Resurrección del poder femenino en el Siglo XXI: Cuando el espermatozoide de Dios fecundó a la diosa
Enviado por Pedro Sandrea
- Introducción
- El matriarcado y la promiscuidad sexual
- Del matriarcado al patriarcado
- El patriarcado en el pueblo hebreo
- El mito bíblico de la creación
- El nacimiento de Adán
- Compañeras de Adán
- La caida del hombre
- "… Y al tercer dia resucitó…". Hacia el nacimiento del nuevo hombre, del reino de dios en la tierra
- "En el segundo día". Arquetipo Paternal, predominio de lo masculino
- "En el tercer día". Arquetipo Filial, síntesis de lo femenino y lo masculino
- Fase de madurez y de liberación del "yo"
- Algunas visiones de futuro para el "tercer día"
LA RESURRECCIÓN DEL PODER FEMENINO EN EL SIGLO XXI: CUANDO EL ESPERMATOZOIDE DE DIOS FECUNDÓ A LA DIOSA…
La historia de la humanidad presenta diversos rostros. Uno de ellos es el rostro frío e impasible de los hechos expuestos según su orden cronológico. Otro es la faz sonriente e irónica que oculta en su interior unos rasgos duros y a menudo crueles, como la realidad de las fuerzas políticas, de las guerras y de los abusos de poder por parte de individuos y estados.
Podemos contemplar también el semblante complacido y preocupado tras el cual se escudan las personalidades históricas, con sus hechos y sus gestos, sus deseos, su buena voluntad, y –desgraciadamente por su interminable reiteración– sus intrigas satánicas. Son los poderosos y gobernantes, dirigentes y juguetes a un tiempo de unas fuerzas que parecían y parecen dejarse dominar fácilmente, pero que en realidad obedecen a unas leyes diferentes a las creadas por el hombre.
Por último, aparece el rostro gigantesco y borroso que nos abarca a todos, a nuestros antepasados, a nuestros hijos, y que nos vincula al pasado por medio de nuestros genes, es decir, por la herencia física, psíquica y espiritual, y al futuro mediante el influjo sobre nuestros descendientes.
Como eslabones en la cadena generacional, todos estamos ligados a la historia y somos el resultado de la evolución del género humano. Y en tal evolución, el impulso sexual y el instinto de conservación, que mueven los actos más elementales del humano, han desempeñado siempre un papel de primer orden en la historia de la humanidad, y han sido el impulso motor de numerosos hechos que constituyen nuestro acervo histórico.
Estas dos fuerzas básicas de la vida humana, una defensiva y otra procreadora, han fundamentado la organización familiar de todas las sociedades. En el estudio de estas sociedades encontraremos dos sistemas esencialmente distintos de trazar la descendencia: el matronímico –traza la descendencia por el parentesco de las madres– o matriarcado –poder de las madres–, en el cual el nombre, los bienes y los honores se transmiten por las madres, constituyendo ésta el núcleo a cuyo alrededor gira toda la vida social; y el patronímico o patriarcal, que considera al padre o patriarca como la figura más importante, y en infinidad de ocasiones hasta el extremo de llegar a borrar y absorber la personalidad de los demás miembros de la familia.
Por otro lado, los antropólogos y sociólogos distinguen un género más del matriarcado, denominado ginecocracia ("poder de las mujeres"), y en el cual la mujer ocupaba el primer puesto, ejerciendo ascendiente decisivo sobre el hombre, teniendo la supremacía en el gobierno de la casa y de la tribu o clan.
El matriarcado y la promiscuidad sexual
Para el hombre del Paleolítico (entre 100.000 y 20.000 a. de C.) todo lo relativo a la fecundidad poseían un carácter misterioso simbolizado en los órganos y caracteres sexuales de las mujeres. Estas resultaban indispensables para la procreación a los ojos del hombre primitivo, aunque éste no relacionase claramente el acto sexual con el nacimiento de los hijos. No era agricultor, no poseía animales domésticos, y por consiguiente no podía tener conocimiento alguno de anatomía y fisiología. Era cazador, nómada, y vivía en las cuevas de modo circunstancial careciendo de propiedades privadas.
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