Resurrección del poder femenino en el Siglo XXI: Cuando el espermatozoide de Dios fecundó a la diosa (página 2)
Enviado por Pedro Sandrea
El nacimiento maternal fue por mucho tiempo el único criterio posible para distinguir las personas unidas por los lazos físicos de sangre. Hombres y mujeres parecen haber vivido en una promiscuidad sexual total y absoluta, sin saber nadie, por tanto, quien era el padre de tales hijos o quien era, a la inversa, el hijo de tal padre en concreto. La única filiación exacta e indiscutible que existía era la de la madre. Los únicos datos ciertos eran que éste era hijo de tal mujer y que ésta era la madre de tal hijo. De aquí podría deducirse, entonces, que las madres, y por extensión las mujeres, tuvieran una situación social preeminente. Incluso muchos investigadores, entre ellos BACHOFEN, MACLENNAN y MORGAN, opinaban, partiendo de tal base, que en aquel remoto ayer la mujer gobernaba y dominaba políticamente. Todos los pueblos antiguos habrían sido, pues, ginecocracias.
Las teorías de la promiscuidad sexual, el desconocimiento del hombre en su función procreadora, y el "matrimonio" colectivo –principales catalizadores del poder de las mujeres–, hechos primarios de la historia de la humanidad, fueron presentados como universales: son el obligado primer escalón desde el cual, y por una serie ascendente de formas familiares, se ha llegado a la actual familia basada en el matrimonio individual y la monogamia.
Estas teorías de la evolución hallaron su máxima resonancia entre los teóricos del progreso. Los socialistas adoptaron el matriarcado, incluyéndolo en su catecismo laico. Carlos MARX se declaró ferviente admirador de Morgan, y F. ENGELS acepta la idea de un matriarcado primitivo que habría estado en el origen y, de alguna manera, en el primitivo hogar comunista, antes de que viniera la propiedad privada a destruirlo.
Obviamente, a las teorías del matriarcado se han opuesto diferentes argumentos, la mayoría de los cuales ha resumido WESTERMACK. Existen también innumerables discrepancias entre los teóricos del patriarcado y del matriarcado que han sido extrapoladas de la vida animal, en defensa o detrimento de la existencia de un comunismo sexual y de las casi inexistentes propiedades privadas en el origen de las sociedades. Por ejemplo, el sociólogo francés LETORNEAU documentó detalladamente que las hormigas y abejas realizan de una forma exagerada aquella forma de la familia primitiva llamada matriarcado. Por el contrario, se argumenta que si en el reino animal determinadas especies –como los monos antropoides, los más "cercanos parientes" del hombre– practican la monogamia, ¿por qué entre algunos grupos de hombres no habrían podido ser monógamos, ya por efecto de disposiciones instintivas, ya como consecuencia de condiciones favorables de existencia?.
La suposición de que el parentesco uterino ha precedido en todas partes al masculino sólo podría aceptarse en el caso de que se comprobara que la causa o las causas a que obedece el sistema matriarcal han actuado de una manera universal y constante en la historia de la humanidad. Sería necesario demostrar que la promiscuidad sexual constituye una etapa general de la vida social humana anterior a la monogamia. Para los detractores de la teoría matriarcal esto no es posible, ya que en el Génesis Moises, inspirado por Dios, nos relata los primeros momentos de la familia, de la primera familia que ha existido sobre la tierra, constituida por Adán y Eva y sus hijos, añadiendo al texto sagrado de una manera expresa que Dios condenó a la mujer a quedar bajo la potestad o mando de su marido (Gn., 3:16). Durante muchos años, la teoría patriarcal, basada en el testimonio de la Biblia y en los datos proporcionados por la historia de Grecia y Roma, gozó de una verdadera supremacía en los estudios relativos a la sociología de la familia y de la pareja monógama.
1-1 – La promiscuidad sexual: ¿una etapa general de la vida social humana anterior a la monogamia?
Fruto de las primeras respuestas sociales del hombre, y en series progresivas dependientes entre sí como los anillos de una cadena, la evolución individual y colectiva no sólo ha sido cultural, sino también espiritual. Si se considera el género humano como una Unidad en permanente evolución espiritual, y los diferentes tipos de sociedades habidas desde la prehistoria, con sus correspondientes comportamientos éticos y morales, como las diferentes etapas recorridas por el género humano al elevarse de estados inferiores de conciencia (a menudo "amorales" y faltos de ética para nuestra actual conceptuación de nuestra vida social) a estados superiores, donde el ser humano evidencia, en continua progresión, una mayor capacidad de respeto y amor hacia sí mismo y hacia los demás, entonces, el deseo sexual promiscuo, desde los albores de la humanidad hasta el siglo XXI, ha sido y es condición inmanente en el ser humano. Por ello, en nuestra sociedad actual, habrá parejas estables muy felices con su amor recíproco, que renunciaron al sexo externo por respeto a sí mismo y a su conyuge; otras parejas o individuos solteros renunciarán por complejos sicológicos, por obediencia religiosa, por guardar apariencias sociales, por miedo a represalias, por orgullo, porque se cansaron de perseguirlo inútilmente o por cualquier otra causa. Pero renunciemos o no, la inclinación natural nos continua recordando la promiscuidad sexual pasada, la cual, aunque a través de ejercicios de sublimación o autodisciplina lleguemos a someterla o dominarla por diferentes causas, resuena en nuestro interior (con la intensidad y su respectivo autocontrol dependientes de la evolución espiritual del individuo) como un deseo atávico más del Inconsciente Colectivo.
Del matriarcado al patriarcado
De los periodos siguientes de la Prehistoria (a saber el Mesolítico, entre los años 20.000 y 10.000 a. de C., y el Neolítico, hasta aproximadamente el año 5.000 a. de C.) se han encontrado documentos escritos en los que se advierte un cambio paralelo al que origina el abandono de la vida nómada del cazador por la vida sedentaria del agricultor. Ya en los primeros grupos agrícolas, el hombre debió descubrir el significado de la fertilidad, tanto si estaba referida a los seres humanos como a los animales y a los vegetales. Y tuvo que apreciar que no podía ser dominada a voluntad, sino que dependía de elementos y circunstancias inasequibles, de los que se sentía víctima y esclavo.
A fin de procurarse una existencia más regular y segura, el hombre de aquel periodo empezó ya a estudiar la influencia de los fenómenos atmosféricos, así como también el firmamento, el sol, la luna y las estrellas, que a su entender determinaban en cierto modo su suerte y la de sus plantas y animales. Debido a su temor ante las fuerzas de la naturaleza, y sabiendo que las mujeres eran absolutamente esenciales para la vida del grupo, creyó que éstas influían en la fecundación agrícola y la naturaleza, con su exuberante vegetación, activaba la maternidad femenina. Empezó a rendir cultos y a crear ritos de fertilidad. Son incontables los ritos en que la mujer retoza desnuda sobre la hierva, hace el amor con la tierra o toca su sexo diferentes plantas… Todo eso estuvo unido, desde tiempos que se pierden en las noches de la historia, con el culto al sol por el miedo ancestral de que éste se apagase en el solsticio de invierno. Muchos de estos ritos han llegado hasta nuestros días.
Al hombre del Paleolítico le costó miles de años relacionar la semilla con el fruto y el acto sexual con la descendencia, pero una vez que los hombres descubrieron su vital papel en la procreación empezó la opresión a la mujer. La historia sugiere que los hombre envidiaron la capacidad reproductora de la mujer: fue el primer poder femenino del que trataron de apropiarse. El motivo de la dominación de la mujer por el hombre va íntimamente ligado a la idea de la paternidad (este reconocimiento está sugerido en el arte de los poblado de Anatolia que datan del 9.000 al 7.000 a. de C.) puesto que normalmente la mujer es menos fuerte físicamente que el hombre, hay que suponer que la importancia que alguna vez se le ha otorgado –épocas matriarcales– fuera debida a su función procreadora, y que los hombres consideraban este papel importantísimo porque desconocían la parte que les correspondía en el proceso de reproducción. Una vez que comprendieron que al yacer y copular con una mujer la fecundaban y supieron que existe un vínculo físico entre él y el niño que la mujer lleva en el seno, y que el hijo se convertirá –a condición de que ningún otro hombre haya tenido acceso a su mujer para fecundarla– en algo definitivamente suyo, una prolongación de sí mismo, entonces toda clase de solas resultarán posibles.
El primer paso del hombre hacia el control de la mujer fue establecer la herencia patrilineal que acabó con la primitiva tradición de llamar a un niño por el nombre del progenitor conocido, o sea, la madre. También irrumpe la idea de la continuidad personal; a condición solamente de que pueda controlar a su mujer el hombre se hace, en cierto sentido, inmortal. El poder y la propiedad pueden ser transmitidos a los hijos y ser de este modo conservados desde la tumba. Quitando importancia al papel decisivo que la mujer representa en la procreación, y considerándola como simple recipiente donde él planta su semilla, el hombre descubre y explota un sentido nuevo del poder, una nueva forma de dominio sobre su entorno. Puede transmitir a sus hijos no sólo su nombre, sino también las riquezas que haya adquirido; y como sus hijos lo dejarán a su vez a los suyos, la muerte resulta burlada. Esto hace que merezca la pena convertirse en trabajador tenaz y ahorrativo, en lugar de pasar el tiempo entre el temor a lo desconocido y el gozoso relajamiento en los placeres temporales, hasta llegar a ser un conquistador agresivo, establece un derecho sobre la tierra y a afirmarse en ella a toda costa, originándose de esta manera la propiedad privada. Pero el hombre advierte también que sus vecinos tienen las mismas exigencias y propósitos, lo que le obliga a tomar medidas que amparen sus propiedades y pertenencias contra la codicia ajena. Se da cuenta de que no basta con la palabra, sino que debe fijar los acuerdos de un modo más seguro, y a tal fin inventa el lenguaje escrito. Y ante el temor de posibles transgresiones instaura los ejércitos que protegerán los acuerdos escritos y la propiedad privada.
El patriarcado en el pueblo hebreo
El Patriarcado, es decir la supremacía masculina institucionalizada, surgió provablemente en Mesopotamia en el IV milenio a. de C., y se extendió
gradualmente por el mundo. Evolucionó para superar la dominación de la mujer, pero si bien las mujeres eran dominantes nunca institucionalizaron esta dominación, nunca trataron de restringir la sexualidad y la reproducción del varón, su mente o su trabajo. En los periodos históricos en los que la mujer dispuso de considerable poder, nunca se unieron contra los hombres. Es impensable que lo hicieran. La necesidad del hombre de dominar a la mujer puede haberse basado en su propio sentido de marginación y vacío.
El proceso de humillación de la mujer, que ya había empezado en el Neolítico, culmina en la Biblia. La influencia de los textos del libro del Génesis es decisiva en el desarrollo de todos los ámbitos sociales y culturales de la civilización judeo– cristiana.
El mito bíblico de la creación
Aunque estamos habituados a pensar en un Dios masculino, nuestro mundo no empezó en el Paraiso terrenal. Durante muchos siglos los teólogos judíos y cristianos han convenido en que los relatos sobre el origen del mundo que se hacen en el Génesis no sólo fueron inspirados por Dios, sino que además nada debían a otras escrituras. Esta opinión extrema ha sido abandonada por todos menos por los fundamentalistas. Desde 1876 se han encontrado y publicado varias versiones de la epopeya de la creación Akadia (es decir, Babilónica y Asirica). La más extensa de ellas, llamada "Enuma Elish" por sus dos palabras iniciales –que significan "cuando en las alturas"–, se supone que fue escrita en la primera parte del segundo milenio de C., y comienza diciendo: "Cuando en las alturas el cielo no había recibido su nombre, Apson el Engendrado y la Madre Tiamar se mezclaron caóticamente y produjeron una progenie de monstruos parecidos a dragones. Transcurrieron varias edades antes que surgiera una generación de dioses…".
Como la Creación era concebida originalmente como procreación, y no fabricación, su figura central era una matriarca, que –en últimas instancias– delegaba sus divinas prerrogativas a su acompañante, un dios masculino. En estos mitos del Cercano Oriente, como el relato de "Enuma Elish", donde se describe cómo el Universo proviene de la unión –copulación– entre un dios femenino y un dios masculino, demoraban el establecimiento de un orden social patriarcal, y eran contraproducentes para los intereses del pueblo hebreo, ya que el monoteísmo judío no permitía más que un solo Dios Universal, se erigió la voz de un Dios Único como la voz del hombre. En consecuencia, los principios femeninos y masculinos – partícipes en los mitos de la creación de los otros pueblos semitas– debían ser ante todo separados decentemente y aglutinados en un solo Jehová varón que, como un patriarca hebreo inflexible, no permitiese abrigar la menor duda respecto a la posición familiar y social de la mujer.
El nacimiento de Adán
Por todos es conocido el relato bíblico descrito en el Génesis canónico sobre el nacimiento de Adán. Otros relatos del Génesis apócrifo dicen al respecto que la creación del hombre con tierra, arcilla o polvo es muy común en otras culturas. En Egipto, el dios Khnum o el dios Ptah creó al hombre con una rueda de alfarero; en Babilonia, la diosa Aruru o el dios Ea amasó al hombre con arcilla. Según un mito griego jocense, Prometeo utilizó cierta arcilla roja de Panopeo; la que quedó allí siguió durante siglos exhalando un olor a carne humana….
Hay dos relatos del nacimiento de Adán en los primeros capítulos del Génesis. El primero es de composición relativamente tardía, pues data del periodo de la historia de Israel posterior al exilio babilónico. Dios envía su espíritu sobre la faz de las aguas y empieza la creación. Él habla y la cosa es. El hombre aparece a los seis días de trabajo. De manera que creó Dios al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo; y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y soyuzgadla" (Gn. 1:26–28).
Existen numerosos mitos de la creación que representan al hombre creado no en forma de varón y hembra, sino de andrógino, una especie de hermafrodita que contenía ambos órganos reproductores. La separación en dos sexos es vista como el resultado de una caída, un castigo.
El capítulo 2 del Génesis (4:24) contiene un segundo relato del nacimiento de Adán cuya composición data del siglo IV a. de C., pero que indiscutiblemente se basa en una tradición oral mucho más antigua. Mucho menos refinado y más primitivo que el primer capítulo del Génesis, éste describe a Dios formando al hombre del polvo de la tierra. Posteriormente, soplando Dios en sus narices aliento de vida, haciendo caer profundo sueño sobre el hombre y sacándole una costilla que es transformada en mujer. En este relato también el hombre es creado varón y hembra, pero se añade algo nuevo. En primer lugar, los dos sexos no son creados simultaneamente, sino en secuencia, símbolo de la prioridad ontológica, y de ahí la superioridad del varón. Así pudo escribir el apóstol Pablo lo que marcó profunda y drásticamente la condición social de la mujer en las sociedades cristianas: "…porque no es el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre; y en verdad no fue creado el hombre a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre" (1ª Cor. 11:8–9). Y en segundo lugar la razón por la que fue creada la mujer es que "no es bueno que el hombre esté solo" (Gn. 2:8). Dios trató primero de hallar una ayuda para el hombre creando las bestias del campo y las aves del cielo, y el hombre dió nombre a todas, "…mas para el hombre no fue hallada ayuda que le fuera idonea". Sólo de sí mismo, sólo la que es "hueso de mis huesos y carne de mi carne", podía ser una compañera para él. "Será llamada mujer porque del hombre fue tomada" (Gn. 2:23).
Compañeras de Adán
Un Génesis apócrifo relata que Adán, después de dar nombre a todos los animales, aves y otros seres vivientes, y cuando estos desfilaron ante él en parejas, se sintió profundamente celoso de sus amores. Y aunque trató de acoplarse con cada hembra por turno, no encontró satisfacción en el acto. Por consiguiente exclamó: "¡Todas las criaturas menos yo tienen la compañera adecuada!", y rogó a Dios que remediara esa injusticia.
Según los antiguos hebreos, Dios realizó tres tentativas para encontrar una compañera ideal a Adán; e incluso la tercera, Eva, tan familiar a todos, acarrearía desastrosas consecuencias por todos conocidas. Pero la primera esposa, Lilith, era de carácter tan defectuoso e incompatible con Adán que nunca encontraron juntos la paz; cuando él quería acostarse con ella, se ofendía por la postura yacente que le exigía. "¿Por qué he de acostarme debajo de tí? –preguntaba–. Yo también fui hecha con polvo, y por consiguiente soy tu igual". Y como Adán trató de obligarla a obedecer por la fuerza, Lilith, airada, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó en el aire y lo abandonó.
El avergonzado Adán apeló a Dios: "Me ha abandonado mi compañera". Y según el Génesis Rabba, un midrash del siglo V, "Dios no se desanimó por no haber dado a Adán una compañera satisfactoria y probó de nuevo, y le dejó que observara mientras Él creaba una anatomía femenina utilizando huesos, tejidos, músculo, sangre y secreciones glandulares, y luego cubriéndolo todo con piel y añadiendo mechones de cabello en algunos lugares. La vista de esta imagen femenina causó en Adán tal desagrado que inclusive cuando esa mujer, la primera Eva, se mostró en toda su belleza sintió una repugnancia invencible. Dios supo que había fracasado una vez más y expulsó a la primera Eva.
Nadie sabe con seguridad a donde fue". Entonces, Dios probó por tercera vez y actuó con más cautela al crear la segunda Eva.
El hecho de que el Jehová apócrifo tuviese que realizar dos tentativas frustradas antes de crear la tercera compañera de Adán, la conocida Eva, hace pensar que los hombres que escribieron esta interpretación de la Prehistoria tuvieran dificultades considerables para habilitar un arquetipo de mujer que se adaptara a la Ley. Por una parte, tenían que dar a Adán una esposa apropiada, sumisa y débil; alguien que pudiera servir de modelo a las muchachas judías en edad de matrimonio para que no se salieran de sus casillas. Y, por otro lado, la primera mujer habría de ser responsable de todas las calamidades y catástrofes que se han abatido sobre el mundo desde la creación, ya que Lilith es una imagen recurrente de la feminidad en la sociedad patriarcal.
Ella fue realmente el primer ejemplo de esa "apestosa" criatura que más tarde se llamaría mujer "emancipada". Ésta no aceptaba la idea de sumisión manifiesta en la postura sexual donde el hombre está encima y la mujer debajo. Tal acto de rebeldía era solucionado por los escribas rabinos: Lilith había sido creada "con suciedad y heces en vez de polvo puro como Adán". En la tercera y última tentativa de Dios en "dar a Adán una compañera para que no fuese el único de su género", el orden natural se trastocó y la mujer, Eva, lejos de ser "la madre de todos los vivientes" (Gn. 2:18–25; 3:20), ha surgido del hombre, reducida a una mera costilla masculina. La descripción de la creación de la mujer que hace una versión judaica del Génesis es especialmente desdeñosa: "Hizo un jardín en Edén, y así mismo creó un hombre llamado Adán para ser su guardián; y pobló el jardín con árboles.
Después creó a todos los animales, a los pájaros y a los reptiles; y por último… hizo a la mujer". La creación de Eva por Dios con la costilla de Adán es un mito, carente de analogías en los mitos del Mediterráneo y del Medio Oriente primitivo, que establece la supremacía masculina y oculta la divinidad de Eva.
La caida del hombre
En el libro segundo de la Creación se nos dice que en el jardín del Edén, donde es depositado Adán, hay dos árboles especiales: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia, del bien y del mal.
El tema de la división, de la dualidad, se haya presente desde el principio en la historia de la creación, pues la creación se produce por división y separación. Ya el libro primero habla sólo de polarizaciones: luz–tinieblas, tierra–agua, sol–luna, etcétera. Únicamente del ser humano se nos dice que fue creado como "hombre y mujer" (Gn. 1:27). Este relato bíblico, y relato metafísico, presenta y simboliza a la humanidad en la figura de Adán con forma andrógena (el ser humano reúne en sí mismo elementos femeninos y masculinos). Antes de que Adán comiera del fruto prohibido, el ser humano aún no estaba sometido a la polaridad, todavía no estaba dividido en una pareja de elementos contrapuestos pero complementarios, es decir, aún no había emergido del estado animal –estado cósmico y unitario con el Origen, con la naturaleza, descrito con la imagen del Paraíso–.
Después de haber comido Adán del fruto del árbol de la Ciencia, después de haber desobedecido (el bien y el mal no existen si no hay libertad –discernimiento– para desobedecer), abandonará forzosamente la armonía animal y unitaria con la naturaleza (aunque jamás la abandona y siempre forma parte de ella emergiendo como humano). E inicia el desarrollo de la conciencia individual mediante el discernimiento (adquirido una vez abandona la Unidad) y a través de la polaridad –de la dualidad–, del bien y del mal. Adán ya no es una inseparable Unidad con el Origen, sino una entidad predestinada a la búsqueda de una nueva armonía humana y transhumana, en reemplazo de la prehumana que está insalvablemente perdida al desligarse de los estados evolutivos precedentes (que continúan habitando en el jardín de la Unidad o en el Paraíso bíblico) sobre los cuales ejercerá su libre albedrío. De tal manera, que los elementos básicos y elaborados del Reino Mineral, Vegetal y Animal, al igual que puede aprovecharlos "bien" (combustible, alimentos, remedios medicinales, etc.) puede emplearlos "mal" (armamentos, deforestación, narcotráfico, etc.), beneficiando o perjudicando a la globalidad de seres vivos.
Cuando el ser humano nace, tanto la raza humana como el individuo, se ve arrojado a una situación donde sólo existe conciencia de sí mismo como entidades separadas de un Origen. Se encuentra desvalido frente a las fuerzas de la Naturaleza y frente a todo lo misterioso que le rodea. La vivencia de esta "separatividad" con el origen (llamase éste Naturaleza, Dios, Alá, Tao…) provoca angustia; es, para el psicólogo Erich FROMM, la fuente que origina culpabilidad. Y con este "punzante equipaje", el ser humano está obligado a caminar entre elementos opuestos, hasta que los integra y asume todo, para volver a ser "perfecto como perfecto es el Padre que está en los Cielos".
El cristianismo, una vez institucionalizado por el emperador Constantino hacia el año 312 d. de C., se sirvió del relato bíblico de la expulsión del Paraíso para establecer una relación entre el sexo, la caída del hombre y la responsabilidad de la mujer. Según el apostol PABLO, o a los textos cuya autoría se le otorgan, la mujer en sí misma es instrumento de pecado, y Eva es la responsable de la tentación inicial. Pablo establece una división entre el espíritu y el cuerpo: la pureza pertenece al espíritu (Adán) y el pecado al cuerpo (Eva). Por otra parte, el cuerpo no pertenece al hombre sino al Creador, al que el hombre deberá rendir cuentas del uso que haya hecho de él durante su vida terrestre. De ahí sus tres grandes proposiciones: el pecado sexual, el dualismo alma–cuerpo y la pertenencia del cuerpo al Señor. Este apóstol hizo –o le hacen hacer– del pecado original y de la caída en el pecado mortal la tragedia máxima de la Humanidad. La culpabilidad de Eva sirvió de justificación para la supeditación ideológica de la mujer.
El relato bíblico de la Caída y del Pecado Original, aparte de promover la deliberada persecución y degradación de la mujer en todos los ámbitos sociales y culturales, entrañaba también otra finalidad: Eva, que simboliza la parte receptiva y femenina –yin– de Adán, es portadora de la facultad (portadora de la manzana) por la cual la Humanidad distinguirá y conocerá el bien y el mal; es decir, en la parte femenina de cada individuo (en el hemisferio cerebral derecho: pensamiento holístico, intuitivo, simbólico, analógico, intemporal… magnitudes lógicas, etc.) subyacen mecanismos psicoespirituales necesarios e imprescindibles para su re– ligación con el Origen, con Dios. Había, pues, que eliminar (o al menos subordinar y humillar en el nuevo orden social patriarcal) las imágenes arquetípicas del polo femenino (yin: acciones ecológicas, sensibles, consolidadoras, cooperadoras, fraternales…) para favorecer el prevaleciente dominio y proliferación de las del polo masculino (yang: acciones autoritarias, expansivas, competitivas, exigentes, agresivas…) en beneficio de los lucrativos intereses –poder psicológico, político, económico, etc.– de la jerarquía social dirigente.
La razón sobre el bien y el mal, la dualidad mente–cuerpo, sujeto–objeto, influyó en ARISTÓTELES y en el pensamiento griego, fue recogida por el apóstol Pablo del Génesis, e incidió profundamente en TOMAS DE AQUINO y en la filosofía escolástica hasta llegar a formar la visión mecanicista del mundo desarrollada en el siglo XVII por GALILEO, DESCARTES, BACON y NEWTON, entre otros.
El método Cartesiano hizo que la razón fuese más cierta que la materia y que ambas cosas eran entes separados y básicamente distintos. Y por consiguiente, "el concepto de cuerpo no incluye nada que pertenezca a la mente y el de mente, nada que pertenezca al cuerpo". La importancia del pensamiento racional en nuestra cultura se haya resumida en la famosa afirmación de Rene Descartes: "cogito ergo sum" (pienso, luego existo), en virtud de la cual el hombre occidental comenzó a proyectar su identidad con la mente racional en vez de todo el organismo. Esta separación del cuerpo y la mente se refleja en todos los aspectos de nuestra cultura judeo–cristiana. El Universo material, incluyendo el organismo humano, era una máquina que, en un principio, podía entenderse completamente con solo analizar separadamente sus partes más pequeñas. Esta visión mecanicista y fragmentada es una característica básica de la actual visión del mundo.
Otra característica es la obsesión por dominar y controlar. En nuestra sociedad, el poder político y económico se ejerce mediante una élite jerárquicamente estructurada. La ciencia y la tecnología se basan en la creencia de que la comprensión de la naturaleza (".. llenad la tierra, y soyugadla, y señoread sobre ella…", Gn. 1:28) implica el dominio de la naturaleza por parte del hombre. La explotación de la naturaleza se ha realizado paralelamente a la explotación de la mujer, pues existe una importantísima conexión entre la visión mecanicista que la ciencia tiene del mundo y el sistema de valores patriarcal: la tendencia masculina de querer controlarlo todo.
La tradición judeo–cristiana ha desempeñado un papel importantísimo en el desarrollo de la idea del hombre dominador de la naturaleza y de la mujer, y ha promocionado el concepto de la superioridad de la mente racional, afirmando la imagen de un dios masculino, personificación de la razón suprema y origen del poder, que dirige el mundo desde lo alto y le impone su Ley Divina… Ley Masculina.
"… Y al tercer dia resucitó…". Hacia el nacimiento del nuevo hombre, del reino de dios en la tierra
La Biblia contiene suficientes argumentaciones para defender tanto la guerra como la paz, la riqueza como la pobreza, el vegetarianismo como el carnivorísmo, el amor como el odio. Esta dualidad es una cualidad indispensablemente necesaria para que las iglesias cristianas organizadas tengan en todo momento la oportuna justificación que, con la adecuada selección e interpretación de versículos bíblicos, encarrilará a los creyentes hacia los intereses eclesiásticos.
En este libro sagrado encontraremos, siempre que accedamos a profundizar en él con libertad –sin necesidad de intermediarios ni de enseñanzas establecidas, de interpretes– una pluralidad de sugerencias y de significados que invitan a pensar que en sus textos subyace una sabiduría más allá de toda interpretación humana y, sobre todo, inabarcable e incontenible por la limitadísima –y coercitiva– visión ortodoxa ofrecida por estas iglesias cristianas.
De tal manera, una libre interpretación de la doctrina cristiana sobre la "resurrección de los muertos", la cual, aún trasgrediendo toda ley biológica, ha modificado sustancialmente la percepción sobre la vida y la muerte de los individuos en la civilización judeo–cristiana durante milenios, se encuentra, referente a la colectividad humana, en los "tres días" que preceden a la supuesta resurrección de Jesús; y, referente al ser humano, en los "tres días" que tardaría Jesús en levantar el Templo (Juan 2:19). También la historia profética de Jonás, en el A.T., nos cuenta que fue tragado los judíos? por la ballena y devuelto a los tres días más tarde, recordando que la muerte había sido completa, y manifestaba el regreso a la vida; salta a la vista que toda la historia de Jonás es alegórica y no se pretende que Jonás sea una persona histórica, sino más bien la personificación del pueblo judío. Esta historia guarda profundas analogías con el simbolismo de los "tres días" ya mencionados.
Dejando a un lado las hipotéticas influencias que el pueblo hebreo recibió de otros pueblos sobre la creencia de tres días y tres noches transcurridos desde "la muerte" hasta el regreso a "la vida"… de la luna, en la duración del velatorio… Y, dejando a un lado también la creencia hebrea de que el alma dejaba al tercer día de revolotear por encima del cadáver (ese día se visitaba la sepultura por última vez, se cubría el rostro del cadáver con el sudario y la piedra sellaba lo que los rabinos llamaban "la morada de la eternidad"), ¿por qué la resurrección de entre los muertos –o la reconstrucción del Templo– ocurrió al tercer día, y no en el quinto o sexto día? ¿Incluso por qué no en el séptimo día, siendo éste número mágico y cabalístico para En la reconstrucción del Templo en tres días por parte de Jesús –y que sus discípulos creen que habla del Templo de Jerusalén– está implícita la enseñanza sobre la gradual transformación de la conciencia individual ("Templo de Dios", 1ª Cor. 3:16, 6:19) hasta su interconexión con la conciencia crística o conciencia universal . Idéntico proceso transformador, para la colectividad humana, subyace en la doctrina de la resurrección (teología escatológica o "nueva sociedad", parusía o "la segunda venida de Jesucristo").
"Al tercer día…" y todas sus teologías induce a percibir un paralelismo interdependiente e interaccionador entre los elementos vitales en la reproducción de la especie humana (madre, padre e hijo) con las tres diferentes fases de la evolución psicológica del hombre como individuo (nacimiento del yo, maduración del yo y transcendencia del yo), con las tres vías de conocimiento descritas por las tradiciones filosóficas y espirituales (instintivo–sensorial, racional e intuitivo– espiritual) y con los acontecimientos externos que agitan a las colectividades humanas (descritos por el sociólogo P. SOROKIM como crecimiento y disminución cíclica de tres sistemas de valores –sensato, ideacional e idealista– en la base de las manifestaciones culturales humanas).
En este artículo evitaremos por su excesiva complejidad las interconexiones de las tríadas mencionadas con otras. Por ejemplo, con los tres componentes del cuerpo humano potenciales ya en el huevo fecundado –ectodermo, endodermo y mesodermo–, que desarrollaran la estructura propia, y cuya vinculación trinitaria con otros procesos psicosociales humanos era bellamente descrita por el pensador y escultor Totila ALBERT; o la manifestación resultante –"tercer proceso"– de la armonización y equilibrada regulación de los dos polos arquetípicos (ying y yang) cuya interacción dinámica es el ritmo fundamental del universo, y su reflejo se encuentra, entre otras manifestaciones, en el microorganismo humano (hemisferio derecho e izquierdo, por ejemplo) y en la totalidad de la vida.
8-1 – "En el primer día".
Arquetipo Maternal, predomino de lo femenino. Algunos investigadores ven una conexión entre el surgimiento de los primeros humanos y el advenimiento de la primera Gran Era Glacial. Ambos hechos ocurrieron hace un millón de años atrás aproximadamente. Este cambio en el medio ambiente tuvo características tan drásticas que muchas especies perecieron mientras nuevas especies comenzaron a existir, mejor adaptadas a las rigurosas condiciones de vida. En esta coyuntura surgieron los primeros humanos, tan radicalmente distintos a los humanos actuales que se les llamó "homínidos" o criaturas parecidas al hombre. Y
aunque ambos sexos estaban igualmente dotados de un cerebro, de extremidades corporales y de las otras precondiciones anatómicas requeridas para la actividad humana, fue la HEMBRA la que dio el primer paso para cruzar el puente desde la animalidad hasta la humanidad. Sólo las hembras estaban equiparadas con respuestas maternales y afectivas que fueron extendidas al mundo humano bajo la forma de colaboración social.
En los inicios de la Humanidad la duración de la vida era corta y la mortalidad infantil grande, de modo que la capacidad reproductora de la mujer –la principal oportunidad de supervivencia para el clan, la horda o la estirpe– otorgaba a ésta una especial significación, un carácter mágico. Se equiparó a la tierra con las mujeres, pues la vida surge de ambos cuerpos, y la raza humana sobrevive mediante las dos. En ellas se encarnan la fuerza germinal y la fertilidad de la Naturaleza, y ésta regala vida en analogía cuando la mujer pare. Gracias a ello fue considerada como portadora de la Energía Vital y era el centro del clan, dispensaba alimentos – recolectaba o cultivaba la mayor parte de los mismos–, administraba las provisiones, producía vestidos, cuidaba y protegía la progenie… era, en suma, la creadora de los fundamentos del hogar y por extensión de la sociedad. Restos arqueológicos de 10.000 años atrás indican la existencia de comunidades que rendían culto a la Gran Madre y a las diosas, y que vivían sin guerras, en armonía igualitaria y bienestar material.
En estas actividades femeninas, que corresponden a acciones sensibles, consolidadoras, cooperadoras y conscientes del entorno, predominaban claramente las imágenes asociadas –según los filósofos chinos taoístas– al polo arquetípico yin, el cual está íntimamente vinculado a la forma de conocimiento o forma de conciencia que ha sido reconocida como propiedad característica de la mente humana: el conocimiento instintivo–sensorial. Similares actividades a las anteriormente descritas eran y son desarrolladas en el Reino Animal, demostrando que –en lugar de ser el Reino del desorden y del salvajismo– sus especies sociales estructuran un orden, la ayuda mutua y la organización. En el momento en que se sacaban las primeras conclusiones de la observación del Mundo Animal nació el Marxismo;
¿existe, pues, una interrelación entre este sistema político, la vida social primitiva donde las mujeres ejercían el poder y el predominio de las cualidades arquetípicas del polo femenino? El antropólogo Joseph CAMPBELL se basa en las muchas razas de hombres cazadores que creen en la leyenda de un tiempo más antiguo en el que sólo las mujeres poseían el arte de la magia para argumentar "… en los albores de la historia del hombre, la fuerza mágica y el milagro de la mujer no eran menos maravillosos que el Universo mismo; y esto dio a la mujer un prodigioso poder cuya sumisión, control y empleo en provecho propio ha sido una de las principales preocupaciones de la parte masculina de la Humanidad…".
Con la emersión del ser humano también nacía fragmentándose de su unidad con el Origen, la conciencia individual que –en permanente y continua interacción con la Conciencia Universal– ascenderá gradualmente, interconectada a la Conciencia Colectiva, por diversos niveles evolutivos. La más primaria forma de conocimiento, llamada instinto–sensorial, se basa en la experiencia directa y no intelectual de la Humanidad, y sólo difiere de la forma de conocimiento propiamente intuitiva en que aquella está antes o por debajo (pre) de ésta. Y aún carece de la plenitud y madurez característica –percepción sintetizante y holística en la personal experiencia directa sobre la realidad– que adquirirá después (trans) de evolucionar por el estado intermedio o forma de conocimiento racional. Esta "falacia pre–trans", así llamada por psicólogo Ken WILBER, puede crear confusiones. Un ejemplo sencillo y a la vez significativo de ambos conceptos se encuentra en el recién nacido. Éste todavía no ha desarrollado su personalidad, su ego, y es alegre y espontáneo. Un sabio verdadero ha transcendido su ego, y también es alegre y espontáneo. Pero un estado es prepersonal y el otro transpersonal. La diferencia reside en el estado intermedio –donde se producen las luchas del "yo" por la liberación de la falsa individualidad egoíca– que catalizará o no el estado transpersonal (o "tercer" estado resultante de la equilibrada complementariedad entre el primero y el segundo).
8-1-1 – Fase del nacimiento del "yo"
En la fase del nacimiento del "yo" individual –y del "yo" colectivo humano–, "en el primer día", la conciencia apenas se esboza y reune unas cualidades simples e innatas que son esencialmente pulsiones primarias sin mediatizar (carentes de informaciones más complejas y elaboradas, que irá adquiriendo gradualmente en función de sus experiencias y aprendizajes sobre la realidad) del inconsciente ("territorio" por donde la conciencia cósmica universal refleja y dosifica la información adecuada para desarrollar el "plan divino" en el ser humano –en la medida de su aprendizaje– y en la Humanidad).
El ser humano deja paulatinamente de responder solo al placer y al alivio de tensiones (el sexo y el hambre) y empieza a identificarse con el grupo del que forma parte. Es el espíritu de tribu, de rebaño. El individuo pocas veces obra por sí mismo, sino por medio de las palabras de orden. La vida es de sumisión, de imitación, salvo la de aquellos humanos – elementos dispersos o minorías aisladas en cada "día" evolutivo– cuya conciencia sufre una transformación alcanzado diferentes niveles de percepción superiores a los comunes que rigen la Conciencia Colectiva. Tales individuos eran y son llamados, en cada época y cultura, chamanes, iniciados, iluminados, místicos, profetas, maestros… que inducen y articulan la génesis y formación de paradigmas, avances y progresos –en los diferentes ámbitos sociales y culturales– que formarán puentes de unión entre lo viejo y lo nuevo, de lo antiguo a lo moderno.
"En el segundo día". Arquetipo Paternal, predominio de lo masculino
equilibrio entre los dos polos.
Los filósofos chinos ven todos los fenómenos de la Naturaleza, tanto en el mundo físico, psicológico o social, como procesos de fluctuación y cambios permanentes que siguen un movimiento cíclico continuo, definiendo la estructura de esta conceptuación mediante el simbolismo de dos polos opuestos, yin y yang, dos puntos extremos que limitan los ciclos de transformación. Estos dos opuestos, no pertenecen a diferentes categorías, sino son los extremos de una Unidad que lo abarca todo. En medio de estos movimientos antagónicos pero complementarios todas las cosas que hay en este relativo y siempre mudable mundo se crean, conservan, destruyen y eventualmente renacen en el eterno ciclo de la vida. Nada puede existir por obra de una sola de esas fuerzas (no hay nada que sea sólo yin o sólo yang; ambas operan activamente en cada fenómeno). El orden natural lo da el Hubo un período de la Historia en que las mujeres ocuparon un lugar sumamente estimado e influyente. Predominaban, por aquel entonces, las imágenes y actividades asociadas al polo arquetípico yin. Pero "al llegar a su punto culminante, el yin retrocede –retrocedió– en favor del yang" y las mujeres perdieron su eminencia social, transformándose en el sexo subordinado en la denominada sociedad patriarcal, basada –según Adrienne RICH – en un sistema político, social y filosófico en que los hombres –por presión directa o por medio de ritos, por la fuerza, por tradiciones, leyes, costumbres, educación, lenguaje y división del trabajo– determinan el papel que las mujeres deben o no desempeñar y por el cual la mujer está siempre sometida al hombre.
En la civilización judeo–cristiana, la época patriarcal se abrió unos 6.000 años atrás. Según el Antiguo Testamento, Abraham fue el primer patriarca. También se le llama el "padre" del monoteísmo, la religión con un solo dios estrechamente asociada con la familia de un solo padre. La historia de Abraham nos habla, entre otras cosas, del fin del sacrificio del hijo y de las sustitución por animales. También registra la línea de padres e hijos del patriarca: Abraham procreó a Isaac de Sara; Isaac procreó a Jacob de Rebeca; y Jacob procreó a José de Raquel… después de la cuarta generación las líneas se vuelven inciertas y tal vez se rompen. Según las leyendas griegas, similares rupturas tuvieron lugar en las primeras casas reales de Grecia. A pesar de esto, el nuevo orden social –"en el segundo día"– se fundó sobre el establecimiento de la propiedad privada, la "irrupción de la moral sexual" y sobre la conquista del matriarcado por la familia patriarcal.
"Cuando trabajaba la tierra y Eva hilaba… llegó el tiempo en que Adán pudo emplear un hombre para que labrara para él…" –dice la vieja copla–. El ascenso del Capitalismo es la causa principal, entre otras injusticias, de la discriminación social y económica de la mujer. El Capitalismo va precedido de una concepción del hombre que justifica por adelantado su control del Universo. Salido del mundo de los animales y de lo regido por las leyes naturales, el hombre, no teniendo ya otra naturaleza que la que se da a sí mismo, no quiere ser un ser aparte, sino un ser superior. Libre de utilizar a su albedrío las leyes de la Naturaleza, al tiempo que escapa de ellas, es el Amo que ha ocupado el lugar de Dios en la tierra a la espera de que llegue el momento de expulsarle de los Cielos. Mientras tanto establece su dominio en la familia y en la sociedad.
En toda sociedad patriarcal, la dominación masculina debe ser mantenida a ultranza, pues la persona que domina no puede concebir otra alternativa que la de ser dominado. Una de las primeras acciones del hombre para establecer su primacía fue definir a la mujer por su sexualidad y constreñirla dentro de ella. No se preocuparon por el deseo de la mujer, sino por el del varón; también desearon apropiarse de la capacidad reproductora de la mujer. Para tales menesteres crearon la religión como uno de los principales vehículos de su subyugación. Los hombres necesitaban algo igualmente sagrado que la maternidad para compensar su carencia de designios divinos. La religión organizada no es sólo un modo de proyectar el hombre la visión del mundo tal como le gustaría que fuese y de expresar sus actitudes con respecto a su relación con los demás y con el mundo en general. La religión es, en sí misma, un culto masculino, una voz que el hombre utiliza para excluir a las mujeres y dictar la ley moral a los demás.
Para mantener a la mujer alejada del poder político, del poder dentro de los cultos religiosos, de la representación en los asuntos públicos, las religiones se concentran sobre todo en el cuerpo de la mujer, tratando al organismo femenino como si en él se encarnaran la moralidad de toda la raza humana. El Cristianismo perfeccionó el antifeminismo hasta el más pérfido de los extremos, intensificándolo hasta lo insoportable, más que cualquier otra religión misógena. En la Iglesia Católica, especialmente, la mujer aparece desde el primer momento como un obstáculo a la perfección, como un sujeto carnal e inferior que seduce al hombre; como Eva, la pecadora por antonomasia. Los teólogos convierten siempre a la mujer en la criada del hombre, en el ser que engendra el pecado y la muerte, y lo hacen invocando la Biblia, la historieta de la Creación y el Pecado Original en que la mujer es formada a partir del hombre. Innumerables imágenes bíblicas han servido y sirven a los detractores del matriarcado y de la mujer para fomentar sus argumentos.
Incluso, cualquier manifestación emotiva o corporal de la mujer, como la sensación experimentada por Eva "convenciendo" a Adán a que comiera el fruto prohibido, puede servir de señal inequívoca de dominio masculino. Así, al menos, lo afirman algunos investigadores de lo inevitable del patriarcado como universal sistema familiar –político y social– de la Humanidad. Para ellos la definición de "dominio masculino" se refiere a la sensación emocional experimentada, tanto por el hombre como por la mujer, de que la voluntad de ésta está subordinada –de ahí la intención y necesidad de Eva de "convencer"– a la de aquel, y de que la autoridad general en las relaciones familiares y sociales, cualesquiera que sean los términos en que una determinada sociedad defina la autoridad, reside en el varón. Éste utilizaba la propaganda religiosa o filosófica para enseñar a las mujeres a ser sumisas, dóciles y tratables. Y aunque el adiestramiento de la mujer para la más vil servidumbre hubiera sido fácil, ya que "es una especie inferior al hombre", se complicó enormemente debido a la posesión por parte de la mujer de una mente y espíritu. Las mujeres no sólo continuaban expresándose por sí mismas, sino que a veces los hombres las amaban y las admiraban, lo que añadía más dificultades al control y al dominio.
Es evidente, a lo largo de la historia patriarcal, que el varón desea y tiene que lograr algo más importante que la mujer. La ventaja del carácter masculino mucho más agresivo, exigente, expansivo y competitivo que en la mujer, es suficiente razón para que los roles y las posiciones de categoría sean siempre conseguidas, en primer lugar, por los hombres, y la razón de que las sociedades patriarcales asocien los roles de categoría –que no sean maternales– con los hombres. Tales manifestaciones masculinas se encuentran asociadas a las imágenes arquetípicas del polo yang, que, a su vez, origina una actividad íntimamente vinculada a la forma de conciencia racional. Tradicionalmente se ha relacionado esta forma de conocimiento con la Ciencia, ya que lo racional es lineal, fijo y analítico. Pertenece a la esfera del intelecto, cuya función es medir, pesar, diferenciar, calcular y catalogar. Fruto de todo ello –como lo señala Fritjof CAPRA– es el "… triste estado de la situación actual, debido al énfasis que hemos puesto en el yang, otorgándole poder político y virtudes morales", en cuanto que estos dos polos nunca han sido relacionados con valores morales y, ni mucho menos, políticos. El "bien" no se haya solamente en el yin o el yang, sino en el equilibrio entre ambos; por el contrario, el desequilibrio –el predominio de uno sobre el otro– es perjudicial.
"En el tercer día". Arquetipo Filial, síntesis de lo femenino y lo masculino
Nuestra cultura se enorgullece de ser científica, en nuestra civilización prevalece el pensamiento racional e intelectual, y con frecuencia se considera el conocimiento científico como el único aceptable. Esta preferencia ha conducido a un profundo desequilibrio cultural que se halla en la base misma de las actuales crisis económicas, ecológicas, sociales o personales, que son sólo síntomas de la crisis global de la civilización judeo–cristiana, surgida de unas características aparentemente intrínsecas de todas las grandes civilizaciones desde sus inicios: la organización patriarcal de la sociedad y de la mente humana. Esta crisis global presenta la perspectiva propia del Patriarcado como único origen del Capitalismo, la degradación de la mujer, la mentalidad tecnocrática, el expolio de la tierra, la alienación, la incapacidad para la paz… entre otros síntomas.
Pero la génesis de todos los males de la sociedad y lo que nos ha llevado a la crisis actual es nuestra evidente "incapacidad para las relaciones humanas". Es decir, nuestra limitada capacidad para amar, la incapacidad para obedecer el mandamiento cristiano de amor a nuestro prójimo, amarnos a nosotros mismos y amar a Dios, es lo que nos impide mantener relaciones verdaderamente fraternales con los que nos rodean, y de ahí toda una serie de problemas. El economista E. F. SCHUMACHER ya indicó "no existe un problema económico… lo que existe es un problema moral". La falta de moralidad o, lo que es lo mismo, la falta de espiritualidad, reside en la incapacidad de amarnos a nosotros mismos, debido a la obsoleta escala de valores de la sociedad patriarcal en la que nos ha imbuido la civilización judeo–cristiana. Pues en la organización patriarcal de la mente impera un régimen de funcionamiento en el que el Padre–Dios social (presidido por la institución del Estado, osea, el control de los individuos y de los grupos por unos pocos más expertos, astutos y mejor dotados) dice cómo, cuando y de qué manera tenemos que sentir, pensar y vivir. Y la estupidez o ignorancia humana lleva a considerarnos malos y culpables –bajo las amenazas de perder la salvación eterna–, además de culpable e inseguros –bajo las posibles represalias de automarginación psicológica y social–, si desobedecemos los mandatos.
La causa profunda de este autoritarismo y centralización es, principalmente, el racionalismo. La cultura racionalista es elitista porque en su afán de monopolizar el conocimiento humano ha creado unos vocabularios de conceptos –con sus correspondientes manejos técnicos– que son inaccesibles para muchísima gente. Sólo podrán usarlos y argumentar aquellos que previamente superen los procesos de aprendizaje y selección intelectual hasta convertirse en parte de las élites científicas y filosóficas, que dominan el pensamiento actual. Cualquier élite, sea del tipo que sea, perjudica seriamente la libertad e igualdad entre los humanos. Obviamente, el elitismo es inevitable en los momentos de cambio; todo paradigma, todo proceso, ha comenzado en la mente de unos pocos, pero luego el pensamiento ha de pasar al dominio público o se convertirá en un instrumento de dominación… como así ha ocurrido en la civilización judeo–cristiana.
Numerosas revoluciones han desafiado a las élites dominadoras desde el surgimiento del patriarcado como tal. Las mujeres han sido, esencialmente, la piedra angular de estas revoluciones. En prácticamente todos los países del mundo actual, las mujeres están organizando grupos de acción política. Exigen que se les trate como a seres humanos con derechos, exigen que los hombres no se sientan libres e impunes para golpearlas, violarlas, mutilarlas o matarlas. Las ideas feministas buscan comprender los lazos históricos, sociales e ideológicos del sometimiento de la mujer y el saqueo de la naturaleza para desarrollar una espiritualidad no patriarcal fundada en el retorno a la Gran Madre Tierra. Ellas son el centro de los movimientos pacifistas y ecologistas, presumiblemente porque el principio femenino, yin, se expresa a sí mismo como un descubrimiento de niveles de existencia y no como conquista de hechos.
Otra revolución, en la que todos tendríamos que involucrarnos, como vía de salida del patriarcado, es asumir una actitud de "desobediencia civil" frente a los poderes fácticos religiosos, políticos y militares. Previamente a ello es necesario atravesar un proceso de liberación interior. Ser capaces de escuchar y obedecer la voz del Cielo, a la Conciencia Universal –Crística, Búdica o como se le quiera llamar–, en el propio corazón es algo que requiere en el individuo un proceso psicológico y espiritual que puede llevar tiempo, ya que el humano ha sido siempre especialmente lento para aceptar ideas y experiencias en detrimento de la importancia y la absoluta supremacía propia; pero, queramos o no, estamos todos irremediablemente destinados a realizar tal proceso: sólo a través del amor a sí mismo puede el individuo ser capaz de amar a los demás, y sólo a través de la restauración del vínculo amoroso original perdido en los juegos de la falsa individualidad egoíca (desarrollada por la conciencia racional e intelectual) puede amarse a sí mismo.
Esta "desobediencia civil" tendría una influencia política y resonancia personal notable al ser un reflejo consciente y consecuente de la autoliberación interna de los perniciosos condicionantes psicológicos con los que la actual cultura judeo–cristiana hipnotiza para que evitemos el sentido de la responsabilidad personal y deleguemos nuestros poderes a las múltiples autoridades externas al individuo, que continuamente lo representan en detrimento de la primacía de la creatividad personal sobre la tradición y del énfasis en la expansión y trasmisión de la conciencia por encima y más allá de las ideología y filosofías impuestas por las susodichas autoridades.
Además, ¿a quién pertenece la autoridad, sea religiosa, política o intelectual? En cada casa existe algo que es superior a cualquier autoridad familiar o social: es la religión doméstica –ya desde los albores de la Humanidad, el hogar fue el primer altar–, es ese Dios que los griegos llaman Hogar–Señor (estía despoina) y los latinos "Lar Familiae Pater". Esa divinidad interior, o lo que es lo mismo, la creencia que anida en el alma humana, es la autoridad indiscutible. Nuestra civilización, "apostasiando" de la Naturaleza, ha hecho oídos sordos a esta autoridad y le llevará años comprender que religión no es lo que ocurre en los edificios construidos por los hombres, sino algo que ocurre en un espacio interior, profundo… llamémosle, por ejemplo, la autocapacidad de amar sin intereses y sin limitaciones.
El amor incondicional (y en la medida en que lo experimentemos por influencia del proceso de autoliberación egoíca) es el único instrumento para destractificar la conciencia hasta originar en la personalidad –que no es una entidad estática sino un fenómeno dinámico– del ser humano la interacción armoniosa de sus elementos femeninos y masculinos –la unificación de opuestos, de polaridades–. Y por ende, las interconexiones cerebrales del hemisferio derecho y del hemisferio izquierdo se regularán equilibradamente dando paso a la creación de una nueva realidad, tanto en las formas sociales como personales, y así podremos llegar a observar un cambio del pensamiento racional al intuitivo o espiritual, del análisis a la síntesis, del reduccionismo al holismo, del pensamiento lineal al no lineal.
Cada modo nuevo de usar la mente, al desarrollarse, no elimina el anterior, sino que le superpone y coexiste con él. Así, el método racional no eliminó al método instintivo, sino que lo complementó. La coexistencia de los tres métodos o formas de usar la mente supone para el hombre una ampliación de potencialidades creativas. Del mismo modo que el método racional enriqueció al hombre instintivo, el método intuitivo o espiritual enriquecerá al hombre racional. Obviamente, la inteligencia humana con sus memorias, juicios y decisiones, nunca ha sido completamente producto de una sola forma mental, fuera instintiva, racional o intuitiva. Nunca podemos separar las sensaciones, discernimientos y emociones humanas de la racionalidad, ni de la intuición. Ahora bien, a lo largo de la evolución de la conciencia individual y Planetaria ha ido predominando una forma de pensamiento sobre otras. Hoy se hace imprescindible evitar la sustitución de un modo de pensamiento por el otro, o el hincapié excesivo puesto en cualquiera de las formas, sino un mayor equilibrio entre ellas, que producirá, en el sistema de valores, el correspondiente cambio de la expansión a la conservación, de la cantidad a la calidad, de la competición a la cooperación, de la dominación y el control a la no–violencia.
Fase de madurez y de liberación del "yo"
En virtud del isomorfismo existente entre lo individual y colectivo, ambas transformaciones, en cada fase evolutiva de la conciencia, entrañan un "morir" y un "renacer". La transformación personal es un proceso de muerte y renacimiento interior conocido a través de los tiempos, en todas las tradiciones espirituales y místicas, como una potencia evolutiva inherente a nuestra naturaleza, y no a una simple posibilidad de cambio –de costumbres, de hábitos, tradiciones…– en lo cotidiano del individuo.
La fase de madurez del "yo", en el "segundo día" evolutivo, el cerebro está programado, no por instintos sino por la memoria personal. Las respuestas a los estímulos se procesan usando como programas memorias personales, recuerdos de experiencias pasadas almacenadas en conceptos racionales; combinando los conceptos almacenados en las memorias del cerebro, se procesa la información que proviene de los sentidos y se dan ordenes de reacción. El individuo despierta su sentido crítico, empieza a pensar por sí mismo y no es ya un animal con forma humana sometido ciegamente a los imperativos de las palabras de mando. De imitador que era se vuelve creador.
Después de este desarrollo la mente evoluciona hacia la fase de liberación del yo –en el "tercer día"–. El individuo y el colectivo humano iniciará otra transformación: la emergencia íntegra y consciente o "razonada" del conocimiento intuitivo, mediante el cual se verá muy claro la profunda libertad e igualdad entre los hombres y que los conocimientos racionalistas que los diferencian no son más que información, un torpe disfraz de la personalidad. Al descubrir, a través de esta forma de conocimiento y única que permitirá a la experiencia personal penetrar en el llamado "Inconsciente Irracional" –donde nacen y actúan los símbolos, mitos y formas arquetípicas–, la unidad, se derrumbarán las comedias sociales con las que el poder anestesia a la gente para que lo acepte. Y el humano se volverá supremamente consciente de sus condicionamientos y su espíritu desenmascarará, a través del amor incondicionado, la otra absurda comedia – producida por el egoismo– en la que se representa a sí mismo, y descubrirá la Realidad y el Conocimiento eternamente presente que mora en él como en todas las cosas. Es la fusión de lo humano "finito" con el infinito divino, gracias a la superación del proceso mental ordinario.
Algunas visiones de futuro para el "tercer día"
La actual civilización judeo–cristiana nos ha llevado a una situación muy alarmante; sólo un cambio profundo en nuestra forma de sentir y vivir dará lugar a una nueva sociedad, a una nueva civilización, que pueda salvarnos de la desenfrenada carrera hacia el abismo. Pero seamos optimistas: la Humanidad no desaparecerá en una Tercera Guerra Mundial, ni perecerá por la destrucción de la capa de ozono, ni por la multiplicación de diferentes enfermedades contagiosas e irreversibles…; existirá un mañana. El individuo de este futuro presentará, para el psicólogo Carl ROGER, unas características esenciales: valorarán la comunicación como medio de expresar cómo son las cosas; serán auténticamente sinceras y rechazarán la hipocresía, el engaño y las ambigüedades de nuestra cultura; sentirán una profunda desconfianza de la ciencia y tecnología actuales, utilizados para conquistar el mundo natural y controlar a sus habitantes; serán personas dispuestas a ayudar a los demás si la necesidad es real; su actitud será ecológica, les producirá bienestar relacionarse con la naturaleza en lugar de querer conquistarla; no les gustará vivir en un mundo de dualidades: cuerpo y mente, salud y enfermedad, intelecto y sentimiento, individual y colectivo… y buscarán la integración en la Unidad; serán claramente conscientes de que lo único cierto en la vida es el cambio, de que forman siempre parte de un proceso, siempre en transformación; sentirán desagrado por las instituciones estructuradas, inflexibles y burocráticas; les será básicamente indiferente las comodidades y premios materiales, ni el dinero ni los símbolos materiales de poder constituirán su objetivo; serán inquiridores, intentarán hallarle un significado y un sentido a la vida más allá de su propia piel; y, sobre todo, estas personas elaborarán y creerán en su propia experiencia desconfiando de la autoridad externa; elaborarán sus propios juicios morales; llegarán a desobedecer abiertamente las leyes que les parezcan injustas.
Para quien haya madurado hasta una personalidad responsable y estable, el siguiente nivel de crecimiento es el comienzo de lo transpersonal, el nivel de la intuición psíquica, de lo transcendente, el despertar de una conciencia que de alguna manera es más que el cuerpo y la mente. Ken WILBER ve que este salto evolutivo se producirá a gran escala como mínimo hasta el próximo siglo, "… y entonces, una verdadera cultura de la sabiduría empezará a surgir, una cultura que usa el cuerpo adecuadamente en la dieta y el sexo, ambos libres de represión/opresión por un lado, y del exceso de indulgencia obsesiva/compulsiva por otro. Usa la mente de forma adecuada en una comunicación sin cortapisas, libre de propaganda y dominación. Usa el ego adecuadamente en libres intercambios de autoestima mutua. Usa el nivel psíquico adecuadamente en una conciencia integradora que muestra que, en última instancia, cada persona es un miembro igual de la Conciencia Cósmica". Durante este "tercer día" evolutivo no solo habrá profundos cambios en la psicología de los individuos, también en la sociedad, en la cultura, la política, la medicina, la economía… obrará la verdadera "resurrección de entre los muertos" instaurada gracias a la libre y consciente "reconstrucción del Templo de Dios" que está en el interior del individuo. Esta profunda transformación personal y social,
aunque ha iniciado ya su proceso, será plenamente patente, según el humanista y vidente Cayetano MARTÍ desapareciendo. El Marxismo y Comunismo actual no es nada comparado con el Comunismo de Cultura que se avecina, los títulos de nobleza, tratamien, "… dentro de treinta o cuarenta años nuestro mundo será una federación de estados, todoel mundo una Nación: sin fronteras, ejércitos… las armas para matar serán inservibles. La Humanidad alcanzará un alto nivel de cultura, cosas e ideas de ahora serán atrasadas, los partidos políticos, religiones, clases sociales, etc. habrán pasado a la historia, considerando ya estas cosas como propias de gente inculta. El individuo trabajará en todas las esferas, el científico, el médico, el químico… serán como un obrero más, como el ayudante o peón, y todos juntos como colaboradores del progreso humano.
El capitalista ya no existirá, el dinero irá desapareciendo, los tratamientos de usted, alteza, santidad, etc. ya no existirán, y serán motivo de sonrisa benévola al recordar tiempos pasados. El ser humano se avergonzará en el mundo del futuro si no es útil para los demás. Se vivirán más años físicamente, las enfermedades irán desapareciendo, y al progresar mental y espiritualmente, el odio, vanidad, codicia, ira… por lógica también desaparecerán. Los vicios, el robo, el crimen, el abuso sexual, etc., a parte de que irán desapareciendo, serán consideradas como simple enfermedades mentales, y de hecho lo son en la actualidad pero muchos de los humanos de ahora lo ignoran. Muchos espíritus que aún encarnan en nuestro mundo serán llevados a otros mundos más atrasados para dar paso al nacimiento de otros espíritus más evolucionados, y por consecuencia nuestro mundo se irá convirtiendo en un mundo espiritual, o sea, llegará la "segunda venida de Jesucristo" –o estado Mesiánico de la Humanidad– tan predicada y esperada por las religiones, pero tan desconocida y tan mal interpretado, ya que la única manera por la que se ha de servir y adorar a Dios es progresando mental y espiritualmente, progreso que desconocen las religiones y la gran mayoría de los seres humanos.
En este futuro serán ya espíritus avanzados, evolucionados, y no tendrán más catedral que el infinito Universo, ni más religión que la Verdad, con todos sus atributos de paz, justicia, amor, comprensión, cultura, etc. En una palabra, cada ser humano será su propio sacerdote y su propia autoridad. Claro está que tendremos la ayuda de los seres de otros mundos, nuestros Hermanos Mayores, y que en su día fueron también como nosotros. Esta es la Ley Universal de Dios, Creador de todas las cosas". Este "tercer día", que represente una Nueva Era –llamada Era de Acuario–, ya fue anunciada en el siglo XII por el monje calabrés Joaquín DE FIORE; y, como pronosticaron Sri AUROBINDO y Teilhard de CHARDIN, entre otros, supondrá la suprema realización de nuestra especie: la libertad del amor desplazará a las restricciones del miedo, se disolverán las iglesias y demás instituciones de poder, y nacerá un espíritu libre y Universal.
Hasta que esta "nueva sociedad" sea una nueva realidad tangible, podemos, mientras tanto, optar por cruzarnos de brazos en permanente enajenación y adhesión a las establecidas ideologías religiosas, filosóficas, políticas… a la espera de encontrar en ellas sucedáneos de felicidad y dispensando beneplácitos a las injusticias y miserias de la sociedad actual; o bien podemos optar por liberarnos de las ataduras emotivas y burocráticas dependientes de los juegos alienadores impuestos por las instituciones de poder, con lo que desaparecerá la complicidad y el servilismo hacia las sutiles reglas –competitividad y consumismo, principalmente– de tales juegos de control y dominación, motivando así la transformación personal interna que responderá a los múltiples interrogantes sobre lo humano y lo divino de la vida, y que originará auténtica libertad y justicia en nuestro entorno social. ¿Cuál será tu opción?.
AUTOR:
Jaime Riera Pérez
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