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José Agustín Caballero y su obra política (página 2)


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Capítulo I: La Ilustración y su impronta en la historia.

"Hemos rebasado las épocas religiosas y metafísicas;

entramos ahora en la época de las ciencias". (2)

Alejo Carpentier

  1. Caracterización general de la Ilustración.

El siglo XVIII es una época de gran importancia que marca pautas dentro de la historia. En este tiempo se produce una transformación en el pensamiento y en la cultura que estimula un cambio en las concepciones. Este salto que se origina y que toma cuerpo a través del movimiento de la Ilustración va a determinar el inicio de una ideología que responde a los intereses de la naciente clase burguesa en oposición al sistema feudal.

Estas innovaciones que se producen tendrán un alcance sin precedentes y estimularán una revolución en el plano ideológico-cultural, que llegará a socavar los fundamentos de este régimen señorial. El nuevo despertar del hombre, abierto a la racionalidad chocará con la tradición eclesiástica. Las acciones y manifestaciones que se realizan en este tiempo, constituyen el eco de un espíritu renovador, reformador, que intenta mostrar al hombre como protagonista del progreso; el individuo se ve hacedor, creador, modificador de la realidad. Bajo estas expresiones, nuevos preceptos se consolidan: la razón, el progreso y la felicidad conformarán el eje de este nuevo fenómeno que va a responder al nombre de la Ilustración.

Los nuevos conceptos que se propugnan, incitan a la emancipación del hombre, a través de su capacidad de raciocinio y el conocimiento; éste se siente preparado para conquistar el mundo que hasta ese entonces le resultaba ajeno.

La naturaleza ya no se le presenta con ese carácter omnipotente, sino que se asimila como objeto de investigación; el hombre se propone estudiarla, entenderla, transformarla y ajustarla a sus propios fines; por tanto, la concepción del hombre que se percibe en estos tiempos difiere del modelo humano medieval; debido a que este individuo que se encuentra cautivado por las ideas ilustradas está marcado por la búsqueda del conocimiento útil, por el saber, todo ello contrario a los ideales que sustentaron las sociedades feudales, donde la superstición y el dogmatismo constituyeron factores indispensables para la estabilidad de sus posiciones .

Esta emancipación que se produce en el hombre, donde el pensamiento racional va a imperar, provocará una relación de enfrentamiento con la fuerte tradición eclesiástica que ve en el Iluminismo un peligro evidente para la preservación de sus doctrinas, pues en este tiempo se alienta a un cambio de los paradigmas de la sociedad. Lo que ha prevalecido hasta ese momento se va a tornar caduco y precario, debido a que ese pensamiento no se ajusta a los nuevos clamores del adelanto.

Sobre este fenómeno heterogéneo, el filósofo Inmanuel Kant planteaba:

"La Ilustración es lo que hace que el hombre salga de su minoridad de la cual solo puede culparse a sí mismo. Esta minoridad consiste en la incapacidad de servirse de su inteligencia sin la dirección de otros. El hombre es el mismo responsable de esta minoridad, cuando ella no tiene por causa la falta de inteligencia, sino la ausencia de decisión y el coraje necesarios para utilizar el espíritu sin requerir la orientación ajena. Sapere audé ¡ten el coraje de servirte de tu propia inteligencia! He aquí la divisa de la Ilustración."(3)

Por su parte, el profesor Jorge Luis Acanda en su libro "Modernidad, Ateísmo y Religión" muestra su criterio sobre lo que significó el Iluminismo cuando expresa:

"Durante siglos, la razón había sido una y otra vez obstaculizada y vencida, y la esclavitud, la servidumbre, el oscurantismo, la ignorancia, el dogma habían sido manifestaciones de esa derrota. Si embargo, poco a poco, la razón fue ganando terreno, los hombres consiguieron sacarla adelante, descubrirla, respetarla, fortalecerla. La ilustración se veía a sí misma como la recta final de este camino, el momento de la última batalla por llevar la razón a las ciencias, a la filosofía, al arte, a la moral, al derecho. Esto significaba la liberación, pues la Razón es Libertad, es Justicia, es Bien y es Felicidad."(4)

Como se puede apreciar, en todo momento el intelecto es el epicentro de esta conmoción que aspira a establecer una sociedad basada en el ingenio del hombre. El conocimiento en esta etapa se torna instrumento imprescindible para la construcción y exploración de un mundo donde prime el análisis racional y el amor por la ciencia, lo que resulta contraproducente con los principios del sistema feudal. En esta búsqueda por lograr una sociedad basada en las potencialidades del hombre, la crítica comienza a tomar un protagonismo significativo, pues a través de ella se pronuncia una generación que tiene como firme propósito modificar la realidad y conciliarla con los términos ilustrados.

Se hace necesario mencionar que la Ilustración es producto de un proceso lento y paulatino.Como precursor de este suceso se debe indicar que el período del Renacimiento, jugó un rol meritorio dentro de la consolidación de las ideas ilustradas, pues a través de sus puntos de partida, iniciaba una carrera que impulsaba la confianza del hombre en si mismo, por cuanto en esa época se produce una exaltación del individuo, que se reconoce con derechos como ciudadano y por ende, como partícipe de una trama social. Además este individuo pretende a través de su acción superar y quebrantar los vínculos que lo unen a la Edad Media, la cual para él significa estar sumido en la oscuridad y la ignorancia. Este paso, aunque no se manifiesta con un carácter radical, ni tiene el mismo alcance que tendría Iluminismo, sienta los pilares para el futuro movimiento de la Ilustración.

Por su parte, la Reforma Religiosa que se inserta en el siglo XVI, la cual estuvo encabezada por Lutero, también formará parte de este mosaico que actúa como móvil en la consolidación de un movimiento de vanguardia. Este hecho es de vital importancia si se tiene en cuenta que las proposiciones que asume, conducen a quebrantar la hegemonía de la Iglesia Católica, cuestiona los presupuestos que sostiene el Papa como genuinos y los hace ver como meros mecanismos que le permiten acrecentar el imperio económico y político que poseían los regentes católicos.

Esta explosión renovadora lo que busca es desmoronar las prácticas tradicionalistas que ejerce la lglesia, trata de impregnarle a la religión su legítimo carácter de fe, de magnanimidad; esta reforma había establecido sus principios basándose en las fuertes críticas arremetidas contra lo que representaba el poder cristiano y esto se pude apreciar por ejemplo cuando planteaba:

  • La negación de la autoridad del Papa y los Cardenales (afirmando como único manantial de la fe a la Biblia).
  • La Eliminación de los pagos al Papa.
  • La entrega de los bienes de la Iglesia a las autoridades laicas para establecer con ellas las donaciones para los pobres y el sostenimiento de las instituciones eclesiásticas

Lo que se pretendía con estas ideas era debilitar ideológicamente a la Iglesia y restarles fuerzas a sus rectores que predicaban la fe desde su opulencia, convirtiendo la misma en instrumento de coacción para el pueblo.

Este evento tuvo una gran aceptación, sobre todo porque la burguesía que se iniciaba en estos tiempos encontraba en dichas reformas un arma poderosa para quebrantar el poder de la Iglesia, la cual constituía un estorbo para sus aspiraciones como clase de avanzada. Por tanto, este acontecimiento también sintetizaba la lucha de dos estructuras económicas que se empeñaban, en imponerse una (capitalismo), y en no dejarse aniquilar la otra (feudalismo).

Aunque este hecho (la Reforma Religiosa) tuvo su reacción por parte de la Iglesia con la Contrarreforma, que procuró reconquistar a través de una política interna el espacio y la credibilidad que había perdido, el mismo marcó una pauta, ya que por vez primera se ven enjuiciados los dogmas de la Iglesia y además, le declaran un ataque frontal a lo que representa, provocando de esta manera una dicotomía religiosa, que a largo plazo estimula el desmembramiento de dicha institución.

De igual manera, la burguesía, la nueva clase que se venía formando dentro del feudalismo, con intereses antagónicos al viejo régimen, interviene de manera decisiva en la conformación de esta nueva ideología. Con el afán de promover una economía basada en el intercambio y en el adelanto tecnológico, exigía abiertamente un cambio espiritual, pues la misma, de hecho alteraba los paradigmas que hasta entonces estaban establecidos. Para la burguesía, la razón se presenta como el instrumento ideal que permite alcanzar el progreso, y los adelantos técnicos constituyen el complemento para lograr avances, lo cual entra en total discrepancia con el sistema que se afianzaba en doctrinas incomprensibles, con un carácter tajante e imperioso.

En este contexto, la Revolución Industrial resulta un hecho significativo que de manera acelerada estimula esta inversión en las concepciones ilustradas. Y es que la modernización traza una pauta, pues demuestra ser un indicador de hasta dónde las potencialidades del hombre son capaces de contribuir al mejoramiento de la sociedad.

Con el aumento de la producción, y de la productividad, el individuo comienza a apostar por el camino del desarrollo. La misma abre una nueva era que deja atrás toda incertidumbre acerca del conocimiento tecnológico. A ello se le suman los descubrimientos científicos que se dan en esta época, que muestran al individuo inmerso en el empeño de descifrar su entorno, asimilarlo, sobre la base de una objetividad científica. Se trata de buscar y de hallar las leyes que rigen la naturaleza y demostrar la necesidad de creer en la capacidad de las posibilidades que brinda para ello la naturaleza humana. La ciencia que se cultiva en estos tiempos se pretende desgajada de las supersticiones, lo que se anhela es que la misma vaya por los senderos del razonamiento lógico y del empirismo, con el fin de que sus resultados posean un carácter útil y provechoso para el hombre.

Sobre esta nueva forma en que se asume la ciencia y en cómo sus resultados se muestran, Voltaire comentaría:

"Con las nuevas ciencias, el público se asombró al ver una química que no buscaba la piedra filosofal ni el arte de prolongar la vida más allá de los límites naturales; una astronomía que no predecía los acontecimientos del mundo; una medicina independiente de las fases de la luna." (5)

Como se puede apreciar, el estudio de la naturaleza, de los fenómenos, toma otros matices, ya no se argumentan con un carácter místico, sino que se apela al razonamiento; los aportes que se logran en este tiempo no sólo indican el camino, sino que proponen mecanismos que permiten al hombre accionar sobre su propio futuro.

Con estos nuevos descubrimientos se trastornan las nociones que enseñaba la Iglesia y se expresa el equivoco de las doctrinas escolásticas que primaban y lo obsoleto de sus concepciones. Tanto Galileo como Newton, en el ámbito de la física, tenían pruebas contundentes de los grandes errores que contenían las creencias y teorías antiguas.

Estos antecedentes, contribuyeron de manera notable como premisas teóricas para que el Siglo de las Luces asumiera una madurez que estuviera en consonancia con las exigencias de su tiempo. La visión crítica y analista que tuvo este proceso mostró una rebeldía peculiar, pues sus ataques iban dirigidos contra la Iglesia, que en ese tiempo era, junto con la nobleza, la institución que más poder poseía, teniendo en cuenta que la misma disfrutaba de una situación económica privilegiada, lo que le posibilitaba no sólo disfrutar ventajas materiales, sino también desempeñar un papel activo dentro de las decisiones políticas de los diversos territorios.

A pesar de lo que simbolizaba, los ideólogos de la Ilustración no escatimaron esfuerzos en pronunciarse frente a la actitud de sometimiento que implantaba la religión, en mostrar apatía por las tradiciones escolásticas, que constantemente creaban obstáculos para el desarrollo del conocimiento, que en fin, dificultaban el avance de la ciencia. De esta manera, se patentiza el deseo de embestir contra todo aquello que niegue el camino del saber, que entorpezca la búsqueda de la verdad racional; que mantuviera al hombre sumido en un mundo lleno de supersticiones.

La Ilustración puso en evidencia la contraposición de conceptos que poseían un carácter estático dentro de la sociedad feudal; de este modo demostró la contradicción manifiesta que existía entre razón-fe, ciencia-misticismo, libertad-represión. Estos conceptos serán objeto de fuertes cuestionamientos, pues estas nociones encierran en sí mismas la rigidez de una ideología ya caduca para los ilustrados.

La iglesia, además de constituir un elemento fundamental dentro del sistema feudal, poseía aún bajo su dominio la enseñanza, eslabón primordial dentro de la conformación de la conciencia social de la época.

El fenómeno del Iluminismo no solo tiene ante sí el propósito de desafiar a la Iglesia y a la teología, es decir, no se circunscribe solamente a juzgar el papel de la misma, sino que enjuiciará la labor de los gobernantes en el Estado. De este modo, expresará los proyectos económicos que traten fervientemente de buscar opciones que garanticen un óptimo desenvolvimiento político-social en las nuevas condiciones del capitalismo.

Los logros que se obtienen en este período, evidencian un cambio histórico que es perceptible sobre todo, en la autonomía que el individuo obtiene en la transición que se logra en el campo de las ideas, en los adelantos de la ciencia que se producen, además de que fue una manifestación que proclamaba el saber hacia todas las esferas y capas de la sociedad.

Así, la divulgación de los conocimientos científicos fue una iniciativa que se vio enriquecida y que motivó el fortalecimiento de dicho movimiento; esta característica le impregnará un carácter sui generis, debido a que el saber ya no se piensa como una oportunidad solamente perteneciente a la clase élite, sino que se proyecta al hombre en general.

El Iluminismo no alcanzó el mismo potencial en todas las naciones, éste se ajustaba a las circunstancias de cada territorio, a la idiosincracia, a los valores culturales de cada sociedad. Cabe destacar que hubo tres puntos de referencia muy importantes para el objeto de este trabajo, como son el caso de Inglaterra, España y Francia.

En el país galo, este suceso revolucionario alcanzó un nivel de profundización mucho más radical que en el resto de los territorios citados. El mismo, se inicia con feroces ataques hacia el Estado, el absolutismo y la religión; y a través de la difusión escrita, los ilustrados atacaron todo aquello que conservara vestigios del sistema feudal, asumiendo una postura que difería sustancialmente del antiguo régimen, adquiriendo un compromiso moral cada vez mayor con los principios de su tiempo.

Moldear la política educacional se convertiría en un objetivo de primera necesidad para los ilustrados, pues para ellos la enseñanza representaba un instrumento de gran valía dentro de la formación del pensamiento y los ideales; por esta razón, trabajar entorno a modificar la estructura de la misma, sería considerada como una cuestión fundamental.

Lo que se pretendía era una instrucción laica, donde no predominaran los planteamientos metafísicos, ni las doctrinas de los padres de la Iglesia; lo que se intentaría era construir un método basado en los avances de las ciencias, que incluiría disciplinas experimentales, tales como la física y la química. Para los ilustrados, el conocimiento humano, debía estar unido a la actividad práctica, para de este modo mostrar los beneficios de un conocimiento fundado en la razón y en la experiencia. Con ello, también se procuraba lograr un juicio alejado de las supersticiones y del fanatismo, pero colmado de una autonomía y de un enérgico criterio crítico.

Para llevar adelante esta iniciativa y que esta estrategia diera frutos, la Ilustración tendría que realizar una cruzada, que originara un cambio necesario e imprescindible. Por tanto, la promoción y el estímulo a la lectura, el auge de obras literarias, la proliferación de periódicos, boletines y revistas, vinieron a complementar este Siglo de las Luces. Dentro de las publicaciones que incentivaron este aliento ilustrado se encuentran: Le Journal de París (1777) que contribuyó de manera decisiva a la expansión de las nuevas ideas, además de dar una visión del panorama internacional; las Nouvelles Litéraires (1721) y el Mercure de France, los cuales con su hacer, serían portadores de novedades literarias e ideológicas.

Estos escritos expresaron toda una pluralidad de posiciones que perseguirían la función social de instruir e informar, originando un cambio en la concepción sobre el lugar que ocupaba el hombre en la sociedad, lo cual respondía a su principal aspiración.

En esta trama se desenvuelve el ciudadano francés, y su actitud frente a este acontecimiento estará marcado por el proceder radical sobre todo lo que se refiera a las cuestiones vinculadas a la política. Así, revolucionar y alterar los fundamentos de la monarquía será una cuestión vital para este "nuevo" hombre del siglo XVIII.

Todas las innovaciones que se engendran durante este período, tendrán como principales protagonistas a los filósofos ilustrados, los cuales desarrollarán una actuación relevante como representantes de esta subversión; sus postulados se van a encontrar en armonía con el modo práctico y racional que exige la Ilustración y expresarán los anhelos de los hombres en un mundo que reclama ser cambiado.

Como fieles protagonistas de este movimiento, en Francia encontraremos destacados pensadores. En primer lugar podemos citar a Charles-Louis Montesquieu, con su obra "Espíritu de las leyes", quien profundizó en el estudio de las alternativas de gobierno (república, monarquía, despotismo), y en el análisis de las variantes que le permiten al hombre lograr un estado de satisfacción con la estructura política. Su obra estuvo influenciada en gran medida por las ideas que emanaban de Inglaterra y en lo político apostó por la existencia de una monarquía moderada que se sustentara en la división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial).

Denis Diderot, redactor principal de la Enciclopedia, junto a otros colaboradores como D?Alambert, confeccionó este texto que transitó por caminos insospechados, cultivando conocimientos, con el firme propósito de convertirse en la Biblia del momento, pues ella albergaba una recopilación de las diferentes formas de pensamiento, y fue considerada en su tiempo como un himno al progreso científico y técnico, además de ser portadora de las ideas renovadoras de la burguesía francesa. En su momento, la Enciclopedia tuvo un significado apreciable, pues fue un vehículo idóneo para demostrar la validez de un saber, que por vez primera se desgajaba del sentido religioso y aglutinaba el pensar de una clase de vanguardia.

De igual manera, Francois-Marie Arouet Voltaire dejó su huella imperecedera en obras y ensayos que rebosaban anticlericalismo y exigían un espacio dentro de este espíritu ilustrado. Por su parte, Jean Jacques Rousseau con trabajos como el "Emilio" y "El Contrato Social", combina esta amplia gama de concepciones, que procuran de manera ferviente revelar un saber nuevo, lejos de las relaciones de autoridad y nutrido de la libertad que proporciona la razón.

El Siglo de las Luces, culmina en Francia con la radicalización que caracterizó a su Ilustración y ello se manifiesta especialmente en la Revolución Francesa, exponente de los ideales más profundos de este movimiento.

Inglaterra también se integra a este despertar que provoca la Ilustración y al igual que Francia, toma como divisa el conocimiento, el saber, es decir, se apropia del fundamento de este movimiento que apunta inexorablemente a la búsqueda de una racionalidad, por lo que las pautas que se trazan en esta nación inglesa estarán encaminadas a fortalecer los ideales ilustrados. Este territorio desarrollará un movimiento de vanguardia un poco más moderado, pero sumergido en la firme tarea de lograr un cambio que fuera compatible con los principios que propugnaba el Siglo de las Luces.

Las acciones que se realizan en el territorio inglés estarán encaminadas fundamentalmente a lograr un cambio en el plano educacional, a debatir fuertemente las costumbres sociales, a censurar instituciones, métodos, etc. que constituyen óbices para el avance de la ciencia. Todas estas iniciativas tendrán el firme propósito de formar un hombre nuevo, donde el mismo se encuentre alejado de las doctrinas autoritarias, pero sí identificado con el conocimiento útil.

Como muchos de los países sumidos dentro de este movimiento, Inglaterra también estimula el auge de los textos, con la finalidad de que garanticen el impulso de las ideas ilustradas y anime a la curiosidad intelectual. Dentro de esta situación se encuentran los periódicos: The Thatler (1709), The Spectator (1711-1712), The Guardian (1713) y The Englishman (1713-1716), todos los cuales perseguían construir un nuevo modelo humano.

La producción de estos escritos alcanzó una gran difusión, con el fin de promover una cultura diferente avalada por la razón; ellos influenciaron en todos los espacios donde predominaban los mitos e idolatrías. Y es que los periódicos, junto con su resolución de informar, también estaban cultivando un pueblo que hasta ese entonces se encontraba inmerso en el oscurantismo y atrapado en la ignorancia.

Este nuevo aire que caracteriza el Siglo de las Luces, alienta para la afluencia de disímiles corrientes, que van a coincidir dentro de la sociedad inglesa. La exploración de nuevos caminos en la construcción de este nuevo sentir hace que figuras como Hobbes y Locke encuentren lugar cimero en la transmisión de sus paradigmas.

Particularmente Locke, constituyó una de las figuras claves dentro del impulso que cobró la Ilustración en esta nación y su mérito no solo reside en la labor de difusión que realizó, sino que su valía radica en haber generado un pensamiento que rompe con las bases del sistema feudal, y que se convierte en instrumento de la clase de vanguardia, la burguesía. Sus modelos liberales establecidos en la división de poderes, llegarán a revolucionar el pensamiento político. Se propugna que el protagonismo del gobierno ya no solo debe residir en una única figura, sino que otros móviles comienzan a tomar protagonismo, dentro de la difícil tarea de regir el Estado.

Por otra parte, España no quedaría al margen de toda esta energía que provoca el Siglo de las Luces; al igual que las naciones antes citadas, se incorpora a este nuevo dinamismo que impone la Ilustración, aunque lo hace con un poco de retraso y moderación. Ella tratará de situarse a la altura de la época a partir de la política reformista que se presenta en el contexto del despotismo ilustrado.

El desarrollo en España de las ideas ilustradas se tradujo en un movimiento cuyo objetivo fue regular las relaciones Estado-Iglesia. Tal planteamiento fue reconocido como audaz para su tiempo, pues aspiraba a fragmentar las ataduras que la mantenían ligadas al "gran señor feudal", pues sus sistemas ortodoxos ya iban siendo incongruentes para estos tiempos nacientes.

El siglo XVIII fue altamente significativo para España. A partir de la inspiración que provoca el Iluminismo, el gobierno trata de erigir un porvenir más sólido, a través de medidas renovadoras encaminadas a insertar nuevamente a España dentro de los primeros planos de dominio, por lo que este período ilustrado va a estar determinado por la fuerte presencia de estrategias económicas y políticas, que intentan recuperar al país de la crisis en que se encontraba sumido.

Dentro de las prioridades establecidas por el gobierno español estuvo la creación de nuevos procedimientos, como fueron: la modificación de entidades administrativas y la libertad de comercio con América, lo que permitiría el intercambio creciente de mercancías y una variada oferta para la nación, induciendo de esta manera a una fuerte actividad mercantil que se traduciría en un incremento del progreso económico. Asimismo, la formación de nuevas instituciones, que tendrían como objetivo favorecer los adelantos técnicos, con el propósito de aplicar los mismos a la producción. Todos estos planes aspiraban a buscar soluciones a corto plazo que afirmarían a España como potencia; además, estas propuestas que emitía el gobierno, portaban de manera implícita la naturaleza de las ideas ilustradas.

No sólo se refuerzan los proyectos que garanticen el auge y estabilidad económica, sino que se estimula de igual manera la creación de programas que impulsen este movimiento ilustrado, a través de los centros educacionales, la prensa periódica, las Sociedades Económicas de Amigos del País, las cuales ayudarán a elevar el nivel cultural, pues su objetivo consistía en promover e informar sobre los adelantos científico-técnicos que se producen en esta época y en acercar al hombre a este nuevo saber.

Si se quiere evaluar en toda su magnitud el alcance que representó el fenómeno del iluminismo en España, no sólo debemos circunscribirnos al plano económico, sino que se debe valorar también el rumbo que tomaron las relaciones entre la dirección del Estado y la Iglesia. Para analizar dicho vínculo es preciso señalar, que esta nación posee un sello muy personal, siempre ha gozado de una tradición religiosa, fundada en el catolicismo. La Iglesia como sustento de la vida espiritual, juega un rol protagónico dentro de la sociedad española de esos tiempos, pues ella controla la educación, instrumento indispensable para el desarrollo de un estado, además su campo de acción se manifestaba también de forma decisiva en la política del país.

La Escolástica había intensificado esta situación; la misma encontró un terreno fértil y se arraigó de una manera enérgica en la conciencia de la nación española. Incluso, con la conquista del Nuevo Mundo se le confirió más espacio a este "gran señor feudal", el cual, con el objetivo de lograr evangelización, puso bajo su dominio la enseñanza. Por tanto, reglamentar las relaciones Estado-Iglesia, resultó valioso para esta etapa.

Evidencia significativa referida al cambio que se operó sobre los vínculos del Estado con la Iglesia, lo constituye la expulsión de los jesuitas de las colonias americanas y de la propia metrópoli bajo el mandato de Carlos III. La Compañía de Jesús, que había surgido con el propósito de neutralizar el avance de la reforma religiosa y que durante su desarrollo alcanzó una solidez considerable, se ve en este Siglo de las Luces, desterrada y excluida del accionar del territorio español. Por tanto se puede aseverar, que este episodio demuestra la fuerza con que el movimiento ilustrado influye en los nuevos juicios que se venían acometiendo, los cuales mostraban las huellas de un pensamiento regenerador.

Otro problema abordado fue el de la educación, pues se trataba fervientemente de lograr una instrucción laica, de dejar atrás las fuertes polémicas estériles que no conducían a nada. Estos eran momentos donde la gran inquietante era el hombre y sus formas de progreso, el hombre y la sociedad, el hombre como ser perfectible. Incluso se pedían reformas en el plan de estudios y se demandaba insertar dentro de la enseñanza, asignaturas con un enfoque experimental.

Todas estas estrategias que desarrolla el gobierno español en aras de reconquistar su posición dentro del escenario europeo y de integrarse al espíritu reformador del siglo XVIII, resultan de importancia vital para el desarrollo interno del país. Los cambios que se realizan en lo cultural, social y económico, le permiten transitar por un período de esplendor. Si se hace una valoración del carácter de estas transformaciones con respecto a la labor que se realizó en Francia, podemos advertir que la actitud de España durante este Siglo de las Luces resulta un poco más contenida y limitada. Este proceder es perceptible sobre todo en la relación que se establece entre Estado-Iglesia, este vínculo se adapta a las circunstancias y exigencias del período dieciochesco, donde se apela a la razón y se estimula el pensamiento crítico, pero sin quebrantar del todo las tradiciones.

Al movimiento ilustrado en España ayudó también la entrada de libros prohibidos que pertenecían a escritores de diversas naciones, entre los cuales destacan las obras de Rousseau, Diderot y Holbach, textos que transmitieron la necesidad de un cambio y que mostraban nuevos modelos políticos. España contó además con literatos excepcionales que abordaron temas delicados y neurálgicos. Entre estos encontramos a Benito Jerónimo Feijóo, nombrado el "desengañador de las Españas", que con obras como su "Teatro Crítico" y sus "Cartas Eruditas y Curiosas", logra mostrar un pensamiento lejos de las impurezas de las falsas creencias y supersticiones, mostrando el camino para que se tomen en cuenta las vías del conocimiento lógico y racional, a través de su labor como divulgador de las novedades científicas.

Pero en esta etapa inmersa en ideas impregnadas de racionalismo, se realizaron importantes cambios y se manifestaron características propias de una corriente política que para ese entonces era embrionaria. Me refiero al liberalismo.

Este movimiento fue considerado siempre como un instrumento de la burguesía que aspiraba al dominio del aparato político. Su ataque iba dirigido a rechazar las formas despóticas del sistema feudal, al tiempo que expresaba la aspiración a la libertad individual y el ejercicio de un pensamiento racional y crítico.

Esta corriente sintetizará las principales ideas que en el campo de la política, serían enarboladas por los ilustrados españoles. La fuerza que alcanza estas concepciones se manifiestan en las Cortes de Cádiz, donde sus fundamentos se convierten en paradigmas de una nueva etapa.

Pero el movimiento de la Ilustración no sólo se manifiesta en el territorio europeo, sino que América también fue escenario de estas ideas que trastocaban la realidad que hasta ese momento se había vivido.

En el caso de Cuba se aprecia una afluencia directa del Iluminismo español. Es incuestionable que las ideas provenientes de Francia e Inglaterra también intervienen dentro de la formación del pensamiento ilustrado cubano. Es por esta conjetura, que se hace referencia a ellas en este capítulo.

En el siglo XVIII, la Isla de Cuba, con la singularidad que la caracterizaba en ese tiempo por ser colonia de España, asume la Ilustración ajustándola a las circunstancias propias. Este fenómeno se traduce para los criollos en primer lugar, en la idea de fomentar el papel de las instituciones culturales, con el fin de crear los pilares de la cultura cubana; de este modo nació el Seminario de San Carlos y San Ambrosio de la Habana, y el de San Basilio Magno en Santiago de Cuba, centros que fueron eco de la lucha encarnizada contra el dogmatismo. El primero acogió en su seno a figuras tan ilustres como José Agustín Caballero y Félix Varela.

Para los ilustrados cubanos la enseñanza también fue objeto de diversas críticas y reformas, pues su sistema se basaba en una instrucción controlada por doctrinas ortodoxas, lo que perjudicaba en gran medida la evolución de una concepción que se ajustara a los principios del Iluminismo. Por esta razón transformar e incorporar nuevas disciplinas que dieran fe sobre el conocimiento empírico en la educación, resultaba un asunto de significativa importancia para los integrantes del movimiento iluminista en la isla.

Por otra parte, se cuestiona el método de estudio vigente en esos momentos, en este período juega un papel protagónico José Agustín Caballero (1762-1835), quien se revela iniciando un enfrentamiento contra la Escolástica, lo que hará público en su escrito "Sobre la reforma de los estudios universitarios" donde plantea que:

"?El sistema actual de la enseñanza pública de esta ciudad retarda y embaraza los progresos de las artes y ciencias, resiste el establecimiento de otras nuevas, y, por consiguiente, en nada favorece las tentativas y ensayos de nuestra clase?". (6)

De esta manera el autor, hace visible la rigidez de la Escolástica y expresa la necesidad de darle vía libre a la razón, que el mismo goce de la libertad de expresión, la cual armoniza con los adelantos científicos. Todos estos planteamientos se hacen con la finalidad de promover cambios que se ajusten a sus necesidades, incluida la filosofía.

Para ello debe recordarse que la filosofía que predominó en América desde principios del siglo XVII, estuvo siempre subordinada a la teología, la que constituía la principal traba para el desenvolvimiento racional del hombre, pues las problemáticas tratadas, así como las posibles respuestas, tenían impresa la huella teológica; era una filosofía que se basaba en el acatamiento de la autoridad, ya fuera de los Santos Padres de la Iglesia o la emanada de las Escrituras, es decir, era una filosofía de sumisión, que se encontraba bajo el yugo de la religión. Otro aspecto muy interesante es que ignoraba e impugnaba la observación y la experimentación, todo ello con el propósito evidente de frenar los estudios científicos y de esta manera, provocar una inmovilidad de las ciencias, con el fin de mantener la supremacía que tenía hasta ese momento.

Las reformas que España realizó en Cuba, como parte de las maniobras trazadas por Carlos III, ayudaron a que la vida social y cultural de la sociedad cubana entrara en un período de esplendor, con todas las fundaciones y tertulias que se abrieron para albergar lo más representativo de la época.

De este modo, puede afirmarse que Cuba también tuvo un movimiento ilustrado de vanguardia, que nació bajo la influencia del Viejo Continente y de Hispanoamérica. Sus representantes combatieron y criticaron fuertemente el despotismo, el militarismo y el mercantilismo. Todo esto fue interpretado por la Generación del 92, que acogió figuras como: Francisco de Arango y Parreño, José Agustín Caballero, Tomás Romay, Nicolás Calvo y O Farril, entre otros exponentes que provendrían de las familias más ilustres de la Isla, educados dentro de las más modernas corrientes del pensamiento. Estos antecedentes ayudaron en gran medida, a conformar un juicio maduro y avanzado para la época, con una marcada proyección política.

A esto se le suma que los protagonistas del pensamiento ilustrado en Cuba formaban parte de la estructura política del país, es decir, tenían una posición activa dentro de las esferas de poder.

Para el logro de sus fines, utilizarían como recurso la vía reformista, que además le aportó la visión realista que los hace contraponerse a todo lo que constituyera traba, y entorpece el progreso, es decir, manifestaron un ataque directo a las viejas concepciones medievales y escolásticas.

La Ilustración en Cuba es poseedora de un valor imperecedero y es que este movimiento dejó huellas que alimentaron el surgimiento de una conciencia nacional, y proporcionó las herramientas para un pensamiento de vanguardia.

En resumen el período de la Ilustración influyó en el germinar de un conjunto de ideas que implicaba una actitud, un método de pensamiento que propició la salida de siglos oscuridad e ignorancia hacia un nuevo período irradiado por el poder de la razón humana y que trascendió de manera positiva en el pensamiento filosófico cubano.

  1. Las ideas políticas de Europa en el período de la Ilustración.

Si las ideas ilustradas calaron en todos los renglones sociales, la política no podía quedar al margen de todo este proceso ilustrado que tiene como objeto la razón, el progreso del hombre y la construcción de un futuro más loable para los intereses de la naciente burguesía que propició el desmembramiento de toda huella del sistema feudal.

El pensamiento político que se da en este Siglo de las Luces se vio enriquecido por una serie de acontecimientos, entre los cuales se destacaron las revoluciones burguesas, el despuntar de una clase aún incipiente, pero defensora de los derechos del hombre, el cambio aunque no generalizado del sistema de producción (donde se da un viraje de las prácticas de feudos hacia las manufacturas). Todos estos hechos favorecieron de manera creciente, que las doctrinas políticas se vieran nutridas de diversas experiencias, las que aportarían a este pensamiento, la madurez necesaria para el alcance de nuevos propósitos que se ajustarían a las circunstancias de este siglo XVIII.

Nuevos juicios comienzan a emerger, a partir de la consolidación de la burguesía y de las relaciones de propiedad que se están estableciendo, por lo que se hace imprescindible una estructura que responda, ya no a los estamentos que prevalecieron en el régimen feudal, sino a la voluntad de los individuos; nuevas teorías comienzan a tomar auge dentro de la edificación de la sociedad capitalista, ejemplo de esto es el principio contractual, centro de todo este espíritu renovador, que impone este naciente modelo.

Las ideas ilustradas apuestan por el convenio y el consentimiento de los hombres para conformar un nuevo Estado y por consiguiente, eliminar el poder político que se sustenta en patrimonios familiares. De esta manera, el individuo alcanza un protagonismo dentro del proceso de formación del aparato político que no poseía antes; en este Siglo de las Luces el hombre es autor de su propio futuro.

La directriz del jusnaturalismo es muestra palpable del sentir que se respira en este tiempo. Esta tendencia aboga por la participación consciente del individuo en el establecimiento de la sociedad, en el reconocimiento de los derechos del hombre como cómplice del mecanismo político.

En esta etapa fueron muchos los pensadores que aportaron al pensamiento político, entre ellos podemos citar a Hobbes, quien en su obra cumbre, "Leviatán" intenta fundamentar un Estado fuerte y un gobierno absoluto basado en un orden racional donde el origen del mismo está vinculado a la necesidad que posee el individuo de asociarse para su propia supervivencia y seguridad, para así poder buscar la paz y perpetuarla.

El pensador inglés Hobbes, hace referencia en su escrito al estado natural en que se hallan los hombres. Antes de establecerse los individuos en una comunión social, estos se encuentra en un nivel primitivo, es decir, las relaciones que se dan entre las personas antes de constituir la sociedad civil, se localizan en un estado natural desprovistas de toda norma moral, lo que impera son los sentimientos egoístas del ser humano provocando de esta manera que los lazos que se establecen estén dominados por el carácter agresivo que impone la coexistencia en dicha fase. Teniendo en cuenta la situación que prevalece se hace imprescindible la conformación según Hobbes de un Estado que sea capaz de regular las circunstancias descritas.

Por esta razón, la teoría de Hobbes vierte todo su interés en hallar la alternativa de un gobierno que sea capaz de dirigir al estado teniendo en cuenta las motivaciones y las relaciones humanas; una vez constituido dicho Estado mediante el pacto social, el súbdito pierde todo derecho frente al aparato político y el mismo está obligado a la obediencia ciega.

Con el fin inminente de crear un poder común que mediara y velara por las inclinaciones de los individuos se le confiere al soberano los derechos para actuar, estableciendo esta iniciativa el avance del pensamiento ilustrado del siglo XVIII, ya que instituye para la conformación del gobierno la participación de los hombres, además que el Estado debe velar por el bienestar de la sociedad.

Por su parte, el filósofo inglés John Locke, autor del "Dos Tratados sobre el Gobierno Civil" (1690) contribuiría de manera notable con sus teorías a la formación del pensamiento liberal. En sus exposiciones se muestran los caminos para el surgimiento de un Estado que tuviera como designio responder por los derechos elementales del hombre, dotando al gobierno de los instrumentos necesarios para que su proceder se incline hacia la preservación del bienestar de la comunidad.

Si bien Locke le adjudica al soberano, dentro de sus escritos, capacidades para la administración de la nación, también impone límites, con el fin de evitar arbitrariedades para con los ciudadanos. A la hora de concebir Locke, la permanencia del Estado, lo supedita a la voluntad de la población. Le concede al hombre el derecho de reformar el aparato político si el mismo no esta de acorde a los intereses de los súbditos; de esta manera, le confiere a su proposición el carácter antropocéntrico del Siglo de las Luces. Establece además, las diferencias entre estado y gobierno, igualmente concibió la división de poderes, como intermediarios entre el pueblo y la dirección de la nación.

En cuanto al estado natural humano el "padre del liberalismo" establece serias divergencias con lo planteado por Hobbes en el Leviatán, ya que para él el estado natural no implica necesariamente encontrarse en un estado de guerra de todos contra todos, sino por el contrario, en esta fase priman el orden y la razón, es decir, para Locke en el estado natural no prevalecen los sentimientos bélicos sino que se vive en armonía.

Impulsado por los conceptos de la burguesía, Locke también aboga por el reconocimiento de los derechos del hombre, sobre todo por la relación innata que tiene el individuo sobre la propiedad. Aquí se inicia un nuevo período, se reconoce al hombre como propietario, y es que la posesión va a configurar como uno de los elementos por los que el Estado debe velar. Con estos argumentos se abre una nueva etapa donde el individualismo comienza a establecerse como eje principal de la sociedad. Dentro de sus propuestas, nuevos dispositivos comienzan a tomar fuerza, como es el caso del derecho.

Sobre la división tripartita del gobierno, el escritor y jurista Montesquieu elaboró una obra mucho más consolidada y elaborada. Nutriéndose de los acontecimientos de la época y de la situación en que se encontraba Francia, supo enriquecer a través de estas experiencias la elaboración de su obra, "El Espíritu de las Leyes" (1748). Este texto es muy valioso como portador de un análisis sobre la teoría del gobierno y el derecho. En éste, se defiende el establecimiento de las monarquías y se toma como garantía la libertad de la existencia de la división de poderes, para así evitar los mandatos que sólo contaban con la decisión del rey.

Para Montesquieu se hacía ineludible la existencia del poder ejecutivo, legislativo y judicial en la estructura del mecanismo político pues el propósito de estos órganos consistía en aminorar en cierto grado la autoridad del soberano y por consiguiente conferirle a esta división de poderes una intervención más activa dentro de las decisiones estatales. Expresó además, que los mismos debían velar por salvaguardar la libertad política.

El filósofo francés Jean- Jacques Rosseau, también se encuentra dentro de los ilustrados que dedicaron gran parte de sus escritos a los temas políticos. Con una obra más extensa y profunda nos revela lo más revolucionario del siglo XVIII. Obras como "El Contrato Social" (1762), "Discurso sobre la desigualdad" (1754) entre otros, vinieron a complementar el espíritu implacable que predominó durante la Ilustración, hacia el Estado y la sociedad. Exterioriza al mismo tiempo un enfoque crítico hacia el régimen feudal de Francia.

En sus escritos se articulan conceptos que delatan una teoría política más labrada, las nociones de libertad, voluntad, igualdad comparecen para armonizar un sistema que se sustenta en la aspiración de lograr un régimen democrático.

Sus doctrinas se esfuerzan por tanto, por lograr una equidad en los niveles económicos, social, etc., con el fin de que el hombre perciba la libertad; procurarle a través de la estructura política condiciones favorables para la realización humana se convierte en patrones a seguir dentro del estilo de Rousseau. Los juicios que emite también van encaminados hacia la búsqueda de un Estado que sea producto de la voluntad del pueblo, haciendo a los ciudadanos cómplices de la estructura política que velaría por la soberanía de la comunidad.

La labor de los filósofos en la formación de un pensamiento revolucionario fue decisiva para el surgimiento de líneas políticas que impulsaron las transformaciones del pensamiento ideológico-social, ejemplo de ello lo constituyó el liberalismo.

La corriente liberal del siglo XVIII se convierte en paradigma de la clase ilustrada, debido a que los fundamentos en que se basaba esta tendencia respondían sobremanera al clamor del Siglo de las Luces. El liberalismo proyectaba sus ideales para definir al individuo como centro de sus estrategias, a causa de la influencia de la Ilustración en su conceptualización sobre el papel del hombre en la construcción de la política.

El Liberalismo, como expresión de la defensa ideológica de la clase burguesa, establecía sus presupuestos en función de garantizar los derechos del individuo; de responder al reconocimiento de la libertad individual en el plano cívico, religioso, etc.; de promover un pensamiento reflexivo sobre el actuar del Estado en estos tiempos, debido a que la responsabilidad estatal que se concebía en la época feudal, disentía de la razón y la voluntad del hombre que se imponían con la Ilustración, por lo que se hace imprescindible para esta tendencia liberal estructurar una política que responda a los intereses que van emergiendo con las nuevas circunstancias.

Por esta causa, el Estado se asume como un órgano representativo que está dado para avalar los derechos individuales, para proteger la relación del hombre con la propiedad, es decir, el capital humano se convierte en eje de esta directriz, por ser portador del conocimiento útil y la tenacidad, que guían inexorablemente al progreso; por esta razón velar por sus inclinaciones se vuelve una necesidad de primer orden. Los liberales además de pensar en un Estado que respondiera por la seguridad de sus súbditos, manifestaban la necesidad del parlamentarismo, y el carácter revocable del gobierno.

Sobre la importancia que tuvieron las ideas enarboladas por el liberalismo en el siglo XVIII, el profesor Jorge Luis Acanda comenta en su libro "Sociedad Civil y Hegemonía":

?" Lo significativo, con lo que el liberalismo hizo historia, estuvo en el modo radicalmente nuevo en que presentó esas ideas, en una forma mucho más compleja: como problemas a resolver desde una perspectiva racional, y que exigían una dilucidación por la razón en las condiciones específicas de la nueva época".(7)

El Liberalismo en este período se erige como una tendencia revolucionaria que representa las ambiciones de una clase -la burguesía- que pretende fragmentar los vínculos que la unen al sistema feudal, ya que en este régimen señorial se resumen los ideales dogmáticos y retrógrados de un sistema que apuesta por la involución de la sociedad. Por esta razón el pensamiento liberal cobra tanta fuerza, debido que respalda el progreso y ve en el hombre el instrumento óptimo para alcanzar el desarrollo de una sociedad que se sustenta en el saber.

Esta corriente alcanzó una gran difusión hacia finales del siglo XVIII y a inicios del XIX, por los preceptos que enarbolaba que iban en consonancia con las circunstancias que se estaban dando y con los cambios que se iban realizando en el mundo. Esta tendencia revolucionaria de principios auténticos será adaptada precisamente por José Agustín Caballero a las condiciones de la isla, a través de su "Exposición a las Cortes Españolas" demostrando su firme afiliación al liberalismo.

Capítulo II: La vida y obra del presbítero Dr.José Agustín Caballero y Rodríguez.

"El sublime Caballero, padre de los pobres

Y de nuestra filosofía." (8)

José Martí.

  1. La vida de José Agustín se enmarca en una época controversial para la sociedad cubana, las situaciones y acontecimientos que suceden durante este período hacen de la isla una nación con grandes contradicciones, por lo que el pensamiento del presbítero en muchas ocasiones va a hacer el resultado de su tiempo.

    Como confirmación de lo antes expuesto, podemos apreciar que desde junio de 1762, dos meses antes del nacimiento de Caballero, se produce la invasión por los ingleses a la Habana. Cuba representaba para los británicos "la llave del mundo" por su posición geográfica, característica que hacía a la isla atrayente para el dominio de Inglaterra. Aunque dicha conquista representó un fracaso para el poderío inglés, a partir de este suceso, en la isla se iniciaron una serie de transformaciones, con el fin de fortalecer los centros militares y lograr una amplia base económica, pues se buscaba consolidar el sistema defensivo de la isla.

    En medio de estas reformas políticas se desarrolla la personalidad de Caballero fruto de la relación entre dos de las familias más ilustres de la sociedad cubana. José Agustín como parte de una generación que poseía una condición privilegiada dentro de la isla tenía como opción ingresar a la vida militar o al Seminario de San Carlos y San Ambrosio, inclinándose por su vocación a este último.

    El Seminario dentro de la figura de Caballero desempeña un papel significativo, pues en este centro se acoge al calor del conocimiento y a la honrosa tarea, años después, de la educación; por esta razón, desde que ingresa en dicha institución se desenvuelve como un alumno extraordinario, dotado de inteligencia y constancia lo que lo hace merecedor de los más disímiles reconocimientos.

    En más de una ocasión resaltó la brillantez en su dominio con el latín, así como fueron notorios los resultados alcanzados en las diversas asignaturas que se impartían en el Seminario. En un período de 11 años, José Agustín se nutre en el plano de educando del saber que le proporciona el Seminario, además obtiene los títulos de Bachiller en Artes y en Sagrada Escritura. Esta formación intelectual que posee va a conformar la madurez del pensamiento que se va a ver, en los años siguientes, desdoblada con creces en sus artículos.

    El presbítero, una vez concluida su etapa estudiantil permanece en el Seminario pero cumpliendo con la función de educador la cual desplegará con el mayor de los esmeros, cabe resaltar que desde su incorporación Caballero es destinado a la Cátedra de Filosofía. Sobre el proceder de José Agustín como profesor se halla la siguiente de valoración hecha por Juan García Barrera quien era director del seminario cuando el presbítero comenzaba a ejercer la docencia:

    "defecto alguno en su vida y costumbres, sino al contrario siempre observó una vida ejemplar acompañada de constante aplicación en las clases, en la que obtuvo premios y logró especiales luces; por lo que el Seminario se gloria de este alumno, y aún reconoce que es el primero entre muchos." (9)

    Como se aprecia, Caballero realizó una destacada labor dentro del Seminario, su afán por desarrollar la difícil tarea de educar con brillantez y de satisfacer sus ansias de conocimiento lo llevó a aspirar al grado de Licenciado y Doctor en Sagrada Escritura, obteniendo dicho título en la Universidad de San Gerónimo en 1788.

    Con 26 años cuenta José Agustín en 1788. Sin embargo, su pensamiento no se encuentra determinado solamente por el proceder del Seminario, sino que dentro de sus concepciones y juicios se encuentra la influencia de las transformaciones que se producen en la isla y los acontecimientos internacionales durante el siglo XVIII.

    En la etapa comprendida a partir de 1762 con la toma de la Habana por los ingleses y hasta 1789 con la Revolución Francesa ocurren una serie de cambios que influyeron sobremanera en Cuba. Debe recordarse que a raíz del intento de conquista de Gran Bretaña, en la isla se comienza con una política reformista que impulsa la vida económica, social y cultural.

    La permisibilidad del libre comercio con numerosos puertos españoles; la promulgación de una nueva ley arancelaria; la ejecución de planes de desarrollo urbano, entre otras medidas acontecieron para transigir la rigurosa administración que imperaba en la isla y que sometía a la misma a una inmovilización de su economía. Unido a estas reformas se da el auge de la sociedad esclavista que tendrá un gran impacto dentro de la sociedad cubana; con este hecho no sólo figuran cambios económicos sino que también promueve de forma acelerada un cambio en la mentalidad.

    La introducción de negros a la isla, va a constituir un factor, decisivo en la economía, pues a partir de su uso en las plantaciones, no solo aumenta con demasía las producciones sino que surge una nueva clase más fuerte económicamente y con una actitud más aferrada a los nuevos clamores de la Ilustración. De este modo, la burguesía esclavista despunta como fiel exponente del progreso.

    Pero el ascenso acelerado de la isla también se produjo debido a acontecimientos internacionales que provocaron directamente el beneficio de Cuba, me refiero a la Revolución Haitiana, que representó esencial dentro del proceso económico. Al encontrarse Haití inmersa en la lucha por la liberación, Cuba venía a suplir las necesidades de azúcar al mercado mundial, quedando como proveedora principal en el Caribe. De este hecho la isla sale fortalecida sobre todo la burguesía que ve incrementada con creces sus ganancias.

    Otro episodio relevante dentro del escenario mundial, que resultó para Cuba importante, fue la independencia de las Trece Colonias. El triunfo de las mismas demostró la capacidad de los pueblos de librarse del yugo opresor, además que expresó las potencialidades inherentes de los pueblos para la creación de una nueva sociedad.

    Todos estos factores, fusionados con el movimiento iluminista que había tomado, auge en la Habana, matizaron el pensar de nuestro joven José Agustín, haciéndose presente estas experiencias en sus reflexiones. Su labor dentro del Seminario se vio enriquecida considerablemente con la Ilustración, pues como buen estudioso y partidario del saber dio cabida dentro de sus clases a los pensadores más insignes de su tiempo, entre ellos se encuentra Locke, Montesquieu, Condillac, entre otros mostrando su vínculo incondicional con las nuevas ideas que germinaban producto de este proceso cultural e ideológico que se estaba dando.

    El trabajo de Caballero no se circunscribe a los muros del Seminario; al contrario, desempeñó fuera de él una vida intelectual intensa. La sociedad cubana, favorecida por las reformas posee un espacio para proliferación de prensa escrita, de esta situación nace el Papel Periódico en 1790, distinguiéndose como vehículo del conocimiento y donde el presbítero realiza una ardua tarea como escritor habitual en sus secciones.

    En este diario, Caballero encuentra un espacio para la difusión de ideas educativas, críticas constructivas y solicitudes de reformas, todo ello en aras de estimular en la sociedad el espíritu de la Ilustración. Este periódico, además de constituir asidero de sus más profundas reflexiones descubre las directrices que caracterizarían el pensamiento de José Agustín, pues en sus escritos deja la huella indeleble de su dedicación por darle margen a los clamores del Siglo de las Luces, de su posición ante la intolerancia y su intención de guiar a la educación por los senderos de la razón, entre otras, todas ellas conformaron el pensamiento de quién fue protagonista de la Generación del 92.

    Dentro de la amplia labor del presbítero como redactor y orador nos encontramos con discursos como el que pronunció el 6 de octubre de 1795 en la clase de Ciencias y Artes, que abordaba sobre la Reforma de los Estudios Universitarios.

    Esta alocución fue de vital importancia para el sistema educacional, en primer lugar porque planteaba de modo implacable las fallas que sostenía la enseñanza en Cuba, que lejos de mantener un carácter didáctico y consecuente con estos tiempos que exigían un conocimiento racional y certero, empobrecían con su rigidez las fuertes ansias del saber; reformar la enseñanza constituía para Caballero una necesidad imperiosa, demostrándolo en su alocución cuando expresa:

    "El sistema actual de la enseñanza pública de esta ciudad retarda y embaraza los progresos de las artes y ciencias, resiste el establecimiento de otras nuevas, y, por consiguiente en nada favorece las tentativas y ensayos de nuestra Clase."(10)

  2. Vida y obra del presbítero Dr. José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera.

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