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Competitividad – Titanes en el Ring (página 2)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2

I – factor tiempo: 1 industrialización temprana; 2 industrialización tardía

II – estrategia de desarrollo: 1 innovar en un amplio sector; ignorantes de los procesos empresarios; 2 actualización de los sectores valiosos; informados

III – papel histórico de los gobiernos: 1 reforman; 2 cooperan

IV – educación: 1 centrada en ciencia básica y análisis de gestión; 2 centrada en tecnologías de éxito y ciencia aplicada a sectores claves

V – economía: 1 dividida entre macro y micro; 2 organizada en torno a ciertas industrias y sectores

VI – políticas sociales: 1 puede volver a imponer; 2 considera decisivos los beneficios sociales

VII – relaciones laborales: 1 generalmente deficientes; 2 generalmente buenas

VIII – filosofía del desarrollo: 1 no intervención; lenta y casi completa; 2 competencia controlada; protección inicial; rápida y parcialmente incompleta

IX – transición del feudalismo: 1 individualismo; 2 ideas colectivas

X – criterio de la financiación de la industria: 1 predominio mercados accionarios; búsqueda ganancias inmediatas; 2 predominio de la financiación bancaria; emprendimientos industriales con menores riesgos", nos dicen Charles Hampden–Turner y Alfons Tronpenaards (ob. cit.).

 

"En lugar de la esplendorosa nueva fase de integración europea que seguiría a la constitución formal de mercado común, lo que hay por el momento (1995) es una gran incertidumbre sobre el futuro de la C. E., o Unión, como ahora se la conoce, agravada por la continua confusión sobre la actitud real de Gran Bretaña con respecto a ella.

En 1900 Gran Bretaña ocupaba el tercer lugar tanto en PIB total como per cápita. Así mismo se mantenía en primer lugar en cuanto a exportación. En 1987 descendió al octavo lugar en el PIB (el décimo–quinto en PIB per cápita) y el cuarto en exportación. En 1990 Gran Bretaña ocupaba entre los 24 países desarrollados (OCDE) el décimo–octavo en ingreso per cápita (15.720 dólares, en comparación con 21.440 correspondiente al más rico, Estados Unidos), despues de Italia, Australia, Noruega; Islandia y los Países Bajos.

La actitud y política de Gran Bretaña en relación con el movimiento en favor de la integración europea plantea muchos problemas que trascienden los puramente económicos. En primer lugar, el componente económico del papel de Gran Bretaña en Europa (durante el período elegido) es de considerable magnitud. Las relaciones comerciales y financieras con los países de la Europa continental desempeñan un papel importante en la determinación del nivel de nuestra actividad económica. La "cuestión europea" ha sido un problema serio para Gran Bretaña, y sobre todo en los últimos 30 años. La actitud británica queda inmejorablemente descrita con el adjetivo de ambivalente o, con mayor crudeza, con el de equívoca.

Parte de la actitud británica en estos asuntos refleja un dilema básico (en retrospectiva más imaginario que real) en cuanto a cual era la perspectiva más atractiva. Si la de allende el Atlántico o la de allende el Canal", nos dice Eric Roll en su libro ¿En Qué Nos Equivocamos? (Fondo de Cultura Económica – 1996).

 

"Una de las lecciones más importantes que podemos aprender del análisis de la vida económica es que el bienestar de una nación, así como su capacidad de competir, se halla condicionado por una única y penetrante característica cultural: el nivel de confianza inherente a esa sociedad.

Los Estados Unidos , al igual que Japón y Alemania, han sido históricamente una sociedad de alto nivel de confianza y con una marcada orientación comunitaria, a pesar de que los estadounidenses se vean a si mismos como inveterados individualistas.

Pero los estadounidenses han ido cambiando de manera dramática durante las últimas generaciones, en lo referente al arte de la asociación. En muchos aspectos, la sociedad estadounidense se está volviendo tan individualista como sus integrantes siempre supusieron que era: la tendencia del liberalismo basado en los derechos individuales, de expandir y multiplicar esos derechos, contraponiéndolos a la autoridad de virtualmente todas las comunidades existentes, ha sido llevada hasta su lógica consecuencia. La declinación de la confianza y de la sociabilidad en los Estados Unidos se manifiesta también a través de una cantidad de cambios que se están produciendo en este país como por ejemplo: el auge del crimen violento y de los juicios civiles; la desintegración de la estructura familiar; la decadencia de una serie de estructuras sociales intermedias como sociedades vecinales, iglesias, sindicatos,clubes e instituciones de caridad; y el sentido generalizado entre la población de que ya no se comparten valores ni principios comunitarios.

Las sociedades con un alto grado de confianza y un alto capital social como Alemania y Japón, pueden crear organizaciones muy grandes sin apoyo social. Cuando hay un déficit en el capital social, esta carencia muchas veces puede ser compensada por el estado, de la misma forma que lo hace al rectificar el déficit de capital humano construyendo más escuelas y universidades.

La misma política industrial que conduce al desastre total en América Latina puede resultar eficaz, o al menos no causar perjuicio alguno en Asia. La variable importante no es la política industrial en si misma, sino la cultura.

Se puede afirmar que Japón es el modelo típico de una sociedad "comunitaria", orientada hacia el grupo y estado, mientras que los Estados Unidos son el paradigma de la sociedad "individualista".

El autor sostiene que Estados Unidos ha tenido siempre una estructura comunal fuerte (que compensa el individualismo). Es así como los Estados Unidos en la actualidad. presentan la imagen contradictoria de una sociedad que se nutre de un gran fondo de capital social acumulado previamente, que le brinda una vida de asociación rica y dinámica mientras que al mismo tiempo, manifiesta extremos de desconfianza e individualismo social que tienden a aislar y atomizar a sus miembros.

Quienes han abogado por una interpretación estatista del desarrollo japonés apuntan no a la intervención gubernamental directa sino a la sutil entre el gobierno y las grandes empresas de Japón. una relación caracterizada por el término "Japan incorporated". A menudo se afirma que la vida económica

japonesa contiene un elemento nacionalista del que carecen los países occidentales.

La cantidad de similitudes entre la cultura alemana y japonesa, muchas de las cuales pueden atribuírse al elevado grado de solidaridad comunitaria que comparten ambos países resulta sorprendente. Ambos países tienen reputación de ser ordenados y disciplinados,……les satisface acatar las reglas de juego,…..tomar el trabajo en serio y consagrarse a el con intensa concentración,……pero ninguno de los dos países es conocido por su ligereza en abordar los problemas o por su sentido del humor. Obsesión por el orden. Larga tradición de perfeccionamiento.

A partir del fin de la 2ª guerra mundial Alemania ha mostrado un cambio cultural mucho más profundo que Japón, y se ha convertido en una sociedad mucho más abierta e individualista que la de ese país oriental. Sin embargo, las tradiciones culturales de ambas sociedades han generado estructuras económicas similares.

A pesar de que existen muchas similitudes entre la orientación comunitaria y paternalista de las industrias de Alemania y Japón; el sistema japonés sigue siendo más flexible. En Japón las empresas tienen un mayor espacio de maniobra en lo que se refiere a reducir costos, traslado de la mano de obra, reducción de salarios, mayor productividad, menores costos de beneficios sociales.

La competitividad de la economía alemana depende de un delicado equilibrio: la mano de obra, si bien costosa, también es altamente calificada, y sus productos de alto valor agregado han encontrado y ocupado un nicho en la economía mundial. El sistema puede llegar a desequilibrarse si el valor agregado, generado gracias a la mano de obra calificada, deja de marchar al paso de los costos, tanto directos como indirectos.

El compromiso es un camino de ida y vuelta, y los empresarios que esperan obtener lealtad, flexibilidad y cooperación de sus trabajadores, sin darles nada a cambio, ya sea en forma de seguridad, beneficios o capacitación, son, lisa y llanamente, explotadores.

En los Estados Unidos y en Europa las políticas oficiales (cuya tendencia ha dado un vuelco) han sido diseñadas en los últimos años, teniendo en consideración que las empresas pequeñas son más innovadoras y crean mayor cantidad de empleo.

En realidad hay dos culturas económicas que estan surgiendo en Asia, una japonesa y otra china. Cada una de ellas se encuentra por grandes organizaciones en red, basadas, en el caso japonés, en la confianza social y, en el caso chino en la familia y el parentesco", nos dice Francis Fukuyama en su libro Confianza (Trust) (Editorial Atlantida – 1996).

 

"La competitividad es hoy una noción global que integra tanto consideraciones de costo como de calidad.

El fortalecimiento de nuestra competitividad (Francia) pasa, ciertamente, por una sana gestión macroeconómica, pero también por otras numerosas vías: aumento de la innovación y los recursos afectados para la tecnología e investigación industrial, desarrollo de nuestra infraestructura pública, formación, fortalecimiento de nuestro sistema financiero,acompañamiento de los cambios sociales en la empresa fundado en un mayor compromiso de los asalariados, en el carácter atractivo del territorio.

Por último, el futuro está en la cooperación industrial. En los períodos de incertidumbre, hay una tendencia al repliege, especialmente en las empresas. Pero hoy las necesidades son tales que requieren una mayor coordinación industrial. Las respuestas deben buscarse en el fortalecimiento de la cooperación dentro de las empresas, entre las empresas, con los subcontratistas, con el sistema bancario y también con el estado.

¿A que llamamos competitividad?.

En primer lugar, la competitividad no puede ser más que una noción comparativa: si un país mejora en un 5% su productividad o sus costos de producción mientras que los otros logran un 10%, su competitividad retrocede.

En segundo lugar, la competitividad no puede apreciarse más que en un período relativamente largo, de varios años (5/6 años).

En tercer lugar, la competitividad debe apreciarse en valores y no principalmente en volumen el problema es procurarse suficientes divisas como para satisfacer los deseos y necesidades de mercancías extranjeras.

En cuarto lugar, la cuestión central consiste en preguntarse si la competitividad es una variable debate (que establece la causa de un fenómeno) o una variable de flujo (para la que se observa un resultado, que hay que interpretar): en el primer caso, se trata de comprender los resultados de las cuentas con el exterior como si estuvieran determinadas por la "competitividad". Si se trata de una causa única (los salarios, los costos unitarios, los precios), la expresión repite inútilmente el contenido de una variable bien conocida que parece más simple llamar por su nombre. Si por el contrario se piensa que hay una multiplicidad de causas y más aún, interdependientes, recurrir a la noción de competitividad para analizar las cuentas con el exterior no tiene más carácter explicativo que "la virtud adormecedora del opio".

Es por eso que nos parece más util definir la competitividad como una variable de flujo, un resultado, la evolución de la participación en los mercados, en valores y promedios plurianuales, tanto en el mercado externo como interno.

 

Las nuevas dimensiones de la competitividad:

Competitividad costo: 1) salarios; 1bis) cargas sociales; 2) productividad del trabajo; 3) política fiscal; 4) productividad del capital; 5) economías de energía y otros insumos; 6) calidad de los servicios públicos.

 

Competitividad no costo: 7) aumento de la capacidad de producción; 8) calidad; 9) plazo para la puesta en el mercado; 10) capacidad para diferenciar y ampliar gamas; 11) especialización; 12) eficacia de las redes y de la cooperación entre empresas.

 

Estrategias para los actores industriales: calidad, compromiso y cooperación.

En una búsqueda para la mayor eficiencia organizacional se da un desafío en tres niveles:

En primer lugar las empresas deben cambiar en profundidad el trabajo y su organización: el compromiso de los actores e interlocutores se ha convertido en un imperativo categórico.

En segundo lugar contar con trabajadores mejor formados y con más estabilidad. La calidad de las organizaciones no tiene sentido más que con la calidad del trabajo.

En tercer lugar también deberán aprender a cooperar mejor con los otros. Cooperación en redes múltiples (re–internalizar).

Como destaca el informe de la OIT (On Business and Work 1990) el paso a una organización fundada en el compromiso y la competencia profesional, antes que en la minimización de los costos salariales, supone un contexto favorable en materia de evolución de los salarios reales del personal, condiciones que, con más frecuencia, se dan en Japón y Alemania que en el Reino Unido, Estados Unidos y Francia.

La única estrategia que puede convencer a los trabajadores de comprometerse a largo plazo está basada en el tríptico, formación–calificación–promoción: es, por otra parte, el único que puede permitir que el mayor número de asalariados se involucre en un futuro coherente con el proyecto evolutivo de la empresa", nos dicen Benjamin Coriat y Dominique Taddei (ob. cit.)

 

"Europa es una cultura más obsesionada por la calidad que por la cantidad. La ecuación americana es simplemente la opuesta, se prefiere la cantidad a la calidad.

En América las sutilezas o se desconocen o no se aceptan.

La americanización resulta un proceso de aceptación de sus rasgos y de su velocidad a costa de la supresión y el aniquilamento de la cultura europea.

Estados Unidos es un país perfecto para encarar el proceso de velocidad, de movimiento y de dinamismo inherente a la contemporaneidad. No hay ninguna barrera cultural que impida que las cosas vayan rápido.

En Europa se pueden producir los mismos procesos culturales, pero no se puede alcanzar el ritmo americano, porque el coste temporal de aceptación y asimilación social es mayor.

Estados Unidos, más que pretender el dominio cultural del que se le acusa, lo que ha pretendido siempre es vender y hacer buenos negocios.

La cultura europea tendrá muchas virtudes, pero la venta no es una de ellas. La dificultad y el pesimismo no se venden, la esquisitez y el sibaritismo se basan en vender unos pocos", nos dicen Mercedes Odina y Gabriel Halevi (ob. cit.).

 

"La dinámica de la competitividad, como ideología rectora de las relaciones sociales, económicas y políticas conduce a la catástrofe porque es incapaz de resolver los problemas comunes de un mundo al que crecientemente podemos percibir como una nave común en la que estamos todos embarcados. Además, en su base, la propia lógica de la competencia implica, necesariamente, el que haya ganadores y perdedores. Por ello, es esencial al modelo la exclusión de quienes no son capaces de sobrellevar con éxito el desafío competitivo. Es intrínseco al modelo orientado por el nuevo credo de la competitividad, el crecimiento de la pobreza y la marginalidad. Lo es también, la tendencia hacia una homogeneización que no respeta las tradiciones y las formas culturales de cada pueblo.

Para el capital (industriales,banqueros) la competitividad se ha convertido en el objetivo a corto y medio plazo, mientras que la rentibilidad sigue siendo el objetivo a largo plazo y la razón de ser de la empresa.

Existen límites estructurales a los excesos de la competencia, en la medida en que no tiene en cuenta los grandes desafíos que representan:

 

.· las desigualdades socioeconómicas en el seno de los países y entre los países y la marginación de grandes zonas del mundo;

· la agresión a los sistemas de mantenimiento de la vida en el planeta (creciente desertización, erosión del suelo, extinción de especies animales y vegetales, contaminación de mares y ríos, etc.);

· la concentración de poder en unidades económicas en gran medida incontrolables (empresas multiterritoriales y multinacionales, redes mundiales de información y comunicación etc.)", nos dice el Grupo Lisboa (ob. cit.).

 

"La estructura y la dinámica de la economía mundial cambiaron profundamente. Ya no hay un "centro económico" de la economía mundial. La diminuta isla de Taiwan tiene hoy (1995) el segundo superavit comercial del mundo. Y no hay superpotencias: Japón está a la cabeza en el desarrollo de Asia continental. Pero en las industrias de alta tecnología en las que radica el verdadero crecimiento –biotecnología y genética, tecnología de la información, software, la nueva ingeniería financiera– todavía está peligrosamente rezagado.

En el aspecto manufacturero, Estados Unidos ha puesto su casa en orden. La mayor parte de su industria manufacturera es hoy tan competitiva como la de cualquier otro país; aún la industria automotriz se ha puesto al día. Estados Unidos, ha alcanzado un puesto de liderazgo casi invencible en las nuevas industrias del crecimiento, y en especial en las de alta tecnología.

Europa Occidental no pudo explotar las enormes oportunidades de la unificación económica y ha quedado rezagada en los índices de eficiencia manufacturera de todas las áreas de alta tecnología y en el nivel de empleo.

China ejerce una especie de atracción magnética para la inversión de compañías de todo el mundo, en directo contraste con Rusia.

China presenta mayores peligros que ningún otro mercado……y oportunidades demasiado grandes para ignorarlas. Todo indica que la zona costera se ha transformado ya en la tercera potencia económica del mundo. Si continúa en su rumbo actual, para el 2000 alcanzará el segundo lugar, con una producción superior o igual a Japón, aunque con una población tres o cuatro veces más grande.

A menudo dije (Drucker) que el secreto de Japón consiste en su aptitud de hacer de una corporación moderna una familia. El secreto del management chino bien puede consistir en su aptitud de convertir a una familia en una corporación moderna.

Puede pronosticarse –de hecho es prácticamente seguro– que China se verá sometida a serias turbulencias en los próximos años. Ningún país que se desarrolle tan aceleradamente como lo hace China continental puede escapar a una severa sacudida. Las burbujas, como dolorosamente lo aprendió Japón siempre estallan.

Creo (Nakauchi) que para que China evite el peor escenario de todos, el conjunto de los cuidadanos, y no sólo una parte del país, debe gozar de cierto nivel de comodidad material.

En Japón, algunos dicen que la especialización económica en escala internacional debilita el núcleo de la industria japonesa. No obstante todos sabemos que la elaboración de manufacturas alcanza su mayor eficiencia cuando se realiza en la parte del mundo donde los recursos, la tecnología y los costos son más favorables.

El debilitamiento del núcleo de la industria de una nación es simplemente el traslado de la elaboración de manufacturas a la ubicación más conveniente a escala internacional.

…………cuando la interdependencia económica aumenta, las compañías pasan a ser multinacionales y el mundo se transforma cada vez más en un lugar sin fronteras. El concepto de fronteras nacionales pierde sentido. Un país que pretenda tener toda una gama de industrias fuertes, sufrirá el contrapeso de algunos que son internacionalmente ineficientes. Proteger a los sectores incapaces es costoso, y puede provocar fricciones con otros países. Esto debe ser lo que está pasando en el mundo, y especialmente en Japón.

Hacia el año 2000 ninguna operación manufacturera tendrá posibilidades de ser competitiva si sus costos directos de mano de obra manual superan el 10 o 12% y esto significa que en los países desarrollados la cantidad de trabajadores manuales del sector no será mucho más grande, como proporción de la mano de obra total, que la población agrícola de hoy, pese a lo cual, lo mismo que en la agricultura, la producción será mucho más elevada.

En este aspecto, Estados Unidos completó en lo esencial la transición. ……..En Japón, la mayoría de las industrias todavía tienen que iniciarla.

Japón es el importador más grande del mundo de alimentos, materias primas y commodities en general importa el 40% de sus alimentos, todo su petróleo, todos sus minerales y prácticamente toda su madera.

La inversión en el exterior genera exportaciones. Y genera exportaciones de valor más alto que las que se reemplazan.

La transferencia al exterior de las actividades de bajos salarios y escaso valor agregado fortalece la base industrial de un país desarrollado en vez de "hundirlo en la depresión".

Estados Unidos importa hoy (1994) alrededor del 12% de los bienes manufacturados que consume lo que todavía representa sólo la mitad de lo importado por la mayoría de los países europeos. El déficit comercial estadounidense, si se deja de lado el petróleo, que por si sólo representa la mitad, es provocado por importaciones como la de autos y bienes electrónicos de consumo de Japón y máquinas herramientas de todo tipo de Japón y Alemania, vale decir, por importaciones provenientes de países en los cuales los salarios son altos y no más bajos que en Estados Unidos. Las importaciones de países de bajos niveles salariales sólo representan el 3% del consumo estadounidense.

Yo afirmaría (Drucker 1994) que existe la necesidad de mantener los principios básicos en los cuales se basó gran parte del crecimiento de Japón en los últimos 40 años.

·en primer lugar, el principio de estabilidad de empleo, el segundo es la identidad esencial de intereses entre la empresa y el empleado, o al menos la armonía de esos intereses. (capacitación, recolocación…..)

El único campo tradicional en el cual creo que Japón tendrá que cambiar drásticamente es probablemente el financiero. En muchos aspectos, este campo es el área número uno de crecimiento de los próximos 10 años", nos dicen Peter Drucker e Isao Nakauchi (ob. cit.).

 

"1987. Japón controla la alta tecnología (semiconductores) sobre la cual se basa el poder militar de Estados Unidos y la (ex Unión Soviética). Desgraciadamente Japón no ha usado habilmente la carta tecnológica. Tenemos el poder de decir no a Estados Unidos, pero no hemos ejercido esa opción…….

Mientras Japón no tenga dirigentes que entiendan la realpolitik Estados Unidos no nos considerará un jugador importante.

Para ser plenamente apreciados debemos, cuando cuestiones de un interés nacional crucial lo justifiquen articular nuestra posición y decir no a los Estados Unidos.

La Comisión de Productividad Industrial del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT–1990) hizo una lista de seis áreas en que la industria americana es débil comparada con la de Japón : 1) estrategias obsoletas; 2) escasa atención a los recursos humanos; 3) fallas de cooperación investigación/fabricación. coordinación– comunicación); 4) debilidad tecnológica en diseño y producción; 5) desentendimiento entre gobierno e industria; y 6) horizontes a corto plazo.

La fuerza implícita de la industria japonesa deriva de una perspectiva a largo plazo para tratar con los accionistas y establecer precios con los subcontratistas –el nexo proveedor– fabricantes.

Muchas empresas norteamericanas impulsadas por las de dividendos de los accionistas, adoptan métodos de administración que estan reñidos con su raisond'être : fabricar bienes o prestar servicios.

Europa Oriental y la (ex) Unión Soviética quieren una tecnología actualizada y ayuda financiera para ser productivas. ¿ Qué país puede brindárselas? Solamente Japón. Pero no podemos aceptar el reto solos. Tiene que haber un emprendimiento conjunto con nuestro socio. Estados Unidos.

Sea como fuere, los japoneses deben comprender que en este momento (1990) el país está en la cresta de una ola histórica y que, con Estados Unidos definirá la próxima era. Disiento con la opinión a menudo expresada de que en el siglo XXIel mundo será pentapolar – Estados Unidos, Japón, Europa, la Unión Soviética, China– es posible que Estados Unidos se recupere y siga siendo líder, pero Europa Oriental y la Unión Soviética serán en definitiva parte de la red global de la tecnología japonesa.

En las décadas venideras, Europa estará dominada por una Alemania reunificada.

La Union Soviética y China serán menos dinámicas que en la actualidad, en tanto que la región del Pacífico y el Sudeste Asiático lo serán más. En esta nueva configuración el equipo Japón –Estados Unidos debe representar una influencia constructiva.

El uso hábil en obras públicas para ajustar el ciclo empresario ha sido un factor decisivo en el éxito económico del Japón", nos dice Shintaro Ishihara (ob.cit.)

 

"El Japón moderno es un gigante económico que representa un séptimo de la economía mundial, un coloso industrial que acumula inmensos superavits comerciales (110 mil millones de dólares en 1992). A pesar de ello Japón no es un país eficiente en general. La productividad por hora de sus operarios es menor que en la mayoría de los países industrializados. La eficiencia extrema de la industria manufacturera oculta la burda ineficiencia de la distribución y de sus sectores agrícolas.

La burocracia conduce al país a pesar de que la Dieta, el Parlamento Japonés, se elige libremente.

Para los comienzos de los años 90 los americanos sugerían (nada menos) que la abolición del sistema de guía administrativa, que implica una estrecha participación de la burocracia oficial en el mundo industrial, y su reemplazo por un régimen que depende de las opciones del consumidor y la libre competencia.

En septiembre de 1991, según una encuesta sobre productividad de los operarios, Japón quedaba detrás de los principales países industriales, y sólo sobre Suecia.

El trabajador americano necesita sólo 10 meses para producir lo que el trabajador japonés medio produce en un año, y el alemán sólo necesita ocho. Como resultado de su mayor productividad, los alemanes tienen tres veces más tiempo libre que los japoneses.

Las altas cifras del PIB per cápita de Japón no se deben a una gran eficacia social e industrial, sino a la mayor cantidad de trabajo.

La población activa representa un 70% de la población total.

Aunque Japón es una gran potencia económica, las únicas industrias competitivas y productivas, tanto en calidad como en cantidad, son las industrias manufactureras, especialmente los que explotan la producción masiva, como la automotriz y la electrónica. Las aptitudes y la cultura que impregnan la urdimbre de la sociedad japonesa conducen a la manufacturación masiva y estandarizada, pero son inapropiadas para cualquier otra industria o actividad social.

Bajo la rúbrica de "guía administrativa" Japón otorga a sus burócratas poder ilimitado para intervenir administrativamente fuera del sistema legal.

Los burócratas japoneses no son leales al Japón ni al gobierno japonés, sino a sus ministerios y organismos, dentro de los cuales tienen empleo vitalicio.

Quizás no exista otro país cuyas marcas sean tan conocidas mientras su gente y su cultura son tan borrosos.

En campos como la tecnología aeroespacial, que produce bienes complejos en volúmenes pequeños, y en las industrias de la información y la distribución, la rigidez laboral y la orientación grupal de la gestión a la japonesa constituyen una desventaja. Todos esos cambios requieren decisiones rápidas y creatividad..Cuando el monocultivo (en este caso industrial) predomina en una sociedad, los cambios no son fáciles.

Japón ha triunfado económicamente merced al desarrollo y la expansión de sus industrias de producción masiva. El gran interrogante para el Japón de los años 90 es si podrá abandonar esa senda.

No siempre resulta fácil que un país que prosperó en determinadas condiciones mantenga su prosperidad en la época siguiente. Aunque hoy (1990) Japón sea "el alumno estrella", ello no garantiza su lugar en la próxima era. La pregunta que debemos afrontar es si los mismos factores que hicieron de Japón el "alumno estrella" como sociedad industrial como sociedad industrial le servirá en la era de la sociedad del conocimiento. En lo interno, las instituciones y gubernamentales deben reconstruírse según nuevas pautas. Se deben tomar medidas para afrontar el envejecimiento de la población y realizar una reforma industrial y tecnológica extensa.. En lo externo, las fricciones económicas han alcanzado suma gravedad y se requieren nuevas ideas y enfoques.

La versión japonesa de la revolución del conocimiento, aún está muy a la zaga del nivel norteamericano.

En la década del 90 puede haber un áspero enfrentamiento entre las demandas de los japoneses que desean mayor diversidad y la rigidez de los burócratas y otros grupos cuya ocupación les predispone a preservar el statu quo del sistema de producción masiva.

Al examinar la revolución del conocimiento (1990) yo diría que las fuerzas vitales que impulsan el cambio en los Estados Unidos y Japón son fuertes y las de Europa Occidental, un poco más débiles. Entre otras razones, hay diferencias en la respectiva capacidad para el desarrollo tecnológico y las reservas excedentes disponibles; pero las diferencias más relevantes conciernen en la cantidad y calidad de quienes ingresan en la fuerza laboral.

Ante todo está la carga social debida al incremento en pagos de pensiones para los ancianos. Esta carga pública –que incluye el dinero que se paga en impuestos más el seguro social– supera el 50% de PNB en todas las economías europeas occidentales, y es 15 al 20% más alta que en Japón o Estados Unidos. Como muchos han señalado, esta pesada carga social reduce el incentivo para trabajar y es una de las causas del debilitamiento de la vitalidad industrial.

El segundo tipo de presión que la población de edad ejerce sobre la economía europea occidental consiste en una resistencia más fuerte a los cambios en la estructura industrial o a las innovaciones tecnológicas, pues a una elevada proporción de trabajadores mayores les resulta difícil cambiar de ocupación. Como los europeos tienen de por si cierta tendencia a aferrarse a ocupaciones tradicionales, esto constituye un grave problema.

La resistencia de los trabajadores mayores al cambio genera creciente desempleo entre los jóvenes –los capaces de pensar y actuar con flexibilidad– de ciertas áreas de la economía europea representando una gran pérdida.

Los Estados Unidos avanzan hacia el cambio con mayor celeridad que los europeos occidentales. Sin embargo en lo que atañe a la voluntad empresarial de invertir en investigación & desarrollo y al impulso individual hacia el ahorro, la sociedad americana no puede competir con Japón.

Habiendo creado la sociedad con mayor libertad competitiva del mundo, Estados Unidos tiene el sistema más apto para generar cambios en respuesta a las demandas del público, y por ello está volcando ingentes energías en desarrollo de la revolución del conocimiento.

El Japón actual afronta fuerzas poderosas que hacen lo posible para impedir toda transición a una nueva sociedad del conocimiento. ¿Acaso no es esa la razón por la cual Japón, que posee tanto el poder como la inclinación para reformarse, aún no ha hecho nada para romper el marco de la sociedad industrial?", nos dice Taichi Sakaiya (ob. cit. ).

 

"Los subsidios a los grupos de interés…….y el constante crecimiento de la parte del mínimo socialmente garantizado que se exige al gobierno en forma de programas sociales generalizados: prestaciones sociales, indemnizaciones por desempleo, educación pública, pensiones de jubilacion, servicios de salud y similares,…..al margen de tremendas dificultades financieras que ocasionan, son un reflejo de la aún más problemática esquizofrenia que afecta a la mente pública.

En Alemania, por ejemplo, los costes de estos programas ya suponen casi el 33% de PNB. Para el año 2030, si se mantiene la tendencia actual, representarán casi el 50%. Esto precipitaría un desastre final.

Nuevamente en Alemania, los días que un trabajador de la industria deja de trabajar por vacaciones, fiestas y bajas (sin contar los días de huelga o las bajas por maternidad) ascienden a 61, más del doble de los de Japón o Estados Unidos. En total, los costos no laborales relacionados con tales trabajadores ascienden a la mitad del coste total de la plantilla. Inevitablemente la competitividad se resiente", nos dice Kenichi–Ohmae (ob. cit.)

 

Luego de leer tan interesantes datos y juicios, surge la pregunta: ¿Puede Europa ser competitiva?.

Repasemos algo de lo anterior:

Segun Rifkin:

El trabajo en Europa es un 50% más caro que en Estados Unidos o Japón.

Los pagos de la Seguridad Social en Alemania, en 1990, fueron un 25% del PBI, un 15% en Estados Unidos y un 11% en Japón.

Los impuestos en las empresas en Alemania exceden el 60%, en Estados Unidos el 45%.

La "red social" cuesta alrededor del 41% del PBI en Europa, y un 30% en Estados Unidos o Japón.

El trabajador medio alemán tiene una retribución hora de 26,88 dólares (con un 46% de asignación a subsidios sociales), de 21 dólares en Italia (con la mayor parte asignada a subsidios), de 15,89 dólares en Estados Unidos (con un 28% asignado a subsidios).

En 1992 el trabajador alemán medio trabajaba 1.519 horas año (más 40 días año de vacaciones pagas), el americano trabajaba 1.857 horas al año y el japonés 2.007 horas año.

 

Segun Thurow:

El salario alemán de 30 dólares hora y 17 dólares hora, si se excluyen beneficios adicionales, lleva los costes de la mano de obra fabril a resultar dos tercios más altos que en Estados Unidos.

 

Segun Sakaiya:

La carga social debida al incremento en pagos de pensiones para los ancianos, que incluye el dinero que se paga en impuestos más el seguro social supera el 50% de PNB en todas las economías de Europa Occidental y es un 15/20% más alto que en Japón o Estados Unidos.

Como dice Thurow: Cuando los asiáticos aluden al sistema de bienestar europeo para los que estan en edad de trabajo lo hacen con escepticismo. Simplemente no pueden creerlo. ¡Vacaciones de cinco semanas!. ¡Un mes de aguinaldo en Navidad!. ¡Dieciocho meses restituídos mediante un seguro por despido!. Su descreimiento es una de las razones por las cuales el sistema no puede continuar. Las empresas se pueden trasladar al lejano oriente, y evitar todos los costos de los beneficios adicionales.

 

Aceptando que el comercio internacional no es un juego de suma cero, y que los países no cierran, como dice Krugman, nos preguntamos:

¿Tiene Europa competitividad en el costo de los salarios? NO

¿Tiene Europa competitividad en costo de las cargas sociales? NO

¿Tiene Europa competitividad en productividad del trabajo? NO

¿Tiene Europa competitividad en política fiscal? NO

¿Tiene Europa competitividad en la productividad del capital? NO

¿Tiene Europa competitividad en las economías de energía y otros insumos? NO

¿Tiene Europa competitividad en cuanto a calidad de los servicios públicos? NO

¿Puede Europa aumentar la capacidad de producción? SI

¿Puede Europa mejorar la calidad de producción? SI

¿Puede Europa reducir el plazo de puesta en el mercado de productos? SI

¿Puede Europa diferenciar y ampliar gamas de productos? SI

¿Puede Europa alcanzar especialización en mercados y productos? SI

¿Puede Europa alcanzar mayor eficacia de las redes y de la cooperación entre empresas? SI

 

Las respuestas negativas y positivas nos llevan a la situación de aceptar que Europa no puede ser competitiva en todo ni ante todos. Tal vez, mas bien, podríamos afirmar que, puede serlo ante pocos y en pocos productos o sectores.

Al margen de los límites cuantitativos y cualitativos estarían los volitivos, culturales, de equidad, de educación, de justicia social, de virtuosismo, de prudencia, de discreción, de cualificación, de habilidades y de ideas que poseen sus ciudadanos.

¿Se puede jugar al fútbol con las reglas del baloncesto o viceversa?

En la primera jugada nos cobrarían falta. Pues eso, es lo que ocurre a Europa. Intenta participar de un juego, "la competitividad", con reglas distintas a la de los demás participantes.

Llevar la "competitividad" al límite, puede producir fenómenos similares –para seguir con el simil deportivo– al del dopping del ciclismo en el Tour de Francia 1998. ¿Quieren que no se droguen?, pregunta un periodista y entrenador ciclista. Humanicen el ciclismo, contesta. Hoy es un deporte para la televisión. Hagan etapas más cortas, espectaculares, con finales en alto que no pasen de los 200 kilómetros y, con suficientes descansos. Y cambien las reglas económicas. Los equipos ponen los artistas para las galas del tour. ¿Saben quién se lleva los cientos de millones que produce el espectáculo?. Una sociedad llamada Tour de Francia. Una vergüenza. Termina.

La otra variante. La capitalista, pensamos, es la del Sr. Juan Antonio Samaranch, Presidente del Comite Olímpico Internacional, que dice:"Dopaje es todo aquel producto que, primero, daña la salud del deportista y, segundo aumenta artificialmente su rendimiento. Si se produce sólo esta segunda condición, para mi no es dopaje……la lista actual de productos dopantes debe reducirse drásticamente".

La disyuntiva entonces está en cambiar de reglas, o bien cambiar de juego.

Cambiar de reglas –aspecto que no apoyamos, con fervor– significa el fin del estado del bienestar, la reducción del sector público a su mínima expresión, alta flexibilidad laboral, despido libre, menores salarios, eliminación del subsidio de desempleo, convenios colectivos por empresas, sindicalización libre, eliminación de todo tipo de subvenciones, sanidad privada, reducción de la educación pública, jubilación privada, privatización de los servicios públicos, eliminación de cualquier tipo de vivienda pública.

Cambiar de juego –aspecto que nos interesa mucho más– significa sólo competir libremente con aquellos oponentes que lo hacen con las mismas reglas.

Competir con quienes pagan el mismo costo de los factores o aceptan la aplicación de un arancel compensatorio equivalente.

¿Puede una empresa –por más eficiente que sea– competir contra una similar en un país extranjero si a igualdad de tecnología, escala y equipamiento la última paga a sus trabajadores 200 dólares al mes (Brasil) o 200 dólares al año (India, Malasia, Vietnam)?.

¿Puede competir con Estados Unidos o Japón con un costo laboral superior en un 50% segun Rifkin; que en el caso alemán, lleva la mano de obra fabril, a ser dos terceras partes más altas que en Estados Unidos, en información de Thurow?.

Con una desventaja que llega al 10 o 20% del PBI como participación en pagos de la seguridad social, a un 15% en el pago de impuestos de las empresas, a más de 10 dólares la hora de pago salarial; trabajando 298 horas menos por año que los americanos y 488 menos que los japoneses, con más de 40 días al año de vacaciones, en realidad hay que ser "genial" para poder competir a nivel mundial.

Tal vez por eso, la economía europea no crece, no genera empleos, y pierde terceros mercados, o lo que resulta más dramático, pierde mercado propio, en manos de terceros.

De la tríada, Estados Unidos, en 1998, aparece en mejor forma y ha tomado resueltamente la delantera en la economía del conocimiento, Japón no se adapta a los cambios y se ve anclado en la etapa de la producción industrial masiva perdiendo competitividad global, Europa es tercera "cómoda", y si todo sigue igual, pronto será sólo "un mercado".

En alguna medida ser "un mercado"; el mercado más importante del mundo, tiene gran valor, y de eso se trata, de hacerlo valer.

Si no podemos primar nuestra fuerza de ventas, bien podemos utilizar nuestro poder de compras, para renegociar la globalización, la competitividad, y el libre comercio.

Si Europa no quiere hacer el duro –¿imposible?– régimen de adelgazamiento, que le impone la competencia internacional, y no tiene poder político, para modificar las reglas de juego, si tiene –vaya si la tiene–, enorme fuerza, para definir las condiciones, que deberán cumplir los productos, empresas y países que quieran ingresar a su mercado.

Dejamos el tema planteado para retomarlo en próximos capítulos; ahora veamos si todos los jugadores realmente practican el juego limpio, o sea la libertad de mercado y el libre comercio que predican o prometen.

Ricardo Lomoro

Partes: 1, 2
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