– La nueva geoeconomía (Project Syndicate – 8/1/16)
Colombo, Sri Lanka.- El año pasado fue inolvidable para la economía mundial. El desempeño de la economía, de manera general, no sólo fue decepcionante, sino que además ocurrieron cambios profundos -tanto para bien como para mal- en el sistema económico mundial.
Lo más notable fue el acuerdo sobre el clima de Paris, que fue alcanzado el pasado mes. Por sí solo, el acuerdo está lejos de ser suficiente para limitar el aumento del calentamiento global a la meta de 2ºC por encima del nivel preindustrial. Sin embargo, este acuerdo puso a todos en sobre aviso: El mundo se está desplazando, inexorablemente, hacia una economía verde. Un día no muy lejano, los combustibles fósiles serán, en gran parte, una cosa del pasado. Así que cualquier persona que en la actualidad invierte en la industria del carbón, lo hace a su propio riesgo. Debido a que un mayor número de inversiones verdes pasan a primer plano, esperemos que aquellos que las financien vayan a contrarrestar el poderoso cabildeo de la industria del carbón, que está dispuesta a poner al mundo en riesgo para lograr el avance de sus propios y miopes intereses.
En los hechos, el alejamiento de una economía de alto contenido de carbono, donde con frecuencia son los intereses ligados al carbón, gas y petróleo los que dominan, es sólo uno de varios cambios importantes en el orden geoeconómico mundial. Muchos otros cambios son inevitables, debido al franco crecimiento de la participación porcentual de China en la producción y demanda mundial. Se puso en marcha el año pasado el Nuevo Banco de Desarrollo, establecido por los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), convirtiéndose en la primera institución financiera internacional de importancia que es liderada por los países emergentes. Y, a pesar de la resistencia del presidente estadounidense Barack Obama, y con el liderazgo de China, también se creó el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, mismo que iniciará operaciones este mes.
EEUU actuó con mayor sabiduría en lo que se refiere a la moneda china. No obstaculizó la entrada del yuan a la canasta de monedas que conforman los Derechos Especiales de Giro (DEG), que es el activo de reserva del Fondo Monetario Internacional. Además, un lustro después de que la administración de Obama accediera a realizar cambios modestos en los derechos de voto de China y de otros mercados emergentes en el FMI – haciendo una pequeña venia aprobatoria a las nuevas realidades económicas- el Congreso de Estados Unidos aprobó, finalmente, las reformas.
Las decisiones geoeconómicas más polémicas del año pasado son las relativas al comercio exterior. Casi de manera desapercibida, después de años de conversaciones inconexas, la Ronda de Doha para el Desarrollo promovida por la Organización Mundial del Comercio -iniciada con el objetivo de corregir los desequilibrios en los acuerdos comerciales anteriores que favorecían a los países desarrollados- fue sepultada silenciosamente. La hipocresía de Estados Unidos -ya que pregona defender el libre comercio, pero se niega a abandonar los subsidios al algodón y otros productos agrícolas- se había constituido en un obstáculo insuperable para las negociaciones de Doha. En lugar de llevar a cabo negociaciones a nivel mundial sobre comercio exterior, EEUU y Europa han montado una estrategia de "divide y vencerás", basada en bloques y tratados comerciales que se superponen.
Como resultado de ello, lo que se pretendió llegue a ser un régimen de libre comercio mundial ha dado paso a un discordante régimen de comercio exterior administrado. El comercio exterior de gran parte de las regiones del Pacífico y del Atlántico se regirá por acuerdos con miles de páginas de extensión y que están repletos de complejas reglas de origen que contradicen los principios básicos de eficiencia y libre circulación de mercancías.
EEUU finalizó sus negociaciones secretas sobre lo que puede llegar a ser el peor acuerdo comercial en décadas, el denominado Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), y ahora enfrenta a una batalla cuesta arriba para su ratificación, ya que todos los principales candidatos presidenciales demócratas y muchos de los republicanos han abogado en contra del mismo. El problema no radica tanto en las disposiciones comerciales de dicho acuerdo, sino en el capítulo sobre "inversiones", que restringe severamente las regulaciones de salud, medio ambiente y seguridad, e incluso las regulaciones financieras, causando impactos macroeconómicos significativos.
En particular, dicho capítulo otorga a los inversionistas extranjeros el derecho a demandar a los gobiernos en tribunales internacionales privados cuando ellos consideren que las regulaciones gubernamentales contravienen los términos del TPP (redactados en más de 6.000 páginas). En el pasado, esos tribunales han interpretado el requisito de que los inversionistas extranjeros reciban un "trato justo y equitativo" como motivo para derribar nuevas regulaciones gubernamentales -incluso cuando las mismas no son discriminatorias y se las adopta simplemente para proteger a los ciudadanos de daños atroces recientemente descubiertos.
Si bien el lenguaje es complejo -lo que es una invitación abierta a costosas demandas en tribunales que enfrentan a corporaciones poderosas contra gobiernos deficientemente financiados- se puede apreciar que incluso las regulaciones que protegen al planeta de las emisiones de los gases de efecto invernadero pueden ser vulneradas. Las únicas regulaciones que aparentemente están a salvo son las relacionadas con los cigarrillos (las demandas presentadas contra Uruguay y Australia por exigir un etiquetado modesto acerca de peligros para la salud atrajeron demasiada atención negativa). Sin embargo, sigue habiendo una serie de interrogantes acerca de la posibilidad de demandas en una infinidad de otras áreas.
Asimismo, una disposición sobre la "nación más favorecida" asegura que las empresas puedan reclamar el mejor tratamiento ofrecido en cualquiera de los países anfitriones de los acuerdos. Esto estable una competencia sobre quien llega primero al último lugar – lo que es exactamente lo opuesto a lo prometido por el presidente estadounidense Barack Obama.
Incluso la forma en la que Obama abogó por el nuevo acuerdo comercial mostró cuán fuera de foco se encuentra su administración con respecto a la nueva economía mundial. En repetidas ocasiones dijo que el TPP podría determinar quién -EEUU o China- redactaría las normas de comercio exterior del siglo XXI. El enfoque correcto es llegar a crear dichas normas de manera colectiva, escuchando todas las opiniones, y llevando a cabo todo esto en una forma transparente. Obama ha tratado de perpetuar que se lleven a cabo los negocios de la manera acostumbrada, por lo que las normas que rigen el comercio exterior y la inversión a nivel mundial son redactadas por las corporaciones estadounidenses para las corporaciones estadounidenses. Esto debería ser inaceptable para cualquier persona comprometida con los principios democráticos.
Aquellos que buscan una mayor integración económica tienen una responsabilidad especial en cuanto a constituirse en firmes defensores de las reformas de la gobernanza mundial: si la autoridad sobre las políticas nacionales se cede a los organismos supranacionales, lo que sigue, es decir la redacción, implementación y aplicación de las normas y reglamentos, tiene que gestionarse con especial sensibilidad con respecto a las preocupaciones democráticas. Desafortunadamente, este no fue siempre el caso durante el año 2015.
En el año 2016, debemos tener la esperanza de que el TPP sea derrotado, y que este sea el año en el comience una nueva era de acuerdos comerciales que no premien a los poderosos y castiguen a los débiles. El acuerdo sobre el clima de París puede ser un buen augurio sobre el espíritu y la conciencia que se necesitan para sustentar una auténtica cooperación a nivel mundial.
(Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and University Professor at Columbia University, was Chairman of President Bill Clinton"s Council of Economic Advisers and served as Senior Vice President and Chief Economist of the World Bank)
– El reto de dar forma a la Cuarta Revolución Industrial (Project Syndicate – 11/1/16)
Ginebra.- De entre los muchos desafíos que enfrenta el mundo en la actualidad, quizás el mayor sea cómo orientar la Cuarta Revolución Industrial que comenzó a principios de siglo. Las nuevas tecnologías y enfoques están fusionando los mundos físico, digital y biológico de maneras que transformarán a la humanidad en su esencia misma. Del modo en que abordemos los riesgos y oportunidades que vayan surgiendo dependerá lo positiva que esta transformación pueda llegar a ser.
La Cuarta Revolución Industrial se basó en la Tercera Revolución Industrial, conocida también como Revolución Digital, que dio pie a la proliferación de los ordenadores y la automatización de los registros, pero la nueva ola transformadora difiere de sus predecesores en varios aspectos clave. En primer lugar, las innovaciones se pueden desarrollar y difundir más rápido que nunca. Segundo, la reducción de los costes de producción y al auge de las plataformas que reúnen y concentran actividades de diferentes sectores aumenta los rendimientos de escala. Tercero, esta revolución global afectará a todos los países (y será moldeada por ellos), con un impacto a nivel de sistema en muchas áreas diferentes.
La Cuarta Revolución Industrial tiene el potencial de empoderar a personas y comunidades a medida que cree nuevas oportunidades de desarrollo económico, social e individual. Pero también puede causar la marginación de algunos grupos, exacerbar la desigualdad, dar origen a nuevos riesgos para la seguridad y socavar las relaciones humanas.
Para aprovechar las oportunidades y evitar sus riesgos, debemos ponderar cuidadosamente las interrogantes que plantea: reconsiderar nuestras ideas sobre el desarrollo económico y social, la creación de valor, la privacidad y la propiedad, y hasta la identidad individual. Tenemos que abordar como individuos y colectivo los problemas morales y éticos que pone por delante la investigación de vanguardia en inteligencia artificial y biotecnología, cuyos hallazgos harán posible una importante extensión de la vida, el diseño de los bebés y la extracción de la memoria. Y tenemos que adaptarnos a nuevos modos de conocer personas y alimentar relaciones.
No se puede sobrestimar la escala del reto. La Cuarta Revolución Industrial podría llevarnos a formas de aumento de las capacidades humanas que nos hagan cuestionar la naturaleza misma de nuestra existencia, y más pronto de lo que podríamos imaginar.
Pensemos en cómo la tecnología móvil ya ha cambiado nuestras vidas y relaciones. A medida que la novedad de las prendas tecnológicas o wearables abra paso a su necesidad cotidiana (y, más tarde, cuando se conviertan en tecnología integrada a nuestras vidas), ¿perderemos la oportunidad de hacer pausas, reflexionar y participar de conversaciones significativas y sustanciales? ¿Cómo cambiarán nuestra vida interior y la de quienes nos rodean? Se trata de preguntas de peso sobre las cuales probablemente aumente la intensidad del debate en los años venideros.
Por supuesto, la tecnología no es una fuerza exógena sobre la que los seres humanos no tengamos control. No estamos limitados a una elección binaria entre aceptación y rechazo. Más bien, las decisiones que cada día tomemos como ciudadanos, consumidores e inversionistas marcarán el rumbo del avance tecnológico. Mientras más pensemos sobre esas decisiones, nosotros mismos y los modelos sociales de los que dependemos, mejores serán nuestras posibilidades de orientar la revolución de modo que vaya en dirección de nuestros objetivos comunes y sostenga nuestros valores.
En esta dirección será esencial desarrollar nuevas formas de colaboración y gobernanza, junto con una narrativa positiva en común. Para ello son necesarios tres pasos.
Primero, debemos seguir creando conciencia y comprensión acerca de lo que está en juego. La toma de decisiones no puede ocurrir aisladamente. Necesitamos un enfoque amplio que reúna a las mentes más brillantes de todo el planeta, de los ámbitos tanto público como privado.
En segundo lugar, desarrollar narrativas constructivas e integradoras acerca del rumbo que debería tomar esta Cuarta Revolución Industrial. Por ejemplo, asegurándonos de que nuestros comportamientos en lo individual y colectivo se guíen por valores morales y éticos, también en los mercados financiero y de capitales. Debemos ir más allá de la tolerancia y el respeto para abrazar una empatía y compasión genuinas y lograr que el empoderamiento y la inclusión se conviertan en principios guía de nuestras acciones.
En tercer lugar, debemos reestructurar nuestros sistemas económico, social y político. Está claro que nuestras actuales estructuras de gobierno y los modelos predominantes de creación de riqueza no pueden satisfacer nuestras necesidades actuales ni, lo que es más importante, las futuras. Hoy no necesitamos ajustes menores ni reformas marginales, sino una transformación amplia y creativa que abarque todo el sistema.
El modo en que se desarrolle la Cuarta Revolución Industrial dependerá de las personas, la cultura y los valores. Con todo lo notables que puedan ser, las nuevas tecnologías son en lo fundamental herramientas creadas por personas para personas. Debemos recordar esto y asegurarnos de que la innovación y la tecnología sigan poniendo a la gente en primer lugar, impulsándonos hacia un desarrollo sostenible e integrador.
Una vez lleguemos a ese punto, podemos avanzar todavía más. Tengo la firme convicción de que la nueva era tecnológica, si se encara de forma responsable y asertiva, podría catalizar un nuevo renacimiento cultural que nutra la noción de que somos algo mucho mayor que nosotros: una verdadera civilización global.
La Cuarta Revolución Industrial puede poner en peligro las fuentes que tradicionalmente han dado sentido a la humanidad (trabajo, comunidad, familia e identidad), o conducirla a una nueva conciencia colectiva y moral que se base en la noción de un destino en común. Está en nosotros decidir.
(Klaus Schwab is Founder and Executive Chairman of the World Economic Forum)
– Humanizar un futuro inhumano (Project Syndicate – 12/1/16)
Washington, DC.- El impacto que los avances tecnológicos innovadores tendrán en el funcionamiento de nuestras economías y mercados laborales, como por ejemplo el impacto de la inteligencia artificial, ha sido un tema candente desde hace mucho tiempo. Pero, el libro recientemente publicado de Jerry Kaplan "Humans Need Not Apply: A Guide to Wealth and Work in the Age of Artificial Intelligence" ha hecho que realmente me dé cuenta de la verdadera magnitud de los aspectos socioeconómicos que están en juego.
Un ejemplo relativamente bien conocido del impacto que la revolución digital tiene sobre el funcionamiento de los mercados es la capacidad de obtener enormes ganancias en negociaciones de alta frecuencia, al situarse un microsegundo "por delante" de todos los demás. Otro ejemplo es la capacidad de discriminación de precios gracias a los creadores de nuevos mercados electrónicos como Uber, que mediante estos mercados asignan cada centavo del antiguo "excedente del consumidor" de la teoría microeconómica. Pronto un nuevo tipo de Uber mejorado podría surgir, integrando servicios de viajes en vehículos, buses, barcos y aviones, así como habitaciones de hotel, en una "súper-app". De hecho, en la actualidad algunos fabricantes de automóviles están trabajando exactamente en eso.
Una pregunta clave que se debe formular es por qué las formas de competencia tradicional no recortan rápidamente estas ganancias. La respuesta se encuentra a menudo en el modelo de negocios. Las empresas piden prestado mucho para poner en marcha sus actividades, acumulan grandes costos fijos y ofrecen precios tan bajos al principio que pierden dinero. Esto les permite expandir sus negocios en una manera que es prácticamente libre de competencia, hasta establecer lo que es, esencialmente, un monopolio. En ese momento, pueden subir sus precios y participar en la discriminación de precios con relativa libertad.
Como Kaplan señala, eso es, precisamente, lo que Amazon ha hecho. Primero logró una escala masiva, la que le permite almacenar productos aún no pedidos en lugares difusamente distribuidos y con eso puede reducir sus costos de transporte. Por esto Amazon puede ofrecer entrega rápida y gratuita, condiciones que las empresas más pequeñas no pueden superar. Añada a esta situación algoritmos complejos que fijan precios de una manera que se maximiza las ganancias, y el predominio de la empresa parece estar relativamente asegurado.
Como este abordaje facilita el surgimiento de súper empresas a nivel mundial, se crean graves problemas en los mercados laborales y las sociedades, debido a que se destruyen empleos de nivel medio basados en habilidades tradicionales con mayor rapidez de la que se crean empleos similares basados en nuevas habilidades. Es igualmente grave el hecho de que esto contribuye a niveles alarmantes de desigualdad de ingresos, donde unos pocos hogares no sólo disfrutan de riqueza masiva, sino que también ejercen una considerable influencia política. Si el ingreso se concentra demasiado, a un ritmo demasiado rápido, la inversión deseada tenderá a caer por debajo de los ahorros disponibles, creando un desequilibrio macroeconómico keynesiano. (Contrariamente a la creencia popular, lo que importa no es la cantidad real de ingresos que fluye hacia quienes tienen los ingresos más altos, sino los cambios en esos ingresos).
Como están las cosas, el impacto de estos remesones tecnológicos continúa siendo relativamente pequeño en los países avanzados. Sin embargo, podría afectar a un 20% del PIB y a un 40% de los empleos hasta el año 2030. Ese es un gran cambio, que ocurre a una velocidad sin precedentes.
A pesar de que ya nos estamos acostumbrando a romper récords -por ejemplo, en el año 2013, más del 90% de todos los datos que se acumularon en toda la historia de la humanidad se habían acumulado en los dos años anteriores- la realidad es que la velocidad y la magnitud de esta transformación plantean importantes desafíos. Si no somos capaces de enfrentar dicha transformación en una manera adecuada, es poco probable que el resultado sea una sociedad más segura y más próspera; al contrario, el resultado más probable sería una sociedad en la que la frustración y la desesperanza aumenten, lo que probablemente conduciría a comportamientos extremos.
Una propuesta planteada por Kaplan es la creación de una "hipoteca de empleos". Las empresas con una necesidad futura de determinadas habilidades se convertirían en una especie de patrocinador, involucrándose debido a sus posibles ofertas de empleo en el futuro, de una persona dispuesta a adquirir dichas habilidades. El trabajador podría obtener un préstamo usando como garantía sus ingresos futuros proyectados con el propósito de financiar sus estudios. Los préstamos se reembolsarían una vez que la persona comience a trabajar. Si el empleo no se materializa, la persona se haría responsable de pagar sólo una fracción del préstamo, y la empresa absorbería el saldo, misma que, por lo tanto, compartiría una parte del riesgo. También habría un límite máximo al monto de pagos, calculado en la forma de un porcentaje de los ingresos del empleado.
Otras propuestas se centran en las reformas de los marcos legales con el propósito de reflejar con mayor precisión las nuevas formas de trabajo. Por ejemplo, quienes trabajan parcialmente por cuenta propia, es decir, como empleados autónomos, o quienes están parcialmente empleados por terceros estarían mejor incorporados en las políticas sociales.
Tales cambios, sin lugar a dudas, serían útiles. Sin embargo, ninguna de estas propuestas refleja la magnitud de la transformación que estamos enfrentando. Fundamentalmente, lo que realmente necesitamos es transformar la forma como funcionan nuestras sociedades – y necesitamos hacer esto rápidamente.
France Stratégie, que es asesora del gobierno francés, y el empresario estadounidense Nick Hanauer han propuesto reformas de política social que comparten una base conceptual similar. Las personas ganan "reclamaciones" a lo largo de sus períodos de vida, primero por ser residentes legales, y luego, por ejemplo digamos, por la obtención de títulos académicos, el logro de certificados profesionales, la realización de servicios a la comunidad (incluyendo el servicio militar), y por ganar dinero. Estas reclamaciones pueden ser canjeadas por diversos beneficios, como por ejemplo licencias por motivos familiares, reentrenamiento laboral, o ingresos de jubilación complementarios. El sistema incluiría a todos los residentes y sería totalmente portátil, con una gran cantidad de espacio para que las personas puedan elegir cómo y cuándo irían a utilizar sus reclamaciones. Acuerdos complementarios -por ejemplo con los posibles empleadores quienes ofrecen créditos adicionales para reentrenamiento laboral- se podrían también implementar.
De manera paralela, los gobiernos deben mejorar su política de competencia para protegerse frente al surgimiento de monopolios mundiales. En este punto, los nuevos acuerdos comerciales mega-regionales, como ser el Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión y el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica, debería resultar ser muy valiosos, siempre y cuando no se permita que los actores poderosos de hoy en día impongan condiciones que promuevan únicamente sus propios intereses. También se debe fortalecer a la cooperación internacional para evitar que las multinacionales evadan impuestos al trasladar ganancias entre jurisdicciones. Tal evasión fiscal ha llegado a cientos de miles de millones de dólares.
Hacer uno que otro cambio para remendar los sistemas existentes no será suficiente para prepararnos para la transformación impulsada por la tecnología que estamos enfrentando. Necesitamos una estrategia integral destinada a hacer que los mercados – y las políticas – sean realmente competitivos, y para garantizar que las políticas públicas trabajen para el beneficio de todos.
(Kemal Dervis, former Minister of Economic Affairs of Turkey and former Administrator for the United Nations Development Program (UNDP), is a vice president of the Brookings Institution)
– El reto de afrontar el cambio en el mercado laboral (Project Syndicate – 18/1/16)
Davos.- Mientras la economía mundial cambia a un ritmo cada vez más acelerado, en varios países el mercado laboral no sólo lucha por mantenerse en pie sino que parece haberse descompuesto de distintas maneras importantes. Coexisten un alto desempleo y puestos de trabajo sin llenarse. La productividad en ascenso no se expresa en salarios más altos. Para muchos el ascenso social resulta inalcanzable a pesar de que la economía ha comenzado a recuperarse.
Afortunadamente, parece que hay cambios en camino. Cuatro tendencias globales están dando nueva forma al mundo laboral, ayudando a solucionar contradicciones y superar las disfunciones que surgen a medida que las empresas, los trabajadores y los gobiernos se adaptan al nuevo entorno demográfico, tecnológico y económico.
La primera tendencia es demográfica. En gran parte del mundo, el envejecimiento de la población y la reducción de las tasas de natalidad implica que se acercan a su fin los tiempos en que la mano de obra era abundante. Cerca del 60% de la población mundial habita en países con fuerzas de trabajo estancadas o en caída. La población en edad laboral de China alcanzó su máximo en 2010; para 2050, más de un cuarto de su población tendrá más de 65 años (hoy la cifra es apenas un 8%). En Alemania, se espera que la fuerza laboral descienda en seis millones de personas en los próximos 15 años.
A medida que la mano de obra se vuelva cada vez más escasa, los empleadores y las autoridades se verán obligados a reconsiderar sus modos de encontrar habilidades. En Japón, donde un cuarto de la población es mayor de 65 años, el Primer Ministro Shinzo Abe ha impulsado una importante iniciativa para hacer que más mujeres y personas de edad formen parte del mercado laboral. Como resultado, a pesar de que en el país la población en edad laboral (según su definición tradicional) ha descendido en un 8% en la última década, la caída de la fuerza laboral fue de apenas un 1%.
En otros lugares están apareciendo otras estrategias para cerrar la brecha laboral. Frente al envejecimiento de la población, las empresas del sector aeronáutico han impulsado horarios de trabajo flexibles, jubilaciones escalonadas por fases, carreras "encore" (es decir, reorientación profesional tras la mitad de la vida) y una gran cantidad de programas de transferencia de conocimientos para capacitar a la nueva generación de empleados. Las compañías que no pueden encontrar en un país el talento que precisan hacen uso del teletrabajo, e intentan atraer grupos subrepresentados, como mujeres, jóvenes, minorías, personas con discapacidades y emigrantes.
Al mismo tiempo, otra tendencia, el auge de la opción individual, está dando a los trabajadores una flexibilidad sin precedentes. Hoy, cuando al alcance de un clic hay millones de puestos de trabajo, la mayoría de los nacidos a comienzos de siglo esperan cambiar de orientación varias veces durante el curso de sus carreras profesionales. En lugar de tratar de aferrarse a un empleo de por vida, la meta hoy es mantenerse empleable: desarrollar las habilidades y experiencia necesarias para avanzar, independientemente de cuál sea el empleador.
Como resultado, cada vez más las habilidades determinan los salarios y las oportunidades, en lugar de la antigüedad. Estos talentos más buscados cuentan con mayor poder de negociación, pueden administrar sus carreras en mejores condiciones y lograr salarios más altos. Quienes carecen de habilidades demandadas sufren dificultades y se sienten prescindibles.
Hasta ahora, esta abundancia de opciones ha hecho que las compañías prefieran no invertir recursos en capacitar empleados que, después de todo, pronto podrían decidir unirse a un competidor. Sin embargo, a medida que sea más difícil retener a los empleados bien cualificados, es posible que decidan invertir más en desarrollo profesional. Los empleadores que lo ofrezcan se convertirán en un destino para los trabajadores talentosos.
La tercera tendencia que está dando nueva forma a los mercados laborales es la rapidez del cambio tecnológico, del que pocos sectores industriales están a salvo. Se espera que la automatización, facilitada por una mejor tecnología de inteligencia digital, tenga un efecto importante sobre los empleos. Es altamente probable que hasta un 47% de los puestos de trabajo que existían en Estados Unidos en 2010 dejen de existir debido a la computarización en las próximas dos décadas. Si la historia sirve de pauta, nuevas industrias y oportunidades reemplazarán a las que se pierda, pero la transición será dificultosa y durará décadas.
Y, sin embargo, hay razones para el optimismo. Incluso si la tecnología barre sectores de la industria, facilitará el surgimiento de nuevos modelos que podrían ayudar a solucionar algunos de los problemas del sector laboral. PricewaterhouseCoopers estima que los cinco principales sectores del consumo colaborativo (financiamiento entre pares, dotación de personal en línea, alojamiento entre pares, uso compartido de vehículos y streaming de vídeo y música) podría crecer de los actuales 15 mil millones de dólares en ingresos a 335 mil millones en 2025. No hay duda de que se trata de una industria de menor tamaño, pero ha desatado un torrente de creatividad a partir de la pregunta básica de cómo alinear mejor la oferta y la demanda de trabajo en un mundo que avanza a un ritmo cada vez mayor.
Una cuarta tendencia que es evidente en el mercado laboral de hoy en día es la rápida adopción del manejo de recursos humanos basados en datos por parte de los empleadores con sofisticación tecnológica. La gestión del talento ha pasado de ser un arte a una ciencia, a medida que las organizaciones aplican big data y técnicas de cadena de suministro para enfocar la selección y la retención. Con la proliferación del llamado análisis de personas (pruebas de inteligencia y comportamiento, tarjetas de puntuación de desempeño digital y mejores sistemas de información), las compañías conocen como nunca antes a sus empleados. Es más fácil ver dónde están los mejores talentos al interior de una compañía o dónde podría haber brechas.
Las compañías están haciendo uso de estos datos para pensar más estratégicamente sobre cómo seleccionar y contratar talento humano. Por ejemplo, dado lo difícil que resulta mantenerse al día con la cambiante tecnología, cada vez más empresas externalizan a terceros expertos la gestión de la tecnología de la información. A su vez, esto crea nuevas eficiencias, permitiendo que los proveedores de seguridad en la red monitoreen ataques contra una amplia gama de clientes y compartan estrategias y soluciones. La selección y contratación es otra área que se está externalizando cada vez más para lograr personal con experiencia y elevar su eficiencia.
En resumen, soy un optimista. El periodo difícil y agitado en el que nos encontramos creará nuevas oportunidades. La creciente constatación de que los mercados laborales han cambiado de manera fundamental y permanente motivará a las autoridades, empleadores y empleados a abordar los nuevos desafíos de modos en que todos se beneficien. Los grandes cambios nunca son fáciles, pero cuando se afrontan bien pueden volvernos más fuertes y mejores.
(Jonas Prising is Chairman and CEO of ManpowerGroup)
– Cómo dominar la Cuarta Revolución Industrial (Project Syndicate – 21/1/16)
Londres.- La innovación tecnológica genera desde hace mucho reacciones diametralmente opuestas: algunos se maravillan con las nuevas posibilidades y otros temen el cambio disruptivo, pero la mayoría de nosotros ni siquiera nos damos cuenta de qué está ocurriendo. Consideramos el cambio como algo dado.
El ingenio humano no se reconoce ni aprecia lo suficiente, especialmente en los mercados financieros. Los inversores se obsesionan por cuestiones más pedestres: temores por un aterrizaje forzoso en China, la repercusión de la caída de los precios del petróleo, y el riesgo de que algún shock pueda llevar a que la frágil economía mundial se desplome nuevamente hacia la recesión o la deflación.
Obviamente, las preocupaciones por las condiciones de la demanda global no carecen de fundamento (ciertamente, lo último que la economía mundial necesita es más estrés). Sin embargo, a pesar de toda nuestra angustia por el exceso de deuda y lo inadecuado de las políticas, nada es tan importante como el ingenio humano para mejorar los niveles de vida y las oportunidades de inversión. De hecho, la llegada de las nuevas tecnologías ofrece la promesa de una Cuarta Revolución Industrial, el tema del Foro Económico Mundial de Davos este año.
La Primera Revolución Industrial se basó en el motor a vapor. El invento de James Watt, presentado alrededor de 1775, impulsó la expansión de la industria del siglo XIX de sus orígenes en Inglaterra hacia Europa y Estados Unidos. La Segunda Revolución Industrial, desde el último tercio del siglo XIX al inicio de la Primera Guerra Mundial, fue impulsada por los avances en electricidad, transporte, productos químicos, acero y (especialmente) la producción y el consumo masivos. La industrialización se difundió aún más (al Japón después de la restauración Meiji y al interior de Rusia, que experimentaba una bonanza hacia los comienzos de la Primera Guerra Mundial). La Tercera Revolución Industrial llegó hacia fines del siglo pasado con la producción y difusión de las tecnologías de la información.
La promesa de una Cuarta Revolución Industrial descansa en los avances en robótica, la Internet de las cosas, los grandes datos, la telefonía móvil y la impresión 3D. Según una estimación, la adopción exitosa de estas nuevas tecnologías podría impulsar la productividad global tanto como la computadora personal e Internet lo hicieron a fines de la década de 1990. Para los inversores, la cuarta revolución ofrece oportunidades de grandes beneficios, similares a las que lograron sus predecesoras. Ya los pioneros en tecnologías de cuarta generación reciben valuaciones asombrosas.
Nuevas épocas de crecimiento de la inversión, la productividad y el nivel de vida no solo son posibles, sino que resultan probables y se repetirán con una frecuencia cada vez mayor. Y son resultado del ingenio humano, pero las nuevas ideas requieren más que ciencia básica o magia empresarial de garaje. Para ser transformadora, la tecnología debe ser adoptada y difundida en la vida diaria.
Eso es más fácil de decir que de hacer. En los inicios de la industrialización, Watt tuvo dificultades financieras y no pudo comercializar exitosamente su motor a vapor hasta formar una asociación con el fabricante inglés Matthew Boulton.
Más importante aún es que la historia sugiere que el entusiasmo -en términos macro y de mercado- puede adelantarse a la realidad. No es necesario ser un "pesimista de la productividad" (y sostener, por ejemplo, que el baño bajo techo fue la última gran invención humana) para reconocer que muchas nuevas tecnologías producen mucho menos de lo prometido, o solo recompensan a los inversores mucho tiempo después.
Vale la pena recordar que la energía a vapor antecedió a Boulton y Watt casi una centuria y que fue necesario más de medio siglo para que su invención superara a los tradicionales molinos de agua como pilar energético de la producción industrial del siglo XIX. Volta descubrió las células eléctricas en 1800, pero fueron necesarias ocho décadas más para introducir la corriente continua como forma de transmisión eléctrica.
De manera similar, ENIAC -la primera computadora electrónica– fue desarrollada en secreto durante la Segunda Guerra Mundial. La capacidad de cálculo y su uso crecieron exponencialmente durante las décadas siguientes del siglo XX; pero incluso en los 80, el economista y premio nobel Robert Solow podía bromear y afirmar que la era informática podía verse «en todas partes, excepto en las estadísticas de productividad».
Para los inversores, esta cuestión tiene implicaciones importantes (entre ellas la necesidad de ser pacientes y resistir la tentación de pagar en exceso tempranamente). Inicialmente, identificar a los perdedores (¿quién recuerda a Wang Computers?) puede ser tan importante como elegir a los ganadores.
También es importante entender la forma en que la tecnología puede transformar sectores que aparentemente no están relacionados. La llegada de la capacidad de cálculo permitió que los "hipermercados" minoristas estadounidenses -Walmart, Staples, Home Depot y otros- reemplazaran tanto a las pequeñas tiendas como a las cadenas de venta minorista establecidas en las décadas de 1950 y 1960. La capacidad de cálculo -junto con los avances en la logística del transporte, el almacenamiento y las entregas- permitió hasta la fecha que los vendedores minoristas lograran economías de escala inimaginables.
Sin embargo, hoy día estos mismos hipermercados se ven asediados por la venta minorista en línea, que promete economías de escala y eficiencias logísticas aún mayores, logrando precios menores que la más eficiente de las operaciones tradicionales.
Eso es ingenio. Pero, para parafrasear a Joseph Schumpeter, también es algo destructivo. En lenguaje actual hablamos de "tecnologías disruptivas", pero no hay que dejarse engañar por la jerga: las nuevas formas de producir cosas a menudo matan a las viejas industrias y eliminan puestos de trabajo antes de que la totalidad de los beneficios del modo sucesor de producción se haga realidad. Un cierto grado de violencia acompaña inevitablemente al progreso humano.
Por eso los ejecutivos que se reúnen en Davos este mes están discutiendo sobre "cómo dominar" la Cuarta Revolución Industrial. Independientemente de todas las promesas que inspiran asombro por los avances tecnológicos, la suya es una preocupación acertada.
(Larry Hatheway is Chief Economist of GAM Holding)
– La tercera y última oleada de la crisis (El Economista – 25/1/16)
(Por Peter Oppenheimer)
La caída de los precios al consumo y de las materias primas, constituyen una pareja inusual, que se ha acoplado desde 2010 al rápido crecimiento de los precios de los activos. Esta aparente paradoja se explica por el débil crecimiento global y la agresiva respuesta de las políticas expansivas, factores ambos que han disparado las valoraciones en los mercados de capitales.
Sin embargo, están surgiendo nuevas preocupaciones sobre la sostenibilidad de los altos precios de los activos en un escenario caracterizado por la debilidad de las economías emergentes, precios de las materias primas a la baja, y la posibilidad de una subida de los tipos de interés en Estados Unidos. Todo ello hace presagiar una nueva oleada de problemas en la crisis financiera global.
Esta oleada, que tiene su epicentro en las economías emergentes, está relacionada con las otras fases precedentes. La primera se produjo en Estados Unidos a raíz del colapso del mercado inmobiliario residencial, posteriormente amplificada por la crisis de crédito que finalizó con la caída de Lehman Brothers y el lanzamiento de políticas de expansión cuantitativa, conocidas como Quantitative Easing (QE).
La respuesta a la primera inyección monetaria en Estados Unidos no se hizo esperar: la perspectiva de una recuperación de la actividad se plasmó en un decidido rally de los activos de riesgo. No obstante, sus efectos fueron efímeros y el foco pronto pasó a Europa, donde tomó cuerpo una segunda oleada, que comenzó cuando los bancos del continente se vieron obligados a afrontar grandes pérdidas. Dicha situación se transformó posteriormente en una crisis de deuda soberana en toda regla, debido a la ausencia de mecanismos para compartir riesgos en la zona euro. Las promesas de "hacer lo que haga falta", acompañadas de medidas de QE para la eurozona ese mismo año, zanjaron el asunto.
Cuando Europa parecía emerger de la crisis, una tercera oleada golpeó las materias primas y debilitó a los mercados emergentes. El punto de partida de esta tercera oleada hay que ubicarlo en economías con grandes desequilibrios externos desde donde se contagió a otros países, incluida China, cuya ralentización contribuyó a incrementar los problemas. No en vano muchos países emergentes dependen de las exportaciones al gigante asiático.
Ahora, tanto las economías como los mercados financieros están en una encrucijada. Uno de los caminos lleva al estancamiento persistente, un destino no descartable si tenemos en cuenta la debilidad de los emergentes y el temor que infunden las economías desarrolladas por sus cada vez más ineficaces políticas para desactivar las fuerzas deflacionarias.
El otro camino conduce hacia la normalización de la actividad mundial. En el mejor de los escenarios y si la tercera oleada fuese el último episodio de la crisis, con adecuadas políticas la economía mundial podría salir fortalecida y, por tanto, más estable y resistente.
El miedo a que se produzca el escenario de estancamiento se está consolidando no sólo por la ralentización de los emergentes y la caída de las materias primas, sino por las tensiones financieras que se viven en los países desarrollados y el comportamiento del sector privado. Actuaciones como incrementar el reparto de dividendos o la proporción de gasto de capital en programas de recompra de acciones son vistas como perjudiciales a largo plazo para las perspectivas de flujo de caja y justifican primas de riesgo más elevadas.
El panorama actual requiere de una cuidadosa contextualización. La debilidad de los emergentes es un paso necesario para forzarles al equilibrio y el desapalancamiento, bases sobre las que estas economías edificarán un crecimiento a largo plazo. La caída de las materias primas tiene que ver mucho más con la oferta que con la demanda.
Asimismo, la recompra de acciones es una respuesta justificada al desajuste entre una deuda barata y un mercado de valores caro. Por último, el impulso de las inversiones en tecnología, en detrimento de las materias primas, refleja que los gastos en software son hoy en día más atractivos que las tradicionales inversiones en bienes de equipo.
En cualquier caso, el trasvase de poder de los productores (industrias, empresas de materias primas y beneficiarios de inversiones de capital) a los consumidores va a continuar. Los primeros han gozado de más de una década favorable debido al boom de las inversiones en materias primas, la capitalización de los emergentes y un fuerte aumento del comercio mundial. Todos estos factores están siendo sustituidos por una persistente desaceleración.
Los consumidores, por el contrario, se han enfrentado a muchas dificultades: endurecimiento de la política fiscal, recorte del ahorro familiar, caída de los ingresos e incertidumbre. Las condiciones están empezando a mejorar, alentadas por la caída de las materias primas y la disrupción tecnológica. Según nuestro punto de vista, la amenaza que supone la ralentización de los emergentes para el crecimiento mundial se ha exagerado. La oleada que afecta a estas economías es probablemente la fase final de la crisis. Y pasará sin arrastrar a la economía global a la recesión.
(Economista jefe de renta variable global en Goldman Sachs)
– ¿Cuánta deuda es demasiada? (Project Syndicate – 28/1/16)
Londres.- ¿Existe un ratio "seguro" de deuda/ingreso para los hogares o de deuda/PIB para los gobiernos? En ambos casos, la respuesta es sí. Y, en ambos casos, es imposible decir exactamente cuál es ese ratio. Sin embargo, ésta se ha convertido en la cuestión macroeconómica más urgente del momento, debido no sólo a una espiral de deuda de los hogares y del gobierno desde el año 2000, sino también -y más importante- a la preocupación excesiva que está generando ahora la deuda del gobierno.
Según un informe de 2015 realizado por el McKinsey Global Institute, la deuda de los hogares en muchos países avanzados se duplicó, a más del 200% de los ingresos, entre 2000 y 2007. Desde entonces, los hogares en los países más afectados por la crisis económica de 2008-2009 se han desendeudado de alguna manera, pero el ratio de deuda de los hogares en la mayoría de los países avanzados siguió creciendo.
El aumento significativo de la deuda gubernamental se produjo tras el colapso de 2008-2009. Por ejemplo, la deuda del gobierno británico creció de apenas por encima del 40% del PIB en 2007 al 92% hoy. Los esfuerzos persistentes por parte de los gobiernos altamente endeudados por eliminar sus déficits han hecho que los ratios de deuda aumentaran, reduciendo el PIB, como en Grecia, o retardando la recuperación, como en el Reino Unido.
Antes de que las finanzas modernas facilitaran la posibilidad de vivir de dinero prestado, endeudarse era considerado inmoral. "Ni seas ni prestatario ni prestador", le aconseja Polonio de Shakespeare a su hijo Laertes. La expectativa de un crecimiento económico ininterrumpido trajo una nueva perspectiva. La deuda hipotecaria, desconocida hace un siglo, hoy representa el 74% de la deuda de los hogares en los países desarrollados (43% en los países en desarrollo). Los bancos han prestado, y los hogares se han endeudado, como si mañana con certeza fuera a ser mejor que hoy.
De la misma manera, se solía esperar que los gobiernos equilibraran sus presupuestos, excepto en tiempos de guerra. Pero ellos también llegaron a esperar ingresos siempre en alza a tasas impositivas intactas, o incluso en descenso. De manera que parecía prudente endeudarse a futuro.
Hoy, en un momento en que muchos hogares y gobiernos enfrentan serios problemas financieros, eso ya no parece ser así. Pero la única certeza es que el ratio de deuda "seguro" depende del contexto.
Consideremos el caso de Dinamarca y Estados Unidos. En 2007, el ratio de deuda/ingresos de los hogares en Dinamarca alcanzó el 269%, mientras que el pico en Estados Unidos fue del 125%. Pero las tasas de impago de los hogares han sido insignificantes en Dinamarca, a diferencia de Estados Unidos donde, en los momentos más álgidos de la recesión, casi una cuarta parte de las hipotecas estaban "bajo el agua" y algunos propietarios optaron por un impago estratégico -impulsando una mayor presión a la baja sobre los precios de las viviendas y perjudicando a otros hogares endeudados.
Esto se puede atribuir a la distribución de los prestatarios. En Dinamarca, los hogares de altos ingresos son los que más se endeudaron, en relación a sus ingresos, y las exigencias para los préstamos hipotecarios se mantuvieron altas (las hipotecas no podían superar el 80% del valor de la propiedad). En Estados Unidos, los hogares con los ingresos más bajos (el quintil inferior) tenían el mayor ratio deuda/ingresos que el 10% superior, y las hipotecas se repartían como chicles. En Estados Unidos, así como en España e Irlanda, los bancos y los hogares se convirtieron en lo que el columnista del Financial Times Martin Wolf dio en llamar "especuladores altamente apalancados en un activo fijo".
En cuanto a la deuda gubernamental, el ratio deuda/PIB de Japón es de 230%, comparado con el 177% de Grecia. Pero las consecuencias han sido mucho más sombrías en Grecia que en Japón. La distribución de los acreedores es crucial. La mayoría de los tenedores de bonos de Japón son ciudadanos japoneses (si no el banco central) y les interesa la estabilidad política. La mayoría de los tenedores de bonos griegos son bancos extranjeros. Aun así, si bien las crisis de confianza surgen mucho antes si la deuda está esencialmente en manos de extranjeros, no se han tomado medidas para restringir el endeudamiento del gobierno a fuentes domésticas.
Ahora sabemos que la expectativa de crecimiento ininterrumpido fue una ilusión. Pero los gobiernos han sido lentos a la hora de rearmarse contra la nueva crisis. Las herramientas macro-prudenciales como el capital contracíclico y los requerimientos de reservas a los bancos se han visto debilitadas por los intereses particulares de la industria financiera. Y, si bien los gobiernos han intentado (aunque de manera ineficaz) reducir su pasivo neto, han venido estimulando a los hogares para que aumentaran su deuda, a fin de respaldar el restablecimiento de un crecimiento "saludable".
El informe de McKinsey utiliza datos de consenso del Fondo Monetario Internacional y la OCDE para pronosticar que, con las excepciones destacadas de Alemania, Grecia e Irlanda, todo indica que el ratio deuda/PIB en las economías avanzadas va a aumentar. Esto parece alarmante. Pero gran parte de la alarma se basa en el concepto muchas veces repetido de que el gasto del gobierno es improductivo y una carga para las generaciones futuras. En verdad, las generaciones futuras se beneficiarán más que la actual con la inversión del gobierno en infraestructura, de manera que es razonable que deban hacerse cargo de gran parte de esa inversión.
El objetivo por el cual se incurre en deuda es importante. Las crisis de deuda son más probables si la deuda se utiliza para cubrir el gasto actual. Pero ahora, cuando las tasas de interés real son de casi cero o negativas, es el momento ideal para que los gobiernos se endeuden para gastos de capital. Los tenedores de bonos no deberían preocuparse por la deuda si ésta da lugar a un activo productivo.
Hoy en día todos los gobiernos apuntan a que un excedente fiscal pague la deuda. Esto es sensato, pero lo importante es cómo se hace. En condiciones de recuperación incompleta y de crecimiento que se estanca, aumentar los impuestos o recortar el gasto en asistencia social es la estrategia equivocada; la consolidación fiscal exige tomar medidas activas para aumentar el crecimiento del PIB.
En el largo plazo, esto se puede lograr sólo si se aumenta la productividad. Pero los gobiernos pueden ayudar a que el largo plazo se vuelva más corto. Se han basado en la impresión de billetes para compensar los efectos deflacionarios de sus políticas fiscales. Pero como señala McKinsey, "la liquidez no puede traducirse en inflación cuando la demanda está deprimida, la tendencia al ahorro es alta y los bancos siguen desendeudándose".
La política fiscal expansionaria es un tabú, porque amenaza con aumentar aún más la deuda nacional. Pero en gran medida depende de cómo los gobiernos presentan sus cuentas. En 2014, el Banco de Inglaterra tenía el 24% de la deuda gubernamental del Reino Unido. Si descontamos esto, el ratio deuda/PIB del Reino Unido era del 63%, no del 92%.
De manera que resulta más sensato centrarse en la deuda sin incluir el endeudamiento gubernamental con el banco central. Los gobiernos deberían estar dispuestos a decir que no tienen ninguna intención de saldar la deuda que le deben a su propio banco. El financiamiento monetario del gasto del gobierno es una de esas ideas tabú que seguramente ganará respaldo si, como es probable, la recuperación económica se paraliza.
(Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy in history and economics, is a member of the British House of Lords. The author of a three-volume biography of John Maynard Keynes, he began his political career in the Labour party )
– Rusia y Brasil "matan" a los Brics, mientras Corea y Taiwan dan a luz a los Ticks (El Economista – 29/1/16)
Los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), un término en desuso. Se comenzó a emplear este concepto en 2001, fue el entonces economista jefe de Goldman Sachs, Jim O'Neill, quien comenzó a usarlo. Estos países estaban llamados a dominar la economía mundial en el futuro, sin embargo la fuerte crisis que atraviesan Rusia y Brasil ha podido acabar con este nombre para dar a luz la nueva denominación de Ticks, que incluye a Corea del Sur (Korea en inglés) y Taiwán. Dos países que se están especializando en el sector tecnológico de alto valor añadido, un estrategia que puede ser el mejor escudo para detener en seco las turbulencias económicas globales.
Tal y como explica el prestigioso diario Financial Times, este cambio de cromos en la lista de países con más futuro dice mucho de lo que se espera de la economía en el futuro. Mientras que Rusia y Brasil son países con una gran dependencia de las materias primas, Taiwán y Corea del Sur son potencias tecnológicas, un sector que está demostrando ser más estable y menos vulnerable a los movimientos del ciclo económico.
Al calor del petróleo a 100 dólares y del elevado precio de otras materias primas (súper-ciclo de las materias primas) muchos países lograron fuertes tasas de crecimiento, bajo desempleo y niveles de deuda pública casi inexistentes. Sin embargo, cuando la marea de las materias primas comenzó a bajar a mediados de 2014, se ha visto que algunos de estos países dependían excesivamente de las commodities y sus precios.
La tecnología gana frente al petróleo
Stephen Holden, fundador de Copley Fund Research, que asesora en 120 fondos de inversión en mercados emergentes, explica que "los Brics ya no son el motor del crecimiento de los mercados emergentes. Ahora existe un nuevo orden de las cosas".
"La tecnología es un sector al alza y el consumidor está invirtiendo en estos productos ahora. No creo que las personas sean conscientes de esta nueva historia en los mercados emergentes, al menos no tanto como deberían de estarlo. Ellos piensan en Brasil, Rusia; grandes potencias energéticas, con fuertes empresas. Pero esto ha cambiado radicalmente".
Richard Sneller, director de renta variable emergente en Baillie Gifford, cree que "algunos mercados emergentes se están adaptando al gusto de los consumidores más jóvenes, se adaptan a la tecnología, al comercio electrónico, a las tiendas online, incluso mucho más rápido que EEUU".
Antes de que comenzase el súper-ciclo de las materias primas, Taiwán tenía la mayor ponderación en el índice MSCI EM, el índice que aglutina más de 800 empresas de 23 países emergentes. Pero cuando las materias primas comenzaron a subir de precios, las empresas que trabajan con ellas aumentaron su capitalización en bolsa. Las firmas de Brasil llegaron a representar un 17,6% de este índice, sin embargo, ahora tan sólo representan un 5,2%.
En estos últimos años se ha producido una fuerte rotación dentro de este índice. Las industrias y empresas dedicadas a las materias primas y al sector primario están siendo superadas por las tecnológicas. Las empresas que trabajan con materias primas dependen del precio de las mismas, mientras que las que trabajan con tecnología dependen de su trabajo e inversión.
Sobre todo, el clima de inversiones resulta favorecido por la estabilidad: una gestión macroeconómica competente y alerta, y la eficacia y continuidad de la política. A la inversa, la incertidumbre respecto del crecimiento o del compromiso con un programa de reformas razonablemente coherente repercute negativamente sobre las inversiones.
Un segundo ingrediente común de las estrategias de crecimiento sostenible es que esos niveles de inversión relativamente altos se financian con ahorro local. La dependencia sustancial del ahorro externo (que se manifiesta por la persistencia de grandes déficit de cuenta corriente) suele terminar mal, en forma de crisis de deuda y grandes retrocesos en la senda del crecimiento.
También es crucial la apertura a la economía global en relación con el comercio internacional y las inversiones. Por ejemplo, la inversión extranjera directa es un canal fundamental para transmitir y adaptar el stock acumulado global de tecnología y conocimiento. Y la competitividad de las exportaciones mejora conforme se invierte en construir eslabones en las cadenas globales de suministro.
La cuenta de capital es un asunto más complejo. En general, las economías en desarrollo exitosas la administran para evitar una volatilidad excesiva, incluida la resultante de perturbaciones o desequilibrios procedentes del exterior y de la dependencia excesiva de la financiación externa. Además, la mayoría de los países exitosos administran el tipo de cambio para adecuarlo al crecimiento de la productividad, mediante una combinación de controles de capitales, política monetaria y acumulación o desacumulación de reservas. Tanto la sobrevaluación como la subvaluación de la divisa producen diversos efectos adversos, pero la persistencia de lo primero es más problemática para la estabilidad y el crecimiento.
Por último, la inclusión también es un componente clave de las estrategias de desarrollo exitosas. Los modelos de crecimiento que sistemáticamente excluyen a subgrupos fracasan por la pérdida de cohesión política y social, y en última instancia, de apoyo. Pero una desigualdad de ingresos que no sea exagerada y que no surja de la corrupción o del acceso privilegiado a mercados se comprende y acepta. La provisión de servicios básicos (como educación y atención médica) de alta calidad se ve como un elemento crucial para la igualdad de oportunidades y la movilidad intergeneracional.
Hechas estas consideraciones, podemos evaluar la situación actual en materia de crecimiento, en la economía global y en sus diversas partes.
Lo primero que observamos es que la inversión del sector público está por debajo de los niveles necesarios para recrear y sostener el crecimiento, lo que se debe en parte a restricciones fiscales en países excesivamente endeudados. Descartada la cesación de pagos, la forma normal de reducir el peso de las deudas soberanas es el crecimiento nominal. Pero no se ven políticas orientadas al crecimiento, más allá de la contribución que pueda hacer la política monetaria, y la inflación es inferior a las metas fijadas. En tanto, grandes reservas de ahorro en fondos soberanos de inversión, fondos de pensiones y compañías aseguradoras no encuentran una adecuada utilización en el sector público, tal vez por obstáculos en los canales de intermediación relacionados con el riesgo y los incentivos.
La inversión del sector privado (en activos tangibles e intangibles) también está por debajo de los niveles de crecimiento sostenible (aunque en algunos sectores tecnológicos de alto crecimiento vemos tendencias contrarias). Los factores intervinientes incluyen la escasez de demanda agregada, altos niveles de incertidumbre respecto de las políticas y agendas regulatorias, y dudas crecientes sobre importantes motores del crecimiento global como China. Además, en algunas economías repercuten negativamente la lentitud de la reforma impositiva y rigideces estructurales en los mercados de productos y factores inducidas por las políticas.
En relación con la inclusión, buena parte de un esclarecedor análisis reciente señala los cambios impulsados por la tecnología en la estructura económica y los mercados laborales, por el lado de la demanda, y la globalización, que dejó falencias educativas y de capacidades en el lado de la oferta, que cambia más lentamente. La polarización del mercado laboral y el aumento de la desigualdad de ingresos, en parte resultado de estas fuerzas, tienen efectos adversos sobre la demanda final y, más importante, sobre los recursos que las personas y las familias tienen para invertir en su propio capital humano.
En síntesis, una estrategia razonablemente integral para recrear crecimiento en el nivel nacional e internacional debería incluir medidas para liberar y aumentar la inversión pública y privada, lo que contribuiría a la demanda agregada. También incluiría una variedad de reformas para fortalecer los incentivos a la inversión privada. Y una agenda de inclusión que apunte al desequilibrio estructural en los mercados de mano de obra y a la potencialmente destructiva desigualdad de ingresos. Pero hasta ahora, con pocas excepciones, no se han visto estrategias de crecimiento integrales como las descritas.
Si no solo se implementaran, sino que también se las sincronizara entre las principales economías, se reforzarían mutuamente por los efectos derrame positivos del comercio internacional (una clara tarea para el G-20). A falta de tales estrategias, es previsible un largo período de crecimiento insuficiente e incierto (en el mejor de los casos), con riesgos derivados del aumento de endeudamiento en un contexto prolongado de deflación y bajos tipos de interés. Y lamentablemente puede imaginarse un resultado todavía peor: una pérdida mayor de la cohesión política y social de la que depende una respuesta política vigorosa. Si se llegara a ese punto, sería difícil salir del estancamiento.
(Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU"s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, Academic Board Chairman of the Asia Global Institute in Hong Kong )
– La invención de la desigualdad (Project Syndicate – 29/1/16)
Londres.- Todo el mundo parece mencionar -y condenar- el creciente nivel de desigualdad económica de hoy. Alimentado por estadísticas estridentes como la reciente revelación de Oxfam de que las 62 personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que los 3.600 millones de personas más pobres, el respaldo popular por figuras de izquierda como Bernie Sanders en Estados Unidos y Jeremy Corbyn en Gran Bretaña está creciendo. Pero los debates actuales impulsados por la ideología simplifican demasiado una cuestión que es extremadamente compleja -y está afectada por procesos que no llegamos a entender plenamente.
Muchos de quienes participan del debate sobre la desigualdad hoy citan el libro de 2014 del economista francés Thomas Piketty El capital en el siglo XXI, que destaca tres puntos fundamentales. Primero, en los últimos 30 años, el ratio de riqueza e ingreso ha aumentado de manera constante. Segundo, si el retorno total sobre la riqueza es superior al crecimiento de los ingresos, la riqueza necesariamente está cada vez más concentrada. Tercero, esta desigualdad creciente se debe revertir a través de impuestos confiscatorios antes de que destruya a la sociedad.
A primera vista, los puntos podrían parecer convincentes. Pero la primera afirmación es poco más que una perogrullada, y a la segunda la contradicen los propios datos de Piketty, lo cual hace que el tercer punto resulte irrelevante.
Piketty observa un creciente ratio riqueza/ingresos de 1970 a 2010 -un período dividido por un cambio significativo en el contexto monetario-. De 1970 a 1980, las economías occidentales experimentaron una creciente inflación, acompañada de subas de las tasas de interés. Durante ese período, el ratio riqueza/ingresos aumentó sólo modestamente -si es que aumentó- en esos países.
De 1980 en adelante, las tasas de interés nominal cayeron drásticamente. No sorprende que el valor de la riqueza aumentara mucho más rápido que el del ingreso durante este período, porque el valor de los activos que conforman la riqueza representa esencialmente el valor actual neto de los flujos de caja que se esperan en el futuro, descontado a la tasa de interés actual.
El ejemplo más claro es un bono gubernamental. Pero el valor de una vivienda se determina de manera similar: de acuerdo con la renta que se espera que genere, capitalizada a la tasa de interés nominal actual. Las acciones también están valuadas a un múltiplo superior de ingresos cuando las tasas de interés caen.
Al determinar el valor de la riqueza total, Piketty incluyó tanto el ingreso generado por los activos como su apreciación. Mientras tanto, los ingresos se capitalizaron a tasas de interés en baja durante más de una generación. En este sentido, su observación de que la riqueza creció más rápido que el ingreso tiene sentido -es una consecuencia directa de la caída de las tasas de interés.
¿Qué impacto tienen las tasas de interés más bajas en la desigualdad medida? Si yo tengo una casa y mi vecino tiene dos, y las tasas de interés en baja hacen que el valor de esas casas se duplique, la desigualdad monetaria entre nosotros también se duplica, afectando una variedad de indicadores estadísticos y generando una preocupación bien intencionada. Pero la realidad es que yo sigo teniendo una casa y mi vecino sigue teniendo dos. Inclusive la accesibilidad relativa de las casas no cambia demasiado, porque las tasas de interés más bajas hacen posibles hipotecas mayores.
Para una mayor evidencia de este fenómeno, consideremos los propios datos de Piketty. En Europa, Piketty señala a Italia como el país donde el ratio riqueza/ingresos creció más, a aproximadamente 680% en 2010, comparado con 230% en 1970. Alemania parece ser un país más "virtuoso", con un ratio riqueza/ingresos de 400%, superior al 210% de 1970. Lo que Piketty no menciona es que, en este período, las tasas de interés cayeron mucho más en Italia (del 20% al 4%) que en Alemania (del 10% al 2%).
El impacto real de esta dinámica en la desigualdad es precisamente lo opuesto de lo que esperaría Piketty. De hecho, no sólo los italianos, en promedio, son mucho más ricos que los alemanes; la distribución de riqueza general de Italia es mucho más equilibrada.
Un estudio de 2013 de las finanzas de los hogares en la eurozona, realizado por el Banco Central Europeo, demostró que en 2010 -el último año de la investigación de Piketty-, el hogar italiano promedio era 41% más rico que el hogar alemán promedio. Es más, mientras que la diferencia entre una riqueza media y mediana de los hogares es del 59% en Italia, es de un gigantesco 282% en Alemania.
Esta diferencia encuentra explicación, en gran medida, en el hecho de que el 59% de los hogares en Italia son propietarios de viviendas, comparado con apenas el 26% en Alemania. Un porcentaje mayor de italianos, en consecuencia, han resultado más beneficiados con una mayor caída de las tasas de interés.
Este ejemplo resalta de qué manera las decisiones de los hogares en materia de inversión inciden en los resultados de la riqueza. Lo que complica aún más las mediciones de la riqueza es el hecho de que, como señaló recientemente Martin Feldstein, para la gran mayoría de los hogares, una proporción importante de la riqueza está representada por beneficios sociales futuros no registrados.
Luego están los numerosos factores que afectan los ingresos, como la demanda de habilidades particulares. En el caso de aquellas personas cuyas capacidades no están solicitadas, la posibilidad de mejorar esas capacidades o las oportunidades de capacitación tendrán un impacto significativo en las perspectivas de ingresos. Al mismo tiempo, por encima de ciertos niveles de ingresos, una persona podría exigir un incentivo monetario sustancial para absorber el impacto en la calidad de vida asociado con una mayor responsabilidad laboral.
Claramente, la desigualdad económica es un fenómeno sumamente complejo, que se ve afectado por una gran variedad de factores -muchos de los cuales no llegamos a entender plenamente, mucho menos controlar-. Teniendo en cuenta esto, deberíamos ser cautelosos con los tipos de políticas radicales que algunos políticos están promoviendo hoy. Su impacto es impredecible, y eso puede terminar haciendo más mal que bien.
Tal vez no haga falta en absoluto una nueva estrategia. Después de todo, a nivel global, los niveles de vida están mejorando y convergiendo continuamente. Eso es algo en lo que todos, desde los populistas emergentes hasta los capitalistas acérrimos, deberían poder coincidir.
(Antonio Foglia, a board member of Banca del Ceresio, is a member of the Global Partners" Council of the Institute for New Economic Thinking)
– Los límites de la expansión cuantitativa europea (Project Syndicate – 29/1/16)
Cambridge.- ¿Por qué la política de expansión cuantitativa de la Reserva Federal de EE UU ha sido mucho más exitosa que la versión implementada por el Banco Central Europeo? Esa pregunta intelectual nos lleva directamente a una pregunta práctica: ¿podrá el BCE convertir la expansión cuantitativa en un mayor crecimiento económico y una inflación más elevada?
La Fed introdujo la expansión cuantitativa -la compra de grandes cantidades de bonos a largo plazo y la promesa de mantener bajas las tasas de interés durante un periodo prolongado- después de llegar a la conclusión de que la economía estadounidense no estaba respondiendo adecuadamente a la política monetaria tradicional y al paquete de estímulo fiscal aprobado en 2009. El presidente de la Fed en ese momento, Ben Bernanke, razonó que la política monetaria no convencional reduciría las tasas de largo plazo, induciendo a los inversores a pasar de bonos de alta calidad a acciones y otros valores riesgosos. Así aumentaría el valor de esos activos, incrementando la riqueza de los hogares y, con ella, el gasto de consumo.
La estrategia funcionó bien. El precio de las acciones subió el 30 % tan solo en 2013 y los precios de las viviendas aumentaron el 13 % en esos mismos 12 meses. Como resultado, el patrimonio de los hogares aumentó en 10 billones de USD ese año. El aumento de la riqueza indujo a los consumidores a incrementar el gasto, que puso nuevamente en marcha al habitual proceso multiplicador, con una suba del PIB del 2,5 % en 2013 y una baja de la tasa de desempleo del 8 % al 6,7 %. La expansión continuó en los años subsiguientes y redujo el desempleo al 5 %, y la tasa de desempleo para los graduados universitarios a tan solo el 2,5 %.
El BCE ha seguido una estrategia similar de compras de activos a gran escala y tasas de interés a corto plazo extremadamente bajas (de hecho, negativas). Pero, aunque la política es la misma que la de la Fed, su propósito es muy diferente.
Debido a que Europa carece de la tenencia generalizada de acciones que existe en Estados Unidos, no se puede usar la expansión cuantitativa para estimular el gasto de consumo aumentando la riqueza de los hogares. En lugar de ello, un importante -aunque tácito- propósito de la política de bajas tasas de interés del BCE ha sido el de estimular las exportaciones netas a través de una depreciación del euro. El BCE tuvo éxito en esto y el valor del euro cayó aproximadamente el 25 %: de 1,40 USD en el verano de 2014 a 1,06 USD en el otoño de 2015.
Desde hace varios años que recomiendo una reducción del valor del euro, por lo que creo que esta estrategia fue buena. Pero, aunque la caída del valor del euro ha estimulado las exportaciones netas de la eurozona, su impacto sobre las exportaciones y el PIB de sus miembros ha resultado muy limitado.
Uno de los motivos es que gran parte del comercio de los países de la zona del euro se lleva a cabo con otros países que también pertenecen a ella y usan la misma moneda. Además, las exportaciones a EEUU no se benefician mucho por la caída del tipo de cambio euro-dólar. Los exportadores europeos habitualmente facturan sus exportaciones en dólares y ajustan sus precios en dólares muy lentamente, un punto que quedó claro en un importante escrito de Gita Gopinath, de Harvard, presentado en la conferencia de la Reserva Federal en Jackson Hole, en agosto de 2015.
En consecuencia, las exportaciones netas totales de la zona del euro crecieron menos de 3000 millones de EUR (3200 millones de USD) entre septiembre de 2014 y de 2015, un importe insignificante para una economía de 11 billones de EUR.
Un motivo adicional para la compra de bonos por el BCE sido aumentar en efectivo disponible de los bancos en la zona del euro para prestar a empresas y hogares. Pero, hasta el momento, ese tipo de créditos aumentó poco.
Finalmente, el BCE ansía elevar la tasa de inflación para alcanzar su meta, apenas por debajo del 2 %. En EEUU, la estrategia de EC ha logrado aumentar la tasa de inflación "básica" -que excluye el efecto directo de la reciente baja de los precios de la energía y los alimentos– al 2,1 % en los últimos 12 meses. Esto ha sido consecuencia del incremento de la demanda real, logrado mediante la reducción del desempleo a un nivel en el que el aumento de los salarios contribuye a un mayor crecimiento de los precios.
Es poco probable que esta estrategia funcione en la zona del euro, porque la tasa de desempleo aún está cerca del 12 %, unos 5 puntos porcentuales más que antes de que comenzara la recesión. La política de expansión cuantitativa del BCE probablemente pueda lograr una mayor inflación solo a través del aumento de los precios de las importaciones resultante de una caída en el valor del euro. Este proceso tan limitado aún deja la inflación básica de la eurozona por debajo del 1 %.
El presidente del BCE, Mario Draghi, respondió recientemente a la nueva evidencia de debilidad e inflación extremadamente baja en la zona del euro indicando que el banco probablemente flexibilizará aún más las condiciones monetarias en su próxima reunión de fijación de políticas en marzo. Esto podría implicar una reducción mayor de las ya negativas tasas de interés a corto y la ampliación y/o extensión de su programa de compra de bonos.
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