Krugman, Stiglitz y la reestructuración de la deuda griega (Parte I) (página 5)
Enviado por Ricardo Lomoro
Dicho esto, no se espera que la sangre llegue al río. Los propios griegos son conscientes de que lo que se juegan. De salir del euro, saben que sus ahorros se desvanecerían, que el Estado no podría pagar ni nóminas ni pensiones, y que las rentas más bajas perderían muchísima capacidad adquisitiva al redenominarse todo en dracmas. En cambio, los ricos que hayan sacado sus euros siempre podrían retornar y comprarse el país a precio de saldo.
No en vano, el Gobierno de Syriza ha tenido que ceder en la cancelación de la deuda al negarse todos y cada uno de los socios europeos. Y en otro paso atrás inédito, el ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, explicó ante el propio Schäuble que dos tercios de las medidas de la troika le parecían adecuadas.
En cuanto a la deuda, parece claro que no habrá muchas modificaciones salvo alguna rebaja de intereses y alargamientos de plazos: "Bonos ligados al crecimiento y deuda perpetua ¿estamos de broma? Pero si no tienen que pagar nada durante años y los intereses son bajísimos. Se les puede rebajar un poco la carga financiera, pero en el fondo estamos haciendo unos bonos perpetuos dándole patadas hacia delante. Y ello sin decírselo a los votantes del norte, cosa que es un problemón para Merkel con la extrema derecha robando votos allí, en Finlandia y en Holanda", comenta una fuente cercana al Gobierno español.
Las líneas rojas de Syriza donde todo se puede torcer se hallan en la Troika y el memorando de medidas. Si bien la Troika puede sustituirse por otro policía, la vigilancia resultará imprescindible. Y, por supuesto, Syriza tendrá que aplicar todas las medidas previstas en el programa para que luego se le hagan concesiones en materias como la inversión, el déficit o las ayudas a los más necesitados. Este domingo Tsipras presentará su programa de gobierno al Parlamento, un discurso en el que se espera que brinde más claves de lo que pretende.
Aunque parezca que asistamos a una farsa repetida, los cambios que se han operado en Europa harán que sea mucho más difícil para los griegos extraer concesiones, tal y como se ha visto en la poco exitosa gira relámpago de Tsipras y Varoufakis, la cual ha terminado con el BCE cerrándoles uno de los grifos. La lección que podrían aprender de Samaras se resume en lo que le dijo Barroso en julio de 2012: primero cumplid y luego se os concederá más flexibilidad.
– El dilema de Grecia: ¿salir o no salir de la eurozona? (The Wall Street Journal – 9/2/15)
(Por Chiara Albanese)
Tras su gira relámpago la semana pasada por varias capitales europeas que muchos confiaban que pusiera los cimientos de un compromiso entre Grecia y sus acreedores, el flamante primer ministro del país, Alexis Tsipras, ha vuelto con un mensaje: desmantelará las medidas de austeridad impuestas por sus socios europeos como condición para la entrega del rescate y no quiere una prórroga del mismo. Lo que quiere es un crédito puente y tiempo para reestructurar la deuda.
Los mercados griegos no están contentos con esto. El índice de referencia de la Bolsa de Atenas perdía un 4,8% por la tarde y la rentabilidad de los bonos a dos años del país superaba por la mañana el 21%. Las rentabilidades de la deuda a corto plazo suben cuando los inversionistas temen una cesación de pagos.
¿Pero son tan malas noticias? Pues no, según algunos de los estrategas que siguen más de cerca la situación.
"Los temores a una salida de Grecia (de la eurozona) siguen siendo exagerados", indicó Alberto Gallo, director de estrategia crediticia macro de Royal Bank of Scotland Group PLC.
Aunque es cierto que la deuda griega es insostenible, la eurozona no deja de ser una unión incompleta, con una moneda común pero sin unión política o fiscal, dijo. "El costo para Alemania y los países centrales de dejar salir a Grecia sigue siendo extremadamente alto en comparación con una reestructuración de su deuda", opinó Gallo, que agregó que Grecia necesita reestructurar su deuda pública por unos 60.000 millones de euros.
Actualmente, RBS está evaluando la probabilidad de una salida de Grecia de la eurozona, la cual sitúa por debajo del 10%, y el banco mantiene las inversiones en deuda de los países periféricos de la región. RBS tiene posiciones largas en deuda a largo plazo de España e Italia con calificación BBB, al tiempo que sigue optando por infraponderar la deuda griega y la portuguesa por la volatilidad y el riesgo de contagio.
"Hay consideraciones políticas también: la salida sólo es posible tras un referéndum y la mayoría de los griegos, entre el 70% y el 75%, desean permanecer en la eurozona", comentó.
"Vemos bastante margen para el compromiso", indicó Reinhard Cluse, economista jefe para Europa de UBS AG. Cluse agregó que las negociaciones entre Grecia y sus socios europeos se verán influidas no sólo por los sobrios cálculos del costo y los beneficios, sino también porque se verán expuestos a las corrientes cruzadas de la psicología y la política nacional. "Esto implica un peligro nada trivial de errores de cálculo", dijo.
Podría haber margen para el compromiso si se cobraran intereses más bajos al crédito de rescate de Grecia y si se permitiera una mayor flexibilidad presupuestaria, en opinión de UBS.
Los economistas de la eurozona de Bank of America Merrill Lynch siguen confiando en que "al final, prevalecerá la razón". Indicaron que aunque las autoridades europeas y el Ejecutivo heleno están lejos de un potencial acuerdo, se han "visto pasos en la dirección adecuada", aunque es poco probable que logre evitarse un largo periodo de discusiones, titulares y volatilidad.
Obviamente, no todo el mundo se muestra igual de optimista. El expresidente de la Fed Alan Greenspan dijo este fin de semana en la emisora de radio de la BBC que "es sólo cuestión de tiempo el que se reconozca que la mejor estrategia es separarse".
El secretario del Tesoro estadounidense, Jacob Lew, ha instado a Grecia y a los europeos a "rebajar un poco la retórica".
Mientras, los activos de la eurozona siguen expuestos al ruido político y los índices de referencia de los principales mercados de valores caen el lunes por la persistente incertidumbre en torno a Grecia. UBS ha rebajado ya su exposición a los activos de riesgo, anticipando una mayor debilidad del euro y con un ojo puesto en el potencial impacto de un contagio si Grecia acaba abandonando la eurozona. "Aunque el daño de una potencial salida de Grecia podría no ser tan grave como lo habría sido en 2011/12, crearía importantes turbulencias", concluyó UBS.
– Berlín y Atenas pactan la prórroga del rescate griego por cuatro meses (Cinco Días – 20/2/15)
(Por Bernardo de Miguel)
El duelo entre Grecia y Alemania alcanzó el viernes su máxima intensidad desde la victoria electoral de Syriza el pasado 25 de enero. Ambos países chocaron frontalmente en las horas previas a la tercera reunión en menos de un mes del Eurogrupo (ministros de Economía de la zona euro), hasta el punto de que la cita estuvo a punto de cancelarse ante la aparente imposibilidad de llegar ni siquiera a un principio de acuerdo. Las dos partes, finalmente, alcanzaron un acuerdo para prolongar el rescate de Grecia durante cuatro meses más allá del 28 de febrero, última fecha del programa actual. Un acuerdo en el que Atenas se rinde, prácticamente sin condiciones, a todas las exigencias de Berlín.
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, no disimuló su victoria. "El Gobierno griego tendrá difícil explicar el acuerdo a sus electores", afirmó tras la reunión. Su colega griego, Yanis Varufakis, intentó hacer una lectura lo más positiva posible, aunque lo tenía difícil. "Es un punto de inflexión", dijo. "Por primera vez han negociado con nosotros de verdad y ya nadie nos pide medidas como la subida del IVA o el recorte de las pensiones. Desde hoy seremos coautores de nuestro futuro, desde hoy seremos nosotros los que decidamos las reformas", señaló.
Satisfecho se mostró también el ministro de Economía, Luis De Guindos. "Es un acuerdo positivo, que permitirá tener cuatro meses de discusión sobre el acuerdo futuro y, por otro lado, que cumple todas las exigencias que había planteado el Gobierno español y muchos otros Gobiernos", aseguró en declaraciones a la prensa tras el fin del Eurogrupo.
El Gobierno griego se compromete a pagar a todos sus acreedores, a no adoptar medidas económicas unilaterales y a presentar el lunes una primera lista de reformas estructurales que llevará a cabo en los próximos meses. A cambio, la zona euro se muestra dispuesta a revisar el objetivo de superávit exigido "a la luz de la coyuntura económica actual", como había reclamado Atenas, lo que se traducirá en mayor margen de maniobra presupuestaria para que el gobierno de Syriza acometa parte de su plan social.
Bruselas también liberará, previo examen de la troika, los 1.800 millones de euros que quedan del rescate y los 1.900 millones de euros de beneficio del programa de compra de deuda griega de los bancos centrales. Los 10.900 millones de euros para la recapitalización bancaria seguirán disponibles, pero dejarán de estar en manos del FROB griego y volverán bajo control de la zona euro, prueba de que la confianza mutua entre Grecia y el Eurogrupo todavía no es completa. "Recuperar la confianza plena llevará tiempo", señaló el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, tras anunciar los términos del acuerdo.
El texto pactado, que fue aceptado por el resto de socios de la zona euro, evita una ruptura total de las negociaciones entre Atenas y Bruselas, una posibilidad que flotó a lo largo del viernes. Los contactos entre las partes se intensificaron en las horas previas a la reunión y se llegó a evocar la posibilidad de una cumbre europea si los ministros de Economía y Finanzas no lograban cerrar un acuerdo, aunque fuera de mínimos.
En París, el presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, celebraron una cumbre bilateral en la que ambos reiteraron su apuesta por la continuidad de Grecia en la zona euro. La canciller, sin embargo, advirtió que Atenas debería "mejorar sustancialmente" su propuesta del jueves para prolongar el rescate.
La solicitud de Atenas planteaba una prórroga de seis meses. Pero la misiva, con un marcado carácter político y reivindicativo que no gustó en muchas capitales de la zona euro, dejaba abierta la posibilidad de que el Gobierno de Syriza se desmarcase en ciertos casos de las políticas dictadas por la troika. Berlín advirtió nada más leerla que esa solicitud no bastaba.
En el Eurogrupo del viernes, Alemania dejó claro desde el principio que la única alternativa para prolongar el rescate de Grecia es que el gobierno de Syriza acepte sin ninguna ambigüedad todas las condiciones pactadas hasta ahora y que se comprometa a no adoptar ninguna medida económica unilateral sin permiso de la troika (CE, BCE y FMI). Berlín insiste en que se trata de una cuestión de principios para garantizar el buen funcionamiento de la UE, una premisa clave en un momento en que capitales como París o Roma quieren renegociar sus objetivos de déficit para los próximos años y en que en varios países avanzan electoralmente opciones políticas que cuestionan la permanencia en el euro o en la UE.
"Esto no tiene que ver con un solo país", advirtió el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, nada más llegar a Bruselas para la cita del Eurogrupo. "Se trata de encontrar soluciones que no destruyan la confianza en la continuidad y la fiabilidad de Europa".
La reunión del Eurogrupo comenzó finalmente con tres horas de retraso, que se dedicaron a los contactos previos para allanar el camino hacia un acuerdo. "Es muy complicado, pero todavía conservo cierto optimismo", señalaba el presidente del Eurogrupo, el ministro holandés Jeroen Dijsselbloem, durante el transcurso de esas negociaciones preliminares.
En el edificio del Consejo Europeo se encontraban ya los dos principales contrincantes de la jornada: el veterano ministro alemán, presente en el Eurogrupo desde 2009, y su colega griego, con menos de un mes en el cargo.
El resto de miembros del Eurogrupo aguardaban a que se convocara la reunión plenaria en la llamada planta 50 del edificio Justus Lipsius, aplazada hasta que las posiciones de Schäuble y Varoufakis se aproximaran hasta un punto susceptible de encontrarse.
"Grecia no es que haya dado ya un paso de más (hacia el acuerdo) sino una decena de pasos de más", aseguraba Varoufakis. "Ahora espero que nuestros socios europeos se muevan, no hasta la mitad del camino sino sólo una quinta parte". Pero Alemania no se movió.
– Grecia vs Eurogrupo: así queda el resultado del pulso (Cinco Días – 25/2/15)
(Por Bernardo de Miguel)
El gobierno de Alexis Tsipras continuó ayer con su adaptación a la realidad política europea, un proceso que le ha obligado a renunciar a buena parte de sus promesas electorales en poco más de un mes. Nada más ganar las elecciones (el 25 de enero), Syriza enterró la propuesta para convocar una conferencia internacional sobre la reestructuración de la deuda de los países del sur de Europa. Poco después incluso se olvidó de la permuta de los bonos sugerida por el recién nombrado ministro de Finanzas, Yanis Varufakis. Ahora, en la lista de reformas presentada al Eurogrupo para obtener una prórroga del rescate, Atenas admite que la promesa de aumentar el salario mínimo hasta 751 euros al mes no se podrá llevar a cabo de momento y deberá negociarse antes con los agentes sociales y con las instituciones europeas para garantizar que no se daña la competitividad y la creación de empleo. Es decir, se aparca sine díe.
También se estanca la promesa de condonar o aliviar las deudas que miles de griegos tienen con la seguridad social, con el fisco o con los bancos. Atenas se limita por ahora a prometer que "calibrará" con cuidado para diferenciar entre la morosidad deliberada y los impagos inevitables, pero no cancela ninguna deuda. Bruselas ve positiva esta evolución de Tsipras, que por ahora no le ha hecho perder apoyo popular.
Propuestas de Atenas
– Un IVA con menos descuentos. El Gobierno de Tsipras se compromete a reformar el IVA, a simplificar los tipos de imposición y a eliminar excepciones y descuentos. Todo ello con el objetivo de "maximizar los actuales ingresos", que en 2014 fueron de 13.600 millones de euros frente a los 17.000 millones que se alcanzaron antes del rescate.
– Menos prejubilaciones. Grecia promete "un vínculo más estrecho" entre las contribuciones a las pensiones y los derechos de los pensionistas. Atenas también anuncia medidas para frenar las prejubilaciones, sobre todo, en la banca y el sector público. Y un mecanismo de renta garantizada para que a los trabajadores de entre 50 y 65 años les compense seguir en activo.
– Privatizaciones a la carta. Atenas no dará marcha atrás en las privatizaciones llevadas a cabo hasta ahora y mantendrá las que ya están en marcha. El resto, se reserva el derecho a revisarlas para rentabilizarlas al máximo y advierte de que dará prioridad a fórmulas que mantengan cierto control del estado, como leasing a largo plazo o joint ventures.
– Plan social de 1.800 millones. El programa electoral de Syriza incluía un plan contra "la crisis humanitaria" valorado en 1.800 millones. Atenas insistió ayer en llevarlo a cabo, aunque sin cifrarlo.
Exigencias de la UE
– Más impuestos. La troika considera que el presupuesto griego para 2015 no permitirá cubrir los objetivos de superávit (3%), por lo que Atenas debería aumentar la recaudación fiscal mediante una subida del IVA. Atenas subió del 19% al 23% el IVA a raíz del rescate en 2010. Pero la recaudación ha caído por falta de actividad.
– Pensiones más bajas. La UE ha impuesto una rebaja de pensiones en Grecia que, según la troika, debe completarse con una reforma sobre el sistema de contribuciones y reparto para garantizar su sostenibilidad. La troika se niega a la propuesta de Syriza de conceder 60 euros más a los pensionistas que estén por debajo del nivel de pobreza, una factura de 9,5 millones de euros.
– 50.000 millones en activos. El primer rescate de Grecia estableció en 2011 una lista de privatizaciones para ingresar 50.000 millones de euros. Los cálculos del Eurogrupo tuvieron que revisarse a la baja un año después, cuando los activos a la venta se valoraron en 22.000 millones. Un objetivo que también ha resultado demasiado optimista.
– Ayudas sin impacto fiscal. El Eurogurpo supedita cualquier programa social de Syriza a su neutralidad desde el punto de vista presupuestario y a que lo pague Atenas con sus propios ingresos.
– Grecia no es el único quebradero de cabeza de la eurozona (Expansión – WSJ Europe – 24/2/15)
(Por Richard Barley)
Por una vez, lo que ha ocurrido en Grecia, no ha afectado al resto de Europa, ¿o sí?
En términos generales, los mercados de deuda no han sufrido el efecto contagio de las arduas negociaciones entre Grecia y la eurozona. Para la mayoría de los inversores, Grecia debería dejar de ser el centro de atención, al menos durante un tiempo, ahora que se ha alcanzado un acuerdo preliminar para ampliar las ayudas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los riesgos políticos no han desaparecido. En este sentido, España se enfrenta este año a numerosos desafíos, mientras que Italia podría ofrecer oportunidades.
El año pasado, los bonos españoles e italianos registraron una evolución espectacular. España se situó a la cabeza, con unos rendimientos del 16,7% frente al 15,1% de Italia, según los índices de Barclays. A finales de octubre, la rentabilidad de la deuda española a diez años se situaba 0,4 puntos porcentuales por debajo de la italiana, debido a las reformas económicas y el crecimiento de Madrid frente al estancamiento de Roma. Sin embargo, este año España va por detrás. Los bonos italianos han ofrecido rentabilidades del 3,2%, muy por encima del 1,8% de la deuda española. La diferencia entre los rendimientos de los bonos a diez años de los dos países se ha reducido a menos de 0,1 puntos porcentuales y todo apunta a una continuidad de esta tendencia, algo que parece carecer de lógica. Al fin y al cabo, España registra crecimiento, y la evolución de Italia es bastante deficiente: el país no ha tenido un trimestre de crecimiento desde 2011. Además, según Eurostat, la deuda en el tercer trimestre de 2014 se situó en el 132% del PIB. Parece que el plan de compra de deuda del BCE ha puesto fin a las dudas sobre la falta de crecimiento. Tanto España como Italia salen beneficiadas en este sentido. No obstante, en lo que la estrategia del BCE no puede ayudar es en que se ignore el riesgo político. España se enfrenta a muchos desafíos este año, tanto a nivel nacional como regional. La cuestión de la independencia catalana sigue pendiente. En enero, Artur Mas convocó elecciones en septiembre en las que la cuestión de la independencia volverá a ser el foco de atención. A nivel nacional, algunas encuestas dan la victoria al partido de la izquierda radical Podemos, por delante del Partido Popular, actualmente en el Gobierno. Los líderes de Podemos hablan de la reestructuración de la deuda, de expansión monetaria, de subidas de impuestos a los ricos y de la nacionalización de algunos de los sectores más importantes. Aunque las elecciones generales no se celebrarán hasta finales de año, el auge de Podemos sin duda influirá en la campaña electoral de los otros partidos. En Italia, el primer ministro Matteo Renzi ha comenzado a avanzar en las reformas del mercado laboral y el sistema bancario. Según la OCDE, de llevarse a la práctica como es debido, las reformas podrían aumentar el PIB un 6% en los próximos diez años. La cuestión de si favorecer a Italia o a España podría cobrar más importancia que el año pasado. Los bajos rendimientos implican que será más difícil cosechar beneficios. Después de que la política de Grecia haya acaparado toda la atención, es probable que este año le toque el turno a España.
– ¿Qué países tienen un gasto público más elevado en Europa? Finlandia y Dinamarca, a la cabeza (El Economista – 14/5/15)
El gasto público en España bajó al 43,6% sobre el PIB en 2014, casi cuatro puntos menos que en 2012, según datos de Eurostat recogidos por el Instituto de Estudios Económicos (IEE). En Europa, los países que presentan un gasto público sobre PIB mayor son los nórdicos, liderados por Finlandia y Dinamarca. Países como Reino Unido, Alemania o Polonia presentan unos niveles similares a los de España. Rumanía, Lituania y Letonia presentan el menor gasto público sobre PIB.
En España, el gasto público continuó con el descenso iniciado en 2013 en el conjunto de países de la UE-28, ya que el promedio europeo se quedó en el 48,1% del PIB el año pasado, frente a una media del 49% en 2012.
Los países con mayor gasto público en 2014 fueron Finlandia (58,7%), Dinamarca (57,2%) y Francia (57,2%). A continuación se situaron Bélgica, (54,3%), Suecia (53%) y Austria (52,3%).
Italia y Hungría también superaron el 50%, mientras que Eslovenia, Grecia, Chipre y Portugal se quedaron alrededor del 49%. Por debajo del promedio europeo figuraron los Países Bajos (46,6%), el Reino Unido, Luxemburgo y Alemania, con cifras en torno al 44%.
En España, el gasto público se situó en el 43,6%, lo que supone una bajada de casi cuatro puntos respecto al año 2012. "Demuestra que estamos en el buen camino", señala el IEE.
Entre los países con el menor nivel de gasto público sobre el PIB figuran ocho miembros de reciente adhesión a la UE y también Irlanda, con un 39%.
– La paradoja del euro: buscar el balance alimentando los desequilibrios (The Wall Street Journal – 26/6/15)
(Por Greg Ip)
Mientras Grecia lucha para alcanzar un acuerdo que lo mantenga en la zona euro, el bloque monetario ya se ha abocado al asunto más importante de cómo corregir las fallas que lo llevaron tan cerca de la disolución.
En una detallada hoja de ruta presentada el lunes, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, dio su propia respuesta: más "políticas económicas y fiscales efectivas", para prevenir crisis, y mejores amortiguadores para cuando inevitablemente ocurran recesiones y crisis.
El informe, sin embargo, elude la paradoja en el centro de los problemas de la región, que el propio euro provocó los desequilibrios que llevaron a la crisis y le quitó a los miembros la capacidad de absorber el impacto. Las medidas correctivas que ha adoptado el bloque desde 2010 y las que Juncker propone ahora no resuelven esa paradoja.
Para entender por qué, es necesario repasar lo que significa una unión monetaria. Cuando un país tiene su propia moneda, la inflación, la productividad y las tasas de interés pueden variar de forma considerable respecto de las de sus socios comerciales. Si una inflación más alta o una menor productividad le quitan competitividad, su divisa puede ser ajustada para resolver los déficits comerciales resultantes.
A cambio de los beneficios económicos y políticos de la unión monetaria, los estados miembros pierden esa válvula de escape. Los arquitectos del euro supusieron que, en consecuencia, las economías convergirían, con tasas de inflación, costos laborales y presupuestos en el sur de la región similares a los del norte.
El euro logró la convergencia en un aspecto, que es que el capital fluía a través de las fronteras y las tasas de interés en los países periféricos cayeron a los niveles de las de Alemania. De forma perversa, esta convergencia financiera obstruyó la convergencia económica. El auge crediticio produjo burbujas en el sector de viviendas en Irlanda y España, así como gigantescos déficits fiscales en Grecia y Portugal. Eso elevó los sueldos, pese a que Alemania flexibilizó su mercado laboral, lo que mantuvo los salarios bajo control. La actividad manufacturera en Grecia, Portugal, España e Italia se contrajo y sus economías se hicieron menos diversificadas. Sus déficits comerciales se dispararon conforme el superávit alemán aumentaba.
La convergencia de las tasas de interés también redujo el incentivo de los gobiernos del sur de la zona euro para arreglar sus deficiencias económicas estructurales. Un profundo análisis de los economistas académicos Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos señala que las reformas de "mercados laborales rígidos, mercados de productos monopolizados, sistemas educativos fallidos o sistemas impositivos enormemente distorsionadores plagados de evasión fiscal fueron abandonadas o incluso revertidas".
Los países golpeados por una crisis y una recesión suelen responder con cierta combinación de menores tasas de interés, devaluación de la divisa y estímulo fiscal (tomando préstamos para financiar mayores gastos o recortes de impuestos). El euro descartó las tres opciones: los países en crisis no podían devaluar, apenas podían emitir deuda porque los inversionistas temían que incumplieran sus pagos (lo que no es un problema para los países que imprimen su propia moneda) y no se beneficiaban de las bajas tasas de interés del Banco Central Europeo porque los fondos salían a raudales de sus bancos.
En lugar de eso, todos tuvieron que implementar penosas medidas de austeridad fiscal y una "devaluación interna", lo que los obligó a reducir sus precios y sueldos para recuperar competitividad frente a Alemania.
Los déficits presupuestarios y comerciales se han reducido desde entonces, pero a costa de profundas recesiones, pese a que Alemania prosperó. "Ahora hay una considerable divergencia a lo largo de la zona euro", reconoce Juncker. "En algunos países, el desempleo está en mínimos récord, mientras que en otros está en máximos récord". En pocas palabras, el euro ha logrado lo opuesto de lo que se proponía.
Hay tres potenciales canales para corregir esto. Uno es eliminar el riesgo de cesaciones de pagos de deuda soberana de los mercados financieros. Aquí, ha habido un gran progreso, a través del fondo de rescate del Mecanismo Europeo de Estabilidad y la voluntad del Banco Central Europeo de actuar como prestamista de último recurso. Una medida relacionada es aislar a los bancos de la suerte de sus gobiernos nacionales, mediante, señala Juncker, "una supervisión bancaria única, una resolución bancaria única y un seguro de depósitos único".
El segundo es una unión fiscal, como en Estados Unidos, que transfiere dinero de estados sólidos a débiles y permite que los déficits se expandan y contraigan con el ciclo de negocios. Juncker propone un Tesoro común que con el tiempo tomaría decisiones presupuestarias que ahora son controladas por los gobiernos nacionales, pero la realidad política dicta que una verdadera unión fiscal sigue siendo un sueño lejano.
El tercer, y más importante, canal es eliminar la brecha de competitividad entre el norte y el sur. Aquí, Juncker recomiendo las reformas que ya están en marcha: "mercados de productos y laborales" más eficientes e "instituciones públicas más fuertes" (es decir, menos burocracia y corrupción). Al llevar los precios y los costos en el sur en línea con los del norte, esto corregirá la brecha de competitividad.
Sin embargo, este es un proceso lento y doloroso que, según reconoce Juncker, "nunca ocurrirá tan rápido como el ajuste de la tasa de cambio".
La pregunta crucial, entonces, es si los países del sur tolerarán los años de alto desempleo y menores sueldos necesarios para que esto funcione. A los griegos se les agotó la paciencia y eligieron un gobierno que se ha acercado peligrosamente a una ruptura con el euro. Los inversionistas temen que España sea el próximo.
Sin dudas, los escépticos del euro a menudo han desestimado el atractivo político del euro; líderes y votantes en el sur de Europa equiparan la membresía en la moneda común con la membresía en el continente. Eso en última instancia podría resultar ser su salvación, y no la conflictiva lógica económica en su núcleo.
– España lidera la caída de ingresos públicos en la OCDE durante la crisis (El País – 6/7/15)
Los recursos públicos cayeron a un ritmo medio anual del 3% entre 2007 y 2013. España también aumentó el gasto durante ese periodo a pesar de los recortes
(Por Alejandro Bolaños)
Pese a las sucesivas subidas de impuestos tras el estallido de la crisis, el desplome de la recaudación alimenta el persistente desfase de las cuentas públicas españolas. El último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) da idea de la dimensión del agujero: cuando se relacionan ingresos públicos y población, ninguno de los 34 países industrializados de la OCDE encajó un descenso tan acusado como España entre 2007 y 2013.
Según la última comparación elaborada por la OCDE, que publicó ayer el organismo internacional, la crisis se dejó notar en la recaudación entre 2008 y 2009, para irse recuperando en los años posteriores. En el conjunto de la OCDE, el ingreso público por habitante entre 2007 y 2013 quedó prácticamente estancado (aumentó un 0,13% de media anual durante el periodo de crisis), aunque hubo países en los que la evolución fue mucho más afilada: en Eslovaquia, Corea del Sur o México, los recursos per cápita de los Gobiernos crecieron por encima del 2% anual. En el otro extremo, algunos de los países más señalados por la crisis, como Islandia, Irlanda, Grecia y España.
Entre 2007 y 2013, un periodo en el que la población apenas varió, el volumen de recursos públicos per cápita cayó en España a un ritmo anual del 3%. Fue un descenso más intenso incluso que en Grecia, un país que ha sufrido un retroceso económico mucho mayor (el PIB griego se achicó un 26%, frente al 6% en el caso de la economía española) y que, tradicionalmente, afronta serios problemas para recaudar impuestos. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que había hinchado también el nivel de recursos de las administraciones hasta 2007, es lo que explica que España haya sido el país de la OCDE en el que más bajaron los ingresos públicos por habitante.
Los informes de la Agencia Tributaria ya daban fe del desplome de los recursos tributarios, que aportan más del 90% de los ingresos públicos, pese a que los Gobiernos (del PSOE y del PP) aprobaron notables subidas de impuestos en las principales figuras (IRPF, IVA, sociedades y especiales) para captar más de 30.000 millones de euros en recursos adicionales entre 2007 y 2013.
Pese a esos recargos tributarios, que el Ejecutivo de Rajoy ha empezado a desandar este año con la rebaja del IRPF, la recaudación generada por los principales impuestos en 2013 era todavía un 19% inferior a la de seis años atrás (168.000 millones frente a los 200.000 millones de 2007).
Aumento del gasto
El otro lado del balance de las cuentas públicas contribuye a explicar la persistencia de los desfases presupuestarios (el déficit público español, que llegó al 11,2% del PIB en 2009, era todavía del 5,7% el año pasado). Porque si la reducción de los ingresos fue muy acusada, la evolución global de los gastos por habitante en esos seis años refleja incluso un moderado aumento (el 0,6% anual entre 2007 y 2013), aunque se sitúa entre los más bajos de la OCDE.
El aumento de los gastos, pese a los notables recortes aplicados también en este periodo, se explican por la propia crisis: el repunte de las prestaciones por desempleo y del pago en intereses de la deuda fueron superior al ahorro cosechado con los ajustes.
De esta forma, el nivel de gasto público (cerca del 44% del PIB en 2014) se queda por encima de la media de la OCDE, mientras que España se sitúa muy cerca del promedio de los países industrializados (38% del PIB) en ingresos públicos.
La variación del gasto público durante los seis años analizados muestra que solo en Irlanda ganaron más peso los beneficios sociales (prestación por desempleo) y los rendimientos de la propiedad (los intereses de la deuda). De nuevo, solo en el que se bautizó como tigre celta fue más perjudicado el gasto en inversión pública, la partida más afectada por los ajustes en España.
Una deuda insostenible sin más ajustes
La deuda pública es una de las herencias más pesadas de la crisis: en España, casi se ha triplicado, para superar el 98% del PIB. A ese nivel, la OCDE considera que los recursos detraídos para hacer frente a la carga de esa deuda dañan el crecimiento. Pero, además, cree que habida cuenta de cuál ha sido la política fiscal española en el pasado, es insostenible.
En teoría, el organismo estima que la deuda pública española podría llegar incluso al 170% del PIB antes de que la situación de las cuentas hiciera imposible afrontar los vencimientos. Pero en la práctica, avisa la OCDE, los mercados penalizarían mucho antes a España, lo que se traducirá en un sobrecoste financiero inabordable.
La OCDE incluye a España en el grupo de países (lo completan Grecia, Irlanda, Portugal Italia o Japón) cuya deuda considera insostenible si no son capaces de acumular superávit públicos (sin el coste de la deuda) durante décadas. En el caso español, el saldo primario positivo debería promediar el 2% anual hasta 2040, un cambio radical. Y sin precedentes.
– Grecia, China y Puerto Rico distan de ser crisis globales, al menos por ahora (The Wall Street Journal – 13/7/15)
(Por Greg Ip y Jon Hilsenrath)
Después del estallido de turbulencias económicas en tres continentes en las últimas semanas, una consecuencia familiar de anteriores crisis ha brillado por su ausencia: el pánico.
Grecia se ha acercado peligrosamente a salir de la zona euro. Una burbuja bursátil en China parece haberse desinflado. Puerto Rico, a su vez, amenaza con una de las mayores cesaciones de pagos de un gobierno en la historia de Estados Unidos. Sin embargo, casi no se ha visto el tipo de contagio global que se produjo durante la crisis hipotecaria de EEUU en 2008 y episodios previos de la deuda griega.
El Promedio Industrial Dow Jones quedó el viernes a menos de 3% de su máximo histórico ante las señales de que Grecia puede alcanzar un acuerdo con sus acreedores y permanecer en el euro. El VIX, que mide la volatilidad del mercado de opciones de Chicago y es conocido como el "índice del miedo", está por debajo de los niveles de diciembre. Los rendimientos de los bonos soberanos de los países más débiles de Europa han subido, pero mucho menos que los de Grecia.
En un discurso sobre el panorama económico de EEUU pronunciado el viernes, la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, ni siquiera mencionó a China e hizo una breve referencia a Grecia, una señal de que el banco central estadounidense está tomando estos acontecimientos con calma.
El contagio financiero parece haber sido contenido por varias razones. Los bancos del resto del mundo tienen una exposición limitada a la deuda griega, china y puertorriqueña; los inversionistas globales ya habían huido de Grecia, y sus inversiones en la bolsa china siempre enfrentaron limitaciones. Las autoridades europeas han levantado una muralla para aislar al resto de Europa de una salida de Grecia de la zona euro. Además, pocas economías parecen asemejarse a Grecia lo suficiente como para desatar una ola de ventas.
"Las repercusiones de lo que está pasando serán imperceptibles en relación con lo sucedido en septiembre y octubre de 2008", dice Stephen Cecchetti, profesor de economía de la Universidad Brandeis.
De todos modos, aunque el contagio financiero sea limitado, otros tipos de contagio, como el político y el económico, son una amenaza.
Las ásperas negociaciones entre Grecia y sus acreedores han resaltado tanto el sentimiento en contra de las medidas de austeridad en economías como España e Italia como la férrea oposición a los rescates en Alemania, lo cual corroe la unidad de la moneda única. El domingo, líderes de la zona euro indicaron que las negociaciones para un nuevo rescate podrán iniciarse sólo si el Parlamento griego aprueba reformas a las pensiones y aumentos de impuestos para este miércoles.
Igualmente, incluso si el daño del estallido de la burbuja bursátil no traspasa las fronteras de China, el efecto dominó sobre el crecimiento económico podría arrastrar a los socios comerciales del gigante asiático, entre ellos varios países latinoamericanos, que ya padecen la caída de la demanda china de materias primas.
La buena noticia es que el sistema financiero mundial, al menos por ahora, ha sido un amplificador menos potente de los trastornos económicos que en 2008. Entre 2004 y 2007, los préstamos de los bancos a entidades financieras y empresas de otros países crecieron 17%, según el Banco de Pagos Internacionales. Desde entonces, apenas han aumentado 0,5% al año. Esto significa que es menos probable que la cesación de pagos de un país se contagie a otro a través del sistema bancario.
Una excepción son los préstamos en moneda extranjera a empresas chinas que casi se han cuadruplicado desde 2008 y hoy exceden US$ 800.000 millones. No obstante, los amplios recursos del gobierno chino pueden amortiguar un posible shock en su sistema financiero. Además, el mercado bursátil chino sigue siendo relativamente cerrado. Los inversionistas chinos, presos de una exuberancia irracional, han acumulado deudas para comprar acciones con las corredoras locales, no con la banca extranjera.
Susan Lund, del Instituto Global McKinsey, dice que cada una de las tres crisis actuales se parece más a la debacle de las instituciones de ahorro y préstamo de EEUU en los años 90 que a la crisis hipotecaria de 2008, es decir "una crisis nacional localizada, sin grandes coletazos internacionales".
Aunque los préstamos transfronterizos de los bancos se han reducido, la financiación a través del mercado de bonos ha aumentado. Una ola de cesaciones de pagos podría generar una salida en masa de inversionistas de fondos de renta fija, pero sería menos perjudicial que el colapso de un banco global.
Las tenencias de deuda pública y bancaria de Grecia en manos de extranjeros han descendido 86% desde mediados de 2012, desde 247.000 millones de euros a 34.000 millones de la divisa común, según Cornerstone Macro. Esto limita el contagio en caso de que Grecia abandone el euro. Por otra parte, el Banco Central Europeo se ha comprometido a respaldar el mercado de bonos de cualquier país que sufra daños colaterales de una salida griega del bloque.
Los problemas de Puerto Rico no han tenido una repercusión más amplia debido a que, al contrario de lo que acontece con Grecia, no hay otro deudor en una situación tan apremiante. La deuda con garantía impositiva de Illinois, el estado financieramente más vulnerable de EEUU, equivale a 6% de los ingresos de sus contribuyentes, en comparación con 65% de Puerto Rico, según Standard & Poor"s.
Sin embargo, la ausencia de efectos secundarios obvios no significa que no los habrá. Los últimos años han demostrado que los canales de contagio pueden permanecer ocultos hasta que eventos tan anticipados como una posible salida griega del euro se hagan realidad.
Por otra parte, más allá del ámbito financiero, la amenaza económica directa de los problemas que aquejan a China podría ser mucho mayor que en el pasado. La contribución del país al producto económico mundial casi se ha triplicado de 5% hace una década a 14% en la actualidad. J.P. Morgan estima que, en los últimos 12 meses, China ha representado un tercio del crecimiento mundial, el doble que antes de la crisis de 2008.
J.P. Morgan estima que un shock que reste un punto porcentual del crecimiento de la economía china reduciría medio punto porcentual del crecimiento global y 0,7 puntos porcentuales del de los mercados emergentes. Los economistas del banco consideran recortar sus estimaciones del crecimiento mundial. La desaceleración de China parece estar extendiéndose a otros mercados emergentes, especialmente en Asia. "Ya se ha transformado en algo más amplio", dice Bruce Kasman, economista jefe del banco.
– Las nueve medidas extra que ha tenido que aceptar Grecia para seguir en la zona euro (Cinco Días – 14/7/15)
(Por Cecilia Castelló)
Grecia se rindió el pasado jueves y presentó prácticamente un calco de las medidas presentadas antes de que Tsipras convocara el referéndum del sí o del no. Bajada de pensiones, ampliación de la edad de jubilación y subida del IVA incluidas.
Pero el fin de semana Alemania sacó la artillería pesada y torció la mano del primer ministro heleno si quería seguir en la zona euro. Estas son las medidas adicionales añadidas al documento que ha tenido que aceptar el primer ministro heleno.
Los bancos griegos permanecerán cerrados sine die, según fuentes gubernamentales citados por Reuters. El corralito está en vigor desde el lunes 29 de junio, tras la convocatoria del referéndum y la ruptura de las negociaciones para el segundo rescate. Finalmente, Mario Draghi no ha hecho ningún gesto hoy para aflojar el corralito.
De entrada, hay unos plazos para aprobar medidas si quiere comenzar a negociar el tercer rescate. El miércoles 15 de julio deberá aprobar la subida del IVA con tres tipos -al 6% para medicinas, libros y teatro, al 13% para hoteles energía y alimentos básicos; y al 23% para el resto, incluidos los restaurantes- y la bajada de las pensiones.
El miércoles 23 de julio deberá quedar legislada la modernización del sistema judicial y debe haber quedado traspuesta la directiva sobre resolución bancaria. Con estas reformas encima del tapete, se comenzará a negociar el tercer rescate de país por un importe de entre 82.000 y 88.000 millones de euros.
Primera. Una reforma de las pensiones más ambiciosa de la planteada y medidas concretas para compensar el impacto fiscal de la sentencia del Tribunal Constitucional que tumbó la reforma de las pensiones de 2012. Grecia deberá, además, aplicar la cláusula del déficit cero o medidas similares para octubre de 2015.
Segunda. Dar una vuelta de 180 grados al mercado de servicios, incluyendo la apertura en domingos, dar libertad en los periodos de rebajas, liberalizar el mercado de producción de leche, de panaderías, de farmacias y de algunos servicios regulados, como el transporte en ferry.
Tercera. Liberación de los mercados energéticos y privatización del operador de la red de transporte de electricidad.
Cuarta. En el mercado laboral, modernizar la negociación colectiva, reformar la ley de huelga con el objetivo de endurecerla, y legislar con las mejores prácticas de la UE en cuanto a los despidos colectivos. Por supuesto, esto significa, al igual que ocurrió en España, facilitarlos.
Quinta. Reforzar el sector financiero tomando decisiones decisivas sobre los préstamos morosos y medidas para reforzar la gobernanza y el control de las instituciones financieras. La misión primordial es eliminar cualquier interferencia política en su gestión.
Sexta. Grecia deberá traspasar activos disponibles para su venta a un fondo supervisado por autoridades europeas. Se incluye aquí el paquete de empresas públicas valoradas en unos 50.000 millones que ya habían sido incluidos en el primer rescate de 2011, y de los que solo se obtuvieron unos 5.000 millones. En teoría, la privatización de esos bienes se destinará a pagar el nuevo préstamo. Del importe total que se debe obtener, 25.000 millones irán destinados a amortizar la recapitalización de la banca; otros 12.500 millones, a pagar deuda; y otros 12.500 a inversiones.
Séptima. La zona euro exige al Gobierno griego una propuesta para "modernizar y fortalecer" la administración con el objetivo de poner en marcha un programa supervisado por la Comisión Europea, con la misión de reducir el coste de su sector público. La propuesta debe estar encima del tapete a más tardar el lunes 20 de julio.
Octava. Férreo control supervisor. Los hombres de negro de la antigua troika ganarán poder en este tercer rescate. El trabajo sobre el terreno en Atenas, en todo lo que se refiere a las reformas, el Gobierno heleno deberá consultar y concertar con las instituciones, y con el tiempo suficiente, todos los proyectos de ley relativos a las áreas de reforma. Incluso antes de su puesta a consulta pública.
Novena. Salvo las medidas de asistencia humanitaria -una de las primeras decisiones del Gobierno fue volver a hacer universal la asistencia sanitaria-, Tsipras debe dar marcha atrás a todas las medidas que aprobó en el país tras su llegada al poder.
– El precio del rechazo griego (Expansión – WSJ – 13/7/15)
(Por WSJ)
El último acuerdo evita una crisis pero no aborda suficientemente el crecimiento.
Hasta aquí llegó el júbilo griego de hace una semana. Tras rechazar el rescate de Europa el 5 de julio en un referéndum, los griegos tienen que decidir ahora si aceptan unas condiciones aún más duras o se arriesgan al colapso de su sistema bancario y a la expulsión del euro. El acuerdo pendiente anunciado el lunes evita una crisis inmediata, aunque la tragedia reside en el mejor de los casos en que prepara a Grecia para traumas mayores más adelante.
El primer ministro Alexis Tsipras capituló a casi todas las exigencias de sus acreedores europeos tras 17 horas de negociación que finalizaron la mañana del lunes. Ahora, su Gobierno tiene que aprobar el miércoles un gran número de medidas profundamente impopulares, entre ellas subidas del IVA y recortes de las pensiones, sólo para aspirar a solicitar un tercer rescate. Atenas también tendrá que transferir activos públicos por valor de 50.000 millones de euros a una suerte de fondo custodio para privatizaciones bajo la supervisión de la UE.
No hay duda de que los alemanes y otros acreedores han conseguido su objetivo de cobrarse un castigo para Tsipras y su partido de izquierdas Syriza por sus excentricidades populistas. Esta demostración será útil si lleva a otros gobiernos europeos a pensárselo dos veces antes de rechazar las condiciones de los acreedores. Pero este nuevo rescate tampoco solucionará el problema subyacente de que Grecia y sus acreedores siguen imponiendo demasiada austeridad a la economía privada en lugar de al Gobierno.
No nos malinterpreten. Grecia necesita urgentemente algunas de las reformas de este acuerdo, sobre todo en el caso de las pensiones, que consumen alrededor del 16% del producto interior bruto y distorsionan el mercado laboral. Tsipras tendrá que aprobar medidas que propuso a los acreedores la semana pasada, como el recorte de pagas especiales y el aumento de la edad de jubilación a 67 años en 2022. La reforma podría estimular el crecimiento si reduce los costes relativos a las pensiones que suponen para las empresas las nuevas contrataciones, y fomenta el trabajo en lugar de la jubilación anticipada.
Sin embargo, pese a hablar de la contención del gasto, el nuevo rescate dará pie a Syriza a evitar recortes de gastos más profundos subiendo los impuestos. Ambas partes han acordado ya la subida del impuesto de sociedades al 28% desde el 26%, y supone una concesión a los acreedores, ya que a principios del mes pasado Tsipras quería subirlo al 29%.
O pongamos el caso de la reforma laboral. La ley actual impone serias cargas a los empleadores, como estrictos límites sobre las horas extraordinarias, generosas vacaciones que pueden llegar al mes, y una indemnización por despido equivalente a hasta dos años de salario. Este borrador de rescate vuelve a intentar forzar una reforma, pero también lo hicieron los dos primeros, con un mínimo éxito.
Lo mismo se aplica a las promesas de liberalizar los mercados de productos. Las librerías en Grecia no pueden hacer descuentos. Los minoristas se encuentran con límites que afectan a cuándo pueden hacer promociones, y por lo general no pueden abrir los domingos. El acceso a muchas profesiones administrativas sigue estando muy restringido. Estas distorsiones podrían y deberían haberse resuelto hace años.
Esto aboca al tercer acuerdo a repetir los errores de los dos primeros: incluso aunque el Parlamento de Grecia aprobó las leyes relevantes, Atenas actuó en su propio interés con una mala implementación. Los griegos tuvieron que pagar altos precios por productos y servicios en mercados poco competitivos, sufrían dificultades para encontrar un trabajo estable y veían reducidas sus pensiones. Eso ayuda a explicar por qué aquellos rescates no consiguieron reactivar el crecimiento -y por qué los votantes griegos los desprecian hasta tal punto.
El riesgo ahora es que los griegos tendrán que asumir las subidas de impuestos que quiere Syriza y los recortes de las pensiones, que resultan más fáciles de controlar para sus acreedores, mientras que reformas más importantes siguen cogiendo polvo. Es una receta para más años de estancamiento, y para que Grecia siga viendo amenazado su lugar en la eurozona.
– Grecia no descarrilará la recuperación de la eurozona (The Wall Street Journal – 14/7/15)
(Por Richard Barley)
Los problemas económicos de Grecia acaparan todo el protagonismo. Sin embargo, en el resto de la eurozona -que representa el 98% del Producto Interno Bruto del bloque- las cosas no van demasiado mal.
Es cierto. Hay todavía pocos indicadores económicos disponibles que cubran el impacto del punto álgido de la crisis griega, que comenzó con la dramática convocatoria de un referéndum y culminó con el épico fin de semana de cumbres europeas. Y, de hecho, Grecia todavía no ha sellado un acuerdo de rescate, lo que significa que aún no se puede descartar una salida del país del euro. No obstante, la mayor amenaza para la eurozona está más allá de sus fronteras, por ejemplo, en China. Los canales de contagio de Grecia son políticos, no financieros ni económicos.
Las esperanzas de una aceleración del crecimiento de la eurozona en el segundo trimestre del año desde el 0,4% del primer trimestre sufrieron un revés el martes con la publicación de la producción industrial del bloque de mayo, que mostró una contracción del 0,4% en tasa mensual. El dato se vio claramente afectado por el descenso del 3,2% en la producción energética. España, Francia e Italia vieron aumentar la producción -en el caso italiano un 0,9% mensual-. En Alemania, la producción industrial no registró cambios tras haber aumentado un 0,8% en abril.
Más alentadora de cara al futuro ha sido la encuesta del Banco Central Europeo sobre actividad crediticia en julio, que mostró una persistente combinación positiva de condiciones más relajadas y mayor demanda de préstamos. En concreto, la demanda corporativa de créditos para inversiones fijas creció en Francia, España e Italia.
Mientras, el indicador de confianza de la Comisión Europea cayó marginalmente en junio, aunque se mantuvo por encima de su media a largo plazo. La confianza de los consumidores ha permanecido estable. Y en Alemania, los inversionistas no han dejado que la crisis griega les afecte: el índice ZEW de confianza en la economía del país mostró sólo un ligero descenso. Muchas de las fuerzas que han dado a la eurozona unas perspectivas más positivas siguen en vigor. Los precios del crudo siguen siendo bajos, y el euro se ha recuperado pero sigue más débil que a comienzos de año.
Cuando el Fondo Monetario Internacional revisó sus previsiones de crecimiento la semana pasada, por una vez Europa no estaba en primera línea de fuego. De hecho, España e Italia consiguieron mejoras en sus proyecciones para 2015. Las principales preocupaciones se centraban en otros lugares, con rebajas en las estimaciones de Estados Unidos y de países emergentes.
La recuperación de Europa no estará acelerándose tal y como algunos esperaban. Pero hay razones para creer que esta recuperación persistirá a pesar de la crisis griega.
– Grecia, cuánto dinero debe y a quién (Gaceta.es – 14/7/15)
Tres rescates consecutivos, 312.000 millones de euros, casi 1,8 veces el PIB de Grecia… ¿a quién pertenece toda esa deuda?
La cantidad es de 312.000 millones de euros. Casi un tercio del PIB español, pero el 177 por ciento del PIB de Grecia. ¿A quién debe todo ese dinero?
131.000 millones se corresponden con una deuda con el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Grecia no pagará hasta 2023, pero en realidad puede extender el plazo del pago hasta 2053. 41.200 millones los aporta Alemania, 28.600 Francia, Italia 27.200 y España 18.100.
Por otro lado hay otros 80.700 millones de euros de deuda griega en manos privadas. Hay que recordar que el objetivo de todo el programa de ajuste es que la República Helena recupere el crédito, es decir, la reputación ante los inversores privados.
Otros 53.000 millones son deudas contraídas por los socios europeos, al margen de las aportaciones al FEEF. De nuevo el primer acreedor es Alemania, con 15.200 millones de euros, seguido por Francia (11.400), Italia (10.000), España (6.700 millones de euros), Holanda (3.200), Bélgica (1.900), y otros.
A todo ello hay que sumar las deudas que tiene con dos organismos internacionales: el BCE (27.000 millones de euros) y el Fondo Monetario Internacional (21.000).
Grecia no tiene deudas con el capital privado a largo plazo. O, dicho de otro modo, los inversores no se fían de Grecia a largo plazo. Pero el país necesita dinero ahora, y asimismo necesita retrasar los pagos lo más posible, para que dé tiempo a que los recortes refuercen la posición fiscal, y las reformas fomenten el crecimiento y, en segunda derivada, los ingresos. ¿Quién le ofrece esa financiación a largo plazo que le niegan los Estados? Sus socios europeos.
Así, Grecia tiene una deuda a corto plazo de 39.900 millones de euros. Hay otros 34.100 millones de deuda a medio plazo, y a largo plazo está el grueso de su deuda: 238.700 millones de euros.
Si Grecia cumple todos sus compromisos como está previsto, terminará de pagar en 2054, dentro de cuatro décadas.
– La deuda de Grecia pone a prueba a Europa (Expansión – WSJ Europe – 15/7/15)
(Por Richard Barley / WSJ)
La magnitud del colapso del sistema financiero griego en el último año comienza a salir a la luz.
Es tanto una llamada de atención a la acción del Gobierno griego como un gran reto para Europa. Conseguir que Grecia vuelva a financiarse en los mercados (el objetivo último del paquete de rescate) será más difícil en esta ocasión. Los documentos del FMI y la Comisión Europea muestran hasta qué punto Grecia se ha desviado de los objetivos. El verano pasado, el FMI calculó que la deuda sería del 105% del PIB para 2022. Sin embargo, hace tres semanas, advirtió de que, como resultado de la ralentización de la economía helena y de las políticas del nuevo Ejecutivo, la deuda alcanzaría el 142% del PIB para 2022. Ahora, la cifra ha aumentado hasta el 170% del PIB para esa fecha. Por el momento ha habido un cambio y, en lugar de tener en cuenta estas cifras, se estudian las ayudas proporcionadas a Grecia, como la ampliación de los vencimientos y los recortes de tipos. Un indicador más adecuado son las necesidades de financiación brutas anuales de Grecia en relación al PIB. Pero incluso esta estrategia tiene sus deficiencias.
El FMI cree que esta cifra tendría que estar por debajo del 15% para garantizar la sostenibilidad. La Comisión cree que, debido al impacto que ha sufrido la economía helena por los controles de capital y el cierre de los bancos, las necesidades de financiación para el periodo 2015-2030 aumentarán por encima del 15% "de aquí a algunos años". A corto plazo, prevé dos años de recesión, con una vuelta al crecimiento en 2017. La situación supone un enorme contraste con respecto a la de hace un año, cuando Grecia volvió a tener acceso a los mercados, vendiendo deuda a tres y cinco años. Incluso entonces ya había dudas sobre si los inversores estaban evaluando adecuadamente el riesgo de Grecia. Esos bonos se sitúan ahora entre un 60 y un 70% de su valor nominal. Para cuando Grecia quiera volverlo a intentar, es probable que los inversores estén tan obsesionados por buscar rentabilidad, que los tipos de interés serán muy superiores a nivel global. Las reformas económicas siguen siendo fundamentales si Grecia quiere atraer inversores a largo plazo. No obstante, dichas reformas no ofrecerán resultados inmediatos; mientras, la deuda de Grecia seguirá siendo elevada. El FMI ya ha adelantado que el alivio de la deuda "más allá de lo que Europa ha querido tener en cuenta hasta la fecha" es necesario, pero es tremendamente difícil de llevar a la práctica, dada la actual estructura de la eurozona. Dado que el porcentaje de deuda pública helena seguirá subiendo, a Europa le resultará cada vez más difícil eludir la cuestión.
– Lecciones de Grecia para un mundo endeudado (The Wall Street Journal – 16/7/15)
(Por Greg Ip)
Las cesaciones de pagos de deuda soberana son como las cucarachas: rara vez vienen solos.
La deuda de Grecia es tan alta, su recesión tan profunda y su economía tan poco competitiva, que es fácil restarle importancia a las lecciones que ofrece al resto del mundo.
Pero aunque Grecia es un caso excepcional, el mundo entero está sufriendo de un exceso de endeudamiento. Desde 2007, la deuda pública de las economías avanzadas (incluidos los gobiernos nacionales, estatales y municipales) se ha incrementado 35 puntos porcentuales de la producción económica total, según el Instituto Global McKinsey. En muchos países ha aumentado mucho más: 47 puntos en Italia, 50 en Gran Bretaña, 63 en Japón, 83 en Portugal.
Un país puede liquidar esa deuda pendiente de varias maneras: a través de austeridad, crecimiento económico y la baja real (es decir, ajustada por inflación) de las tasas de interés. Más común de lo que generalmente se admite, sin embargo, es el paso más radical de reestructurar la deuda mediante una reducción de intereses, alargando el plazo de vencimiento o recortando el monto de la deuda.
"¿Será Grecia la última reestructuración de la deuda soberana de este ciclo? No", dice Susan Lund, de McKinsey. "Mire alrededor del mundo y verá otros países con combinaciones muy tóxicas de alto endeudamiento y bajo crecimiento".
En "Historia de las crisis financieras", un libro de 2009, los economistas de la Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff observan que las "cesaciones de pagos de los países tienden a venir en grupos". En la década de 1930, la Gran Depresión provocó defaults en toda Europa y América Latina. En la de 1980, la caída de los precios de las materias primas provocó una ola de cesación de pagos de economías emergentes que se habían endeudado fuertemente con bancos occidentales.
En esta ocasión, los incumplimientos graves han sido raros: Grecia, Chipre y Argentina (este último vinculado a la reestructuración de su deuda de una década atrás). Es poco probable que esta quietud dure. Ucrania está tratando de reestructurar su deuda con inversionistas privados, al igual que Puerto Rico (que, por cierto, no es un país soberano). En el pasado, políticos de la oposición en Irlanda, España e Italia han presionado para reestructurar algunas de esas deudas nacionales, que según McKinsey se ubicaron el año pasado en 115%, 132% y 139% de su respectivo Producto Interno Bruto.
Pero Rogoff dice que no hay que suponer que se viene una ola de incumplimientos. Temores similares rodearon al default de Argentina en 2001 y resultaron infundados. El tan temido contagio de Grecia no se ha producido. Las economías emergentes que dependen de la exportación de productos básicos afectada por la desaceleración de China han amortiguado el impacto gracias a tasas de cambio flexibles.
Y los países que han se han endeudado en su propia moneda, como EEUU, Japón y Gran Bretaña, puede que nunca caigan en default, ya que de ser necesario pueden imprimir el dinero.
No obstante, estos países todavía tienen que encontrar alguna otra manera achicar sus deudas.
La forma menos dolorosa para ello es sin duda el crecimiento económico: una economía en expansión reduce automáticamente la relación entre el total de la deuda y el total de la economía, y además genera ingresos tributarios con que reducir el déficit. El crecimiento económico ha sido clave en el pasado para otros procesos de desendeudamiento, desde EEUU después de la Segunda Guerra Mundial (cuando su deuda había llegado a 121% del PIB), a Suecia y Canadá en los años 1990 y 2000.
Estos dos últimos países fueron capaces de compensar el dolor de los recortes presupuestarios devaluando sus monedas y exportando. Esto no funcionará si todos los países que tratan de compensar el dolor del desendeudamiento se ponen a exportar al mismo equipo.
En las décadas de 1950 y 1960, el crecimiento "potencial" de la economía estadounidense se vio reforzado por la rápida expansión de la fuerza laboral y la productividad. Hoy, por el contrario, el potencial de crecimiento está declinando en todo el mundo.
Este ha sido un elemento subestimado del problema de la deuda global. Una de las razones por las que el Fondo Monetario Internacional es tan pesimista acerca de la capacidad de Grecia de pagar sus deudas es que, considerando su históricamente débil productividad y el achicamiento de su población en edad laboral, el potencial de crecimiento de su economía es probablemente negativo. Una tóxica combinación similar de contracción del PIB y el déficit presupuestario ha empujado a Puerto Rico al punto de quiebre. La economía de Italia tiene el mismo tamaño que tenía en 2000.
Esta semana, el gobierno de Obama recortó las proyecciones de crecimiento de EEUU para este año, y proyectó que la deuda federal, que alguna vez pensó que caería de manera constante, seguirá estancada por encima de 74% del PIB durante el próximo decenio.
La disminución del crecimiento a largo plazo significa que una mayor reducción de la deuda tendrá que venir de la reducción del gasto o del alza de impuestos. Pero un exceso repentino de austeridad puede empeorar las cosas al reducir el PIB y generar un rechazo político que ponga fin al esfuerzo.
Eso deja otra herramienta para reducir los ratios de deuda. Si los bancos centrales pueden mantener los tipos de interés real bajos o incluso negativos, aún las deudas de más de 200% del PIB podrían sostenerse indefinidamente. Esto puede aumentar la inflación, lo cual en realidad sería bienvenido, ya que la inflación es hoy muy baja y su alza, al aumentar el valor en dólares del PIB, reduce el ratio de la deuda.
Por supuesto, los depositantes deben ser persuadidos para que acepten rendimientos miserables. Después de la Segunda Guerra Mundial, los controles de capital y otras formas de "represión financiera" les dejaban pocas alternativas. Hoy en día, dice Reinhart, esto es más probable que ocurra en la forma de regulaciones prudenciales, que exigen a bancos y fondos de pensión tener más deuda pública en sus carteras.
La buena noticia es que hay una manera de salir del aplastante endeudamiento actual sin caer en default: una combinación de crecimiento, austeridad, y (para los depositantes) punitivamente bajas tasas de interés. Y, añade Lund, "40 años" para salir del pozo.
– El Parlamento griego aprueba el rescate a costa de la ruptura de Syriza (Cinco Días – 16/7/15)
Alexis Tsipras a Syriza: "O votáis sí a las condiciones del rescate o mañana dimito"
Grecia ha dado un paso más para empezar a negociar un tercer rescate, después de que el Parlamento haya aprobado el primer paquete de reformas que exigía el Eurogrupo como paso previo al inicio de las negociaciones. A pesar del sí del Parlamento heleno, el acuerdo ha estado marcado por las disidencias de Syriza y las dudas del propio Gobierno, que ha reconocido que no sabe si dará resultados económicos positivos. En la calle, se produjeron graves enfrentamientos entre la policía y manifestantes contrarios a la firma del acuerdo. Entre las medidas previas que se exige a Grecia para comenzar la negociación está la subida del IVA, la reforma de las pensiones y también una mayor supervisión para garantizar la independencia de la oficina de estadística.
La votación de este primer pliego de medidas obtuvo el respaldo mayoritario de la Cámara, 229 votos, gracias al apoyo de la oposición proeuropea, pues hasta 32 diputados del izquierdista Syriza votaron en contra y 6 se abstuvieron.
En total, hubo 64 votos en contra del plan para empezar a negociar el rescate. Entre los negativos estuvo el exministro de Finanzas, Yanis Varufakis, quien en los últimos días ha calificado el acuerdo como un "nuevo Tratado de Versalles". También votaron en contra el ministro de Energía, Panayotis Lafazanis, y la presidenta del Parlamento, Zoé Konstandopulu.
La votación del Parlamento era un requisito imprescindible no solo para comenzar la negociación del tercer rescate, un proceso que puede durar varias semanas, sino también para la concesión de un crédito puente de 7.000 millones que Grecia necesita para hacer frente a vencimientos de deuda inmediatos: para empezar, el lunes con el Banco Central Europeo (al que tiene que abonar 3.500 millones de euros más intereses), a lo que se suma otros 2.000 millones en impagos al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Posible crisis de Gobierno
Aunque el primer ministro, Alexis Tsipras logró aprobar en el Parlamento el acuerdo con el apoyo de la oposición proeuropea, todo apunta a que la votación, que ha dejado tan dañada la mayoría parlamentaria, podría conducir esta semana a una remodelación de Gobierno. Poco antes de la votación ya habían dimitido la ministra adjunta de Finanzas, Nadia Valavani, que ha argumentado que no es compatible ser ministro y a la vez estar en contra de una decisión gubernamental y el secretario general de Economía, Manos Manusakis.
En su intervención, previa a la votación el primer ministro griego, Alexis Tsipras, llamó a la unidad de su grupo parlamentario: "Yo no haría un favor a nuestros rivales para convertirse en un pequeño paréntesis en el tiempo", dijo Tsipras en alusión a declaraciones del conservador Nueva Democracia, que afirmó que el Gobierno izquierdista sería un paréntesis en la historia.
Recalcó que el Gobierno tenía tres opciones en la negociación, aceptar el acuerdo actual -en el que dijo que no cree pero que se ve obligado a aplicar-, una quiebra desordenada del país o su salida consensuada de la eurozona, como propuso el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble.
Tsipras señaló que luchará hasta el final y será "el último que facilitará la caída de un Gobierno de izquierdas".
Al inicio del debate, también el ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, pidió el respaldo al acuerdo, del que dijo no saber si va a aportar frutos positivos y reveló que su firma fue la decisión más difícil de su vida.
Discurso de la oposición
En su discurso ante la Cámara, el presidente del conservador Nueva Democracia, Vangelis Meimarakis, aseguró que es mejor un mal acuerdo que ninguno y exhortó a Tsipras a aplicarlo él, pues es quien lo ha firmado.
"Votaremos el acuerdo y una vez salvado el país, lucharemos para mejorarlo" señaló el líder del centrista To Potami, Stavros Theodorakis, quien reiteró que no formarán parte del Gobierno.
Por su parte, la presidenta del socialdemócrata Pasok, Fofi Yenimatá, destacó que el apoyo de su partido es al acuerdo y no al Gobierno, al que acusó de haber empeorado la situación económica.
En principio estaba previsto que el paquete de medidas se presentase en dos artículos, uno de los cuales era el documento firmado el lunes en Bruselas, y el otro las reformas en sí.
El socio de la coalición, Griegos Independientes, había declarado que rechazaría el acuerdo y respaldaría las medidas al argumentar que el primero era una imposición de los acreedores. A última hora se decidió introducir el proyecto de ley como un solo artículo para garantizar su aprobación.
Este primer paquete incluye cambios y subidas en el régimen del IVA, nuevas medidas tributarias, el fortalecimiento del tratamiento penal de la evasión fiscal, reformas en las pensiones y la Seguridad Social, la garantía de la independencia de la oficina de estadísticas y la creación de una autoridad fiscal.
Tales medidas han sido consideradas insostenibles por la corriente más radical dentro de Syriza, la Plataforma Izquierdista.
Uno de sus representantes es Lafazanis, quien a pesar de votar en contra, ha dejado claro que no piensa dimitir.
Más de la mitad de los miembros del comité central Syriza, Tsipras pidieron ayer al Gobierno rechazar el acuerdo.
En una declaración conjunta, firmada por 109 miembros de los 200 del comité central del partido, señalan que el acuerdo es "incompatible con las ideas y los principios de la izquierda y sobre todo con lo que necesitan las clases más pobres".
– La crisis griega pone a prueba la perdurabilidad de la eurozona (The Wall Street Journal – 16/7/15)
(Por Simon Nixon)
Desde la creación del euro, muchos han vaticinado su hundimiento. En la última semana, eso estuvo más cerca que nunca de cumplirse, o de que al menos uno de sus miembros abandonara el club.
Algunos señalan que el acuerdo de Grecia con el resto de la eurozona el lunes por la mañana tras toda una noche de negociaciones apunta al fin de la moneda única de todas formas: el hecho de que en la agenda estuviera contemplada la salida de Grecia demuestra que unirse al euro ya no es algo irreversible. Lo cual hace inevitable que, tarde o temprano, alguno de sus miembros se vaya.
Pero este análisis en cierta medida histérico pasa por alto el hecho de que, hasta la fecha, el euro ha sobrevivido incluso a esta sacudida extrema. Grecia no ha optado por marcharse. En lugar de eso, los mandatarios de la eurozona demostraron nuevamente una notable voluntad política de mantener unida a la unión monetaria.
Esto quedó patente por ambas partes: por parte de Atenas, que cedió a las exigencias a las que se había resistido durante seis meses; y por parte de la eurozona, que ha apuntado que está dispuesta a ofrecer un nuevo paquete de ayudas -incluido un compromiso explícito a un alivio de la deuda sustancial en el futuro- a un país y un gobierno cuyos comportamientos pasados no dan motivos para creer que se puede confiar en que cumplan sus promesas.
Cierto es que el acuerdo aún puede fracasar, lo que obligaría a Grecia a salir del euro.
Pero eso no significaría que el euro ha vuelto a ser un régimen de tasas de cambio fijas. Ninguna unión monetaria -ni tampoco ninguna unión política- es realmente irreversible. Y si no, recuerden que el pasado año Reino Unido casi perdió a Escocia.
Lo que la crisis ha dejado patente, sin embargo, es que el costo de salir del euro es muy distinto al costo de abandonar un vínculo con una moneda. Sin una moneda que devaluar, una salida del euro lleva inevitablemente al colapso del sistema bancario y la destrucción de la economía nacional. Y eso no es algo que ningún líder democrático pueda contemplar, como ha admitido el primer ministro heleno, Alexis Tsipras.
De hecho, cuando se tranquilicen las cosas, estará claro que lo que se ha ofrecido a Tsipras es muy generoso, y por eso lo ha aceptado.
Es cierto que el Fondo Monetario Internacional ha declarado que las deudas de Grecia son ya completamente insostenibles -debido totalmente al daño hecho en los últimos seis meses- y que no participará en un nuevo programa a menos que se realice un gran recorte de la deuda del país.
Pero la eurozona era plenamente consciente de que esa era la postura del FMI antes del acuerdo del lunes. Y lo que es más, fue Alemania quien insistió en que el FMI formara parte de cualquier programa futuro, pese a las objeciones de Grecia. La continua participación del FMI da la señal más clara posible de que la eurozona aliviará el peso de la deuda de Grecia.
Para desbloquear este alivio de la deuda, Tsipras ha tenido que aceptar términos de rendición humillantes. Pero se lo ha ganado a pulso: primero, porque hizo promesas totalmente incompatibles -mantener a Grecia en la eurozona al tiempo que se ponía fin a la austeridad- que no podía creer que mantendría; y segundo, por la manera en que se ha comportado en los últimos seis meses, mostrando poco respeto por las normas de la eurozona ni por los mandatos democráticos de otros gobiernos.
Al igual que el italiano Matteo Renzi, el francés François Hollande y otros antes que él, Tsipras ha tenido que aprender las reglas del juego europeo: no se puede lograr influir en otros líderes simplemente porque se han ganado unas elecciones -todos lo han hecho-, sino que la influencia se logra al ganarse su respeto demostrando que se tiene capacidad para tomar decisiones difíciles en casa.
No obstante, algunos argumentan que la tragedia griega demuestra que las normas son demasiado brutales, que la actual estructura de la eurozona deja demasiado poder en manos de los países acreedores y obliga a los deudores a absorber todo el peso de los ajustes a las sacudidas.
Esto ha abocado a gran parte del sur de Europa a un bache permanente, convirtiendo a la eurozona en territorio fértil para los partidos extremistas y populistas, según sus detractores.
Lo que se necesita ahora con urgencia son pasos atrevidos hacia una mayor integración política y fiscal, incluidos mecanismos para unas transferencias fiscales mucho mayores entre los estados. Sin esto, señala un experimentado político italiano, la eurozona se destruirá en 10 años.
¿Pero es eso cierto? La eurozona ya cuenta con mecanismos para compartir el peso de las sacudidas entre los estados miembros, como un banco central común, una unión bancaria (aunque incompleta) y un gran fondo de rescate.
Es cierto que las uniones monetarias con mayor éxito cuentan con grandes presupuestos federales, pero eso tampoco sirve de garantía contra los ciclos de auge y caída: recuerden lo que pasó con el cinturón industrial de Estados Unidos o las viejas zonas industriales del norte de Inglaterra.
Se puede discutir que la viabilidad de la unión monetaria depende más de la flexibilidad y dinamismo de la recuperación: la facilidad con la que Estados Unidos puede desviar recursos a las áreas donde pueden utilizarse de manera más productiva es lo que mejor explica su éxito, no las transferencias fiscales.
En este análisis, el futuro del euro depende menos de lo que le pase a Grecia y más de las lecciones que extraigan de esta experiencia los votantes del sur de Europa. Si ponen sus esperanzas en una unión de transferencias fiscales de la que no tienen ganas los políticos en el norte de Europa, el euro podría acabar fracasando.
Pero si llegan a la conclusión de que la forma de evitar el hundimiento del sistema bancario es seguir adelante con las reformas ambiciosas -en educación, infraestructuras, administraciones públicas y mercados laborales y de productos- diseñadas para transformar el potencial productivo de la economía, entonces la eurozona podría aún sobrevivir, e incluso prosperar.
The day after (Crónica de un pacto que no gustó ni a Atenas ni a Berlín)
– Los días en que crujió el euro y Grecia vio la puerta (Cinco Días – 17/7/15)
(Por Bernardo de Miguel)
La zona euro dio luz verde definitiva este viernes a la apertura de negociaciones con Atenas para un tercer rescate de Grecia. Bruselas autorizó también un préstamo urgente de 7.160 millones de euros que permitirá al gobierno de Alexis Tsipras pagar el lunes al Banco Central Europeo (unos bonos por de 3.200 millones de euros) y saldar sus cuentas atrasadas con el FMI (2.000 millones en atrasos) y con el Banco de Grecia. Terminaba así una larga quincena en la que el euro crujió estrepitosamente (sobre todo la noche del 12 al 13 de julio) y en que Grecia vio varias veces la puerta de salida de la Unión Monetaria. Una puerta que se ha quedado entreabierta a la espera del éxito (o del fracaso) de otro rescate de 86.000 millones de euros.
La campana de los mercados
Poco antes de las nueve de las mañana del 13 de julio, la zona euro comunicó el acuerdo para poner en marcha un tercer rescate, cuyas negociaciones se esperan concluir en cuatro o seis semanas. Faltaban sólo unos minutos para la apertura de los mercados y los líderes europeos llevaban 17 horas consecutivas negociando. Mejor dicho, cuatro líderes: la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, François Hollande, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.
El resto pasaba la mayor parte de las horas en sus respectivas delegaciones, a la espera de que un principio de acuerdo pudiera someterse a la sesión plenaria. Algunos aprovechaban para tuitear impresiones, como algunos líderes de países pequeños (Estonia, Eslovaquia, Malta…).
Otros, como el primer ministro español, Mariano Rajoy, sólo tenían un objetivo: que quedara por escrito en el acuerdo que no habrá una quita nominal en la deuda de Grecia. Hubo varios borradores, pero fracasaron. El último, pasadas las siete de la mañana, contaba ya con el resignado asentimiento de Merkel y Tsipras.
Disgusto en Berlín y Atenas
El acuerdo del 13 de julio logró lo que parecía imposible sólo unas horas antes: que Alemania y Grecia coincidieran en algo… aunque sólo fuera en el disgusto por lo pactado. Pocas horas después, ya de vuelta en su país, Tsipras renegaba en una entrevista de televisión de un pacto que, según él, sólo había firmado para librarse del chantaje de sus socios europeos, que le amenazaron con provocar el colapso del sistema financiero griego.
En el Parlamento griego, Tsipras volvió a renegar del acuerdo pero apoyó (y logró) su aprobación como mal menor, con una treintena de votos en contra de su propio partido (Syriza). En Berlín, Merkel también presentó el acuerdo como un mal menor: "la alternativa hubiera sido el caos y la violencia", dijo el viernes ante el Bundestag. La canciller logró la aprobación pero con 60 votos en contra de su partido (CDU/CSU), la mayor rebelión desde que empezó la crisis griega en 2010.
El Bundestag, en cambio, dedicó una larguísima ovación al ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, quien considera un error y un despilfarro seguir financiando con dinero del contribuyente europeo (ya van expuestos 200.000 millones de euros) a un país que está quebrado y necesita reestructurar la deuda fuera del euro.
La cartera más dudosa del mundo
La parte europea del primer rescate de Grecia se financió con préstamos bilaterales (52.900 millones de euros) y la del segundo (131.000 millones) con cargo a la ya extinguida Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF). Del tercero se encargará el heredero de la FEEF, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que podría aportar unos 50.000 millones de euros. El director gerente de ambos, el alemán Klaus Regling, pasará así a gestionar lo que algunos analistas describen como "la mayor cartera de préstamos dudosos del mundo".
Los compradores de los bonos del FEEF/MEDE tienen bastante garantizado el cobro de sus bonos, porque su deuda no es directamente con Grecia. El FEEF/MEDE, en cambio, es acreedor directo de Atenas y ya tiene el 40% de la deuda pública griega. En caso de impago, Regling tendría que reclamar a los socios del euro que cubran las pérdidas, en proporción a su cuota en el mecanismo. Alemania asumiría el 27% de las pérdidas; Francia, 20%; Italia, 18%; y España, 12%.
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