias de ayuda temporal juegan un papel cada vez más importante, desde la provisión de personal fabril y administrativo hasta enfermeras e ingenieros.

Black & Veatch, una empresa de ingeniería de Missouri, que antes de la recesión contaba con 9.600 empleados y los redujo luego a los 8.700 que tiene hoy, contrata alrededor de 100 trabajadores por mes. Cerca de 10% de sus empleados son temporales, indica Jim Lewis, jefe de recursos humanos de la empresa. "Esa es una forma rápida de traer gente, y da un poco de tiempo para saber si el crecimiento se mantendrá o no", explica.

También facilita volver a recortar en tiempos difíciles. Los trabajadores, en pocas palabras, ahora pueden ser contratados "en el momento preciso". Y aparentemente, muchos empleadores no creen que todavía sea el momento. Debido a que pueden contratar personal temporal casi al instante, hay poca necesidad de contratar a la espera de una recuperación en los negocios.

Cuando sí reclutan personal, las grandes empresas multinacionales con sede en EEUU están en mejor condición de y más dispuestas a contratar en el exterior, en parte porque los salarios son a menudo más baratos, pero también porque es allí donde están sus clientes.

En la década de los 90, las multinacionales incorporaron en EEUU casi dos puestos de trabajo por cada nuevo empleo fuera del país; en tanto que en la década siguiente, recortaron 2,9 millones de empleos estadounidenses, mientras que aumentaron 2,4 millones en el extranjero, de acuerdo con el Departamento de Comercio de EEUU.

Hal Sirkin, de Boston Consulting Group (BCG), afirma que el aumento de los salarios en China resta un poco de atractivo al país. En 2000, los salarios de los trabajadores chinos promediaron 3% de los de sus contrapartes estadounidenses. Hoy en día, representan 9%, y la firma de consultoría espera que la cifra llegue a 15% en 2015. Sirkin predice que ello impulsará a muchos fabricantes a devolver el trabajo a EEUU. ¿Cuántos? Sirkin todavía trabaja en un cálculo.

Aun cuando el gobierno cuenta 4,68 trabajadores desempleados por cada puesto que se abre, algunos empleadores insisten en que no pueden encontrar empleados con las habilidades que necesitan a los salarios que pueden pagar.

¿Malbaratando a los Estados Unidos?

"Hubo momentos, en los últimos años, cuando los dirigentes de Estados Unidos no estaban seguros del camino que tomaría la crisis. En sólo un punto, se sentían absolutamente seguros: Estados Unidos no tomaría -mejor dicho: no podía- tomar la ruta de Japón. La economía era demasiado flexible; las respuestas gubernamentales a la crisis, muy contundentes; y el electorado, extremadamente exigente como para permitir que el estancamiento al estilo japonés sucediera en suelo de Estados Unidos"… La década perdida de Estados Unidos (BBCMundo – 1/9/11)

Si a principios de septiembre de 2011, le preguntáramos al secretario del Tesoro de Estados Unidos, Tim Geithner, nos diría lo mismo.

Pero, ¿qué diría el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke?

Sí, pero… En una conferencia en agosto de 2011 a la que asistieron los gobernadores del banco central y economistas, Bernanke dijo que "no esperaba que el potencial crecimiento a largo plazo de la economía de Estados Unidos fuera a resultar afectado considerablemente por la crisis". Pero Bernanke también dijo que para evitar un daño de ese tipo, los creadores de las políticas gubernamentales deben dar una serie de pasos difíciles.

Las dudas sobre la capacidad para confrontar esos desafíos es lo que lleva a muchas personas, dentro y fuera del país, a preguntarse si, después de todo, no se está yendo por el camino japonés. Incluso hace seis meses, ese pesimismo sonaba un tanto exagerado.

Aunque hubo problemas en el sistema financiero estadounidense que ayudaron a desencadenar la recesión global de 2008-09, la pérdida de la productividad estadounidense fue mucho más pequeña que en otras economías avanzadas y la recuperación estadounidense fue más rápida que en la mayoría de los países europeos y Japón.

Pero la verdad es que esta recuperación fue mucho más lenta que en el pasado. Sin embargo, se sintió como que era el precio inevitable que se tenía que pagar tras la crisis financiera.

¿Aprendieron la lección?

El gobierno todavía sintió que habían aplicado las lecciones del experimento japonés y, por ende, había evitado el mismo destino.

Por ejemplo, la Fed había cortado, en menos de dos años, las tasas de interés a cerca de cero. Eso le tomó al Banco de Japón, en la década de los 90, seis años.

La respuesta fiscal a la crisis en Estados Unidos fue mucho más contundente (ver el Gráfico 3), si bien es cierto que a un alto precio: las relaciones entre los dos principales partidos se enturbiaron de cara al futuro.

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Pero, recientes revisiones de las cifras oficiales del Producto Interno Bruto (agosto 2011) hacen que la crisis se vea mucho más profunda: se ha registrado una caída de 5,1% en la productividad nacional y no 4,1% como se pensó previamente.

La recuperación también se ve más débil.

El resultado es que el ingreso nacional no ha regresado al punto donde estaba antes de la crisis, como sí sucedió en Alemania, país que, de hecho, sufrió una recesión más profunda.

Desempleo

En términos de crecimiento económico, el desenvolvimiento de Estados Unidos en los últimos cinco años (2006/2011) no ha sido mejor que el de Japón durante los cinco años que le siguieron al estallido de la burbuja de activos, a finales de los años 80. El desempleo estadounidense es considerablemente peor.

El panorama del empleo era un terreno inhóspito al inicio del año 2011. A septiembre 2011, es peor, con una tasa de desempleo alrededor del 9% y con un récord de 40% de los desempleados en esa condición por más de seis meses.

En el pasado, los economistas han tendido a alabar la flexibilidad del mercado laboral estadounidense: el desempleo aumenta más rápidamente en una recesión, pero cae más velozmente a medida de que la economía se recupera. Además, el desempleo de largo plazo fue siempre mucho más bajo.

En septiembre de 2011, esa flexibilidad laboral de Estados Unidos pareciera operar en sólo una dirección, mientras que el "sobre-regulado" mercado laboral alemán se ha desempeñado impresionantemente bien.

Algunas estadísticas destacan el fracaso de la economía estadounidense para crear empleos para su creciente población: en 1958, 85% de los hombres estadounidenses en edad de trabajar estaban trabajando. En septiembre de 2011, menos del 64% tiene empleo y, en caso de que crean que es simplemente debido a que las mujeres entraron a la fuerza laboral, el porcentaje de todos los estadounidenses, hombres y mujeres, que tienen un empleo es menor que lo que se ha registrado desde inicios de la década de los 80.

Pero no se trata sólo de trabajos. En su último estudio sobre la economía de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional analizó en detalle las últimas diez recesiones de Estados Unidos.

Tomando como base la mayoría de los indicadores clave, las dos crisis del siglo XXI (la de 2000-01 y 2008-09) han sido las peores.

Eso es lo que hace que muchos piensen que Estados Unidos ya sufrió una "década perdida", al menos en Main Street (es decir, en el bolsillo de los consumidores).

El ingreso promedio de los hogares estadounidenses cayó 3,6% entre 2001 y 2009.

Los ingresos reales volvieron a caer nuevamente en 2011, mientras que la inflación repunta y los salarios se mantienen en el mismo lugar.

La debilidad de los salarios es similar a la que experimentó Japón (ver el Gráfico 8).

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Como muestra el gráfico, Estados Unidos no es Japón todavía. Necesitaría otros cinco años de lo mismo para realmente seguir el camino de Japón.

El problema es que los analistas están empezando a ver otro síntoma que el Estados Unidos de 2011 comparte con el Japón de los 90: parálisis política.

Eso, más que el crecimiento débil o el actual nivel de endeudamiento público, es lo que más le preocupa a la agencias de riesgo.

¿Recuperación moderada?

Muchos economistas piensan que Estados Unidos podría experimentar una moderada, pero estable, recuperación económica en los próximos años.

Pero, como ha enfatizado Bernanke, eso requerirá que los políticos tomen decisiones difíciles, incluyendo un plan creíble de reducción, a largo plazo, de préstamos federales.

Asimismo, se debe evitar, el año que viene, poner en riesgo la recuperación económica con un retiro demasiado pronto del programa de estímulo.

Incluso -pese al acuerdo al que llegaron los legisladores sobre el límite de endeudamiento estadounidense- existe una gran posibilidad de que las discrepancias entre demócratas y republicanos tengan un efecto adverso: una excesiva rigidez a corto plazo, del orden del 2% del PIB en 2012, sin una sólida estrategia para encaminar la deuda pública hacia un patrón de reducción en cinco años.

Por todas estas razones, es un tanto fácil deprimirse sobre el futuro de Estados Unidos. También es sencillo entender por qué la agencia de calificación Standard & Poor's concluyó que la deuda del gobierno de Estados Unidos no sería triple-A por ahora.

Pero, también se podrían encontrar razones para pensar que los pesimistas, entre ellos S&P, no están vendiendo bien a Estados Unidos.

¿Por qué? Porque dejando la política a un lado, muchos de los ajustes que la economía estadounidense necesitaba para frenar el aumento de su deuda y para competir en los mercados globales, ya están en marcha.

Los ahorros de las corporaciones y de los hogares han aumentado considerablemente y la productividad está despegando. A septiembre de 2011 déficit por cuenta corriente ha ido cayendo, es decir, casi la mayoría del déficit presupuestario del país está siendo financiado por los propios ciudadanos (aunque un significante porcentaje de la deuda acumulada está en bancos internacionales).

De acuerdo con Diana Choyleva, de Lombard Street Research, los costos laborales unitarios en la industria de Estados Unidos cayeron 2% en 2009 y otro 2,8% en 2010.

Las estadísticas de China son más difíciles de conseguir, pero el aumento de los precios y los salarios significa que los costos laborales unitarios de las compañías chinas han probablemente aumentado entre 2,5% a 4,3% al año.

Eso significa que, incluso con China permitiendo una nominal apreciación del yuan contra el dólar, compañías estadounidenses están siendo percibidas mucho más competitivas que hace pocos años.

¿Futuro asiático?

Quizás el siglo XXI le "pertenecerá a China y a India", como muchos sugieren. Pero, Estados Unidos ha sido dado de baja muchas veces antes. Las empresas globales a las que les fue bien en la década pasada, particularmente en el ámbito de la economía digital, saber apreciar a los iconoclastas, a lo que toman riesgos y quienes piensan creativamente. Para bien o para mal, Estados Unidos es mejor conocido por esas características, mucho más que China o Alemania.

Detrás de un vidrio oscuro (sabor amargo)

"Pese a que ya han transcurrido dos años desde que Estados Unidos salió de la recesión, muchos de sus ciudadanos sienten que no es mucho lo que ha cambiado. La economía se sigue recuperando a paso de tortuga de una crisis que no respetó edad, sexo, región ni profesión"… EEUU: Una recuperación con sabor a recesión (The Wall Street Journal – 1/11/11)

Una serie de estadísticas sombrías sirve como telón de fondo de los numerosos estadounidenses obligados a cambiar de carrera, volver a vivir con sus padres o reducir drásticamente sus gastos para ajustarse a sus nuevas circunstancias.

Una cifra, el ingreso mediano por familia, es decir el que está precisamente en la mitad, descendió 3,2% a US$ 53.518 durante la recesión de 2007-2009. Entre junio de 2009 y junio de 2011 cayó otro 6,7% según un análisis de los datos mensuales de la Oficina del Censo.

Otros datos pintan un panorama igual de sombrío. La última recesión sólo fue superada en duración y fuerza por la Gran Depresión de los años 30. La producción total de bienes y servicios demoró dos años en retomar el nivel anterior a la crisis, el lapso más prolongado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El PIB per cápita, a su vez, aún permanece 3% por debajo del de fines de 2007.

Desde mediados de 2009, cuando acabó la recesión, la economía se ha estado expandiendo pero a un ritmo que resulta insuficiente para reducir el desempleo, que se ubica en 9,1%. Y el sector inmobiliario, el más golpeado por la crisis, aún no repunta. Los precios de las viviendas en junio, por ejemplo, estaban 10,1% por debajo de los de mediados de 2009. Uno de cada cinco deudores hipotecarios tiene que pagar una hipoteca que supera el valor de su casa.

La educación, otrora un camino confiable hacia un empleo bien remunerado, no ha frenado el declive de los salarios durante la recuperación. Durante junio de 2009 y junio de 2011 cayeron los ingresos medios de las familias encabezadas por los egresados de la escuela secundaria (8,2%), y por quienes tienen un título universitario (5,9%), según los cálculos de la firma Sentier Research.

El resultado es que las personas que reciben menores ingresos y ven cómo sus pensiones se han reducido gastan menos. Las preocupaciones acerca de perder o encontrar un empleo, o el pago de deudas, se traducen en una mayor cautela a la hora de abrir la billetera.

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Sólo 21% de los estadounidenses espera una mejoría de la economía durante los próximos 12 meses, según una encuesta realizada en octubre (2011) por The Wall Street Journal y NBC News.

La mayoría de los economistas que participaron en la última encuesta de proyecciones de The Wall Street Journal, por su parte, estima que el ingreso medio demorará más de 10 años en regresar a los niveles previos a la recesión.

En momentos en que los ingresos están estancados, las familias han optado por reducir paulatinamente sus niveles de endeudamiento. Jerry Webman, director de inversión y economista jefe de Oppenheimer Funds, estima que los estadounidenses sólo han recorrido la mitad del camino en este sentido. Basándose en información como los niveles de crédito de consumo, "pareciera que a estas alturas estamos tocando fondo", indicó.

Hasta que termine, este proceso de reducción de deuda limitará el repunte de la economía, aunque EEUU no reciba ningún shock externo, lo que obliga a los estadounidenses a tratar de sobrevivir en una recuperación económica que es muy desigual.

Las firmas gastan en maquinaria, pero no crean empleos.

"En ninguna otra recuperación estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial las empresas han sido tan rápidas en impulsar el gasto en maquinaria y software y, al mismo tiempo, más lentas a la hora de contratar empleados"… El hombre vs. la máquina, el dilema de EEUU (The Wall Street Journal – 17/1/12)

Parte de esto tiene que ver con la vieja historia de sustituir capital por mano de obra. Pero una combinación de exenciones tributarias temporales que en 2011 permitieron a las empresas en Estados Unidos reducir el valor contable de la totalidad de sus inversiones en el primer año y tasas de interés históricamente bajas a corto y largo plazo ha acelerado el proceso.

La contratación, en tanto, es demasiado lenta como para reducir rápidamente la tasa de desempleo. Las empresas han incorporado trabajadores a una tasa mensual de 142.000 durante los últimos seis meses del año 2011, la mitad del ritmo necesario para reducir de manera significativa la desocupación, que en la actualidad se ubica en 8,5%.

Billy Cyr, presidente ejecutivo de Sunny Delight Beverage Co., una firma de bebidas de Cincinnati, Ohio, cuenta que está comprando nueva maquinaria en parte gracias a los precios de liquidación. "Cuando el costo del capital aumenta, es difícil justificar la compra de equipos y, en cambio, puede dar lugar a un mayor empleo a partir del uso de la maquinaria existente", opina, por ejemplo añadiendo turnos u horas extras. A finales de 2011, ocurre lo contrario.

En lugar de contratar, empresas como Sunny Delight y el fabricante de motosierras Stihl Holding AG están invirtiendo en tecnología para realizar sus operaciones de manera más productiva. La historia sugiere que la inversión que aumenta la productividad a la larga crea puestos de trabajo y eleva los niveles de vida. La mecanización agrícola y la automatización de las fábricas desataron temores de desempleo permanente, pero la eficiencia en la producción de las materias primas creó puestos de trabajo en todo tipo de servicios.

La mayoría de los economistas dice que el aumento de la productividad surtirá el mismo efecto benéfico a largo plazo. En el corto plazo, sin embargo, la mayor eficiencia permite a las empresas demorar la contratación.

Y eso es lo que ha estado sucediendo en las últimas recuperaciones de la economía estadounidense. El gasto en equipo y la incorporación de empleados están, en general, sincronizados. Desde que EEUU comenzó a crecer de nuevo, en 2009, el gasto real en equipo y software se ha incrementado en 31%. En el período de posguerra, sólo después de las recesiones de 1970 y 1982 ese tipo de gasto experimentó una expansión más rápida. El empleo en el sector privado aumentó apenas 1,4% durante el mismo lapso. Sólo el repunte posterior a las recesiones de 1980 y 2001 mostró un crecimiento más lento del empleo.

Erik Brynjolfsson, economista del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), afirma que las empresas comenzaron a priorizar la inversión en tecnología que ahorra mano de obra en la primera mitad de la década pasada. El punto de inflexión, señala, se produjo durante la recesión, cuando se dieron cuenta de que podían hacer mucho más de lo que esperaban con menos gente.

Las compañías han reaccionado al retroceso de la demanda invirtiendo en maquinaria que automatiza funciones.

"Es como si la economía tuviera un potencial reprimido de ahorro de mano de obra que no había manifestado hasta la recesión", sostiene Brynjolfsson, autor de un nuevo libro sobre la automatización.

Por supuesto, el aumento del gasto en capital no es el único impedimento para la creación de empleos. Algunos empleadores dicen que contratarían más si no hubiera tanta incertidumbre. Otros se quejan de que no pueden encontrar trabajadores calificados para cubrir sus vacantes.

El gobierno estadounidense dice que la situación del empleo sería peor si no fuera por el salto en la inversión empresarial.

Jason Furman, director adjunto del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca, señala que el gasto en equipamiento y software ha creado puestos de trabajo en las empresas en expansión, así como en las que fabrican e instalan los equipos. La contratación, sin embargo, es impulsada principalmente por el crecimiento de la demanda y ese es el aspecto más problemático.

As time goes by: de los "déficits gemelos" a los "déficits trillizos"

– Los tres déficits de Estados Unidos (Project Syndicate – 2/2/12) Lectura recomendada

(Por Laura Tyson)

Berkeley.- Este año comenzó con una serie de informes que incluyen reconfortantes pruebas de que la recuperación económica en los Estados Unidos se está fortaleciendo. El ritmo de creación de empleos ha aumentado, los indicadores de manufactura y servicios han mejorado, y el consumo ha sido más fuerte de lo previsto. Pero es demasiado pronto para celebrar.

El crecimiento de la producción en EEUU sigue siendo anémico y la economía continúa enfrentando tres importantes déficits: un déficit de puestos de trabajo, un déficit de inversión y un déficit fiscal de largo plazo. No es probable que en un año electoral se aborde ninguno de ellos.

Aunque hoy la producción es más alta que en el cuarto trimestre de 2007, sigue estando muy por debajo de lo que podría si la capacidad productiva y la mano de obra se utilizaran plenamente. Esa brecha -entre la producción real y potencial- se estima en más del 7% del PIB (más de 1 billón de dólares).

La brecha del producto refleja un déficit de más de 12 millones de puestos de trabajo, la cantidad necesaria para volver al nivel máximo de empleo de la economía en 2007 y absorber las 125.000 personas que ingresan a la fuerza de trabajo cada mes. Incluso si la economía crece a un 2,5% en 2012, como estiman la mayoría de las previsiones, el déficit de puestos de trabajo seguirá existiendo y no se cerrará sino hasta el año 2024.

Este déficit es principalmente el resultado de una demanda agregada insuficiente. El consumo, que representa alrededor del 70% del gasto total, se ve limitado por el alto desempleo, el débil aumento de los salarios y un brusco descenso del valor de la vivienda y la riqueza de los consumidores. El repunte del consumo en los últimos meses de 2011 fue financiado por una disminución en la tasa de ahorro de los hogares y un gran aumento del crédito al consumo. Ninguna de estas tendencias es saludable ni sostenible.

Con una tasa de desempleo del 8,5%, una tasa de participación laboral de apenas el 64% y el estancamiento de los salarios reales, el ingreso laboral se ha reducido a un mínimo histórico de 44% del ingreso nacional. Y se trata del componente más importante de los ingresos de los hogares y el principal motor del consumo.

Incluso antes de la Gran Recesión, los trabajadores y los hogares estadounidenses estaban en problemas. La tasa de crecimiento del empleo entre 2000 y 2007 se redujo a sólo la mitad de su nivel en las tres décadas anteriores. El aumento de la productividad fue fuerte, pero superó ampliamente el crecimiento de los salarios; las compensaciones de los trabajadores por hora real se redujeron, en promedio, incluso para aquellos con una educación universitaria.

De hecho, el período 2002-2007 fue la única recuperación registrada durante la cual se redujo el ingreso real de las familias medias. Más aún, las oportunidades de trabajo siguieron polarizándose, con un crecimiento del empleo en ocupaciones de altos salarios profesionales, técnicos y de gestión, así como en los de bajos ingresos de servicios de alimentos, cuidados personales y servicios de seguridad.

Por el contrario, el empleo cayó en ocupaciones que requieren habilidades medias, tanto de obreros como administrativos, sobre todo en la industria manufacturera. Los hogares estadounidenses en apuros redujeron sus tasas de ahorro, tomaron préstamos poniendo como garantía sus viviendas y aumentaron su deuda para mantener el consumo, lo que contribuyó a las burbujas inmobiliaria y crediticia que estallaron en 2008 y que han requerido un doloroso desapalancamiento desde entonces.

Tres fuerzas han impulsado los cambios estructurales adversos del mercado laboral de EEUU:

· Un cambio tecnológico que exige habilidades especializadas y ha automatizado el trabajo de rutina, al tiempo que impulsa la demanda de trabajadores con al menos un título de educación superior.

· La competencia global y la integración de los mercados laborales a través del comercio y la subcontratación, que han eliminado puestos de trabajo y reducido los salarios.

· El descenso de la competitividad de Estados Unidos como un lugar atractivo para ubicar la producción y el empleo.

El cambio tecnológico y la globalización han creado similares retos del mercado laboral en otros países desarrollados. No obstante, las opciones de políticas de EE.UU. son responsables de la erosión de la competitividad de Estados Unidos.

En particular, Estados Unidos está subinvirtiendo en tres áreas importantes que ayudan a los países a crear y conservar empleos de salarios altos: habilidades y capacitación, infraestructura, e investigación y desarrollo. El gasto en estas áreas representa menos del 10% del gasto de gobierno de los EEUU, y esta proporción ha ido disminuyendo con el tiempo. Hoy el gobierno federal puede pedir prestado a tasas de interés históricamente bajas, y hay muchos proyectos en educación, infraestructura e investigación que podrían generar una retribución mayor, crear puestos de trabajo ahora y reforzar la competitividad de EEUU en la atracción de empleos con salarios altos.

El presidente Barack Obama ha planteado numerosas propuestas para reforzar la competitividad nacional, pero los republicanos del Congreso las han rechazado, alegando que el país se enfrenta a una crisis fiscal inminente. De hecho, el déficit federal como porcentaje del PIB se reducirá significativamente en los próximos años, incluso sin más medidas de reducción del déficit, antes de subir a niveles insostenibles para el año 2030.

En efecto, EEUU se enfrenta a un déficit fiscal de largo plazo, en gran parte resultado del aumento de los costos de la salud y el envejecimiento de la población. Sin embargo, el déficit fiscal actual se debe principalmente a los débiles ingresos fiscales, por la lentitud del crecimiento y el alto desempleo, y las medidas temporales de estímulo que se desvanecen en momentos en que la demanda agregada sigue siendo débil y se justifica un estímulo fiscal adicional.

Como mínimo, para mantener la economía en un camino de crecimiento del 2,5% este año, la reducción de impuestos de nómina y las prestaciones por desempleo propuestas por Obama deberían extenderse hasta fines de año. Estas medidas serían un refuerzo para la frágil recuperación y no aumentarían la brecha fiscal de largo plazo.

Entonces, ¿cómo se deben afrontar el déficit de empleos, inversiones y fiscal de largo plazo de la economía estadounidense?

Las autoridades deberían complementar hoy mismo las medidas fiscales para mejorar los déficits laboral y de inversión con un plan plurianual para reducir gradualmente el déficit fiscal de largo plazo. Este plan debería aumentar el gasto en educación, infraestructura e investigación, al tiempo que reduce el crecimiento futuro del gasto en atención de salud a través de los mecanismos de contención de costes contemplados en las leyes de reforma a la salud de Obama.

Si se aprueba hoy un plan de reducción del déficit en el largo plazo pero se difiere su inicio hasta que la economía está cerca del pleno empleo, se evitaría que una contracción fiscal prematura haga caer nuevamente la economía en una recesión. De hecho, la aprobación de ese paquete podría reforzar la producción y el empleo, aliviando las preocupaciones de los inversionistas sobre los futuros déficits y fortaleciendo la confianza de los consumidores y los empresarios.

Habría que tomar hoy decisiones dolorosas sobre cómo cerrar la brecha fiscal de largo plazo y aplicarlas con diligencia una vez que la economía se haya recuperado. Sin embargo, para los próximos años, las prioridades de la política fiscal deben ser el empleo, la inversión y el crecimiento.

(Laura Tyson, ex Presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente de Estados Unidos, es profesora de la Escuela Haas de Negocios de la Universidad de California, Berkeley. Copyright: Project Syndicate, 2012)

La desigualdad creciente: causas y efectos

– La trampa de la desigualdad (Project Syndicate – 8/3/12) Lectura recomendada

(Por Kemal Dervis)

Washington, DC.- A medida que crece la evidencia de que en todas partes del mundo está aumentando la desigualdad de los ingresos, el problema recibe una mayor atención de los académicos y responsables del diseño de políticas. Por ejemplo, en los Estados Unidos, la participación en los ingresos del 1% de la población que más gana se ha más que duplicado desde los años setenta, pasando de un 8% del PIB anual a más del 20% en fechas recientes, un nivel que no se había alcanzado desde los años veinte.

Si bien hay razones éticas y sociales para inquietarse por la desigualdad, éstas no tienen una fuerte relación con la política macroeconómica per se. Esa relación se observó en los primeros años del siglo XX: algunos señalaban que el capitalismo tendía a generar una debilidad crónica de la demanda efectiva debido a la concentración creciente del ingreso que conducía a una superabundancía de ahorros porque los excesivamente ricos ahorraban mucho. Esto alimentaría "guerras comerciales" porque los países tratarían de buscar más demanda en el extranjero.

Sin embargo, a partir de los años treinta este argumento desapareció porque las economías de mercado de Occidente crecieron rápidamente en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial y la distribución del ingreso se volvió más uniforme. Mientras existiera un ciclo de negocios no aparecía una tendencia perceptible hacia la debilidad crónica de la demanda. Las tasas de interés de corto plazo, diría la mayoría de los macroeconomistas, podrían establecerse en un nivel suficientemente bajo como para generar tasas razonables de empleo y demanda.

Sin embargo, ahora, cuando la desigualdad está aumentando nuevamente, los argumentos que relacionan la concentración del ingreso con los problemas macroeconómicos se escuchan otra vez. Raghuram Rajan, de la Universidad de Chicago, y ex economista en jefe del Fondo Monetario Internacional, ofrece una explicación razonable sobre la relación entre la desigualdad en el ingreso y la crisis financiera de 2008 en su más reciente libro, Fault Lines, que ha sido premiado.

Rajan argumenta que en los Estados Unidos la enorme concentración del ingreso en los que más tienen condujo a diseñar políticas destinadas a promover el crédito insostenible en los grupos de ingresos medios y bajos, mediante subsidios y garantías de crédito en el sector de la vivienda y una política monetaria laxa. También hubo una explosión de deuda de tarjetas de crédito. Estos grupos protegieron el aumento del consumo al que se habían acostumbrado mediante un mayor endeudamiento. Indirectamente, los más ricos, algunos de ellos fuera de los Estados Unidos, ofrecieron créditos a los otros grupos de ingreso en donde el sector financiero actuó, con métodos agresivos, como intermediario. Este proceso insostenible se vio interrumpido abruptamente en 2008.

Joseph Stiglitz y Robert Reich han hecho argumentos similares en sus libros, Freefall y Aftershock, respectivamente, mientras que los economistas Michael Kumhof y Romain Ranciere han diseñado una versión matemática formal de la posible relación entre la concentración del ingreso y la crisis financiera. Mientras que los modelos de base difieren, las versiones keynesianas hacen hincapié en que si los muy ricos ahorran demasiado se puede prever que el aumento constante de la concentración del ingreso conducirá a un exceso crónico de ahorros programados con respecto a la inversión.

La política macroeconómica puede servir para compensar mediante un gasto deficitario y tasas de interés muy bajas. O, un tipo de cambio subvaluado puede ayudar a exportar la falta de demanda interna. No obstante, si la participación de los grupos de ingreso más altos sigue aumentando, el problema seguirá siendo crónico. Y en algún momento, cuando la deuda pública haya crecido mucho como para permitir un gasto deficitario continuo, o que las tasas de interés estén muy cercanas a su límite inferior de cero, el sistema se quedará sin soluciones.

Este argumento tiene una parte contradictoria. ¿Acaso en los Estados Unidos el problema era más bien que se ahorraba muy poco y no lo contrario? ¿No es cierto que el déficit sistemático en la cuenta corriente del país refleja un consumo excesivo, en lugar de una demanda efectiva débil?

El trabajo reciente de Rajan, Stiglitz, Kumhof y Ranciere, y otros, explica la aparente paradoja: los de los niveles muy altos de ingresos financiaron la demanda de todos, que permitió altas tasas de empleo y déficits elevados de la cuenta corriente. Cuando estalló el problema en 2008, la expansión monetaria y fiscal masiva impidió que el consumo de los Estados Unidos se derrumbara. Sin embargo, ¿resolvió el problema de fondo?

Aunque la dinámica que condujo a una mayor concentración del ingreso no ha cambiado, ahora ya no es fácil obtener créditos, y en ese sentido es improbable otro ciclo de auge y crisis. Sin embargo, ello genera otra dificultad. Cuando se les pregunta por qué ya no están invirtiendo, gran parte de las empresas dicen que se debe a una demanda insuficiente. ¿Pero cómo puede haber una fuerte demanda interna si el ingreso se sigue concentrando en los niveles superiores?

Es improbable que con la demanda de consumo de bienes de lujo se resuelva el problema. Además, las tasas de interés no pueden ser negativas en valores nominales, y la deuda pública creciente puede inhibir cada vez más la política fiscal.

Entonces, si la dinámica que estimula la concentración del ingreso no se puede revertir, los más ricos ahorran una gran proporción de sus ingresos, los bienes de lujo no pueden estimular una demanda suficiente, los grupos de más bajos ingresos ya no pueden obtener créditos, las políticas monetaria y fiscal han llegado a su límite, y el desempleo no se puede exportar; la economía se puede estancar.

El temprano repunte de 2012 de la actividad económica de los Estados Unidos se debe en mucho a la política monetaria extraordinariamente expansiva y los insostenibles déficits fiscales. Si se pudiera reducir la concentración del ingreso como se hizo con el déficit presupuestal, la demanda podría financiarse con una amplia base de ingresos privados. Se podría reducir la deuda pública sin temor a una recesión porque la demanda privada sería más fuerte. La inversión aumentaría a medida que las perspectivas de demanda mejoran.

Este tipo de razonamiento es particularmente relevante en el caso de los Estados Unidos, dada la magnitud de la concentración del ingreso y los desafíos fiscales por venir. Sin embargo, la gran tendencia hacia mayores proporciones del ingreso en los que más tienen es global, y las dificultades que puede representar para la política macroeconómica no deberían seguir sin atenderse.

(Kemal Dervis, ex ministro de Asuntos Económicos de Turquía y director del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, es vicepresidente y director del Programa de Desarrollo y Economía Global de la Brookings Institution. Copyright: Project Syndicate, 2012)

Yes, you can"t: los pobres tienen prohibido enfermarse (¡50 millones de desasistidos!)

– No seguir a Estados Unidos en cuanto a atención de salud (Project Syndicate – 28/3/12)

(Por Prabhat Jha, Dean T. Jamison) Lectura recomendada

Toronto.- En momentos que la Corte Suprema de Estados Unidos se encuentra a punto de abordar la Ley de Asistencia Asequible (la histórica reforma de salud ridiculizada por sus opositores como "Obamacare"), vale la pena señalar que el número de estadounidenses sin seguro de salud alcanzó un máximo histórico en 2010, su año de promulgación. Alrededor de 50 millones de residentes de Estados Unidos (uno de cada seis) pagan de su bolsillo los gastos médicos en que incurren.

La recesión de 2008 no es la única razón para esta escalofriante cifra; también hay que culpar a políticas y decisiones políticas de larga data. A nivel mundial, pero especialmente para las economías de rápido crecimiento, la lección es simple: evitar el modelo de salud privada de Estados Unidos.

EE.UU. es uno de los pocos países de ingresos altos que no financia la asistencia sanitaria mediante un sistema financiado con fondos públicos de prepago. En promedio, los países más ricos gastan aproximadamente el 11% de su PIB en salud, con una financiación pública de más del 80%; sólo el 14% de los gastos tienen lugar sobre una base de pago por servicio. Las finanzas públicas (o, en algunos casos, fondos de seguros cooperativos regulados por el gobierno que equivalen a financiación pública) cubren la mayoría de los servicios médicos discrecionales; los seguros privados complementan solo servicios adicionales mínimos.

La mayoría de los países ricos opta por financiar su atención de la salud de manera pública por varias razones. En primer lugar, la atención de salud de libre mercado suele ser injusta e ineficiente. Las necesidades individuales varían considerablemente, y las empresas privadas suelen ser reacias a asegurar a las personas que más lo necesitan (como quienes ya están enfermos o sufren de dolencias como la diabetes, que les predisponen a otros problemas de salud). Más aún, es improbable que quienes adquieren la atención – las aseguradoras y los pacientes – tengan la información necesaria para elegir los tratamientos más seguros y eficaces.

Al mismo tiempo, el gasto público actúa como un freno sobre el gasto general, y evita la rápida escalada de costes a la que contribuyen las empresas de seguros privadas de Estados Unidos. El país gasta el 1% de su PIB cada año, simplemente para administrar su complejo y difícil sistema de seguros. Sin una reforma del tipo que tiene ante sí la Corte Suprema de Justicia, el total de los gastos de salud de Estados Unidos aumentará de 16% del PIB hoy al 25% en 2025.

El impacto económico del sistema actual ya es grave. El último censo de EEUU mostró un marcado incremento en el número de estadounidenses que viven por debajo del umbral de pobreza, hecho estrechamente relacionado con la falta de seguro de salud, que a su vez refleja el exceso de confianza en la cobertura de seguro provista por los empleadores.

En las economías de los países emergentes, los gobiernos deberían tener en cuenta cinco consideraciones a la hora de diseñar los sistemas de salud. En primer lugar, las inversiones en salud proporcionan una importante red de seguridad contra las trampas de la pobreza, especialmente en tiempos de crisis económica. Por ejemplo, cada año, 37 millones de indios sin seguro caen por debajo del umbral de la pobreza debido a gastos catastróficos en salud (que por lo general se definen como costes superiores al 10%de los gastos totales de un hogar).

En segundo lugar, la financiación pública de la atención sanitaria permite a los pobres usar ese dinero para satisfacer otras necesidades. En países de bajos ingresos, la mitad de todos los gastos de atención de salud (alrededor del 2,5% del PIB) son privados (en comparación con el 2% en países de ingresos medios). Este gasto consume una gran proporción de los ingresos de los hogares más pobres, impide inversiones más productivas en el hogar, crea pocos puestos de trabajo, y con frecuencia permanece sin pagar impuestos, ya que a menudo se paga a los médicos y los hospitales "en negro".

En tercer lugar, financiar la salud con fondos públicos podría aumentar el empleo en general. Las provincias de Canadá fueron integrando de a fases el seguro nacional de salud de 1961 a 1975. El empleo y los salarios aumentaron en las áreas donde se introdujo el programa, a pesar de que el promedio de horas de trabajo se mantuvo sin cambios. Por el contrario, las provincias con altos niveles de cobertura de seguro privado tenían menores tasas de empleo y un más lento crecimiento de los salarios. Más recientemente, Canadá venció a EEUU al competir por dónde se crearía una nueva planta de Toyota, en parte porque los costes de seguro privado de salud en EEUU suponían añadir varios miles de dólares al coste de fabricación de un coche allí.

En cuarto lugar, los sistemas de salud nacionales existentes en los países más ricos pueden servir como modelos para las economías de mercados emergentes que opten por adoptar sistemas similares. Es importante destacar que las finanzas públicas no tienen por qué significar solamente la provisión pública; los hospitales y clínicas privadas a veces pueden ofrecer servicios con mayor eficacia. Taiwán inició un sistema de pagador único en 1995, frenando significativamente los costes de salud y mejorando la calidad de vida de la población. El nuevo sistema de cobertura universal de México se puso en marcha primero en las zonas más pobres del país.

Por otra parte, China constituye un ejemplo aleccionador de las consecuencias de retirar el seguro de salud financiado públicamente. A principios de la década de 1980, las reformas de mercado dejaron alrededor de 100 millones de ciudadanos rurales sin seguro, casi de la mañana a la noche. Los costes privados se dispararon, las tasas de mortalidad infantil dejaron de disminuir, y se debilitó el sistema de vigilancia de enfermedades, lo cual puede haber contribuido a la epidemia de SARS de 2002-2003, que se cobró más de 900 vidas en todo el mundo y causó pérdidas económicas por un valor estimado de $60 mil millones de dólares. El gobierno chino ha reconocido que las reformas fueron un fracaso, y se ha comprometido a destinar varios miles de millones de dólares a asistencia sanitaria financiada con fondos públicos.

Por último, siguiendo el principio, "todo el mundo está cubierto, pero no todo está cubierto", los gobiernos deben investigar qué servicios son más eficaces en función de los costes y cuáles no deben ser financiados con fondos públicos, debido a que son costosos e ineficaces. La lista de los servicios asegurados siempre puede elevarse en sintonía con las rentas y los ingresos del gobierno. En particular, el aumento de los impuestos del tabaco produce un beneficio doble: reducir el tabaquismo, la principal causa de muerte en adultos, y aumentar los ingresos.

China, India y Sudáfrica se han comprometido a adoptar un seguro nacional de salud. Cuál de estos países lo logre primero no sólo dependerá de sus ingresos, sino también de su voluntad política por superar intereses creados. También de la capacidad de las instituciones para diseñar una atención de salud racional, monitorear la entrega del servicio y valorar correctamente los nuevos tratamientos.

Los costes de salud en EEUU son exorbitantes, con escaso valor por el dinero. Solo cabe esperar que el "Obamacare", junto con los modelos que están implementando los futuros competidores de EEUU, le inclinen a adoptar el sistema de atención universal y con financiamiento público que hace mucho debería haber instaurado.

The Huffington Post: "traición al sueño americano"

"La fundadora de "The Huffington Post" alerta en su nuevo libro de la erosión del poder adquisitivo y de la calidad de vida en Estados Unidos"… El país de la (des)igualdad de oportunidades (Cinco Días – 14/4/12)

Inconformismo. Llamada a la reflexión popular. Toque de atención a la clase dirigente. Exhortación, y no súplica, a que estos cambien las cosas ahora o nunca. Todo eso destila el último libro de la muy influyente escritora y columnista Arianna Huffington, mundialmente famosa por ser la directora del exitoso The Huffington Post, el diario online estadounidense que le dio una vuelta de tuerca al negocio del periodismo en 2005.

Traición al sueño americano. Cómo los políticos han abandonado a la clase media (Taurus) denuncia una realidad ya palpable. El poder adquisitivo y las oportunidades de prosperar de la gran mayoría de estadounidenses caen en picado desde hace dos décadas. El dinero no se emplea en lo que se debería, lo cual es muy indicativo de las prioridades de la clase política de EEUU.

"El famoso sueño americano dice que si uno trabaja duro y sigue las reglas, puede mejorar la existencia propia y la de sus hijos. Eso ya no pasa, ni en EEUU ni en Europa. Pero el declive es mucho más grave en el caso americano porque es, o ha sido, un país muy, muy rico", señala Huffington en conversación telefónica. Su interés en la actualidad le lleva a preguntar a continuación: "¿La huelga está siendo muy seguida?", en referencia a la del 29-M, día en que tiene lugar la entrevista.

El tono del libro es directo, incisivo, y los argumentos que brinda están bien respaldados por cifras. Un ejemplo: "Desde 2003 se han gastado en Iraq más de 747.000 millones de dólares de los contribuyentes. Con ese dinero se habría suministrado o financiado lo siguiente: asistencia sanitaria durante un año a 115 millones de personas de bajos ingresos,… u 11 millones de maestros de escuela,… o 94,7 millones de becas universitarias", reza la página 55.

Huffington es una firme activista contra las guerras de Afganistán e Iraq, indicador inconfundible de su giro a la izquierda. Nacida en Atenas en 1950 como Arianna Stasinopoulos, la empresaria de la comunicación recibió su actual apellido de su exmarido, el congresista republicano Michael Huffington. Se hizo popular como comentarista conservadora, tendencia que revertió en los años noventa y que incluso la impulsó en 2003 hasta la candidatura demócrata a gobernadora de California (perdió contra Arnold Schwarzenegger).

"Mantener dos guerras a miles de kilómetros es muy caro, pero lo peor es que se están sacrificando las vidas de muchos jóvenes para nada. Porque seamos sinceros: la seguridad nacional de EEUU no depende de lo que suceda en Iraq, donde supuestamente había armas de destrucción masiva, o Afganistán, que se vendió como la cuna de Al Qaeda", señala con su hablar pausado y sosegado la autora.

Igual de reprobable le parece el enorme esfuerzo empleado en rescatar los bancos y empresas quebrados desde 2008. "El sentido de la emergencia con el que se rescató a Wall Street nunca se ha empleado en mejorar las condiciones de vida de la clase media americana. No se ha priorizado el bienestar social, y por eso ahora estamos pagando un precio tan alto", exclama la mujer a quien la revista Forbes sitúa entre las 30 más influyentes del mundo.

En su libro, Huffington incide en la erosión de todos y cada uno de los pilares sobre los que, tal y como evoca hasta el imaginario colectivo, se fundó el todavía país más poderoso del mundo. Por ejemplo, la autora recuerda las reflexiones que hizo a principios del siglo XIX Alexis de Tocqueville, un aristócrata francés enviado al Nuevo Mundo por la Corona para estudiar la novedosa y revolucionaria arquitectura democrática que despegaba en EEUU. "¿Todavía promovemos el bienestar del mayor número de personas posible? Resulta difícil imaginar que un Tocqueville moderno que comprendiera la amplia dimensión de nuestro actual paisaje político y económico, con su menguante clase media, sus empleos en extinción, su creciente desigualdad económica, su codiciosa oligarquía y su política pública vendida al mejor postor, llegara a las mismas conclusiones", escribe en la página 62.

¿Es reversible esta situación? "Dependerá completamente de las decisiones que tomemos", exclama. "El mundo está ahora mismo en una encrucijada. Veremos si se acaba asumiendo la narrativa de la austeridad o si se pasa a dar más importancia al crecimiento económico".

Su nuevo libro, que salió a la venta en España el pasado jueves, es el decimotercero que publica. La autora dedica buena parte de su tiempo a dar conferencias por todo el mundo sobre política y periodismo. En su opinión, la irrupción de las redes sociales y la innovación tecnológica han cambiado para siempre el mundo de la comunicación. "Le han dado voz a mucha gente que de otra manera no hubiese tenido acceso a una plataforma para expresar sus puntos de vista", asevera. "El futuro de la profesión será un híbrido entre lo mejor del periodismo tradicional (rigor, imparcialidad, búsqueda de la verdad) y la transparencia y la interactividad que ofrece la tecnología", concluye.

Stiglitz: "el sueño americano es un mito"

– El precio de la desigualdad (Project Syndicate – 5/6/12) Lectura recomendada

(Por Joseph E. Stiglitz)

Nueva York.- A los estadounidenses les gusta pensar en su país como una tierra de oportunidades, opinión que otros en buena medida comparten. Pero aunque es fácil pensar ejemplos de estadounidenses que subieron a la cima por sus propios medios, lo que en verdad cuenta son las estadísticas: ¿hasta qué punto las oportunidades que tendrá una persona a lo largo de su vida dependen de los ingresos y la educación de sus padres?

En la actualidad, estas cifras muestran que el sueño americano es un mito. Hoy hay menos igualdad de oportunidades en Estados Unidos que en Europa (y de hecho, menos que en cualquier país industrial avanzado del que tengamos datos).

Esta es una de las razones por las que Estados Unidos tiene el nivel de desigualdad más alto de cualquiera de los países avanzados. Y la distancia que lo separa de los demás no deja de crecer. Durante la "recuperación" de 2009 y 2010, el 1% de los estadounidenses con mayores ingresos se quedó con el 93% del aumento de la renta. Otros indicadores de desigualdad (como la riqueza, la salud y la expectativa de vida) son tan malos o incluso peores. Hay una clara tendencia a la concentración de ingresos y riqueza en la cima, al vaciamiento de las capas medias y a un aumento de la pobreza en el fondo.

Sería distinto si los altos ingresos de los que están arriba se debieran a que contribuyeron más a la sociedad. Pero la Gran Recesión demostró que no es así: hasta los banqueros que dejaron a la economía mundial y a sus propias empresas al borde de la ruina recibieron jugosas bonificaciones.

Si examinamos más de cerca la cima de la pirámide encontraremos allí sobreabundancia de buscadores de rentas: hay quienes obtuvieron su riqueza ejerciendo el monopolio del poder; otros son directores ejecutivos que aprovecharon deficiencias de las estructuras de gobierno corporativas para quedarse con una cuota excesiva de la ganancia de las empresas; y hay todavía otros que usaron sus conexiones políticas para sacar partido de la generosidad del Estado, ya sea cobrándole demasiado por lo que compra (medicamentos) o pagándole demasiado poco por lo que vende (permisos para explotación de minerales).

Asimismo, parte de la riqueza de los financistas proviene de la explotación de los pobres, por medio de préstamos predatorios y prácticas abusivas con el uso de tarjetas de crédito. En estos casos, los que están arriba se enriquecen directamente de los bolsillos de los que están abajo.

Tal vez no sería tan malo si hubiera aunque sea un grano de verdad en la teoría del derrame: la peculiar idea de que enriquecer a los de arriba redunda en beneficio de todos. Pero hoy la mayoría de los estadounidenses se encuentran peor (con menos ingresos reales ajustados por la inflación) que una década y media atrás en 1997. Todos los beneficios del crecimiento fluyeron hacia la cima.

Los defensores de la desigualdad estadounidense argumentan que los pobres y los que están en el medio no tienen por qué quejarse: puede ser que la porción de torta con la que se están quedando sea menor que antes, pero gracias a los aportes de los ricos y superricos, la torta está creciendo tanto que en realidad el tamaño de la tajada es mayor. Pero una vez más, los datos contradicen de plano este supuesto. De hecho, Estados Unidos creció mucho más rápido durante las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, cuando el crecimiento era conjunto, que después de 1980, cuando comenzó a ser divergente.

Esto no debería sorprender a quien comprenda cuál es el origen de la desigualdad. La búsqueda de rentas distorsiona la economía. Por supuesto que las fuerzas del mercado también influyen, pero los mercados dependen de la política; y en Estados Unidos, con su sistema cuasicorrupto de financiación de campañas y el ir y venir de personas que un día ocupan un cargo público y al otro están en una empresa privada, y viceversa, la política depende del dinero.

Por ejemplo, cuando la legislación de quiebra privilegia los derivados financieros por encima de todo, pero no permite la extinción de las deudas estudiantiles (por más deficiente que haya sido la educación recibida por los deudores), es una legislación que enriquece a los banqueros y empobrece a muchos de los que están abajo. Y en un país donde el dinero puede más que la democracia, no es de extrañar la frecuencia con que se aprueban esas leyes.

Pero el aumento de la desigualdad no es inevitable. Hay economías de mercado a las que les está yendo mejor, tanto en términos de crecimiento del PIB como de elevación de los niveles de vida de la mayoría de sus ciudadanos. Algunas incluso están reduciendo las desigualdades.

Estados Unidos paga un alto precio por seguir yendo en la otra dirección. La desigualdad reduce el crecimiento y la eficiencia. La falta de oportunidades implica que el activo más valioso con que cuenta la economía (su gente) no se emplea a pleno. Muchos de los que están en el fondo, o incluso en el medio, no pueden concretar todo su potencial, porque los ricos, que necesitan pocos servicios públicos y temen que un gobierno fuerte redistribuya los ingresos, usan su influencia política para reducir impuestos y recortar el gasto público. Esto lleva a una subinversión en infraestructura, educación y tecnología, que frena los motores del crecimiento.

La Gran Recesión agravó la desigualdad, provocando recortes en gastos sociales básicos y un alto nivel de desempleo que presiona sobre los salarios a la baja. Por añadidura, tanto la Comisión de Expertos de las Naciones Unidas sobre las reformas del sistema monetario y financiero internacional, que investiga las causas de la Gran Recesión, como el Fondo Monetario han advertido que la desigualdad conduce a inestabilidad económica.

Pero, lo que es más importante, la desigualdad en Estados Unidos está corroyendo sus valores y su identidad. Cuando llega a semejantes extremos, no es sorprendente que sus efectos se manifiesten en todas las decisiones públicas, desde la política monetaria a la asignación del presupuesto. Estados Unidos se ha convertido en un país que en vez de "justicia para todos" ofrece favoritismo para los ricos y justicia para los que puedan pagársela: esto quedó demostrado durante la crisis de las ejecuciones hipotecarias, cuando los grandes bancos creyeron que además de demasiado grandes para quebrar, eran demasiado grandes para hacerse responsables.

Estados Unidos ya no puede considerarse la tierra de oportunidades que alguna vez fue. Pero no tenemos por qué resignarnos a esto: todavía no es demasiado tarde para restaurar el sueño americano.

(Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía y autor del libro Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. Copyright: Project Syndicate, 2011)

El "fin de la historia" que no contó Fukuyama

– "¿El sueño americano? Los ricos son más ricos y ahí se acaba la historia" (El Confidencial – 14/6/12) Lectura recomendada

(Por Miguel Ayuso)

El "sueño americano" está basado en una premisa errónea que no funciona ni en el país que la vio nacer. El escritor e historiador Morris Berman (Nueva York, 1944) no se anda con rodeos. Esta semana está de visita en España para presentar su último libro, "Las raíces del fracaso americano" (Sexto Piso), dónde traza una evolución del pensamiento político y económico de su país y llega a una conclusión: Estados Unidos fracasará por no haber prestado nunca atención a soluciones alternativas. En su opinión, "las bases del capitalismo no están funcionando. Se está derrumbando y va a desintegrarse".

"La meta principal de la civilización americana", explica Morris en el libro, "es y siempre ha sido una economía en expansión perpetua e innovación tecnológica sin límites". Morris define esta tradición como "oportunismo", pues se basa en la premisa del "sueño americano" de que todo individuo tiene la oportunidad de triunfar, de crecer, como el conjunto de la sociedad. El problema es que, tal como ha explicado Morris a El Confidencial, esta ideología es errónea: "El crecimiento no redistribuye la riqueza y además está basado en la idea del infinito, de que los recursos van a durar siempre, y esto no es verdad".

En opinión de Morris, "todo el sistema se basa en la noción, popularizada mayormente por Ronald Reagan, de que la riqueza se acaba filtrando a toda la población. Pero eso nunca pasa. Los ricos son más ricos y ahí se acaba la historia". El problema, según el historiador, es que la población estadounidense no se da cuenta de que vive en un engaño: "Las cifras reales de paro rondan el 18% (Morris insiste en que las cifras oficiales, de un 8,2%, no son reales). 200 millones de personas viven de cheque en cheque. Tienen un trabajo, pero si tienen un accidente están en un verdadero aprieto. La asistencia sanitaria cuesta dinero en los EEUU y no lo tienen. Dos tercios de la población viven en la cuerda floja. No me parece un gran éxito como país".

La tradición alternativa

Morris ha rastreado la historia ideológica de su país y explica en el libro que siempre existió una alternativa al oportunismo; una tradición de corte espiritual que insistió, "desde el siglo XVII", en la idea de que el dinero y el crecimiento sin fin no debían ser la meta de la sociedad. Esta "tradición alternativa", tal como la define el historiador, era la dominante en el Sur hasta la guerra civil. "La lucha entre el Norte y el Sur", explica Morris, "fue un choque de civilizaciones. La esclavitud no era el tema central, lo que quería el Norte era imponer en el Sur el régimen oportunista, el capitalismo, aunque ellos no lo querían. Desafortunadamente, la tradición del sur estaba muy atada a la economía esclavista. Esa es la parte triste. Teóricamente se pueden separar las dos cosas, pero no por aquel entonces: el esclavismo soportaba esa forma de vida".

Tras la guerra, la tradición alternativa fue completamente ignorada y marginalizada. En 1979 Jimmy Carter -al que Morris considera el último ideólogo alternativo de peso- pronunció su famoso discurso, "El malestar espiritual", en el que decía: "Americanos, ¿creéis que comprar puede llenar vuestras vidas? Volved a pensar". Tal como cuenta el historiador, "Carter tuvo la mayor derrota electoral de la historia de los Estados Unidos. Ronald Reagan ganó por una barbaridad, porque decía que comprar era la base de la vida. Después del 11-S George W. Bush dijo lo mismo, que era necesario seguir comprando en las grandes superficies".

La alternativa al "sueño americano", al oportunismo, siempre ha existido, pero "se ha considerado algo estúpido". Morris cree que la ideología americana es tremendamente simplista: "Es como una guitarra con una sola cuerda. Los americanos creen que realmente sus vidas consisten en comprar. Es lo único que quieren hacer y es lo que hacen. Ven la televisión, trabajan y compran. No somos un país inteligente. En EE.UU. los ricos duermen confortablemente todas las noches y no están preocupados porque saben que el 99% del país quiere ser como ellos. No quieren encarcelarles, colgarles, ni hacer una revolución: quieren ser ellos. Ese es el gran problema. Si un americano no tiene trabajo no se para a pensar que el capitalismo ha hecho que casi el 20% de la población tampoco lo tenga. Lo que piensa es que es culpa suya. La población americana está de acuerdo con la cábala capitalista y quiere entrar en ella. La democracia está funcionando bien. Se está dando a la gente lo que quiere".

Indignación pesimista

Morris no es en absoluto optimista. En su opinión las alternativas a la ideología oportunista han fracasado y su resurgir sólo vendrá de un colapso total del sistema: "Podría haber una alternativa al colapso total si Carter hubiera ganado y Reagan hubiera perdido. La habría si Rajoy dijera: "¿Rescate? Eso no es lo que necesitamos. Es lo de siempre". En vez de eso sale en televisión contento y diciendo que está bien lo que ha hecho. El rescate es sólo un patético intento de sostener un sistema que no funciona. Rajoy ha ganado algo de tiempo pero, ¿qué va a hacer con él? No tiene ni idea. Puedes estar seguro que dentro de seis meses España volverá a la misma situación y estarán hablando de otro rescate. Alguien tiene que levantarse y decir que no podemos estar haciendo esto todo el tiempo. Hay que hacer algo diferente".

¿Pero qué podemos hacer? Morris cree que la base de todo es no pensar sólo en términos de blanco y negro -que es cómo dice que piensan los americanos-. En su opinión, algo que "funciona bastante bien" es una economía mixta: "La crisis de 2008 tuvo un impacto mucho menor en Noruega, Suecia, Finlandia o Dinamarca. Protegieron sus economías porque no están totalmente basadas en el capitalismo. Esto es un sistema inteligente, no el capitalismo de cowboys y casinos de EEUU o el comunismo de la extinta Unión Soviética. Es una alternativa y es real".

El historiador insiste en que siempre "ha habido gente que ofrecía una alternativa, pero nunca tuvieron acogida". En su opinión, los americanos están entrenados en el capitalismo desde que nacen: "Tienen pensamientos inconscientes como que hay crecimiento infinito y el individuo es lo que cuenta. Todo esto lo maman desde que tienen dos o tres años. Quién va a ganar, ¿la sociedad que te ha educado durante toda tu vida o yo que te voy a dar una charla de 45 minutos? Se creen que soy un mal chiste. Hay algo que nos ha enseñado la historia, la exhortación no funciona, funciona el poder y mi lado nunca lo ha tenido. La conclusión es que sólo nos daremos cuenta de esto cuando el capitalismo fracase por completo y nos quedemos sin recursos. Tendremos que recapacitar a la fuerza".

"No hay país en el mundo que sea tan estúpido"

Aunque Morris ha seguido de cerca el movimiento de los "indignados", y le resulta "esperanzador", no cree que logre nada: "No creo que Occupy Wall Street sea un movimiento serio. Es una cosa descentralizada que no se ha planteado ninguna meta. Si fallan no va a ser una sorpresa. Hay que tener las cosas más planeadas. No puedes ganar una guerra basándote en una emoción".

El historiador asegura que no es optimista porque conoce a la gente de América. "Casi dos tercios de los americanos creen en alguna versión del creacionismo", explica. "No hay país en el mundo que sea tan estúpido. Me quita la respiración". Por eso mismo hace unos años se mudó a México: "Estaba cansado de los EEUU. No podía hablar con nadie, no podía tener conversaciones como esta. Todo gira en torno al oportunismo. Era demasiado opresivo. Quería ir a un sitio donde aún hubiera aspectos de la cultura tradicional". O quizás prefería estar un poco apartado: "No me cabe duda de que, con el tiempo, acabaré torturado en Guantánamo. Suena extremo, pero tarde o temprano los EEUU acabarán siendo como la Inglaterra que imaginaba Orwell en 1984. ¿Cuánto tardarán en cogerme? Para mi América no iba de esto cuando empezó".

El "auténtico" fin de la historia: "así se jodió en invento" (décadas de pérdidas)

"En la planta de AMI, una productora de pilas de combustible con base en Michigan, Estados Unidos, se puede escuchar el futuro de la manufactura"… El declive de los empleos industriales en EEUU (BBCMundo – 8/8/12)

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